Bosnia y Herzegovina

Aportes al esclarecimiento del origen de la Primera Guerra Mundial

 

Studia Croatica - Edición Especial

Buenos Aires, 1965

Ivo Bogdan - La cuestión de Bosnia y la Primera Guerra Mundial

IX. LA CUESTIÓN DE BOSNIA EN LAS RELACIONES ENTRE AUSTRIA - HUNGRÍA Y SERVIA DESDE EL CONGRESO DE BERLIN HASTA LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

EL DESARROLLO de las relaciones después del Congreso de Berlín entre Austro-Hungría y Serbia, cuando este último país era una especie de protectorado de Viena, y luego a principios de nuestro siglo ingresó a la esfera de intereses de Rusia, tanto se aparta de los esquemas válidos entonces para las relaciones interestatales europeas, que provocó en Viena decepción e irritación y confundió no solo a las potencias afectadas directamente sino también a los círculos internacionales en general. La agresividad de un pequeño país frente a su poderoso vecino, del que obtenía tantos beneficios, se interpretó como la resistencia a la influencia preponderante de un poderoso Imperio, en lugar de concebirse correctamente como un caso de incompatibilidad y por consiguiente de imposibilidad de organizar una transacción entre una comunidad estatal netamente occidental, como lo fue la Monarquía danubiana, y el contiguo país balcánico.

Serbia, arraigada en tradiciones bizantinas, pese a su debilidad, estaba tan embriagada con sus sueños y ambiciones imperialistas que no quiso incorporarse a la zona de intereses de la Europa Occidental por intermedio de Austria, a la que debió en mayor parte su liberación de la dominación turca y su emancipación nacional. La mistificación sistemática de la opinión pública nacional y extranjera, poco interiorizada en aquel entonces del pasado y de la composición étnica de la parte balcánica del Imperio otomano en agonía, hizo que la agresividad de Serbia hacia los países vecinos se presentara y siguiese exhibiéndose como un ejemplo conmovedor de una nación débil y pequeña en la lucha por su autoconservación. El caso de Serbia que ambicionó reasumir la herencia de un imperio de proyección universalista como lo era el Imperio romano oriental, basando en esta concepción su política nacional como rival no sólo de la Austria católica -considerándola como continuadora del Imperio romano occidental- sino también de la Rusia ortodoxa con sus aspiraciones a ser la III Roma; este caso de ambición, que no guarda relación alguna con las fuerzas reales, es tan insólito que necesariamente hubo de confundir a cuantos estuvieron en contacto con Serbia, sea como adversarios, sea como aliados circunstanciales.

Hoy se acepta generalmente que además del imperialismo de las grandes potencias actúa también lo que se calificó de imperialismo enano de los países herederos de los Imperios otomano y austríaco, jugando como un factor peligroso en las relaciones internacionales; elemento de antagonismos y tensiones, por lo que los Balcanes fueron calificados como "barril de pólvora".

No obstante, incluso hoy, mientras se censuran las ambiciones de las grandes potencias, se omite analizar y estudiar debidamente las causas de las situaciones explosivas, originadas primordialmente por las pretensiones de los "imperialistas enanos".

En capítulo aparte nos referimos a las ambiciones imperialistas de Serbia, expresadas en el Nacertanije de Ilija Garasanin. Para comprender debidamente el fenómeno del absurdo imperialismo serbio habría que citar toda una serie de obras y textos escolares en los que se habla al pueblo de su gloria y de sus grandes hazañas, cargando tintas en forma increíble. Entre los serbios fueron muy populares libros de autores que sostenían que el serbio era"el pueblo más grande de la tierra", "el pueblo más fuerte del orbe", que "procreó a todos los pueblos de Europa, Asia y África", el pueblo "en cuyo seno nació Cristo", "al que debía someterse todo el mundo"[1].

Cuán hondo calaron tales conceptos, lo prueba el hecho de que después de la segunda guerra mundial el obispo serbio Dionizije, a cuyo cargo está la orientación y atención religiosa de los serbios emigrados, repitió los mismos disparates sobre el pasado de Serbia[2].

1. Austria-Hungria en el papel ingrato de la protectora de la Serbia de los Obrenovic

Viena no tomó debidamente en cuenta todo eso cuando favoreció a los serbios al oponerse al intento ruso de crear en virtud de la paz de San Stefano, la Gran Bulgaria que dominaría los Balcanes y posibilitaría realizar el sueño de Rusia sobre la posesión de Constantinopla y el control de los Estrechos. Viena creyó que favoreciendo a Serbia como contrapeso a Bulgaria podría transformarla en instrumento de su política balcánica. Tomando en consideración únicamente la geografía política y económica, en Viena razonaban que la amistad de Serbia, su primer vecino balcánico, era indispensable para poder controlar los accesos al Mar Egeo. Por su parte Serbia quería impedir la ocupación búlgara de la Macedonia. Era lógico que se unió a Austro-Hungría para desbaratar los planes rusos y búlgaros tendientes a afirmar su supremacía en los Balcanes mediante la posesión de Macedonia.

Si la Bulgaria de San Stefano hubiera logrado mantenerse, habría quitado no sólo a Serbia sino también a Austro-Hungría toda posibilidad de expansión hacia el Sur en dirección al Egeo, y a la Serbia en dirección al Adriático a través de Albania y Montenegro. Tanto más cuanto que las zonas pretendidas por Serbia, que una treintena de años después conquistaría, étnicamente no son tierras serbias. Macedonia está poblada por la gente mucho más afín por idioma y sentimientos a los búlgaros que a los serbios. Incluso los derechos históricos serbios, tan invocados son muy dudosos. Respecto del territorio de la antigua Rasa (vilayeto turco de Kosovo), que los serbios llaman la "Vieja Serbia", es verdad que antaño fue la cuna de la monarquía serbia medieval, pero, en el decurso del tiempo la poblaron los albaneses que además viven en la continuidad territorial con Albania y por lo tanto deberían integrarla. Mientras esas áreas estuvieron bajo el dominio del Imperio turco decadente, Serbia tenía la posibilidad de conseguirlas y de ese modo obtener el control de la importante línea Morava-Vardar que conduce de la cuenca danubiana al Cercano Oriente, y asegurarse la posesión de la Macedonia de Vardar, la posición clave de los Balcanes. En opinión del gobierno austríaco, los méritos de la Monarquía danubiana en la contención de los otomanos, y los intereses mutuos de Serbia y Austria a la salida al Egeo deberían servir de base razonable para una política de apoyo recíproco.

