Aspectos histórico-políticos: La Segunda Guerra Mundial en los Balcanes *

 

Prvislav Weissenberger

 

Studia Croatica, Año XVII – Octubre – Diciembre 1976- Vol. 62-63

 

 

La Segunda Gran Guerra (1939-1945) tiene un aspecto verdaderamente mundial, habiendo logrado movilizar todos los recursos materiales y humanos del planeta. Los espectaculares adelantos técnicos, que le precedieron y acompañaron, añaden nuevos elementos a la estrategia y táctica de los combates que afectan en creciente proporción aún a la población civil.

En cuanto al escenario balcánico, aunque se le considere como frente "secundario" [1], la experiencia que ofrece es aleccionadora, pues en él se registran los más variados matices de la guerra en su forma contemporánea:

1) La guerra a la vieja usanza, en Albania, donde Italia, al contrario de los cálculos previstos, tenía que aguantar durante seis meses una guerra de posiciones frente al ejército griego, que no sólo prestó una resistencia tenaz sino que tomó la iniciativa para avanzar en Albania[2];

2) la "guerra relámpago" de Alemania, asociada con Bulgaria, en la campaña contra Yugoslavia y Grecia, en abril de 1941, desencadenada simultaneamente[3] y a continuación:

3) un episodio nuevo, y único en su género: la ocupación de la isla Creta; en una audaz empresa de los paracaidistas alemanes con armas ligeras, imponiéndose a la defensa de ias fuerzas británica y griegas, aproximadamente parejas, apoyadas por la flota británica, la que facilitó el rescate de una buena parte de los defensores[4];

4) la guerra naval. Sobresalieron en ella por su importancia la batalla de Matapán, el 28 de marzo de 1941, en la cual la flota británica, apoyada por portaaviones y las fuerzas aéreas, maniobrando desde las bases griegas, y disponiendo de la ventaja sobre su adversario en el uso del radar, consigue, en un combate, infligir a la marina italiana pérdidas muy elevadas, las que difícilmente pudo subsanar en el ulterior curso de la guerra [5];

5) la guerra en el desierto de Libia y Egipto[6], sincronizada en parte con las operaciones en los Balcanes;

6) la guerra de la guerrilla o partidas, en su varios matices: desde la resistencia a las fuerzas de ocupación, bajo diferentes divisas, hasta la guerra civil en diversas regiones balcánicas, pero de mayor desarrollo y envergadura en las zonas adjudicadas a Italia [7] a lo largo del Adriático —con su hinterland— y el Mar Jónico y Egeo; y por fin:

7) el cambio de frente de los ejércitos búlgaro[8] y rumano[9], que se incorporan a las huestes soviéticas y marchan a la conquista del Centro de Europa para desempeñarse en el asedio y saqueo de Viena en los últimos días de la guerra.

No obstante la variedad de las operaciones bélicas, es quizá más bien en el juego diplomático donde se libran batallas por los Balcanes, imponiéndose a veces el criterio político por encima de las consideraciones estrictamente militares[10] en la conducta, y viceversa.

No extraña, pues, para tomar un ejemplo, que el prestigioso historiador militar inglés, Liddell Hart, somete a una severa crítica los planes del primer ministro Churchill, que llevaron a una serie de desaciertos.

"El teatro de los Balcanes, dice Liddell Hart[11], hacía mucho que fascinaba al Sr. Churchill, desde su aventura, audazmente concebida pero de tan desastrosos resultados en los Dardanelos, durante la Primera Guerra Mundial. Ahora su imaginación se sobresaltaba por la forma en que los griegos habían resistido a Mussolini, y se llenó de ideas para dar a Hitler un bofetón si se atrevía a meter narices en Grecia. Las ansias del Sr. Churchill sobrepasaban las posibilidades prácticas, y daban poca importancia a su estrechez de recursos comparados con los de Hitler".

Esta reflexión de Liddell Hart puede servir de leitmotiv para lo que se desarrolló en el tablero de la política británica, tendiente a arrastrar a Yugoslavia —y si es posible aun Turquía[12] - en el torbellino de la guerra y que ha acarreado a aquel país tantos sufrimientos, y su corolario: el comunismo en Yugoslavia (y en Albania, por añadidura) aunque el país no fuera ocupado por las tropas soviéticas como los otros paises balcánicos: Bulgaria y Rumania (y Hungría).

Este hecho excepcional exige una explicación especial, y, por lo tanto, al caso yugoslavo habría que dedicar más atención aun a expensas de otros países en el mismo escenario.

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Igual que las tres guerras anteriores que afectan a los Balcanes (en 1912, 1913 y 1914-1945), ni la Segunda Gran Guerra ni el relativamente largo período de 30 años que nos separa de la última conflagración, no han dado, al parecer, una solución satisfactoria, que garantizara una paz incuestionable. Al contrario: es en este espacio, sobre todo, donde hay latentes focos de futuros conflictos. Mas, es siempre aventurado lanzar pronósticos, lo que, por lo demás, no es el papel del historiador; es preferible recurrir a los antecedentes, que nos facilitarán la comprensión de lo acaecido en esta área: lo que caracteriza Ia historia son cambios continuados, pero a través de los cambios se arrastran elementos constantes que influyen sobre el presente y se deslizan hacia el futuro.

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Los Balcanes presentan la tercera peninsula europea en el Mediterráneo. La línea divisoria hacia el Norte es la horizontal trazada desde la desembocadura del Danubio en el Mar Negro hasta el Golfo de Trieste en el Adriático. Los Balcanes son eI puente entre Europa y Asia y Africa, respectivamente. A diferencia de Italia y la Peninsulo Ibérica, que tienen fronteras cerradas hacia el resto de Europa, en los Balcanes quedan despejados los caminos en todas las direcciones: hacia el Este a través de las llanuras de Valaquia y Moldavia que se pierden por Besarabia y el inmenso espacio de Ucrania. El Danubio con sus afluentes Sava y Drava facilitan las comunicaciones hacia el Occidente. El Morava, afluente del Danubio desde el Sur, a lo largo de su valle abre el camino hacia el interior de Servia, desde donde desvía la línea de ferrocarril a través de Bulgaria hasta el Bósforo (y su continuación por el interior del Asia Menor hasta Bagdad y Basra). En el Sur, en su fuente, el Morava se acerca al río Vardar, que desemboca en el Golfo de Salónica (Mar Egeo).

El río Sava formaba durante siglos la frontera entre el Imperio turco otomano y los territorios defendidos por los Habsburgo, reyes de Hungría y Croacia y emperadores del Sacro imperio romano-germánico.

Las regiones montañosas al sur del Sava entre sus tributarios Una y Drina, componen las provincias Bosnia y Herzegovina (hoy una de las seis Repúblicas de la Federación socialista yugoslava), que son el hinterland de la extensa faja del litoral adriático, Dalmacia, la cuna del reino medieval croata, habitada en su 98% por croatas, aunque Dalmacia durante siglos fuera sometida al dominio de Venecia.

Este territorio asume una gran importancia durante la Segunda Gran Guerra, pues es el. escenario de sangrientas luchas; no sólo contra las potencias del Eje.

Aquí estallaron conflictos entre varias facciones de la guerra civil, que continua de una u otra forma, cuyo desenlace es difícil prever. Mas, en el fondo, es el problema de la salida de Rusia al Mediterráneo, por conducto de sus satélites.

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En la Antigüedad, los Balcanes fueron habitados por los ilirios, griegos, macedonios, tracios y dacios y elementos celtas. El Imperio romano extendió sus fronteras hasta el delta del Danubio. Legionarios de varias regiones, especialmente del Africa del Norte, se quedaron de colonizadores, lo que influyó en la formación del elemento étnico rumano, amén que lingüístico a través de posteriores migraciones y colonizaciones, este elemento está representado en varias comarcas balcánicas, preferentemente en las fronteras del Imperio otomano con el Occidente[13].

En la época de las migraciones de los pueblos, empujados desde el Este por los hunos, serán los godos que recorrerán todos los Balcanes. Después, con los avaros, acudirán las diferentes estirpes de la raza eslava, que se extenderán desde el Adriático (croatas y eslovenos) hasta el Mar Negro y Egeo (búlgaros), quedando en el interior los servios. La posterior invasión de los magiares separará a los eslavos del sur de sus congéneros al Norte y Este: eslovacos, moravios, checos, vendos y polacos.

Debido a la partición del Imperio romano entre el Este (Constantinopla) (Roma), que data ya del siglo IV de nuestra era, a lo largo del río Drina, la parte occidental estará bajo la influencia de Roma, lo que adquiere mayor relieve después del cisma en la Iglesia, en 1054, cuando todos los pueblos al este del río Drina: servios, griegos, búlgaros y rumanos, se someterán a la Iglesia griego-ortodoxa, con sus ramificaciones hacia Rusia, la que recibió el cristianismo de Bizancio. Así se formarán dos civilizaciones en el Este: 1) la bizantina del sureste europeo y 2) la bizantina rusa; las dos se enfrentan con la civilización occidental, a la cual pertenecen en los Balcanes los croatas y eslovenos, mientras en el Norte se enfrentan los checos, eslovacos y polacos con los ucranianos, rusos y bielorusos.

Con la invasión de los turcos, pueblo islámico, la situación en los Balcanes se complica aun más desde el siglo XIV.

Los albaneses —presumiblemente descendientes de los ilirios—, después de la muerte de su caudillo, Jorge Castriota-Skenderbey, en 1468, el héroe de la resistencia cristiana, pasan, en su mayor parte al Islam, igual que una parte de los croatas en Bosnia, bajo la influencia de su respectiva clase dominante. Vendrán a fortalecer el elemento islámico los colonizadores turcos en Tracia y Macedonia.

Así, en el espacio balcánico, a diferencia de las otras dos penínsulas euro-mediterráneas, en cuanto al inventario étnico, tenemos una variedad de razas, nacionalidades, lenguas y dialectos, religiones y confesiones, y, por ende, el inevitable choque de diferentes civilizaciones, lo que da el tono a la historia durante y después de la emancipación de los respectivos pueblos de los imperios supranacionales. Turquía y Austro-Hungría, respectivamente: rumanos, búlgaros, griegos, macedonios, albaneses, montenegrinos, croatas y eslovenos.

Para completar este cuadro abigarrado de razas y nacionalidades, no se puede prescindir de los gitanos [14], presentes en todas las regiones balcánicas, igual que los judíos-sefardistas [15], que después de haber sido expulsados de España, encontraron asilo en el Imperio turco-otomano y conservan aún su viejo idioma castellano.

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El humanista liberal Salvador de Madariaga[16], agudo observador de los acontecimientos contemporáneos, que no tomó parte en la guerra fratricida española, en su obra magistral, "España", con gran acierto ha caracterizado la contienda que duró casi 33 meses:

"Ganaron los extremos y España se vio desgarrada por la guerra civil más desastrosa de su historia. La importancia internacional que llegó a alcanzar y la intervención activa que en ella tomaron los Estados fascistas y el Estado comunista, han tenido que oscurecer la, índole fundamentalmente española de esta guerra civil. Sus orígenes y aspectos españoles tienen que subrayarse debidamente para comprender en su verdadero sentido el conflicto español aun en su carácter, que sin duda tiene de episodio de la guerra civil europea cuyo prólogo vino a ser".

La idea de "episodio de la guerra civil europea cuyo prólogo vino a ser" podría, sin más, aplicarse a los Balcanes, donde nos enfrentamos con varios focos de "guerra civil", en la que "la intervención activa que en ella tomaren los Estados fascistas y el Estado comunista", para servirse de las palabras de S. de Madariaga —añadiendo algunos ingredientes locales—, esto es, precisamente, lo que hay allí metido en el juego: los intereses de las grandes potencias que se aprovecharon de la oportunidad para arreglar sus cuentas a expensas de los pequeños estados balcánicos, que no lograron establecer un equilibrio de mutua conllevancia pacífica, no obstante las amargas experiencias del pasado.

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En la perspectiva de más de 30 años, hay un acontecimiento que, al parecer, no fue a su tiempo valorizado por su envergadura: la invasión italiana, seguida por una pronta anexión de Albania, hecho acaecido el 7 de abril de 1939, a menos de una semana de haberse declarado el cese de fuego en España. La invasión de Albania puede considerarse, con más justicia que la guerra de España, como el comienzo de la Segunda Gran Guerra.

