Cardenal Stepinac
CARDENAL STEPINAC: Mártir de los Derechos Humanos
M. Landercy
[continuación]

Alocución de Mons. Franjo Kuharic, Arzobispo de Zagreb

(Pronunciada el 10 de febrero de 1981 en ocasión de conmemorarse el XXI Aniversiario de la muerte del Cardenal Aloysius Stepinac.)

"In Te, Domine, speravi" (Ps. 31,1.) "Y tomaré el derecho como medida y la justicia como nivel" (Is.28,17) Queridos hermanos y hermanas,

1. Acabamos de escuchar el Sermón de la Montaña. En este sermón la palabra de Dios anunció el espíritu del reino de Dios y trazó los principios de la nueva historia. Se establecieron aquí las bases de un mundo mejor. Las Bienaventuranzas (Beatitudes) pronunciadas en la montaña formarán en los hombres un corazón nuevo; esta es la ley nueva de la Alianza eterna entre Dios y el hombre. Del suelo de las Bienaventuranzas surgirán en la Iglesia los hombres de Dios: los justos, los mártires, los santos. Hombres libres de todos los mitos de potencia, poder, riqueza; hombres sedientos de verdad y hambrientos de justicia; hombres pacíficos de corazón puro; misericordiosos; a la violencia oponen el amor; inflexibles y fuertes testimonian la verdad aún cuando son perseguidos.

Aunque sean aplastados por el odio injusto, nada puede matar en ellos la esperanza de que la victoria definitiva pertenece a la verdad y al amor por siempre. Dios es el garante de esta victoria. "Felices los que sufren persecución a causa de la justicia, pues el reino de los Cielos es de ellos" (Mt., 5, 10).

"ĦEn Ti, Señor, mi esperanza!".

2. El espíritu humano sólo puede pasar a través de la tempestad de pruebas, portando esta inextinguible esperanza gracias a la fuerza del Espíritu Santo. Esta fuerza deviene desde lo alto (cf. Lc., 24,59).

En Londres, temprano en la mañana del 22 de junio de 1535, el Obispo de Rochester, Cardenal Juan Fisher subió al patíbulo, condenado a muerte por orden del rey Enrique VIII, porque había permanecido fiel a su fe y a su conciencia. El Obispo se encaminó a la muerte rogando "Te alabamos, Señor" y el salmo 31: "In Te, Domine, speravi!" ("En Ti, Señor, está mi esperanza"). Esta oración manifiesta la paz del alma y la invencible esperanza inspirada por las Bienaventuranzas del devenir eterno. (Die Heiligen in ihrer Zeit, Manz. 1966, pág. 187).

3. Cuando en 1934, Aloysius Stepinac, sacerdote de vida honorable, después de un angustiante combate interior, aceptó por obediencia el cargo de Arzobispo de Zagreb, viendo en la decisión del Papa la voluntad de Dios, el grito del salmo 31 (In Te, Domine, speravi) subió desde su alma. Después de esto el Nuncio Apostólico le escribió: "Os agradezco que hayáis consentido como el buen Cirenaico aceptar la brillante pero pesada y espinosa cruz de la Iglesia de Zagreb (Osservatore Romano, 11 de febrero de 1970).

Por primera vez un Obispo de Zagreb ante el Tribunal

4. En verdad creemos que en la historia de novecientos años de diócesis, como es el caso de la Arquidiócesis de Zagreb, no ha habido para el Pastor de la Iglesia de Zagreb, un período más difícil que el tiempo anterior a la Segunda Guerra Mundial, el tiempo en que se desarrolló la misma, y el inmediato posterior. Mons. Stepinac era 72 Obispo de la historia del Arzobispado de Zagreb. Pero ninguno de sus predecesores fue confrontado con acontecimientos tan terribles y tan trágicos como lo fue el memorable Cardenal Aloysius Stepinac. Ninguno de sus predecesores pasó por tal tempestad de pruebas aunque los tiempos para la Iglesia y para el pueblo fueran aquí siempre difíciles. Mons. Stepinac fue siempre un predicador consecuente del Evangelio -de la más sublime doctrina del amor y fue acusado con graves cargos como si fuera enemigo del hombre, como si fuera enemigo del pueblo croata e incluso como si fuera el responsable de las desgracias de la Iglesia. Esto ocurrió en la segunda mitad del siglo XX; por primera vez en nuestra historia, el Obispo de Zagreb fue juzgado bajo la monstruosa acusación de ser criminal.

Monstruosa acusación

5. Sin pensar se repite esta acusación; que también fue renovada en estos días, ante el gran público por radio y en la prensa, por la persona que representa la más alta responsabilidad política en la R.S. de Croacia. Estamos en 1981 pero debemos escuchar siempre el duro lenguaje de un pasado bastante lejano. Estamos grave y profundamente ofendidos como Iglesia, como hijos e hijas del pueblo croata, en la patria y en el extranjero.

6. Después de las declaraciones y de los signos emanados de los más altos niveles en relación al deseo de concretar progresos, en lo concerniente a una mayor estima mutua y de un respeto más verídico de los derechos y de la dignidad del hombre, somos nuevamente empujados al pasado. Aunque quisiéramos ver ante nosotros un futuro más claro, hacia el cual, esperamos, la Historia avance, aunque sea con pasos penosos y pesados, somos nuevamente arrojados a la oscuridad de esta época que ha dejado profundas heridas en millones de personas.

7. Repetimos una vez más: tal acusación es inaceptable; su autoridad no viene de la verdad sino de la fuerza del poder. En efecto, un juicio objetivo y justo sobre todo este sangriento drama de guerra, no puede ser emitido por una sola de las partes de este múltiple conflicto.

La Historia se encargará de juzgar todo esto. Bajo el juicio de la Historia pensamos que será posible un análisis objetivo y justo de todos los hechos, del contexto total de los acontecimientos que tienen su causalidad y su prehistoria. Bajo el juicio de la Historia esperamos una aproximación científica a los acontecimientos y a las personas, que fuera de toda propaganda tendenciosa, fuera de todo objetivo político y fuera de todo ajuste de cuentas, busque sólo la pura verdad para obtener un juicio justo que ponga todas las cosas en su lugar. No son raros los casos en los que el juicio de la Historia rehabilitó a muchas personas y proclamó la inocencia de aquellos a quienes los diversos tribunales habían condenado como criminales. Finalmente, todos los mártires, desde Jesucristo, son juzgados como criminales. Y de El, el más inocente de los justos, los acusadores gritaron ante Poncio Pilatos: "Si no fuera un criminal no te lo hubiéramos entregado" (Jn., 18,30). También Pilatos juzgó contra su conciencia.

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