Año V, Buenos Aires, 1964, N° 14-15
SUMARIO
·
Ivo Lendic - Ivo Bogdan: Las relaciones
entre Yugoslavia y la Santa Sede
·
Angel
Belić: Dr. Vladko Macek
·
Bogdan
Radica: John F. Kennedy
·
Willelmus Meinzl: O tempora..., o mores
·
Marko Japundzic: La glagolitza croata
·
Stjepan Ratkovic: Pleito Pekín - Moscú:
¿sólo ideológico?
·
Pedro Vukota: Albania en las controversias
comunistas
·
Jure Petricevic: Croacia y la crisis total
de Yugoslavia
·
Anton Knezevic: Mesianismo y la misión
ruso - soviética en el mundo
·
Gojko Boric: El pegaso enfrenado
Documentos
·
Una nota del gobierno comunista yugoeslavo
al Episcopado Católico sobre los sacerdotes exilados
Reseña de libros
·
Documents
on German Foreign Policy 1918-1945
·
J. B.
Hoptner: Yugoslavia in crisis - 1934-1941
·
Dr. Milan Stojadinovic: Ni la guerra ni el
pacto
·
Ludvig
Vrtacic: Einführung in den Jugoslawischen Marxismus Leninismus
·
Croatian
Academy of America: Journal of Croatian Studies, vol. II
Ivo Lendic - Ivo Bogdan: Las relaciones entre Yugoslavia y la Santa Sede
"El cuerpo de Cristo es todavía hoy crucificado
moral y agobiadamente en numerosas regiones del mundo. La Iglesia del
silencio es también la Iglesia doliente, la Iglesia paciente y, en ciertos
lugares, la Iglesia amordazada... Esta situación es injusta e indigna, tanto
para los que sufren como para los que la provocan, aun cuando se plantee en los
términos de la hipocresía legal".
S.S. Paulo VI
(Via Crucis del Viernes Santo de 1964 en el Coliseo
Romano)
LAS NOTICIAS SOBRE LA PRONTA CONCLUSION DE UN "MODUS VIVENDI"
Troncando en virtud la necesidad, tanto la Unión Soviética como los
gobiernos comunistas de los países de la Europa centro-oriental se esfuerzan
por convencer a la opinión del mundo libre, y en parte a sus propios súbditos,
de haber suavizado su posición combativa frente a la religión en general y la
Iglesia católica en particular. En otros términos, persiguen efectos en su
política exterior, y en el plano local tratan de conseguir mediante un
compromiso con la Iglesia lo que no alcanzaron con persecuciones brutales: el
aflojamiento de la oposición de los fieles a los regímenes comunistas.
En el mismo sentido actúan ahora las autoridades comunistas en Yugoslavia,
donde las persecuciones religiosas se volcaron primordialmente contra los
católicos croatas y eslovenos. Desde hace varios años, Belgrado lanza noticias
sobre el cambio de su política oficial respecto a la Iglesia católica, hasta
entonces encarnizadamente perseguida. Además, se difunden noticias por medios
no oficiales sobre la pronta conclusión de un modus vivendi entre
Yugoslavia y el Vaticano y el restablecimiento de relaciones diplomáticas[1].
Noticias parecidas aparecieron también en el curso de este año, confirmadas
incluso en marzo último por la agencia noticiosa católica Kipa.
Parece que esta vez hay más sólido fundamento, pues -según comenta un
colaborador del diario parisiense La Croix- Belgrado advirtió que no
podrá restablecer relaciones diplomáticas con el Vaticano si previamente no
mejoran en Yugoslavia las condiciones en que se halla la Iglesia Católica[2].
En el mismo comentario se dice que el gobierno yugoslavo reaccionó por primera
vez de modo favorable ante uno de los memorandums del episcopado
católico. Trátase del memorial, fechado el 9/10/1960, en el que los obispos
manifestaron, como en varios documentos anteriores, estar dispuestos a aceptar
el orden jurídico vigente a condición de que se respeten y apliquen lealmente
las leyes concernientes a la libertad de los fieles y de la Iglesia. En dicho
documento citaron toda una serie de infracciones a las disposiciones vigentes y
a las libertades fundamentales del hombre por parte del régimen comunista[3].
El aludido colaborador de La Croix no alienta ilusiones en cuanto a la
situación de la Iglesia Católica en Yugoslavia. "Es un hecho -afirma en
otro artículo- que todo lo que entendemos en Occidente por Acción católica es
imposible, que el ateísmo impregna todas las actividades escolares y educativas
obligatorias para todos los jóvenes, y que resulta difícil para un creyente
declararse como tal tan pronto llegue a ocupar un puesto en la organización
político-social del país"[4].
No obstante, en base a hechos concretos, se podría deducir que la
resistencia heroica de los católicos no fue infructuosa, desde que el gobierno
comunista yugoslavo se convenció, en vista del fracaso de las medidas
persecutorias contra los fieles, de que es necesario llegar a una suerte de
coexistencia pacífica con la Iglesia Católica. Por cierto que los comunistas
tratan de presentar su derrota como un mérito, como una especie de la
liberalización.
Con todo, hoy en Yugoslavia cesaron las agresiones físicas, las
detenciones, los encarcelamientos y malos tratos de los obispos (antes al
obispo de Mostar le quebraron las piernas, al ordinario de Ljubljana le
rociaron con nafta y le prendieron fuego), y cesaron las campañas virulentas
contra la Santa Sede[5].
Sin mayores dificultades vienen cubriéndose sedes vacantes. Después de
muchos años los obispos pudieron viajar a Roma ad limina. Todos los obispos
obtuvieron el permiso de participar en el Concilio Vaticano II, lo que
contrasta con la prohibición al difunto cardenal Luis Stepinac de tomar parte
en el cónclave después de la muerte de Pío XII. Si bien con grandes obstáculos,
funcionan varios seminarios[6].
Aún más, dos seminarios que años ha fueron clausurados con "hipocresía
legal", es decir, montando falsos procesos y dictando severas condenas
contra sus directores, pudieron reabrir sus puertas sin que se le restituyeran
bienes y edificios. Las vocaciones sacerdotales superan a las de la preguerra,
aunque con perfidia se trata de hacer desistir de su decisión a los
seminaristas, sobre todo durante el servicio militar, que deben cumplir antes
de ordenarse. Los aspirantes al sacerdocio o a las órdenes religiosas deben
participar en el trabajo juvenil "voluntario" en condiciones de
promiscuidad[7].
Aunque no se dan las condiciones para un apostolado eclesiástico, ni
probablemente la buena voluntad por parte de las autoridades para asegurar a la
Iglesia el mínimo imprescindible de libertad, hasta L'Osservatore Romano acotó
en un artículo que los obispos y el clero podían emprender distintas
iniciativas en relación con el Concilio Vaticano II [8].
Así, en Zagreb, capital de Croacia, se celebró del 17 al 20 de febrero
último el congreso interdiocesano litúrgico-pastoral con la asistencia de
varios obispos y centenares de miembros del clero de todas partes del país. El
metropolitano croata, Mons. Franjo Seper, presidente de las Conferencias
Episcopales de Yugoslavia, inició la publicación del quincenal Glas Koncila
(La voz del Concilio), que en poco tiempo alcanzó el tiraje de 50.000
ejemplares. El corresponsal aludido subraya que ese periódico encontró eco
favorable, por su espíritu ecuménico, incluso entre los ortodoxos.
La prensa del mundo libre registró con interés la noticia de que el
embajador yugoslavo ante el gobierno italiano, Ivo Vejvoda, fue condecorado por
el Vaticano. Dicho señor había conocido personalmente al papa Juan XXIII cuando
se le entregó el premio Bazan por méritos en favor de la paz mundial. Vejvoda
estuvo también presente como representante del gobierno de Belgrado en el sepelio
de Juan XXIII y en la coronación de S.S. Paulo VI.
En conexión con esos hechos se difundieron desde Belgrado noticias de que
el embajador Vejvoda, por orden de su gobierno, estaba negociando con la Santa
Sede la concertación de modus vivendi y que las negociaciones
respectivas se llevan en una atmósfera amistosa[9].
De las mismas fuentes procede la información de que es posible que muy pronto
se normalicen las relaciones diplomáticas entre el Vaticano y Yugoslavia, rotas
por Belgrado en 1952, pero el Vaticano rehusó comentar esos rumores[10].
Sin embargo, la prensa católica sostiene "que ya se puede afirmar que
se establecieron nuevas relaciones que permiten esperar nuevos progresos,
aunque por el momento esas relaciones no asumiesen forma diplomática y jurídica" [11].
Las experiencias, tanto con la Yugoslavia monárquica entre las dos guerras
mundiales en el rubro de relaciones entre Belgrado y el Vaticano, como las
habidas con el régimen comunista, que sin motivo y por propia iniciativa rompió
todos los lazos con la Santa Sede a raíz de la elevación al cardenalato del
arzobispo Stepinac, no justifican a pesar de todo el optimismo que en "un
porvenir próximo" se estipularía un acuerdo entre el gobierno comunista
yugoslavo y la Santa Sede, encaminado a asegurar la libertad de la Iglesia
Católica.
Pero teniendo en cuenta el acuerdo entre la Santa Sede y el gobierno
comunista húngaro del 15 de septiembre de este año, primer documento de esa
índole, y la práctica del Vaticano de no poner trabas insuperables si un gobierno
internacionalmente reconocido insiste en mantener relaciones diplomáticas no
debe excluirse la posibilidad de arreglos análogos también con la Yugoslavia
comunista. Teniendo presente asimismo la conocida posición de Juan XXIII,
seguida por Paulo VI, de que la Iglesia debe aceptar el diálogo incluso con los
gobiernos comunistas mientras haya la menor esperanza de beneficiar los
derechos fundamentales del hombre y del creyente, la insistencia de Belgrado en
entenderse en cierta manera con el Vaticano no debe ser rechazada de plano.
Paulo VI, en su primera encíclica Ecclesiam Suam, sostuvo la necesidad de un
diálogo, aunque condenó "los sistemas identificados frecuentemente con
regímenes económicos, sociales y políticos, y entre ellos, especialmente el comunismo
ateo"... "La hipótesis de un diálogo se hace sumamente difícil en
tales condiciones, por no decir imposible, a pesar de que en nuestro ánimo no
existe todavía exclusión preconcebida hacia las personas que profesan dichos
sistemas y se adhieren a esos regímenes. Para quien ama la verdad, la discusión
es siempre posible".
Por supuesto que las persecuciones religiosas en los países comunistas
venían siempre acompañadas de acusaciones falsas y de faltas graves a la
verdad. Además, trataron de encubrir las violencias que equivalían a la total
negación de la justicia y la legalidad, incluso las del régimen comunista, o
deplorables procesos contra obispos, sacerdotes y fieles se montaron de manera
que en los cargos y en las sentencias siempre hubo en mayor o menor grado
"hipocresía legal".
Por ello Pablo VI, mientras destaca que la Iglesia en principio quiere el
diálogo, a la vez recalca: "Pero obstáculos de índole moral acrecientan
enormemente las dificultades por la falta de suficiente libertad de juicio y de
acción y por el abuso dialéctico de la palabra, no precisamente encaminada
hacia la búsqueda y la expresión de la verdad objetiva, sino puesta al servicio
de finalidades utilitarias preconcebidas. Esta es la razón por la que el
diálogo calla. La Iglesia del silencio, por ejemplo, calla, hablando únicamente
con su sufrimiento de una sociedad oprimida y envilecida, donde los derechos
del espíritu son atropellados por los que disponen su suerte. Y aún cuando
nuestro discurso se abriera en tal estado de cosas, żcómo podría ofrecer
diálogo mientras se viera reducido a ser una voz que clama en el desierto? El silencio, el grito (de las víctimas de la persecución),
la paciencia y siempre el amor son en tal caso el testimonio de que aún
actualmente puede dar la Iglesia y que ni siquiera la muerte puede
sofocar".
La Iglesia Católica, teniendo en cuenta la evolución del mundo, se declaró
en favor del diálogo y por su parte trata de crear un clima propicio,
sosteniendo que la Iglesia no es ni puede ser exponente de determinados
intereses económicos y políticos, es decir, lo opuesto a lo que insisten en
demasía los comunistas en atribuir a la Iglesia, acusándola, y especialmente a
la Santa Sede, de ser instrumento y hasta instigadora de la supuesta
"agresividad capitalista e imperialista".
Es obvio que la Santa Sede hará todo lo posible para poder cumplir con su
misión apostólica en los países comunistas. Además, cuando se trata de
relaciones políticas, o sea de los vínculos en el nivel internacional, no
quiere decir que la situación de la Iglesia Católica es satisfactoria en el
país respectivo. Después de la última guerra mundial el Vaticano estableció
inmediatamente relaciones diplomáticas con varios gobiernos comunistas, y
también con Yugoslavia. En cada caso, la iniciativa fue de los gobiernos
interesados. La Secretaría de Estado del Vaticano, deseando evitar el reproche
e interferir en los asuntos internos de otros Estados, no es reacia la restablecimiento de relaciones diplomáticas con los
gobiernos reconocidos internacionalmente, si éstos lo piden con insistencia.
Asimismo, no toma la iniciativa para romper las relaciones establecidas,
incluso so pena de "enorme humillación y sufrimiento". La Iglesia no
quiere abandonar el campo del postolado mientras existan importantes razones
religiosas y humanas que deben protegerse y salvaguardarse[12].
DIVISIONES COINCIDENTES EN LO RELIGIOSO, CULTURAL Y POLITICO-NACIONAL
En el caso concreto de las relaciones entre la Iglesia y el Estado en
Yugoslavia, tema del presente trabajo, la persecución anterior abierta, y la
actual, velada, de la Iglesia, acaso más que en cualquier otro país fue
caracterizada por la hipocresía legal y por la falta de buena voluntad en
establecer y respetar la verdad objetiva. Obispos, sacerdotes, fieles y la
misma Santa Sede fueron blanco de las pérfidas
acusaciones, lo que a veces creaba en el mundo libre desagradables confusiones.
Todavía ciertos círculos progresistas sufren el impacto de toda una serie de
malentendidos y confusiones, creados y mantenidos adrede por el régimen
comunista yugoslavo.
Esa deformación y tergiversación premeditada de la verdad culminó en el
"tristísimo proceso" (palabras de Pío XII) contra el arzobispo
Stepinac y tuvo cierto eco debido al desconocimiento de la compleja problemática
religiosa, cultural y nacional en un Estado multinacional como es Yugoslavia,
país heterogéneo en lo nacional, religioso y cultural. Plinio Correa de
Oliveira, en su mentado y discutido estudio sobre la Libertad de la Iglesia en
el Estado comunista advierte con razón que el problema se plantea de modo
diferente en tres casos típicos: la Unión Soviética, Polonia y Yugoslavia, y
expone -tal vez brevitatis causa- sólo una parte de la verdad. "En Rusia
-dice- como es sabido, la religión que cuenta con mayor número de adeptos es la
griega cismática, comúnmente llamada ortodoxa. En Polonia es la Religión
Católica (la mayor parte pertenece al rito latino). Y en Yugoslavia ambas son
numerosas" [13].
Sin embargo, Yugoslavia no es heterogénea sólo en lo religioso (además de
católicos y ortodoxos hay cerca del 10% de la población musulmana), sino en lo
nacional y lo cultural.
La división religiosa en los turbulentos Balcanes, donde a veces se hace
imposible la distinción entre la nacionalidad y la religión, reviste importancia
capital. Implica grandes diferencias de orden cultural y político. En efecto,
en nuestro caso la importantísima división confesional coincide con la
geográfica, la cultural y la nacional, lo que agrava aun más las relaciones
políticas. Tanto más cuanto que en Yugoslavia -que es un caso típico del Estado
multinacional-, sea monárquica o comunista, domina Serbia, apenas la cuarta
parte del territorio y de la población. Dado que Serbia es exclusivamente
ortodoxa, su tradición nacional es definible como Nación-Iglesia y como tal no
es apta para desempeñar el papel rector en un Estado dividido entre lo nacional
y lo religioso. Por ello, en ambas Yugoslavias, antes y después de la última
guerra mundial, se practicó la discriminación nacional y religiosa en
detrimento de los católicos, o sea de los croatas y los eslovenos.
Observadores extranjeros, poco interiorizados de la realidad cultural y
política de Yugoslavia, creada después de la primera guerra mundial al
desintegrarse el imperio de los Habsburgo, no pueden comprender del todo ni
valorar el sentido de la discriminación contra la Iglesia Católica, ni los
motivos más hondos de ciertas coincidencias entre los conflictos nacionales y
religiosos.
Para comprender mejor el tema que abordamos, haremos corta disgresión
exponiendo a grandes rasgos la complicada problemática de un país, que en razón
de sus contrastes internos se derrumbó como un castillo de naipes en abril de
1941 y fue restaurado en el interés de los invasores comunistas en 1945, para
expandir el imperio soviético de satélites europeos hasta el Adriático y las
fronteras de Italia.
Sin remontarnos en la historia, subrayamos únicamente que en 1929 fue
implantada la dictadura real, apoyada por el militarismo serbio, so pretexto de
salvaguardar la unión estatal. Hasta entonces Yugoslavia se llamaba "Reino
de los Serbios, Croatas y Eslovenos", significando en su denominación que
se trata de un Estado complejo en sentido nacional y político. La dictadura del
rey Alejandro decretó el dogma sobre la unidad no sólo estatal sino también
nacional. Según esta teoría, los serbios, los croatas y los eslovenos no son
pueblos en el sentido étnico y político, sino meras "tribus" de un
pueblo unitario, unificado tras largos siglos bajo la égida de Serbia, como lo
fue Italia bajo la conducción de Piamonte y Alemania por impulso de Prusia. Por
decreto se cambió la denominación del Estado, que en adelante se llamó
Yugoslavia, es decir el país de los pueblos del Sur europeo, perteneciente al
grupo lingüístico eslavo. La nacionalidad yugoslava en sentido étnico no
existe, por la sencilla razón de que no existe una cultura nacional yugoslava,
sino la serbia, la croata, la eslovena y la macedonia. Por lo tanto, no cuadra
la comparación con Italia y Alemania, países nacionalmente homogéneos.
El régimen comunista mantuvo el decretado nombre Yugoslavia, pero
formalmente se reconocen cinco nacionalidades -Serbia, Croacia, Eslovenia,
Montenegro y Macedonia- y numerosas minorías, en primer lugar la albanesa y la
húngara. (La minoría étnica alemana de 500.000 integrantes, en mayoría
católicos, fue totalmente liquidada, pereciendo en las matanzas en masa y en
los campos de concentración, o fueron expulsados y deportados)
[14].
Los comunistas pretenden haber solucionado el problema nacional en forma
federal al dividir el país según el criterio nacional en seis repúblicas
"populares", llamadas desde 1963 "socialistas". Sin
embargo, es evidente que no lo solucionaron, dado que el federalismo en un
Estado comunista, donde gobierna el Comité Central del partido, estructurado en
forma centralista y controlado casi exclusivamente por
serbios y montenegrinos, es letra muerta[15].
Más aun; se puede decir que los comunistas en la última guerra organizaron
la guerrilla, que adquirió carácter de guerra nacional entre Serbia y Croacia[16],
perpetrando masacres colectivas de croatas y eslovenos al finalizar la última
guerra, con el supuesto propósito de pacificación y con la posterior
explotación económica de Croacia y Eslovenia, los comunistas agudizaron irreparablemente
los conflictos nacionales. Si algunos comentaristas extranjeros no ven esa
debilidad de Yugoslavia, dentro de un régimen totalitario, no quiere decir que
la misma no exista[17].
La división nacional de Yugoslavia coincide con la división geográfica y
religiosa. La parte occidental, lindante con Austria e Italia, corresponde a
Croacia y Eslovenia, países predominantemente católicos. En la Edad Media
Croacia se constituyó como reino independiente y en 1102, extinguida la
dinastía nacional, entró en comunidad con Hungría para formar parte integrante,
desde mediados del siglo XIV, del imperio de los Habsburgo, hasta 1918, pero
siempre como un reino autónomo. La cultura religiosa de la Iglesia occidental,
al igual que en todos los pueblos occidentales, constituye el elemento
fundamental de la cultura croata y eslovena. Por otra parte, los serbios son
exclusivamente ortodoxos, y para el desarrollo de su Estado medieval y moderno
es muy característica la institución de la Iglesia nacional, que conforme a la
tradición bizantina y rusa, se puso al servicio del Estado y luego del
pensamiento nacional.
El pecado original de Yugoslavia, creada en 1918 y restaurada en 1945, es
que Croacia, que en la monarquía dual de Austria-Hungría gozaba de atributos de
soberanía, no pudo ejercer el derecho de autodeterminación. En la impuesta
unión con Serbia, Croacia fue degradada al status de una provincia anexada,
mientras que Serbia ejercía la hegemonía en tal medida que Yugoslavia, en
efecto, fue la Serbia engrandecida, en vez de convertirse en una comunidad
libre e igualitaria de varios pueblos pertenecientes al mismo grupo
lingüístico. Es obvio que en semejante conglomerado, creado contra la voluntad
de los pueblos que lo integran, no pueden regir las libertades democráticas y
que el grupo dominante trata de imponer sus formas y concepciones culturales y
políticas. Eso quiere decir que Serbia procura imponer el autocratismo,
enraizado en su tradición cultural y política, a Croacia y Eslovenia, países de
tradición cultural y política occidental. Esos contrastes se reflejan también
en los alfabetos respectivos, el latino de los croatas y los eslovenos y el
cirílico que usan los serbios, igual que los rusos.
Como las diferencias culturales originan las diferencias políticas y nacionales,
es comprensible que en Serbia, desde el comienzo de la unión con los croatas,
tomaron cuerpo fuertes tendencias anticatólicas. La
Iglesia católica de carácter universal fue tildada de ajena y hostil al mundo
eslavo. Los ideólogos del paneslavismo y yugoslavismo, inspirados en la
tradición ruso-bizantina, atribuían a la Iglesia Católica, supuesto agente de
la política enemiga, todos sus fracasos en pro de la unión nacional y política
yugoslava. De añadidura, en la Yugoslavia comunista se acusaba a la Iglesia
Católica como presunto exponente del imperialismo capitalista occidental. A los
supuestos científicos yugoslavos les deja indiferentes el hecho histórico de
que la Iglesia no dividió a los pueblos de la Europa del Oeste y del Este en
dos comunidades peculiares, a menudo antagónicas, sino que, por el contrario,
fueron las diferencias culturales y políticas entre Bizancio y Roma las que
motivaron el cisma en la hasta entonces unida Iglesia cristiana. Asimismo, no
es difícil comprobar que el conflicto nacional serbo-croata no es imputable a
la Iglesia, sino que la Iglesia Católica en sus empeños ecuménicos encontró
grandes impedimentos precisamente a causa de esos conflictos y contrastes
nacionales. De haber existido las condiciones propicias para la integración
cultural y política de Croacia y Serbia, la división religiosa por sí sola no
sería suficiente para impedir la formación de una comunidad de la cultura
nacional. En Europa hay varios ejemplos del desarrollo de vigorosas culturas
nacionales pese a la división confesional (Alemania, Holanda, Suiza, Hungría).
También se dan los casos contrarios. Los croatas y los eslovenos son católicos
y el idioma esloveno es muy parecido al dialecto de la capital de Croacia y de
sus regiones adyacentes; hay afinidad cultural entre los croatas y los
eslovenos, hasta la semejanza de los tipos raciales. Con todo, los croatas y
los eslovenos son dos entes nacionales definidos.
Para la formación de distintas culturas nacionales de Serbia y Croacia, dos
países vecinos y del mismo grupo lingüístico eslavo fue decisiva su ubicación
geográfica. La línea divisoria entre dos países fue en su tiempo la frontera
entre el imperio romano del Oeste y el Este, entre la esfera de influencia
griega y la latina, y después de la migración de los pueblos entre el imperio
de Carlomagno y el bizantino, luego entre la Iglesia occidental y oriental.
Dicha frontera ha determinado el proceso histórico-cultural- religioso de la
integración de Croacia en el Occidente, y de Serbia en la cultura oriental
europea.
Por consiguiente, las divergencias y las tensiones entre Croacia y Serbia,
que hasta 1918 nunca se encontraron bajo un gobierno común, son mucho más
hondas que las diferencias y contrastes entre dos pueblos de la misma órbita
cultural como, e.g., entre Croacia y Eslovenia, o entre Italia y Francia, etc.
Todas esas tensiones e incompatibilidades existentes entre el mundo de la
cultura europea occidental y oriental, origen del cisma eclesiástico, aparecen
y actúan violentamente como fuerzas opuestas de Croacia y Serbia. Tanto más
cuanto que se trata de una zona de encuentros y conflictos de civilizaciones en
tal medida, que en ambos pueblos subsiste un sentimiento altamente desarrollado
de la propia misión fronteriza en defensa de las culturas respectivas. Eso
explica la adhesión espontánea de los croatas a las empresas históricas
conjuntas de los países vecinos de la cultura occidental, especialmente en la
defensa ante distintas invasiones de los mongoles, osmanlíes y las soviéticas,
y por el otro lado la defección de Serbia de la Iglesia occidental (el primer
rey serbio Esteban recibió el cetro del Papa Honorio III), la acomodación de
los cristianos orientales al imperio otomano, y más tarde el papel que
desempeña Serbia como exponente ruso en la zona balcánica.
La Yugoslavia comunista fue creada en 1945 respondiendo al plan de la
expansión soviética, en la Europa Centro-oriental. Los ejecutores principales
de dicho plan en el área balcánica fueron los comunistas serbios, con el apoyo
sustancial de las masas serbias. Su cometido, de acuerdo con las intenciones de
Moscú, consistió en establecer el régimen comunista no sólo en Serbia, sino en
Croacia y Eslovenia, incluso allende las fronteras de Yugoslavia, en Albania.
El Ejército Rojo conquistó, a fines de 1944, Belgrado, capital de Serbia, e
instaló allí al gobierno comunista yugoslavo. Sin embargo, de acuerdo con lo
convenido con los Aliados occidentales, no les fue permitido ocupar la zona
adriático-mediterránea de Croacia, Eslovenia y Albania. La expansión del
imperio de los satélites europeos de Stalin en el interior del Occidente, en el
espacio central del Mediterráneo, se cumplió mayormente por las fuerzas serbias
al mando de los comunistas. No es culpa ni mérito de los comunistas serbios si
precisamente en esa zona se produjo en 1948 la primera fisura del bloque
monolítico comunista. Tito pudo oponerse a Stalin únicamente porque los Aliados
occidentales no aprobaron previamente a la ocupación soviética de las regiones
típicamente occidentales como son Croacia y Eslovenia.
El hecho de que Croacia se opuso hasta el final de la última guerra a la
invasión comunista, rechazando todo compromiso, se interpretó tendenciosamente
como presunta adhesión a la ideología y la política del Eje Roma-Berlín. La
justa lucha croata por la concreción de la autodeterminación nacional fue
identificada con los movimientos nacionalistas totalitarios, surgidos entre las
dos guerras mundiales. La verdad es que el pueblo croata en ese período había
votado en forma plebiscitaria por el movimiento nacional democrático, hasta
pacifista, conducido primero por Esteban Radic y luego por Vladko Macek.
Resultó funesto tanto para los croatas como para los serbios, el hecho de que
la compelida unidad serbio-croata no pudo disgregarse por medios pacíficos, por
culpa de los círculos gobernantes serbios que en Yugoslavia veían la Serbia
engrandecida.
La hipocresía legal culminó cuando los comunistas insertaron en la
constitución yugoslava de 1946 el principio de que todos los pueblos de
Yugoslavia tienen derecho a autodeterminarse, incluso a separarse. Sin embargo
los comunistas, siguiendo el ejemplo de la dictadura real, sostienen la teoría
de que los croatas consumaron el derecho una vez para siempre durante la última
guerra cuando presuntamente se declararon por la Yugoslavia comunista. Por el
contrario, los croatas ofrecieron resistencia encarnizada a la invasión
comunista, sabiendo que defendían los derechos y las libertades políticas y
nacionales.
Las democracias occidentales que, dentro de la política de poder en las dos
últimas guerras mundiales, pasaron por alto el derecho del pueblo croata a la
autodeterminación, ahora no pueden a menos de recurrir a la fuerza, ayudar a
Croacia, librada a su cruel destino, agravado por la insistencia de justificar
su conducta anterior, aunque la constitución de Yugoslavia fue un
"experimento audaz de química política" debido a la fusión forzosa de
diferentes pueblos, "nutridos hasta ahora por dos civilizaciones diversas"
[18].
Por la fuerza de inercia se va tan lejos que se acepta, sin examen previo,
las interpretaciones comunistas de la lucha croata por la libertad nacional.
Así, porque un grupo restringido, no encontrando otra réplica a la violencia,
el terror y el avasallamiento de los derechos nacionales por parte de
Yugoslavia monárquica y luego la comunista, recurrió también a la fuerza y los
métodos violentos, todo paso emprendido a favor de la causa nacional croata se
califica de extremismo nacionalista y acción antidemocrática. Casi en todos los
países europeos hubo grupos extremistas de derecha e izquierda, mas no por ello
a nadie se le ocurre declarar ilegítima toda reivindicación nacional del país
respectivo. En el caso de Croacia, se hace todo lo contrario, aunque fue el
único país del sudeste europeo donde entre las dos guerras la resistencia
nacional masiva, como dijimos, se manifestaba por conducto de un partido de
orientación netamente democrática y hasta pacifista.
Hasta la prensa católica se encontró con una situación embarazosa cuando
los comunistas, durante el famoso proceso montado contra el arzobispo Stepinac,
calificaron todas las manifestaciones del patriotismo croata, y especialmente
su lucha por la independencia nacional, como colaboracionismo con el nazi-
fascismo. La verdad se abrió camino recién en la segunda fase de ese proceso,
principalmente gracias a L'Osservatore Romano, que durante meses, día
tras día, en la primera página publicaba y comentaba noticias relativas al
proceso.
Cabe recalcar aquí que los comunistas en el período de entreguerra
sostuvieron los criterios diametralmente opuestos en lo concerniente a la
problemática nacional de Yugoslavia. Mientras la Yugoslavia monárquica actuaba
dentro del sistema francés de seguridad como piedra angular del Cordon Sanitaire
contra la expansión soviética, la Komintern, a iniciativa del mismo Stalin,
sustentó la tesis de la liquidación de Yugoslavia conforme al principio
nacional y al derecho de autodeterminación. Entre otros, debería establecerse
el Estado independiente de Croacia. Más tarde, con el ascenso al poder del
régimen nacionalsocialista en Alemania, Moscú buscó la amistad de Francia,
ingresó en la Sociedad de Naciones y abogó por el sistema de la seguridad
colectiva. Entonces los comunistas empezaron a modificar su actitud frente a
Yugoslavia como Estado multinacional y "cárcel de pueblos". Operaron
ese vuelco pese a la vigencia de la dictadura real, atacada acremente por los
comunistas en el plano interno. Esa posición fue modificada en parte en perjuicio
de la monarquía yugoslava a raíz del inesperado acuerdo Ribbentropp-Molotov en
vísperas de la segunda contienda mundial. Como es sabido, Hitler invadió los
Balcanes en la primavera de 1941, es decir, mientras estuvo vigente dicho
pacto. Aunque la guerra relámpago en los Balcanes fue el preludio de la campaña
contra Rusia, iniciada pocos meses después, los comunistas croatas y macedonios
presenciaron con cierta satisfacción la desintegración de Yugoslavia según el
criterio nacional. La constitución del Estado Independiente de Croacia y la
incorporación de Macedonia a Bulgaria, incluso para los comunistas de Croacia y
Macedonia, fue una solución justa del problema nacional[19].
Pero cuando pocos meses después el Comité Central del Partido Comunista de
Yugoslavia, encabezado por Tito (que Stalin mismo designó para ese cargo),
empezó a organizar la guerrilla contra las tropas del Eje, de acuerdo a la
técnica stalinista de explotar el descontento y los conflictos nacionales, los
comunistas, con el propósito de asegurarse el apoyo masivo de los serbios, se
habían declarado partidarios de la restauración de Yugoslavia, que los
comunistas antes denominaron "cárcel de pueblos". Por supuesto que
tal Yugoslavia debería ser comunista y en su organización copia fiel del modelo
soviético, que es también un Estado plurinacional, con el predominio de un
pueblo sobre los demás. Se sobreentiende que la "cárcel de los
pueblos" que hasta entonces fue Yugoslavia, se convirtió por arte de magia
dialéctica en el paraíso terrenal y que todos los croatas, los eslovenos y los
macedonios, al seguir luchando por la libertad nacional y contra la supremacía
serbia, serían proclamados enemigos de su propio pueblo, renegados, traidores a
la solidaridad eslava, destructores de la "fraternidad y unidad" de
los pueblos sureslavos, "resabios de nazifascismo", "bestias
salvajes" (término de Milovan Djilas) que deben ser exterminados
implacablemente.
LA IGLESIA CATOLICA Y EL PATRIOTISMO CROATA
Claro que de semejante campaña denigratoria no pudo salvarse ni la Iglesia
Católica, por la sencilla razón de que las tres cuartas partes de los católicos
en Yugoslavia son de nacionalidad croata y una parte de nacionalidad eslovena.
En la posguerra, cuando el patriotismo croata fue proscripto y la Santa Sede
acusada como inspiradora y promotora del capitalismo e imperialismo
occidentales, ser abiertamente croata y católico implicaba ser privado de todos
los derechos. Las autoridades comunistas se volcaron con saña contra todos sus
opositores reales y potenciales, tanto más por cuanto monopolizaron el poder en
desacuerdo con lo convenido en Yalta, sobre el derecho de los pueblos de
Yugoslavia a decidir en los comicios acerca de la forma del régimen y, por eso,
los comunistas temían una posible intervención por parte de los Aliados
occidentales, como lo hizo el gobierno de Churchill en Grecia.
Es menester subrayar aquí que el movimiento católico en Croacia tenía entre
las dos guerras una prensa vigorosa y numerosas organizaciones de la Acción
Católica, pero carecía de propia organización política. Es verdad que al
término de la primera guerra mundial se intentó organizar el partido demócrata
cristiano, pero implantada la dictadura del rey Alejandro en 1929, los croatas
de todas las ideologías políticas actuaron conjuntamente bajo la dirección del
Dr. Vladko Macek, sucesor de Esteban Radic, asesinado en el parlamento de
Belgrado en 1928. Durante la última guerra, la única organización política
permitida en Croacia fue la "Ustacha", Movimiento de liberación
nacional del Dr. Ante Pavelic.
Es harto conocido que los obispos católicos croatas y particularmente el
arzobispo Stepinac se esforzaron por impedir o por lo menos mitigar, durante la
guerra, los excesos bélicos del régimen nacionalista y prohibieron al clero
participar en las acciones políticas[20].
Sin embargo, distinguían claramente entre la situación política circunstancial
y la justa lucha del pueblo croata por su independencia nacional y en contra de
la invasión comunista. El episcopado católico dio significativas enunciaciones
en pro de la independencia de Croacia, lo que se silencia en Yugoslavia, y, si
se las menciona es para falsificarlas y calificarlas de alta traición.
A continuación citaremos sólo dos documentos capitales.
El primero es la Carta Pastoral del episcopado católico croata con motivo
de las Pascuas de 1945, es decir cuando se operaba la invasión comunista de
Croacia.
En dicha Carta Pastoral, los obispos católicos, conscientes del peligro que
correrán mañana[21],
protestaron contra la persecución de los fieles en las zonas ocupadas por los
comunistas y contra "un mar de falsedades, mentiras y calumnias, que de
todas partes y con propósitos bien definidos se lanzan contra nuestro
pueblo". Refiriéndose a los atropellos y crueldades cometidos por los comunistas,
y censurando los excesos de los mismos católicos en las luchas entre los
serbios y los comunistas por un lado y los croatas por el otro, los obispos
prosiguen:
"Los sacerdotes y fieles croatas aprendieron de la Iglesia a dar a
Dios lo que es de Dios y al pueblo croata lo que le pertenece. Es testigo la
historia de que el pueblo croata por más de un milenio no desistió jamás de
clamar plebiscitariamente que no quiere renunciar al derecho de su libertad e
independencia, que de todo corazón desea a los demás pueblos. Así pues, cuando
en esta segunda conflagración mundial el pueblo croata pudo realizar su deseo y
su derecho constituyendo el Estado Independiente de Croacia, los obispos
croatas católicos, como es natural, respetaron la voluntad del pueblo croata.
En consecuencia, a nadie es lícito acusar a un ciudadano del Estado de Croacia
ni a los obispos por haber respetado esta decisión inquebrantable del pueblo
croata, fundada, por lo demás, en las leyes divinas y humanas"[22].
Un año después, monseñor Stepinac fue acusado ante el tribunal comunista
por su defensa del derecho del pueblo croata a la independencia. Esa acusación,
como tantas otras similares, se fundó en la confusión intencionada del derecho
de cada pueblo a la libertad y de las circunstancias bélicas específicas en que
fue restaurado el Estado de Croacia. Pero Stepinac, en el proceso, se yergue
contra la identificación comunista de la lucha por la independencia de Croacia
con la ideología política que sea.
"Todo lo que he dicho (durante la guerra) sobre el derecho del pueblo
croata a su libertad e independencia está de completo acuerdo con los
principios básicos enunciados por los Aliados en Yalta y en la Carta del
Atlántico. Si, conforme a estos principios, toda nación tiene derecho a su
independencia, entonces ¿por qué se le niega a la nación croata? La Santa Sede
ha subrayado reiteradas veces que tanto las pequeñas naciones como las minorías
tienen derecho a la libertad. ¿No puede, entonces, un arzobispo metropolitano
católico mencionar siquiera ese principio? Si hemos de caer, caigamos por haber
cumplido con nuestro deber. Si creéis que este proceso complace al pueblo
croata, dádle la oportunidad de pronunciarse. Por mi parte, aceptaré el
veredicto. He respetado y respetaré siempre la voluntad de mi pueblo".
Como el fiscal intentó confundir su defensa de los derechos de Croacia con
el colaboracionismo, monseñor Stepinac replicó que no fue persona grata a los
alemanes, ni participó en las actividades políticas.
"Empero la entera nación croata se había declarado plebiscitariamente
a favor del Estado Croata y yo habría sido un infame si no hubiese sentido el
pulso del pueblo croata, que en la antigua Yugoslavia era esclavo".
En lo que se refiere al objeto del presente estudio, monseñor Stepinac ni
en el banquillo de acusado se exime del deber de respetar la autoridad
establecida, pues se trató de pintarlo como prototipo de la intransigencia
nacionalista y como organizador de rebelión.
"Me acusáis de ser enemigo del Estado y de las autoridades estatales.
Hoy reconozco vuestra autoridad, pero ¿quién detentaba la autoridad antes? Lo
repito, vosotros para mí representáis autoridad recién desde el 8 de mayo de
1945, mas no antes".
Stepinac enumera todos los actos del nuevo poder mediante los cuales la
Iglesia fue privada de sus derechos, aunque los presentan como liberación.
"Consideramos ilusoria semejante libertad y no queremos ser esclavos sin
derecho alguno: lucharemos con todos los medios lícitos por nuestros derechos
en este Estado". Luego expuso las razones por las cuales la Iglesia debe
oponerse al violento materialismo ateo, y continuó:
"Nadie piense que quiero la guerra. Que las autoridades actuales
entablen conversaciones con la Santa Sede. La Iglesia no reconoce las
dictaduras, mas no se opone a un entendimiento honroso con quienquiera. Pero
que los dirigentes comunistas entiendan que si ha de haber libertad para la
difusión del materialismo, entonces nos incumbe también a nosotros el derecho a
contestar y a propagar nuestro principio. Muchos católicos han muerto y morirán
para defender ese derecho. Concluyo: Si hay buena voluntad puede llegarse a un
entendimiento y la iniciativa corresponde a las actuales autoridades. No somos,
ni yo ni los demás miembros del episcopado, los que habremos de entrar en esas negociaciones
básicas. Trátase de una cuestión entre el Estado y la Santa Sede"[23].
El episcopado católico sigue sustentando el mismo criterio, o sea que las
relaciones entre la Iglesia y el Estado yugoslavo deben arreglarse mediante un
acuerdo entre Belgrado y el Vaticano. Lo reitera expresamente en su memorándum
de septiembre de 1960, dirigido al gobierno yugoslavo, cuando dice que "el
episcopado católico no es competente para entablar negociaciones decisivas... y
menos todavía concretar un acuerdo definitivo concerniente a ese problema. Por
la constitución divina de la Iglesia eso compete exclusivamente a la Santa Sede
Apostólica, es decir, al Santo Padre como jefe supremo visible de la Iglesia
católica en su totalidad" [24].
COMUNISTAS CONTRA LA SANTA SEDE Y EN PRO DE LA IGLESIA NACIONAL
Esta insistencia en el derecho exclusivo de la Santa Sede para negociar
encuentra su explicación en la situación precaria de la Iglesia en un Estado
comunista. Los obispos son en realidad prisioneros y no pueden negociar en pie
de igualdad con sus carceleros. En cambio, la Santa Sede está en otra
situación, aunque debe tener en cuenta el hecho de que los obispos son casi
rehenes y a merced de la dictadura totalitaria comunista. Además, cuando el
episcopado insiste en la necesidad de negociar con la Santa Sede, seguramente
tiene presente la grave situación de la Iglesia autocéfala ortodoxa nacional
serbia. Abandonada a su suerte y sin apoyo internacional, tuvo que hacer con el
régimen tales compromisos que suscitan reacciones exasperadas de sus
adherentes. A raíz de esa presión se produjo gran escisión entre los fieles
emigrados de la Iglesia ortodoxa serbia.
Los gobernantes comunistas por su parte sostenían que las relaciones entre
los fieles católicos y las autoridades deben arreglarse "sin la
intromisión de terceros". Belgrado en ese sentido llevó una campaña
sistemática contra el Vaticano, particularmente a principios de 1953, a raíz de
la ruptura de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede. En esa campaña,
tanto la prensa como los documentos oficiales, por ejemplo, los informes de
ministros ante la Asamblea (parlamento), se recalcaba que las relaciones con la
Iglesia Ortodoxa en la Yugoslavia comunista están normalizadas, mientras que los
católicos ponen trabas por motivos políticos, debido a que el Vaticano y por su
culpa el episcopado católico están al servicio de intereses ajenos y de la
reacción internacional. De ahí la discriminación en detrimento de los católicos
igual que en la Yugoslavia monárquica.
No cabe duda de que tanto la Iglesia rusa como la serbia han sufrido mucho
bajo el régimen comunista. Ni puede ser de otro modo en tanto los comunistas
actúen por principio como enemigos de toda religión. No obstante ello, con el
correr del tiempo se establecieron formas peculiares
de convivencia entre la ortodoxia y el comunismo en Rusia. Especialmente en la
pasada guerra los círculos eclesiásticos se opusieron enérgicamente a la
invasión del Tercer Reich, y después de la guerra participaron en las ruidosas
campañas soviéticas en favor de la paz, acusando con frecuencia a la Santa Sede
de estar presuntamente al servicio del imperialismo y el capitalismo
occidentales. Esta curiosa simbiosis, basada en la secular tradición
césaropapista, tuvo su plena expresión en la liquidación de los uniatas en la
parte de Ucrania que antes pertenecía a Polonia, en Transilvania y Rutenia. Los
católicos no fueron perseguidos solo por motivos ideológicos sino también por
considerárselos peligrosos para los intereses nacionales en los países
predominantemente ortodoxos. Se favoreció a la Iglesia nacional frente al
universalismo católico.
Los gobernantes en la Yugoslavia monárquica y en la comunista consideraron
y consideran a la Iglesia católica, por su carácter universal, como una
institución que actúa en este Estado plurinacional y heterogéneo en lo cultural
como un factor de disgregación, más aun, como inspiradora del nacionalismo y
separatismo croata. En cambio, la ortodoxia es tenida por un factor de la cohesión
estatal. En efecto, dada la posición hegemonista de Serbia tanto en Yugoslavia
monárquica como la comunista, los serbios constituyen el elemento étnico en que
se funda la política de la unión yugoslava, pero en su calidad de Serbia
engrandecida.
Según queda dicho precedentemente, hasta los comunistas entre las dos
guerras sostenían que esta hegemonía fue el pecado original de Yugoslavia y la
causa principal de su fulminante derrota y desintegración, según el criterio
nacional, en abril de 1941.
Mientras los macedonios, después de la guerra, pudieron contar con la
protección búlgara y la benevolencia de Moscú, obteniendo incluso la Metropolía
ortodoxa macedonia, los católicos croatas fueron cruelmente perseguidos, no
sólo como opositores al expansionismo comunista, sino también a la unión
yugoslava, es decir como luchadores por la independencia nacional de Croacia.
Coincidiendo con las pavorosas represalias contra los croatas, incluyendo
matanzas en masa[25],
se desencadenó la persecución a la Iglesia católica, por haber servido,
presuntamente, a las acciones antidemocráticas y antialiadas. En realidad, la
Iglesia únicamente siguió con simpatía la lucha de los croatas por su
independencia nacional y, en realidad, por la democracia y el Occidente. Pues
es un hecho comprobado que en un Estado multinacional como Yugoslavia,
mantenido por la fuerza, no puede haber libertades ni nacionales ni
democráticas.
Es doloroso que los serbios ortodoxos -que en su mayoría no son comunistas-
hayan respaldado a los comunistas. Como es sabido, la primera guerrilla en
Yugoslavia fue netamente serbia nacionalista al mando del general Mihailovic.
Por ser dirigida contra los croatas y otros opositores a la hegemonía de
Serbia, esos guerrilleros tuvieron que chocar no sólo con la mayor parte de la
población de la Yugoslavia actual sino también con los intereses de los Aliados
occidentales que les exigían luchar contra los invasores y no contra la
población no serbia[26].
Ocurrió, pues, que las masas serbias, abandonados Mihailovic y el gobierno
exiliado del rey Pedro por los Aliados, aceptaron sin grandes reticencias el
liderazgo comunista. Claro que los campesinos serbios lo aceptaron a desgano,
en contraste a los jóvenes intelectuales serbios, conquistados por la agitación
comunista. Aceptaron a los comunistas no sólo por ser los favoritos de Rusia,
protector tradicional de los pueblos eslavos ortodoxos en los Balcanes, sino y
en primer lugar por entender que únicamente los comunistas, con la ayuda
soviética, podían restaurar a Yugoslavia. Es verdad que tampoco los Aliados
occidentales, por motivos comprensibles, se declararon contra el
restablecimiento del Reino de Yugoslavia, pero se sabía que ellos, conforme a
los principios democráticos, no se opondrían después de la guerra a las demandas
de los croatas y otros pueblos oprimidos que invocaban el derecho de
autodeterminación, inclusive el derecho de secesión.
Gradualmente aceptó ese modo de pensar también la Iglesia ortodoxa serbia.
Entre las dos guerras mundiales estuvo estrechamente unida a la dinastía serbia
y apoyaba abiertamente la dictadura del rey Alejandro. En eso su actitud
concordaba con la tradición bizantina que, por mediación de Rusia, se reforzó y
actualizó. Esta opinión la comparte también Svetozar Pribicevic, destacado político
serbio, cuando asevera:
"El zarismo fue trasladado de las orillas del Neva (San Petersburgo) a
Belgrado, donde halló el clima propicio...; el zarismo se convirtió en la forma
de gobierno de Yugoslavia. Siguiendo el ejemplo de los zares rusos e imitándolos,
el rey Alejandro fue tan lejos que se consideraba jefe supremo de la Iglesia
ortodoxa serbia... El Patriarca Varnava apoya totalmente el poder ilimitado del
rey y considera herético a todo el que se alza contra la autocracia real... El
Sínodo de la Iglesia ortodoxa, encabezado por el patriarca, se convirtió hoy en
el órgano combativo del régimen dictatorial. Ello deriva del hecho de que la
iglesia llegó a ser la parte constitutiva del aparato administrativo
estatal"[27].
Es obvio que el patriarca serbio y sus obispos fueron durante la guerra
partidarios de la monarquía. El patriarca Gavrilo, sucesor del recién
mencionado Varnava, permaneció cierto tiempo en el exilio junto con los
políticos monárquicos serbios. Pero ya en 1946 volvió a Yugoslavia y su primera
aparición pública fue durante el Congreso Paneslavo, celebrado en Belgrado, con
el auspicio de la Unión Soviética que, por razones de propaganda política,
quiso dar a la última guerra el carácter de un conflicto entre los germanos y
los eslavos. Con dicho acto público el patriarca serbio reconoció los méritos
patrióticos de Stalin y de Tito. Su principal mérito a los ojos de los serbios
es la restauración de Yugoslavia, virtualmente bajo la hegemonía de Serbia. Ese
es el punto de partida de la convivencia política entre la Iglesia ortodoxa
serbia y el régimen comunista. El marxismo, como sistema de gobierno, fue
importado a Yugoslavia en su versión rusa. Como tal, e igual que la ortodoxia,
se halla en su propio terreno de la tradición cultural y política
bizantino-rusa. En cambio, la restauración de Yugoslavia bajo la égida
bolchevique significó para los adherentes a la Iglesia occidental la catástrofe
nacional y el peligro de que se les impongan ajenas formas culturales y
políticas.
En esta gran desgracia nacional, cuando todas las estructuras tradicionales
políticas y sociales fueron eliminadas, únicamente la Iglesia Católica, con sus
tradiciones hondamente arraigadas y sus vinculaciones internacionales
constituyó una fuerza visible de resistencia al comunismo, junto con los
campesinos, hondamente democráticos, que todavía siguen oponiéndose a la
colectivización y la desnacionalización. La opresión y la propaganda estatal se
volcaron contra la Iglesia Católica en Croacia, persiguiendo como primer objetivo
su separación de la Santa Sede.
Milovan Djilas, a la sazón presunto sucesor de Tito, admitió sin ambages en
una conversación con Mestrovic sobre el cardenal Stepinac, que el primer e
inmediato objetivo del régimen comunista era separar a los croatas católicos de
la Santa Sede.
"No nos habría molestado -dijo Djilas de Stepinac- su nacionalismo
croata y, de haber proclamado la Iglesia Croata, lo habríamos elevado hasta el cielo " [28].
Como ya dijimos, en Serbia había motivos político-psicológicos favorables
al comunismo. Los serbios sienten el restablecimiento de Yugoslavia como su
conquista nacional. Por ello, en la Serbia ortodoxa las condiciones de una
convivencia entre el Estado y la Iglesia, bajo el régimen comunista, resultaron
más tolerables que en la Croacia católica, que no se considera liberada"
sin víctima de la invasión extranjera además de una dictadura cruel. En Serbia,
por otra parte, pudieron aplicarse las formas de colaboración experimentada con
la Iglesia ortodoxa rusa, sobre todo durante "la guerra patriótica"
contra el Tercer Reich. Si bien la jerarquía ortodoxa servia es, en el fondo,
conservadora, nacionalista y monárquica, hubo infiltración comunista, incluso
antes de la guerra, entre el clero joven. Así durante la dictadura del rey Alejandro,
fue expulsada toda una clase de los seminaristas ortodoxos de Sarajevo por
adherir a la doctrina comunista. No es un caso fortuito que el ministro del
Interior en el primer gobierno de Tito fuera Vladimir Zecevic, sacerdote
ortodoxo. Destacados clérigos ortodoxos, afiliados a las "asociaciones
sacerdotales", abogaron, tan pronto terminó la guerra, por la inclusión
del clero en el Frente Popular de liberación (hoy la Liga socialista del pueblo
de Yugoslavia), una organización de masas, controlada por el Partido Comunista.
Pese a que los obispos ortodoxos se opusieron enérgicamente desde el
principio a esas organizaciones sacerdotales de carácter sindical, muy pronto
se les afilió la mayoría del clero ortodoxo. El régimen comunista los favorece
y a algunos sacerdotes se los condonaron o redujeron las condenas dictadas en
la época de la implacable persecución. Todos los afiliados, sin distingo
alguno, reciben favores de índole económica (pensiones, seguros, etc.). En
cambio, se hostiga a quienes se opusieron a semejante cooperación con los
comunistas. Luego los afiliados a los sindicatos sacerdotales reciben
subvenciones mensuales, pero como retribución este "clero popular"
debe ensalzar los méritos del partido comunista en la "liberación",
contribuir al "desarrollo socialista" del país, adoptar todas las
medidas conducentes a la llamada "separación de la Iglesia del
Estado", incluyendo la supresión de la enseñanza religiosa en las
escuelas, la prohibición de las escuelas religiosas, de las organizaciones religiosas
juveniles, culturales y educativas, etc. Por otra parte, deben interpretar y
explicar los casos de la persecución del clero y los fieles como legítima
represión de las influencias reaccionarias subsistentes en el seno de la
Iglesia.
Como acotamos, en Eslovenia se fundaron las primeras asociaciones del clero
católico. Aunque Eslovenia, que cuenta alrededor de 1.500.000 de habitantes, es
un país netamente católico con alto nivel de la cultura religiosa, y antes de
la invasión comunista contaba con vigorosas organizaciones religiosas y hasta
con un partido político mayoritario de inspiración católica, debido a su
peculiar proceso político una parte del pueblo acogió a los comunistas como
"libertadores". Eso es la consecuencia de la ubicación geográfica de
Eslovenia, que linda con Italia y Austria - después del Anschluss, Austria fue
parte del Tercer Reich- y estaba expuesta a presiones tan graves que muchos
eslovenos veían su salvación en la solidaridad eslava, concretamente en la
comunidad estatal yugoslava. En verdad, las esperanzas de los eslovenos de
poder defenderse de sus vecinos occidentales con la ayuda de Serbia, en caso de
una crisis internacional, resultó ilusoria en la última guerra mundial. El
ejército de la Yugoslavia monárquica, conducido exclusivamente por los serbios,
ni intentó siquiera defender las fronteras de Eslovenia. Capituló sin lucha;
Yugoslavia fue desmembrada, Italia y el Tercer Reich se repartieron a
Eslovenia, no reconociéndole la individualidad política y nacional. Además las
represalias nazistas y fascistas contra los eslovenos resultaron tan crueles,
que muchos eslovenos de orientación liberal igual que un grupo de católicos
progresistas, acogieron a fines de la guerra a los comunistas como
"libertadores". Mientras el obispo de Ljubljana, junto con destacados
clérigos y la mayor parte de la clase directiva, buscaron su salvación en el
exilio, el grupo progresista católico buscó la salida en la colaboración con
los comunistas que durante la guerra, por motivos tácticos, prometían
solemnemente respetar la voluntad de la mayoría y no imponer por la fuerzas el
régimen comunista.
Por todas esas razones empezó primero en Eslovenia la colaboración
organizada de pequeños grupos del clero católico con el régimen comunista. El
movimiento se inició con acres ataques en el "Boletín" de dicho grupo
contra la jerarquía eclesiástica y la misma Santa Sede. Por el decreto del 12
de abril de 1949 la Sagrada Congregación del Concilio condenó y prohibió ese
Boletín. Muy pronto se fundó otro vocero, Nova Pot (El nuevo camino),
que fue más cauto. No obstante, los obispos en su conferencia celebrada el
26/4/1950 tuvieron que decir non expedit. Una parte del clero interpretó esa
prohibición a su modo y la organización pudo continuar con su labor pese a la
oposición del episcopado. Cuando Belgrado en 1952 rompió relaciones
diplomáticas con el Vaticano, la mencionada revista de las asociaciones
sindicales sacerdotales transcribió la argumentación comunista, según la cual
únicamente se pueden normalizar las relaciones entre el Estado y la Iglesia sin
la intromisión de extranjeros, vale decir del Nuncio Apostólico y de la Santa
Sede.
A fines de 1949 el mismo dictador yugoslavo, Tito, se expresó en términos
similares en ocasión de recibir a un grupo del "clero nacional",
diciéndoles textualmente:
"Puesto que nosotros nos hemos separado de Moscú, ¿por qué no podríais
vosotros separarse de Roma?" [29].
La presión comunista tendiente a separar a los católicos croatas de la
Santa Sede no pudo dar los frutos deseados a causa de la íntima vinculación
entre la tradición nacional y religiosa. Tal relación no es deseable en
determinadas circunstancias ni desde el punto de vista eclesiástico, empero, en
el caso concreto, esta relación íntima hizo que los comunistas obtuviesen un
efecto contrario al perseguido y esperado en base a la experiencia con la
Iglesia ortodoxa en la Rusia soviética, donde en concordancia con la tradición
bizantina, la iglesia actúa en parte como instrumento del poder secular. El
resultado en la Croacia católica fue que la oposición nacional y eclesiástica
se completaban, lo que facilitó a los propagandistas comunistas sostener que
las medidas contra los obispos, el clero y los fieles eran de carácter político
y no antireligioso, que el comunismo combatía la reacción, los "remanentes
del fascismo" y no la influencia social de la religión, y persigue el
castigo de los colaboracionistas e impide las intrigas del "imperialismo
occidental", etc. Recurriendo a la hipocresía legal en el proceso a
Stepinac, firme defensor de los derechos de la Iglesia y símbolo de la lealtad
a al Santa Sede, su condena injusta fue motivada por razones políticas. En la
densa y confusa atmósfera de la posguerra, cuando muchos demócratas sinceros
vieron en los comunistas a "libertadores" de los pueblos de la Europa
Centro-oriental del nazismo, esta táctica logró, indudablemente, cierto
impacto.
Sin embargo, en Croacia -como dijimos- las persecuciones de la Iglesia con
imputaciones e incriminaciones de índole política, unieron aun más a la grey
católica con sus pastores. En Croacia no se registraron apostasías ni
movimientos en pro de una iglesia nacional. Recién varios años después se
procurará debilitar la disciplina eclesiástica mediante las "asociaciones
profesionales de los sacerdotes", fundadas, fomentadas y patrocinadas por
el régimen comunista.
LAS ASOCIACIONES PROFESIONALES DEL CLERO
Esta forma de colaboracionismo del clero con el régimen comunista, al
margen y contra la jerarquía eclesiástica, comenzó primero en Serbia entre el
clero ortodoxo, más tarde en Eslovenia y con gran demora en Croacia, donde
hasta la fecha no pudo adquirir impulso.
En la República Popular de Croacia se fundó la primera asociación sindical
del clero recién el 12 de noviembre de 1953. No obstante toda clase de
presiones, ese movimiento se revela muy débil. En algunas diócesis tales
asociaciones no cuentan con un solo socio. La única excepción se registró entre
el clero católico croata en la República Popular de Bosnia y Herzegovina, y tan
sólo en las zonas donde los católicos viven en la diáspora entre la mayoría
ortodoxa y musulmana. Mientras en las regiones católicas homogéneas el ambiente
social actúa en favor de la Iglesia y el pueblo juzga con desprecio a los
sacerdotes colaboracionistas, la situación en la diáspora es diferente. Por
ello, algunos sacerdotes, por lo demás muy respetables, sobre todo los
franciscanos, creen oportuno llegar a una especie de transacción con el régimen
comunista. Lo que suscita reacciones de repudio en las demás regiones
homogéneamente católicas croatas, en la diáspora se ve con otros ojos. Al
considerar con cautela, es tal vez posible que la gran mayoría de los fieles,
allí donde los católicos son la minoría, comprende la táctica de los
franciscanos. Hay precedentes de la época turca cuando los franciscanos,
durante siglos, fueron el único clero en Bosnia y gracias a su capacidad
contemporizadora lograron en un Estado no cristiano, el Imperio otomano, salvar
por lo menos algunas posiciones del catolicismo, que en circunstancias
favorables, a raíz de la ocupación austríaca de Bosnia en 1878, tuvo un rápido
progreso.
Ni el Episcopado Católico ni la Santa Sede aprobaron
la labor de las asociaciones sindicales sacerdotales. Por el contrario,
conforme a las instrucciones recibidas de Roma, el Episcopado Católico, en su
conferencia del 23-26 de septiembre de 1952 comunicó al clero esta resolución:
"No se permite crear asociaciones profesionales del clero ni participar
en ellas".
Esta prohibición fue censurada acremente en la prensa yugoslava. La
Nunciatura Apostólica en Belgrado, que comunicó a los obispos la posición del
Vaticano contraria a las asociaciones profesionales sacerdotales, fue acusada
de haberse entrometido en los asuntos internos de Yugoslavia. El 1 de noviembre
del mismo año, el gobierno de Belgrado dirigió una nota de protesta a la Santa
Sede (Nro. 414385/52). Cuando la Secretaría del Estado del Vaticano quiso
entregar su respuesta, contrariamente a los usos diplomáticos, el gobierno
yugoslavo rehusó recibirla. Luego dicha nota fue publicada in extenso en
L'Osservatore Romano del 14/1/1953. Mientras tanto proseguía la campaña
difamatoria contra la Santa Sede, que culminó con la ruptura de las relaciones
diplomáticas por parte del gobierno de Belgrado, so pretexto de que la
elevación de monseñor Stepinac a la dignidad cardenalicia implicaba un insulto
y el desafío a Yugoslavia por tratarse de un condenado por el régimen comunista
a 16 años de presidio.
En dicha nota de la Secretaría del Estado se constata, deplorándola, la
violenta persecución de la Iglesia en Yugoslavia. En cuanto a las asociaciones
de los sacerdotes se subraya que ellas son fundadas por las autoridades
comunistas, que por un lado ejercen presión y por el otro ofrecen privilegios,
de modo que con frecuencia agrupan a los socios infractores de la disciplina eclesiástica y pasibles de castigos canónicos.
Las autoridades estatales se inmiscuyen abiertamente en la actividad de tales
asociaciones, donde en forma pública y notoria se censura la labor de los
obispos y de la misma Iglesia. Por intermedio del "Frente de
Liberación" dichas sociedades, incluso formalmente, están ligadas al
partido comunista. Tal estado de cosas con razón preocupa a los obispos y a la
Santa Sede, por cuanto contradice los deberes ineludibles que unen al clero con
sus obispos por una parte y con la Santa Sede por la otra, en virtud de las
prescripciones del Código del Derecho Canónico.
Actualmente, mientras el gobierno de Belgrado anuncia la pronta
concertación de un modus vivendi con la Santa Sede, cobra cierta actualidad el
último párrafo de la supradicha nota que enumera taxativamente "los
derechos fundamentales de la Iglesia Católica, a los que la Santa Sede no puede
renunciar y cuyo desconocimiento haría infructuosas eventuales conversaciones
con el gobierno yugoslavo".
Por su parte, la Presidencia de las Conferencias Episcopales dirigió el
1/10/1953 al gobierno yugoslavo un extenso memorándum, alegando datos y hechos
conmovedores relativos a la persecución desatada contra el clero y los obispos
por parte de las autoridades yugoslavas, infringiendo con ello sus propias
leyes y hasta la constitución. Respecto de la tan criticada prohibición de las
asociaciones profesionales de los sacerdotes -se destaca en el memorándum- ella
fue resuelta unánimemente en la sesión plenaria del Episcopado Católico por
razones de orden moral y de disciplina eclesiástica, no pudiendo los obispos
revocarla[30].
En el memorial tan citado del Episcopado Católico del mes de septiembre de
1960, que trata de la posibilidad de normalizar las relaciones entre el Estado
y la Iglesia y se enumeran las dificultades que traban ese proceso, exprésase
en el punto 17 que una de las dificultades la constituyen precisamente las
asociaciones profesionales de los sacerdotes. Citamos su texto íntegro:
"Especialmente habría que acabar con toda la presión por parte de los
órganos estatales o locales en lo que respecta a la llamadas 'asociaciones
profesionales de los sacerdotes'. Eso, en cuanto a la disciplina sacerdotal, es
de exclusiva competencia eclesiástica, y en cuanto a los sacerdotes, como
ciudadanos, es cuestión de su convicción personal y libre"
[31].
Débese admitir que el movimiento de los "sacerdotes populares" en
Croacia nunca tomó formas de colaboración ideológica como su símil Pax en
Polonia. Tales sacerdotes en Croacia, especialmente en Bosnia, siempre recalcan
que en todo quieren atenerse a la doctrina de la Iglesia, que no se entrometen
en las cuestiones de la administración eclesiástica, que compete a los obispos
y que se ocupan sólo de los problemas profesionales de carácter asistencial y
les interesan buenas relaciones entre el Estado y la Iglesia.
PROBLEMA CRUCIAL DEL CONFLICTO DE LAS LEALTADES
Sin embargo, el problema de la lealtad a las autoridades establecidas, no
tan grave en un Estado nacional, en Yugoslavia es extremadamente delicado, pues
no sólo la doctrina social cristiana y la ideología del régimen comunista son
incompatibles, sino que en Croacia surge el penoso problema de la lealtad
patriótica. Siendo Yugoslavia un Estado que practica la discriminación
nacional, la gran mayoría de los católicos, es decir los croatas y eslovenos,
sienten que sus derechos nacionales están avasallados. Entre otras cosas, se
priva a Croacia del derecho nacional de autodeterminación, derecho hoy
reconocido universalmente. De allí el conflicto entre la lealtad hacia la
nacionalidad y el Estado.
La doctrina oficial del mismo partido comunista es que Yugoslavia es un
Estado plurinacional, formado en 1918 por medios coercitivos y sin el
consentimiento de los pueblos, especialmente el croata. Entre las dos guerras
los comunistas consideraron justificado el reclamo de los croatas por el
establecimiento de su Estado nacional independiente. Luego cambiaron de punto
de vista por razones de oportunismo político, es decir, cuando convenía a los
designios expansionistas soviéticos de extender el imperio soviético de
satélites hasta las orillas del Adriático. A tal efecto había que conquistar a
Croacia por conducto de Serbia, lo que fue posible únicamente con la
restauración de Yugoslavia, desintegrada en 1941. De ese modo surgió en los
comunistas croatas un conflicto entre su lealtad a su propio pueblo y la
lealtad a la Unión Soviética, a la clase obrera, representada, en su opinión,
por el partido comunista, cuando éste optó, por las razones apuntadas, a la
restauración de Yugoslavia, que hasta entonces, como es sabido, calificaban
como la "cárcel de pueblos". En efecto, los documentos comunistas
revelan que el Partido tuvo que combatir el descontento de los comunistas
croatas, oficialmente tildados de chovinistas, atacados y relegados, y algunos
liquidados. Andrija Hebrang, el comunista más destacado después de Tito, fue detenido
y asesinado sin juicio previo en una cárcel comunista, y ese hecho fue mucho
menos comentado en el extranjero que el caso posterior de Milovan Djilas.
El hecho de que los mismos comunistas croatas no aprobaban el despojo de
los derechos nacionales, comprueba que en la Croacia necesariamente se produjo
el choque entre la lealtad al pueblo por una parte ya a las autoridades
establecidas por la otra.
Ese problema reviste importancia capital cuando se trata de las relaciones
entre la Iglesia Católica y la Yugoslavia comunista, pues de cinco católicos,
cuatro son croatas. Ellos anhelan que Croacia se separe del conglomerado
estatal de Yugoslavia y como Estado independiente se integre a la comunidad de
las naciones europeas. Por supuesto que la Iglesia no niega que los católicos
tienen la obligación de obedecer a las autoridades establecidas. Lo admitió el
mismo arzobispo Stepinac ante el tribunal comunista. El Episcopado Católico, en
todas sus pastorales a los fieles, en sus notas y protestas enviadas a las
autoridades estatales, no omiten destacar que no faltaron a la lealtad debida a
las autoridades estatales. Por otro lado, no olvidan que la aspiración del
pueblo croata a la libertad e independencia nacional concuerda con el derecho
natural y que la Iglesia en ese sentido no puede oponerse a los derechos
evidentes de sus fieles, en cuanto integrantes de su pueblo subrayaron el
derecho de Croacia a la independencia poco antes de implantarse el gobierno
comunista. Lo hicieron en un importante documento, si bien sabían que corrían
serios peligros, en una pastoral a los feligreses del 24/3/1941
[32].
Aloysius Stepinac, acusado ante el tribunal comunista de esta y otras
enunciaciones formuladas con anterioridad al restablecimiento de Yugoslavia
comunista, sostuvo desde el banquillo de acusado que "el derecho del
pueblo croata a su libertad e independencia está de completo acuerdo con los
principios básicos enunciados por los Aliados en Yalta y en la Carta del
Atlántico y las enunciaciones de la Santa Sede" [33].
Al acusar a los obispos y a los fieles de Croacia por su voluntad de lograr
la libertad nacional, los comunistas cometen un acto de la hipocresía legal,
dado que ellos mismos sostienen oficialmente que en la supuesta federación
yugoslava, Croacia alcanzó no sólo los "logros del socialismo" sino
también las libertades nacionales, incluso el derecho de separación. En su
falsedad insisten además en su inaceptable interpretación específica de las
aspiraciones patrióticas del pueblo croata de modo que la situación de los
católicos se ve agravada en modo especial por el hecho de que los comunistas
identifican su régimen con la Nación y con la sociedad, en una palabra con la
patria y, por consiguiente, pretenden que es obligatoria su concepción peculiar
del patriotismo en general y de modo especial de los derechos de Croacia.
Consentir a las exigencias comunistas significaría para los católicos croatas
una ruptura con la tradición política y con la lucha por la democracia y la
independencia nacional.
