¿Hay justicia en el mundo?

Reflexiones con motivo del trigésimo aniversario de la tragedia de Bleiburg

Franjo Nevistić

Studia Croatica, Año XVI – Enero – Junio 1975- Vol. 56-57

 

En mayo de 1945 empezó una de las más grandes tragedias en la historia del pueblo croata, la de Bleiburg (que se prolongaría durante los meses siguientes). Unos 200.000 soldados y otros tantos civiles fueron entregados por las tropas inglesas en Austria a los comunistas de Tito o impedidos de cruzar las fronteras austro-yugoslavas en procura de encontrar amparo en los aliados occidentales. Estos eran los que hablan prometido la libertad "a todos" para el fin de la guerra. Los comunistas de Tito, considerados aliados de los ingleses, se encargaron de la "misión". Interpretándola a su modo, los servio-comunistas[1] exterminaron prácticamente a la flor de la juventud croata alistada en el ejército de su país. Su tarea fundamental fue la defensa tanto del derecho de autodeterminación de su pueblo, considerado condición previa de todas las demás libertades, como de la independencia de Croacia contra la reocupación servia mediante el pretexto revolucionario comunista. El verdadero encargado de esta "misión" fue el Partido Comunista Yugoslavo, un partido de tinte granservio[2].

Este Partido era a la vez un instrumento, dócil y entusiasta, da la expansión del poder soviético. Enemigos mortales de la independencia de Croacia, los comunistas de Tito, disfrazados de "libertadores" nacionales y sociales de los pueblos de Yugoslavia, desencadenaron contra los croatas —soldados desarmados y civiles— furia de humillaciones, suplicios y matanzas. En lugar de la libertad prometida "para todos", se cometieron crímenes que sólo una fantasía morbosa y un fanatismo infrahumano pueden imaginar[3].

Terminada esta operación directa de "liberación" de centenares de miles de prisioneros, Belgrado implantó en el país, especialmEnte en la Croacia ocupada, un régimen totalitario y de discriminación nacional; un régimen de explotación neocolonial que perdura hasta el presente, con variantes de aspecto y de táctica, pero intacto en su carácter de régimen efectivamente genocida[4]. Más de un millón y medio de croatas exterminados o desterrados de sus hogares son la consecuencia y el fruto más auténtico de la "misión libertadora" que los comunistas de Tito llevaron y están llevando a cabo después de la última guerra. Actualmente las víctimas de aquel régimen granservio son los intelectuales croatas comunistas: filósofos, poetas, escritores, periodistas, economistas, estudiantes, etc. Hombres y mujeres, están "hospedados" en las cárceles de Tito. Irónicamente podríamos escribir en sus frontispicios: Escuela de Unidad y Fraternidad, como a su tiempo estaba, también con un amargo sarcasmo histórico, incisa la palabra Libertas sobre las cadenas de los esclavos de la República de Génova. Allí los alumnos son la flor y nata de los intelectuales croatas y sus "profesores" son ex pastores servios armados, "reeducándolos" como se reeduca en el Archipiélago Gulag de Soljenitsin[5].

¿Hay justicia en el mundo? No nos sorprende la crueldad del ocupador y del régimen de Tito. Allí la palabra decisiva es la de los servios, enemigos mortales de la existencia misma de Croacia. Nos sorprende, sí, el silencio, sordo y permanente, del mundo libre. En cada oportunidad, y repetidas veces, se intenta encubrir aquellos crímenes y a su verdadero autor. Después de 25 y 30 años, primero en Francia, y ahora en Inglaterra[6], empiezan a escribir tímidamente sobre aquella tremenda e indiscutible realidad. Nadie intentó llamar oficial y públicamente la atención de la opinión pública mundial sobre aquellos crímenes, ¡y ni soñar de acusar a los responsables! Incluso, leyendo la documentación británica al respecto, se aconsejó al ministro británico de Guerra no dar ninguna respuesta a una carta documentada de denuncia de dichos crímenes preparada por el ministro monárquico yugoslavo, el Dr. M. Krek. Ello "significaría la lesión de Protocolo y un gesto de enemistad respecto del régimen reconocido de Belgrado", informa Nova Hrvatska, Londres, 1975, periódico antes mencionado. Además: Documento británico R 15888 de Foreign Office.

