El Dr Dominik Mandic (1889-1973), figura central de la historiografía croata

Dusan Zanko

El Dr D. Mandic murió plácidamente el 23 de agosto de este año en Chicago, rodeado de sus cofrades franciscanos de la provincia croata Herzegovina.

La noticia de su muerte sacudió nuestros corazones y abrió ante nuestros ojos un vacío enorme. En efecto, desde el primer momento de exilio político en el extranjero (1945), sentimos día a día, año a año, de un decenio a otro, la seguridad, el orgullo y la fuerza moral en la sombra de su presencia viva.

En Roma, y durante doce años (1939-1952) atendió con amabilidad, consoló y ayudó a centenares de aquellos que no tenían hogar, además, la mitad de los gastos del enorme campo de refugiados croatas en Fermo (Italia) corrió por cuenta de él; en Roma organizó las residencias para las estudiantes croatas y fundó monasterios para monjas; generosamente cubrió los gastos que muchos de los emigrados debían efectuar para obtener documentos y pagar viajes a los países allende el océano; él intervino ante toda las instancias por los injustamente perseguidos por los poderes de importancia en aquel momento en Roma (el Vaticano, ingleses o italianos).

¡Realmente fue una época de seguridad que nos dio el padre Mandic en vida!

Todo esto lo pudo hacer gracias a su destacada posición dentro de la Orden Franciscana en Roma, donde fue llamado por sus méritos anteriores y separado de su familia franciscana de la ciudad croata de Mostar. En efecto, a través de sus 50 años demostró ser un hombre extraordinario, tanto como escritor, organizador, historiador de la Orden Franciscana, pedagogo, fundador de periódicos, de una imprenta; promotor y organizador de la edición de toda una serie de estudios de carácter filosófico-teológico, cuanto como director del colegio franciscano de orientación clásica en Siroki Brijeg (Herzegovina) pues, toda una sucesión de obras y realizaciones verdaderamente más que suficientes para llenar una larga vida intelectual dinámica y rica en creaciones.

Ya en Roma, el dinamismo de su personalidad, a pesar de las dificultades de la guerra, dejó huellas imborrables en el renovado Antonianum, que estaba casi al borde de la quiebra económica y en el que -verdaderamente por un milagro- Mandic edifica casi de la nada una nueva central de la Curia franciscana con una magnífica capilla dentro de la misma, una obra maestra de arte, adornada con mosaicos ilustrados con motivos croatas, figuras vivificadas de los modelos históricos de Croacia, obras de Mestrovic, agregando también muchas realizaciones de arquitectos, pintores y escultores de primer rango de la Italia de ese entonces.

¡Esta fue la época de nuestro orgullo por la presencia viva del padre Mandic!

Cumplida esta maravillosa misión en Roma, el Dr. Mandic abandona Europa y se traslada a Chicago. Pero no lo hace para descansar, después de 60 años de una vida fructífera y llena de labor, sino para comenzar una nueva y gran obra y continuar estudiando y escribiendo la historia de los croatas, tarea esta que empezó con energía y persistencia, con profunda erudición y preparación científica raras veces vistas y por sobre todo, con amor, y que completó, en sus líneas generales, poco antes de su muerte.

Sus últimos trabajos los publica "Hrvatska Revija" en 1972. Esta revista, durante todo el tiempo que duró su trabajo historiográfico, le publicó casi todas sus obras, dedicándole un espacio de consideración en sus páginas, y también uno de sus últimos libros: Croatas y servios, dos antiguos y diferentes pueblos (1971).

En estos años trágicos, cuando nos privaron de todo y nos pisotearon todo, aparece la fuerte personalidad del padre Mandic quien, con armas científicas, nos devolvió y reconstituyó:

-- el honor al pueblo croata que en el corazón mismo de Europa, ya en el siglo VII, fundó -el primero entre todos los pueblos eslavos- su propio Estado; primero también abrazó el Cristianismo, primero tuvo a su gobernador coronado, primero tradujo la Sagrada Escritura al idioma nacional y la usó en el servicio divino (glagoliza);

-- nuestro nombre -croata y Croacia- casi olvidado en el mundo por la confusión de tantos regionalismos y en el propio país nativo por un pérfido juego y odio de los regímenes yugoslavos;

-- la unidad orgánica del pueblo croata en su antiguo conjunto étnico no reconocido incluso por algunos historiadores croatas y oscurecido por los mismos por razones tácticas;

-- las tierras (provincias) en peligro y casi definitivamente separadas del resto de Croacia;

-- la verdad definitiva acerca del misterio de la herejía de la Iglesia bogomila de los cristianos de Bosnia, a pesar de tantas hipótesis contradictorias de, unos diez historiadores, y con eso se transformó en acreedor de la bibliografía internacional sobre este problema del medioevo;

-- el sentido de la historia de los croatas durante el continuo e ideal desarrollo interno de su individualidad cultural en la frontera entre Oriente y Occidente.