Los patriotas croatas no pueden aceptar de ningún modo cómo se interpreta
oficialmente su historia nacional en nombre de una ficticia "fraternidad y
unidad" de los pueblos de Yugoslavia. El régimen censura especialmente,
mediante su constante propaganda y textos escolares, todos los lazos históricos
y culturales de Croacia con el mundo occidental del que forma parte desde hace
más de un milenio. Toda influencia occidental, incluso la religiosa, sería
antipatriótica. En cambio, los influjos del Oriente Europeo ortodoxo merecen gran
aprecio.
Como una interpretación curiosa del proceso social y político merece
destacarse el intento -durante el conflicto Stalin-Tito- de elaborar la
concepción sobre una variante peculiar balcánica de la civilización, igualmente
distanciada de los influjos culturales occidentales y de los bizantinos-rusos.
Ese intento se fundó en la glorificación gratuita de los bogomili (patarenos)
bosniacos, separados de la Iglesia católica.
EL SENTIDO DE LA COLABORACION CON LA IGLESIA PROPAGADA POR LOS COMUNISTAS
Por lo tanto, los empeños comunistas en condicionar sus relaciones con la
Iglesia a semejante colaboración del clero -según la cual la Iglesia se
convertiría en un instrumento coadyuvador de la imposición de ideas y formas
culturales ajenas y contrarias a la tradición croata y occidental, una especie
de genocidio espiritual- son totalmente inaceptables para los católicos
croatas. Por eso, tales tentativas hechas incluso por intermedio de las
"asociaciones profesionales sacerdotales" deben fracasar y, como vimos,
el pueblo repudió con desprecio a los "sacerdotes populares". Los
tolera en circunstancias excepcionales, en la diáspora, siempre con reservas
mentales, juzgando tal clase de colaboracionismo como un mal menor, la
condición de poder sobrevivir aguardando tiempos mejores.
Esta colaboración constreñida de la exigua parte del clero con el régimen
no merecería atención especial de no servir como ilustración de los métodos y
el sentido verdadero de la "convivencia" entre las autoridades
eclesiásticas y estatales que los comunistas quisieran vigorizar mediante modus
vivendi con la Santa Sede. A los efectos exclusivamente documentarios,
resumiremos a continuación el desarrollo de una asamblea anual de la
"Asociación de los sacerdotes católicos de Bosnia y Herzegovina",
según fue relatado en su vocero Dobri Pastir[34].
La asamblea se celebró en el "Hogar del ejército" comunista
yugoslavo en Sarajevo, aunque hay locales apropiados y disponibles de la
Iglesia. El local estaba adornado con las banderas estatales, con un gran
retrato del mariscal Tito y con un cartel que decía: "Todo por la religión
y la patria". El presidente de la asamblea agradeció en primer lugar la
atención del Ejército y terminó con la exclamación "ˇViva el Ejército
Popular Yugoslavo! "Viva su comandante supremo el
mariscal Tito!" Al dictador yugoslavo se le envió
un telegrama de salutación obligatoria, "reconociéndole y agradeciéndole
por su infatigable labor en pro de la paz... por sus esfuerzos por el bienestar
de nuestro Estado, la República Federal Popular de Yugoslavia. En ambas
acciones seremos siempre sus devotos y leales colaboradores".
El padre franciscano Ostojic, presidente de la asamblea, subrayó que el
problema más importante era "la colaboración con las autoridades
nacionales".
"En la solución de ese problema a muchos sacerdotes les molesta el
hecho de que nuestras autoridades estuviesen edificando el país y el orden
social sobre los principios del socialismo. Pero debemos tener presente que
precisamente está autoridad es la nuestra, la legítima". El deber de los
súbditos, particularmente del clero, es "promover y defender el prestigio
de nuestro Estado". Eso se espera especialmente de nosotros hoy, cuando en
la forma más insolente e hiriente se critica a nuestro país. Nos atacan los
exiliados, nos atacan los otros Estados por la estructura
"socialista". No cabe duda alguna de que nuestro deber consiste, por
ser sinceros patriotas, en comportarnos siempre y en toda ocasión en forma
constructiva respecto de nuestras autoridades y en salvaguardar el prestigio de
nuestros dirigentes..."
A dicha asamblea asistieron representantes del gobierno y de la Liga
Socialista del Pueblo Trabajador, que agrupa también a las asociaciones
sacerdotales.
El representante del gobierno subrayó en su extenso discurso la necesidad
de la colaboración entre el clero y las autoridades, destacando que por mérito
de la asociación "hay cada vez menos casos de que los sacerdotes utilicen
su vocación a los fines políticos en sentido negativo", pues "la
mayor parte de los sacerdotes, como hombres razonables, entendieron y se dieron
cuenta de los cambios operados en el país...". Luego se repite el ataque
al clero no afiliado y a los exiliados croatas, única oposición que puede
expresarse libremente contra el régimen comunista.
"Asimismo -dijo el delegado del gobierno en su discurso- tenemos que
constatar que algunos sacerdotes todavía no comprenden nuestros esfuerzos y no
aceptan esta política. No pueden reconciliarse con el estado de cosas actual,
existente en nuestra sociedad. Llevados por sus conceptos políticos, que
contrastan con los intereses del pueblo y el país entero, confieren a los
asuntos religiosos sentido político y tratan de presentar el panorama como si
la Iglesia sufriera persecuciones y la vida religiosa fuera imposible, con la
intención de explotar la adhesión de los fieles a su Iglesia a sus fines
políticos. Con su proceder y sus acciones quieren alimentar una campaña
inescrupulosa, y es comprensible y normal que nuestro Estado no quiere ni puede
tolerar injerencia ajena alguna en nuestros asuntos internos. Nuestro deseo es
que todos (subrayado en el original) los sacerdotes, sintiendo la grandeza
histórica de los esfuerzos que despliega nuestro pueblo trabajador, encaminados
a alcanzar una vida mejor, encuentren su lugar apropiado en nuestra
sociedad".
El representante gubernamental no trató de ocultar el hecho de que la
mayoría del clero no quiere afiliarse y de que muchos sacerdotes estaban
entonces encarcelados.
A la asamblea asistió también el delegado de la Federación de las
Asociaciones Sacerdotales de la Iglesia ortodoxa serbia. Este, conforme a la
concepción serbia de la unidad yugoslava, recalcó los "vínculos
fraternales entre Serbia y Bosnia", "la vigilante guardia de la
fraternidad y unidad de nuestros pueblos" y la necesidad de que "el
clero con su labor constructiva y su lealtad reafirme que nuestra Yugoslavia
socialista es de verdad la madre de todos nuestros pueblos y que con unanimidad
apoyamos a nuestros dirigentes estatales y al presidente de la República,
compañero Tito". Acotó que hablaba en nombre de 1700 sacerdotes ortodoxos,
miembros de la federación.
En el informe del secretario se pone de relieve que la asociación
sacerdotal en Bosnia y Herzegovina cuenta con 233 afiliados[35].
Durante el año renunciaron cinco socios. El mismo informe insiste en las
ventajas económicas que brindan los contactos con las autoridades estatales. No
debieron faltar ni las loas al régimen ni ataques a los refugiados, que
"están divididos, si bien sus métodos de lucha contra nuestro país son
idénticos a sus futuros deseos". Los comunistas, pues, interpretan las
diferencias partidarias e ideológicas de los exiliados como una prueba de su
decadencia, dado que ellos lo sacrifican todo a la famosa "unidad
monolítica" del partido.
Esos ataques de los franciscanos contra los exiliados, obtenidos por
extorsión, les convienen mucho a los comunistas, que se ensañan particularmente
contra los franciscanos exiliados de Herzegovina a los Estados Unidos, bien
organizados y excelentes pastores de las parroquias católicas de los
inmigrantes croatas, disponiendo además de periódicos en los que sistemática y
objetivamente critican al régimen comunista. Frente a esta actividad, los
representantes diplomáticos yugoslavos en EE.UU. impusieron como
director-redactor del órgano de la poderosa organización mutualista Hrvatska
Bratska Zajednica (La Comunidad fraternal croata) a un afiliado a las
"asociaciones profesionales sacerdotales" que sostiene la línea
colaboracionista con el régimen comunista.
Los comunistas saben que el pueblo no cree en la propaganda oficial contra
los exiliados y por eso presionan para que el secretario de la asociación
sacerdotal, también un franciscano, censurase la actividad de sus hermanos
franciscanos en el exilio, identificando, como lo hacen los comunistas, la
lucha de los exiliados contra el régimen totalitario y anticroata con la
"lucha contra nuestro país". ¿Cuál es "nuestro país"?,
¿Croacia o el conglomerado multinacional de Yugoslavia? Claro que este punto no
se puede tocar.
Que la actividad de los exiliados repercute favorablemente en el país, se
deduce de este párrafo del mencionado informe presentado por el secretario.
"No afirmamos, pero puede suceder que (la actividad de los exiliados)
confunda y desconcierte a uno que otro de nuestros afiliados, y por eso ciertas
cosas las interpreta y concibe mal. Claro, entonces adopta una actitud
equivocada en sus acciones".
Si los funcionarios de la asociación profesional sacerdotal impuesta y
fomentada por el régimen, deben admitir que entre los afiliados cunde "la
confusión y el desconcierto", es decir, oposición al régimen y a la falsa
fraternidad y unidad, żqué tendríamos que decir de la gran mayoría de sacerdotes
católicos croatas no afiliados, pese a tantas presiones?
Ya dijimos que hay diócesis en Croacia sin un solo afiliado a dicha asociación.
Un reflejo de esas confusiones y desconciertos y del deseo de permanecer
leales a la Iglesia y al pueblo, lo encontramos en las declaraciones de padres
franciscanos en la misma discusión. Dobri Pastir registra que el franciscano
Domagoj Simic, profesor de teología, trató de definir el concepto de "la
buena voluntad" en cuanto a la "relación entre las fuerzas religiosas
y arreligiosas en nuestra sociedad".
De su referencia, publicada parcialmente, se colige que la coexistencia
debe fundarse en la libertad y en el reconocimiento de los derechos humanos y
cívicos del adversario ideológico.
"Eso es lo que consideramos coexistencia y estamos dispuestos a
reconocerla a todo el mundo. Por supuesto queremos que ella nos sea reconocida
también. Con un reconocimiento total y concreto de los derechos quedaría
asegurada una coexistencia real. Pero estamos lejos de pensar que con ello
cesaría la lucha de las opiniones, o, si se quiere, llámesela lucha ideológica.
Estamos lejos de esa unidad espiritual en la que no habría pugna de opiniones;
tal unidad cuesta imaginarla entre los hombres. Siempre que hablamos de
colaboración, debe entenderse que hablamos de las necesidades y los problemas
de la vida práctica, nunca de la ideología, pues en ese terreno ninguno de los
dos piensa en colaborar, ni nadie lo espera de nosotros".
No pudo faltar la reacción a tan clara reserva en cuanto a la colaboración
ideológica. Uno de los funcionarios de la asociación, en vista de la presencia
de numerosos representantes comunistas, creyó oportuno subrayar "la
lealtad de los socios a las autoridades nacionales", agregando:
"Sobre las divergencias ideológicas se podría discutir largo y
tendido, pero no es esa la finalidad principal de la asociación. Mayor
iniciativa para el trabajo y el activismo más vigorosos le dará la acentuación
de los resultados prácticos de la colaboración que el análisis detallado de las
diferencias ideológicas, sobre todo en reuniones como ésta, donde debe
prevalecer una orientación práctica y no el desmenuzamiento de las divergencias
ideológicas".
Cuán difícil es la vida del clero en Bosnia se infiere de las palabras de
José Markusic, uno de los más viejos y prestigiosos franciscanos, entre los
primeros en colaborar con las autoridades comunistas. Como tal pudo expresarse
con más libertad en la discusión referida:
"Citaré -dijo- algunos ejemplos más graves de nuestras dificultades en
la vida práctica que llaman la atención y traban mucho el desenvolvimiento
dinámico de nuestras tareas". Primero se refirió a las dificultades
relativas a "la situación de nuestro clero ante la ley y la justicia
humana". Luego, comprobando el alza del nivel de vida en general, destacó
que tal alza "no beneficia al clero"... "Me permito decir que
nuestros monasterios y parroquias son pobres y, aún más, que de otra manera no
puede ser, dadas las disposiciones vigentes en cuanto a las colectas (alusión a
los controles e impuestos)"... "No se puede afirmar que los
sacerdotes descendieron al nivel de pordioseros, lo que no es cierto, pero es
verdad que no tienen nada que repartir ni pueden atender a sus huéspedes y
visitantes. Casi deben pedir limosna. Lo principal no es la comida, pero no
pueden refaccionar sus edificios, pagar a sus ayudantes, asegurar medios de
transporte ni adquirir libros imprescindibles para sus estudios específicos y
su instrucción. Me refiero a ese estado de cosas cuando digo que el clero es
pobre igual que los conventos, las parroquias y los párrocos. Si eso es justo y
decente, que siga así, pero no creo que sea beneficioso para nadie y en aspecto
alguno. A los sacerdotes se les recomienda la paciencia y eso es algo de su
vocación, y en efecto tienen mucha paciencia". El anciano franciscano
"hablando concretamente" -dícese en el informe- describe "el
grave destino y la difícil situación del convento franciscano en Guca Gora
cerca de Travnik... y luego enumeró los conventos y las casas parroquiales,
ocupados parcialmente por personas e instituciones ajenas". La vida
difícil del clero supone grandes trabas. "Sin la tranquilidad y la buena
disposición no hay trabajo normal.. y
eso debe generar una disposición penosa, no importa si es justificada o no, ya
que cuesta justificar en el fuero íntimo tantas cuitas y pesares".
Destacó también que valiosos documentos culturales e históricos, guardados
por los franciscanos a lo largo de los siglos, les fueron quitados y
transferidos a los museos estatales. En los folletos turísticos falta la
mención de importantes conventos franciscanos en contraste con la amplia
difusión de los monumentos ortodoxos y musulmanes. Se quejó de que mientras él
era provincial franciscano, las autoridades suspendieron el boletín de la
provincia, lo que, en su opinión, fue antilegal. Luego -como dijo- "por su
sentimentalidad" debe mencionar a los sacerdotes que todavía siguen
encarcelados.
"Si no se considerara que soy muy presumido -manifestó-, quisiera irme
hoy mismo y sacarlos. Eso parecerá una debilidad mía: aunque así fuera, es
justificada, comprensible y persigue buen propósito. Sé muy bien y lo reconozco
que de todo eso no habrá gran cosa; pero la verdad es que veáis en qué medida
me inquieta mi idealismo en ese aspecto y en muchos otros".
A continuación se leyó el informe sobre la participación de los novicios
franciscanos en los trabajos públicos "voluntarios", en la autopista
Zagreb- Belgrado. "En esta clase de trabajo se establecen vínculos
amistosos entre nuestros pueblos" y se "concreta la solidaridad de la
juventud de la República Yugoslava y los representantes de otros pueblos a
través de las brigadas internacionales". La resolución final subraya
"la necesidad de difundir la fraternidad y unidad entre nuestros pueblos"
y que los participantes de esa reunión están "inquebrantablemente unidos
en la salvaguardia de la integridad de nuestro país", es decir, en contra
de la independencia nacional de Croacia.
El gobierno de la República Popular de Bosnia y Herzegovina organizó una
recepción solemne en honor de los participantes en la asamblea de las
asociaciones sacerdotales.
Cómo los comunistas yugoslavos conciben la colaboración entre las
autoridades eclesiásticas y las estatales se desprende de la publicación mensual
Nova Danica, editada por la asociación profesional sacerdotal de la República
Socialista de Croacia desde hace cuatro años. Ese periódico está destinado a
las masas populares, igualmente que el almanaque popular Danica[36].
Esas publicaciones disponen de fondos y de instalaciones gráficas modernas
y son distribuidas gratis en el país y entre los numerosos inmigrantes en todos
los continentes. Deberían probar que hay libertad de prensa católica y lealtad
de los círculos eclesiásticos a los opresores comunistas. En forma ostentativa
se subraya su carácter religioso, pero se omite toda referencia a la doctrina
social cristiana opuesta al comunismo, y se destacan informaciones y artículos
referentes a la actividad del gobierno comunista, todo ello, claro, en tono
panegírico. Así en la misma página se publican las fotos del Santo Padre y de
los dirigentes comunistas.
Los fieles, empero, no se dejan engañar, pues saben que se trata de
publicaciones comunistas camufladas. Por su parte, las autoridades
eclesiásticas no ocultan que ésta no es la prensa católica. Así el quincenal
Glas Koncila (La voz del Concilio), editado por el arzobispo de Zagreb, en el
número del 9/2/1964 publica un fragmento de la carta del Vicario General de la
arquidiócesis de Zadar, calificándolo como "el único periódico religioso
nuestro", que en otros términos significa que Nova Danica no es el
periódico religioso, no obstante el hecho de editarlo la Asociación de los
sacerdotes católicos de la República Socialista de Croacia.
Según la información de la revista Novi Zivot[37]
algunos obispos "estimaron necesario prohibir a sus feligreses la lectura
de esas cosas". Los comunistas, según informa la misma revista, secuestran
y queman ediciones católicas como ocurrió con el libro del docto franciscano O.
J. Bakotin, que trata sobre la posición de la mujer en la sociedad cristiana.
En su tiempo se publicaba en Zagreb el modesto semanario religioso Sursum corda. Fue prohibido por publicar
sin comentario un fragmento del discurso del ministro Krstulovic, de contenido
antirreligioso. Su director, Dr. Francisco Grundler, fue condenado a seis meses
de prisión y al pago de una multa de 90.000 dinares.
UN DOCUMENTO SOBRE PREPOTENCIA COMUNISTA
En la sección Documentos del presente tomo publicamos la carta dirigida
el año pasado por Moma Markovic, miembro del gobierno yugoslavo, a la
Presidencia de las Conferencias Episcopales. Invocando los esfuerzos por
regularizar las relaciones entre la Iglesia y el Estado, el ministro comunista
exige de los obispos católicos que impidan la actividad anticomunista del clero
croata emigrado. Se trata de más de 200 sacerdotes, que a raíz de las matanzas
colectivas que incluyeron a varios centenares de sus hermanos, se salvaron
exiliándose junto con decenas de miles de sus fieles. En el exilio, los
sacerdotes croatas desplegaron una labor pastoral conforme a la Constitución
Apostólica Exul Familia. La mayor parte de ellos, especialmente en
varios países americanos, se incorporaron a las diócesis respectivas. Son
activos como pastores y como educadores. Los franciscanos croatas en la
Argentina y en los EE.UU. de América tienen sus propias "comisarias".
Hay entre ellos escritores de nota que colaboran en las publicaciones
extranjeras y croatas. Además, ya desde antes de la guerra, en distintos países
reside buen número del clero croata con fines pastorales, encargándose de
numerosos croatas emigrados por motivos económicos. Así disponen en el
extranjero de varios conventos, escuelas y parroquias, y aparte de las
organizaciones asistenciales para sus connacionales, cuentan con publicaciones
croatas de gran aceptación.
Se sobreentiende que el clero croata en un mundo libre no puede glorificar
al régimen comunista, que oprime a su patria y persigue a la Iglesia. El clero
croata exiliado tampoco se ocupa de política partidista de los exiliados, pero
es solidario con la inmigración política en su lucha por la liberación de
Croacia de la penetración serbia y soviética y por el restablecimiento del
Estado croata independiente y democrático.
Sin embargo, para el régimen dictatorial comunista no valen los criterios
vigentes en el mundo libre, sobre lo lícito y lo ilícito, patriótico y
antipatriótico, de modo que el gobierno de Belgrado considera, según consta en
dicha carta, "que contrasta con los principios éticos más
fundamentales" que los sacerdotes exiliados simpaticen con los esfuerzos
tendientes a lograr la libertad nacional y democrática de Croacia. Eso para los
comunistas es labor antidemocrática, extremismo peligroso y traición a la patria.
Por eso en la carta se tilda de criminales a los sacerdotes exiliados más
destacados, entre ellos a los directores de voceros netamente religiosos.
M. Markovic, ministro de la dictadura de Tito, jefe de la "Comisión
religiosa", no ignora que el clero exiliado está fuera de la jurisdicción
de los obispos, hecho que comenta en su carta. No obstante, exige que ellos
traten de que las autoridades eclesiásticas de otros países tomen represalias
contra los sacerdotes croatas refugiados, sencillamente por oponerse al
comunismo y a la opresión nacional y apoyar la democracia y el derecho de
Croacia a la autodeterminación nacional. Más aun, este portavoz de la dictadura
comunista pide que se elogie a los "paladines yugoslavos de la paz",
por supuesto de una paz sin justicia y libertad, apelando a los círculos
democráticos progresistas y hasta a los llamados del papa Juan XXIII en pro de
la paz. El gobierno de Belgrado, pasa por alto el llamado del mismo Papa en
favor de los refugiados, quien en su encíclica Pacem in Terris, expresa, entre
otras cosas:
"... consideramos con profunda aflicción los casos de prófugos
políticos, cuya multitud innumerable manifiesta que los gobernantes de algunas
naciones restringen demasiado los límites de una justa libertad, dentro de los
cuales es posible a los ciudadanos vivir una vida digna de hombres... Por ese
motivo, aprovechamos la presente oportunidad para aprobar y elogiar
públicamente todas las iniciativas de solidaridad humana o de cristiana
caridad, enderezadas a aliviar los sufrimientos de quienes se ven forzados a
emigrar de sus países".
En cuanto a las supuestas actividades criminales que los comunistas imputan
a los más destacados y meritorios sacerdotes croatas exiliados -algunos de
ellos nombrados en la nota de Markovic-, cabría repetir la protesta del
Episcopado católico enviada a Tito el 25/9/1952, a raíz del encarcelamiento,
las persecuciones y las condenas de obispos y sacerdotes acusados de presuntos
crímenes. El Episcopado, reunido en Conferencia Episcopal en Zagreb, comprobó
entonces que se hallaban encarcelados tres obispos y más de 200 sacerdotes.
"żNo es extraño, por cierto, que el clero, que en todos los países
civilizados no entra en contacto con el código penal, se torne en nuestro país
tan incorregiblemente criminal?" [38].
La carta del gobierno yugoslavo sobre el clero en el exilio ilustra
suficientemente cómo Belgrado concibe la cooperación entre las autoridades
eclesiásticas y estatales. En su opinión, la Iglesia Católica debería ponerse
al servicio político del régimen, en contra de sus fieles. Por las pequeñas
concesiones del régimen, que no deja de proclamar abiertamente que su objetivo
final es la liquidación de la religión y en tal sentido dirige sus esfuerzos,
la Iglesia Católica debería convertirse en copartícipe de la opresión política
y nacional de sus fieles. De ese modo los comunistas quisieran que los obispos
se conviertan en extranjeros en su patria, en enemigos de su pueblo y de su
grey.
DISCRIMINACION CONTRA LA IGLESIA CATOLICA
Otro documento muy ilustrativo de los conceptos de la dictadura comunista
yugoslava sobre la relación Iglesia-Estado es el libro de R. Vidic, La
situación de la Iglesia en Yugoslavia, de carácter polémico. Fue editado en
Belgrado como publicación oficiosa (sin la indicación del año en su original)
con fines propagandísticos, en varios idiomas, inclusive en castellano[39].
Las representaciones diplomáticas yugoslavas, incluso en las repúblicas
sudamericanas, distribuyen e imponen ese libro, probablemente con el propósito
de atenuar la penosa impresión de demostraciones católicas con motivo del viaje
del dictador Tito, realizado el año pasado.
El libro merece un breve comentario por nuestra parte y tal vez algo más
por parte de las autoridades eclesiásticas de la América latina, debido a los
asertos falsos, insultantes e insolentes respecto de la Iglesia Católica y por
sus calumnias contra la Santa Sede.
Aquí señalaremos únicamente, para comprender mejor la relación de la
Yugoslavia comunista con la Iglesia Católica, que en dicho libro se arroja luz
favorable y se elogia la oposición de la Iglesia ortodoxa serbia a la
ratificación del concordato de 1937. Esa resistencia, exteriorizada en forma de
campaña calumniosa y fanática, había adquirido carácter de escándalo internacional.
Culminó en las demostraciones callejeras de Belgrado, encabezadas por los
arciprestes ortodoxos y con la excomunión de los diputados de religión ortodoxa
que votaron en el parlamento por el concordato. El gobierno de Milan
Stojadinovic tuvo que revocarlo y prometer solemnemente que el concordato no
sería ratificado. El resultado fue que el concordato, firmado en Roma el
25/7/1935, y que aseguraba, por lo menos en su faz formal, la igualdad de los
ortodoxos y los católicos, nunca tuvo vigencia[40].
Ahora los comunistas esgrimen los argumentos y los criterios de los chovinistas
serbios, según los cuales Yugoslavia es, de hecho, la Serbia engrandecida y la
Iglesia ortodoxa debe gozar de posición privilegiada. Los esfuerzos de la
Iglesia Católica por lograr la igualdad religiosa se tildan también, en esta
publicación comunista, de clericalismo romano, que amenaza los intereses de
Serbia, en un país donde todo era serbio: la dinastía, la jefatura militar, la
diplomacia, la capital y los más altos funcionarios de la administración
estatal durante el gobierno monárquico autocrático que los mismos comunistas
calificaron como una "dictadura militar fascista". Modificando, como
es su costumbre, los hechos históricos según la conveniencia momentánea, los
comunistas tratan de argumentar hoy que las aspiraciones católicas fueron
excesivas y que la oposición de los croatas católicos a la falaz y forzada
unidad nacional yugoslava no es más que el resultado de las intrigas de las
tenebrosas fuerzas extranjeras, y en primerísimo lugar del Vaticano al servicio
de los enemigos de Yugoslavia.
Cuán falaz es semejante interpretación se deduce de los numerosos
documentos sobre la llamada crisis del concordato.
En primer término, cuadra exponer la actitud de la Iglesia ortodoxa serbia,
expresada en un memorándum del Sínodo episcopal: "La Iglesia ortodoxa
serbia -exprésase- debe conservar su posición de iglesia de Estado como sucede
en otros Estados ortodoxos vecinos, Grecia, Bulgaria y Rumania"[41].
Durante la crisis del concordato, el oficioso Le Temps (París,
25/7/1937) con razón resumió la situación en estos términos: "Ese
concordato debe cambiar muchas cosas que en Yugoslavia ponían a la Iglesia
Católica en posición de inferioridad frente a otras religiones".
El diario anticlerical de Praga Narodna Politika, que siempre abogó
por la amistad con los serbios, escribió, durante la crisis del concordato,
sobre el comportamiento de la Iglesia ortodoxa serbia: "Esta Iglesia
olvida que el concordato con Roma es una necesidad de Estado. Si la alta
jerarquía de la Iglesia serbia no puede comprenderlo, entonces es evidente que
no desea ni la unidad de Yugoslavia ni la reconciliación con los católicos
croatas".
Se puede comprender la aversión comunista hacia el concordato que tuvo que
asegurar los derechos de la Iglesia Católica, pero es sintomático que al mismo
tiempo se considera normal que la Iglesia ortodoxa serbia, mientras rechaza el
concordato, goza de los privilegios de Iglesia de Estado. Eso prueba, pues, que
en Yugoslavia comunista no hubo ningún cambio en cuanto a la discriminación
religiosa y nacional en perjuicio de los católicos y los croatas.
Recalcamos que no negamos los sufrimientos de la Iglesia ortodoxa bajo el
régimen comunista, pero a pesar de todo en la Yugoslavia comunista, para
conservar el carácter de Serbia engrandecida, en las cuestiones de las
relaciones Iglesia-Estado se mide con doble medida. Sucede ello por motivos
nacionales (la posición privilegiada de Serbia en detrimento de Croacia) y por
la concepción tradicional serbia sobre el derecho del poder político de
interferir en la vida de la Iglesia que debe ser instrumento político de la
Nación. La Iglesia ortodoxa serbia acepta ese concepto. Por eso los
totalitarios comunistas, serbios en su gran mayoría, aborrecen más la jerarquía
católica que la ortodoxa.
Les molesta sobremanera, igual que a los gobernantes de la Yugoslavia
monárquica, el hecho de que el jefe supremo de la Iglesia Católica reside en el
extranjero y que los católicos croatas, a través de la Santa Sede, se vinculan
con todo el Occidente y pueden contar con la solidaridad de la Iglesia
universal.
Los dirigentes comunistas yugoslavos, igual que sus predecesores
monárquicos, interpretan la aspiración de la Iglesia Católica de gobernarse en
forma libre y soberana sin las intromisiones estatales, como algo oculto y
tenebroso.
Antes, en Belgrado se decía que el Vaticano servía al fascismo italiano (en
el libro citado precedentemente, el papa Pío XI es presentado como exponente
del fascismo), y después de la guerra, bajo el régimen comunista, se afirma que
el Vaticano es exponente del imperialismo occidental y de la indeterminada
"reacción internacional", que conspiraría contra el gran pacifista,
el mariscal Tito, quien se sostiene con ayuda en dólares y quien, como es
notorio, llegó al poder derramando ríos de sangre y consumando masacres
masivas.
Volviendo a la exigencia del gobierno comunista yugoslavo de que el
episcopado católico actúe como instrumento del régimen en los países del mundo
libre contra los católicos croatas exiliados, la comprenderemos mejor si
tenemos presente que la Unión Soviética y Yugoslavia lograron de los
representantes de la Iglesia ortodoxa respectiva ciertos favores en el terreno
de la propaganda internacional y respecto del control de los ortodoxos
emigrados y exiliados, radicados en los países libres. El caso ruso es conocido
de sobra y excede el marco de nuestro estudio. Por eso, nos referiremos en
pocas palabras a la evolución de las relaciones en el seno de la Iglesia serbia
nacional en los Estados Unidos. Hasta hace poco allí actuaba la eparquía
norteamericana-canadiense, cuyo jefe era el obispo Dionizije. Este cooperó cada
día más con los exiliados políticos serbios, criticando el régimen comunista.
Ultimamente, el Sínodo eclesiástico de Belgrado investigó su caso, lo suspendió
y por fin lo destituyó. Su eparquía, que abarcaba los EE.UU. y Canadá, fue
dividida en tres partes y los tres nuevos obispos designados son personas
gratas a las autoridades estatales yugoslavas.
CONCLUSION: ARDUO CAMINO HACIA UN EVENTUAL "MODUS VIVENDI"
En conclusión, huelga subrayar que todo lo dicho es un reflejo pálido e
incompleto de la triste realidad que agobia al conglomerado yugoslavo, donde se
enfrentan no sólo el cristianismo y el comunismo ateo, sino conceptos
diferentes en cuanto a las relaciones Iglesia-Estado. Los dirigentes yugoslavos
se oponen a la Iglesia Católica no sólo como adversarios de toda religión que
debe desaparecer, sino también porque ella en Croacia es el símbolo del mundo
libre y occidental, ajeno y antagónico al mundo en que fue concebido y adoptado
el comunismo, la forma totalitaria, variante rusa, del marxismo.
Los comunistas yugoslavos primero intentaron quebrar la oposición de la
Iglesia con métodos terroristas. Cuando se percataron de que por ese camino no
alcanzarían la meta propuesta, y cuando durante el conflicto Moscú- Belgrado
les era imprescindible la ayuda económica occidental, especialmente de los
EE.UU., entonces adoptaron la nueva táctica de la hipocresía legal, invocando
los principios de la coexistencia pacífica. Belgrado desde hace años anuncia la
posibilidad de un modus vivendi, aunque restringido, con la Santa Sede. Empero,
lo que consiguió el gobierno de Janos Kadar, cómplice de la implacable
represión soviética de la heroica revolución húngara, no lo consiguió el
dictador Tito.
Resulta que la estructura interna del Estado yugoslavo, multinacional y
heterogéneo en lo cultural y lo religioso, es un obstáculo insuperable a
cualquier normalización de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, pese a
todas las frases grandilocuentes que presentan al régimen de Tito como el
adalid de la coexistencia pacífica. Debido a esa estructura interna del
conglomerado yugoslavo, había fracasado el intento de convenir un acuerdo con
el Vaticano en circunstancias mucho más favorables de la preguerra. En el
Vaticano lo saben muy bien y nunca permitirán que el clero católico se
convierta en instrumento de la política comunista, contraria a los sentimientos
cristianos y patrióticos de la mayoría de sus fieles. El recién fallecido
arzobispo de Ljubljana Vovk -que los comunistas rociaron con nafta y le
prendieron fuego-, dijo de esas aspiraciones y tácticas cambiantes comunistas:
"Antes seguían el principio: 'Golpee al pastor y las ovejas se
dispersarán', y ahora se atienen al lema: 'Abraza al pastor y las ovejas le
huirán'".
Lo que el régimen comunista yugoslavo, en su prepotencia e hipocresía,
exige verdaderamente de la Iglesia Católica no es su estricta neutralidad
política, sino todo lo contrario. Pretende politizarla reduciéndola a un
elemento más de su propaganda totalitaria, desprestigiándola y aislándola
moralmente. No es difícil imaginar el alcance del escándalo y amargura en toda
Croacia en los casos come el de aquel vítor de un sacerdote católico al
ejército yugoslavo y su comandante, que impuso un régimen de terror y
desencadenó masacres de muchos miles de los patriotas después del armisticio,
así como en el ya citado caso de las enunciaciones partidarias del mismo
sacerdote contra los exilados en el mundo libre. La sensación del escándalo
pudo ser mitigada únicamente por la humana comprensión de los fieles, que
conociendo la triste verdad, sabían que la actitud de dicho sacerdote no era
sincera, sin moralmente extorsionada.
Apreciando con serenidad y sumamente agradecidos por el inmenso apoyo
moral, que la Santa Sede dio a la Iglesia martirizada de Croacia y, en el mismo
tiempo, a la causa justa de la Nación croata honrando en las circunstancias más
tristes de su historia milenaria con la sacra púrpura al entonces encarcelado y
calumniado santo y digno pastor, Monseñor Stepinac, todos los croata -con raras
excepciones a causa de equivocadas interpretaciones- son convencidos de que en
el Vaticano conocen el verdadero sentido de nuestra lucha por la libertad de la
Iglesia y de la Patria; dos luchas convergentes. Por eso, los católicos croatas
excluyen de antemano que la Santa Sede, tan perspicaz y de larga visión en sus
actitudes, pudiera transigir con los abiertos enemigos de Dios en detrimento de
la resistencia de una nación oprimida, en emergencia sumamente grave, que no
sería olvidada por los siglos. Y mucho menos en el momento en que el régimen
comunista yugoslavo está mendigando los acuerdos, que en su tiempo rechazaba
con arrogancia a pesar de que Monseñor Stepinac reiteradamente indicaba el
camino a los perseguidores comunistas de la Iglesia de negociar con la Santa
Sede.
La conclusión de un modus vivendi, tal cual lo concibe la jerarquía
católica, significaría una gran victoria moral de la Iglesia perseguida, la
victoria del espíritu sobre la fuerza. Una tregua, aunque corta, permitiría
restañar graves heridas y recuperar en parte las pérdidas sufridas durante la
persecución no disimulada de la Iglesia. En cambio, los comunistas quieren
conseguir efectos políticos sin hacer concesiones. Desean llegar a algún
convenio con la Santa Sede para poder exhibir ante el mundo libre que su
régimen respeta los derechos fundamentales del hombre y en el plano interno
convencer a sus víctimas de que el régimen es tan fuerte que ante él se doblegó
la potente organización mundial de la Iglesia Católica. Además, quisieran hacer
de la Iglesia y del clero en el mundo libre el instrumento de su política o por
lo menos obstaculizar su oposición.
Los comunistas yugoslavos no lo lograrán, porque la jerarquía católica
conoce muy bien sus intenciones y métodos. Aquí está el quid del problema y el
motivo de los sucesivos aplazamientos del acuerdo anunciado ya en 1960. Modus
vivendi, si llega a ser convenido, nunca será un instrumento de la opresión
comunista.
Consideramos que sería pertinente que por lo menos los periódicos católicos
en el mundo libre se abstengan de difundir noticias optimistas sobre la
presunta libertad de la Iglesia en la Yugoslavia comunista, lo que permitiría
la esperanza en un pronto acuerdo entre la Santa Sede y el régimen comunista[42].
Tal apreciación de la situación no responde a la verdad, confunde y
desconcierta a los católicos perseguidos y facilita desde ya al régimen
comunista ciertos impactos propagandísticos, prescindiendo del resultado final
de las negociaciones y del funcionamiento de eventuales estipulaciones.
Buenos Aires.
Angel Belic: Dr.
Vladko Macek
El 15 de mayo
último (1964) falleció en Washington, EE.UU., el Dr. Vladko Macek, de 85 años
de edad, presidente del Partido Campesino Croata, presidente honorario de la
Unión Internacional de los Partidos Campesinos, ex vicepresidente del gobierno
yugoslavo en el momento del ataque germano contra Yugoslavia.
Cuesta mucho ser demócrata convencido
y pacifista a carta cabal, y como tal Macek trató de concretar sus principios
democráticos en un ambiente autocrático y antidemocrático. Desde su juventud y
hasta el destierro, siendo ya viejo, Macek actuó siempre dentro de un medio en
que, contra los opresores, tuvo que luchar por sus convicciones democráticas y
por el derecho a la libertad del pueblo croata. Siendo estudiante, experimentó
la dictadura del ban (virrey) el conde Khuen-Hedervary, y, como hombre maduro,
vivió la dictadura del rey Alejandro en Yugoslavia. Con todos los regímenes de
fuerza en Yugoslavia Macek pudo colaborar, si hubiera querido, pues su
cooperación hubiera sido bienvenida, pero él la rechazaba terminantemente.
Graves consecuencias le acarreó esta rectitud, pues casi permanentemente estuvo
perseguido y encarcelado, mas todos esos sinsabores los soportaba con la
resignación gandhiana, persuadido de que a la postre prevalecerá su justa
causa. La libertad nacional y política, la justicia social y el orden
democrático son ideales tan altos y nobles que sólo por sus valores éticos
habrán de vencer las concepciones totalitarias.
La lucha por el logro de esos
propósitos se caracteriza en la historia de casi todos los pueblos por
revoluciones y luchas sangrientas y largas. Los adalides de semejantes ideas
consideraron que no deben escatimarse sacrificios, aunque exigen víctimas
humanas, para alcanzar los fines trazados. El doctor Macek opinaba de forma
diferente. Él también fue un luchador que quiso concretar su idea y en este
sentido trabajó y organizó su partido durante toda su vida. Pero fue pacifista
que aborrecía las revoluciones y el derramamiento de sangre, procurando lograr
su propósito por medios pacíficos. Por eso es preciso juzgar a través de ese
lente pacifista todas sus decisiones, incluso actitudes políticas que a primera
vista suscitan una crítica espontánea.
Vladko Macek nació en 1879 en
Jastrebarsko, Croacia. Estudió derecho en Zagreb y luego actuó de juez y
abogado. Desde muy joven se interesó por los problemas de los campesinos que,
apenas unos treinta años antes se habían emancipado de la dominación feudal y
en esa época vivían en adversa situación económica. Ya como estudiante adhirió
con todo su fervor juvenil al movimiento campesino que estaba organizando
Esteban Radic y que con el tiempo se convertiría en el partido más poderoso de
Croacia.
El programa de dicho partido perseguía
en lo social el progreso económico y cultural del campesino. En lo político
tuvo dos objetivos: uno en el orden de la política interior, o sea que los
campesinos, que en aquellos tiempos representaban el 80% del pueblo croata,
tengan en el parlamento (Sabor) el número proporcional de representantes, lo
que no era el caso entonces, pues no regía el derecho de sufragio universal, y
el otro, en el plano de la política exterior, es decir que en las relaciones de
Croacia con Austria-Hungría los milenarios derechos constitucionales del reino
croata estén íntegramente respetados. Eso en la concepción de Radic significaba
que la monarquía dual de Austria-Hungría debería reestructurarse en forma
confederal. Tal confederación de los pueblos danubianos no pudo concretarse
debido a las balas serbias en el atentado de Sarajevo, motivo inmediato de la
primera guerra mundial, que terminó con la desintegración de la monarquía
austro-húngara en sus partes constitutivas.
En 1918, en el Sudeste europeo se
forman Estados nuevos. Entre ellos, por primera vez en la historia respectiva,
se unen los croatas y los serbios, dos pueblos vecinos con formaciones
espirituales antagónicas. El Partido Campesino Croata Republicano, consciente
de representar la mayoría abrumadora del pueblo croata, e interpretando su
voluntad, se opuso a la unión con el Reino de Serbia, pues comprendió que
semejante unión no sería una comunidad de dos socios iguales, sino la
dominación serbia sobre los demás pueblos integrantes del nuevo Reino de los
Serbios, Croatas y Eslovenos. En consecuencia, ya en 1919, el Partido Campesino
Republicano Croata, ejerciendo su mandato democrático, recibido del pueblo,
informa a la conferencia de paz en París que el pueblo croata, mediante el
referéndum, realizado en forma escrita, se ha declarado contrario a la creación
de un Estado común con los serbios e invoca el derecho de autodeterminación,
traducido en la constitución de la república croata, campesina y neutral.
Todavía no habían sido concluidos los tratados de paz, los nuevos Estados no
existían formalmente, y la conferencia de paz en París podría sin más tomar en
consideración el deseo del pueblo croata. La carga principal en la organización
del plebiscito recayó sobre el Dr. Macek, pues la policía serbia había detenido
a Radic, presidente del Partido. DE ese modo, Macek fue el primero en firmar el
memorándum, dirigido a la conferencia de paz en París. Pocos días después fue
detenido y así, él también empieza su trayectoria política en Yugoslavia como
preso político. Macek ni después jamás esquivó persecuciones y cárceles, hecho
éste característico para todos los políticos croatas en Yugoslavia: cada
declaración o acto en favor de las fundamentales libertades democráticas,
siempre tuvo por epílogo la cárcel si no la muerte violenta.
Desde la creación de Yugoslavia y
hasta 1928, o sea durante un decenio, Macek participa como vicepresidente en la
organización del partido, conducido hasta entonces por Radic, hasta que cayó
acribillado en el parlamento de Belgrado. Del asesinato de Esteban Radic no el
sólo responsable el diputado nacional serbio que lo perpetró, sino todos los
nacionalistas serbios, representados por el rey Alejandro y sus colaboradores
más allegados. Según lo escribió entonces el político serbio Gavrilovic en el
principal diario de Belgrado, el asesinato de Esteban Radic tenía que demostrar
que el Estado yugoslavo era más fuerte que Radic.
El bloque de diputados del Partido
Campesino Croata elige, muerto Radic, al Dr. Macek como presidente. Desde
entonces y hasta su reciente muerte, Macek fue líder de la democracia croata.
La situación en Yugoslavia tras la
muerte de Radic era extremadamente tensa. Por un lado se sentían embarazados
los círculos dirigentes serbios, conscientes de la magnitud del crimen
cometido, del que eran responsables; conscientes de que el asesinato del líder
croata produjo el efecto contrario. Pensaban que, asesinado el pastor, se
dispersaría el rebaño. En cambio, el pueblo croata borra todas las diferencias
partidarias y estrecha sus filas dentro del partido del presidente asesinado.
Parecía imposible que no se produjera
una guerra croata-serbia. Y ahora se da la paradoja psicológica que perdura
desde agosto de 1928, es decir desde la muerte de Esteban Radic, hasta enero de
1929, cuando el rey Alejandro implantó su dictadura. Dicho período de cinco mesas
es decisivo para la existencia ulterior de Yugoslavia, esto es para la
situación catastrófica del pueblo croata en la década siguiente. El gobierno
serbio teme no poder controlar la situacion, pues se percata del furor popular
contra el terrorismo, practicado en las partes no serbias de Yugoslavia. Los
serbios esperan a cada momento el levantamiento de los croatas y de otros
pueblos y minorías oprimidos. En efecto, tal era el estado de ánimo en todas
las capas del pueblo croata. Hacía falta sólo una chispa para que estallase la
revolución. Por supuesto, nunca se puede anticipar el resultado de una
revolución. El Dr. Macek que había asumido la dirección partidaria y, por ende,
la de todo el pueblo croata, tampoco sabe si la revolución croata sería exitosa
o terminaría con un inútil derramamiento de sangre, del que él sería
responsable. Macek se debate en un hondo conflicto moral. Por un lado siente el
pulso del pueblo que exige imperativamente la libertad y la desintegración del
Estado yugoslavo, su cárcel nacional, y por el otro le abruma la gran
responsabilidad del líder que debe tomar una decisión de tal magnitud.
Prevalece la tradición de su maestro Esteban Radic, que indicaba que nunca
había que abandonar la lucha, pero que había que recurrir únicamente a los
medios pacíficos. Macek opta contra la revolución. Citemos sus palabras:
"Hice todo lo que estaba a mi alcance para impedir la revolución que
estaba a punto de estallar no sólo en Zagreb, sino a lo largo y lo ancho de
Croacia. Lo hice no sólo por respetar el deseo de Radic y mis anhelos
pacifistas, sino también porque hubiera sido una gran locura permitir que la
lucha política fuera trasladada al terreno donde nosotros necesariamente nos
hallaríamos más débiles". Como, pues, los serbios temían la revolución de
los croatas, Macek temía al militarismo serbio y a sus fuerzas armadas.
Los serbios sacaron el mejor partido de esa situación. Al ver que la lucha croata no pasaba al terreno del levantamiento armado -para convencerse de ello les bastó el período de cinco meses- el rey Alejandro implanta el 6 de enero de 1929 su dictadura personal. Suprime no sólo todas las libertades, los partidos y las organizaciones políticas, sino que prohíbe también el uso de la bandera croata y del nombre croata. Ocurrió lo contrario de lo que esperaban Macek y otros políticos de oposición. En lugar de cesar la hegemonía serbia y de ceder el terror, éste adquiere dimensiones indescriptibles. De acuerdo a los datos estadísticos, en Croacia se cometía un asesinato político promedio por semana, con lo que se quería demostrar la eficacia del poder estatal, ejercido por los serbios. Mas Macek no es fácil de torcer. Al frente de la nación croata desafía al dictador y clandestinamente organiza la resistencia a la tiranía serbia. Repetidas veces fue detenido, condenado y luego liberado. En ese momento Thomas Mann y Albert Einstein levantan su voz en defensa de la libertad del pueblo croata. La dictadura de Alejandro dura hasta su violenta muerte en Marsella a manos de nacionalistas macedonios y croatas, mientras Macek estuvo encarcelado.
Pero la dictadura no cesa; pasa de las manos de Alejandro a las de sus sucesores políticos. A fin de que en el exterior se tenga la impresión de que Yugoslavia evoluciona hacia el sistema democrático, el nuevo gobierno, encabezado por Jeftic, el colaborador más íntimo del rey muerto, anuncia comicios para mayo de 1935. De la democracia y la libertad de expresión ni hablar. El voto es público y los comicios se celebran según la tradición de la dictadura de Alejandro, de modo que todos los que voten contra el gobierno corren el riesgo de ser perseguidos, lo que particularmente afecta a los empleados públicos. Pese a la victoria formal del oficialismo gracias a los votos serbios, en Croacia la gran mayoría vota contra la dictadura. En el plano moral las elecciones significaron una victoria para Macek. Con todo, la dictadura no cede en su opresión. Tampoco cede Macek, convencido, ahora más que nunca, de que su lucha tesonera y pacífico dará buenos frutos.
Vivimos en los años de la ascensión de las potencias del Eje. Yugoslavia, hasta entonces aliada de Francia y miembro de la Pequeña Entente, se percata de que con ritmo acelerado cambia la relación de fuerzas en Europa y sin escrúpulo moral alguno se adapta a la nueva situación.
El nuevo hombre es Milan Stojadinovic quien, si bien integrante del grupo social de los políticos serbios, ligados muy íntimamente a Francia mientras era todopoderosa, con facilidad pasa a la línea del Eje. Traba estrecha amistad con el conde Ciano y trata de organizar un movimiento fascista. Pero Stojadinovic también quiso dejar la impresión de que no obraba como dictador, como usurpador, sino que ejercía el poder por voluntad del pueblo. Por eso anuncia los comicios parlamentarios para diciembre de 1938.
Todo el pueblo croata sostiene
firmemente al Dr. Macek, creyendo que lo llevará al camino de la libertad. La
contienda electoral lleva el sello de la lucha entre el nuevo jefe fascista
serbio, Stojadinovic, y el veterano líder democrático croata, Vladko Macek. El
voto es público y todavía se vive el clima de la dictadura oficialista. El
gobierno gana, pero su victoria es exigua y nadie duda de que la victoria estuvo realmente del lado de la oposición, que triunfó en
Croacia con el 80% de los votos.
En ese tiempo nubes amenazantes se
ciernen sobre Europa y pocos creen que se podrá evitar una nueva conflagración.
Los serbios, como pueblo dominante en Yugoslavia, saben muy bien que el Estado
se desintegraría automáticamente en caso de un ataque del exterior; saben que
los demás pueblos y minorías nacionales no defenderían a Yugoslavia, que no
consideran su patria, sino su campo de concentración. El príncipe Pablo,
regente y primo del asesinado rey Alejandro, asume personalmente la conducción
de la acción tendiente a llegar a una avenencia y satisfacer al menos en parte
los postulados políticos croatas. El Dr. Macek negocia en nombre de Croacia.
Después de varios meses de arduas negociaciones, en agosto de 1939, sólo pocos
días antes de estallar la segunda guerra mundial, Croacia consigue una
autonomía restringida en un territorio amputado. No importan las causas que
indujeron a los serbios a ceder, para el Dr. Macek fue de importancia capital
el hecho de que la cuestión croata se movió del punto muerto.
Se siente contento, pues ve en ese
acto el éxito de su filosofía democrática, humanitaria y pacifista. Desde
luego, esa filosofía contrastaba agudamente con los cambios violentos que se
estaban operando en ese momento en Europa, a punto de que muchos de sus
simpatizantes reclamaban mayor activismo. Pero Macek es inflexible. Pase
cualquier cosa, con tal de evitar el derramamiento de sangre.
Teniendo presente ese pacifismo que
siempre caracterizó al Dr. Macek, se puede comprender su consentimiento
ulterior a que Yugoslavia adhiriera al Pacto Tripartito. Durante su vida
pública probó en innúmeras ocasiones ser un auténtico demócrata y, en el plano
exterior, partidario de las democracias occidentales. Sin embargo, las situaciones
geográficas y políticas no pueden cambiarse porque sí y la relación con
Alemania en ese momento puede manifestarse sólo en dos formas: conservándose el
status de un país neutral, u hostil, terminando como Polonia o Francia. No
olvidemos que en ese entonces, marzo de 1941, Alemania se halla en el apogeo de
su poder; toda la Europa continental se halla sometida; con la Unión Soviética
rige el pacto de no agresión, y los EE.UU. están todavía fuera del conflicto.
Y ahora, cuando se trata de derramar
la sangre, el Dr. Macek piensa que es mejor asumir compromisos que la
responsabilidad por los sucesos cuyo desenlace es una incógnita. Esperaba
ardientemente que de ese modo su pueblo se salvaría de
la guerra. Pero un grupo de oficiales serbios da un golpe de Estado sólo dos
días después de la adhesión de Yugoslavia al Pacto Tripartito, derrocan al
gobierno y a la regencia del príncipe Pablo.
Hasta hoy, en la literatura política,
que es abundante y de variadas interpretaciones, no está aclarado del todo el
verdadero propósito de ese "putsch". Cada interpretación responde a
las concepciones e intereses de sus autores. Con hechos comprobados, que admite
también Macek, pueden tomarse dos tesis: la primera, los golpistas pertenecían
al grupo de los nacionalistas serbios que estimaban que el gobierno y el
príncipe Pablo fueron demasiado lejos al otorgar a los croatas una autonomía
limitada, que los croatas a su vez consideraron insuficiente, y por eso exigían
sus cabezas. Otra interpretación es que en el plano de la política exterior los
golpistas se oponían a la colaboración con las potencias del Eje. Tal vez,
ellos pensaban así mientras estaban en la oposición, pero desde el momento de
subir al poder vieron con claridad que una cosa era desear y otra poder.
Constataron la absoluta falta de preparación del ejército yugoslavo y su
destrucción inevitable y fulminante en caso de guerra con Alemania. Al mismo
tiempo se percataron de que con el pueblo croata no podía procederse más con la
fuerza bruta como lo hizo el dictador Alejandro. Ahora, pues, hicieron lo mismo
por lo que derribaron al gobierno anterior: Nincic, flamante ministro de
relaciones exteriores, informa a Berlín que su gobierno reconoce sin reserva
alguna el Pacto Tripartito y los golpistas comunican a Macek que reconocen la
autonomía croata.
Piden la colaboración de Macek y le
ruegan reasumir la vicepresidencia del gobierno. Macek, aunque muy disgustado
con el "putsch", accede a integrar el gobierno golpista con el
propósito de salvar la paz y su pueblo de las calamidades de la guerra. Pero ya
era demasiado tarde. De los documentos de la cancillería alemana, publicados
por el State Department en Washington, en 1962, cabe concluir que Hitler tomó
el golpe de Belgrado como una ofensa personal y quería vengarse. Hitler durante
años bregó por la colaboración germano-yugoslava y estaba satisfecho con los
gobiernos yugoslavos, que, es verdad, figuraron dentro del bloque de vencedores
de Versalles, pero, de hecho, cooperaron muy intensamente en el intercambio
comercial con el Tercer Reich. No es ningún secreto que la Luftwaffe (las
fuerzas aéreas alemanas) fue construida con el aluminio yugoslavo. Por eso
Hitler no buscaba destruir a Yugoslavia, pues de ella lograba lo que quería.
El 6 de abril de 1941 los alemanes
bombardearon Belgrado. No hubo resistencia organizada alguna. El rey, el
gobierno y los generales huyen hacia el sur del país para llegar a Grecia y de
allí a Inglaterra. Macek no huye y de la Belgrado bombardeada retorna a Zagreb.
El pueblo croata, dada oportunidad tan propicia, se levanta desarmando a las
guarniciones militares serbias destacadas en toda Croacia, y los
revolucionarios croatas proclamaban el 10 de abril la independencia de Croacia.
Macek, firmemente convencido de que la victoria sería de las democracias
occidentales, considera errónea la táctica que podría interpretarse como
vinculación con las potencias del Eje y rechaza colaborar con el recién
constituido gobierno croata.
Permanece en Croacia hasta finalizar
la guerra, siempre en oposición al gobierno encabezado por el Dr. Ante Pavelic.
Pocos días antes de terminar la guerra, cuando las tropas comunistas ocupan
Zagreb y nuevamente imponen al pueblo croata la unión yugoslava bajo la
supremacía serbia dentro del régimen comunista, Macek, hasta entonces en
internación, abandona su patria y se asila en los Estados Unidos.
En 1957 Macek publicó en Nueva York su
autobiografía, In the Struggle for Freedom (En la lucha por la
libertad). Dicho libro es de importancia capital para los que quieren interiorizarse
de la problemática croata-serbia, porque su autor sintió en propia carne todos
los sinsabores de la trágica convivencia yugoslava[43].
La semblanza de Macek puede
sintetizarse así:
En lo moral era un hombre de absoluta
integridad, insobornable y dispuesto a defender sus principios con la propia
vida. Lo prueban sus muchos años pasados en cárceles.
En lo social y lo
económico, toda su vida se esforzó por mejorar las condiciones del campesinado
croata, lo que no debe tomarse como la lucha de clases, ya que según el ideario
del Partido Campesino Croata, los campesinos en Croacia no son una clase social
sino una mayoría tan grande que se los puede identificar con el pueblo. Por lo
tanto, trabajar en favor de los campesinos equivale trabajar en favor de la nación
entera. El campesino croata es a la vez propietario y trabajador de la tierra
en que vive con su familia.
En lo religioso, Macek era cristiano
que profesaba su fe y sus convicciones religiosas en forma pública.
En lo cultural, Macek era un promotor
entusiasta del estudio y el fomento de la cultura croata autóctona, que exhibe
obras maravillosas en la literatura popular, en la música folklórica y en las
artes decorativas.
En lo político, Macek era en primer
lugar un demócrata a secas, que creyó profundamente en el principio de que
únicamente la voluntad popular es decisiva para el enfoque correcto de los
fundamentales lineamientos políticos. Por ello Macek merece el crédito de haber
suscrito y enviado en 1919 a la conferencia de paz en París el memorándum en
que constaba que el Partido Campesino Republicano Croata había realizado el
plebiscito mediante el cual el pueblo croata se declaró en mayoría abrumadora
contrario a la unión con el Reino de Serbia y reclamaba su república campesina,
independiente y neutral. No obstante ello, por decisión de las potencias
vencedoras, fue creado el Estado yugoslavo y tal modo no democrático de su
creación es su pecado original, jamás redimido. La voluntad del pueblo croata,
expresada a raíz de la creación de Yugoslavia, nunca cambió, pues en todas las
elecciones posteriores, celebradas bajo distintos gobiernos de los políticos
serbios, el pueblo croata permaneció unido y unánime en su pedido de que se le
aplique el principio de autodeterminación.
Macek, como político que obtuvo la
confianza del pueblo para la conducción de su política, sabía exactamente lo
que quería su pueblo. Al mismo tiempo sabía que existía el poder estatal
yugoslavo, que dentro del país disponía del aparato policial y militar y en el
exterior contaba con el apoyo y el reconocimiento diplomático de las grandes
potencias. Dirigir la política es un arte para lograr el fin propuesto con los
medios de que se dispone. Macek creyó que los medios que estaban a su
disposición eran la perseverancia y la tenaz resistencia, aunque la lucha
durase muchos años. Accedió a firmar al avenencia con
el regente príncipe Pablo sobre una autonomía parcial de Croacia. Pero éstas no
fueron sus posiciones definitivas, sino hechos dictados por las necesidades de
aquella época. Se le reprochaba la falta de activismo y dinamismo. Pero Macek
no creyó que con el empleo de la fuerza se podría solucionar los problemas. Lo
de escoger entre el activismo revolucionario y el pacifismo humanitario es un
problema de la conciencia, de la apreciación moral y política.
Buenos Aires
Bogdan Radica: John
F. Kennedy
Primero, la noticia sobre el asesinato
estremeció tétricamente a todo su país. Por doquier, en cada rincón de este
vasto país (EE.UU. de América, N. de la R.), hombres, mujeres y niños
quedaron paralizados, derramando lágrimas como nunca antes; los creyentes en
Dios se congregaron en los templos más próximos, los otros lloraban en todos
los lugares de ciudades grandes y pequeñas; en las aulas, alumnos y profesores
se sumieron en hondo silencio, los obreros cesaron de trabajar; por las anchas
rutas se detuvieron los coches. Los blancos y los negros por igual compungidos
de dolor al enterarse del asesinato de uno de los mejores entre ellos.
Luego llegaban noticias de todas
partes del mundo dando cuenta de sentimientos parecidos. No sólo su nación
quedó parada, sino que se detuvo todo el orbe; no hubo país ni región, ni aldea
por más remota, donde la gente no se sintió conmovida igual que sus
connacionales. A todos les pareció que la misma tierra se había detenido. En
los lamentos provenientes de las zonas alejadas, hubo, acaso, un dolor más
hondo que los que provenían de los lugares más próximos. De golpe se reunieron
en Washington los representantes de todo el mundo: los había de todos los
colores y de todas las opiniones políticas. Dallas desapareció de la superficie
como una imagen fea y siniestra; y Washington de sopetón cobró un brillo y
esplendor insólitos. Mas el mundo seguía aturdido, sorprendido y petrificado.
La inmensa tristeza de esa soledad embargaba también a su esposa, madre de sus
hijos. Daba pena mirarla cómo, altiva y castigada por el implacable destino,
lleva de la mano a sus dos hijos tras el féretro del esposo y padre.
Por primera vez desde que vivo en este
país, donde un destino extraño me trajo como a tantos otros, experimenté que
incluso los norteamericanos pueden vivir el sentimiento trágico de la vida. Los
norteamericanos no creen en la muerte, la repudian, prefieren encubrirla con el
velo del presto olvido. En su constante esfuerzo por racionalizarlo todo,
también racionalizaron la muerte, en forma tan rápida y ligera, como queriendo
no verla para que la vida parezca siempre hermosa e interesante. Esta vez, en
la muerte supina, irreflexiva e inesperada de este hombre joven y por añadidura
su presidente, no pudieron eludirla ni ante ella sustraerse al sentimiento
trágico de la vida. Aunque ese sentimiento duró poco, fue tan sincero y vivido
que nos infundió nueva esperanza en el progreso de esta nación siempre joven e
inquieta.
El presidente Kennedy era
relativamente joven, por cierto joven como presidente del país, donde ese
sillón suelen ocuparlo hombres entrados en años. Ese hecho se explica por haber
llegado en la Unión el tiempo del cambio de generaciones. Kennedy tenía
conciencia de ello cuando en una ocasión recalcó que una nueva generación
estaba encargada de la conducción del país y de imprimirle un nuevo rumbo. En
efecto, él había dado un nuevo rumbo a su política. Rodeado de gente joven y
nueva, Kennedy introdujo no sólo un lenguaje nuevo, un ritmo nuevo, un estilo
nuevo, sino un enfoque revolucionario en la consideración de los problemas
internos y externos de su nación. Lo que le hizo descollar en Europa, en
América latina y en todas partes del mundo, más que en su propio país, fu
precisamente éste su lenguaje nuevo y su peculiar estilo, diríamos,
intelectual. No era un político norteamericano del montón, que recurre a las
frases remanidas, baratas y triviales de una retórica parlamentaria francamente
anticuada. Aunque no provenía de la alta clase norteamericana, y, si bien hijo
de un embajador y educado en Harvard, en el plano social no pertenecía a la
alta clase bostoniana, pues era un descendiente de pobres inmigrantes
irlandeses, tocados por la buena suerte en este país de la dicha y el
bienestar. Era un caballero en su conducta y acciones. Su familia no escapó a
los rudos golpes del destino: toda una serie de tragedias y desgracias, entre
ellas la pérdida del hermano mayor y de una hermana. Todo eso dejó en él, como
su tragedia personal en el encuentro con la muerte, hondas huellas. Empero,
todos esos infortunios afirmaron en él la propensión a la valentía. El
enfrentamiento con la vida fue la faceta que más le interesó en las vidas de
algunos célebres norteamericanos. Cuando aparecía sin abrigo ni sombrero,
mientras llovía o nevaba, era deleitable verlo como si no temiese inclemencias
climáticas. Sus encuentros con los periodistas en la conferencia de prensa
significaban siempre un suceso político e intelectual, igual que sus solemnes
discursos, que pronunciaba con tanta convicción y con un acento tan peculiar
que parecían tan espontáneos, como si nadie sino él los hubiese escrito.
A diferencia del norteamericano
corriente, Kennedy poseía más sentido de la historia que cualquier otro
presidente, salvo Roosevelt. Ocurre en la vida política norteamericana que un
hombre, por más corriente que sea, al ocupar la Casa Blanca, crece gradual y
rápidamente para poder estar a la altura y la importancia del cargo
presidencial. De Kennedy se podría decir que, dada su íntima concepción del
sentido de la historia y del papel que Norteamérica debería desempeñar en este
momento histórico, sabía lo que le esperaba, cómo debía actuar y cómo
comportarse en la lectura de su primer discurso. Ocurrió que en aquel discurso
inaugural todo el país, todo el mundo sintió que después de dos decenios un
hombre nuevo había llegado a la Casa Blanca.
Su enfoque de los problemas mundiales
y norteamericanos era revolucionario. Dentro del país abordó en primer lugar la
solución de la cuestión racial, iniciando de ese modo una de las revoluciones
que desde los tiempos de la guerra civil no había encontrado solución. Mientras
las demás administraciones afrontaron ese problema con frases altisonantes,
Kennedy lo abordó en su totalidad, esforzándose por resolverlo. Enfrentarse con
prejuicios es lo más difícil, sobre todo en los regímenes democráticos donde
rigen leyes no siempre fáciles de interpretar. Querer resolver los problemas
donde chocan las soberanías estaduales con la del gobierno federal no es tarea
fácil, particularmente en momentos en que el mundo arde en revolución
sangrienta. Ese hombre joven evidenció gran sentido en una situación capaz de
arrojar al país, como en la época de Lincoln, a la guerra civil, la peor de
todas las guerras. Debe reconocerse que contó con el apoyo de los dirigentes
negros, quienes, por su intermedio, recobraron la confianza en la ley de la
evolución de la democracia norteamericana. Por eso tuvo razón aquella viejecita
negra que allí en el Sur exclamó: "Se dice que fue amigo de nosotros, los
negros; ˇél era amigo de todos los hombres!".
Sin embargo, muchos no se lo perdonaron, especialmente los sureños. żFue consecuencia de ello el tiro mortífero? Cuesta
afirmarlo. En este país libre, donde se conoce cada detalle, aún no se puede
decir por qué el presunto asesino mató a John F. Kennedy. Un escritor
norteamericano dijo con razón: "Estos son días en que ser norteamericano
no es precisamente para enorgullecerse".
Él se enfrentó con el mundo de las
altas finanzas ("big business"), que nunca le perdonaría el haberle
reprochado no tener sentimientos por los pobres. La riqueza de los Kennedy no
es comparable, ni por la cantidad ni por la calidad, a la de los Rockefeller.
Cuando el joven Kennedy, durante esos años turbulentos e interesantes para
vivirlos en Estados Unidos, notó un día que ese mundo de altos negocios se
mostró implacable con su padre que por sus propios méritos había creado gran
fortuna, ese big business se lo tomó a mal. Pero Kennedy tenía sentido
histórico; pertenecía a una Norteamérica nueva que por fin empezó a comprender
que el dinero y la riqueza no deben ser el objetivo último, sino mero medio
para alcanzar un fin más sublime y noble en la tierra: la fraternidad e
igualdad entre los hombres, la supresión de las diferencias raciales y de
clase, sobre todo del abismo entre la riqueza y la pobreza, con el propósito de
instaurar la justicia que los Estados Unidos se impuso, desde sus orígenes, como
su misión principal en la historia.
Todo eso importaba intentos audaces,
malogrados incluso en los países que sangran por las revoluciones. No los
concretaron ni socialistas ni comunistas europeos, ni hay perspectiva seria de
que los concretarían. El camino, elegido por Kennedy, para realizarlos dentro
de la libertad fue, desde luego, el más arduo.
Para alcanzar el fin propuesto, se
necesitaba la paz. Kennedy tuvo en ese sentido varios fracasos. El primero fue
su encuentro con Khrushchev en Viena, del que no salió victorioso, pero le
sirvio para conocer a su rival principal. Después, la fracasada tentativa de
liberar a Cuba con los expatriados cubanos. Allí mostró mucha indecisión,
vacilación y el hamletiano ser o no ser, al no ir hasta el final. Entre
la opinión de los realistas y los abstractos pensadores políticos, optó por la
de los últimos. Más tarde corrigió perfectamente ambos yerros: primero, enseñó
a Khrushchev cómo había que comportarse en los problemas, donde no había
compromiso alguno. Así obligó a Khrushchev a retirarse de Cuba, acarreándole un
ruidoso fiasco, sin arrastrar a su país ni al mundo a la guerra. Aquí queda
abierto el interrogante. żPor qué no fue hasta el
final? Dicen que pensaba resolver ese problema gradualmente, más tarde, en vísperas
de las elecciones o después. Sea como fuere, aquí también abrió un nuevo
capítulo que, aunque semiterminado, en torso, evidencia que Kennedy
había inaugurado el curso de una nueva política exterior que, en última línea,
hubiera dado al mundo un rumbo más claro y, tal vez, creado la era de la
libertad en todo el mundo. La descomposición de la vida interna en Rusia y en
todos los países comunistas de la Europa sudoriental, anuncian tal evolución.
La estrategia de Kennedy, que frente al comunismo daba la supremacía a las
ideas y los valores espirituales y no a la fuerza, empezó a perfilarse más
eficaz que la practicada por Occidente hasta entonces. Parece que Kennedy
consiguió advertir y hasta enseñar a los rusos cómo deberían proceder en sus
relaciones con la América del Norte, es decir hasta qué punto América puede ir
en sus concesiones y capitulaciones ante la estrategia comunista mundial. En la
cuestión de Cuba y de la interferencia soviética en los asuntos
latinoamericanos se mostró dispuesto a ir a la guerra y de esa manera obligó a
la Unión Soviética a la retirada. Esa actitud y ese maniobrar le valieron la
estima de amigos y enemigos. Moscú advirtió que en él tenía un rival serio que
sabe racionalizar la situación y tomar decisiones pertinentes. Los comunistas
sintieron por primera vez que ahora deberían
habérselas, no con un político burgués cualquiera, sino con un hombre que
comprende el significado de la revolución contemporánea en el mundo.