Gracias al respeto por el Protocolo y a este atraso de reacción (¡si es que la hubo verdaderamente!), esos horrendos crímenes fueron cometidos y silenciados oficialmente durante treinta años[7]. Y para colmo, y como testimonio evidente de burla a los derechos humanos y la justicia, el régimen de Belgrado "inauguró" los festejos de los 30 años de su victoria matando el 17 de febrero de este año a Nicolás Martinović, un croata de 63 años que sobrevivió a la tragedia de sus compañeros en 1945. Durante todo este lapso organizaba en Bleiburg actos religiosos en conmemoración de los caídos. Una vez más, una parte del periodismo occidental presentó el caso, bajo la influencia de Belgrado, como consecuencia de riñas internas entre los restos de los "fascistas croatas".

Se había solicitado del Gobierno de Washington, también en aquel entonces, para que las Naciones Unidas interviniesen en el asunto. Pero todo se postergó a calendas graecas, es decir, se perdió esa voz como la de quien clama en el desierto. ¡Hasta hoy! ¿Hay justicia en el mundo? ¿Cumplieron las Naciones Unidas con sus obligaciones? ¿Oyeron la voz de aquella comisión norteamericana que fue sólo como un destello de la conciencia moral y jurídica de la Humanidad? ¡Destello y nada más! Actualmente, este supremo organismo político mundial, "reforzado" masivamente por los votos de las ex colonias afroasiáticas, intenta edificar una nueva estructura mundial elevando a las masacres al pedestal de los métodos más adecuados para el triunfo de la liberación nacional y social. Los crímenes viejos se olvidan, pero la Humanidad se enfrenta con otros nuevos. ¿No es ésta una situación como para desesperar?

Conmemorando el trigésimo aniversario de aquella gran tragedia, nuestra y del mundo, ese holocausto humano, no tenemos la intención de aportar nuevas y sensacionales pruebas al respecto. Matar a 54.000 ó 100.000 hombres nada cambia substancialmente en el crimen cometido. Tampoco los testimonios de 100 ó 200 testigos. No queremos acusar a nadie en esta oportunidad. Ni llorar podemos[8].

¿Debemos, pues, escribir una nueva filosofía de la tragedia? ¡No! No nos sentimos en condiciones. Es demasiado débil nuestra voz. Rendimos sólo un homenaje a los hermanos caídos. Entre ellos hubo —lo decimos enfáticamente, ahora y siempre aquí y ante cualquier tribunal de justicia independiente— muchos "pequeños seres", por su inocencia y por su inculpabilidad. Todos los integrantes, aún los pecadores, de esa masa humana tan tremenda y bestialmente masacrada estaban al servicio de una idea y de un derecho que son considerados columna vertebral de todos los derechos y de todas las libertades: el derecho de autodeterminación. Es éste el derecho que constituye la subsistencia misma de la democracia y la civilización occidentales, de Civilización en su significado más genuino. No lloramos tampoco, aun cuando podríamos tener el sentido depositado justamente en su sinsentido[9].

Aquí, en estas palabras, en el sentido de su sinsentido, está el motivo de estas líneas nuestras. Lloraríamos porque no hay sentido donde debería haberlo. Lo haríamos a pesar de la debilidad del eco de nuestro llanto, donde sólo la voz de los grandes es escuchada[10]. ¿Hay justicia en el mundo? No nos cansamos de repetir la pregunta. Si ya estamos con los sabios y la sabiduría, preguntamos con Job: "Mas ¿en dónde se halla la sabiduría? Y ¿cuál es el lugar en que reside la inteligencia?..." ¿En donde se halla la justicia? y ¿cuál es su Tribunal?, podemos preguntar y preguntarnos a nosotros mismos. Podríamos continuar no sólo con las "conversaciones" de Job con Elifaz, Sofar y Eliu, sino también con las de Sócrates y sus adversarios, encabezados por Trasímaco. La actualidad de aquellas discusiones acerca del concepto amigo-enemigo, justo e injusto, justicia y derecho, a pesar de los milenios transcurridos, es de suma importancia en este momento histórico, tanto desde el punto de vista de la confrontación Occidente-Oriente en general, como también de nuestro caso croata, pequeño por fuera y enorme por dentro. La huida de los soldados norteamericanos de Vietnam, Camboya y el sudeste asiático hace recobrar el sentido de aquellas discusiones lejanas contra todas las opiniones contrarias posibles. Ellas tocan en lo vivo, lo esencial de las civilizaciones. Más, de la Civilización misma[11].

