LOS CAMPESINOS CROATAS NO QUISIERON EN 1918 LA UNION DE CROACIA CON SERVIA

Lo que se escribe hoy en Croacia sobre el atentado contra la vida de Esteban Radic

Traducido del libro: Reflexiones sobre el presente de los croatas del Dr. STANKO M. VUJICA, Chicago 1968.

Studia Croatica, Año IX – Buenos Aires, 1968, Vol. 28-31

EL asesinato de Esteban Radic y de sus diputados correligionarios en el parlamento de Belgrado en 1928, dramatizó y reveló a los -ojos de todo el mundo la dolencia mortal de Yugoeslavia. Hasta ahora se habló y escribió poco de Radic en la Croacia comunista. Es por esta razón que el libro del escritor e historiador croata Zvonimir Kulundžic El Atentado contra Esteban Radic, publicado en 1964 por la editorial de Zagreb Stvarnost (La Realidad) tuvo gran éxito en Croacia, mientras muchísimos ejemplares fueron vendidos y siguen vendiéndose entre los exilados croatas.

Este libro fue objeto de crítica, entre otras, también del presidente del Partido Campesino Croata, Dr. Juraj Krnjevic. Uno de los primeros reproches al autor es su elección del Dr. Ferdo Culinovic como prologista. El Dr. Culinovic es hoy en día el portavoz de Belgrado, desempeñando en Croacia el mismo papel que tenía a su tiempo Juraj Demetrovic y similares[1]. Además, Culinovic fue desenmascarado como jurista e historiador de poca profundidad, justamente por los mismos historiadores croatas marxistas. En cuanto al libro mismo, la esencia de la crítica de Krnjevic consiste en la constatación de que Kulundžic nos presentó muchos y verdaderos hechos, pero "ya en la primera parte de su libro introdujo un aserto inexacto extendiéndolo a lo largo de su trabajo y este aserto es que Esteban Radic y el Partido Campesino Croata no eran partidarios en aquellos momentos (otoño 1918) de un Estado croata independiente, soberano, sino que libraron la lucha solamente por la república y por una organización republicana de Yugoeslavia". Kulundžic en su libro dice (pág. 608) que sus investigaciones no las considera concluídas y que "agradecerá a cuantos tengan conocimientos o testimonios" que podrían confirmar, corregir o desmentir sus conclusiones. Que tenga entonces Kulundžic presente el testimonio del testigo ocular y aproveche su conocimiento, quien, en su calidad de uno de los colaboradores más íntimos de E. Radic, ha vivido esos días integrando desde el principio el círculo más calificado de la conducción partidaria.

El autor de estas líneas vivió esos acontecimientos en el seno del pueblo y, leyendo el (mencionado) libro, llegó también a la conclusión de que hay algo extraño entre la tesis de la introducción de Culinovic y el libro de Kulundžic. De acuerdo con esta tesis, la cuestión croata tan debatida, causa del desmoronamiento de la primera Yugoeslavia y del derramamiento de mucha sangre en la segunda guerra mundial, se reduce a un conflicto entre la forma monárquica y la republicana. Siempre de acuerdo con esta tesis, Radic y sus campesinos creían que las monarquías eran responsables de todos los males y que todos los problemas hallarían su solución en una forma republicana. Kulundžic dice textualmente: "Ellos creían firmemente que en el concepto de la república están contenidos todos sus anhelos seculares y sus esperanzas" (pág. 142). En consecuencia, cuando los campesinos croatas exclamaban: «La república, orgullo de todo el mundo», no pensaban en un Estado croata independiente sino se referían a la eliminación de la dinastía. Como si hubiera sentido la debilidad de sus tesis, Kulundžic la modifica más adelante. Radic no luchó —escribe Kulundžic-- por un republicanismo abstracto, el republicanismo por el republicanismo. El republicanismo como también más tarde la lucha contra la corrupción fueron para él solamente el medio para la eliminación de todo lo enfermo en nuestro Estado de aquel tiempo, de todo lo que se encubría con la capa monárquica" (pág. 582).