Kennedy poseía no sólo un agudo sentido de la historia sino también de ideología: dos elementos muy raros en el hombre político anglosajón, y particularmente norteamericano. La fuerza de los Estados Unidos reside en su firme estabilidad económica, en el poderío material orgánico que la creó. Su fuerza estriba, hasta cierto punto, en la ignorancia y el desinterés total por la ideología lo que a su vez hace a su debilidad. Kennedy y sus colaboradores se percataron del valor de la ideología e hicieron grandes esfuerzos por comprenderla y armarse contra ella. En ese sentido, encontraron la incomprensión por parte de los suyos y de sus aliados, pero a la postre habrían ganado. Tanto más cuanto que les favorecía la honda crisis interna en la Unión Soviética y los países comunistas, y el hecho de que Moscú ya no controlaba el mundo comunista. Es difícil decir hasta qué punto estaban persuadidos de la necesidad de liberar del comunismo al sudeste europeo. La administración de Kennedy dejó de hablar de la liberación del comunismo, mas si hubiera recurrido al lenguaje de los gobiernos anteriores, sería lo mismo. En cierto sentido es mejor no haber empleado ese lenguaje cuando sabía que no le quedaba otra vía que actuar en etapas. En todo caso, el mérito de Kennedy consistió en haber actuado de modo de obligar a Rusia a retirarse de Europa.
En ese terreno, lo más grave era el
conflicto de Kennedy con De Gaulle, un conflicto tan innecesario para
Washington y para Europa occidental, que seguirá ahondándose en momentos en que
la unidad de Europa es imprescindible para todos los pueblos oprimidos, y
cuando el mundo comunista se debate en su peor crisis. Sólo cabe conjeturar que
Kennedy acaso hubiese eludido semejante desviación y discrepancias en Occidente
y entre los occidentales.
Todos esos hechos que marcan la
personalidad de Kennedy y la hacen tan notable en la historia contemporánea del
mundo, caracterizaron sólo el comienzo de su gestión. No han podido dibujarse
ni completarse en tres años, pues hacía falta ocho años para revelarse en todo
su poder y colocar a los Estados Unidos sobre nuevos cimientos. Así quedaron
fragmentarios y cuesta predecir si habrá alguien capaz de llevar a buen término
lo que comenzó Kennedy.
Es forzoso confiar en que el nuevo
presidente L. B. Johnson tratará de dar término a buena parte de las innovaciones
revolucionarias de Kennedy, aunque es obvio que no procederá tal y como obraba
Kennedy.
Lo que caracterizaba a ese hombre
joven era su sentido, hondo y refinado, de la cultura y las cosas
intelectuales. Muchos incluso afirman que en ciertas instituciones y organismos
administrativos los intelectuales se mostraron más eficaces que los llamados
hombres de negocios (businessmen). Kennedy elevó al rango
correspondiente a los intelectuales, pintores, actores, escritores; en una
palabra, a los artistas, antes no sólo relegados sino despreciados. Bajo
Eisenhower primaba exclusivamente el hombre de negocios, cuanto más agresivo y
vulgar, tanto más popular. En la era de Kennedy, se considero como distinción
tener en su mesa a los profesores, no sólo en la Casa Blanca, sino en toda la
sociedad de Washington. Norteamérica se liberaba del amaneramiento burgués
provinciano y la estima por lo intelectual y por la cultura superó la
mediocridad de la vida pequeño burguesa. De ahí que
Europa comprendía mejor ese estilo, por ser el modo y estilo más apreciados en
Europa. Por fin, se robustecía la convicción de que también en los países
democráticos las élites intelectuales tenían que dirigir la política.
En todo eso Kennedy evocaba el
recuerdo de Lorenzo el Magnífico, de quien decía Guicciardini que trataba con
todas sus fuerzas de asegurarle la paz a Florencia, enseñando a sus enemigos
cómo tenían que comportarse, con el fin de asegurarle el progreso espiritual,
cultural y económico. Kennedy precisamente sentía así que los Estados Unidos se
hallaban al comienzo de su renacimiento material y espiritual y que se
necesitaba la paz para poder transformar paulatinamente su enorme potencial
cuantitativo en cualitativo. Kennedy comprendió que la fuerza de una
civilización consiste en su calidad, y no en su cantidad; estaba en buen camino
para realizar esa síntesis. por eso, resulta hoy tan
penosa su ausencia y nos da la sensación del vacío. Kennedy comprendió que una
civilización industrial no puede vivir y desarrollarse sin fraguar al mismo
tiempo por su humanismo. La sociedad industrial sin la democracia se convierte
gradualmente en un totalitarismo opresor. La democracia sin el humanismo
despoja a la civilización industrial de su médula. La democracia
norteamericana, que se desarrolla a través de la revolución industrial, con
Kennedy estaba en vías de realizar su humanismo, capaz de brindar nuevas
posibilidades al Occidente. El mundo mercantil y tecnócrata no puede guiar a la
humanidad en la búsqueda de la dicha únicamente con la industria y la
democracia. Debe hacerlo mediante el humanismo, renovador por dentro y por
fuera. Kennedy estaba a punto no sólo de intuir todo eso, sino de indicar a sus
compatriotas cómo elevarse al nivel de la nación, rectora del mundo. Queda el
interrogante de si habrá quienes sigan este camino y quienes, en efecto,
abrirán "la nueva frontera" que Kennedy anunció a su país y a la
Humanidad.
Si no se consigue por ese camino,
entonces la figura de Kennedy se parecerá a la estrella que una sola vez
resplandece en el cielo para luego desaparecer y volver a la oscuridad. Por eso
importa que su nación lo comprenda para poder continuar y llevar a buen término
la política que él inauguró, abriendo de ese modo la "nueva frontera"
que la humanidad oprimida espera y anhela desde hace años.
Nada en el proceso del mundo se pierde
y cabe creer que también la herencia de Kennedy será realizada. Eso debería
incumbir a la nueva generación que él introdujo en el escenario histórico y le
allanó un camino tan hondo. Todos los indicios concuerdan en que esa generación
comprendió el legado y que está dispuesta a continuar la obra de John F.
Kennedy, es decir a terminarla.
Farleigh Dickinson Universiy, New Jersey.
O tempora, o mores
In memoriam J. F. Kennedy
Willelmus
Meinzl, Academiae Willelmi Raymond
Ac
velut in somnis, oculos ubi languida pressit,
Nocte
quies, nequiquam avidos extendere cursus,
Velle videmur et in mediis
conatibus aegri,
Succidimus
no lingua valet, no corpora notae,
Sufficiunt vires, nec vox aut
verba sequuntur.
/Vergilius, Aen.
XII/
Infelicem et miserum me esse teneo, occasione mortis, viri
sapientissimi atque, exoptatissimi, ducis excellentissimi et doctissimi,
praesidis prudentissimi Joannis Kennedy, magnum dolorem nostrum ac maximam
maestitiam in hac die exprimere.
"Crudelis
ubique luctus, ubique pavor,
et
plurima mortis imago"
/Vergilius, Aen./
Quae est caqusa tristitiae nostrae?
"Unde
iste fletus? Unde in has lacrimae genas?
Invictus olim voltus et
numquam malis lacrimas
Suis
praebere consuetus, iam flere didicit".
/Seneca, Hercules/
Gravissimae interim res acciderunt. Dux
amantissimus, praeses Civitatum Feoderalium Americae Septemtrionalis, vir summo
ingenio, imperatoriaque forma, civis vero optimus, qui prudentiam et audatiam,
cum fide, integritate, temperantia et honestate iunxit, a. d. X. Kalen,
Decembrr. a. D. 1963, in Dallas - Texas, interfectus est.
"O
miserum et infelicem illum diem, quam cito ella omnia ex laetitia
et voluptate ad luctum et lacrimas reciderunt"
/Cicero, Pro Sula, 31/
Patria nostra pulcherima, fiorentissima,
potentissima, optimun virum perdidit. Erat eloquentia copiosus et exuberans,
poteratque quidquid vellet apertissime et lucidissime exprimere. Quadraquinta
sex natus in optimo robore aetatis obiit. Clarissimo genere ortus, semper
divitiis abundavit. Adulescens militari fortitudine atque audacia in bello
multos superavit. In rebus gerendis proptissimus de futuris callidissime
conjiciebat, de instantibus verissime iudicabat. Eum nemo anteiret virtutibus.
Humanitate et doctrina praestaret omnes. Certam pacem magis quam speratam victoriam seu bellum
malebat.
Neminem huic
praefero magnitudine animi et in amore erga patriam. Omnia ad maius auxilium pauperorum, ad opem impotentium, ad salutem
mercenariorum fecit. Utinam tales viri semper rei publicae
praeficierentur.
Et quis interfector incliti praesidis fuit?
"Sed quo nefandum facinus admissum loco est,
Memorate: Aperto Marte an insidiis iacet".
/Seneca,
Oedipus/
Insidiis. Praedomum manus necavit eum.
"Torpor insedit per artus,
frigidus sanquis coit".
/Seneca,
Oedipus/
Lee Oswald,
homo violentus, insanus, demens, atrox, cujus corde fides cesserit, ore pudor,
occidit eum. Oswald, homo obscuro loco natus, flagitiis atque
facinoribus coopertus, moribus coruptus interfector fuit.
"Nec tibi longa manent sceleratae gaudia
caedis...
Caedem
expiari regiam exilio deus,
Non
ante caelo lucidus curret dies,
Haustusque
tutos aetheris puri dabit".
/Seneca, Oedipus/
O
Dii immortales... O tempora... O mores; Ubinam gentium sumus? In qua urbe vivimus? Quam rem publicam habemus?
/Cicero, Orat. in
Catal./
Quam securitatis urbanae curam habemus?
Quenam ista regio est?
"Cui
dabit partis scelus expiandi,
Jupiter?
Tandem venias, praecamur,
nube
candentis umeros amictus,
Augur Apollo.
/Horatius,
Carm. Od. 2./
Quidnam loquar? Responsa dubia iacent. Quid
vobis Ciceronis?
"Hic,
hic sunt nostro in numero... qui de meo, nostrumque omnium
interitu,
qui de huius urbis, antque adeo orbis terrarum exitio
cogitent"
... "Nos autem viri fortes, satisfacere rei publicae
videmur,
si istorum furorem ac tela vitemus".
/Cicero, In Cat. I./
Deus per quem proficiunt universa, per
quem cuncta firmantur - in hac chaotica historiae hora sit adiumentum nostrum.
Cum magna pompa, commitantibus omnibus
optimis ex toto orbe terrarum in coementerio Arlington sepultus est.
"O triste plane, acerbumque
funus".
/Plinius,
Epist./
"... silet arduus
aether, tum zephyri posuere. Premit placida
aequora
pontus,
accipite ergo animis atque haec mea figite dicta".
/Virgilius, Aen. X./
Quamobrem et gratiam tibi habemus et habituri
sumus, quoad vivemus, maximam:
"Lucida
dum current amnosi sidera mundi,
Oceanus
clausum dum fluctibus ambient orbem,
Lunaque
dimissos dum plena recolliget ignes,
Dum
matutinos praedicet Lucifer ortus,
Altaque
caeruleum dum Nerea nesciet Arctos..."
/Seneca, Oedipus/
"Quidquid
ex eo amavimus, quidquid mirati sumus, manet mansurumque
est in animis hominum, in aeternitate temporum, fama
rerum. Nam
multos
velut inglorios et ignobilis oblivio obruet; ille posteritati
narratus et traditus superstes erit".
/Tacit. Annal. De v. Jul. Agr./
Sit tibi terra levis. Oremus, ut aeterna pace
fruatur.
Vallis de Portola, California, a.d. V.
Kalend. Decembr. a.D. 1963.
La glagolitza
croata:
Con motivo del
1100º aniversario de la actuación de los SS. Cirilo y Metodio (863-1963)
Marko Japundzic, Roma, Italia
El 11 de mayo de 1963, es decir, en la fiesta
de los hermanos SS. Cirilo y Metodio (de acuerdo al rito oriental), el Papa
Juan XXIII firmó solemnemente, en presencia de los representantes de todos los
pueblos eslavos, su carta apostólica Magnificus eventus, con lo que
inauguró los festejos conmemorativos del 1100º aniversario de la actuación de los
SS. Cirilo y Metodio.
Este mensaje papal nos trae recuerdos de la
encíclica del gran Papa León XIII Grande Munus -Grandiosa Obra-,
publicada hace un siglo, la que marcaba el comienzo de una nueva época en el
campo de eslavística.
Cuando León XIII dio a conocer su encíclica,
ésta no encontró cálida acogida en las naciones latinas y germanas y hasta los
eslavos separados la consideraron mera propaganda de Roma.
El mensaje del Papa Juan XXIII, en cambio,
suscitó gran repercusión entre los alemanes, quienes entre el 12 y el 16 de
junio de 1963 organizaron un gran congreso de eslavistas en Salzburgo, que,
además de discutir los problemas científicos, constituyó una importante
manifestación religiosa. Fue una especie de compensación de las
manifestaciones, que faltaron precisamente en los países donde vivieron y
actuaron los SS. Cirilo y Metodio y donde actualmente pueden ser tratados
únicamente como filósofos y educadores.
Los SS. Cirilo y Metodio, griegos de origen,
nacieron en Salónica, Macedonia, donde junto a griegos residían muchos eslavos.
Primero fueron altos funcionarios estatales, luego monjes, misioneros entre los
casaros en el Mar de Azov y, por último, en 863, el emperador bizantino Miguel
III los envió a Moravia, a pedido del príncipe moravo Rastislav. En Moravia
introdujeron la liturgia eslava, y fundaron la jerarquía eclesiástica eslava.
San Cirilo murió en Roma en 869 y San Metodio en Moravia en 885. Muerto San
Metodio, los discípulos de los dos hermanos fueron expulsados de Moravia y su
obra quedó destruida.
En los últimos cien años mucho se ha escrito
sobre su obra. En base a las leyendas, y la biografía de los SS. Cirilo y
Metodio, que efectivamente en muchos aspectos resultaron legendarias, se
pensaba entre otras cosas que San Cirílico había "inventado" las
letras glagolíticas e introducido en Moravia la liturgia oriental. La
escritura glagolítica sigue siendo el problema más discutido. Los novísimos
estudios, sobre todo los realizados después de la segunda guerra mundial,
aportaron nuevos enfoques en el problema de la escritura y la liturgia llamada
glagolítica.
Parece que la mayor parte de las provincias
croatas fue incorporada a la gran metropolía de Metodio y por eso no es difícil
comprender que casi todos los misales y breviarios glagolíticos mencionan la
fiesta de los santos hermanos, mientras que algunos contienen su oficio
también.
Dedico este trabajo, que se ocupa de
recientes estudios sobre problemas poco esclarecidos hasta hoy, a la memoria de
los SS. Cirilo y Metodio, que difundían la verdad, y por eso el esfuerzo
sincero en la búsqueda de la verdad histórica es la máxima honra que podemos
rendirles.
Con la denominación glagolitza
actualmente se entienden tres cosas: la escritura glagolítica, la liturgia
croata antiguo-eslava y la bibliografía glagolítica, es decir, todos los
escritos en letras glagolíticas.
El vocablo originario de glagolitza se
refiere sólo a la escritura que tomó su nombre de la cuarta letra del alfabeto
antiguo eslavo "glagolju" (la forma más antigua "glagoljo"),
lo que quiere decir "hablo". En esta acepción conocemos glagolitza a
partir del siglo XIV. Más tarde, especialmente en el uso popular, glagolitza
deviene el término para oficios religiosos homónimos, para abarcar luego todo
lo que se ha escrito en las letras glagolíticas.
Aquí nos proponemos dar una reseña sumaria
del origen de la escritura glagolítica, de los oficios religiosos glagolíticos
y, por último, un resumen de la bibliografía glagolítica.
I. La escritura glagolítica croata
Además de la escritura etrusca, el abecedario
latino, el alfabeto griego y las runas góticas, encontramos en Europa dos
escrituras más que usan los pueblos eslavos: la cirílica, que actualmente y en
versión moderna es la escritura nacional de los rusos, ucranianos, búlgaros,
serbios, macedonios y montenegrinos, o sea de los eslavos orientales y
meridionales que en su liturgia usan el rito bizantino, y la glagolítica que,
salvo pocas excepciones, pertenecía y actualmente pertenece en forma exclusiva
al pueblo croata.
¿De dónde les viene a los croatas la
escritura glagolítica? Es un interrogante que interesó y sigue interesando a
los eslavistas eruditos. Sobre el origen de la escritura glagolítica se
fraguaron diferentes teorías y siguen naciendo otras nuevas. Citaremos las más
importantes:
1. La teoría de San Jerónimo, en el
sentido estricto de este término, atribuye el origen de la escritura
glagolítica al Doctor de la Iglesia, San Jerónimo (fall. cerca de 420), nacido
en la ciudad dálmata Stridone, vale decir en el territorio que desde el siglo
VI y VII poblaron los croatas. Hallamos esa teoría, expresada con toda
claridad, en el rescripto del Papa Inocencio IV al obispo de Senj, Felipe, en
1248. En la opinión del profesor J. Hamm[44]
esta teoría no es anterior al siglo XI y la inventaron los sacerdotes
glagolitas para protegerse de los ataques de los sacerdotes latinos en Dalmacia
que, especialmente en la época de las reformas de Cluny[45],
miraban de reojo la liturgia glagolítica.
El renombrado eslavista checo J. Dobrovsky[46]
fue aun más lejos y sostenía que la escritura glagolítica data del siglo XIV
como contrapeso a la escritura cirílica ortodoxa. G. Dobner[47],
reputado historiador y eslavista checo, refutó la tesis de Dobrovsky
demostrando que los códigos glagolíticos son muy anteriores al siglo XIV.
Sabemos actualmente que algunos datan del siglo X. Hasta encontramos en Maurus
Hrabanus del siglo VIII la afirmación de que San Jerónimo compuso una escritura[48].
Es verdad que él no dice qué es la glagolítica y la forma de la escritura que
se conoce hay está totalmente deformada, de modo que nada nos dice. Pero su
aserción nos remonta al siglo VIII y, por consiguiente, esta teoría, con razón
o sin ella, se fundaba sobre una aseveración milenaria.
Hoy ya está descartada esta teoría, por lo
menos en la forma aludida, y existe en el sentido lato, o sea que el origen de
la glagolitza debemos buscarlo con anterioridad al siglo IX, por lo
tanto antes de la labor misionera de los SS. Cirilo y Metodio.
2. La teoría de SS. Cirilo y Metodio.
Cuando a fines del siglo XVIII empezó a desarrollarse la ciencia eslavística,
tomó cuerpo la nueva teoría, vigente hasta hoy, que tuvo gran número de
adeptos. Los eslavistas, rechazando la teoría de San Jerónimo por imposible,
proclamaron que San Cirilo fue inventor de la escritura eslava y que se sirvió
como base de la minúscula griega. Como prueba, aducen cuatro documentos: a) La
vida de San Cirilo, b) La Crónica croata, hoy conocida con el nombre
"Ljetopis popa Dukljanina", c) El tratado sobre el origen de la
escritura eslava del monje Hrabar, d) La carta del Papa Juan VIII de 880 [49].
Los tres primeros documentos llegaron en transcripciones del siglo XIV y XV, y
especialmente los dos primeros refieren, en forma legendaria, cómo San Cirilo,
tras larguísimo ayuno y oración, fue iluminado e inventó la escritura eslava.
Si bien hubo quienes querían quitar todo valor histórico a los tres primeros
documentos, sea por su contenido legendario, sea por disponer únicamente de
transcripciones apenas del siglo XIV y XV, queda la carta del Papa Juan VIII,
que confirma en forma indudable: "Litteras denique Slavinicas a
Constantino quondam philosoph reppertas, quibus Deo laudes debite, iure
laudamus..." [50].
Como ningún documento dice expresamente cuál
de las dos escrituras eslavas era, la glagolítica o la cirílica,
el problema lo resolvió el eslavista croata V. Jagic, más con su prestigio que
con los argumentos aportados[51].
Él notó que por su aspecto paleográfico la escritura glagolítica es anterior a
la cirílica, concluyendo: la escritura inventada por San Cirilo es la
glagolítica y no la cirílica que lleva su nombre. Pero el gran eslavista no
pensó en la posibilidad de que si las letras glagolíticas son más antiguas que
las cirílicas, podrían ser más antiguas que el mismo San Cirilo.
Según dijimos, esta teoría fue tenida por
mucho tiempo como la única válida y científica.
3. La teoría gótica. Haciendo caso
omiso de las demás teorías que no dejaron huellas dignas de mención, citamos la
teoría gótica que, sin tener mucha repercusión, se ha mantenido con
insistencia. Entre los croatas, el prof. K. Segvic[52]
sostenía dicha teoría, fundándola principalmente en los hechos históricos. En
su opinión, los croatas inmigraron en su patria de hoy como cristianos,
partidarios del arrianismo y, en consecuencia, la Biblia fue traducida de la
Biblia de Ulfila[53],
y la base de la escritura glagolítica fueron las runas góticas. También el
prof. Hamm sustentó esta teoría[54],
pero desde un ángulo diferente. Hamm demostró desde el punto de vista
paleográfico, o mejor dicho gráfico, la similitud de la glagolitza y las runas
góticas. Su segunda prueba fue de orden filológico. Trató de demostrar la
semejanza morfológica, sintáctica y lexicográfica entre la traducción de Ulfila
y la eslava de la Sagrada Escritura. Luego, el profesor Hamm calificó su teoría
de "hipótesis migratoria", relacionándola con el hecho de que el
actual territorio de Croacia habitaban otrora los godos, que dejaron ciertos
documentos, de modo que habría que probar que han existido o han podido existir
vínculos entre los croatas y los godos. Esta teoría fue también abandonada. La
secta arriana era de carácter local y pudo haber llegado a Croacia por vías
diferentes y no por intermedio directo de los godos. Encontramos similitudes
filológicas en todas las traducciones antiguas de la Sagrada Escritura: la
latina, la armenia, la gótica, la copta, la siria, etc., pues todas se
sirvieron del original griego (salvo el Evangelio de San Mateo, escrito en
arameo). En cambio, lo que reviste importancia son las diferencias reales, tan
acusadas que la Sagrada Escritura eslava no pudo haber sido traducida del
gótico.
4. Las opiniones más recientes vuelven
a la tesis más antigua: la escritura glagolítica es anterior a San Cirilo.
Aunque esa opinión nunca fue totalmente relegada, hoy la adoptan con nuevos
argumentos especialmente los expertos extranjeros, y expresamente I. Ohienko,
E. Georgiev y particularmente M. Hocij, que en 1940 escribió un extenso trabajo
sobre el origen de glagolitza. Dicho estudio pasó inadvertido debido a las
vicisitudes de la última guerra, para ser comentado profusamente en 1953 por W.
Lettenbauer[55].
Hocij deduce la escritura glagolítica del
cursivo precarolingio de los siglos VII y VIII, particularmente del cursivo
merovingio e italiano longobardo. Unicamente en casos contados las letras
glagolíticas son derivadas de otras escrituras. Esta escritura se formó debido
a que los copistas procuraban simplificar el trazo de cada letra, inclinándola
a la derecha sin regresar a la izquierda y derecha, como era el trazo o
movimiento en las letras latinas. De ese modo los copistas facilitaban su
trabajo. Es evidente que la escritura no fue inventada por un hombre solo sino
que se formó poco a poco. Hocij sitúa su origen en el siglo VIII, en la zona de
Venecia e Istria. El tiempo, pues, coincide con la actuación de los misioneros
benedictinos en Croacia, y la región de su origen concuerda, en efecto, con la
jurisdicción del patriarcado de Aquilea. Hocij aduce también más argumentos
para comprobar el origen latino de glagolitza[56].
Petar Skok, en base al estudio filológico de la terminología
eclesiástico-eslava, llega a una conclusión parecida. Dice al respecto:
"Creo que este análisis en su totalidad justifica la conclusión de que la
acción misionera en las regiones croatas durante los siglos VIII y IX provenía
de Aquilea. El estudio histórico de documentos puede sólo corroborar la
conclusión lingüística. Por lo tanto, nuestra glagolitza se desarrollaba en el
territorio evangelizado desde Aquilea" [57].
Según sostiene el archimandrita ruso Antonin
Kapustin, quien en el siglo pasado viajó a Atos y a la Tierra Santa, en la
Montaña Santa y en el monasterio de Santa Catalina en Sinai, los misales
glagolíticos fueron guardados en cofres junto con los códigos latinos y no con
los códigos orientales, mientras que los códigos cirílicos fueron guardados
junto con los orientales. Es obvio, pues, que los consideraban códigos
occidentales. En los textos glagolíticos más antiguos hay muchos lugares de la
Vulgata y muchos elementos germánicos que pudieron figurar aquí únicamente
transferidos de los textos occidentales y no orientales.
El citado monje Hrabar dice en su tratado que
antes de abrazar el cristianismo los eslavos escribieron con letras griegas y
latinas, pero sin "deformaciones".
Aquí cabe agregar la teoría de San Jerónimo,
que estaría vinculada con la cosmografía de Ethicus, redactada en griego
y por San Jerónimo en latín, en forma abreviada. De acuerdo a la indagación de
K. Pertz, el "Breviarium" de San Jerónimo fue escrito entre 396-400.
A esa afirmación se opone H. Löwe, que sitúa
la obra después del año 768. Según él, Ethicus es seudónimo y su latín revela
signos de la ortografía irlandesa. Por eso, Löwe extrae la conclusión de que,
de hecho, el autor fue el irlandés Virgil, obispo de Salzburgo desde 743,
escudándose en la autoridad de San Jerónimo. En todo caso, conocía la
glagolitza, lo que significa que ésta ya existía, si no desde la época de San
Jerónimo, por lo menos en sus tiempos, es decir en el siglo VIII
[58].
De esta manera las investigaciones más
recientes prueban la veracidad de la tesis más antigua de que la glagolitza es
la escritura croata en cuanto a su origen también. Surgió en el suelo croata y
durante más de un milenio permaneció como la escritura croata, en la vida
pública, eclesiástica y privada.
Hace más de una centuria en el Litoral croata
y en Dalmacia en las parroquias se inscribieron los registros parroquiales en
glagolitza; los franciscanos croatas de la tercera orden llevan con esas escrituras
sus registros conventuales, escriben homilías y reflexiones; en los municipios
los notarios públicos redactan testamentos y contratos de compraventa.
Actualmente, por razones prácticas, la
glagolitza desapareció de la vida pública y privada, siendo vigente todavía en
la Iglesia (precisamente, por su uso eclesiástico ininterrumpido, la glagolitza
se transformó en cierto modo en la "escritura sagrada", parecido a
los jeroglíficos egipcios).
II. La liturgia glagolítica croata
Durante la primera parte del Concilio
Vaticano II muchos se enteraron de la liturgia glagolítica croata. Los croatas
son el único pueblo de la Iglesia Occidental que desde hace más de un milenio
oficia la liturgia en su idioma nacional.
¿De dónde les viene ese privilegio? En este
punto también se repitieron las mismas teorías surgidas respecto al origen de
la glagolitza, pues la escritura y la liturgia van parejas. La liturgia en
idioma nacional requería necesariamente la escritura correspondiente, pues ni la
escritura latina ni la griega, con apenas 22 signos, pudieron satisfacer las
necesidades fonéticas del antiguo idioma eslavo, que contó con muchos más
fonemas.
Junto con la teoría de Cirilo y Metodio sobre
el origen de la escritura corre paralela la teoría sobre el origen de la
liturgia eslava. Esta teoría resulta muy sencilla. En 863 los SS. Cirilo y
Metodio llegaron, mandados por el emperador Miguel e invitados por el príncipe
Rastislav, a Moravia, donde actuaron entre los eslavos, introduciendo la liturgia
eslava y fundaron su propia jerarquía. Muerto Metodio (año 885) y fallecidos el
príncipe Rastislav y su sucesor Svetopuk, los obispos alemanes expulsaron a los
discípulos de Metodio, arrogándose la jerarquía eclesiástica. Esos discípulos
expulsados se fueron a otras regiones eslavas, introduciendo allí la liturgia
eslava.
¿Cuál fue esa liturgia, introducida por los
santos hermanos? Cuesta decirlo hoy. Si nos apoyamos en la biografía de San
Cirilo, parece que lo era la liturgia bizantina. En su "leyenda" se
expresa que Cirilo empezó la traducción de la Sagrada Escritura con los
Evangelios: Iskoni be slovo i slovo be u Boga. In principio erat Verbum et
Verbum erat apud Deum. Ese Evangelio se lee en la liturgia bizantina el día
de Pascua que inaugura en el rito bizantino el ciclo litúrgico anual, mientras
que en la liturgia romana ese ciclo se inicia con el Adviento. La mayoría de
los eslavistas del rito bizantino estiman que los SS. Cirilo y Metodio
introdujeron el rito bizantino, por pertenecer ellos mismos a ese rito.
Si nos apoyamos en la epístola apócrifa de
Adriano II (867-872), y la epístola de Juan VIII (872-882) entonces pudo ser
únicamente la liturgia romana, pues dichas epístolas hablan de ella
expresamente. Ya es difícil concebir que en la época de Focio (827-898) y de su
cisma se permitiera sin más la introducción del rito bizantino en un vasto
territorio, lo que en aquel entonces equivalía a ponerlo bajo la jurisdicción
del patriarcado de Constantinopla.
Recientemente J. Vasica conjeturó que la
liturgia introducida por los SS. Cirilo y Metodio eran la llamada Liturgia de
San Pedro[59].
Vasica observó en sus investigaciones filológicas que muchos términos en las
"Hojas de Kiev" [60],
como asimismo en el misal glagolítico croata más antiguo de los que se
conservaron[61],
tienen parecido o idéntico significado que el texto griego de la Liturgia de
San Pedro. De ahí se dedujo que la primera liturgia introducida por los
apóstoles eslavos fue precisamente la Liturgia de San Pedro.
La liturgia de San Pedro de originó en
Macedonia, probablemente del siglo VIII al IX. Macedonia se hallaba en la
franja limítrofe entre el Imperio Romano de Oriente y de Occidente y en el
sentido político-administrativo pertenecía al imperio de Oriente y, en
consecuencia, al patriarcado de Constantinopla y al rito bizantino (por lo
menos en el período de que hablamos). Pero, como suele ocurrir en las zonas
fronterizas, aquí también se mezclaron pueblos, lenguas, culturas y religiones.
El rito occidental localmente llegaba hasta Constantinopla y el bizantino, a su
vez, se extendía aisladamente, hasta la llanura panónica. En esa zona, donde
ambos ritos ejercieron gran influencia, se creó una nueva liturgia, denominada
la Liturgia de San Pedro, pues sus propagadores la atribuían a San Pedro, que
la habría introducido, primeramente, en Roma, por lo que debió ser la primitiva
liturgia romana. Esa liturgia en su primera parte (la misa de los catecúmenos)
contenía todas las características de la liturgia bizantina, mientras que en la
segunda parte (la misa de los creyentes) se asemejaba a la liturgia romana más
por su forma que por su texto[62].
Semejante liturgia habría podido, en efecto,
convenir a los SS. Cirilo y Metodio para introducirla, por lo menos
provisoriamente, en el territorio que ya pertenecía al rito romano. Es
indudable que no pudo sostenerse mucho tiempo en esa zona, conforme lo
atestiguan los ataques de los obispos alemanes latinos contra la liturgia
eslava.
Sea como fuere, aquí no nos interesa cuál
rito fue introducido en Moravia, pues no abordamos el tema de la liturgia
eslava en Moravia, sino en Croacia.
Por ello cabe plantear la pregunta ¿sí, de
veras, los discípulos de los santos hermanos introdujeron la liturgia eslava en
Croacia o ésta preexistió como antes lo consideraba el clero croata? Los
partidarios de la teoría de Cirilo y Metodio carecen de documentos y pruebas
directos, fundándose en suposiciones y declaraciones legendarias de la
"Crónica del sacerdote Dukljanin". En contra de esta opinión se
yerguen los hechos históricos y textos litúrgicos.
El croata fue el primer pueblo eslavo en
bautizarse, ya en el curso del siglo VII, si antes y en forma parcial no fuera
ya cristianizado. Al bautismo va unida la pertenencia a un rito y una
determinada jerarquía. Como los croatas se radicaron en el territorio del
patriarcado occidental, es lógico que tuvieron que
pertenecer al rito occidental y depender de la jerarquía occidental, aunque no
debe excluirse, sobre todo en las partes meridionales, la actuación de los
misioneros griegos, y, por ende, la pertenencia local al rito oriental. La
cuestión es ¿si es posible que la jerarquía occidental contemplara
imperturbable cómo tras la vigencia de dos o tres siglos se reemplaza el latín
y tal vez el rito romano por algo nuevo, bizantino? Si se tiene en cuenta que
estamos en la época del cisma de Focio, en los tiempos de la tensión política
entre Roma y Bizancio a causa de la situación en Italia y la actitud de los
emperadores bizantinos para con los Papas, que ya se sentía en Roma el espíritu
de la reforma que recibiría su máximo impulso en el monasterio benedictino de
Cluny, la respuesta entonces puede ser sólo una: la introducción del nuevo rito
o, por lo menos, del nuevo idioma, era imposible.
Enfocado el problema en su aspecto histórico,
la liturgia eslava debió haberse desarrollado en Croacia mucho antes de la
actuación de los SS. Cirilo y Metodio, es decir en los tiempos de su bautismo,
del siglo VII al VIII. En ese período actúan en Croacia como misioneros los
monjes de Galia (Francia actual). Trajeron con ellos, según los veremos en
seguida, su rito galicano. La región de su acción cae bajo la jurisdicción del
patriarcado de Aquilea, de los arzobispados de Zadar y Split y sus diócesis
sufragáneas. Algunas ciudades y la mayoría de las islas en Dalmacia forman el
llamado temat bizantino donde se oficia con rito bizantino. Estamos,
pues, en condiciones parecidas a las de Macedonia, donde se inmiscuyen los
ritos y esta vez el rito bizantino penetra en la jurisdicción eclesiástica
romana. Aquí es donde debemos buscar el origen de la liturgia eslava en
Croacia. Esta opinión la expresó hace tiempo el obispo de Krk, Mahnic, en un
informe oficial de la Curia romana, en la época en que el problema de la
liturgia glagolítica era bastante acuciante.
Mahnic escribe a la Santa Sede en su informe
oficial (en italiano): "... estimo conveniente agregar eso a la opinión de
los que creen que el idioma antiguo eslavo fue introducido en lugar del latín
(es decir para sustituir al latín). Esa opinión desde el punto de vista
histórico es insostenible e inverosímil. Los croatas fueron bautizados del
siglo VII al IX, en la época, pues, en que el latín no había sido proclamado
todavía en forma oficial el idioma litúrgico de la Iglesia Occidental...
Además, cabe mencionar que los croatas, al llegar del nordeste, ocuparon por
fuerza o con venia del Emperador, las provincias que pertenecían al Imperio
bizantino de Oriente, donde se usaba también en la liturgia el griego y otros
idiomas nacionales. Es indudable que los misioneros griegos que vinieron de
Constantinopla para predicar el cristianismo a los croatas, no introdujeron el
latín, igual que los misioneros que llegaron de Roma a otras provincias
orientales no osaron introducir allí el latín... Aun más, en las ciudades
dálmatas con población latina, como ser Split, Rab, Osor, etc., se usaba el
griego, por lo menos parcialmente, hasta el siglo XII, según lo afirma Armelini
(Prelezioni di Archelogia cristiana, p. 140). Lo mismo vale para las
diócesis que pertenecían al patriarcado de Aquilea, especialmente para las de
Istria. De ahí cabe deducir (si bien no está comprobado) que la lengua antigua
eslava reemplazó al griego y de ningún modo al latín" [63].
Que la liturgia glagolítica estaba en
vigencia antes de los SS. Cirilo y Metodio en el territorio croata lo
testimonian también los textos bíblicos litúrgicos.
En primer lugar y, de pasada, citamos
nuevamente las "Hojas de Kiev", muy discutidas en cuanto a su origen,
duración y término. St. Kuljbakin dice que son la traducción de la liturgia
latina y, por ende, independientes de la actuación de los SS. Cirilo y Metodio[64].
La parte principal de estas hojas fue
escrita, al parecer, en el territorio checo-moravo y el comienzo fue escrito en
el territorio croata. Las hojas fueron escritas en el siglo X, copiadas de un
arquetipo o prototipo más antiguo. Contienen 38 oraciones que pertenecen a 10
diferentes formularios de misa. La terminología es la de la Iglesia Occidental.
Los que sostienen la teoría de Cirilo y Metodio admiten que el modelo fue
escrito en el siglo IX, no antes, pues lo vinculan con la acción de los SS.
Cirilo y Metodio. K. Mohlberg, benedictino, profesor del Instituto Arqueológico
Pontificio en Roma, demostró que los formularios de misa dependen del
sacramento padovano del benedictino San Gregorio el Grande (590 - 604), el Papa
romano. Si tenemos presente el hecho de que la liturgia romana fue introducida
por orden del emperador Carlomagno (742 - 814) en todo el territorio de su
vasto imperio en sustitución de distintas liturgias galicanas locales, con
razón podemos preguntar cómo el traductor de las "Hojas de Kiev" no
tomó por modelo el formulario de misa de su tiempo sino su forma más antigua.
Sin hallar otra respuesta más lógica, podemos deducir que el modelo fue traducido
por lo menos del siglo VIII al IX, es decir en época en que su original estaba
todavía en uso.
Hace algún tiempo se halló en Alemania el
fragmento de un misal glagolítico croata en transcripción del siglo XV. Ese
fragmento contiene tres formularios de misa: el del Domingo de Ramos, del Lunes
Santo y del Martes Santo. Como esos fragmentos no pertenecen ni a la liturgia
romana ni a otra conocida, fui consultado. Tras el estudio minucioso podemos
constatar que esos formularios pertenecen a la liturgia galicana de San Martín
de Tours y sólo se hallan en esta liturgia. Aquí quisiéramos referirnos a dos
cosas. Primera: San Martín nació en la ciudad Sabaria, Panonia, alrededor de
315; actuó como misionero y obispo de Galia, en la ciudad de Tours, donde fundó
su propio convento y su orden monástica. Murió en Tours en 397 y fue enterrado
allí. Segunda: los monjes galos actúan como misioneros en Panonia y Croacia del
siglo VII al IX. Si la liturgia de San Martín hubiera llegado a Croacia,
pudieron haberla traído únicamente los monjes de la región de Tours y eso en la
época en que se usaba allí, o sea a más tardar del siglo 7 al 8, pues ya
después desaparece en Tours y en su diócesis.
Precisamente mientras escribimos este
trabajo, seguimos las huellas de un nuevo y hasta ahora desconocido misal o por
lo menos parte del misal. Se trata de un palimpsesto. Deduciendo de dos hojas
que llegaron a nuestras manos, el misal, o, por lo menos, su modelo original,
podría ser anterior por un siglo al misal Borgiano-illirico 4, hoy
conocido como "el misal glagolítico más antiguo". Este misal,
juzgando por el gradual de la tercera misa navideña, que tenemos a la vista,
sería un misal galicano. El hallazgo contemporáneo de textos nuevos y la
investigación de los textos viejos y novísimos, a buen seguro, darán resultados
que en el pasado próximo nadie puedo imaginar.
Escribiendo, hace unos cuantos años, la
reseña de un breviario glagolítico del año 1465 [65],
notamos, cotejando el texto bíblico con la Vulgata y el texto griego, que en
ciertos lugares su contenido difiere del de la Vulgata y el texto griego. Una
diferencia parecida hallamos en la Sagrada Escritura en la traducción gótica de
Ulfila[66].
En el primer momento creímos que el texto glagolítico croata se apoyaba en un
prototipo gótico como antes creían muchos. Decidimos entonces estudiar a fondo
los textos glagolíticos croatas contenidos en el misal glagolítico más antiguo.
Tras una labor paciente y larguísima, hemos comparado los Evangelios
glagolíticos croatas con la traducción de SS. Cirilo y Metodio, con la Vulgata,
con Itala, con Vetus Latina (antiguas traducciones antes de San Jerónimo) y con
los antiguos textos griegos. Hasta ahora encontramos un millar de diferencias
mayores y menores. Si bien no hemos todavía terminado este trabajo y no podemos
decir la palabra definitiva respecto a los textos evangélicos, podemos
manifestar que la mayoría de las diferencias se halla sólo en Vetus Latina,
principalmente en los textos escritos en el territorio Reims-Tours. Es obvio
que esas diferencias en Vetus Latina no pudieron deslizarse en los textos
croatas del texto griego, sino únicamente de las traducciones latinas antiguas,
lo que confirma una vez más que los textos croatas bíblicos glagolíticos fueron
traducidos antes de las traducciones de San Cirilo. Como Vetus Latina se usaba
en Galia en la época de Carlomagno, debemos extraer la conclusión de que la
traducción de los textos bíblicos está ligada con la actuación de los
misioneros galos, y eso a más tardar en el siglo VIII al IX.
De lo antedicho se colige que, como existen
dos escrituras eslavas, la cirílica y la glagolítica, existieron también dos
liturgias eslavas.
La liturgia más joven está unida a la acción
misionera de los SS. Cirilo y Metodio, con que está ligado, directa o
indirectamente, el origen de la escritura cirílica. Esa liturgia con el tiempo
se extendió por todo el territorio de la amplia metropolía de Metodio, que al
norte iba desde Moravia a través de toda la Panonia y comprendía las provincias
orientales croatas: Srijem, Eslavonia, parte de Bosnia; luego se extendía por
Serbia, terminando al sur en Bulgaria y Macedonia. Al este llegaba hasta la
Pequeña Polonia y las tierras rusas (Ucrania actual). Con la muerte de Metodio
se desintegró esa extensa metropolía más bien por motivos políticos, igual que
toda la obra de los SS. Hermanos se originó por razones político-nacionales.
Con la desaparición de esta metropolía, se iba extinguiendo poco a poco en ese
territorio la liturgia eslava, manteniéndose únicamente en Serbia, Bulgaria y
Macedonia, en el rito bizantino, pues esas regiones se hallaban bajo el influjo
directo bizantino y bajo la jurisdicción eclesiástica de Constantinopla.
Otra liturgia eslava, por lo menos un siglo
más antigua, se desarrolló en el territorio de las provincias occidentales
croatas: Istria, el Litoral, la gran parte del territorio croata del norte
hasta Samobor (cerca de Zagreb), parte de la Bosnia occidental, Herzegovina,
Dalmacia y muy probablemente el actual Montenegro. Son éstas precisamente las
regiones en las que, salvo ínfimas excepciones, la liturgia eslava de rito
occidental perduró hasta hoy. A esta liturgia eslava de rito occidental perduró
hasta hoy. A esta liturgia va unido el origen de la escritura glagolítica. Se
desarrolló mediante un proceso natural, y tanto arraigó en el pueblo que todas
las vicisitudes, particularmente las de origen político, que la acompañaban
durante un milenio, y fueron tantas, no pudieron erradicar esa liturgia croata.
Aunque las dos liturgias seguían sus carriles
por separado, no debe pensarse que no había entre ellas puntos de contacto. Los
SS. Hermanos, más que seguro, conocían la glagolitza. Además, según queda
dicho, la metropolía de San Metodio abarcaba las regiones orientales croatas.
Hubo, pues, mucha oportunidad para la recíproca influencia permanente. Unicamente
si tenemos presente esas condiciones, comprenderemos que la glagolitza pudo, en
cierta época, llegar hasta Macedonia y como, por otra parte, muchos elementos
bizantino-griegos pudieron penetrar en la liturgia eslava occidental, junto con
el mencionado influjo bizantino en el temat (provincia) griego de
Dalmacia.
Sin embargo, la liturgia glagolítica croata
no quedó como un fósil secular. Tanto en el pasado como en el presente tuvo su
misión.
En 1347, el rey checo Carlos IV fundó para
los benedictinos croatas el convento cerca de Praga, conocido con el nombre de
Emmaús, que se convirtió en el foco de la liturgia eslava y luego en la sede
del movimiento para la unión de los eslavos disidentes con la Iglesia Católica.
Los glagolitas penetraban luego de aquí a Polonia.
Mateo Karaman (1700 - 1771), conocido
misionero croata en Rusia y luego arzobispo de Zadar, en sus numerosos informes
dirigidos a la Congregación de la Propagación de Fe en Roma, estimula para que
en Rusia se funde por lo menos un convento de los benedictinos glagolitas
croatas y glagolitas franciscanos terciarios, que asistirían a los católicos de
rito occidental en Rusia y a la vez testimoniarían ante los ortodoxos que la
Iglesia Católica reconoce y mantiene todos los ritos e idiomas, arraigados en
la Iglesia. (Ver: Studia Croatica, Nº 4, 1961, pp. 324-26).
Últimamente algunos Estados eslavos, en
virtud de un convenio especial con la Santa Sede, obtuvieron el permiso de
introducir la liturgia eslava en su territorio, sea en forma total o parcial.
Así en 1886 obtuvo el permiso Montenegro, en 1914 el ex Reino de Serbia y en
1920 la República de Checoslovaquia, pero únicamente para la fiesta de sus
principales patronos. En 1935, en el Concordato con el ex Reino de Yugoslavia
se preveía la introducción de la liturgia eslava en todas las diócesis croatas
en todo el territorio de aquel reino, pero el clero ortodoxo serbio echó a
perder todo ese proyecto.
Quisiéramos decir algo acerca del lenguaje de
los libros litúrgicos. A menudo se oyen entre los croatas términos como
"el idioma antiguo croata", "la madre del idioma croata",
etc.
Los croatas no tienen escritos en su idioma
documentos anteriores al siglo VI (la inscripción de Baska, el Apóstol de
Grskovic, las Hojas de Viena, en opinión de los eruditos pertenecen a ese
siglo). Si comparamos esos documentos con otros escritos litúrgicos
contemporáneos, escritos en Panonia o Macedonia, resultan mínimas las
diferencias gramaticales y de vocabulario, y mayores las fonéticas. Se pierden
las nasales, semivocales se substituyen por voces llenas, los grupos
protoeslavos "tj, dj, sk" son reemplazados por "c, j, sc".
Este proceso vocal seguirá hasta los siglos XIV y XV, mientras la gramática y
el vocabulario experimentarán poquísimas modificaciones.
En cambio, si cotejamos el idioma de los
documentos seculares, por ej. del estatuto de Vinodol
(año 1228) hallamos gran diferencia idiomática entre éstos y los escritos
litúrgicos. De ahí cabe concluir que:
1) Las lenguas de los pueblos eslavos hasta
por lo menos el siglo X se diferencian muy poco entre sí.
2) Con la lengua de los libros litúrgicos
ocurrió lo mismo que con los idiomas árabe, griego y latín.
El actual idioma literario árabe es el idioma
del Corán y no el lenguaje popular hablado. El lenguaje popular de una región o
de una nación árabe a menudo se diferencia tanto que los árabes de otras
regiones apenas pueden comprenderlo. Lo que hoy une a los árabes es el idioma
del Corán y no las lenguas populares.
Cosa semejante sucedió con la lengua
literaria griega, de hecho lengua de la corte bizantina, que difiere del griego
clásico y más aun del lenguaje popular, usado en la vida cotidiana.
También el latín eclesiástico se diferencia
bastante de la lengua clásica de los escritores romanos. El Papa Gregorio el
Magno (590 - 604) lo introdujo en el uso religioso en lugar del latín popular o
vulgar del siglo VI, tan deformado, según dice el Papa, que no era apto ni
digno para el oficio litúrgico. Del latín popular de esa época se derivaron los
distintos dialectos posteriores italianos.
Como contamos, el mismo fenómeno le pasó al
idioma de los libros litúrgicos eslavos. En el comienzo era, en efecto, la lengua
popular, luego se estabilizó y se volvió idioma "hierático" (sagrado)
de los libros eclesiásticos. Algunos autores, como Vondrák, Leskien y Hamm lo
denominan, creemos que con toda razón, el idioma "antiguo eslavo
eclesiástico".
El idioma de los libros eclesiásticos del
siglo VI y XVII (impresos en la diócesis de Senj) ya no es ni antiguo eslavo ni
croata, aunque algunos misales lo llaman croata, por ej. el
"Misal Croata" de Kozicic de 1531, sino una mescolanza que cuadraría
más llamar "eslavo-croata", imitando en eso a nuestros vecinos
serbios, que llaman a su idioma del siglo XVIII "eslavo-serbio".
Por lo expresado precedentemente, el idioma
de los libros eclesiásticos puede llamarse sólo en el sentido lato madre del
idioma croata, siendo más correcto llamarlo hermana mayor del idioma croata.
III. La bibliografía glagolítica
croata
Dado que hay gruesos tomos sobre lo que los
glagolitas durante siglos nos legaron, en la siguiente reseña no podemos
adentrarnos en pormenores, de modo que nos limitaremos a señalar las cosas más
significativas[67].
Aunque la bibliografía sensu stricto
del vocablo se refiere a libros y pergaminos, no podemos omitir aquí tres
documentos glagolíticos de fecha más antigua, grabados en piedra, a saber: las
inscripciones de Valun y Plomin del siglo XI, de Istria, y la lápida de
Baska, que según lo demostró no hace mucho el profesor Hamm, consta de tres
inscripciones, las dos primeras del año 1077 y la tercera de 1089. Esta lápida
fue escrita en la abadía de Santa Lucía, cerca de Baska, en la isla Krk, y
contiene la donación del rey croata Zvonimir[68].
Los tres documentos revisten importancia desde el punto de vista
paleográfico-filológico, pues demuestran el desarrollo de la escritura y del
idioma croata. Además, son importantes desde el punto de vista
político-nacional, pues señalan hasta dónde se extendió, desde los tiempos más
antiguos, el idioma croata y el territorio nacional croata. La lápida de
Baska lleva el nombre del gran rey croata Zvonimir, aliado del Papa
Gregorio VII, en su forma nacional, en tanto que conocemos nombres de los demás
reyes y príncipes croatas de aquella época de los documentos escritos en latín,
pues el latín ya era el idioma oficial de la Europa culta (Como tratamos de los
documentos en piedra, mencionaríamos también la pila bautismal con inscripción
glagolítica que data de 1541, en Sterna, lugar que hoy se encuentra en
Eslovenia. La inscripción misma como los nombres de los habitantes revelan que el territorio nacional croata hasta en el siglo
XVI se adentraba en el actual territorio de Eslovenia. Caso éste muy conocido
por otras fuentes históricas).
Como ya destacamos, existen numerosos
documentos glagolíticos, desde los tiempos más antiguos, y se refieren a todos
los ámbitos de la vida pública. Como la glagolitza surgió precisamente por
necesidad eclesiástico-litúrgica, la mayor parte de los documentos se relaciona
con las necesidades litúrgicas y eclesiásticas, como ser: misales, breviarios,
salterios, leccionarios, rituales, códigos, manuales teológicos, homiliarios,
etc.
He de mencionar algunos de suma importancia:
El misal más antiguo conservado, que hoy se guarda en la Biblioteca Vaticana
(Borgiano-illirico 4), fue escrito a mediados del siglo XIV en gran formato, en
dos columnas. Las letras son hermosas, adornadas con vívidas iniciales y con
ornamentos típicos. Este misal tiene gran importancia por contener vestigios de
la liturgia eslava más antigua y aun más que sus textos bíblicos, de lo que ya
hablamos. V. Jagic lo sitúa a mediados del siglo XIV en gran formato, en dos
columnas. Las letras son hermosas, adornadas con vívidas iniciales y con
ornamentos típicos. Este misal tiene gran importancia por contener vestigios de
la liturgia eslava más antigua y aun más que sus textos bíblicos, de lo que ya
hablamos. V. Jagic lo sitúa a mediados del siglo XIV, o sea alrededor de 1350.
Vajs lo ubica al principio del siglo XIV, es decir entre 1317 y 1323. En base a
los hechos litúrgicos demostramos que la opinión de Jagic es más correcta[69].
Al hablar de antigüedades acotamos que en la
biblioteca Bodley de Oxford se halla un misal (Cod. sign. M. S. Can. Lit. 172)
que en su última hoja lleva marcado el año 1310. En opinión de Vajs la cosa
resulta dudosa, dado que la escritura no corresponde a tanta antigüedad. No
parece, por su contenido litúrgico, que la opinión de Vajs sea acertada.
Además de dichos misales antiguos completos,
hay algunos fragmentos anteriores a esos misales. Se trata de las mencionadas
"Hojas de Kiev" del siglo VI y XII, en parte escritas en el
territorio croata. Los fragmentos de Baska, de Premuda, del siglo XII y el
fragmento del misal de Kukuljevic y del misal de Bribinje del siglo XIII.
De 1368 data el misal del príncipe Novak
Krbavski, guardado hoy en la biblioteca nacional de Viena (Cod. slav. 8). Lo
escribió con su mano el príncipe Novak para la salvación de su alma. El libro
está adornado con numerosas iniciales en color y oro, contiene varias
miniaturas y dos grandes ilustraciones a toda plana.
Del mismo siglo data el misal de Roca en
Istria. Sus letras son pulcras. Está adornado con muchas iniciales y algunas
miniaturas. Contiene el misal completo y parte del ritual que reproduce el rito
de bautismo de niño, de casamiento y varias bendiciones. Tal contenido tienen
más o menos todos los misales glagolíticos, siendo evidente que en cuanto a los
ritos dependían de un arquetipo.
En la biblioteca universitaria de Ljubljana
(Sign. C 162 a/2) se guarda un misal que D. Parcic e I. Bercic sitúan en el
siglo XIV. Lo mencionamos por su importancia para la historia del arte a causa
de sus reproducciones, y para la paleografía, por las formas redondas de
algunas de sus letras. Lo escribió "pop Juri namestnik u Berme".
En el despacho parroquial del Vrbnik se
guarda un misal conocido como "Il misal vrbanski". Sus letras son
hermosas y angulares. Hasta la hoja 57 lleva iniciales glagolíticas y en
adelante y hasta el final (L. 286) iniciales latinas. Fenómeno muy frecuente en
otros misales y breviarios glagolíticos. Aquí nos encontramos con un caso
excepcional. Mientras otros copistas se esforzaron por dar a sendos textos
glagolíticos la inicial pertinente, el copista aquí transcribió las iniciales
latinas sin relación alguna con los textos glagolíticos; así, por ejemplo, en
la tercera misa navideña, que en los misales glagolíticos empieza con las
palabras: "Otroce rodi se nam", en los misales latinos
empieza: "Puer natus est nobis". Era de esperar que el misal
glagolítico tendría la inicial "O"; sin embargo, el copista reprodujo
simple y llanamente la inicial latina "P".
Por último, mencionamos el misal del duque de
Split, Hrvoje, que data del siglo XV. Lo escribió Butko. Ese misal lo llevaron
los turcos de Budim como botín de guerra a Estambul, de donde a efectos de
estudio fue enviado a la Universidad de Viena, en la que dictaba cátedra V.
Jagic. De regreso a Carigrad se extravió. Es muy probable que terminara en su
verdadera patria. El misal estaba ilustrado con hermosas iniciales y
reproducciones. Los cuadros son alegóricos: al principio los meses; simbólicos:
los cuatro Evangelistas; históricos: de varios santos. En opinión de los
especialistas, el pintor pertenecía a la escuela toscana.
De los numerosos breviarios mencionaríamos
sólo el breviario de dos tomos que se guarda en la Biblioteca Vaticana
(Borgiano-illirico 5-6) que data del 1379 y 1387. El breviario está ilustrado
con iniciales muy pintorescas en ornamentos típicos croatas. Reviste
importancia peculiar para el estudio del Santoral croata. Junto al salterio y las
demás partes reglamentarias del breviario se halla la parte ritual. Ese código
contiene al final del oficio de los SS. Hermanos. Como ese oficio no figura en
el llamado "proprio" sino al final del libro, es evidente que fue
añadido posteriormente. Es característico también ese código por contener el
oficio de San Francisco y su leyenda, escrita por San Buenaventura, la llamada
"Leyenda mayor", de lo que resulta obvio que se trata de un breviario
franciscano. Debemos agregar que la mayoría de misales y breviarios
glagolíticos contiene el "proprio" franciscano de santos, sea que
fueran de los franciscanos, sea que de los misales y breviarios franciscanos
fueran copiados. La cosa resulta muy clara. La mayoría de los curas de campaña
no era capaz de traducir textos litúrgicos directamente del latín y para sus
necesidades copiaban los textos ya traducidos, mayormente hechos por monjes.
Cuando se inventó la impresión de libros, muy
pronto se estableció en Croacia la primera imprenta glagolítica en 1482, en
Kosinj, Lika. El príncipe Anz VIII Frankopan Brinjski la fundó. Probablemente
encargó los tipos en Venecia, y como archetipos o matrices se sirvió el misal
del bisabuelo de su esposa, príncipe Novak Krbavski, quien, según hemos visto
ya, había escrito dicho misal con propia mano en 1368. Fue la primera imprenta
del sudeste eslavo. Baste decir que el primer libro ruso fue impreso recién en
1611. De esta primera imprenta croata salió en 1483 el primer misal glagolítico
impreso, que tenía por modelo el citado misal del príncipe Novak. El redactor
del misal fue "G(ospodin) P(lemenom) D(oljanin)
K(olunic), G(ospodin) B(roz) Z(akan)" según se puede colegir de la
impresión al agua en el misal[70].
Es muy probable que en la misma imprenta
fuese impreso el breviario más vetusto, del que se conservó sólo un ejemplar en
Venecia, en la Biblioteca de San Marco. Tras la batalla en el campo de Krbava
(en 1493), esta comarca fue saqueada y depredada por los turcos, y la imprenta,
según parece, fue trasladada al Litoral. A continuación sigue una serie de
misales y breviarios impresos, de los que mencionaremos los siguientes:
En 1494 sale en Senj la segunda edición del
misal "con el permiso y la voluntad del Señor, de don Blas Baromic y don
Silvestre Bedricic y del diácono Gaspar Turcic". El canónigo Baromic fue
también corrector del breviario glagolítico de 1493, y Silvestre Bedricic,
archidiácono de Senj, es autor del libro "Narucnik plebanusev" de
1507.
En 1528 se editó en Venecia un nuevo misal
glagolítico, a cuidado "del fraile Pablo Modrusanin, de la orden seráfica
de San Francisco conventual". Los impresores fueron Francesco Bidoni y
Mafeo Pasyni.
En 1531 se imprimió en Rijeka "... el
Misal Croata... corregido ... por el padre don Simón
Kozicic, de Zadar, obispo de Modrus, impreso en Rijeka en su
residencia..."
El último libro litúrgico impreso con
anterioridad al Concilio de Trento fue el llamado Código de Brozic, que
contiene breviario, misal y ritual. Este Código fue impreso en Venecia, en el
taller de los hijos de G. Francesco Turesani. El colofón glagolítico reza:
"Svrsenie privieli hirvackihn stampani va Bnecihn... znova ucineni po pre
Mikuli Brozici plovani omiselskomn miseca marca 1531".
Con el año 1631 se inicia un nuevo período
para el libro glagolítico croata. Después del Concilio de Trento se encarga de
la impresión de los libros glagolíticos la Congregación de Propagande Fide de
Roma. Su primer misal croata glagolítico fue impreso en 1631, y el primer
breviario glagolítico en 1648. Ambos libros se editan en redacción del
franciscano Rafael Levakovic, luego arzobispo de Ohrid en Macedonia. La
característica de las ediciones de Propaganda es que en el aspecto lingüístico
sufrieron la influencia de los libros litúrgicos ucranianos. La causa de esa
alteración débese a los consultores y censores de la Propaganda, de origen
ucraniano, y que consideraron el idioma de sus libros litúrgicos más exacto y
más perfecto. A esas dos primeras ediciones cabe agregar el breviario del año
1688, aún más rusificando en lo que al idioma se refiere; en 1706 se reimprimió
el misal de Levakovic, sin modificación alguna. En 1741, en redacción de Mateo
Karaman, luego arzobispo de Zadar, se publicó una nueva edición del misal, con
acentuada rusificación. Con este misal y la edición de un breviario glagolítico
en 1791, en redacción de Gocinic, finalizó el período de la redacción rusa de
los libros litúrgicos glagolíticos croatas[71].
Por orden del Papa León XIII, el canónigo de
San Jerónimo en Roma, Antonio Dragutin Parcic, preparó primero en 1881
"Rúbricas y Orden de Misa", y en 1893 editó el misal completo. Parcic
en su redacción se sirvió de los libros glagolíticos croatas más antiguos,
volviendo de esa manera a la forma lingüística más antigua. En 1905 se publicó
la segunda edición de ese misal, y en 1927 J. Vajs lo editó en letras latinas.
Vajs introdujo en su edición cierta cantidad de chequismos y empleó una
transcripción errada, ajena a los croatas, y de ese modo deformó bastante la
edición de Parcic.
Junto a los documentos eclesiásticos y
litúrgicos, encontramos gran número de documentos de contenido profano,
secular; aquí van: la historia, derecho (canónico y civil), versos, lexicones y
gramáticas, contratos públicos y privados, etc.
Merece ser mencionado "El estatuto de
Vinodol" de 1288, seguido por una serie de estatutos y regulas, que rigen
la vida pública o público-eclesiástica, sirviendo hoy de fuente de información
sobre la vida jurídica de los croatas de antaño.
Como son muchos esos documentos, y nuestro
espacio limitado, no podemos ocuparnos de cada uno por separado.
Los versificadores croatas agregan a los
versos religiosos poemas seculares[72].
El padre de la moderna literatura croata, Marko Marulic, de Split, encuentra el
modelo para su poema Judith, el primer poema escrito en croata, directa
o indirectamente en los textos glagolíticos[73].
De ese modo, los croatas que gustosamente y
desde tiempos antaños estudiaban en las célebres universidades europeas
(especialmente en Italia y París), enriqueciéndose con la cultura occidental,
no abandonaron su cultura propia, surgida y formada en su suelo natal. Sus
esfuerzos no fueron truncados, según lo testimonian tantos documentos, ni por
las seculares guerras contra los turcos en defensa constante de Europa, ni por
sus vecinos más numerosos y poderosos que trataron con frecuencia de someterlos
en lo político y lo cultural.
IV. SS. Cirilo y Metodio y los croatas
Antes de terminar procede preguntarse: ¿cuál
es la conclusión definitiva de los novísimos estudios sobre el problema
glagolítico? ¿Deben los croatas algo a los SS. Cirilo
y Metodio?
La primera respuesta sintética sería:
Respecto de la escritura glagolítica hoy
podemos afirmar con certeza que se trata de la escritura nacional croata,
formada por vía evolutiva de la escritura latina en el suelo croata. La
paleografía prueba que la glagolitza es de origen occidental, es decir,
una escritura latina y no griega, y menos que menos oriental; a su vez, los
documentos históricos atestiguan que la glagolitza la conocían los escritores
latinos por lo menos en el siglo VIII, vale decir con anterioridad a la
actuación de los SS. Cirilo y Metodio; los documentos litúrgicos demuestran que
su modelo fueron los manuales litúrgicos latinos del siglo VII y VIII. La
conclusión lógica puede ser una sola: la escritura glagolítica es anterior a
San Cirilo y, por consiguiente, él no pudo "Inventarla" (por lo
demás, ninguna escritura fue inventada, sin que se formó mediante un proceso
natural), dado que es una escritura eslava y que los documentos litúrgicos
glagolíticos son de origen latinos, pudo haberse formado únicamente en el
territorio de los eslavos cristianos del rito occidental, es decir, únicamente
en el territorio de los croatas. Por lo tanto, cabe una sola conclusión: la
glagolitza se formó en Croacia y, en consecuencia, es la auténtica
escritura croata.
Cirilo pudo, si queremos atenernos
textualmente a su vida legendaria, inventar únicamente la escritura cirílica,
que, por cierto, no es otra cosa que la escritura curialesca griega del siglo
IX. Hubo que combinar pocas letras y ajustarlas a las voces antiguo-eslavas y la
cirílica fue inventada.
En lo que concierne a la liturgia
glagolítica, la cosa parece mucho más sencilla. Los croatas fueron bautizados
(o, como algunos insisten, convertidos a la Iglesia Católica, porque antes
habrían sido arrianos) en el siglo VII. Pertenecían con toda seguridad al rito
occidental. Ese rito, desde su comienzo, pudo celebrarse en latín o en eslavo.
Si se celebrara en latín, ya nadie en el siglo IX o X hubiera podido
modificarlo, pues ésos eran los tiempos del cisma fociano, del conflicto entre
la Iglesia Oriental y Occidental, y la época de las reformas dentro de la
Iglesia Occidental. Introducir en aquel entonces algo perteneciente a la
Iglesia Oriental, equivaldría a reconocer la primacía del Oriente, cosa que no
aceptarían Roma ni los mismos croatas. Por otra parte, ¿quién pudo introducir
el idioma nacional? ¿Los discípulos expulsados de los
SS. Hermanos, como se piensa generalmente? Pues, los
discípulos moravos se quedaron en su patria según lo testimonia el monasterio
de Sazava donde todavía en el siglo XI y XII se oficiaba la liturgia eslava; si
hubo expulsados, éstos pudieron ser únicamente los macedonios, que en ningún
caso fueron muchos, a los sumo varias decenas. Que esos pocos pudieron difundir
la liturgia eslava y en aquellas circunstancias, cuesta imaginarlo. Aquí
también cabe una sola conclusión: la liturgia eslava se originó en Croacia y
por eso se quedó en Croacia solamente.
Otro es el problema: qué es lo que los
croatas deben a los SS. Cirilo y Metodio y si ellos también pueden
considerarlos como Apóstoles y Maestros eslavos.
Apóstoles (mensajeros de la fe) fueron en el
riguroso sentido de esta palabra, sólo o cuasi sólo de los moravos. Si más
tarde la autoridad metropolitana eclesiástica se extendía a todas las tierras
eslavas, y por eso todos los eslavos los consideran como Apóstoles eslavos, o
actualmente bajo el régimen comunista Maestros e Ilustradores, también los
croatas podemos llamarlos así. Incluso con más derecho que otros, por deberles
más que otros.
Cuando los SS. Hermanos se decidieron a
emprender la difícil misión en Moravia, tuvieron que determinar por anticipado
el rito, el idioma y la escritura que usarían. Siendo bizantinos, lo más
natural sería que optaran por el rito bizantino y por el idioma de la región a
que se dirigían, ya que nadie entendería el griego. ¿Pero la escritura? Los SS.
Hermanos, como los altos funcionarios estatales, debieron conocer las regiones
croatas, por lo menos las integradas en el temat bizantino de Dalmacia
(islas, algunas ciudades y la parte occidental de la costa istriana), pues en
la corte imperial las tenían muy en cuenta, según se puede colegir del tratado
del emperador Constantino Porfirogenet "De administrando imperio".
Constantino conoce bastante bien la historia croata, cita los nomb0res de las
regiones, ríos e islas croatas. Incluso nos transmitió los nombres antiguos
croatas de ciertas islas, desaparecidos luego bajo la influencia romana e italiana.
Por lo tanto, incluso los SS. Cirilo y Metodio debieron conocer las condiciones
eclesiásticas en Croacia, la liturgia y la escritura croatas. No es improbable
que conocieran la glagolitza ya en Salónica, donde había muchos eslavos y donde
aprendieron el idioma eslavo. Suponiendo que esos eslavos poseyesen cierta
cultura adquirida en un medio ilustrado, la glagolitza pudo penetrar
fácilmente, de modo directo o indirecto, en Macedonia, que, igual que el temat
de Dalmacia, pertenecía Bizancio. Por consiguiente, se imponía por sí sola la
opción por la glagolitza. Si además tomamos en cuenta constantes ataques del
clero latino contra el rito bizantino, Cirilo tuvo que decidirse muy pronto por
el rito latino. ¿Dónde iba a encontrar el modelo para sus libros litúrgicos?
También en Croacia. Lo atestiguan las "Hojas de Kiev", escritas en
letras glagolíticas y contienen misas del rito occidental, traducidas del
arquetipo que más o menos se usaba en el territorio del patriarcado de Aquilea.
Es evidente, pues, que la primera traducción original pudo verificarse
únicamente en Croacia y no en Moravia, donde más tarde, sólo en
transcripciones, se acomodó a la pronunciación lugareña. Lo prueban en forma
patente las "Hojas de Kiev", que, de hecho, son mera transcripción de
otro arquetipo.
En opinión de Jagic, que había ligado
estrechamente la liturgia glagolítica croata a la actuación de los SS.
Hermanos, las "Hojas de Kiev" fueron escritas en Moravia, y sólo la
primera hoja fue escrita en Croacia. Se le opone terminantemente el erudito
checo W. Vondrak, que sustenta que la patria de las "Hojas de Kiev"
fue la misma que la de las llamadas "Hojas de Frizing", o sea la
comarca de Istria-Carintia[74].
Kuljbakin disiente también de Jagic, sin fijar el lugar en que fueron escritas
esas hojas, pero niega rotundamente que podría serlo Moravia o cualquier pueblo
eslavo septentrional.
En resumen, los SS. Cirilo y Metodio en su
labor misionera entre los eslavos septentrionales se sirvieron de la escritura
y la liturgia nacionales croatas. Por lo demás, no es la primera vez que
nuestra escritura y liturgia nacionales se extienden hacia el norte. Se
repetirá, según lo vimos, durante el rey checo Carlos IV y por tercera vez
después de la primera guerra mundial.
Los croatas, pues, tienen títulos para
apreciar su pasado y suficientes motivos para agradecer a los SS. Cirilo y
Metodio, que por primera vez demostraron a los pueblos eslavos y los demás lo
que tienen los croatas y lo que son.
