El hombre en la estética del dr. Raimundo Kupareo

Radoslav Ivelić Kusanović [1]

 

Studia Croatica, Año XVI – Julio – Diciembre 1975- Vol. 58-59

 

I.

Presencia del Dr. Raimundo Kupareo en Chile

Recordar el fructífero período en que el R. P. Kupareo permaneció en Chile (1950-1971) es rememorar una época de nuestra vida; es invocar el florecimiento del amor a lo bello; la atracción siempre renovada y renovadora, producida por ese ser tan extraño, tan paradójico y aparentemente tan insustancial, que denominamos "obra de arte".

El P. Kupareo educó a toda una generación de chilenos. Su obra se continúa, cada vez con mayor ímpetu, en los que fueron sus discípulos y que tienen ahora la responsabilidad de la investigación y del magisterio, en el amplio y fecundo campo de la Estética.

La labor que realizó el P. Kupareo en Chile fue inmensa: Decano de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad Católica de Chile, durante dos períodos (1956-59; 1963-67); Vicerrector de este plantel de estudios (1963-67). Sus decanatos transcurrieron en años de fructífera creación de unidades académicas, entre las cuales citamos la Escuela de Psicología, la Escuela de Periodismo, los Departamentos de Alemán, de Artes Plásticas, de Orientación Vocacional y Educacional, de Escuelas Normales y el Instituto de Estética. Además se esforzó por concentrar a los profesores, contratándolos por jornadas de medio tiempo o tiempo completo, con lo cual muchos de ellos encontraron la oportunidad de investigar y perfeccionar su magisterio. Por otra parte, gracias a las disposiciones del R.P. Kupareo, y sin rebajar la exigencia académica, pudieron titularse antiguas promociones de egresados que, por distintas circunstancias, no habían podido hacerlo.

A estas realidades se unen las transformaciones y adquisiciones materiales, sin las cuales era imposible la expansión académica de la Facultad: salas, laboratorios, bibliotecas especializadas, habilitación de oficinas, amueblados, etc. La imagen del P. Kupareo no llega ajena a toda convención desde los primeros días de su decanato: con su hábito blanco lleno de polvo se acercó a nosotros para pedirnos ayuda, como alumnos para mover un ropero inmenso que casi nos hizo desaparecer, con su masa imponente, mientras lo bajábamos por las escaleras del edificio. La Escuela de Pedagogía contaba en aquel entonces sólo con una persona encargada de la limpieza del edificio. y con sólo una secretaria... pero con su dinamismo y visión, el P. Kupareo empezó a modelar un nuevo orden espacial y académico.

Los comienzos son siempre difíciles. La entrega generosa y la capacidad de abrir nuevos horizontes son condiciones fundamentales: El R. P. Kupareo y sus predecesores en el decanato así lo demuestran. Por eso la anécdota que incluimos más arriba no es gratuita: es un acercamiento al hombre, al sacerdote, al filósofo y esteta.

Dinamismo contagioso, honda espiritualidad, inteligencia profunda y clara, sentido práctico son notas que rara vez se unen armónicamente en una persona; y que permitieron la enorme labor que brevemente reseñamos. Libros, ensayos, críticas, polémicas, ciases en diversas unidades académicas de la Universidad Católica de Chile. Poeta antologado en su país de origen, novelista y dramaturgo. En castellano apareció su drama-misterio "Pasión de Cristo" (Madrid, 1949), representado varias veces y transmitido, con mucho éxito, por radio.

El arte, la belleza, empiezan a configurarse, con estos datos, como una de las fuentes básicas de su actividad. El Instituto de Estética de la Universidad Católica, único en su género en Sudamérica, se debe a su sabiduría, convicción y esfuerzo hasta el punto que le valió una grave enfermedad, de la cual todavía no se repone de todo, y que lo movió a regresar a sus tierras croatas, de ias que siempre nos daba noticias. De su isla natal, Hvar, en Dalmacia.

¿Cómo gestó el Instituto de Estética el P. Kupareo?