Conclusión: el republicanismo de Radic fue en realidad la lucha contra la corrupción en "aquel Estado nuestro". El conflicto de Esteban Radic y Alejandro Karageorgevic no fue el conflicto entre el portador y el intérprete de los anhelos del pueblo croata por un lado y el portador y el representante de la hegemonía servia por el otro, sino el conflicto entre el hombre (Radic), que "fue propiamente alérgico a cualquier fenómeno que se pareciera a la corrupción", y el hombre (Alejandro) cuyos objetivos "en su última consecuencia fueron de carácter pecuniario" y quien "actuaba únicamente ominado por este vicio" (págs. 604-5).

Para que alguien no piense que estoy tratando de simplificar o tergiversar la tesis del libro de Kulundžic, reproduzco textualmente, como el mismo sintetiza, el contenido de sus investigaciones en la última página de su trabajo: "Así, por fin, llegamos a la conclusión : el sentido último del conflicto entre E. Radic y el rey Alejandro no fue, como se subraya de vez en cuando en nuestra historiografía burguesa, la cuestión croata sin solución y el antagonismo entre el republicanismo y el monarquismo, sino mucho más la cuestión de si el sentido del poder es el enriquecimiento y la legalización de la corrupción. El rey era de opinión de que todas las puertas le fueran abiertas en este sentido, mientras E. Radic, en su calidad de tribuno del pueblo, consideraba de su deber erradicar la corrupción en su misma raiz. El conflicto era inevitable. A esta conclusión me condujeron todas mis investigaciones hasta hoy, y las que están muy lejos de ser terminadas.

"Pero, por otro lado, la camarilla real, unida alrededor del rey Alejandro, en la cual estaba encarnado el sistema total de aquel entonces, supo muy hábilmente y con una astucia increíble transferir ese problema fundamental surgido ya en el momento de la fundación del Estado como la piedra de toque, el problema: la monarquía o la república, al problema de nacionalidades y así directa y conscientemente fomentaba las diferencias y el odio entre los dos pueblos hermanos, entre los servios y los croatas, llevando esta idea hasta la histeria de la llamada cuestión croata, lo que en sus últimas consecuencias condujo al derramamiento de sangre entre hermanos, que todos conocemos muy bien como el movimiento cetniks por un lado y de ustasi por el otro. Por eso un historiador no puede dejar de constatar que para esta horrorosa realidad, para todo lo que aconteció bajo el rótulo ustasi o cetniks, la responsabilidad ante la historia recae en primer término y ante todo en esta camarilla real y en Alejandro Karageorgevic personalmente" (pág. 605).

Una interpretación de esta naturaleza prima facie, sin documentación alguna, parece forzada. Es imposible electrizar a las masas populares por un fenómeno humano cotidiano como lo es la corrupción de la clase dirigente. Quien desde lejos observaba en esos días, sabía que el campesino croata seguía con entusiasmo y unanimidad a Radic y después a Macek, porque creía, prescindiendo de su táctica y las declaraciones públicas, que el último objetivo de la lucha croata era el restablecimiento del Estado croata. "La República" fue para el campesino croata siempre y sólo la república neutral y campesina de Croacia.

Si Kulundzic hubiera permitido que los hechos hablaran por sí solos, el lector de su libro llegaría a idéntica conclusión. Mencionaré sólo un ejemplo a modo de ilustración. Kulundiic reproduce del libro La formación del Estado de los Servios, Croatas y Eslovenos (Zagreb 1958, pág. 69) de Sergio Budisavijevic[2], que en la primera quincena del mes de noviembre de 1918 Esteban Radic y Vladimir Macek se fueron a una aldea en las cercanías de Zagreb para ver y sentir qué eco habían encontrado en los corazones de los campesinos croatas los acontecimientos políticos de aquellos días.