Actualmente, cuando tanto los pueblos eslavos
como no eslavos conmemoran y elogian la obra de los SS. Hermanos, los croatas
deben también rendirles honras y expresarles su íntimo reconocimiento. Por
ello, pedímosles junto con el gran Papa León XIII:
En
la corte celestial
nuestro
ruego atended:
sed
escudo de los eslavos
para
que siempre estén con Señor.
Un
solo redil de Cristo
reúna
a los descarriados
y siguiendo
huellas ancestrales
florezcan
en la fe sin cesar.
(Himno eclesiástico)
Pleito Pekín -
Moscú, ¿sólo ideológico?
Stjepan Ratkovic, Bolzano, Italia
El estudio que publicamos a continuación nos
fue entregado hace un año sin que por ello haya perdido nada de su actualidad.
El sucesivo desarrollo de la guerra "ideológica" entre los rusos y
chinos corrobora fehacientemente los asertos del autor, eximio geógrafo croata,
de que las disputas de los dos grandes dentro de la "iglesia"
comunista mal disimulan los esenciales y vitales conflictos de los dos
gigantes, de las naciones rusa y china. Los chinos, el pueblo más numeroso del
mundo y con elevado índice del crecimiento demográfico, ambicionan para su
ulterior desarrollo nuevos espacios más allá de sus fronteras, como en las
partes asiáticas del imperio ruso, escasamente pobladas. Los chinos
entremezclaron con las sutilezas ideológicas y dialécticas sus viejas
reivindicaciones territoriales y llegaron hasta plantear el problema de la
devolución de las extensas regiones, que los rusos habrían quitado a los chinos
durante la época zarista de expansión y colonización en Asia. Pekín tampoco
olvidó abogar por la liberación de la Mongolia Exterior. Además, durante la
reciente Conferencia de los pueblos afroasiáticos, los chinos no vacilaron en
vetar la presencia de los representantes soviéticos argumentando que los rusos
no son un pueblo asiático sino europeo. No cabe duda de que tales argucias
pesan mucho en la era de la descolonización, aun al terminar la época
khrushcheviana. (La redacción)
Las conversaciones que el 5 de julio del año
1962 iniciaron en Moscú los Comités centrales de los partidos comunistas
soviético y chino con el propósito de limar las discrepancias ideológicas,
terminaron sin éxito después de 15 días. Tal resultado decepcionó a los
"compañeros", allegados con fanatismo al Partido que dócil, ciegamente
y sin criticismo siguen a sus dirigentes y creen en su infalibilidad.
Sorprendió también a los compañeros "críticos" y a otros que creen
que quienes detentan el poder en un Estado totalitario pueden a su antojo fijar
sus relaciones con otros pueblos y Estados, aunque la suerte corrida por dos
"conductores" de nuestra época prueba lo contrario.
En cambio, acertaron los que, conforme a las
enseñanzas del estudioso sueco en problemas políticos y estatales, Kjellén, ven
en los pueblos y en sus organizaciones políticas seres vivos, organismos
vivientes que se rigen por las leyes de la vida, incluyendo aquí las
condiciones vitales específicas de cada pueblo y de su Estado.
Las necesidades reales de un Estado y la
posibilidad de satisfacerlas surgen de la acción recíproca de cada una de las
propiedades del territorio estatal y del pueblo respectivo, dos elementos
fundamentales que determinan la política nacional. Kjellén fue el primero en
introducir, al estudiar esas influencias, en la geografía antropológica, dos
disciplinas nuevas, denominándolas la "geopolítica" y la
"demopolítica".
Un estadista razonable procura extraer de los
datos geo-demopolíticos de su nación sus necesidades e intereses reales,
recursos y posibilidades de satisfacerlos y consecuentemente orientar la política
nacional, en primer lugar la exterior.
Analizando el conflicto ruso-chino, tal vez
el acontecimiento político de mayor envergadura después de la última guerra, se
imponen varias preguntas que requieren respuestas
adecuadas:
1) En general, ¿qué importancia reviste la
identidad o la divergencia ideológica en la vida de un pueblo o dentro de un
Estado?, es decir, ¿qué importancia tiene en las relaciones internacionales e
interestatales?
2) Admitiendo que la causa de dicho conflicto
reside en las divergencias ideológicas, ¿por qué éste surgió precisamente en
torno al problema de la expansión pacífica o violenta del comunismo en el
mundo?
3) Si esta tesis es inaceptable como causa
única y primordial del rompimiento del bloque comunista hasta ahora
"monolítico", ¿qué otros intereses antagónicos y reales separan a los
dos pueblos comunistas más grandes y a sus Estados?
4) ¿Cómo y por qué ese choque de intereses
vitales, pues de tales puede tratarse únicamente, cobró publicidad recién
ahora, tras 15 años de una concordia aparente?
5) Es comprensible que al comienzo los
reproches no afectaban directamente a los responsables máximos de ambas partes,
sino en forma indirecta, vía Tirana y Belgrado. ¿Por qué precisamente esos dos
países? Para el quid del problema ese aspecto es secundario, sin dejar
de ser interesante e ilustrativo.
Tanto el bloque comunista como el no
comunista siguen con gran interés ese pleito del que, de hecho, depende si los
dos países comunistas de mayor número de habitantes, coordinarán sus políticas
o cada uno tomará su rumbo o, lo que favorecería más al Occidente, sus
políticas chocarán.
En caso de tratarse sólo de diferencias
ideológicas, el conflicto tarde o temprano podrá resolverse positivamente. Es
otra cosa, en cambio, si estas divergencias ideológicas son el síntoma o varios
síntomas del mal que corroe y destruye el monoliticismo comunista. Según todos
los indicios parece que, en efecto, se trata de eso.
Si bajo el vocablo ideología se sobreentiende
un conjunto de ideas, pensamientos, creencias, sentimientos y voluntades en un
ámbito determinado de la vida espiritual (el religioso, el social, el político,
etc.), entonces la coincidencia o divergencia ideológica como un importante
factor de homogeneidad que de la masa de individuos forma una comunidad
espiritualizada, una unidad social de orden superior, puede reforzar o
debilitar su cohesión interior. La ideología puede también actuar en sentido
positivo o negativo sobre las relaciones recíprocas entre los pueblos y los
Estados, pero aquí como factor secundario, donde ya se da la coincidencia o el
antagonismo de otros intereses reales. La firme unión política de los países
comunistas podría esgrimirse como contraprueba, quiere decir que la
coincidencia ideológica puede accionar como el motor principal de sus
relaciones mutuas, mas eso valdría únicamente en el caso en que los respectivos
pueblos hubiesen consentido libremente esa ideología y el vínculo político
recíproco. Asimismo, los países occidentales no se unieron estrechamente a causa
de su coincidencia ideológica, sino ante todo a causa de su defensa común y de
otros intereses reales.
Esos hechos justifican la duda de si tan sólo
las divergencias ideológicas originaron relaciones tan tensas en los
principales Partidos y Estados comunistas. Ambos Partidos fundan su doctrina en
Marx, ambos invocan a Lenin, ambos concuerdan en cuanto al último objetivo del
movimiento, es decir: la expansión mundial del sistema social comunista.
Difieren únicamente en la táctica, en los caminos que deben seguirse. Moscú
está convencida de que el comunismo, por sus ventajas
intrínsecas, prevalecerá en última línea y sustituirá a la "podrida"
sociedad capitalista, que es innecesario desatar la guerra termonuclear y, en
consecuencia, aboga por la coexistencia pacífica de los países comunistas y
capitalistas. Pekín, en cambio, considera esta posición como una desviación de
la auténtica doctrina, como revisionismo, y permanece fiel a las enseñanzas
primarias, al "dogma" respecto a la expansión y a la dominación mundial
del comunismo mediante las revoluciones y la lucha armada, sin considerar los
peligros de la guerra atómica.
Si bien esta diferencia ideológica es
considerable, se refiere tan sólo al método para alcanzar el fin propuesto y no
justifica las relaciones tensas y casi hostiles entre los Estados. Existe,
pues, por lo menos, una duda justificada de que tan debatidas diferencias
ideológicas no son sino el disfraz con que ambos Comités centrales quieren
encubrir la existencia de un hondo conflicto de intereses reales y vitales
entre los dos gigantes comunistas.
Cuáles serían esos intereses no fue difícil
establecerlo mediante el análisis comparativo de los factores geo y
demopolíticos en ambos Estados.
I
¿Y qué cuadro nos proporciona semejante
comparación analítica? La Unión Soviética, el Estado más vasto del mundo,
abarca la extensión de 22 millones de km2 en la Europa oriental, Asia
septentrional y central. En ese espacio viven hoy más de 220 millones de
personas. La población está compuesta de unos 150 pueblos, pequeños los más.
Los rusos son los más numerosos y constituyen la mayoría absoluta y el factor
decisivo en el Estado. La densidad es de 10 por km2. Los soviéticos, con el
espacio actual tienen bastante terreno, por decenios y acaso por siglos, para
sus generaciones venideras.
La Unión Soviética consta de dos partes: la
occidental o europea, la que se extiende al oeste de los Urales y del Mar
Caspio, y la parte oriental asiática. La primera parte comprende 5,5 millones
de km2 y constituye la porción principal del Estado. Tiene unos 150 millones de
habitantes con 30 de densidad, lo que representa aproximadamente la mitad de la
densidad total de Europa, siendo muy exigua en comparación con ciertos países
de la Europa occidental (Holanda y Bélgica tienen más de 300; Reino Unido y
Alemania más de 200 e Italia 170).
En caso teorético de que los rusos, o mejor
dicho los soviéticos, dispusiesen sólo de este territorio, por decenios
tendrían suficiente espacio para sus generaciones futuras. No sólo el espacio,
sino las posibilidades vitales. Prevalecen llanuras bajas; un clima propicio
posibilita el cultivo de todas las plantas, mientras en las zonas centrales y
meridionales se extienden las regiones más fértiles en cereales de Europa. Este
territorio lo cruza el mayor río de Europa, el Volga, lo tocan o atraviesan
otros grandes ríos del continente europeo. Los ríos son navegables y unen,
mediante una red de canales, a tres mares, dos de ellos cerrados, y abierto el
tercero, el Glaciar, lo que constituye el único punto flojo de la situación
geopolítica de la Unión Soviética. Grandes reservas energéticas las hay en las
aguas, en el petróleo y el gas del Cáucaso, y en los ricos yacimientos
petrolíferos. También abundan minerales por su variedad y cantidad. La
producción de materias primas; las reservas energéticas, la mano de obra capaz
y gran número de consumidores dan un sólido fundamento para una potente y
diversificada industria. La Unión Soviética la desarrolló en gran medida y hoy
figura entre los países industriales más grandes del mundo. Y, sin embargo, el
desarrollo industrial y el económico distan mucho de haber aprovechado todas
las posibilidades.
Según esta situación geo y demopolítica, la
Unión Soviética, aunque reducida a su parte occidental, por su dimensión y el
número de habitantes, sería el país más grande de Europa, con condiciones para
figurar en el primer lugar como potencia económica y militar.
Más esa parte occidental europea de la Unión
Soviética representa sólo la cuarta parte de la superficie del Estado. Las tres
cuartas partes restantes, o sea 16,5 millones de km2, se extienden al este de
los Urales y del Mar Caspio. Es la Siberia, que va desde los Urales hasta el
Océano Pacífico, 12,5 millones de km2, y la Planicie aralocaspia, 4 millones de
km2. La Siberia occidental constituye una inmensa llanura, la central es
montañosa y la oriental boscosa. El clima es el "siberiano", con
inviernos largos y duros, con veranos cortos y cálidos. Hay también días muy
calurosos. No escasea la humedad, de modo que crecen casi por doquier las
plantas. La mitad del territorio la cubren las extensas selvas siberianas. En
el "humus negro" se cultivan cereales y otras plantas. Hay grandes
posibilidades para la cría de ganado; numerosos y caudalosos ríos abundan en
peces. El subsuelo siberiano es muy rico en minerales. Se dan, pues, todas las
condiciones para la industria, que en los últimos tiempos los soviéticos
promueven en forma extensa y a ritmo acelerado. En lo administrativo, Siberia
está encuadrada en la República Socialista Rusa, la más grande de las 15
repúblicas federales. Ciudades, pocas, la más grande es Novosibirsk con casi un
millón de habitantes.
La Planicie aralocaspia, en el orden político
el Turquestán ruso u occidental, se extiende al sur de la Siberia occidental.
Su interior es llanura baja, hasta la depresión, mientras que la parte oriental
y las comarcas meridionales son boscosas. Acusa el clima continental seco de
Asia central. Muchas lluvias reciben las montañas limítrofes, y de allí el agua
desciende a los ríos hasta los lagos o se pierde en la arena. El interior es
estepa, en parte estepa desértica. Las represas posibilitan el riego. En lugar
de trigales hoy se cultivan plantaciones de excelente algodón. Extensas estepas
se prestan a la cría de ganado. Es considerable también la riqueza mineral.
También aquí los rusos promueven la industria. Los habitantes son mayormente
pueblos turcos, islámicos, y en el orden político el Turquestán está dividido
en 5 de las 15 Repúblicas Soviéticas.
En este inmenso espacio asiático ruso viven
alrededor de 50 millones de habitantes; la densidad de la población es muy baja
y la mayoría la constituyen los rusos inmigrados. Hay extensas zonas donde hay
sólo un habitante por kilómetro cuadrado. La parte europea de Rusia, poco
poblada, no puede poblar más densamente sus áreas orientales. Por lo tanto, los
rusos son un pueblo con mucho espacio despoblado. Para Rusia y los rusos la
Siberia y el Turquestán (Turán) significan por tiempo ilimitado una reserva de
espacio vital y el presupuesto para el mantenimiento de su poder económico y
político en el mundo.
Pero esa posesión rusa en Asia con sus
ventajas acusa ciertos aspectos negativos. Los rusos, un pueblo europeo,
transpusieron su natural frontera oriental a fines del siglo XVI y muy
rápidamente, en menos de 70 años, se establecieron en las orillas del Océano
Pacífico. Fue ésta la época que algunos países europeos fundaron sus grandes
imperios coloniales en el Nuevo Mundo y en Asia meridional, conquistando por
las armas territorios de otros pueblos e imponiéndoles su autoridad. Lo mismo
hicieron los rusos en Asia, de modo que los territorios conquistados son
efectivamente colonias rusas, aunque de su "madre patria" no las
separa el mar.
¿Por qué los rusos se lanzaron a la conquista
de nuevos territorios cuando disponían de poca gente como hoy en tierras
europeas? La fuerza que los movió surge del afán inconsciente, instintivo por
expandirse propio de todos los organismos. Ese instinto es congénito a todos
los pueblos, aunque en forma latente, para volverse activo en circunstancias
propicias. Los ejemplos de las conquistas coloniales de los países europeos
probablemente estimularon a los autócratas rusos.
Esta instintiva expansión de Rusia fue
estimulada por el anhelo de asegurarse una salida al mar abierto y cálido, fin
éste siempre presente para los rusos, que hasta hoy no pudieron alcanzar. Este
encierro marítimo es, de hecho, el único punto geopolítico negativo de ese
inmenso país. El afán por llegar al mar cálido lleva a los rusos a través de
Manchuria al cabo meridional de Liaotung, donde construyeron el puerto de
guerra Port Arthur y el puerto comercial Dalnji (hoy Dairén). El Japón
desafiado expulsa a los rusos de Manchuria (1905) y en 1932 forma el Estado de
Manchukuo. En las postrimerías de la segunda guerra mundial Moscú revoca el
pacto de no agresión firmado con el Japón e irrumpe en Manchuria con la
esperanza de establecerse de nuevo en un mar cálido y abierto.
Los rusos, además de Siberia, ocuparon
también el Turquestán (el siglo XIX). El instinto de expansión se vio
fortalecido aquí también por el deseo de llegar al mar abierto y cálido, el
Océano Índico, a través del Afganistán, por los desfiladeros Cabulos a la
llanura de los Indas, lo que impidió nuevamente Gran Bretaña.
Haya o no otros motivos de la expansión de
Rusia en Asia, su enorme posesión allí lleva una impronta típicamente colonial,
lo que a su ves hace a su debilidad.
Por la aspiración universal de la humanidad a
perfeccionar permanentemente los que existe, cambian en el curso del tiempo
también las ideas rectoras en al vida política. Así la época del descubrimiento
de nuevas tierras significaba a la par la época del colonialismo. Los Estados
procuraban apoderarse de mayor número de colonias que al mismo tiempo
representaban la riqueza, el poderío y el prestigio. ¿Qué ocurre hoy? Después
de la segunda guerra mundial desaparecieron grandes imperios coloniales en Asia
meridional, mientras que en Africa faltan pocas colonias por independizarse. La
posesión de colonias no implica ya honor, sino vergüenza. El principio político
dominante de los nuevos tiempos es el anticolonialismo.
El desarrollo político origina a veces
situaciones paradójicas, pues en el movimiento de liberación de las colonias el
paladín más elocuente fue precisamente la Unión Soviética que, no obstante,
guarda férreamente su inmenso imperio colonial en Asia. ¿Hasta cuándo? Hasta
que los mismos pueblos afectados empiecen a rebelarse o encuentren un protector
poderoso que los libere en beneficio recíproco. Ese podría ser únicamente un
vecino grande y poderoso.
Otro punto flojo de las posesiones coloniales
rusas es su despoblación. La densidad en el Turquestán arroja 5 por km2, y en
Siberia algo más de dos; por consiguiente, se trata de una superficie casi
despoblada. Pero el horror vacui rige también para las zonas geográficas
si se prestan a la radicación y la vida de hombres.
En las fronteras chocan los anhelos
instintivos de expansión de los pueblos vecinos. Los vecinos, pues, son
adversarios potenciales naturales, con frecuencia enemigos. Un espacio vecino
raramente poblado o vacío constituye uno de los tantos factores que estimulan y
codeterminan la dirección de la expansión del vecino.
En las fronteras de las posesiones asiáticas
de Rusia se hallan la Corea del Norte, el Afganistán y el Irán, vecinos
inocuos. Pero en las restantes fronteras, largas más de 1000 kilómetros, se
extiende otra potencia comunista, China, su rival ideológico. Ese es
precisamente el punto más débil y peligroso de la posición geo y demopolítica
de esta parte asiática de Rusia.
II
Veamos ahora cuáles son las condiciones geo y
demopolíticas de China y qué política le imponen.
China ocupa una superficie de casi 10
millones de km2, tan grande como Europa. Desde el punto climático, la parte más
valiosa es la oriental desde Gran Hingan hasta el Océano Pacífico (Manchuria,
la China septentrional y meridional. Estas dos últimas son China propiamente
dicha). La China restante (provincias exteriores) sube en enormes terrazas
hacia el interior del Asia central. Todo eso conforma un altiplano; montañas
altas y largas, entre ellas el Himalaya, circundan el altiplano y los valles y
cierran el camino a los vientos húmedos (monzones).
La parte oriental más pequeña tiene un clima
no tropical con monzones, y dado que la China septentrional abunda en tierra
fértil, es aquí donde se extienden mayores zonas arables. La parte interior del
país es seca y como por falta de aguas no hay riego suficiente, allí predominan
las estepas, aptas para la ganadería nómada. Esas estepas se vuelven desérticas
(el desierto de Gobi) y verdaderos desiertos. La mayor parte del Tíbet, el
altiplano más alto y más grande del mundo, es un desierto frío. Los tres ríos
más grandes atraviesan la parte este del país y desembocan en el Pacífico. Los
grandes ríos que surgen en el Tíbet oriental o meridional corren por los valles
hondos e intransitables hacia el subcontinente indio.
Según la estimación, China el 1/VII/1961
contaba con 700 millones de habitantes, más que ningún otro país. Casi el 95%
son chinos, el pueblo más poderoso de la tierra. El remanente lo constituyen
otros pueblos asiáticos. Considerando todo el territorio chino, la densidad es
de 70 por km2, séptuple que la densidad promedio de la Unión Soviética (10) y
más que doble que su parte europea (30). Si la naturaleza permitiera una
distribución más o menos igual de la población, esta densidad no sería
exagerada. Pero, casi el 95% de la población está aglomerada en la parte
oriental, de menor extensión, donde la densidad arroja cifras registradas en
pocos lugares del mundo, mientras que las extensas zonas del interior son
"inhabitadas e inhabitables", según la acertada formulación de un
geógrafo.
China, pues, está superpoblada y, en
contraste con la Unión Soviética, es un pueblo sin espacio, parecido a una
caldera a vapor recalentada que comprime expansivamente contra todos los lados
y busca escape. Antaño los chinos emigraban tranquilamente de su superpoblada
patria originaria, la actual China propiamente dicha, y se establecían en las
zonas contiguas. Emigraban también a otros países, especialmente a la India
continental y a los países de ultramar. En algunos países forman considerables
minorías (En el Pequeño estado de Singapur, según el censo de la población de
1960, había del total de 1.600.000 habitantes 1.200.000 chinos).
A los países vecinos recién constituidos no
les conviene semejante situación, ni tampoco agrada a la política dinámica y
consciente de la nueva China la permanente emigración a los países ajenos de su
gente joven, la más capaz para el trabajo. Los trabajos de mejora no pueden
proporcionar mucha tierra en el interior seco, carente de agua, mientras que la
economía racionalizada y la industrialización forzada pueden traer apenas un
alivio momentáneo. La presión interna no mengua sino que sube y robustece el
afán natural de expansión. Al sur, en la India superpoblada, hay muy poco
espacio disponible. Un poco más podría encontrarse en la India marítima, en los
valles de los ríos, que forman los principales arrozales del mundo, pero ya muy
densamente poblados. Una guerra contra las islas boscosas y densamente pobladas
tampoco proporcionaría mucho espacio nuevo, aunque tuviera buenas perspectivas
de entablarla contra el Japón.
Pero, ¿por qué China debe dirigir su
expansión natural en rumbos sin perspectivas, cuando allende sus fronteras
septentrionales y occidentales se extienden zonas inmensas aptas para la vida y
casi despobladas? La expansión instintiva sigue este rumbo y el del todo seguro
que los dirigentes chinos piensan seriamente sobre el particular. Aquí
únicamente se puede hallar nuevo espacio y nuevas posibilidades de vida para
decenas y centenares de millones de chinos. De añadidura, China cumpliría una
misión "honrosa" liquidando en Asia el colonialismo remanente y
"liberando" a los pueblos "hermanos" de la subordinación al
hombre extranjero, al blanco. China puede sostener que Rusia tiene que
resignarse, pues, en la campaña de la descolonización los rusos vociferaban el
slogan "África para los africanos" y formularon el pedido de que
"Asia debe pertenecer a los pueblos asiáticos".
Ese afán de primacía no expresa tan sólo la
vanidad y la concreción de ambiciones justificadas, sino que reviste gran
significado político. Los países comunistas no siguen una política
independiente sin que la subordinan a la de Moscú, que
hasta en los países no comunistas dispone dentro de los Partidos comunistas
públicos y clandestinos de agentes subversivos y cuadros de adeptos ciegamente
fieles. Si los comunistas creen firmemente que su victoria está asegurada,
entonces Moscú y Pekín dictará la política mundial. ¿Qué significará semejante
papel para el respectivo país? Somos testigos de la agitación febril de los
comunistas chinos para atraerse a los comunistas en todos los países.
III
La presente comparación de los factores geo y
demopolíticos sumados a las propiedades etnobiológicas y etnopsicológicas de
las individualidades nacionales y de sus Estados, muestra a las claras que
entre Moscú y Pekín no puede durar un idilio ilusorio, una vecindad pacífica
sin las aspiraciones y pretensiones de un rival a lo que posee el otro.
Conforme a las leyes naturales, el antagonismo ineludible estalló, por ahora
enmascarado en el manto de las divergencias ideológicas.
Veamos ahora otro aspecto del problema y
analicemos los motivos por los cuales ese pleito ideológico estriba en la
tolerancia pacífica de un contendor y en la agresividad belicosa del otro.
Ambos argumentos tienen sus explicaciones convincentes. Mientras reina la paz,
China ni siquiera puede soñar acerca de la realización de sus planes en la
Rusia asiática y en el mundo comunista. Tiene que esperar pacientemente,
robustecer su economía, formar "cuadros", promover la industria,
especialmente la bélica, para poder facilitar armas modernas a su ejército de
más de cien millones. Los chinos son un pueblo paciente, mas la presión interna
sube a medida que crece la población en 20 millones por año (el crecimiento
vegetativo de la unión soviética es de 4-5 millones por año). Pero el plazo de
espera podría vencer en el momento de estallar la guerra termonuclear. ¿Cuáles
serían sus probables consecuencias? En los Estados Unidos y los países de la
Europa occidental, ciudades e industria destruidas, decenas y tal vez
centenares de millones de hombres muertos o sucumbidos por el veneno atómico.
Los sobrevivientes empezarían nueva vida sobre las ruinas. Iguales efectos
destructivos tocarían también a la Unión Soviética y a sus satélites, pero se
plantea el interrogante de si estos últimos mantendrían el orden impuesto y si
dentro de la misma Unión Soviética los pueblos bálticos, los carelios, los ucranios,
armenios, etc., no tratarían de reconquistar su libertad nacional. Es muy
probable que la destrucción bélica vendría acompañada
por la desintegración del Estado soviético. En semejante trance, ¿podría Rusia
defender sus posesiones asiáticas si aquellos pueblos sometidos por iniciativa
propia o incitación ajena se levantasen y los ejércitos de su poderoso vecino
acudiesen en su ayuda para "liberarlos" y someterlos a su yugo?
China, sin armas atómicas eficaces, tal vez ni participaría abiertamente en la
guerra contra Occidente.
En síntesis: la guerra nuclear significaría
para Rusia, entre otras cosas, un riesgo de desmembramiento del Estado y la
pérdida de las posesiones asiáticas, y para China significaría, con un riesgo
insignificante, la probabilidad de tomar las posesiones asiáticas de Rusia y la
única posibilidad de procurarse nuevo espacio y resolver su problema vital. Se
entiende, pues, que los rusos sinceramente aboguen contra la guerra
termonuclear y los chinos se muestren belicosos. Muy esperanzados seguían la
evolución de la "guerra fría", se quedaron muy decepcionados por el
reciente vuelco de la política rusa, y exasperados cuando Khruschev durante la
crisis cubana sufrió un duro golpe en su prestigio y autoridad con el fin de
evitar la guerra termonuclear.
Se impone la pregunta: ¿por qué recién ahora
los rusos comprendieron que su poderoso vecino es un adversario natural y un
rival en el movimiento comunista unitario? Una respuesta adecuada la pueden dar
los dirigentes responsables rusos, pero los motivos probables no son tan
ocultos. Los rusos ya durante su penetración en Siberia entraron en contacto
con China, un Estado antiquísimo, pero débil, sometido a la Manchuria y a sus
monarcas. Esa China débil hizo concesiones a los rusos en Manchuria, incapaz de
oponerse a las pretensiones de otros países europeos. El nuevo Japón derrotó a
China y le arrebató Corea y Formosa. Las potencias europeas consiguieron bases.
La secuela de esta debilidad crónica de China fue la supresión del Imperio y la
proclamación de la república en 1912, la que tampoco logró consolidar al país.
El Japón, impulsado por sus planes de hegemonía, invade China, y contra los
japoneses luchan, además de las tropas civiles del Kuomintang, los
destacamentos rojos, organizados, equipados y al comienzo conducidos por los
rusos. Entretanto, estalla la segunda guerra mundial y al finalizar los rojos
se adueñaron de toda la China continental.
Los rusos acaso creyeron que ésta también
seguiría las huellas de la China imperial y la republicana, que ellos
organizarían y dirigirían de acuerdo a los intereses económicos y políticos de
Moscú. Pero es obvio que se equivocaron. Los rusos enviaron a China a muchos
técnicos y especialistas, prestaron a Pekín ingentes sumas de dinero. Los
chinos se mostraron en todo sentido muy capaces, lo que contribuyó por cierto a
alentar su autoconciencia y el orgullo nacional. Los rusos acaso ni se
percataron al principio de ese cambio, especialmente en la época de Stalin.
Pero con el tiempo debían llegar también a Moscú las informaciones sobre la
capacidad de los chinos, como sin ir más lejos evidenciaron tantos estudiantes
chinos en las universidades soviéticas. Todo ello, junto con un vistazo sobre
el mapa geográfico y el conocimiento de los factores demográficos de China, es
suficiente a un analista avezado para sacar la conclusión de que los intereses
de esos dos pueblos y Estados son incompatibles.
Así, pronto se produjo un cambio brusco a
raíz de la primera visita de Khrushchev a Pekín en 1958. Rusia empezó a
postergar su ayuda en la construcción de China y el fortalecimiento de su
poderío económico y militar, para suspenderla luego totalmente. En 1960 fueron
revocados millares y millares de técnicos rusos, mientras que China debe pagar
ya sus deudas a largo plazo. Rusia mientras tanto tomó el único camino viable
para ella, el camino de la paz y la coexistencia pacífica con Occidente
decepcionando y desesperando aun más a los chinos. La escisión, que era
ineludible a causa de los intereses fundamentales diametralmente opuestos,
todavía sigue encubriéndose con el velo de las divergencias ideológicas.
Resulta significativo que ambos contrincantes agudizaron deliberadamente ese
conflicto publicando largas cartas abiertas de fecha 15 de junio y 15 de julio
de 1963, o sea en el momento en que se reunían en Moscú los delegados de ambos
Comités centrales con el propósito de dirimir el pleito surgido.
Por último, nos referiremos a un hecho sin
mayor importancia, pero instructivo: Tanto Moscú como Pekín no cruzan sus armas
en forma directa. Lo hacen indirectamente, descargando sus golpes sobre
Belgrado y Tirana. ¿Fueron elegidos casualmente esos dos países pequeños como
destinatarios de los golpes dirigidos a los grandes? Los albaneses, pueblo poco
numeroso, hoy cerca de 2,5 millones, vivieron casi 450 años en el Imperio
otomano. A fines de la primera guerra balcánica (1913) lograron su Estado, pero
Kosovo y Metohija, habitadas en forma casi homogénea por los albaneses, fueron
anexadas al Reino de Serbia, y hoy como un territorio autónomo
"Kosmet" integran la República Socialista de Serbia (dentro de
Yugoslavia). No es difícil comprender que la pequeña Albania (1.600.000)
habitantes aspira a reconquistar el Kosmet e incorporar a los 800.000 de sus
connacionales. Mientras dure la paz, esa aspiración es un sueño dorado, pero
podría realizarse en caso de estallar la guerra, en que estaría implicada
también Yugoslavia. Lo mismo que desea Pekín. Yugoslavia, sin embargo, por esta
razón y más por otros motivos internos demopolíticos, deben estar decididamente
en contra de la guerra, por idénticas razones que Rusia, pues en la guerra
correría un gran riesgo de quedar no sólo derrotada, sino desintegrada, como le
pasó a la Yugoslavia monárquica en la segunda guerra mundial. Yugoslavia va más
lejos aún y se declara dispuesta a no participar en la guerra, incluso en caso
de participar la Unión Soviética. Belgrado practica una política de relativa
independencia de bloques antagónicos. Los ejemplos de estos dos Estados
pequeños son muy ilustrativos, pues revelan cuáles factores reales determinan
la política exterior de esos países.
Albania en las
controversias comunistas
Pedro Vukota, Buenos Aires
I. Introducción
El importante papel que desempeña Albania en
el latente conflicto chino-soviético resulta algo incomprensible e inclusive
desproporcionado. La transformación albanesa en punta de lanza china no es
suficientemente inteligible: en primer término por carecer ese país de potencia
que justificase la posición asumida; y en segundo, debido al aspecto
doctrinario con que aparentemente se manifiesta el litigio. Ni siquiera los
mismos chinos, cuya formación comunista es de "segunda mano",
estarían en condiciones de atribuirse el privilegio de los verdaderos
intérpretes y guardianes ortodoxos de la doctrina comunista, y menos están en
condiciones los improvisados comunistas albaneses.
Los dirigentes albaneses no sólo que
secundaron a los chinos sino que asumen una postura de extrema violencia,
permitiéndose decir y actuar de un modo que era inclusive inadmisible para los
mismos chinos, a pesar de que el comunismo albanés ha sido de reciente e
improvisada creación, impuesto desde afuera y por fuerza, con un reducido
número de los dirigentes, intelectualoides jóvenes, en su mayoría expatriados durante
la década de 1935 a 1945. Estos fueron adoctrinados en el extranjero, puesto
que muchos de ellos ni siquiera eran comunistas y hasta hoy a algunos que
ocupan el poder, no se los considera, en esencia, como comunistas. Sin embargo
al terminar la era khruschoviana los rusos para dar indicio de su tendencia
contemporizadora se vieron obligados, después de todo, a emitir un moderado
elogio al comunismo albanés.
El comunismo en Albania surgió recién durante
las guerrillas de la segunda guerra mundial y gracias a la intervención directa
del comunismo serbio, ahora bajo la forma yugoslava, que en función de clásico
agente ruso sobre los Balcanes y conforme a las pretensiones serbias,
consideraba a Albania como parte integrante de sus planes políticos. Al producirse
el "cisma" de Tito, Rusia asumió el control de la Albania comunista
para verse sustituida luego por los chinos.
Las seriadas interferencias de las potencias
comunistas y la correspondiente influencia albanesa en el plano internacional,
especialmente en lo que se refiere al mundo comunista, nos impulsa a comprender
que estamos frente a un fenómeno sui generis, que surge de la complicada
morfología política de los Balcanes, y cuyo verdadero germen está en la misma
problemática nacional.
La formación nacional de los pueblos
balcánicos, surgida de la Cuestión de Oriente -casi pasada a la Historia- con
el acentuado individualismo y nacionalismo de estos pueblos, destacándose
excesivamente el de los albaneses, está continuamente sujeta a la acción de las
constantes naturales e históricas que imprimieron una personalidad peculiar a
cada una de esas nuevas naciones, con los contrastes tan marcados que suelen
dentro del mismo grupo étnico causar diferencias inclusive trascendentales[75].
La evolución política del sudeste europeo,
que recién el afán del positivismo científico del romanticismo alemán lo
clasificó bajo un común denominador, los Balcanes, por cierto erróneo,
como nos enseña la Filosofía de la Historia, tanto desde el punto de vista
geopolítico como geofísico, tuvo en su gran parte un rumbo completamente
distinto al de la Europa occidental. Ese error se hizo sentir particularmente
desde la decadencia y correspondiente retirada turca y el surgimiento de los
nuevos Estados nacionales, cuando se pretendió injertar formas e imprimir ideas
y valores de la normal evolución europea, sin tenerse en cuenta primeramente la
identificación de la mayoría de aquellos pueblos con la tradición cultural
bizantina y la herencia del dominio otomano. El resultado fue lamentable porque
justamente en aquel sector se produjo materialmente el resquebrajamiento del
equilibrio del Concierto europeo, surgido en los Congresos de Viena, París y
Berlín. En los Balcanes también tuvo lugar la iniciación de la primera guerra
mundial cuya consecuencia directa resultó ser la segunda contienda, ya casi
universal, al terminar la cual, la dominación comunista o sea del imperialismo
soviético sobre aquella zona era indiscutible. Se salvó únicamente Grecia pero
después de dura prueba de una sangría nacional, que fue una verdadera guerra
civil.
El comunismo soviético, en su función de
continuador del expansionismo ruso clásico, tampoco supo apreciar y hasta
cierto modo desestimó las mencionadas constantes que para los rusos, se supone,
deberían ser muy claras, y el resultado fue tal, que la primera brecha en la
"monolítica" estructura comunista mundial de sus satélites se produjo
en los Balcanes con el "cisma" de Tito. Luego se dio lugar a un
proceso de inapreciables proporciones, con la decisión albanesa de desconocer
la "primacía" rusa y ponerse al lado de los chinos.
Para apreciar la importancia de los factores
que actúan sobre el suelo de los Balcanes y que mayormente se expresan en
violentas reacciones nacionalistas y bajo oportunas formas ideológicas a pesar
de las proporciones territoriales realmente reducidas, recordaremos el caso de
Montenegro, un minúsculo reino que a la sazón de la primera guerra mundial
llegó a desempeñar un papel tan importante, en cuya triste y desolada aldea
montañosa de Cetinje, que le servía de capital, fueron a anudarse muchos hilos
de la gran política europea de entonces[76].
El fenómeno de Albania con un territorio de
28.739 km2 y una población oscilante de un millón y medio de habitantes,
divididos en tres religiones (musulmanes, ortodoxos y católicos) y por ende
culturas y una minoría de unas 800.000 almas que viven en la Región autónoma de
Kosmet de la República Socialista de Serbia en la Yugoslavia comunista, es aun
más trascendental debido al alcance que representa el conflicto
chino-soviético, que quizás llegue a torcer el camino de la misma Historia. El
caso se demuestra paralelamente con un aspecto emocional, psicológicamente
comprensible, en cuanto atañe a los rusos, aún cargados con un complejo de
inferioridad por su ubicación geográfica encerrada por los mares fríos e
impenetrables, con un continuo anhelo de alcanzar las cálidas orillas de la
cuenca mediterránea, cuna de las civilizaciones.
Después de unos pocos años al verse realizado
aquel deseo secular, con la ocupación rusa de las importantísimas costas
albanesas, sin derramar una sola gota de sangre y después de haber alineado sus
armas hacia el corazón del Occidente, simbólicamente personificado en Roma, y
hacia las proas de los navíos de la poderosa VI Flota norteamericana de la
NATO, tuvieron sin pena ni gloria que abandonar apresuradamente las posiciones
tomadas para ceder lugar, por primera vez en la historia, a los funcionarios
del "hermano" gobierno chino sobre las costas mediterráneas europeas.
II. Formación de Albania
La formación y determinación política de
Albania ha sido entre las últimas nacionalidades balcánicas. La suerte de este
pueblo, tan diferente de las demás naciones balcánicas y europeas, donde los
mismos componentes culturales políticos han formado una particularidad de la
nacionalidad albanesa, fue distinta de la de sus vecinos. La separación
geográfica, las características étnicas y la evolución histórica de Albania han
condicionado una historia muy interesante. Mientras las demás nacionalidades
han sabido, en cierto modo, crear y desarrollar la independencia dentro de los
márgenes de su Estado, la pasión política y el individualismo albanés no han
podido unir las fuerzas nacionales para alcanzar el mayor deseo de una
comunidad étnica con clara conciencia nacional. El sujeto agente en la
actividad política sobre el suelo albanés han sido, a lo largo de la historia,
las fuerzas extranjeras que sentían la atracción de este país, cuya
característica general estriba en los contrastes que se manifiestan en todos
los aspectos de su vida. Con esto no se quiere decir que el pueblo albanés
carezca de capacidad suficiente, reduciéndose a un sujeto pasivo en el
desarrollo histórico, pero el hecho es que a la postre, su misma definición
política fue llevada a cabo por las potencias europeas. Por el contrario, la
exagerada y acentuado conciencia de pertenecer a un pueblo valiente, ha dado
tanta desproporción a las fuerzas individualistas de las tribus, que, al
carecer de una institución o personaje de la potencia gigantesca y unificadora
necesaria, fueron las fuerzas externas quienes tuvieron que dar forma oportuna
para unir los intereses de todas las tribus dentro de los límites del Estado
nacional.
El complejo de Albania no es posterior a la
problemática en torno de la Cuestión de Oriente; pero su manifestación y efecto
en el campo de la política europea, ha sido tratado de manera completa sólo en
un período relativamente posterior.
Quizás explicando los elementos dentro de los
cuales surgió la Albania actual, podría parecer que se repiten las cosas,
tantas veces expuestas, en relación con las otras naciones y formas políticas
que crecieron sobre el suelo balcánico. Pero a pesar de que en muchos momentos
son semejantes o idénticas, tienen otra naturaleza y otro material sobre el
cual actúan en el proceso creador del Estado de Albania.
En un espacio respaldado por altas coronas
montañosas hacia el interior peninsular apareció Albania como una entidad
geográficamente separada desempeñando el papel de un gran Gibraltar adriático.
Gracias a estas condiciones, es el único sitio donde pudieron conservarse
étnicamente casi intactos los restos de los ilirios. Pero los aspectos y
condiciones geográficas, y la personalidad de cada uno de los valles entre las
montañas, condicionó la división del pueblo albanés en 65 tribus, que hasta hoy
día habían conservado su personalidad en la dirección de la suerte de cada una.
El pueblo albanés hace proceder su nombre de
la tribu central ilírica de Albano, que vivía en la
Albania actual, precisamente en la montañosa región de Kroya. A mediados del
siglo II después de Cristo, el geógrafo griego Ptolomeo (Geografía, III,
12-20) la recuerda, y Constantino Porfirogenet nombra a los Αλβανοι.
Hoy día son conocidos, según la denominación latina, como albaneses, o turco
arnautos, mientras ellos mismos se llaman Shquipëtar, Shquipëtare y Albania
Shquiperia. Los restos ilíricos se han concentrado en el territorio que en
forma cuadrangular (Valona-Ocrida-Prizren-Antivari) con pequeñas desviaciones
hacia el Norte, es la patria del pueblo albanés, el cual, aunque de origen
indoeuropeo, quedó como el único de su familia étnica y lingüística entre todos
los pueblos y razas europeas.
La historia política de Albania ha sido muy
agitada. La división primitiva del Imperio Romano la incluyó en Bizancio y
administrativamente pertenecía al themato de Durazzo. La penetración de los
eslavos cerró y cortó notablemente el territorio albanés por la parte Norte.
Durante toda la Edad Media hasta la invasión turca, varias potencias lucharon
entre sí para dominar el suelo albanés. El Bizancio, los normandos, los reyes
de la dinastía Anjou, serbios y venecianos pugnaban por obtener a Albania.
El duque normando Roberto Guiscard desembarcó
en el año 1081 en la playa de Durazzo, conquistando la ciudad el año 1084;
Venecia, en tiempos de la cuarta cruzada, conquistó, el año 1205, a Durazzo, y
el interior reconoció su dominio. El poder veneciano fue sustituido por el de
Epiro, luego pasó a la posesión del rey de Sicilia Manfredo, y el año 1266
Carlos I de Anjou heredó estas tierras. El año 1275 unió a Albania bajo el
título de Reino de Albania y so el gobierno del capitán general, que fijó su
residencia en Durazzo. El nuevo reino llamó la atención de todos los Estados
balcánicos, pero la influencia de los Anjou en decadencia no pudo impedir que
ya, el año 1309, el rey de Serbia, Esteban Uros II, ocupase Albania y se
adjudicase el título de "rey de Albania". Esteban Dusan el año 1341
sometió todo el país bajo la corona imperial serbia.
La disgregación del Imperio serbio medieval
fue repentina, y cuando murió Esteban Dusan, Albania se dividió en varios
pequeños principados bajo el gobierno de los príncipes locales. Como la fuerza
de los Anjou había desaparecido, y con el fracaso del ejército serbio en la
famosa batalla de Maritza de 1371 la amenaza turca fue directa para Albania.
Los príncipes locales pedían la ayuda y protección de Venecia, que estaba muy
interesada en Albania[77].
El período de las invasiones y la completa
ocupación de su territorio por los otomanos en el año 1417 (Valona), fue un
lapso de tiempo en el que el pueblo albanés empeñó todas sus fuerzas para
librarse del yugo turco. Sin exageración ninguna, la participación albanesa en
la lucha por la defensa de la civilización cristiana, fue gloriosamente
representada por una de las más eminentes figuras heroicas, Jorge Castriota
Scanderbeg. Scanderbeg quiso unir todas las tribus de su raza para oponerse al
invasor islamita.
La autoridad turca de Albania no alcanzó
nunca su completo dominio sobre todo el país. La población que vivía en las
llanuras sufrió más el poder turco, pero los habitantes de los valles y altas
montañas impenetrables del respaldo albanés no fueron completamente controlados
por los otomanos. En los borrascosos siglos XIV y XV, una común inseguridad
provocó la organización y renacimiento del antiguo sistema de las tribus. Los
pastores seminómadas y las agitadas masas de los campesinos huidos del terror
turco, se reunían en la organización militar de las tribus para combatir mejor.
Las fuerzas del ejército de Castriota provenían de esta organización de gente
que vivía sola y separada de todo el mundo, dependiendo de las fuerzas
elementales que les proporcionaban la vida en el suelo de las montañas.
La carrera militar de Jorge Castriota
Scanderbeg empezó el año 1443 de manera un poco rara. Por vía muy tortuosa,
Scanderbeg consiguió obligar al guardasellos del sultán a que le proporcionase
un decreto de nombramiento como gobernador de Kroya. La organización de
Castriota empezó a funcionar después de haberle sido entregada la ciudadela de
Kroya a base de engañar al gobernador Sabel-bajá, gracias al falso documento.
La misma noche, todos los musulmanes que no quisieron aceptar el bautismo
fueron asesinados. Pocos días después, otro albanés, Moisés Golemi, que, como
vasallo del sultán, gobernaba la mayor parte de la región de Dibrano, junto a
los demás déspotas albaneses se unió con Scanderbeg, que ya ocupaba las principales
fortificaciones y los pasos dominantes en las montañas.
Esta revuelta albanesa, que asoció a todos
los jefes y señores albaneses, se formalizó en la primavera de 1444 en Alexi,
donde se proclamó como la "Liga de los pueblos albaneses". Esta Liga,
en presencia del gobernador veneciano y el príncipe montenegrino, Esteban
Crnojevich, eligió a Castriota Scanderbeg como jefe y caudillo militar.
La campaña contra los turcos quedó suspendida
por cierto tiempo con el armisticio entre el caudillo cristiano y el
conquistador Mohamed II, tregua cuya duración se limitó sólo a un año. Los
soberanos cristianos europeos, y el mismo Papa Pío II, querían aprovechar
completamente las fuerzas que combatieron valerosamente, pero con la muerte de
Pío II y luego, en el año 1467, la de Scanderbeg la liga albanesa vio terminada
su vida y sus victorias[78].
El fenómeno de la "Liga de los pueblos
albaneses" fue una forma cuya tendencia política quedó claramente expuesta
en su finalidad de lucha contra los turcos. La liga tuvo un carácter meramente
militar, cuyo jefe supremo era Jorge Castriota Scanderbeg. La Liga abarcaba
todo el territorio albanés, pero los príncipes y los jefes de las tribus
conservaban la autoridad dentro de su comunidad. La Liga tenía por capital para
celebrar sus reuniones a Alexi, que entonces pertenecía al dominio veneciano.
Los príncipes y los jefes de las tribus, según la naturaleza del alma albanesa,
quedaron como jefes absolutos, pero a su vez tributarios del sultán, y
solamente contra los turcos fue ejercida por Castriota la autoridad suprema en
los asuntos militares.
Los movimientos de las tropas turcas
provocaron siempre una reacción de rechazo en Albania. El años 1592, cuando los
turcos atacaron Austria, el Papa dirigió al mundo cristiano un llamamiento para
la cruzada, lo que produjo gran entusiasmo en Albania. El centro de la
sublevación no alcanzó éxito completo, pero el Tratado de Viena de 1615
garantizó la intervención de Austria a favor de los católicos albaneses,
proclamándose su protectora.
La división del pueblo en tribus
independientes y la fuerte minoría musulmana, constituyeron la mejor arma turca
para subyugar a los albaneses. Sin embargo, los musulmanes albaneses llegaron a
ocupar una posición privilegiada, los vemos como ministros, generales, visires,
cortesanos, gobernadores de la corte otomana mientras el pueblo pagaba los
tributos a su gusto y daba soldados al sultán, según su voluntad. Cualquier
acto autoritario de índole severa era lo bastante para provocar una
sublevación.
El siglo XIX no ha sido para Albania menos
tormentoso que para cualquier pueblo balcánico. Después de fracasar Ali-bajá de
Yamiña, que, a cargo de la soberanía turca, consiguió crear un Estado
independiente, hubo también otras insurrecciones en el año 1835 y 1844. El celo
por la independencia de las tribus o ciudades, motivará profundos odios, luchas
y venganzas.
Los movimientos por la independencia y
libertad de los pueblos eslavos sometidos en los Balcanes, patrocinados por la
alta protección rusa, tuvieron en el caso de Albania un reflejo desfavorable,
sobre todo a causa de pertenecer en su mayoría a la religión musulmana y de
origen no eslavo. También los deseos de los nacionalismos excitados atraían
hacia el suelo albanés las miradas de Montenegro, Serbia y Grecia, que
reclamaban derechos sobre las partes interesadas de Albania como su territorio
"histórico". La naturaleza del pueblo, la complicación religiosa y
cultural, los intereses de los vecinos y el mismo comportamiento de las tribus
y los jefes, influyeron en que el despertar nacional de Albania no fuera
simultáneo al de otras partes balcánicas, complicándose aún más la posición de
este país.
Las decisiones del Tratado de Berlín
provocaron una gran revuelta en toda Albania. Se formó la Liga albanesa que protestó
contra la separación y unión territorial del suelo nacional albanés a
Montenegro, Serbia y Grecia. En favor de la protesta, la Liga proclamó que se
opondría con las armas a la ocupación de sus territorios y cuando las tropas
turcas se retiraron de las regiones fueron sustituidas por las fuerzas
voluntarias de la Liga. Este hecho fue la causa de que las potencias europeas
reaccionaran, pidiendo la intervención turca. Un ejército turco de 30.000
hombres, previa demostración naval inglesa, bajo el mando de Dervis-bajá,
penetró en Albania venciendo a la Liga, cuyos jefes fueron ejecutados o
exilados, mientras el joven príncipe de la tribu mirditi, Prenk Bib Doda, fue
utilizada como rehén.
El antagonismo ítalo-austríaco dio
importancia internacional a la anarquía albanesa. Austria intervenía en los
asuntos de Albania aprovechando su derecho de tutela desde el año 1615. La
ayuda del clero católico en Albania y las fundaciones benéficas y docentes
dieron al Imperio de Austro-Hungría cierto prestigio entre el pueblo albanés.
La derrota de la política colonial italiana, culminante en la catástrofe de la
empresa de Etiopía el año 1896, hizo buscar la compensación en el suelo
balcánico. La idea del "mare nostrum" de las antiguas posesiones
venecianas, con el programa anti-austríaco italiano, constituyeron la fórmula
de las exigencias italianas para dominar la costa albanesa. La
"amenaza" austríaca provocó gran interés entre todos los círculos y
partidos italianos para garantizar en Albania su dominio.
La situación interna y externa de Austria le
obligó a tratar, junto con Italia, el problema de Albania. Mientras tanto, los
italianos querían despertar la conciencia nacional de los albaneses creando un
comité albanés en Italia, que, bajo el lema "Albania a los albaneses"
pedía la independencia nacional. Austria, acosada por la situación, consintió,
en el convenio ítalo-austríaco de 1897 y 1901, la autonomía de Albania,
prometiendo que en toda acción referente a Albania colaboraría con Italia.
El centralismo de la revolución de los
jóvenes turcos y, luego, las guerras balcánicas fueron la causa de la
sublevación albanesa. El día 28 de noviembre de 1912, en Valona, se celebró la
solemne sesión de la Asamblea nacional que proclamó la independencia de
Albania, pero los tres países vecinos penetraron en Albania ocupando las partes
interesadas. La crisis albanesa provocó gran interés en toda Europa y bajo la
intervención de Italia y Austria se celebró una conferencia de los embajadores
de las grandes potencias en Londres, en el mes de diciembre del mismo año. La
conferencia obtuvo potestad arbitraria para realizar y garantizar la
independencia de un Estado albanés. Bajo la dirección del mismo foro
internacional funcionó en Florencia una comisión, que tenía derecho para delimitar
las fronteras del nuevo Estado. Durante el período de las negociaciones, un
gobierno provisional actuó en Albania bajo la presidencia de Ismail Quemal
Vlora, y también los gobiernos locales. Las grandes potencias y el Imperio
turco estipularon por fin un convenio sobre la creación definitiva de la
Independencia de Albania, lo que fue firmado en el Tratado de Londres el 30 de
mayo de 1913 [79].
En fecha 10 de abril de 1914, Quemal Vlora
cedió sus poderes a la delegación de la Conferencia de los embajadores que
aprobó el Estatuto de Albania, siendo proclamado principado bajo la protección
de las grandes potencias. Como soberano del nuevo principado, fue reconocido el
príncipe Guillermo von Wied.
Con la creación del nuevo Estado y el
nombramiento del príncipe soberano bajo la influencia de Esad-bajá Topali
surgió la revolución en toda Albania, mientras en la parte del sur fronteriza
con Grecia se creó un gobierno autónomo bajo la presidencia de Zografo, ex
ministro exterior de Grecia. El príncipe consiguió crear un gobierno y
tranquilizar al país dirigiendo contra los griegos la gendarmería albanesa bajo
el mando de oficiales holandeses. Por fin, el príncipe, olvidado de Austria,
tuvo que huir el 3 de septiembre dejando a Albania en una situación tumultuosa.
La guerra mundial produjo la ocupación por los vecinos de las zonas limítrofes,
mientras los italianos ocuparon Valona el 28 de diciembre de 1914. El senado
albanés puso el poder en las manos de Esad-bajá, pero la ocupación bélica de
distintos ejércitos hizo que prácticamente no se dejase sentir este gobierno.
Aprovechando la posición de aliada de las
potencias vencedoras, el años 1917, Italia quiso crear un Estado albanés bajo
la protección de la corona de Saboya. El general italiano Giacinto Ferrero,
comandante en jefe de las fuerzas de ocupación italiana en Albania, hizo una
manifestación conocida como "Il proclama di Arcirocastro" en que, por
orden del Gobierno italiano, se proclamó la unidad e independencia de toda
Albania bajo la protección italiana. La capitulación de Austria dejó las manos
abiertas a los intereses italianos. En diciembre de 1918, con el permiso de
Italia, se formó un gobierno, pero no pasó un año sin que los albaneses se
sublevaran contra los italianos, cuya ocupación quedó tan sólo reducida a unas
ciudades. El año 1920, por el Tratado de Tirana, los italianos reconocieron la
completa independencia de Albania, reservándose bajo su dominio la pequeña isla
estratégica, a la entrada de la bahía de Valona, llamada Sasseno. La
conferencia de los embajadores de las grandes potencias reconoció la integridad
territorial de Albania, que el mismo año fue recibida como miembro de la
Sociedad de las Naciones [80].
La rápida carrera política de Ahmed Zogu es
la mejor expresión de pronta evolución política de Albania, cuya variación y
cambio de formas estatales manifiesta las influencias de todos los elementos
acumulados a lo largo de la historia. Ahmed Zogu, descendiente de una antigua
familia de los gobernantes de la tribu Mati, durante la guerra mundial mandaba
a los voluntarios de su tribu colaborando con los austríacos. En el año 1920 lo
vemos aún como miembro del Parlamento, en 1922 fue ministro de Asuntos
Exteriores y luego dictador. El obispo católico Fan Noli lo derribó en una
revolución el año 1924, pero Zogu volvió pronto, y en enero de 1925 se proclamó
a Albania como república, siendo elegido para presidente Ahmed Zogu. Durante el
año 1926, y 1927, éste se acercó a Italia y estableció con ella unos tratados
cuyo fruto fue una leve protección italiana. El 1º de septiembre de 1930, con
la concesión de Italia, Albania quedó elevada a reino, cuyo monarca se hizo
llamar Zogu I, rey de los albaneses[81].
El reinado no duró mucho porque, cuando Zogu
no quiso adherirse por un tratado especial a Italia, la demostración italiana y
desembarco de tropas italianas en abril de 1939, en los principales puertos de
Albania hizo que en pocos días quedase ocupado todo el territorio. La Asamblea
constituyente derribó a Zogu y aceptó por fuerza la unión personal con Italia, cuya
proclamación se hizo el 16 de abril de 1939.
III. Albania comunista
La finalización de la segunda guerra mundial
encontró a Albania bajo el dominio comunista, que, parecido al caso de Croacia
y Eslovenia, se produjo sin previa ocupación militar soviética (el fenómeno
similar de Checoslovaquia tiene otros matices que por su origen, merecen un
estudio específico). El papel del ejército soviético fue desempeñado por el
comunismo yugoslavo, concretamente serbio, que se hizo sentir después de la
ocupación soviética de las partes septentrionales de Yugoslavia delimitadas al
sur por el Danubio y con la inclusión de la capital serbia de Belgrado donde el
grupo de Tito fue instalado como gobierno, que luego, merced a la efectiva
ayuda occidental, pudo ocupar el año 1945 para el comunismo, la costa oriental
del Adriático, desde Trieste hasta Valona. La comunización albanesa se
manifestó primeramente en función del satélite del comunismo de Tito, entonces
más destacado satélite de U.R.S.S. Ese status se mantuvo vigente hasta
el año 1948, cuando al surgir el conflicto entre Tito y Stalin Albania pasó a
ser un satélite directo de Rusia. La posterior reacción albanesa en contra de
la política de Khruschev fue prácticamente expresión de miedo nacional de
considerar en la aproximación entre Moscú y Belgrado el peligro de antaño que
emergía de nuevo con consecuencias insoportables tanto para el orgullo nacional
albanés y sus intereses nacionales como para la misma supervivencia física del
grupo gobernante.
Para tener una visión más completa del
proceso político de la actualidad albanesa es preciso, otra vez recurrir, a
una, aunque corta reminiscencia de una serie de hechos que se sucedieron
durante los primeros lustros de nuestro siglo, cuyo conocimiento es esencial
para la comprensión de lo que ocurre en Albania.
Tour de force
de Rusia, que con el antiguo control otomano de los estrechos de Bósforo y
Dardanelos se sentía encerrada en el Mar Negro fue a buscar por medio de Serbia
al menos alcanzar las orillas del Adriático. Esto fue posible porque las
potencias occidentales del Concierto Europeo no apreciaron suficientemente el
verdadero papel de Serbia como persistente exponente del empuje ruso hacia
sudeste europeo, a pesar que una cantidad evidente de los hechos, como la
brutal liquidación de la pro occidental dinastía de los Obrenovich acusaba con
toda claridad el papel desempeñado por Serbia[82].
Aquel pequeño país balcánico, expresamente continental, respaldado por su gran
protector que era el Imperio de los zares, consiguió convencer a las
cancillerías occidentales en aquel entonces durante un supuesto derecho suyo de
salida al mar a través de los puertos y territorios ajenos que quedarían
incluidos a Serbia. La realización de distintos proyectos, en esencia absurdos,
incluía la anexión de las regiones habitadas por los elementos étnicos no
serbios, que además superaban a cada alternativa a la misma población de
Serbia.
La salida de Serbia al mar sobre Salónica se
hubiese producido prácticamente con la anexión de la mayor parte de Macedonia y
una parte oriental de Grecia. Para salir sobre las costas surorientales del
Adriático, implicaba la anexión de Macedonia, Montenegro y de Albania. La
tercera alternativa era la de ocupar las costas centrales del Adriático
oriental, lo que hubiese resultado apoderarse de Macedonia, Montenegro y casi
la totalidad de Croacia, un territorio doblemente grande que el de la misma
Serbia, ya injustificadamente extendida por las guerras balcánicas.
A los postres Serbia consiguió sin embargo
realizar sus ambiciones al terminarse la primera guerra mundial, materialmente
provocada por el Atentado de Sarajevo (1914), que fue organizado por Serbia,
protegida de Rusia. La deseada salida al mar se produjo con una anexión virtual
de Croacia, Montenegro y Eslovenia (más otras partes), con placet de las
potencias vencedoras, a pesar del principio nacional y derecho de
autodeterminación por lo que fue justificado el desmembramiento de
Austro-Hungría. Aquello pudo llevarse a cabo con un ardid netamente bizantino
camuflado bajo la supuesta liberación y unión de los eslavos meridionales, en
cuyo caso Serbia se atribuía el papel análogo al Piamonte[83].
La inclusión de esos territorios cuadruplicaba el territorio nacional serbio
siendo además estos países políticamente incompatibles con Serbia por su
formación cultural. Se produjo entonces inexplicable sometimiento de enteras
naciones de tradición occidental, superiores en su nivel cultural y económico,
a un Estado atrasado, reproducción del medieval Imperio Serbio de Dusan de la
tradición autócrata ruso bizantina.
Cabe destacar especialmente, a raíz de
nuestro tema, que Nicolás Pasich, el decisivo político serbio durante el primer
cuarto de este siglo, no era partidario de ese camino del expansionismo serbio.
En lugar de un Estado de los eslavos meridionales, que nacional, cultural y
religiosamente era heterogéneo y peligroso para el predominio de Serbia por la
formación occidental de los croatas y los eslovenos, prefería una Gran Serbia,
que de todos modos incluiría un número grande de los territorios y elementos
étnicos ajenos, y en vez de una salida al mar en Croacia -potencialmente igual
a Serbia- buscaría la salida a través de la mucho más débil Albania. Además esa
solución hubiera tenido ciertas implicaciones de importancia internacional
porque por medio de las costas albanesas se habría podido controlar el
importante estrecho del Otranto, el Gibraltar del Adriático.
Pasich tuvo plena conciencia sobre la importancia
de la posición clave de Albania. Por ello durante la primera guerra mundial,
cuando Serbia seguía especialmente desempeñando su papel del exponente del
imperialismo ruso, quería asegurarse la realización de sus planes a toda costa,
pero tropezó con Italia, no menos interesada. Cuando se hizo evidente la
firmeza italiana se intentó por lo menos, obtener un convenio sobre una
división de Albania entre Italia y Serbia. La justificación serbia se basaba
sobre la inclusión a ésta durante las guerras balcánicas (1912-1913) de la
región de Kosovo y Metohija (hoy región autónoma de Kosmet de la República
Socialista de Serbia en la Yugoslavia comunista). El embajador italiano Conde
Sforza ante el Gobierno serbio en el exilio, en la isla de Corfu, se refirió detalladamente
a esas conversaciones, en sus libros de memorias, donde inclusive llegó a
afirmar de su gran amigo Pasich que en su vida amaba profundamente a su
campesino país de Serbia y demostraba una desmesurada avidez por la conquista
de Albania[84].
Las ambiciones de Serbia quedaron truncadas
por el Gobierno italiano quien fue insensible a sus requerimientos a los fines
de reservarse para sí el control exclusivo de Albania. En las conferencias de
paz definitivamente salió victoriosa la posición italiana para la cual tanto
Sonino, como Nitti y el resto de los políticos italianos de entonces, se
mantuvieron inflexibles.
El Pacto secreto de Londres, de 1915, con que
las potencias de la Entente consiguieron la participación italiana a su lado,
tenía como precio no sólo la entrega a Italia de Trieste, Istria, la parte de
la tierra firme de Dalmacia y la mayoría de sus islas, sino también el control
sobre Albania con la posesión del puerto y la ciudad de Valona. Con la
posterior creación del Reino de Serbios, Croatas y
Eslovenos, que el año 1929 el Rey Alejandro por decreto denominó Yugoslavia, y
que gozaba de cierta protección francesa, ya que fue considerado como la parte
meridional del "cordón sanitario" creado en Versailles, frustró el
deseo de hacer del Adriático un lago italiano. En ese asunto también tuvo
cierta importancia la insistencia del presidente Wilson en oponerse a reconocer
los pactos secretos por estar en contradicción con el principio de la
autodeterminación nacional.
En virtud de aquello el período entre las dos
guerras estuvo bajo el signo de continuas tensiones sobre el Adriático entre
Roma y Belgrado, y el problema del control sobre Albania se transformó en
verdadera piedra de controversias. Inicialmente se trató pactar sobre el mutuo
reconocimiento de una Albania independiente, pero la posición italiana
paulatinamente se impuso habiendo llegado -como ya destacamos- a someter a
Albania en la Pascua de 1939 bajo su dominio exclusivo.
Los acontecimientos posteriores crearon las
condiciones, que con la guerra, favoreció únicamente a los comunistas. La
capitulación de Yugoslavia el año 1941 y la de Italia de 1943 abrió la puerta para la intervención de los comunistas
serbios en Albania, donde hábilmente se declararon adversarios del tradicional
expansionismo serbio y partidarios de la liberación e igualdad de todos los
pueblos balcánicos[85].
Las relaciones entre los comunistas de ambos
países tiene su principio en el año 1939, culminando
el año 1941 cuando fue constituido el Partido Comunista de Albania. Los
primeros no sólo ayudaron a sus compañeros albaneses en la organización de su
partido, sino efectivamente intervinieron en la agrupación de sus miembros y
formación de cuadros. Al producirse en septiembre de 1941 en Albania la captura
del primer enviado del comunismo yugoslavo, el serbio Miladin Popovic, Tito
envió entonces al secretario regional del partido comunista yugoslavo para
Kosovo y Metohija, Dusan Mogus, también serbio. Bajo la conducción de Mogus se
celebró el 20 de noviembre de 1941 en Tirana la primera Conferencia, donde
nació el Partido Comunista de Albania con la elección de su comisión directiva
y Enver Hodxa figuraba como su primer secretario provisional[86].
En noviembre de 1942 el Comité del Partido
Comunista Yugoslavo envió en carácter de su delegado en Albania al conocido
comunista montenegrino de orientación serbia, Blas Jovanovich. Luego el
comandante supremo de la guerrilla comunista de entonces en las provincias
croatas Bosnia y Herzegovina, el serbio Svetozar Vukmanovich-Tempo viajó dos
veces a Albania para impartir directivas a los comunistas albaneses. Cabe
destacar que para los comunistas albaneses desde el año 1942 Tito era el máximo
dirigente comunista de los Balcanes y como tal el exponente de la política del
Kremlin[87].
Esto lo demuestra el hecho significativo de que inmediatamente después de la
guerra el Partido Comunista de Albania siguió la línea partidaria según las
instrucciones recibidas de Yugoslavia que a su vez estaba de conformidad con la
doctrina partidaria de Moscú. En aquel entonces los albaneses carecían de un
contacto directo con Moscú. Los albaneses imitaban en todo a Tito. Prosiguiendo
de acuerdo a los ejemplos dados por él en Jajce, Enver Hodxa reunió el congreso
en Pernet[88].
En aquel congreso se prohibió el retorno del rey Zogu I, se resolvió crear las
brigadas proletarias; Enver Hodxa fue nombrado "general coronel"; y
se le sometió bajo su mando al ejército albanés de liberación. La usurpación
del poder ha sido efectuada "modo" yugoslavo y hasta en las llamadas elecciones
del 2 de diciembre de 1945 se repitió el fenómeno de las elecciones yugoslavas
del 29 de noviembre del mismo año. Con estas elecciones quedó improvisada, más
bien, falseada, la mayoría comunista, lo que a su vez dio forma legal a la
usurpación del poder por el partido comunista. El llamado parlamento nacido de
aquellas elecciones votó una nueva constitución que fue una imitación de la
yugoslava y por ende soviética[89].
Yugoslavia con la fecha de 28 de abril de 1945 fue el primer país que reconoció
al gobierno albanés, El año anterior o sea en agosto de 1944 el Estado Mayor
del "Ejército Popular de Liberación de Yugoslavia" envió a Albania
una misión militar encabezada por el comunista serbio Velja Stonic, que al
producirse luego el reconocimiento diplomático fue el primer ministro
plenipotenciario de Tito en Tirana.
Según los datos del escritor comunista serbio
Dedijer, Yugoslavia fue el primer país que socorrió a Albania con alimentos,
material, créditos y con profesionales como médicos, agrónomos, militares, y lo
mismo en la parte cultural para la organización militar y civil del nuevo
Estado comunista[90].
La estrecha amistad de Hodxa con Yugoslavia
se demostró particularmente en la colaboración militar. Los comunistas
albaneses en la última fase de la guerra en recompensa, mandaron varias
"brigadas" de sus partisanos a Yugoslavia a fines de ayudar a los
partisanos de aquel país para "librar" al área de Kosovo[91].
En junio de 1948 el gobierno de Albania solicitó al gobierno de Tito que
enviase al sur de Albania dos divisiones para proteger sus fronteras con Grecia[92].
El Convenio de amistad y ayuda mutua entre
Albania y Yugoslavia se firmó el 10 de junio de 1946 al que siguió el de
colaboración económica, firmado el 1º de julio de 1946. En ese Convenio fue prevista
la coordinación de los planes económicos, unión aduanera y monetaria. Con el
Convenio del 13 de junio de 1947 Yugoslavia dio a Albania un crédito de 2.000
millones de dinares con estipulaciones estrictas para su utilización. Vale
mencionar que ese crédito entonces representaba un 56,7% del presupuesto
nacional de Albania[93].
Además se creó una empresa mixta albano-yugoslava para la explotación petrolera
con igual participación en las investigaciones y administración, habiéndose
reservado de antemano para Albania un 50% del capital por el derecho de
explotación y el otro 50% se distribuía según la participación proporcional en
los aportes e inversiones del capital. El capital inicial era de 50 millones de
dinares. Según el Convenio luego resultaba que un 75% de las ganancias se las
reservaba Albania y el resto de un 25% pertenecía a Yugoslavia. Pero como en el
año 1947 hizo unas nuevas inversiones entonces el canon de las ganancias sufrió
un cambio esencial en detrimento de Yugoslavia con sólo un 12%, habiéndose
reservado Albania el 88% de las ganancias[94].
