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V. CUESTION DE ORIENTE EN EL PENSAMIENTO DE LOS PROCERES
CROATAS
Aciertos en lo que atañe el problema de los encuentros y conflictos
de tres civilizaciones divergentes
Resultan muy interesantes desde el punto de vista del estudio
comparativo de civilizaciones los argumentos de Rachki sobre
la imposibilidad de que el Imperio turco adopte reformas políticas
de tipo occidental. Rachki insiste en que ellas son el resultado
de la evolución socio-política específica del mundo occidental,
arraigado en el cristianismo. Rachki percibió ya entonces lo
que hoy no comprenden todavía algunos influyentes círculos políticos
occidentales, i. e. que las instituciones de nuestra democracia
representativa constitucional no pueden injertarse con éxito
en el ámbito de culturas ajenas como una panacea de todos los
problemas, inclusive los afro-asiáticos, donde no se dan estructuras
sociales imprescindibles para el normal funcionamiento de las
instituciones democráticas.
Starcevic, por su parte, razona de modo similar acerca de Rusia.
Ve con claridad que Rusia no es una potencia europea más sino
un imperio euroasiático, enraizado en la tradición bizantina,
con pretensiones a ser la Tercera Roma en lo cultural y lo político,
de conformidad con sus ideas mesiánicas sobre la misión mundial
que debe cumplir Rusia. Starcevic, cuando ignora a los serbios,
reacciona en primer lugar como hombre, hondamente arraigado en
la tradición del humanismo europeo y del derecho natural. Como
tal, comprende que las tradiciones de Serbia y de Croacia son
de fondo diferente, una de origen europeo-occidental y la otra
bizantino-ruso. Como liberal, ajeno a los motivos religiosos
de un Rachki o Strossmayer, para quienes la idea de la solidaridad
eslava era un instrumento de acercamiento entre la Iglesia occidental
y la oriental y viceversa, Starcevic no interpreta la cuestión
turca como una lucha entre la cruz y la medialuna. Tiene en alta
estima las aptitudes políticas de los turcos, que relativamente
con pocas fuerzas lograron crear y mantener durante siglos un
imperio poderoso. Cree que Turquía adoptará reformas contestes
con el ideario del Occidente contemporáneo antes que Rusia y
Serbia. Parece que en ese sentido el tiempo le dio la razón.
Turquía contemporánea, como Estado nacional, introdujo reformas
sociales y políticas, afirmándose cada vez más como una nación
del ámbito cultural occidental, minetras que la Rusia sovietizada
se yergue hoy como el adversario principal del Occidente.
Se sobreentiende que esos dos muy talentosos y sagaces intelectuales
croatas no pudieron ya entonces conocer científicamente la verdadera
naturaleza de las pretensiones rusas y serbias a la herencia
de Bizancio. Si bien, como integrantes de uno de los pueblos
del grupo lingístico eslavo, interesado directamente en la cuestión
del Oriente, pudieron sentir y comprender con mayor facilidad
ciertos aspectos de ese problema tan complejo, Rachki y Starcevic,
hijos de su época como los demás pensadores occidentales, no
enfocan el problema de relaciones de Rusia con otras potencias
europeas a la luz de los encuentros y conflictos de dos civilizaciones
divergentes, sino más bien como contraste entre la supuesta civilización
universal y la supuesta barbarie rusa. Tanto Rachki como su amigo
Strossmayer, no obstante sus sinceras simpatías hacia los cristianos
orientales en los Balcanes, ven las relaciones croata-serbias
como la relación entre un pueblo europeo civilizado para con
sus hermanos cristianos y eslavos menos afortunados y, por lo
tanto, atrasados, víctimas seculares del domino turco.
Rachki y Strossmayer se formaron espiritualmente y actuaron como
políticos en la epoca en que todo el Occidente europeo, eufórico
por su poderío político y por su influencia mundial tras los
descubrimientos y la revolución científica, técnica e industrial,
obra, persuadido de que la cultura contemporánea occidental es
el resultado y la culminación de una penosa lucha milenaria del
genero humano contra el salvajismo y la barbarie. Por consiguiente,
nuestra sociedad occidental sería la única civilización auténtica,
digna de llamarse así (nota 30).
(nota 30) Cf. La exposición de A. J. Toynbee sobre La teoría de la uniformidad y la teoria de la difusión, en "Estudio de la Historia", Buenos Aires, 1951, pp. 461-504.Semejante visión del proceso histórico universal no sólo traduce la fe del siglo pasado en el progreso ilimitado, cuyos portaestandrates son los pueblos occidentales, sino que al mismo tiempo es el reflejo del debilitamiento del sentimiento y la conciencia de la comunidad del mundo de la cultura occidental. Recién en nuestro tiempo madura la noción de que la civilización occidental es sólo una entre una veintena de civilizaciones conocidas en la historia y una de tantas existentes hoy y que, por cierto, se halla en la etapa en que sus logros y sus valores son para todos los pueblos.
Con todo, cabe afirmar que los dos mencionados exponentes del
pensamiento nacional croata, como hijos de un pueblo pequeño
situado en la zona neurálgica de la penetración de imperios euroasiáticos
en su calidad de portadores de formas culturales y políticas
extrañas, sienten más hondo que muchos de sus coetáneos occidentales
que las dificultades en la solución de la Cuestión de Oriente
no provienen sólo de las rivalidades de las grandes potencias
a causa de los Estrechos, el ferrocarril de Bagdad y otros problemas
por el estilo, sino de algo más profundo como lo vislumbró Donoso
Cortés y varios pensadores europeos. Impresionados por el surgimiento
y el ascenso del Imperio ruso y de sus formas culturales y políticas,
tan diferentes de las nuestras, comprendieron que no se trataba
de una potencia más. Los más sagaces se percataron de que se
trataba de un imperio que, aspira al dominio mundial y forzosamente
choca con el mundo occidental en plena expansión. De ahí los
esfuerzos de Rusia para enfrentar a ese mundo antagónico con
todos los medios disponibles.
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