Efectivamente. Serbia pudo impedir el predominio de su rival búlgaro únicamente con la ayuda de Austro-Hungría, que se opuso al predominio búlgaro-ruso en los Balcanes. La Gran Bulgaria fue reducida, por las potencias reunidas en el Congreso de Berlín, a su parte septentrional. Macedonia fue reintegrada a Turquía y se creó la Rumelia oriental bajo el control turco. Serbia, hasta entonces un principado vasallo de Turquía, fue proclamada Estado independiente. Milan Obrenovic, su príncipe, asumió el título del rey de Serbia.

En 1881 Serbia firmó con Austro-Hungría una convención secreta, prorrogada en 1889 hasta 1895, por la que se comprometió a no permitir la agitación contra Austro-Hungría, mientras esta última defendería los intereses de la dinastía serbia y ayudaría la expansión de Serbia en dirección sur. Posteriormente Austro-Hungría se comprometió a respaldar a Serbia contra los intentos expansionistas de Montenegro, respaldado por Moscú. Serbia se comprometió a no concertar acuerdo alguno con países extranjeros sin consentimiento de Austro-Hungría, que tomó muy en serio su papel de protectora de Serbia. Creyendo en la permanente comunidad de intereses de ambos Estados, la Monarquía danubiana hasta favoreció en su propio territorio a los serbios en detrimento de los croatas. Además en 1865 salvó a Serbia de las consecuencias de su derrota sobre el río Slivnica. La guerra la había desatado Serbia queriendo impedir que Bulgaria se apoderara de Rumelia oriental, con lo que quedaría cerrado el camino de la expansión serbia hacia Constantinopla.

En virtud de la paz estipulada el año siguiente en Bucarest, por segunda vez se impidió la unificación de Bulgaria, rival principal balcánico de Serbia. Durante los gobiernos austrófilos de los Obrenovic, Serbia organizó su administración y estructuró su ejército, condición previa de los posteriores éxitos militares y políticos.

2. ¿En qué consistió la austrofilía de los partidarios de los Obrenovic?

Cuando en 1903, eliminado el último Obrenovic, Serbia en lugar de Bulgaria se convirtió en el exponente ruso en los Balcanes, los nuevos gobernantes trataron de desacreditar tanto en el plano nacional como internacional la política austrófila de sus antecesores por antinacional y traidora. Esta campaña tuvo gran repercusión en los países de la Triple Entente.

No obstante, esta política austrófila tan denigrada tuvo partidarios en Serbia, por cierto poco numerosos pero influyentes, que procedían de la nueva clase dirigente en formación tras el dominio plurisecular turco. Los austrófilos veían que Serbia, por su ubicación geográfica, dependía de los pueblos danubianos que con su lucha contra el Imperio otomano posibilitaron la liberación de Serbia y la organización de su vida cultural y política. Precisamente por su vecindad con la Monarquía danubiana Serbia pudo ser liberada y emancipada antes que Bulgaria. Los portavoces de la política austrófila en Serbia razonaban como los llamados occidentalistas rusos. Comprendiendo lo imprescindible de introducir las conquistas de la moderna civilización europea, opinaban que lo correcto era un contacto directo con sus vecinos occidentales y no el camino indirecto vía Rusia que se enfrentaba con el mismo problema. El primer vecino occidental de Serbia era la doble Monarquía, donde el elemento eslavo constituía la mayoría de la población, de modo que Serbia no corría el riesgo de ser anexada o desnacionalizada, pues ni los magiares ni los alemanes austríacos querían que se fortaleciera la mayoría eslava dentro de la Monarquía. Además, los serbios que se radicaron en Croacia y Voivodina a fines del siglo XVI crearon centros activos de vida nacional, eclesiástica, cultural y política. Por su parte, muchos croatas, llevados por el espíritu de la solidaridad eslava, estimaron que su misión nacional era ayudar a los cristianos ortodoxos eslavos de los Balcanes para que participasen de los logros de la cultura occidental.

Creían que procediendo así obraban como buenos europeos y buenos eslavos fortaleciendo la influencia occidental y atenuando los contrastes que luego originaron conflictos bélicos, nocivos para todos.

Mucho después de la liquidación de los Obrenovic y el predominio total del Partido Radical, expresión en parte das las aspiraciones de las masas populares serbias, arraigadas en la tradición medieval frente a la capa tenue de la inteligentsia occidentalizada, se sentía todavía la influencia de quienes con nostalgia recordaban los tiempos idos. En Belgrado se publicaba el diario Pravda (La Justicia) que en su título aludía a la necesidad de castigar a los asesinos de Alejandro I Obrenovic y su esposa Draga Masin, que ejercían una decisiva influencia en la vida nacional y protagonizaban acciones terroristas que condujeron a la primera guerra mundial[3].

3. Los antagonismos insuperables

Pese a todos los esfuerzos de Austria por afianzar su influencia en Serbia, esta política no pudo prosperar por cuanto se apoyaba en partidarios muy contados del régimen de los Obrenovic.