A pesar de las opiniones contrarias acerca de si la Grecia clásica pertenece a Occidente o a Oriente, algo es seguro : Las discusiones entre Sócrates y Trasímaco, que heredamos gracias a la pluma de Platón en-vuelven el núcleo del problema con los dos criterios de división entre Occidente y Oriente. Ambos, pues, son producto del espíritu auténticamente griego, clásico. Occidente ha elegido el sendero socrático y Oriente se ha encaminado por el sendero de Trasímaco. Después de haber llevado ad absurdum la opinión de Trasímaco de que el derecho es la utilidad del más fuerte, Sócrates explica también el concepto amigo-enemigo. El amigo "sería quien muestra buena disposición de ánimo", pero realmente el amigo es "quien la muestra y la tiene. Quien la muestra sólo como apariencia, es un amigo aparente", decía Sócrates. Es necesario, agregaba, examinar los conceptos[12].

Sin acusar a nadie, cabe decir lo siguiente, que puede servir también como nuestra conclusión final. Los británicos fueron, hasta entonces, los representantes más descollantes de la concepción y el arte político y la civilización socráticos. Sin embargo, en 1945 hicieron todo para desmentir a sí mismos. Sucumbieron a la opinión de Trasímaco, aceptando la opinión de que derecho era lo que quiere el más fuerte y el concepto amigo-enemigo de quien muestra y no tiene sentimientos de amistad y no de quien los tiene pero, por circunstancias adversas, no los puede abiertamente evidenciar.

Se está discutiendo acerca de la verdadera voluntad británica en aquel momento y se seguirá discutiendo. Para nosotros la siguiente opinión de Churchill, considerado un genio político, es una piedra fundamental de orientación al respecto. Cuando lo informó el jefe de la misión británica en los comandos de guerrilla de Tito que éste era comunista, y que instalará un régimen totalitario, Churchill contestó: "¿Tiene Ud. la intención de radicarse en Yugoslavia después de la guerra?" "No, señor", le contesté. "Tampoco yo" —me dijo—. "Siendo así, cuanto menos nos preocupe a Ud. y a mí la forma de gobierno que establecerán tanto mejor..." Esta fue la contestación de Churchill [13]. El comandante británico, al entregar a los croatas decía que los mismos estaban "del lado equivocado" y que los comunistas de Tito eran sus amigos, y agregaba: "He recibido seguridad de que todos iban a ser repatriados y que pierda cuidado porque él (el comisario de Tito, el servio Milan Basta. — N. Obs.) se encargará de ello. Pero si se atuvieron a esto o no, yo no lo sé realmente. No sé si los mataron a todos. Pero no me sorprendería si lo hubieran hecho... [14].

N. Bethell relata sobre las circunstancias atenuantes para su general P. Scott. Conocemos también las circunstancias similares que inspiraron a Churchill a expresarse con un evidente desprecio por las libertades humanas, nacionales y la forma de gobierno. Pero, en el momento de la victoria, hablar y proceder con tal desprecio e ironía constituye un síntoma de transcendencia inmensa. Se trata del abandono de los criterios de la civilización occidental en el momento más crítico de la confrontación de las dos civilizaciones mencionadas. Churchill y Scott retrocedieron, entregaron territorio occidental al Oriente despótico y posibilitaron la "orientalización" de una parte de Occidente[15].

