El revolucionario Eugenio Kvaternik

Branko Kadic

Con motivo del centenario de su alzamiento 1871-1971

Studia Croatica, Año XII, Buenos Aires, 1971, N° 40-41

En octubre de 1971 se cumplieron cien años de la fecha memorable y simbólica cuando Eugenio Kvaternik intentó, mediante una acción revolucionaria y armada, conseguir la liberación e independencia de Croacia. Tratándose de una figura histórica interesante de un auténtico revolucionario con ribetes románticos y místicos, es preciso situarlo en el contexto histórico y psicológico para comprender mejor los motivos, las causas y los alcances de su empresa, diríamos quijotesca que, sin embargo, con el correr de los años, iba a convertirse en fuente de inspiración y en un símbolo carismático para las nuevas generaciones croatas, incluso actuales, en su permanente lucha por alcanzar la emancipación nacional, fundada en los principios auténticamente democráticos.

El año europeo de 1848 está signado por convulsiones y revoluciones, motines y sublevaciones, prevaleciendo en unos casos el contenido social, como en la rebelión de París y Viena, en otros las aspiraciones a la vez emancipadoras, y expansionistas como el movimiento de fuerza del líder húngaro Luis Kossuth y, en otros, el deseo de liberación y unificación nacional, tal como sucedió en Polonia, Italia y Croacia.

Croacia desde 1597 integraba el Imperio de los Habsburgo como un reino asociado con atributos soberanos, atributos que nunca perdió del todo. La creación de la monarquía danubiana a principios del siglo XVI era una necesidad histórica para las naciones cristianas centroeuropeas en vista del poderoso avance de los otomanos. Mas, algunos siglos después, desaparecido este peligro y cuando el Imperio turco estaba debatiéndose en retirada, se imponía la profunda reestructura de la monarquía danubiana, que la Casa de Austria y los gobernantes responsables no supieron llevar a cabo, ciegos y sordos frente a los nuevos tiempos y sus exigencias impostergables.

El parlamento de Zagreb decidió unánimemente el 23/10/1847 que el croata fuera el idioma oficial en la administración, escuela y judicatura contra los intentos, ora de magiarización, ora de germanización. Pero como los húngaros insistían en su política, en 1848 estalló la guerra entre Croacia y Hungría. Los húngaros, enemistados con la Corona, combatieron por la separación total de Viena, pero pretendían incorporar las provincias croatas que consideraban como partes anexas de la santa corona de San Esteban, lesionando el mismo principio de soberanía y derechos nacionales que invocaban en su lucha contra los Habsburgos. En cambio, los croatas, igual que los demás eslavos que integraban la monarquía danubiana y constituían la mayoría de la población de esta comunidad plurinacional, exigían su federalización, en la cual cada pueblo gozaría de una amplia autonomía en su territorio.

Aplastada la rebelión de los húngaros, el joven emperador Francisco José implanta el absolutismo tanto en Hungría como en la Croacia que le había salvado el trono. Igual fue el castigo que el premio. Además, impone la germanización, medida que exaspera a los espíritus. La situación cambia cuando Francia y Cerdeña derrotaron al ejército austríaco en Solferino (15/7/1859). Bajo el impacto de la derrota y la despertada conciencia nacional, el absolutismo de Bach cede poco a poco: el idioma croata es reconocido como el idioma oficial en la administración pública, y el emperador se declara dispuesto a convocar a comicios y unificar Dalmacia con Croacia. Poco después el ilustre obispo de Djakovo, José Jorge Strossmayer abogaba en el "Consejo de Estado" de Viena por la igualdad de todos los pueblos que componían la monarquía danubiana, y propuso su reorganización federativa, subrayando la "individualidad histórico-política" de Croacia, su inalienable derecho confirmado en la Dieta de Cetinje (1527) y después en virtud de la "Sanción pragmática", acto con que los croatas reconocieron en 1712 a los descendientes femeninos de la Casa de Austria el derecho al trono de Croacia con la condición de mantener sus antiguos derechos y privilegios de reino independiente.