El pueblo, enraizado hondamente en la tradición bizantino-rusa, aborrecía a Austria, viendo en ella portavoz de las ideas y formas políticas incompatibles con las aspiraciones serbias a la asunción de la herencia imperial bizantina. Aun cuando se hizo obvio que tanto a los serbios como a sus rivales griegos y búlgaros les faltaban fuerzas para alcanzar sus ilusiones imperiales y que dependían de la ayuda de alguna gran potencia, los serbios a priori rehusaron toda cooperación con Austria. Su protector pudo ser únicamente Rusia por ser una gran potencia ortodoxa y eslava. La corriente rusófila que en Serbia desempeñó un papel análogo al de los eslavófilos rusos, era reacia a toda influencia occidental, apegada a la ortodoxía y a la monarquía autocrática. La mayoría de los serbios apenas soportaban la política austrófila de los Obrenovic mientras era imprescindible como contrapeso a los planes ruso-búlgaros.

Además, tampoco era muy alentadora la política rusa hacia la Bulgaria liberada que Moscú quiso transformar en una provincia de su vasto imperio. Con razón se dijo que "el ruso cree liberar cuando conquista, servir a los fines más altos cuando subyuga"[4]. No obstante, tan pronto se enfriaron las relaciones entre Petrogrado y Sofía, los adversarios de los Obrenovic se envalentaron, movidos por la esperanza que en lugar de Bulgaria fuese Serbia el exponente de la política rusa en los Balcanes. No debe extrañarnos el hecho de que este movimiento nacionalista empezó con las banderas rojas y con acciones y slogans revolucionarios (La rebelión de Timok). Nikola Pasic, líder todopoderoso del partido opositor radical, se inició como discípulo de Bakunin, para trocarse más tarde en un típico agente de la reaccionaria Rusia zarista y en portavoz del régimen que ganaba las elecciones mediante el concurso de la gendarmería y con la corrupción erigida en sistema de gobierno.

El argumento principal contra la política austrófila era la cuestión bosníaca. Ningún serbio podía perdonar a Austria haber ocupado Bosnia y Herzegovina, además con el consentimiento forzado de la Rusia zarista (El pacto secreto estipulado entre Alejandro II y Francisco José I en Reichstadt). Tampoco tomaban en cuenta el hecho de que esas provincias no son serbias ni por su composición étnica ni por el proceso histórico, y que por su ubicación geográfica están ligadas al Reino Triunio de Croacia, Eslavonia y Dalmacia.

En efecto, Bosnia y Herzegovina no han sido tierras serbias ni siquiera durante el imperio efímero de Dusan, que tampoco fue serbio por su composición étnica. Apenas cerca del 40% de la población de Bosnia pertenece a la Iglesia oriental[5]. Es verdad que la Iglesia serbia logró servizar en buena parte a esos ortodoxos, de origen arumano y croata en su mayoría. Sólo una pequeña parte de serbios se radicó en Bosnia durante la dominación otomana. La ortodoxia se expandió en Bosnia gracias a su íntima convivencia con los invasores islámicos; en cambio, los católicos fueron relegados y perseguidos por sus vínculos espirituales y políticos con el Occidente cristiano[6]. La mayoría de los bosníacos son católicos y musulmanes aborígenes de fondo étnico croata. Así y todo, la propaganda serbia trató de convencer a los observadores extranjeros de que Bosnia y Herzegovina son provincias serbias, más aún provincias vitales sin las cuales el pueblo serbio no podría existir. La gran mayoría de los serbios sigue creyéndolo, aunque actualmente en la Yugoeslavia comunista Bosnia y Herzegovina formalmente tienen el status de una de las "repúblicas socialistas". Teniendo en cuenta la influencia decisiva de los serbios en el régimen yugoeslavo actual, eso equivale a reconocer que no se trata de provincias serbias. Sin embargo, en la época que nos ocupa pudieron prosperar todas las manifestaciones respecto al territorio balcánico, entonces poco estudiado y conocido.

Como no era posible declarar serbios a los católicos bosníacos en vista de su notoria satisfacción de ser incorporados en la Monarquía danubiana junto con los demás croatas, los serbios tuvieron que argüir, ocultando su aversión atávica hacia los musulmanes, que Bosnia es nacionalmente serbia porque los musulmanes no estaban contentos con la ocupación. Los musulmanes bosníacos por cierto añoraban los tiempos del gobierno turco cuando eran la clase dirigente, lo que no quiere decir que deseaban ser súbditos de Serbia. Las nuevas autoridades austro-húngaras favorecieron a los musulmanes y trataron de conseguir su respaldo. Muy diferente se sentían los musulmanes en los Estados balcánicos recientemente constituidos, donde los cristianos ortodoxos los perseguían y hasta masacraban. Además, en esos países regía el principio de que un buen patriota puede ser únicamente el miembro de la Iglesia nacional[7].

Los serbios lograron en parte mantener la apariencia de buenas relaciones con los musulmanes bosníacos, insistiendo en que Bosnia era, de hecho, un dominio del Sultán. Pensaban apoderarse más fácilmente de Bosnia, si ella era parte del Imperio turco en disgregación que siendo posesión de una gran potencia europea. Empero, durante las Guerras Balcánicas no pudieron ya ocultar sus verdaderos designios.

Por otra parte, uno de los principales reproches serbios a las autoridades de ocupación era no haber realizado la reforma agraria, es decir, la expropiación de los musulmanes en beneficio de sus colonos ortodoxos. Por supuesto que esta agitación no pudo ser simpática a los musulmanes, ya que muchos de ellos eran pequeños terratenientes y la reforma agraria equivaldría a la ruina económica tanto de ellos como de los colonos. Con el tiempo era inevitable un choque entre los serbios y los musulmanes, que se produjo durante la guerra cuando los bosníacos en general y los musulmanes en particular pelearon leal y valientemente en las filas del ejército de los Habsburgo, precisamente en el período en que en los países de la Entente se subraya el carácter serbio de Bosnia.

4. La cuestión de Bosnia en el pensamiento político serbio

Abandonados por Rusia y forzados a buscar el apoyo de Austro-Hungría, los serbios de la época de los Obrenovic tampoco renunciaron a sus planes de expansión en Bosnia y Herzegovina. Sus protectores austríacos no les oponían una resistencia sistemática.

