Dr. ANTE TRUMBIĆ

(1864 -1938)

Creencia y desilusión de un "yugoeslavo"

BOGDAN RADICA

AL INICIARSE este siglo, la política croata fue sometida a grandes pruebas sin que estas quedasen aún suficientemente aclaradas en la historiografía universal. El firme rechazo de la Monarquía Dual y su consecuente transformación en un sistema federal o confederal de los Estados, con el fin de satisfacer a todas las nacionalidades integrantes y, de modo especial, a los pueblos eslavos, se reflejó en la vida política croata. Esta posición afectó no tanto a las amplias capas sociales[1] cuanto al grupo intelectual y a la "élite" política que, mientras por un lado tendía hacia la disolución de la monarquía de los Habsburgo, por el otro proyectaba una amplia unión de los Estados y pueblos de los eslavos meridionales que, sobre las ruinas de la antigua Monarquía, formarían su nuevo Estado.

Las ideas antiaustríacas, antihúngaras y antigermanas fueron sustituidas rápidamente por las tendencias paneslavas y por la unión de los eslavos del Sur. Las nuevas concepciones se encontraban en la creación de un nuevo Estado de los eslavos meridionales que uniría a los croatas, servios, eslovenos, montenegrinos, macedonios y a las regiones de Bosnia, Hercegovina y Dalmacia. Un Estado común, así concebido, salvaría al eslavismo y a todos los pueblos eslavos, protegidos del ímpetu creciente pangermánico, por el poder de Rusia. Esas ideas introducidas en Croacia, procedían de Praga donde, bajo la jefatura espiritual de Tomás Massaryk, se formuló la tesis de la disolución de Austria-Hungría, sobre cuyos fundamentos habría de crearse tanto Yugoeslavia, como una unión de los pueblos checo y eslovaco. Pues, éstos, de la misma manera que los eslavos del Sur, se sentían amenazados por los austríacos y los húngaros. Esa tesis fue favorecida por la transformación de Servia de un bajalato otomano en un Estado bálcanico independiente. El hecho tuvo ponderable atracción no solamente para la intelectualidad croata sino para la minoría servia, que vivía bajo la Monarquía Dual y que prefería una incorporación a la Servia balcánica, a la alternativa de convivir en una comunidad de solución austriaca donde gozarían de la misma igualdad de condiciones que los croatas.

En las tierras croatas, la clase intelectual de Dalmacia participó con un entusiasmo ya netamente mediterráneo en las luchas por la formación de la unidad entre los eslavos meridionales, distinguiéndose de sus compatriotas de la Croacia central y así como de los de Bosnia y Herzegovina. Los croatas de Dalmacia se hallaban bajo la impresión directa de los resultados del "Risorgimento" italiano y, por consiguiente, alimentaban la idea de que únicamente uniéndose con Servia y Croacia, se liberaría de la hegemonía austríaco-húngara y del inesperado y creciente

Bajo una predisposición de ánimo semejante el 17 de abril de 1897 y en el Consejo Imperial de Viena, Trumbić expuso así el problema de nacionalismo imperialista italiano. Hubo un verdadero temor de que este último pudiera amenazar la libertad e independencia del Adriático croata desde Istria, a través del litoral croata propiamente dicho y la totalidad de Dalmacia con todas las islas. Como en aquel entonces la minoría italiana en las ciudades dálmatas se transformaba rápidamente en irredenta italiana, la clase intelectual croata, puesta frente a ese peligro, creía que con la unión de los eslavos meridionales de los Balcanes, se salvaría la integridad nacional y política de los croatas.

A la cabeza de esta política estaba en primer lugar el Dr. Ante Trumbić y le seguían destacados políticos e intelectuales de Dalmacia entre los que sobresalían particularmente el publicista Frano Supilo y el escultor Ivan Meštrović. El Dr. Ante Trumbić había nacido en la ciudad de Split 1864 y se destacó en los estudios de la cultura clásica. Al terminar su carrera jurídica, se transformó en uno de los más prominentes políticos y juristas de Austria. En su juventud había sido partidario del Dr. Ante Starčević, eminente hombre político croata, quien despertó clara y concretamente la conciencia de la idea estatal croata y se constituyó en uno de sus más audaces defensores. De acuerdo con su visión genial y con su experiencia política y su conocimiento de los hechos históricos, mantenía la tesis de la imposibilidad de una simbiosis política entre croatas y servios sin que de ello resultase grave perjuicio e inclusive un peligro para la personalidad nacional croata. Trumbić abandonó sus ideas juveniles en aras de la creación de una comunidad más amplia. No obstante heredó de Starčević no sólo su inquebrantable fe en la independencia croata sino la honestidad cristiana de una conducta y fe catonianas, que siempre distinguió a Starčević dentro del plano político. Toda la oratoria de Trumbić en la Dieta de Dalmacia ostenta las características de la política de aquél. Consciente del juego político de los servios dálmatas, autonomistas e italianos, defendía tenazmente la unión de Dalmacia con Croacia sin la cual no sólo no concebía la subsistencia y expansión nacional, sino la existencia económica de su patria chica.

