Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy
[continuación]

Las medidas extremadamente desagradables para los sacerdotes se multiplicaban. Se les impedía ir el Jueves Santo, a buscar los Santos Oleos a la casa del cura de Krasic, quien era también Decano.

Después de Pascua, se ordenó al cura de Krasic que cortara las matas que había plantado cerca de la reja de hierro del patio de la parroquia. El cura explicó a las autoridades que, como los guardias tenían una conducta tan ultrajante y vejatoria hacia el Cardenal, no dejaban de mirarlo mientras paseaba y lo imitaban caminando en forma paralela a él, había plantado esas matas para proteger un poco al Cardenal de esas vulgaridades. Pero igualmente el cura fue obligado a arrancarlas. Desde entonces, fue convocado tres veces a UDBA donde se lo amenazaba y atacaba groseramente. Durante el otoño de 1956, se reforzó aún más la guardia en Krasic.

Nadie podía ir a ver al Cardenal, quien se daba cuenta de que hacían todo esto para acobardarlo, para hacerlo ceder o partir. Pedía a Dios que le diera fuerzas para continuar y para no exteriorizar sus temores. Su serenidad debía ser también una fuerza trasmisible a los fieles que tenían los ojos puestos en él.

En el curso de sus paseos, algunos guardias se aproximaban tanto a él que lo pisaban y se burlaban impidiéndole hablar con el cura. Cuando el cura, harto de tal conducta, quería responderles el Cardenal lo calmaba: "No debemos odiarlo. El también es una criatura de Dios. Oh, Dios, perdónalo, no sabe lo que hace".

Sólo una vez, sin embargo, el Cardenal reaccionó; ocurrió al regresar de la Capilla de San Juan, cuando se detuvo un momento al encontrarse con uno de sus hermanos. Súbitamente uno de sus guardias se precipitó hacia ellos y a los gritos preguntó al hermano del Cardenal: "¿Quién es Usted?" Mons. Stepinac se dio vuelta y replicó con fuerte voz: "¿Ni siquiera tengo derecho a hablar con mi hermano?"

Pero se arrepintió rápidamente de esta debilidad, lamentando haberse dejado llevar en lugar de responder dulcemente.

Las medidas policiales eran tan severas que se llegó incluso a prohibir la entrada a la iglesia a las personas nacidas en Krasic, pero que ya no vivían allí.

En octubre, vinieron a buscar al Cardenal para llevarlo a votar. Entonces, él les dijo:

"Mientras la milicia flanquee con sus armas mi casa, expulse a los fieles que quieren entrar a la iglesia y camine sobre los pies del Cardenal croata, no puedo participar en tal votación, pues esto significaría que apruebo tales procedimientos".

Durante el Adviento de 1957, los fieles de Krasic venían todos los días a comulgar y participar en la Santa Misa. Todavía no había amanecido y entonces, a la salida de la iglesia, un agente de la milicia iluminaba con su linterna la cara de cada una de las personas para identificarlas o para enceguecerlas perversamente.

Un día, una persona gravemente enferma, fue conducida a Krasic a la casa del médico. El enfermo deseaba también confesar en la iglesia. Un miliciano le impidió entrar, pero viendo esto, un campesino se precipitó al puesto militar para pedir que se lo dejara entrar a la iglesia. Sorprendido por esta conducta decidida, el Comandante cedió.

El 9 de noviembre de 1955, en UDBA-a, se golpeó al sobrino del Cardenal para forzarlo a emborracharse y a colocar durante la noche una bomba en el presbiterio que alojaba a Mons. Stepinac.

Pero, grandes eran la fuerza espiritual y la paciencia de este sobrino; soportaba todo con calma, confiando en la voluntad de Dios. El Cardenal rogaba continuamente por la salvaguarda de su paz interior y de su libertad de espíritu. Para no dejarse llevar por estos acontecimientos pidió a un cura retirado que celebrara una Misa con esta intención.

En una carta del 13 de julio de 1957, dirigida a un sacerdote, el Cardenal, describiendo sus condiciones de vida, afirmaba que no había ninguna diferencia entre la prisión de Lepoglava y la detención vigilada de Krasic. La paciencia en su comportamiento no concordaba con la sensibilidad de su carácter sediento de justicia y de verdad, pero se arraigaba profundamente en su fe que alimentaba su optimismo.

In Te Domine, speravi

En el inicio de su Episcopado y de sus funciones de Arzobispo Coadjutor, en 1934, Stepinac, que no tenía ni tres años de sacerdocio, ya veía dibujarse la difícil situación en la que debería guiar a la Iglesia Católica de Croacia; preveía la dictadura y la extensión de la corriente comunista y del materialismo ateo. Se preparaba para afrontar serios conflictos. Entonces, levantando sus ojos hacia el cielo, decía: "In Te Domine, speravi".

Con estos sentimientos aceptó la elección del Papa. El 19 de julio de 1934, el Arzobispo Bauer dijo a un sacerdote: "Stepinac se convertirá en víctima para salvar al pueblo croata".

El mismo le había dicho a un colega alemán que había venido a verlo a Zagreb, de regreso de una visita al Germanicum: "Estoy seguro de que un día, seré obligado a morir como un mártir". Se comparaba con un uunque en el que golpeaba incesantemente el martillo de este adversario de la iglesia que es el materialismo ateo. Llegó incluso a dudar muchas veces sobre si debía aceptar su nombramiento como Arzobispo. Pero se conformaba pensando que esta aceptación sería un acto de obediencia al Santo Padre.

Lo que lo sostenía en todas estas dificultades era la esperanza, la confianza en Dios quien otorga a sus hijos la fuerza para llevar la carga que le ha tocado. Sabía también que Dios elegía a los débiles para revelar en ellos su fuerza y gracia.

En ocasión de la visita de Mons. Sylvio Oddi, encargado de negocios en la Nunciatura de Belgrado, el 11 de febrero de 1952, el Arzobispo Stepinac reiteró su gran confianza en dios y su firme decisión: "Morir, sí, ceder, no. Jamás la Iglesia croata se separará de Roma".

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