Después de esta aberación general, ¿qué podemos esperar todos y no sólo nosotros los croatas? Dimitry Merejkovsky escribía poco antes del comienzo de la segunda guerra mundial: "Europa se salvó de una guerra universal, y he aquí como hoy día se prepara para otra. Nada después de la guerra ha cambiado como no sea para empeorar". Ante el empeoramiento actual, se habla de la muerte de nuestra civilización y el nacimiento de otra. Puede ser que sea así. Pero si esta nueva civilización quiere ser la evolución y no la involución del mundo, no podrá prescindir del Derecho en la libertad. Por este ideal murieron las víctimas croatas en la traegdia de Bleiburg. Los vencedores aceptaron el papel de arquitectos del nuevo orden internacional, de una comunidad internacional de libertad y de paz, sin consideración alguna por las lágrimas de los inocentes. Pero la precipitación de los acontecimientos asiáticos y la subversión universal nos autorizan a decir con Merejkovsky que nada ha cambiado después de la última gran guerra "como no sea para empeorar". El desarrollo es lógico, ya, que Occidente está abandonando el camino socrático, su propio camino de derecho y justicia, dirigiéndose por el sendero de Trasímaco, por el sendero ajeno que conduce al despotismo, donde el derecho del más fuerte subyuga a todos. Por eso huyen los norteamericanos del Lejano Oriente. El problema central del mundo actual es ¿quién es el más fuerte? Por ahora el centro del mundo está deslizándose. Los deslizamientos en la naturaleza provocan catástrofes. Allí no hay ni ética ni derecho, lo que Hesíodo proclamó ya al comienzo de nuestra civilización como nota específica del hombre y de su sociedad. Si se olvida esto, y parece que se ha olvidado, la catástrofe no será el traslado del centro del mundo sino el imperio del más fuerte, donde los grandes peces se comerán a los chicos cum summo naturali iure, coma decía Spinoza. Y ¿después? Los grandes se comerán entre sí, también "con sumo derecho natural".

Es por eso que tenemos todos, y no sólo los croatas, la razón pro-funda de llorar. Llorar porque ya nadie queda que pueda entender el llanto. Ante el enfrentamiento Occidente-Oriente debe prevalecer la razón. El misterio de dos mundos, dice Merejkovsky, "es el misterio único de un Desconocido".

Misterio único del Oriente y del Occidente quiere decir la unidad del mundo. Pero ¿en qué? ¿En el espíritu de la comunidad de Derecho o en aquel del derecho del más fuerte? Las víctimas de Bleiburg, como Sócrates, optaron por la primera. ¿Habrá de su sangre, de aquella semilla y de tantas otras naciones tocadna por la misma suerte —eslovenos, macedonios, albaneses, polacos, .húngaros, rumanos, letonios, estonios, litvanos, búlgaros, etc.— una cosecha para la verdadera comunidad internacional de Derecho en la Libertad?

El Desconocido de Merejkovsky es el Dios de los judíos y los cristianos. También de los musulmanes. El Padre de todos, de la misma comunidad del Oriente y del Occidente. Alguna de nosotros, puede pensar lo que quiera de la actual política judía, pero aquella enseñanza de su historia y la creencia proporcionan a la Humanidad una vez más la luz y el sendero que conduce a una comunidad internacional más feliz que la actual. Allí depositamos la esperanza también nosotros los croatas, al recordar a nuestra tremenda tragedia de Bleiburg. No lo diríamos, si también el cardenal Stepinac no fuera el testigo, el defensor de las víctimas y la víctima misma de dicha tragedia. No obstante, los comunistas de Tito siguen tildando públicamente a esa "imagen del Pastor Divino" (Juan XXIII) de "criminal de guerra". Una actitud lógica por parte de los connacionales de G. Princip. Uno de ellos, al enterarse del atentado contra Franz Ferdinand en Sarajevo anotó: "Hijos de Yugoslavia, no sienten, que sólo el atentado es el dios más grande... La vida de una raza subsiste por la sangre. La sangre es Dios de una nación..." [16]. De este ambiente servio, especialmente del seno de su minoría en Bosnia, surgieron atentadores, el racismo, la violencia y la guerrilla, fenómeno cabal de la maldad humana, elevada al pedestal de una nacionalidad divinizada. Stepinac a su vez decía a los alumnos de la Academia Militar Croata: "...porque quien se atrevería mirar con desprecio a quien es la imagen de Dios... y eso es cada uno de los hombres sin distinción alguna..." A los soldados croatas dijo: "Tomen la espada del Espíritu... En vano son nuestras armas, si con ella no está la fuerza de Dios". Si están con esta fuerza "entonces pueden contar con Uds. la Iglesia y la patria según el Apóstol: «Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros?»".

Si el mundo libre no desea reexaminar el concepto amigo-enemigo ni 30 años después de Bleiburg ni cambiar el rumbo de su política, nosotros tenemos que enmudecer. ¡Que se cumpla la ley del más fuerte! La ley poco promisoria para el futuro de la Humanidad.



