Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy

EPILOGO

Permitir el entierro del Cardenal en la Catedral de Zagreb significaba una amnistía póstuma (19). En efecto, legalmente, los condenados debían ser enterrados en el lugar de su detención. Por ello se explica que la tumba del Cardenal estuviera ya cavada en la iglesia de Krasic, cuando el Gobierno yugoslavo anunció la autorización de proceder a los funerales del Cardenal en la Catedral de Zagreb, al día siguiente.

Después de este gesto del régimen, poco a poco se produjo una mejoría en las relaciones con la Santa Sede, hasta que en 1966 se restablecieron las relaciones diplomáticas.

En ocasión de la visita de Tito a Pablo VI en 1971, el papa aceptó levantar la excomunión a condición de que Tito aceptara la grave obligación de reparar el mal, rehabilitando, al menos, al Cardenal Stepinac. Pero Tito, en lugar de rehabilitarlo, continuó infamándolo... Podemos comprobarlo al leer el reportaje del 28 de febrero de 1978 acordado a James Reston, periodista del New York Times, en el que afirma que Stepinac era ustacha, que colaboró con los nazis, que rebautizó a los ortodoxos. La lectura de la documentación de este libro permitirá al lector leal ver con claridad y juzgar todas esas mentirosas acusaciones. Por otra parte, nunca se hizo pública la Defensa de Mons. Stepinac realizada por los dos abogados. ¿Por qué?

¿Por qué, nos preguntamos, hombres tan íntegros son perseguidos? La respuesta está en la octava Beatitud del Señor: "Sean felices cuando se los insulte, cuando se los persiga, cuando se los injurie con todo tipo de infamias, a causa mía".

Citemos la paráfrasis de esta Beatitud, evocada por Gilbert Cesbron en su libro Ocho palabras para la eternidad que se aplica tan bien al Cardenal Stepinac, este mártir de los Derechos del Hombre: "Aquellos que se dejan arrestar, condenar por la instauración de una verdadera Justicia Social, son personas que `mezclan religión y política, personas que turban el orden'... acusación perentoria. Sólo nos olvidamos de considerar de qué orden se trata.

No conozco nada más noble que un verdadero militante cuando sirve a la verdadera Justicia. Nada más excepcional por otra parte. ¡Cuántos peligros lo acechan!, tantos que a veces pueden transformarlo, a sus espaldas, en un partisano. La octava Beatitud es la de los militantes, pero de los militantes no violentos. Pues nos dice: `Bienaventurados, no los que combaten por la Justicia, sino aquellos que son perseguidos por ella'", (Lafont, 1978, pág. 139).

Mientras que nuestro manuscrito estaba en la imprenta, supimos que renacían las críticas en Yugoslavia, en el vigésimo primer aniversario de la muerte del Cardenal Stepinac, y apenas un año después de la muerte de Tito. Se ataca nuevamente la memoria del Cardenal en el momento en que los intelectuales reivindican la libertad de expresión y la amnistía para los prisioneros políticos.

Sin ninguna duda, el cardenal se opuso a todas las ideologías totalitarias: nazismo, fascismo, comunismo. Esta defensa de los Derechos del Hombre le valieron la prisión y la enfermedad que lo condujo a la tumba a los 62 años.

Milovan Djilas, el más próximo colaborador de Tito reconoció la inocencia del cardenal (New York, 1951) señalando también la necesidad de condenarlo por razones políticas. Por las mismas razones políticas, Yugoslavia es en la actualidad un país comunista en el cual la religión es sólo "un asunto privado" de cada ciudadano, mientras que el marxismo ateo es enseñado oficialmente en la escuela y en la vida pública (Cf. Missi de nov. de 1980, p. 273).

Difícilmente se comprenda esta forma de actuar de los hombres políticos yugoeslavos. El 19 de diciembre de 1980, el Presidente de la República Socialista Yugoslava, Cvijetin Mijatovic, durante una visita al Papa en el Vaticano, lo invitó a Yugoslavia. Los diarios yugoeslavos señalaron entonces la gran importancia de favorecer las buenas relaciones entre Yugoslavia y la Santa Sede. Pero un mes después, el 27 de enero de 1981, Jakov Blazevic, ex-procurador de la República Socialista de Croacia, preparó una solemne presentación de sus Memorias en cuatro tomos (Djela I-IV). En el Tomo III, reconstruye el proceso contra el cardenal Stepinac y repite todas las mentiras. Incluso refuerza sus ataques y aprovechando la ocasión, la emprende también contra el Cardenal Seper, colega y sucesor del Cardenal Stepinac en la sede de Zagreb, y actual Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, al igual que contra Mons. F. Kuharic, Arzobispo de Zagreb y Presidente de la Conferencia Episcopal del país, extendiendo incluso sus ataques a la Santa Sede.

(19) Cf. Pueblos del Mundo, julio- agosto 1978, Nº 113, p.4, "Católicos de Croacia".

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