Como expresión de esa profunda convicción de Trumbić, bajo la influencia de Starčević habremos de referirnos a su declaración del 12 de febrero de 1897 en los debates presupuestarios en la Dieta dálmata de Zadar:

"Soy hijo del pueblo croata, nación desafortunada, pero con alma noble y aguda inteligencia, pueblo que a través de siglos demostró su inclinación por las obras nobles. Si hoy cayó en la desgracia que lo oprime no se le puede culpar de ello. La cultura radica mayormente en las circunstancias adversas que los tiempos fueron acumulando en torno suyo, así como en los maliciosos vecinos que la fatalidad puso a su lado. Los croatas supervivieron no obstante todas las grandes tempestades, y hoy aparecen en la palestra, juntamente con otros pueblos cultos de la tierra, buscando su patrimonio y su libertad. Si algo resulta dulce a un alma noble es la labor por la patria y el empeño puesto en juego para que el pueblo sometido alcance su felicidad. Por esa felicidad del pueblo croata en cuya entraña nací y me crié, ofrezco mis pequeñas fuerzas, imbuido en la inquebrantable fe en nuestra Resurección que ¡ojalá! llegue cuanto antes a fin que los croatas puedan ocuparse por su bienestar con mayor tranquilidad".

Bajo una predisposición de ánimo semejante, el 17 de abril de 1897 y en el Consejo Imperial de Viena, Trumbić expuso así el problema de yugoeslavismo: "Para los croatas el yugoeslavismo tuvo alguna vez un significado literario y político-nacional. Bajo la forma yugoeslava se pretendió voluntariamente y hasta con buena fe enterrar el nombre nacional y político croata y con ello echar tierra también sobre todos los derechos de ese pueblo y hasta sobre su misma individualidad nacional. Gracias a la conciencia de los verdaderos hijos de Croacia y, en especial al genio de Ante Starčević, aquel intento fracasó y se frustró igualmente el "yugoeslavismo", mientras revivía y brillaba aún más el nombre croata. El "yugoeslavismo" por lo tanto fue despreciado por los croatas, no solamente como término topográfico sino como vocablo artificial y literario, que pretendía adquirir un sentido nacional. Por eso, nosotros los diputados del Partido de Derecho en el Consejo imperial, para quienes el pueblo croata es sagrado y el fundamento de nuestra actividad pública, y jamás y por nada del mundo hubiéramos entrado en el Club que se llamaría "yugoeslavo" y, por el contrario, deseamos que se organice ese Club bajo rótulo croata-esloveno a fin de que el primero de esos nombres se destaque frente al mundo interno y externo".

Al mismo tiempo, el 30 de marzo de 1897, en el plenario del parlamento de Viena, Trumbić hizo pública declaración sobre la unión de Dalmacia con Croacia, cuyo texto es el siguiente:

"Los diputados croatas firmantes, mientras reconocen que actualmente Dalmacia pertenece de facto a los Reinos y países representados en el Consejo Imperial, deben declarar que Dalmacia pertenece de iure a la totalidad del Reino de Croacia".

A raíz de esa declaración Trumbić, en un artículo publicado en Narodni List (Zadar), hizo la siguiente aclaración: "La importancia de la declaración consiste en el hecho de que, por primera vez en el parla-mento de Viena, todos los diputados croatas de Dalmacia dejaron testimonio de que ese territorio no es jurídicamente una región austríaca sino parte integrante de la totalidad del Reino de Croacia. La idea croata está venciendo".

