J. G. Reissmüller: Jugoslawien Vielvollkerstaat zwischen Ost und West

(Yugoslavia, un Estado plurinacional entre Este y Oeste) Eugen Diederichs Verlag, Düsseldorf-Koln, pág. 239, año 1971.

Se trata de un trabajo de múltiple valor, rico por su contenido e informaciones. Su autor fue corresponsal en Yugoslavia por varios años del diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung. Durante ese período tuvo todas las posibilidades de conocer la vida de los pueblos de aquel Estado plurinacional. Junto con la virtud alemana general -una asidua profundidad de estudio- Reissmuller posee un talento de observador e investigador inconfundible. Es por ello que su presente obra la podemos considerar como una de las mejores que versan sobre los problemas de la Yugoslavia comunista, escritas en un idioma mundial y por un autor extranjero.

El libro está dividido en tres partes. En la primera el autor dedica una atención especial a cada una de las repúblicas federativas y a las regiones autónomas de Yugoslavia. Esta división formal del país le facilitó ocuparse así de la vida histórica y actual de cada uno de los pueblos que componen aquel "milagro" político del mundo europeo, donde casi todo está contra su existencia y todos, excepto la mayoría de sus pueblos, la defienden. Eslovenia, Croacia, Servia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Macedonia, repúblicas de la Yugoslavia comunista; Vojvodina y Kosovo como sus dos regiones autónomas dentro de Servia, constituyen sendos capítulos del libro de Reissmüller. En cada uno el autor describe con envidiable exactitud y conocimiento la historia nacional, logros culturales y el carácter de sus pueblos.

Sorprende, a veces, por la amplitud con que informa al respecto a sus lectores. En la segunda parte, Reissmüller toca problemas más candentes de la realidad actual interna de la Yugoslavia comunista. Resultaría difícil encontrar un trabajo semejante en un idioma extranjero que proporcione tantas informaciones, planteos de problemas y, a veces, sugerencias de sus soluciones. En la tercera parte de su valiosa obra Reissmüller habla sobre los problemas internacionales más delicados de Yugoslavia, su futuro y su relación con la Rusia Soviética y, especialmente, las relaciones políticas y económicas con la comunidad nacional alemana y sus dos Estados.

Habrá, corno de costumbre, descontentos con el libro dentro de cada uno de los pueblos de que se ocupa. No obstante, nadie le puede negar su valor. Con un estilo claro y de exposición muy fluida y periodísticamente atractiva, esta obra, sin pretensiones formalmente científicas -falta de citas de obras o de autores- supera en mucho a cuantos conocemos con dichas pretensiones y que se ocupan del mismo tema. Una cierta serenidad y un espíritu de objetividad irradian de este trabajo del periodista alemán. Esta postura le facilitó abordar los problemas sine ira et studio como primera condición para conocer la verdad, cualquiera que sea. Sin esta disposición, también la armadura científica de citas, obras y autores, a menudo no conduce a nada.

Así, por ejemplo, habrá eslovenos que no se conformarán con la opinión del autor de que aquel pueblo es conformista, sumiso y colaborador de Belgrado. Reissmüller desconoce una fuerte corriente eslovena que no acepta el status nacional esloveno como el de un pueblo cultural sin pretensiones de elevarse al status de un pueblo-nación, con soberanía propia y un Estado independiente. Nuestro autor no encara suficientemente la actualidad eslovena, especialmente en la emigración, poniendo el acento sobre el pasado esloveno y no prestando atención a aquella realidad actual en la Eslovenia sometida a Belgrado por múltiples lazos ideológicos y de opresión. Ni tampoco la animosidad natural entre los eslovenos y los croatas es un dogma estático. Hay evidencias de mejoramiento por sobre el axioma de que el enemigo de mi vecino es mi amigo.