¡Esta fue la época de nuestra fuerza moral en la presencia viva del Dr. Mandic!

* * *

Resulta imposible adentrarse, por la brevedad de esta nota necrológica, en detalles de la obra histórica de Mandic, que comprende unos diez volúmenes en los que elabora casi toda la historia antigua de Croacia; tres volúmenes que tratan de la historia de Bosnia y Herzegovina, especialmente escritos, y un cuarto que versa sobre la historia franciscana en Bosnia.

No obstante, considero que esta es una oportunidad propicia para señalar los aspectos más salientes de este trabajo inapreciable:

Él mismo destaca desde el comienzo de su labor y en varias oportunidades "que era necesario efectuar una revisión fundamental de todas las tesis académicas existentes y de las posiciones científicas acerca de la historia croata, deshacer "leyendas negras", tanto antiguas como recientes, y escribir la pura y única verdad sobre el pueblo croata". En muchos oportunidades nos hace saber que "tantas investigaciones "científicas" llevaron al oscurecimiento de los orígenes de Croacia, a que las antiguas obras históricas croatas y sus fuentes fueran puestas en tela de juicio, a que las virtudes y privilegios del pueblo croata se subestimaran o incluso negaran y a que la historia croata toda se minimizara, diluyera y presentara en una falsa luz".

Es, pues, una cosa seria. No se trata sólo de una labor académica, fría, hecha por un profesional de la historia, sino de un trabajo realizado por una conciencia histórica de responsabilidad, que reexaminó y corrigió todos los errores, intencionales o no, que se habían acumulado desde el tiempo de Ivan Lusic (siglo XVIII) hasta Nada Klaic, actual profesora de historia croata en la Universidad de Zagreb.

Para ello, tuvo que enfrentarse con los más grandes adversarios: F. Racki. V. Jagic, F. Sisic, sin mencionar a toda una serie de otros escritores, especialmente servios y eslovenos. Fue menester destruir las fortalezas "científicas" de autoridades de primera categoría que escribían ora en favor del paneslavismo, ora de la actualidad masónica, yugoslava o comunista. Y esta "actualidad" venía repitiendo con insistencia algunas teorías como estas:

-- que los croatas y los servios serían dos insignificantes tribus, pertenecientes a un mismo pueblo -los eslavos de sur- que llegó y se dispersó en los siglos VI y VII como una masa homogénea pero sin la cristianización. En otras palabras, una tesis magnificada, propia del romanticismo eslavo, que no hacía otra cosa que favorecer la idea yugoslava;

-- que las tierras croatas -Bosnia, Neretva, Zahumlje, Travunja, Boka Kotorska, Dubrovnik y Duklja- históricamente no se estudiaban como tierras croatas desde un principio y que toda la región al sur del río Cetina o de Neretva no se considerara tierra croata, circunstancia aprovechada por el historiador servio S. Corovic para extender, sin oposición seria, las fronteras del espacio servio justamente hasta el río Cetina, en Dalmacia, y la ciudad de Livno en Bosnia;

-- que los "bogomili" (cátaros) fueron ortodoxos para unos, buenos cristianos para otros, un modelo de la resistencia nacional croata para unos terceros y, por fin, incluso precursores del socialismo actual -términos éstos subjetivamente politizados sin un contenido real y metafísico y con mucha falta de información teológica y con superficialidad histórico-cultural;

-- que la política de los gobernantes nacionales de Croacia no merece ningún respeto y que se la puede, por muchas razones, apreciar negativamente, por ejemplo, el mito de Gregorio de Nin, la tirantez acerca de la muerte del rey Zvonimir, etc., colocándola sobre falsos supuestos históricos. (*)

(*) Para confirmar la necesidad de la revisión de la historia croata como la sugiere Mandic, es interesante mencionar especialmente la obra de Ivan Muzic, La política croata y la idea yugoslava, Split, 1969. Muzic, teniendo presente la época de la Yugoslavia monárquica, dice "que algunos de nuestros historiadores y escritores reactualizaron el temprano medioevo croata así como convenía a los deseos y los intereses de sus mecenas en el siglo XX".

