"¿Por qué regresaste al país donde sólo los muertos son felices?"

Bogdan Radica narra su experiencia con el comunismo yugoslavo

 

Studia Croatica, Año XV – Julio – Diciembre 1974- Vol. 54-55

 

El septuagenario periodista croata Bogdan Radica, uno de los últimos creyentes en la idea yugoslava, es decir en la posibilidad de una convivencia democrática de los eslavos del Sur, especialmente de los croatas y los servios, publicó en agosto de 1974 un libro titulado "Croacia 1945", donde relata la experiencia que vivió en contacto directo con la toma del poder por los comunistas en Yugoslavia. En su obra, de 383 páginas, este espíritu, inquieto y de una curiosidad poco común, rechaza definitivamente al comunismo en todos sus aspectos y, con él, también a la idea yugoslava, considerándolos dos ideas utópicas que engendraron los comunistas y que están causando tremendos daños al hombre y a los pueblos sometidos al poder de los que las intentan convertir en realidad. El autor ha expresado muchas de sus ideas al respecto en publicaciones croatas durante los últimos tres decenios -abandonó a Yugoslavia ya en octubre de 1945, a donde había regresado de los EE.UU, en abril del mismo año como partidario entusiasta del movimiento de "liberación" comunista de Tito. Lo esencial había aparecido también en una serie de periódicos y revistas norteamericanos. Pero su opinión y su experiencia hallan en este libro un panorama más completo y una visión casi integral.

Sus padres, en Split, y los últimos amigos y compatriotas que le pudieron hablar con franqueza durante aquellos pocos meses de su estadía en la Yugoslavia de Tito, le repitieron la misma pregunta: "¿Por qué regresaste al país donde sólo los muertos son felices?"

Después de haber explicado los motivos de su regreso, Radica analiza la nueva realidad "yugoslava", fruto directo de la revolución y la "liberación" comunista. Su libro merece ser traducido a varios idiomas, porque pone el dedo en la llaga, que no es sólo nuestra, croata, servia, eslovena -"yugoslava"-, sino un problema general, un fenómeno que atañe a todo hombre libre y a todos los pueblos que supieron salvaguardar su libertad contra todos los intentos de sojuzgarlos en nombre de ideas utópicas.

A continuación reproducimos algunos trozos traducidos de su libro:

"Mientras el desarrollo material del sistema comunista queda rezagado inevitablemente por el mundo occidental, también su proceso ideológico está atrasado con respecto a lo que había prometido en sus postulados y realizaciones a efectuar. En los dos últimos decenios el anhelo de los creadores culturales en la Rusia Soviética, por alcanzar la libertad de creación aparece como la característica más saliente y fundamental. No sólo escritores, sino también científicos, se levantan para defender la libertad de pensamiento y de creación.

La libertad es un principio fundamental, una especie de imperativo categórico de Kant, buscado antes que nada por los intelectuales rusos... Mientras tanto, cuanto uno más busca el derecho de libertad en el proceso de creación, a pesar de ser marxista y partidario, tanto más se enfrenta con las trabas de la burocracia, del dogma oficial, de la inquisición intelectual y de policía que le impiden su mecánica fundamental de creación. El régimen declara por un lado, urbi et orbi, que no tiene ningún miedo al intercambio de ideas entre su sociedad cerrada y aquella del mundo libre y, por el otro, al mismo tiempo, persigue, encarcela y acusa al creador si no se atiene a la línea oficial partidario-burocrática, impuesta por los fanáticos y los primitivos. Todas aquellas obras, creadas bajo el impulso libre y la inspiración, no fueron impresas en el país, sino que aparecieron en ediciones clandestinas ("samizdat") o en el mundo libre de Occidente. Una excepción en este sentido quiso hacer la tan llamada Yugoslavia de Tito. En efecto, durante un decenio, gracias a este intento, pudimos leer con una satisfacción especial tratados filosóficos, disertaciones revisionistas, disquisiciones y descubrimientos muy atrevidos y originales de carácter histórico o lingüístico, convencidos de que este período produjo de veras un profundo cambio en los valores más importantes. Pero rápidamente tuvimos que experimentar el fin tenebroso de esta primavera intelectual y nacional.