Yugoslavia también inició la construcción de
ferrocarril Durazzo-Pech con su material y ayuda técnica[95].
Durante ese período las relaciones entre ambos países eran muy cordiales según
Hugh Seaton Watson[96],
y las relaciones en el campo cultural no eran menos destacadas. Lo demuestra un
hecho de cierta trascendencia y de proyecciones futuras que es, que el idioma
serbio con su letra cirílica era obligatorio en todos los establecimientos
escolares de Albania.
Ya en el año 1947 por la acumulación de todas
esas intromisiones era evidente que Albania se había transformado en un
satélite de Yugoslavia. La dependencia albanesa se manifestó una vez más porque
el primer plan económico albanés estaba sujeto completamente al correspondiente
plano yugoslavo. Se atribuye a las declaraciones de Stalin y Zdanov de
entonces, según las cuales la central comunista de Moscú consideraba de tal
manera la subordinación albanesa a Yugoslavia, por lo que no se precisaba su
presencia en el año 1947 como el partido independiente para la creación del
Cominform[97].
El posterior cambio de opinión de Stalin se debió al peligro que según él,
presentía por la extralimitada expansión de su satélite yugoslavo que además
pretendía someter bajo su control político a todos los Balcanes, lo que de ese
modo significaba limitar la superposición de Rusia. Las intocables ambiciones
de Stalin y los intereses rusos dejaron sin efecto el plan del comunismo de
Belgrado.
Dedijer afirma que Stalin todavía al iniciarse
el año 1948 daba garantías a Djilas según las cuales "... el Gobierno de
U.R.S.S. no tiene ninguna pretensión al respecto de Albania. Yugoslavia tiene
libertad de tragarse a Albania cuando desee" [98].
Los comunistas albaneses aceptaron en
principio aquella intervención resignándose a la posición de Quislings
yugoslavos con el fin de alcanzar el poder pero sin descuidar al mismo tiempo,
a medida que se afianzaban en su poderío, fomentar indirectamente la
resistencia albanesa contra la nueva forma de expansionismo serbio. Eso en
esencia no les resultó difícil, debido a la ya innata aversión albanesa contra
Serbia, tanto más cuando se comprobó que los serbios ni siquiera pensaban
devolver a Albania la Región de Kosovo y Metohija (Kosmet), la cual según las
estadísticas oficiales yugoslavas, está habitada por una predominante minoría
albanesa de 800.000 personas. (Los albaneses dicen que hay un millón y medio de
sus connacionales en Yugoslavia).
La reacción albanesa, mientras detrás de
Yugoslavia estaba la poderosa Unión Soviética que en su política general
también reavivó la antigua agitación paneslava a la que siempre eran reacios
los albaneses, que no pertenecen al grupo lingüísticos eslavo, quedó
prácticamente en segundo plano, hasta que se hizo evidente en el año 1948 el
"cisma" de Tito. El conflicto entre Stalin y Tito fue recibido en
Albania con verdadero regocijo. Inmediatamente se procedió a expulsar las
múltiples comisiones yugoslavas y con la liberación violenta de sus
interferencias los comunistas albaneses retuvieron el poder en sus manos.
Desde entonces el aspecto de la sovietización
de Albania fue modificado en tanto en cuanto Albania se sometió al control
directo ruso[99].
Pero ya había desaparecido el factor importante que era el continuismo geográfico
con el mundo controlado por Moscú. Las "purgas" se sucedieron y Enver
Hodxa se "libró" del influyente Kochi Hodxa y de sus amigos acusados
de complotar con el serbio Vukmanovic-Tempo, para transformar a Albania en la
séptima república popular de la supuesta federación yugoslava. Las penas de
muerte y correspondientes ejecuciones del grupo "pro-yugoslavo"
dieron formalmente por terminado el período de influencia de Belgrado, aunque
no es ninguna invención que el mismo jefe del comunismo albanés estaba
comprometido tanto como los ejecutados, solamente se sirvió de ese medio para
liberarse de los rivales y "limpiar" su pasado, porque a la ayuda de
Tito debía su poder.
La simultánea reacción yugoslava tuvo varios
aspectos inclusive de carácter internacional pero cabe destacar acá el
hostigamiento de la minoría albanesa en Yugoslavia cuyo permanente afán de
unirse con la Madre patria les sirvió a los funcionarios de Belgrado para
organizar una serie de juicios de "espionaje" en defensa de la "integración
nacional" de Yugoslavia.
La influencia directa rusa se mantuvo desde
el año 1948 hasta 1956 sin haberse sentido un mayor cambio con la desaparición
de Stalin. Albania, en virtud de los nuevos acontecimientos, se hizo miembro de
Ayuda Económica Mutua y por su propio derecho entró en el Tratado de Varsovia.
Pero cuando la política de destalinización de Khruschev fue acompañada con una
nueva aproximación entre Moscú y Belgrado ha sido tomada con suma precaución y
con el miedo de una posible transacción entre los dos países eslavos. Esas
afirmaciones provocaron una violenta reacción y condenación soviética contra
los dirigentes albaneses y la separación de Albania del bloque soviético.
El temor albanés en realidad no carecía del
fondo porque disponían de muchos elementos de la actividad yugoslava
particularmente en el plano diplomático que se hizo extensivo inclusive entre
las potencias occidentales, como fue durante la visita de Tito, en el año 1951,
a Gran Bretaña, donde la idea de repartición de Albania fue rechazada.
"El plan de Tito fue 'extirpar la
úlcera albanesa', o sea eliminar el régimen pro-soviético de Enver Hodxa y
transformar a Albania en su satélite con un régimen de cierto "comunismo
nacional", o en el caso extremo dividirla con Grecia... Con respecto a sus
aventuras albanesas Tito se vio obligado a recibir los consejos de asumir en
ese problema una actitud moderada. Cuando llegue el momento de eliminar la
dictadura de Hodxa ... eso podrá y deberá hacerse
exclusivamente en favor de la libertad e independencia albanesa. Además con su
actual intento de entrometerse por su cuenta, Tito podría, en vez de correr a
una liebre, tropezar con el lobo: ni los soviéticos como tampoco Italia
dejarían así no más que Tito solo o acompañado por Grecia se apodere de Albania.
Está evidente que Tito sin estímulo y garantías occidentales no se atreverá a
morder la nuez albanesa..." [100].
El sociólogo D. Tomasic, profesor en la
Indiana University y antes de la última guerra en Zagreb, en su documentado
estudio "La lucha por el poder en la órbita chino-soviética y el Problema
de la Unidad del mundo Comunista" [101]
contempla en su entero capítulo el fenómeno de Albania. Otra vez, un
observador, no puede dejar de señalar la cabal importancia que ejerce el
antagonismo tribal en la vida política albanesa, actualmente manifestada por el
enfrentamiento entre los gegas, la fuente tradicional de la política, y
los toscas, que impusieron su dialecto como idioma oficial. Los
dirigentes comunistas en su campaña anti-yugoslava buscaban aplacar las
diferencias acentuando el peligro exterior personificado en el Pacto de los
Balcanes (Yugoslavia - Turquía - Grecia) lo que les sirvió para presentarse
como campeones del nacionalismo albanés, logrando de ese modo fortalecer su
dictadura sobre el pueblo.
En tales circunstancias, la base submarina
soviética en Albania era observada con gran complacencia. Además, los albaneses
vieron en el conflicto soviético-yugoslavo (1948-1955) un rayo de esperanza
para la eventual incorporación de Kosmet a Albania. Y en el plano ideológico,
Albania se convirtió en uno de los exponentes más constantes y vociferantes del
bloque chino-soviético, concentrando sus ataques contra el titoísmo y el
"revisionismo yugoslavo" [102].
La tercera fase de la vida comunista albanesa
se está desarrollando dentro del conflicto Moscú-Pekín. En el Congreso (1961)
del Partido Comunista de la URSS se manifestó públicamente la disputa
chino-soviética y precisamente a causa de Albania.
Con la velocidad con que desapareció la
influencia yugoslava la rusa corrió el mismo camino. China ocupó el lugar
soviético con una firme decisión, habiéndose manifestado exteriormente con un
préstamo inicial de 123 millones de dólares norteamericanos. Pekín, prácticamente,
por medio de sus, según se estima, tres mil funcionarios, taciturnos y
discretos, dirige en la actualidad la política albanesa, inclusive en lo que
respecta a sus relaciones con los países occidentales (por ejemplo, el
aproximamiento a Francia). Además, merced a las potentes estaciones de
radiodifusión, los chinos desde el territorio albanés pretenden filtrar su
tesis en los países occidentales especialmente para fortalecer a sus
partidarios, dentro de los partidos comunistas fuera de la órbita soviética,
como tampoco abandonan en su propaganda a los países llamados socialistas.
Para apreciar la ubicación ideológica
albanesa en la nueva situación bajo el control chino, no se debe olvidar la
similitud de los líderes albaneses con los chinos por su fanatismo hacia el
poder, como lo destacamos en el principio y por su formación algo tardía en la
doctrina comunista, por eso no menos virulenta. "Ambos se empaparon de
nacionalismo en el curso de sus estudios y ambos tendieron a ser leninistas
ortodoxos en el sentido de que creían que la tensión, las actividades
revolucionarias y la guerra mundial hacían posibles de lograr sus objetivos" [103].
Cuando se retornó al acercamiento entre Moscú
y Belgrado para los albaneses se ponía en cuestión la supervivencia nacional
así como el poder y la misma existencia personal de los dirigentes. Entonces
fue cuando la China comunista surgió como defensor más indicado merced a su
poderío en el campo comunista. Los chinos aceptaron voluntaria e inmediatamente
la tutela inesperada y fortificaron la posición antikhruschoviana, más bien
antititista, de los albaneses. Los rusos pensaron sin embargo que su influencia
pesaba suficientemente, sirviéndose entonces con los elementos de confianza
pero esos siguieron la suerte de "purga" de aquellos que en su debido
tiempo fueron acusados de protitistas. Lo único que no cambió fueron los
actores o sea el indiscutible Enver Hodxa, y sus secuaces, considerados ahora
como fracción pro-Pekín.
Los chinos se pusieron con toda energía a lo
largo del proceso, en favor de los albaneses acusados de "dogmatismo"
o "sectarismo", defendiendo el principio de completa igualdad en las
relaciones entre los partidos comunistas. La terminación de la era
khruschoviana y según las posiciones de las partes en pugna todavía no produjo
cambios que podrían considerarse importantes. Los dirigentes albaneses se
mantienen firmes y los chinos cedieron únicamente de forma en busca de
contactos sin perjuicio de sus ideas y posiciones.
IV. Conclusión
La discontinuidad territorial entre los
países de la órbita soviética y Albania ha facilitado la resistencia albanesa a
la política de Khruschev y ayudó a los comunistas chinos que inclusive en este
problema intentan sobreponer su tesis y tratar con los rusos en igualdad de
condiciones. Ciertos observadores en rebuscadas justificaciones se atreven
inclusive a atribuir a Tito, que con su posición, favoreció el estallido de la
nueva y trascendental crisis del mundo comunista. Esta tesis es absolutamente
arbitraria porque proviene de parte de aquellos que procuran defender la
incondicional ayuda occidental a Tito. La evolución histórica y los hechos
analizados, inclusive tomados desde el punto de vista del frío neopositivismo
científico, tan en boga en ciertos ambientes poderosos pero que carecen de
proyecciones históricas, desmienten las afirmaciones mantenidas. La única
contribución de Tito, y esa desde el punto de vista comunista, fue en cuanto
supo explotar durante la guerra el descontento del pueblo albanés en contra de
las dominaciones extranjeras (la italiana y luego la alemana) y aspiraciones
griegas con el solo propósito de crear y fortificar el régimen comunista en
Albania.
El aislamiento geográfico de Albania del
bloque soviético y el hecho de que dos Estados vecinos, miembros de la NATO
(Grecia e Italia) podrían inducir a las democracias occidentales a que
contemplen la posibilidad de la eliminación de un régimen comunista tan
impopular, mantenido por un terror difícilmente soportado por las masas
populares.
Un paso bien calculado de esta índole, desde
luego, sería una gran victoria para la idea de la libertad y a su vez impulso
para el proceso de la liberación de otras naciones esclavizadas. Si hasta ahora
no se han tomado las medidas pertinentes se debe, en gran parte, a la falta de
iniciativa de las potencias democráticas y al erróneo conocimiento y cierta
desorientación en la compleja problemática de la Europa Sudoriental. Rusia y
Serbia, en el pasado siempre se valieron de la falta del conocimiento de las
potencias occidentales de la morfología política de los Balcanes, y
consiguieron a pesar de no tener un derecho real someter bajo su influencia o
dominio a las naciones del conjunto adriático-danubiano. Cabría destacar
también que por equivocada política de algunos países vecinos de órbita
occidental se favoreció indirectamente a lo que después resultó ser la
esclavitud comunista. En el caso de Albania, concretamente, la intervención
inadecuada de Italia ha contribuido en mucho. Italia, para evitar el control
del estrecho de Otranto por sus adversarios y enemigos en potencia, recurrió a
la dominación de Albania, en lugar de conseguir el mismo fin respetando la
sensibilidad y la personalidad nacional albanesa y de ese modo lograr la
amistad de aquel valeroso pueblo. Grecia no procedió mejor para crear una
amistad entre dos pueblos balcánicos vecinos y a su vez mediterráneos.
Insistiendo aún en las antiguas formas con que se labró la independencia griega
del siglo pasado, mantiene en vigencia las aspiraciones extratemporáneas de los
vetustos conflictos limítrofes, una de las tantas heridas abiertas en los
Balcanes, donde dentro de las reducidas regiones conviven poblaciones de
distinto origen étnico.
Todo eso contribuye a que en las actuales
condiciones resulte difícil impulsar al pueblo albanés a la rebelión contra el
régimen comunista para obtener su libertad, porque sin cierto compromiso con
los Gobiernos de Italia y Grecia la perspectiva de un éxito sería incierta. El
factor humano juega también en ese proceso un papel de importancia. Cualquier
decisión de los patriotas anticomunistas de Albania de tomar parte en una
iniciativa favorecida del exterior podría fácilmente, debido al clima creado
por el comunismo, interpretarse como la actividad de agentes al servicio de los
intereses extranjeros. La propaganda de los comunistas en cierto modo ha sido
exitosa porque supieron atribuirse el privilegio, que en realidad no lo
merecen, de que ellos fueron libertadores de Albania de la opresión extranjera.
El fenómeno de Albania comunizada es un ejemplo ostensible de la explotación
comunista de los conflictos nacionales y a su vez la consecuencia de los
errores de las potencias occidentales. Moralmente queda igual si Albania yace
bajo control de los comunistas yugoslavos, rusos o chinos, de los cuales esos
últimos por primera vez en la Historia están "ante portam" del
Occidente.
El caso albanés produce una tensión continua
de importancia extranacional y puede con el tiempo inesperadamente provocar
conflictos locales en cadena, que con toda la lógica aduciría a la
desintegración del discutido conglomerado yugoslavo. Este país como sucesor
austrohúngaro en los Balcanes padece de todos los defectos sin haber heredado
las virtudes del imperio de los Habsburgo (las expresiones esas eran de Masaryk,
creador de Checoslovaquia, al analizar la defectuosa política de su país entre
las dos guerras. El caso de Yugoslavia es mucho más agudo).
El Occidente ya no puede darse el lujo de
perder otra vez sus posiciones en una zona tan neurálgica, afectada además en
la actualidad por el potencial "peligro amarillo". El tiempo ha
llegado en que alguien tendrá que decir y sin tardanza: Coeterum censeo...
y fijar las obligaciones. En lo que respecta a los derechos, esos los tienen
los pueblos sojuzgados. La Unión Europea, con este caso, una vez más se
demuestra como una solución real y única perspectiva para que dentro de la
diferenciada policromía del mosaico de los pueblos europeos se garanticen los
derechos naturales de cada nación.
Croacia y la crisis
total de Yugoslavia
Jure Petricevic, Brugg, Suiza
Los problemas vitales del pueblo
croata se presentaron raras veces en su tormentoso pasado en forma tan grave
como hoy. La privación y la lesión de los derechos fundamentales del hombre, opresión
y humillación nacional, míseras condiciones de la vida e injusticias sociales,
sumadas al éxodo en masa al término de la segunda guerra mundial y a la
tragedia de Bleiburg en mayo de 1945, más sucesivas y recientes olas de
refugiados revisten tal carácter que, sin exagerar, cabe afirmar que la
situación de Croacia nunca fue tan difícil como ahora. El hecho de que haya
decenas de miles de exiliados de Croacia testimonia cuán difíciles son los
tiempos de su patria, igual como los de las demás naciones oprimidas, aparte
sus características específicas.
I. La crisis política
Croacia despojada de los derechos
humanos y nacionales fundamentales
Lo que caracteriza en primer lugar la
situación de los croatas en Yugoslavia es la privación y la vulneración de los
derechos humanos fundamentales. Yugoslavia, como miembro de las Naciones
Unidas, se comprometió a respetar la Declaración universal de los derechos del
hombre, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 1º de
diciembre de 1948, y luego constantemente invocada por los pueblos cautivos y
las clases oprimidas en diferentes Estados. Su promulgación facilitó mucho la
liberación de los pueblos afro-asiáticos. Junto con esta declaración universal,
quince naciones democráticas europeas suscribieron el 28/XI/1950 una Convención
sobre la protección de los fundamentales derechos y libertades del hombre, con
un protocolo especial, asumiendo la obligación formal de defender y proteger
dichos derechos y libertades, lo que no es el caso de los demás Estados
miembros de la Organización de las Naciones Unidas. La Yugoslavia comunista, en
su propaganda a favor de los pueblos coloniales, no deja de subrayar los
derechos fundamentales del hombre como la norma para la organización estatal y
social, pero dentro de sus fronteras pisotea sistemática y brutalmente esos
mismos derechos. De modo que en Croacia no hay libertad de opinión, de reunión,
de prensa ni de asociación. No se permiten libres organizaciones políticas,
gremiales o profesionales. Los croatas no pueden en su propia patria abogar por
su causa. El derecho de autodeterminación nacional del pueblo croata y de los
demás pueblos está avasallado en la forma más violenta. Una minoría
insignificante ejerce el terror sobre la abrumadora mayoría del pueblo.
Cierto alivio de la presión y el terror por
parte de la policía secreta (UDBA), debido al establecimiento de más estrechos
lazos económicos con el Occidente en los últimos diez años, no alteró el
carácter esencial del régimen policial y dictatorial de la Yugoslavia
comunista. La situación del pueblo croata como nación es trágica y la situación
de cada croata es muy precaria. Croacia, en 1945, igual que en 1918, fue
incorporada por fuerza a Yugoslavia. El pueblo no puede decidir libremente
acerca del destino de su país y determinar el marco del Estado en que quiere
vivir. No puede elegir libremente a sus representantes y gobernar a su país, ni
representarlo en el exterior. Bajo los slogans de la fraternidad y la unidad el
pueblo croata fue sometido dos veces a Serbia. Belgrado decide sobre todos los
problemas vitales del pueblo croata. Se declara como crimen la mera postulación
de la autodeterminación del pueblo o de una crítica contra la Yugoslavia de
preguerra. Hoy como antes Yugoslavia es considerada como Serbia engrandecida
por el grupo gobernante que impone la serbización de los demás pueblos, nombra
a varios serbios en relación desproporcional en los puestos clave del aparato
estatal y económico, puebla con serbios las regiones croatas y de otros pueblos.
La explotación económica de las partes no
serbias se refleja particularmente en la relegación y el descuido de la
industria croata, de las costas adriáticas croatas, de los importantes puertos
de Croacia, de ferrocarriles y caminos, forzando la construcción del puerto
montenegrino de Bar, del ferrocarril Belgrado-Bar, etc. Todo ello acrecienta el
descontento en Croacia, creando una situación erizada de peligros, grávida de
consecuencias trágicas. Debe agregarse también la radicación masiva de serbios,
sobre todo en la zona marítima de Croacia, lo que es una provocación directa a
los croatas. Belgrado aplica gradualmente idénticos métodos en Eslovenia, donde
va en aumento el descontento popular contra Serbia, y la idea de un Estado
esloveno libre y de la amistad esloveno-croata gana cada día más adherentes. Si
a todo eso se suma que los serbios se apropiaron de Srijem y Voivodina, que
arrebataron a Croacia Boka Kotorska, que en Bosnia-Herzegovina la minoría
serbia frente a la mayoría de musulmanes y católicos croatas está reforzando
sus posiciones con el propósito de ponerla bajo la tutela de Serbia, se
comprende entonces que el descontento de los croatas contra el granserbismo y
Yugoslavia acrezca rápidamente.
La política comunista de la
fraternidad y la unidad de los pueblos de Yugoslavia entra en la nueva fase
crítica
Lo reconocen hoy en forma abierta incluso los
jerarcas comunistas que hasta hace poco afirmaban que el problema nacional de
Yugoslavia está solucionado y definitivamente fuera del orden del día. Pero
desde 1962, los dirigentes comunistas, bajo la presión de las tensiones
internas y crecientes contrastes entre los serbios y los demás pueblos, se ven
obligados a debatir sistemática y públicamente el problema nacional no
solucionado en el conglomerado multinacional de Yugoslavia. Dada la delicadeza
y la magnitud de este problema, casi siempre se anticipaba Tito a definir la
posición oficial. A principios de 1964, formuló declaraciones sobre la crisis
de las relaciones nacionales, en forma abierta y por primera vez, el Dr.
Vladimir Bakaric, dirigente comunista número uno en la llamada República
Socialista de Croacia. La declaración de Bakaric causa doble sensación: 1)
Bakaric en la última guerra sucedió a Hebrang como la figura más saliente en el
Partido Comunista Croata y aceptó la solución del problema croata en base a la
concepción granserbia dentro del marco de Yugoslavia. Hoy Bakaric admite el
fracaso de esa línea política. 2) Bakaric no ve la salida del atolladero
actual. Por cierto, sigue sustentando la solución en la línea yugoslava, pero
al mismo tiempo reconoce el fracaso de semejante concepción. Raras veces ocurre
que los comunistas en los debates públicos reconozcan su impotencia, ya que
ellos en teoría pueden resolver todas las cuestiones.
Esa impotencia y el fracaso de la política
comunista en la solución del problema nacional fue
registrada y comentada por la prensa mundial. Cito como ejemplo típico al
semanario suizo Die Weltwoche, que en su edición del 26/3/1964 publicó
un artículo de su corresponsal en Belgrado, Karl Rau, titulado ¿Corre riesgo
la obra principal de Tito? , con el subtítulo "Hondas fisuras en la
federación yugoslava". Apoyándose en la declaración de Bakaric, Rau
comenta que éste reconoció casi en forma abierta el fracaso de la política de
nacionalidades en el Estado multinacional sureslavo, que, presuntamente, fue la
única capaz de superar los antagonismos seculares mediante la síntesis
dialéctica del comunismo. El autor constata la crisis del Estado y cita una
enérgica condena contra los "patriotas locales", expresada por Tito a
fines de febrero de 1964, cuando declaró que esos patriotas locales reclamaban
para sus respectivas repúblicas "ejército propio, moneda propia e,
incluso, propia política exterior".
Antes de abocarnos al análisis de la
declaración de Bakaric, conviene traer a colación las principales declaraciones
formuladas en los últimos años sobre el pendiente problema nacional y la crisis
estatal. Empecemos por el significativo discurso de Tito, pronunciado en Split
el 6/5/1962, en el que admitió la existencia de hondas divergencias entre
sendos pueblos y repúblicas no sólo en el terreno económico sino también en el
político y el cultural[104].
Tito constató que en la economía se están
creando mercados locales y cerrados, que una república no quiere comerciar con
la otra, lo que provoca trabas en el mercado, origina el descontento político y
el llamado chovinismo nacional. Tito amenazó cortar en sus raíces esos
fenómenos.
Sus constataciones y amenazas revelan la
honda crisis del Estado y la preocupación de la jefatura comunista por el
problema nacional. Tito pone al desnudo la cruda realidad y en el fondo admite
que la política de la fraternidad y la unidad del pueblo está en desacuerdo con
la realidad; admite que muchos comunistas están imbuidos de chovinismo, que los
círculos burgueses contaminan a la juventud, que están hurgando en sus
historias nacionales y amenazan al Estado con su chovinismo.
En otro discurso, pronunciado en la fábrica
de motores "Ivo Lola Ribar", en Zeleznik, cerca de Belgrado, el
29/12/1962, Tito abordó el mismo tema y con gran preocupación dijo que en la
vida económica vienen manifestándose cada vez más "las tendencias
nacionalistas", que se proponen aniquilar la comunidad socialista. En esta
ocasión Tito renovó sus amenazas, declarando que suprimiría enérgicamente esas
tendencias.
Tito dedicó su discurso en el Séptimo
Congreso de la juventud popular de Yugoslavia, pronunciado el 24/1/1963,
principalmente al problema nacional pendiente de solución y a la crisis del
Estado.
Es evidente que los dirigentes comunistas en
Yugoslavia consideran que el problema político interno actual más grave lo
constituyen los contrastes nacionales, y temen que por esta causa se desintegre
el Estado de Yugoslavia.
Bakaric sobre la diferencia de
"concepciones y programas" entre los comunistas croatas y los serbios
Nedjeljne Informativne Novice
(NIN), publicó la aludida entrevista con el Dr. Vladimir Bakaric[105]
referida en primer lugar al problema nacional y a la elevación del nivel de
vida en su primer número del mes de marzo de 1964. Ese número de NIN fue
dedicado a reseñar la situación imperante en Croacia. Bakaric, al promulgarse
la nueva constitución en abril de 1963, dejó de ser presidente del parlamento
croata, pero como secretario del Comité Central del partido comunista de
Croacia y como secretario del Comité Central del partido comunista yugoslavo es
considerado como el personaje más destacado del régimen comunista en Croacia.
Ya las preguntas formuladas por el periodista
serbio Golubovic señalan las contraposiciones existentes entre los serbios y
los croatas. Por ello, citamos íntegra su primera pregunta.
Pregunta:
"En el momento en que presentamos a Croacia, nos interesa sobremanera oír
su opinión, tanto más cuanto que no queremos considerar a Croacia como una
república cerrada, -por así decirlo- con sus problemas locales, sino dentro del
conjunto de la comunidad yugoslava. Por supuesto que nos interesa mucho el
perfil político, económico y social de la Croacia contemporánea como una
república expresamente nacional.
"Sin embargo, cuando se trata de la
política, por ejemplo, creo que ahí no es difícil ponernos de acuerdo y
encontrar un lenguaje común, aunque tal vez podría hablarse del yugoslavismo
político, pero cuando se trata de la integración cultural, ésta, diría yo, es
más un deseo que un hecho, y en eso no nos conocemos suficientemente. No
podemos hablar del yugoslavismo sin reciprocidad de las culturas.
"Y como este tema pone punto final a
todas las discusiones, nosotros quisiéramos comenzar con él. Queremos
preguntarle precisamente, ¿qué, en su opinión, impide nuestro acercamiento?
Cuando ese periodista serbio dice que
"no nos conocemos suficientemente" y pregunta qué impide nuestro
acercamiento, alude a los serbios y los croatas lo que significa que existe un
marco estatal yugoslavo (impuesto), pero no existe la integración cultural, es
decir nacional. Tnicamente por razones de política oficial no puede discutirse
ese problema en forma abierta.
A fin de comprender mejor la atmósfera
"nacional" imperante en Yugoslavia, conviene transcribir íntegra la
respuesta de Bakaric a la primera pregunta.
Respuesta:
"Yo no seguiría del todo su línea de pensamiento; creo incluso que algunas
de mis apreciaciones difieren de las suyas.
"Si seguimos el hilo de su exposición,
si lo he comprendido bien, entonces me gustaría referirme en primer lugar al
aspecto general, llamémoslo el económico-social.
"Creo que aquí su enfoque es correcto al
no considerar a Croacia como una república aislada. Creo que eso es acertado.
Incluso opino que en las reseñas que suelen darse de Croacia, ese aspecto no se
plantea como es debido. Croacia, y no sólo Croacia, está presente en Yugoslavia
a tal punto que, de otra manera, o en forma aislada, este problema no puede ni
debe ser enfocado. Y en las exposiciones que suelen presentarse como tendencias
aislacionistas, no se plantea bien ese punto. Así no puede ni debe plantearse.
Croacia está integrada en tal medida que toda otra imagen resultaría errónea.
"No digo que no existen las cosas
específicas, pero lo específico de Croacia coincide con lo específico de
Yugoslavia. Luego, los campos de acción, valga la expresión, de todas las
fuerzas materiales, productivas y sociales, no se circunscriben sólo a Croacia,
sino en forma directa o indirecta se sienten en todas partes. Creo que el
proceso aquí es no sólo muy vigoroso sino muy adelantado, de modo que no podría
decir que en ese terreno algo nos separa. A veces en ese terreno nos separan criterios,
programas y concepciones. El aspecto material de nuestro problema está mucho
más integrado que el de las ideas. Y si me permiten decir, con frecuencia los
hechos se presentaron -¡y luego se hizo un paso adelante! Si puedo decirlo así,
en Yugoslavia lo que menos está elaborado es la concepción de la federación, en
cuanto ella significa un conjunto, una suma de unidades, sino en lo que tiene
de indivisible, el elemento de cohesión de las unidades separadas. Eso está muy
poco elaborado y en ese plano se debe trabajar con mayor ahínco. Y porque no
está elaborado y en ese plano se trabaja muy lentamente, se producen a menudo
choques de distintas opiniones que luego cobran carácter casi nacional".
Bakaric, pues, aboga por la solución
yugoslava al problema croata, sosteniendo que el problema croata no puede
tratarse aisladamente, fuera del marco de Yugoslavia. Sin embargo, reconoce sin
ambages "que nos separan criterios, programas y concepciones", aunque
la integración práctica está muy adelantada. Se trataría, pues, del divorcio
entre la teoría y la práctica, ya que muchas cosas no marchan bien en esta
integración yugoslava. Para la política comunista resulta funesta su
constatación de que la concepción de la federación está muy poco elaborada,
vale decir que no hay sentimiento ni conciencia de la unidad estatal, en tanto
que los comunistas antes de apoderarse del gobierno sostenían que ellos eran
los únicos capaces de resolver el problema de los contrastes y conflictos entre
los pueblos de Yugoslavia. En cambio, ahora reconocen abiertamente que carecen
de concepción básica del Estado común de distintas nacionalidades en
Yugoslavia.
La segunda pregunta y su respuesta no ofrecen
nada nuevo, pero resultan interesantes por tender a suavizar la impresión sobre
los contrastes apuntados en el principio de la entrevista.
Pregunta:
"Por eso acaso cuando pregunté qué nos impide acercarnos, omití una
palabra muy importante, a saber: acercarnos aun más, concretamente, para
conocernos mejor".
Respuesta:
"Sí, aun más. El acercamiento es siempre un proceso de varias etapas y
creo que en ese sentido podemos marcar, en línea zigzagueante, es verdad, pero
no podría decir, tomándolo todo en cuenta, que estamos dividiéndonos. Diría que
estamos acercándonos, si bien hay terrenos donde tal vez nos separamos y donde
imperan tendencias que dificultan un mayor acercamiento. Eso lo encontramos en
los planos generales, en la economía y en la cultura. Pero, tomado el conjunto,
no diría que estamos distanciándonos, que el proceso de acercamiento sigue
operándose. La situación actual es acaso tal que provoca más discusiones de lo
que parece necesario, pero diría nuevamente que éstas se limitan a un círculo
asaz pequeño, mientras que en las masas populares, de la gente trabajadora, no
se dan".
El escritor comunista croata más
destacado y el fracaso de la concepción yugoslava
En la tercera pregunta se menciona el nombre
del escritor croata Miroslav Krleza en relación con el yugoslavismo y el
problema nacional, lo que es muy interesante. Krleza es el escritor comunista
de mayor relieve.
Entre las dos guerras mundiales, Krleza
criticó acremente la sociedad croata, pero apoyaba las demandas nacionales de
Croacia. Su actitud durante la segunda conflagración mundial y después bajo el
régimen comunista demostró que es un gran oportunista y que su conducta no
concuerda con su pluma radical y su supuesta lucha por la justicia y la
igualdad, dado su silencio ante la opresión comunista y la relegación de
Croacia. Krleza no intervino en la guerrilla comunista; se quedó en Zagreb,
gozando del régimen ustacha de Pavelic, gracias a la intervención del
novelista croata Mile Budak, a la sazón ministro de Educación, quien luego fue
condenado a muerte y colgado por los comunistas. Krleza, desde el momento en
que los comunistas subieron al poder, pertenece al círculo íntimo de los que
rodean a Tito, sirve lealmente a la dictadura comunista, sin revelar signo
alguno de oposición o reacción, aunque trata de que no se lo tilde en Croacia
de Traidor. Pero ahora, un redactor de Nedeljne Informativne Novine se
refiere en forma singular a él en su entrevista con Bakaric, y dice
textualmente:
Pregunta:
"Hace pocos días estuve con Krleza y le pedí que nos escribiera algo sobre
el yugoslavismo. Dice que no tiene tiempo, por considerar que sobre dicho
problema habría que escribir no menos de 700 páginas y luego habría que poner
el punto final para siempre, con la condición, por supuesto, de que eso esté
despojado de oportunismo político. ¿Es este oportunismo político que aparece en
distintos niveles y terrenos lo que obstaculiza nuestro acercamiento y
progreso? ¿Es éste el elemento que debe tenerse en cuenta?"
Cosa extraña y sorprendente que Krleza no
tenga tiempo para opinar sobre el quemante y fundamental problema político de
Yugoslavia; Krleza no tiene tiempo para ocuparse de ese tema, escritor que
antes de la guerra escribió páginas y páginas sobre el mismo problema. Es
interesante también su argumentación. No tiene tiempo porque sobre dicho
problema habría que escribir 700 páginas. todos los
croatas, junto con Krleza, saben muy bien que el referido problema es sencillo
y que puede abordarse en lo político en un artículo, en una conversación o, si
se quiere, en unas cuantas frases. Resulta asimismo característica su
argumentación de que después de esas 700 páginas sobre el yugoslavismo habría
que poner para siempre el punto final, con la condición de que "esté
despojado de oportunismo político".
Y la respuesta de Krleza, ¿qué es sino puro
oportunismo? Adrede él rehusa tomar una posición respecto al problema nacional
croata y quiere escabullirse con argumentos poco convincentes. Si él creyera en
la existencia y la duración del Estado yugoslavo, se declararía sin cortapisas
en su favor. Su tan criticado oportunismo en los últimos 20 años atestigua que
no vacilaría en formular tal declaración. Pero es obvio que Krleza no cree en
la comunidad yugoslava y con su respuesta evasiva de hecho se distancia del
yugoslavismo. De un tan destacado escritor e intelectual comunista se podría
esperar una actitud clara y terminante. Por eso, su respuesta es muy
sintomática y, en el fondo, favorece el pensamiento nacional croata. Krleza se
retrae y abandona la línea yugoslava. Tal vez tendrá tiempo y oportunidad de
avanzar, ponerse abiertamente del lado de su pueblo y alzarse contra el dominio
extranjero.
A esta pregunta, que implica también el
reproche del periodista serbio por la reserva y las evasivas de Krleza, Bakaric
contestó:
"El oportunismo político, usted lo sabe,
es algo muy feo. El oportunismo político con frecuencia traba el proceso normal
de las cosas. Si hay que ser severos, entonces debemos serlo. La operación no
se hace con un cuchillo herrumbrado, sino con uno afilado, si hay que hacerla.
Pues con el oportunismo se aplaza la solución de los problemas pendientes. Y
los problemas en semejante proceso deben existir, deben plantearse y
resolverse. Se acumulan hasta tanto maduren para ser solucionados, como todos
los demás problemas. Por consiguiente, pasan por momentos más fáciles o graves,
pero deben solucionarse.
"En cuanto al desarrollo político
ulterior de nuestro país, en realidad hay muchos problemas de carácter
ideológico-político. No lo niego, sólo niego que dichos problemas sean tales
que puedan dividirnos más, si bien se dan esas tendencias.
"En los problemas del yugoslavismo hay
más incomprensiones prácticas que entendimientos fundamentales".
Aquí nos interesa en particular la última
parte de la respuesta de Bakaric a la pregunta sobre el yugoslavismo. Bakaric
afirma que "nosotros" (se refiere a los croatas y a los serbios)
"tenemos en los problemas del yugoslavismo más incomprensiones prácticas
que entendimientos fundamentales". Su comprobación sobre la falta de
entendimientos fundamentales concuerda con la constatación anterior acerca de
la falta de concepción de federación. Pero su afirmación de que hay "más
incomprensiones prácticas" contradice con su respuesta número uno, donde
dice textualmente, "que el aspecto material del problema está mucho más integrado
que su aspecto ideológico". Esa posición contradictoria del principal
comunista croata testimonia sobre la importancia y la delicadeza del problema,
pero también sobre la difícil situación a que los comunistas condujeron al
pueblo croata. Es la prueba de que los comunistas croatas se encuentran hoy
entre el yunque y el martillo: por un lado, el pueblo les está criticando en
voz alta y por el otro recrudece la presión granserbia. De ahí la contradicción
en las declaraciones de Bakaric.
Los comunistas serbios siguen la línea
dictatorial del rey Alejandro
A esta respuesta poco convincente, el
periodista serbio le pregunta:
- Explíquese, por favor.
Bakaric responde:
"Por ejemplo bajo el yugoslavismo muchos
entienden que retorna la época digamos, del 'yugoslavismo' de Pera Zivkovic[106]
y el rey Alejandro. Otros estiman, en vista de que Yugoslavia es un Estado
multinacional y que muchas naciones recién ahora obtuvieron la libertad de su
desarrollo, que lo segundo prima sobre lo primero. Y en base a ello, en base a
opiniones tan diferentes, tan divergentes, surgen a menudo otros problemas.
Empero, si descartamos a Pera Zivkovic como manera de pensar -en teoría lo
hemos descartado todos, pero no en los problemas prácticos-, entonces el
segundo problema es de solución más fácil. Es natural que las naciones que
nunca tuvieron su libertad deben sentirse exaltadas.
Sin embargo, obtuvieron su libertad en la comunidad de los pueblos de
Yugoslavia y, por ende, se da aquí un elemento de cohesión, a primera vista, a
priori, que de otro modo no puede enfocarse. Unicamente si se tiene comprensión
de todos los problemas, entonces será fácil encontrarles una solución adecuada.
"En la práctica, pues, ese problema, el
problema del viejo enfoque de cosas en Croacia, por ejemplo, se manifiesta en
toda una serie de cosas. Muchos nos reprochan aquí y dicen: vosotros no ponéis
nunca de relieve el croatismo, no os ocupáis de los problemas de la
construcción de la nación croata, todo para crear un nuevo estado de cosas muy
parecido a Pera Zivkovic. No nos fue difícil rebatir esos reproches, ya que
ocuparse de la historia croata en el momento en que estamos creando la historia
es encomiable pero no de vital importancia. Debemos mirar dónde están las
perspectivas, dónde el provenir, cuáles son los elementos que contribuyen al
desarrollo de una nación y del de la nuestra. Para nosotros fue y sigue siendo
la única posibilidad: preservar esta comunidad, que se afirmó de modo absoluto
en la guerra, y esta comunidad, precisamente por ser multinacional, tiene
comprensión por las relaciones entre otros pueblos y crea una sólida base para
una colaboración en un plano mucho más vasto, no sólo de Europa, sino del
universo. Por lo tanto, en ese punto nos mostramos muy decididos.
"Por otro lado, la tendencia de que
nosotros aquí, concretamente Zagreb, no participamos en la solución de ciertos
problemas, resultó negativa. Se dice, por ejemplo, que la política exterior es
un asunto federal. Por supuesto, lo admitimos. Sobre todo, la parte diplomática
de esa política es el 'monopolio' absoluto de la federación. Pero la política
exterior es un asunto de los pueblos de Yugoslavia. Por consiguiente, en la
base de la política exterior deben incluirse al último yugoslavo, y en todo lo
que en ese terreno se hace somos creadores tan activos como cualquier otro en
este país. Aquí es imprescindible el entendimiento. Hay que aspirar a eso,
tanto más cuanto que, digamos, la elaboración de la política exterior está
ligada a la distribución internacional del trabajo, en la que Croacia desempeña
un papel importante. Se plantea, pues, toda una serie de problemas, por
ejemplo, las relaciones económicas entre los países de diferentes sistemas, la
relación entre Yugoslavia y la India, por ejemplo.
"Mientras nos limitamos al intercambio
comercial, no hay problemas engorrosos. El comercio tiene sus formas. Vale
decir: o es clearing o pago al contado, o créditos, etc. Pero, si se levanta
allí una fábrica y se exporta regularmente una mercadería, allí se debe tener
un servicio. Desde ese momento la cosa cambia. Se trata de los servicios
yugoslavos en la India, digamos, de una empresa como la de 'Rade Koncar' o
'Ingro'. ¿Los daría usted a un indio o a un capitalista indio, u organizaría
los suyos? Si organiza sus propios servicios, ¿cuál es ese régimen?
"Se plantea, pues, toda una serie de
problemas: cómo proceder, qué actitud tomar respecto al desarrollo interno de
la India, sin inmiscuirse en sus asuntos internos. Allí debe colaborar todo el
que allí trabaja. Por tanto, el asunto -para decirlo así- no se circunscribe al
aparato 'federal', sino que se requiere amplia colaboración de muchísima gente.
"Por consiguiente, todos esos problemas
federales son nuestros también y por eso así los planteamos y consideramos que
constituyen un elemento de cohesión necesario en el gobierno de Yugoslavia. Así
veo un motivo más de acercamiento, precisamente porque de este modo incluimos a
un vasto círculo de hombres en semejantes problemas.
"Luego, se presentan los problemas de la
construcción económica. Es sobre este punto que más se discute. Nos oponemos
muy enérgicamente al republicanismo en la economía, aunque -juzgando por todos
los signos- nos acusan de ser portavoces de esta línea con la tesis de
descentralización, y cosas por el estilo. Nos oponemos porque buscamos caminos
a los verdaderos terrenos de integración económica dentro y fuera del país.
Cabe decir que la mayor parte de las críticas se basa en la incomprensión del
asunto, en el punto de partida del centralismo que fue burocrático y que no
entiende, que lleva sus anteojos verdes o rojos y es capaz de ver ciertos
'colores' precisamente por tener el color equivocado de los anteojos. Creo que
en ese sentido dimos hasta ahora los primeros pasos para la creación de un
sistema mejor y más sano en el trabajo y que sería difícil por el momento
extraer grandes experiencias.
"Las primeras experiencias son
positivas, aunque muy pequeñas para poder construir sobre ellas grandes cosas.
Las dificultades son enormes, mayores en las mentes de la gente que en su
aspecto material. Por ejemplo, se discutió mucho cómo facilitar la expansión de
los mercados, cómo coordinar las acciones conjuntas que por motivos fútiles a
menudo fracasaron. Creo, sin embargo, que si en todos esos asuntos vamos
adelante con energía, tendremos que alcanzar el éxito".
Lo esencial en esta respuesta de Bakaric es
su admisión de que los comunistas descartaron en teoría el yugoslavismo de Pera
Zivkovic y del rey Alejandro, mas no en cuestiones prácticas. Ese es el tono
principal en toda esa entrevista, expresado ahora en forma clara y abierta. Los
comunistas croatas reconocen que respecto a la "solución" del
problema nacional croata aún están en el mismo punto en que se hallaba la
nefasta dictadura de Pera Zivkovic y del rey Alejandro, implantada a principios
de 1929, tras la muerte violenta de Esteban Radic, con el propósito de quebrar
la resistencia nacional por medios más radicales. La gran mayoría del pueblo
croata sabía, aún antes de la segunda guerra mundial, y particularmente durante
la guerra, que los comunistas no podían resolver el problema nacional por haber
capitulado los comunistas croatas ante los comunistas serbios y aceptado la
concepción granserbia de Yugoslavia. Después de ríos de sangre derramada y
otras calamidades, ahora los comunistas croatas reconocen su fracaso.
Ese reconocimiento constituye un importante
vuelco en el proceso político de la posguerra en Croacia. Los comunistas
croatas podrían aliviar la situación del pueblo si deducen conclusiones lógicas
de los asertos de Bakaric. Pero su llamado a preservar "la comunidad que
en la guerra se ha afirmado de modo absoluto", después de sus juicios
negativos carece de resonancia y recuerda demasiado el slogan "Guardad a
Yugoslavia" que supuestamente habría pronunciado el rey Alejandro en el
momento de morir. El futuro nos dirá si, en efecto, se trata de una tentativa
desesperada de salvar una idea ya fracasada y de preservar en ese camino
errado, o de una nueva y sincera orientación de una parte de los comunistas
croatas en favor de su pueblo.
La trascendencia del problema nacional
en Yugoslavia
Las declaraciones de Tito y de Bakaric sobre
la gran dimensión que cobraron los contrastes nacionales en Yugoslavia
equivalen a reconocer la impotencia de los comunistas ante la fuerza de la
voluntad de los pueblos oprimidos y ante el problema nacional como factor
histórico que desborda el marco de la doctrina comunista y no se puede
solucionar con los medios y los métodos de la política comunista. La política
comunista de la "fraternidad y la unidad" experimentó un fracaso
rotundo.
El problema nacional, pues, reviste
importancia capital en Yugoslavia. Lo ven también los dirigentes comunistas. El
pueblo y los observadores extranjeros saben que el punto de gravedad del
problema nacional radica en Croacia y en su relación con Serbia, dado que el
croata es el pueblo no serbio más numeroso en Yugoslavia y, desde luego, el
problema croata fue también una dolencia incurable de la Yugoslavia de
preguerra.
El problema nacional de Yugoslavia adquiere
mayor significado si se toma en cuenta que, además de los croatas, tampoco los
macedonios ni los albaneses consideran solucionado su problema nacional; que
aumenta el descontento en Eslovenia ante la política granserbia, y que en
Montenegro surgen reprimidas tendencias nacionales. En la tirantez de la
posguerra entre Yugoslavia y Albania las demandas nacionales de Albania juegan
un papel mucho más importante que las cuestiones ideológicas, y en ese terreno,
Yugoslavia corre mayor peligro que en la pugna ideológica. Debe tomarse en
cuenta también la fuerte minoría húngara (más de medio millón) que, a raíz de
la incorporación de Voivodina a Serbia, depende en su mayor parte del arbitrio
serbio, pero en un momento de crisis y de derrumbe del Estado se volvería por
su tradición y por su situación actual contra la política granserbia.
Serbia, propiamente dicha, constituye la
cuarta parte de la población total de Yugoslavia. Si se computan los serbios
que viven en otras repúblicas, siempre son una minoría respecto a los demás
pueblos que forman Yugoslavia. Si se toma en consideración que un elevado
porcentaje de serbios fuera de Serbia no están de acuerdo con la política
granserbia y que se entenderían de buena gana con los croatas y los húngaros
(de Voivodina), entonces la posición de Serbia resulta aún más débil. Esa
relación numérica y la posición geográfica de los pueblos no serbios no debe pasarse por alto al considerarse los problemas
nacionales en Yugoslavia. En caso de sacudidas políticas en Yugoslavia y en el
sudeste europeo, todos los pueblos no serbios apuntarían contra Belgrado y
Serbia, a menos que los representantes serbios se percaten de ese peligro y de
la necesidad de entenderse acerca de la separación pacífica entre Serbia,
Croacia y los demás pueblos no serbios.
Rankovic se asegura la sucesión de
Tito
Se obtiene una imagen aun más completa del
descontento de los croatas al pasar revista del actual equipo gobernante en la
República Socialista de Croacia. En 1963, la República Socialista Federal de
Yugoslavia y sus repúblicas integrantes "votaron" una nueva
constitución. En esta ocasión fue designado como sucesor de Tito en el partido
comunista (hoy la Liga Comunista de Yugoslavia) y como jefe de Estado
Aleksandar Rankovic, serbio, jefe de UDBA (policía política) y de todos los
servicios secretos policiales desde los tiempos de la guerra de guerrillas
hasta hoy. Rankovic es considerado no sólo entre opositores sino también entre
los comunistas croatas como un chovinista granserbio y enemigo declarado de los
croatas, eslovenos, macedonios y albaneses. Rankovic está afianzando las
posiciones granserbias y cubriendo los puestos clave en el partido y en los
organismos estatales con sus allegados.
Paralelamente con la reforma constitucional
en la República Socialista de Croacia, como presidente del parlamento fue
nombrado I. Krajacic en lugar de Bakaric, ocupando así el primer cargo entre
los comunistas. Es jefe local de UDBA y ejecutor dócil de las órdenes
impartidas desde Belgrado. Si bien Bakaric, tras la liquidación de Hebrang,
aceptó la política granserbia de la restauración de Yugoslavia bajo la
conducción de Serbia y por eso fue designado jefe de los comunistas en Croacia,
ahora, después de 20 años, se lo saca de ese cargo y ocupa su lugar el famoso
terrorista y jefe policial Krajacic. Bakaric, aunque aceptó la concepción
granserbia, no satisfizo del todo a la clase dirigente granserbia. Su
declaración, arriba comentada, señala un posible descontento de los comunistas
serbios con su actitud y revela que existen conflictos entre los comunistas
serbios y croatas. El desarrollo futuro mostrará si en efecto se trata de una
crisis más honda entre los comunistas, suscitada por el problema nacional. Una
cosa es segura, empero, o sea que la designación de Krajacic al frente del
parlamento en Croacia significa el recrudecimiento del curso granserbio y el
fortalecimiento de la política de Rankovic en la "República Socialista de
Croacia". De ese modo aumenta la tirantez en las relaciones entre los serbios
y los croatas y por consiguiente, se agudiza la crisis del Estado.
II. La crisis económica y las
dificultades sociales
Yugoslavia, además de sufrir del problema
nacional sin solución, está afectada por la agudización progresiva de la crisis
del Estado. Su incurable dolencia son también las tremendas dificultades en el
terreno económico y social.
El sistema económico yugoslavo sigue siendo
igual, pese a las correcciones introducidas tras el conflicto con Moscú en
1948, vale decir que es típicamente comunista. Los medios de producción (salvo
el sector principal agrario y los pequeños artesanos), como asimismo la
economía entera están socializados: pertenecen al Estado directamente o a los
colectivos, dependientes en sus decisiones. La planificación central y
burocrática, el poder omnímodo del Estado y del partido comunista sin el
control y la responsabilidad ante el pueblo es otra característica de la vida
económica en Yugoslavia. La industrialización forzada debería elevar en un
lapso breve a Yugoslavia a la categoría de los países altamente
industrializados. Al comienzo, el régimen recurrió sin disfraces al trabajo
forzado. Hoy las brigadas juveniles, sobre todo en la construcción de caminos y
líneas férreas, constituyen una forma de trabajo forzado, dado que los jóvenes
pueden buscar trabajo únicamente después de haber participado en dichas
brigadas.
El titoísmo intentó seguir su camino propio
en la realización del socialismo, apartándose de ciertos métodos soviéticos. La
corrección principal del anterior sistema económico soviético se relaciona con
cierta descentralización de las empresas, del mayor grado de libertad de que
disponen; se disolvieron por fuerza los koljoces y se permitió a los campesinos
dirigir libremente su hacienda; luego, a través de los consejos obreros, se
implantó la llamada autogestión obrera y en parte se "liberalizó" el
comercio exterior, que incrementó sus vínculos con las democracias
occidentales. Todas esas medidas son paralelas a la ingente ayuda norteamericana,
que, de hecho, facilitó diversos experimentos del régimen de Tito. Pero, pese a
todas esas medidas, los fundamentos del sistema económico yugoslavo no
cambiaron.
El resultado del titoísmo en la economía es
negativo y el experimento de "liberalizar" la economía fracasó.
Conforme lo admitió Tito en su discurso de Split el 6 de mayo de 1962, ese
experimento puede calificarse como fiasco. Pese a la cuantiosa contribución
norteamericana en dinero y víveres, que según algunas estimaciones asciende a
tres mil millones de dólares; pese a la ayuda prestada por varios países de
Europa occidental y del Fondo Monetario Internacional, tendiente a sanear la
moneda yugoslava y adecuar su curso a su valor real, según lo declaró Tito, en
el comercio exterior se produjo un déficit de 800 millones de dólares, déficit
que aumenta incesantemente. Toda la economía yugoslava se halla en un estado
desastroso. La situación empeoró en 1963 y 1964. La esperanza de los dirigentes
comunistas de desarrollar muy pronto su industria propia e incrementar la
exportación de productos industriales se desvaneció: la importación supera la
exportación y de ahí el déficit creciente en el balance de pagos. Inversiones
desacertadas en la industria, corrupción de grandes proporciones,
desorganización en el comercio, la inflación crónica y encarecimiento
desproporcional de los productos de consumo en relación con los salarios de
obreros y empleados, presión ejercida sobre los campesinos, producción
deficitario de los víveres y la dependencia de la ayuda exterior, todo eso
sumado a la vida suntuosa de la "nueva clase" y la honda crisis
social, presenta el balance del titoísmo y del comunismo en Croacia. Las causas
de tal estado catastrófico radican en el sistema mismo y no en supuestas
medidas secundarias de la política económica y estatal. Hoy el trabajador en
Yugoslavia está despojado de sus derechos fundamentales, oprimido, explotado y
arrastrado a la última miseria. Los trabajadores prácticamente viven en la
esclavitud.
Desde 1961, la economía yugoslava se caracteriza
por el retorno al centralismo, calificado oficialmente como "integración
económica". Esa tendencia aumenta día a día y tiene sus razones políticas
tanto en el plano interno como en el externo.
La agravación del estado económico en general
y la baja del nivel de vida de las masas consumidoras se presenta como la razón
interna para forzar la "integración" o el centralismo económico, pues
los gobernantes comunistas esperan lograr mayor efecto económico mediante una
coordinación mejor. Otro motivo importante en el plano interior de ese
incremento del centralismo son los contrastes nacionales o el chovinismo
económico, según se expresó Tito, lo cual imposibilita la cooperación entre
repúblicas y empresas y lleva a la desintegración.
Esas "tendencias nacionalistas
separatistas" en la economía se sienten especialmente en Croacia y en
Eslovenia, pues el problema nacional se manifiesta predominantemente en el
terreno económico. Al respecto, es muy característico el incidente ocurrido a
principios de 1964 en la importante planta industrial de Zagreb, "Rade
Koncar". Allí se realizó una reunión para debatir acerca del aumento del salarios a obreros y empleados y el aumento de precio de
los productos fabricados. Por último, tras larga discusión, los delegados comunistas
significaron en forma clara e inequívoca que la fábrica produce suficientes
artículos de buena calidad, que los precios podrían bajarse y aumentar los
salarios, pero que la mayor parte de los beneficios debe ingresar en la caja
federal en Belgrado. Hubo ruidosas protestas tras esta declaración del delegado
comunista.
El efecto financiero de la
"liberación" económica tras la ruptura con Moscú, y sobre todo la
introducción de nuevas medidas en 1952-53 resultó negativo y en 1961-62, pese a
la constante ayuda de Washington en víveres, adquirió proporciones
catastróficas en vista del creciente déficit en el balance de pagos del
intercambio comercial exterior, que no pudo seguirse en la misma dirección. La
política económica yugoslava y todo el sistema económico se enfrentó con la
alternativa implacable: 1) renunciar a la economía comunista dirigista y dar
mayor libertad en la organización de empresas y el mercado; eximir a los
campesinos de la discriminación tributaria y de impuestos onerosos; permitir la
libre competencia entre el sector socialista y el privado en todas las
disciplinas económicas, o 2) retorno al estado anterior a 1952 y 1948, es
decir, volver al centralismo rígido, a la planificación y el burocratismo; en
resumen, adoptar el sistema económico soviético y restablecer relaciones más
estrechas con el bloque soviético.
En 1962, el régimen de Tito optó por la
segunda solución. El acercamiento político a Moscú en el plano internacional y
en la coordinación de los partidos comunistas yugoslavo y soviético facilitó y,
de hecho, dictó esa decisión. Como Tito no quiere desertar del comunismo, ese
camino fue lógico. Pero las consecuencias económicas eran ineludibles: su
resultado más visible son las crecientes dificultades y la declinación del nivel
de vida, ya muy bajo de por sí, de las vastas masas consumidoras. Esa nueva
orientación está determinada por motivos políticos y significa el fracaso del
titoísmo como variante peculiar del comunismo en la economía y la política,
tanto en el plano interior como en el exterior[107].
En la apreciación de la situación económica y
social actual de Yugoslavia dos factores son de importancia capital: 1) el
problema de los campesinos en la economía, y 2) el problema del nivel de vida y
consecuentemente el problema obrero. En esos sectores es donde más se refleja
la política económica del régimen de Tito, y sobre esos problemas se discute
siempre, se buscan nuevas soluciones, se anuncian nuevos planes y remedios. El
año 1964 está bajo el signo de las discusiones sobre el nivel de vida;
últimamente, la agricultura y la política agraria juegan un papel muy
importante y por lo tanto conviene que nos ocupemos de esos problemas.
Fracaso de la política agraria
comunista
En 1953 fueron disueltos los koljoces
debido en parte a la disminución catastrófica de la producción de artículos
alimentarios, en parte a las nuevas medidas del régimen de Tito en relación con
el conflicto con el Cominform. Ya con anterioridad a la disolución de los
koljoces, el sector agrario privado que abarcaba la mayor parte de la
superficie aumentó al 88%. Los restantes 12% lo forman bienes estatales, las remanentes cooperativas campesinas de trabajo
(koljoces), bienes de las cooperativas agrícolas y de otras entidades
estatales. Todo eso integra el llamado sector socialista en la agricultura, al
que debe sumarse el área relativamente pequeña de las posesiones privadas,
cultivadas por las cooperativas en coparticipación del propietario, según el
contrato firmado. Esa parte, más o menos la décima, de la superficie agraria
cultivable, debería, de acuerdo a la política oficial, producir cantidades
suficientes de víveres y materias primas para el mercado, y a ese sector se le
asignan todas la partidas previstas en el presupuesto
nacional para la agricultura; ese sector dispone de grandes créditos agrícolas
para adquirir implementos y maquinarias. Asimismo, los peritos agrícolas se
ocupan preferentemente de ese exiguo sector agrario.
En síntesis, todas las medidas positivas de
la técnica agraria se concentran en ese pequeño sector socialista, que dista
muchísimo de poder satisfacer las necesidades del país en productos
agropecuarios. Por el contrario, las haciendas campesinas privadas están
expuestas a onerosos gravámenes y discriminaciones.
La hacienda campesina, en teoría, está libre,
pero debe pagar impuestos tan altos, que no reporta beneficios ni puede
progresar. El campesino no puede utilizar los créditos bajo ciertas
condiciones, es decir, si acepta la coparticipación con la
"cooperativa", lo que en la mayoría de los casos rehusa, porque de
ese modo depende de ella y contrae grandes obligaciones, sea cual fuere el
resultado económico de su hacienda. Nada se hace para promover y modernizar el
sector privado, sino que se ejercen presiones sobre el campesino para que
abandone su tierra, lo que en efecto ocurre. La situación en el campo es tan
mala que tanto los jóvenes como los veteranos agricultores abandonan el campo
por la ciudad en busca de empleo y de nueva profesión.
Debido a esas medidas, la agricultura en Yugoslavia
está estancada, y los factores climatológicos en promedio juegan un papel muy
secundario. Es un hecho lamentable que la ayuda norteamericana en víveres sin
condiciones dispensada a Tito haya hecho posible el recrudecimiento de medidas
y presiones contra el campesinado y que signifique una contribución a la
expulsión de los campesinos de sus hogares ancestrales y al abandono del campo
que en ciertas regiones adquiere proporciones alarmantes. Tito, hablando en
Split en 1962, anunció su propósito de fomentar a ritmo acelerado y apoyar el
sector socialista de la agricultura en detrimento del sector campesino privado.
Tltimamente esa tendencia, en efecto, se reforzó y se refleja más y más en la
compra y el arriendo de las tierras campesinas por parte de las cooperativas
agrícolas. Teniendo presente la presión ejercida sobre los campesinos para que
abandonen sus hogares, esa transmisión de tierras es notablemente facilitada.
Con todo, el abastecimiento de víveres es
insuficiente y empeora. Su consecuencia es la suba vertical de los precios de
los productos alimenticios y el incremento del costo de vida. El abastecimiento
de pan depende en gran medida de la importación, vale decir, de la ayuda
estadounidense. En los últimos años la importación casi igualó el volumen de
trigo producido en Yugoslavia. Quiere decir que el abastecimiento del mercado
con trigo y la provisión del sector agrario en Yugoslavia se cubre,
casi el 50%, con producción interna y el 50% con la importación y la ayuda
norteamericana. Es interesante que esa dependencia de la ayuda exterior no disminuye sino que va en aumento. Así, no obstante la mejor
cosecha de trigo en 1963, la importación de trigo aumentó en relación al año
1962 (el trigo y la harina de trigo importados ascendieron en 1961 y 1962 a
800.000 toneladas métricas por año, y en 1963, según los datos provisorios,
superó el millón de toneladas). La producción de carne es totalmente
insatisfactoria y por ello el mercado está mal abastecido, o privado de carne,
cuyos precios suben en forma increíble. Aquí es muy pequeña la participación
del sector socialista en razón de lo complejo y costoso de la producción de
ganado. La falta crónica de carnes y productos afines es un fenómeno permanente
en todos los países comunistas, y la Yugoslavia de Tito, gracias a su nueva
política agraria, figura entre ellos.
El bajo nivel de vida y el descontento
obrero
La constante suba de precios y los salarios
bajos, la falta de carne y de vivienda, el desempleo creciente y la gran
afluencia de mano de obra campesina no calificada crearon en los últimos años
una situación sumamente grave. Los obreros están descontentos -hubo casos que
rechazaron sobres con el sueldo, lo que se consideró como huelga, pero las
autoridades no tomaron represalias- y los dirigentes comunistas no pudieron
resolver hasta ahora esos problemas. Hubo también casos de tentativa de huelga
propiamente dicha. La situación se agrava, lo que obliga a los comunistas a
discutir públicamente el problema del nivel de vida. Desde comienzos de 1964
ese tema domina en las reuniones políticas partidarias, en los sindicatos
obreros, en las empresas y en la prensa.
Para debatir ese problema se convocó el
30/1/1964 una reunión especial del Comité Central de la Liga (partido)
Comunista de Croacia, que estableció varias conclusiones. El Dr. Bakaric, en
varias entrevistas, se ocupó extensamente de este apremiante problema. En la
reunión de la federación de sindicatos de Croacia, realizada el 28/3/1964,
sobre el nivel de vida, presentaron sus informes S. Vukmanovic y M. Baltic. En
el orden del día del Congreso de los sindicatos de Yugoslavia dominó también
ese tema. En el programa del Octavo Congreso del partido comunista de
Yugoslavia, que se realizará en noviembre de este año en Belgrado, informes y
debates sobre el nivel de vida ocupan un lugar de prioridad. Se podría decir
que este año la problemática yugoslava está signada por los temas nacionales y
el nivel de vida.
De acuerdo con las declaraciones de los
dirigentes comunistas, reuniones especiales de las organizaciones partidarias,
comentarios de la prensa, las estadísticas y otras fuentes, el nivel de vida
sería como sigue:
Un trabajador no puede normalmente vivir de
su trabajo. Junto con su empleo fijo, debe buscar otro trabajo o
"changa" (que se llama en Yugoslavia "trabajo con
honorario"), o en familias numerosas el problema de existencia se resuelve
de modo que varios miembros trabajan y viven en comunidad. el
segundo empleo preocupa al obrero y al empleado más que su empleo fijo, de modo
que no se dedican a él con la contracción debida. Por eso los datos oficiales
relativos a las horas de trabajo -por ejemplo a 45 y 42 horas de trabajo
semanales- ofrecen una imagen errónea, puesto que el obrero y el empleado
trabajan muchas horas más.
El nivel de vida de los obreros debería ser
el índice del éxito del comunismo que presuntamente lucha por el bienestar de
la clase obrera y su gobierno. Precisamente en ese sentido el régimen comunista
de Tito decepcionó. Hoy hasta los dirigentes comunistas deben reconocer que no
pueden recompensar al obrero por su trabajo de manera que pueda llevar una vida
decente y atender a todas sus necesidades fundamentales de orden económico y
cultural. Lo obligan a buscar trabajo suplementario o a cometer
irregularidades, mientras que en el mundo libre y democrático un trabajador con
su sueldo asegura a su familia una vida decente. Debido al empeoramiento del
nivel de vida, el obrero se vuelve apático y descontento en el sentido
político.
El descontento de los obreros es comprensible
si se tiene presente que los sueldos de altos funcionarios son 20 veces mayores
que los sueldos obreros en el mismo establecimiento. En cuanto a la
distribución de las ganancias hay casos que un obrero recibe 2.000 dinares y
los dirigentes 80.000 según lo acotó Tito en su discurso en Split (1962). Pero,
¿qué dijo Tito de los reclamos obreros de apelar a la huelga? Contestó
cínicamente que harían la huelga contra ellos mismos y que eso no puede
permitirse. Sin embargo, son muy frecuentes las noticias sobre protestas
obreras e intentos de huelga, mas el régimen comunista, por supuesto, reprime
toda tentativa y noticias en la prensa de esa índole.
Como un fenómeno concomitante de los salarios
insuficientes, sobrevienen robos y estafas en las empresas. Debe mencionarse
también las irregularidades por parte de los dirigentes fabriles. Como no hay
un control popular y democrático sobre los dirigentes, casi siempre comunistas,
desfalcos, viáticos y compra de objetos varios para el uso personal y por
cuenta de la empresa, son cosas corrientes. Esos "crímenes
económicos", muy criticados en la prensa y a veces castigados en los
tribunales, forman parte integrante del sistema comunista.
En lugar de mejorar la situación de los
obreros y empleados, prometida durante años por Tito y otros dirigentes, en los
últimos años ella se va agravando. Los precios de los productos básicos suben
con más rapidez que los salarios. El poder adquisitivo del sueldo disminuye
constantemente. En la aludida reunión del Comité Central de la Liga comunista
de Croacia, se admitió que el costo de vida sube más rápidamente que los
salarios, que las causas principales de la suba del costo de la vida son el
alza de precios y del alquiler; que hay falta de víveres, particularmente de
carne; que la renta promedio de un obrero no puede aguantar el alquiler de la
vivienda yugoslava standard[108].
Los comunistas no proponen nuevas medidas
encaminadas a remediar la crisis. Proponen, eso sí, el robustecimiento del
sector socialista en la agricultura con propósito de abaratar la vida, es decir
las medidas experimentadas durante años, que dieron resultados negativos.
La crisis de la vivienda
Los dirigentes comunistas proponen, como
paliativo de la crisis de la vivienda la construcción industrial, rápida y
racional. La medida viene aplicándose desde hace años pero sin alcanzar los
objetivos deseados.
En relación con la vivienda surgen dos
problemas capitales: 1) No se puede satisfacer la demanda por la permanente
escasez de vivienda. Al forzar desmedidamente la industrialización del país,
quedó relegada desde el principio la construcción de viviendas. A causa de la
proletarización del campo y de los campesinos, se produjo el traslado de la
mano de obra a ciudades que no pueden absorberla ni respecto al empleo ni a la
vivienda. 2) El alquiler es desproporcionadamente alto en relación a los
sueldos y esa relación va variando en mayor perjuicio del obrero. La
construcción oficial de departamentos es demasiado cara y el Estado no puede
proporcionar al obrero y empleado la vivienda ajustada a sus ingresos
(declaración de Bakaric, véase Vjesnik, 1/2/1964). Las autoridades
comunistas son impotentes y, salvo promesas grandilocuentes, no ofrecen
soluciones concretas.
El desempleo y las fuentes de la mano
de obra
En Yugoslavia hay muchos desocupados y el
desempleo aumenta, pero las autoridades, por razones de prestigio, no lo
reconocen. Para obtener divisas y aliviar la desocupación, se permite a cierto
número de obreros buscar trabajo en los países libres de Europa. Se trata
mayormente de obreros no especializados. De las preguntas que hizo un redactor
de Nedeljne Informativne Novine a Bakaric en la ya comentada entrevista[109]
se deduce que a principios de 1964 había unos 150.000 obreros trabajando en el
exterior, con el permiso del gobierno yugoslavo. De esos obreros, casi la
mitad, 70.000, proceden de la República Socialista de Croacia. Es curioso que
la mayor parte de esos obreros trabaje en Alemania Occidental, aunque las
relaciones entre Bonn y Belgrado son muy tensas, casi hostiles. La grave crisis
económica obliga al gobierno de Tito a permitir que los obreros vayan en busca
de trabajo en un país "enemigo".
Los comunistas tratan a menudo de explicar el
bajo nivel de vida alegando las grandes inversiones, especialmente en la
industria. Sin embargo, tal respuesta no explica la gravísima crisis económica.
La crisis total - La autogestión
obrera
La causa principal de la situación de los
vastos sectores populares radica en el sistema comunista político y
económico-social. De ahí que gran parte de las empresas son antirracionales e
improductivas. Otros países, muy castigados también durante la guerra, por
ejemplo Alemania Occidental y Francia, se reconstruyeron rápidamente y ofrecen
hoy a sus ciudadanos un alto nivel de vida. Yugoslavia, a pesar de la cuantiosa
ayuda norteamericana, se halla en un nivel muy bajo de desarrollo y lucha
todavía con las dificultades elementales de abastecer el mercado y mejorar las
condiciones de vida de las amplias capas populares.
La política agraria del régimen titoísta
origina la falta permanente de artículos alimentarios, cuyos precios suben y
pesan sobre los consumidores. Las nuevas medidas agrarias anunciadas no
mejorarán la situación, sin que se prolongarán la
escasez de carne, leche y otros productos, haciendo que Yugoslavia siga
dependiendo de la ayuda norteamericana, no obstante la gran potencialidad de su
producción interna.
Años pasados, los comunistas ponían de
relieve la autogestión obrera como un importante e histórico logro del
titoísmo. Desde el comienzo era obvio que el poder de los colectivos y consejos
obreros era más bien nominal y que las de las decisiones principales sobre
inversiones, salarios y distribución de las ganancias, las toman el partido
comunista y directores de empresas, mientras que la autogestión obrera sirve de
fachada detrás de la cual se ocultan los dirigentes comunistas, corrompidos y
explotadores. Tltimamente no se habla tanto del autogobierno obrero, y en las
discusiones sobre cómo elevar el nivel de vida, los consejos obreros apenas se
mencionan. La máquina propagandista se desgastó también en ese terreno frente a
la cruda realidad.
De lo antedicho sobre el nivel de vida y el
problema obrero se desprende: que el obrero y el empleado en Yugoslavia no
pueden satisfacer sus necesidades primarias con su salario normal; que los
comunistas durante los 19 años de su gobierno no resolvieron el problema social
fundamental; que el nivel de vida de los trabajadores declina; que las masas
populares son explotadas peor que en la fase inicial del capitalismo. El
acuciante problema social es la mejor prueba del fracaso total de la política
comunista. Para una mejora radical de las condiciones de vida y para hacer
posible una elevación progresiva del nivel de vida de las masas trabajadoras,
debe cambiarse el sistema comunista e introducir el sistema democrático con la
concreción del derecho de autodeterminación de los pueblos oprimidos.
III. La situación internacional y el
problema nacional de Yugoslavia
Durante los últimos años, Yugoslavia en sus
relaciones internacionales cambió de curso político y se integró casi del todo
al bloque soviético. Particularmente, después de la conferencia de los países
no comprometidos y neutralistas, celebrada en Belgrado a fines de 1961 y del
viaje de Tito a la Unión Soviética en 1962, el régimen de Tito, en rasgos
generales, sigue la línea de la política soviética, desapareciendo las
diferencias y entredichos anteriores. En la cuestión del armamento y los ensayos
atómicos, de Alemania y de Berlín, de la política colonial, de la tensión
surgida en Asia Oriental y en cuanto a la Comunidad Económica Europea, la
posición de Belgrado es idéntica a la de Moscú. La tirantez y la reciente
ruptura entre la Unión Soviética y China roja acercaron aun más a Tito a Moscú.
Para los croatas y los demás pueblos
occidentales es muy interesante la integración de Yugoslavia en COMECOM y su
posición contraria a la integración europea y a la Comunidad Económica Europea
como camino de unificación de las fuerzas políticas y económicas de las
naciones libres europeas. El régimen comunista de Belgrado perjudica de ese
modo los intereses económicos de Croacia y Eslovenia, orientadas por su
posición geográfica, vínculos económicos y por su tradición hacia Occidente.
Al orientarse Yugoslavia hacia Moscú, se
produjo grave crisis en la política neutralista de Yugoslavia, que tiene
ambición de encabezar el bloque de los países no comprometidos, sobre todos los
afro-asiáticos, y hasta latinoamericanos y de otros continentes. Como Tito ya
no es herético en las cuestiones de la ideología y la realización del programa
comunista, Yugoslavia está perdiendo los atributos de un país neutralista, que
sirvieron de principal argumento al gobierno de Washington para prestar la
cuantiosa ayuda a Tito en los últimos 15 años. Por lo tanto, el titoísmo, como
una variante peculiar del comunismo, está en liquidación no sólo en el plano
local sin también internacional, sobre todo desde que incrementa la oposición en
los países comunistas al dominio soviético, como lo demuestra el caso de
Rumania. El titoísmo surgió de los contrastes y dificultades dentro del bloque
comunistas y por los mismos motivos cesa de ser interesante. Ese hecho cobra su
significado internacional, dado que en el territorio de Yugoslavia se enfrentan
y entrecruzan las zonas de interés del bloque soviético y del Occidente,
interesando no sólo a los pueblos de Yugoslavia sino a las grandes potencias a
qué lado se inclinará Yugoslavia o sus partes integrantes en caso de
desintegrarse este conglomerado multinacional.
Con el acercamiento del régimen de Tito a
Moscú cambia la relación de Yugoslavia respecto a las potencias de la Europa
occidental. Pero esa relación a raíz del ahondado conflicto chino-soviético y
del acercamiento entre los Estados Unidos y la Unión Soviética adquirió nuevos
aspectos. Como la política oficial de Washington no desea debilitar la posición
internacional de la Unión Soviética, tanto para poder seguir negociando como a
raíz del acuerdo de limitación de los ensayos nucleares, para buscar nuevas
posibilidades de una paz duradera, como por el conflicto entre la Unión
Soviética y China comunista, Tito como amigo íntimo de Moscú sigue
beneficiándose de la política norteamericana en la nueva constelación
internacional. Con el conflicto dentro del bloque comunista se acelera la
transición de la fase de la "guerra fría" a la de "coexistencia
imprescindible" entre el bloque occidental, encabezado por los Estados Unidos,
y el bloque soviético. Washington en ese conflicto está contra China y procura
evitar todo gesto que pudiera debilitar la posición de Moscú en dicho
conflicto. Por cierto que, sin mediar ese conflicto, la actual política
norteamericana no sería muy diferente, ya que los círculos oficiales
norteamericanos, tratando de evitar, a precio de grandes sacrificios, una
guerra nuclear, no quieren intervenir en los asuntos internos de los países
comunistas europeos; esperan que se produzcan cambios graduales en esos países
que suavizarían la dictadura y liberarían paulatinamente a los pueblos
cautivos, originándose en ello la disminución de las tensiones y del peligro
mundial comunista. El conflicto chino-soviético sólo subrayó esa posición
norteamericana, haciendo más fácil su justificación ante la opinión pública,
que en gran parte desaprobaba la ingente ayuda dispensada a Yugoslavia, sobre
todo desde que Tito retornó a la línea moscovita.
De Gaulle y los pueblos de Europa
Oriental
Mientras hace pocos años se podía hablar de
una política occidental coincidente frente al bloque soviético y los países
comunistas, hoy no se da ese caso. Al ceder la amenaza de guerra, se produjo
una mayor diferenciación dentro del bloque occidental. Desde que subió de
Gaulle al poder, Francia se aparta cada vez más de la política conjunta con los
Estados Unidos. El nuevo curso político de Francia se manifestó en forma
inequívoca en los problemas de la integración europea, donde Francia quiere
llevar la voz principal y reducir la influencia de Londres y Washington.
Respecto de la Europa del Este, Francia no sigue en todo la línea
norteamericana. Si bien las grandes naciones occidentales coinciden en
cuestiones de principio frente al comunismo y la defensa de los intereses
comunes, se están esbozando crecientes divergencias en las tácticas políticas.
Francia rehúsa seguir el camino norteamericano y quiere negociar directamente
con Moscú y arreglar todas las cuestiones de importancia. Con ello, De Gaulle
quiere manifestar que Francia es una potencia mundial de primer orden.
Cuál será la política francesa respecto a la
Unión soviética y los pueblos de Europa Oriental en definitiva, no se puede ver
con claridad aún. Pero es seguro que el interés de Francia por los
acontecimientos en la Europa del Este y Sudeste es grande y es probable que la
política francesa difiera también aquí de la política norteamericana. A
diferencia de la política de Washington, hoy los círculos competentes de París
se interesan no sólo por las relaciones con los regímenes comunistas sin también
con los pueblos sojuzgados y por el ordenamiento futuro de esa parte de Europa,
cuyos pueblos no pueden hoy expresar libremente su voluntad. Aunque todavía no
se ve una concepción definida de la política francesa en esa parte de Europa,
es posible que habrá rivalidad y mayores divergencias
con la posición norteamericana.
La política de Washington es mucho más clara:
por ahora no busca el cambio del status quo. En consecuencia no le interesan
los cambios políticos en Yugoslavia. Pero, en caso de producirse grandes crisis
y si el pueblo intenta liberarse con fuerzas propias, Washington probablemente
modificaría su actitud respecto a los pueblos de Yugoslavia y si las fuerzas
opositoras se convierten en un factor político, habrá notables cambios no sólo
dentro de Yugoslavia sino en toda el área danubiano-adriático-balcánica y los
factores responsables de Washington deberán tomar una posición revisando su
política exterior. Teniendo en cuenta la tradición norteamericana en favor de
la libertad de todos los pueblos, las naciones oprimidas podrán contar con
seguridad con el apoyo de la opinión pública norteamericana. Lo esencial para
la política norteamericana es que esos cambios no provoquen la guerra atómica,
que nadie desea.
Al respecto cabe destacar que el curso actual
de la política norteamericana es poco simpático, y a veces provoca la enérgica
reacción de los pueblos cautivos. Los objetivos a largo plazo de Washington y
de los pueblos oprimidos son idénticos: la libertad, el orden democrático y la
unificación de todo el mundo dentro de su espíritu. Pero la actual política
norteamericana de tolerar el status quo en Europa oriental y de aparente
desinterés por los pendientes problemas nacionales y por el descontento de
vastas masas populares en el bloque comunista europeo es censurada en dichos
países. Norteamérica corre hoy el peligro de que, pese a la identidad de
objetivos a largo plazo, surja en esos pueblos un sentimiento
antinorteamericano, parecido al que brotó después de la guerra en muchos países
y de modo especial ex coloniales y en parte en la misma Europa occidental.
Peligro de un conflicto entre
Yugoslavia y Albania
La hostilidad abierta entre la Unión
Soviética y China comunista hace sentir su impacto en la posición internacional
de Yugoslavia, por lo cual el problema nacional croata y otros problemas
nacionales pendientes en Yugoslavia cobran importancia como factores
internacionales. Se trata de las relaciones entre Yugoslavia y Albania que
últimamente se plantean en forma muy clara.
Albania y Yugoslavia militan en los extremos
opuestos del frente comunista. Detrás de Yugoslavia está Moscú, y de Albania,
Pekín. Si bien las cuestiones "ideológicas" en el conflicto
yugoslavo-albanés juegan un papel importante, mucho más peso tiene el programa
nacional albanés encaminado a unificar a todos los albaneses en un solo Estado.
La minoría nacional albanesa vive en grupos
compactos en la continuidad territorial con Albania y según los datos
yugoslavos asciende a 800.000 personas, vale decir alrededor de la mitad de la
población total de Albania, que tiene cerca de 1.600.000 habitantes. La
"minoría nacional" albanesa en Yugoslavia aspira desde la fundación
del Estado albanés en 1912 a incorporarse a Albania, pero Serbia no le permite
realizar sus aspiraciones nacionales.
El territorio autónomo de Kosovo Metohija
(Kosmet) dentro de la República Socialista de Serbia no significa la solución
del problema albanés que sigue abierto y, por consiguiente, la tirantez entre
Albania y Yugoslavia se debe más a las demandas territoriales de los albaneses
que a la disputa ideológica.
Retornando al bloque soviético, Yugoslavia
cuenta con el apoyo de Moscú en su pugna con Albania. Por otra parte, Albania,
respaldada por Pekín, acusa a Yugoslavia de oprimir a los albaneses en
Kosovo-Metohija.
A principios de 1964 la prensa albanesa, en
sus frecuentes ataques, planteó abiertamente el problema de la liberación
nacional de los albaneses anexados a Yugoslavia. Violentas reacciones de los
círculos oficiales yugoslavos y del órgano partidista Borba indican que la crisis entre Yugoslavia y Albania entró en la
fase de la disputa no disimulada por las fronteras, lo que puede tener
consecuencias muy graves.
Al referirse constantemente al problema
nacional de la minoría albanesa en Yugoslavia, el régimen dictatorial de Enver
Hodza encuentra un fuerte eco popular, pese a su posición comunista extremista.
Hodza se desembarazó de la presencia rusa y sus bases militares en Albania, en
tanto que sus nuevos protectores chinos se hallan muy lejos. A los ojos de los
albaneses ese hecho constituye un notable éxito del régimen de Hodza en la
defensa de los intereses nacionales de Albania, pese a la impopularidad de la
dictadura comunista.
Respecto a la creciente tirantez entre
Yugoslavia y Albania y eventuales complicaciones internacionales que pudieran
derivarse de ese conflicto, conviene poner de relieve los hechos siguientes. Ni
Yugoslavia ni Albania forman parte del Pacto de Varsovia, es decir, de la
alianza militar de los Estados comunistas. Ambos países, pues, están fuera de
la NATO y del Pacto de Varsovia. En caso de producirse un choque abierto entre
Belgrado y Tirana para dirimir la cuestión fronteriza, no pueden intervenir
automáticamente con fuerzas armadas ni los Estados miembros del Pacto de
Varsovia ni los de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Eventual
conflicto fronterizo podría localizarse sin peligro de una guerra mundial. Por
supuesto que los pequeños conflictos locales suelen extenderse. Pero hoy por
hoy la Unión Soviética difícilmente se decidiría a una intervención militar,
pues sería calificada como agresor, no por parte del Occidente
"capitalista", sino por ciertos países comunistas. Además, tampoco el
Occidente, y en primer lugar Norteamérica, intervendrían militarmente, pero se
opondrían a la intervención soviética.
En resumen, existe la posibilidad de un
conflicto local sin mayor peligro de su extensión y transformación en guerra
mundial. La inestabilidad interna de Yugoslavia y un conflicto semejante
podrían sacudir los cimientos del régimen y el Estado yugoslavo. Por otra
parte, correría peligro también el régimen comunista de Albania.
Esta sería una posibilidad del desarrollo en
el próximo porvenir. Están en movimiento las fuerzas que se desarrollarán en
forma dinámica y no pueden detenerse sin una operación radical. De todos modos,
el conflicto yugoslavo-albanés representa hoy el punto más débil en el sistema
comunista de la Europa suroriental y afecta directamente no sólo a los
albaneses sino a todos los pueblos de Yugoslavia y particularmente a los
croatas, los macedonios y los eslovenos, quienes tratarán de aprovechar ese
conflicto en beneficio de su liberación nacional y en pro de la instauración
del régimen democrático dentro de sus fronteras.
Macedonia, manzana de discordia entre
Yugoslavia y Bulgaria
También el problema macedonio abre singulares
perspectivas de desarrollo. Se trata del problema vital de macedonios, que
aspiran a su total liberación y unificación, pero en el plano internacional
allí chocan los intereses serbios, búlgaros y griegos. En cuanto a las grandes
potencias está interesada en primer lugar la Unión Soviética.
Después de la guerra, los círculos
granserbios tuvieron que hacer concesiones a los macedonios, reconocer el
nombre y el idioma macedonio y permitir que se organizara una unidad
administrativa macedonia como una de las "repúblicas" dentro de la
federación yugoslava. Luego fue reconocida la Iglesia ortodoxa macedonia, si
bien el Arzobispo metropolitano de Macedonia está en dependencia del Patriarca
serbio.
Los macedonios actualmente están a la mitad
del camino hacia su emancipación total. El objetivo supremo nacional de los
macedonios es su completa liberación del dominio serbio y la unión de los
macedonios de Yugoslavia, Bulgaria y Grecia en su territorio étnico, con apoyo
de los arumanos, una minoría étnica congénere a los rumanos.
Mientras Tito estuvo en oposición a Moscú,
Bulgaria a menudo suscitaba la cuestión macedonia y atacaba la política de
Tito, puesto que los gobernantes búlgaros consideran a los macedonios como una
rama del pueblo búlgaro y la Macedonia de Vardar, ahora parte de Yugoslavia y
de Grecia, como parte integrante del territorio nacional búlgaro. Sin embargo,
con el acercamiento de Tito a Moscú, las críticas búlgaras contra Tito
amainaron, pues éste hoy se encuentra en el mismo bloque que Bulgaria y Moscú,
al menos por el momento, no permite riñas entre Belgrado y Sofía.
Al agudizarse la crisis interna en Yugoslavia
y hacerse más tensas sus relaciones con Albania, el problema macedonio adquiere
mayor importancia. Si la frontera yugoslava con Albania llega a ser amenazada,
no dejará de plantearse la cuestión de Macedonia. Los macedonios tratarán de
completar su liberación nacional, y el latente conflicto serbio-búlgaro se
agudizará.
En caso de rebelarse Eslovenia, Croacia con
Bosnia-Herzegovina y Kosmet, Moscú debería tomar una posición frente al
conflicto serbio-búlgaro. Entonces automáticamente llega al tapete no sólo el
status de la parte yugoslava de Macedonia, sino el de la Macedonia de Pirin en
Bulgaria y el de Macedonia de Egeo en Grecia. El problema macedonio adquiriría
máxima actualidad en las relaciones internacionales. Mas las fuerzas dinámicas
principales se moverían, probablemente, después de haber culminado la crisis
con Albania que, dada la situación imperante en los Balcanes, podría ser el
comienzo de la solución de una serie de grandes problemas políticos.
IV. Perspectivas de la liberación
nacional de Croacia
La crisis del Estado, acompañada de la económica
y de las dificultades con que tropieza Yugoslavia en el plano internacional y
dentro del Partido Comunista de Yugoslavia, hace que peligre no sólo el régimen
vigente sino el Estado mismo. La crisis económica y el descontento obrero se
derivan del sistema comunista y de las medidas económicas específicas, mientras
que la crisis político-estatal se debe al carácter granserbio de Yugoslavia y
se remonta a los orígenes del mismo Estado constituido en 1918. La política de
Tito de la presunta fraternidad y unidad no difiere esencialmente de la
política de preguerra practicada por la Yugoslavia monárquica, aunque, por lo
menos en teoría, admite la composición plurinacional del Estado y formalmente,
mediante medidas puramente administrativas, trata de mistificar a los pueblos
no serbios y a la opinión mundial de que el problema nacional encontró su
solución definitiva. Ahora, el peso de ese problema hace temblar no sólo al
régimen sino al Estado como tal.
En el plano internacional, actualmente
Yugoslavia se muestra vulnerable principalmente en sus relaciones con Albania.
Dicha vulnerabilidad se manifiesta cada vez más dado que la Unión Soviética,
protector actual de Yugoslavia, debe pasar de la ofensiva a la defensiva por
primera vez desde la segunda guerra mundial a causa de los conflictos dentro
del bloque comunista y bajo la amenaza de la guerra termonuclear. Incluso los
esfuerzos de los comunistas rumanos por mayor grado de la independización
debilita la posición de Yugoslavia y del régimen titoísta en las convulsiones
actuales.
Dentro de Yugoslavia se enfrentan fuerzas y
corrientes antagónicas en distintos ámbitos. En marzo último Miha Marinko,
dirigente comunista esloveno, reconoció que en Yugoslavia se produjeron huelgas
obreras. De las frecuentes huelgas en Yugoslavia se ocupa cada vez más la
prensa extranjera (cf. el artículo "Probleme der jugoslawischen
Wirtschaltpolitik", publicado por el prestigioso diario suizo Neue
Zürcher Zeitung del día 30/4/1964). Cunden agitación y querellas en las
filas comunistas, que el régimen no puede evitar, respecto a los problemas
económicos, políticos internos e ideológicos. En efecto, hay varias facciones,
inclusive la granserbia, que juega el papel dominante y trata de preservar la
hegemonía de Serbia para el futuro. Con la designación de Rankovic como sucesor
de Tito y con su gradual asunción del poder, ese grupo ostenta en forma brutal
su predominio actual. Ahora los mismos comunistas croatas presionan a sus
dirigentes de ponerse del lado de su pueblo y luchar por los intereses
nacionales de Croacia en lugar de seguir desempeñando un mísero papel de
cómplice en la opresión de su pueblo. Las declaraciones de Bakaric sobre el
candente problema nacional croata y las críticas de los dirigentes por
inoperantes en la defensa de los intereses nacionales de Croacia es el primer
signo importante de cierta oposición e independencia de criterios inclusive de
los líderes comunistas croatas
Más importancia tienen,
empero, las fuerzas opositoras en Croacia y en otras partes de Yugoslavia,
fuera de las filas comunistas. Entre las fuerzas anticomunistas de los pueblos
de Yugoslavia no hay diferencias significativas respecto al régimen comunista.
Es un hecho que las fuerzas democráticas imprimen el sello a la oposición.
Mayor diferencia existe en lo referente al problema nacional y subsiste el
peligro de que las concepciones granserbias se opongan a las aspiraciones
nacionales de los croatas y de los demás pueblos y minorías nacionales. Como
Serbia está en baja minoría respecto a los demás pueblos, su posición resulta
más débil y en caso de una lucha abierta Serbia correría riesgo muy serio. Por
eso está en el interés de los propios serbios reconocer a los demás el derecho
de autodeterminación y de creación de Estados nacionales para poder, con
fuerzas combinadas, derrocar al comunismo. De ese modo Serbia tiene más
posibilidades de liberarse del yugo comunista. Pero, habida experiencia del
pasado, los pueblos oprimidos de Yugoslavia deben estar preparados para varias
oportunidades: por un lado tender su mano reconciliadora a Serbia en la lucha
anticomunista y en pro de la democracia, y por el otro no perder de vista un
posible choque y la lucha abierta con los granserbios en caso de negarles éstos
sus fundamentales derechos humanos y nacionales.
La fase más crítica en el desenlace de la
crisis del Estado y el régimen yugoslavos sobrevendrá en el momento de alejarse
Tito del poder, o en caso de su repentina muerte.
La crisis total del conglomerado yugoslavo
sobrepasa las fronteras de Yugoslavia, afecta a varios pueblos vecinos y a los
intereses fundamentales del mundo libre, como también los del bloque comunista.
Croacia, por su tradición y su orientación actual, está del lado del Occidente
y del mundo democrático. Según informaciones fidedignas, el pueblo en Croacia
no espera su liberación de un ejército occidental o de una guerra mundial, que
nadie sensato desea ni tampoco las potencias responsables poseedoras de armas
atómicas. por otra parte, la experiencia de los
últimos años enseña que puede haber alzamientos, guerras locales y regionales,
golpes de Estado, etc., sin al intervención oficial y directa de las grandes
potencias, y que muchos pueblos pequeños se han liberado por sus esfuerzos y
luchas, sin que haya estallado la temida tercera guerra mundial. Es probable
que se produzcan cambios en el futuro próximo sin que se desencadene un
conflicto general.
Los croatas reclaman la realización de uno de
los derechos más esenciales del hombre, el derecho de autodeterminación de los
pueblos. La consecuencia lógica de ese derecho es el Estado de Croacia, de modo
que la aspiración elemental del pueblo croata a vivir libre concuerda del todo
con ese derecho natural universalmente reconocido.
El Estado de Croacia no puede ser un
fin en sí
El primer objetivo de la lucha nacional
croata es la constitución del Estado de Croacia en todo el territorio nacional.
Ese Estado tendría un papel importantísimo:
establecer y asegurar los derechos fundamentales de todos sus ciudadanos,
inclusive los de las minorías, y facilitar el desarrollo normal del pueblo
croata.
El proceso político, económico y técnico
lleva a la integración del continente europeo y de todo el mundo. Ese proceso
tiene su curso y nada lo puede detener. Pasaron los tiempos de la autarquía de
cada Estado o grupos de Estados. Los Estados nacionales adquieren nuevo
significado en la época de la integración continental y universal. Pero siguen
preservándose y sirven como unidades básicas para la formación de comunidades
más amplias. La actual colaboración internacional en el sentido de la
integración continental y universal no se realiza en forma directa sino
mediante Estados. Esta es una de las leyes fundamentales de la cooperación
internacional de nuestra era. Los Estados renuncian, por acuerdo recíproco, a
una parte de su soberanía en beneficio de la comunidad mayor.
Este camino debe seguir el futuro Estado de
Croacia, contribuyendo a la integración europea y universal, promoviendo la
cooperación internacional. Pero previamente debe cumplirse el requisito
principal: el pueblo croata debe realizar el derecho de autodeterminación
nacional. Ese principio no vale sólo para los croatas, sino para todos los
pueblos de Yugoslavia, en primer lugar para los pueblos esloveno, macedonio y
la importante minoría nacional albanesa. En momentos de desintegrase Yugoslavia
resurgirá el problema montenegrino. Frente a idénticos problemas se hallan
también otros pueblos de la Europa oriental.
Como Croacia, por su espíritu, su política y
su economía está orientada hacia Europa occidental, es indudable que la
Croacia, una vez libre, debe figurar entre las naciones europeas libres. Cabe
citar a algunos pequeños Estados europeos que participan o desean participar en
la integración europea: Islandia, Luxemburgo, la República de Irlanda, Noruega,
Finlandia, Dinamarca, Bélgica, Holanda, Suiza, Austria, Suecia. Croacia figura
por la extensión de su territorio o el número de sus habitantes entre los más
favorecidos de dicho grupo.
No es difícil, pues, explicar el rumbo natural
que quieren tomar varios pueblos que integran hoy a Yugoslavia. El conglomerado
yugoslavo está comprometido a los ojos de sus integrantes. Las fuerzas que
propenden a su desintegración son considerables, y las tendencias del proceso,
diáfanas.
A juzgar por la situación actual, en el
territorio de Yugoslavia surgirán varios Estados autónomos. Si recurrimos a
criterios perimidos, entonces la creación de nuevos Estados podría parecernos
peligrosa, y para ciertos círculos occidentales, ignorantes de las dinámicas
aspiraciones de los pueblos oprimidos, hasta un retroceso. En cambio, en la
época de la plena integración europea todos esos Estados pueden incorporarse
sin dificultades a la Comunidad Económica Europea y a los proyectados marcos
políticos. Por lo tanto, semejante solución resulta natural y aceptable tanto
para los países libres de Europa occidental, como para los pueblos hoy
sojuzgados en el sudeste europeo. Si, e.g., un Luxemburgo puede integrar la
Comunidad Económica Europea como miembro independiente, ¿por qué no tendrían el
mismo derecho Eslovenia, Croacia, Serbia, Macedonia y Albania? Hoy, de las
ruinas de los imperios coloniales en Asia y Africa nacen predominantemente
pequeños Estados, aunque allí la conciencia nacional está mucho menos desarrollada
que la de los pueblos europeos. Esos nuevos Estados entran como miembros en pie
de igualdad en las organizaciones internacionales.
Por otra parte, los pueblos del sudeste
europeo, dentro de diferentes marcos políticos, estuvieron por largos períodos
asociados en el sentido político, militar, económico y cultural, y algunos de
esos vehículos subsisten todavía. Así los croatas convivieron con los húngaros
como dos Estados asociados en una misma comunidad durante 400 años (1102-1526).
Y juntos con Austria vivieron en la misma comunidad bajo el cetro de los
Habsburgo otros 400 años (1527-1918). Una parte de Croacia y sus vecinos
orientales, los serbios, estuvieron bajo el dominio otomano de 400 a 500 años.
Yugoslavia como Estado fue creada hace unos cuatro decenios y por lo tanto es
una formación política muy reciente y, de hecho, un doloroso experimento que a
sus componentes no aportó la libertad y les costo hasta ahora mucha sangre e
ingentes daños materiales. El proceso histórico enseña que es viable incluso
hoy una rápida transición de una comunidad regional a otra. Por otra parte, en
caso de necesidad, los Estados recién creados podrán arreglar entre sí y con
sus vecinos sus relaciones específicas y establecer una colaboración en lo
político y lo económico. Los croatas, pese a las malas experiencias, debemos
tender la mano para esa colaboración, pero con la condición de que las nuevas
relaciones deben siempre establecerse en el nivel de Estados soberanos y
pueblos libres, y no que en nombre del pueblo decidan unos cuantos, o se
resuelva esos problemas por la fuerza, como sucedió en el caso croata en 1918 y
1945. Todas las concepciones yugoslavas o austro-húngaras están perimidas y no
pueden servir de base para las nuevas soluciones. Cada tentativa de imponer,
contra la voluntad del pueblo, soluciones anticuadas y perimidas, encontrará
una oposición abierta por parte de los croatas. En cooperación libre con los
demás pueblos y Estados del sudeste europeo, el Estado croata, por su ubicación
en el espacio danubiano-balcánico-adriático será un importante factor del
mantenimiento de la paz. En cambio, no habrá paz en esa parte de Europa hasta
tanto no se encuentre una solución total y democrática al problema nacional de
Croacia y demás unidades histórico-nacionales.
La crisis actual de Yugoslavia y la
posibilidad de su desintegración llama la atención de los círculos políticos
occidentales que se ocupan de las cuestiones concretas para el arreglo de las
relaciones entre los nuevos Estados que surjan de la Yugoslavia desmembrada.
Hasta ahora fracasaron todos los empeños de
formación o de consolidación de comunidades estatales más amplias en el área
danubiano-adriático-balcánica. El novísimo desarrollo europeo también indica
que no se alcanzan soluciones perdurables de grandes problemas mediante la
colaboración de las naciones pequeñas sobre una base estrechamente regional.
Tampoco creando una federación balcánica quedarían solucionados los problemas
nacionales o problemas comunes de esa zona. Dada la desconfianza de los pueblos
no serbios respecto a Serbia, semejante federación en la situación actual
podría realizarse únicamente por fuerza.
Las comunidades interestatales regionales en Europa,
aún de tipo Benelux, no lograron solucionar importantes problemas políticos,
económicos y militares. Constituyeron una fase transitoria en dirección de la
comunidad estatal europea más amplia o por el contrario fracasaron. La unión de
las naciones europeas es factible tan sólo dentro del marco europeo. Tal es la
tendencia del proceso actual.
Mesianismo y la
misión ruso-soviética en el mundo
Anton Knezevic, Münster, Westfalia
I. El mesianismo de los pueblos
europeos y asiáticos
En varios países encontramos, en el pasado
como en el presente, ideologías mesiánicas. El término mesianismo lo acuñó el
filósofo y matemático polaco Hoene-Wrónski (1778-1853), considerado a la
vez fundador científico de esa ideología, pues fue el primero en exponer y
definir ese concepto en el libro Pródromo del mesianismo o de la
filosofía abstracta.
1. ¿Qué es el mesianismo?
El mesianismo es -dice el pensador polaco- un
fenómeno cultural que constantemente y en formas renovadas acompaña el curso
del acontecer histórico. El mesianismo es, en rigor, el anhelo inalcanzable de
la humanidad hacia el resurgimiento espiritual, el cambio o remoldeamiento, sea
del individuo, sea de un pueblo o religión que conducirán a esa reforma. El
mesianismo significa, pues, la elevación de la conciencia total que puede ser
consecuencia de un éxito grandioso o reacción contra el derrumbe externo, y en
su fondo atestigua que un pueblo sometido no puede perecer, puesto que Dios lo
predestinó a una misión, a una vocación sublime.
Por consiguiente, el mesianismo es la fe en
la nueva época -prevista por Dios- para cuya realización el mismo Dios escogió
al ejecutor.
La humanidad desde sus orígenes espera dos
importantes acciones: la revelación Divina y su realización, en otras palabras:
la aparición de la verdad absoluta y su materialización como bienestar general
en las relaciones sociales.
El mesianismo puede deducirse de la
existencia de la naturaleza humana, de sus anhelos y pretensiones mesiánicas.
Varias religiones contienen gérmenes de mesianismo, hasta el racionalismo a
ultranza oculta en sí elementos de mesianismo. Ambos, la religión y el
racionalismo no se refieren sólo a la existencia metafísica del hombre, sino
afectan también los demás ámbitos de la vida terrenal: el económico, el
político, el científico, etc. No sería correcto entender el mesianismo como
efusión de la religiosidad, ya que la idea de la simbolización poética de los
pueblos que se sacrifican o sufren por una idea está patente, por ejemplo, en
la literatura polaca y francesa del siglo XIX. El movimiento de Saint Simon
proporciona un rico tema para las reflexiones mesiánicas en Francia. En
el siglo pasado, el pueblo francés fue adorado como le Christ parmi les
nations. En la revista Glob (29-I-1832. Nº 113) se lee: La France
a été le Christ des nations. La France a bu le calice révolutionnaire... La
France a monté sur la croix. La France a été le Christ des nations...
Parecidas ideas pregonaba Víctor Hugo en el
poema L'univers à moi (1832):
Allez enfants les premiers élus,
Qui suivent mon nouveau
Christ,
Le Christ des
nations...
Hasta el racionalismo que substancialmente
tiende al gobierno universal del intelecto, dio origen a toda una serie de
ideologías mesiánicas. La Revolución francesa con su impulso reformatorio tiene
su raíz en el racionalismo. Del racionalismo lleva el camino al reconocimiento
de la realidad del intelecto y de ahí al criticismo y, por último, a la
metafísica.
Generalmente se distingue al mesianismo
individual, el religioso, el nacional, y el racial o de clase. Basta definir el
mesianismo nacional: si la misión de un pueblo elegido consiste en realizar el
imperio de Dios, se trata entonces del mesianismo nacional, que en la
antigüedad encontramos en los persas y los judíos, en el Medioevo en los
árabes, y por último en el siglo XIX en Francia.
Si en lugar de la Providencia divina ponemos
la necesidad histórica en su concepción materialista, resulta evidente que el
marxismo, o sea el bolchevismo, se funda en la ideología mesiánica.
Es muy variado el anhelo y el fin supremo de
las corrientes mesiánicas.
El mesianismo hebreo,
cuya forma más perfecta se manifiesta cabalmente en el Antiguo Testamento,
anhela la venida del Mesías que implantará en el mundo un orden moral ideal. El
mesianismo cristiano, derivado del hebreo, ansía el imperio Divino, cuya
fase inicial se desarrolla en el tiempo, y la perfección en la eternidad.
A la ideología mesiánica pertenece también el
quiliasmo de distintas sectas antiguas, quiere decir la creencia en la
venida a la tierra de Dios milenario y el reino de la paz en este mundo, que
termina con el juicio final; luego el mesianismo de las sectas protestantes y,
en última instancia, la actitud mesiánica de distintas doctrinas filosóficas de
los siglos XVIII y XIX.
2. Fichte y Hegel sobre la misión de
los germanos
Aquí debemos destacar el mesianismo
germano del filósofo Fichte. En opinión de este pensador alemán, el pueblo
alemán, dentro de la general descomposición moral, está predestinado, por sus
dotes espirituales, a modificar el orden prevaleciente en el mundo y
sustituirlo por un nuevo orden moral. Fichte elaboró en su libro Reden an
die deutsche Nation el plan sobre la educación del pueblo alemán en mira de
esa reforma moral del mundo. La renovación moral de la humanidad, expresa
Fichte, provendrá del pueblo alemán, pues únicamente en él subyacen los
gérmenes de la perfección humana. Es el único país del presente con idioma vivo
que, en efecto, superó a todos los demás pueblos por sus creaciones poéticas y
las ciencias libres. La causa de esa diferenciación entre la germanidad y el
extranjero es la férvida fe en lo originario del hombre, en la libertad y en el
constante progreso y perfeccionamiento del proceso histórico.
Otro pensador alemán -Hegel- atribuye no sólo
a los germanos sino también a los pueblos latinos una misión especial, sin
siquiera mencionar a los eslavos. Para Hegel, entre los germanos los alemanes
son predestinados a cumplir la vocación histórica. La historia es, define ese
pensador, la existencia del estado de intelecto, y la fuerza que impulsa ese
proceso es el espíritu universal, cuyo instrumento resulta ser el espíritu de
cada pueblo y de su gran personalidad. Los pueblos son sólo expresiones para un
determinado período del espíritu universal. Cuando un pueblo ha dado
cumplimiento a su misión, se despoja de todos sus derechos, se retira del
escenario histórico y cede, según Hegel, la conducción a otro pueblo. Un pueblo
puede ser una sola vez creador de una época histórica y luego desaparece del
escenario mundial, dado que, cumplida su misión, está expuesto a la
desintegración, habiendo gozado previamente como copartícipe del espíritu de la
historia mundial.
Se revela interesante la teoría del pensador
francés Charles Gobineau sobre el acceso de los germanos, como raza última, la
mejor, al escenario del mundo. Sus ideas influyeron en R. Wagner, en su yerno
H. St. Chamberlain, en F. Nietzsche, en el teórico racista H. F. Gunther, y por
último en el nacionalsocialismo.
3. Los ingleses y su misión
Aparte del mesianismo francés
nacional-revolucionario y del alemán, cuadra referirse al mesianismo inglés,
precedido por la revolución puritana. En la época del puritanismo, los ingleses
se creían pueblo elegido por Dios. El primer heraldo de la ideología mesiánica
fue, de hecho, John Milton. Siglos después, Lord Salisbury sostendrá en
Inglaterra la concepción mesiánica. Él opina que el curso de los
acontecimientos es obra de la Providencia que escogió a Inglaterra para
promover el progreso moral del mundo. En términos parecidos se expresaba sobre
el papel mesiánico de Inglaterra también Lord Gladstone, destacando que la
Providencia divina confió a los ingleses una gran misión. Lord Curzon dedica su
libro Problems of the Far East a los que creen que el imperio mundial
británico, hasta hoy el más poderoso en la historia universal es, en realidad,
el instrumento de Dios, encargado de promover la idea del bien según la
voluntad divina.
4. El mesianismo y los pueblos
asiáticos
El mesianismo lo sustentan incluso los pueblos
asiáticos y primordialmente deben destacarse las corrientes mesiánicas persa,
islámica y budista.
a) El mesianismo mazdeísta persa y su
escatología, que tiene su Mesías, Saoshiant, y el juicio final, aspiran a la
victoria sobre el mal y al renacimiento de toda la humanidad.
b) El mesianismo islámico, que espera
la venida del nuevo profeta y la renovación del género humano, contiene a la
vez viva fe en la misión moral del islamismo y en la unificación de todos los
pueblos.
La creencia popular islámica está, incluso
hoy, imbuida de fe en la venida de Mahdí, ese portavoz divino de la revolución
universal que pondrá fin al acontecer histórico del mundo. Por cierto, la
"Hermandad islámica" cree firmemente en la misión del Islam, llamado
a traer a la humanidad un nuevo orden, hasta hoy no realizado ni por los
máximos pensadores y reformadores.
El Islam posee -así sostienen los mesianistas
islámicos- la auténtica hermandad que no conoce privilegios de ninguna clase,
pues su misión no se dirige a una determinada clase, pueblo o raza, sino a la
humanidad entera. El islamismo es una religión universal, su jefe es sucesor o
representante del que recibió la última revelación de la ley universal divina.
Por su ideología, el islamismo es un movimiento que implica un sistema social y
cultural peculiar. Para lograr el objetivo de la ideología islámica, todos sus
secuaces deben participar en la "guerra santa" que es el instrumento
en la lucha revolucionaria, contra los restantes y defectuosos sistemas sociales,
que, según la letra del Corán, se fundan en las leyes creadas por los hombres y
por eso son causa de desórdenes y maldades en el mundo. Para conseguir ese fin,
la "guerra santa" requiere de todos los máximos esfuerzos. Por lo
demás, es deber de todo musulmán participar en esa lucha por la verdad
justiciera en el orden social y político de la comunidad.
El Islam es la única religión que a sus
adeptos ordena la aplicación del nuevo orden de la realidad social en su
totalidad. El ideal político del islamismo puede alcanzarse únicamente mediante
la organización de un imperio mundial. El Islam ya en el siglo XI y antes del
liberalismo europeo -subrayan sus intérpretes- introdujo la democracia. Las
ideologías europeas -el liberalismo, el socialismo, el comunismo- entrañan
soluciones a medias, el marxismo y el capitalismo son, en rigor, el anverso y
el reverso del materialismo; el contraste patente existe entre los Estados
Unidos y Rusia por un lado y el islamismo por el otro... El comunismo es la
solución parcial, y no total, de los problemas. El Occidente no entiende que
sin la totalidad, la verdad es yerro. Al Occidente en descomposición los
teóricos islámicos contraponen la conciencia social de la vocación del Islam
moderno.
La idea de la misión social del islamismo,
tal como se formó sobre sus principios básicos en el modernismo racionalista de
la India y Egipto, juega allí todavía hoy un papel importante.
c) La expectación mesiánica en Java. -
En ninguna parte del Oriente islámico en Asia las ideas populares mesiánico quiliásticas
fueron en tiempos recientes de tan capital importancia como en Indonesia. Las
contradicciones entre la realidad empírico-política y social, y sus ideales
fueron superadas psicológicamente en sentido de la expectativa mesiánica. La
revolución en Java de 1950, que realizó el programa de la independencia del
nacionalismo indonesio, señala en el fondo psicológico de las masas la espera
de Ratu Adela, rey, salvador.
Las masas populares indonesias ya antes,
cuando las condiciones sociales bajo el dominio holandés eran difíciles,
encontraban consuelo en la espera de ese Ratu Adela, cuyo gobierno significaría
el comienzo de la época de oro.
A fines del siglo pasado, antes de tomar
cuerpo el moderno nacionalismo en Indonesia, se encuentran allí elementos mesiánicos
en el movimiento social javanés, propagado por Samin. Su doctrina -denominada Agame
Adam- prendió hondo entre los javaneses. Agame Adam -según Samin- anterior
al cristianismo e islamismo, entraña gérmenes del comunismo, lo que corresponde
a la cultura popular campesina de Indonesia. El gobierno holandés trató a su
tiempo de eliminar ese comunismo innato porque trababa la modernización y el
progreso de la economía nacional indonesia.
Más tarde Samat, pariente de Samin,
estructuró un programa similar en el que las ideas mesiánicas gravitaron más
que en el saminismo, ese precursor del movimiento nacional indonesio.
Conforme a las enseñanzas de Samat (fallecido en 1920), la venida del
rey-mesías de Occidente y Oriente debería coincidir con la devolución de la
tierra a los campesinos javaneses, arrebatada por los holandeses.
d) El budismo y el mesianismo. - El
mesianismo hindú está a la espera de la encarnación mesiánica de Visnú y
del nuevo período en la tierra, de la venida del mensajero de las últimas
verdades de Buda Mitreya y de su gobierno mesiánico por 60.000 años. Por
consiguiente, esta época oscura terminará con la venida de Visnú en su
encarnación.
La promesa de Visnú de que su retorno
mesiánico tendrá por objeto vengar a los hombres y restablecer el paraíso
terrenal, se interpreta como voto para liberar la India.
Gandhi, que en determinadas regiones
agrícolas de la India era respetado como la encarnación de Visnú, vislumbraba
en la venida de Ramuraj la realización del imperio divino tipo quiliasta,
en que se borraría la diferencia de castas y entre hindúes y musulmanes y
desaparecerían definitivamente los parias.
Gandhi identificó la civilización mecánica,
prevaleciente hoy en Occidente, con el Kali Yuge hindú, cuyo fin concibe
como la realización quiliástica.
India está llamada, predican pensadores
budistas, a conducir el mundo, pues, ¿qué otro sentido entonces tendría
-subraya el hindú Aurobino Ghose- la religión hindú sino intentar restablecer
en la tierra el paraíso de los dioses?
Otro pensador hindú, Mukerjee, que sostiene
ideas parecidas, pone de relieve que precisamente la organización social de la
India implica la solución de los problemas sociales, planteados y no
solucionados por Occidente.
Tales figuraciones mesiánicas carecen hoy
casi de todo valor en la ideología política de la India.
Los orígenes del patriotismo birmano
deben buscarse, indudablemente, en la ideología mesiánica. La idea sobre el fin
del imperio que en Birmania aparece a la salvación universal de todos los seres
vivientes.
e) La espera mesiánica en el lamaísmo.
- El ideal concebido acerca del futuro contiene incluso hoy en el mundo
lamaísta, una espera difundida en la venida mesiánica del norte del último
gobernante Shambhala. Con la victoria de sus tropas el budismo se
expandirá por todo el globo terráqueo y de ese modo cumplirá con su vocación,
ya que en el mundo reinará la utopía -el último fin de la espera quiliástica de
Mitreya.
El quiliasmo lamaísta antes de la revolución
rusa acusaba, en cuanto a su ideología, ciertos puntos coincidentes con el
mesianismo ruso. En efecto, las figuraciones mesiánicas, emanadas del lamaísmo,
jugaban un papel político muy importante en el bolcheviquismo de Mongolia.
A las ideologías mesiánicas cabe añadir las
corrientes dentro de los círculos místicos, de mediums y francmasonería
y, por fin, varias doctrinas sociológicas que ejercieron y siguen ejerciendo
fuerte influjo en la Europa moderna.
Tanto el comunismo como el fascismo y los
movimientos totalitarios afines quieren dar al mundo un nuevo orden y una nueva
estructura. Así el mesianismo de clase halla su expresión en la acentuación de
la misión del proletariado.
II. El mesianismo y los eslavos
A esos anhelos y tendencias mesiánicas se
une, por último, el mesianismo de ciertos pueblos eslavos y en primer lugar el
checo, el eslovaco, el polaco y el ruso.
El pensamiento mesiánico entre los eslavos
maduró más en Rusia y Polonia, dos representantes principales de los eslavos.
Rusia, Salvo la dominación tártara, casi siempre fue independiente y Polonia
perdió reiteradamente sus libertad nacional. En
realidad, existe gran diferencia entre el mesianismo ruso y el polaco. Los
polacos quieren salvar a la humanidad con la ayuda de Francia, a la que asignan
el papel rector. Los rusos, por otra parte, se sienten suficientemente fuertes
para cumplir esa tarea, mientras que los eslovacos y los checos -considerándose
muy débiles para realizar una misión universal- imaginan el poderío de los
pueblos eslavos que guiarán al género humano hacia un orden nuevo y mejor.
Los eslavos -según la ideología de los
mesianistas checos y eslovacos- deberían edificar una cultura eslava común,
pues están llamados a asumir la dirección cultural de los germanos y latinos,
ya en desintegración. Jan Kollar concebía su idea eslava como programa, sin
contenido político; aceptó sin reservas el ideal herderiano de la humanidad,
soñando en la confraternización de todos los pueblos bajo la conducción
cultural eslava, agrupados políticamente en un Estado sin fronteras.
1. El mesianismo checo
El mesianismo checo -en su esencia el
quiliasmo- aparece ya elaborado en el siglo XV bajo Jan Huss. Tiene color
religioso y nacional y luego llevará a graves y nefandos conflictos con la Roma
papal.
El movimiento hussista o la reforma checa se
extendió entre el pueblo checo que invoca a sabiendas la idea bíblica,
profética del pueblo elegido. Los checos se habían identificado con la
humanidad entera que, como totalidad, representa al pueblo de Dios. Los sucesos
de aquel tiempo fueron decisivos, por cuanto, a raíz de la muerte de su mártir
Jan Huss en la hoguera, los checos abrazaron sus enseñanzas y además se
consideraron paladines y defensores de la auténtica doctrina de la Sagrada
Escritura.
2. El mesianismo de los polacos
La idea de la vocación, difundida sobre todo
en los siglos XVIII y XIX, entre los polacos instruidos, implica el principio
de que el pueblo polaco es como Cristo entre los demás pueblos; sucumbió ante
fuerzas superiores, pero resucitará nuevamente de la tumba política cuando
amanezca el día victorioso de la libertad y la hermandad. La fuente del
mesianismo polaco, al igual que de las demás corrientes mesiánicas eslavas,
fueron las obras de Hegel y Schlegel, particularmente las ideas de Herder en
torno a los eslavos. La metafísica, el romanticismo y la filosofía del
idealismo alemanes influyeron notablemente en el mesianismo elaborado
filosóficamente.
Aquella época, empero, resultó sumamente
propicia para el surgimiento de mesianismo en Polonia, puesto que tras la
Revolución francesa y el advenimiento de Napoleón, todos esperaban en Europa, y
en primer lugar en Francia, acontecimientos trascendentales. Más aun, era
opinión generalizada que se aproximaba el fin del mundo. Esa corriente
espiritual invadió los círculos europeos cultos y los polacos, apoyándose en el
movimiento de Saint-Simon y en la doctrina de Lamennais, lo relacionaban con
sus sueños sobre el futuro ajustándose perfectamente a la ideología mesiánica.
El poeta polaco Adam Mickiewicz responde a Los
discursos al pueblo alemán de Fichte con su concepción política y plantea
la tesis de que la misión polaca es consecuencia lógica de la historia de
Polonia, por cuanto mientras los demás pueblos europeos adoraban los bienes
materiales, los polacos permanecieron fieles a Dios y su fe. Su forma estatal
se basa en la idea de la libertad y en la federación de los pueblos. Los
polacos constituyen el modelo ejemplar para el futuro del orden mundial; ellos,
cual peregrinos, serán apóstoles de la nueva visión ético-religiosa del mundo.
El carácter religioso de su acción será acentuado por la analogía existente
entre la muerte de Cristo y su resurrección. Polonia fue -dice Mickiewicz- la
muralla de la civilización cristiana, es puntal del equilibrio y la paz eterna
en Europa, y ella será el guía espiritual de los eslavos que deben preparar el
camino a una federación universal.
3. Rusia y su misión
Las corrientes mesiánicas en Bohemia,
Eslovaquia y Polonia nada influyeron en la evolución y la formación de la
conciencia de la misión rusa. La misión de Rusia de traer a la humanidad, en
primer lugar a Europa y a los eslavos, la renovación de su vida cultural,
religiosa, económica, social y política, es un fenómeno que desde hace siglos
acompaña el pasado ruso. En parte es comprensible si tomamos en cuenta la
separación del pueblo ruso del mundo restante, su carácter y, por fin, la
relación del Occidente con Rusia. Mientras los orígenes del mesianismo político
y social ruso deben buscarse en los influjos culturales del Occidente, el
mesianismo religioso es más bien la consecuencia de haber abrazado los rusos el
cristianismo oriental.
Ideas exclusivistas y mesiánicas surgen
primero entre los círculos eclesiásticos. Importancia capital para la formación
del mesianismo ruso en general tuvo el hecho de que los rusos recibieron el
cristianismo de Bizancio por mediación búlgara, pues de ahí y luego a causa del
cisma eclesiástico empieza en forma acentuada a formarse el sentimiento de la
exclusividad a la vez que del alejamiento de Occidente, con el que los rusos al
principio estaban vinculados políticamente por intermedio del principado
granruso de Kiev, fundado por los vikingos normandos. La invasión de los
tártaros hizo que el desarrollo religioso y eclesiástico en Rusia tomara rumbo
especial y que el pueblo ruso se distanciara totalmente de Europa, no sólo en
el sentido eclesiástico sino también cultural. La dominación tártara, que duró
más de 250 años, dejó hondas huellas en todos los ámbitos del pueblo ruso. Eso
se reflejó, en primer lugar, en la formación del carácter nacional, del idioma
y de las costumbres, pero los rusos adoptaron de los tártaros muchos elementos
más relativos a la legislación, el orden social y la organización militar.
a) El exclusivismo de la ortodoxia rusa
Desde luego, lo más importante en el
desarrollo de la vida eclesiástica. En pro de la verdad es preciso destacar que
los tártaros se mostraron muy tolerantes respecto de la religión de sus
súbditos y que la Iglesia rusa gozaba de la protección plena de los khanes
tártaros. Los dignatarios de la Iglesia ortodoxa fueron en la corte de los
gobernantes tártaros tan respetados como los representantes de otras
religiones: budista, samanista e islámica. Precisamente esa tolerancia tártara
para con la Iglesia rusa influyó en forma decisiva en la posición que luego
tomaría el ortodoxismo frente a las demás confesiones cristianas. En los
sacerdotes ortodoxos rusos, que fueron los únicos representantes cristianos en
el mundo tártaro, se formo la conciencia de que ellos son los únicos y
verdaderos exponentes del cristianismo occidental.
La tolerancia tártara facilitó, desde luego,
el proceso ulterior de la Iglesia ortodoxa rusa, sin poder impedir las
consecuencias ni suplir su aislamiento del Occidente ni tampoco pudo prevenir
el constante distanciamiento cultural del pueblo ruso del mundo restante.
El traslado de toda la vida del sur al norte
-de Kiev a Moscú- llevó a lo largo de los siglos a la formación de dos pueblos,
el ruso y el ucraniano. Claro que por entonces la conciencia nacional no estaba
tan definida como lo está hoy entre los eslavos orientales, siendo resultado
del proceso histórico secular.
El aislamiento de la Iglesia rusa se cerró
aun más a raíz de la caída de Constantinopla (1453), pues desapareció el último
nexo asaz débil entre el clero y el pueblo ruso y el patriarcado ecuménico.
Llegó entonces un momento favorable a la Iglesia rusa para considerarse también
en el orden eclesiástico la heredera del patriarcado ecuménico, mientras al
mismo tiempo el zar ruso se arrogaba la sucesión del Imperio romano
oriental (bizantino). En efecto, en 1480 Iván el Terrible ciñó la corona de
todas las tierras rusas e insertó simbólicamente el águila bicéfala bizantina
en el escudo estatal ruso, considerándose por su casamiento con la princesa
Sofía, heredero legítimo del Imperio romano de Oriente. Moscú se proclama
entonces la "Tercera Roma" y manifiesta su pretensión a la primacía
sobre los demás cristianos.
Tal punto de vista lo formula de modo claro e
inequívoco el moje Filofey en su carta dirigida al zar Iván el Terrible,
a quien considera el único soberano legal de los cristianos y jefe de la
Iglesia apostólica, cuya sede ya no es Roma ni Constantinopla sino Moscú.
En estas palabras del anciano Filofey quedó
expresada la vocación religiosa y política de Rusia, e Iván el Terrible,
fundador de Rusia como imperio eurasiático, lleva a cabo, en efecto, sus planes
de conquista en Siberia bajo el signo de la cruz.
El intento del protestantismo de arraigar en
Rusia fracasó, pues Iván el Terrible se puso a la cabeza de los defensores del
ortodoxismo. Sus disputas teológicas con Rokito, predicador de los Hermanos
checos, evidencian a todas luces que estaba convencido de la corrección del
ortodoxismo, mientras que el catolicismo y el protestantismo eran para él
herejías. Los esfuerzos de la Reforma por influir en la vida religiosa de Rusia
fueron infructuosos y la misma suerte corrieron los
intentos unionistas de la curia romana. El gran príncipe Basilio el Ciego
destituye al metropolitano moscovita Isidoro que aceptó la unión. Moscú impide
todo acercamiento a Europa, por mínimo que sea, puesto que el clero ruso y los
gobernantes de Moscú están persuadidos de que la ortodoxia es la religión
verdadera y, por añadidura, creen que la influencia occidental es nociva para
el pueblo ruso.
El exclusivismo de la ortodoxia rusa se
seguía subrayando más tarde, particularmente durante el reinado de Pedro el
Grande, y la religión protestante fue tildada de nido de la herejía. En ese
período, un extranjero asigna a Rusia por primera vez una misión política,
cultural y religiosa. El filósofo alemán G. W. Leibnitz, designado por el zar
Pedro el Grande su consejero jurídico secreto, sostiene la opinión de que Rusia
debe desempeñar el papel mediador entre Europa y Asia, y en ese proceso la
cristianización de los infieles en Rusia constituye la tarea principal. Así fue
formulada la teoría de la misión política de Rusia en Asia, que desde entonces
será llevada a cabo sistemática y consecuentemente.
El croata Jorge Krizanic atribuyó ya antes al
zar ruso una misión especial entre los eslavos. A este sacerdote
católico lo encontramos en el siglo XVII en Rusia, donde propuso al zar
Alejo Mihailovic reunir políticamente a todos los eslavos bajo el yugo de Romanov.
Krizanic, con su ideología paneslava, es el iniciador intelectual del
movimiento paneslavo que culminará recién en el siglo XIX. (Sobre J. Krizanic: Studia
Croatica, Año 1962, Nº 1, págs. 31-42).
b) Los eslavos y la dirección política de
Europa
El filósofo alemán J. G. Herder, en su obra Ideen
zur Philosophie der Geschichte der Menschheit, invita a los eslavos a que
concreten el ideal humanista. El pueblo en sus ideales son los eslavos
orientales. Herder crea en teoría todos los presupuestos que allanarán el
camino del pueblo ruso a la ejecución del papel mesiánico. Los eslavos en
general -opina Herder- deben proseguir ahora la vida espiritual de la
humanidad; ellos tienen el papel mediador entre el mundo nuevo y el viejo que
está descomponiéndose.
El Occidente, pues, habla en esos términos,
por boca de un filósofo, a los eslavos que ese mismo Occidente está
desintegrándose y que ellos son los únicos capaces de salvar y renovar al
mundo. Herder, es verdad, asignó ese papel salvador a los ucranios, pero los
rusos aceptaron su teoría plenamente, se la apropiaron y elaboraron.
Por último, no debe olvidarse que los sucesos
en Europa correspondían a la tesis de la misión rusa, pues los rusos habían
liberado el continente europeo de Napoleón y el zar Alejandro I fue
glorificado como salvador y libertador de Europa. Rusia, al comienzo del siglo
pasado, estuvo a punto de asumir el liderazgo de Europa. En esa época se llevó
una lucha común contra Napoleón y se opero, por primera vez, cierto
acercamiento de Rusia y Occidente.
c) Los eslavófilos acerca de la misión
religioso-cultural de Rusia.
En los años treinta del siglo pasado la vida
espiritual de Rusia estaba en plena ebullición. Se formaron dos bandos, cuyo
tema principal versaba sobre la cultura occidental y su relación con Rusia. Los
eslavófilos sostenían con energía la ortodoxia y la vida popular rusa,
pregonando al mismo tiempo el alejamiento de Occidente. Sustentaban
abiertamente la idea mesiánica y expresaron de modo inequívoco que el papel de
Rusia es el de conducir a Europa.
Los rusos aprendieron de Rousseau, Herder,
Voltaire y otros pensadores que la civilización, identificada con el Occidente,
estaría en decadencia; Rusia no estaba civilizada, lo que es su ventaja,
concluyeron los pensadores rusos; los rusos son, pues, ese pueblo anhelado,
fresco e incorrupto, capaz de proseguir con fuerzas inagotables la labor
cultural. El problema capital para los rusos era: ¿Qué hacer con el
Occidente podrido? ¿Aplastarlo o salvarlo? Los salvaremos -dijeron los
rusos-; nosotros somos los verdaderos cristianos, nosotros amamos incluso a
nuestros enemigos.
Los mesianistas rusos seguían razonando: Si
los alemanes -de acuerdo a Hegel- fueron capacitados por la reforma para asumir
la dirección cultural, entonces los rusos son todavía más predestinados, dado
que poseen un cristianismo puro, prístino. Rusia derrotó a Napoleón y a los
franceses "decadentes" demostrando su fuerza. Rusia es venerada en
todo el mundo y goza de prestigio universal. El mismo Napoleón profetizó que Europa,
en cincuenta años, sería cosaca, y Rousseau vio en el campesino ruso, el muzik,
al ansiado Mesías.
I. Kirejevskiy, jefe espiritual de los
eslavófilos, abrazó las ideas herderianas sobre la vocación de los eslavos. Él quiere
que Rusia siga aprendiendo de Europa sólo para poder, provista de
conocimientos, asumir la dirección de la humanidad. Kirejevskiy, en su libro Sobre
el carácter de la civilización europea y su relación con la civilización de
Rusia (1852), sostiene la opinión de que la ortodoxia rusa salvará a
Europa. Ese pensador ruso es todavía modesto y tolerante, por cuanto imagina
esa salvación como una suerte de antítesis entre la cultura rusa y la
occidental, en que el salvador aprenderá muchas cosas de la cultura del
salvado. Kirejevskiy no concebía la eslavofilia dentro de un marco
exclusivista-nacionalista como sus secuaces posteriores. Él trata de argumentar
su mesianismo exclusivamente con las ventajas del ortodoxismo.
¿Por qué los rusos son los llamados a encargarse,
en un momento dado, de la salvación de la humanidad?, se pregunta Kirejevskiy.
Y contesta: Todos los pueblos europeos cumplieron su misión. Europa constituye
un conjunto cultural y durante ese proceso de la unificación cultural de Europa
se aglutinó la independencia de ciertos grupos étnicos y precisamente por eso,
para que Europa pudiera subsistir en adelante le hace falta un nuevo centro -el
corazón- del nuevo mundo, como lo fueron sucesivamente Italia, España,
Alemania, Inglaterra y Francia. Kirejevskiy ve, desde luego, también a los
Estados Unidos de Norteamérica, país fresco y joven, pero demasiado alejado de
Europa y con educación todavía muy unilateral. Rusia adoptó los fundamentos de
su civilización de todos los pueblos y por eso es paneuropea, y por su posición
geográfica está llamada a influir en Europa.
En conexión con la vocación rusa en el ámbito
religioso, A. Homjakov (Jomiákov) subrayó el papel del ortodoxismo religioso,
que es -según declara- la expresión del auténtico cristianismo. La ortodoxia,
junto con el espíritu de la vieja cultura popular rusa, entraña la médula más
sana del Oriente y únicamente un enganche a ese verdadero cristianismo, tal
como subsiste en el pueblo ruso y como vibra en la iglesia rusa, facilitará la
salvación y la renovación general religioso-espiritual.
El gobierno zarista ruso había adoptado la
ideología eslavófila, ya que veía en la ortodoxia, en la cultura popular rusa y
en la autocracia, los cimientos de su existencia. Las ideas europeas,
supuestamente perniciosas para los fundamentos del imperio, fueron por eso
inaccesibles al pueblo ruso, lo que necesariamente produjo el aislamiento de
Rusia. El gobierno zarista adoptó la actitud aislacionista en forma pronunciada
a mediados del siglo pasado, cuando en la guerra de Crimea el Occidente peleaba
del lado de Turquía y contra Rusia. Esa posición occidental no sólo decepcionó
a los rusos, sino que fue considerada como traición de Europa hacia el pueblo
ruso.
d) Los "occidentalistas" rusos
frente al dilema
Contra el gobierno y los eslavófilos se
irguieron los occidentalistas -un grupo que al comienzo rechazaba la
idea mesiánica por considerar al pueblo ruso inmaduro para una misión
semejante. Los occidentalistas abogaban por la interpretación cultural de Rusia
en Europa y sostenían una comunidad cultural universal. Los eslavófilos
al comienzo se oponían a toda acción política; su programa era la reforma moral
y religiosa, mientras que los occidentalistas exigían una transformación
de política exterior y estimaban que la salvación de Rusia y de Europa estaba
en la llamada "revolución reformadora". Con el correr del tiempo, los
occidentalistas exigían una transformación de política exterior y
estimaban que la salvación de Rusia y de Europa estaba en la llamada "revolución
reformadora". Con el correr del tiempo, los occidentalistas pasan
gradualmente de oposición a la acción radical y revolucionaria. Reconocen a
Rusia una misión peculiar pero no creen en la desintegración del Occidente
europeo; por el contrario, le tienen una fe firme a Europa y critican a su
patria. En ese punto concuerdan con el filósofo alemán Schelling, que asignaba
a cada pueblo una misión particular. Así el ruso Polevoy admite que su país
debe cumplir una misión especial en la historia, pero los pueblos no se
extinguen y, por el contrario, apenas empezaron a cumplir sus tareas.
A. Hercen, huraño, vivió en el extranjero y
desde allí juzgaba la situación rusa y estuvo convencido de que el viejo mundo
-lo que constituye la idea rectora de la filosofía de la historia- ya no tiene
salvación. El cristianismo, que renovó el Imperio romano, está descomponiéndose
por dentro. La Reforma y la Revolución francesa constituye
la ayuda exterior de emergencia, ayuda momentánea. Hercen contrapuso a la vieja
Europa, que estaría muriéndose, Rusia, que es el nuevo mundo que traerá la
salvación. La Europa revolucionaria -discurre Hercen- se anexará en forma
natural y orgánica a Rusia. El hombre del futuro es el muzik -el
campesino-, igual que el obrero en Francia. Desaparecerá el zarismo igual que
la inteligencia rusa, pues han cumplido con su tarea, es decir, han mediado
entre el pueblo ruso y la Europa revolucionaria.
El papel histórico que Hercen, predicador del
mesianismo ruso, asigna a Europa ha de abarcar a todos los eslavos. Una
federación eslava no reemplazará a su república social sino que le desbrozará
el camino.
El filósofo ruso Chaadajev (Chaadaiev), sin
ser partidario de eslavófilos ni de occidentalistas, se opuso rotundamente a la
misión del pueblo ruso. En un principio, es verdad, estaba muy convencido de
que los rusos están llamados a madurar las ideas, derivadas del viejo orden
social, y dar respuesta a los últimos problemas que enfrenta la humanidad.
Luego cambia de opinión. Para Chaadaiev los pueblos son tanto seres morales
como personalidades históricas. Mientras los individuos necesitan años para
instruirse, los pueblos requieren siglos. Nosotros, los rusos -razona
Chaadaiev-, hacemos en este sentido en cierta medida una excepción.
Pertenecemos al grupo de pueblos que no entran en el inventario del género
humano; aun más: existimos para impartir al mundo una enseñanza importante. La
enseñanza que estamos llamados a dar no será inútil, pero no se puede predecir
ni profetizar cuánta miseria e infortunio tocarán al mundo antes de que se
cumpla la misión rusa, dado que Rusia -que carece de pasado y de cultura- es
ejemplo y advertencia a los pueblos que señalan a dónde llevan la opresión y el
apartamiento de la cultura. Chaadaiev profetizó a Rusia una vida histórica
particular, de la que es responsable precisamente la ortodoxia rusa, que
imposibilitó la vinculación rusa con la Europa cultural. Con igual criticismo
atacó la idea estatal rusa que desvía la evolución de Rusia. Chaadaiev puso de
relieve que Rusia en ningún caso puede salvar a Europa; todo lo contrario, la
salvación del pueblo ruso consiste en su vinculación con Occidente.
El gobierno zarista declaró a Chaadaiev por
esta posición alienado y dispuso que pasara el resto de su vida en su posesión
en el interior de Rusia.
e) El paneslavismo y el panrusismo
Con la idea mesiánica comulgó una parte de la
inteligentsia rusa cuyo exponente más eximio fue I. J. Danilevskij
(Danilevskiy). En su libro Rusia y Europa Occidental (1871), Danilevskiy
anuncia que ya empezó la era de la cultura eslava, que sustituirá la cultura
latina y germana por hallarse éstas en decadencia. En el proceso histórico
diferenciaba diez tipos históricos-culturales y raciales, respectivamente. El
nuevo tipo cultural eslavo reemplazará el tipo latino-germano, en realidad el
tipo europeo. De los restantes tipos histórico-culturales, cuyos elementos
constitutivos están elaborados parcialmente, se realizará, previa elaboración,
una síntesis total. En los tipos culturales hasta hoy se estructuró
unilateralmente: la religión (Israel), la cultura (Grecia), la organización
estatal (antigua Roma).
Los germanos y los latinos cumplieron su
misión política y cultural, pero su cultura es parcial y por ello su Estado
evidencia carácter opresivo. La consecuencia de esa parcialidad es la anarquía
en Europa; en el campo religioso ese anarquismo se manifiesta en el
protestantismo, en filosofía en el materialismo y en el terreno socio-político
se exterioriza en la pugna del democratismo político con el feudalismo
económico. Recién los rusos unirán orgánicamente esos cuatro elementos: la
religión, la cultura, la política y las organizaciones socio-políticas. La
originalidad de una solución acertada del problema socioeconómico en Rusia se
reflejará en la organización del nuevo orden.
Danilevskij expuso paralelamente en su obra
la concepción paneslavista que prevé a todos los pueblos eslavos en una
federación de Estados bajo la conducción de Rusia. Cosa extraña que las
fronteras de ese imperio eslavo casi coincidan en rasgos generales con los
límites del actual Imperio soviético. Resulta interesante además que
Danilevskiy incluya en su imperio imaginario a los pueblos no eslavos: húngaro,
rumano y griego.
Danilevskiy, con su tesis sobre los tipos
culturales, puso el cimiento no sólo al paneslavismo sino al expansionismo ruso
espiritual-cultural y político. Él es el representante más característico del
mesianismo paneslavo en la segunda mitad del siglo XIX que implica la idea de
la misión de la santa ortodoxia rusa.
Danilevskiy destacó especialmente la
diferencia y el apartamiento ruso de Europa, exigiendo se cultivase la cultura
popular rusa, refutando terminantemente las reformas europeas, en primer
término su espiritualidad y las concepciones liberales. Esa meta será alcanzada
con la inevitable lucha contra Occidente, que además de ser necesaria obrará
como remedio.
