(Los croatas y los serbios, dos antiguos y diferentes pueblos), en croata, Barcelona, Ediciones de la "Revista Croata", pág. 280, 1971.
Studia Croatica, Año XIII – Enero – Junio 1972- Vol. 44-45
Hay pocas historiografías nacionales si las hay que desde su comienzo tuvieron un panorama total e integral del desarrollo histórico de sus pueblos respectivos. Para conseguirlo se necesita un trabajo continuado y prolongado. De una generación a otra. Los historiadores posteriores deben continuar las investigaciones de los anteriores. El descubrimiento, a veces, de un solo documento nuevo, la interpretación más exacta del conjunto, la crítica de los anteriores y las nuevas combinaciones entre los resultados conseguidos de esta manera, cambian constantemente el panorama histórico de la vida de los entes que acostumbramos llamar pueblos, naciones.
Desde este punto de vista la tarea de la historiografía es casi inagotable. Las fuentes históricas de conocimiento (Erkenntnisquellen) nunca son completas. Un documento hasta ayer desconocido, a menudo puede, por sus datos personales, locales o de fecha, corregir grandemente la imagen del pasado que se creía hasta entonces como definitiva.
Se trata, pues, de las dificultades objetivas que obstaculizan un conocimiento exacto, similares a aquéllas en otros campos del conocer y la ciencia humanos.
Pero hay algo más que se opone al intento y esfuerzo humano para conseguir la exactitud, exigida por los problemas que se le plantean al hombre. Podríamos denominarlas dificultades subjetivas. Y con esta expresión querríamos abarcar mucho más. No sólo la subjetividad de los historiadores mismos -intelectual, moral, acceso a las fuentes históricas, etc.- sino también la actitud subjetiva general en un ambiente social o político en que los historiadores despliegan su actividad. La interacción de estas dos subjetividades, posiblemente, halla lugar más propicio, quizás, en el dominio de la historiografía, para no decir ciencia histórica.
Justamente, sobre ella convergen y presionan muchas actitudes interesadas. Si es la historia escrita la que proporciona argumentos científicos para una concepción política, para una u otra nación en sus disputas acerca de un territorio, un derecho o una obra o personalidad de significado histórico, resulta obvio que ese subjetivismo podríamos decir "objetivo" presiona sobre el subjetivismo del historiador mismo. El interés político moviliza a otros de carácter nacional-político, de ventajas económicas, de posiciones sociales, etc. De aquí, en consecuencia, la seudo historia, el falsear de los hechos y los resultados de la investigación; interpretaciones que, por la autoridad del historiador renombrado, se identifican aparentemente como verdades indiscutibles a pesar que la realidad es otra.
Este último caso está de manera especial presente en la historiografía croata. Ya el primer historiador croata -sistemático y científico- Juan Lucic (1604-1697) escribe en la atmósfera del subjetivismo como lo intentamos determinar más arriba. Tuvo que luchar entre la verdad histórica proveniente de los documentos, no siempre agradable para sus amos políticos venecianos, la presión política justamente de Venecia y el sentimiento nacional del autor, súbdito en aquel momento de Venecia. De esta manera, pese a sus grandes méritos para la historiografía croata, Lucic subestimó las fuentes directas croatas, dando preferencia a las extranjeras, especialmente al Constantino Porfirogeneto, lo que perjudicó gravemente no sólo a la ciencia histórica sino también a los intereses políticos de su pueblo croata.
Algo similar pasó también con algunos otros historiadores croatas de relieve. Unos escribían en la atmósfera "subjetivista" austriaca, otros en la húngara o, recientemente, yugoslava (F. Racki, F. Sisic, etc.). Últimamente, como lo atestiguan también observadores extranjeros, la pretendida idea yugoslava de unidad en su interpretación monopolista granserbia, los croatas no pudieron, después de 1945, publicar ni una sola reseña de su historia a pesar de la imperiosa necesidad y el descubrimiento de muchas nuevas fuentes y documentos desconocidos. En esta época "de la unidad y la fraternidad" incluso las personalidades históricas más preclaras se consideran sospechosas y por eso dejadas en el olvido.