Los dogmas anticuados y los fundamentos ya raquíticos que se creían superados para siempre fueron restablecidos y devueltos con la misma violencia y por decreto como en el primer período de posguerra e la era stalinista. Sin tomar en cuenta que el país entero por esta actitud reformista había ganado una posición en el mundo libre y por la cual había sido premiado con ingentes sumas de dólares americanos, el régimen, por el amor a la disciplina partidaria, liquidó y eliminó a todas sus élites y cambió el curso, y volvió a los tiempos de la inquisición y el terror cultural. ¿Sintieron la debilidad y la contradicción de su fe o, mejor, de la concepción y aplicación marxista los dirigentes así rechazados y los pensadores revisionistas al experimentar el retorno del terror y la violencia? ¿Llegaron ellos mismos hasta los resultados que sintieron Ignazio Silone, Arthur Koestler, Milovan Djilas y muchos otros, pero de tal manera que surgió en sus mentes la duda en la verdad de su fe y la posibilidad de la realización de esa utopía y mentira? Resultaría difícil decirlo teniendo presente que ellos mismos eligieron el silencio, la obediencia y una ulterior sumisión a la cumbre en cuyo punto más alto gobierna un factor único y exclusivo.

Pudimos enterarnos, siguiendo un cuarto de siglo el desarrollo de aquel proceso, donde los hombres aparecen y desaparecen como hongos, que siempre predomina un círculo de hombres encabezados por uno sólo, con cara de eterno e inmutable. Mientras las relaciones, las fuerzas y los hombres están cambiándose, él permanece intangible e insustituible. Aquí estriba la profunda contradicción no sólo de la filosofía comunista, sino también de su práctica. Los filósofos, los escritores, los sociólogos y los integrantes de la intelectualidad en general pueden descubrirlo todo, llegar a las conclusiones más revolucionarias que parecen capaces de cambiar el mundo y que serán aceptadas y aplicadas produciendo la regeneración de la humanidad y cuando parece que la vida se marcha por ese sendero como un hecho consumado, se levanta de repente una fuerza oscura que para y borra el esfuerzo total de un decenio en nombre del conocimiento científico de que el poder comunista, su aparato y su burocracia no son la panacea de ninguna clase sino una realidad cruda, sentada sobre todos aquellos elementos de miedo y de obediencia que reducen al individuo, al hombre, a la posición de hormiga. Pensando en todo esto, a menudo me pregunto a mí mismo: ¿es claro esto también para nuestros marxistas que hoy languidecen en las cárceles, a pesar de haber dedicado toda su vida a convertir la utopía en realidad? Repetidas veces pienso: si son conscientes de lo que sucede, deben pasar por graves tormentos en su propio pensamiento, similares a aquellos por los que pasa un profundo creyente atormentado por el maldito problema acerca de la existencia de Dios. Simplemente porque no es difícil ser perseguido por un sistema que buscamos derribar. Pero no hay nada peor que verse desilusionado y definitivamente proscripto, encarcelado y maltratado por parte del sistema al que uno dedicó todas sus fuerzas físicas y morales, por el cual luchó toda la vida, sufrió y soportó sacrificios para ser definitivamente arrojado al potrero de la historia, como dicen en lenguaje partidario ellos mismos... ¿Quién está con el derecho? ¿Los que están liquidando a sus propios hijos o los hijos incapaces de liquidar a los que detentan el poder de su sociedad?... La condena más grave del sistema comunista, según mi modo de ver, sería su rechazo por parte de las amplias y vastas masas (del pueblo). Este sistema crea sin pausa el muro o el cordón de aislamiento entre sí y el pueblo, para que de tal manera el poder siga produciendo el miedo en los súbditos. Una de las más grandes ilusiones de los comunistas es su idea de que podrían convertir al comunismo en un sistema aceptable por parte de los estamentos más amplios de la sociedad... La legalidad comunista no es la legalidad que nos ofrece una democracia abierta. Si en un sistema la policía política, tiene la posición de Estado en el Estado y puede proceder independientemente de todo el poder legislativo o ejecutivo, es decir, disponer de la vida de cada uno, incluso de agrupaciones enteras o del mismo pueblo, no hay que vivir con la esperanza de que semejante sistema podría tornarse democrático o humanizarse. Estas son pia desideria de teóricos y de ingenuos, incluso de oportunistas que engañan a los hombres occidentales creándoles ilusiones de que un día el comunismo podría pasar a su fase democrática y humanista... Lo que los comunistas piden del mundo libre es que no intervenga en sus asuntos internos, conscientes de que toda forma de libre cambio de ideas traería lo que trajo en Yugoslavia: la quiebra total de la ideología y la economía marxista.

