El comunismo y el nacionalismo

Nerkez Smailagic *

Una vista panorámica del comunismo en la actualidad revela profundas tendencias, procesos y realizaciones de transformación. Sin lugar a dudas, prevalece o -todavía mejor- se destaca, de manera especial, una contradicción que penetra en el plan general de su desarrollo: la orientación programática mundial y su cumplimiento en los ámbitos nacionales. En este plano, en efecto, se está resumiendo todo lo dramático, pero también todos los éxitos positivos del comunismo actual, de toda su historia real.

La revolución de octubre de 1917 fue, en verdad, un gran evento que determinó -y sobre eso no puede haber dudas- la vida entera de los pueblos del siglo XX. Esa revolución anunció, desde su comienzo, lo nuevo de un período que hace época y que está condensado en el programa del comunismo. Por lo mismo, gracias a las condiciones y posibilidades específicas de la Rusia zarista, aquella revolución anunció, y dio vida también a contradicciones e ilusiones nuevas.

En primer término el fracaso de todas las demás revoluciones europeas, como también de las guerras de liberación nacional, llevadas a cabo por la burguesía en Asia, dejaron sola a la Rusia soviética y la condenaron al aislamiento por mucho tiempo. Mirando más profundamente, hubo, en el desarrollo del país soviético y de sus anhelos, tres crisis fundamentales que ahora podemos decirlo, determinaron decisivamente posibilidades, realizaciones y perspectivas del comunismo de hoy. A saber: la crisis de la revolución mundial y su inevitable orientación hacia el aislacionismo; la crisis del desarrollo socialista soviético y la consecuente orientación en el sentido del robustecimiento de la administración y el sistema estatal, y, por fin, la crisis de desarrollo del Partido, orientándose hacia la liquidación de la democracia partidaria. Detrás de todas sus medidas programáticas y prácticas marchó, o las acompañó, un intenso proceso de centralización. Por eso, dentro de poco -en total un decenio- se acabó por entrar en duros y múltiples cuadros esquematizados de una "revolución desde arriba".

Este proceso interno, peculiar en el desarrollo de la revolución soviética, se reflejó, con igual intensidad y efecto, también en el plan político exterior (internacional). El Komintern desde su plataforma unitaria político-ideológica y partiendo del mismo criterio de la lucha revolucionaria, pasó gradualmente a desarrollarse en el Partido mundial de la revolución comunista, aferrado a un centralismo total e incondicional. Por haber sido en aquel momento la Rusia soviética el único país socialista, se consideró lógico y natural que su suerte y su interés fueran la suerte y el interés de la revolución mundial. A pesar que semejante concepción contenía en sí muchas rudezas y actitudes demasiado esquemáticas, se las pudo presentar con una razonable o por lo menos, con una aceptable justificación en vista de la estrategia general comunista.

La Segunda Guerra Mundial y las luchas revolucionarias y de liberación nacional en su conjunto, cambiaron esencialmente las condiciones de la acción comunista. Los triunfos de la revolución en los diferentes países, especialmente en Yugoslavia y China, revoluciones que fueron la expresión auténtica de las luchas internas llevadas a cabo por los movimientos obreros y el sistema burgués; las victorias de los movimientos de liberación nacional en una serie de países afroasiáticos, el derrumbamiento del colonialismo y la aparición en el escenario político internacional del bipartismo con su lógica de bloques, constituyen una serie de problemas que se está imponiendo imperiosamente a los movimientos comunistas para que reexaminen sus medidas y se ordenen tanto en su carácter táctico como estratégico.

El triunfo soviético -militar, político e ideológico- creó, por cierto, condiciones favorables para los éxitos socialistas en muchos países. En un sentido más amplio, pero también en proporciones bien determinadas, ese triunfo soviético ayudó también a nuestra lucha de liberación nacional y revolucionaria como una favorable circunstancia para su desarrollo. Pero, al mismo tiempo, ese triunfo sirvió de factor de centralización del movimiento obrero internacional, reforzado además, desde ahora, por la concepción de la división del mundo en bloques, y sirviendo esto también como factor de dogmatización. La Rusia soviética y su Partido permanecieron con sus concepciones, estrategia y métodos de acción conocidos del período aislacionista de su propia historia y el desarrollo. Incluso el Komintern, suprimido por obstaculizar la iniciativa revolucionaria en condiciones nacionales específicas, fue resucitado con aspecto y programa poco cambiados bajo la denominación de Kominformburo.