Sava M. Stedimilija (un montenegrino, amigo de los croatas y adversario de la hegemonía servia. - obs. del trad.) al publicarse el libro de Muzic, escribió: "Por la necesidad de una reactualización de dicha época y gracias a los objetivos que se quiso obtener así, muchos problemas del pasado croata y de sus vecinos más cercanos quedaron más oscurecidos y sin solución..." (Ver: D. Zanko: Opus científico del padre Mandic, en "Hrvatska Revija", Nº 4, 1969, pág. 375) Además, Mandic advirtió seriamente a la opinión pública croata sobre "la falsa postura y el daño de los escritores (de la prof. N. Klaic) para la educación de los jóvenes historiadores croatas y para el pueblo croata en general" (Hrvatska Revija, Nº. 17 (2-4), págs. 278-299, 1967).

Es de una importancia especial la opinión del historiador croata S. Gunjaca, director del Instituto Nacional de Arqueología en Split, quien escribió en el artículo Algunos ejemplos de crasas falsificaciones en perjuicio de la antigua historia croata ("Kulturni Radnik" Zagreb, 1972, Nº 2) el siguiente texto: "El caso de Nada Klaic es de especial preocupación. En su euforia herostrática con la que soluciona problemas de la antigua historia croata, ella no se conforma solamente con una deformada presentación de los hechos o la tergiversación de los mismos, con la negación del valor de los argumentos y de todo lo que ni de lejos parece una labor científica, sino incluso recurre a la falsificación en formas más vulgares" (pág. 146).

Junto con otros textos, Gunjaca analiza también uno de N. Klaic, relacionado con el primer sínodo de Split del año 925, donde se mencionan dignatarios allí presentes de "Croatorum atque Urborum" (en lugar de Urbium), es decir de los croatas y de las ciudades dálmatas. Nada Klaic reproduce sin más el texto Croatorum atque Serborum - de los croatas y los servios - lo que no aparece en ningún texto de las tantas copias del original de Tomas (Thomas, Archidiácono de Split, autor del libro Historia Salonitana, siglo XII. - Obs. del trad.), ya que cada uno dice Urborum (pág. 153). Gunjaca concluye afirmando que "una maquinación de esta clase en N. Klaic no es una casualidad sin consecuencias científicas. Ella sabe muy bien qué quiso decirnos con esto".

Gunjaca designa correctamente con la palabra Urborum a los ciudadanos de la Dalmacia (romana) y no como lo insinúa N. Klaic Serborum, lo que significaría de los servios. Cuando Klaic salta sin escrúpulos por encima de la verdad, tergiversándola y agrega la palabra Serborum, es evidente que ellos (los servios) según ella, estuvieron también presentes y encabezados nada más ni menos que por Micael de Zahumlje, a quien se menciona en el sínodo junto con (el rey croata) Tomislav. Partiendo de aquí, y siguiendo el método de N. Klaic, se obtiene una prueba de la elite eslava de Zahumlje, que todavía no tenía bien determinada su etnogénesis, pertenecía en efecto al etnicum servio, porque se la presenta servia en el siglo X. Pero recalco: en los textos se dice: Urborum (pág. 154).

En realidad, se trata de esto: N. Klaic, que no "tiene límites en sus tergiversaciones", insinúa que Zahumlje étnicamente pertenece a los servios. Mandic, por su parte, vio muy bien el asunto. Zahumlje coincide con la parte central de la actual Herzegovina, croata en su 90%. Mandic, en su gran desquite con N. Klaic, aclaró también el caso de Neretva, entre otros, para concluir: "Al proceder así, Nada Klaic ha minimizado y empobrecido la vida histórica croata durante el gobierno de sus mandatarios nacionales. De esta manera especial ha reducido a proporciones realmente miserables el etnicum y el espacio del pueblo y el Estado croatas".

Mandic esclareció el problema de tensión y de conflicto entre Oriente y Occidente en la frontera Drina-Budva, no sólo mediante una abundante argumentación analizando caracteres de la Dalmacia romana y croata, sino también haciendo un profundo análisis del conjunto cultural de Occidente. "Cada pueblo -hemos dicho en 1969- tiene su espacio cultural, donde se hallan su fuente y su formación, su tradición y su continuidad. Por eso, sin conocer bien estos aspectos de carácter primordial del pasado, todo resulta incomprensible".