Es una historia larga y paciente, que se resume en las siguientes etapas:

1) En 1950, el R. P. Kupareo fue invitado por la Universidad Católica, para dar cursos de Estética y Axiología en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad antes mencionada.

Los primeros cursos empezaron en 1951, con el último año del Departamento de Castellano, dictándosele la cátedra de Estética General. Los alumnos, viendo la importancia del ramo, pidieron a la Dirección la extensión de los cursos a todos los Departamentos de Idiomas; empezó así en 1952, el curso de Estética de la Poesía, Drama y Novela, publicado a mimeógrafo a fines de 1953. Paralelamente, el Rev. P. Kupareo ofreció el primer curso dictado en Chile, de Filmología y de Estética Coreográfica.

2) En 1955 se estructuraron los cursos mencionados más arriba, según el nuevo reglamento de la Facultad de Filosofía y CC. de la Educación, dentro de los denominados "ramos comunes", con obligatoriedad para los alumnos de los Departamentos de Idiomas, Filosofía, Artes Plásticas e Historia: se iniciaron, además, las cátedras de Estética de la Pintura, de la Escultura y de Axiología Estética, con ayudantes y profesores formados por el P. Kupareo.

3) En 1964 el Centro de Investigaciones Estéticas, con la finalidad de guiar memorias y publicar, en libros y revistas, las investigaciones realizadas. El Centro publicó cinco volúmenes de "Aisthesis" (revista chilena de investigaciones estéticas), la primera en su género que ha aparecido en Sudamérica; seis volúmenes de "Anales" de la Facultad de Filosofía y CC. de la Educación, cuya redacción fue realizada por el Centro de Investigaciones Estéticas, y siete libros de miembros de la unidad académica recién mencionada.

4) En 1968 se formó el Departamento de Estética, sobre la base del informe presentado a la Universidad, por una comisión presidida por el R. P. Kupareo. El Departamento, al año siguiente, se estructuró en tres secciones, como una manera de integrar científicos y orgánicamente aquellas cátedras que correspondían al campo de la Estética y que se impartían en la Facultad de Filosofía y CC. de la Educación: Teoria y Crítica de Arte; Historia del Arte; Psicología y Sociología del Arte. Se dictaron cuarenta cursos, semestralmente.

5) En 1971, por resolución del Consejo Superior de la Universidad Católica, se creó el Instituto de Estética. Las secciones pasaron a constituirse en Departamentos, con facultad para otorgar grados académicos en Estética, con las especializaciones correspondientes a cada Departamento.

A comienzo de 1973 el Departamento de Artes Plásticas, que mantenía estrecha curricular con Estética, pasa a formar parte del Instituto. De esta manera, los talleres de dicho departamento, que concurren a la formación del profesor de Artes Plásticas, busca una más profunda interrelación entre los principios teórico-estéticos y el campo de su aplicación particularizada.

Actualmente el Instituto dicta semestralmente alrededor de sesenta cursos. Sus convenios con diversas entidades (ministerios, embajadas, museos, hospitales, escuelas, institutos, canales de televisión, municipalidades, centros culturales, etc.), la múltiple acción que realiza en el campo universitario (conferencias, recitales, exposiciones, conciertos, etc.) y la afluencia, en el plano docente, de alumnos de todas las unidades de la Universidad (en número cercano a dos mil semestralmente), demuestran palmariamente que el R. P. Raimundo Kupareo no estaba equivocado ni pretendía quimera: la presencia del Instituto en la Universidad es una clara demostración de la implicancia que tiene en el hombre la experiencia estética, la implicencia que tiene en la juventud, que, con mayor espontaneidad que el adulto, busca la perfección del ser, tan profundamente revelada en la obra de arte.

