Aportes al esclarecimiento del origen de la
Primera Guerra Mundial
Studia Croatica -
Edición Especial
Buenos Aires, 1965
PEDRO VUKOTA
LA evolución política de los países del Centro y Sudoeste
europeo encierra en sí un proceso peculiar, por estar acompañada de una serie
de semisoluciones con que quedó especialmente
caracterizado el periodo de la decadencia otomana. Aunque en otros sectores
europeos, sobre todo durante la integración nacional, también solían surgir
soluciones transitorias y temporalmente no extensas, en aquella parte, concretamente
en los Balcanes, sus características son de largas y trascendentales
proyecciones. Pese de carecer de potencialidad aparentemente apreciable, sin
embargo con el tiempo se llegó a producir en los Balcanes una aguda crisis que
prácticamente contribuyó a la destrucción del mismo equilibrio del Concierto
europeo, definido en el Congreso de Berlin.
Siguiendo la ruta algo anacrónica, en comparación con el
desarrollo político general de la Europa del siglo XIX, en las extensiones de
la retirada turca, toda la discordia, involucrada en el mismo nombre de los
Balcanes ha sido fundamentada en la vehemente preocupación por lo excesivamente
nacional. (El fenómeno no desapareció aún). La interpretación se encuentra
fácilmente si se tiene en vista la posición y la configuración geográfica,
particularmente accidentada, con sus condiciones climáticas, la formación de
los pueblos y grupos étnicos, de composición antropológica diversa, en el
desarrollo histórico e influencias culturales opuestas, que a su vez emanan de
los factores geográficos, y el ejercicio de las presiones de las potencias
externas que se sustituían a lo largo de los siglos. El resultado fue que
aparecieron las formaciones político-estatales especiales, hasta sus microcósmicas manifestaciones dentro de un mismo organismo
nacional.
El fenómeno puede ser enfocado quizás como un estado
sicológico general, pero merced a las fuerzas totalmente privativas
y la actuación de las constantes históricas, la naturaleza del desarrollo
político en el Sudeste europeo es distinta y surge de un hecho fundamental. En
los Balcanes, a causa de su fisonomía geográfica, nunca ha sido posible crear
un Estado o una forma sobrestatal que abarcara toda o
la mayor parte de la península, como ocurrió en la península hispánica. Los
Balcanes se encuentran unidos bajo un poder sólo por la presión de la fuerza
exterior, como es el caso en la conquista y la dominación romanas o más tarde
durante el período de la dominación turca, en su función del continuador del
legitimismo del Imperio bizantino y que en la realidad de la actualidad nuestra
fue sustituido por la expansión de la Rusia soviética.
La división de la región balcánica en compartimientos
geográficamente autónomos es el único modo para comprender la diferencia
fundamental existente entre las varias partes.
Cada zona abarca un distrito con un papel particular e
independiente de las otras, manifestando una cantidad de hechos y elementos que
dan a cada una por sí misma una importancia especial geopolítica, provocando la
unidad natural. El mayor error que se comete es mirar a los Balcanes como
unidad geopolítica con distintas características, puesto que lo correcto es
considerarlos como un conjunto de regiones geopolíticamente autónomas, con
caracteres y elementos propios e independientes de los demás, que están unidas
bajo un nombre geográfico por mero afán científico de clasificar todo.
Sobre todo hay que tener constantemente en cuenta que los
Balcanes no son una unidad geográfica e histórica, sino un territorio dividido
por el río Drina en dos partes con dos distintas
vidas. De estas dos partes se modificaron varias unidades con fuerte
personalidad geográfica. El aspecto geopolítico que nos ofrecen los Balcanes es
tan polifacético como los distintos aspectos de la vida de esta parte
continental y viene determinado por las constantes expuestas[1].