No obstante la situación privilegiada de Italia en el pequeño Estado balcánico —de 28.748 km2 y un millón y medio de habitantes en aquel entonces—, donde Italia tenía inversiones, combinadas con convenios de ayuda económica, militar y técnica, la anexión representa un acto arbitrario-unilateral: la imposición de condiciones tendientes al aplastamiento total de la soberanía de un Estado miembro de la Sociedad de las Naciones en Ginebra, desde 1920. Albania surgió como Estado independiente a raiz del desmoronamiento del Imperio turco en los Balcanes, en las guerras de 1912-1913, y la independencia de Albania fue garantizada por acuerdos internacionales anteriores a la Primera Guera Mundial[17].

Este procedimiento de Italia iba directamente dirigido contra el principio "Balcanes para los pueblos balcánicos", principio defendido por los países del Pacto balcánico: Grecia, Yugoslavia, Turquía y Rumania, si bien el Pacto fuera concertado, en primer lugar, contra las pretensiones revisionistas de Bulgaria, pais lindante con los cuatro miembros del Pacto.

No hay que perder de vista que también Albania, desde su creación, es un país revisionista, aunque fuera ayudada por Austria-Hungría e Italia, en 1912-1913, para impedir que Servia, victoriosa en las dos guerras balcánicas, se apoderara de una faja del territorio marítimo de Albania y de tal modo consiguiera una salida al Mar Adriático, como exponente de los intereses de Rusia en el Mediterráneo.

Servia, sin embargo, anexionó los territorios de Kosovo y Metohija (que forman actualmente una región autónoma dentro de Servia, una de las seis Repúblicas de la Federación socialista yugoslava), región habitada por albaneses, quienes junto con los que viven en la vecina Macedonia yugoslava, según el último censo, de 31 de marzo de 1971, suman 1.350.000, con una tasa de crecimiento demográfico que es la más alta de Euroa, quizá más de 3% frente al promedio de Yugoslavia de 1,1%. Albania, por su parte, tiene la tasa de crecimiento de 2,9%, mientras Grecia y Bulgaria tienen sólo el 0,7%. Este dinamismo demográfico del elemento albanés, inasimilable, es ya un problema de por sí e incluye muchas incógnitas en cuanto al futuro.

La incursión de Italia en los Balcanes, poniendo pie en Albania, planteaba un abierto desafio a Grecia, país revisionista, debido a sus pretensiones en el sur de Albania, aunque Albania, por su parte, se cree tener derecho a una porción del Epiro[18], que fue arrebatada por Grecia a Turquía en las guerras balcánicas de 1912-1913.

La presencia de Italia en Albania fue un ofrecimiento de respaldo a Bulgaria, cuyas reivindicaciones territoriales eran bien manifiestas en todos los tiempos sobre Macedonia, para recuperarla de Yugoslavia y Grecia y conseguir de tal modo la salida al Mar Egeo; además, reclamaba la Tracia de Turquía, y Dobrudja de Rumania.

La ocupación de Albania coincide con un momento de suma tensión internacional; después de la liquidación de los restos de Checo-Eslovaquia (Bohemia-Moravia), cuando el sistema creado en Versalles e incluso el reciente acuerdo de Munich se encuentran desahuciados y pisoteados. Toda el área, desde el Báltico hasta el Mediterráneo está expuesta a cambios drásticos. La próxima amenaza se dirige evidentemente hacia Polonia, el Estado tapón entre el Reich alemán y la Unión Soviética. Rumania y Grecia tampoco se sienten seguras contra la inminente presión desde el exterior.

La reacción vendrá pronto por iniciativa de Inglaterra, que ve frustrados todos sus intentos de un arreglo contractual con el Tercer Reich, y recurre a un expediente inusitado hasta entonces en su política exterior: ofrece garantías de seguridad no sólo a Polonia, sino —de acuerdo con Francia— también a Rumania[19] y Grecia, el 13 de abril de 1939, a una escasa semana de la ocupación de Albania.

Con estos antecedentes ya resulta claro que las garantías dadas eran un aviso a los eventuales agresores que Gran Bretaña y Francia no retrocederán ante las próximas amenazas; así estalló la guerra por Danzing, pero el conflicto hubiera podido igualmente producirse en torno a los Balcanes, hacia donde se dirigirá en 1940-1941, debido al choque en las esferas de los intereses de las grandes potencias en esta área, lo que sucedió —y hay que tener siempre presente— en todos los conflictos de los últimos cien años, por lo menos, relacionados con la así llamada "Cuestión de Oriente".

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Con la apertura del Canal del Suez, en 1869, el Mediterráneo recupera considerablemente su posición de otrora; es la via más breve y económica hacia el Próximo y Lejano Oriente, Australia, Nueva Zelanda y para la exploración y aprovechamiento de la costa oriental de Africa, hasta el extremo, el Cabo de Buena Esperanza, que abre grandes perspectivas con sus minas de oro y diamantes. Los puertos del sur y sureste de Europa experimentan un auge considerable; conectados con nuevas lineas de ferrocarriles, su capacidad técnica y la organización comercial, industrial y financiera darán aún empuje vigoroso a la marina mercante, orientada en dirección al Canal de Suez. Un reflejo de esta tendencia dinámica de los países rivereños se hará sentir pronto y hace despertar las energías aún tibias en las regiones balcánicas, que vivían casi al margen del progreso industrial de los países europeos. La construcción de los ferrocarriles por todos lados inaugura la paulatina incorporación de los recursos balcánicos a la economía internacional.

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Cuando Su Majestad Apostólica Francisco José I de Habsburgo, emperador de Austria, rey de Bohemia, rey de Hungría y Croacia, emprendió el viaje a su provincia periférica, en el Adriático[20], en mayo de 1875, la población de Dalmacia le aclama como rey croata, sucesor de Držislav el Poderoso, Krešimir el Grande y Zvonimir el Clemente[21], que por primera vez visita la cuna del reino medieval croata. En el saludo espontáneo y vibrante de los dálmatas se expresa la despertada conciencia nacional y el ferviente deseo de ver realizado el sueño de la unión con los hermanos del hinterland; no sólo los que viven en Croacia y Eslavonia, provincias autónomas bajo la dinastía de los Habsburgo, desde 1527, sino también con los de las vecinas Bosnia y Herzegovina, pertenecientes aún al Imperio turco-otomano.

La visita del emperador y rey tendrá pronto resonancia en las regiones adyacentes: a los primeros disparos de los cristianos rebeldes en Herzegovina, en el mismo año 1875, seguirán los levantamientos en los principados de Servia y Montenegro, reprimidos con energía por los turcos, lo que provocó una fuerte reacción entre los eslavóficos rusos imbuidos de sentimientos de solidaridad de raza y religićn, e influyentes círculos eclesiásticos, haciendo presión sobre el gobierno de Zar, que se vio obligado declarar la guerra a la Sublime Puerta. La guerra ruso-turca, con el apoyo de Rumania, aunque al principio tropieza con dificultades, resulta victoriosa y termina con la paz de San Stéfano, por la cual se crea la Gran Bulgaria, que abarca todo el territorio étnico búlgaro, lo que corresponde a la actual Bulgaria y la Macedonia hasta Ochrida (esta Macedonia forma parte hoy de la Federación socialista yugoslva). Este acuerdo bilateral ruso-turco no concuerda con la política de las grandes potencias europeas, viendo ellas en la Gran Bulgaria el exponente de la tendencia expansionista de Rusia y su primer paso para adueñarse de los Balcanes y afianzarse en el Mediterráneo.

Por medición del canciller de Alemania, el príncipe von Bismarck, las grandes potencias se reunieron en el Congreso de Berlin, de junio a julio de 1878, donde se traza el nuevo mapa para los Balcanes: las estipulaciones de San Stéfano en cuanto a la Gran Bulgaria se reducen a una modesta Bulgaria independiente, quedando la región de Rumelia aún en relación de dependencia del Sultán; Rumania obtiene su plena soberanía, aunque se queda sin Besarabia, que fue devuelta a Rusia; Servia, además de su completa independencia recibe territorios hacia el Este y Sur, mientras Austria-Hungria se hace cargo de la administración de Bosnia y Herzegovina y del Sandyacato de Novi Pazar, que separa Servia del Montenegro, el minúsculo y pobre principado, que salió también ganando un trozo de territorio, Turquia conse'cvó aún Macedonia, Tracia y Albania; mas, siendo considerada el enfermo del Bósporo, alienta el mini-imperialismo de sus presuntos herederos en los Balcanes y los disturbios allí no cesarán: surgen guerrillas de los comitedji bulgaros, los chetniks servios y los adretes griegos, los que no sólo luchan contra los musulmanes, éstos, los turcos y albaneses, sino que se disputan el campo en mutuas querellas sangrientas.

El Congreso de Berlín fue una solución a medias de la "Cuestlón de Oriente", pues dejó en suspenso muchos problemas, los que, por fin, después del sangriento preludio de las dos guerras bancánicas, provocaron la Primera Guerra Mundial, que trajo la desaparición de los cuatro imperios, en su antigua forma, con sus intereses respectivos en los Balcanes:

El Reich del Kaiser, con su ambicioso plan de Ferrocarril Berlín-Bagdad;

La Turquía del Sultan. que será pronto desplazado por los nacionalistas turcos, ba la égida de Kemal Ataturk;

La Rusia del Zar, transformada en la Unión Soviética, que renuncia, de momento, a su sueño de apoderarse del Bćsporo; y por fin le llegó la hora al Imperio de los Habsburgo, qua se desmoronó completamente después de haber desempeñado durante siglos el papel de defensor de la civilización occidental; el Estado multinacional no pudo sobrevivir la sacudida de una larga guerra en un siglo de virulentos nacionalismos y de radicales trastornos económicos y sociales.

En el primer capitulo de sus memorias (Sumner Welles, Hora de decisión, o. c., pág. 34), que lleva el significativo titulo "Lo que pudo haber sido", el subsecretario del Departamento de Estado norteamericano hace la siguiente reflexión al respecto:

"El desarrollo de un nacionalismo malsano en toda la Europa Central y Oriental convenció a las grandes potencias que dominaban el Consejo de la Liga (de las Naciones) de que no sólo deberían posponer indefinidamente el traslado de las pablaciones, sino que deberían abandonar también todos los esfuerzos ya iniciados para crear una federación del Danubio de carácter económico y financiero, que habría sido la única solución para el caos económico resultante de la desmembración del Imperio Austro-Húngaro".

Padeciendo de complejos de inferioridad, es comprensible que los servios, rumanos y checos —los beati posidentes agrupados en la Pequeña Entente antirrevisionista— abrigaran el temor de que una Federación de los pueblos danubianos alentaría a las fuerzas centrífugas tendientes a quebrar la hegemonia política de los tres Estados plurinacionales y, por ende, pondrían fin a la explotación sistemática de sus territorios anexionados. Así, entre otros ejemplos aleccionadores, se explicaría el hecho notorio que los políticos servios no tenían siquiera interés en conservar la independencia de la pequeña Austria y dieron, sin más. su conformidad al Anschluss de Austria al Tercer Reich, en marzo de 1938, lo que impulsó y precipitó la quiebra del ordenamiento versallesco en la cuenca del Danubio (Munich-Sudetes, Protectorado de Bohemia y Moravia, independencia de Eslovaquia... etc.).

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De la herencia austro-húngara sacaren el mayor provecho Rumania y Servia[22], pertenecientes al bando de los vencedores, al extender su dominio hacia Centroeuropa. Mas, con ello heredaron sendas desventajas, transformándose en estados plurinacionales. Tampoco pudieron absorber las ventajas de las instituciones administrativas y judiciales de un estado modelo, mientras las ventadas de orden económico, esto es, la unión aduanera para el territorio de 53 millones de habitantes, que facilitaba la división intranacional del trabajo y una politica de austeridad, con un signo monetario estable, que favorecia el ahorro y las inversiones en una economía sólida, no tienen una contrapartida en los dos estados balcánicos: Rumania con el 70% de rumanos y Servia, transformada en Gran Servia o Yugoslavia. con sólo el 40% de servios, sufrirán en el período entre las dos guerras continuos trastornos políticos y económicos y, al final, en momentos de grandes decisiones. los inconvenientes de todo el andamiaje artificial saldrán a la superficie y no podrán resistir la primera prueba crucial.

Al llegar Hitler al poder, en enero de 1933. nos enfrentamos con la depresión económica mundial en su apogeo. Todos los paises del Sureste europeo. en su carácter de productores de articulos agropecuarios y materias primas. son sólo un 20 al 30% de población urbana en aquel entonces, sufrirán, amén de un desempleo excesivo, una baja en los precios de sus productos. mucho más acentuada que la baja de los articulos manufacturadas y de importación, y en consecuencia se registra un descenso del nivel de vida hasta un punto alarmante.