Durante su permanencia en Chile el P. Kupareo publicó infatigablemente artículos y obras sobre Estética. Citamos algunos libres: El Valor del Arte (Axiología estética); Creaciones Humanas. I. La Poesía; Creaciones Humanas. II. El Drama. En "Aisthesis" y "Anales", citamos más arriba, y que el P. Kupareo dirigiera, publicó ensayos sobre Crítica de Arte, Estética de la Novela, Arquitectura, Pintura, Escultura y Música. En "El Valor del Arte" incluyó apéndice destinado a Filmología, y actualmente prepara, desde su tierra, para el N' 10 de "Aisthesis", un ensayo sobre "Pintura y Ballet".

Todas estas publicaciones forman un Sistema de Estética coherente y profundo, del cual intentaremos entregar una visión necesariamente breve de sus fundamentos.

II.

Nociones sobre la Estética del Dr. Raymundo Kupareo

1. — Introducción

Nos parece revelador iniciar estas líneas uniendo ciertas afirmaciones de P. Kupareo:

El, que es sacerdote, afirma: "algunos enseñan que la religión es no sólo el valor supremo (lo que es correcto) sino el valor único que absorbe todos los demás... Este "pietismo estético" perjudica, incluso, a la misma Iglesia Católica, que ha perdido con frecuencia su influjo en el arte auténtico, así como en el campo económico ha dejado de influir en una gran parte de la masa obrera" [1964, pág. 56-57].

El, que es un educador, dice: "cuando se habla del arte como medio pedagógico, regularmente se piensa en el contenido moral, social, religioso, etc.. de la obra... se está disociando lo que no puede hacerse: la forma y el fondo" [1971, p&;. 18].

El, que es filósofo, expresa: "Ciencia y Filosofía son buenas y útiles, alcanzan de alguna manera la verdad, pero la alcanzan muy imperfectamente. La Filosofía es demasiado abstracta, demasiado amplia; la Ciencia demasiado limitada por su punto de vista experimental-cuantitativo" [1964, pág. 96].

Pero con estas afirmaciones no renuncia a ser sacerdote, ni educador, ni filósofo, porque sabe que, como dice Vicente Huidobro en su "Arte Poética", el arte es "llave que abre mil puertas". Sabe que el artista es capaz de "tocar" el espíritu humano, donde el lenguaje especializado del teólogo, del educador y del filósofo callan. De aquí que con tanto celo defienda el valor y autonomía del arte. Autonomía que no significa separación, esteticismo que se aísla de los demás valores humanos, sino que, al contrario, los ilumina con otra luz: "El arte se nutre de los demás valores transformándolos en signos absolutos" [1971, pág. 19].

Esta última afirmación nos introduce de lleno al concepto de arte como símbolo, es decir, como perfección del signo, y que el P. Kupareo enuncia de la siguiente manera: "El Arte es encarnación de ideas humanas en símbolos concretos" [1964, pág. 17].

2. — Arte e idea

En la definición que acabamos de citar se afirma como co-principio esencial del Arte lo "ideacional": la obra de arte no es el mero reflejo de estados psíquicos particulares, o de las cosas en su apariencia externa. En tal caso estaríamos frente a una copia y no ante una creación.

¿Estamos confundiendo entonces Arte con Filosofía?

El P. Kupareo responde que no es lo mismo lo "ideacional" en el Arte, o "idea" artística, como la denomina, y la idea como la entendemos en un contexto filosófico (ver infra, 3).

El Arte, al encarnar ideas humanas, pide que lo apreciemos con un realismo profundo y que reparemos no sólo en la cáscara de las cosas, como solemos hacer en la vida cotidiana, porque aquéllas son, en cada creación artística, no "puros objetos" sino "objetos puros" en los que nada hay de gratuito, de accidental, de contingente.

La Estética del P. Kupareo pone de manifiesto esa propiedad del artista, como creador, revela la riqueza espiritual del ser humano, al transfigurar las líneas, colores, volúmenes, metáforas, melodías, personajes, acontecimientos, etc., dándoles un nuevo orden, irrepetible en cada obra, que nos pone en la presencia de lo que no está sometido a la servidumbre del tiempo y del espacio, ni a la variabilidad de lo material.

