Alegato de Katicic
8 de octubre de 1946. "Hablo a título de abogado designado oficialmente para defender a Mons. Stepinac, Arzobispo de Zagreb. Voy a referirme a los parágrafos Nro. 2 y 3 de la acusación, y me limitaré estrictamente a este tema.
He buscado información respecto de las supuestas "conversiones" de Ortodoxos. La cuestión que se plantea es la siguiente: ¿Qué relaciona las violencias cometidas en esa ocasión y recordadas por los testigos, con la acción del Arzobispo Stepinac, y cuál fue su actitud?
Para responder, reveamos la historia de los acontecimientos en lo que concierne a las "conversiones". Dividiré esta historia en cuatro partes.
Estos actos no tenían carácter religioso. Ninguna razón espiritual motivaba estos actos de violencia. Esto es irrebatible, por el hecho de que los mismos que los conminaron primero a obligar a los ortodoxos a abrazar la religión católica, continuaron persiguiendo a los "rebautizados", y fundaron posteriormentela Iglesia Ortodoxa Croata. Por lo tanto, las razones para actuar en este sentido no eran en absoluto religiosas.
Debemos juzgar estos asuntos en la perspectiva de aquellos tiempos. Se creía que los actos de violencia no se repetirían, que las pasiones se calmarían y que con el tiempo todo se olvidaría. Por ello la Iglesia contemporizó en el camino a seguir a propósito de las conversiones. También había otras razones. Así, por ejemplo, al principio los Oustachis habían establecido varias agencias, como Ponova (El Renacimiento) que se ocupaban de los asuntos concernientes a la "conversión", y que de manera arbitraria, sin autorización de la Iglesia, enviaban sacerdotes y misioneros a los ortodoxos. Para impedir tales procedimientos y hacer obedecer a sus sacerdotes, la Iglesia insistió en las formalidades estrictamente exigidas por la ley canónica. Así, se creía dar a las supuestas "conversiones" un carácter más pacífico y más humano, esperando el momento en que, según las palabras del canónigo Loncar, Los rebautizados retornarían a su propia Iglesia.
Pero la acusación insinúa que esta explicación de las cosas no es más que un pretexto para enmascarar los actos de violencia ejercidos por la Iglesia contra los ortodoxos. Sin embargo, son las pruebas y los hechos los que deben guiarnos para permitirnos emitir un juicio. Y lo que acabo de afirmar está comprobado por los siguientes hechos: a) La táctica dilatoria de la Iglesia prueba suficientemente que ésta no actuó con intención de explotar a los serbios, sino que dudó y contemporizó para alcanzar una situación más pacífica y más normal. b) El sentido común lo confirma: ¿Por qué suponer que se quiere llegar a un objetivo perjudicial por medio de un acto que ha dado buenos resultados? Junto a algunos sacerdotes culpables que fueron expulsados por la Iglesia, hay una legión de valientes sacerdotes, honestos y sensatos, que se mantuvieron lealmente en su lugar, que aún permanecen allí y que son muy estimados por el pueblo. Insisto nuevamente: sólo un pequeño número de sacerdotes se contaba en las filas de los ustachis o bien les mostraban simpatía. Por lo afirmado por los cincuenta testigos interrogados aquí, los casos de conversiones fueron escasísimos en el territorio de la Arquidiócesis de Zagreb, como también muy pocos fueron los sacerdotes de esa diócesis inculpados. c)
Mi afirmación queda probada por la reacción del propio Arzobispo, quien se rebeló contra esta violencia, retuvo y calmó a los sacerdotes, envió al canónico Loncar a protestar y, lo hemos escuchado, declaró que no quería conversos a menos que se hicieran católicos por su propia voluntad después de haber tomado libremente su decisión.