Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy
[continuación]

Stepinac y Lisak

Es innegable que el Arzobispo recibió, el 24 de julio de 1945, al principal acusado, Lisak. Pero también es innegable que éste no se presentó bajo el nombre de Lisak, sino haciéndose pasar por un tal Petrovic, a quien Stepinac no conocía.

Todos los testimonios coinciden a este respecto: los de Franolic, el del Obispo Lach, el de Ostojcic, el de Lisak, el del co-acusado Salic y el del propio Arzobispo. Hay una pequeña diferencia entre el testimonio de Salic y el del Arzobispo. Mientras que el Arzobispo afirma haber reconocido a Lisak en la persona del supuesto Petrovic justo en el momento en que encontrándose ante él se sacó los anteojos, Salic sostiene que inmediatamente antes de la entrada del Arzobispo a la habitación, donde lo esperaba el supuesto Petrovic, él habría dicho al Arzobispo que había reconocido a Lisak. Creo en la palabra del Arzobispo y creo que Salic se equivoca, pero incluso si la afirmación de Salic fuera exacta, esto no constituiría una prueba de que el Arzobispo habría consentido en recibir a Lisak. La divergencia entre las dos afirmaciones radica únicamente en unos pocos segundos, pues el Arzobispo, que ya había aceptado recibirlo, se dirigió directamente hacia la habitación donde el supuesto Petrovic lo esperaba, y en ese momento Salic le habría dicho al Arzobispo que acababa de reconocer que el supuesto Petrovic no era otro que Lisak. A cualquiera de nosotros nos puede ocurrir que, tomados por sorpresa, hagamos cualquier cosa que no hubiéramos hecho si no nos hubieran sorprendido. Es lo que ocurrió en este caso. Si la afirmación de Salic corresponde a la realidad de los hechos, eso no nos permite deducir de la súbita decisión del Arzobispo de recibir al hombre que lo esperaba ante la puerta, la existencia de una voluntad preconcebida de acordarle una entrevista. Eventualmente, se puede discernir un sentimiento de malestar, debido a la bondad y a la cortesía del Arzobispo, al verse de alguna manera forzado a recibir al hombre al cual había, debido a un engaño, acordado una entrevista y a quien recibió sólo por este motivo. La entrevista con Lisak duró sólo de 20 a 30 minutos.

El tema de esta conversación lo conocemos sólo a través de las declaraciones de ambos, que son en su conjunto concordantes. Sólo habría hablado Lisak, en cambio el Arzobispo habría permanecido silencioso, interrumpiendo sólo para formular dos preguntas: la primera concerniente a la suerte corrida por los niños refugiados en el extranjero, la segunda referida al destino del sacerdote Tiso, ex-presidente del Consejo del gobierno eslovaco. Lisak declaró categóricamente al Arzobispo que no había ido a verlo motivado por un afán político o terrorista, puesto que -le aseguró- ya había corrido demasiada sangre. Podemos creer esta versión, pues el siguiente hecho prueba su veracidad: cuando Lisak partió, el Arzobispo, tomándose la cabeza con las manos, ordenó a Salic no recibir nunca más a este hombre. Por otra parte, nunca volvió a recibirlo.

Es innegable que Lisak, sin haber sido convocado, se introdujo en la casa del Arzobispo bajo un falso nombre y que hasta último momento el Arzobispo no supo que Petrovic era Lisak. Después de una breve conversación, rompió todo contacto con él y manifestó públicamente su pesar por haber sido engañado. Por otra parte, esta corta entrevista no dio ningún resultado. Lo que le ocurrió al Arzobispo podría ocurrirle a cualquiera de nosotros.

El incidente se produjo sin el consentimiento deliberado del Arzobispo. Cuando pienso en esta entrevista recuerdo las escenas de "Los Miserables" de Víctor Hugo, en las que el buen obispo recibe al condenado Jean Valjean y visita al anciano revolucionario, miembro de la Convención, ateo que vivía en completa soledad y de quien todo el mundo huía. Ningún lector ve algo condenable en esta actitud del obispo católico respecto de los criminales y de los marginados de la sociedad, actitud que no hace más que imitar la de Cristo hacia María Magdalena y hacia el ladrón arrepentido. Incluso si el Arzobispo de Zagreb hubiera recibido a Lisak a conciencia, ¿no deberíamos interpretar este gesto como se interpreta el gesto del obispo de la novela citada?

El Arzobispo de Zagreb siente horror de la política, de la conspiración y de las intrigas, de todo aquello que, en un momento dado, pudiera perjudicar a la Iglesia y al Estado, y por esta razón no quiso volver a recibir a Lisak, después de haberlo recibido como consecuencia de un engaño.

Lela Sopianec

¿Qué podemos decir del caso de Lela Sopianec? Stepinac recibió a tantos miles de hombres y mujeres que ni siquiera con la mejor memoria del mundo podría recordar a cada uno.

Recuerda sólo haber recibido a una mujer venida de Trieste con un rosario. Recuerda también a un estudiante emigrado que volvía de Salzburgo. Recuerda a este estudiante porque lo interrumpió inmediatamente cuando comenzó a hablar de política.

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