Finalizado el curso de oficiales en Rijeka, Aloysius fue enviado al frente italiano. Rapidamente ganó la estima de todos gracias a su amor fraternal por cada uno sin distinción, y también, a su profundo sentido de verdad y justicia; entereza que escaseaba bastante en esos tiempos en los que reinaba el odio suscitado por la guerra.
La realidad cotidiana frente a la muerte y a la destrucción, y la proximidad con los otros soldados favorecía su meditación. La guerra se desató a pleno. Sobre el campo de batalla italiano, donde Stepinac se encontraba prestando servicios, aunque con grado de oficial, nunca hizo distingos con los soldados y compartía igualitaria y enteramente su suerte.
Frecuentemente los reemplazaba en el puesto de guardia cuando percibía que la fatiga reflejada en sus rostros superaba los límites de lo posible. Su resistencia física era insuperable.
En las trincheras, donde la vida era particularmente penosa, puesto que éstas eran a menudo invadidas por el agua y las ratas, Aloysius permanecía junto a sus soldados. Gracias a su fino sentido de audición escuchaba, según el silbido, el lugar donde caería la granada.
Escapó así, por poco, varias veces a la muerte. A causa de un traidor, la gran ofensiva austríaca de Piave del 15 de junio de 1918, fue un fracaso decisivo para el ejército austríaco. Todos los días, en el infierno de la guerra, el joven Aloysius era de los primeros en las líneas. Los obuses, las granadas, sembraban la muerte en torno a él.
Incluso una vez, fue casi completamente enterrado por un derrumbamiento de tierra y estallidos de piedras provocados por una granada caída justo a su lado. Sólo un brazo y la cabeza emergían del tálamo. A su lado yacía un joven polaco de 18 años, quien desangrándose no dejaba de repetir: "Pan Jesús, Pan Jesús..." (Señor Jesús).
Una vez que los soldados lo habían desenterrado, Aloysius ordenó que transportaran inmediatamente al herido a la enfermería. Pero en plena ruta, cayó otra granada matando al herido, al igual que a uno de sus portadores.
Las dolorosas masacres no cesaban de perpetrarse ante sus ojos; el hombre mataba a su semejante como por un reflejo de terror. Para Aloysius, fue un verdadero milagro haber escapado a la muerte.
En julio de 1918, cayó prisionero en el momento en que el ejército austríaco, en medio de una confusión total, tiraba contra sus propios soldados. Años más tarde, recordando el tiempo de la guerra, en diciembre de 1950, momento de su detención en Krasic, dijo al cura Vranekovic: "Fue para mi una buena escuela en la que aprendí a vivir estos días de hoy". En momentos en que estaba prisionero y restableciéndose de sus heridas en Italia, su familia recibió la falsa noticia de su muerte. En efecto, mientras tomaba un baño en el Piave, lo perdieron de vista, juntaron sus ropas en las cuales se encontraban sus documentos de identidad y, creyéndolo ahogado, concibieron la historia de su muerte. Tan pronto como le fue posible, y por intermedio de la Cruz Roja Francesa, Aloysius envió a su familia un telegrama, corto pero tranquilizador: "Con buena salud, pero prisionero".
Fin de la Gran Guerra
El imperio Austro-Húngaro agonizaba. Era el momento de una gran actividad diplomática pero, al mismo tiempo, de profundos desacuerdos, de múltiples ambigüedades, de imperdonables ignorancias respecto de realidades étnicas e históricas de Europa y de los Balcanes particularmente.
Algunos representantes de los croatas, de los eslovenos y de los serbios establecidos en Austría-Hungría, cada uno defendiendo sus propios intereses constituyeron en París, en 1915, el "Comité Yugoslavo", cuya tarea era encontrar una salida común para los eslavos del Sur que pertenecían al Imperio Habsburgo. Querían establecer un estado independiente y federal en el que fueran salvaguardadas las individualidades étnicas, jurídicas y culturales de cada pueblo.
En mayo de 1917, el "Comité Yugoslavo" inicia relaciones con Milan Pasic, primer ministro de Serbia. Pasic aceptó la unión propuesta pero a condición de que se realizará bajo el nombre de Gran Serbia. Finalmente cedió y aceptó el título de "Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos (S.H.S.)", aunque temporariamente pues conservaba la intención de realizar una Gran Serbia.
En junio de 1918, la declaración de Wilson, que se dirigía a los pueblos del Imperio austro- húngaro, aprobaba, enteramente una evolución de los Balcanes hacia una vía de desarrollo independiente.
El presidente de este "Comité Yugoslavo" era un croata de nombre Anté Trumbic que aprobaba el federalismo. Entre los croatas, algunos eran partícipes del federalismo, otros propiciaban un Estado Croata Independiente. Dado que muchos croatas eran prisioneros de guerra de los aliados, sobre todo de los italianos, el "Comité Yugoslavo" invitó a estos prisioneros a constituir una legión yugoeslava junto a los aliados. Es lo que hizo L. Stepinac para abandonar la prisión; el 6 de diciembre fue enviado a Salónica, y de allí, a Macedonia.