Si no tuviésemos presente esta dolorosa verdad, resultaría una verdadera paradoja, que la historia croata no sólo se está escribiendo en el exilio sino que las mejores obras aparecen justamente en el extranjero. El reciente golpe neostalinista de Belgrado (diciembre de 1971) cayó como una inesperada helada sobre la vida entera del pueblo croata, incluyendo también su vida cultural. "La primavera de Croacia" que hace un año prometía una abundante cosecha también para la historiografía del país, terminó con el arresto de uno de sus historiadores más destacados (F. Tudjman) y en la censura más rigurosa de todo que se está editando, si es que algo se edita. La "grandeza" de Tito no deja ya lugar en los libros, ni en las plazas públicas para figuras tan relevantes como un Jelacic o S. Radic.
Como por designio de la Providencia, en el exilio vive (83 años) el Dr. Dominik Mandic, uno de los más grandes historiadores croatas. Sus últimos 20 años de vida los consagró a la historiografía de su pueblo. Toda una serie de obras -monografías o compendios sistemáticos- son el fruto de esta intensa actividad de un historiador por vocación. Bosnia-Herzegovina, la Croacia rubra -Herzegovina oriental, Montenegro y la parte de Albania- constituyen el interés primordial de éste, nuestro eximio historiador. La revalorización crítica de los antiguos documentos históricos en el idioma nacional, la organización del Estado croata medieval y sus fronteras, el bautismo del pueblo croata y la restauración de la diócesis de Split -iglesia metropolitana de Croacia- las primeras Dietas (Sabor, Asambleas) generales y la importancia que revisten en la vida del pueblo, el origen de los ortodoxos y válacos en territorios croatas, etc., etc., son los temas que Mandic esclarece con una precisión casi matemática y una claridad que brilla naturalmente de todas las verdades para quien sabe descubrir y comunicarlas.
Su presente obra es la magnífica síntesis de los resultados de una prolongada actividad científico-investigadora. Es una nueva y clara visión panorámica de la historia de los croatas. Una visión científica, liberada de toda presión política o consideración oportunista. Además, es una historia croata escrita paralelamente con la de Serbia. Mil cuatrocientos años de vida llena de acontecimientos, ofrece un testimonio irrefutable de la diferencia substancial, justamente nacional, entre el pueblo croata y el pueblo serbio, entre Croacia y Serbia.
En las 280 páginas de la obra del Dr. Mandic, de una manera maravillosa, condensada y sobre la base de un mar de documentos de suma importancia y en varios idiomas, examinados a la luz de una critica rigurosa, llega a la siguiente conclusión: "Los croatas y los serbios son dos antiguos y diferentes pueblos por su diferente génesis y desarrollo étnicos, por su diferente vida estatal e histórica, por su diferente cultura y mentalidad y por su diferente conciencia nacional y estatal".
En consecuencia, todo intento de imponerse uno de los dos pueblos al otro en nombre de la pretendida unidad nacional debe inevitablemente chocar contra la realidad y desembocar en conflictos y luchas con las perspectivas más horrorosas. Su separación, de acuerdo con el principio de autodeterminación nacional, crearía una de las condiciones esenciales para un futuro mucho mejor, que merecen ambos pueblos, víctimas en el pasado de invasores, y de luchas recíprocas despiadadas en la actualidad.
La traducción de la presente obra del Dr. Mandic o de uno de sus libros sistemáticos sobre Bosnia-Herzegovina, nos parece una de las tareas primordiales de la actividad croata en el exilio. El Prof. Nikolic merece un especial elogio por la publicación de la obra y por su presentación gráfica muy elegante.
Franjo Nevistic