Trumbić, en su evolución política posterior se mantuvo fiel a esa fundamental premisa, del mismo modo que todos los destacados políticos croatas. Da testimonio de ello no solamente la desilusión con que finalizó su vida política sino incluso en la época de sus plenas luchas con los representantes del Reino de Servia durante la primera guerra mundial.

Inmediatamente después del atentado de Sarajevo, consciente de la inminencia de la guerra, Trumbić buscó refugio en el extranjero donde, junto con Frano Supilo e Ivan Meštrović, inició la acción para el derrocamiento de la Monarquía Dual y la formación de la unión de servios, croatas y eslovenos. Después del año 1903 y especialmente al término de las guerras balcánicas, Trumbić, como muchos intelectuales croatas, contemplaba aún con muchas esperanzas la transformación de Servia y su papel en los Balcanes. Tales esperanzas se vieron alentadas por las constantes negativas de Viena y Budapest a otorgar ciertas concesiones, indispensables a los eslavos, con el fin de fortalecer la confianza de los círculos conservadores eslavos del Imperio. Esa intransigencia de Viena y Budapest convenció a los elementos progresistas y revolucionarios eslavos de la Monarquía que Austria debía ser destruída — Austria delenda est.

Como emigrado, primero en Italia, luego en Francia y después en Inglaterra, Trumbić, justamente con sus íntimos colaboradores y amigos, Frano Supilo y Ivan Meštrović, creó el Comité Yugoeslavo que tuvo como finalidad entablar conversaciones sobre la suerte de Croacia y Eslovenia con los representantes del Reino de Servia y con los de las potencias aliadas: Gran Bretaña, Francia, Rusia y más tarde Italia.

De todos los documentos que hasta ahora han sido publicados surge que ni Trumbić ni ninguno de los demás croatas del Comité Yugoeslavo (y que en su mayoría ha sido croata) tuviesen ninguna opinión decisiva y concreta sobre la vida nacional y política de Servia, ni que tampoco conociesen las pretensiones sobre su conducción política. Todos veían en Servia un pequeño Estado yugoeslavo que había conseguido librarse de la esclavitud turca y, como tal, creían que podrían transformarse en una combinación más fuerte y capaz de unirse con sus vecinos croatas y eslovenos. Tales puntos de vista fueron la consecuencia más de un idealismo romántico que de una realidad pragmática.

La idea fundamental fue heredada del idealismo romántico del siglo XIX en virtud de la cual se creía que los servios y croatas eran, "un pueblo con dos nombres", que hablaban "el mismo idioma", que "su destino era común" y que, en consecuencia, deberían vivir en un Estado común. Pero esa idea se quebró y en los primeros contactos con las representan-tes de Servia. Nunca, ni siquiera en la Edad Media, participó Servia de la vida política y social dentro de la evolución del Occidente. Fue primeramente parte integrante del mundo bizantino y, más tarde, del Imperio otomano. Como tal, nunca sintió la necesidad de compartir la vida en una combinación multinacional de acuerdo con las formas y conceptos de una federación occidental europea. Su concepción político-estatal se basaba exclusivamente en la dinastía nacional servia, ejército monárquico e Iglesia ortodoxa nacional servia. Por ello se rechazó cualquier colaboración con las representantes croatas en la emigración a menos que se basara en el estricto y exclusivo centralismo servio. Los representantes de la vida política servia y en primer lugar Nicolás Pašić, presidente del Gobierno y del mayoritario partido radical, veían en la creación de un eventual nuevo Estado sólo y exclusivamente el engrandecimiento de Servia en una Gran Servia. De este modo la idea del Reino de los servios, croatas y eslovenos, dentro de la concepción política servia, ha sido únicamente considerada como un Estado servio. Tal Estado se regirá desde Belgrado, la capital servia, bajo el cetro de la dinastía servia y con la Iglesia ortodoxa privilegiada y favorecida más que las demás iglesias y confesiones, el aparato militar y administrativo quedaría en manos servias. De todo esto resultaba bien evidente que esa concepción bizantino-turco-balcánica debía enfrentarse con la tesis que sustentaban los representantes croatas.