También hay signos de que los servios, enemigos del pueblo croata, amigos de los eslovenos, a la larga resultarán enemigos también del pueblo esloveno. Por nuestra parte creemos además, que la común religión croata-eslovena desempeñará el papel de enlace entre Ljubljana y Zagreb, por lo menos como lo está haciendo el marxismo entre Ljubljana y Belgrado en la actualidad.

Los juicios del autor sobre la historia, la cultura y la capacidad creativa de los croatas, en su mayoría son correctos, inspirados por el deseo de acercarse lo más posible a la verdad objetiva. A pesar de la muy complicada historia del pueblo croata, Reissmüller pudo lograr una visión bastante exacta, destacando su lucha por la soberanía, puesta en peligro por los turcos, venecianos, húngaros y austriacos. La nobleza croata, fenómeno único entre los pueblos de Yugoslavia, salvó, contra todos los vientos y mareas, la individualidad nacional y estatal croata, mientras todos los demás "yugoslavos", incluso los servios, soportaron el yugo turco, austriaco o veneciano durante todo su pasado o, por lo menos, durante varios siglos.

Reissmiiller destaca también algunas ventajas de Croacia por haberse unido a la comunidad cristiana húngaro-austriaca. Un grado de civilización material de la industria y la cultura intelectual la equipararon con centros culturales como Viena, Budapest, Venecia o Bolonia. Con estas ventajas la incorporaron en 1918 a Yugoslavia donde, contrariamente a sus sueños, la esperaron profundas desilusiones. La idea yugoeslava, forjada en Croacia, fue puesta al servicio de los servios. Estos, después de una secular esclavitud bajo el poder turco, se liberaron gracias, en primer término, a los éxitos militares de la Monarquía danubiana. Fue ésta la que mortalmente debilitó al Imperio turco. El resto, dentro del cual hay que encuadrar también la liberación servia, fue una consecuencia lógica y natural. Pero la comunidad danubiana, prenda de dichas ventajas para Croacia en el pasado, se convirtió en los novísimos tiempos de la vida comunitaria en una grave pesadilla.

La germanización y la magyarización no permitieron a los croatas maniobrar libremente por la resurrección de su Estado independiente, obligándolos a pensar en una alianza política con los servios. Una parte de los políticos croatas soñó con la posibilidad de la creación de una comunidad política democrática e igualitaria, donde los croatas, con su cultura y economía superior, podrían desempeñar el papel decisivo. Incluso, hubo entre ellos algunos románticos que creían en la identidad nacional croata-servia. Pera los servios, un pueblo campesino, unido en su iglesia griego-ortodoxa, que cultivaba el mito de la grandeza nacional pasada y un futuro espléndido, victoriosos con sus aliados en la Primera Guerra Mundial, impusieron a Croacia un régimen de hegemonía, explotación y dictadura que terminó en la destrucción de la comunidad (1941) Yugoslavia monárquica sin que nadie, excepto los servios mismos, llorara por su suerte.

Esto vale especialmente con respecto a los croatas, los albaneses, los macedonios y las fuertes minorías alemana y húngara. La conciencia nacional servia, como la describe Reissmüller -y esta descripción es exacta-, linda con un sentimiento nacionalista en el peor significado de la palabra: elevar a su propio pueblo y su historia como un valor absoluto sin consideraci6n alguna de los intereses de los demás. De ahí un orgullo desmedido, un individualismo anárquico, donde cada uno se considera primero y privilegiado, destinado a mandar. Este sentimiento y esta mentalidad, es lógico, los hace poco aptos para una vida política plurinacional. Los servios se consideran un pueblo elegido al que pertenece todo el poder y los beneficios que pueda ofrecer una comunidad de dicho carácter.

