Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy
[continuación]

Mons. Stepinac encarcelado

En noviembre de 1945, previendo la eventualidad de ser privado de su libertad, Mons. Stepinac decía: "No saldré vivo de este caos. Pero que la voluntad de Dios sea cumplida".

En enero de 1946, la prensa dirigida por el Partido, lo atacaba a tal punto, que Stepinac esperaba a cada momento ser encarcelado. Con esta perspectiva, había previsto todo para asegurar el buen funcionamiento del Arzobispado y de la Iglesia en Croacia, planificando también las sucesiones provisorias en el mundo jerárquico para el caso de su desaparición.

En la diócesis, se multiplicaban los ataques nocturnos contra los presbíteros. Muchos sacerdotes eran llevados a prisión, otros asesinados, y gran cantidad desaparecían sin dejar rastro. La prisión Nova Gradiska, donde eran encarcelados la mayoría de ellos, se hallaba en un estado lamentable hasta 1948; aquel año se realizaron algunas ligeras mejoras.

Un día, en un restaurante de Zagreb, un pequeño grupo de agentes del poder, sentados en una mesa y aparentemente bien "bebidos", comensaron a alardear: "-Finalmente, llegó el día en que tenemos todo entre manos para concretar el proceso contra Stepinac!".

En efecto, como lo hemos dicho anteriormente, desde hacía un año los servicios del gobierno preparaban las "pruebas jurídicas" contra el Arzobispo.

El Partido Comunista estaba lejos de desear el levantamiento general que hubiera podido provocar el arresto en pleno día del tan amado Arzobispo. Se decidió entonces un encarcelamiento discreto. El miércoles 18 de septiembre de 1946, las calles de la capital croata hormigueaban de agentes de policía y de militares, armados todos como para una operación de guerra.

Hacia las 5,30 hs. de la mañana, la milicia penetró en el Arzobispado, diseminándose por todos los pasillos, en busca de Mons. Stepinac; finalmente lo encontraron en su capilla privada.

"Tenemos orden de llevarlo". Con total tranquilidad, el Arzobispo los miró: "-Si tiene sed de mi sangre, aquí estoy!". Stepinac los siguió, pidiendo sólo, al pasar, al conserje que previniera al Vicario General, Mons. Salis-Seewis para que inmediatamente se tomaran medidas, a fin de que todo se cumpliera de acuerdo con el plan previsto en caso de su arresto. Mons. Salis-Seewis envió, por intermedio de benévolos carteros, el 21 de septiembre, una Carta pastoral para informar a los diocesanos del triste acontecimiento; esta carta debía ser leída en todas las iglesias, sin ningún comentario, el primer domingo, luego de su recepción.

El texto de la circular resumía brevemente la forma vergonzosa en que había sido privado de la libertad Mons. Stepinac, ejemplo de bondad y generosidad para todos, sin excepción, quien nunca hizo diferencia alguna en cuanto a la religión o a la etnia. Amado por el pueblo, lleno de amor para todos y cada uno, nunca había hecho política y toda su actividad tendía a realizar el bien. -Y todavía se lo acusa! La circular concluía con una invitación a la oración.

Cuando los organismos del Gobierno supieron de la existencia de esta circular, inmediatamente tomaron medidas para retirarla, argumentando que podría influenciar el buen desarrollo del proceso previsto... Desde el 22 de setiembre, a las 5 de la mañana, OZN-a hizo telefonear a las alcaldías, comisarías y otras instituciones del Estado, para que se tomaran medidas para confiscar la circular. Al mismo tiempo, la radio y la prensa comenzaron una campaña injuriosa contra el Arzobispo, dirigida por aquellos que luchaban por su destrucción.

En todo el territorio de la ciudad de Zagreb, los funcionarios del estado y los obreros eran obligados a firmar una petición cuyo texto, no sólo exigía una severa condena contra el Arzobispo, considerado como un "criminal de guerra", sino también la pena de muerte. Si alguien se atrevía a rechazarla, era amenazado con perder su empleo y con ser considerado como reaccionario, lo que significaba ser clasificado como "adversario del pueblo". Sin embargo, a pesar de estas amenazas, varios miles de personas se negaron a firmarla.

Durante aquel tiempo, ningún ciudadano tuvo derecho a elevar su voz en defensa del Arzobispo. Los organismos del OZN-a, temiendo las reacciones eventuales de la gente, llegaron incluso a prohibir que los fieles permanecieran delante de las iglesias después de la Misa, en grupos de más de cinco personas...

Pero la reacción de los ciudadanos de Zagreb y del Arzobispado todo, tomó forma y proporciones que la policía no esperaba en absoluto: ninguna propaganda injuriosa contra el bienamado Arzobispo podía herir su fidelidad hacia él. Todos respondieron rezando aún más fervientemente: multitudes de personas atravesaban la Catedral de rodillas en profundo recogimiento. La policía estaba estupefacta. Entonces cambió de táctica. Esta vez acometió contra las mujeres, madres y esposas de los partisanos muertos en el campo de batalla. Empezaron a negarles la ayuda material a la que tenían derecho.

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