El Arzobispo estaba a tal punto aislado del mundo exterior que ignoraba todo lo que ocurría más allá de los muros de su prisión. Fue por esto que se sorprendió mucho cuando vio que sacaban de su celda la foto de Stalin.
Su madre fue a visitarlo con una de sus hermanas Stefanía, en dos oportunidades: el 5 de mayo y el 17 de julio de 1947. Sonriente y feliz de verlas, dijo a su madre que no se atormentara, pues lo único que cuenta en la vida es la voluntad de Dios. Su madre murió a fines de ese mismo año. Su hermana Stefanía continuó visitándolo todos los meses.
Monseñor le pidió, que en caso de morir en Lepoglava, no transportaran su cuerpo para enterrarlo en otro lugar.
"Descansar en una tumba dorada o ser enterrado en una fosa común como todos los otros detenidos, no tiene ninguna importancia, decía el día del juicio, cada uno sólo llevará lo bueno que ha hecho".
Con la intención de desalentar un poco más a Mons. Stepinac, le creaban grandes dificultades a su hermana; la tomaban como blanco de sus injurias, al igual que a su hijo a quien torturaron tanto, que perdió el equilibrio físico a punto de necesitar ser internado.
Los visitantes del Arzobispo eran muy pocos y las visitas muy vigiladas, obligándolas a pasar ante tres personas de la Dirección. Todo lo que hablaban era grabado. Antes de conducirlas ante el Arzobispo se les daba consignas precisas sobre los temas de conversación permitidos. Ante la menor palabra de más se suspendía la visita.
El mundo entero se interesa
A fines de 1947 y principios de 1948 creció notablemente el interés en el extranjero por la situación del Arzobispo Stepinac. Desde el exterior se presionaba al gobierno yugoeslavo para que acordara al Arzobispo, al menos, el derecho a recibir visitas. Pero antes de cada visita, se repetían las mismas consignas y se dictaba a Stepinac lo que podía y lo que no podía decir. las visitas quedaban entonces reducidas a simples entrevistas de cortesía.
Cada palabra y cada declaración del Arzobispo eran deformadas para que éste apareciera ante los ojos del mundo como un criminal de guerra, como un colaborador del ocupante.
Un día una importante delegación extranjera pidió ver a Mons. Stepinac. Al no poder rechazarla, la dirección de la prisión utilizó una estratagema: disfrazó a uno de sus miembros y lo presentó como si fuera el Arzobispo; como era previsible éste hizo todas las declaraciones deseadas por la dirección. La delegación partió luego de la entrevista, convencida de haberse entrevistado con Mons. Stepinac.
En el curso de sus paseos, Stepinac llevaba siempre miguitas de pan para los pájaros y las palomas. Con el correr del tiempo, los gorriones lo reconocían y se posaban sin temor sobre sus hombros, cantando bellamente cuando pasaba. Incluso entraban por la ventana a su celda. Los otros detenidos que lo observaban decían: los pájaros reconocen a un santo y van hacia él. La dirección que presenciaba estas escenas y veía el placer que experimentaba por ello el Arzobispo, quiso destruir las palomas; entonces, para evitarlo, Stepinac las alejó no llevando nunca más migas.
La fe era su defensa contra la desesperación. Al no poder servir más a Cristo ocupándose de sus fieles, lo hacía orando y sufriendo en silencio. Su espíritu permanecía libre. En la última página de su agenda de 1946 escribía: "Omnis ad majorem Dei gloriam, y agregaba, mi prisión también" (Todo por la mayor gloria de Dios).
Detención vigilada en Krasic
A fines de 1951, la radio transmitió una noticia proveniente de París, en la que se afirmaba que el gobierno yugoeslavo permitiría que el Arzobispo saliera de prisión, para confinarlo en residencia forzada en su pueblo natal: Krasic. Los Estados Unidos habían hecho tal presión sobre el gobierno de Belgrado que este último se vio obligado a acordar esta tan relativa libertad a Mons. Stepinac. El cura de Krasic, el abate Josip Vranekovic, al enterarse de la noticia, intentó que el presbiterio estuviera lo más acogedor que fuera posible. Pero éste era continuamente interrogado por la UDBA (institución que reemplazaba a la OZN-a) Policía Secreta Yugoslava, a tal punto que temía ser encarcelado.
Mientras tanto Mons. Stepinac continuaba su vida de prisionero en Lepoglava, santificando sus jornadas con su ruego: In Te, Domine speravi. El 19 de octubre de 1951 marcó el quinto aniversario de su llegada a la prisión.
El 5 de diciembre por orden del Ministerio del Interior de la República Popular de Croacia, Mons. Stepinac fue transferido a Krasic, bajo régimen de libertad condicionada, hasta finalizar su condena, es decir hasta el 18 de septiembre de 1962. Stepinac no podría abandonar el territorio de Krasic sin la expresa autorización del Ministerio.
El Arzobispo estaba persuadido de que llegaría el día en que su proceso, llevado a cabo el 11 de octubre de 1946, que había sido, en efecto, un proceso contra la Iglesia Católica sería anulado por un gobierno más honesto.
En el momento de su partida, el director de la prisión le preguntó si tenía algo que decir sobre el trato que se le había infligido durante su detención en Lepoglava, si tenía algo de que quejarse. "No, respondió Stepinac, no me quejo de nada ni de nadie, pero sepa que tuve momentos muy amargos".
Un empleado del Ministerio previno oficialmente al cura de Krasic, de la próxima llegada de Mons. Stepinac, quien había sido puesto en libertad condicional, lo que implicaba la prohibición de alejarse de Krasic sin autorización expresa del Ministerio.