Es acertadísima al respecto la siguiente afirmación de Reissmuller: "El comunista gran-servio Rankovic oprimía, mediante el aparato policial secreto que obedecía sus órdenes, y con ayuda de gran parte del aparato partidario, a otras naciones y a los no comunistas, como también a los tan llamados comunistas reformistas de todos los pueblos de Yugoslavia, incluso del servio. Su nombre en el lenguaje corriente del Partido es hoy todavía el sinónimo del chovinismo y el terrorismo antidemocrático. Pero no se trata solamente de Rankovic. Este hombre procede de un ambiente político-social: del granservismo de carácter campesino-burgués hegemonista, pintado de un ambiente proletario-marxista y con la máscara de la aparente fraternidad de clase y de carácter supranacional. Rankovic fue, si no en sus métodos, empero seguramente en sus objetivos, un síntoma de la postura arraigada en el pueblo servio".

El capítulo dedicado a los albaneses en Yugoslavia es muy acertado. La conciencia nacional firme, la salud biológica y el crecimiento de población superior a todos los demás, las apretadas filas de una minoría perseguida durante todo el tiempo de la existencia de Yugoslavia -monárquica o comunista- le aseguran un futuro mejor, justo y merecido. Un millón de hombres, artificialmente separados de su madre Patria, gracias a sus virtudes puede esperar con derecho tiempos mejores. Desde la caída del stalinista y granservio Rankovic, que había prolongado la despiadada política antialbanesa de la monarquía, Belgrado trata de cambiar la táctica, conservando siempre su objetivo idéntico último y lejano: separar lo más posible a aquella masa humana de su Patria y luego asimilarla y "servisar". Por eso actualmente se invierten grandes sumas para levantar allí la industria, instituciones culturales y científicas, medios de comunicación, etc.

No obstante, el espíritu nacional albanés no cede. El odio contra los servios no se olvida. Madura el conocimiento en Servia: Kosovo está perdido. La población servia, especialmente los funcionarios que ocupaban puestos directivos en todas las esferas de la vida, abandonan la región. Esta, por su parte, reclama siempre más decididamente su elevación al rango de una nueva república de la Federación yugoeslava. Reissmuller dice textualmente: "No se puede esperar que los funcionarios del Partido de nacionalidad albanesa, sean ellos de la central de Belgrado o de las oficinas de su Provincia, favorezcan una política dirigida contra los intereses de su pueblo. Todavía les pesa el pasado reproche de haber olvidado a su propio pueblo por obedecer a Belgrado. Por eso, ahora con tanto más ahínco tratan de identificarse con él. Por cierto, chocan por ello a menudo con la línea general partidaria, pero las directivas a que deben atenerse en este movido choque están dadas".

El caso macedonio se asemeja al albanés en uno de sus aspectos: el régimen de Belgrado trata de convertir a Macedonia yugoeslava en el centro de integración de sus partes bajo Grecia y Bulgaria. Múltiples son los objetivos a lograr de esta manera. El país quedaría siempre bajo su poder de una u otra manera; podría servir como prenda de compromisos y repartición en momentos de crisis con vecinos de mayor importancia; sirve de paragolpe con los mismos. Reissmüller yerra al decir que el caso macedonio es un caso de una nación recién en formación. La ciencia histórica proporciona otros datos e informaciones. Tampoco resulta exacta su opinión acerca de la nacionalidad montenegrina, considerándola una provisoria y accidental especie de la nacionalidad servia. El periodista alemán, posiblemente, no pudo estudiar el problema a fondo. Así habría podido descubrir que aquella nación es de origen croata, separada del resto por eventos históricos desfavorables, supliendo el origen étnico croata la misión de la iglesia ortodoxa servia. No obstante, la conciencia de una peculiaridad nacional nunca desapareció. El hecho de haberse organizado Montenegro como una república recreativa de Yugoslavia señala la importancia y la conciencia de este sentimiento.