Nuestra historiografía oficial resolvía en forma poco clara, superficialmente politizada y con discusiones intrigantes al estilo bizantino, este problema fundamental de las tradiciones culturales, lo que por un lado hacía agravar una comprensión cabal de la profunda oposición -en la complicada actualidad yugoslava- "europea interna entre la gente europeo-oriental y europeo-occidental" (F. Heer) y por otro el otro ayudaba para que todo eso se usara con fines políticos y problemas de la disciplina rigurosamente histórica y científica se resolviesen de acuerdo con las medidas de los intereses del momento.

Las obras históricas de Mandic resultan, en este sentido, un excelente apoyo a las tesis filosófico-políticas relativas a la tradición histórico-cultural croata de Starcevic, Sufflay, Lukas, Zimmermann o Makanac. Además, estas obras servirán de base documentada para una futura elaboración del sentido de la historia croata dentro del cuadro de la filosofía de la historia, que aún no está escrita. Según R. Altamira, el decir cultura es sinónimo de historia.

La historia tiene en este aspecto su lógica peculiar al tratar de descubrir la génesis, la cadena de dependencias y el significado de los acontecimientos a que se refiere (Viealteux). La lógica de la historia estatal-étnica y cultural de los croatas, según Mandic, así como también "la cuestión nacional", en cuanto es de carácter "básico" en la historia de Bosnia y Herzegovina, al igual que en la realidad actual, esta lógica tiene en sí misma la condición de su valor. Ella entrelaza la mentalidad y el espíritu nacional desde los primeros días de su génesis hasta los acontecimientos más recientes. Desde su génesis, el pueblo croata es un pueblo estatal, y como tal reconocido y tratado por la comunidad cultural-política de Occidente en aquellos tiempos. Ninguna generación croata, a través de muchos torbellinos políticos -veneciano, magiar, turco, austríaco o servio- y durante los períodos de la ideología feudal -bogomila, josefinista, iliria, eslava, masónica, liberal, yugoslava y comunista-, en ningún momento abandonó u olvidó el carácter de su existencia estatal. La historia tiene su lógica, al igual que la vida, como la sangre en la lucha por esa vida y como un libro sagrado de la misma; como el sentimiento y su interpretación y, por último, como el acontecimiento y como la filosofía del mismo.

Mandic tiene estos grandes temas:

La Croacia Rubra (con todas las implicaciones de la reciente interpretación de la Crónica del sacerdote de Duclea);

La Asamblea en el campo de Duvno (ubicada originalmente en el año 753 contra la opinión de Sisic, Kukuljevic, Klaic y L. Jelic);

Los bogomili: Bosnia y Herzegovina (un análisis detallado de la pertenencia estatal, religiosa y étnica de las mismas a Croacia, desde sus albores históricos hasta hoy).

Desde ahora, todos estos temas, y otros más, se convierten y permanecen como piedra fundamental para la historiografía croata del futuro, ya sea en el sentido de crítica, ya sea en el sentido de las nuevas perspectivas, incluso de las revisiones nuevas, como también para la consolidación de la conciencia histórica croata. Esto último es lo más importante, porque todos sabemos "que el conocimiento del pasado es algo que está en un permanente y continuo progreso, transformándose y perfeccionándose sin pausa" (Bloch).

Así también las obras de Mandic hallarán en una seria discusión científica diferentes interpretaciones de sus tesis: la concepción de algunas fechas o una mejor interpretación al leer algún documento en relación con el sentido de tal o cual acontecimiento, pero lo más importante es señalar, en forma autorizada y con autoridad, la conciencia histórica de uno de los más antiguos pueblos de la época en la que se formó la conciencia europea occidental. La conciencia histórica, basada en la verdad de los documentos, supera a éstos, creando aquel clima espiritual en que vive y respira un pueblo. Si la conciencia histórica está martirizada por dudas, hipótesis contradictorias, insinuaciones tendenciosas de carácter político, que favorecen a alguna agrupación política del momento y transitoria o por el exhibicionismo de unas ambiciosas pseudo-autoridades, el pueblo pierde su fuerza moral, seguridad y claridad de su etnogénesis como la pierde un hijo ilegítimo sin su partida de nacimiento. Asimismo pierde el sentido de la pureza de su idioma, de su religión y de sus principios éticos de vida y, en consecuencia, su conciencia estatal. El Opus de Mandic aflora allí y afirma nuestra conciencia histórica. En esto estriba su valor y también su éxito.