Croacia que, según su historia, es un país occidental por excelencia y que, en primer lugar, por su pertenencia al catolicismo y por su desarrollo y formación dentro del mundo romano-católico, y que después, bajo los Habsburgo, mantuvo una prolongada y constante lucha en defensa de su individualidad estatal y nacional, chocó inmediatamente con el centralismo gran-servio. Tanto Trumbić, como sus colaboradores Supilo y Meštrović, solicitaron en sus conversaciones con los representantes servios una solución federal. Pero, los intelectuales servios no sólo carecían de sensibilidad para tal propuesta sino que, instintivamente, como buenos balcánicos, desconfiaron de ella. Ya el solo hecho de que los croatas fuesen católicos y estuviesen acostumbrados a emplear medios jurídico-políticos para sus luchas dentro de la Monarquía de los Habsburgo, era suficiente para que los servios se ateniesen aún más al espíritu y la obsesión de su centralismo exclusivista. Finalmente ese espíritu privó a Croacia de su fisionomía autonomista e histórica. Merced al choque con los conceptos propios y de una desconfianza primitiva, evidente en el primer ministro Pašić y en el mismo rey Alejandro, Trumbić tuvo inexplicables dificultades para llegar a un arreglo satisfactorio. Tanto los servios como los rusos que defendían exclusivamente los intereses servios no otorgaron confianza alguna a los croatas por el mero hecho de ser católicos. Y en determinado momento estuvieron incluso dispuestos a abandonar la idea de crear un Estado común yugoeslavo, mostrándose conformes con la unificación de todos los servios en un Estado exclusivamente servio y librando a su suerte a los croatas y eslovenos.

Precisamente al entrar Italia en alianza con las potencias de la Entente y serle adjudicada por el convenio secreto de Pacto de Londres (1915) la mayor parte de la costa adriática croata, Trumbić temió que, a su vez, los representantes servios pudiesen aceptar el sacrificio de la parte vital del territorio nacional croata, o sea sus costas adriáticas, por un arreglo con Italia obteniendo la salida al mar Adriático para su Gran Servia. Como su meta esencial fue mantener a cualquier precio la unidad integral de las tierras croatas, se afanó Trumbić en buscar soluciones para la suerte que podía correr Croacia ante Servia. Tenía la esperanza de que los croatas ya dentro de un Estado común y por los medios adecuados a las luchas políticas pudieran concretar una autonomía extensa y real. Sabía que luchar simultáneamente contra la dominación servia y el imperialismo italiano no era posible. De ahí las concesiones hechas por Trumbić a Servia, tanto más cuanto que creía que resultaría más fácil imponer luego condiciones a una Servia atrasada que se vería paulatinamente obligada compartir el poder con los croatas para la conducción de un Estado moderno. La Declaración de Krf (1917) fue en realidad el compromiso de Trumbić que veía en ella una salida realista para salvar la integridad de las tierras croatas dejando una parte abierta para soluciones ulteriores al crease un Estado común. En esencia, Trumbić era un federalista, puesto que tenía conciencia de la realidad de que ni los croatas ni los eslovenos ni tampoco otros grupos étnicos aceptarían a ningún precio un Estado unitario. Sin embargo, estaba equivocado en cuanto no advirtió el hecho de que el concepto servio del Estado era exclusivamente unitario y que únicamente bajo esa forma era posible ejercer una hegemonía sobre las demás nacionalidades. Un papel especial desempeñó la circunstancia de que el Reino de Servia fuera a su vez aliado de las potencias occidentales, debiendo, en consecuencia, el nuevo Estado contar con la dinastía, el ejército y la administración servias como también con su capital Belgrado, abrigaba la esperanza servia de que el nuevo Estado no iba a ser un nuevo Estado y de acuerdo a las concepciones croatas, fundado en las posiciones de igualdad, sino el Estado viejo de Servia, engrandecido en un Estado gran-servio, conservando todas sus características de un tipo de Estado balcánico, atrasado en aquella parte del Imperio otomano, causa principal del atraso en el desarrollo cultural de los pueblos de aquella parte del mundo.

