Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy
[continuación]

Además de estos sufrimientos morales, vinieron también los sufrimientos físicos. El tenía una enfermedad no común, que se llama en términos médicos "polycitemia rubra vera", que consiste en una multiplicación excesiva de los glóbulos rojos. A ello se agregaron otras enfermedades, a lo que terminó por sucumbir.

-Amados hermanos y hermanas! Nosotros evocamos cada año, aquí, la memoria del cardenal Stepinac. Es nuestro deber guardar un vivo recuerdo de él. Pero esto será demasiado poco, si es nada más que un recuerdo. -El recuerdo de Stepinac debe darnos fuerzas!. -Debe fortalecer nuestra conciencia, para que nosotros tomemos en serio nuestro cristianismo! -Stepinac es para nosotros una suerte de desafío! Cuando nosotros pensamos en él, esto debe enseñarnos algo, y decidirnos a algo. En primer lugar, en el tema de la fe. -El fue un hombre de una fe de granito! Cuando se trataba de la fe, no hacía concesiones ni negociaciones. Es por ello que nos incita y nos pide ser firmes en nuestra fe, de no dejarnos seducir por las diferentes deformaciones de las verdades de la Fe en nuestra época. Debemos aprender de él a ser sinceramente fieles al Papa, a sus directivas y a sus enseñanzas. -Stepinac ha sido inquebrantable en ello! Y, si alguno no ve lo que ello significa para nosotros, croatas, el Papado, hoy como en el pasado, que no se diga amigo de Stepinac...

Hermanos y hermanas, yo he querido hoy evocar en algunos trazos la gran figura de nuestro cardenal Stepinac. Que él permanezca siempre vivo en nuestras almas, y nos incite a la fidelidad hacia Dios, hacia Nuestra Señora, y hacia la Iglesia durante toda nuestra vida. Amén."

Alocución de Mons. F. Kuharic, Arzobispo de Zagreb en ocasión del vigésimo aniversario de la muerte del cardenal Stepinac. 10 de febrero de 1980

"...Es en la Iglesia de San Pedro Canisio, en Roma, que él fue ordenado sacerdote en la festividad de Cristo Rey, el 26 de octubre de 1930. A mediodía, en el almuerzo, cada joven sacerdote encontró sobre su asiento una flor roja. El recientemente ordenado Aloisio, entonces de 37 años, dijo con aire pensativo observando la flor: "-Flor roja, de mártir!" (A. Benigar: A. Stepinac, pág. 93). Este año es el del jubileo, las bodas de oro, de su sacerdocio. Y al mismo tiempo que él, fue ordenado sacerdote el futuro cardenal Seper...

En la fiesta de San Juan Bautista, el 24 de junio de 1934, recibió en la catedral de Zagreb la consagración episcopal y el título de arzobispo-coadjutor con derecho de sucesión.

Es significativo que la consagración episcopal de Aloisio Stepinac se haya efectuado en relación con la fiesta de Juan el Bautista. Juan Bautisat es aquél del cual Jesús mismo decía: "Qué habéis venido a ver en el desierto ? "Un rosal agitado por el viento?..." (Lucas, VII, 24). Nosotros sabemos por el Evangelio que Juan Bautista no era ciertamente un rosal agitado por el viento. Tampoco Aloisio Stepinac. Firme de carácter, hombre de fe inquebrantable, todo para Dios, se mantuvo de pie delante de los grandes de este mundo; profundamente humilde delante de Dios, estaba enteramente al servicio del hombre. Así entró en la tormenta de su tiempo.

El terror destruía las vidas. Los hombres caían durante el día, desaparecían durante la noche. Muchos fueron, a causa de sus convicciones políticas, hechos prisioneros, torturados, asesinados, sin que nadie tenga el derecho de informarse sobre este tema. La población fue expuesta al asesinato; los prisioneros desarmados, a la masacre. Las calificaciones basadas en conceptos racistas, nacionalistas, ideológicos, echaron a sus pies a los hombres, y la vida humana pasó a perder su valor. Poner sobre un hombre una cierta calificación bastaba para condenarlo a muerte. La Historia tomará mucho tiempo para evaluar el rol de todos los participantes en este drama sangrante.

