Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy
[continuación]

Bajo amenaza

Como Tito había prometido trabajar para mejorar las relaciones entre el Estado y la Iglesia remarcando que todo atentado contra la Iglesia podía ser comunicado al gobierno, Stepinac envió numerosas protestas testimoniando los dolorosos hechos que se producían cotidianamente: asesinatos de sacerdotes, de antiguos funcionarios al servicio del Estado Independiente de Croacia, al igual que de intelectuales. Todos estos crímenes se perpetuaban a pesar de las promesas de Tito. Las condenas a muerte se sucedían después de realizado un juicio aparente ante un tribunal militar en que los acusados no tenían derecho a hablar, y aún menos a defenderse por la intervención de un abogado. Mons. Stepinac agregaba en su mensaje que estos juicios se parecían más a las ejecuciones llevadas a cabo en los siglos XVI y XVII cuando los turcos ocupaban estas regiones, que a la imagen que representa a un país moderno del siglo XX. Estos tribunales que condenaban a muerte sin ninguna objetividad no podían obtener la confianza del pueblo, pues una cosa era clara: estos juicios se inspiraban sólo en la venganza.

"Se habla de juicios "del pueblo", continuaba diciendo Mons. Stepinac, pero los jueces no son elegidos por el pueblo, puesto que son nombrados por el gobierno. Se encarcela a la gente por una simple denuncia. Se diría que hubiera sido necesario no vivir en los años 1941-45 para no ser acusado hoy: se es culpable por el simple hecho de haber vivido y trabajado durante este período. Podemos preguntarnos si el pueblo croata ha sufrido tanto, desde el inicio de su historia hasta hoy, como sufre en la actualidad, en estos últimos años.

Los intelectuales croatas han perdido su trabajo simplemente porque han trabajado bajo el régimen precedente. Así miles de familias están hoy sin trabajo, sin su pan cotidiano ¡Se les aconseja cínicamente que vayan a cavar a las rutas! Pareciera que todas las ocasiones son buenas para exterminar a los intelectuales croatas. En todas partes, en su lugar, en el lugar de estos especialistas, se nombra a ignorantes que apenas saben poner su firma.

Además, continuaba Stepinac, ¿Por qué perseguir a miles de soldados croatas que no son condenables por ninguna regla ética y que sólo quieren participar en la reconstrucción del país?".

Circular a los fieles y al clero

El 24 de junio de 1945, Monseñor envió una circular que los sacerdotes debían leer al pueblo sin interpretarla para no ser acusados; quería ser él, único responsable: incluso al precio de su vida, él tenía que señalar a los padres su deber de exigir la educación religiosa en las escuelas. Pido esto, decía Stepinac, empujado por un sincero amor hacia ellos y hacia sus hijos; les recordaba las palabras de la Biblia: "Quien malcría demasiado a sus hijos, se verá obligado un día a curar sus heridas".

Luego, exhortaba a mantener la paciencia y a rezar y pedía a los sacerdotes que incitaran a las familias a rezar unidas y, a recitar el rosario, cuanto fuera posible.

Recomendaba a los sacerdotes que no hablaran en sus sermones o predicaciones de nada concerniente a asuntos políticos.

Por ello, decía, lo mejor sería escribir los sermones y posteriormente leerlas; así, si se les acusaba, podrían justificar cada palabra empleada. Terminaba su circular con su lema: "In Te, Domine, speravi".

Partida del visitante apostólico

El 10 de julio de 1945, Mons. Marcone, acompañado del abate Lackovic, secretario del Arzobispo, regresó a Roma (13).

Por su intermedio, Mons. Stepinac preguntó al Santo Padre como debía actuar dada la situación. Pero no recibió ninguna respuesta. Ante los repetidos ataques contra la Iglesia Católica, el Arzobispo se vio obligado a disolver todas las formas institucionales de la Acción Católica. Sin haber recibido instrucciones de Roma, pensó que el Papa deseaba dejarlo en libertad de juzgar lo que fuere mejor y actuar en consecuencia.

Mons. Marcone y el abate Lackovic no pudieron regresar a Zagreb, puesto que sus pasaportes habían sido confiscados por el consulado yugoeslavo en Roma.

(13) "Vaya, Dios lo bendiga, dijo el Arzobispo a su secretario, no sé si volveremos a vernos en esta vida; quizás me maten los comunistas; pero que importa. Dios será finalmente el vencedor" (testimonio del propio Mons. Lackovic).

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