Pero los errores más graves los comete el señor Reissmmuller al referirse a Bosnia y Herzegovina. Inexacta es la afirmación del autor de que aquellas dos provincias en el comienzo del medievo pasaban del poder croata al servio y viceversa, y que ninguno pudo tenerlas por mucho tiempo. La verdad es que Servia, excepto dos casos de incursiones bélicas servias -uno en el siglo X y otro en el XIV- nunca dominó allí. Por el contrario, las provincias fueron partes integrantes de Croacia desde siglo VII (llegada misma de los croatas a su patria de hoy) hasta el 1102, cuando Bosnia empezó a vivir una vida independiente, pero siempre como una formación estatal croata, tratando en el siglo XIV de convertirse incluso en el punto de reintegración de todas las partes de Croacia, cambiando estas su histórica orientación recién con la llegada de los turcos.

Hasta ese momento (1463) todo -organización del poder, idioma, costumbres y conciencia de comunidad- fue croata. Con los turcos llegan también válacos, restos de la población semi-romanizada por el Imperio romano y de religión griego-ortodoxa, poniéndose al servicio turco, especialmente como tropas auxiliares. Entre ellos hubo una mínima parte de servios. Con el tiempo, sin otra estructura del poder cristiano público, la Iglesia servia ortodoxa, por intermedio de su jerarquía les infundió la conciencia nacional servia, proceso que recién terminó en la Yugoslavia monárquica. No obstante todos estos inconvenientes, los croatas -musulmanes y católicos- constituyen actualmente un porcentaje superior al 60 % en aquellas provincias, lo que demuestra lo injustificado de su separación de Croacia y, además, entregar allí el poder casi absoluto a la minoría servia. Reissmüller nada dice al respeto.

Creo, por otra parte, que su juicio referente a los bogumili, posteriores musulmanes, es exacto. Las cruzadas de la Iglesia Católica contra los bogumili (paterenos) en coalición con el poder político y la jerarquía eclesiástica húngaro-croata para someter a Bosnia a su poder, fueron causas decisivas del alejamiento de Bosnia del resto de Croacia y del abrazamiento posterior del Islam, garantizándoles los bienes, el poder local y la seguridad social. Desde 1878, con la ocupación efectuada por Austria, empieza el proceso de reincorporación de aquellas provincias a la comunidad histórica y nacional croata. Pese a los obstáculos artificiales creados por parte de la Monarquía danubiana y servia, especialmente desde 1918, ese proceso es incontenible. La historiografía, la conciencia y la vida efectiva de la población aceleran ese proceso y no está lejos el día cuando se termine de acuerdo con la lógica natural e histórica de este desarrollo. Reissmüller prescinde de esta realidad inclinándose hacia la opinión oficialista de Belgrado sobre la "nación musulmana".

No podemos tocar todos los problemas planteados por el periodista alemán. Pero tampoco podemos omitir sus observaciones sobre un tema de tanto interés no solamente en cuanto afecta la vida interna de aquel país, sino también por cuanto constituye un objeto de interés de la política internacional. En efecto, el socialismo de autogestión yugoslavo, la esencia del "camino especial yugoslavo" hacia el comunismo, despierta. gran interés teórico y práctico en muchos países. Reissmuller dice que la autogestión en aquel país es una realidad. No podemos entrar en la investigación de las causales de la misma, ni las dificultades que frenan su adelanto, pero sí debemos reproducir la opinión de Reissmuller sobre el alcance real de aquella forma "liberal" del socialismo.

"En todo caso la autogestión de las empresas está bajo múltiple control del Partido. Además, está limitada por los reglamentos estatales... La legislación rigurosa de divisas hace difícil los negocios del comercio exterior. Pero sobre todo, un número de contribuciones públicas pesan sobre las empresas de tal manera que la mayoría quedan sin posibilidad de inversiones... Este malestar en Yugoslavia no constituye un problema secundario de la vida económica, sino se lo considera como un problema fundamental de orden social...". Pero hay problemas internos también que obstaculizan, casi inutilizan al sistema y la posibilidad de autogestión. Así, por ejemplo, el personal de una gran empresa en su central procede sin consideración a los intereses del personal de sus filiales en provincias y de menos importancia. Por eso el Partido trata de realizar la mayor descentralización, pero hay tantos experimentos e inseguridad que todo, se puede decir, es fluctuante.