En la Patria pugnan por obtener las obras de Mandic, que en la Biblioteca de la Universidad Croata pierden páginas por el uso casi excesivo, mientras que en la Academia circulan de mano en mano y Matica Hrvatska pide cada vez más ejemplares. Especialistas e intelectuales comienzan a reproducir diferentes tesis de Mandic, enviándole muchísimas cartas de elogio y reconocimiento. El régimen yugoslavo-comunista reacciona con condenas. En Split fue condenado el abogado croata Ivan Muzic, acusado de "enviar al Dr. Mandic, declarado enemigo y provocador de Yugoslavia, diferentes elementos cuando éste se los pedía".

En este asunto hay algo más profundo: nosotros sentimos que con la aparición de la figura histórico-científica de Mandic aparece también una nueva imagen y un nuevo concepto de historiador en general. Es decir, Mandic, desde el primer momento, se dirige con sus escritos hacia el lejano y difícil siglo VII guiado por el deseo de encontrar a un ser vivo y abrazarlo con simpatía. "Por esta palabra (simpatía) yo siento moverse en sus tumbas a nuestros antiguos maestros positivistas: ¡qué clase de cambio de perspectivas! Leyendo sus manuales tenemos la impresión de que para ellos la primera virtud del historiador es el espíritu crítico y la duda metódica..." (H. Irenee Marraou, prof. de la Sorbona).

En efecto, ante los testimonios de la historia no hay que proceder con una cara sombría de mal policía para quien todo resulta sospechoso, porque falta el amor, la fuente de los conocimientos más profundos. Si el conocimiento y la total comprensión constituye la dialéctica entre el yo y el otro, ellos representaban una larga base de comunicación entre el sujeto y el objeto, entre el historiador y el documento -mejor dicho entre el hombre y el pueblo, que se presenta en el documento- resulta casi imposible comprender sin esta disposición del espíritu todo lo que siente y piensa el hombre. No sólo la simpatía, sino también la amistad, debe engendrarse entre el historiador y su objeto. El espíritu crítico y la simpatía no son, por sí solos, contradictorios. Junto a una crítica rigurosa, la simpatía es siempre la fuente y la condición de comprensión, ella constituye siempre una frase constructiva de la labor (Marrou).

D. Mandic demolió con su espíritu crítico el edificio provisional de un conocimiento histórico imperfecto, para construir con simpatía una nueva visión de la verdad. "La historia es la respuesta a la cuestión surgida desde lo más profundo del alma del investigador" (Marrou). ¿Qué fue lo más profundo en el alma de un historiador nato como Mandic? El mismo contesta: "... fijar la realidad histórica verdadera de nuestro pasado y corregir tantas afirmaciones incorrectas que encontré, especialmente, en las obras en lenguas extranjeras". Además, nuestro historiador poseía en su cultura personal y en la estructura misma de su espíritu una afinidad psicológica que le permitía imaginar la vida de los croatas del siglo VII como también, más tarde, en pleno medioevo. Este fue un periodo predominantemente religioso, con la irradiación central de Roma. Emile Male y Sh. Dawson repiten, a menudo, que los hombres de nuestros días se dividen en los que odian y los que aman al medioevo, pero que cada vez más prevalecen los últimos, haciendo también cada vez mayor y más clara la verdad acerca de aquella "noche" enigmática.

El pueblo, tanto en el exilio como en la patria, sintió el Opus de Mandic, a pesar de haberlo escrito con la pesada armadura de erudito y con un estilo rigurosamente científico. El pueblo lo abrazó por suyo y lo saludó, lo que es un caso muy raro para nuestros historiadores académicos, historiadores que se quedaron, con excepción de algunos pocos y honorables, encerrados en sus minuciosas exigencias técnicas, en el mar de monografías y la examinación policial de las "falsificaciones".

Una de estas honorables excepciones fue, por cierto, el padre Stjepan Sakac, quien murió en Roma el mismo día que falleció Mandic, es decir, el 28 de agosto, a la edad de 83 años. El mismo Mandic lo llamó "el pionero de la revisión de la historia croata".

El vacío oprimente que sentimos por la muerte de Mandic lo debemos llenar con el espíritu de su Opus, con el que nos devolvió el honor, el nombre, la unidad étnica, tierras arrebatadas y, por fin, el sentido de nuestra historia - toda una serie de elementos esenciales de nuestra conciencia histórica y estatal en la lucha actual, difícil y crítica, por la sobrevivencia.

(Trad. por F. N.)