La política económica de Alemania. que logra superar la enorme cesantía, consiguió también en el intercambio comercial un éxito relevante. El comercio exterior alemán, en virtud de convenios bilaterales con los estados balcánicos, ofreciendo precios preferenciales-politicos, y asumiendo la obligación de asegurar un mercado permanente para las exportaciones balcánicas, tenían su atractivo y, no cabe duda, que los políticos del Sureste, y entre ellos preferentemente los que se daban de economistas, — se dejaban impresionar por el nuevo trato (en esencia, un cebo con efectos corruptores!), olvidándose y/o prescindiendo, a veces, de aquel viejo precepto, que daba ya Montesquieu[23], dos siglos atrás (1748), que "ia buena máxima es no excluir del comercio a ningún Estado, si no hay para ellos razones poderosas". "Menos aun debe un Estado comprometerse a no vender sus productos más que a un solo comprador o a una nación determinada, so pretexto que se los tomará todos a un precio".

Así, el camino de la dependencia económica ha despejado paulatinamente la vía para una colaboración siempre estrecha aún en lo referente al campo politico.

Con el éxito del Tercer Reich en la revisión de las clausulas del Tratado de Versalles, desplazando sus fronteras a la periferia de los estados balcánicos, el sistema de los pactos entre Yugoslavia-Checo-Eslovaquia-Rumania, la Pequeña Entente, en su origen dirigida contra el revisionismo de Hungria —y la restar ración de los Habsburgo— perdió su "raison d'etre".

También el otro Pacto, entre los cuatro estados balcánicos, en su carácter de integración regional, que ofrecía posibilidades de fecunda colaboración mutua, perdió mucho de su valor al acercarse Yugoslavia. bajo el gobierno de Stojadinović, 1935-1939, a las potencias del Eje[24]. El tratado de amistad ítalo-yugoslavo, el 25 de marzo de 1937, despertó suspicacias, especialmente en Grecia y Turquía, que se veían amenazadas por Italia, en posesión del Dodecaneso y debido a sus crecientes ambiciones en el Mediterráneo, después de la conquista de Abisinia y la intervención activa en España.

Además, unas semanas antes, en enero de 1937, fue firmado un Pacto de eterna amistad entre Yugoslavia y Bulgaria, lo que ya contribuyó a que aflojaran los lazos que unían a la Entente Balcánica.

No hay que perder de vista estos antecedentes, pues de otra manera no se puede comprender el comportamiento tan ambiguo e irresoluto en los momentos en que surgieron amenazas concretas del exterior y no se pudo jamás establecer una coordinación de fuerzas para ofrecer una resistencia común.

En las horas de suma tensión en Europa, el Pacto de Moscú, el 23 de agosto de 1939, dejó perplejos a todos los estadistas del Sureste europeo y aun más en los días siguientes, cuando se efectuó "la cuarta partición de Polonia". Había entonces indicios más que suficientes de las inevitables revisiones en cadena que afectarían el área balcánica.

La siguiente primavera con la ofensiva alemana en el Oeste y el derrumbe completo de Francia despertó el apetito de Mussolini, tan cauteloso al principio de la guerra, pero ahora dispuesto a sacrificar a unos millares de muertos para poder sentarse en la mesa donde se dictaría la paz. Al dirigirse, el 10 de junio de 1940, contra sus aliados de la Primera Guerra Mundial, el Duce inaugura una serie de desaciertos para la suerte de Italia.

Con su presencia en Albania, en calidad ya de beligerante, siendo Italia dueña del estrecho de Otranto, que controla la puerta del Adriático, es una amenaza permanente para Yugoslavia y Grecia.

Al capitular Francia, la Unión Soviética toma la iniciativa en el Este: en un ultimátum de 24 horas exige de Rumania, el 26 de junio, no sólo la entrega de Besarabia, sino también el Norte de Bucovina (con su capital Cernovice), que nunca formó parte del Imperio ruso[25].

Alemania no protesta, pero Rumania se da cuenta de su total aislamiento, ya que no puede esperar ayuda de sus aliados del Pacto Balcánico, demasiado débiles para una confrontación con las potencias del Pacto de Moscú. A Rumania no le queda otra salida, bajo aquellas circunstanicas, que buscar un acercamiento al Eje; apretada, además, por el revisionismo de Hungría, solicita el amparo y acude a la cita en Viena, el 30 de agosto de 1940, para someterse al arbitraje, pues dentro del "nuevo orden" tiene que revisar las cuentas con Hungría, que ya se apoyaba en el Eje. El fallo de Belvedere adjudica a Hungría una buena porción de Transilvania (46.000 km2), a la que ella había tenido que renunciar en el Tratado de Trianon.

Y si fuera poco con las dos embestidas a las adquisiciones provenientes de la Primera Guerra Mundial, aún Bulgaria hizo valer —casi simultaneamente— sus pretensiones territoriales, consiguiendo, en virtud del Arreglo de Craiova (septiembre de 1940), la devolución de la Dobrudja meridional (7.726 km2), que le fue arrebatada por el Tratado de Bucarest, el 10 de agosto de 1913, al terminar la Segunda Guerra Balcánica.

Dada la revisión de las fronteras rumanas por tres lados, la reacción popular afecta al mismo rey Carol II, quien se ve obligado renunciar en favor de su hijo, Miguel, y abandonar el país. El partido progermánico se siente favorecido por los acontecimientos y el país se entrega a la merced de Hitler, quien, interesado, en primer lugar, en los pozos de petróleo de Ploesti, no desperdiciará la ocasión y si cuidará de ofrecer seguridades contra las eventuales incursiones aeréas, con lo que se prepara ya la invasión alemana de los Balcanes.

La ingerencia de Hitler en Rumania provoca en Mussolini el deseo de emular a su contrincante y tomará la decisión irrevocable —sin dejarse influir por sus consejeros militares y aun sin previo aviso a su aliado— de librar la guerra por su cuenta contra Grecia. El mariscal Badoglio[26], en sus "Memorias", destaca también el papel que tuvo en estos planes el yerno de Mussolini: "El genio malo de esta empresa —dice Badoglio—, fue Ciano. Cònsideraba el sector Albania-Grecia como de su exclusiva competencia".

En una conversación entre Mussolini y von Ribbentrop, el 19 de septiembre de 1940, en Roma[27] —una de las más importantes y más reveladoras de los planes balcánicos del Eje—, el portavoz del Führer expuso la situación muy favorable, según su criterio, para las potencias del Eje, dando a entender que se puede contar con la próxima adhesión de España, interesada en Gibraltar y una zona en Argelia (Orón); declaró que el Führer consideraba la guerra ya ganada, cualquiera que pudiera ser el desarrollo futuro de los acontecimientos. Mussolini comparte la afirmación de Hitler.

De la reunión se desprende que Italia tenía en aquel momento más de medio millón de hombres bajo armas en la frontera de Yugoslavia y 200.000 en Albania. Según lo explicaba Mussolini, los griegos significarían para Italia lo que los noruegos para Alemania antes de la acción alemana en abril. y que seria necesario proceder a la liquidación de Grecia, pues cuando las tropas italianas hayan progresado en Egipto, la flota británica no podría quedarse en Alejandria y buscaria refugio en los puertos griegos.

En esta ocasión, von Ribbentrop explicó su plan de una alianza tripartita con el Japón, que pronto se realizaría: el Pacto Tripartito, que traerá tan funestas consecuencias en los Balcanes (especialmente en el caso de Yugoslavia). Según el punto de vista alemán, el Pacto tendría la ventaja de reforzar la corriente aislacionista contra la tesis intervencionista del presidente Roosevelt, y, por ende, habría que presentar el Pacto ante la opinión pública internacional como un bloque mundial contra la expansión del conflicto.

El ministro del Reich alemán declaró que Yugoslavia y Grecia pertenecían a la esfera de los intereses italianos, pues Alemania sólo se reservaría el derecho sobre una porción de Estiria, el distrito de Maribor, a lo que, efectivamente, se procedió después del desmembramiento de Yugoslavia (en abril de 1941). No obtante estas declaraciones alentadoras del mensajero de Hitler, los alemanes preferían proceder con precaución en los asuntos balcánicos. El embajador de Italia en Berlín, Dino Alfieri[28], en una carta de fecha 27 de agosto (1940), dirigida al conde Ciano, interpreta fielmente este punto: "Alemania no quiere, de momento, complicaciones en los Balcanes que puedan constituir una peligrosa extensión del conflicto".

Cuando Alemania, a solicitud de Bucarest, envió una misión militar a Rumania, a la cual, a princios de octubre, seguirá una división motorizada, la reacción de Mussolini ante el reciente éxito de Hitler, según relata Ciano en su "Diario", fue instantánea: "Esta vez voy a pagarle con la misma moneda. Se enterará por los periódicos de que he ocupado Grecia. Así se establecerá el equilibrio".

Del dicho al hecho de "ocupar Grecia" había, sin embargo, que cumplir con varios requisitos, pues, según el informe del mariscal Badoglio[29], bajo el supuesto que "Bulgaria entrara en guerra y mantuviese de seis a ocho divisiones griegas, eran necesarias 20 divisiones italianas para el ataque a Grecia. Además, era necesario acumular víveres y municiones, a causa de la poca potencialidad de los puer-tos de Valona y Durazzo".

Hay datos disponibles sobre la reunión con Mussolini, el 15 de octubre, en Roma, en la que tomaron parte Ciano, el gobernador civil de Albania, Jacomini, el gobernador militar, general Visconti-Prasca y los representantes de las tres fuerzas armadas. El protocolo[30] de la reunión y el mismo mariscal Badoglio, que estuvo presente, ofrecen una descripción de cómo se tomaron decisiones históricas bajo supuestos que carecían de fundamento, pues ninguno de ellos se cumplió (la ayuda de Bulgaria, la esperada revolución en Grecia, el entusiasmo de los albanses por la Lucha contra Grecia, la posibilidad del desembarque de tres divisiones en los puertos en el Mar Jónico para emprender la marcha triunfal sobre Atenas, etc.).

Pocos días después, el 28 de octubre de 1940, se inició la campaña contra Grecia, ya avanzado el otoño, la temida temporada de lluvias torrenciales[31].

Hitler, que tenía días anteriores conversaciones con Franco —muy desilusionantes, según los apuntes redactados por su intérprete— y con el mariscal Petain, se vio completamente sorprendido, aunque su embajador en Roma le había avisado que se preparara la invasión de Grecia. Pensaba disuadir al Duce, proponiéndole una entrevista, pero al llegar a la cita, el mismo día 28, se encontró con el hecho consumado, ya que las tropas italianas en la madrugada habían atravesado la frontera meridional a la conquista del Epiro[32].

La invasión en aquel momento fue un pésimo servicio a la propaganda alemana, que maniobraba con el Pacto tripartito en vísperas de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, donde Roosevelt postulaba su reelección en la primera semana de noviembre; ahora, con la extensión del conflicto, la propaganda se contradecía. En la conversación Hitler - Mussolini[33], en Florencia, lo más característico es el silencio casi completo en cuanto al tema Grecia.

La resistencia griega despertó fuera de la orbita del Eje gran entusiasmo —quizá más que en el caso de Finlandia—, pero sobre todo en Servia, antigua aliada de Grecia en las tres últimas guerras. Sin la resonancia de la heroica lucha contra el invasor del pequeño país, que se consideraba el miembro más débil del Pacto balcánico, no es comprensible la reacción entre los servios contra el Pacto tripartito, que se producirá escasos seis meses después, en vísperas de la adhesión de Yugoslavia al Pacto, el 25 de marzo de 1941, seguida por el golpe de Estado, el 27, que provocó la expedición punitiva contra Yugoslavia con todas sus consecuencias hasta la fecha.

A fines del año, el ejército griego había avanzado por todos los lados en Albania; por el Sur, se acercaba a Valona, el puerto de suma importancia estratégica.

***

En el invierno de 1941, Europa vivía en la expectativa de lo que Hitler emprenderia en la próxima primavera. Alemania tenía estacionadas sus tropas en Rumania y, dado que la guerra ítalo-griega en Albania se agravaba, la política exterior alemana buscaba una salida por medio de negociaciones, las que, si no resultaran satisfactorias, abrirían el camino a las armas. Había peligro para el Eje de que los ingleses desembarcaran en Grecia y/o intervinieran en el Bósforo. En ambos casos, Bulgaria era una pieza importante en los cálculos de la política alemana frente a Grecia y Turquía.

