Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy
[continuación]

La persecución continua

En junio de 1952, Stepinac decía: "tendremos todavía momentos muy difíciles. Pero: In Te, Domine, speravi... Estamos preparados para soportar el hambre e incluso a morir antes que sobrevivir vergonzosamente".

En una carta dirigida a un hombre que había estado al mismo tiempo que él en Lepoglava, afirmaba:

"... No sé si veré el triunfo de la Iglesia en nuestra patria, pero de lo que estoy seguro es de que serán muchos los que verán una resurrección religiosa tal como la Historia aún no ha vivido. No se trata de la gloria exterior sino de la resurrección interior de las almas, y esto es lo único importante. El único peligro es la debilidad del alma, la cobardía. No hay otro. Quien se confía a Dios, jamás tendrá vergüenza. El Espíritu Santo es el garante, si alguien se asombra de ver tanta fuerza en un pobre hombre como Stepinac, puedo decirle que se la debo a la confianza que he manifestado en la Santa Virgen María durante toda mi vida. A todos les deseo que sientan lo mismo".

Mons. Stepinac declaró a dos seminaristas alemanes que fueron a verlo a Krasic:

"Voy a celebrar una Misa por la juventud alemana; cuando regresen a vuestro país digan a sus colegas que tienen delante de ellos un gran futuro: este pueblo está maduro para Cristo. Ya han vivido todo liberalismo, nacionalismo, fascismo, comunismo y socialismo. Todo esto pasó sin éxito. Ahora sólo Cristo puede ayudarlos. Estamos en el alba de un nuevo tiempo".

En 1954, el cura escribió: "Este año, el Cardenal recibió las malas noticias y los golpes más duros y sin embargo está lleno de esperanzas". Muchas veces Dios recompensó esta gran confianza de manera totalmente extraordinaria. En enero de 1954, el presbiterio carecía absolutamente de harina y súbitamente, un saco de 45 kg. de harina llegó a la dirección del cura. Casi al mismo tiempo, el fisco se presentó a cobrar los impuestos en la casa. El cura tuvo que entregar sus últimos 7000 dinares.

Después de esto, todo escaseaba y, de golpe, alguien dejó dinero en la casa del cura. Y así ocurría siempre. Cuando algo faltaba, de manera imprevista, llegaba de algún lado. El corazón de Stepinac estaba lleno de amor por Dios y por Jesucristo.

Este amor lo llevó a cumplir conscientemente sus deberes de sacerdote y de Obispo y a soportar toda la amargura de las persecuciones. A veces sintió la necesidad de revelar esta llama de amor por Dios y por Cristo que ardía en su corazón. Entonces decía: "todo me resulta fácil".

Amaba profundamente la Iglesia Católica; su fe en la Iglesia estaba arraigada en su corazón y quería transmitirla a los sacerdotes y a los fieles. Cuando supo en 1955 que el Gobierno cerraba los Seminarios dijo:

"No estoy en absoluto asombrado, podemos esperar lo peor. Incluso si la cantidad de jóvenes sacerdotes disminuye, si ellos tienen el Espíritu de Dios, pueden hacer mucho. Creo firmemente que Dios no nos abandonará. Si quisiera abandonarnos no estaríamos ya aquí, abríamos desaparecido en las terribles pruebas que hemos atravesado... Todo a su tiempo, hay un tiempo para destruir y un tiempo para construir... (Q. 3,2). Habrá víctimas, quizás yo sea una de ellas. Pero no importa. Lo esencial es que Dios sea el vencedor".

En la fiesta de San Silvestre, el cura Branekovic escribió en su diario: "Aún cuando esta triste situación hiere dolorosamente al Cardenal, este hombre de Dios transforma todo por su gran confianza en Dios y su Santa Madre". Cuando el 3 de marzo de 1957, su secretario Mijo Pisonic previno al Cardenal de que estaban por nacionalizar los inmuebles de habitación y las casas religiosas y le preguntó qué había que hacer, simplemente respondió: "Nada, que se los lleven.".

Tales medidas del Gobierno no podían de ningún modo alterar su confianza en Dios. A menudo repetía: "Sobre todo, no debemos desalentarnos. Hay que repetirlo día tras día y decirlo a los otros. Quien está cerca de Dios no puede fracasar". Algunos días antes de su muerte, el 16 de enero de 1960, escribió: "La guardia me vigila día y noche. Pero también Dios me custodia. La única diferencia es que la guardia vigila en vano, como los guardias de la ciudad de la que habla el salmista, si Dios no la vigila también. Los primeros me vigilan para romper mis nervios y Dios me custodia para mantenerme en la paz aunque esto aumente la cólera y el odio del enemigo. Dios siempre me ha custodiado. Toda mi confianza está en El".

Vida pobre y ferviente

"Si tuviera una centena de vidas, las donaría para que viviera la Iglesia de Dios". Este amor lo llevó a estudiar devotamente su historia y sus misiones.

En Krasic vivía con gran simplicidad. Siguiendo el ejemplo de Cristo amaba la pobreza, la llamaba "la pobreza de Cristo". A su llegada, rechazó el mobiliario que le había enviado el Arzobispado. Con facilidad distribuía sus vestimentas y sus zapatos entre los pobres, sobre todo cuando se trataba de ropas de buena calidad. Sólo conservaba lo mínimo, arreglado y remendado de múltiples maneras.

Todos los regalos que recibía, tejidos o vestimentas, eran donados y su alegría por regalar era equivalente a la que sentía quien recibía. Llevaba siempre consigo cigarrillos para poder convidar, entre otros a un pastor anciano y sordo quien lo esperaba y los recibía con placer.

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