Considerando a Serbia como pivote principal de su política balcánica, los circulos oficiales de la doble Monarquía no se preocupaban mucho de la enseñanza escolar y la prensa nacionalista que sostenían rotundamente que Bosnia y Herzegovina eran provincias robadas a Serbia. Tampoco daban mucha importancia a análogas acciones en Bosnia misma si no adquirían carácter terrorista. La diplomacia austro-húngara nada hizo para justificar ante la opinión pública internacional la posesión de Bosnia en virtud de su pertenencia histórica, geográfica y étnica a Croacia. Esta política, únicamente viable, no concordaba con el fondo del sistema dualista al que se oponían enérgicamente los croatas[8].

Aun en el período en que no podían contar con la ayuda rusa, los nacionalistas serbios insisten en el programa esbozado en Nacertanije, que atribuye a Serbia el papel de principal potencia balcánica. En este sentido es característico lo que escribió en francés Stojan Boskovic, ex ministro de educación, explicando que el Imperio medieval serbio era un intento de organizar los Balcanes en bases federales (sic!) Boskovic concluye que en ese sentido debería actuar también la Serbia moderna y ante todo reunificar todas las comarcas serbias, por supuesto, Bosnia y Herzegovina[9].

Al apartarse Rusia de Bulgaria y al formalizarse la alianza franco-rusa, el político serbio M. Milanovic, quien desempeñará un destacado papel durante la crisis de anexión de 1908-9 como ministro de relaciones exteriores, en una serie de artículos reclamó sin rodeos la protección rusa[10]. Para él, Serbia y otros Estados balcánicos son criaturas de la política rusa.

Por ello, Serbia debe empeñarse "en integrar todas sus fuerzas, todo su progreso, toda su misión nacional al programa de la política rusa en lo concerniente a la solución de la Cuestión de Oriente, para que sea imprescindible a Rusia establecer que sus intereses y sus fines coinciden totalmente con los de Serbia en la Cuestión de Oriente y que Rusia siempre pueda contar con Serbia como un auxiliar seguro para su política y la política eslava en general. De otro modo Serbia pronto sucumbirá. La acción ruso-francesa está muy cerca de aquí".

La alianza ruso-francesa estimuló también a Miroslav Spalajkovic, becario del gobierno serbio en París y luego enviado plenipotenciario serbio en Petrogrado y yugoeslavo en París, sucesivamente, a publicar en la capital de Francia un libro bajo el título "Bosnia y Herzegovina, estudio de historia diplomática y de derecho internacional”[11].

El autor anticipa las mismas tesis que sostendrá oficialmente Serbia tras la liquidación de los Obrenovic, de modo que le dedicaremos un comentario apropiado.

En opinión de Spalaikovic, la cuestión bosníaca es el aspecto fundamental de la Cuestión de Oriente y como tal merece la atención de las grandes potencias. Francia cometería un craso error si dejara de interesarse por la mala suerte que depara a los serbios en Bosnia la política coercitiva de Bismarck y Andrassy". Bosnia y Herzegovina son provincias serbias, un todo en lo racial y lo nacional. En lo religioso están divididas pero todos los bosníacos sin distingo de religión son "exclusivamente de nacionalidad serbia, o expresado en términos generales, pertenecen a la raza sureslava que lleva el nombre serbio o croata" (p. XV). Al identificar a los croatas con los serbios Spalajkovic a continuación se refiere sólo a los serbios que deberían integrarse en la Gran Serbia. "La parte más vigorosa de la raza serbia, cuya sangre se conservó sin mezcla alguna, se encuentra precisamente en Bosnia y Herzegovina. Por ello, la única y verdadera razón de ser de Serbia y Montenegro en sus actuales fronteras estriba en reconquistar esas provincias[12], pero hay un obstáculo que es la pugna permanente entre dos pensamientos, el pensamiento granserbio y la concepción de Austria como una potencia balcánica" (p. XXVI). Spalajkovic mistifica a sabiendas al afirmar que la mayoría de los bosníacos son ortodoxos (p. XXX), para concluir poco después que todos ellos anhelan "el restablecimiento del imperio serbio", definido en otro lugar como la unificación de todos los eslavos de la península balcánica en torno a Serbia y Montenegro.

Exponiendo asi los supuestos sentimientos y aspiraciones nacionales de los bosníacos, el autor sostiene la tesis de que "el principio nacional es el fundamento del derecho internacional contemporáneo" y que la cuestión de Bosnia y Herzegovina debe "solucionarse en forma definitiva de acuerdo al principio nacional". Por consiguiente, las potencias participantes en el Congreso de Berlín cometieron una tremenda injusticia al adjudicar Bosnia y Herzegovina a Austro-Hungría. Si no las pudieron asignar a Serbia, debieron -afirma Spalajkovic- otorgarles autonomía como a la Rumelia oriental, bajo un príncipe serbio.

El acto "absurdo" y "anormal" de la ocupación pudo consumarse únicamente debido "al complot convenido entre Austro-Hungría, Alemania e Inglaterra" (p. 58). (No olvidemos que entonces todavía no se había creado la Entente Cordiale). Por ello, la ocupación de Bosnia es forzosamente de carácter provisional. Austro-Hungría en Bosnia es un mero mandatario de las potencias europeas. Su mandato es de plazo limitado y provisorio. Bosnia y Herzegovina siguen perteneciendo de facto y de iure al Imperio otomano. El Sultán es su único soberano legítimo. En caso de ver lesionados sus derechos puede defenderlos con las armas y exigir la cesación de la ocupación. Las potencias europeas deben apoyar a Turquía en este sentido. Spalajkovic trata de probar que el mandato de Austro-Hungría es condicional y que el ocupante "no ha cumplido con la misión que le fue confiada" (pp. 136, 158). Entre otras cosas persigue a los serbios "quienes, según lo manifiestan, prefieren volver bajo el poder turco" (p. 192). La doble monarquía no ha cumplido "con la tarea principal, no ha resuelto el problema agrario que todos los pequeños Estados balcánicos consiguieron solucionar" (pp. 157, 172).

