Bosnia y Herzegovina

Aportes al esclarecimiento del origen de la Primera Guerra Mundial

 

Studia Croatica - Edición Especial

Buenos Aires, 1965

Ivo Bogdan - La cuestión de Bosnia y la Primera Guerra Mundial

CONCLUSIONES: CUESTIÓN DE BOSNIA ¿PRETEXTO O CAUSA DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL?

En todas las consideraciones sobre el atentado de Sarajevo se impone la pregunta. ¨Fue la ocasión o la causa, el pretexto o el motivo de la Primera guerra mundial? Muchos autores, sin ir a fondo, definieron el atentado de Sarajevo sólo como pretexto de la guerra, ya ineludible, por cuanto las relaciones entre las grandes potencias europeas dentro de la política de poder llegaron a ser tan tirantes que bastaba una chispa para encender la tremenda hoguera. Empero, si es así, ¿por qué Serbia y sus aliados se esforzaron por encubrir la responsabilidad de los círculos oficiales de Belgrado en el asesinato de Francisco Fernando y su esposa?. ¿Por qué se empeñaron en probar que los motivos de la agitación granserbia y, por ende, de los mismos ejecutores del atentado de Sarajevo, relacionados con la cuestión bosníaca y sureslava, fueron justificados? ¿No implica todo ello un reconocimiento indirecto de que tienen razón los autores que sostienen que las causas de la primera guerra mundial, principio de la guerra de Treinta Años de nuestro siglo, deben buscarse en primer término en el área balcánica, o dicho con mayor claridad en el expansionismo ruso y subsidiariamente granserbio, cuyo objetivo era realizar su absurdo sueño imperial?

A lo largo de nuestra exposición -al revés de lo que podría esperar un lector acostumbrado a los análisis de las causas y pretextos de la primera guerra mundial, en los que se da por entendido que los motivos de las actividades revolucionarias serbias fueron justificados desde el punto de vista del derecho nacional- nos hemos ocupado más de las relaciones entre Serbia y la Monarquía danubiana, de la cuestión bosníaca y sureslava, que del atentado de Sarajevo, considerándolo el episodio final que por sí no pudo ser la causa de la guerra por abominable y condenable que sea el hecho de que los círculos oficiales de una nación soberana se sirvan del asesinato de sus adversarios, incluyendo cabezas coronadas, como instrumento de su política nacional.

Quisimos así advertir que en el estudio de las causas o pretextos de la primera guerra mundial no tienen importancia primordial episodios impresionantes al estilo del asesinato del heredero al trono de un poderoso imperio, ni tampoco el comparar la lucha de Serbia con la de un inerme David contra el soberbio Goliath. Serbia no era inocente ni estaba inerme. Detrás de ella y de sus actividades subversivas estaba el inmenso poderío de la Rusia zarista.

Al recalcar el fenómeno del granservismo, lo hicimos persuadidos de que en el estudio del origen de la guerra es esencial establecer si los fines perseguidos por Serbia eran justificados y constructivos. ¿Las pretensiones serbias respondían al principio nacional y a los intereses generales? En otros términos, lo expresó Raymond Aron cuando, en su magistral obra en relación con los acontecimientos de 1914, escribió: "No bastaría con haber distinguido entre ocasión y causa, pretexto y motivo, para poder pesar los méritos y las culpas. Una vez que se ha concedido la palabra a las armas, el fin importa más que el origen. ¿Cuáles son los objetivos a que aspiran los beligerantes? ¿Cuáles serían los resultados probables de la victoria de unos u otros?"[1].

Por consiguiente, nos interesaba de sobremanera establecer que las pretensiones granserbias a Bosnia no estaban fundadas en el derecho natural, nacional e histórico. Los serbios no constituyen en Bosnia la mayoría étnica sino una minoría insignificante[2]. La fuerte minoría de la población ortodoxa aparece recién durante el dominio turco[3]. Bosnia jamás formó parte de Serbia. Durante siglos era parte integrante de Croacia y luego como banato y reino era en relación de vasallo con el reino croata-húngaro.