Esta "concreción de realidades invisibles en forma sensible" [1965, pág. 91], propia del Arte, podría, a primera vista, conectarse con la Estética del idealismo alemán, donde la presencia de lo "ideacional" es un vestigio de lo Ilimitado, de lo Infinito (el Absoluto, de Schelling; la Idea, de Hegel). El P. Kupareo siempre insiste en que el arte es un fenómeno completamente humano... no puede salirse de los límites de la fantasía humana..., lo sobrenatural, como tal, no entra en el Arte. Si representa los misterios revelados, los presenta en símbolos sacados de lo humano, dándoles la significación más noble y más elevada, pero siempre humana. Las abstracciones y alegorías pueden entrar en la catequesis, pero no en el Arte" [1972. pág. 38].

Pareciera que este pensamiento pone límites, barreras, en el artista, en su anhelo de entrever realidades ocultas. Pero si cambiamos de perspectiva nos damos cuenta de que se trata de algo muy simple: el hombre puede elevar a forma artística la experiencia humana de todos los misterios. Entre estos, la naturaleza humana misma (esencia substancial); su riqueza ontológica es tan insondable, que no avizoramos su fondo; no hay imágenes que puedan simbolizaría sin rebajar su realidad. ¿Qué pintor ha pintado el alma humana?, se pregunta el P. Kupareo. A no ser que se trate de una alegoría absolutamente necesitada de explicación; pero el Arte no es un mensaje cifrado.

¿Cuáles son, entonces, esas "ideas humanas" que encarna el artista?

El hombre es un ente móvil; está sometido a una multitud de cambios incesantes. Este movimiento (que perfecciona o empeora al hombre axiológicamente) "modifica la riqueza ontológica de la naturaleza humana sin variar su esencia" [1964, pág. 11]; se puede amar y después odiar a una misma persona sin que el sujeto de tales actos deje de ser él mismo, como realidad ontológica. El P. Kupareo encuentra en las esencias accidentales humanas, que revelan la mutabilidad del ser humano, el campo "ideacional" del Arte. Y esto porque los accidentes reciben todo su ser del sujeto que los experimenta. De allí que "sólo este mundo de esencias accidentales humanas es para nosotros inteligible según nuestro conocimiento empírico; sólo él es el punto de partida para adquirir ideas en un sentido propio" [1964, p. 19].

Pese a no constituirla, las esencias accidentales humanas, al nacer de la esencia substancial, de alguna manera la expresan.

Si en un plano ontológico la naturaleza humana es lo sustantivo, y sus afecciones (accidentes) lo adjetivo, en el artista la potencialidad de la fantasía creadora es tal, que sugiere que lo adjetivo se vuelve un ser-en-sí: no contemplamos ya un hombre frustrado, sino la frustración misma. El dolor personal, tan oculto en su raíz, tan lejano, tan empequeñecido ante la vida de los demás hombres, se hace torrente que envuelve a todos los seres humanos:

y por un agujero de alfiler sube un río de sangre sin consuelo...

(P. Neruda: del poema “Enfermedades en mi Casa”).

¿Cómo no vislumbrar de este modo la riqueza ontológica del ser particular que sirve de sujeto de tal dolor?

Este realismo profundo del sistema de Estética que revisamos rescata la limpieza que late detrás de las oscuridades de cada mente y de cada corazón humano. Ya no es posible, desde los signos absolutos del Arte, la consideración del hombre como un "ser-en el mundo", en el sentido existencialista del término; es decir, como un "estar situado" tan personal, que nada me une a los otros.

3. — Arte y Símbolo

Lo simbólico es, junto al elemento ideacional, coprincipio esencial del Arte, en la definición del R. P. Kupareo.

La palabra "símbolo" tiene múltiples acepciones. Es utilizada en innumerables sentidos diferentes (matemático, físico, químico, biológico, lingüístico, lógico, psicoanalítico, práctico, etc.).

Para aplicar a los fenómenos estéticos el término "símbolo", el P. Kupareo se apoya en su etimología: "dos cosas puestas juntamente y que parecen una sola" [1964, pág. 25].