Ha sido indispensable considerar en preámbulo esos
elementos para dedicarnos con más facilidad al caso de Bosnia y Herzegovina,
las dos viejas tierras croatas que, por un peculiar desenvolvimiento histórico,
en su gran parte impuesto, llegaron a desempeñar un papel curioso y de-
alcances internacionales, en detrimento para la moderna integración nacional
croata. Bosnia y Herzegovina son un caso evidente de como una nación puede ser
puesta a prueba cuando sobre su territorio son inevitables los choques de
distintas civilizaciones. La lucha de intereses de variado origen puede dar
cabida a las interpretaciones erróneas, sobre todo al perderse de vista la
proyección histórica de los valores y componentes naturales permanentes de una
nación.
A pesar de que el territorio nacional croata, desde el
punto de vista geográfico y geopolítico, por su naturaleza, representa una
unidad claramente determinada en relación con los demás territorios, y a pesar
de que el cuadro de esta unidad durante la historia, y aun en nuestros días, es
el territorio vital de Croacia, se les impidió a los croatas encontrarse
consigo mismos. Las leyes naturales, las inclinaciones y tendencias en la vida
no son los únicos factores decisivos. Existen también otras fuerzas que pueden
dirigir la vida de un pueblo hacia otro camino. Así, el pueblo croata se ha
encontrado en el cruce de grandes corrientes mundiales, que decidieron sobre el
destino, no sólo de los pueblos y Estados, sino de los continentes. El
pensamiento de Henri Pirenne es categórico al
afirmar, que ..."Como un vestido, siguen los
movimientos de la nación; se extienden o se reducen siguiendo sus alternativas
de vigor o de debilidad..."[2].
Dentro de estas premisas está involucrado todo el
acontecer histórico croata, particularmente en lo referente a las provincias de
Bosnia y Herzegovina, que la terminología diplomática conoce bajo la
denominación de Bosnia. Ese mismo nombre abarca un fenómeno causante de tantas
controversias que, a la postre, resultó el problema medular que llevó al mundo
a una conflagración de consecuencias aún irreparables y sin darse una solución
lógica, basada sobre las leyes naturales de su pertenencia nacional e
histórica.
Bosnia, cuyo reino medieval fue la segunda creación
política croata que alcanzó todas las características de Estado soberano, en el
siglo XIX volvió a ser, no una sencilla región de los Balcanes, de la época romántica
y nacionalista, sino un centro donde se cruzaron toda clase de intereses y
pasiones. El papel de Bosnia fue, sin ninguna exageración, tan misterioso a
veces, que la mayoría de las explicaciones dadas son contradictorias y
opuestas. Toda la problemática de Bosnia tiene su origen en la interferencia de
distintas civilizaciones manifestada en la discusión por su pertenencia
nacional o, más claramente explicado, en el choque entre el desbordado
nacionalismo de los serbios bizantino orientales y el integralismo
histórico- nacional de los croatas occidentales. Al problema originario sobre
su pertenencia nacional se añadió, por otra parte, la defensa de los intereses
estratégicos de Austria, con lo que la política austríaca vino a ocuparse en un
asunto que resultó su verdadero "talón de Aquiles".
Cabría mencionar que la primera y principal formación
croata era el Estado de la medieval monarquía nacional, que al extinguirse la
dinastía croata de los Trpimirovic entró, al principio
del siglo XII en la Unión personal con Hungría, habiéndose conservado entonces
la totalidad de los derechos y atributos soberanos de Croacia. Esa creación
central y principal, conocida con el nombre diplomático de Reino de Croacia,
Eslavonia y Dalmacia, Regnum Croatiae,
Slavoniae ac Dalmatiae, conservó la soberanía nacional hasta el año
1918. Sobre el territorio nacional croata existió también durante ochocientos
años, hasta el Congreso de Viena (1815), como tercera formación estatal la
República de Dubrovnik (Ragusa). Esa Ciudad - Estado,
marítima y comercial, fue el principal centro de la cultura nacional croata en
las épocas del Renacimiento y el Barroco.