Una gran porción del territorio que integraba el vilayet turco de Bosnia antes había formado parte del Reino Trino de Croacia, Eslavonia y Dalmacia. Hasta los tiempos recientes la parte occidental de Bosnia fue llamada la Croacia turca[4]. Por lo tanto, la resolución del Congreso de Berlín sobre la ocupación de Bosnia por la monarquía de los Habsburgo y su anexión subsiguiente, respondían al hecho de que los Habsburgo eran reyes legítimos de Croacia. Por otra parte, Bosnia conforma con las demás provincias croatas una unidad geográfica y económica. Hemos visto que la mayoría croata entre musulmanes y católicos en Bosnia y Herzegovina en víspera del atentado de Sarajevo se oponía terminantemente a las pretensiones granserbias. Ni los católicos ni los musulmanes nada bueno podían esperar de la anexión a Serbia, en la que, de acuerdo a la tradición césaro-papista de Bizancio y Rusia, se identificaba la nacionalidad con la confesión.

Hemos demostrado que no procede ni se adecua a los hechos enfocar la cuestión de Bosnia como parte de la sureslava, en el sentido de que para los súbditos croatas de la Monarquía danubiana, Serbia era como el Piamonte que realizaría su liberación y unificación. De ese presupuesto erróneo parte también Raymond Aron al decir que Austro-Hungría "quería en 1914 eliminar la amenaza que cernían sobre la monarquía dualista las reivindicaciones de los eslavos del sur"[5]. Aquí se confunde la idea granserbia con la sureslava, confusión en que incurrieron muchos autores franceses.

En Bosnia todo el mundo sabía que el atentado de Sarajevo no se perpetró a causa de los planes agresivos del sucesor al trono de los Habsburgo contra sus súbditos sureslavos, pues Francisco Fernando siempre decía que no quería la guerra contra Serbia, "ya que no codiciaba ni una sola ciruela ni una sola cabra serbia"[6]. Por el contrario, cayó por creer poder asegurar los derechos de los croatas y eslovenos mediante sustanciales reformas internas, es decir apartándose del sistema dualista. Carlo Sforza -embajador italiano ante el gobierno serbio exiliado en Corfú durante la primera guerra mundial-, al constatar la fe mística de los políticos granserbios en la desintegración de Austria-Hungría, anota también esta verdad relevante:

Pero esa certidumbre no había previsto a un Habsburgo que renunciara al compromiso austro-húngaro de 1867 y que pensara colocar a los eslavos de la monarquía en el mismo plano de igualdad con los alemanes y magiares. Por primera vez en la historia de Austria se reconocía, pues, que la monarquía podía salvarse únicamente mediante profundas reformas internas por primera vez se admitía, por lo menos implícitamente, que los éxitos diplomáticos como el de Andrassy en 1878 y el de Aehrenthal de 1909 no bastarían ya para asegurar la vida del imperio. En Corfú, los jefes serbios más autorizados admitían, hablando conmigo, que para ellos era un período angustioso aquel en que las nuevas ideas tuvieron posibilidad de ser actuadas por el archiduque hereditario Pasic incluso me dijo textualmente: "Fue la primera vez en mi vida que tuve miedo" [7].

El dueño absoluto del partido radical serbio y ejecutor sumiso de la política balcánica rusa temía que Francisco Fernando, al asumir el poder, invalidaría toda agitación serbia sobre la cuestión sureslava. En ese sentido se expresaron sin reservas los ejecutores del atentado de Sarajevo durante la instrucción judicial.

Muchos autores no confundieron la idea granserbia con la idea yugoeslava, pues pudieron verificar que en lugar de la monarquía plurinacional danubiana se crearon, invocando el principio nacional, Estados pseudonacionales o multinacionales como Yugoeslavia y Checoslovaquia que, en opinión del mismo Masaryk, han sido una mala edición de la antigua Monarquía[8]. Eso vale particularmente en el caso del conglomerado plurinacional yugoeslavo, heterogéneo en lo cultural y religioso, en el que rige la hegemonía serbia, de modo que para los ex súbditos de la Monarquía danubiana significó un considerable regreso. En lo tocante al interés general, basta advertir el hecho señalado ya por Jacques Bainville, de que "los Estados independientes constituidos después de la primera guerra mundial entre Rusia (soviética) y Alemania (llamada eterna) eran desde su origen incapaces de subsistir. Esos países, considerados como nacionales, con fuertes minorías de dudosa lealtad en realidad, no constituyeron nunca un frente común ante el revisionismo germánico o ruso, y en última instancia se consideraron enemigas, aunque dispuestas a hacer juntos parte del camino". Europa, después de 1918, encontraba menos equilibrio que antes[9].