Dicha organización centralista, y su dureza, no quedó sin consecuencias. Las mismas se revelaron en toda su fuerza en el conflicto con nuestro Partido en 1948. Se produjo el conflicto inevitable entre un rigor y centralismo disciplinados por un lado, y el derecho histórico a un camino y a un desarrollo revolucionario auténtico e independiente, por el otro. La definición de la condena podría expresarse en los siguientes términos: Yugoslavia decidió tomar la posición nacionalista.

Reproduzcamos, por lo tanto, la idea final de la carta del Partido soviético del 22 de mayo de 1948: "Por lo demás, el rechazo de presentarse ante el Kominformburo, significa que el Partido Comunista Yugoslavo se decidió por el camino de fraccionar el frente único socialista de las democracias nacionales con la Rusia soviética y que ahora está preparando a sí y al pueblo yugoslavo para traicionar al frente único de las democracias populares y de Rusia soviética. Siendo el Kominformburo la base partidaria del frente único, esta política conduce a la traición de la causa de la solidaridad internacional de los trabajadores y al tránsito a las posiciones del nacionalismo, enemigo de la causa de la clase obrera".

Así, por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos estilizan la acusación pero también la definición del nacionalismo y del internacionalismo, respectivamente.

En este contexto, la solidaridad con un bloque y la sumisión a su centralismo se considera como el signo de la solidaridad internacional, mientras la propia posición anticentralista resulta ser posición nacionalista.

Una opinión bastante simple: la subordinación a un centro revolucionario es el internacionalismo, y la defensa de los derechos de la patria propia es el nacionalismo.

Desde ese momento la estrategia, basada en el centralismo por un lado, y la de carácter anticentralista por el otro, constituirán el contenido de desarrollo del movimiento internacional obrero, y esto sin consideración a los cambios de rumbo, derrotas, éxitos, concesiones teóricas o triunfos. Yugoslavia y su Partido... optaron en 1948 decididamente por la orientación del desarrollo anticentralista. Todos sus esfuerzos posteriores, sea en el plano político interno o internacional, fueron, al fin y al cabo, de esta orientación.

Nuestras decisiones

La postura anticentralista -digamos con más precisión- la postura anticentralista-burocrática en el plano político internacional tuvo un éxito relativamente fácil... pero al mismo tiempo en el plano político interno, su realización no caminó tan rectamente ni con facilidad. Las concepciones unitaristas que se alimentaron con la práctica, organización y métodos centralistas, fueron y siguen siendo muy fuertes en la Liga de los Comunistas de Yugoslavia (el Partido).

Lo que acabamos de decir, se reveló con todo su peligro y evidencia al publicarse las decisiones del plenario de Brioni en 1966 ... En aquella oportunidad el camarada Tito en su discurso de apertura dijo que "el asunto por el que estamos aquí y que discutiremos, no es una cosa nueva. Su origen se remonta mucho más atrás, casi a un decenio".

¿Cuál fue, en síntesis, la posición ideológica y política de la agrupación subversiva? Defendió, en primer término, una orientación burocrático conservadora, que podemos definir como un sistema autoritario-estatista. Luego se reveló como la concepción y la práctica de la hegemonía granserbia. Los rebeldes intentaron abusar de la historia del pueblo serbio para convertirlo en gendarme de Yugoslavia. Pero esto fue impedido por los representantes oficiales del mismo pueblo serbio. Por fin, su posición se revela también como la voluntad de abandonar la política de no-alineación y definir al país en el sentido de adhesión a un bloque de potencias. Sería ingenuo afirmar ahora que los hegemonistas granserbios constituyen la única corriente conservadora...

Con toda seguridad, el unitarismo es un fenómeno yugoslavo, cuenta con seguidores en todos los pueblos y, lógicamente, también en el pueblo croata. Todos son, en su lógica, partidarios del programa de Rankovic. El desarrollo anticentralista de nuestro país, iniciado en los años cincuenta, vigorizado especialmente por la reforma (1965) y el plenario de Brioni (1966), dio resultados considerables e impulsos esenciales. Basta mencionar la orientación reformista en general y su práctica en el aspecto de la producción, en su aspecto social, en su reconstrucción del sistema federal y, por fin, el último programa y la práctica de la reforma de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia, a pesar de todas las desilusiones y fracasos.

Para la república socialista de Croacia, el momento decisivo fue el Plenario X de enero de 1970, porque allí se fijó definitivamente la inseparable unidad de la emancipación social y nacional, dando así su contribución a la orientación socialista anticentralista de nuestro país dentro del movimiento socialista internacional.