La posición de Trumbić dio motivo a largas discusiones en el ámbito de la política croata, ya que se le reprochaba haber cedido frente a las tendencias hegemonistas servias que se hicieron públicas todavía durante la guerra en las controversias surgidas entre el Comité Yugoeslavo y el Gobierno servio. Es bien conocido el choque, inclusive dentro del seno del mismo Comité, o sea entre Trumbić y Supilo. Este pedía a Trumbić que se interrumpieran las conversaciones con Pašić y aún propuso como alternativa la posibilidad de una Croacia independiente aún cuando muy reducida y mutilada. Supilo presentía que a los croatas les aguardaba un largo camino de duras luchas por su autodeterminación frente a la posición férrea servia contra la solución de los problemas nacionales en igualdad de condiciones. Mientras Supilo todavía se sentía en la plenitud de sus fuerzas físicas e intelectuales, para liberarse de la responsabilidad por las conversaciones ulteriores con el gobierno servio, renunció a su posición de socio en el Comité y lo abandonó. Existe una carta de Supilo, dirigida a un amigo en Italia en la que dice que había aceptado la Declaración de Corfú como un mal menor, aún cuando ya su enfermedad mental había avanzado y no se sentía en pleno control de sí mismo[2]. Así fue como recayó exclusivamente sobre las espaldas de Trumbić la responsabilidad de realizar un convenio mínimo con el gobierno servio. Pensó siempre que, por fin y de tal manera se iba por lo menos a salvar la integridad de las tierras croatas, lo que resultó cierto. Sobre el resultado de la actividad de Trumbić y su empeño en la emigración, quizás sea la más precisa y a la vez mejor opinión la que formuló el último presidente del Partido campesino croata —partido mayoritario— doctor V. Maček en los siguientes términos: "De la actividad de Trumbić en la emigración va a ocuparse la historia y lo hará favorablemente porque realizó lo que pudo, tomando en consideración aquellas circunstancias[3]. Fue él quien consiguió que todos nosotros croatas nos encontramos juntos y reunidos".

Dicho de otro modo: el doctor Trumbić consiguió salvar la integridad de la mayor parte de las tierras croatas, impidiendo así que éstas fuesen repartidas entre las potencias ajenas por unas combinaciones también extrañas, lo que nos habría causado la pérdida de territorios y con ella también puesto en peligro el sentido de la totalidad nacional. La evolución política operada en Yugoeslavia entre las dos guerras justificó suficientemente lo expuesto, porque los croatas, bajo la opresión hegemonista de servios, consiguieron fortalecer su sentido de comunidad nacional y formar su fisonomía nacional, tendiendo a realizar la renovación de su propio Estado nacional.

Es sabido que Trumbić se sintió apenas satisfecho con la obra que durante la primera guerra mundial ejecutó en el exterior. Por eso declinó cualquier cargo de importancia en el nuevo Estado después de formarse el tratado de Rapallo por el cual se cedió a Italia una ciudad de Dalmacia (Zadar), Istria y algunas islas en el Adriático. Renunciando a cualquier cargo público en el gobierno de Belgrado se fue a Zagreb, donde tomó parte activa en la vida política croata, especialmente en la oposición que se manifestó en la lucha contra el centralismo servio. Trumbić, inclusive, votó contra la Constitución de Vidovdan (primera Constitución del 1921) porque sabía que había sido proyectada por los políticos y la dinastía servios en contra de los intereses nacionales croatas, resultando luego una piedra de escándalo y, a la vez, causa de la tragedia yugoeslava.

En uno de sus discursos en el parlamento, Trumbić explicó las causas de su voto negativo y previno una futura catástrofe para Yugoeslavia: "La Constitución actual ¿será la base de la consolidación del Estado o, con ella, se abrirán nuevas discusiones o prorrogarán nuevas luchas que sólo Dios sabe qué complicaciones traerán? Los grandes problemas no se pueden resolver de esa manera y menos con esa primera Constitución que ofrecemos a nuestra historia nacional. ¿Qué clase de Constitución es ésta? Carece de la idea fundamental estatal que deberla ser el principio esencial de nuestra vida nacional. Este principio fue sustituido por la tendencia que pretende hacer ilusoria participación del pueblo en la vida pública y al propio tiempo al poder sobre el pueblo lo asume un sistema centralista burocrático". Luego siguió diciendo con toda precisión: "Se pretende desmembrar administrativamente a Croacia sin que se respeten circunstancias, necesidades, intereses administrativos, y todo ello contra la voluntad de la inmensa mayoría de su pueblo. Los autores de la Constitución exigían que se les entregara el poder en forma precipitada y mediante un Reglamento del orden y respeto del Estado en que habían alcanzado su punto más alto los crímenes políticos y el brigantismo de los hajduks. Nos hemos liberado del yugo extranjero, pero el pueblo espera todavía su liberación interna. Esta Constitución no significa dicha liberación. Trabajé durante la guerra para liberarnos del dominio ajeno. Con igual sacrificio he decidido aportar mi ayuda para sacudir la opresión interior. Para mí el asunto de la Constitución no es una cuestión de oportunidad sino una convicción personal y cuestión también de la vida del pueblo. Votaré conscientemente en contra de la totalidad de esta Constitución porque es extemporánea y porque es mala".

