Alocuciones de Monseñor Stepinac
Examinemos ahora una parte de la actividad positiva del acusado Stepinac, a fin de ver lo que ha declarado, predicado y aconsejado no sólo al clero, sino también a todos los fieles, a todos los croatas y serbios y a todos aquellos a quienes su palabra e influencia podía alcanzar. Dado que la acción pública de un Obispo se manifiesta particularmente en sus sermones, quiero citar algunos pasajes de los mismos, pues me sería imposible citarlos todos. Escuchémoslos.
En la fiesta de Cristo Rey, el 26 de enero de 1941, el Arzobispo Stepinac dijo entre otras cosas: "Si queréis ser los verdaderos discípulos de Cristo Rey, quisiera llamar especialmente vuestra atención sobre una cosa: el amor al prójimo sea quien sea". "En el curso de estos últimos decenios, diversas teorías e ideologías ateas han logrado envenenar de tal forma al mundo que el odio casi se ha convertido en el principal motor de toda actividad humana. Corremos peligro de que incluso aquellos que se enorgullecen de su catolicismo, y me atrevo a decir de su vocación religiosa, se conviertan en víctimas de la pasión y del odio, que aquellos no olviden la más bella ley de la cristiandad, la ley del amor..." "No se percibe en esto una clara alusión a Pavelic y a los ustachis que se vanagloriaban de ser católicos, pero que se comportaban como católicos? "No era también una alusión a los sacerdotes y monjes que se habían desviado y apoyaban los crímenes de los ustachis? "Podemos ver en estas palabras una incitación al crimen, una sugerencia, una directiva relacionada con los escritos de la prensa católica incriminados aquí? Estas palabras "aluden a algún tipo de colaboración con el enemigo? Y sin embargo, -Fueron pronunciadas en el sexto mes de ocupación!
En ocasión de la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, a fines de mayo de 1942, el Arzobispo pronunció un sermón en el que afirmaba: ""Creéis que existe en el mundo un megalómano tan grande? Todo el auditorio comprendió que Stepinac aludía a Hitler y a sus satélites, incluido Pavelic. Seguidamente añadió: "Sería absurdo hablar de un nuevo orden del mundo, venga de donde venga, si este orden no respeta la personalidad humana, el alma inmortal... que posee derechos inalienables que ninguna autoridad humana puede ni debe limitar. Es absurdo imaginar que la Iglesia, que defiende la personalidad humana y la libertad de conciencia, pueda sentir temor ante una fuerza cualquiera..." Quisiera encontrar a alguien que desarmado durante la ocupación, en medio del mar de ballonetas alemanas y ustachistas, haya lanzado públicamente un desafío parecido a Hitler, el todopoderoso; a Mussolini, que lo era menos, y a Pavelic que lo era menos aún. He aquí algunos pasajes del sermón pronunciado en la catedral de Zagreb, en ocasión de la fiesta de los Santos Pedro y Pablo un mes después, el 29 de junio de 1942: "No podemos ser católicos en la iglesia, y al mismo tiempo atacar en la calle como los paganos las prescripciones del representante de Dios, prescripciones promulgadas para la salvación común y que quizás no convienen a nuestras disposiciones naturales. No podemos, porque quizás esto no nos conviene, glorificar hoy al Santo Padre y tachar mañana con lápiz rojo sus palabras y sus discursos, pronunciados con un solo objetivo: conducir a los hombres hacia Dios..."
El 25 de octubre de 1942, fiesta de Cristo Rey, el Arzobispo manifestó: "Qué podemos pensar de aquellos que orgullosamente levantan la cabeza, como si Dios no existiera más sobre la tierra!". Todo el mundo comprendió inmediatamente que estas palabras apuntaban al Führer, al Duce y a Pavelic, que eran quienes levantaban orgullosamente la cabeza. Pero en el mismo sermón, el Arzobispo afirmó también: "Todos los hombres y todas las razas son hijos de Dios... Todos los pueblos y todas las razas que viven sobre esta tierra tienen derecho a una vida digna. Todos sin distinción alguna, ya sean de raza gitana, o cualquier otra, negros o europeos civilizados, judíos despreciados o arrogantes arios, tienen el mismo derecho de decir: "Padre Nuestro, que estás en los Cielos..." Por esta razón la Iglesia Católica siempre condenó, y condena aún hoy toda injusticia y toda violencia que se cometa en nombre de las teorías de clase, de raza o de nacionalidad.
No se puede exterminar a los gitanos o a los judíos, porque se los considere de raza inferior..."
Es esta una evidente condena de Jasenovac, de Jadovna, de Dachau, de Auschwitz y de todas las violencias cometidas por Hitler y Pavelic, y sobre todo una condena al racismo.
Más grave todavía: con el racismo como doctrina, que divide las razas en inferiores y superiores y proclama a los alemanes superiores a todos, Hitler imaginó que los alemanes tenían el derecho a dominar al mundo como "pueblo dominador" (Herrschervolk). Esta es una condena al imperialismo y a todos los medios empleados para concretarlo.
Stepinac condena al totalitarismo
El Procurador afirma que el Arzobispo Stepinac sólo era partidario de una reforma del sistema, pero que no era adversario del sistema en sí. Como si estos extractos de sus discursos no fueran prueba suficiente para refutar las afirmaciones del Procurador, hemos encontrado una prueba concluyente en estas palabras, con las que el Arzobispo Stepinac terminó su sermón en la Procesión del Perdón el 31 de octubre de 1943: "Conozco la pregunta decisiva que vosotros, reunidos por millares aquí, os formuláis: ¨Cuál es entonces el sistema preconizado por la Iglesia Católica hoy que toda la humanidad lucha por un orden nuevo? (se trata, digámoslo como al pasar, del nuevo orden alemán, el Neue Ordnung). Nosotros -continuó el Arzopisbo Stepinac- condenando todas las injusticias, todas las masacres de inocentes, todos los incendios de pueblos pacíficos, todos los exterminios de pobres con manos callosas, deplorando todos los sufrimientos y las privaciones de todos aquellos que hoy sufren inocentemente, respondemos: la Iglesia está a favor del orden que es tan antiguo como los diez mandamientos.
Estamos a favor del orden escrito, no sobre un papel perecedero, sino por la mano de Dios en la conciencia humana".
En efecto, después de estas palabras no hay necesidad de volver a explicar que el Arzobispo Stepinac fue un tenaz adversario del sistema, y no sólo un partidario de su reforma. Evidentemente Stepinac no podía por sí solo y armado sólo con su intrepidez, demoler este sistema; pero a través de su lucha y de su autoridad logró obtener lo máximo a su alcance, es decir logró modificar prácticamente este sistema. Sin distinciones de confesión, nacionalidad o convicción política, judíos, serbios, croatas y eslovenos, miembros de la Resistencia, comunistas y antifascistas pudieron salvar sus vidas gracias al Arzobispo Stepinac.