Desde luego, Spalajkovic no dice que los Estados ortodoxos balcánicos resolvieron ese problema recurriendo a la matanza y expulsión de los propietarios musulmanes. "Si en un Estado un pueblo oprime a otro, concluye Spalajkovic, las grandes potencias deberían intervenir" (p. 121). Por consiguiente, las potencias europeas deberían intervenir contra Austro-Hungría a causa de su política en Bosnia, que es sólo parte del Drang nach Osten alemán.

En cambio, según él, Rusia, después de la Paz de Paris, sigue "una política razonable, más conteste con los conceptos contemporáneos sobre el derecho internacional, por cuanto desde ahora está liberando desinteresadamente a los pueblos greco-orientales". Austro-Hungria, por el contrario, nos recuerda el infierno dantesco. Oprime a seis millones de serbios[13] y por eso debe ser desintegrada.

Spalajkovic llegó a la cifra de seis millones de serbios sumándoles los cuatro millones de croatas. Cuando le conviene declara serbios a todos los croatas y los búlgaros de Macedonia, pero cuando en base a tales falsificaciones llegaron bajo la dominación serbia, se practicó la discriminación nacional con el fin de servizarlos por fuerza.

En el caso concreto, en lugar de considerar la mayoría étnica croata en la parte meridional de Austro-Hungría, invocando además el derecho histórico-constitucional de Croacia, a la posesión de esas provincias, los croatas fueron tenidos por serbios y dichas provincias fueron reivindicadas para Serbia. Luego, en vísperas de la primera guerra mundial, se procederá con mayor cautela y ya no se hablará de millones de serbios en Austro-Hungría sino de millones de integrantes de un presunto pueblo yugoeslavo que Serbia debe "liberar". Cuando Serbia, a principios de nuestro siglo, gobernada por el rey Pedro Karageorgevic, o mejor dicho por el jefe del Partido Radical, Nikola Pasic, pudo por fin actuar abiertamente contra Austro-Hungría como protegida de Rusia, encontró en el libro de Spalajkovic argumentos para su política agresiva. Dicha argumentación fue compartida por los círculos políticos franceses y rusos, y más tarde por los ingleses, si bien con ciertas reservas. Para ellos Bosnia era una provincia serbia, anexada por Austria, que amenazaba la existencia y el desarrollo de los eslavos meridionales, identificados cada vez más con los serbios. A muy pocos se les ocurría que tanto los eslavos meridionales como otros pueblos del sureste europeo deben temer en primer lugar a Gran Serbia, filial rusa en los Balcanes. En Serbia gobierna entonces Nikola Pasic, hombre ruso, y embajador serbio en Petrogrado, Miroslav Spalajkovic trama con los círculos paneslavos y militares rusos la revancha de Serbia que no puede producirse sin guerra.

5. Las reacciones frente al acto de la anexión

En la literatura sobre la primera guerra mundial se juzga correctamente que la crisis política surgida en torno a la anexión de Bosnia y Herzegovina en 1908 fue uno de los conflictos de intereses que condujeron a la primera conflagración mundial. Hay divergencias de opiniones tan sólo respecto a los motivos y los métodos. Empero, bajo la influencia de Rusia prevaleció en la opinión pública de los países de Entente, la tesis que Austro-Hungría no había procedido correctamente frente a las potencias firmantes del Acuerdo de Berlín, particularmente frente a Rusia, y que la anexión de Bosnia y Herzegovina era un aspecto de la política agresiva que perseguía la aniquilación de Serbia. Sin embargo las potencias europeas tomaron nota sin mayores reacciones del acto consumado de la anexión, inclusive Turquía. En cuanto a Rusia, su ministro de relaciones exteriores había consentido previamente a la anexión, informando sobre el particular al gobierno de Serbia. Sin embargo, Izvolski luego sostenía que dio su consentimiento al ministro de relaciones exteriores de Austria-Hungría, Aehrental, pero a condición de que se lo informara con antelación. Como la proclamación de la anexión se preparó sigilosamente, Izvolsky se creyó jaqueado por su colega austríaco y ciertos autores subrayan que las poco cordiales relaciones entre los dos cancilleres, sus egolatrflas y personalismos influyeron considerablemente en la sucesiva tirantez de las re laciones de Viena y Petrogrado[14].

Jean Jaures incluso juzgó que el apoyo incondicional prestado por Rusia al rechazo serbio del famoso "ultimátum" en 1914, prólogo de la guerra, fue la venganza de Izvolsky[15].

Este momento, digamos personal, reviste indudablemente gran importancia, pero pesa más el reproche de que Austria-Hungría consumó la anexión siguiendo los lineamientos de su política agresiva antiserbia.

Por cierto, se escribieron numerosas páginas sobre los planes de los círculos políticos y militares austríacos encaminados a eliminar a Serbia y resolver de esa manera la cuestión bosniaca, serbia y sureslava, y asegurar a Austria y Alemania el control de los caminos al Cercano Oriente. La obra citada de M. Spalajkovic sustenta la misma tesis, compartida en forma moderada por el mencionado libro de R. W. Seton Watson escrito en forma documental y en base a fuentes de primera mano, publicado en 1911 en inglés, francés y alemán. Seton Watson considera que el proceso de Zagreb, promovido contra un grupo de serbios por actividades de alta traición, como asimismo las acusaciones del profesor Friedjung en Viena, eran parte de la política agresiva de Austria hacia Serbia y preparativos de la anexión. Creemos que es más correcto el parecer de los círculos croatas, convencidos de que esos procesos eran un acto de autodefensa de la doble monarquía, como lo fue también la anexión, tenida como una necesidad a raíz del fracaso de los procesos referidos. Estos procesos fueron mal preparados y concebidos y afectaron el prestigio de la Monarquía, aunque, como se sabe hoy, los integrantes de la minoría serbia realizaban actividades de alta traición[16].