Durante los debates parlamentarios de 1861 en Zagreb -restituida la vida constitucional- los diputados croatas Ante Starcevic, fundador del Partido del Derecho (constitucional), llamado después "padre de la Patria", y su colaborador más íntimo, Eugenio Kvaternik, sostienen la necesidad de una Croacia independiente, separada tanto de Austria como de Hungría. Kvaternik resumía su tesis en los siguientes términos: "Seamos libres e independientes, ya que, por el contrario, tanto los húngaros como los alemanes nos asfixiarán en su abrazo por ser más fuerte que nosotros". Starcevic, por su parte, no confía en Austria ni en Hungría y lanza el lema, según el cual la única salvación son "Dios y los croatas", infundiendo así la autoconfianza.

Los discursos parlamentarios de esos dos dióscuros croatas inauguran una nueva etapa en la historia nacional y aportan elementos dinámicos e inequívocos en los incesantes vaivenes y la cambiante política que, dadas las circunstancias, oscilaba alternadamente entre Viena y Budapest, dos polos de gravitación del Imperio de los Habsburgo.

La Francia de Napoleón III ayuda a Italia y a Polonia en su lucha y aspiraciones de liberación y unificación nacional, sin olvidar, por supuesto, los intereses propios e incluso dinásticos. Sobreviene la derrota italiana en Custozza (1866) y el gran revés de la flota italiana en Vis. En cambio, las tropas prusianas vencieron a las austríacas en Königsgrätz. Austria debe ceder Venecia a Víctor Manuel II. Los húngaros, contando con el apoyo de Bismarck, mediante un convenio especial y muy ventajoso para ellos, logran imponer el sistema dual en lugar del federalismo, de modo que el Imperio de los Habsburgo a partir de 1867 llevará el nombre de "Monarquía Austro-húngara". Croacia propiamente dicha, sin que se efectuara la unión tan ansiada y reclamada de las demás provincias croatas, mediante el compromiso firmado en 1868, quedará en la esfera de influencia de Hungría. Dalmacia y el Confín Militar dependen directamente de Viena, mientras que Bosnia-Herzegovina reconocían, todavía la soberanía turca.

Como la inauguración de las sesiones parlamentarias en Zagreb fue tres veces postergada en 1871, cundió gran descontento y el victorioso Partido Nacional dirigió un manifiesto negando la validez del avenimiento croata húngaro por haber sido concertado sin la participación ni la aprobación de la mayoría de los electores, pues la autonomía de Croacia era limitada e ignorados sus atributos de reino asociado y soberano.

Tal el marco interno y externo en el cual Eugenio Kvaternik desplegó su actividad política, diplomática, conspirativa y revolucionaria, caído hace cien años en un malogrado alzamiento cívico-militar. Hemos considerado conveniente trazar previamente este cuadro para comprender mejor los factores en juego, el ideario, el escenario de la lucha, que fueron también la causa de los tres destierros de este hombre de acción.

Eugenio Kvaternik nació el 31/10/1825 en Zagreb. Su padre Romualdo era profesor de filosofía, moral e historia y dejó en manuscrito un panorama de la historia universal. Provenía de una prestigiosa y patriótica familia de Zagreb, de modo que el joven Eugenio ya desde temprana edad y en la casa paterna empezó a familiarizarse con las nobles enseñanzas que dejan la historia y la filosofía, materias en las que precisamente sobresaldrá en sus estudios secundarios. Tras frecuentar cursos de teología en el seminario mayor de Senj, se recibió de abogado en 1848. Se casó con Rosalía Homotaric que compartió con abnegación la persecución, los destierros y múltiples privaciones y sufrimientos con su marido.

Kvaternik, atraído por el pasado de su pueblo, había reunido y recopilado enorme material y cuadernos llenos de datos y citas para su planeada obra maestra que debió ser la "Historia de los croatas", pero que no pudo terminar. Benedetto Croce opina que un historiador es un artista creador y siendo hijo de su pueblo observa la historia como heredero y copartícipe del sentir secular de este pueblo. Kvaternik quiso unir en una persona al historiador y al político, lo que por otra parte era el contenido esencial del Partido del Derecho, o sea conjugar y combinar la historia con la política, práctica esta no ajena al romanticismo europeo. Ante Starcevic, fundador del partido, lo logró en parte en sus escritos, discursos e interpretaciones parlamentarias.

