Cómo se prepararon los falsos testimonios contra el Arzobispo Stepinac
En 1941, antes de la guerra, el señor J. M. era empleado de la policía en Zagreb. A principios del Estado Independiente de Croacia, pudo conservar su puesto, pero con la aparición de los primeros partisanos, se unió a la guerrilla, donde alcanzó el grado de oficial. En el año 1945, según su deseo, retomo su puesto en la policía de Zagreb. Una tarde, poco antes del proceso del Arzobispo, su superior lo hizo llamar y le dijo: "Sabes que hemos encerrado a Stepinac. Ahora, necesitamos conseguir testigos contrarios a él.
Como durante algún tiempo has sido Oustacha aquí, en la policía, y como sabemos de tu coraje en la guerra contra los italianos, tu testimonio contra el Arzobispo podría ser muy importante. Sólo tendrías que declarar que sabes que Stepinac provocó a los ortodoxos incitando la persecución contra ellos."
M., estupefacto, protestó severamente: ""Cómo podría decir algo así? Si yo sé que ha ocurrido exactamente lo contrario. Si no hubiera sido por él, las persecuciones hubieran sido aún más violentas y las víctimas aún más numerosas".
"No se trata de esto, respondió el jefe, el gobierno necesita condenar a Stepinac. Sólo te pedimos una pequeña colaboración".
"Mi conciencia y mi honor no me lo permiten. Busquen a otro".
"Muy bien, buscaremos a otro, pero -cuídate!", concluyó el jefe. Días más tarde, el jefe intentó nuevamente persuadir a M., pero sin lograrlo. Entonces lo encerraron, y durante las primeras cuarenta y ocho horas, le negaron bebida y alimentos.
Posteriormente, lo sometieron a exhaustivos interrogatorios, después le prometieron liberarlo como premio si aceptaba atestiguar; pero M. no cedió.
Comenzaron a torturarlo; tampoco así consiguieron su objetivo. Luego encerraron a su hermano más joven, en la misma celda, esperando que a causa de sus sentimientos fraternales, finalmente cediera.
Pero M. no cedió tampoco así. Un día, su jefe entró en la celda y le dijo: "Eres muy testarudo, intenta comprender: si tú no atestiguas, otro lo hará, y de cualquier forma, Stepinac será condenado. Entonces te conviene hablar; de todas maneras no podrás salvarlo." M. no cedió.
Una mañana, llevaron a su anciana madre y también la encerraron. El policía que conducía los interrogatorios le dijo antes de llevarla ante su hijo: "Vas a ver a tu hijo. De ti depende su vida o su muerte. Si logras persuadirlo de que diga lo que queremos (la anciana no sabía incluso de que se trataba), tu hijo regresará a tu casa. Si no prepárate a llorar su muerte".
M. fue llevado entonces frente a su madre. Al verla se arrojó en su regazo mientras que ella con voz temblorosa le preguntó: "Jozica, "qué ocurre? "Qué es lo que no quieres decir? "Qué quieren de ti?" Cuando su hijo le explicó lo que querían que hiciera, ella se enderezó y con voz fuerte dijo a aquellos que torturaban a su hijo: "Pero, Señor Agente, el Arzobispo ha sido siempre pura bondad. "Por qué quieren forzar a mi hijo a mentir? -Sería terrible!
El policía, enrojeciendo de cólera, gritó: "Vieja bruja, si tu hijo no acepta inmediatamente, tu no volverás a ver jamás tu casa".
M. sollozó dulcemente. Su madre, reaccionando, le dijo: "Justamente yo, tu madre, te prohíbo que digas lo que te exigen. Piensa en tu alma y calla -no digas ni una palabra!
Ante los ojos de M., su madre fue golpeada brutalmente y cayó bañada en sangre. M. fue nuevamente encerrado. Poco tiempo después se lo declaró muerto. Su madre fue llevada a un campo de concentración, donde finalmente murió. Su joven hermano desapareció. -Mártires silenciosos! -Qué cantidad de mártires silenciosos hay en Croacia, país de mártires!
En su prisión, Mons. Stepinac esperaba el proceso y su sentencia. Le negaban el derecho a tener la menor comunicación con el exterior, ya fuera oralmente o por escrito. Pero él merecía de todas formas un mínimo de respeto hacia su persona.
Antes del comienzo del proceso fue conducido ante el juez. Era un personaje con aires pretenciosos y muy desagradable: se notaba que era el actor principal y quien manejaba los hilos del juego.
Ante el Tribunal
El juez evocó el derecho de todo acusado a elegir un abogado. Pero el Arzobispo lo rechazó diciendo que de todas maneras no respondería a las preguntas de una acusación armada de acuerdo al orden de una cierta organización. Tuvo que confirmar por escrito su rechazo. Así, Stepinac, redactó una declaración, a través de la cual establecía su inocencia, decía la verdad, acusaba el mal y afirmaba que llegaría el día en que la historia le daría la razón.
Como Mons.Stepinac no quiso elegir a sus defensores, el Supremo Tribunal Croata eligió a Ivo Politeo y a Natko Katicic.
Ambos eran políticamente independientes, pero tenían las manos atadas por el poder del comunismo, que les impedía tener cualquier contacto con los representantes de la Iglesia.
Los agentes custodiaban día y noche el departamento de Politeo, vigilando cada uno de sus pasos. Entre el día de su detención y el de su proceso, Mons. Stepinac tuvo derecho a hablar con sus abogados, sólo una vez durante una hora.