En sus apuntes, von Ribbentrop[34] revela que el 17 de enero de 1941 el embajador soviético en Berlín, Dekanosov, declaró oficialmente en el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán que la Unión Soviética consideraba como un deber suyo cuidar que en el territorio de Bulgaria no aparecieran fuerzas armadas extrañas al país, pues tal cosa seria considerada como un atentado centra los interesa de la Unión Soviética.

Después de largas conversaciones preliminares, Bulgaria decidió adherirse a] Pacto tripartito, el 10 de marzo de 1941. Cuando el día siguiente, las tropas alemanas entraron en Bulgaria, a causa de la cuestión griega, Molotov hizo saber a los alemanes que "habían dado un paso deplorable", paso que implicaba una "lesión" de la seguridad de la Unión Soviética y que el Gobierno alemán no podia contar con el apoyo de la U.R.S.S. en sus manejos en Bulgaria.

Ahora llega el turno a Yugoslavia, que puede considerarse la pieza clave en cuanto a la guerra y su impacto perdurable en los Balcanes.

Antes de que Bulgaria firmara el Pacto, el primer ministro de Yugoslavia, Dragiša Cvetković, fue invitado a Alemania para entrevistarse con Hitler[35], el 14 de febrero de 1941; con tal ocasión el Führer había pedido a Yugoslavia mantener-se neutral en el caso de avanzar Alemania a través de Bulgaria, pues su política exterior procuraba obtener la seguridad de la neutralidad yugoslava por el tiempo que dure la guerra.

Después de este encuentro empieza una campaña sistemática, por la prensa y radio, de inspiración inglesa y/o anglófila, con la evidente finalidad de provocar una reacción contra la política del Gobierno yugoslavo. El famoso publicista inglés, Wickham Steed, especializado en asuntos balcánicos, en un artículo[36], que circulaba clandestinamente en Belgrado, titulado "La guerra puede entrar pronto en su etapa decisiva", destaca que "entretanto, el asunto de la politica yugoslava ha pasarlo a ser no menos importante que el de la conducta de Bulgaria. Las miras de Hitler son de aislar Yugoslavia si no logra sobornar o intimidar al Gobierno yugoslavo para que le conceda libre tránsito de tropas alemanas que podrían ser enviadas a ayudar a Mussolini contra Grecia. La suerte de Yugoslavia está comprometida. ¿Seguirá ella el valoroso ejemplo de los griegos o arriesgará toda la defensa de su independencia y de su libertad o llegará a un arreglo con Alemania, comprometiendo su existencia como Estado independiente y unido?"

"Si el pueblo yugoslavo, especialmente el servio, pudiese contestar estas preguntas, creo saber cual sería su respuesta".

"Resistiría la presión, las amenazas y el soborno alemanes hasta el último. Lo que el Gobierno y el Ejército yugoslavos tienen la intención de hacer es algo que no pretendo conocer".

***

Mientras tanto, la situación italiana en Libia tampoco registra sucesos bajo el mando del mariscal Graziani; no tardará mucho y tendrá que retroceder ante el empuje de las tropas británicas, reforzadas por las divisiones de Australia, Nueva Zelanda, e India. La ofensiva del general Wavell alcanza Benghasi, consiguiendo un gran número de prisioneros y considerable cantidad de armas y pertrechos. Sin embargo, tiene que renunciar al avance a lo largo del Golfo de Sirta, debido a la intromisión de los politicos, que dejan en suspenso y debilitan el escenario en Africa, y buscan organizar la resistencia al Eje en los Balcanes, ofreciendo promesas de ayuda a Grecia, y, en lo posible, en combinación con Turquía y Yugoslavia[37].

El ministro de Asuntos Exteriores, Mr. Eden, por encargo del primer ministro Churchill, entabla negociaciones en Atenas y Ankara; a las primeras acuden también los representantes del Estado Mayor de Yugoslavia, el 8 y el 9 de marzo[38]. En aquel momenta estaba Yugoslavia ya bajo la presión ineludible para que firmara el Pacto, al cual ya se había adherido Bulgaria, dejando el camino libre a las divisiones alemanas. Turquía y Yugoslavia esquivan tomar compromisos que las conducirían declararse abiertamente hostiles a las potencias del Eje, pero consideran el caso de defenderse, si fueran atacadas sin provocar ellas mismas la guerra.

Grecia, por su parte, está dispuesta a recibir ayuda de Gran Bretaña, pero bajo la condición de que la ayuda fuera eficaz, pues de otra manera sería contraproducente y. redundaría en graves pérdidas para Gran Bretaña, sin haber servido de provecho a Grecia en su lucha de resistencia. En virtud del acuerdo logrado, se esperaba el pronto desembarque de las tropas británicas en Grecia, aunque los militares tenían dudas en cuanto al éxito de la participación británica[39], pues quedaba pendiente la incógnita respecto a la actitud de Yugoslavia y la suerte que la esperaba.

Alemania, mientras tanto, estaba interesada en conseguir un éxito diplomático, atrayendo a Yugoslavia al Pacto antes de que emprendiera sus proyectadas campañas de primavera. Simultáneamente, Gran Bretaña recurría a la guerra sicológica, divulgando noticias alarmantes, a través de la BBC de Londres, con el propósito de crear una oposición al Gobierno yugoslavo, cuya política se justificaba en aquellas circunstancias en el sentido de evitar un mal mayor, esto es, la guerra y los sufrimientos, sin especular con el resultado final, siempre incierto y muchas veces cargado de sospresas catastróficas.

El gran interés que tenía Mr. Churchill en no perder de sus manos a Yugoslavia, lo revela su telegrama el 22 de marzo, al primer ministro yugoslavo, en visperas de la firma del Pacto, expresándole la opinión que "la derrota total y definitiva de Hitler y Mussolini es segura. Ningún hombre prudente y de visión puede dudar de esto en vista de los propósitos declarados de las democracias norteamericana y británica" [40].

Unos días antes, la prensa internacional daba a conocer que el embajador de Yugoslavia en Washington[41] había visitado tres veces en una semana al Departamento de Estado. Este hecho, que quizá no haya sido debidamente ponderado, hay que relacionarlo con el ulterior desarrollo de los eventos, pues las noticias provenientes de aquella fuente aseguraban que la intervención norteamericana en favor de Gran Bretaña sería incuestionable y, por lo tanto, la única salida para Yugoslavia —"creación versallesca", que se exponía a una revisión drástica dentro del "nuevo orden"—, para conservar su integridad de Estado plurinacional, consistiría en no apartarse de los aliados, no obstante los sacrificios que habría que tomar en cálculo, incluso el riesgo de una guerra.

El dilema de Yugoslavia en aquel entonces era: ceder a las combinadas exigencias del Eje; compartir la suerte de Rumania y Bulgaria, consideradas por Gran Bretaña ya corno países adversarios, lo que, en esencia, equivaldría a una ocupación pacífica, o prestar resistencia a Alemania, con pocas probabilidades de evitar una pronta ocupación bélica. El golpe de Estado, el 27 de marzo de 1941, optó para la segunda alternativa, provocando la guerra y el desmebramiento del país.

La descripción que ofrece Mr. Churchill del pronunciamiento militar, que abolió la Regencia y proclamó ai joven rey, Pedro II, mayor de edad, corresponde tan sólo aproximadamente a los hechos y no revela toda la participación británica en ellos: "El plan había sido, según él [42], realizado y ejecutado por un circulo estrecho de oficiales nacionalistas servios que se habían identificado con el verdadero sentir del pueblo". Se entiende, desde luego, que se refiere al "pueblo servio", pues el derrocado gobierno de coalición —con una base bastante sólida en las regiones fuera de Servia—, que adhirió al Pacto tripartito, representaba a la mayoría de los ciudadanos, deseosos de evitar en aquel momento cualquier aventura bélica.

Un testigo ocular, el profesor inglés Cecil Parrott, preceptor del rey adolescente, Pedro II, en sus memorias (The Tightrope), opina al respecto: "There would certainly have been no coup d'etat if the British had not planned it". Mr. Parrott pone de relieve, además, los motivos y los propósitos de los conspiradores servios: "The conspirators were for the most part irresponsible Serb officers, who had little sympathy for the Croats and Slovenes, and whose obect, apart from personal ambitión, was conduct a policy which was exclusively in the Serb interest". Citado en el artículo "Hrvatsko dozrijevanje" (Maduración croata), publicado en el periódico semanal croata. "Danica" (The Morning Star), Chicago, USA, Año LV, N° 36, 8 de septiembre de 1976.

Después del golpe de Estado estallaron en Belgrado demostraciones antialemanas. "El ministro alemán —dice Mr. Churchill—, fue insultado públicamente y la multitud escupió su automóvil". Según él, "la hazaña militar habia levantado una ola de vitalidad nacional", pero se olvida siquiera aludir a un hecho relevante, cuya exactitud fue luego comprobada, que fueron los comunistas, además del clero servio-ortodoxo, que engrosaron las filas en los disturbios de Belgrado; eran comunistas los principales agentes provocadores, para quienes sólo la guerra, el caos, la destrucción del aparato estatal y la eliminación de sus contrincantes indeseables puede ofrecer la oportunidad de implantar su régimen sobre las ruinas de una permanente guerra civil, siguiendo fielmente las enseñanzas de su gran maestro y apóstol: Lenin.

A Mr. Eden que había llegado a Malta, envió Mr. Churchill[43] instrucciones para que cambiara sus planes, al 27 de marzo: "En vista del golpe de Estado en Servia. ahora sin duda, es el momento de atraer a Turquía y formar un frente unido en los Balcanes..."

Se decidió que Mr. Eden fuera a Atenas y que el general Bill fuese a Belgrado. "Era fácil ver —lo concede el mismo Mr. Churchill— que la situación de Yugoslavia era desesperada, a menos que todas las potencias interesadas presentaran inmediatamente un frente común". "Había afín —dice—, para Yugoslavia la probabilidad de descargar un golpe mortal sobre la desnuda retaguardia de los desorganizados ejércitos italianos en Albania".

Ahora sabemos que el mismo Hitler, habiendo decidido liquidar a Yugoslavia, que estropeó sus planes balcánicos, avistó el peligro del frente albanés y en un mensaje a Mussolini [44], le encomendó: "Considero necesario que usted proteja y cubre los pasos más importantes, desde Yugoslavia a Albania, con todas las fuerzas disponibles. Estas medidas no son para un largo lapso; sólo son medidas auxiliares ten-dientes a evitar, por lo menos durante dós o tres semanas, que surja una crisis".

Estaba a la vista la "guerra relámpago" alemana contra Yugoslavia y Grecia, que estallará el domingo, 6 de abril (de 1941), que terminó con Grecia en tres semanas, mientras Yugoslavia capituló en 10 dias (el 17), sin haber librado siquiera una batalla, provocando esta campaña, tan corta y pobre de eventos, una verdadera decepción en el campo aliado.

***

¿Cómo se explica el fracaso de un país que disponía de 30 divisiones [45] y cuyo presupuesto de las fuerzas militares absorbía durante más de 20 años del 25 al 30% del presupuesto nacional?

En la interpretación que dará la historiografía yugoslava, inspirada en la enseñanza marxista-leninista, es el derrumbe de un sistema corrupto y burgués que no estaba en condiciones de resolver los problemas de la unión de los pueblos, dentro de un Estado plurinacional.

Yugoslavia, o el Estado de los servios, croatas y eslovenos, surgió de la unión de Servia y Montenegro con las regiones habitadas por los eslavos del sur y otras minorias nacionales que formaban parte, hasta 1918, de Austria-Hungría. La Constitución del flamante Estado, votada en la Asamblea Constituyente por simple mayoría, el 28 de junio de 1921, introdujo el centralismo, lo que sancionó la preponderancia de los servios, que representan sólo el 40%, sobre otras nacionalidades. Los croatas, que gozaban antes de una autonomía (asuntos de administración interior, justicia y enseñanza; tenían, además, un ejército territorial, con el mando en su propia lengua) se vieron postergados en el nuevo estado; se abstuvieron casi todo el tiempo entre las dos guerras de acudir al Parlamento de Belgrado, exigiendo la autonomía dentro de una eventual organización federal.