No cabe duda alguna que tanto los objetivos como los resultados de la agitación granserbia contra Austro-Hungría, no pueden ser ponderados como positivos en aspecto alguno. Los pueblos del conglomerado multinacional yugoeslavo fueron sometidos a la opresión nacional y política en la Yugoeslavia monárquica, en un Estado con carácter de la Serbia engrandecida, dirigido autocráticamente. Lo admiten los mismos comunistas que lo restauraron en 1945, tras su desmembramiento en 1941. En la resolución del V Congreso de la Internacional comunista, tomada en Moscú en 1924, se expresó:

"Yugoeslavia es un Estado plurinacional. La burguesía serbia que impone su hegemonía representa sólo el 39% de la población total de Yugoeslavia. Los demás pueblos que constituyen la abrumadora mayoría de la población, están en mayor o menor grado sometidos al avasallamiento nacional y contra ellos se practica la política de desnacionalización". "Puesto que en Yugoeslavia existe un movimiento general contra la opresión nacional en todas sus formas y en pro de la autodeterminación, el problema nacional tiene una forma aguda y afecta directamente los intereses de las masas populares. Por ello el lema general del derecho de los pueblos a autodeterminación, subrayado por el Partido Comunista Yugoeslavo, debe exteriorizarse en la separación de Croacia, Eslovenia y Macedonia de Yugoeslavia y en la constitución de sus respectivas repúblicas independientes".

No es este el lugar ni momento apropiado para explicar con cuáles recovecos dialécticos y con qué argumentos los comunistas yugoeslavos y rusos dieron un vuelco rotundo proclamando obligatoria "la fraternidad y unidad de los pueblos de Yugoeslavia", restablecida en 1945 en su vieja forma granserbia pese a la fachada falaz del federalismo y el derecho teórico de autodeterminación de todos los pueblos. Lo que importa es verificar que la "liberación" de Bosnia y de otras regiones sureslavas anexadas en 1918 a Serbia no aportaron felicidad a nadie, ni a los pueblos sojuzgados y explotados por Serbia ni a los mismos serbios. Es verdad que la Yugoeslavia comunista sigue existiendo bajo la conducción serbia, pero también el pueblo serbio es víctima de la tiranía comunista. Además, cunde la oposición no sólo entre los croatas sino también entre todos los pueblos que integran el conglomerado yugoeslavo, de modo que podría ocurrir que tras la caída del régimen actual, Serbia se viera reducida al territorio que ocupaba con anterioridad a las Guerras Balcánicas, antes de anexar a Macedonia y Kosovo, donde los serbios constituyen una débil minoría.

Si las consecuencias de la expansión granserbia fueron funestas para los pueblos directamente interesados, tampoco favorecieron los intereses europeos. La situación anormal, causa de conflictos y hostilidades reciprocas de los pueblos de Yugoeslavia fueron explotados primero por las potencias del Eje y luego por los comunistas en la última contienda mundial. Así sucedió que sin la ocupación directa soviética se impuso allí el régimen comunista. El imperio de los satélites soviéticos europeos se extendió en 1945 hasta la orilla oriental del Adriático, amenazando directamente a Italia. Tampoco el conflicto Moscú-Belgrado, que refleja la aspiración serbia a dominar en los Balcanes según el programa contenido en Nacertanije, significó cambio esencial en ese sentido. Las democracias occidentales, particularmente los Estados Unidos, pagaron muy alto precio para mantener el dudoso neutralismo yugoeslavo, a la larga muy nocivo. Más de 4 mil millones de dólares costó eso a los contribuyentes norteamericanos. El daño moral resulta mucho más grave.

"La guerra de Treinta Años de nuestro siglo", en cuyo origen se halla el expansionismo serbio, manifestado de modo espectacular en el atentado de Sarajevo, no dio, pues, una solución a la cuestión de Bosnia ni a la sureslava. Sus resultados son aun peores desde el punto de vista del equilibrio político europeo y mundial. En lo que concierne a Croacia y sobre todo a su provincia de Bosnia, su liberación no puede provenir de Serbia, sino de Croacia, con la cual encontrará su adecuado lugar dentro de la comunidad de las naciones libres europeas.

Buenos Aires

 

 



[1] Paz y guerra entre las naciones, p. 119.

[2] Ver el estudio de D. Mandic.

[3] Ibid .

[4] P. Vukota: Historia política de Bosnia, p. 255 del presente volumen

[5] O. C., p. 101.

[6] F. Konrad v. Hötzendorf, Aus meiner Dienstzeit, 1906-1918; vol., Viena 1922-25, III.

[7] Carlo Sforza, Jugoslavia-Storia e ricordi Milan-Roma, 1948, p. 73.

[8] Pablo Fijan: Crisis del liberalismo en la Europa Central, Madrid, 1958, p. 354.

[9] Raymond Aron, o. c., pp. 198-99, 240-41.