Lo vivencial y lo ideacional se abrazan en el Arte, indisolublemente. La encarnación de ideas humanas se entiende ahora como sentimientos intuidos, es decir, elevados a la universalidad, a la idea, con lo cual la inmediatez vivencial no desaparece: "el arte abarca al hombre entero: todas sus facultades (físicas, psíquicas, intelectuales) cooperan en su aparición; todas ellas gozan en su presencia" [1964, pág. 22]. El símbolo artístico une, en una ilusión de identidad, lo histórico con lo atemporal, lo particular con lo universal, lo material con lo inmaterial lo mudable con lo permanente [cfr. 1964, págs. 91-103]. El hombre, como "ser-en-el mundo", como realidad "situada" en un tiempo y en un espacio, con sus circunstancias particulares, y que no admite ser "desplazado", porque es irrepetible, se perfila en cada obra de arte en su doble perspectiva corporal y espiritual: a la vez sometido al tiempo y al espacio, y a la vez dominándolos. El P. Kupareo observa cómo los signos instrumentales (referenciales, representativos, infravalentes, que aluden a una realidad que ya existe) se elevan a una sugestión de signos formales, en los que .se advierte una identidad intencional con la cosa significada [cfr. 1964, págs. 25 y ss.].

El lenguaje, los códigos, la técnica adquieren, por la intuición estética, una realidad donde la referencia cede el paso a lo presentativo, a lo valorativo, donde el signo no se pierde a sí mismo para significar, sino que es él mismo lo que importa.

Así, la materia se hace, en el Arte, y en la experiencia estética en general, traslúcida, llena de espíritu, revelando la naturaleza del hombre: "La abstracción filosófica o científica no mira a lo concreto, mientras el Arte une lo abstracto con lo concreto, lo material con lo espiritual, ofreciendo un ejemplo de armonía entre la materia y la forma, lo cual es un ideal humano [1972, pág. 40]. 'Librarse de la abstracción, ver, intuir lo abstracto en lo concreto; tal es la noble tendencia del Arte. Franz Marc pinta sus "Ciervos Azules" y sus "Caballos Amarillos" de un modo que asustarían a un zoólogo, pero sus ciervos son nuestros veloces deseos; sus caballos, nuestras maduras aspiraciones" [1964, pág. 96]. Esta unión simbólica es posible porque el artista transfigura la naturaleza (física y psíquica); es decir, sin romper con lo que a ésta le es propio, le añade una perfección que antes no tenía (el elemento ideacional): si bien los seres no están tomados en su sentido físico (puesto que entonces se trataría de una copia), sus mismas propiedades conllevan una potencialidad "signífera" que hace posible la significación estética:

En la "Oda con un lamento" Pablo Neruda dice: "...sólo puedo quererte con besos y amapolas". Los besos no están transfigurados en este verso, pero pueden, serlo, como lo ha hecho el mismo poeta en su magnífico poema "Enfermedades en 'mi Casa", donde el beso se identifica con la fragilidad de la niñez ("...hay todo un cielo agujerando un beso"). En la "Oda con un lamento" los besos se quedan en lo que son en su naturaleza fisiológica, pero sirven como un fuerte contraste con ese ensueño amoroso que es algo psíquico, más elevado y apetecido que lo puro fisiológico, y que el poeta identifica con "amapola". La amapola no tiene aquí su valor de "planta papaverácea de flores rojas y semilla negruzca que con frecuencia abunda en los sembrados", es decir, en naturaleza física, sino como una cosa "signífera" del ensueño amoroso, debido a su poder somnífero [1964, pág. 261.

En el símbolo estético el hombre está en el mundo material concreto y está en las alturas de su esfera espiritual a la vez. Es un nuevo cosmos donde "el choque de espacios y tiempos discontiguos y discontinuos, respectivamente, contienen una sugerencia (idea) que no existe en los espacios y tiempos aislados, liberándonos de la continuidad temporal y de la contigüidad espacial, sea en el sentido puramente físico, sea en el sentido de homogeneidad que les da la mente" [1968, pág. 12].