No obstante, en Croacia se consideraba que la política de represalias contra las actividades subversivas de la minoría serbia y los aprestos militares contra el Reino de Serbia no bastaban si no venían acompañadas por medidas positivas en favor del pensamiento nacional y estatal del pueblo croata. Por ello, la anexión, sin las medidas políticas correspondientes, no pudo surtir los efectos deseados. Después de la anexión en Bosnia, bajo la influencia húngara, se seguía la política de utilizar a los serbios contra los croatas, aunque era evidente que eso fortalecía el agresivo nacionalismo granserbio. Los magiares, empero, anteponían sus intereses locales a los intereses de la Monarquía danubiana como conjunto, actuando en última consecuencia contra los intereses de la misma Hungría. Los lideres del partido húngaro de la independencia no se regocijaron por la anexión de Bosnia, pues sostenían que se fortalecía el elemento eslavo dentro de la doble Monarquía y que se planteaba el problema de su reforma constitucional que aboliría la estructura dualista vigente.

De ese modo en Croacia se extinguió con el tiempo el eco positivo de la anexión, pues no se habían producido las medidas políticas que habrian fortalecido las corrientes nacionales, leales a la monarquía danubiana. Al principio se consideraba que en torno al ban y la Dieta de Zagreb se reunirían todas las provincias históricas croatas, inclusive Bosnia y Herzegovina. Todos los partidos en Croacia, incluyendo la Coalición croata serbia, aclamaron la anexión. Los serbios argüían que el número de los ortodoxos en la doble Monarquía aumentó considerablemente y también su influencia política potencial. En Croacia saludaron la anexión no sólo los políticos como Esteban Radic, quien seguía la linea de austroeslavismo de los tiempos del Resurgimiento nacional, y los constitucionalistas, partidarios del trialismo, sino también personalidades de orientación yugoeslava como el historiador Ferdo Sisic, luego destacado exponente de la masoneria que luego abrazó la idea del yugoeslavismo integral y colaboraba estrechamente con la dictadura del rey Alejandro (1929-34). Ambos publicaron importantes disertaciones justificando la anexión en base al derecho histórico constitucional croata. Radic, además, invocaba la mayoría étnica croata de los musulmanes y católicos en Bosnia y Herzegovina[17].

La reacción oficial serbia fue muy violenta. No sólo la prensa escribía que la cuestión bosniaca podía solucionarse únicamente mediante la guerra, sino que en el mismo sentido se expresaban el gobierno y el parlamento.

En esta campaña participaron también catedráticos croatas y serbios. El conocido geógrafo serbio Jovan Cvijic escribió: "El problema serbio debe resolverse por la fuerza. Ambos Estados serbios (Serbia y Montenegro) deben prepararse en primer lugar en su plano militar y cultural, mantener la energía nacional en las partes ocupadas del pueblo serbio y utilizar la primera oportunidad propicia para dirimir la cuestión serbia con Austro-Hungria" [18].

El citado profesor Stanojevic, catedrático de la historia nacional en la Universidad de Belgrado, contesta al historiador croata F. Sisic, quien aboga por la anexión, con una carta abierta[19], alegando que las armas serbias tienen la primacía ante el derecho croata. "El derecho de nuestra fuerza nacional y el derecho de nuestras bayonetas importará y prevalecerá sobre vuestro derecho". Los croatas supuestamente se olvidaron "como se muere desde que vienen defendiendo sus derechos sólo con palabras y discursos". "La gran lucha entre Oriente y Occidente que se está librando en los Balcanes desde hace más de mil años" se decidirá con armas. Stanojevic vincula la existencia del pueblo serbio a la victoria del Oriente europeo.

Los serbios, al considerar a los católicos como parte integrante del mundo occidental, trataron de separarlos de los musulmanes bosníacos, arraigados en la tradición islámica, insistiendo en que el sultán de Constantinopla y no el emperador era el soberano de Bosnia Lo hacían taimadamente convencidos de que les sería más fácil adueñarse de Bosnia si fuera una provincia periférica del imperio osmanlí en desintegración que si forma parte integrante de la Monarquía danubiana. Una vez amos de Bosnia, ya resolverían el problema de los musulmanes de igual modo como lo hicieron en Serbia y Montenegro: mediante matanzas, expropiaciones y expulsiones[20].

6. El impacto de las Guerras Balcánicas (1912-13)

Los musulmanes se percataron de las intenciones serbias durante las Guerras Balcánicas cuando los serbios y los montenegrinos consumaron matanzas en masa de la población musulmana en las regiones reconquistadas[21]. Como entretanto en Bosnia quedó ratificada la constitución local, en la asamblea de Sarajevo dominó la mayoría croata católico-musulmana. Sin embargo, el gobierno local insistió en la participación de los serbios en el gobierno, mientras ellos actuaban como adversarios de la Monarquía Danubiana. Les ha sido concedida la autonomía eclesiástica y educativa, lo que equivalía dejar las escuelas a la influencia de la propaganda granserbia. Con más precisión en Bosnia se reconoció a la Iglesia ortodoxa el carácter nacional serbio, mientras que en la misma Serbia la Iglesia ortodoxa no usaba todavía el nombre nacional serbio sino de ortodoxa griega[22].

En el Reino Triunio de Croacia, Eslavonia y Dalmacia los efectos favorables de la anexión se vieron anulados no sólo por la falta de las reformas esperadas en el sentido del trialismo sino también por el impacto de las Guerras Balcánicas (1912-19). Se sabe de sobra que la Alianza balcánica fue tour de force de la política rusa dirigida tanto contra Turquía como contra Austro-Hungría. Cuando en la segunda Guerra Balcánica Serbia, Grecia y Rumania, aliadas, derrotaron a Bulgaria, cuando Montenegro se apoderó del Sandyacato de Novi Pazar, Serbia de la Macedonia de Vardar y Grecia de la Macedonia Egea, para Austro-Hungría quedó cerrado el acceso al mar Egeo.