Lamentando la destrucción de todas aquellas ilusiones que sirvieron para la unión con Servia y haciendo referencia directa a su política agresiva y a la nueva Constitución Trumbić expuso la situación de la Croacia de entonces en la siguiente forma : "Croacia fue siempre un factor político. Para el bien de los intereses nacionales tiene que serlo también hoy en día... Hasta la destrucción de Austro-Hungría, Croacia había conservado su individualidad política dentro del marco de la Monarquía. El 29 de octubre de 1918 Croacia rompió todos sus vínculos con Hungría y Austria y con el trono; en tal fecha declaró su independencia. Pero Croacia a su tiempo entregó el poder político al Consejo Nacional —por medio de sus legítimos representantes—, que se habla constituido para todas las regiones de la ex Monarquía. Pocos días des-pués, o sea el 19 de diciembre de 1918, el Consejo Nacional, de común acuerdo con los representantes del Reino de Servia, procedió a unir nuestro pueblo y nuestro Estado[4]. Por consiguiente, Croacia por su propia voluntad, estableció esta nueva relación en la cual se encuentra hoy voluntariamente[5]. En consecuencia tanto los croatas como los servios así como los habitantes de todo el país deben de tener presente lo sucedido, esto es: que todos los actos fueron consumados con la voluntad y el consenso popular Por lo tanto, deberán aceptarse también las consecuencias derivadas de aquellos actos... En Croacia la gran mayoría de nuestro pueblo demuestra características peculiares. Tanto los croatas como los servios que viven ahí, tienen característica pronunciada —la inquebrantable resistencia a cualquier tipo de opresión. Esta capacidad de re resistencia, que es energía y capital común de nuestro pueblo, deben ser aprovechados para el bien de nuestra comunidad y no para dilapidarlos, intestinas y fraternas tanto en Croacia como en la totalidad del país. Croacia fue el factor político. Ella lo es hoy y debe serlo desde el punto de vista de los intereses de la consolidación de nuestro país, por-que tiene todas las atribuciones al respecto. Su posición geográfica es tal que sin Croacia en este nuevo Estado nuestro, no habría unidad del país ni unidad de nuestro pueblo" [6].

Con esta su posición Trumbić ofreció a los usurpadores granservios la última oportunidad para que abriesen sus ojos y se encauzaran por el camino del compromiso con los croatas, si es que no tuvieran la intención de alejar por completo a los croatas de la idea de un común Estado yugoeslavo. Fue ese el postrer llamamiento de un croata que aún creía en la posibilidad del mantenimiento de la comunidad yugoeslava y que propiciaba el cambio del sistema centralista de conducción del Estado. Pero ni los caudillos de la política servia ni la dinastía, deshecharon sus planes consistentes en la dominación de todas Ias nacionalidades y minorías nacionales de Yugoeslavia. En el mundo exterior, especialmente en el Occidente existe la equivocada opinión de que los croatas se decidieron de golpe por destruir el Estado yugoeslavo. Los croatas reaccionaban racionalmente ya que como nación madura exigía una posición de igualdad de condiciones con Servia, lo que, además, fue anunciado y destacado en la Declaración de Corfú y Ginebra. O sea: que Croacia entraba en un Estado común en igualdad de condiciones. En esta forma se expresaba ante mí el doctor Trumbić al decirme que sus conversaciones y los convenios con les representantes servios durante la guerra fueron hechas sobre esta base. Pero Trumbić tenía ya entonces conciencia de que los círculos políticos no eran accesibles a esta propuesta y, por ello, que la igualdad tan sólo se lograría después de la guerra y dentro del nuevo marco político.

Se produjo, empero, lo contrario. El rey Alejandro, que era el único que disponía de los medios para resolver el problema de la igualdad de las naciones, con las fuerzas armadas, se decidió por una supuesta integración yugoeslava. Lo que vale a decir que era una legalización de la preponderancia absoluta gran-servia y de su clase dirigente sobre las demás nacionalidades yugoeslavas. Esto impulsó a todos los croatas, reunidos bajo la jefatura de Esteban Radić a oponerse a tal opresión. Los croatas de tal manera, como totalidad fueron excluídos por la voluntad de la dinastía gran-servia del poder de un sistema exclusivista de carácter centralista y hegemónico. Toda la secular lucha croata por la auto-determinación corría peligro de perderse y que el pueblo croata se transformase en una nación de tercera categoría dentro de un complejo político-estatal conducido exclusivamente por los servios. Además, estos carecían de sensibilidad para una concepción del Estado y que no sería de tipo balcánico de opresión. Un Estado moderno en los tiempos actuales, exigía disponer de una administración capaz de llevarlo a la meta del progreso, y la clase política y administrativa servia carecía de ideas y de preparación mínima adecuada para ello. Hubieron pues de recurrir a los vulgares métodos policiales y de persecución balcánica en contra de los croatas, alejándolos así aún más de cualquier ilusión que hubiesen podido forjarse sobre la idea yugoeslava de una vida en común con los servios. Trumbić sintió el pulso nacional croata y, en los tiempos de la aplicación del instrumento persecutorio de "Obznana"[7] en contra del partido mayoritario o sea el Partido campesino croata, lo que quería decir en contra de toda la nación croata hizo la siguiente declaración el 10 de enero de 1925: "Situados frente a la lucha que nos fue impuesta, nosotros, los croatas, no vamos a retroceder; la aceptamos de frente y con ambas manos, y la proseguiremos hasta el fin siguiendo caminos legales y por todos los medios permitidos. Esa es nuestra posición y de ella nadie nos moverá".

Sin embargo, la prosecución de las persecuciones desatadas por to-dos los gobiernos, sean dictatoriales o pseudodemocráticos y el atentado consumado contra el caudillo nacional croata, Esteban Radic, en el parlamento de Belgrado, colocaron a Trumbić en el frente común con los demás luchadores nacionales croatas que bregaron por la independencia nacional. No solamente se puso al lado de Radić y Macek sino que, más tarde, aprobó la totalidad de la actuación de las agrupaciones croatas en el exterior que luchaban por el desligamiento total de Croacia de Yugoeslavia. Completamente desilusionado con ese país, Trumbić mantuvo el punto de vista de que, si el pueblo croata quería salvar su personalidad nacional y política, debía crear su propio Estado.

El año 1925 Trumbić declaró lo siguiente: "Mirando especialmente a través del pasado, tengo la más profunda confianza de que no hay peligro alguno de que la nación croata pueda sucumbir, ya que posee fuerzas vitales y, además, fuerzas vitales excepcionales. En primer lugar, el pueblo ha conservado hasta hoy su territorio nacional, y ese es hecho importantísimo. Es la condición previa para la existencia nacional, porque sin territorio no hay nación. En área territorial que conservó nuestro pueblo coincide por su dimensión con la que tuvo al iniciarse los movimientos nacionales en los Balcanes. Además, nuestro pueblo mantuvo incólume otra condición, utilísima para que quepa hablar sobre su personalidad nacional, y es : su arraigo sentimental de la solidaridad de la conciencia nacional".

Todos estos sentimientos albergaba dentro de sí mismo el Dr. Trumbić durante sus últimos años de vida, o sea, desde su voto negativo en contra de la Constitución de Vidovdan hasta el año de su muerte en 1938. Trumbić de esa manera permaneció fiel a los principios de la independencia de Croacia. Estuvo con Esteban Radić cuando ese resistió a Belgrado. Igualmente acompañó al sucesor de Radić, al doctor Maček, cuando hizo frente a la hegemonía de Belgrado. En vísperas de la dictadura del rey Alejandro, visitó en 1918 París y Londres a fin de advertir a los círculos políticos responsables que impidieran la imposición de aquel régimen de fuerza y que favorecieran una organización estatal sobre la base de una amplia federación en la que Croacia se aseguraría su autodeterminación y, a la vez, se restablecerían las relaciones humanas entre los servios y los croatas. Todos aquellos últimos esfuerzos suyos se frustraron. La miopía de la hegemonía gran-servia impidió resolver los problemas. El advenimiento de la segunda guerra mundial encontró a Yugoeslavia completamente atomizada y, al propio tiempo, sin preparación política y militar para ofrecer resistencia. Las supuestas fuerzas armadas de Yugoeslavia, dirigidas por los generales servios, se disolvieron en contados días. Sucedió precisamente aquello que Trumbić quiso todavía evitar al iniciarse la comunidad yugoeslava y cuando proponía la igualdad de "partnership" entre todas las nacionalidades de Yugoeslavia. Lo había previsto todo y así se lo manifestaba a cuantos lo visitaron hasta el fin de sus días. El que suscribe estas líneas recuerda cómo Trumbić intuía claramente cómo iba a producirse la caída de Yugoeslavia en la misma forma que Checo-Eslovaquia porque, a la manera como los servios trataban sin piedad a los croatas, así los checos sometían desconsideradamente a los eslovacos. Trumbić murió convencido de que Croacia debía ser libre e independiente porque, a causa de la tendencia hegemonista servia bajo cualquier forma de gobierno de Yugoeslavia, iba a ser política y económicamente sometida y explotada. Estaba, además, convencido de que su ilusión sobre un Estado yugoeslavo igualitario se había truncado para siempre merced a la dureza de la hegemonía gran-servia, única constante del fracaso de la vieja Yugoeslavia.

