Sermón del arzobispo de Zagreb Cardenal Josip Bozanic en Bleiburg, el 13 de mayo de 2007

 

(Resumido y traducido por Joza Vrljicak – La version completa en idioma croata está en www.studiacroatica.org/bol2007/20070513_propovijed.htm)

 

Queridos hermanos y hermanas

 

Llegamos aquí, a este valle de Bleiburg, por el mismo camino por el que hace 62 años, después de terminada la Segunda Guerra Mundial, columnas de soldados y civiles buscaban evitar caer en las manos de los yugoslavos vencedores en la guerra.

 

En ese camino escuchamos nuevamente las voces de las víctimas que por décadas no estaba permitido escuchar, y en el pensamiento los encontramos, aún cuando hasta el día de hoy no están marcados los lugares de sus patíbulos, ni se conocen los nombres de quienes cometieron esos actos que no son dignos del nombre humano.

 

Desde las cavernas y las fosas comunes nos llega el murmullo que esperamos sea lo suficientemente fuerte para que lo escuchemos y que en voz clara y fuerte pronunciemos la verdad que pueda hacer nacer nuevamente la vida, dar sentido a sus muertes, establecer los cimientos para construir una sociedad en la que lo menos que podemos hacer es respetar a las víctimas inocentes.

 

En mayo del año 1945, este valle se amplió violentamente. A causa de gente que no respetaba ni a Dios ni al hombre, el campo de Bleiburg se desbordó y transvasó en 'caminos de la cruz-via crucis', en campos de concentración, prisiones, lugares de tortura y de muerte de modo que su olor pútrido y terror se extendió por cientos de kilometros, pero más aún, como un veneno, por largos años era puesto en el alimento de la educación de las nuevas generaciones.

 

Desde el momento en que este valle no podía ver más la cara sino las espaldas y los pasos del retorno, las huellas sangrientas del regreso a la prisión yugoslava de la nación croata, también la belleza de este valle se transformó en dolor, en indecible crueldad y finalmente en lo que no tiene nombre.

 

Hace doce años (1 de mayo de 1995), en la Carta de la Conferencia Episcopal Croata en ocasión del cincuenta aniversario de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, escribíamos lo siguiente: "… ese mayo – a diferencia de otras naciones a las que se devolvía la libertad y la democracia – la llegada del sistema totalitario marxista significó para nosotros el comienzo de una nueva prisión y la matanza de gente inocente. Muchos perecieron sólo por ser católicos, como fueron los sacerdotes católicos, los religiosos y religiosas, los obispos católicos. Ese martirologio es una acusación a los culpables, pero más aún, es la gloria de la Iglesia de Cristo".

 

Desde el momento en que se cometió la vergonzosa entrega del ejército croata desarmado y de civiles inocentes en manos de los verdugos, justamente los criminales prohibieron toda mención a este lugar y todo aquello que sucedió después de Bleiburg, intentando por la fuerza evitar que la verdad pronunciara la voz de las víctimas.

 

En el cristianismo existen principios y valores que nunca hay que olvidar. Uno de esos valores es el respeto de la vida ajena. Aquí no puede haber diferencias, ni nacionales, ni confesionales, y de cosmovisión, ni diferencias partidarias. La igualdad fundamental está en la dignidad de todas las personas, que proviene de la misma naturaleza humana, creada a imagen de Dios.

 

Justamente por eso hoy en día es difícil entender por qué todavía no puede escucharse sufientemente fuerte la voz que habla de que aquí no se respetó la vida, que sin ningun juicio y prueba de culpabilidad se masacraron a soldados y civiles después de la guerra. Repito: después de la guerra!

 

La paz de Cristo que el mundo no puede dar, nosotros los creyentes la vivimos en el hogar terrenal. Sabemos cuán importante es para todo hombre estar al amparo del amor y el calor del hogar. Nadie deja sin pesar ni a su hogar ni a su patria, ni los olvida fácilmente.

 

Las personas que aquí recordamos dejaron su Croacia y sus hogares con pesar. Por eso, hermanos y hermanas, cómo no se nos va a apretar el corazón ante la afirmación injusta que dice: si no hubiesen sido culpables, no hubieran huido. Esa afirmación realmente ofende. Acaso después de todo lo que les sucedió luego de su entrega a las autoridades comunistas yugoslavas, puede alguien dudar todavía de que su temor estaba justificado?

 

Uno de los colaboradores más cercanos de Tito en ese entonces, Milovan DJilas testimonió del siguiente modo en 1979: "Para ser sinceros, nosotros no entendíamos por qué los británicos nos devolvían a esa gente. En su mayoría ellos eran campesinos comunes. Ellos no habían matado a nadie. Su único crimen era el temor al comunismo. Ellos (los ingleses) hicieron algo totalmente erróneo cuando llevaron a esa gente a través de la frontera, como también nosotros cometimos un error cuando los exterminamos".