[1] "Las tropas al mando del general Dapčević (Peko) y de Popović (Koča) están constituidas fundamentalmente por servios..." Estos dos generales y sus tropas son los principales responsables de la matanza efectuada en aquella oportunidad. Ver telegrama del brigadier Maclean al Foreign Office del 2/II/45. En el telegrama del mismo brigadier del 26 de enero de 1945, punto 3, decía: "Tito me dijo ayer que el número de Ias fuerzas de Pavelić es de uno 200.000 hombres..." Ver: "VUS", Zagreb, de julio de 1973, N° 1108. (Doc. británico: F. O. 48809, R. 1987/6/92).

[2] Naša RečOur World, Londres, N° 235/1972, donde D. Tosić, servio y anticomunista, reconoce abiertamente el hecho. Consulte S.C., vol. 44-45, pág. 5, nota 4, año XIII, Buenos Aires.

[3] Tragedia de Bleiburg, edición especial de S. C., Buenos Aires, 1963, 391 págs.; luego: Operation Slaughterhouse, Edición de J. Prcela y S. Guldescu, Dorrence y Cía., Philadelphia, 1970, 557 págs., y Lord Nicholas Bethell, The last secretforcible repatriation to Russia 1944-47, Andrés Deutsch, London 1974, especialmente páginas 87 - 88, referentes al caso croata. Sañalamos en esta oportunidad que Nova Hrvatska, Londres, N° 9/75, pág. 5 y págs. 10-15, publicó detalles de gran importancia al respecto. Allí, Edvard Kocbek, el más renombrado escritor esloveno, ex guerrillero y ex ministro de Tito, relata acerca de los métodos que los comunistas aplicaron contra los que estaban en la resistencia para asegurar los "méritos" finales de la guerra y la lucha exclusivamente para sí. Allí hay también el testimonio de B. Todorovié, servio y ex guerrillero de Tito. En el momento de la entrega de los anticomunistas eslovenos, croatas y servios se desempeñó como oficial de enlace e intérprete con los oficiales británicos, para poco más tarde "elegir la libertad". Pre-sentando al teniente británico Lockhead en Rosenbach, Austria, oficial de enlace de la "6' Unidad especial", Todorović relata: "...Este nos dijo que para el día siguiente a las 10 horas deberíamos preparar un tren de 30 vagones... y que cargaría en la estación Maria Elend a unos 1.500 prisioneros... Al dia siguiente llegó ese transporte con atraso. En él venía la mitad del 3er. batallón, destacado en otro lado del túnel Hrušćica, en territorio yugoslavo. Estos soldados (nuestros) fueron ubicados en los vagones de manera tal que no los viesen los prisioneros y no se dieran cuenta de que los iban a llevar a Yugoslavia, ya que los británicos les habían prometido enviarlos a Italia. Al llegar el tren a la estación Maria Elend nuestros soldados se escondieron en la misma hasta que los prisioneros ascendieron a los vagones y los mismos fueron cerrados. Los prisioneros subieron al tren bajo el control inglés. Pero cuando aparecieron nuestros soldados se produjo el pánico entre los prisioneros, lo que pudo bien leérseles en sus caras. Algunos empezaron a gritarViva los ingleses». sNo nos entreguen, porque nos van a matar». Pero el tren se puso en movimiento y 15 minutos después llegamos a Rosenbach. Allí esperaban al tren más soldados nuestros, quienes lo cercaron. También había centinelas ingle-ses... Llegados a Hrušćica (territorio yugoslavo. — Obs. de S.C.), el tren fue cercado por todo el batallón por orden del comandante de la brigada, transmitida por teléfono". Luego informa Todorović cómo se presentaron los oficiales de Tito para matar a 54 oficiales seleccionados entre los prisioneros. Después de tremendos suplicios —golpes des bastones hasta que caían al suelo— los llevaron al anochecer "a un bosquecito, a unos centenares de metros de distancia de la sede del batallón. Allí discutieron acerca de quién iba a matarlos ... Creo que participaron todos.. ." Luego el testigo continúa: "Todos estos oficiales-asesinos regresaron cantando. Entre ellos estaba un tal Mile, servio, comandante de una batería ametralladoras del 3er. batallón, el preferido del comandante. Fue quien más mató. Para ver qué pasó, me dirigí allí y encontré los cuerpos que los soldados estaban enterrando. Vi charcos de sangre y un cuerpo degollado, lo que me autoriza a suponer que también los demás fueron matados a cuchilladas, ya que oí sólo unos dos o tres disparon de revólver y hubo 54 muertos". El relato de Todorović empezó con la fecha de 24/V/45 y termina con la de 3/VI/45. En esta última, se había organizado una cena para los oficiales británicos. "Yo creia —dice— que iba concurrir solo, como represen-tante de los oficiales partizanos. Pero, visto que se preparaba para el día siguiente otro gran transporte, se presentaron también aquellos oficiales que ejecutaron la ya mencionada matanza, todos menos el comandante. De parte de los ingleses esta-ban el capitán Brown y dos capitanes del regimento estacionado en St. Jacobo, como también el teniente Lockhead y el teniente Galbraith (?) ... " Ver el documento británico: F. O. 371/ (48920) R 13674/728/92. Omitimos los demás detalles en que Todorović narra acerca de los horrores que vio personalmente. Este último relato —la cena con los británicos y la preparación de otro grande y triste envío—confirma la suposición de que los transportes continuaban uno tras otro, esperando a sus "pasajeros" la misma suerte "liberadora". Confirma este relato también la veracidad de los testimonios reproducidos en el libro "Tragedia de Bleiburg". Transportes y masacres aumentaron y el número de los degollados también. Hasta cifras casi increíbles. Allí terminó la flor de la juventud croata y la "élite" intelectual de aquel pueblo.

