Bosnia y
Herzegovina
Aportes al esclarecimiento del origen de la
Primera Guerra Mundial
Studia Croatica - Edición Especial
Buenos Aires, 1965
No sería correcto
decir que las repeticiones poco críticas de la propaganda oficial serbia sobre
la cuestión de Bosnia y sureslava, reflejadas incluso
en las ediciones científicas de Europa occidental, fueron dictadas pura y
exclusivamente por el interés por un país hasta ayer despreciado y que por
concurso de circunstancias, como protegido ruso, fue aliado de las democracias
occidentales. Son raros casos como el del popular novelista francés, Pierre Loti, quien en las Guerras balcánicas, en su libro La Turquie agonisante, censuró a
los regicidas serbios y denunció los "incendios, matanzas, saqueos,
pillajes, violencias, extrañas e indecibles torturas de los prisioneros de
guerra", para pocos años después exclamar contrito: "La pobre pequeña
Serbia, que de repente se convirtió en sublime mártir; quisiera devolverle
algunos corazones franceses que mi último libro pudo haber alejado de
ella" [1].
Empero, tal caso
no era el de los eslavistas franceses, a saber: J. Ancel,
Ernest Denis, incluso Albert Mousset,
ni de los expertos en problemas políticos de Europa central y los Balcanes,
como ser: René Pinon, Auguste Gauvain,
Georges Blondel, Louis Leger,
Ernest Pezet, o los
ingleses: Arthur J. Evans, H. W. Steed, Harold Temperley, A. H. E. Taylor y especialmente R. W. Seton-Watson y recientemente Hugh
Seton-Watson, sin hablar del gran histórico como
Jacques Bainville, cuya visión del proceso europeo ha
sido independiente de constelaciones políticas momentáneas. Lo mismo podemos
decir de Arnold J. Toynbee,
mientras no trata de la actualidad inmediata[2].
Europa occidental
recibió a desgano a Serbia en el concierto Europeo en los tiempos cuando aun era inconcebible que se rindieran honores soberanos a
los criminales convictos, ni siquiera en el plano de la cortesía internacional.
Los Karageorgevic ni durante la guerra fueron
recibidos en las cortes europeas, a pesar de ensalzar al mismo tiempo la
propaganda oficial de la Entente resistencia militar de Serbia[3].
El enfoque de la situación
imperante en el sureste europeo, favorable a las concepciones granserbias, se debe tan sólo en parte a los intereses
políticos de ciertos gobiernos europeos. Por lo tanto, la causa principal del
éxito de las mistificaciones rusas y serbias ha de buscarse en otra parte.
En primer lugar, tratábase de una región poco estudiada, con relaciones
políticas y nacionales enmarañadas, confusas; tratábase
de los Balcanes que recién en el siglo XIX empiezan a emanciparse de la secular
dominación de los turcos osmanlíes. Recién entonces, con la demora plurisecular, aparecen allí formas políticas occidentales,
por supuesto siempre en versión híbrida. Aquí va también la institución del
Estado nacional, difícil de delimitar en una zona que sufrió, durante el
dominio turco, profundos cambios étnicos y mezcolanza de población. Pese a
ello, los nuevos Estados pretenden fronteras históricas, inestables en el
pasado y casi nunca coincidentes con las fronteras étnicas. Además, no se tuvo
en cuenta que allí estaba apenas por empezar el proceso formativo de la
conciencia nacional en el sentido occidental, si de verdad se podía hablar de
tal pensamiento en el ámbito de las tradiciones e influencias bizantino-turcas.
La concepción balcánica Iglesia-Nación no es lo mismo que las
concepción occidental Nación-Estado.
Todavía hay zonas
balcánicas con densa población, cuya pertenencia étnica se sigue discutiendo.
Los griegos, por ejemplo, consideran como sus integrantes étnicos a un elevado
número de albaneses de Epiro, de arumanos y eslavos
macedonios. Los serbios llaman la "Vieja Serbia" el territorio de
Kosovo y Metohija, habitado mayormente por albaneses.
Entre Serbia y Bulgaria existe conflicto por la pertenencia nacional de
macedonios, si bien éstos se inclinan hacia búlgaros. En Yugoeslavia apenas
recién se sostiene oficialmente que los macedonios no son serbios sino que
forman una nacionalidad peculiar. Ni los montenegrinos son unánimes si son una
nación particular o parte del conjunto étnico serbio. Un caso especial lo
constituyen los arumanos balcánicos, pretendidos por
griegos, albaneses y serbios, si bien se trata de rumanos aborígenes. En las
estadísticas oficiales yugoeslavas figura casi un millón de musulmanes, quienes
se habrían declarado "nacionalmente indefinidos", mientras que los
croatas aducen válidas razones de que se trata de sus connacionales por su
origen, idioma y tradiciones[4].
Hasta la
administración austríaco-húngara en Bosnia y Herzegovina (1878-1918) trató de
imponer una tesis forzada sobre el idioma y la nacionalidad bosníacos. Los
húngaros y serbios denominaban a los croatas de Voivodina "bunjevci" y "sokci";
los irredentistas italianos siguen llamando incluso
hoy "eslava" y no croata a la población de
Dalmacia.
Las dificultades
para orientarse correctamente en el problema de la pertenencia nacional en una
zona tan dividida del sureste europeo, se deben también al hecho, determinado
por el proceso histórico, de que en varios casos se confunde el nombre
provincial local con el nacional. Así ocurre en la actual República Socialista
de Serbia dentro de la República Socialista Federal de Yugoeslavia.
Esta figura como
unidad nacional serbia, pero hay que distinguir entre Serbia, propiamente
dicha, y los territorios autónomos de Voivodina y Kosovo-Metohija
(Kosmet), donde los serbios son minoría étnica. Caso
distinto se presenta en la República Socialista de Croacia, compacta en lo
étnico, debido al hecho de abarcar la actual República Socialista de Croacia a
cuatro provincias históricas croatas, conocidas en el pasado con los nombres
de: Croacia, Eslavonia, Dalmacia e Istria. Además,
los croatas reivindican también Bosnia-Herzegovina como su provincia histórica,
donde incluso hoy vive la mayoría étnica croata (musulmanes y católicos).
Todos esos
nombres provinciales son antiguos, aunque en el Medievo todas esas provincias,
excepción hecha del "tema" bizantino de Dalmacia, integrado entonces
sólo por seis ciudades, estaban comprendidas en el nombre genérico del Reino
croata. A causa de las agresiones turcas, el territorio estatal croata, regido
por el ban (virrey) y la Dieta y con ello el nombre
estatal croata, quedo reducido a la región noroccidental de Croacia (Reliquiae reliquiarum olim inclyti Regni
Croatiae), mientras las restantes zonas de Croacia
que formaban parte del Imperio turco (Bosnia-Herzegovina y por algún tiempo
Eslavonia) o pertenecían a la Dalmacia veneciana, a la República croata de Dubrovnik o al margraviato de Istria
(gobernado directamente por Venecia y Austria, sucesivamente) y solían llamarse
con los nombres locales, de modo que el nombre geográfico Croacia entrañaba
doble sentido: implicaba el nombre genérico de todas las comarcas croatas y el
nombre local para designar el territorio al norte de los ríos Kupa y Sava. Pero, con
anterioridad a las arremetidas turcas, el título diplomático de Croacia era
"Regnum Dalmatiae, Croatiae ac Slavoniae",
cosa muy frecuente también en otros países europeos, (por ejemplo, en España);
más todo ello causó gran confusión incluso en las obras de autores de
consideración.
Luego, dentro del
sistema feudal, Croacia, que en la alta Edad Media conformaba una monarquía
nacional, en forma del conjunto de tribus bajo el rey común de la dinastía
croata de los Trpimirovic, empieza a diferenciarse en
lo político y territorial. Junto al núcleo central, gobernado por el ban y la Dieta con el nombre de Regnum
Dalmatiae, Croatiae ac Slavoniae, paulatinamente
aparece Bosnia, primero como una unidad autónoma llamada banovina,
luego el reino. Dubrovnik (Ragusa) con sus
alrededores se afirma poco a poco como tercera formación estatal croata. De
hecho, varias ciudades croatas en el Adriático, que se remontan a la época
romana y algunas hasta la griega, gozaron incluso bajo la dominación de Venecia
de amplia autonomía, aproximándose al status de ciudad-Estado. Con todo, estas
unidades administrativas y estatales estaban, hasta la caída de Bosnia, unidas
a la Croacia central, gobernada por el ban, ya que
reconocían como sus soberanos a los reyes húngaros-croatas.
En el período en
que los turcos dominaban la mayor parte del territorio nacional croata, en Occidente
se distinguía netamente entre la antigua Bosnia y la "Croacia turca".
La alta conciencia de la continuidad histórica de aquella Europa incluía la
idea de la transitoriedad del dominio turco, que sería seguido por el retorno
al status quo ante. Por eso, la noción geográfica de Croacia nunca se
limitó al territorio gobernado por el ban. Basta
mencionar el Atlas Mayor o Geografía Blaviana,
publicado en Amsterdam por Juan Blaeu,
hijo, en 1669 y dedicado a Juan de Austria, hijo de Felipe IV. En la descripción
y el mapa, Croacia es tratada como un todo, pese a su división en territorio
turco, austríaco, veneciano y ragusino. Dicho mapa
fue dedicado al ban de Croacia conde Pedro Zrinski[5].
Recién en la
época moderna de importantes cambios políticos en el sureste europeo a causa de
la decadencia del Imperio otomano coincidente con los movimientos nacionales
bajo el impacto del romanticismo europeo y de los estudios filológicos, se
confunde y exagera la problemática política y nacional, ya por sí compleja, en
toda Europa Centro-oriental, del "mundo eslavo", denominado así en
base a los criterios linguísticos.
Bajo el influjo
de los estudiosos alemanes en primer lugar se fraguan teorías sobre el eslavismo
como una comunidad cultural, política y hasta racial en base a la similitud
idiomática de los pueblos del grupo lingüístico eslavo[6].
La lucha por el
idioma nacional en Europa Centro-oriental tuvo gran importancia en la formación
de la conciencia nacional en el siglo XIX, dando auge al racismo lingüístico.
Con todo, es un hecho comprobado que el idioma no es un criterio seguro para
determinar una nacionalidad y todavía menos para trazar fronteras políticas.
Sostener, exempli gratia, ese criterio
lingüístico en América hispana sería el colmo de lo absurdo.
No obstante,
respecto a los pueblos del grupo lingüístico eslavo, si bien divididos en dos
campos antagónicos de civilización -la de Occidente y la de Oriente europeo-,
se pretendió que los eslavos constituyen una comunidad cultural que en la época
de los movimientos nacionales debe hallar su correspondiente expresión
política. De ese modo surgió la concepción del paneslavismo como lealtad
patriótica obligatoria hacia las potencias conductoras eslavas. Quienes se
oponían a tal evolución fueron tildados de incursos en el crimen de traición a
los supremos intereses nacionales.
A principio del
siglo pasado pregonaron esas ideas los poetas, luego las aceptaron los
políticos, convirtiéndolas en instrumento de su agitación. Aunque más tarde
fueron los alemanes quienes más insistieron en el peligro paneslavo, huelga
reconocer que el paneslavismo surgió precisamente en base de las teorías de los
lingüistas germanos que sustentaban "que la unidad lingüística debería
servir de criterio a la unidad nacional", y más aún, que... "gracias a la equivalencia que el siglo XIX ha planteado
entre las naciones y el Estado, las delimitaciones lingüísticas han sido
consideradas como determinantes de las fronteras políticas y se han fundado en
ellas las reinvindicaciones anexionistas"[7].
Esas reivindicaciones se derivan, por lógica, del principio nacional, definido
por Mazzini como derecho de cada pueblo en el sentido
étnico a tener su Estado nacional, del que se infiere el derecho de
autodeterminación nacional en consonancia con las concepciones democráticas.
Cuando, al terminar la primera guerra mundial, ese principio presidió el
criterio para la creación de un nuevo status político y geográfico, las
fronteras fueron fijadas en base a las estadísticas lingüísticas sin consultar
a la población interesada. Se suponía que el idioma determina la pertenencia
política.
El derecho a
cambiar Estado y fronteras en base al criterio linguístico
se convierte en demanda imperativa allí donde se puede invocar el derecho
histórico. No sólo en los países que, además del derecho natural, pueden
invocar su ininterrumpida y multisecular continuidad estatal, sino también en
el caso de los pueblos balcánicos, cuyas formaciones políticas fueron absorbidas
a lo largo de los siglos por el Imperio otomano.
Visto
retrospectivamente, no cuesta, pues, comprender las dificultades con que
tropezaron políticos y científicos europeos al figurar en el orden del día la
famosa Cuestión de Oriente, es decir un problema de pertenencia nacional de la
población del Imperio bizantino y su sucesor el Imperio turco en disgregación.
El problema de mantener el equilibrio europeo y los intereses encontrados de
los jóvenes y agresivos nacionalismos constituían hueso duro de roer para los
estadistas europeos, sumado a la falta de datos históricos y antropológicos
fidedignos sobre una región multinacional, y donde, por el colmo, se encuentran
y chocan tres grandes civilizaciones: la bizantina, la islámica y la
occidental. Se abrió la puerta de par en par a errores y mistificaciones
planeadas, que no eran una excepción, sino casi norma, principalmente en los
países de netas tradiciones bizantinas[8].
Cuando la ciencia
europea empezó a ocuparse de dichos países, inevitablemente se atuvo a las
ideas prevalecientes, la disposición romántica y el racismo lingüístico. Además
se creyó que también en el ámbito de la civilización bizantina la ciencia debe
servir a la verdad y por ello, a la ligera, se aceptaron las teorías
seudocientíficas supeditadas a los intereses políticos. Muchos científicos
cayeron víctimas de las mistificaciones que en parte rigen todavía en la
ciencia occidental. Las obras fundamentales y colecciones de documentos a que
tuvieron que recurrir los investigadores europeos fueron ajustados
al racismo lingüístico, si no falsificados a propósito como instrumento de los
intereses políticos.
La idea rectora
de las primeras obras sobre Europa oriental, mayormente de autores rusos, coincidía
con la concepción de que entre los pueblos eslavos merecen atención únicamente
los ortodoxos.
Cuando se
mencionan los países sureslavos, se habla
exclusivamente de los serbios, y a veces de los búlgaros. Los croatas y
eslovenos, católicos, no se toman en cuenta como individualidades nacionales.
Dada la gran
similitud del idioma popular de croatas y serbios, que muchos linguistas consideran idéntico, llamándolo serbio-croata o
croata-serbio, bajo el nombre serbio se comprende también a los croatas. No se
tuvo presente que el croata-gracias a su ubicación en una zona que pertenecía
al imperio romano del Occidente-fue el primer pueblo eslavo en fundar su Estado
propio hace más de 1300 años, el primero en cristianizarse y desarrollar su
cultura nacional de tipo occidental y que siempre vivió separado de los serbios
y en comunidad con los pueblos católicos occidentales. Precisamente,
circunstancia de que los croatas son predominantemente católicos, fue razón
suficiente para que en las obras rusas se los silenciara sistemáticamente y
proclamara su idioma y su país, en forma expresa o indirecta como serbios. En
ese sentido Jovan Rajic,
sacerdote serbio de Voivodina, alumno ruso, publicó ya en 1794 un extenso
libro: Istorija raznih
slavenskih narodov, najpace Bulgar, Horvatov i Serbov (Historia
de varios pueblos eslavos, especialmente de los búlgaros, croatas y serbios),
que por mucho tiempo servirá de fuente y orientación a otros autores. Ya en
esta obra se presenta no sólo a Bosnia y Herzegovina, donde vive una nutrida
minoría ortodoxa, sino también a las provincias netamente croatas de Eslavonia
y Dalmacia como serbias. Cuando poco después la opinión pública europea mostró
interés por el levantamiento en Serbia en contra de los turcos, las simpatías
del Occidente cristiano estaban del lado de los pueblos balcánicos.