Si bien distintos en cuanto al temperamento, carácter, educación, origen social, las fórmulas y concepciones de Starcevic y Kvaternik diferían tan sólo por su estilo, mas no por su espíritu, pues los unían idéntico programa, idéntico fin. Starcevic, hombre ensimismado, ideólogo y filósofo político, moralista y liberal, admirador de las ideas de la revolución francesa, de la verdadera libertad, igualdad y fraternidad, modesto y estoico en su vida privada, escéptico en materia religiosa, era quien marcaba los rumbos ideológicos y las pautas políticas, mientras que Kvaternik de temperamento más expansivo y extravertido, romántico, creyente ferviente con connotaciones místicas, lleno de confianza en su misión providencial, era dinámico hombre de acción a la que se entregaba con celo apostólico en la defensa y promoción de la causa de su pueblo. Estas diferencias se reflejan en los escritos de ambos; el estilo de Starcevic es riguroso, escueto y preciso, mientras que el de Kvaternik es contagioso, desbordante, publicitario.

Perseguido por el régimen absolutista de Bach y contando con el apoyo de los amigos rusos y polacos, Kvaternik llegó a la Rusia zarista en enero de 1858, permaneciendo en Moscú y Petersburgo nueve meses. Su encuentro con Rusia fue decepcionante. Creía que Rusia, siendo la gran potencia eslava y además en aquel entonces con relaciones tirantes con Austria, iba a sostener los anhelos de los pueblos eslavos occidentalizados. Su desilusión fue grande cuando conoció el programa secreto de la política exterior rusa, expansionista e imperialista, inspirada además en el fanatismo religioso ortodoxo. Los croatas, por ser católicos y en parte musulmanes, no podían contar con la comprensión, la benevolencia y el respaldo de la "santa Rusia zarista y ortodoxa". Al enterarse de que su misión como emisario ruso consistiría en promover semejante programa político-religioso en la cuenca danubiana, se desvinculó de sus obligaciones sin titubear y se trasladó a Italia, luego a Francia y Suiza donde desplegaría una infatigable actividad revolucionaria y esclarecedora de los anhelos emancipadores de Croacia. Consigo llevaba el "Libro secreto", es decir, el programa de la política de penetración rusa hacia el sureste europeo y el Oriente Cercano, que luego en los sucesivos destierros tratará en vano de vender a Napoleón III, a la Curia Romana y a Rechsberg, ministro de Relaciones Exteriores de Viena, pues carecía del mínimo sentido práctico[1].

Bajo el impacto de la Revolución francesa y el Risorgimento italiano en el sureste europeo se formaban y robustecían los movimientos nacionales. Para los croatas la unión con los servios en una Sureslavia o Yugoslavia era una de las numerosas alternativas políticas. Era más urgente entonces consumar la unión nacional, completar la integración político-administrativa de todas las provincias étnico-históricas croatas, a saber: la incorporación de Dalmacia, Istria, Bosnia y Herzegovina a Croacia-Eslavonia, gobernadas por la Dieta y el ban (virrey) croata. La nueva generación de los intelectuales reclama una acción política más realista y más revolucionaria contra Austria en vísperas de Solferino y Magenta. Durante el acelerado proceso de la unificación italiana, la élite política croata trata de alinear los intereses nacionales y la lucha por la independencia con la naciente Confederación italiana, por supuesto sin ser su parte ni satélite[2].

