Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy
[continuación]

Llevaba también en sus bolsillos bombones para los niños que a menudo estaban vestidos pobremente; entonces pedía a las Hermanas que trataran de conseguir con que arreglar las pequeñas ropas. También les compraba zapatos. En junio de 1959, el cura anotó: "Tiene sólo lo estrictamente necesario para vestirse. Regala todo. Acaba de regalar a los pobres dos pares de zapatos".

Era amigo de todos los pobres de Krasic. Le gustaba hablar con ellos. No soportaba que en su presencia se criticara a otros. Terminaba de un golpe la conversación: "Por favor, no me hable de esto".

Perdón de las ofensas

El Cardenal no sentía rencor por sus guardias; solía afirmar que no era fácil ganar su pan. En julio de 1958, después de una grave enfermedad, tuvo que recibir como parte de cuidados urgentes y obligatorios, algunas inyecciones de un medicamento que debía venir de Zurich. Pero en el aeropuerto, se negaron a aceptar el pequeño paquete de medicamentos para el Cardenal, argumentando "sobrecarga", cuando en realidad el paquete no pesaba más de un kilo y aún quedaba lugar para diez pasajeros. Cuando lo supo el Cardenal, pidió que se celebrara una Misa por aquellos que hicieron imposible la llegada de su medicamento, pues decía, en la Croacia católica decimos: "Si te arrojan una piedra, ofrece pan".

La señora Mila Vod, escultora, que hizo la máscara fúnebre del Cardenal, escribió a Tito: "Tengo que decirle, Sr. Mariscal, que el Cardenal celebró su primera Misa después de su grave enfermedad en honor a Tito, señalando siempre el hecho de que los comunistas son nuestros hermanos, que debemos quererlos... Le escribo esto, Sr. Mariscal, con el deseo de que la oración de nuestro Cardenal le aporte verdaderamente la bendición".

El recibo, al igual que una copia de esta carta, se encuentran en el Arzobispado. El Cardenal estaba particularmente ligado a los niños y estos le retribuían bien su amor, a menudo venían a verlo y concurrían regularmente al catecismo. Siempre tenía pequeños regalos para ellos.

En toda la historia del pueblo croata, no se ha conocido otro caso en que se halla humillado tanto a una alta personalidad de la Iglesia. Con gran generosidad, sufría sin quejarse y perdonaba a aquellos que lo ofendían.

Humilde y dulce

En sus contactos cotidianos con la gente, nunca daba órdenes, su comportamiento estaba lleno de tacto y continuamente se excusaba por tener que molestar. El 8 de diciembre de 1951, los sacerdotes de Jaska lo visitaron para preguntarle si pensaba celebrar la Misa de Gallo en Navidad. El Cardenal humildemente respondió: "No sé, veremos, depende de la decisión del señor cura".

Cuando le decían que en el extranjero, la prensa y la radio lo veneraban, lamentaba esta publicidad sobre su persona. Cuando supo que una revista extranjera había publicado una declaración del Papa, quien había afirmado: "El Cardenal de Croacia es el mejor Prelado de la Iglesia Católica", bajó la cabeza y murmuró: "Sólo Dios es grande".

Después de su elevación al Cardenalato, el Arzobispado hizo imprimir sus cartas de visita redactadas así: "Dr. Alojzije Stepinac, Arzobispo de Zagreb, Metropolitano de Croacia, etc.". Cuando Stepinac enviaba sus cartas tachaba "etc." y lo reemplazaba por: "y cero".

Por otra parte no quería utilizarlas. A fines de 1959 le enviaron de Chicago, un almanaque hecho en conmemoración de sus veinticinco años de Episcopado, con su foto impresa. No quiso ni siquiera mirarlo. Cuando el cura quiso leerle algunas líneas, lo interrumpió diciendo: "Qué penoso es para mí que quieran venerarme de tal manera sobre la tierra; tengo miedo de lo que va a ocurrir después allá arriba".

En febrero de 1956, la radio de Madrid hablaba de él como de un santo. -"¿Por qué dicen todo esto?, dijo el cura. ¿Un santo? Cuidado con aquellos que son canonizados durante su vida terrenal. ¿Por qué repiten siempre lo mismo? Voy a perder mis méritos para alcanzar el Cielo".

Luego apagó la radio. Cuando murieron su hermana Bárbara y su cuñado con quien Stepinac amaba pasear, el Cardenal se arrodilló humildemente ante los despojos mortales, orando junto a los fieles como cualquiera de ellos. Por su simplicidad y ecuanimidad en sus relaciones humanas, nunca hacía distinciones con los otros. Es interesante consultar su correspondencia, las notitas que enviaba cuando estaba detenido en Zagreb o en Lepoglava. Hemos encontrado una carta en la que el Arzobispo respondía a un sacerdote que quería escribir la biografía del Arzobispo Antun Bauer. Stepinac le pedía que por favor no escribiera la suya, pues no tenía ninguna ambición sobre esta tierra, salvo llegar hasta el final y morir en gracia de Dios. Cuando recibió el libro de Mons. Jesih: "Rosa roja sobre el Altar", que era considerado como su biografía y al cual Stepinac encontró demasiado fantasioso, decidió entregar a su secretario su autobiografía resumida en siete capítulos: "autobiografía muy corta, dijo Monseñor, pero verídica: