Angel Belic: Dr. Vladko Macek

El 15 de mayo último (1964) falleció en Washington, EE.UU., el Dr. Vladko Macek, de 85 años de edad, presidente del Partido Campesino Croata, presidente honorario de la Unión Internacional de los Partidos Campesinos, ex vicepresidente del gobierno yugoslavo en el momento del ataque germano contra Yugoslavia.

Cuesta mucho ser demócrata convencido y pacifista a carta cabal, y como tal Macek trató de concretar sus principios democráticos en un ambiente autocrático y antidemocrático. Desde su juventud y hasta el destierro, siendo ya viejo, Macek actuó siempre dentro de un medio en que, contra los opresores, tuvo que luchar por sus convicciones democráticas y por el derecho a la libertad del pueblo croata. Siendo estudiante, experimentó la dictadura del bano (virrey) el conde Khuen-Hedervary, y, como hombre maduro, vivió la dictadura del rey Alejandro en Yugoslavia. Con todos los regímenes de fuerza en Yugoslavia Macek pudo colaborar, si hubiera querido, pues su cooperación hubiera sido bienvenida, pero él la rechazaba terminantemente. Graves consecuencias le acarreó esta rectitud, pues casi permanentemente estuvo perseguido y encarcelado, mas todos esos sinsabores los soportaba con la resignación gandhiana, persuadido de que a la postre prevalecerá su justa causa. La libertad nacional y política, la justicia social y el orden democrático son ideales tan altos y nobles que sólo por sus valores éticos habrán de vencer las concepciones totalitarias.

La lucha por el logro de esos propósitos se caracteriza en la historia de casi todos los pueblos por revoluciones y luchas sangrientas y largas. Los adalides de semejantes ideas consideraron que no deben escatimarse sacrificios, aunque exigen víctimas humanas, para alcanzar los fines trazados. El doctor Macek opinaba de forma diferente. Él también fue un luchador que quiso concretar su idea y en este sentido trabajó y organizó su partido durante toda su vida. Pero fue pacifista que aborrecía las revoluciones y el derramamiento de sangre, procurando lograr su propósito por medios pacíficos. Por eso es preciso juzgar a través de ese lente pacifista todas sus decisiones, incluso actitudes políticas que a primera vista suscitan una crítica espontánea.

Vladko Macek nació en 1879 en Jastrebarsko, Croacia. Estudió derecho en Zagreb y luego actuó de juez y abogado. Desde muy joven se interesó por los problemas de los campesinos que, apenas unos treinta años antes se habían emancipado de la dominación feudal y en esa época vivían en adversa situación económica. Ya como estudiante adhirió con todo su fervor juvenil al movimiento campesino que estaba organizando Esteban Radic y que con el tiempo se convertiría en el partido más poderoso de Croacia.

El programa de dicho partido perseguía en lo social el progreso económico y cultural del campesino. En lo político tuvo dos objetivos: uno en el orden de la política interior, o sea que los campesinos, que en aquellos tiempos representaban el 80% del pueblo croata, tengan en el parlamento (Sabor) el número proporcional de representantes, lo que no era el caso entonces, pues no regía el derecho de sufragio universal, y el otro, en el plano de la política exterior, es decir que en las relaciones de Croacia con Austria-Hungría los milenarios derechos constitucionales del reino croata estén íntegramente respetados. Eso en la concepción de Radic significaba que la monarquía dual de Austria-Hungría debería reestructurarse en forma confederal. Tal confederación de los pueblos danubianos no pudo concretarse debido a las balas serbias en el atentado de Sarajevo, motivo inmediato de la primera guerra mundial, que terminó con la desintegración de la monarquía austro-húngara en sus partes constitutivas.

En 1918, en el Sudeste europeo se forman Estados nuevos. Entre ellos, por primera vez en la historia respectiva, se unen los croatas y los serbios, dos pueblos vecinos con formaciones espirituales antagónicas. El Partido Campesino Croata Republicano, consciente de representar la mayoría abrumadora del pueblo croata, e interpretando su voluntad, se opuso a la unión con el Reino de Serbia, pues comprendió que semejante unión no sería una comunidad de dos socios iguales, sino la dominación serbia sobre los demás pueblos integrantes del nuevo Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. En consecuencia, ya en 1919, el Partido Campesino Republicano Croata, ejerciendo su mandato democrático, recibido del pueblo, informa a la conferencia de paz en París que el pueblo croata, mediante el referéndum, realizado en forma escrita, se ha declarado contrario a la creación de un Estado común con los serbios e invoca el derecho de autodeterminación, traducido en la constitución de la república croata, campesina y neutral. Todavía no habían sido concluidos los tratados de paz, los nuevos Estados no existían formalmente, y la conferencia de paz en París podría sin más tomar en consideración el deseo del pueblo croata. La carga principal en la organización del plebiscito recayó sobre el Dr. Macek, pues la policía serbia había detenido a Radic, presidente del Partido. DE ese modo, Macek fue el primero en firmar el memorándum, dirigido a la conferencia de paz en París. Pocos días después fue detenido y así, él también empieza su trayectoria política en Yugoslavia como preso político. Macek ni después jamás esquivó persecuciones y cárceles, hecho éste característico para todos los políticos croatas en Yugoslavia: cada declaración o acto en favor de las fundamentales libertades democráticas, siempre tuvo por epílogo la cárcel si no la muerte violenta.

Desde la creación de Yugoslavia y hasta 1928, o sea durante un decenio, Macek participa como vicepresidente en la organización del partido, conducido hasta entonces por Radic, hasta que cayó acribillado en el parlamento de Belgrado. Del asesinato de Esteban Radic no el sólo responsable el diputado nacional serbio que lo perpetró, sino todos los nacionalistas serbios, representados por el rey Alejandro y sus colaboradores más allegados. Según lo escribió entonces el político serbio Gavrilovic en el principal diario de Belgrado, el asesinato de Esteban Radic tenía que demostrar que el Estado yugoslavo era más fuerte que Radic.

El bloque de diputados del Partido Campesino Croata elige, muerto Radic, al Dr. Macek como presidente. Desde entonces y hasta su reciente muerte, Macek fue líder de la democracia croata.

La situación en Yugoslavia tras la muerte de Radic era extremadamente tensa. Por un lado se sentían embarazados los círculos dirigentes serbios, conscientes de la magnitud del crimen cometido, del que eran responsables; conscientes de que el asesinato del líder croata produjo el efecto contrario. Pensaban que, asesinado el pastor, se dispersaría el rebaño. En cambio, el pueblo croata borra todas las diferencias partidarias y estrecha sus filas dentro del partido del presidente asesinado.

Parecía imposible que no se produjera una guerra croata-serbia. Y ahora se da la paradoja psicológica que perdura desde agosto de 1928, es decir desde la muerte de Esteban Radic, hasta enero de 1929, cuando el rey Alejandro implantó su dictadura. Dicho período de cinco mesas es decisivo para la existencia ulterior de Yugoslavia, esto es para la situación catastrófica del pueblo croata en la década siguiente. El gobierno serbio teme no poder controlar la situacion, pues se percata del furor popular contra el terrorismo, practicado en las partes no serbias de Yugoslavia. Los serbios esperan a cada momento el levantamiento de los croatas y de otros pueblos y minorías oprimidos. En efecto, tal era el estado de ánimo en todas las capas del pueblo croata. Hacía falta sólo una chispa para que estallase la revolución. Por supuesto, nunca se puede anticipar el resultado de una revolución. El Dr. Macek que había asumido la dirección partidaria y, por ende, la de todo el pueblo croata, tampoco sabe si la revolución croata sería exitosa o terminaría con un inútil derramamiento de sangre, del que él sería responsable. Macek se debate en un hondo conflicto moral. Por un lado siente el pulso del pueblo que exige imperativamente la libertad y la desintegración del Estado yugoslavo, su cárcel nacional, y por el otro le abruma la gran responsabilidad del líder que debe tomar una decisión de tal magnitud. Prevalece la tradición de su maestro Esteban Radic, que indicaba que nunca había que abandonar la lucha, pero que había que recurrir únicamente a los medios pacíficos. Macek opta contra la revolución. Citemos sus palabras: "Hice todo lo que estaba a mi alcance para impedir la revolución que estaba a punto de estallar no sólo en Zagreb, sino a lo largo y lo ancho de Croacia. Lo hice no sólo por respetar el deseo de Radic y mis anhelos pacifistas, sino también porque hubiera sido una gran locura permitir que la lucha política fuera trasladada al terreno donde nosotros necesariamente nos hallaríamos más débiles". Como, pues, los serbios temían la revolución de los croatas, Macek temía al militarismo serbio y a sus fuerzas armadas.

Los serbios sacaron el mejor partido de esa situación. Al ver que la lucha croata no pasaba al terreno del levantamiento armado -para convencerse de ello les bastó el período de cinco meses- el rey Alejandro implanta el 6 de enero de 1929 su dictadura personal. Suprime no sólo todas las libertades, los partidos y las organizaciones políticas, sino que prohíbe también el uso de la bandera croata y del nombre croata. Ocurrió lo contrario de lo que esperaban Macek y otros políticos de oposición. En lugar de cesar la hegemonía serbia y de ceder el terror, éste adquiere dimensiones indescriptibles. De acuerdo a los datos estadísticos, en Croacia se cometía un asesinato político promedio por semana, con lo que se quería demostrar la eficacia del poder estatal, ejercido por los serbios. Mas Macek no es fácil de torcer. Al frente de la nación croata desafía al dictador y clandestinamente organiza la resistencia a la tiranía serbia. Repetidas veces fue detenido, condenado y luego liberado. En ese momento Thomas Mann y Albert Einstein levantan su voz en defensa de la libertad del pueblo croata. La dictadura de Alejandro dura hasta su violenta muerte en Marsella a manos de nacionalistas macedonios y croatas, mientras Macek estuvo encarcelado.

Pero la dictadura no cesa; pasa de las manos de Alejandro a las de sus sucesores políticos. A fin de que en el exterior se tenga la impresión de que Yugoslavia evoluciona hacia el sistema democrático, el nuevo gobierno, encabezado por Jeftic, el colaborador más íntimo del rey muerto, anuncia comicios para mayo de 1935. De la democracia y la libertad de expresión ni hablar. El voto es público y los comicios se celebran según la tradición de la dictadura de Alejandro, de modo que todos los que voten contra el gobierno corren el riesgo de ser perseguidos, lo que particularmente afecta a los empleados públicos. Pese a la victoria formal del oficialismo gracias a los votos serbios, en Croacia la gran mayoría vota contra la dictadura. En el plano moral las elecciones significaron una victoria para Macek. Con todo, la dictadura no cede en su opresión. Tampoco cede Macek, convencido, ahora más que nunca, de que su lucha tesonera y pacífico dará buenos frutos.

Vivimos en los años de la ascensión de las potencias del Eje. Yugoslavia, hasta entonces aliada de Francia y miembro de la Pequeña Entente, se percata de que con ritmo acelerado cambia la relación de fuerzas en Europa y sin escrúpulo moral alguno se adapta a la nueva situación.

El nuevo hombre es Milan Stojadinovic quien, si bien integrante del grupo social de los políticos serbios, ligados muy íntimamente a Francia mientras era todopoderosa, con facilidad pasa a la línea del Eje. Traba estrecha amistad con el conde Ciano y trata de organizar un movimiento fascista. Pero Stojadinovic también quiso dejar la impresión de que no obraba como dictador, como usurpador, sino que ejercía el poder por voluntad del pueblo. Por eso anuncia los comicios parlamentarios para diciembre de 1938.

Todo el pueblo croata sostiene firmemente al Dr. Macek, creyendo que lo llevará al camino de la libertad. La contienda electoral lleva el sello de la lucha entre el nuevo jefe fascista serbio, Stojadinovic, y el veterano líder democrático croata, Vladko Macek. El voto es público y todavía se vive el clima de la dictadura oficialista. El gobierno gana, pero su victoria es exigua y nadie duda de que la victoria estuvo realmente del lado de la oposición, que triunfó en Croacia con el 80% de los votos.

En ese tiempo nubes amenazantes se ciernen sobre Europa y pocos creen que se podrá evitar una nueva conflagración. Los serbios, como pueblo dominante en Yugoslavia, saben muy bien que el Estado se desintegraría automáticamente en caso de un ataque del exterior; saben que los demás pueblos y minorías nacionales no defenderían a Yugoslavia, que no consideran su patria, sino su campo de concentración. El príncipe Pablo, regente y primo del asesinado rey Alejandro, asume personalmente la conducción de la acción tendiente a llegar a una avenencia y satisfacer al menos en parte los postulados políticos croatas. El Dr. Macek negocia en nombre de Croacia. Después de varios meses de arduas negociaciones, en agosto de 1939, sólo pocos días antes de estallar la segunda guerra mundial, Croacia consigue una autonomía restringida en un territorio amputado. No importan las causas que indujeron a los serbios a ceder, para el Dr. Macek fue de importancia capital el hecho de que la cuestión croata se movió del punto muerto.