Peor todavía es el problema de formar un tipo de economía que se caracteriza como "Managership" (Directorio). "Aquí se produce el conflicto entre el principio según el cual el personal o por lo menos el consejo obrero como su representante más directo, tiene influencia decisiva sobre la corriente política de la empresa y la dirección de la misma por un lado, y las exigencias de una conducción moderna y racional que presupone al personal especializado y capaz de reaccionar rápidamente por el otro". Desde 1969, con la enmienda de la Constitución, fueron aumentados los derechos del personal, pero también creció la necesidad de especialistas en vista por sobre todo de los negocios con el exterior. "Así, en ciertos casos, el personal y su consejo, exigían para que los especialistas tomasen el comando. La consecuencia fue que el rol decisivo en una empresa pasó a manos de un pequeño grupo que fue elegido, en forma global por el consejo obrero o que formó alrededor de él el director con la aprobación de dicho Consejo. En este grupo se acumulaba muy a menudo la inteligencia profesional, pero a veces también la voluntad decisiva de poder. De esta manera el Consejo obrero se reduce a una mera existencia formal". El Partido y los sindicatos, dice Reissmuller, tratan de corregir y subsanar este inconveniente, pero agrega:

"Ninguna clase de campaña puede lograr que la autogestión, así como la función política de sus inventores, coincida con la función exitosa de una empresa. El peligro de colisiones es palmario. Estos conflictos surgen especialmente, cuando aquel pequeño grupo decisivo determina sus sueldos por encima de los méritos o posibilidades de la empresa, o cuando se trata del despido de la mano de obra innecesaria. Pero las dificultades no acaban aquí. Cuando hay que modernizar la fábrica, resolver graves problemas técnicos y de comercialización, la decisión queda en manos de los especialistas, reduciendo la autogestión a pura ilusión, con un poco de "carácter utópico" especialmente si se tiene presente que se trata de un país que todavía está técnicamente atrasado.

Reconociendo también aspectos positivos del sistema que en casos especiales puede garantizar a los obreros un control efectivo de la empresa, Reissmüller dice que la autogestión es solamente un fragmento de la vida económico-social del país. Tres cuartas partes quedan en manos privadas, especialmente en la agricultura, mientras toda una serie, de las instituciones públicas están fuera de toda autogestión: la administración general pública, obras sanitarias, instrucción pública, ejército, diplomacia, etc. Los intentos de introducirla ahí también, dice Reíssmüller, provocan la burla de los verdaderos soberanos del socialismo yugoslavo. ¿Dónde, en realidad, están estos soberanos? El autor contesta: "Todas las instituciones políticas y organizaciones en Yugoslavia, incluso el parlamento y el gobierno, están en la sombra del Partido. Su monopolio de poder existe ahora como antes, pese a que en los años sesenta había cedido un poco.

Es el que toma todas las medidas de importancia política decisiva... En todos los campos de la actividad, las intervenciones del Partido no son cosas inusuales... "Desde el punto más alto del Estado hasta las administraciones comunales inferiores, todos los puestos de importancia están ocupados por los afiliados del Partido. La gente que viene a los parlamentos de la Federación o de las repúblicas sin ser afiliados del Partido, son solamente como compañeros de ruta. Nadie puede ser oficial profesional, diplomático, oficial policial de rango superior, empleado de rango en un ministerio o director de escuela si no es hombre del Partido". Las recientes enmiendas constitucionales y la creación del Presidium de la República, nada cambian al respecto, porque sólo "los líderes más encumbrados del Partido pueden entrar al Presidium". En cuanto a la pretendida democratización del Partido, Reissmüller invoca la opinión de algunos intelectuales yugoslavos según los cuales todo quedará en letra muerta mientras exista "el democratismo centralista". "Parece que existe la libre discusión hasta que se toman conclusiones definitivas; después de esto, todos los afiliados del Partido deben adherírseles. Aquellos que no se atienen a esto, son culpables de "fraccionismo", la culpa más grave que un comunista pueda cometer".