Cómo no recordar a este propósito los tres primeros encuadramientos del filme "Tiempos Modernos", de Chaplin? En ellos, a través de cortes directos, aparece Ia sirena de una fábrica, en el momento en que anuncia el término de una jornada; luego los obreros, cuando salen de la fábrica; y en el tercero irrumpe, apiñado, desde un corral, un rebaño de ovejas. La sugerencia de la despersonalización humana surge de la unión de espacios discontiguos y un tiempo (ritmo) acelerado, propio de las fumadoras antiguas, que mecaniza los movimientos.

Apreciar una obra de arte es unir lo aparentemente fragmentado, trastrocado, revuelto. Lo discontinuo y discontiguo parecen, justamente, alcanzar sus puntos más extremos (asincronismo y asincronismo estéticos, los denomina el P. Kupareo), para que el espíritu, con su tendencia a la síntesis, con su simplicidad, invite a todas nuestras potencias a la unidad.

4.-Arte y Ser

Con su visión del Arte como símbolo concreto, el P. Kupareo nos hace reparar en que el sentido más hondo de la realidad se nos oculta, porque nuestra visión pragmática substituye a aquélla por apariencias, por fantoches, por cáscaras vacías. Es el olvido de la experiencia del ser por el simple pasar. El artista, con sus signos absolutos, intransitivos, y por lo mismo llenos de actualidad (en el sentido filosófico de este último término), reintegran el hombre disperso, atomizado, del siglo veinte, cuya civilización de signos prácticos lo ha codificado en sus reacciones; el hombre que en lo signalético —atractivo, pero cortical, epidérmico-- cree ver la realidad misma de las cosas: una marca de cosmético es la juventud; un automóvil potente es la fuerza, la seducción, la masculinidad misma.

La profundidad del ser es insondable, como la creación artística lo prueba: la riqueza de propiedades de las cosas permiten a la fantasía creadora atraer simbólicamente hasta lo más disímil, para que en su abrazo estético brillen, potentes, las "ideas" artísticas:

Si miramos una obra, ya plenamente realizada, constatamos que existe sólo una relación de razón (relación conceptual) entre las imágenes que la componen y la idea. Tomemos, por ejemplo, una RIMA de Bécquer:

¿Cómo vive esa rosa que has prendido

junto a tu corazón?

Nunca hasta ahora contemplé en la tierra

sobre el volcán la flor.

Sabemos muy bien que las imágenes "rosa", "prender", "corazón", "volcán", "flor" no tienen relación real alguna con el amor ardiente del enamorado. No obstante, tales relaciones conceptuales nos conmueven; las aceptamos como si se tratara de una realidad. Las relaciones lógicas son también de razón, pero frías, como, par ejemplo. cuando digo que existe una relación entre el concepto de la especie (el hombre) y los individuos reales. Es por esto que a las relaciones que entran en una obra de arte las llamamos "estéticas". La diferencia entre estas dos clases de relaciones de corazón, aquí mencionadas, estriba en que las "lógicas" relacionan los conceptos, mientras que las "estéticas" relacionan las cosas, pero tales cosas, DE HECHO, no tienen ninguna relación entre si en el sentido real, físico, sino en el sentido metafórico, o mejor, simbólico. Tales relaciones son construidas por el espíritu, con un fundamento extrínseco en las cosas. Podemos decir que esta relación se funda en la distinción escolástica "rationis ratiocinantis" que se define: "Distinción hecha por la mente en una cosa sin que la cosa misma ofrezca el próximo fundamento para tal distinción" [1964, pág. 23].