Los autores que
escriben acerca de Serbia toman los datos de la obra de Rajic
y otros escritores por el estilo. Tal el caso del historiador alemán Engel, quien en 1808 publicó en Halle su Geschichte von Serbien und Bosnien (Historia de
Serbia y Bosnia), y hasta de Leopoldo von Ranke, una
de las máximas autoridades en aquel entonces en el campo de la historiografía,
autor de Geschichte Serbiens
(Historia de Serbia, 1835). Con la ayuda de Ranke,
las concepciones serbias y rusas entraron victoriosas en la historiografía europea.Cosa parecida ocurrió en el campo de la filología.
Las tesis rusas sobre los pueblos eslavos penetraron en la ciencia europea a
través de Dobrovski, uno de los fundadores de la filología
eslava. Siguió sus pasos Safarik, protestante de
origen eslovaco, profesor y director del liceo serbio en Novi
Sad, Voivodina actual. Safarik
publicó en 1826 Povijest slavenskog jezika i knjizevnosti na temelju svih narjecja
(Historia del idioma y literatura eslavos en base a todos los dialectos). En el
tercer capítulo trata del idioma y la literatura de los grecoorientales,
y en el cuarto habla de los "eslavoserbios y
croatas católicos". Para él los croatas son únicamente los que viven en la
comarca de Zagreb, mientras que varias provincias con predominante mayoría
croata son serbias. Para Safarik son "eslavoserbios" incluso los croatas católicos de Bosnia
Herzegovina. Los búlgaros serían una tribu serbia. En 1837 Safarik
publicó su obra principal Slovanske Starozitnosti (Las antigüedades eslavas), traducida a
otros idiomas. En este libro, en el que amplió y completó sus trabajos
anteriores, reconoce al pueblo e idioma búlgaros. Amplió un tanto la zona de
habla croata extendiéndola a Bosnia y Herzegovina occidental, a Lika y Dalmacia septentrional.Pero
Eslavonia y Dalmacia meridional, como asimismo la parte principal de Bosnia y
Herzegovina, siguen siendo, en su opinión, territorio serbio en lo lingüístico
y nacional.
En dicha obra Safarik sostenía que el nombre nacional "serbio"
era el nombre originario para todos los pueblos eslavos. Aunque la ciencia hizo
trizas de esa teoría, ella hizo fuerte impacto en la conformación de la idea granserbia. Según esa teoría, todos los sureslavos
-los búlgaros, los croatas, los montenegrinos, los eslovenos- serían serbios y
sus países en virtud del principio nacional deberían anexarse a Serbia.
Esa teoría
hallará su tenaz paladín en el filólogo autodidacto serbio Vuk
Stefanovic Karadzic, considerado con razón padre de
la literatura e idioma literario nacional serbios. Según él, los croatas son
únicamente quienes hablan los dialectos cakavski y kaikavski, mientras quienes se expresan en el dialecto stokavski son serbios puros, vale decir la abrumadora
mayoría de los croatas. Se incluirían así como serbios todos los croatas de las
provincias de Eslavonia, Bosnia-Herzegovina y de gran parte de Dalmacia.
Al destacarse Vuk Stefanovic Karadzic como
recopilador de la poesía popular, que durante el romanticismo europeo llamó
poderosamente la atención de los entendidos, pudo influir sobre los estudiosos
europeos de nota. Toda una escuela de la filología eslava en Alemania, Austria
y Francia todavía hoy está influida por las ideas de este filólogo autodidicto balcánico. Simplemente se borraron varios
siglos de literatura croata[9].