En estos acontecimientos trágicos, el arzobispo Aloisio Stepinac se ubicó firme e inquebrantablemente del lado de los principios éticos que son universales y obligatorios para todos: la dignidad de toda persona humana es inviolable; los derechos con los cuales cada persona viene al mundo son inalienables y no pueden depender del poder arbitrario de los poderosos; cada pueblo tiene el derecho indiscutible de vivir y desarrollarse libremente; es sagrado el derehco de todo hombre a vivir su fe y en toda libertad y sin ninguna limitación.

Por su sufrimiento personal, sentía el drama y la tragedia de todo hombre, sea cual fuere su raza, su nacionalidad o su religión. Este amor universal, basado en su fe en Jesucristo y en el Evangelio, él lo testimoniaba práctica y concretamente por sus obras caritativas y sus intervenciones para alivianar los sufrimientos humanos. Se ocupaba con coraje y resueltamente de los perseguidos, los prisioneros, los torturados, de cualquier lado que hayan venido las violencias y las injusticias. El exigía de cada poder que los juicios fueran equitativos, las leyes humanas, los procedimientos respetuosos del hombre.

Este era además el deber de la Iglesia en aquel momento; es todavía el deber de la Iglesia hoy. Si el Papa y los Obispos, hoy y en todas partes, se preocupan por el derecho de los pueblos y las personas, si están contra la tortura y las condenas injustas, dondequiera ellas se produzcan, exhortan a las autoridades en favor de la amnistían de los prisioneros políticos, lo hacen para cumplir su misión en nombre del Evangelio del amor, que es universal, que no ofende ni provoca sino implora y perdona. La Iglesia testimonia así por la Verdad, y "la Verdad es la fuerza de la paz", dice el papa Juan Pablo II. Esta no es una lucha de la Iglesia por el poder. Es la misión de la Iglesia.

Es por ello que, en su carta circular a los sacerdotes del 17 de diciembre de 1945, el arzobispo Aloisio Stepinac escribió lo siguiente: "A todas las acusaciones, que nos son directa o indirectamente dirigidas, podemos responder que nosotros no tenemos nada que reprocharnos. Tenemos la conciencia pura y tranquila delante de Dios, que es el testigo más fiel y el justo juez de todos nuestros actos. Tenemos la conciencia pura y tranquila delante de la Santa Sede, que podrá un día, bajo la base de auténticos documentos, apreciar toda nuestra actividad. Tenemos la conciencia pura y tranquila también delante de los católicos de este país, que juzgan los acontecimientos calma y lúcidamente. En fin, tenemos la conciencia pura y tranquila delante del pueblo croata, al cual por la voluntad de Dios pertenecemos por lazos de sangre y al cual servimos con toda nuestra alma, en nuestro lugar, sin discriminar en cuanto a los diversos puntos de vista y partidos políticos".

Es por ello que nosotros continuamos: "La Historia tendrá el tiempo, la manera y la posibilidad de analizar con toda objetividad todos los acontecimientos, hechos, circunstancias y situaciones, toda la tensión dramática, trágica, del período durante el cual el arzobispo Aloisio Stepinac ha obrado, hablado y sufrido. Sin temer acerca de su honor, esperamos el juicio de la Historia (Circular del 26 de enero de 1980).

El arzobispo Aloisio Stepinac falleció hace ya veinte años. La Iglesia de Zagreb le dio su adios aquí, en la Catedral, el 13 de febrero de 1960, en la dignidad de la oración, en la esperanza de la resurrección, con fe en el juicio final de Dios, que se manifestará sobre cada hombre y sobre la Historia entera.

Desde entonces, la procesión silenciosa de los orantes no deja de desfilar ante la tumba del arzobispo. "No deja de haber flores, los cirios no se apagan; muestran en silencio la fe del pueblo de Dios en la vida eterna y en la justicia final. Allí se respira el amor de todos ellos que perdonan. Tal es el mandato de Dios" (ibid.).

Nos queda el mensaje de esperanza que, desde la eternidad, nos dirige el cardenal Stepinac..."

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