Bogdan Radica, publicista croata y profesor de la historia moderna en la Universidad Farleigh Dickinson, EE.UU., en su enjundioso estudio, acompañado de documentos desconocidos e inéditos, que el autor encontró en los Archivos de Tommaseo (Fondo Tommaseo), en la Biblioteca Nacional de Florencia, arroja nueva luz y aporta nuevos elementos y datos sobre la acción de Kvaternik en Italia y Francia. Kvaternik, igual que otros políticos y escritores croatas, trataron de conectarse con el Risorgimento italiano a través de Niccoló Tommaseo, prominente escritor italiano y destacada figura en la vida pública de la Península itálica. Tommaseo, de origen croata, nacido en Dalmacia, escribió incluso en croata un precioso libro, lleno de reflexiones, titulado Iskrice (Chispas) y recopilaba la poesía popular croata. Se sentía italiano y colaboraba estrechamente con los líderes políticos del Risorgimento, actuando como "el nexo espiritual entre el eslavismo y el romanismo" (Kvaternik), según lo testimonia su abundante correspondencia intercambiada, entre otros, con el virrey Josip Jelacic, Andrija Brlic, Matija Ban, Vuk Karadzic, Kvaternik y sobre todo con los académicos Ivan Kukuljevic y Konstantin Vojnovic. Tommaseo mantenía contacto epistolar con todos esos hombres hasta su muerte acaecida en 1874. Esta abundante correspondencia, todavía sin clasificar ni ordenar, que se guarda en Il Fondo Tommaseo traduce gran descontento con la situación política, económica y social que prevalecía en el Imperio de los Habsburgos e indica también que fue muy importante el estímulo que ejerció la astuta diplomacia de Cavour y la acción dinámica de Garibaldi y Mazzini en varios círculos de Croacia y Hungría en el sentido de separarse de Austria. Kvaternik, según hemos visto, abogaba por el Estado independiente de Croacia, desvinculado de Austria y Hungría. Lo encontramos en Turín, París, Florencia y Zurich conspirando con los revolucionarios y exiliados, representantes de todas las nacionalidades y regiones que integraban la monarquía danubiana, en busca de una autonomía más amplia o de la separación total.

Kvaternik llega a París en abril de 1859, provisto de una recomendación de Çavour que le abrirá muchas puertas. Tuvo tres entrevistas con el príncipe Jerome Napoleón, primo del emperador Napoleón III. Le entregó un memorándum sobre las aspiraciones de los croatas. Dos meses después publica en París, sin firmarlo, el tratado "La Croatie et la Confédéracion Italienne"[3]. El prólogo a este opúsculo lo escribió el conocido publicista francés L. Léouzon le Duc, redactor del periódico L'Observateur. Léouzon que trataba los temas escandinavos, bálticos y rusos, conocía también la cuestión croata y su importancia. El tenor de su introducción es el siguiente: Se proclama la independencia y la libertad de Italia, ¿por qué no proclamar también la libertad y la independencia de los pueblos sometidos a Austria-Hungría? Luego Le Duc se refiere a los croatas y pregunta: ¿"Qué es para nosotros los franceses, los europeos, un croata: un salvaje, un bárbaro, esclavo del despotismo, terror de la civilización y la humanidad"? Por ello el pueblo croata debe tomar la palabra y defender su sagrada causa nacional, de manera que recomienda el libro, escrito por "un autorizado intérprete del pueblo al que pertenece" para que el lector se entere de lo que el pueblo croata hizo en su pasado a favor de Europa.

Según "el plan de la obra", el libro se divide en tres partes, subdividido en varios capítulos. En la primera parte se habla "de los servicios que el pueblo croata prestó a la cristiandad, a la civilización y a la humanidad; en la segunda "del derecho histórico croata" y en la tercera parte "de cómo los croatas cumplieron con todas sus obligaciones para con la Casa de los Habsburgo, no habiendo ésta cumplido a su vez con las obligaciones asumidas".

A continuación el autor describe la situación imperante en Croacia durante el absolutismo de Bach, la política de la germanización forzosa con los métodos finis santificat media. Austria trata de desnacionalizar a los croatas. La economía nacional está explotada y rezagada, sobre todo la vitivinicultura, sujeta a impuestos onerosos, para que no pueda competir con los viñedos de los archiduques austríacos. "Si este régimen se prolonga por 10 años más, todo el pueblo se alzará en armas como guerrilleros para sacudir esta barbarie civilizada que crea permanente hambre en sus hogares".