Se siente contento, pues ve en ese acto el éxito de su filosofía democrática, humanitaria y pacifista. Desde luego, esa filosofía contrastaba agudamente con los cambios violentos que se estaban operando en ese momento en Europa, a punto de que muchos de sus simpatizantes reclamaban mayor activismo. Pero Macek es inflexible. Pase cualquier cosa, con tal de evitar el derramamiento de sangre.

Teniendo presente ese pacifismo que siempre caracterizó al Dr. Macek, se puede comprender su consentimiento ulterior a que Yugoslavia adhiriera al Pacto Tripartito. Durante su vida pública probó en innúmeras ocasiones ser un auténtico demócrata y, en el plano exterior, partidario de las democracias occidentales. Sin embargo, las situaciones geográficas y políticas no pueden cambiarse porque sí y la relación con Alemania en ese momento puede manifestarse sólo en dos formas: conservándose el status de un país neutral, u hostil, terminando como Polonia o Francia. No olvidemos que en ese entonces, marzo de 1941, Alemania se halla en el apogeo de su poder; toda la Europa continental se halla sometida; con la Unión Soviética rige el pacto de no agresión, y los EE.UU. están todavía fuera del conflicto.

Y ahora, cuando se trata de derramar la sangre, el Dr. Macek piensa que es mejor asumir compromisos que la responsabilidad por los sucesos cuyo desenlace es una incógnita. Esperaba ardientemente que de ese modo su pueblo se salvaría de la guerra. Pero un grupo de oficiales serbios da un golpe de Estado sólo dos días después de la adhesión de Yugoslavia al Pacto Tripartito, derrocan al gobierno y a la regencia del príncipe Pablo.

Hasta hoy, en la literatura política, que es abundante y de variadas interpretaciones, no está aclarado del todo el verdadero propósito de ese "putsch". Cada interpretación responde a las concepciones e intereses de sus autores. Con hechos comprobados, que admite también Macek, pueden tomarse dos tesis: la primera, los golpistas pertenecían al grupo de los nacionalistas serbios que estimaban que el gobierno y el príncipe Pablo fueron demasiado lejos al otorgar a los croatas una autonomía limitada, que los croatas a su vez consideraron insuficiente, y por eso exigían sus cabezas. Otra interpretación es que en el plano de la política exterior los golpistas se oponían a la colaboración con las potencias del Eje. Tal vez, ellos pensaban así mientras estaban en la oposición, pero desde el momento de subir al poder vieron con claridad que una cosa era desear y otra poder. Constataron la absoluta falta de preparación del ejército yugoslavo y su destrucción inevitable y fulminante en caso de guerra con Alemania. Al mismo tiempo se percataron de que con el pueblo croata no podía procederse más con la fuerza bruta como lo hizo el dictador Alejandro. Ahora, pues, hicieron lo mismo por lo que derribaron al gobierno anterior: Nincic, flamante ministro de relaciones exteriores, informa a Berlín que su gobierno reconoce sin reserva alguna el Pacto Tripartito y los golpistas comunican a Macek que reconocen la autonomía croata.

Piden la colaboración de Macek y le ruegan reasumir la vicepresidencia del gobierno. Macek, aunque muy disgustado con el "putsch", accede a integrar el gobierno golpista con el propósito de salvar la paz y su pueblo de las calamidades de la guerra. Pero ya era demasiado tarde. De los documentos de la cancillería alemana, publicados por el State Department en Washington, en 1962, cabe concluir que Hitler tomó el golpe de Belgrado como una ofensa personal y quería vengarse. Hitler durante años bregó por la colaboración germano-yugoslava y estaba satisfecho con los gobiernos yugoslavos, que, es verdad, figuraron dentro del bloque de vencedores de Versalles, pero, de hecho, cooperaron muy intensamente en el intercambio comercial con el Tercer Reich. No es ningún secreto que la Luftwaffe (las fuerzas aéreas alemanas) fue construida con el aluminio yugoslavo. Por eso Hitler no buscaba destruir a Yugoslavia, pues de ella lograba lo que quería.