 

Y me pregunto: es esto el antifascismo comunista?

 

Y mientras nos consolamos con las palabras de la fe, como personas no podemos ignorar las injusticias que generaron nuevas injusticias. Pensemos solamente en cuantas casas, después de la Segunda Guerra Mundial, quedaron abandonadas, destruidas, confiscadas; cuantas personas quedaron sin derechos e impotentes; cuanta riqueza fue quitada y cuanta pobreza se generó debido a la voraz injusticia del régimen comunista.

 

No están en cuestionamiento solamente las ejecuciones, sino todas las consecuencias que significaron para la sociedad. Se estableció un nuevo orden que nunca podrá merecer el galardón de la justicia, por más que se intente presentarlo como hecho "en nombre del pueblo". La tragedia de Bleiburg empobreció a la sociedad croata toda entera.

 

Debido a esos acontecimientos, centenares de miles de croatas fueron forzadamente marginados; muchos luego se vieron obligados a emigrar, las familias que de algún modo estaban relacionadas con las víctimas de esos acontecimientos fueron obligadas al silencio más absoluto y fueron maltratadas políticamente; sus descendientes eran considerados ciudadanos de segundo orden, especialmente si no querían aceptar la nueva ideología y el juego del chantage del terror.

 

En este lugar, como obispo de la Iglesia en la nación croata, no puedo callar. Más aún, debo hacer las preguntas que se hacen todos los hombres honrados que estiman la verdad:

 

Cómo es posible que sesenta años después de los horrendos crímenes, cuando todavía hoy existen suficientes testigos vivos y testimonios recopilados, y cuando hay muchas pruebas, nadie fue llamado o dió cuenta de esos hechos?

 

Cómo es que todavía no se conocen los nombres de quienes ordenaron esos actos y quienes los llevaron a cabo?

 

Cómo es que todavía no se puede escuchar una clara condena de todo lo que clama por ese pisoteo a los derechos divinos y humanos, realizados en contra de la nación croata?

 

Acaso pensamos que es posible construir una sociedad croata sana sabiendo que nuestros hijos y jóvenes fueron alimentados y hoy siguen siendo alimentados con mentiras?

 

Cómo es que no se hizo un listado o censo de las víctimas y que no están señalados los lugares de las tumbas masivas en las que hasta hoy yacen los huesos no identificados de gente conocida y desconocida?

 

Es horrible pensar que durante tantos años vivieron y viven junto a nosotros asesinos; que los vemos todos los días y quizá ni sus allegados más cercanos conocen la verdad sobre ellos y que se presentaban en la mejor luz como combatientes por la libertad.

 

Rezamos por ellos, para que Dios les de la fuerza para la conversión, el reconocimiento y la aceptacion de la libertad en la verdad.

 

Pero como creyentes, como ciudadanos de la Croacia soberana e independiente, con derecho esperamos que las instituciones estatales hagan los que deben hacer de acuerdo a la ley: que investiguen todos los crímenes y se den a conocer a los culpables.

 

Esperamos que las instituciones competentes del Estado croata de forma más clara se manifiesten sobre el régimen comunista y los crímenes que planificó y llevó a cabo sistemáticamente de modo que, basados en la verdad, promuevan esos valores que no sean los de la falsificación comunista, tanto en el sentido histórico como en la cosmovisión.

 

Esperamos que el gobierno croata, especialmente en vista de su declarada orientación proeuropea, se aboque entre nosotros a cumplir con la resolución de la Asamblea del Parlamento Europeo número 1481, de enero de 2006, sobre la condena internacional de los crímenes del régimen totalitario comunista.

 

Muchas veces pedí a las instituciones gubernamentales croatas competentes que den los pasos necesarios para establecer la verdad, y repito ese llamado también hoy. Que de forma legal y de acuerdo al derecho busquen y respeten la verdad tanto sobre las víctimas como sobre los culpables.

 

Que no exista ninguna razón política por la cual la verdad permanezca enterrada y dejada violentamente de lado del escenario del desarrollo sano de la sociedad croata.

 

En Croacia con facilidad se pone el signo igual entre el antifascismo y el comunismo, entre la búsqueda justificada de la libertad y la ideología sin Dios bolchevique y los planes granserbios.

 

Que la Santísima Virgen Maria, madre del dolor y de la esperanza, el beato Alojzije Stepinac, martir y defensor de la verdad, y todos los santos mártires de la nación croata intercedan ante Dios y nos ayuden a vivir el evangelio del Dios del amor.

 

Y a Ti, Santo, Omnipotente e Inmortal Dios, regálanos la tranquilidad y la paz. Amén

 

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Las palabras del Cardenal Bozanic no son algo que pueden dejarse fácilmente de lado. Dijo todo lo que había que decir, y lo dijo magistralmente. Este es un sermón histórico.