F. M. Dostojevski (Dostoievski) compartió las
ideas mesiánicas, la ideología de Kirejevskiy, Danilevskiy y de otros
paneslavistas. Por eso, los protagonistas de sus novelas se refieren
reiteradamente a la misión mundial de Rusia y subrayan la idea de que la
salvación de la cultura rusa no reside en el "Occidente decadente",
sino en el espíritu originario del pueblo ruso. Dostoievski subraya particularmente
la fe en la ortodoxia rusa y en su misión ecuménica. Para él, el pueblo ruso es
el único portador de Dios en el globo terráqueo y por eso -desde luego- es el
llamado a renovar o salvar en el futuro al mundo en nombre del "nuevo
Dios". Al pueblo ruso -recalca Dostoievski- le fueron dadas las llaves de
la vida y del nuevo Logos. La misión de los rusos, únicos depositarios
de la fe genuina en Dios, es Europa y la humanidad entera. El pueblo ruso es el
representante, el guía y el salvador de la pobre humanidad y, por supuesto, su
amo, ya que Europa no debe olvidar que Rusia ocupa la sexta parte del
mapamundi.
En su concepción mesiánica Dostoievski
definió con toda claridad el panrusismo y el exclusivismo de la santa ortodoxia
rusa.
También K. Leontijev (Leontiev) habla en sus
obras del papel mesiánico de Rusia. Al principio creyó que Rusia se pondría al
frente y traería al mundo una nueva cultura.
Para Leontiev -igual que para los eslavófilos
Jomiakov o Kirejevskiy- el cristianismo oriental significa la piedra angular de
la nueva cultura. La fidelidad incondicional e inquebrantable a la tradición e
ideales de la prístina cultura rusa preservará al pueblo ruso del proceso
desintegrador y nivelador en que se hallan los pueblos europeos. El objetivo de
la política rusa debe ser la separación religiosa-cultural del Occidente.
Leontiev, en forma parecida a Danilevskiy, abogaba por la unión de todos los
eslavos, a los que deben asociarse los griegos, los rumanos, incluso los turcos
y los persas. Todos esos pueblos formarán una especie de confederación
oriental, por supuesto bajo la hegemonía rusa.
Con su plan, Leontiev superó a todos los
panrusos, puesto que su imperio abarca todo el Sudeste europeo, incluyendo el
Adriático, Estambul y además Cercano Oriente. Las fronteras de ese imperio
gigantesco llegan al oeste hasta la Europa central. La fe de Leontiev en Rusia
era vacilante, lo que se colige del interrogante que él se plantea: ¿Se
adherirá Rusia a Europa o perseverará en su distanciamiento? ¿Desarrollará su
cultural peculiar y salvará a Europa, lo que es posible todavía? ¿Dónde
llevarán los caminos de Rusia, a la ruina o a la ascensión? Bajo la influencia
de Solovjev (Soloviev) Leontiev extrae la conclusión de que Rusia no tiene que
cumplir una misión cultural especial, sin sólo una misión religiosa: el logro
de la unión eclesiástica.
Leontiev temía que Rusia, o sea las
tendencias rusas, se unieran al espíritu europeo contemporáneo y se realizara
así el fatal impacto recíproco. Una Rusia, totalmente nivelada en lo espiritual
y material, se pondrá a la cabeza -opina Leontiev- de un movimiento
internacional universal subversivo que tenderá inevitablemente a confundirlo
todo y, en última instancia, a aniquilar la humanidad, terminando así con el
proceso histórico mundial. Eso sería -manifiesta Leontiev- una clase de misión:
misión histórica de importancia extraordinaria.
f) La salvación de Rusia reside en su
vinculación religioso-cultural con Europa
V. S. Soloviev, el más destacado pensador
teológico y filósofo moral ruso se oponía al ortodoxismo, al mesianismo ruso y
al panrusismo. Veía la salvación de Rusia, de los eslavos y del resto del mundo
únicamente en la reconciliación de la Iglesia ortodoxa rusa con Roma. Combatió
acerbamente a los eslavófilos y su mesianismo, subrayando que, por cierto,
asignaron a Rusia una gran misión, pero se les escapó el hecho de que el pueblo
ruso no está suficientemente armando moralmente para su cumplimiento. Soloviev
plantea el interrogante: ¿cómo la salvación puede provenir del campesino ruso
que carece de pasado y de cultura espiritual?
N. Berdjajev (Berdiaiev), el último gran
pensador ruso de los tiempos recientes, está persuadido de que Rusia es capaz
de realizar su misión religiosa tan sólo en la comunidad espiritual con
Occidente y su cristianismo. Con pesar comprueba Berdiaiev que el destino ruso
es de índole particular y difiere del destino de los demás pueblos. "Las
contradicciones del carácter ruso son incomprensibles para un occidental.
Nosotros no hemos vivido el humanismo como lo han vivido los europeos
occidentales", recalca Berdiaiev. "Pero en forma más intensa que
Occidente vivimos las crisis del humanismo. En nuestro pasado no evidenciamos
tanta actividad como los occidentales, pero el problema religioso es mucho más
sutil en nuestro país".
Toda la literatura rusa del siglo XIX está
impregnada de afanes de la transformación religiosa de la vida. Lo señala el
destino de Gogol, Dostoievski, Tolstoi y de otros. Los pensamientos religiosos
dominaban la vida de los eslavófilos, así como de Chaadaiev, Soloviev, Leontiev
y Fodorov. Ese tema figura en casi todas las corrientes recientes de carácter
religioso-filosófico. Todos los pensadores rusos estaban embargados por el
descontento sobre el valor de la cultura, todos ansiaban la transformación de
la Iglesia y el logro del ser superior. El espíritu del pueblo ruso no aceptó
la cultura secularizada, y siempre volvía a plantear el problema de la creación
religiosa. La idea rusa es la de la cultura teonómica; en su polo positivo se
dirige el espíritu ruso al Apocalipsis -al fin del mundo. El polo negativo de
esa teonomía entraña el peligro de tendencia nihilística: el rechazo de todos
los valores, de todo sentido vital.
Precisamente por eso la tentación
anticristiana en los rusos de la imagen y semejanza del imperio divino, o sea
del imperio ateo en este mundo, adquiere máximo vigor y extrema tensión. En
consecuencia, el pueblo ruso es en sumo grado un pueblo apocalíptico. La
antropología religiosa puede ser únicamente escatológica o apocalíptica.
El problema del hombre puede hallar su
auténtica solución religiosa sólo en la conversión al Salvador parussíaco. El
nuevo período creador del cristianismo empezará en Rusia en el terreno
espiritual de la ortodoxia, aún no actualizado, ni exteriorizado, que tampoco
alcanzó la perfección. Tnicamente la comunidad religioso-espiritual con
Occidente y el cristianismo occidental posibilitarán a Rusia, concluye
Berdiaiev, el cumplimiento de su misión religiosa.
El filósofo Karsavin, contemporáneo de Berdiaiev
habla del ruso como de un ser singularmente capacitado, que pronto absorbe
nuevas ideas y que es capaz de adaptarse y remoldearse en otras culturas. Esa
capacidad extraordinaria de asimilar los valores culturales está ligada
psicológicamente e históricamente a la disposición a sacrificarse por el bien
de la humanidad y de Europa. En el ser ruso -recalca dicho filósofo- está
hondamente arraigada la propensión a la abnegación y al autosacrificio. Para la
psicología occidental, con su pronunciado instinto de autoconservación, resulta
incomprensible, por ejemplo, la "abnegación" de la política rusa. Fue
inconcebible para Occidente -razona Karsavin- la intervención armada del zar
Nicolás II o la disposición de los rusos-bolcheviques a convertir a su país
"en el suelo experimental para el bienestar de la humanidad".
4. El bolchevismo y la espera
mesiánica de los pueblos asiáticos
Durante el siglo XIX, la intelligentsia
rusa cambió, al mismo tiempo, de varias cuasi-religiones: primero creyó en el
materialismo y el darwinismo, y por último en el socialismo. De cada teoría
elaboraron los rusos, entusiastas, proféticos y fanáticos, un nuevo dogma,
haciéndolo su ideal absoluto, subordinándole luego todo el suceder de la vida.
Los elementos religioso-eclesiásticos se
hallan también en el comunismo y son ellos los que ejercen gran poder atractivo
sobre los pueblos asiáticos y africanos. Los soviéticos, entre otras cosas, con
suma habilidad explotaron la espera del Salvador, contenida en la estructura
mental de las masas populares islámicas, budistas y lamaístas. Los factores
sociales del Islam y del budismo proporcionaron a los especialistas soviéticos
una base de partida muy propicia a la aplicación de las ideas mesiánicas,
deduciendo que el fundador del islamismo es el protector de los desamparados y
oprimidos, y un día parecerá como libertador.
Corresponde acotar aquí que la tradición
espiritual rusa, igual que la de los países asiáticos, contrasta con el
Occidente moderno, caracterizado por el conjunto ideológico de todas sus fases
vitales. Como en Rusia, así en la historia de las formaciones estatales
islámicas e hindúes, el desdibujamiento de su protoimagen metafísica o cósmica
y la displicencia que les causa, está ligado a las esperas mesiánicas, y su
cumplimiento nutre la esperanza de una nueva armonía ideal entre esa
protoimagen y la formación estatal, cuyo propulsor son las tendencias
socio-revolucionarias.
Esa expectativa de la venida de grandes
figuras, cuya aparición aportará la bienaventuranza en la tierra, es
característica para las masas populares en Oriente. El bolchevismo ejerce su
poder de atracción en Asia también por obrar en el sentido nacionalista,
continuando las tradiciones mesiánicas del Oriente sobre el imperio mundial.
Precisamente el impacto del comunismo es más fuerte allí donde se lo vincula
intencionalmente con la tradición oral de Asia y Africa.
Es interesante recordar que inmediatamente
después de la revolución bolchevique fue dirigido un llamado a los pueblos de
Asia, en el que se expusieron los fundamentos teóricos acerca de la posible
cooperación entre la Unión Soviética y los movimientos nacionales de Oriente.
Así en los 20 los soviéticos se dirigieron a Kemal Atatürk, a Riza Sha,
Sun-Yat-Sen, Chiang-Kai-Shek, y recientemente a los políticos árabes e hindúes.
Esa invitación hábilmente redactada repercutió en su tiempo en Oriente, obrando
fuerte impacto en la ideología de la salvación. Al respecto, importa traer a
colación al amigo de Kemal bajá, T. Rusti, quien en 1920 anunció que el Islam
contiene las ideas básicas del socialismo, y además vislumbró ciertos
componentes comunistas en la religión islámicas.
Como los objetivos estatales y políticos del
mundo son idénticos a la misión del proletariado y en última instancia al
derecho a la autodeterminación de los pueblos, y como precisamente la población
del Oriente -y en primer lugar la islámica- tiene carácter proletario, la
propaganda comunista no tuvo que vencer grandes dificultades.
a) El Islam y el comunismo
La creencia popular islámica sigue esperando
al Mahdí, portador de la revolución universal, sancionada y conducida por Dios,
que pondrá fin al acontecer mundial. Esa revolución ahogará en un mar de sangre
el vigente orden ateo e injusto, luego conquistará todo el globo para el Islam
que, en definitiva, traerá la justicia a todos.
Tal opinión, sostiene el pensador islámico
Iqbal, encuentra también puntos coincidentes entre el islamismo y el comunismo.
El Corán, para él, es el heraldo de la muerte del capitalismo y el protector de
las masas campesinas desamparadas en Asia. La Unión Soviética por tanto
-destaca Iqbal-, cumple involuntariamente la obra de Dios. Los soviéticos se
apoderaron de una página del Corán y están en vías de realizarla.
Los intérpretes modernos de la India, Pakistán
e Indonesia suelen contraponer al capitalismo el Islam y el socialismo. El
capitalismo e islamismo serían dos polos opuestos. El comunismo, además -en
opinión de algunos pensadores islámicos-, adquirió carácter nacional y por eso
perdió sus rasgos originales.
Unicamente el Islam en la historia mundial
refleja una imagen fiel del Estado ideológico, pues no conoce razas ni límites
geográficos. Los pensadores islámicos admiten contradicciones en los métodos e
intereses entre la Unión Soviética y Norteamérica, pero no niegan que hay
cierto divorcio principista en la cosmovisión entre el materialismo
norteamericano (pragmático) y el soviético dialéctico.
Semejante ideas desempeñaron, como en India y
Pakistán, un papel decisivo en el desarrollo histórico del modernismo islámico
también en Java. La Unión nacionalista de Indonesia del año 20 de este siglo
abrazó el marxismo, y durante el gobierno holandés se propaga el slogan
acerca del capitalismo pernicioso, lo que se refería, por cierto, únicamente al
capital holandés, y lo vinculó en la práctica al islamismo.
b) Lenin y Mahoma
En ciertos círculos islámicos, Lenin fue
considerado como el profeta Mahoma, y Moscú como Meca, mientras que en la
revolución soviética trataron de hallarle el paralelo en el anuncio divino.
Imaginarse a Lenin como la encarnación de Alí -la espera del Mesías-
corresponde, de hecho, al cuadro que se imaginan las vastas capas populares en
Persia. El citado poeta Iqbal, a la vez el principal predicador-reformador de
la ideología nacional de Pakistán, se expresa en términos muy favorables sobre
Lenin. En su trilogía "Lenin, el canto angelical y el mandamiento de
Dios" se encuentra Lenin, en vida ateo, en presencia de Dios y acusa a la
injusticia que impera en el mundo de Dios.
Entre la población islámica de la Unión
Soviética habría surgido un poema épico sobre Lenin. De una fuente soviética de
1920 se infiere que en ese poema se habla de Lenin -grato a Dios- como del
elegido de Dios, a quien el mismo Alá encargó la realización del nuevo orden de
en la tierra. La leyenda en torno a Lenin, difundida en Asia Central, dice que
Alá buscaba a su siervo para que la felicidad reinase en la tierra. En esa
leyenda se habla de un sabio que había aconsejado a Alá dirigirse a Lenin,
dotándolo de la fuerza mágica. La revolución comunista se presenta como una
guerra religiosa en esa presunta superstición popular islámica. Es probable que
aquí se trate de un hábil recurso de la propaganda comunista, con un fin
exclusivamente político, dado que la propaganda comunista explotó con suma
habilidad esa leyenda en los países islámicos, tanto más cuanto que se intentó
presentar a Lenin entre los campesinos rusos como si fuera un santo.
c) El lamaísmo, el budismo y la propaganda
comunista
Los soviéticos relacionaron incluso la figura
de Buda con Lenin. Así por los años 20, en el modernista lamaísmo de los
buriatos soviéticos, se difundió que Buda había sido precursor de Lenin.
Se puede admitir con certeza que las ideas
mesiánicas, contenidas en la ideología comunista, penetraron en el lamaísmo,
obrando un gran impacto en el resultado de la revolución china.
Hay también interpretaciones budistas muy
favorables al comunismo. La ideología comunista, que encuentra terreno abonado
en Asia, es interpretada como la inauguración de una nueva era histórica. Así,
a guisa de ejemplo, la hermandad monástica budista Sanga acusa fuertes
tendencias comunistas. La crisis actual se interpreta como preludio del período
Cakkavati, seguido por la venida de Mitreya.
Los círculos intelectuales izquierdistas en
Birmania opinan que el budismo es la religión científica del mundo, pero que
sus principios son comunistas. Sobre este tema, dice el marxista U Ba Swe:
Ahora creo que para quien se haya ocupado con intensidad del budismo y haya
entendido correctamente su doctrina, no existe traba alguna para hacerse
marxista. El periodista birmano Poyazar estima que Carlos Marx estuvo directa o indirectamente bajo la influencia de Buda. Los
adherentes de Buda sostienen que Buda fue más lejos que Marx, pues no perseguía
sólo la nivelación de las clases sociales sino la superación de la existencia
en general.
Es interesante el hecho de que tanto el
islamismo como el lamaísmo no fueron tocados durante las persecuciones
religiosas, desatadas en Rusia por la década del 1920, puesto que esas
religiones constituían lazos muy importantes con las partes asiáticas de Rusia.
El lema comunista ya rezaba entonces: La Unión Soviética trae la luz y la
libertad en la noche oscura de los pueblos oprimidos.
d) ¿Moscú a punto de realizar sus anhelos?
Los teóricos de la misión mundial rusa
gozaron de grandes simpatías y popularidad entre cierta clase burguesa de la
Rusia zarista, cuyo gobierno estaba convencido del papel político del imperio.
Con el deseo de alcanzar el objeto panruso -en realidad de cumplir la misión
política en Europa- el Imperio ruso entró en la primera guerra mundial, lo que
se colige diáfanamente de las declaraciones de Izvolski, a la sazón ministro de
relaciones exteriores de Rusia. Este pensaba -conforme informó al autor de este
trabajo el escultor croata Ivan Mestrovic- en la creación del vasto imperio
ESLAVIA, entendiendo, por supuesto, con ello a Rusia, en el que deberían
involucrarse y fundirse todos los pueblos eslavos.
Los rusos no consiguieron la expansión
política y territorial después de la primera guerra mundial, cuando el país se
hallaba en los dolores del parto bolchevique. El logro de los objetivos
panrusos sobrevino tras la segunda conflagración mundial y, no obstante, Moscú
no tuvo la suerte de dominar en Estambul y Trieste. Con el aspecto político y
religioso de la misión rusa, aparece, y en forma acentuada después de la última
guerra, la idea sobre la reforma social de Europa y en todo el mundo por
conducto de la doctrina socio-política marxista que adoptaron los gobernantes
rusos para poder cumplir la misión rusa en todo el globo. La convicción de los
rusos de ser los llamados a traer la humanidad, un nuevo orden social, mediante
la doctrina marxista, suscitó oposición en todo el mundo libre. Y los pueblos
que hoy viven bajo el yugo comunista (polacos, húngaros, búlgaros, etc.)
rechazan el comunismo y aspiran a la libertad política, económica y
religioso-cultural.
Dos bandos hostiles se enfrentan: el Oriente
comunista, representado hoy por Moscú y por Pekín, y el Occidente democrático,
encabezado por los Estados Unidos de América. El Occidente contrapone al
comunismo, a su tiranía y su dictadura, la idea de libertad y de democracia, y
el respeto por los derechos humanos en todos los países del mundo.
El Pegaso
enfrenado:
Contrastes y
esperanzas en las literaturas de Yugoslavia
Gojko Boric, Colonia, Alemania
Occidental
El destino de las letras de pueblos pequeños
es de permanecer escasamente conocidas. Los creadores literarios de tales pueblos
suelen aparecer tardíamente en el mercado de la "producción"
literaria. Además, entre las literaturas eslavas, poco interés se presta a las
letras de los pueblos sureslavos. Recién un acontecimiento casual y
espectacular como la adjudicación del premio Nobel a Ivo Andric, atrajo la
atención de editores y lectores en ciertos países que hasta el presente se
desinteresaron de la literatura moderna de los pueblos de Yugoslavia, rica en
su variedad temática y compleja en su enfoque de los problemas artísticos y
humanos en condiciones complicadas y contrastantes.
Por ello, importa señalar unas cuantas
verdades fundamentales sobre el mosaico político, cultural y nacional que por
razones varias y de modo superficial suele denominarse como el "Sudeste
eslavo".
Sin adentrarnos en las polémicas
nacionalistas, que siguen bullendo bajo el manto aparentemente tranquilo de la
dictadura de Tito, no pueden dejarse de lado las diferencias substanciales de
los pueblos que integran el conglomerado plurinacional de Yugoslavia. En ese
complejo de diferencias reviste capital importancia el hecho de que la frontera
entre las dos culturas europeas específicas, la occidental y la oriental
(bizantino-rusa) separa a los dos pueblos mayoritarios de Yugoslavia, el croata
y el serbio. Aquí deben añadirse las diferencias del proceso histórico, de
tradiciones, del grado y la clase de la civilización respectiva, como asimismo
los conflictos pasados justificados o no, etc. Por dichas razones cabe hablar
por separado de la literatura croata y de la literatura serbia (pese a la
similitud idiomática), lo que los extranjeros no toman debidamente en cuenta.
Pues, los representantes oficiales yugoslavos tratan de borrar y ocultar esas
diferencias frente al extranjero, por motivos políticos. Idéntica posición se
manifiesta últimamente y con frecuencia en la política cultural interna, a lo
que nos referiremos más adelante.
Mirada retrospectiva con y sin ira
En una reunión de escritores yugoslavos,
Miroslav Krleza[110],
líder de los escritores marxistas croatas, reconvino a sus jóvenes colegas
rebeldes en estos términos:
"El papel del Partido Comunista durante
los tres últimos decenios, con toda una serie de pronósticos, resultó ser el
único real. Previendo con toda claridad que indefectiblemente se produciría la
quiebra de la superestructura burguesa, el Partido Comunista creó las
condiciones previas para poder, en circunstancias sumamente difíciles, entablar
la lucha que en su última consecuencia condujo al hecho consumado dentro del
cual estamos todos aquí, en esta sesión plenaria, sentados y deliberando. Sin
esa política del Partido Comunista y sin ese hecho político consumado hoy no
estaríamos aquí, ni se realizaría esta sesión plenaria".
En esta advertencia amenazante hay mucha
verdad cruda. La llegada de los comunistas al poder significó en muchísimos
casos la ruptura total con el pasado, si bien su predominio no se debe
exclusivamente a la victoria bélica, sino que fue preparado entre las dos
guerras.
Sin embargo, no era posible liquidar de golpe
los "criterios perimidos" de la mayor parte de los intelectuales
croatas sin recurrir a las medidas de represión brutal. La época stalinista de
1945 a 1948 abunda en ejemplos del exterminio más vulgar, tanto de instituciones
culturales como de individuos no comunistas.
Junto con el aluvión de los
"vencedores" guerrilleros comunistas, regresaron de los bosques
aquellos rarísimos "trabajadores culturales" y "artísticas
populares", que se habían unido a las huestes de Tito. Ocuparon a su
regreso los puestos directivos en la vida cultural. La prestigiosa publicación
literaria croata Hrvatska Revija (Nº 4, 1955, Buenos Aires) detalla en
su edición jubilar varias decenas de hombres de letras, artes y ciencias de
Croacia que tuvieron que pagar con su vida su anticomunismo. Una parte de los
intelectuales simpatizantes esperaba entre bastidores, pero la mayor parte
temblaba ante la prohibición de trabajar, la persecución y la muerte violenta.
Citaremos a los más destacados: profesor Kerubin Segvic, escritor e
historiador; Dr. Albert Haller, crítico literario: Dr. Mile Budak, conocido
novelista; Dr. Ivo Guberina, historiador; Dr. Julio Makanec, profesor de
filosofía; Gabriel Cvitan, joven poeta; Andrija Radoslav Bauerov-Glavas, joven
crítico literario; Marijan Matijasevic, poeta; monseñor Dr. Janko Simrak,
historiador y teólogo; Branko Klaric, poeta; Vinko Kos, poeta; Zlatko Milkovic,
novelista; Milivoj Magdic, publicista; Daniel Uvanovic, periodista y
científico; Tijas Mortigjija, publicista y profesor universitario; Vilim Peros,
periodista; Vjekoslav Blaskov, sindicalista; Ilija Jakovljevic, escritor, y
muchos otros, menos conocidos pero valiosos e indispensables para el quehacer
cultural de la nación croata. Se calcula que en la sombría Tragedia de
Bleiburg, cuando Tito con la ayuda británica se apoderó de cerca de 300.000
croatas, soldados desarmados y civiles, que huían ante los comunistas,
perecieron de 5 a 8.000 intelectuales, lo que para una nación de unos 6
millones de habitantes constituye una tragedia de grandes dimensiones,
irreparable por decenios.
En esos años adversos suben al primer plano
de la "vida cultural" los que antes portaban ametralladoras; los que
antes no pudieron sobresalir en una justa competencia, por carecer de talento y
de calificaciones. Ahora se volvieron dictatoriales, en un terreno donde no
cabe la dictadura. Cuán anormal era esa situación lo ilustra el hecho de que en
aquel entonces tuvo que guardar silencio el mismo Krleza, el más destacado
escritor marxista del Oriente comunista entero, en opinión de Elías Ehrenburg.
El año decisivo de 1948
Expulsada Yugoslavia del Kominform en 1948,
cambia lentamente la situación en el ámbito cultural del país. El rompimiento
con el Zdanovismo[111]
activó a los escritores comunistas menos conocidos y no definidos
políticamente. Previamente, destacados marxistas del grupo belgradense (Oto
Bihalji-Merin, Oskar Davicho, Marko Ristic, Dusan Matic, Aleksandar Vuco,
Milovan Djilas), que antes abrevaban sus escasas fuentes artísticas en los
ismos modernistas franceses, tras pagar el tributo transitorio "al
realismo socialista", abogaron abiertamente, en sus obras y polémicas, por
una labor creadora más individual. Así, por ejemplo, el destacado escritor
serbio Oskar Davicho[112]
en su novela "Pesma" (La canción) intentó describir a un
revolucionario como hombre de sangre y huesos. En el poema Covekov Covek
("El hombre del hombre") procuró Davicho -estimulado por los
artículos de Djilas- exponer la tragedia del hombre dentro de un sistema totalitario.
Por supuesto, el libro fue prohibido.
La situación en Zagreb era algo diferente. La
vida cultural croata se vio grandemente afectada por la liquidación de los
escritores y publicistas no marxistas, en tanto que sus oponentes marxistas
-excepción hecha de Krleza- no salían de la mediocridad.
Cierta parte de los escritores de preguerra
actuó después de la contienda sin compromiso político alguno. El máximo poeta
croata, Tin Ujevic[113],
a su tiempo atacado como "nacionalista" y "decadente",
escribía periódicamente gracias al apoyo de los escritores jóvenes. Stanislav
Simic, excelente crítico literario[114],
tuvo que callar durante años. Ivan Raos[115],
dramaturgo de rasgos originales, debió editar sus dramas en la llamada sociedad
socialista, de su peculio, y ni se hablaba de ponerlos en escena.
La diferencia principal entre el clima
literario que rige en Zagreb y en Belgrado es la desproporción de las
posibilidades de protestar, o en términos concretos: la desproporción entre las
semilibertades en el "oeste" y "este" yugoslavo. Sobre esa
discriminación perjudicial para Croacia, occidentalista y católica, podríamos
escribir libros, de modo que nos limitaremos a consignar algunos datos como
ilustración de la fragilidad de un sistema casi libre, cuyos defectos se reflejan
cabalmente en la impotencia de resolver los problemas heterogéneos del pasado.
Las críticas del pasado en condiciones
de la nueva "libertad"
Tras la fatua glorificación de la inhumana
lucha de los guerrilleros comunistas que para los mismos escritores fue atroz y
humillante para "el hombre en el hombre", tras el vuelco de 1948,
aparecieron apreciaciones más objetivas de la guerrilla comunista. Branko Copic[116],
serbio de Bosnia, publicó en 1958 la novela Gluvi barut ("La
pólvora sorda"), notada también en Europa occidental. Dicha novela
impresiona como una pesadilla horripilante. Por primera vez ocurrió algo, que
antes ni soñarse podía, se descorrió el velo seudo-heroico de la criminal
guerrilla comunista que luchaba exclusivamente por tomar el poder.
Muchos se preguntaban cómo era posible
publicar semejante novela en un país donde se controla con rigurosa censura
toda edición nueva. Las razones serían estas: 1º) formalmente dicho libro
presenta un aspecto positivo para los comunistas. Ellos no aborrecen atropellos
y crímenes cometidos en "interés de la revolución". 2º) el final de
la novela es una condena de los errores del "comisario sanguinario",
contra quien se levanta un "comunista auténtico". 3º) Copic presenta
esos crímenes como casos aislados, mientras que el "partido" quedó
con manos limpias.
La novela de Copic, no obstante esas reservas
poco convincentes, es un valioso documento, sin grandes valores artísticos,
pero no sin valor moral, y puede tomarse como un signo de la crisis de la
"nueva clase", adormecida en la lujuria y el goce.
Por cierto, este saldar de cuentas con el
propio pasado surgió primero, en forma tímida, en las obras de los jóvenes
escritores croatas, alentados por la novela Druga obala (Otra orilla),
de Novak Simik. La característica de esta novela es la actitud más humana para
con los ex adversarios nacionalistas que en la última conflagración mundial
combatían al lado de los alemanes contra los comunistas. Se descubrió de golpe
y porrazo que ellos también son seres humanos.
El joven escritor croata Slobodan Novak[117],
que se distinguió por su largo cuento Izgubljeni zavicaj (La patria
perdida), sobresale en el plano artístico y por su angustia de la búsqueda
moral del culpable y la culpa. Él considera que los crímenes de los guerrilleros
comunistas no eran algo bueno sino que no debieron haber ocurrido. Es un paso
adelante frente a la posición de Branko Copic. Su narración "Izgubljeni
zavicaj" simboliza el absurdo de la guerra y la persecución de la victoria
sin consideración de los sacrificios humanos. Los crímenes no pueden
justificarse, sostienen Slobodan Novak, ni por la victoria de la
"revolución", ya que ¿qué significa esta victoria ante la muerte de
un hombre justo? Toda la creación literaria de Novak está impregnada de pesimismo
bajo el peso de tales conclusiones morales, lo que hasta hoy se consideraba
como atributo de los escritores "burgueses".
A primera vista se nota la diferencia entre
las obras literarias de Belgrado y de Zagreb de esta tendencia diría moralista,
pues los escritores de Belgrado pueden ser mucho más libres y abiertos, y los
de Zagreb actúan con más pretensiones artísticas, pero deben proceder siempre
con cuidado y cautela.
A título de ejemplo sirva la novela del
escritor montenegrino Mladen Oljaca, Molitva za moju bracu (Oración por
mis hermanos). Oljaca fue el primero en decir con valentía: "No me gusta
el escritor que no habla audazmente hasta la locura. Un escritor socialista no
debe pensar siempre como el Politburo". El tema de la novela de Oljaca
gira en torno del destino de un joven, engañado por la propaganda comunista,
que lo lleva al sometimiento total al Partido Comunista. Él y sus compañeros,
antes de experimentar las consecuencias fatales del paso dado, soñaban en el
establecimiento del "paraíso terrenal" después de la guerra.
Desfigurados por las atrocidades de la guerra, algunos nunca encontraron
sosiego. Se requirió de esta generación, en el supuesto interés de los
"ideales supremos", la comisión de atropellos y barbarie. Los
aceptaron, pese a que en su fuero interno se rebelaban. El término de la guerra
no trajo paz a esta gente. La parte de la conciencia, incontaminada por los
horrores de la guerra, se rebelaba de día y de noche, causaba desasosiego,
trastornaba el sueño, amargaba los momentos más felices del olvido. Por primera
vez en la literatura serbia se describe la tragedia de los ex guerrilleros que
no saben ni pueden ubicarse en la llamada nueva sociedad socialista y,
rechazados por ésta, mueren bajo el peso del remordimiento.
Hay en este saldar de cuentas con el pasado
hasta rasgos masoquistas. Milivoje Perovic, escritor de menor nombradía,
describió, cual un experto en psicopatología, los espasmos espirituales de un
ex guerrillero que teme el pasado y no puede hallar sosiego en el presente.
Aunque en su novela Planina Vlaina (La montaña Vlaina) no alcanzó el
mediano valor artístico de un Copic, nadie mejor que Perovic narró esa ausencia
peculiar de la vida real, tan propia de los esquizofrénicos. Perovic al final
no suministra "una receta salvadora"; su pesimismo es más hondo que
el de Slobodan Novak.
Los problemas nacionales y la
literatura
Sería demasiado complicado y nos desviaría
del tema abordado si tratáramos en extensión los contrastes nacionales dentro
de la "segunda" Yugoslavia, problema éste que no deja de afectar a la
literatura. Los problemas políticos, como parte de la vida, interesan también a
los literatos no marxistas en Yugoslavia. Se hacen presentes particularmente
cuando están en el tapete los proverbiales conflictos entre los serbios y los
croatas, que tampoco los comunistas lograron neutralizar. Veamos cómo esas
inquietudes se reflejan en la literatura.
Mientras sobre los escritores extranjeros,
"reaccionarios" en lo político, pero con valores artísticos, ser escribe
con un doble criterio valorativo (los puntos de vista políticos de F. M.
Dostoievski, Knut, Hamsun, Ezra Pound), los escritores croatas
"derechistas" se ignoran sencillamente o se los subestima. Y allí
donde habría que registrarlos, están ausentes como si no hubiesen existido. Se
impone aquí la comparación con semejantes procederes del nacionalsocialismo que
publicó las poesías de Heinrich Heine sin indicar al autor, debido a su origen
judío.
La "república literaria" de
Belgrado tiene mucha más libertad en ese sentido. Los serbio desde hace tiempo
rehabilitaron artística y también humanamente a sus escritores
"reaccionarios". Cuando se trataba de los escritores exilados que con
su actividad contra el régimen imperante se inscribieron en la "lista
negra", como por ejemplo dos escritores serbios de nota, Milos Crnjanski y
Rastko Petrovic, siempre se encontró una salida para incluirlos en las letras
serbias.
Sobre el mejor novelista croata, Mile Budak,
que, por cierto, desempeñó un papel de político nacionalista, cayó el telón del
silencio total. (Hasta el crítico literario Hans E. Braun califica a Budak
"como un escritor de auténtico talento en su país", en el semanario
socialista austríaco Heute, 25/XI/1961). Todas las creaciones literarias
de los exilados políticos, entre los que se destacan el refinado poeta lírico
Viktor Vida[118]
y el novelista y poeta Anton Bonifacic[119],
inspirado en la cultura francesa, son totalmente ignoradas, si bien sus obras
no van en zaga de las mejores realizaciones literarias en el país.
Son de importancia particular casos
periódicos de conflictos nacionales entre los representantes culturales de
Croacia y Serbia, exteriorizados en polémicas literarias y hasta en las
intervenciones oficiales. Consignaremos unos cuantos casos característicos:
La revista de los jóvenes escritores croatas,
ya extinguida, Krugovi (Los círculos), publicó en 1957 una encuesta
sobre las secciones culturales de la prensa yugoslava, que era un nuevo
pretexto para señalar todos los defectos de la vida cultural. En esa encuesta
muchos dieron rienda suelta a su descontento con el diletantismo y la rígida
politiquería de los "portavoces culturales". Josip Gostic, cantante
célebre, contestó cuando le preguntaron qué pensaba sobre la vida cultural en
Yugoslavia: "... demasiada politiquería, demasiadas cosas sin relación
alguna con la cultura". El veterano compositor croata Jakov Gotovac pidió
"... mucha más libertad para todos". Otros se expresaron en términos
parecidos o más enérgicos todavía. Borba, órgano del Partido Comunista,
se puso desesperadamente furioso. No tanto por las respuestas, cuanto por
ciertas notas marginales de la aludida revista, donde se imputaba a los
responsables disidencia en la conmemoración de los aniversarios de carácter
cultural del pasado croata, mientras las efemérides de los demás pueblos
sureslavos, se celebraron con toda pompa en la misma Croacia.
El artículo de Borba sobre la
desviación de Krugovi hacia las "aguas chovinistas" obligó a
los redactores de esta última a publicar en el número 2-3 de 1957 una
autoconfesión de arrepentimiento bajo el título "Examen de
conciencia". A los círculos gobernantes no les bastaba eso: revista Krugovi
tuvo que cambiar de redacción, pero perdió en interés y actualidad y el grupo
de escritores que se reunía en torno a esa revista se dispersó poco a poco y al
cabo de pocos años la revista dejó de salir.
El pequeño pueblo esloveno, en el orden
cultural el más próximo al Occidente, enfrenta también dificultades con el
centralismo de Belgrado, al punto que los comunistas eslovenos se irguieron en
las páginas de la revista Nase Sodobnosti contra las demandas
"niveladoras" del escritor serbio Dobrisa Cosic.
Un suceso medio cómico, medio serio, ocurrió
el año pasado en Belgrado con motivo de la inauguración de la exposición de un
pintor "modernista" serbio. No sólo por los motivos de sus cuadros
-glorificación pomposa de la historia serbia- sino por su programa, publicado
en el catálogo, en el cual exigía que todos los pueblos sureslavos, como etapa inicial
de la lucha contra "las influencias de la cultura de Europa
occidental", adoptaran obligatoriamente los caracteres cirílicos en vez de
latinos en uso en Croacia y Eslovenia, señaló ese pintor nuevos síntomas de la
despertada intolerancia nacional en esta caldera étnica abigarrada que es
Yugoslavia, aunque muchos en su ingenuidad pensaron que tales conflictos
pertenecían ya al pasado, lo que la propaganda de Tito difundió con cierto
éxito en el Occidente, como interiorizado en esos problemas.
No obstante, no cabe exagerar en cuanto a
esas manifestaciones. Ellas, desde luego, no pueden revelarse en toda su
virulencia, por cuanto los "centinelas comunistas de la conciencia"
velan atentamente para que no se produzcan fisuras de descontento en un
edificio sin fundamentos sólidos.
La hostilidad de los libros
Los libros en Yugoslavia son un artículo de
lujo hoy. Los caricaturistas del órgano del Partido Comunista Borba
pintaron al amante del libro (¡dueño de una biblioteca de sólo veinte tomos!)
como posible estafador del "dinero nacional". Unicamente los ricos
pueden comprar actualmente libros en Yugoslavia, es decir los integrantes de la
casta gobernante. Sesenta casas editoras de mayor y menor envergadura publican
libros y revistas en Yugoslavia en forma inconexa y confusa, sin plan ni
programa, con "criterios capitalistas". Lo que es muy interesante es
que las mismas autoridades estatales tuvieron que intervenir a través de la
Asamblea (parlamento) a efectos de coordinar la actividad editorial.
Para poder sanear su situación financiera,
muchas casas editoriales empezaron a publicar la literatura
"amarilla" y sensacionalista. Ni siquiera eso las salva. Se calcula
que en los distintos depósitos en Yugoslavia hay libros de valor superior de
ocho mil millones de dinares, equivalentes a unos 10 millones de dólares.
Eso perjudica sobremanera a las revistas y
publicaciones periódicas. Hubo años en que en Zagreb -donde antes de la guerra
incluso los estudiantes secundarios tenían sus revistas- salía sólo una revista
literaria. Luego ese número aumentó, tratándose de un progreso cuantitativo y
no cualitativo.
"Las revistas son motores de la
literatura", dijo Stanislav Simic, destacado crítico literario croata.
Dicho papel no pudieron desempeñarlo las revistas croatas de la posguerra. El
publicista literario Ivo Hergesic expresó la impotencia y la impopularidad de
las revistas de Zagreb en estos términos: "Es un problema doloroso. En la
referida época (piensa en la época de las dos guerras mundiales, N. del autor),
hubo revistas literarias, y puede decirse que eran demasiado abundantes y
demasiado pocas. Hoy relativamente son muchas, pero no creo que cumplan con su
papel. ¿Por qué? Por salir irregularmente, por no seguir sistemáticamente
nuestro quehacer cultural-político, por carecer de una fisonomía definida, es
decir de una posición firme y de continuidad. Por último nuestras revistas
dependen demasiado de dotaciones periódicas, y muy poco se orientan hacia el
público lector, que debería ser su apoyo principal" (Narodni List,
3/VII/1958).
Cierto tiempo eran excepción las revistas de
los escritores jóvenes Krugovi y Medjutim. Krugovi era en
efecto algo occidentalista dentro del estancamiento y el conformismo de la vida
cultural de Yugoslavia. Esa revista fue fundada por iniciativa de varios grupos
de jóvenes escritores croatas, tanto marxistas como antimarxistas, tras el
repliegue de la mafia anémica "cultural" escudada en la ideología
oficialista, que también no murió, pero intelectualmente está enterrada. Krugovi
fue por cierto tiempo un genuino producto literario en un ambiente que no
aguantaba esa genuinidad. Más tarde, por desviación "a las aguas
chovinistas", fue privada de sus principales
redactores y, por fin, como apuntamos, dejó de salir. Idéntica suerte le cupo a
la revista de los escritores estudiantes Medjutim.
Pero, en las páginas de dichas publicaciones
se formó la generación de posguerra de los escritores croatas, que en muchos
aspectos revela el fracaso del rompimiento comunista con el pasado. En las
obras de esos escritores surgieron los primeros gérmenes de la "nueva
literatura", despojada de la influencia comunista. Aquí estriba el valor
histórico de esos "motores literarios", prematuramente ahogados.
"La nueva literatura" y sus
primeros intentos
Para poder valorizar la literatura croata de
la posguerra debe tenerse en cuenta que existe un abismo entre los
"viejos" y "los jóvenes" escritores, o sea que existen las
diferencias causadas no sólo por los usuales contrastes generacionales, o por
los cambios externos, sin en primer término por la nueva noción de los
escritores jóvenes: que se cese una vez por todas con los errores pasados.
Hartos del compromiso de índole política con los regímenes imperantes y con la
certidumbre estética y la adoración tradicional de los influjos extranjeros,
los jóvenes literarios se decidieron por un paso independiente. Su decisión se
afirmó en la forma más adecuada cuando la dirección y la redacción de la
revista zagrabiense Knjizevnik (El escritor) pasó a manos del grupo
independiente de los escritores jóvenes. Ese grupo se declaró como un ente
cerrado, compartiendo ciertos criterios en cuanto a la cultura y la literatura.
En pos de la documentación, citaremos a continuación algunos párrafos salientes
de su Declaración publicada en el Nº 29, de noviembre de 1961, de Knjizevnik.
"Somos partidarios de que nuestra
literatura contemporánea mantenga la continuidad con la tradición y con los
auténticos valores del pasado, y que al mismo tiempo se desarrolle al paso con
las tendencias y realizaciones de la literatura contemporánea mundial. Para que
seamos modernos de manera propia... Nos oponemos a quienes pegan idearios en
nuestras letras como etiquetas, a quienes en la literatura, tras palabras
grandilocuentes, tras pensamientos ajenos, tras monumentos y reliquias,
esconden su incapacidad, la falta de ideas y de imaginación creadora..."
"Estamos contra la civilización
tecnicista, contra la propagación nociva y en serie de la cultura masiva que
exige un arte simplificado, 'asequible para todos', en lugar de buscar caminos
de acercamiento gradual al arte contemporáneo..."
"Nos oponemos al falso modernismo que se
traduce en construcciones artificiales y confusas, en experimentos formalistas,
absurdos y tardíamente imitados, contra abstracciones irracionales y
deshumanizadas".
"Al mismo tiempo nos oponemos a los
héroes socio-realistas de cera, esquematizados, a los 'ingenieros de las almas
humanas', somos contrarios a la literatura dirigida en general..."
"Abogamos por una rigurosa distinción
entre la persona social y particular del escritor y su obra literaria. Queremos
que se hable de la literatura en forma separada, que el valor de un escritor se
aprecie de acuerdo a su obra y no a la posición que ocupa en la
sociedad..."
"Decidir sobre la suerte de la
literatura incumbe únicamente al juicio público, y no deseamos que se la juzgue
en pasillos y detrás de puertas cerradas..."
Antun Soljan, redactor en jefe de la citada
revista, se da cuenta de las dificultades que debe afrontar un escritor dentro
de un sistema que exige la absoluta subordinación a sus propósitos:
"Toda literatura en la historia se
debatía entre algún martillo y yunque, pero los martillos y los yunques de
nuestro tiempo son fraguados de mejor acero y sus herreros son más potentes
(por estar mejor organizados) que nunca. Se turnan en el manejo de ese
instrumento, hierran y están herrados a su vez científicamente, pero los
herreros ya no baten el hierro porque sí, sino 'en nombre' de algo y de
alguien".
¿No se infiere de esas palabras indirectas y
circunspectas el lamento por la presión ideológica en el arte, que en
Yugoslavia es asaz "indirecta", pero siempre presente?
El colaborador de la revista en cuestión,
Dusko Car, justifica el interés especial que muestran los escritores jóvenes por
los llamados antihéroes de nuestro tiempo. Descontentos del ambiente en que
deben vivir, estos "rebeldes" se distancian de la sociedad procurando
así conservar su individualidad y protestar a la vez contra los experimentos
con los hombres que los comunistas realizan desde hace 16 años en Yugoslavia.
Dusko Car dice:
"Saciados en cierto momento de la
infructuosa búsqueda de héroes inexistentes sobre los que en el período de la
literatura dirigida se teorizó tanto, inundados por la atmósfera de las nuevas
búsquedas, los autores de esa prosa iban en busca de un camino más individual
para hallar héroes y antihéroes de nuestra realidad actual. No alardean su 'rectitud', no quieren ser forasteros dentro de
su literatura, dentro de la sociedad que describen... De los rebeldes piensan
con las ideas de los rebeldes, se expresan con su lenguaje, viven la vida de
los rebeldes cansados y por eso su condena o, mejor dicho, su apreciación de la
situación, impresiona de manera más directa y convincente: no presumen dar una
interpretación infalible, una moraleja o enseñanza, sino que sus escritos son
vividos como una derrota y una tragedia personales".
Esa identificación con los protagonistas
("antihéroes") de sus novelas y cuentos ilustra cabalmente la
relación de los escritores jóvenes con la ideología vigente.
Es menester decir algo acerca de los
redactores de dicha revista realmente valiente. Antun Soljan, redactor en jefe,
aun antes de que aparecieran los "jóvenes", fue uno de los escritores
croatas más productivos y originales. Los personajes de sus trabajos en prosa
son individuos aislados en un medio que no los comprende. Soljan ubicó al
hombre fuera del "tiempo concreto", llegando así a franca
contradicción con los principios marxistas relativos a la influencia decisiva
de los factores externos a la formación del hombre. Soljan conoce a fondo la
literatura anglosajona y en cooperación con su amigo Slamnig hizo excelentes
traducciones. Vlado Gotovac, agudo polemista, es el enfant terrible de
la literatura croata; poeta y crítico, sobresale en lúcidas formulaciones e
juicios literarios, pero a veces le seducen temas ingeniosos y narcisistas. Slobodan
Novak fue el primero entre los escritores jóvenes en afirmarse por su
madurez expresiva. Es uno de los que buscan la justificación de los crímenes
cometidos por los guerrilleros comunistas. Iván Kusan, destacado escritor de
temas infantiles, se afirmó con la novela Razapet izmedju (Escindido entre).
Tiene éxito al describir el ambiente y estados psicológicos de los
intelectuales aislados. Ivan Slamnig, el "doble de Soljan", es uno de
los más caracterizados jóvenes escritores croatas. Irónico, desilusionado,
ocupado de las futilezas de la vida, que en su conjunto reflejan toda una
"filosofía de la vida" de la mayor parte de la generación de
posguerra, está sumergido en los problemas "del hombre de asfalto".
La poetisa Vesna Krmpotic trata de expresar en versos sublimados las refinadas
vibraciones de sus emociones y meditaciones. Dos críticos: Dusko Car y Tomislav
Ladan, aún poco conocidos, sobresalieron en sus actividades: Ladan, en el orden
artístico; Car, en el orden político.
El resultado más duradero de la labor de
jóvenes escritores es su hallazgo de "otra vida", independiente de
todas las interpretaciones oficiales y esfuerzos de transformación. Bajo una
tenue capa de circunstancias externas vibra una vida auténtica, cálida,
humanamente compleja, "no oficial", con todos los rasgos de la
"sociedad en época de transición" y hombres individuos en ella que no
se ajustan a las reproducciones en serie de los propagandistas comunistas. Esa
noción palpitante de la escisión de la vida encuentra su eco en todas las obras
de escritores jóvenes.
En ese sentido es interesante la escena de
demostraciones políticas en la novela Mirno Podneblje (La atmósfera
tranquila) de Krsto Spoljar[120].
Mientras la masa agitada, encabezada por incendiarios comunistas, ataca la
biblioteca y el consulado norteamericanos, dos protagonistas principales tratan
de penetrar en el consulado con miras de robar. Todo el carnaval político de
los demás demostrantes les interesa un comino. El desinterés total de los
personajes de Spoljar en los externos acontecimientos oficiales del país en que
viven, fue logrado con el truco ya conocido que consiste en insertar titulares
y slogans de la propaganda oficial que interesan cual la nieve de antaño.
La novela Izdajice (Traidores) de
Antun Soljan es una obra representativa sobre los "antihéroes" de la
Yugoslavia comunista. En el prefacio de la novela, el autor trata de justificar
ante un ingeniero imaginario, un frío y práctico constructor del llamado
porvenir mejor, su interés por esos disidentes. Toda la novela respira una
atención cálida, un amor por esos aislados en el ambiente carente de sentido
por el respeto al individuo, que el nebuloso ingeniero -símbolo del
"partido" y del poder- aparece no sólo vacío e inhumano sino irreal.
El interés de los escritores de la nueva
generación difiere en muchos aspectos de los escritores más viejos. Por primera
vez en la literatura croata son enfocados la ciudad y sus habitantes;
relaciones entre hombres y mujeres, especialmente el sexo, atraen gran
atención; el afán de vivir una vida individual constituye el impulso principal
de sus novelas; la subestimación de las normas de vida tradicionales,
anticuadas, caracteriza el comportamiento de los actores; repulsa ante los
gestos grandilocuentes y el falso patetismo, una actitud cínica ante las
emociones exageradas y el aguante frío, casi resignado, de la vida exterior
marca su trayectoria.
En lo formal, la nueva literatura recurre a
las novedades de los escritores occidentales. Mientras antes las letras
germanas influyeron en el estilo y el gusto de los escritores, actualmente lo
hacen primordialmente la literatura norteamericana y en parte la francesa. Se
cultiva particularmente el cuento corto y la poesía. Ya no se escriben novelas
extensas. La poesía lírica florece como nunca.
Pero veamos qué le pasó a la revista Knjizevnik.
Se alentaba la esperanza de que de ese mosto saldría buen vino en caso de que
las "fuerzas mayores" (léase: el Partido Comunista) no lo impidan.
Muy pronto se produjeron los primeros contraataques oficiales. Vjekoslav Kaleb,
escritor que sigue "la línea" y funcionario de la Federación de
escritores, "anatemizó" a la redacción de la revista Knjizevnik.
Tras el segundo número, muy cualitativo por su contenido, pero más moderado en
el orden polémico, los comunistas yugoslavos silenciaron esta publicación
recurriendo a los métodos pérfidos muy suyos: le suspendieron las subvenciones
imprescindibles, sin las cuales ninguna revista puede mantenerse en Yugoslavia.
Los iniciadores y redactores de la revista fueron molestados, y algunos
expulsados del empleo público. La esperanza en una revista literaria
independiente fue truncada en germen.
El mayor acercamiento de Tito con el bloque
soviético y el sincronizado ataque a los intelectuales y creadores plásticos y
literarios preanuncian un nuevo curso zdanovista. Tito, como a su tiempo
Hitler, interfiere pública e insolentemente no sólo en los aspectos ideológicos
de la creación artística, sino también en las cuestiones formales y
estructurales. Y como el presuntuoso pintor de Braunau[121]
atacaba primitivamente la primitivamente la pintura no figurativa, observando
con cinismo que los "pintores abstractos" adolecen de buena vista,
asimismo el dictador yugoslavo se ensaña contra el arte abstracto que por su
contenido y sentido escapa a su alcance y entendimiento.
Todo lo que se hizo hasta hoy en el terreno
artístico en Yugoslavia, se debe a ciertas semilibertades, que se dieron cuando
el "partido" se empeñaba, tras la ruptura con Moscú, en afianzar sus
posiciones entre los intelectuales. Hoy, las diferencias entre el comunismo
moscovita y el belgradense son mínimas. Los comunistas yugoslavos retornan al
calor del comunismo soviético. Eso lleva aparejadas sus repercusiones en artes
y ciencias. La cuestión es si la rueda del progreso podrá volverse atrás in mayor
estrépito y sin la rotura del eje.
DOCUMENTOS:
Una nota del
gobierno comunista yugoslavo al episcopado católico sobre los sacerdotes
exilados
Moma Markovic, miembro del Consejo Federal
Ejecutivo de la República Popular de Yugoslavia (el gobierno central) dirigió
el 30 de marzo de 1963 desde Belgrado la nota Nº 01-264/1 a la Presidencia de
las Conferencias Episcopales de Iglesia Católica con sede en Zagreb que dice
textualmente:
Con el deseo de señalar un problema serio al
que se atribuye un carácter especial, por autorización del Consejo Federal
Ejecutivo dirijo la presente nota al episcopado de la Iglesia Católica en la
República Popular de Yugoslavia.
En la lucha por la preservación de la paz en
el mundo, la humanidad despliega esfuerzos enormes tanto a través de las
Naciones Unidas como mediante toda una serie de acciones colectivas e
individuales de países y personalidades más prestigiosas. Bregando tenaz y
consecuentemente por la paz, la coexistencia y las relaciones justas en el
mundo, nuestro país ganó especial prestigio ante el público internacional. Esos
empeños desinteresados tendientes a la preservación de la paz, y los enormes
sacrificios que nuestros pueblos aportan a la construcción de su país,
contribuyeron a la consolidación de la libertad e independencia de la República
Popular Federal de Yugoslavia. En consonancia con esa política pacifista y el
consiguiente desarrollo democrático interno de Yugoslavia. En consonancia con
esa política pacifista y el consiguiente desarrollo democrático interno de
Yugoslavia, la Asamblea Federal Popular (parlamento) de Yugoslavia promulgó en
marzo de 1962 la ley de amnistía, impregnada de elementos humanos y de
preocupación por todos sus connacionales, dispuestos a respetar los valores
sociales y humanos. La ley se refiere a todos los emigrados que dieron prueba
de que en un sentido positivo emplearían su capacidad y su vocación sin
consideración del país de su radicación.
Este acto del gobierno yugoslavo contradice,
empero, los intereses de los círculos extremadamente reaccionarios en el mundo,
que inventan formas muy variadas para impedir que los emigrados regularicen su status
y sus relaciones con su país. Precisamente por haber encontrado ese noble gesto
un eco favorable entre muchísimos exiliados deseosos de normalizar sus
relaciones con la patria, permaneciendo al mismo tiempo buenos ciudadanos del
país de su radicación, elementos ustachi, chetniks y otros hostiles en el
extranjero empezaron a volcar su furia contra los emigrados, contra nuestros
ciudadanos y representaciones de la República Federal Popular de Yugoslavia. En
ese sentido sobresale especialmente la actividad que despliegan contra
Yugoslavia y los intereses de sus súbditos los elementos ustachi terroristas y
otros elementos subversivos en el extranjero, recurriendo incluso a los métodos
más brutales, como ser ataques terroristas, asesinatos y cosas parecidas.[122].
Con pesar debemos constatar que en esta labor
y acciones hostiles contra nuestro país toman parte y hasta aparecen como sus
organizadores, un número considerable de los sacerdotes católicos, exiliados de
Yugoslavia.
El reciente caso, ocurrido en Bad Godesberg,
conocido por su violencia, cuya víctima fue Momcilo Popovic, encargado del
edificio de la delegación yugoslava, es obra de Rafael Medic, sacerdote
yugoslavo, quien hasta su detención se desempeñaba en Dortmund como sacerdote
exiliado. Este crimen suscitó honda emoción y exasperación de nuestros
ciudadanos, recordándoles las experiencias trágicas y dolorosas por las que
nuestros pueblos pasaron durante la segunda guerra mundial. Es muy natural que
este crimen mereciera condena acerba por parte de la opinión pública mundial.
Lamentablemente, el suceso de Bad Godesberg no es un caso aislado, pues le
siguen intentos terroristas contra nuestras representaciones en los países
extranjeros (en Chicago, Viena, Bruselas) lo que aún más preocupa, desagrada y
exaspera a la gente tanto en nuestro país como en el extranjero. Por eso es
lógico que en distintos mítines y en la prensa, cuando se habla de los crímenes
ustachi, con encarnizamiento, se citan, entre otros,
también los nombres de los sacerdotes católicos.[123].
Consideramos que no hace falta recordar las
razones por las que algunos sacerdotes católicos decidieron abandonar nuestro
país junto con los quislings internos y los ocupantes, por ser harto conocidas.
En el extranjero, con la ayuda de la Iglesia Católica y de sus organizaciones,
se les brindó la oportunidad de regularizar su situación y cumplir normalmente
con sus deberes sacerdotales. Sin embargo, el partidismo político del tiempo de
la guerra hizo que se arraigasen en una parte de los sacerdotes concepciones
que los instaron a emprender dichas actividades, de manera que tuvieron
inevitablemente que chocar no sólo con las normas universalmente reconocidas de
la moral y la ética, y con los deberes y obligaciones sacerdotales, sino con
las leyes vigentes de los países que les brindaron la hospitalidad. Con sus
delitos en el exterior llegaron a tal situación que las autoridades respectivas
que les acordaron asilo deben privarlos de la libertad, expulsarlos o
aconsejarles que abandonasen sus parroquias.
En qué medida ciertos sacerdotes católicos se
muestran recalcitrantes en semejantes actividades subversivas, lo ilustran los ejemplos
siguientes:
Mientras la justicia de Alemania Occidental
entiende en el caso del sacerdote Medic y de un grupo de ustachi por el crimen
perpetrado en Bad Godesberg y mientras las autoridades de Alemania Occidental
prohiben y disuelven una organización antiyugoslava que aparentaba ser una
asociación católica, los sacerdotes católicos expatriados de Yugoslavia
recolectan para ellos ayuda financiera y material. Entre los portavoces de
dicha acción figuran los nombres de Francisco Lodeta y Domingo Susnjara, de
Alemania Occidental, Guillermo Cecelja, de Austria, Serafino Vistica, de los
Estados Unidos de América, Dragutin Kamber, del Canadá, como también nombres de
otros sacerdotes.
Desde hace tiempo se sabe que ciertos
sacerdotes, integrantes de las organizaciones de los exilados, han subordinado
ciertos periódicos católicos a su actividad antiyugoslava y en ellos
manifiestan su solidaridad con toda acción hostil a Yugoslavia, hasta con el
crimen de Bad Godesberg. Así abusan de los periódicos católicos: "El
Vocero del Corazón de Jesús y María", editado por el sacerdote Guillermo
Cecelja en Viena, "Danica", "Nasa Nada" y algunos otros.
Es sabido, además, que algunos sacerdotes en
el extranjero pertenecen e incluso dirigen a las organizaciones extremistas ustachi,
portavoces de las demostraciones antiyugoslavas, firman distintas declaraciones
contra Yugoslavia, integran varios comités y comisiones cuyo propósito es la
lucha contra Yugoslavia. Entre ellos figuran los nombres conocidos de los
sacerdotes Esteban Kukolja, presidente de los exiliados ustachi en Alemania
Occidental, luego Krunoslav Draganovic, Esteban Lackovic, Vasilj Vendelin, José
Bujanovic, Kresimir Zoric, Milan Simcic y mucho más.
Al mismo tiempo debemos dejar constancia de
que también en nuestro país hay sacerdotes católicos que se vinculan con estos
y otros exiliados de intenciones hostiles, con ellos realizaron varias
transacciones financieras y operaciones de contrabando, reciben de ellos
servicios materiales y ayuda en distintas formas y de esta manera participan en
actos ilícitos y punibles.
Al señalar esta actividad subversiva y
antiyugoslava, estamos convencidos de que ustedes compartirán nuestra opinión
de que esta actividad está en evidente contraste con los principios éticos
fundamentales y es contraria a los intereses de los pueblos de Yugoslavia. Por
eso es del todo normal creer que tampoco la Iglesia Católica puede permanecer
indiferente ante lo expuesto y particularmente ante la actividad enemiga de los
sacerdotes católicos exiliados, pues obviamente tal actividad no puede
beneficiar los esfuerzos y medidas ulteriores encaminadas a regularizar y
normalizar las relaciones entre la Iglesia y el Estado de Yugoslavia.
Por las razones antedichas, y partiendo de la
opinión reiteradamente expresada de que los esfuerzos por regularizar las
relaciones entre la Iglesia y el Estado son de interés recíproco, era lógico
esperar que el episcopado de Yugoslavia consideraría este problema y tomaría
las medidas pertinentes contra estos sacerdotes, aplicando las prescripciones
eclesiásticas. Tanto más cuanto que todos los gobiernos y círculos progresistas
del mundo repudiaron la aludida actividad diversionista terrorista. Alegar que
tales personas en el extranjero escapan a la jurisdicción de sus diócesis de
origen no sería convincente, pues en el supuesto, nada podría impedir a los
obispos y arzobispos tomar las medidas conducentes e influir para que se
imposibilite tal actividad hostil de los sacerdotes católicos exiliados de
Yugoslavia. En nuestro parecer, eso concordaría también con las posiciones
manifestadas en el II Concilio Vaticano tanto por boca y los mensajes del Papa
Juan XXIII a favor de la paz y la hermandad en los pueblos del mundo, cuanto
con las tendencias generales de adaptación de la Iglesia Católica Romana a las
condiciones y los tiempos actuales.
El Consejo Federal Ejecutivo hace propicia la
presente oportunidad para expresar su estima a la Presidencia de las
Conferencias Episcopales del Obispado de la Iglesia Católica en la República Federal
Popular de Yugoslavia.
Moma Markovic, m. p.
Miembro del Consejo Federal Ejecutivo
RESEÑA DE LIBROS
Ministerio Federal
para los Expulsados, Refugiados y Perjudicados por la Guerra: Das Schiksal der
Deutschen in Jugoslawien
F. Nevistic, Buenos Aires
("La suerte de
los alemanes en Yugoslavia", Düsseldorf, 1962, pp. 633).
Muchos saben que F. Engels no era alemán stricto
sensu. Pero en Alemania nació, vivió buena parte de su vida, conoció bien
el ambiente alemán y escribió en alemán, como si fuera su idioma materno.
"Es sabido -dice él mismo- que nosotros los alemanes tenemos una terrible
y pesada Gründlichkeit, radical profundidad o profundo radicalismo, como
se lo quiera llamar".
El libro que reseñamos es una prueba más de
esta profundidad radical alemana. Consta de 633 páginas y ofrece a los lectores
interesados un cuadro acaso el más completo de la infausta suerte que le tocó
al grupo nacional alemán en la Yugoslavia comunista.
Las estadísticas de la minoría étnica alemana
en Yugoslavia antes de la segunda conflagración mundial y después de ella, la
historia de su desarrollo, de su capacidad económica, de su vida profesional,
de su religión, como también una síntesis legislativa sobre su status
durante la guerra, todo ello está expuesto en forma exhaustiva en esta
voluminosa publicación. Pero su objetivo principal es informar a la opinión
mundial sobre el exterminio y dispersión de la minoría nacional alemana en
Yugoslavia durante la guerra e inmediatamente después de su terminación.
El territorio habitado por los alemanes en
Yugoslavia fue dividido durante la guerra en tres regiones, cada una con status
jurídico propio. Los alemanes radicados en Croacia; los de Banat, con sede en
Belgrado ocupada, y los de Backa, anexada por Hungría, con sede en Budapest. El
status jurídico y político de los alemanes de Croacia, menos numerosa, fue casi
de privilegio.
Finalizada la guerra, empezó el verdadero
martirio de aquella minoría étnica. Por la participación de una parte de sus
integrantes en la guerra contra los comunistas yugoslavos y por su lealtad
parcial a las autoridades croatas, las nuevas autoridades comunistas yugoslavas
tomaron medidas contra la totalidad del grupo, nuevamente reunido, medidas que
podemos considerar, a justo título, como un verdadero exterminio. Expropiación,
encarcelamientos, torturas, fusilamientos y expulsión del país fueron las
medidas que redujeron el número de más de 500.000 alemanes antes de la guerra a
sólo 56.000. Jure Kastelan, activo partidario de Tito durante la guerra y poeta
guerrillero, califica orgullosamente ese exterminio como el triunfo de
"liberación".
Numerosos testimonios, depuestos por los
refugiados de distintas profesiones y edades, completan el pavoroso drama,
vivido por la minoría étnica alemana después de varios siglos de radicación en
aquella región, aportando su aplicación, saber, laboriosidad y disciplina, al
desarrollo de aquella zona, que no siempre ofrecía las mismas virtudes. A la
documentación del libro nada deseamos ni podemos añadir.
Queremos, sin embargo, formular algunas
observaciones marginales. El libro, al referirse a Croacia, lo hace siempre con
comillas, cuando cita su denominación oficial de entonces: Estado Independiente
de Croacia. Las comillas podrían interpretarse como cierta valoración, una determinada
subestimación del caso croata. Pero el grupo étnico alemán, por lo menos,
radicado en Croacia, debería saber, y lo sabe bien, que el pueblo croata estaba
unánimemente en favor de la independencia y por la soberanía nacional. Si, a
pesar de todo, ni la realidad misma, ni los dos atributos alcanzaron su brillo
natural y deseado, una parte no despreciable de la culpa recae también sobre
sus aliados alemanes.
La segunda observación es ésta: El régimen de
Belgrado, a pesar del exterminio del grupo alemán y de la total incautación de
sus bienes, de valor muy elevado, exige hoy del gobierno federal de Bonn, el
pago por varios centenares de millones de dólares en concepto de reparaciones.
Creemos que este reclamo de Belgrado es infundado e injusto. La mayor parte de
las devastaciones en el territorio yugoslavo durante la guerra, fue causada por
los comunistas de Tito. Por lo tanto, va contra las normas elementales del
derecho exigir el pago a otros por daños que cometieron los comunistas que
ahora piden indemnizaciones.
Además, las regiones de Srijem, Banat,
Baranja y Backa nunca fueron territorio de Serbia. Ni histórica ni étnicamente.
Gracias a las "compensaciones" de guerra de 1914-1918, Belgrado las
anexó y después de la segunda guerra mundial reafirmó su "derecho",
que es evidente el derecho ocasionalmente del más fuerte. Las estadísticas de
Belgrado testimonian irrefutablemente que los serbios constituían y constituyen
una minoría en aquellas regiones, a las que llegaron, solicitando hospitalidad,
después de sus infructuosas insurrecciones contra los turcos. Aun sumando el
número de los croatas de aquella zona al de los serbios, los
"yugoslavos" quedarían en minoría. Pero los croatas nunca aceptaron
libremente la unión con la que los serbios pretenden adquirir el derecho del
titular político de la "nación yugoslava". Por fin, ¿qué da derecho a
los serbios a exterminar a los alemanes radicados en el suelo nacional croata?
La convivencia secular de este grupo con los croatas resultó fructífera en todo
sentido. Los prohombres croatas Ritter-Vitezovic, Strossmayer, Stadler, Bauer,
Zimmermann y tantos otros comprueban esta simbiosis. Este derecho los serbios
se lo arrogan otra vez por la violencia bélica, triunfante por otros en favor
de ellos. Creemos oportuno recordar, por último, a aquellos "titulares
yugoslavos", que Napoleón dijo -por cierto demasiado tarde- que la fuerza
y el derecho, lo impresionaban más que todo en el mundo, pero que al final de
cuentas, el derecho lleva la victoria sobre la fuerza.
RESEÑA DE LIBROS
United States Government Printing Office: Documents on
German Foreign Policy 1918-1945
Ángel Belic,
Buenos Aires
(Washington, 1962, Vol. XII, The War Years, February
1º - June 22, 1941, pp. 1109).
Este tomo de los documentos diplomáticos
alemanes abarca el período en que Alemania alcanzó su máximo poder. Ya habían
transcurrido ocho meses desde la firma del armisticio con la Francia de Vichy,
y con Rusia las relaciones se desenvolvían en el marco del Pacto de no agresión
y de un intercambio económico muy intenso. Los Estados Unidos estaban todavía
alejados de la guerra. Alemania, además de 50 divisiones apostadas en Francia,
contaba en ese momento con 200 divisiones disponibles (Hitler lo manifestó al
ministro húngaro Sztojay el 28/3/1941, p. 371).
En el presente tomo y por orden cronológico
se transcriben, en traducción textual, telegramas del ministerio de relaciones
exteriores de Alemania a sus representantes en el exterior y viceversa, luego
minutas detalladas de las conversaciones de Hitler, Ribbentropp y otros altos
funcionarios alemanes con los representantes políticos extranjeros; acta de las
reuniones de Hitler sobre los aprestos y la conducción de la guerra. El libro
contiene una lista analítica de los documentos, discriminados según los países
involucrados, de modo que su consulta y estudio resultan muy cómodos.
Todo ello constituye material auténtico para
historiar el proceso de la política exterior del Tercer Reich y también para la
historia de otros Estados que a la sazón estaban en contacto con Alemania.
Ciertos políticos responsables presentaban esos vínculos de modo distinto del
que surge de los documentos publicados en el presente tomo.
A dicho período pertenecen también las
relaciones críticas germano-yugoslavas, muy amistosas en febrero-marzo de 1941,
robustecidas por un amplio intercambio y cooperación comercial, culminando con
la adhesión de Yugoslavia al Pacto Tripartito el 25 de marzo de 1941. Dos días
después se produjo el vuelco a raíz del putsch en Belgrado. Las
relaciones se tornan inamistosas y la guerra relámpago contra Yugoslavia,
iniciada el 6 de abril, termina en pocos días con la desintegración del país.
Los croatas se alzan y proclaman su independencia nacional de Serbia, ocupada
por los alemanes, como país vencido.
El hecho de que el alzamiento nacional de los
croatas coincidiera con dichos acontecimientos no disminuye el valor de su
larga lucha por la autodeterminación nacional. Los serbios, empero, se aferran
a este hecho circunstancial, esforzándose por persuadir a todos que no fue el
pueblo croata quien quiso su independencia nacional, sino únicamente las
potencias del Eje.