"Pero, en nuestro caso, el fracaso del marxismo fue mucho más grave, sobre todo en relación con el problema de la coexistencia de nuestros pueblos. El Partido Comunista yugoslavo experimentó una quiebra todavía más difícil que la de los tiempos de preguerra al tratar de evitar el conflicto interno entre las múltiples nacionalidades. Al regresar a Yugoslavia en 1945 (*) yo estaba convencido de que Tito y sus partidarios habían puesto los fundamentos para una correcta solución de las relaciones entre los croatas y los servios. Este sentimiento fortalecía mi esperanza de que todos los sacrificios soportados durante la guerra podrían tener su sentido. A tal fin fueron inmolados centenares de miles de vidas. Pero todas estas esperanzas fueron vanas, se revelaron infructuosas... Todas las frases fueron sólo una parte de la misma dialéctica y la mentira, sin saber ella misma cuándo era verdad y cuando mentira.

"De la misma manera en que se reveló como un trabajo de Sisifo... la dialéctica comunista al intentar esclarecer el desarrollo de la historia y del progreso, así también termina su solución del problema nacional, o sea, de las relaciones entre los pueblos. No cabe duda de que este fracaso constituye también uno de los mayores que experimenta el comunismo al chocar su dialéctica con la realidad... Partiendo desde un punto de vista falso de que los conflictos nacionales son una resultante de carácter burgués, es decir, de la miopía y concepciones anticuadas burguesas, ellos (Krleza y Cesarec, dos de los más destacados escritores croatas marxistas. - Ob. del traductor) creían que todo este complejo de las envenenadas relaciones iba a resolverse mediante el 'espíritu santo' de la inevitabilidad histórica, prevista en la dialéctica marxista. No teniendo en cuenta la naturaleza humana, la recta razón y una experiencia casi ilimitada, ellos soñaron con que las relaciones entre los croatas y los servios, así como también las de los demás pueblos en aquel espacio nuestro, serían no sólo sanadas sino también completamente cambiadas por la política de la 'fraternidad y unidad'. El resultado de esta fantasía, como es bien visible ahora, terminó en el mismo callejón sin salida que aquel de la Yugoslavia anterior. Y, lo que es más trágico, el Partido Comunista, para resolver este problema, tuvo que recurrir a la violencia y el terror y mantener a todos los pueblos mencionados bajo un único control...

"Mirando retrospectivamente a seis decenios del desarrollo de las relaciones entre los croatas y los servios en Yugoslavia, se llega inexorablemente a una conclusión sorprendente. Los líderes croatas en cada período, tanto en aquel de preguerra, burgués, como en este de posguerra, 'sin clase', insistieron en la posición de un pueblo que emprende todo para restablecer un equilibrio con el tan llamado pueblo guía. Lo hicieron primero los políticos croatas mesurados, como lo fueron Trumbic y Supilo en los años de la formación de Yugoslavia; los revolucionarios, como fue Esteban Radic, y los de compromiso, como lo fue Vlatko Macek. Por fin, en estos años, cuando se hace cada vez más evidente que los croatas están nuevamente marginados a las posiciones de un pueblo de segunda o tercera categoría privados del derecho de llamar por su nombre a su idioma y de hacer crecer su existencia material y su desarrollo mediante sus propias fuerzas, se presentan los partisanos, marxistas y los líderes comunistas, encabezados por Tripalo, Tudjman, Djodan, Veselica, junto con millares de funcionarios y de intelectuales, para señalar nuevamente el anhelo del pueblo croata por una posibilidad objetiva de coexistencia en igualdad. Esta nueva experiencia no es fenómeno de un nacionalismo clasista, porque dichos líderes y funcionarios fueron no sólo educados sino también convencidos de que lucharon por el restablecimiento de una sociedad sin clase. Incluso lucharon en el sentido de la liberación del país sometido al sistema de explotación de un pueblo por el otro. Un liderazgo de esta clase es muy sensible por los dogmas de la ideología comunista. Si este liderazgo llega también a las mismas conclusiones que sintieron las generaciones anteriores de juicio sano y de otras escuelas políticas y económicas no hay lugar a duda de que la relación entre el explotador y los explotados no cambia.

