Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy
[continuación]

En lo que concierne al Vicariato Militar (sección Nro. 3 de la acusación), quisiera recordarles y pedirles que verifiquen que el Arzobispo recibió su asignación como Obispo del Ejército un mes después de que el gobierno ustachi designara a Vucetic y Cecelja como capellanes militares. Fue imposible desalojarlos. Como he podido probarlo, el Arzobispo no tuvo de hecho ningún poder como Obispo del Ejército, salvo el de suspender a los sacerdotes que se hubieran conducido indignamente.

Toda influencia efectiva pertenecía al Ministerio y a las otras agencias. El caos descripto precedentemente prevalecía en este Ministerio, a tal punto que no he podido descubrir quiénes eran los sacerdotes verdaderamente nombrados como Capellanes militares, y sobre todo no he podido averiguar si eran los que indicaba la acusación. Pero en todo caso, no olviden que el Arzobispo fue un buen Pastor en el verdadero sentido del término, que liberó a innumerables prisioneros y salvó a aquellos que estaban condenados a muerte, incluso a vuestros oficiales.

No necesito insistir sobre este punto. Mencionaré solamente, y como al pasar, la inmensa caridad desplegada por el Arzobispo, la incalculable cantidad de personas que ayudó o salvó. Todo esto es bien conocido por todos y estoy seguro de que él no desea que lo mencione nuevamente, pues lo hizo guiado por su gran generosidad, por deber y no para extraer de esto beneficio alguno. Les pido que tomen en consideración todos estos hechos y que juzgen sólo en base a ellos".

Injusta condena

Los jueces no quisieron aceptar las pruebas contra la inocencia de Mons. Stepinac presentadas por los discursos de sus abogados, sobre todo por el de Politeo.

J. Blazevic, el Procurador General, se obstinó en su actitud, apoyándose en palabras brutales e injuriosas que justifican el proverbio nacional: "Las burlas y las injurias son las armas de los débiles". Por otra parte, su comportamiento recordaba extrañamente las palabras del Señor: "Los que miran no ven, los que oyen no escuchan" (Mt. 13,13; Mt. 4,12), pues llegó a atacar las prédicas del Arzobispo calificándolas como fascistas, al servicio de los ustachis y de los ocupantes del país.

El 11 de octubre de 1946, el Arzobispo fue condenado a perder su libertad y a 16 años de trabajos forzados, al igual que a perder sus derechos civiles y políticos durante cinco años, por cometer crímenes contra el pueblo y el Estado. Ocho días después, Mons. Stepinac fue conducido a la prisión de Lepoglava.

Después de su condena, se difundió en todos los cines de Croacia el film Stepinac ante el Tribunal del Pueblo, en el cual los montajes sobre las atrocidades de la guerra eran acompañados por el siguiente comentario: "Stepinac ayudó y bendijo todo esto".

Reacciones en el mundo entero

El Osservatore Romano, al comentar la condena de Stepinac, iniciaba su artículo juzgando esta condena por el lema de Aloysius XIV: "El Estado soy yo", y lo aplicaba al comunismo ateo, a Tito y al Partido Comunista. Este proceso, continuaba el artículo, fue únicamente político. Si el Arzobispo de Zagreb hubiera aceptado caminar por la línea fijada por Partido Comunista, hubiera sido por el contrario, venerado, pero hubiera traicionado a Cristo y a su mandato de salvaguardar la verdad y el amor hacia todos.

Milovan Djilas, uno de los más importantes sostenedores del comunismo después de Tito en aquel tiempo, declaró en el transcurso de una conversación con el escultor Mestrovic: "En verdad pienso, y no soy el único, que Stepinac es un hombre recto, de mucho carácter y difícil de quebrantar. Ha sido condenado a pesar de su inocencia, como ocurre a menudo en el curso de la Historia cuando seres inocentes son sacrificados en pos de un objetivo político que justifica los medios. Si Stepinac hubiera cedido y proclamado una Iglesia croata independiente de Roma como queríamos, ¡lo hubiéramos glorificado!"

En efecto, lo hubieran perdonado todo si hubiera aceptado arrodillarse ante el comunismo. El eco de esta condena fue amplio en todo el mundo. La prensa extranjera condenó este odioso proceso. L. Breier, Presidente de la Asociación de los Judíos Americanos, declaró que Mons. Stepinac era, junto con Pío XII, el mayor defensor de los judíos perseguidos por los nazis en Europa.

Numerosos Estados, y no sólo de Europa y América, enviaron tantas protestas, que el gobierno yugoeslavo pensó seriamente, en cierto momento, acordar el indulto a Mons. Stepinac. El Presidente de la República de Croacia, V. Bakaric, visitó en marzo de 1947 a Mons. Stepinac en Lepoglava y le presentó un texto ya preparado para que lo firmara y dirigiera este pedido de gracia al Presidente Tito, asegurándole que inmediatamente después se le permitiría abandonar el país. Pero el Arzobispo no aceptó. No quería su gracia sino una honesta revisión del proceso. No quería abandonar tampoco ni a su Arzobispado ni a su pueblo. El enviado de Tito tuvo que volver con las manos vacías.

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