Este profundo esclarecimiento del concepto de "relación estética" permite vislumbrar la riqueza de la Creación Divina. Es la analogía del ente la que, metafóricamente, el artista prolonga en sus signos absolutos, con lo cual el Arte devela la unidad de origen de las cosas creadas, a la vez que su diversidad[2]. Prolongación metafórica e inagotable de la Creación Divina, que ilumina a cada ser de manera nueva, sin que se pierda a sí mismo: los árboles que se elevan, verticales y esbeltos en el fondo del paisaje, san la fuerza y el reino de lo celestial, en el cuadro del Beato Angélico, "Degollamiento de los Santos". Las manchas de color de los árboles de algunos cuadros impresionistas son la frescura vegetal que refresca y desborda, y que se identifica con la alegría de vivir. El árbol seco y retorcido de "El Sembrador", de Van Gogh, se proyecta en el sembrador mismo, que siembra en el vacío, esterilmente ...

El R. P. Kupareo religa al hombre a Dios a través de lo bello. No como sacerdote ni como creyente, sino porque mira la esencia de la experiencia estética con tanta hondura, que ella nos descubre un llamado a lo Trascendente. No es necesario tener fe para sentir su aroma en la vivencia honda de la belleza.

Concluimos con las siguientes palabras del P. Kupareo, que hacemos nuestras:

La belleza es un fenómeno completamente humano, que Dios nos ha dado para 'intuir en un objeto bello la perfección del ser, tan deseada por el espíritu. Es un juego, una sugerencia, pero un juego puro, una sugerencia de lo espiritual. No cabe duda de que la satisfacción máxima en el orden natural la experimentan los filósofos y los artistas. Sin embargo, es verdad lo que dijo René Le Senne, que estas dos "démarches de l'esprit" demuestran nuestra imperfección: la filosofía y la ciencia se basan en la abstracción; el arte en la arrealidad puesto que es un símbolo, 'una ilusión de identidad con la, cosa significada]. Esta misma imperfección nos lleva a admitir un Ser Perfecto. Los artistas son imitadores del Creador, pero sólo por analogía. Nadie, excepto EL, puede con su palabra sacar los seres de la nada. Para EL bastaba un FIAT, para que todo apareciera en su perfección y plenitud. El artista trabaja con la materia, que rehusa doblegarse al soplo del espíritu. Su obra sólo sugiere la perfección del ser. No obstante, esta sugerencia tranquiliza 'más a nuestro espíritu que las abstracciones científicas y filosóficas, por-que somos hombres, es decir, queremos ver, mirar, oír, palpar —metafóricamente— las esencias que están ocultas en los objetos [1964 págs. 153-154]

Obras citadas del Dr. Raimundo Kupareo

[1964] El Valor del Arte. (Santiago, Pontificia Universidad Católica de Chile. Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. Centro de Investigaciones Estéticas).

[1965] Creaciones Humanas. Primera Parte: La Poesía. (Santiago, Pontificia Universidad Católica de Chile. Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. Centro de Investigaciones Estéticas).

[1968] El Tiempo y el Espacio Novelescos. (En "Aisthesis", N° 3, Santiago, Pontificia Universidad Católica de Chile. Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación. Centro de Investigaciones Estéticas).

[1971] La Educación Artística. (En "Aisthesis", N° 6, Santiago, Universidad Católica de Chile. Instituto de Estética).

[1972] El Arte, Valor Humano por Excelencia. (En "Aisthesis", N° 7, Santiago, Universidad Católica de Chile. Instituto de Estética).

 

 



[1] R. I. K. es chileno de origen croata; es doctor por la Universidad Central de Madrid y el profesor en la U. Católica y la Universidad de Estado de Chile.

[2] La importancia de la analogía aparece sobre todo en el problema de Dios. Por significar coincidencia, supera la absoluta separación entre Aquél y el mundo, posibilitando, contra todo agnosticismo, el conocimiento del Ser infinito. Mas, par significar simultáneamente diversidad, exsluye la identificación panteísta del mundo y Dios, y no permite alcanzar un concepto exhaustivo de este Último. LOTZ, Johannes. En "Diccionario de Filosofía", de W. Brügger, Barcelona, Ed. Herder, 1958, pág. 56, art. "Analogía".