Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy
[continuación]

Cólera de los comunistas

Después de la promoción de Mons. Stepinac al Cardenalato, la cólera de los comunistas llegó a su apogeo. Los diarios satíricos publicaban caricaturas y burlas vergonzosas. En las escuelas y liceos se organizaban reuniones contra Stepinac, se propagaba una canción comunista que ridiculizaba y amenazaba a los sacerdotes comparándolos con criminales.

El Cardenal no cambió en nada su forma de vivir. Como antes, continuó tranquilamente trabajando por la oración, el sufrimiento y el ejercicio discreto del apostolado acorde con sus posibilidades.

El 5 de marzo, Mons. Stepinac recibió por correo su diploma de Cardenal, dentro de un doble sobre de seda. Los sobres habían sido rasgados por el medio y el diploma había sido dañado en una extensión de tres centímetros. Al día siguiente, convocaron al Cardenal al Comité Nacional, para preguntarle oficialmente que contenía el sobre que había recibido por correo.

"Por qué me preguntan esto, les respondió el Cardenal, si ustedes lo tuvieron entre las manos y ustedes mismos desgarraron un poco el diploma". En la primavera de 1953, la milicia interrogaba a los campesinos para saber si cuando paseaba, el cardenal franqueaba los límites del territorio de Krasic.

Bien custodiado

En noviembre del mismo año se reforzó el número de los guardias que lo vigilaban. Cambiaron a cinco policías por otros más cuidadosos. Uno de ellos, llegó a pedirle al Cardenal su cédula de identidad, un día en que estaba siguiéndolo mientras paseaba.

"¿Mi cédula de identidad? ¿Por qué, Ud. no me conoce? Soy Stepinac, aquel que es vigilado constantemente por ustedes".

Los incidentes de este tipo, al límite de lo tragicómico, se repetían continuamente. Se reforzaba cada vez más la guardia hasta llegar a treinta en la fiesta de la Santa Trinidad en 1954. A partir de este año la radio empezó a difundir la noticia de que el senador estadounidense Douglas había decidido enviar al Senado una petición, para que el Presidente Eisenhower, en persona, interviniera ante el gobierno de Belgrado para obtener la liberación del Cardenal.

Mons. Stepinac dijo entonces al cura de Krasic, que incluso si esa fuera la única solución para restablecer su salud, él no aceptaría a ningún precio la amnistía.

"Lo que yo quiero hacer, decía, es pedir la anulación del juicio y exigir una declaración asentando que los documentos presentados para ese juicio han sido falsificados, absolutamente falsificados. Yo me callé pero veía claro. No puedo aceptar este juicio que es la mayor vergüenza del siglo XX. Si aceptara la amnistía, esto significaría que confieso una falta o que soy culpable".

También en 1954 para la fiesta del Cardenal y como festejo de sus veinte años de Episcopado, los feligreses propusieron hacer una modesta fiesta. El Cardenal intentó disuadirlos para que abandonaran su proyecto a causa de las circunstancias, pero el cura le pidió que permitiera este pequeño signo de amor hacia él pues los feligreses lo apreciaban mucho. Se decidió entonces, celebrar ese mismo día, la Primera Comunión de los niños.

Desde la víspera se reforzó la guardia alrededor de Krasic, impidiendo incluso el acceso a la iglesia, a algunos feligreses. Después de la Misa, se sirvió un desayuno para los pequeños ante la iglesia, en el único predio que la milicia había dejado libre.

A la salida de la iglesia los fieles manifestaron sus votos al Cardenal y el cura leyó un breve y cálido discurso en el que señalaba que toda su esperanza estaba en Dios, que era necesario que todos, incluídos los niños y los jóvenes rezaran mucho.

El Cardenal recibió como regalo una mitra hecha según la costumbre nacional de su madre y bordada por las Hermanas de Caridad. Casi todo el mundo tenía lágrimas en los ojos. Pero también eran numerosos los que temblaban al recordar los medios que habían tenido que emplear para llegar a la iglesia, atravesando guardias reforzadas, saltando por encima de las cercas, cruzando el río Kuna con el agua hasta las rodillas. El pueblo, aunque se sentía impotente, se mantenía calmo.

Los continuos obstáculos policiales

La milicia impidió que un fotógrafo, venido expresamente de Zagreb, tomara fotos. Ninguna carta de felicitación proveniente del extranjero llegó a menos del Cardenal; todas fueron secuestradas.

Con el tiempo, la milicia continuó haciendo más difícil la vida de los feligreses. El día de la quermese de San Juan, la iglesia fue nuevamente rodeada por la milicia. La gente comentaba: "He aquí la `Libertad', ¡qué vergüenza, qué de persecuciones!". Una mujer del pueblo dirigiéndose a un miliciano que no quería dejarla entrar a la iglesia, dijo: "¿Quieren destruir a Dios? Pronto ustedes no estarán más aquí, pero la Fe sobrevivirá".

En ocasiones de las confesiones de Cuaresma en 1955, los sacerdotes de los pueblos vecinos querían ayudar al cura de Krasic. Se les había prohibido el acceso a Krasic pero ellos pasaron por otro lugar.

-"Ustedes no tienen derecho para ir a casa de Stepinac", les dijeron los guardias.

-"No vamos a verlo, vamos a la iglesia".

-"¿Qué hacen entonces ustedes con la ley sobre el estatuto jurídico de las comunidades religiosas?".

- "Es válida para cualquier lugar, salvo para Krasic".

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