Ser consecuentes

Durante todo el tiempo de la reorganización política interna de Yugoslavia -y con esto también de Croacia- se repiten, sin cesar, acusaciones contra el nacionalismo por un lado y elogios para el internacionalismo por el otro. Y no sólo por la repetición de una situación y una definición sino porque también la reorganización de la vida social y política de nuestro país resulta difícil, compleja y nueva, debiéndose también definir, de una manera también nueva, dos cosas. Primero, determinar nuevas bases, elementos y relaciones de la comunidad social yugoeslava y, luego, lo que es esencial, específico y auténtico de cada una de nuestras repúblicas. Como esta compleja reorganización se verifica con la presencia y participación activa de la lógica estatista y burocrático-centralista, condicionada por muchas razones de carácter político interno e internacional, resulta casi lógico que se recurra a calificaciones nacionalistas e internacionalistas. En el primer caso, en el sentido negativo, y en el segundo, en positivo. Otra es la cuestión si las mismas son objetivas y siempre de trascendencia especial. Hay que recalcar especialmente que estas calificaciones son el resultado, ante todo, de las relaciones de las fuerzas internas y que esta determinante es de carácter permanente.

Malentendidos, diferencias y contradicciones entre lo nacional y lo internacional están plenos de experiencias, dogmas y contradicciones del comunismo actual. Incurren en graves contradicciones, en juicios inseguros los que reservan la postura anticentralista para el plan político internacional de un país y por otro lado rechazan aplicar, sinceramente y permanentemente la misma postura, también en el plan político interno del desarrollo y las relaciones de nuestro país. Por razones de esta falta de ser consecuentes, surgen grandes malentendidos, enormes desilusiones y actuaciones negativas. El internacionalismo, dentro de nuestro país cabe en las mismas condiciones que presiden al movimiento obrero internacional: un tratamiento igualitario y un reconocimiento de cada uno de los movimientos obreros y de su síntesis en el común tesoro revolucionario de las experiencias de todo el país. De esta manera obtendremos un criterio claro y una base válida para separar lo nacional de lo internacional. En consecuencia, no se podrá proclamar más nacionalismo a la defensa, la renovación y la protección del propio interés socialista o patriótico, como se procedió con nuestro país en 1948. Nosotros no debemos, por razones de ninguna índole, ni por un solo momento, llegar en nuestros juicios y nuestras actitudes a las posiciones soviéticas de 1948. Diría que se pueda poner la cuestión: ¿Existe nacionalismo en nuestro país?

Limitándonos sólo al suelo de Croacia, podemos decir abiertamente: si, existe. El mismo se exterioriza a través de nuestro patriotismo pequeño-burgués, nuestro tradicionalismo y nuestro primitivismo. Pero considerarlo peligroso y de primera magnitud, carece de todo fundamento. Tenemos que atenernos a aquella apreciación que dio el camarada Bakaric, cuando dijo del unitarismo que representaba el peligro de la restauración burócrata-conservadora, y del nacionalismo que no representa ningún peligro, ni por su programa, ni por sus fuerzas. Lo dicho entonces vale también hoy. El comunismo en el momento actual, como también su realización en nuestro país, está henchido por los procesos internos de transformación que se están realizando en el sentido de la propia liberación interna, enriquecida por la diversidad individual de cada país; es decir, en la línea de desarrollo múltiple que hace imposible el burocratismo centralista riguroso de un solo centro.

Tampoco este desarrollo, por cierto, carece de peligros, pero no obstante es el único progresivo y, en consecuencia, es el único interés auténtico de cada uno de los pueblos. Un desarrollo de esta índole enriquece al comunismo con su diversidad y la múltiple experiencia, las iniciativas y las ideas, ligando a los hombres con autenticidad a su propio terruño, con la dignidad nacional del movimiento socialista y las amplias corrientes del programa revolucionario. No hay una razón válida para no aplicar idéntica apreciación a los cambios de nuestro país. Así se revelaría toda la fragilidad improvisada de las calificaciones tendenciosas del pretendido nacionalismo, a que recurren a menudo los unitaristas, como también de su inconsecuencia que nos perjudica tanto dentro de las corrientes progresivas del movimiento comunista internacional, como también en nuestro propio progreso interno.

Traducido por F. N.

(Este artículo fue publicado en "Hrvatski Gospodarski Glasnik" (El Mensajero Económico Croata), No. 9 del 15 de septiembre de 1971, pág. 8-10. El periódico fue suprimido en diciembre del mismo año por orden de la "normalización" neostalinista de Tito.

 



* Nerkez Smailagic, croata, musulmán, oriundo de Bosnia, es profesor en la Facultad de Ciencias Políticas, Zagreb.