En la nación croata quedó un profundo recuerdo y respeto por Trumbić. Se lo considera como un hombre de pureza cristalina. Por eso, al morir, el pueblo croata le tributó honores raramente rendidos a otros políticos nacionales.

(Todas las observaciones desde 1 al 7 son de la Redacción de S.C.).

 



[1] Para averiguar la exactitud de esta afirmación, ver Studia Croatica, Vol. 28-31, 1968, artículo: Los campesinos croatas no quisieron en 1918 la unión de Croacia con Yugoeslavia del Prof. Stanko Vujica.

[2] Parálisis celebral progresiva había ya reducido su capacidad mental.

[3] El problema no está todavia definitivamente aclarado. Una Croacia mutilada pero independiente, creen muchos, habría sido una solución mejor que Yugoeslavia unitarista. En el primer caso Croacia habría sido el sujeto de derecho internacional independiente, con perspectivas de integrar las partes no reunidas de su territorio en 1918. La segunda guerra mundial, por ejemplo, ipudo ser el momento propicio en este sentido. Croacia —es muy probable— se habría encontrado al lado de los aliados occidentales y, en lugar de pagar, sólo al finalizar la guerra, con 300.000 de vidas. su separación de Yugoeslavia, habría podido hacer reivindicaciones de los territorios que le negaban en 1918 a título de su independencia. La solución yugoeslava significó la pérdida total de la nacionalidad y, al intentar de reconquistarla, lo pagó con un mar de sangre, y sin éxito.

[4] Aquí reside el error fundamental del Dr. Trumbić. El autor del artículo dijo al principio, que Trumbić había abandonado las ideas juveniles, es decir las ideas de Starčević y su programa de la renovación estatal e independencia de Croacia, sacrificándolos en aras de la idea de la unidad nacional croata con los servios y eslovenos y de un Estado común. Este su unitarismo prevaleció sobre todos los demás elementos que aconsejaban luchar por una Croacia independiente. Ni el abandono del Comité Yugoeslavo, efectuado por Supilo, no pudo inducir a Trumbić para que hiciera lo propio.

[5] Para confrontar esta tesis, por cierto falsa, con otra política y juridicamente correcta, ver: F. Nevistić: Medio Siglo de un Poder Ilegitimo, en Studia Croatica, Vol. 28-31, 1968. Ahí donde faltó el consenso de 80% de la población —y los campe-sinos croatas hacían 85% de la población de Croacia en 1918— no se puede hablar de la legitimidad ni la legalidad. A demás, Esteban Radić, caudillo de aquellas masas campesinas, consciente de las graves irregularidades políticas y jurídicas de las que se hicieron responsables Trumbić y sus secuaces, proclamó estos mismos actos contrarios a la historia, la voluntad e intereses del pueblo croata. El voto de Trumbić contra la primera Constitución yugoeslava, cuando tuvo ser legalizado todo cuan-to se hizo por la creación de Yugoeslavia, junto con todos los demás votos de los diputados croatas, confirmó en forma indiscutible la ilegitimidad y la ilegalidad de toda aquella labor acerca de la creación del Estado yugoeslavo y que significó la liquidación de Croacia y del pueblo croata como sujetos del derecho internacional.

[6] La concepción unitarista, repetida una vez más y el error político fundamental del Dr. A. Trumbić.

[7] Una Ley especial contra el comunismo y luego extendida al Partido Campesino Croata en 1925.