[4] Ver: Croacia y la actual crisis de Yugoslavia, Edic. esp. de S. C., Bs. As. 1972.

[5] Ver páginas 75 - 77 del presente volumen de S. C.

[6] Ver: Bernard George, L'Occident joue et perd la Yougoslavie dans la guerre, París, 1968, Editions de la Table Ronde, 283 págs., y el ya mencionado libro de Lord Nicholas Bethell, The Last Secret, Londres 1974. 224 págs. Agregarnos aquí: ;. M. Addis, un alto funcionario de aquella época en el Ministerio de Relaciones Exteriores británico, en un documento de instrucciones para su sucesor en el cargo, al confiársele otra tarea —actualmente embajador británico en Pekín— expresó, entre otras cosas: "Pasó un considerable lapso hasta que nos enteramos que los pobres (subraydo por S.C.) croatas y eslovenos, desalojados de Carinthia (Austria), fueron en su mayoria degollados por las tropas de Tito después de cruzar la frontera yugoslava. La mejor descripción de esos degollamientos se halla en el decumento R. 13674/1728/92..."

[7] En efecto, en 1951 se había formado una comisión de la Cámara de Represen-tantes en Washington para investigar el caso de la matanza masiva de los oficiales polacos en los bosques de Katyn. Al terminar su trabajo en 1952 ese organismo expresó: "La Comisión tomó declaraciones de testigos que evidencian la existencia de otros Katyn. Deseamos que, con los medios a nuestra disposición, la investigación de Katyn llegue a descubrir otros numerosos crímenes contra la Humanidad, cometidos por los regímenes totalitarios. Esta comisión opina que habría que for-mar un tribunal internacional para examinar las supermatanzas dondequiera que fuesen perpetradas. Las Naciones Unidas dejarán de cumplir con sus obligaciones hasta tanto no anuncien al mundo que el katynismo es un plan preciso y diabólico para la conquista del mundo". Ver: The Katyn Forest Massacre, Union Calnedar, N° 762; House Reporter, Nro. 2430, Washington, 1952. Citado por "La Tragedia de Bleiburg", Ed. esp. de S. C., Buenos Aires, pág. 28.

[8] Dime, te conmino a que me contestes: imaginate que la suerte de la Humanidad dependiera de ti, y que tu objetivo fuera el de dar a los hombres la felicidad, la paz. Ia tranquilidad, pero que para ello fuese necesario que hicieras morir torturando nada más que a un solo pequeño ser, a ese mismo niño que con sus puños se golpeaba el pecho, para construir su edificio sobre las lágrimas irredentes, ¿ con-sentirias tú en ser arquitecto en tales condiciones? ;Dilo, no mientas!" Dostoievsky en Los Hermanos Karamazov. Ver León Chestov: La Filosofía de la Tragedia, Emece Editores, Buenos Aires, 1949, pág. 139.