Un observador perspicaz de las relaciones internacionales balcánicas (ex ministro plenipotenciario en Sofía) e historiador francés, René Ristelhueber (Historia de los paises balcánicos, Ediciones Castilla S. A., Madrid, 1962, págs. 316 s.s.), interpreta acertadamente la tensa situación que se creó en el Sureste europeo a raiz de la Primera Guerra Mundial: "Los servios no ocultaban su intención de trasformar el conjunto de territorios reunidos en una gran ciudad, cuyo centro nervioso sería Belgrado. Para ellos Yugoslavia era una Servia grande centralizada. Los croatas, en cambio, deseaban la constitución de un Estado federal en el que cada parte gozaría de completa autonomía. La oposición de puntos de vista era completa y no podía conducir más que a un conflicto". — "Los delegados de Croacia pretendían negociar su unión a Servia en términos de igualdad. Pero Belgrado no estaba dispuesta a ello. Como era de prever, los grupos de población repartidos entre cinco soberanías diferentes —Servia, Montenegro, Austria, Hungría y Turquía—, se daban cuenta de las serias diferencias de nivel cultural, aspiraciones e intereses, que les separaban. Los recién llegados se quejaban de ser oprimidos por el excesivo centralismo y la burocracia de Belgrado «Los puestos para los servios —decían y los impuestos para nosotros». Efectivamente, como poseían más recursos que ellos, la nueva población tenía que soportar más impuestos. Estimaban que los fondos recogidos en las nuevas provincias se utilizaban especialmente para mejorar el estado relativamente atrasado de Servia, empeorado por las devastaciones de la guerra, para dotarla de carreteras y ferrocarriles; en una palabra, para ponerla al nivel de regiones cuya economía hasta entonces próspera, se hallaba descuidada. Sus voces se levantaban con tanta más autoridad, cuanto estaban sólidamente agrupados alrededor de Radić, jefe del Partido Campesino (croata), quien a causa de sus actividades, fue encarcelado por dos veces". Una vez en libertad, Radić emprendió una gira por Francia e Inglaterra, estableciendo contacto con estadistas occidentales, quienes le aconsejaron que volviera a Croacia para luchar dentro del Parlamento del Reino de los servios, croatas y eslovenos en defensa de los intereses de su Patria. Su buena disposición de contribuir a la pacificación y la consolidación del nuevo Estado pagó Radić con la vida, pues un diputado servio, perteneciente a la mayoría gubernamental, mató a tiros en plena sesión de la Asamblea nacional (Narodna Skupština), el 20 de junio de 1928, a dos diputados croatas e hirió martalmente a Radić.

Las tensiones entre Croacia y Servia, registradas por el eminente diplomático francés, perduran en la actualidad no obstante haber el régimen comunista adoptado una constitución federal (seis repúblicas nacionales y dos regiones autónomas. Mas la supervigilancia de la economía desde Belgrado, a través del sistema bancario (especialmente la política de divisas y la distribución de las inversiones del capital foráneo) equivale a una explotación sistemática de las regiones periféricas en favor de Servia.

La crisis del parlametarismo desembocó en la dictadura del rey Alejandro, en 1929, quien fue asesinado en Marsella, el 9 de octubre de 1934, por un nacionalista macedonio. Los comunistas, que fueron admitidos, por primera y última vez, en las elecciones parlamentarias (para la Asamblea Constitucional, se aprovecharon para imponer su criterio en cuanto a la organización federal del nuevo estado, obteniendo, en 1920. 200.000 votos y 58 diputados, esto es, el 16% del total de los vetos emitidos [46]. Ofreciendo el cebo federal, los comunistas consiguieron atraer a los macedonios y montenegrinos (que no tenían admitidas las listas federales) y alcanzaron el 36 y el 40% de los votos respectivos, mientras en las regiones croatas los comunistas estaban con le respaldo de sólo el 6,5% del electorado (el Partido republicano campesino obtuvo siempre la mayoría absoluta en Croacia) y en en Bosnia y Herzegovina, donde hay una mayoría croata entre los elementos musulmanes y católicos, que forman juntos la mayoría absoluta, los comunistas registraron el menor éxito en Yugoslavia. con un 5% de la totalidad de los votos emitidos. Hay que fijarse en estos hechos, pues serán los comunistas que penetrarán en estas regiones croatas durante la guerra para imponer su régimen en duras luchas; tanto los croatas católicos como los musulmanes, en defensa de su libertad e independencia, se mostraron siempre reacios a los comunistas y siguen actualmente prestándoles la máxima resistencia entre todas las regiones.

Debido a las tensiones en el Centro de Europa y el peligro de que el revisionismo de los tratados internacionales podría traer consecuencias catastróficas para la integridad del país, la regencia, encabezada por el príncipe Pablo de Yugoslavia, primo del asesinado rey Alejandro, hizo unos esfuerzos para atraer a los croatas, concediéndoles el Estatuto de una autonomía, bastante modesta, el 26 de agosto de 1939, a una escasa semana antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. El anterior gobierno del Dr. Stojadinović, quien fue destituido el 4 de febrero de 1939, confiaba en que después de Munich (sept. 1938) no habría cambios en Europa y, apoyándose en el Eje, no procedió oportunamente para arreglar los asuntos internos. Tal contemporización favorecía a los extremos, que no se dieron por satisfechos con el arreglo tardío de la cuestión croata y, al estallar la campaña en los Balcanes, se apresuraron para tomar la iniciativa y proclamar la independencia croata[47], lo que, por cierto, fue siempre el ideal de la nación, pero en aquellas circunstancias excepcionales traía consigo el riesgo de quedarse a la postre en el bando de los vencidos. Esta es la tragedia de la nación croata, dentro de la tragedia de la guerra de por sí, que aprovecharon los comunistas, que contaban, según propias declaraciones dadas después, con sólo 12.000 miembros al estallar la guerra (más 30.000 jóvenes; en su mayoría alumnos de la enseñanza media). Los comunistas tenían las recetas del Frente Popular en su programa de acción; entre ellos, había un grupo de combatientes en la Guerra civil española, que fueron repatriados, desde Francia, bajo el patrocinio de las embajadas soviéticas. a varias regiones de Yugoslavia. Estos agentes comunistas serán los principales conductores de las guerrillas bajo el disfraz de Movimiento de Liberación Nacional.

Los primeros núcleos de resistencia se registraron en otoño de 1941 en Servia y son dirigidos principalmente a provocar actos de sabotaje contra las lineas de comunicaciones hacia Salónica (Ferrocarril Belgrado-Niš-Skopie).

Cuando los alemanes, en una acción de limpieza, presionaron con energía contra los insurgentes, los guerrilleros servios, chetniks, bajo el mando del coronel Draža Mihajlović, se abrieran el camino por un terreno montañoso hacia el Novi Pazar y Montenegro, mientras los partisanos, esto es, los partidarios del comunista Tito, penetraron en Bosnia (pero ellos también tenían ya núcleos en Montenegro. donde se habían apoderado de unos depósitos de armas). De tal manera los dos grupos trasladaron su campo de acción al territorio croata, provocando una verdadera guerra civil, dado el conflicto de divergentes intereses que estaban metidos en el juego.

Los chetniks de Mihajlović representaban la idea de la Gran Servia: propugna-ban la organización —yugoslava de nombre, pero de hecho servia—, para asumir el. poder del país después de la victoria de los aliados. Aprovechándose de la circunstancia de que los croatas se encontraban al lado de las potencias del Eje, podrían los servios someterlos a sus planes hegemonísticos de un modo aun más vigoroso que en la época entre las dos guerras.

El general Simović, que había dado el golpe de Estado. provocando con ello la liquidación de Yugoslavia, ahora presidente del Gobierno yugoslavo en exilio, en Londres, había sido, al principio, partidario de un arreglo entre los grupos de insurgentes de Mihajlović y los partizanos de Tito, pero en eso no tuvo éxito, debido a la oposición de los ministros servios; ellos querían sacar el máximo provecho político y nacional-servio, respaldando exclusivamente al grupo de Mihajlović, quien por aquel entonces gozaba de gran prestigio entre los aliados. La consecuencia de estos conflictos fue la formación de un nuevo gobierno yugoslavo en Londres, del cual formaba parte Mihajlović, ahora ascendido a general de brigada, en su calidad de ministro de Guerra. La finalidad de este nombramiento fue no sólo darle a Mihajlović más autoridad, como representante del rey y del gobierno en los territorios ocupados, sino también asegurarse, para el caso de la próxima victoria de los aliados, la continuación del régimen prebélico y afianzar aún más la preponderancia servia sobre todo el territorio de Yugoslavia.

Durante el año 1942, la principal tarea de Mihajlović fue concentrar y organizar las fuerzas para el caso de una invasión aliada en los Balcanes, evitando conflicto con las fuerzas de ocupación; mas, a rio revuelto y siguiendo la línea de menor resistencia, llevó a cabo, apoyado en el suministro de armas por los italianos, despiadada campaña de exterminio de elementos croatas en Bosnia (musulmanes y católicos).

Los partisanos de Tito por su parte, fieles a las instrucciones del Partido comunista y de acuerdo con la política del Frente Popular —aplicada desde 1935 en España y otros países—, con su táctica de guerrillas. tomaban la iniciativa para una lucha sin cesar, no obstante los sacrificios y las represalias a las que se exponía la población civil.

Esta diferencia entre el concepto de la guerrilla más las maquinaciones subrepticias habían creado aun mayor abismo entre Ios dos grupos de guerrilleros, los chetniks y los partisanos, en vista de los planes divergentes que cada grupo, por su parte, forjaba para el futuro.

Que los ingleses se daban perfectamente cuenta de la situación creada por los procedimientos de Mihajlović, lo revela uno de los documentos[48], que no figura entre los publicados en las memorias de Mr. Churchill (La Segunda Guerra Mundial) y que es muy significativo, en consideración de la politica que el premier británico aplicó después, ayudando a los comunistas para instalarse y afianzarse en toda Yugoslavia.

En una nota de fecha 29 de marzo de 1943, enviada por Mr. Churchill al presidente del Gobierno yugoslavo, profesor Slobodan Jovanović, de cuyo contenido, bastante extenso, se citan a continuación algunos acápites, se dice:

"Tengo el honor de informar a usted que el Gobierno de S. M. se siente seriamente inquieto a causa de los recientes desarrollos de los asuntos yugoslavos, y cada vez está más preocupado por el futuro, si no se toman las medidas convenientes..."

"Los informes que el Gobierno de S. M. ha recibido de su oficial de enlace ante el general Mihajlović, como también de otras frentes, no dejan lugar a duda de que allí no existe la mínima unión entre los diversos elementos de resistencia y que las fuerzas del general Mihajlović, con sus chetniks por un lado, y otras unidades de resistencia por el otro, se encuentran realmente en una guerra civil, y que el mismo general Mihajlović está directa o indirectamente comprometido con los ejércitos italianos en su lucha. Estos informes fueron confirmados por el mismo general Mihajlović en su discurso que pronunció en un mitin que tuvo lugar en un pueblo el 28 de febrero (de 1943) y sobre el cual informó el coronel Bailey, quien asistió al acto".

"El general Mihajlović dijo en su discurso que los servios habían quedado completamente sin amigos; que los ingleses por conveniencia de sus propios intereses estratégicos los empujan a efectuar operaciones sin la menor intención de ayudarlos ni- ahora ni en el futuro... y que los ingleses están luchando al presente en Yugoslavia hasta la extinción del último servio..." "Que está muy lejos (de ser cierto) de que el rey y el Gobierno de Yugoslavia fueran huéspedes de los ingleses, ya que ellos son de hecho unos prisioneros, siendo olvidados y confinados..." "...Que la BBC (emisora inglesa) con irritante cinismo ha interrumpido su apoyo a la sacrosanta causa de los servios..."; que la codicia aliada ha sido satisfecha por el engaño con la anticipada e hipócrita y antiyugoslava actuación de los partisanos, pero que los aliados han de saber que, aunque hagan lo que hagan y amenacen cuanto quieran, no podrán disuadir a los servios de su solemne y sagrada obligación de liquidar a los partisanos" "Que los aliados no podrán hacer nada para que cambie su actitud para con ellos; que sus enemigos son los partisanos, los ustashi, los musulmanes y los croatas; que cuando liquidemos a éstos, nos dirigiremos contra los italianos y los alemanes..."

"El Gobierno de S. M. —destaca Mr. Churchill en su nota—, no podrá nuca justificar ante el público británico o ante sus aliados una futura ayuda al movimiento cuyo jefe no teme manifestar en público que sus enemigos son sus aliados (no importa si lo son temporal o establemente) y que sus enemigos no son los alemanes y los italianos, invasores de su tierra, sino los conciudadanos yugoslavos y, entre ellos, en primer lugar, hombres que en estos momentos están luchando y están dando sus vidas para liberar a su tierra del yugo de los extranjeros".