Luego Kvaternik dirige un "llamamiento a Europa" con el lema: quod mihi justum, altera aequum. Subraya la necesidad de un cambio radical en el sistema político europeo con el fin de establecer el equilibrio de los pueblos, reconociendo a distintas nacionalidades... Las nacionalidades italiana, polaca, checa, húngara, croata, servia, rumana, búlgara, etc... ahora políticamente muertas, volverían a la vida y cada una con sus logros e ideas contribuiría al progreso general de la humanidad.

"Seréis ciudadanos libres de un gran Estado" dijo Napoleón III a los delegados de cinco millones de lombardos, aludiendo a su liberación del dominio austríaco y a la pronta unificación de Italia entera. Toda Europa admiraba este grito. A los croatas, cuyos derechos humanos y divinos fueron hollados por Austria, estas palabras infunden la esperanza que "igual que los italianos recuperarán la unidad, la independencia y el status jurídico-estatal de su patria".

A continuación Kvaternik acusa a Austria por tratar de quebrar la unidad nacional en Croacia, recurriendo a la división religiosa. Alude a las numerosas misiones que envió entre la población ortodoxa para separarla de su nacionalidad croata e imprimirles el carácter servio. Ante Smith Pavelic comenta que Kvaternik pertenece a la pléyade de adalides del nacionalismo romántico, encabezados en Francia por Michelet, en Italia por Mazzini, en Polonia por Mickiewicz. Se opone a la dominación de los germanos, unificados sea bajo la égida de los Habsburgo católicos o los Hohenzollern protestantes, a cuya unión contribuyeron las guerras napoleónicas y el Congreso de Viena. Por eso se dirige a Francia y a Napoleón III para que sean paladines de esta nueva Europa como fueron creadores de la unión italiana, pues únicamente de ese modo se podrá neutralizar la pretensión alemana al status possedendi, manifestada en el Parlamento de Francfort (20-10-1848) en la palabra "de que la misión de Alemania en el este consiste en incorporar como satélites a los pueblos danubianos carentes de la vocación y del derecho a reclamar su independencia".

Kvaternik vuelve a Croacia a fines de 1860, participa activamente en el quehacer político, adquiere gran notoriedad y es elegido diputado nacional en las elecciones de 1961. Sus ponencias y discursos parlamentarios, sus escritos periodísticos, en los cuales sostenía la necesidad de cambios radicales en la estructura de la monarquía, despertaron gran interés entre la juventud y los elementos más dinámicos, haciéndolo a la vez sospechoso y pasible a progresivas sanciones por parte de las autoridades. No pudo ejercer la profesión de ahogado, de modo que su situación económica era más que precaria. A raíz de la confiscación de un folleto que trataba sobre los desembarcos de las tropas francesas e italianas en la costa croata, Kvaternik fue desterrado.

Durante este su segundo exilio que dura desde julio 1863 hasta diciembre de 1865 lo encontramos muy activo en Italia, Francia y Suiza, estableciendo vínculos "diplomáticos" y conspirando con los revolucionarios polacos, italianos y húngaros. Luego tras una corta estada en Zagreb en diciembre de 1865 fue desterrado por tercera vez y volvió definitivamente a Croacia en julio de 1867.

El 17-8-1863 fue recibido en audiencia por el príncipe Jérome Napoleón, ocasión en la que le entregó un memorándum acerca de la "Confederación danubiana". El príncipe Jérome era primo del emperador Napoleón III y yerno de Víctor Manuel. El emperador y el príncipe diferían a veces en los asuntos políticos, el segundo era más liberal y accesible, más sincero en sus simpatías. La unión de Italia es en gran parte obra del emperador, pero el colaborador más firme de Cavour era el príncipe. Entrevistarse con el príncipe significaba pues acercarse al emperador. Kvaternik no logró establecer contacto directo con Napoleón III como lo hizo Luis Kossuth, prominente exiliado, político húngaro. No obstante, las tres audiencias mantenidas con el príncipe Jérome en 1859 y la cuarta en 1863 testimonian sobre el interés demostrado por la corte de Francia por la cuestión croata y sus implicancias políticas en el concierto europeo.

