Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy
[continuación]

En efecto, los católicos de EE.UU. habían dispuesto todo para que el Arzobispo de Zagreb fuera a curarse. Pero éste se negó, diciéndole al cura:

"Hubiera ido si hubiera tenido la certeza de regresar como un hombre libre, que puede partir y volver cuando quiere. No quiero convertirme en su esclavo. Incluso si me otorgan la amnistía ahora, no la aceptaré, pues esto significaría confesar una falta que no ha cometido. Lo que yo exijo es la anulación de este vergonzoso juicio".

Los especialistas estadounidenses que lo revisaron, declararon que los médicos croatas habían atendido muy bien al Cardenal, con los medios de que ellos disponían. Le aplicaron entonces una inyección de fósforo radioactivo el 26 de julio de 1953, remedio que el Congreso Estadounidense había aprobado por unanimidad. Este medicamento dio un resultado espectacular, una verdadera renovación para el Cardenal que se sentía en buen estado y retomo su costumbre de celebrar Misa al mediodía y predicar. Recuperó el apetito. Se sentía con fuerzas para trabajar.

Al cabo de tres meses, un grupo de médicos suizos debía presentarse para continuar el tratamiento y para administrarle una nueva inyección de fósforo radioactivo. Según los especialistas, esta enfermedad fue causada por las emociones físicas y nerviosas ocasionadas por los acontecimientos dolorosos que soportaba Mons. Stepinac: los intentos del Gobierno de crear "una Iglesia Nacional", Asociación de los "sacerdotes populares", el terrorismo de la milicia que le infligía tratamientos inhumanos, a tal punto que la detención en Krasic no difería de la de Lepoglava; además de la constante preocupación ante las persecuciones de que eran objeto los sacerdotes que se negaban a unirse a la Asociación de "sacerdotes populares", y finalmente las crueldades infligidas al cura de Krasic.

La falta de fuerzas físicas estaba en conflicto con la tensión psíquica impuesta por una fuerte voluntad que Stepinac gobernaba constantemente; esto constituía el drama de su vida.

Aunque de constitución robusta, su cuerpo no podía tolerar la emoción continua causada por choques interiores y sofocada sin cesar por su voluntad. Sin embargo, hasta 1952, su buena constitución psicológica había equilibrado sus funciones corporales impidiendo el agotamiento total.

Además, las difíciles condiciones de vida del Cardenal se sumaban a su sufrimiento moral impidiéndole, de acuerdo a lo afirmado por los médicos, recibir los cuidados adecuados y eficaces. Incluso el Cardenal lo sentía. A veces, cuando paseaba por el jardín, le comentaba al cura:

"Si pudiera tener la oportunidad de partir hacia las montañas a respirar el aire fresco en plena libertad, podría curarme enseguida. Pero somos pecadores, y por esto es justo que suframos."

Otra vez declaró: "Si pudiera gozar de la libertad, podría irme a cualquier parte y todos mis sufrimientos habrían terminado. Aquí siempre en el mismo ambiente, sin poder moverme libremente... ¿Cómo podría tener buena salud? Pero no lamento en absoluto que sea así. Los médicos dijeron al cura que no era posible prolongar la vida del enfermo en las condiciones en que se encontraba, constantemente vigilado y espiado; todo lo cual contribuía al desarrollo de la enfermedad. Le aconsejaron al cura que le ahorraran al Cardenal las sorpresas desagradables. Al enterarse, Mons. Stepinac manifestó su desacuerdo:

"Se trata de una cuestión vital para la Iglesia, y por tanto no puedo callarme."

Cuántas veces, suspirando, decía: "¿Cuándo moriré? Cientos de veces ofrendaría mi vida si esto sirviera para que la Iglesia viva, para que todo lo que concierne a Dios progrese."

El Profesor Ludwig Heilmayer, director de la Clínica Universitaria de Enfermedades Internas en Fribourg-en-Brisgau, se sorprendió al comprobar el vigor natural del Cardenal después de once extracciones de sangre de un litro por vez. Este médico, excelente católico practicante, dio las mejores impresiones sobre el Cardenal. Después de la muerte de Mons. Stepinac, afirmó: "La grandeza de carácter del Cardenal será inolvidable."

La tercera visita de este médico estuvo ligada a un acontecimiento muy desagradable para él: al llegar a Zagreb con su esposa, fue recibido en audiencia por el Arzobispo Coadjutor. Pero los agentes del Gobierno pensaron que había partido directamente a Krasic. Al regresar al hotel, el médico tuvo la desagradable sorpresa de encontrar su habitación cerrada con llave; con la ayuda del dueño del hotel y de otro médico, logró entrar en su habitación, encontrando allí a un agente del Gobierno que estaba revisando sus valijas.

"¡Qué chanchada!" exclamó el médico irritado. Después de sus visitas a Mons. Stepinac, el Santo Padre le envió una carta de agradecimiento "por los cuidados brindados a nuestro querido hermano".

La terapia logró curarlo momentáneamente de la poliglobulia (polycitemia rubra vera), pero la trombosis continuaba sus estragos. Sin embargo no fue a causa de esto que murió.

Lo que más lo apenaba era la imposibilidad de celebrar Misa más frecuentemente. Obligado a guardar cama, observaba la imagen de la Santa Virgen y decía: "Debo sufrir para expiar mis debilidades y la de los otros".

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