Este libro de Reissmuller, muy informativo e instructivo al mismo tiempo, está ya en muchos sus aspectos superado por la borrascosa vida de aquel Estado plurinacional. Después del golpe de Tito ejecutado en diciembre del año pasado, cuya víctima principal es el pueblo croata y su liderazgo comunista más encumbrado, el "centralismo democrático" volvió a imponerse nuevamente con todo rigor. Presenciamos actualmente centenares de procesos políticos montados artificialmente por "la más grave culpa que un comunista pueda cometer" es decir, el "fraccionismo" y la "contrarrevolución".

Desde ese momento y de acuerdo con la opinión de los observadores más desinteresados, Yugoslavia y Tito están minando definitivamente el edificio tan precario de su autogestión, liberalización y humanización, notas específicas que deberían caracterizar la peculiaridad del régimen de Tito, tan glorificado por su propaganda propia y sus simpatizantes en el mundo libre. El comunismo moscovita tiene sus bases firmes en Yugoslavia.

"El paneslavismo y las tendencias pro-rusas de antaño, que eran siempre fuertes, especialmente en Servia y en Montenegro, viven como el pro-sovietismo aún hoy". Pese a todas las persecuciones, los conformistas persisten y "su objetivo vital es la restauración de la hermandad con Moscú". Si algunos observadores piensan de otra. manera, dice Reissmüller, se trata de gente que quiere vivir con ilusiones y le gusta ser engañada. Aquel que prevé el paso de Yugoslavia al mundo occidental, vive en el reino de sus deseos pasando por alto la realidad comunista yugoeslava.

Por falta de conocimientos completos de la historia y la voluntad actual de aquellos pueblos, especialmente del croata, por las simpatías que tiene para con Tito y ateniéndose a la política oficial mundial que desemboca en el esfuerzo de salvar a Yugoslavia, también Reissmüller comete un grave error que le podemos reprochar por la parte croata: el error de posponer y someter el derecho de autodeterminación de los pueblos a la existencia de un Estado opresor donde, por ejemplo, el ministerio de relaciones exteriores tiene cuatro inscripciones en cuatro idiomas, mientras en el mismo domina una voluntad, la servia. Lo mismo sucede con el material que se prepara para los Congresos del Partido. Cuatro grandes fascículos en cuatro idiomas. En vez de recalcar este absurdo y sugerir una disolución pacífica del país de acuerdo con el principio nacional, Reissmuller contribuye a la afirmación de su existencia. en perjuicio de la libertad, el derecho de autodeterminación, la seguridad y la paz en aquella parte del mundo que de ninguna manera resulta sin interés e importancia para la paz mundial.

Decimos esto sin restar grandes méritos al autor que trata los problemas con gran objetividad y, entre ellos, también el problema croata. Su insistente apego al oficialismo internacional, para decirlo así, de salvar a Yugoslavia a pesar de ser la encarnación de la hegemonía servia, involuntariamente la empuja para que termine definitivamente en la órbita soviética. Reissmüller sabe bien que un régimen comunista democrático, libre e igualitario es un nonsens, una imposibilidad marxista. La política que sostiene ilusiones contrarias está afectada por un extraño espíritu de confusión. El incipiente proceso de democratización de la Yugoslavia comunista, con su epicentro en Croacia, fue herido mortalmente por Tito en persona y sus generales granservios y pro-stalinistas. Faltan pocos reajustes, "normalizaciones" como lo diría "Le Monde", para restablecer allí también el monolitismo comunista mundial en la interpretación soviética.

Franjo Nevistic