Acaso el resultado más positivo de la actividad de Kvaternik en el exilio fuese presentar el cuadro verídico de la historia y las aspiraciones de la nación croata, desenmascarando la leyenda negra que se venía tejiendo desde hace tiempo en torno a Croacia, ya que todas las fechorías y atropellos de la soldadesca austríaca compuesta por distintas nacionalidades (austríacos, húngaros, rusos, checos, eslovacos, polacos, italianos, croatas, servicios, rumanos, etc.) se atribuían única y exclusivamente a los contingentes croatas.

Çavour, conocedor de la situación real, una vez le dijo a Kvaternik: "Desafortunadamente aquí no saben distinguir a los croatas de los austríacos. Todo lo que hicieron los bárbaros austríacos se imputa a los croatas". Çavour aquí reiteró su opinión expresada durante el debate en el Parlamento Subalpino en 1849 con motivo de las insurrecciones en Toscana, Lombardía y Emilia: "Lo que objeto es este continuo azuzar contra los croatas. Ellos son pobres víctimas de la ceguera de los Habsburgos que los utilizan contra los italianos. Pero nosotros los italianos no tenemos ningún derecho a ensayarnos contra un pueblo que vive al este de nuestra península". Kvaternik despertó gran interés en Italia asegurando a los círculos políticos de la posibilidad de hacer, mediante la propaganda y otros medios, que las tropas croatas estacionadas allí se vuelvan contra Austria. En ese sentido tuvo apoyo de los círculos oficiales y de Tommaseo y en 1859 imprimió en Florencia cuatro números de su Glas, periódico de cuatro hojas, destinado a ser distribuido entre los soldados croatas, estacionados en Italia y entre los intelectuales en Croacia. En el Archivo de Tommaseo se conserva sólo el primer número. Kvaternik anota en su diario que leyó su periódico a Tommaseo, número por número, y cómo éste encontró a un impresor florentino, llamado Alessandri, quien fundió las letras con los signos diacríticos croatas, sin cobrarle nada. Tal era el entusiasmo en aquellos días en la lucha por la libertad.

Gracias precisamente al tesón de Kvaternik y a su poder persuasivo el sentimiento anticroata menguaba gradualmente en París y en Italia y la exclamación napoleónica "Mes braves Croates" surtió efecto. También en Turín, bajo la inspiración de Kvaternik, fue publicado en 1864 un opúsculo intitulado Lettere sulla Croazia, escrito por "B.P.".

En junio de 1861 muere el conde Camillo Benso de Çavour y Kvaternik entabla vínculo con Garibaldi. "Il Diritto", vocero del partido garibaldino publicó en 1864 un artículo de Kvaternik sobre las demandas políticas y territoriales croatas, refutando las pretensiones italianas sobre Istria y Dalmacia. De acuerdo a "la conjura de las naciones", Garibaldi debió ser el jefe de la expedición militar revolucionaria contra Austria. Previamente hubo que despejar muchas dudas y temores, especialmente en lo concerniente al injustificado y exagerado irredentismo italiano. Al respecto Garibaldi le escribe a Kvaternik el 8-6-1864 desde Caprera:

"Querido señor y hermano: Yo traicionaría la fe de toda mi vida si no considerara que todos los pueblos son iguales ante la libertad y dignos de tenerla tan pronto la deseen. Conforme a este principio y a este deseo, digo que Italia y Croacia son hermanas".

La planeada acción revolucionaria conjunta y combina da con los italianos, húngaros, croatas, checos y, polacos no prosperó debido a las disensiones internas, a la adversa situación exterior y porque Francia ya escatimaba su apoyo a esta empresa. Kvaternik, sin embargo, no pierde esperanza ni fervor revolucionario, lo que se colige de su diario y de la correspondencia con Tommaseo.