No sólo los serbios, sino también los croatas presuntamente deben su idioma
literario al ovejero-lingüista Karadzic. En 1914, en vísperas de la guerra
motivada por la Cuestión de Bosnia y sureslava, el
destacado lingüista Leskien adopta en su magistral
"Gramática de la lengua serbiocroata",
publicada en Heidelberg, las teorías granserbias.
"Mediante
varios cambios políticos -dice ese sabio- fueron suprimidos nombres tribales y
suplantados por el nombre serbio, que es ahora el nombre colectivo para los
habitantes eslavos de Montenegro, la Dalmacia meridional, Herzegovina, Bosnia,
ex vilayeto turco de Kosovo..., del Reino de Serbia,
Eslavonia, Srijem y Banato."
Leskien pasa por alto
que el profesor Miklosic, mentor y protector de V. S.
Karadzic, había afirmado que los católicos de Bosnia y Herzegovina hablan el
croata y que entre los buenos entendidos nunca se discutió el carácter croata
de Dalmacia y Eslavonia.
Ambas provincias
hoy, en la Yugoeslavia comunista que por cierto no favorece a los croatas,
figuran dentro de la República Socialista de Croacia y su población, al igual
que los católicos de Herzegovina (la mayoría absoluta de su población), figuran
en las estadísticas oficiales como croatas de nacionalidad.
El de Leskien no es un caso aislado. Toda una serie de
publicaciones alemanas y austríacas respaldaba las mistificaciones de Serbia en
los momentos en que se afirmaba que Austria-Hungría, como instrumento de la
política germana del Drang nach Osten, tiende a
exterminar al pueblo serbio y que a tal efecto "había inventado y creado a
los croatas". Semejantes afirmaciones absurdas aparecían también en las
publicaciones de Italia, a la sazón miembro de la Triple Alianza. Los irredentistas italianos sostenían que los croatas de
Dalmacia -centro del Reino de Croacia en la Edad Media- no existieron hasta que
los "creó Austria".
Después de tantas
experiencias y tantos comicios plebiscitarios, conducidos por los serbios en
que la abrumadora mayoría de los croatas de todas sus provincias -inclusive en
Bosnia-Herzegovina-, como asimismo en el campo de batalla durante la pasada
contienda, evidenció y demostró no querer la unión forzosa con Serbia, todavía
aparecen algunos representantes de la filología eslava, quienes respecto a los
pueblos eslavos siguen aferrándose al racismo linguístico
y de ese modo, queriéndolo o no, apoyan las teorías oficiales de la Yugoeslavia
comunista sobre la compelida "fraternidad y unidad" entre Croacia y
Serbia. Así comparten las concepciones paneslavistas, arma peligrosa de Rusia
contra los pueblos de cultura occidental, amenazados por el expansionismo
soviético.
Si en el enfoque
de las tensiones políticas en la parte meridional de Austria-Hungría y
particularmente en Bosnia y Herzegovina, en el período crítico antes y durante
la primera guerra mundial, los bien ponderados representantes de la ciencia en
Alemania y Austria imitaban a los rusos y serbios, respaldando de ese modo las
pretensiones de Serbia a Bosnia y Herzegovina, en virtud de la presunta mayoría
étnica serbia en dichas provincias, no hay que extrañarse si en los países de
la Entente se sustente el criterio de que la ocupación de Bosnia en 1878 y su
anexión en 1908 constituía una gran injusticia en detrimento de la pequeña
Serbia, amenazada en su existencia por la expansión germana y que el grupo de
los fanáticos nacionalistas serbios, autores del atentado de Sarajevo, tuvo
suficientes y justificados motivos para cometer su irresponsable acto.
[1] Pierre Loti: la Hyene enragée, París, 1916
[2] Nos
referimos al libro Hitler's Europe,
firmado por Toynbee junto con muchísimos
"colaboradores", en que los sucesos ocurridos en el sureste europeo
son tratados en la base de la información muy incompleta.
