Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy
[continuación]

"Aquel que alimenta a los gorriones y viste las flores del campo, no los olvidará. Todos los sacerdotes honestos sufren el mismo martirio; lo mismo ocurre con el cura de Krasic. Pero es mejor respetar la palabra de honor comprometida a Dios y a su Iglesia, que tocar las monedas de Judas".

En 1954 se le informó que los sacerdotes de Eslovenia que habían aceptado ser "los sacerdotes del pueblo", poniéndose así en las manos de los comunistas, habían sufrido un gran aumento en los impuestos.

"Es lo que repito incansablemente, primero los atraen con bellas promesas, y ahora continúan oprimiéndolos para que cedan en otros puntos; y así seguirán hasta la última etapa, la ruptura con Roma. Después, ¿qué será de ellos? Una rama podrida y perecedera..."

Escribió a algunos Obispos pidiéndoles que no cedieran a las intenciones del Gobierno de quebrar así la Iglesia. Es mejor excomulgar a los sacerdotes que se dejan atraer con promesas, y cortar así la rama podrida del árbol. El pueblo sólo seguirá la voz de la verdadera Iglesia de Cristo, y no la de los traidores.

El Gobierno cerraba los seminarios: "Mejor es que los cierren antes de que caigan en manos de los agentes del gobierno y se conviertan así en nidos de ateísmo", decía Mons. Stepinac.

Pero en 1956 se enteró de que en algunos Obispados un gran número de sacerdotes había adherido a la Asociación creada por el gobierno. Entonces Stepinac fue invadido por las dudas sobre sus propias convicciones, hasta que en julio del mismo año el Papa Pío XII publicó una Carta Apostólica confirmando la justicia de tal actitud, lo que lo tranquilizó profundamente.

Los sacerdotes que pertenecían a la Asociación igualmente pagaban menos impuestos que los otros sacerdotes. El cura de Krasic debía pagar los más altos.

Cuando se quejaba ante los organismos competentes, se los aumentaban aún más. Mons. Stepinac decía con tristeza: "Es vuestro impuesto, pero sé que su alta tarifa se debe a mi presencia aquí".

El impuesto exigido al cura de Krasic aumentaba sin cesar. En noviembre de 1954 se le exigió que pagara 400.000 dínares, suma totalmente injusta e imposible de pagar para el cura. Entonces le embargaron y le retiraron sus bienes, los animales domésticos, la vaca, el becerro, tres cerdos y el vino... Pero cuando intentaron rematarlos nadie quiso comprar lo que pertenecía al cura. Por el contrario la gente estaba escandalizada y quería ayudarlo. En junio de 1959, el impuesto del cura de Krasic se elevaba, con todos los gastos a 499.900 dinares; este impuesto era más elevado que el del Arzobispado de Zagreb; el cual, incluídas todas las tasas, la Catedral y el Seminario, se elevaba a 400.000 dinares.

El cura se preguntaba si este impuesto no sería el "regalo simbólico del Gobierno al Arzobispo". En efecto el 8 de mayo, día de su cumpleaños, el cura Branekovic recibió la hoja de imposición. El 21 de junio, día de su santo, el cura recibió la información de sus bienes. El 24 de junio, día del aniversario de los 25 años de consagración episcopal del Cardenal, todos los bienes debían ser vendidos antes de las diez horas de la mañana.

Entonces el cura decidió elevar una queja ante las autoridades superiores del Gobierno. La reacción fue inmediata: nada fue vendido, y el 2 de septiembre la Comuna le permitió tomar posesión de sus bienes.

Al ver el fracaso de sus tentativas para atraer a los sacerdotes a la Asociación, el Gobierno intentó conquistarlos con el señuelo de la seguridad social. Mons. Stepinac comprendió rápidamente que se trataba de una nueva maniobra para atraer a los sacerdotes al Gobierno.

Aunque algunos pasaron del otro lado de la barrera, la mayoría permaneció fiel a pesar de las presiones.

Numerosas cartas

Durante los nueve años de su estadía en Krasic, Mons. Stepinac respondió, de acuerdo al testimonio del cura Branekovic, alrededor de 5000 cartas. Soluciones a los problemas de algunos, explicaciones, consejos, mensajes de consuelo o de comprensión, etc. Puesto que no podía ayudarlos con su presencia corporal, intentaba así salvaguardar la fe. Estas cartas eran equivalentes a verdaderas audiencias. Escribía a los Obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a los estudiantes católicos y a muchos otros.

Sus cartas son la expresión de su alma tan unida a Dios; testimonian su exquisita sensibilidad por los problemas de sus corresponsales, su valentía, su generosidad y su optimismo. Estas cualidades de su corazón, su amor por Cristo, por su Iglesia, por las almas, por su patria y por el pueblo croata están presentes en cada línea. La lectura de sus cartas calma el espíritu, suscita el entusiasmo por los grandes ideales espirituales, eleva, extiende el horizonte de la conciencia. Ecos de su alma, estas cartas son también el canal de una gran riqueza espiritual.

Los sacerdotes y los fieles esperaban pacientemente sus cartas tan paternales y tan necesarias en estos tiempos difíciles. Más de un sacerdote confesó: "Si él no hubiera estado aquí, ¿quién sabe qué hubiera ocurrido?"

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