Atraviesa por difíciles trances económicos, falto de recursos, sin seguridad ni estabilidad alguna, abandonado por todos, atacado por los diarios austríacos y rusos y sin la posibilidad de réplica. En esta situación se dirige al primer ministro italiano barón Bettini Ricasoli, Giuseppe Garibaldi, también escribió a Ricasoli desde Brescia el 23-8-66 en los siguientes términos:

"Eugenio Kvaternik de Croacia es una persona muy meritoria para nuestra causa, por haberse dedicado a los trabajos preparatorios, cuando nosotros tuvimos que desembarcar en la costa oriental del Adriático. Tiene mujer y los dos están en una situación muy precaria. Lo recomiendo a Vuestra Excelencia para que le facilite algunos medios de subsistencia para que pueda repatriarse o encontrar otro modo de ganarse la vida".

En la última carta dirigida a Tommaseo, fechada en Milán 14-12-1866 y escrita en francés como todas las demás, Kvaternik le promete que muy pronto iba a informarle sobre lo que sucede en Sureslavia bajo la "égida de Rusia" y qué porvenir se vislumbra para los intereses políticos y comerciales, de Italia en el este europeo. Con una visión profética esboza el futuro de Italia y Croacia frente al emergente mundo eslavo: "Sépalo, querido señor, para Italia hay sólo esta alternativa: o tener sobre el río Isonzo como vecina a una Croacia libre, independiente y unificada en todas sus partes histórico-nacionales bajo los auspicios de Italia y en su beneficio o a la Rusia dominante entre el Adriático y el Mar negro sous le manteau du serbo-bulgarisme ortodoxe (destruyendo al elemento croata por ser occidental y católico) en terrible detrimento para Italia. Oh Dios mío, temo mucho que Italia expíe horriblemente un día todo el mal que ha infligido al nombre y la nacionalidad croata a causa de las villanías e intrigas austríacas; ese nombre y esa nacionalidad que durante cuatro siglos consecutivos fueron "cligens et antemurale Italiac" contra la barbarie oriental: el ruso-servismo".

Desaparecida toda posibilidad de una acción revolucionaria conjunta desde afuera, sin el apoyo ni recursos financieros, Kvaternik vuelve a Zagreb en julio de 1867, acogiéndose a la amnistía concedida a los exiliados políticos con motivo de la coronación del emperador Francisco José como rey húngaro croata en 1867. Retorna para preparar el alzamiento en el Confín Militar, acción sobre la que tanto habló con su amigo en el destierro, ante Rakijas. Mientras tanto colabora asiduamente en los periódicos Hervat y Hervauka, teniendo a su cargo los comentarios sobre la política internacional. Además de amplios conocimientos que posee sobre los lineamientos principales y los entretelones de la política europea y sus protagonistas, atrae a los lectores también por su estilo vigoroso y apasionante. Los últimos números de Hervatska nos parecen hoy como el prólogo a la rebelión de Rakovica. La prensa del Partido del Derecho estaba en su apogeo en aquel entonces. Tras la muerte de Kvaternik el periódico Hervatska no sale más y pasarán varios años hasta que el partido vuelva a tener su propio órgano periodístico. En la primera etapa de la actividad partidaria, la prensa es principalmente obra de Kvaternik y por ello ese período es el más rebelde y dinámico.

Antes de abrir el breve capítulo final de la vida de Kvaternik, es menester explicar por qué eligió el Confín Militar como escenario de su malogrado alzamiento. Como consecuencia de las constantes embestidas e invasiones otomanas desde principios del siglo XVI, se formó en el territorio nacional croata una amplia zona, lindando con la frontera de Bosnia, que se extendía desde el Adriático hasta el río Drava, con rasgos político-militares peculiares, denominada el Confín Militar, la Marca Militar, "Vojna Krajina" en Croata, o "Die Militärgrenze" en alemán ("Confinia loca et castra finitima"). Su extensión y atribuciones variaban según la época, aunque mayormente se encontraba fuera de la competencia de la Dicta y del virrey de Croacia. Como la incesante penetración osmanlí provocaba importantes movimientos emigratorios de la población aborigen, con el tiempo, en la zona fronteriza devastada y despoblada se radicaron los más variados elementos raciales, muchos de ellos cismáticos. Fue este elemento que servirá tanto a Viena como a Budapest como instrumento dócil para hacer frustrar las reclamaciones croatas.