Ya hemos apuntado que las victorias de las armas serbias y montenegrinas contra el antes poderoso imperio turco, y la derrota de Bulgaria, protegida de Austria, había dejado una honda impresión en Croacia y alentado la propaganda granserbia entre los ortodoxos en las regiones meridionales de la Monarquía. Muy pocos se preguntaban qué clase de la política nacional y eslava alió a los pueblos no eslavos (Grecia y Rumania) contra la Bulgaria eslava con la Serbia que proclamó como victoria nacional la conquista de la Macedonia de Vardar, donde no viven serbios sino búlgaros macedonios, y de Kosovo y Metohija, donde no viven ni serbios ni eslavos sino albaneses, pueblo que no pertenece al grupo lingüístico eslavo.

Más aún, en los círculos internacionales se tomaban muy en cuenta las protestas serbias en el sentido de que Austria y las demás potencias europeas les habían hecho una gran injusticia al no permitirles anexar el resto de Albania (se había creado el Estado de Albania) y lograr la salida al Adriático. Para realizar esos planes ambiciosos Serbia debería anexar tanto territorio y población ajenos cuanto hay en la misma Serbia. Eso sería lo mismo que si Suiza, invocando su presunto derecho a la salida al mar, anexara todo el Piamonte con Turín y Genova[23].

Frente a ese inesperado revés político-diplomático de Austro-Hungría, que no intervino en las Guerras Balcánicas por confiar en la victoria de Turquía y Bulgaria, los serbios consideraron sus éxitos militares y la conquista de los territorios ajenos, que denominaron "la Vieja Serbia" y "la Serbia Meridional" como la realización de su misión histórica, como revancha de Kosovo y comienzo de la restauración del imperio de Dusan. En semejante clima eufórico nada les parecía imposible a los imperialistas granserbios. Las amenazas de guerra contra Austria-Hungría después de la anexión no fueron ya desvaríos de un exaltado imperialismo enano, sino una seria amenaza a la paz europea en el momento en que detrás del expansionismo serbio se hallaba el partido belicista y paneslavista ruso, y cuando en esa euforia bélica Serbia se vio favorecida por la carrera armamentista de las grandes potencias europeas y por su división en dos bandos enemistados.

 



[1] Sima Lukin Lazic: Srbi u Davnini, Zagreb 1894; M. S. Milojevic, Odlomci iz povijesti Srbije, Belgrado 1872. Acotaciones según el libro de L. V. Sudland, op. cit., pp. 196-97.

[2] La carta pastoral navideña de 1948 del obispo Dionisio. Texto integral en la sección "Documentos", de la revista Sloboda (La Libertad), Buenos Aires 1949, Nos. 3-4, pp. 23-24.

[3] El célebre escultor Ivan Mestrovic, que en su juventud simpatlzó con los serbios, anotó en sus memorias políticas varios encuentros con los partidarios de Obrenovic. En primer lugar recalca su chovinismo nacional. Un ex embajador le decia: "Si Dios no me hubiera permitido nacer como serbio, me gustaría ser inglés, luego alemán y vacilaría mucho en desear ser francés. Ruso nunca quisiera ser, salvo en el caso de optar entre ser negro o ruso". Eran contrarios a la solidaridad eslava y el paneslavismo lo equiparaban con el panrusismo. Querían realizar sus aspiraciones granserbias con la ayuda de Austria En la época de la anexión de Bosnia y Herzegovina consideraban idiotas a quienes en Serbia protestaban contra ese acto.

"Bosnia y Herzegovina -decían- son comarcas serbias y de lo que está haciendo Austria ahora son responsables el rey Pedro, Pasic y otros rusófilos. Austria tiene razón de obrar así. Un día saldrá a Salónica y unificará a todos los serbios y sus tierras".

Mestrovic, extrañado al comienzo, se dio cuenta luego "de que se trataba de toda una escuela entre los partidarios de Obrenovic". Eran austrófilos y les extrañaban los croatas que llegaban a Belgrado en lugar de acudir los serbios a Zagreb. Se consideraban no sólo "los mejores entre los serbios, sino los únicos llamados a gobernar y dirigir a los serbios'. De los serbios de Bosnia decían: "Todos ellos viajan y viven a costillas de Serbia... Allí no habría ni un solo serbio de no mediar nuestro dinero; nosotros creamos a los serbios con la espada y el dinero" (Uspomene na politicke ljude i dogadjaje, Buenos Aires 1961, pp. 14-16).

[4] Walter Schubart, Europa y el alma del Oriente, Buenos Aires 1947, p. 199.

[5] Ver el estudio del Dr. Domingo Mandic, Bosnia y Herzegovina, provincias croatas, de este tomo.

[6] Ibid.,

[7] Los serbios, empero, aseguraban a los musulmanes que ambos estaban amenazados por el proselitismo jesuítico católico. Obraron en parte con franqueza, por cuanto atribuían sus propias concepciones de la relación Iglesia-Estado-Nación también a los países occidentales.

[8] L. v. Sudland, op. cit., p. 260-270.

[9] St. Boshkovitch: La mission du peuple serbe dans la Question d'Orient, 1866 separata del artículo publicado en Revue Internationale de Florence.

[10] Dr. Milovan Dj. Milanovic, Istocno Pitanje, "Delo", 1894, Libro LI, III.

[11] Spalaikowitsch, M. J., docteur en droit: La Bosnie et l'Hercégovine étude d'histoire diplomatique et de droit international (Couronnée par la Faculté de Dróit de Paris), Paris 1899.

[12] En esta disertación "científica" no se prueba cuando Bosnia y Herzegovina pertenecieron a Serbia y a Montenegro. Huelga advertir cómo el autor maneja los conceptos de pueblo y raza. A los croatas, un pueblo definido en lo étnico y lo político, los declara lisa y llanamente serbios. Habla de la raza "sureslava" y a renglón seguido de los bosníacos, (la parte más vigorosa de la raza serbia). Únicamente a causa de la confusión de los conceptos relativos al idioma, la raza y la nacionalidad de los eslavos del Sur pudo prosperar la política granserbia, encubierta más tarde bajo el rótulo del yugoeslavismo.