[3] Eduardo VII
rompió las relaciones diplomáticas con el Reino de Serbia y no quiso
restablecerlas hasta tanto los asesinos de Milan Obrenovic y de su esposa Draga Masin
no fueron destituidos de los altos cargos que desempeñaban. Cuando el
representante del zar ruso intervino en favor de Pedro I Karageorgevic,
el soberano del Reino Unido le dijo: "Usted sabe que mi gobierno debe
tener en cuenta la opinión pública del país. Además, tengo, por decirlo así,
una razón personal. Mon métier
a moi est d'etre roi. Como usted ve,
pertenecemos a un gremio y no puedo sentirme indiferente ante el asesinato de
un miembro de mi profesión y si quiere de mi gremio. Estaríamos obligados a
suspender nuestra actividad si nosotros los reyes pensáramos que el asesinato
de un soberano no implica consecuencias. Lamento, pero usted ve que no puedo
satisfacer su pedido" (W. H. Edwards, The Tragedy of Edward Vll, Londres
1928, pp. 225-6). Pedro I Karageorgevic ni su hijo
Alejandro, ni siquiera después de la guerra, fueron recibidos en la corte de
Saint James. Durante la primera guerra mundial, en Londres, preguntaban con
asombro a los exiliados políticos croatas, partidarios de la unión de Croacia
con Serbia si de veras querían reconocer por el rey de Croacia al regicida
serbio (Ivan Mestrovic, Politicki Ijudi i dogadjaji, Buenos Aires, 1961, p. 61).
[4] D. A. Tomasic, Nueva clase y nacionalismo, "Studia Croatica", Nro. 1, 1960, p. 61; idem, Sobre la nacionalidad de los musulmanes en Bosnia y
Herzegovina, "Studia Croatica", Nos. 2-3,
1961, pp. 1961 pág. 174-180; D. Mandic, Bosnia y
Herzegovina, provincias croatas, en el presente tomo.
[5] Pedro Vukota, Croacia en la "Geografía Blaviana",
Studia Croatica, N 1, 1960, pp. 48-56.
[6] "El racismo
lingüístico alemán está fundado en el prejuicio que encadena raza, lengua,
cultura y pueblo como si se pasara de uno a otro por un camino sin
interrupción", aunque "el estudio de las lenguas muestra fácilmente
que éstas se forman, evolucionan y se extienden obedeciendo a causas
independientes de la raza", que es un fenómeno biológico y la lengua un
fenómeno social. J. T. Delos, La nación, I, Sociología de la nación. Buenos
Aires 1948, p. 40.
[7] J. T.
Delos, op. cit., p. 113.
[8] Numerosos autores percibieron ya hace tiempo el gran interés del mundo
bizantino en los problemas políticos y su obstinación en defender criterio e
intereses propios. Se llega así a que "cuando Bizancio y Occidente están
en desacuerdo, Bizancio siempre tiene razón y el Occidente se equivoca
siempre" según lo notó A. J. Toynbee, eximio
representante del estudio comparativo de civilizaciones. Advirtió Toynbee que ese modo de pensar es muy congénito en los
rusos, principales depositarios de la herencia cultural y política bizantina (La
civilización puesta a prueba, Buenos Aires, 1949, pp. 210-212).
Quien
siguió las alternativas de la "guerra fría" pudo convencerse de ello.
Los observadores occidentales también notaron hace tiempo que en el ámbito de
la tradición bizantina la verdad científica no es verdad en sí, sino
subordinada a los intereses políticos a que debe servir, incluso la religión.
Ya Jacob Fellmayer (Gesammelte
Werke, Leipzig 1861, III, 381) notó "que la
religión y la ciencia no eran en Rusia fin en sí como en los países occidentales,
sino mero instrumento de la pasión humana más perdurable y fuerte: el ansia de
poder y el deseo de extender su autoridad". (Citamos de acuerdo a la obra
de L. V. Sudland: Die Sudslawische
Frage und der Weltkrieg, ed. croata, Zagreb 1943, p. 182).
[9] Ante Kadic, La literatura croata renacentista, Studia Croatica, Año III, Nø 4,
(9).