[9] Hace poco. el Dr. C. Cuchetti pronunció una brillante conferencia en el Club Cultural Croata Argentino, en Buenos Aires, organizada justamente para conmemorar el 30' aniversario de la tragedia de Bleiburg. En su magistral exposición el conferenciante recordó a su auditirio el famoso caso del sabio griego Solón. Al llorar éste por la muerte de su hijo. uno de sus alumnos le reprendió en cierto modo. El llorar, le decía, de un sabio de su talla no tenía sentido. El llorar ante la presencia de la muerte no sirve para nada. El sabio le contestó: "Estoy llorando justamente porque mi llanto no sirve para nada, incluso ni para conmover a mi propio alumno",

[10] El padre Cuchetti nos dijo en la misma oportunidad que una voz desconocida le preguntó por teléfono: "¿Ud. va hablar a los croatas? Pero ¿quiénes son esos trotas? ¿ Cuántos son...?, etc., tratando de que desistiera de dar la conferencia, insinuando, la misma voz, unas cuantas inexactitudes históricas que se repiten sólo y únicamente para denigrarnos y desprestigiar la causa por la que luchamos y morimos.

[11] Vladimir Sergejević Solovjev, un excelente conocedor de las dos principales civilizaciones que se enfrentan en la actualidad, dice acerca del criterio de división que las caracteriza lo que reproducimos: "...Quien es fuerte, tiene también el derecho. En consecuencia, oponerse al más fuerte es un hecho sin sentido. Los fuertes en el Oriente sí que pueden competir entre si y luchar también, pero sus luchas siempre resultan de corta duración y por nada cambia la situación general de las cosas. El primer signo del predominio de una parte decide la suerte de lucha, porque los súbditos nada tienen más apurado que correr a someterse a la parte más fuerte, ya que en ella ven el instrumento del destino o de una voluntad superior. De esta lucha surgen a veces cambios de los regímenes despóticos, mientras que el despotismo permanece sin cambiar". Esta sería la característica fundamental de Oriente y de su civilización, por lo menos politica. En cuanto a Occidente, acota: "En presencia de la oposición de las fuerzas politicas, más o menos iguales, en donde ninguna no puede obtener la preponderancia absoluta sobre las otras, el Estado no puede ser más el señorío sino una expresión de equilibrio entre fuerzas en pugna. El equilibrio halla su realización en la Ley. Cada una de dichas fuerzas trata de afirmar a su derecho. Estos derechos, sin embargo, a pesar de ser en sí indeterminados e ilimitados, y de excluirse recíprocamente, son sujetables a un equilibrio poniéndoles condiciones que valgan igual para todos. Este límite general de todos los derechos, en donde todos son iguales, es la Ley, por lo cual el Estado de Occidente, realizando el equilibrio de derechos en pugna, es el Estado de Derecho por excelencia". Ver: R. Maričić: Die Krise des Staatsgedankens in der Gegenwart — La crisis de Estado en la actualidad. Rottenburg, 1960, pág. 5.

[12] Ver: Platón, Der Staat, K. Weinbrenner und Sëhne, Stuttgart, 1949, págs. 10-17, Libro Primero.

[13] F. Maclean, Eastern Approches. Londres 1956. págs. 322-23. Cit. según La Tragedia de Bleiburg, Buenos Aires 1963, pág. 68.

[14] Nicholas Bethell, Op. cit. pág. 87.

[15] Ya el clarividente Ortega y Gasset había dicho a cuenta de esta decadencia británica cosas que dan que pensar. En efecto: ";Tu quoque! (También tú!) decía yo dentro de mí a Inglaterra..." Se refería el filósofo español a la inspección de las cartas postales que le escribían sus hijos desde España durante la última guerra. "No me importaba... que los censores ingleses tomasen sobre sí el trabajo de cometer una impertinencia...; lo que me empavorecia era contemplar la incorrección con que hasta un pueblo como Inglaterra colaboraba a fondo en la destrucción del último y mínimo derecho que quedaba..." Más adelante comenta: "...ya los revolucionarios de la llamada justicia y los autoritarios del llamado orden habían aniquilado casi todo el derecho que había en el mundo, y he aquí que también un país, ni revolucionario ni autoritario, como Inglaterra, venía a dar la puntilla al mínimo resto de él que quedaba..." Ver: Ortega y Gasset: Una interpretación de la Historia Universal, Madrid, 1960, pág. 337.

[16] F. Heer, Der Glaube des A. Hitler — La Fe de A. Hitler, Munchen 1968, pág. 171.