El 6 de abril de 1941 los alemanes bombardearon Belgrado. No hubo resistencia organizada alguna. El rey, el gobierno y los generales huyen hacia el sur del país para llegar a Grecia y de allí a Inglaterra. Macek no huye y de la Belgrado bombardeada retorna a Zagreb. El pueblo croata, dada oportunidad tan propicia, se levanta desarmando a las guarniciones militares serbias destacadas en toda Croacia, y los revolucionarios croatas proclamaban el 10 de abril la independencia de Croacia. Macek, firmemente convencido de que la victoria sería de las democracias occidentales, considera errónea la táctica que podría interpretarse como vinculación con las potencias del Eje y rechaza colaborar con el recién constituido gobierno croata.

Permanece en Croacia hasta finalizar la guerra, siempre en oposición al gobierno encabezado por el Dr. Ante Pavelic. Pocos días antes de terminar la guerra, cuando las tropas comunistas ocupan Zagreb y nuevamente imponen al pueblo croata la unión yugoslava bajo la supremacía serbia dentro del régimen comunista, Macek, hasta entonces en internación, abandona su patria y se asila en los Estados Unidos.

En 1957 Macek publicó en Nueva York su autobiografía, In the Struggle for Freedom (En la lucha por la libertad). Dicho libro es de importancia capital para los que quieren interiorizarse de la problemática croata-serbia, porque su autor sintió en propia carne todos los sinsabores de la trágica convivencia yugoslava[1].

La semblanza de Macek puede sintetizarse así:

En lo moral era un hombre de absoluta integridad, insobornable y dispuesto a defender sus principios con la propia vida. Lo prueban sus muchos años pasados en cárceles.

En lo social y lo económico, toda su vida se esforzó por mejorar las condiciones del campesinado croata, lo que no debe tomarse como la lucha de clases, ya que según el ideario del Partido Campesino Croata, los campesinos en Croacia no son una clase social sino una mayoría tan grande que se los puede identificar con el pueblo. Por lo tanto, trabajar en favor de los campesinos equivale trabajar en favor de la nación entera. El campesino croata es a la vez propietario y trabajador de la tierra en que vive con su familia.

En lo religioso, Macek era cristiano que profesaba su fe y sus convicciones religiosas en forma pública.

En lo cultural, Macek era un promotor entusiasta del estudio y el fomento de la cultura croata autóctona, que exhibe obras maravillosas en la literatura popular, en la música folklórica y en las artes decorativas.

En lo político, Macek era en primer lugar un demócrata a secas, que creyó profundamente en el principio de que únicamente la voluntad popular es decisiva para el enfoque correcto de los fundamentales lineamientos políticos. Por ello Macek merece el crédito de haber suscrito y enviado en 1919 a la conferencia de paz en París el memorándum en que constaba que el Partido Campesino Republicano Croata había realizado el plebiscito mediante el cual el pueblo croata se declaró en mayoría abrumadora contrario a la unión con el Reino de Serbia y reclamaba su república campesina, independiente y neutral. No obstante ello, por decisión de las potencias vencedoras, fue creado el Estado yugoslavo y tal modo no democrático de su creación es su pecado original, jamás redimido. La voluntad del pueblo croata, expresada a raíz de la creación de Yugoslavia, nunca cambió, pues en todas las elecciones posteriores, celebradas bajo distintos gobiernos de los políticos serbios, el pueblo croata permaneció unido y unánime en su pedido de que se le aplique el principio de autodeterminación.

Macek, como político que obtuvo la confianza del pueblo para la conducción de su política, sabía exactamente lo que quería su pueblo. Al mismo tiempo sabía que existía el poder estatal yugoslavo, que dentro del país disponía del aparato policial y militar y en el exterior contaba con el apoyo y el reconocimiento diplomático de las grandes potencias. Dirigir la política es un arte para lograr el fin propuesto con los medios de que se dispone. Macek creyó que los medios que estaban a su disposición eran la perseverancia y la tenaz resistencia, aunque la lucha durase muchos años. Accedió a firmar al avenencia con el regente príncipe Pablo sobre una autonomía parcial de Croacia. Pero éstas no fueron sus posiciones definitivas, sino hechos dictados por las necesidades de aquella época. Se le reprochaba la falta de activismo y dinamismo. Pero Macek no creyó que con el empleo de la fuerza se podría solucionar los problemas. Lo de escoger entre el activismo revolucionario y el pacifismo humanitario es un problema de la conciencia, de la apreciación moral y política.

Buenos Aires

 



[1] Studia Croatica, año II, Nros. 2-3, pp- 224-6.