La nota termina con la advertencia de la posibilidad de que se suspenda el apoyo a Mihajlović, ministro de Guerra del Gobierno en exilio.

"Usted comprenderá, estoy seguro, que si el general Mihajlović no estuviera dispuesto a cambiar su política, tanto en lo que se refiere al enemigo italiano como a sus conciudadanos yugoslavos, para el Gobierno de S. M. será necesario en absoluto revisar su actual política de ayuda al general Mihajlović, sin suspender, por supuesto, la ayuda a los otros movimientos beligerantes yugoslavos".

En vista que las operaciones de los aliados en el Mediterráneo entreban en una fase en que podía considerarse inminente una ofensiva de mayor envergadura, el Comando supremo británico en el Cercano Oriente tenía gran interés en que se estableciera una estrecha cooperación con todas las fuerzas de la resistencia y, por ende, tomó la decisión de apartar a Mihajlović hacia el territorio de Servia. Sin embargo, Mihajlović, en un informe enviado al Gobierno en exilio, de junio de 1943, protesta contra las disposiciones que tendría que limitar su acción al área entre Belgrado y Skopie, pues esto, para él, significaba abandonar "el resto del territorio a los comunistas, bajo el mando del delincuente Josip Broz Tito".

El descontento de los ingleses con los torpes manejos de Mihajlović tuvo también repercusiones en el Gobierno yugoslavo en Londres. Para salvar a Mihajlović, en lo que insistian los ministros servios, había forzosamente que revisar el programa político, abandonando la política que caracterizaba a Yugoslavia entre las des guerras, es decir, el rígido centralismo de Belgrado. Una declaración en tal sentido, prometiendo un amplio federalismo en la estructuración nacional después de la guerra, no tuvo éxito. Se formó otro gobierno que tampoco se adaptó semejantes propuestas, dimitiendo después de dos semanas. Así se formó el gobierno de funcionarios, presidido por el Dr. Purić, diplomático, en el que Mihajlović siguió ocupando el cargo de ministro de Guerra.

Los últeriores acontecimientos en los Balcanes se encuentran apuntados en las memorias de Mr. Churchill.

Ya en mayo de 1943, la ayuda británica tomo otro rumbo, cuando fue enviada una misión al cuartel del comunista Tito, de quien se sabía que no fuera solamente enemigo de los alemanes, sino también que ostentaba enemistad para la monarquía servia, y Mihajlović.

***

La repentina caída de Mussolini, después de más de 20 años de régimen autoritario (octubre 1922 - julio 1943), siendo reemplazado por el mariscal Eadogiio, había ya provocado serios trastornos en las guarniciones italianas en los Balcanes [49]. Mas, fue gracias a la siguiente capitulación de Badoglio, a los 45 días de vacilaciones, que dio un decisivo impulso a las guerrillas en el occidental escenario balcánico[50].

Fueron los partisanos de Tito, en primer lugar, los beneficiarios del colapso de las fuerzas armadas de Italia, consiguiendo en Montenegro. Albania, Novi Pazar y en algunas partes de Croacia (Bosnia-Herzegovina. Dalmacia) considerables cantidades de armas y pertrechos para equipar a los reclutados partidarios y afianzar su poder aún escaso en aquel entonces.

Por cierto, también el ejército de Croacia, desprendiéndose de la tutela italiana, consiguió apoderarse de una buena parte del armamento italiano y estuvo en condiciones de oponerse con éxito a los crecientes empujes de los partisanos de Tito y de los chetniks de Mihajlović.

Tito logró. además, incorporar en sus filas un número bastante elevado de prisioneros italianos, formando, al ejemplo de las Brigadas internacionales en la Guerra civil española, un destacamento "Garibaldi", que tomó parte en la lucha y registró sensibles bajas[51].

La resistencia de Croacia, debido al hueco que se produjo por deserción italiana, adquiere mayor importancia y no extraña que irá recibiendo apoyo de Alemania para organizar sus tropas motorizadas, de las que antes disponia en muy escasa medida. Croacia luchará en defensa de su libertad e independencia, al lado de las tropas alemanas que ahora se ven obligadas a defender incluso el sector occidental de los Balcanes, desde Creta a Trieste[52].

***

En la reunión de los tres grandes (Roosevelt, Stalin, Churchill) en Teheran, el 1' de diciembre de 1943, fu decidido que en interés de las relaciones interaliadas, la ayuda para la campaña de guerrillas se otorgaría exclusivamente al Ejército del Movimiento Nacional, esto es, al Frente Popular de Tito.

De regreso de Teheran. Mr. Churchill paró en El Cairo, donde tuvo una entrevista con el rey Pedro II y el Dr. Purić, presidente del gobierno yugoslavo. Con tal ocasión solicitó que el general Mihajlović fuera alejado del gobierno, pues, como lo ha registrado en sus memorias, la única esperanza para el regreso al país, la que queda al rey, es que, por mediación británica y sin demora, consiguiera un arreglo con Tito, aunque fuera provisional, y eso antes de que los partisanos afiancen aún más su poder en el territorio liberado.

Unos cuantos meses después, el gobierno presidido por el Dr. Subašić (ex bano-gobernador de Croacia), tuvo el encargo de poner en práctica esas sugerencias británicas.

Mr. Churchill mismo estableció contacto con Tito, por correspondencia y enviando a su hijo Randolf al cuartel de Tito[53].

La correspondencia Churchill-Tito pertenece a la antología del "gran engaño". Como un botón de muestra, unos acápites de la carta que recibió Mr. Churchill [54] el 3 de febrero de 1944, la que ilustra el método de obrar en la política del Frente Popular, manejado por los comunistas:

"En la actualidad todos nuestros esfuerzos —dice Tito— tienden en una dirección que es:

1) Congregar todos los elementos patrióticos y honrados, a fin de hacer la lucha contra el invasor más eficaz posible;

2) crear la unión y la fraternidad de las naciones yugoslavas, que no existía antes de la guerra, y cuya falta causó la catástrofe del país;

3) crear condiciones para establecer un Estado en que todas las naciones de Yugoslavia se sientan dichosas y que sea una Yugoslavia verdaderamente democrática, una Yugoslavia federal".

Mr. Churchill confirma la carta; está de acuerdo con el programa de Tito y "sin duda —dice— tendrá usted el apoyo del Gobierno de S. M. en todo esto".

Después de 30 años tenemos una visión más clara[55] de la manera como se desenvolvió el Movimiento de Liberación Nacional bajo el cual se disfrazaba —y sigue disfrazándose— el Frente Popular; no sólo en Yugoslavia sino en todos los paises balcánicos, con excepción de Grecia, salvada por intervención milagrosa de los "comandos" británicos y gracias a la ayuda abundante de Estados Unidos, si bien Grecia tuvo que aguantar una larga guerra civil, que terminó recién en 1949.

Con pocas variantes las divergencias entre los dos principales grupos de resistencia en Grecia eran la réplica de los acontecimientos en Yugoslavia, manejados por Tito y Mihajlović, respectivamente. Según lo expone René Ristelhueber, o. c., pág. 361, "bajo el nombre de Frente Nacional de Liberación (E. A. M.), se habían reunido los elementos de izquierda anteriormente opuestos a la dictadura de Metaxas, que no manifestaron un verdadero espíritu de resistencia hasta la entrada de Rusia en guerra. En el orden militar, estaban representados por un ejército de frente popular( E. L. A. S.), en el que las tendencias comunistas pronto no ofrecieron ya duda. Después de algún tiempo. por reacción se formaron otros grupos, llamados E. D. E. S. (Ejército Helénico Democrático), que se componía de elementos partidarios de la monarquía, a los que se unieron miembros del ejército regular, bajo el mando del general Zervas" — "Al igual que el gobierno yugoslavo, la existencia del gobierno griego estuvo llena de vicisitudes, incluso en el exilio". Estas Organizaciones continuaron a combatirse en una sangrienta guerra civil, hasta 1949.

Al llegar al poder, los comunistas yugoslavos, y otros, bien pronto eliminaron a los indeseables colaboradores, los compañeros de ruta, quedándose dueños absolutos de todas las regiones de Yugoslavia, no obstante haber conservado las apariencias de un Estado federal socialista. En virtud de las disposiciones de Yalta, los comunistas yugoslavos consiguieron que los británicos les entregaran no sólo la totalidad de los prisioneros, en formaciones completas del ejército de Croacia, que se habían retirado al finalizar la guerra en el territorio de Austria, sino también a la población civil croata que quería evitar las represalias de los comunistas, en su mayoría servios. Las investigaciones sobre la suerte de las tropas regulares y los civiles croatas, revelaron una de las más grandes masacres, perpetrada en Bleiburg y otros lugares de Austria y en "la marcha de muerte" desde la frontera austríaca hasta los límites con Rumania. Según cálculos muy prudentes, la cifra total de victimas croatas del perpetrado genocidio sólo en esta acción vengativa sobrepasa la cifra de 150.000 almas[56].

***

En cuanto al federalismo, que tenía un papel tan importante en el programa del Frente Popular, habría que destacar que las "repúblicas populares" y "socialistas" tienen una forma de gobierno unitario con cierta descentralización o cesión de competencias limitadas a las "repúblicas nacionales", pero incluso esta descentralización está modificada por el hecho que el Partido comunista —bajo cuyo control rígido está el gobierno— se encuentra completamente centralizado.

Según las constituciones de los estados comunistas plurinacionales. que fueron redactadas de acuerdo con el modelo de la constitución soviética de 1936, en todos los países que cayeron en la órbita soviética, "las repúblicas" tienen hasta el derecho de separarse.

Así, por ejemplo, la Constitución yugoslava del 31 de enero de 1946 (las modificaciones posteriores no cambian en este punto lo esencial), dice lo siguiente: "La República Federativa Popular es un Estado federal de forma republicana, una comunidad de pueblos iguales en derecho que, en virtud del derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos, incluyendo el derecho de secesión, han expresado la voluntad de vivir unidos en un Estado Federal" [57]. Sin embargo, cualquier persona que se atreviera a obrar en favor de la secesión del régimen totalitario, se convertiría en culpable de "actividad contrarrevolucionaria", pues, según el art. 43 de la Constitución yugoslava, "...se considera ilegal y sujeta a pena la utilización de los derechos cívicos para cambiar y violar el orden constitucional con un fin antidemocrático" [58].

Los gobiernos centrales, igual que los gobiernos de las "repúblicas nacionales" se ajustan a un régimen rígido, sujeto a la dictadura del Partido comunista.

El caso de Yugoslavia —incluso Albania—, por encontrarse en la parte occidental de los Balcanes, con su orientación hacia el Mediterráneo, no habiendo experimentado la incursión del ejército soviético —a diferencia de Bulgaria y Rumania—, es muy aleccionador en cuanto al éxito de la política del Frente Popular; podría caracterizarse de desquite por la derrota sufrida en España: "Ganaron los extremos", como dijo bien Salvador de Madariaga; mas, aquí se da el caso a la inversa: Tito versus Franco.

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Frente a la incógnita en cuanto al futuro, nos quedan los antecedentes de los Balcanes para reflexionar, y mientras tanto nos fijamos en las cuatro versiones del comunismo que se registran actualmente en el área balcánica:

1) el titoismo[59] que se enfrenta con el problema de la herencia del jefe carismático;

2) el comunismo albanés[60] de tipo chino (Enver Hoxha), que quizá haya perdido algo de su virulencia al entrar la China continental en las Naciones Unidas; mas, no obstante, presenta un desafío a la política de la Unión Soviética;

3) el comunismo ortodoxo, marxista-leninista-stalinista de Bulgaria[61], siempre lista al servicio de la "Madre Rusia", incluso en su reciente doctrina Breshnev, lo que, por cierto, incluye riesgo en el futuro para sus vecinos;

4) el comunismo rumano[62], con simpatía prochina, sospechoso a los ojos del poderoso vecino en Besarabia y el delta del Danubio, siempre alerto para dar la solución final al axioma de su constante política exterior: la salida al Mediterráneo.

¿Será esto a través de la política de distensión o por conducto de una Tercera Guerra Mundial? No lo sabemos ni pretendemos saberlo, pero si que nos consta, que la guerra empezó y que la guerra sigue[63] en los Balcanes.