[13] Seton Watson en su obra Die Südslawische Frage im Habsburger Reich, que por cierto no peca de parcialidad en detrimento de los serbios consigna en vísperas de la primera guerra mundial, es decir, dos decenios más tarde qué Spalajkovic, que en Austro-Hungria vivían 2 millones de ortodoxos, serbios presuntivos, ubicándolos del modo siguiente: 750.000 en el Reino Triunio de Croacia Eslavonia y Dalmacia, 800.000 en Bosnia y Herzegovina y 500.000 en la Hungría meridional (Voivodina, actualmente "provincia autónoma" de la República Socialista Serbia en la República Socialista Federal de Yugoeslavia). L. v. Sudland (Dr. Ivo Pilar), buen conocedor del problema, en su libro Die Sudslawische Frage und der Weltkrieg corrige a R. W. Seton Watson y consigna la cifra de 1.650.000 de ortodoxos en la doble monarquía en la época a que se refiere Spalaikovic, dando el siguiente detalle: 470.000 en Voivodina, 710.000 en el Reino Triunio de Croacia, Eslavonia y Dalmacia y 570.000 en Bosnia y Herzegovina.

[14] Alberto Falcionelli: Historia de la Rusia contemporánea, Primera Parte, Mendoza 1954, "Los personajes del drama", pp. 393-460

[15] El político francés, al enterarse de la movilización declaró: "¨Vamos a tener la guerra porque Izvolsky está furioso por haberlo engañado Aehrental en el asunto bosníaco?" Según las memorias de Abel Ferry, a la sazón subsecretario en el Quai d'Orsay, Jean Juares, que lo visitó al frente de una delegación socialista días antes de estallar la guerra, exclamó: "Usted es víctima de Izvolsky y de una intriga rusa". (Jean Rabaut: Jaures, juillet 1914, "Preuves", Paris, agosto 1964, pp. 37-8).

[16] L. v. Sudland, o. c., p. 303. Ver la nota 85. Cabe destacar aquí que Frano Supilo, político croata, fue injustamente acusado de ser agente de Serbia. Sus tendencias proyugoeslavas fueron posteriormente acremente criticadas en Croacia pero nadie discutió su honradez personal. La secuela del proceso, cuyo fin era comprometer a Supilo, fue que él, decepcionado por la doblez de sus correligionarios políticos serbios abandonó la Coalición croata-serbia. Como consecuencia, esta cayó completamente bajo la influencia de los serbios, sobre todo de Svetozar Pribicevic, quien la transformó en un arma peligrosa no sólo contra Austria-Hungría sino también para liquidar la soberanía estatal milenaria de Croacia en 1918.

[17] Stjepan Radic Zivo hrvatsko pravo na Bosnu i Hercegovinu, Zagreb 1908. Dr. Ferdo Sisic, Herceg-Bosna prigodom Aneksije Zagreb 1909.

[18] Jovan Cvijic, Aneksija Bosne i Hercegovine i srpski problem, Belgrado 1908, p. 64.

[19] Ver la nota 25.

[20] Que los dirigentes políticos serbios tenían planes semejantes a fines de la primera guerra mundial, lo atestigua Ivan Mestrovic, quien repetidas veces cita lo que había declarado Protic, presidente del gobierno serbio, a los representantes croatas, anunciándoles que a los musulmanes de Bosnia se otorgaría un plazo de dos días para abrazar la ortodoxia, y matar a los que se nieguen a hacerlo, tal como lo hicimos a su tiempo en Serbia". (Recuerdos de hombres y sucesos políticos, p. 73). Durante la segunda guerra mundial los guerrilleros nacionalistas serbios, los chetniks, a mando del general Draza Mihailovic, cometieron crímenes del genocidio contra los musulmanes de Bosnia y Herzegovina. Ver: La Tragedia de Bleiburg, Studia Croatica, Año IV, 1-4, pp. 63, 112.

[21] De acuerdo al informe de la Comisión Carnegie (Report of the International Commission to Inquire into Causes and Conduct of the Balkan War Washington 1914) el ejército serbio cometió matanzas de la población desarmada, incluyendo mujeres y niños, en las siguientes regiones: entre Skoplje y Kumanovo 3.000 personas, en Senica 750 personas (incluyendo jefes locales); en Istog, distrito dé Pec, 90 personas; en Pec, 1.500 personas. La revista Balkanska Federacija, editada por los comunistas en Viena en el número del 15 de enero de 1930, dice: El régimen de las matanzas en masa duró hasta fines de 1924 descontando los tres años de la ocupación austríaco-búlgara (1915-1918). Tras la "liberación" de 1918, esta gente pobre y desgraciada tuvo que sentir nuevamente las garras de estas bestias serbias..." La revista referida menciona estas matanzas: En Plava y Gurosje (1919) 600 niños, mujeres y ancianos asesinados- en Podgor distrito de Pec (1918), 300 personas; en Rugov, distrito de Pec (1919), 400 niños, mujeres y ancianos; en Pristina (1918) más de 1.000 personas sin distingo de sexo ni edad; en Drenica, distrito de Vucitrn (1918-1919) más de 1200 personas, incluyendo los recién nacidos; en Kosovska Mitrovica, en 1922 el día de los comicios fueron asesinadas 22 personas. Esos datos son confirmados por Milovan Djilas en su novela Tierra sin Justicia, Buenos Aires 1959, cuando se refiere a las matanzas cometidas en Montenegro contra los musulmanes (pp. 129, 169-72, 189-95).

[22] C. T. (Ciro Truhelka), "Bosna i Herzegovina od 1878-1919", Hrvatska Enciklopedija, tomo III, p.155.

[23] Pedro Vukota: "Albania en las controversias comunistas", Studia Croatica, Buenos Aires 1964, 1-2, pp. 97-98.