"Queda idéntica, incluso en tales proporciones que hiere la misma esencia del pensamiento y de práctica marxista... Pensando sobre la posición trágica de Croacia en el año 1945 y ojeando estas páginas escritas en aquel tiempo, concluyo que, aún persistiendo y continuando la tragedia de Croacia, ella se hizo más conocida y para sus difíciles problemas crecen cada vez más la comprensión y el entendimiento. Lo que más me duele es la idea de sufrimiento de todos nuestros hombres que ahora están languideciendo en las cárceles yugoslavas, como fue también el caso en 1945, a pesar de que entre ellos hay un gran número de los que trataron de convencerme en ese año de que la situación de Croacia habría de ser en la segunda Yugoslavia mucho más brillante, más bella y mucho más digna, de lo que fue antes. Cada vez que recuerdo las conversaciones de aquellos tiempos y las de ahora, las desilusiones son omnipresentes. Como lo dije públicamente en los periódicos americanos, nunca pude imaginarme que la forma de mi desilusión iba a ser tan grave y tan penosa. Todos nosotros fuimos expulsados de nuestros hogares por un régimen que nada tuvo en común con nuestro pueblo. Fue un éxodo trágico, y lo peor es que continúa. A pesar de haber arrancado a croatas de Croacia, no pudo arrancar a Croacia de los corazones croatas."

Para dar explicaciones de su retorno al mundo libre, Radica dice en una página de su libro: "Regresé por acá para recuperarme en la libertad y para comunicar mis impresiones a las abiertas y sinceras almas de las masas de nuestros emigrantes. Ellos como yo, durante los años difíciles de la guerra, contribuían en todo lo posible para ayudar a su patria, apagando así la propia nostalgia -inapagable e inexorable- por su infeliz 'antiguo país'. Para ellos va mi palabra. Para ellos mis sentimientos. Para ellos mis vibraciones de alma. Yo se exactamente lo que querían ellos y lo que soñaban. Siento lo que ellos esperaban en sus sueños y sus esperanzas, mojadas por lágrimas y sollozos por sus seres más queridos. Junto con los emigrantes todos nosotros creíamos que los principios proclamados en la ciudad 'liberada' de Bihac (localidad en Bosnia, donde los comunistas de Tito proclamaron la segunda Yugoslavia y los principios sobre que debería organizarse. - Ob. del trad.): la república, la democracia, la federación y la igualdad de todos los pueblos y profesiones, la libertad para cada uno y para todos, para todos los que sufren y padecen, sería una realidad. objetiva y clara, concreta y firme..."

El credo político final del autor, interpretando fehacientemente el derecho y la voluntad del pueblo croata, está expresado en estos términos:

"El imperativo categórico de este siglo impone a cada una de las naciones sólo un objetivo: no sólo su supervivencia y conservación, sino también su desarrollo, son posibles únicamente dentro del propio Estado nacional. Opiniones contrarias ponen en tela de juicio esta verdad, aduciendo también que los pequeños Estados no tienen posibilidad de vida ni de garantizar la independencia política y económica de sus pueblos. Al contrario, Estados de esta clase son más adelantados y más felices. Es perfectamente lógico, pues, que los croatas sientan que su progreso y su felicidad pueden realizarse sólo en el Estado en que ellos mismos serían dueños de su suerte. Este sentimiento es su imperativo categórico y ellos lo van a realizar a toda costa. No me gustaría pecar de profeta, pero estoy profundamente convencido de que antes de expirar este siglo, Croacia se convertirá en un Estado libre e independiente" (pág. 345).

 

 



* Radica estuvo en EE.UU. durante la guerra como miembro de la representación diplomática de la Yugoslavia monárquica, y se separó de ella en 1943 para poder defender al pueblo croata denigrado en su totalidad por los servios. Radica volcó sus simpatías hacia el movimiento de Tito, creyendo servir mejor de tal manera a su pueblo.