El Procurador insulta al Arzobispo
El Procurador ha dicho, entre otras cosas, refiriéndose al Arzobispo, que no era en absoluto modesto sino más bien un megalómano. En verdad, el Arzobispo es el contraste viviente de estos defectos. Sabemos, por ejemplo cuánto se resistió a su nombramiento como Arzobispo. Hemos escuchado aquí de qué manera rechazó los puestos que le ofrecían: la Regencia, el poder. Rechazó todo, no sólo porque las funciones públicas (saecularia) eran incompatibles con su posición eclesiástica, sino también porque era modesto. Su entorno sabe, mejor que nadie, cómo huía de los lujos y de las fiestas, cuánto lo perturbaban las apariciones en público; conocía al mismo su actitud amigable hacia los humildes y su modo de vida tan modesto y tan ascético.
Cuando nosotros, sus defensores, lo visitamos en la prisión, nos dijo que incluso no había leído los informes sobre el proceso de Salic. Le creímos, y esto además nos fue confirmado por su entorno más cercano. Sólo hay un hombre de conciencia pura y tranquila que pueda actuar así. Si hubiera sentido el menor sentimiento de culpabilidad no hubiera leído estos informes para adecuar a ellos su declaración futura, para adecuar su declaración a la de Salic y a la de los otros inculpados a fin de evitar que en su declaración se produjeran ligeras diferencias en la presentación de los hechos.
En el curso de la instrucción, el Arzobispo claramente declaró que reconocía a los Tribunales Populares, que no se arrogaba ningún derecho de extra- territorialidad, que reconocía la Constitución en tanto que no se opone a los principios morales de la Iglesia, que reconocía en general a las autoridades populares y que deseaba un acuerdo entre la Iglesia y el Estado. Esta es igualmente una prueba de su inocencia, que emana sobre todo de mi documentación, de la cual sólo he podido exhibir aquí nada más que una pequeña parte. Por otra parte, el Tribunal conoce toda la documentación concerniente a este asunto. Mi conciencia no me permite aceptar la proposición final del Procurador.
Conclusión del Defensor
Estos últimos días, los diarios han reproducido numerosos telegramas pidiendo la condena del Arzobispo Stepinac. El Procurador ha rendido cuenta aquí de estos despachos. Por mi parte, opongo a estos pedidos no sólo la declaración, remitida al Tribunal, de los 150 Obispos de Zagreb que niegan las acusaciones contra el Arzobispo, sino también las plegarias de miles y miles de fieles del pueblo croata, quienes en las iglesias y en sus casas, desde hace varios días y también en estos momentos, convencidos de la inocencia del Arzobispo, ruegan sin cesar a Dios por su liberación, puesto que consideran esto como el veredicto más justo. En mi calidad de Defensor, propongo al Tribunal Popular Supremo que absuelva al acusado, Arzobispo Aloysius Stepinac".
Ultima declaración de Mons. Stepinac
El 8 de octubre de l946, después del alegato de Politeo, Mons. Stepinac, Arzobispo de Zagreb, pronunció con voz calma y fuerte la siguiente declaración:
"Aunque he rechazado el concurso de un abogado, acepto su defensa. Debo completar su alocución sobre el asunto de las conversiones religiosas y señalar de nuevo que, según las reglas de la Iglesia para las conversiones, el responsable es el Ordinario competente de cada Obispado. Entonces, no se me puede responsabilizar de lo que ocurría en otros Obispados, sino sólo de lo que ocurría en el Arzobispado de Zagreb. E incluso en mi Arzobispado surgían irregularidades contra mi voluntad debidas la excepcional situación que se vivía. En efecto, no se trataba de conversiones sino más bien de una comedia por la cual la Iglesia no puede responsabilizarse. Repito nuevamente: la Iglesia jamás empleó la fuerza para obtener estas conversiones. Sé muy bien que si no hubiera aceptado y concretado ciertas conversiones a causa de la insistencia de los que querían este pasaje religioso, hoy hubiera estado igualmente en el banquillo de los acusados como aquél que no habría querido salvar a los serbios de la masacre. Incluso si el auditorio se ríe de ello, y a pesar de todas las insinuaciones y acusaciones del Sr. Procurador de la República, declaro ante Dios, ante el pueblo y ante todos los diplomáticos, si eventualmente se encuentra uno aquí, ante los representantes de la prensa y ante todo el auditorio, que soy enteramente inocente, y será la Historia, en el futuro, quien juzgará con justicia todo lo que he hecho."