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X. LA CUESTION DE LA RESPONSABILIDAD DE LOS GOBERNANTES SERVIOS EN EL ATENTADO DE SARAJEVO [continuación]
7. El juez de instrucción en el proceso contra los autores del atentado
de Sarajevo sobre la complicidad del rey Alejandro
Entre los documentos trascribimos el precioso testimonio del
juez de instrucción en el proceso contra los autores del atentado
de Sarajevo. El Dr. Leo Pfeffer aportó pruebas que indican que
el mismo príncipe Alejandro estaba enterado de los preparativos
del atentado de Sarajevo y que alentaba a sus ejecutores (123).
(nota 123) Cf. "Documentos".
El juez Pfeffer publicó en 1938 en Zagreb su libro "La Instrucción
judicial del atentado de Sarajevo", en la época del gobierno
dictatorial de Milan Stojadinovic, cuando regía una censura rigurosa.
Recién tras la desintegración de Yugoeslavia pudo completar su trabajo,
agregando los documentos agravantes para el regente de Serbia.
Aquí huelga destacar que el proceso contra los atentadores se
desarrolló con toda corrección, lo que prueba eI hecho de que el juez
instructor, dr. Pfeffer pudo vivir después de la guerra en completa
libertad en Yugoeslavia. El presidente del tribunal, Aloysius Curinaldi,
de quien algunos autores extranjeros decían que se había suicidado,
vivió sin ser molestado en Bosnia. Ingresó a la orden de los Jesuitas
y durante años dictaba la cátedra del derecho cánonico en el seminario
de Sarajevo. El hecho de que no fueron blanco de medidas represivas
tras el derrumbe de Austro-Hungría prueba que el proceso se había
llevado a cabo con toda rectitud. De otro modo no podía ser por cuanto
la Monarquía danubiana era un Estado de Derecho ejemplar (124).
(nota 124) Que los atentadores gozaban de toda la libertad de defensa durante el proceso lo corrobora también un autor comunista contemporaneo, Vladimir Dedijer: "Sarajévo, portrait de l'assasin" Preuves, París, agosto 1964, p. 17.
Los cargos formulados por el dr. Pfeffer sobre la complicidad
del regente Alejandro Karageorgevic en la organización del atentado de
Sarajevo podrían parecer exagerados si se tratara de un príncipe de
las tradicionales casas reales europeas y de otro ambiente social,
y no de Serbia. Sin embargo, tratándose de los Karageorgevic y de Serbia,
la complicidad del monarca es una cosa normal. El poder real en Serbia,
igual que antaño en Bizancio, como el poder supremo en la Yugoeslavia
comunista, constituye un poder de hecho, donde no rige como en Europa
occidental la ley de sucesión, ni el prestigio de la monarquía. El trono
de Basileus podía ocuparlo cualquier cuidador de caballos (el
caso de Basilio de Macedonia) y entonces ¨por qué no podia en
Serbia un campesino iletrado y tratante de puercos Kara George,
erigirse en el siglo XIX en el fundador de una de sus casas
dinásticas? La historia de Serbia del último siglo acusa toda
una serie de atentados contra sus monarcas y de cambios violentos
en el trono. Los Karageorgevic eran muy propensos a luchar por el
poder mediante el crimen. Alejandro y su padre subieron al trono de
Serbia a raíz del asesinato del último Obrenovic. Los ayudaron sus
amigos, los conjurados, quienes, según hemos visto, habían tramado
atentar contra varios monarcas europeos. Alejandro eliminó, cuando lo
consideró oportuno, a quienes lo habían entronizado. Se sirvió
de la complicidad del jefe del partido radical, Nikola Pasic, quién
trató a los líderes de la Mano Negra como un cazador de caza mayor
trata al animal que acecha, según la plástica expresión de Milan
Stojadinovic. El mismo Stojadinovic manifiesta que luego Alejandro
saldó cuentas, de modo brutal, con Nikola Pasic (125). Análoga suerte
le cupo a Svetozar Pribicevic, exponente de la minoría serbia en
Croacia. Pribicevic consiguió en 1918 burlarse de la mayoría
de la Dieta croata y facilitar la anexión, aparentemente legal, de
Croacia a Serbia. Cuando por fin reaccionó como hombre educado en el
ambiente occidentalista de Croacia, contra el poder autocrático del rey,
Alejandro lo internó y organizó un atentado contra él, por suerte
malogrado, aunque antes solía decir que este político serbio le había
brindado tres coronas (126),
(nota 125) Milan Stojadinovic, op. cit., pp. 244-251. ContinúaPrincipio de ArtículoIndiceHome | |