La vida en el Confín estaba totalmente militarizada. Parecido a los "limes" del Imperio romano, el Confín es el único ejemplo en la historia de una región donde todos vivían como soldados. Cada varón de dieciocho a sesenta años estaba en servicio activo. La fuerza numérica de los regimientos variaba, pero en general llegaba a unos 60.000 hombres. Los estamentos croatas y luego la Dieta de Zagreb, no cesaban en reclamar su incorporación político-administrativa y su unificación con Croacia, sobre todo cuando pasó el peligro turco y su existencia se tornó anacrónico e irritante. Su disolución se operó recién en 1881 cuando fue totalmente desmilitarizada e incluida en la administración civil del virrey de Croacia. Viena tardó tanto en disolverla porque Marca Militar le suministraba la fuerza militar más disciplinada y más barata, que imaginarse puede.

En la década del 1860 al 1870 el Confín Militar hervía de descontento. A la opresión política y administrativa cabe agregar el creciente empobrecimiento de la población, pese a la gran riqueza forestal, explotada por otros. Los "fronterizos" no podían emigrar, ni comprar o vender tierra a no ser dentro de los límites de su región y en condiciones muy rigurosas. Tales privaciones y limitaciones eran insoportables en la segunda mitad del siglo pasado. El Imperio de los Habsburgo no supo contemporizar ni convertirse a tiempo en una estructura político-estatal lo bastante elástica como para satisfacer los derechos humanos y nacionales de los pueblos que lo integraban, erigiéndose en una verdadera comunidad multinacional para la protección y el bienestar económico de todos sus componentes.

Tal ambiente, en opinión de Kvaternik, era propicio para un intento del sublevación. Romántico e idealista, sin ninguna preparación militar, derrotado en los comicios como candidato a diputado, psicológicamente maduro para una hazaña revolucionaria, Kvaternik no vaciló en decidirse. Se traslada a Rakovica a principios de octubre de 1871 foco principal donde estalló la rebelión el día 8 de octubre para terminar cuatro días después con la muerte del protagonista y de sus más cercanos colaboradores. Rakovica pues, como concluye con razón su más autorizado biógrafo, Milutin Nehajev en el libro citado, era su tercera e ineludible vocación. Lo que había preparado para la primera y la segunda revolución, le servirá ahora. En este tercer intento, revolucionario, usará idénticas proclamas, idénticos manifiestos y principios sobre los derechos civiles que había redactado muchos años antes en Italia. Exterioriza igual esperanza en la ayuda de Europa y la misma fe ciega en la madurez del pueblo. Por lo tanto, afirma Nchajev, Rakovica no era obra de una decisión Momentánea y precipitada, sino la culminación de toda una vida. No sólo como idea y concepción sino como acción y obra, soñada y planeada en todos sus detalles. No dependía de tácticas políticas, pues era la vocación, la misión de toda una vida.

Sin mitificar el episodio histórico como tal, hoy al cabo de cien años es preciso reconocer que este acto heroico y quijotesco a la vez de Kvaternik dio resultados positivos. Pues la permanente lucha por la libertad individual y nacional requiere estímulos y ejemplos de que supieron sacrificar sus vidas en aras de tan nobles ideales.

 



[1] Milutin Nehajev, Rakovica, Zagreb 1932.

[2] Bogdan Radica, "Risorgimento and the Croatian Question, Tommaseo and Kvaternik, Journal of Croatian Studies, vol. V-VI, Nueva York, 1964-65.

[3] Ante Smith Pavelic, "Zaboravljena knjiga Eugena Kvaternika", Hrvatska Revija, Buenos Aires 1960, pp. 193-203.