"De las conversaciones con los campesinos —escribe Budisavljevic—Radic pudo colegir que estaban contentos y felices por la resolución del Sabor (parlamento croata), según la cual Croacia, Eslavonia y Dalmacia se separaban de Austria y Hungría, pero que no estaban contentos con la decisión que hablaba de la unión de Croacia, Eslavonia y Dalmacia en un Estado con Servia y Montenegro. Los campesinos croatas decían a Esteban Radic que eran partidarios de un Estado croata independiente y que habría que entrar con Servia en relaciones de hermanos y amigos".

Esta reproducción del texto Kulundzic la comenta de la siguiente manera: "No era, en consecuencia, Esteban Radic quien «enloquecía con sus ideas republicanas» a las masas populares croatas, como lo creían firmemente nuestros políticos, agrupados en el Consejo Nacional... sino precisamente fueron las masas populares que imponían ese programa a Radic". (pág. 116).

De manera que el mismo Kulundzic reconoce que el programa, impuesto a Radic por las masas croatas, consistía en que "Croacia quedase un Estado independiente, restableciendo con Servia relaciones amistosas y fraternales".

¿Cómo es posible, por lo tanto, conciliar lo antedicho con la afirmación de Kulundzic de que Radic demostró con su actitud "ser un sincero y muy entusiasta yugoeslavo" (pág. 176) y que su lucha no tuvo ningún carácter "separatista"?

Podríamos aducir varias decenas de ejemplos de tal inconsecuencia en el libro de Kulundzic. Tengo la impresión de que su libro en la forma originaria tenía otro aspecto que el que tiene ahora después de haber pasado por la censura partidaria y por las manos de Ferdo Culinovic.

En su prefacio Culinovic dice que el libro "versa sobre un tema que podría a primera vista inducir a alguien a desviarse por el sendero nacionalista". Pero tal como es —destaca Culinovic – "se acentúa el yugoeslavismo corroborado con múltiples argumentos referentes a la necesidad de mantener y cuidar la comunidad estatal yugoeslava..." (pág. XIX). Si mi conjetura de que la "acentuación yugoeslava" fue agregada a posteriori para que el libro pudiera publicarse, es acertada, entonces el autor posiblemente procedió bien. En la Yugoeslavia de Tito no se pudo escribir casi nada sobre la lucha del pueblo croata y el movimiento campesino de Radic, porque eso pondría en peligro "la fraternidad y la unidad". Sin embargo, ahora se publicó el libro de Kulundžic, en el que se describen, en forma dramática y por su valor literario muy atractivo, muchos y verídicos detalles sobre los horrores que el pueblo croata tuvo que soportar en la primera Yugoeslavia. Incluso se citan las memorias de Mestrovic[3] y de Kljakovic[4], publicadas en el exilio. Opino que la lectura de este libro suscitará un vivo eco en las almas de las generaciones croatas más jóvenes que sabían únicamente que la primera Yugoeslavia era "podrida". En sus observaciones críticas del libro de Kulundžic, Julio Derossi en Licke Novine (Noticias de Lika, editadas en la ciudad de Gospic, Croacia) del 1/10/1967 destaca: "La historia en este libro es verdaderamente maestra de la vida. Nos sentimos agobiadas después de leer este libro; sentimos un malestar por su verdad sugestiva y cruda; una calamidad causada por nosotros mismos hace sólo medio siglo".

La orientación yugoeslava del libro no presenta mayores dificultades, por cuanto el público lector está habituado a una constante interpretación oficial de los hechos.

 

 



[1] Los colaboradores croatas, muy pocos, de la dictadura servia entre 1929-1941. (Nota de la Redacción).

[2] Un político servio de Croacia.

[3] Ivan Mestrovic: Uspomene na ljude i dogadjaje, Buenos Aires 1964.

[4] Jozo Kljaković: U Suvremenom Kaosu, Buenos Aires, 1952.