 

 



* Texto de la conferencia pronunciada en el Salón de honor de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, el 23 de junio de 1975, dentro del ciclo de 15 temas sobre la Segunda Guerra Mundial, organizado por la Vicerrectoría de comunicaciones y el Instituto de Historia del mencionado plantel universitario al que pertenece el conferenciante.

[1] "Secundario" en el sentido de que la decisión final no cayó en el escenario balcánico. Sin embargo, según lo destaca Albert Speer, ministro de Armamentos en el Tercer Reich, en sus "Memorias" (Plaza & Janés S. A., Edit., Barcelona, 1974, págs. 453 s.s.), los suministros de materias primas de los Balcanes eran de vital importancia para la continuación de la guerra, pues "esto significa, ni más ni menos, que la guerra tendrá que terminar unos diez meses después de la pérdida de los Balcanes".

[2] Cfr. Mario Cervi: Storia della guerra di Grecia, Edit. Mondatori, 1969. Según datos oficiales del ministerio italiano de Defensa, las pérdidas italianas en la campaña de Grecia se elevan a 13.755 muertos, 52.108 heridos, 12.368 víctimas de las heladas. — El número de griegos se eleva a 13.408 muertos y 42.858 heridos; cfr. Cervi, o. c., págs. 346-347.

[3] Cfr. B. H. Liddell Hart: Historia de la Segunda Guerra Mundial, 2 tomos, Luis de Caralt, Barcelona, 1972; T. I., cap. 11, págs. 153-162; también: Luis L. Snyder, The War 1939-1945, J. Messner Inc. N. York, 1960; cap. Dunkirk II: Greece, págs. 155-157.

[4] Cfr. B. H. Lidell Hart, o. c., págs. 157 s.s. y Snyder, o. c., págs. 157-160 (Dunkirk III: Crete).

[5] Cfr. Almirante Angelo Iachino: Gaudo y Matapan (Storia di un'operazione della guarra navale nel Mediterráneo 27-28-29 marzo 1941). Ed Mondatori, 34 ed., 1963; especialmente los capítulos dedicados a la acción naval de Gaudo (págs. 109-136) y a la reconstrucción de la batalla naval de Matapn (págs. 226-263).

[6] Cfr. B. H. Liddell Hrt, o. c., cap. 9: Contraataque en Egipto, págs. 153-162; cap. 10, págs. 143-149; cap. 14: La presencia de Rommel en Africa, págs. 195-206.

[7] Cfr. Ivan Babić Military History, en Francis H. Eterovich & Christopher Spalatin (Edit.): Croatia (Land, People, Culture), Vol. 1, University of Toronto Press, Oxford-London-N. York-París, 1960; cap. La guerre de liberation nationale en rougoslavie (1941-1945) par le Lieu. Col. Dimitrye Brajušković, págs. 298-346.

[8] Cfr. Robert Lee Wolff, cap. 11, Bulgaria, pág. 279, en Stephen D. Kertesz, (Edit.): The Fate of East Central Europe (Hopes and Failures of American Foreign Policy), University of Notre Dame Press, 1956.

[9] Cfr. Robert Lee Wolff, cap. 10, Rumania, en Kertesz, o. c., pág. 252.

[10] Un ejemplo ilustrativo nos ofrece Mr. Eden, en su misiva al primer ministro Churchill. el 7 de marzo de 1941, expresando su opinión en cuanto a Grecia: "Sin duda, nuestro prestigio sufrirá un rudo golpe si se nos expulsa ignominiosamente, pero en cualquier caso haber luchado y sufrido en Grecia sería menos dañoso para nosotros que haber dejado Grecia librada a su propio destino". Citado en Winston S. Churchill: La Segunda Guerra Mundial (6 tomos), La Gran Alianza, Peuser, Bue-nos Aires, 8' edición, 1961, pág. 99.

Por su parte, el subsecretario del Departamento de Estado norteamericano. Sumner Welles, en sus memorias, publicadas a fines del año 1944 (edición en castellano: Hora de decisión, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1945, págs. 201-202) recalca la importancia extraordinaria de la intervención británica en Grecia:

"Recuerdo que muchos funcionarios en Washington deploraron con tono doctoral esta determinación y censuraron como un disparate estratégico de los ingleses. Creo sin embargo, como lo creía entonces, que esta decisión, aconsejada, según parece, por Anthony Eden, es una de las más acertadas que se han tomado durante la guerra. En primer lugar, si Gran Bretaña no hubiera respetado su compromiso de ayudar a sus aliados en momentos de tan grave peligro, sobre todo después de haber resistido tan valientemente a Italia, habría provocado una indignación muy justificada no sólo en Grecia sino también en las otras pequeñas potencias de Europa; además, la ayuda británica contuvo el avance alemán a través de Grecia hacia las islas del Mediterráneo oriental el tiempo suficiente para que los ingleses pudieran dominar la revuelta provocada por Alemania en el Irak, permitiendo así frustrar la campaña contra el Mar Rojo y el Golfo Pérsico a través de Turquía o Siria que indudablemente habría lanzado Hitler si hubiera logrado la rápida ocupación de Grecia y el triunfo de la revuelta en Irak".

S. Welles completa, desde luego, su razonamiento, añadiéndole: "Cierto es que el envío de tropas a Grecia facilitó el avance de Rommel y puso a Alejandría al borde de ser ocupada por el Eje. Pero la gravedad de la situación justificaba el riesgo".

[11] B. H. Lidell Hart: La Defensa de Europa, Ediciones "Ateneo", México, D. F., 1947, pág. 21. — Después de la derrota sufrida en Grecia, en abril-mayo de 1941, Mr. Churchill no consiguió el consenso de sus aliados para abrir un frente "paralelo" en los Balcanes, no obstante sus repetidos requerimientos. Con un desembarque oportuno en la costa oriental del Adriático, los ejércitos occidentales se habrían adelantado a las tropas soviéticas en la ocupación del centro de Europa. En tal caso es bastante probable que la delimitación de las esferas de influencia entre el Báltico y el Mediterráneo hubiesen tenido otro aspecto: una relación de fuerzas más equitativa y que quizás brindara mayores garantías para salvaguardar la paz que la "dis-tensión" tan precariamente conseguida después de 30 años (Helsinki).

[12] Para los planes balcánicos de Mr. Churchill son características sus sugerencias, de fecha 6 de enero de 1941, al general Ismay para el Comité de Jefes de Esta-do Mayor: "La actitud de Yugoslavia puede muy bien ser determinada por el apoyo que demos a Grecia y por la suerte que corra ante de Valona..." "Si Yugoslavia se mantiene firme y no es molestada, si los griegos toman Valona y se mantienen en Albania, si Turquía se transforma en nuestro aliado activo, la actitud de Rusia puede cambiar en sentido favorable". Churchill, o. c., pág. 21. Huelga decir que los hechos no corroboraron ninguno de los elementos tomados en cálculo por Churchill.

[13] Cfr. D. Mandić: La historia étnica y religiosa de Bosnia y Herzegovina, en Studia Croatica, Revista trimestral de estudios politicos y culturales, Año XIV, 1973, vol. 150-151, págs. 132-156; especialmente el capitulo: La colonización romana de los moros en los Balcanes, págs. 148 s.s.

[14] Los gitanos que vinieron a Chile, antes de la Primera Guerra Mundial, son oriundos de Servia; tienen nombres y apellidos servios y conservan su idioma, el servio, aunque mezclado con palabras turcas.

[15] Cfr. Felipe Torroba Bernaldo de Quíros: Historia de los sefarditas, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1968, págs. 291-321.

[16] Salvador de Madariaga, España, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 4° ed., 1944, pág. 458.

[17] Cfr. Stavro Skendi: cap. 12, Albania, en Kertesz, o. c., págs. 297 s.s.

[18] En cuanto al Epiro, el problema de las mutuas reivindicaciones fue tema de discusión en la UN (1948); cfr. Stavro Skendi, o.c., pág. 311.

[19] Cfr. Grigore Gafencu: Guerra en el Este, Ediciones Morata Argentina, Buenos Aires, 1945, pág. 246.

[20] Cfr. Ernest Bauer: Brei Leopardenkepfe in Gold. Oesterreich in Dalmatien (Tres cabezas de leopardo en oro. Austria en Dalmacia), Verlag Herold, Wien-München, 1973, pág. 234.

[21] Reyes croatas: Esteban Držislav (969-995); Pedro Krešimir IV el Grande (1056-1074) y Dmitar Zvonimir (1076-1089); cfr. Ivo Omrčanin: Diplomatic and Political History of Croatia, Dorrance & Company, Philadelphia, 1972, págs. 85-94.

[22] Por su extensión territorial, Austria-Hungría, con 676.615 km2, era el segun-do país europeo después de Rusia; su población ascendia, en 1914, a 52.750.000 almas. Al desmoronarse el Imperio de los Habsburgo, en 1918, su área se repartió, en virtud de los tratados de Versalles (1919), Saint Germain (1919) y Trianon (1920) entre siete herederos: Austria 83.800 km2 (entre paréntesis: número de habitantes, en millones, 6,4); Hungria 93.000 km2 (7,9); Checoeslovaquia 142.000 km2 (13,7); Polonia 81.000 km2 (7,7); Rumania 112.400 km2 (6,2); Yugoslavia 143.000 km2 (7,5) e Italia 23.000 km2 (1,6). Cfr. Oesterreich-Lexikon, Wien, 1966, T. I., págs. 864-865.

[23] Montesquieu: El espíritu de las leyes, Ediciones "Libertad", Buenos Aires, 1944, pág. 294.

[24] Cfr. mi artículo: El impacto de la Guerra civil española sobre la política exterior e interior de Yugoslavia y Croacia, Studia Croatica, Vol. 54/55, 1974, págs. 150-160.

[25] Cfr. Gafencu, o. c., pág. 204.

[26] Cfr. Memorias de Pietro Badoglio, mariscal de Italia y ex jefe de gobierno, S. A. Editora Bell, Buenos Aires, 1947, pág. 46.

[27] Cfr. el texto del respectivo protocolo en Cervi, o. c., págs. 353-356.

[28] Cfr. Cervi, o. c., págs. 351-352.

[29] Badoglio, o. c., pág. 47.

[30] Badoglio, o. c., págs. 47-48 y Cervi, o. c., págs. 358-366 (texto del protocolo de la reunión en Roma, 15 de octubre de 1940).

[31] Cfr. Cervi, o. c., págs. 151 s.s. "I primi tre giorni della campagna il vero nemico dei reparti a italiani fue il maltempo", Cfr. también Eddy Bauer:Historia controvertida de la Segunda Guerra Mundial, 1939-1945. Ediciones Rialp, S. A., Madrid-México-Bs. Aires-Pamplona, 1967, 7 tomosé T. II. págs. 300-301.

[32] Cfr. Andreas Hillgruber: Les entretiens secrets de Hitler (setiembre 1939 - deciembre 1941), Fayard, Paris, 1969; entrevista Hitler-Franco, en Hendaya, el 23 de octubre de 1940, págs. 272-278; además, Hitler-Petain, el 24 de octubre de 1940, págs. 278-285.

[33] Cfr. Hillgruber, o. c., págs. 286-298.

[34] Cfr. Joachim von Ribbentrop: Entre Londres y Moscú (Recuerdos y últimos escritos publicados por Annelies von Ribbentrop), Ediciones Destino, Barcelona, 1955, págs. 210-211; también en Churchill: La Segunda Guerra Mundial, La Gran Alianza, o. c., pág. 37.

[35] Conversaciones Hitler-Cvetković, cfr. Hillgruber, o. c., págs. 463-477.

[36] Cfr. "El Mercurio", Santiago de Chile, 20 de febrero de 1941, página editorial (3).

[37] Cfr. Liddell Hart, La Defensa, o. c., págs. 21-22; "Pensaba el, Comandante grieal respecto: "Es inmoral hacer promesas cuando en la práctica éstas no se pueden cumplir del modo en que el receptor las espera..."

[38] Cfr. las declaraciones de D. Cvetković en el "Figaro", París, abril de 1950, reproducidas (en la traducción al servio) en el folleto Istina o 25. i 27. martu (La verdad sobre el 25 y el 27 de marzo de 1941), París, 1951, Imprimerie de la S.N.I.E., 32. rue de Manílmontant, París), págs. 27-32.

[39] B. H. Liddell Hart, en Defensa, o. c., pág. 66, hace una amarga observación go (general Papagos) que los británicos obrarían cuerdamente si completaban su victoria en Noráfrica antes de intentar algo nuevo. Dividir los esfuerzos era estrategia muy pobre".

[40] Cfr. Churchill: La Segunda Guerra Mundial, La Gran Alianza, o. c., pág. 147.

[41] "El Mercurio". Santiago de Chile, 23 de marzo de 1941; cablegrama de la U.P. referente a la entrevista Fotitsch (embajador de Yugoslavia en Washington) y Sumner \Valles (secretario de Estado de U.S.A.).

[42] Churchill, o. c., pág. 149.

[43] Churchill, o. c., pág. 154.

[44] Churchill, o. c., pág. 151.

[45] Para mayores detalles sobre el potencial bélico de Yugoslavia cfr. Ivan Babić, o. c., págs. 151-154.

[46] Para los pormenores en cuanto a la primera y única participación del Parti-do comunista en las elecciones parlamentarias del Estado de los serios, croatas y eslovenos (Yugoslavia), cfr. D. A. Tomašić: National Communism and Soviet Strategy, Public Affairs Press, Washington D. C., 1957, págs. 14 s.s.

[47] El Estado Independiente de Croacia, proclamado el 10 de abril de 1941, antes de que entraran las tropas alemanas en Zagreb, capital de la nación adherió luego al Pacto tripartito y envió unos destacamentos de sus fuerzas armadas, recién creadas, al frente de Este (infantería, artillería, aiación y marina de guerra). Croacia fue pronto reconocida por el Tercer Reich, Italia, España, Hungría, Eslovaquia, Rumania, Bulgaria, Finlandia, el Japón, Manchuko y Siam (Tailandia), estableciendo con todos los mencionados estados normales relaciones diplomáticas. También tenía Croacia contacto con la Santa Sede, Suiza y el Gobierno de Vichy, a través de delegados especiales.

[48] Cfr. el estudio de A. Pavelić Smith: Los ingleses y Draža Mihajlović (en croata), en Hrvatska Revija (Revista Croata), Año VII, v. 3, Buenos Aires, setiembre, 1957, págs. 235-253.

[49] Cfr. Badoglio, o. c., págs. 87-108.

[50] Cfr. Ivan Babić, o.c.,, págs. 155-164. 59 Cfr. Ivan Babić, o. c., págs. 155-164.

[51] Cfr. Badoglio, o. c., págs. 125-126; Apéndice N° 1: El real ejército italiano, págs. 215-217.

[52] Dr. V. Vrančić: Postrojenje i brojčano stanje hrvatskih oruianih snaga (Formación y efectivos de las Fuerzas armadas de Croacia en los años 1941-1945; en croata), Buenos Aires, 1953 (separata del Anuario de la organización "La Defensa del Hogar Croata", año 1953, pás. 141-167).

En otoño de 1944, cuando ya habían capitulado Rumania y Bulgaria, los efectivos de las fuerzas armadas de Croacia, bajo el mando croata, eran 235.000 soldados mobilizados; además, las formaciones croatas que se encontraban en aquel momento bajo el mando alemán alcanzabán una división —Hanžar— de 18.000 hombres y una división de gendarmería (compuesta de croatas y alemanes) de 5.000 hombres.

Al replegarse los alemanes de los Balcanes, las tropas croatas defendieron cada pedazo de su tierra; mas, por falta de municiones y no disponiendo de suficiente aviación, no pudieron prestar mayor resistencia a los comunistas, mejor equipados y apoyados eficazmente por Ias fuerzas aéreas aliadas. Al acercarse el final de la contienda, las tropas croatas se retiraron en formaciones completas y bien disciplinadas a través de Elovenia, pasando a Carintia y Estiria, donde capitularon ante el 8vo. Ejército británico. Cfr. nota 55 y nota 56.

[53] El cambio decisivo en la política británica se puede percibir a fines del año 1943, de acuerdo con sugerencias del embajador británico ante el Gobierno yugoslavo, Mr. Stevenson, en un telegrama enviado al Foreign Office, el 25 de diciembre: "Nuestra política debe basarse en tres factores: Las partidas de guerrilleros van a ser dueños de Yugoslavia. Tienen para nosotros tanto valor desde el punto de vista militar, que debemos apoyarlas hasta el máximo, subordinando las consideraciones políticas a Ias militares. Es muy dudosa que podamos seguir mirando la monarquía como un elemento unificador en Yugoslavia". Cfr. Churchill: La Segunda Guerra Mundial, o. c., El cerco se cierra, pág. 396.

[54] Cfr. Churchill, Ibidem, pág. 399.

[55] En una perspectiva de más de 30 años, la defensa de las tropas alemanas en el Norte de Italia (general Kesselring), por un lado, y la actividad defensiva de las fuerzas armadas croatas, por otro, merecería una adecuada valorización. Sin la resistencia prestada en el el "frente paralelo", esto es, si se hubiera hundido antes el frente en Croacia (tal como fue el caso con los otros aliados del Reich: Rumania, Bulgaria, Hungría, Eslovaquia y Finlandia e Italia, desde luego), es probable que toda Europa entonces hubiera caído bajo el control de los comunistas y compartido la suerte que corrieron los países al Este de la línea Lübeck, en el Báltico, hasta las puertas de Trieste, en el Mediterráneo.

[56] Cfr. F. Nevistić: ¿Hay justicia en el mundo? Reflexiones con motivo del trigésimo aniversario de la tragedia de Bleiburg, en Studia Croatica, Buenos Aires, Año XVI, junio de 1975, Nros. 56-57, págs. 3-11; Tragedia de Bleiburg, edición especial de Stud a. Croatica, Buenos Aires, 1936, pág. 391é luego: Operation Slanghterhouse, Edición de J. Prcela y S. Guldescu, Dorrence y Cía., Philadelphia, 1970, 557 páginas, y Lord Nicholas Bethell, The last secret - forcible repatriation to Russia 1944-47, Andres Deutsch, London, 1974, especialmente págs. 87-88, referente al caso croata.

[57] Cfr. J. Djordjevich: Yugoslavia, democracia socialista. Fondo de Cultura Económica, México, 1960, pág. 239.

[58] Cfr. J. Djordjevich, o. c., pág. 245.

[59] Cfr. Alex Dragnich, cap. 15 Yugoslavia, en Kertesz, o. c., págs. 358 s.s. La Asamblea Constituyente, al terminar la guerra, abolió la monarquía y estableció la República Federal Socialista, controlada por los comunistas, cuyo caudillo, Tito, fue depués nombrado presidente vitalicio, conservando el cargo de secretario general del Partido comunista. Los elementos no-comunistas, que formaban parte del Frente Popular durante las guerrillas, fueron eliminados completamente del poder.

Con el apoyo diplomático de la U.R.S.S., Yugoslavia donsiguió fortalecer su situación estratégica y económica en el Adriático frente a Italia, anexionando Zadar, Rijeka (Fiume), Istria, las islas adyacentes y una parte de la provincia Venecia Julia. A estos territorios, habitados por croatas y eslovenos, tenia que renunciar el Estado de los servios, croatas y eslovenos en el Tratado de Rapallo (12 de octubre de 1920), en negociaciones directas con Italia, pues los anteriores Tratados de paz '—con Austria (en Saint Germain, 1919) y Hungría (Trianón, 1920— no lograron resolver las cuestiones fronterizas pendientes, no estando Italia dispuesta a aceptar el principio de autodeterminación de los pueblos, proclamado por el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson. Con las nuevas adquisiciones, Yugoslavia aumentó su extensión territorial de 247.500 a 255.804 km2.

El curso independiente que tomó Yugoslavia después (1948) de la ruptura con la U.R.S.S., cambió, en lo esencial, la doctrina comunista yugoslava. La preponderancia que tienen los servios y montenegrinos en el ejército y la policía, hacen pre-ver que en la era postitista los gobernantes buscarán el respaldo en la Unión Soviética para perpetuar su hegemonía en el Estado plurinacional; mas, dada su estructura artificial, no se excluye la posibilidad de un reajuste radical, de inspiración soviética, para poner término a las permamentes tensiones en estos puntos más neurálgicos de los Balcanes.

[60] Las guerrillas comunistas, al principio una minoría insignificante, bajo el mando de Enver Hoxha, contando con el apoyo de los partisanos yugoslavos, se apoderaron del país al retirarse las tropas alemanas de Albania, a fines de 1944. También en Albania se había formado un Frente Nacional de resistencia (Balli Kombetar), pero fue después despiadadamente, liquidado, igual que en el caso de los otros países balcánicos. En 1946 se proclamó la República Popular, controlada por el Partido de Trabajo (Albanés), bajo cuyo disfraz se afianzó el comunismo de orientación radical hacia el leninismo-maoismo. Cfr. Stavro Skendi, o. c., págs. 300 s.s.

[61] Bulgaria luchó al lado de Alemania contra Grecia y Yugoslavia; declaró la guerra a Gran Bretaña y Estados Unidos, pero se abstuvo de tomar parte contra la Unión Soviética. Esta, sin embargo, al penetrar en los Balcanes, declaró la guerra a Bulgaria y, después del armisticio, la presionó para que se volviera contra Alemania. A raíz de los cambios efectuados, los elementos de izquierda lograron afianzar cada dia más su poder dentro de los gobiernos que siguieron y, por fin, en el plebiscito del 8 de setiembre de 1946 (a dos años de la capitulación) fue abolida la monarquia e implantada la República Popular. Cfr. Robert Lee Wolff, o. c., págs. 279 S.S.

Contando con la actitud benévola de la Unión Soviética, Bulgaria conservó la Dobrudja meridional y así aumentó su extensión territorial prebélica de 103.100 a 110.800 km2.

[62] Rumania, que luchó al lado del Tercer Reich contra la Unión Soviética desde el 22 de junio de 1941, capítulo frente a esta el 28 de agosto de 1944, volviéndose pronto contra Alemania. Los cambios en los gobiernos que siguieron a la deserción rumana, afianzaron paulatinamente a los elementos de izquierda. El rey Miguel I fue destituido y se proclamó la República Popular el 31 de diciembre de 1947, gobernada por los comunistas, Cfr. Robert Lee Wolff, o. c. págs. 254 s.s.

Habiendo recuperado la pérdida de Transilvania, pero teniendo que renunciar definitivamente a Besarabia y Bucovina en favor de la Unión Soviética y a la Dohrudja meridional, cedida a Bulgaria, la extensión territorial de Rumania se redužo a raiz de la Segunda Guerra Mundial de 295.000 a 237.500km2.

[63] Frente a la perspectiva sombría de un ensanchamiento del dominio soviético en los Balcanes, no habría que descartar la posibilidad de que los pueblos balcánicos, desprendiéndose de la tutela de la Unión Soviética y aleccionados por la experiencia del pasado, recurrieran a nuevas formas de mutua conllevancia. Así se cumpliría también para ellos la célebre profecía de Renan, lanzada en 1870, en cuanto a un porvenir pacífico dentro de una eventual organización de los Estados ITnidos de Europa: "Se verá el final de la guerra cuando, al principio de las nacionalidades, se añada el principio que es su correctivo, el de la federación europea, superior a todas las nacionalidades". Citado en Georges Weill: La Europa del siglo XIX y la idea de la nacionalidad. Ediciones UTEHA, México, 1961, pág. 317.

Dada la situación geopolítica de Croacia —salida natural al Mediterráneo para los países de la cuença del Danubio y del hinterland balcnánico—, los croatas pertenecientes a la clilización occidental, fueron siempre partidarios de una solución federal europea (según el concepto de Esteban Radié, croacia, "República humanitaria neutral", sería;una necesidad europea!), en el más amplio sentido. No extraña pues que siguieran y: siguen con simpatia e interés todos los intentos de emancipación de los pueblos hacia la autonomía y/o independencia completa (Irlanda, Cataluña, Eslovaquia, Albania, Macedonia, etc.). El Estatuto de Cataluña (15 de setiembre de 1932), bajo la Segunda República Española (1931-1936), sirvió, hasta cierto punto, de modelo para la autonomía de Croacia, conseguida, aunque en escala más modesta, el 26 de agosto de 1939, a una semana antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial.

Los patriotas croatas recuerdan la memorable declaración del presidente del Gobierno español, Don Manuel Azaña, referente al Estatuto de Cataluña, que alentaba también las esperanzas croatas:

"El hecho que celebramos no es un hecho catalán, sino un hecho español, y más diré: un hecho de la historia universal, y es probable que sea la República española, con su soluciones autonomistas, la que en adelante señale los caminos a seguir a otros pueblos europeos en situación más o menos semejante a la nuestra".