Los documentos referidos comprueban a todas
luces lo contrario. Hitler, antes de producirse el golpe de Estado en Belgrado,
el 27/3/41, no pensó destruir a Yugoslavia. Efectivamente, de todos los
documentos se colige que deseaba fervientemente que Yugoslavia permaneciese
como un Estado unitario. En el acta correspondiente a la reunión de Hitler en Berghof,
el 14 de febrero de 1941, con D. Cvetkovic, primer ministro yugoslavo, figuran
estas palabras de Hitler (p. 90): "La política alemana hacia Yugoslavia,
incluso la de sus predecesores, siempre fue la misma, en razón de que no
existieron diferencias políticas de ninguna índole entre los dos países.
Alemania consideró a Yugoslavia como socio comercial que proporcionó mercado
para las exportaciones germanas. Alemania exportaba sus productos elaborados a
Yugoslavia; a la vez fue importador de los artículos yugoslavos, alimentos y
materias primas y en lo futuro brindará cada vez mayor mercado a Yugoslavia.
Esto tiene importancia decisiva".
En el telegrama de Ribbentropp del 7/3/1941 a
la legación alemana en Belgrado (p. 231), respecto del encuentro secreto entre
el príncipe Pablo y Hitler, hay este párrafo: "El Führer subrayó el
interés de Yugoslavia en adherir al Pacto Tripartito, pues tendría por socio a
Alemania, a la vez garante de su territorio presente y futuro. Además, no
esperamos de Yugoslavia otra cosa sino su adhesión al Pacto Tripartito;
especialmente no esperamos su participación en la guerra. Procuraremos que
Salónica, finalizada la guerra, pertenezca a Yugoslavia".
En el memorial que registra la conversación
de Hitler con Cvetkovic después de adherir Yugoslavia al Pacto Tripartito, el
25/3/1941, se lee lo siguiente (p. 355): "El Führer destacó durante la
conversación que siempre fue un amigo sincero y honrado de Yugoslavia. Dio
seguridades a Cvetkovic, de que, en caso de que Yugoslavia se hallase en una
situación precaria o creyera que tiene razones de quejarse, siempre encontrará
en el Führer un amigo, mediador y abogado honrado y leal".
Tales declaraciones fueron formuladas antes
de la guerra con Yugoslavia. Durante la guerra, constituido ya el Estado
Independiente de Croacia, se reúnen el doctor Ante Pavelic, jefe del Estado
croata, y Hitler en Berghof, el 7/6/1941. Hitler en esta ocasión, sin
incomodarse, repite su tesis sobre Yugoslavia (p. 977): "Los recientes
acontecimientos (se refiere a la guerra con Yugoslavia en el mes de abril de
1941) han hecho de él (Hitler) instrumento no intencional de la liberación de
Croacia, pues no pensaba de modo alguno tomar acciones contra
Yugoslavia".
De las declaraciones citadas es obvio que la
restauración del Estado croata no figuraba en los planes del Tercer Reich
alemán, como tratan de presentarlo los adversarios de la independencia de
Croacia con el propósito de aminorar el carácter plebiscitario del
levantamiento nacional croata. La verdad es que este levantamiento en forma
revolucionaria fue la expresión genuina de la aspiración nacional a la
autodeterminación, manifestada por el pueblo croata durante 23 años de la
existencia de la Yugoslavia monárquica en todos los comicios y en otras
exteriorizaciones multitudinarias.
RESEÑA DE LIBROS
J. B. Hoptner:
Yugoslavia in crisis - 1934-1941
Milan Blazekovic, Buenos Aires
(Nueva York,
Columbia University Press, 1962, pp. XV, 328).
El libro "Yugoslavia en la crisis 1934
-1941", de J. B. Hoptner, constituye quizás la primera tentativa de un
historiador extranjero de poner en tela de juicio, en base a la realidad
política interna y externa de Yugoslavia en dicho período, la validez del
juicio de Churchill de que con el golpe de Estado, en Belgrado, del 27 de marzo
de 1941, Yugoslavia "había encontrado su alma", como así también de
la opinión de Churchill en aquel entonces de que dicho golpe fue consecuencia
de la cólera popular "por la traición del país debido a la debilidad de
sus gobernantes". En opinión de Hoptner, este juicio de Churchill se
refleja en todas las interpretaciones posteriores de la política exterior de la
Yugoslavia de la preguerra. Por lo tanto, el objeto principal del autor es
examinar las tentativas de un pequeño Estado para ajustar su posición a la
fuerza superior de sus dos vecinos (Alemania e Italia), en un tiempo en que sus
dos aliados (Francia e Inglaterra) primero no estaban dispuestos y luego no se
encontraban en condiciones de proporcionarle una ayuda más concreta que un
consejo; además, y relacionado con todo ello, el autor se propuso exponer el
empeño de un Estado multinacional, sujeto a manipulaciones y presiones de todas
partes, en mantener la paz interna. El autor trazó así el esquema de la obra y
reveló su posición básica respecto a los principales actores políticos
(Stojadinovic, Cvetkovic, el príncipe Pablo y el general Simovic), es decir, su
rehabilitación política a la luz de la experiencia de que "una pequeña
potencia debe continuamente ir ajustando sus velas a los vientos en pugna que
levantan las grandes potencias", y que en los momentos de crisis no se le
permite a un pequeño Estado mantenerse apartado, o sea, que "las grandes
potencias en guerra no conceden a un Estado pequeño el lujo de la neutralidad,
o del razonamiento independiente". (p. 299)
En los capítulos "Raíces en la
Crisis" (12-21), "Yugoslavia en el orden europeo, 1934-1937"
(22-60), "Acuerdos de neutralidad" (94-108) y "El Anschluss y
después" (109-135), el autor presenta la política exterior de Yugoslavia
desde su creación hasta la caída de Stojadinovic, ocurrida a principios de
febrero de 1939, haciéndolo en base a la correspondencia diplomática yugoslava
hasta el presente inédita y de las publicaciones oficiales de documentos
franceses, ingleses, italianos y americanos, y numerosos otros memoriales.
Después de un breve análisis inicial de las relaciones serbocroatas y sus
conceptos divergentes respecto al orden interno de Yugoslavia, el autor se
aboca a una detenida descripción de la política exterior de las grandes
potencias y de su influencia sobre la política exterior yugoslava, que a
principios del año 1937 logró su máximo éxito. Por entonces, Stojadinovic había
concertado con Italia un entendimiento político de cinco años de duración,
asegurando, entre otras cosas, la inviolabilidad de las fronteras de Yugoslavia
y la prohibición de la actividad de la organización revolucionaria croata
"Ustasa". Con ese entendimiento, Stojadinovic realizó un viejo deseo
de Francia e Inglaterra, que desde años atrás trataban de alistar a Italia como
aliada contra Alemania, necesitando a tal fin relaciones amistosas entre Italia
y Yugoslavia. Sin embargo, mientras Francia e Inglaterra, como así también las
demás democracias, descuidaban el factor económico en la política internacional,
Yugoslavia volvió a depender más y más del mercado alemán para sus productos de
exportación. Por el año 1938, el comercio con Alemania se hizo parte
constitutiva de la economía yugoslava. Con el Pacto de Munich, empero, finalizó
un período de la historia internacional, y a Yugoslavia, a partir del Anschluss
le importaba más su seguridad que su lealtad al sistema de las alianzas
aparentemente inmutable. La neutralidad se hizo base de la política exterior de
Yugoslavia desde Stojadinovic, a través de Cvetkovic, hasta Simovic, lo que
Hoptner considera una política lógica y positiva por contribuir al
mantenimiento del Estado yugoslavo y de sus aliados en el sistema francés de
seguridad.
En la política interna, empero, Stojadinovic
no podía apuntar el mismo éxito. "Evidentemente bajo el influjo de sus
triunfos como ministro del exterior, él -al parecer- quiso subestimar, hasta
esquivar el problema interno, el problema croata", dice Hoptner. El
resultado de los comicios de 1938, las "ambiciones autoritarias" de
Stojadinovic, y en mayor grado su negativa a reconocer la necesidad de
satisfacer a los croatas en la nueva situación, llevaron a su caída y a la
formación de un nuevo gobierno encabezado por Dragisa Cvetkovic.
En los capítulos "Sobre la cuerda
tensa" (136-169), "Fin de la neutralidad" (170-201), "Viaje
a Viena" (202-243), "Intermezzo" (244-246) y "Yugoslavia
entra en la guerra" (247-292), Hoptner describe de manera vivaz y
dramática las negociaciones con el doctor Vladko Macek, líder croata, la firma del
avenimiento entre Macek y el gobierno yugoslavo, la creación de la Banovina
Hrvatska (banatus de Croacia), la adhesión de Yugoslavia al Pacto
Tripartito, el golpe de Estado en Belgrado del 27/3/1941 y la subsiguiente
derrota y desintegración de Yugoslavia.
En esta parte del libro, más que en las ya
reseñadas, el autor, además de las fuentes ya mencionadas, hace uso de los
datos e informaciones que le proporcionaron verbalmente o por escrito los
principales actores de los sucesos relatados.
En estos capítulos más que en los primeros,
resalta la interdependencia de los problemas de orden político interno y de las
influencias e intereses externos. El autor destaca muy acertadamente que
"el sueño croata de la independencia" no era privilegio de los
"ultranacionalistas" croatas -Ustasa-, sino que los diputados croatas
en su reunión en Zagreb, el 15 de enero de 1939, votaron una resolución,
advirtiendo a las potencias occidentales sobre la imposibilidad de la
concepción yugoslava acerca del Estado común entre los croatas y los serbios, y
declarando nulos todos los actos del gobierno de Belgrado, especialmente los
pactos con las potencias extranjeras. Asimismo destaca Hoptner la negativa de
Göring a recibir a los representantes de Macek, derivándolos a Italia, por
pertenecer "Yugoslavia a la zona de influencia italiana", y acota sus
instrucciones a las representaciones diplomáticas alemanas en el sentido de
evitar contactos con las organizaciones croatas.
Aunque Hoptner no menciona la declaración que
el Dr. Macek dio al corresponsal de la Associated Press el 21/3/1939, ("La
question croate doit être résolue rapidement et l'on doit comprendere qu'il
serait à peu près indifférent aux Croates qu'elle soit mise à l'ordre du jour
par Roosevelt ou par Hitler". - Revue Politique et Parlementaire, Paris,
Sept./Oct- 1930, p. 73), su relato de las negociaciones Macek-Cvetkovic, como
así de la política de Cvetkovic en general, es un inventario de hasta ahora
poco conocidos detalles políticos, un ejemplo de claridad expositiva y
testimonio de la objetividad histórica al alcance de un historiador extranjero
expuesto a toda suerte de impresiones y juicios personales, obtenidos durante
el intercambio de opiniones con distintos factores políticos de la época.
Con mucha intuición y conocimiento del tema,
el autor narra las dificultades de Cvetkovic para crear una coalición activa de
todos los partidos políticos serbios por un lado, y por el otro la actitud
negativa de Churchill, Roosevelt, Hitler y Mussolini, y hasta de la Unión Soviética,
respecto a la neutralidad de Yugoslavia. Mientras el Eje insistía en la
adhesión al Pacto Tripartito, prometiendo a Salónica en compensación y otras
garantías, el servicio secreto británico, SOE, de Hugh Dalton, preparaba el
terreno en Belgrado para tal eventualidad; las reservas de oro se trasladan en
mayo de 1939 a Gran Bretaña; los Estados Unidos de América presionan al
príncipe Pablo y al gobierno a no ir más allá del pacto de no agresión. Aunque
falló la misión del coronel americano William Donovan, ella tuvo su efecto
psicológico: muchos creían en Belgrado que Donovan prometió ayuda tan pronto
Yugoslavia atacase a los italianos en Grecia. A pesar del entendimiento
Macek-Cvetkovic, el país y la opinión pública seguían divididos en lo concerniente
a la política interior y exterior del gobierno. Mientras ciertos círculos
serbios, como ser el patriarca de la Iglesia ortodoxa, los jefes de los
partidos serbios de oposición y algunos grupos militares serbios clamaban por
la guerra contra el Eje a despecho de la completa falta de preparación militar,
el hondo silencio de los croatas y los eslovenos marcaba el total desacuerdo
con cualquier política capaz de abrir el paso a los ejércitos del Eje hacia
Croacia y Eslovenia. Recibidas las garantías para la integridad territorial y
las promesas para la salida de Yugoslavia al Mar Egeo, y superada la crisis del
gobierno, reemplazando a dos ministros serbios por otros dos serbios, el 25 de
marzo de 1941 Cvetkovic y Cincar-Markovic adhirieron en Viena al Pacto Tripartito.
El golpe de Estado del 27/3/1941, obra de un
grupo de militares serbios apoyados por el Club Serbio de Cultura, encabezado
por el profesor Slobodan Jovanovic, perdió en el acto todo su alcance exterior.
Simovic, nuestro primer ministro, al igual que Cvetkovic, rehusó acudir en
ayuda de los ingleses en Grecia. Él también quiso seguir la política anterior
de neutralidad y de adhesión al Pacto Tripartito. La muchedumbre salió a las
calles de Belgrado para aclamar el nuevo gobierno, en la creencia de que
renunciaría al Pacto. Lo mismo creyó también Hitler; él, que nunca tuvo el
propósito serio de atacar a Yugoslavia, tuvo que improvisar ahora nuevos planes
estratégicos, concluye el autor, citando varias fuentes al respecto.
La política yugoslava de neutralidad tuvo
éxito mientras existió el equilibrio de las fuerzas en los Balcanes. El
malogrado ataque italiano contra Grecia provocó la intervención de Inglaterra y
la de Alemania a favor de Italia, lo que imponía a Yugoslavia el paulatino
abandono de la estricta política de neutralidad. Según el autor, los Aliados no
mostraron hacia Yugoslavia la misma paciencia y discreción diplomática puesta
de manifiesto en el caso de Suecia, que en condiciones análogas firmó un
convenio con Alemania, permitiendo el tránsito de transportes militares
alemanes a través de su territorio.
Resumiendo los resultados de sus
indagaciones, el autor concluye el último capítulo de su libro -"En
retrospectiva"-, afirmando que con el golpe del 27 de marzo la suerte
política de Yugoslavia fue puesta en movimiento, iniciando un proceso que
encontrará su solución años más tarde con poco crédito para el juicio político
de las democracias occidentales y con poca inquietud por la tranquilidad de su
conciencia política.
Aunque el autor escribe sobre Yugoslavia y
sus gobernantes con la simpatía puesto que a través de un detenido estudio del
tema durante una década llegó a encariñarse con el objeto de su estudio, al
punto de no encontrarle la alternativa, el lector versado en la materia debe
reconocer la absoluta objetividad científica del autor en la exposición de los
problemas políticos que desgarraban a Yugoslavia en el orden interno. Sin
embargo, los problemas así presentados imponen preguntar sobre la razón de ser
de una comunidad estatal multinacional, que en la primera prueba seria en el
plano internacional no pudo sobrevivir, es decir, ni siquiera pudo enfrentar la
crisis con la actitud unánime de sus componentes. El ejemplo aludido de Suecia,
país homogéneo en lo nacional, es más que elocuente. Pues el Estado que trata
de solucionar su problema nacional con arreglos interestatales (Tratado
político ítalo-yugoslavo del 25/3/1937), o le busca una solución viable recién
cuando la crisis internacional amenaza en convertirse en la guerra inevitable
(Entendimiento Cvetkovic-Macek del 26/8/1939), la existencia de tal Estado
carece de fundamento democrático. Los principales factores políticos y los dramatis
personae de la crisis fueron los serbios, cuyos intereses nacionales
coinciden con el interés del Estado yugoslavo, tan identificados que un
observador foráneo no advierte el móvil nacional serbio. El interés nacional
croata, que en Yugoslavia no pudo manifestarse sino como oposición, la opinión
pública mundial tiende a calificarlo generalmente como un separatismo
antipático, a despecho del consagrado derecho de autodeterminación nacional.
Siendo el interés nacional serbio congruente con el de Yugoslavia y
representado por ella, resulta incorrecto hacer uso del término
"yugoslavos" en lugar de "serbios", pues ellos siempre
tuvieron el dominio absoluto en el ejército en la política exterior del país.
Hay que reconocer, sin embargo, que tal diferenciación de términos es de cierta
dificultad para todo historiador que trata sobre un determinado período
histórico desde el punto de vista estatal, y no nacional, entrañando estas dos
nociones un significado especial en un Estado plurinacional. La mencionada
dificultad, empero, no es excusa en cuanto al período concreto de la preparación
y la ejecución del golpe del Estado del 27/3/1941, puesto que lo realizaron
pura y exclusivamente los serbios en su propio interés, sea nacional o
particular. Por otro lado, la equiparación de los elementos golpistas con
Cvetkovic y el príncipe Pablo referente a la responsabilidad o la
irresponsabilidad por la suerte final de Yugoslavia, imputándola sólo a los grandes potencias, no parece justa ni tampoco
históricamente sostenible. Poniendo en el mismo plano a ambos grupos políticos
en lo que concierne a su responsabilidad, el autor ya no tiene asidero para
responsabilizar a las grandes potencias, las que, sin el golpe de Estado, no
hubieran podido arrastrar a Yugoslavia a la guerra.
Refiriéndose a la situación vigente en la
Yugoslavia de posguerra, Hoptner expresa en la introducción que el pueblo se
halla actualmente en un proceso de acomodación a su sistema social y económico
ajeno, que esta vez no ha sido impuesto de afuera, sino por la gente misma en
Yugoslavia. Es de esperar que el autor -quien según la información de la
editorial, está preparando el segundo tomo que se ocupará de la actividad del
gobierno yugoslavo en el exilio- llegará a la conclusión de que aquellas mismas
potencias y los mismos intereses que empujaron a los golpistas, esta vez
apoyaron a los comunistas, quienes sin dicha ayuda jamás hubiesen podido
apoderarse del gobierno.
Es históricamente insostenible la aseveración
del autor, en la página 7, de que a Stjepan Radic y a otros cuatro diputados
croatas los ultimó a balazos en el parlamento de Belgrado un diputado del
partido radical de Montenegro "a quien Radic ofendió gravemente".
Pues, si la ofensa, como lo sostenía la defensa del asesino, ha sido el
verdadero móvil, el supuesto ofensor ha sido el diputado Pernar, no Radic. El
asesinato de Radic, de acuerdo con todos los indicios del caso, no fue mera
casualidad. Como hecho que ha motivado un cambio de orden constitucional del
país, merecería un análisis más exhaustivo de las razones que motivaron la
violenta muerta de Radic. Es cierto que las memorias de Ivan Mestrovic, que dan
cuenta al respecto, fueron publicadas demasiado tarde como para servir al autor
de referencia, mientras que Svetozar Pribicevic y su obra "La dictadure du
roi Alexandre" no parece al autor fuente fidedigna, pues no figura ni en
el índice de personas, ni en la bibliografía de la obra de Hoptner.
Resulta también exagerada la apreciación en
la pág. 26 de que la muerte del rey Alejandro tuvo un evidente efecto
unificativo, dado que el pueblo cerró sus filas frente al peligro del exterior.
En realidad, las exteriorizaciones del duelo popular en las regiones no serbias
fueron obra del ministerio del interior de Belgrado. El peligro del exterior en
1934 fue mucho mejor que en 1941, pues ni siquiera unió a todos los serbios, y
menos aún a las demás nacionalidades del país.
A pesar de estas y otras observaciones
generales y específicas en esta reseña se hubieran podido enumerar, a saber la
omisión del autor de refrendar por otras fuentes algunas referencias personales
sobre distintos protagonistas de los acontecimientos, el libro de Hoptner
constituye una de las obras más informativas sobre el último periodo de la
Yugoslavia monárquica.
RESEÑA DE LIBROS
Dr. Milan
Stojadinovic: Ni la guerra ni el pacto
Ivo Bogdan, Buenos Aires
(en
serbio; Ed. "El Economista", Buenos Aires, 1963, pp. 764)
El autor de este voluminoso libro de memorias
Ni rat ni pakt -cuyo subtítulo reza "Yugoslavia entre las dos
guerras"- era en dicho período un destacado político serbio: miembro directivo
del Partido Radical serbio, por los años 1920 ministro de finanzas en los
gobiernos de Nikola Pasic y de 1935-1939 primer ministro con retención de la
cartera de asuntos exteriores. Es interesante acotar aquí que el subsecretario
de ese ministerio fue el novelista, premio Nobel de literatura, Ivo Andric.
Stojadinovic fue derrocado en 1939 a causa de sus veleidades de Führer y
en 1941, en vísperas de la invasión alemana a los Balcanes, el gobierno
Cvetkovic-Macek lo entregó a las autoridades militares británicas en Salónica.
De allí fue trasladado a la isla Mauritius donde permaneció confinado hasta
1946. Luego se radicó en Buenos Aires, aprovechando sus vinculaciones italianas
como ex admirador y amigo de Ciano y Mussolini. Fundó el semanario "El
Economista". Falleció en Buenos Aires en 1961.
Ese libros de memorias "Ni la guerra ni
el pacto" consta de 87 capítulos de índice de nombres y de un breve
prefacio de los editores, lo que, a todas luces, modificaron el texto original.
Stojadinovic describe primero con bastantes
detalles sus estudios, su carrera administrativa y su aparición en la vida
política y luego su actuación pública, lo que constituye una interesante
descripción de la sociedad serbia. Todo su relato está hilvanado con
referencias a las situaciones imperantes y a personajes. Pero refleja, en la
mayoría de los casos, la actitud subjetiva de un político ambicioso y
hondamente resentido, que sin esperarlo, fue derribado en el mismo momento en
que se sentía omnipotente y se aprestaba a erigirse en el Führer
yugoslavo. En su exasperación, con frecuencia excede los límites del buen
gusto. De ahí que la lectura de ese libro desagrade por egotismo del autor,
además de ser escrito en un estilo engorroso y con falsas pretensiones de
brillantez. No obstante, el material expuesto es muy apropiado para el estudio
de la idiosincrasia de un típico político serbio entre las dos guerras, de la
sociedad en que actuó y se encumbró. Pese al muy mediocre valor literario de
este libro, escrito con parcialidad, imbuido de espíritu chovinista granserbio,
por lo menos facilita la comprensión del conflicto serbo-croata. Es digno de
cierto interés también por cuanto los políticos contemporáneos del autor no
escribieron sus memorias políticas.
Stojadinovic, desde una altura imaginativa y
con insolente presunción, se refiere a sus contemporáneos, rozando a veces el
nivel de la crónica escandalosa. Con cierta objetividad trata únicamente a
Nikola Pasic, estadista serbio quien introdujo al ruedo político al joven y
ambicioso experto en finanzas. Stojadinovic se unió íntimamente a Pasic
convencido de poder realizar con más facilidad sus ambiciones políticas a la
sombra del todopoderoso jefe del Partido Radical. En efecto, Pasic, como
exponente, o sea agente, de la Rusia zarista, llegó a ser el hombre fuerte en
Serbia, tras el horrendo asesinato de los Obrenovic (1903), protegidos de
Austria, cuando fue entronizado el rey Pedro I Karageorgevic, protegido de
Rusia. Pedro I, un soberano débil, toleraba la omnipotencia de su primer
ministro, lo que para el exterior se presentaba como la democracia
parlamentaria serbia antes de la primera guerra mundial. Esa situación cambió
cuando el rey Pedro nombró regente a su hijo menor Alejandro. (Su hijo mayor,
Jorge, fue declarado mentalmente insano y luego internado en un instituto de
alienados, del que lo liberaron las fuerzas de ocupación alemanas y más tarde
los comunistas se aprovecharon de él en su propaganda). Alejandro, educado en
la Rusia zarista y fiel a las tradiciones autocráticas rusas y serbias de
proveniencia bizantina, trató desde el comienzo de eliminar la influencia de
los partidos serbios y hasta del grupo de oficiales conspiradores que habían
liquidado a los Obrenovic y entronizado a los Karageorgevic. En 1914, hace exactamente
50 años, organizaron, con el conocimiento de Alejandro, el atentado de
Sarajevo. Había que eliminar a Francisco Ferdinando, heredero del Imperio
Austro-húngaro, considerado un adversario peligroso de Serbia, porque se le
atribuía el proyecto de otorgar a los croatas y los serbios un status
igual al de los húngaros (el trialismo), eliminando de esa manera las causas de
la agitación nacionalista de los conspiradores serbios que perseguían el
desmembramiento de la monarquía danubiana. Mediante intrigas y máxime con el
montado proceso de Salónica y el fusilamiento del jefe de la conspiración, Apis
Dimitrijevic, Alejandro logró hacer del ejército serbio su instrumento dócil y
luego restringió paulatinamente el poder de Pasic hasta su total eliminación, reemplazándolo
por políticos sumisos y manejables.
Parece que Stojadinovic no supo a tiempo
desligarse de Pasic, y con su caída permaneció relegado hasta la muerte del rey
Alejandro, ocurrida en 1934. Stojadinovic relata in extenso los sucesos
que condujeron a la caída de Pasic. Censura a los adversarios de éste y los
suyos, incluso al mismo rey Alejandro. Stojadinovic luego considerará que el
mayor impedimento a sus ambiciones y afanes fue la lucha de los croatas contra
la hegemonía serbia, por la igualdad nacional y las libertades democráticas.
Por eso se muestras extremadamente parcial y engreído cuando habla de la
política y los políticos croatas en general. A ese factor personal huelga
agregar su posición de chovinista granserbio. Como tal consideraba normal,
prescindiendo del derecho de autodeterminación nacional, la inclusión de
Croacia en condición de inferioridad en un Estado en el que Serbia ejercía la
hegemonía, pese a que representaba apenas la cuarta parte del territorio y la
población total de Yugoslavia. La Serbia, además, era relativamente atrasada en
comparación con los territorios anexados que antes integraban Austria-Hungría,
mucho más adelantados en lo administrativo, económico, social y cultural en
general. Stojadinovic no simpatiza con los croatas, pues aunque se hallaban en
situación subordinada, siempre tuvieron bastantes fuerzas para molestar a Pasic
y luego a Stojadinovic.
Alejandro, por su parte, en lugar de ser
árbitro, aprovechó la tensión surgida de la oposición croata para desplazar a
Pasic, llevar al poder a sus personeros y luego para organizar el atentado
contra los representantes croatas en el parlamento. La víctima del atentado fue
Esteban Radic, indiscutible líder de la oposición croata, "rey sin corona
de Croacia".
Stojadinovic narra todos esos hechos desde el
punto de vista personal. Critica también al Rey-dictador, pero no comprende o
no quiere reconocer que la evolución política que desembocó en la dictadura
personal del monarca concordaba con la tradición política de Serbia. Pese a la
leyenda hábilmente sostenida sobre la democracia serbia bajo el cetro de Pedro
I Karageorgevic, inventada para consumo de los croatas y los protectores
occidentales de Serbia, Alejandro en su lucha por el poder absoluto seguía la
línea de la tradición serbia de un gobierno autocrático de tipo oriental. El
rey era dueño de la situación aun antes de implantar la dictadura en 1929 y
mientras regía el sistema seudodemocrático de acuerdo con la constitución de
1921. Ni con ese sistema ningún gobierno fue derrocado en el parlamento. Los
gobiernos cambiaban por orden y voluntad de la corte real. Para lograr la
mayoría parlamentaria bastaba que un político serbio recibiese el mandato de
formar un gobierno electoral, pues tales gobiernos indefectiblemente obtenían
la mayoría. En parte, porque Serbia por principio vota por los candidatos
oficiales y en parte porque las numerosas minorías nacionales -la macedonia, la
albanesa, la turca, la húngara, la alemana y la rumana- corrían el riesgo
persecuciones, de modo que los candidatos oficiales fueron a veces proclamados
electos sin que se realizara el acto formal de los comicios. Únicamente los
croatas ofrecieron una oposición efectiva.
Stojadinovic no puede aprobar públicamente el
asesinato de Radic en el recinto del parlamento y la circunstancia de que
Alejandro aprovechó ese crimen como pretexto para implantar su dictadura en
lugar de dar debida satisfacción a los croatas por la muerte violenta de su
líder. Tampoco pudo tomar parte activa en el régimen dictatorial instaurado por
haberse comprometido con Pasic. No obstante, hasta el final guardó rencor a
Radic, por considerarlo uno del los culpables del derrocamiento de Pasic.
Punisa Racic, diputado del Partido Radical serbio y asesino de Radic, fue
"elegido" junto con Stojadinovic, en la misma lista, en Montenegro.
Stojadinovic alega que cuando ocurrió el asesinato, él se hallaba en París,
participando de las reuniones de la Unión Parlamentaria, en la que debió tomar
parte también Radic, a lo que él se había opuesto. Con ello Stojadinovic
indirectamente confirma los cargos de varios autores incriminándole complicidad
en los preparativos del atentado y que con ese propósito se opuso a que Radic
se trasladara a París. Hay pruebas de que Stojadinovic, siendo más tarde primer
ministro, daba ayuda financiera al asesino de Radic. Claro, sobre ese punto
guarda absoluto silencio en su libro.
Stojadinovic, igual que los demás políticos
granserbios, no comprende la gravedad de los sucesos que desembocaron en el
asesinato de Radic y en la implantación de la dictadura del Rey Alejandro, que
en nombre de la unión estatal y nacional negaba no sólo la individualidad
estatal de Croacia, un hecho continuo por más de un milenio y hasta 1918, sino
que decretó la inexistencia del pueblo croata como ente étnico. El rey serbio,
respaldado por el ejército, la Iglesia nacional serbia y los corrompidos
partidos políticos serbios, borró por decreto del título del Estado el nombre
croata (hasta entonces Yugoslava se llamaba Reino de los Serbios, Croatas y
Eslovenos) y prohibió la bandera y símbolos nacionales de Croacia. Los serbios,
en cambio, conservaron su Iglesia nacional y su bandera, su tradición militar y
estatal, por cuanto el Reino de Yugoslavia era el equivalente de Granserbia.
Stojadinovic, como chovinista granserbio, no
puede o no quiere apreciar correctamente ni la oposición croata al régimen
dictatorial, pues esa oposición perseguía la concreción del derecho de la
autodeterminación nacional y la restauración del Estado croata, desvinculado de
Serbia. En esos años descartó la idea yugoslava incluso el puñado de los
croatas que nutrían ilusiones acerca de la posibilidad de un entendimiento
entre Croacia y Serbia, basado en los principios democráticos y de igualdad de
todos los pueblos integrantes de Yugoslavia.
Stojadinovic sube al poder por segunda vez
recién tras la muerte del rey dictador Alejandro. Por eso aprovecha el atentado
de Marsella en 1934, perpetrado por los nacionalistas macedonios y croatas, y
sus causas mediatas e inmediatas para criticar a los políticos del propio
partido. Sin embargo, no les culpa de la política de tiranía y opresión que
condujo al atentado contra el rey, sino de no haber cuidado debidamente al rey
dictador.
Siendo primer ministro, Stojadinovic hizo oído
sordo a las justas reclamaciones del Partido Campesino Croata para el
reconocimiento de la soberanía a Croacia, por lo menos con los alcances y
atributos que tuvo en la monarquía danubiana. Por el contrario, Stojadinovic
prosiguió con los métodos de la dictadura real y en su libro de recuerdos
insiste en la ficción de una supuesta unidad nacional yugoslava en sentido
étnico. Infructuosas resultaron todas las advertencias croatas de que semejante
unión por decreto dictatorial lleva a la guerra entre serbios y croatas y que
las tensas relaciones entre Serbia y Croacia favorecen tanto a las ambiciones
del Eje como a las actividades subversivas de los comunistas.
Siendo primer ministro, antepuso, en la
escala de valores, el mantenimiento de la hegemonía serbia por arriba de las
libertades políticas e individuales. En consecuencia no vaciló en inaugurar un
curso político enderezado contra el sistema de alianzas, elaborado por Francia,
protectora de Serbia tras la Rusia zarista. Deseando aislar a los revolucionarios
croatas, que forzosamente buscaban el apoyo de las potencias revisionistas
-lamentablemente las únicas que mostraron cierto interés por el derecho de
autodeterminación de Croacia-, Stojadinovic pasó abiertamente al lado de las
potencias del Eje. Consideró que ese abandono de aliados y benefactores de
Serbia era una jugada muy hábil contra la oposición croata. Lo que importaba
era salvar la hegemonía serbia y -desde luego- su poder personal como salvador
de la Serbia engrandecida. Para conservar las conquistas serbias a costa de los
pueblos oprimidos, que constituyen la mayoría en Yugoslavia, y para satisfacer
su ansia de poder, Stojadinovic se prestaba a introducir la dictadura tipo
fascista. Hoy lo niega para poder recalcar sus empeños en salvar la monarquía
yugoslava. Todo su libro tiende en primer lugar a demostrar que la política de
abandono de las democracias occidentales era la única vía posible para
resguardar la monarquía yugoslava bajo la hegemonía de Serbia.
Para Stojadinovic, el culpable principal de
la caída de la monarquía serbia fue el príncipe Pablo Karageorgevic, quien en
calidad de uno de tres regentes, ejerció de hacho el poder real a partir de la
muerte de Alejandro y hasta el 27 de marzo de 1941, cuando mediante el golpe de
Estado fue entronizado el menor Pedro II Karageorgevic.
En sus disquisiciones contra el príncipe
Pablo, Stojadinovic no se priva de invectivas personales. Pone en duda hasta el
origen del ex regente imputándole la intención de arrebatar la corona a su
joven pariente y que derribó a Stojadinovic, a quien había mantenido durante
cuatro años en el poder, por haberse éste opuesto a las supuestas ambiciones
del regente. En su odio al príncipe Pablo coincide Stojadinovic con sus
adversarios de la oposición serbia de entonces, quienes no pueden perdonar al
regente el haber mantenido a Stojadinovic durante cuatro años en el poder,
hasta 1939, y no haberlo entregado a ellos, tras la derrota electoral de
Stojadinovic, sino a los partidarios de una pronta avenencia con los croatas y
los eslovenos.
Stojadinovic, en realidad, cayó por haber
fracasado en su esfuerzo de quebrantar la oposición croata. En los comicios
celebrados a fines de 1938 ganó la mayoría sólo en Serbia, lo que no era
difícil dado que el voto era público. En Croacia la gran mayoría de los votos a
pesar de las persecuciones y el voto público favoreció al Partido Campesino
Croata. El Partido Esloveno y la Organización Musulmana (en Bosnia) a pesar de
sus vinculaciones con Stojadinovic lo abandonaron por ser contrarios al
centralismo. Incluso la mayoría conseguida por la fuerza en Serbia, Macedonia,
Kosovo-Metohija y Voivodina no fue tan importante para que Stojadinovic
invocara una victoria mayoritaria. Débese agregar también la influencia de
Londres y París, sobre el príncipe Pablo, molesto a causa de la política
pronazi, tanto interna como externa, de Stojadinovic. Días antes de estallar la
segunda guerra mundial, en agosto de 1939, fue firmada una avenencia tardía y
defectuosa entre el Partido Campesino Croata y el gobierno real de Belgrado. En
virtud de dicha avenencia Croacia obtuvo una autonomía limitada sobre el
territorio amputado y de carácter provisorio, sujeta a la ratificación del
parlamento yugoslavo tras el acceso al trono del rey Pedro II, entonces aún
menor.
El regente aceptó esta avenencia bajo la
presión de la situación internacional, esperando que ese acto capacitaría a Yugoslavia para una eventual resistencia a las
potencias de Eje. Era evidente que ni los croatas ni los demás pueblos oprimidos
iban a defender, en caso de guerra, un Estado que con razón consideraban su
cárcel nacional. Por eso se hicieron ciertas concesiones a los croatas.
Esta solución híbrida, como es natural, no
satisfizo a los croatas, pero lo que es menos comprensible es que no satisfizo
ni a la llamada oposición democrática serbia. Los viejos partidos serbios, en
su fondo chovinistas, desaprobaron incluso esas mínimas concesiones a los
croatas. Proclamaron que la avenencia era exagerada y nociva para Serbia. Su
agitación repercutió entre los generales, todos serbios, y en las filas de la
Iglesia nacional serbia. De acuerdo con la tradición bizantina de golpes de
estado, encabezados por los jefes militares y eclesiásticos era de esperar en
brevedad un cambio violento del gobierno. Los descontentos se abstuvieron de
actuar hasta el año 1941, pues sabían que Londres y París insistían en la
participación croata en el gabinete, ya que de otra manera sería inoperante
cualquier oposición del ejército yugoslavo a las potencias del Eje, dado que la
mayoría de los soldados no eran serbios, aunque sí todos los generales y la
gran mayoría de los oficiales. Al comienzo incluso los soviéticos favorecían al
nuevo gobierno por haber establecido las relaciones diplomáticas con Moscú con
el fin de lograr algún apoyo contra las presiones de Berlín. Sin embargo, esa
dependencia de Londres, y luego de Moscú, pronto llegó a ser su punto débil
cuando los sucesos militares tomaron un cariz fulminante y favorable a las
potencias del Eje. Derrotada Francia y en vísperas de la campaña del Este de
Hitler, el gobierno surgido de la avenencia serbia-croata y a pedido de París y
Londres tuvo que transigir con el Tercer Reich, deseoso de asegurar su flanco
derecho. Se firmó así, contra los sentimientos del gobierno y del Regente, la
adhesión de Yugoslavia al Pacto Tripartito. Este paso fue dado recién después
del informe de la jefatura militar serbia que el ejército yugoslavo no podía
ofrecer resistencia seria alguna a la máquina bélica alemana. Fue decisiva la
promesa de que el ejército no pediría el pase libre a través del territorio de
Yugoslavia y que Yugoslavia podría quedar neutral como Suecia.
Stojadinovic admite que luego de la firma del
Pacto Tripartito se produjo en Belgrado el golpe de Estado más bien por razones
de política interna. En efecto, la adhesión al Pacto Tripartito fue mero
pretexto. Los putchistas querían descartar la influencia croata y por
eso anhelaban a toda costa entenderse con Roma y Berlín.
La tesis de Stojadinovic, expresada en el
título del libro sub examen es que no hacía falta ni el pacto ni la
guerra. Únicamente él estaba en condiciones de salvar a Yugoslavia. Si no
hubiera sido derrocado y si siguiese en el poder, su influencia en Roma y en
Berlín sería tan grande -arguye Stojadinovic- que hubiera sido innecesaria la
adhesión al Pacto Tripartito. Yugoslavia permanecería fuera de las acciones
bélicas, y se hubiera salvado de la desintegración, de la guerra serbo-croata
y, por fin, de la dominación comunista.
Con esta argumentación culmina el libro de
Stojadinovic, concebido para apoyar esta tesis. El autor trata así de quedar
limpio ante la opinión pública serbia de los cargos de haber traicionado a los
viejos aliados occidentales de Yugoslavia y de que, movido por ambiciones personales,
siguió la huella de Hitler y Mussolini.
La tesis principal de Stojadinovic carece de
fundamentos sólidos. Su política pronazi no fue dictada tanto por motivos de
política exterior cuanto de la interior. Al igual que el golpe de Estado del 27
de marzo de 1941, organizado por un grupo de oficiales con apoyo de los
dignatarios eclesiásticos y políticos serbios, su política fue inspirada por
tendencias anticroatas. En ambos casos se quiso impedir la participación croata
en los asuntos estatales, o sea no renunciar a la política unitarista de los
hegemonistas serbios. Desde luego, Roma y Berlín dieron la bienvenida a la
defección de Yugoslavia del sistema de seguridad bajo el gobierno de
Stojadinovic. Ese servicio lo pagaron de buen grado, limitando la libertad de
los exiliados políticos croatas, sabiendo, además, que los líderes de la
semilegal oposición croata eran netamente democráticos.
Hitler estaba muy agradecido a Stojadinovic
por su actitud a favor de la anexión de Austria al Tercer Reich y por el
abandono de Checoslovaquia durante la crisis de los Sudetes. En la época en que
el predominio de las potencias del Eje no estaba afianzado aún, Hitler estaba
dispuesto a retribuir ese apoyo con pequeñas concesiones en detrimento de
terceros, en este caso de la resistencia croata. El Tercer Reich esgrimía el
derecho de autodeterminación únicamente cuando le favorecía y siempre lo
despojaba de su contenido democrático. Por eso Berlín accedió sin dificultad a
la política del mantenimiento incondicional del Estado multinacional que se
llama Yugoslavia, bajo la hegemonía serbia, tanto más cuanto que no tuvo que
correr riesgo alguno. Entonces Stojadinovic pudo actuar supuestamente como un
supuesto partner en igualdad de los derechos. Pero, cambiada la
situación, asegurado el predominio militar alemán de 1940-41, la relación de
fuerzas en Europa era diferente y diferentes las
reclamaciones de Hitler. En esa situación Hitler ya no quiso contentarse con
las hermosas frases de los gobernantes del Sudeste europeo. Exigió el pase de
las tropas alemanas a través de su territorio y adhesión al Pacto Tripartito.
Si Stojadinovic, promovido como Führer en un país heterogéneo en lo
nacional, cultural y nacional, como es Yugoslavia, hubiera ejercido su poder en
vísperas de la campaña hitlerista contra la Unión Soviética, es más que seguro
que a un gobierno resistido con violencia le hubiera solicitado una
participación más activa, más palpable tal vez que la adhesión al Pacto
Tripartito, exigida al gobierno derribado por el golpe de Estado del 27 de
marzo de 1941. Stojadinovic, que adhirió a la ideología del Eje, no hubiera
evitado ni el "pacto ni la guerra" como un simpatizante de las
potencias del Eje. La monarquía yugoslava ni bajo el gobierno de Stojadinovic
hubiera escapado a su destino, por tratarse de una formación política
artificial, creada contra la voluntad de los pueblos integrantes, mantenida por
la fuerza ayer por una dictadura nacionalista serbia como hoy bajo el régimen
dictatorial comunista. Todo conflicto general tiene que conducir necesariamente
a una aguda crisis de semejante Estado.
Resulta que el libro de Stojadinovic falló
totalmente respecto a su tesis principal. Sin embargo, contribuye a la mejor
comprensión de la política granserbia, nociva no sólo para los pueblos
oprimidos en Yugoslavia sino también para la misma Serbia. Además,
Stojadinovic, exasperado y resentido por las ambiciones malogradas de un
egocéntrico con ribetes patológicos, de un político balcánico sin escrúpulos
morales, publica datos y juicios que arrojan bastante luz sobre la política
granserbia. No oculta el papel de la Serbia oficial en el atentado de Sarajevo,
que califica como causa inmediata de la primera guerra mundial. Sin quererlo,
aporta pruebas acerca de la inaguantable situación de los croatas en la
monarquía yugoslava, lo que está relacionado con los sucesos posteriores que
terminaron en la dominación comunista. Las memorias de Stojadinovic revelan
cuán débiles fueron los fundamentos de la amistad serbio-francesa, tan
remanida, y en la que los serbios veía un sucedáneo
insuficiente de la tutela rusa.
Stojadinovic, defendiéndose de los reproches
de haber concertado amistad con la Italia fascista, incriminada por el atentado
de Marsella, esclarece esta cuestión, sobre la que en los países democráticos
se escribe todavía con confusión y afán sensacionalista sin el propósito de
establecer la verdad histórica. Stojadinovic sustenta la tesis de que la Italia
fascista no quería ese atentado. A Mussolini no le convenían, en efecto, mayores
complicaciones con Francia en el momento en que se preparaba para la conquista
de Etiopía; más bien procuraba atraerse el apoyo de Francia.
Stojadinovic, por resentimiento personal,
narra la crónica escandalosa de la clase dirigente serbia entre las dos guerras.
Pinta al desnudo a los gobernantes de Serbia que acarrearon gran desgracia a
los pueblos oprimidos en Yugoslavia y a la propia Serbia.
Sin proponérselo, Stojadinovic escribió un
testimonio contra Yugoslavia, Estado constituido en 1918 y restablecido en 1945
en circunstancias anormales, mediante la infracción de derechos democráticos de
autodeterminación y del principio nacional. Semejante conglomerado era y sigue
siendo un desafío al sentimiento de la justicia internacional y como tal no
puede ser un factor positivo de la paz.
RESEÑA DE LIBROS
Ludvig Vrtacic:
Einführung in den Jugoslawischen Marxismus Leninismus
F. Nevistic, Buenos Aires
("Introducción
al marxismo-leninismo yugoslavo", Ed. D. Reidel Publishing Company,
Dordrecht, Holland, 1963, pp. 288.)
Este libro representa, en realidad, sólo un
"trabajo preparatorio" de la monografía que el autor proyecta
escribir sobre el tema. Además, es una obra de la serie de investigaciones
sobre el marxismo-leninismo en los países comunistas, fuera de la Unión
Soviética. Dicha serie viene publicándose bajo el título genérico
"Soviética", patrocinada por la Fundación Rockefeller. El trabajo que
nos ocupa fue escrito por encargo del Instituto para Europa Oriental, de la
Universidad de Friburgo. Juzgando por la presente publicación, es de suponer
que el autor logrará plenamente su propósito. El libro está dividido en cuatro
capítulos: la organización, donde el autor informa sobre la estructura política
y nacional de Yugoslavia, sobre sus instituciones científicas, academias,
universidades, sociedades filosóficas, revistas, bibliografía, editoriales,
etc.; reseña de la literatura filosófica, dividida en tres grupos:
traducciones, literatura yugoslava sistemática y literatura yugoslava dedicada
a la historia de la filosofía; introducción en la bibliografía y bibliografía
misma.
Con esta introducción, el autor ha superado
la parte más ardua, para poder escribir después un libro que abarcaría todas
las características esenciales del marxismo-leninismo dentro de un campo bien
delimitado étnica y geográficamente.
Ludvig Vrtacic es completamente desconocido
para nosotros, razón por la cual no le podemos, a priori, reprochar parcialidad
alguna. Claro, en algunos elementos de su trabajo, el autor depende totalmente
de lo que le facilita el oficialismo de Belgrado, como por ejemplo, en las
estadísticas de la población donde se trata de agrandar a la población serbia y
disminuir a la croata. Así, por ejemplo, de acuerdo con los datos del Statisticki
Godisnjak (Anuario Estadístico) de 1959, una publicación anual oficialista
yugoslava, había en aquel momento 3.975.550 habitantes en Croacia, y 4.458.400
en Serbia, pero el total de los serbios en la R. S. Yugoslavia, en el mismo
tiempo ascendía a 7.065-923 y el número de croatas apenas a 3.975.550. Esta
sensible diferencia a favor de los serbios se revela como artificial,
principalmente si al número de los croatas agregamos los 998.698 musulmanes de
Bosnia y Herzegovina, que son parte integrante del pueblo croata. Para ellos,
bajo un régimen granserbio, con el secular propósito de convertir a Bosnia y
Herzegovina en provincias serbias, resulta muy peligroso declararse croatas y
como serbios no quieren definirse por no serlo. Por esta razón se han declarado
yugoslavos nacionalmente indefinidos. Nuestro autor explica, en forma
totalmente equivocada, este fenómeno, afirmando que en él se revela el deseo de
superar "el carácter multinacional del país", siendo Yugoslavia en
este sentido el país más complejo de todos los demás países comunistas después
de la Rusia Soviética. Lo que se hace por temor, evidentemente no es virtud.
Para evitar el mayor mal, los musulmanes
croatas adoptan una táctica que consideran útil, contra un mal transitorio, y
eso es todo. A decir la verdad, Vrtacic en su nota nº 4, cap. 1, dice que el
gobierno central trata de superar y eliminar a los grupos étnicos
(Volksgruppen) para crear "una cultura unitaria yugoslava", pero
reconoce que todo eso tiene sólo carácter de "apariencia" (Schein).
(Para nosotros resulta incomprensible cómo el autor de golpe habla de
Volksgruppen, si, suponemos, acepta la existencia de nacionalidades.) Luego
explica su acertada afirmación: "En realidad, las posibilidades del
desarrollo de cada una de las nacionalidades en este como también en los demás
campos, están sujetas a la política financiera del gobierno y dependen de los
órganos centrales ocupados por los serbios. Nos encontramos aquí en presencia
de una situación harto parecida a la de la Unión Soviética y, en cuanto al
fenómeno de la estructura multinacional y a sus problemas, el caso yugoslavo
supera todavía al soviético". El autor afirma también erróneamente, que la
Academia Yugoslava de Ciencias y Bellas Artes de Zagreb, fue
"prácticamente disuelta", cuando en el año 1941 se la denominó
"Academia Croata de Ciencias y Bellas Artes". Aquí el autor invoca a
M. Markert: Jugoslawien (Ost-Europa-Handbuch), Colonia-Graz, 1954,
resultándonos imposible individualizar al respecto la opinión, sea de Markert o
de nuestro autor, aun cuando nos parece que Markert defiende el punto de vista
de un simple cambio de nombre. Vrtacic subraya la ilusión del unitarismo
cultural entre las nacionalidades del conglomerado yugoslavo también en la
actualidad. El cambio de nombre Academia Yugoslava en Croata era una expresión
natural en la forma jurídica de lo que se sentía vivamente como realidad
cultural y política, dado que el contraste de cultura y de intereses entre los
croatas y los serbios tienen gran envergadura y constituye el problema central
de ese Estado multinacional, que se mantiene gracias a una dictadura
totalitaria y policial. Creemos que los errores de esta índole no afectarán la
futura labor de L. Vrtacic, ni disminuirán su valor en el sentido específico a
que se dedica.
RESEÑA DE LIBROS
Croatian Academy of America: Journal of Croatian
Studies (vol. II)
M. Blazekovic, Buenos Aires
(año
1961. Anual Review of the Croatian Academy of America, Inc. New York, N.Y., pp.
196.)
Con el segundo volumen del Journal of
Croatian Studies, la Academia Croata de América continúa cumpliendo con el
programa trazado. Mientras el primer volumen (véase Studia Croatica, Nº
2-3, 1961) contiene trabajos preferentemente de carácter histórico, este tomo
versa sobre temas de acuciante actualidad del pueblo croata en lo cultural, lo
económico y lo jurídico. Los colaboradores se valen de métodos y formas propios
a los círculos científicos del ambiente norteamericano en que viven y trabajan.
El profesor Krsto Spalatin publica un
estudio acerca de La ortografía común a los croatas, serbios y montenegrinos,
en el cual historia en primer término la evolución de la ortografía operada en
1960, sobre la base de las resoluciones de la comisión compuesta por seis
lingüistas serbios y cinco croatas. Esta comisión elaboró una ortografía común
para los croatas y los serbios, ateniéndose al dogma oficial del régimen
comunista yugoslavo sobre la "fraternidad y la unidad" de los pueblos
que integran la actual Yugoslavia. El autor pone de relieve lo complicado del
problema, ya que existen diferencias fundamentales entre los idiomas literarios
croata y serbio, dos distintos alfabetos -el latín en Croacia, y el cirílico en
Serbia- y una serie de otras diferencias, especialmente lexicográficas. El
problema particularmente difícil es el de la terminología técnica y científica.
Por todo ello, los autores de la reforma lingüística asumieron la posición de
que los serbios y los croatas tienen que mantener sus distintos alfabetos y
dialectos (los serbios el "ekavski", y los croatas el
"ijekavski"). El profesor Spalatin somete a la crítica la confusión a
que se ven expuestos los alumnos al seguir la ortografía oficial con las
variantes, serbias y croatas entremezcladas, algunas de las cuales pueden
seguir usándose. El autor destaca que no existe literatura común croata-serbia
ni tampoco idioma yugoslavo, como no existe el idioma suizo.
En opinión del autor resulta muy curioso que
las recomendaciones de la comisión lingüística fueran correctamente aplicadas
sin imposición a los croatas de las formas ajenas, por ello aumentaría el
antagonismo existente entre el sentimiento lingüístico y nacional de los
croatas y los serbios. De todos modos, se crearía una confusión en el proceso
lingüístico en detrimento de la disciplina que normalmente imponen las
ortografías normativas, las gramáticas y los diccionarios. Por cierto, es
difícil creer que será posible forzar la unidad lingüística allí donde fracasó
la unificación en lo político-nacional, por lo que los comunistas siguen
bregando desde hace veinte años, logrando con sus medios de fuerza resultados
contrarios.
El mismo tema y en el mismo sentido trata el
poeta y escritor croata Ante Nizeteo en el artículo De la lengua y la
literatura croata, con motivo de la publicación de dos libros del profesor
Ante Kadic: "Libro de lectura croata con el vocabulario" (véase Studia
Croatica, Año 1961, p. 229) y "Literatura contemporánea croata".
En un extenso artículo de 42 páginas,
titulado El déficit en el balance de pagos de Yugoslavia, 1944-1957 - Análisis
de su origen y sus efectos sobre la economía yugoslava, su autor, Josip T.
Bombelles, esclarece con 8 diagramas y 23 tablas las razones del déficit
yugoslavo, que en el período indicado alcanzó la suma de 1.517,9 millones de
dólares, según el Anuario Estadístico de las Naciones Unidas de 1958. Desde el
punto de vista científico profesional nada puede objetarse en este estudio. Sin
embargo, se debería presentar en una publicación de esta índole la
participación de Croacia en la economía del Estado multinacional yugoslavo y
demostrar que el aporte croata proporcionalmente mayor está empleado por el
gobierno central de Belgrado en perjuicio de la economía croata.
Croacia contemporánea en la federación
yugoslava: su status constitucional y su posición socioeconómica,
de Branko Peselj, es un estudio escrito con toda prolijidad científica. En base
a las fuentes oficiales el autor llega a la conclusión de que Croacia posee
ciertos atributos de soberanía dentro de la federación yugoslava, ya que la
constitución garantiza a Croacia, como también a las demás
"repúblicas", el derecho de autodeterminación y separación, y trata
de desvirtuar la "teoría de consumación", oficialmente sostenida. Es
decir, los teóricos comunistas sostienen que el derecho de autodeterminación
nacional es un derecho natural de cada nación; mas una vez realizado en el
sentido "correcto", el mismo se extingue y no puede resucitar. Por
tanto, según esta interpretación oficialista, el derecho de Croacia a la
autodeterminación nacional tiene un significado tan sólo histórico. Peselj se
opone a esta tesis y sustenta que el uso de un derecho es cuestión de hecho y
no de derecho, dado que el pueblo croata, contrariamente a lo que sostienen los
comunistas, nunca tuvo la oportunidad de hacer uso de su derecho de
autodeterminación nacional, y, por ende, nunca pudo expresar libremente si
quiere entrar en la federación yugoslava, y en caso afirmativo, en qué
condiciones. El pueblo croata ha sido obligado por los comunistas a aceptar el
hecho consumado, lo que entraña un problema de hecho y no de derecho. "No
es cuestión -dice el autor- de si el pueblo croata tiene derecho a la
autodeterminación nacional, sino únicamente cuándo, cómo y de qué manera puede
ejercer este derecho en su mayor beneficio y su mejor interés".
Analizando las características específicas de
la federación yugoslava, el autor llega a la conclusión de que sin perjudicar
su estructura jurídica formal, el poder supremo no se halla en las manos del
gobierno federal, ni en la de los gobiernos de las distintas repúblicas, sino
en las manos del Comité Central del Partido Comunista. "En el último
análisis, ello significa que el gobierno federal y los gobiernos de las
repúblicas no son sino mero instrumento del partido Comunista, mediante el cual
el partido aplica sus resoluciones y su programa". Los serbios y los
montenegrinos, empero, representan el 66% de todos los miembros del partido,
estando representados en el Comité Central y en el Comité Ejecutivo con más del
50%.
Ante tal situación ideológica y política,
consideramos de poco valor práctico la discusión sobre el status constitucional
de dichas repúblicas, tomando como base la estructura jurídico-formal de la
federación yugoslava, y las conclusiones deducidas en términos propios a los
conceptos jurídicos de los países no comunistas. Además, Peselj aceptó en parte
las teorías comunistas respecto a la situación surgida después del
derrumbamiento de Yugoslavia en 1941, dejando así sin explicación satisfactoria
el problema del status legal del Estado de Croacia durante la guerra. Como lo
comprueban ya algunos tratados sobre el derecho internacional, con el tiempo
podremos contar en la literatura jurídica con las interpretaciones más
acertadas de los acontecimientos en el Sudeste europeo, durante la última
guerra, que las proporcionadas por los autores jurídicos yugoslavos. Es de
lamentar, por ello, que el autor del presente estudio, aunque partiendo de
distintas suposiciones, haya compartido las teorías jurídicas de los actuales
gobernantes comunistas. Este hecho es deplorable por cuanto el referido trabajo
servirá seguramente de referencia a los autores de habla inglesa.
En resumen, Journal of Croatian Studies
es un fruto muy valioso y útil del periodismo científico croata, escrito en
inglés y tanto más encomiable cuanto que es el resultado del empeño y del
patriotismo de los inmigrantes croatas.
[1] Ver:
"Negociaciones sobre Modus Vivendi entre Yugoslavia y Santa
Sede", Studia Croatica, Año II, Vol. I, pp. 87-91; "Fracaso de
las negociaciones para llegar a un modus vivendi entre Belgrado y Santa
Sede", Studia Croatica, Año II, Vols. 2-3, pp. 216-217.
[2] Francois Bernard:
"De nouveaux rapports entre le Saint Siège et la Yougoslavie", La
Croix, 6/3/1964.
[3] Véase el texto
del memorándum en Studia Croatica, Año II, Nro. 1, pp. 81-86.
[4] La Croix, 29/2/1964,
París.
[5] Ver texto del Memorándum
de los obispos al mariscal Tito del 25/9/1952 en el libro de R. P. Théodore
Dragoun: Le dossier du cardinal Stepinac, París 1958, pp. 224-233.
[6] Ya, diario católico español, relatando las formas
brutales de la persecución de la Iglesia, que todavía rigen en los países de
tras de la cortina de hierro, dice: "La técnica de los comunistas de Tito
es, como decimos, más refinada. Menos cruel, pero igualmente perversa. El
seminario, alegan los comunistas yugoslavos, tiene gastos, ha de tener
ingresos, y si tiene ingresos y gastos se trata de una empresa comercial.
Veamos cómo está la liquidación de impuestos de esta empresa nacional. No se
persigue a los seminarios. Tan sólo se trata de evitar defraudaciones a la
Hacienda pública. Si el seminario no puede pagar sus deudas al Estado, entonces
no queda otro remedio que la incautación del edificio para satisfacer las
deudas contraídas por contribución". "Diversos sistemas de la persecución
religiosa en los países comunistas", Ya, 19/4/1964, Madrid.
[7] Al respecto, es muy ilustrativo el informe de la revista
Dobri Pastir (Sarajevo 1958, Año IX, vols. I-IV, pp. 261-266) sobre la
participación de los clérigos de las provincias franciscanas de
Bosnia-Herzegovina en el último decenio, en los trabajos públicos en las filas
de las "brigadas juveniles de trabajo". Si bien se trata de una
publicación que sin permiso de los obispos y la Santa Sede, propaga la
colaboración del clero con el régimen comunista, de dicho relato se colige que
en esos trabajos participaron "voluntariamente", junto con los
seminaristas, sus superiores para protegerlos y prestarles ayuda en esos
trances.
[8] L'Osservatore Romano, 4/3/1964.
[9] Paul Yankovitch: "Les rapports s'améliorent
entre l'Eglise catholique et le gouvernement
yougoslave", Le Monde, 25/2/1964, París.
[10] Le Figaro, 4/3/1964, París.
[11] La Croix, 6/3/1964, París. - En una entrevista S.E. el
cardenal Koenig, arzobispo de Viena, destacó que el Vaticano trata directamente
con los gobiernos comunistas con el fin de mejorar la situación de los
católicos. Las dificultades son numerosas a causa de la doctrina oficialista
contraria a toda forma de la religión. "Pero hay que distinguir entre la
teoría y la práctica. Ellas generalmente tendrían que marchar al paso igual,
pero es sabido que, por ejemplo en Yugoslavia, existe una doctrina comunista y,
al contrario, en el plan práctico, hay un modus vivendi que permite cierta
libertad a la Iglesia: los obispos pueden salir del país; pueden publicar
alguna cosa. Por otra parte es cierto que no hay enseñanza religiosa en las
escuelas, etc." (La Documentation Catholique, París, Nro. 1428, col. 908)
[12] Mons. Cardinale, jefe del protocolo de la Secretaría de
Estado del Vaticano en L'Osservatore Romano, 7/3/1964.
[13] El original publicado en la revista El Catolicismo, San
Pablo. Citado según la versión castellana en Cruzada, Buenos Aires, diciembre
1963.
[14] "Exterminio y expulsión de la minoría étnica
alemana de Yugoslavia", Studia Croatica, Año IV, Nş 14, pp. 186-191.
[15] Dinko A. Tomasic: "Nueva clase y
nacionalismo", Studia Croatica, Año I, Nş 1, pp. 61-67.
[16] Albert Mousset: Bonaparte marxiste: Tito, Le Monde,
4/11/1952, París.
[17] "La tragedia de Bleiburg", edición especial de
Studia Croatica, 1963.
[18] Arnold J. Toynbee: Estudio de la Historia, Buenos Aires,
ed. EMECE, vol. II, p. 193.
[19] Josip Broz Tito: Politicki izvjestaj CK KPJ, Belgrado
1948, pp. 73-74.
[20] Consultar amplia documentación en las obras de Cavalli,
Pattee y Dragoun. Ver nota 23.
[21] La Carta Pastoral fue firmada por dos arzobispos y tres
obispos. El primero en firmarla fue Mons. Aloysius Stepinac, cuyos sufrimientos
son asaz conocidos; el segundo Mons. Ivan Evangelista Saric, metropolita de
Bosnia, fallecido en el exilio (ver Studia Croatica, año II, Nş
, pp. 91-94), el tercero, Mons. José Garic, O.F.M., obispo de Banjaluka,
que, enfermo se asiló en Austria, donde pronto murió; el quinto, Mons. Janko
Simrak, obispo greco-católico fue arrastrado de una cárcel a otra y murió en un
hospital por las torturas sufridas.
[22] Texto íntegro en Studia Croatica Año IV, Nro. 1-4, pp.
210-213.
[23] Ver texto íntegro en Studia Croatica, Año I, Nro. 1, pp.
40-43; Cavalli Fiorello, S.J.: Il processo dell'Arcivescovo de Zagabria, Roma
1947; Richard Pattee: The case of cardinal Aloysius Stepinac, Milwaukee, 1953;
Théodore Dragoun: Le dossier du cardinal Stepinac, París, 1959.
[24] Ver el texto completo del memorándum en Studia Croatica,
Año II, vol. I, pp. 81-86.
[25] Consúltese Studia Croatica, Año IV, vols. 1-4
[26] A. Smith Pavelic: Gran Bretaña y Draza Mihailovic;
`Studia Croatica', Año III, vol. 1, pp. 43-57.
[27] Svetozar Pribicevic: Diktatura Kralja Aleksandra,
Belgrado, 1952, pp. 251-256, 260.
[28] Studia Croatica, Año I, Nro. 1, p. 44.
[29] "Le communisme et la Eglise catholique", ver
capítulo "Les associations ecclésiastiques", Editions Fleurus, p.
409, París.
[30] Véase texto íntegro en: Théodore Dragoun, op. cit., pp.
248-264.
[31] Ver texto del memorándum en Studia Croatica, Año II,
Nş 1, pp. 81-86.
[32] Ver nota 21.
[33] Ver nota 23.
[34] Dobri Pastir, Sarajevo, 1955, Año IX, t. 1-4, pp.
229-271.
[35] En 1943, en tres diócesis de la provincia eclesiástica
de Bosnia y Herzegovina había 540 sacerdotes; cf. Krunoslav Draganovic: Le
diocesi croate ed. "Croazia Sacra", Roma, 1943, pp. 181-234.
[36] El nombre Danica (La estrella matutina) fue popularizado
por la Sociedad Literaria Croata San Jerónimo, fundada hace más de un siglo por
el cardenal Haulik con el propósito de difundir la cultura popular a través de
libros apropiados. Esa entidad editora distribuyó, antes de la llegada al poder
de los comunistas, millones de libros entre el pueblo, mayormente gracias a los
esfuerzos del clero. La edición más popular fue el almanaque Danica. Esa
sociedad meritoria, que tenía sus edificios, editorial y muchas fundaciones,
fue prohibida por los comunistas. Ahora se trata de fundar una entidad editora
con objetivo similar, pero ya no con el nombre de San Jerónimo, uno de los
padres de la Iglesia occidental, nacido en Croacia, sino con el de los SS.
Cirilo y Metodio para acentuar de esa manera la vinculación de Croacia con el
Oriente. Además, los franciscanos croatas en Chicago (EE.UU. de América)
publican un semanario con el mismo nombre.
[37] Ed. Centro pastorale per l'emigrazione croata,
Grottaferrata (Roma), Nş 3-4, 1964.
[38] Texto completo de la carta: Théodore Dragoun, op. cit.,
pp. 224-233.
[39] Rasko Vidic, Situacion de la Iglesia en Yugoselavia, Ed.
Publicisticko Izdavacki Zavod “Jugoslavija”, Belgrado 1962
[40] Los católicos en Yugoeslavia constituyen el 38 % de la
población, son casi exclusivamnte croatas y eslovenos; los ortodoxos llegan al
42 %, son mayormente servios, pero también macedonios y montenegrinos
incorporados a la Iglesia nacional servia, contra su voIuntad, por supuesto.
[41] Sluzbeni Vjesnik Srpske Pravoslavne Crkve (E1 vocero
oficial de la Iglesia ortodoxa servia), Belgrado 19/7/1935. Cabe destacar que
en Yugoeslavia los servios constituyen apenas la tercera parte de la población,
mientras Bulgaria y Grecia son países casi homogéneos en lo religioso. La
constitución del Reino de Rumania reconocía como religión del pueblo no sólo la
ortodoxa, que es la de la mayoría, sino también la católica romana, integrada
entonces principalmente por los greco-católicos de Transilvania.
[42] El arzobispo de Montreal, cardenal Léger, con motivo de
la inauguración de una nueva parroquia católica croata, dijo en su sermón que
era buen amigo del arzobispo metropolitano de Croacia, monseñor F. Seper, quien
le había expresado durante el Concilio Vaticano II, cuando se habló de la
libertad religiosa en Yugoslavia, lo siguiente: "Desgraciadamente, nuestra
libertad no va más lejos del altar divino". (Cf. Danica, semanario
católico, Chicago, III 22/2/1964).
[43] Studia Croatica,
año II, Nros. 2-3, pp- 224-6.
[44] J. Hamm: Gramatika
starocrkvenoslavenskog jezica, Zagreb, 1947, p. 15.
[45]
El duque Guillermo de Aquitania y el abad Bernone de Baume fundaron en 910 el
conocido monasterio benedictino de Cluny, cuyo propósito era: la libertad y la
reforma en las órdenes religiosas y en la Iglesia. El monasterio dependía
directamente de Roma, exceptuado de la jurisdicción obispal.
[46]
J. Dobrovsky (1753-1829), autor de numerosas obras en el campo eslavístico. Con
él se inicia el estudio científico de la filología, la literatura y la historia
de los pueblos eslavos. Observó una actitud negativa respecto a la glagolitza
croata. Cf.: Masaríkov slovnik naucny, 2, 307.
[47]
G. Dobner (1719-1790), sacerdote checo niarista e historiador. Autor de
numerosos trabajos históricos. Enseñaba muchas cosas, que la ciencia confirmó a
posteriori, y también que la escritura glagolítica es mucho más antigua que
la cirílica Cf.: Masaríkov slovnik, 2, 304.
[48]
Magnetius Hrabanus Maurus, n. en 784 en Magonza, de donde su sobrenombre Magnetius;
Maurus es su nombre religioso y Hrabanus el nombre de pila. Escritor
eclesiástico muy productivo, sus obras se hallan reunidas en Migne Patristica
Latina. Primero era diácono, luego abad en Fulda y, por último, arzobispo en
Magonza, donde falleció en 856. Sobre el origen de la escritura habla en la
obra De inventione linguarum, Migne P. L. 112, 1579-1584.
[49]
Dikljaninov Ljetopis,
originariamente escrito en latín y más tarde vertido al croata. Hay varias
ediciones impresas: Presbyteri Diocletiani, De Regno Slavorum, publicó
J. Lucius (Lucic) en su obra: De Regno Dalmatiae et Croatiae libri sex,
Amsterdam, 1666, 287-302; F. Sisic: Ljetopis Popa Dukljanina, Belgrado -
Zagreb 1928; V. Mosin: Ljetopis Popa Dukljanina, Zagreb, 1950.
[50]
A. Theiner: Monumenta Germaniae histor., Epistolae VII, 222. Ver esta
epístola y la mayor parte de los documentos relativos a la liturgia eslava en
I. Prodan: Borba za glagolicu - I sio Povijest glagolice i njeni izvori.
Suplemento B. pp. 1-127.
[51]
Vatroslav Jagin, n. en Varazdin,
Croacia, el 6/VII/1838, f. en Viena el 5/V/1923. Profesor universitario en
Odesa, Rusia, luego en Berlín (desde 1874) donde fundó su famoso Archiv für
slavische Philologie; sucesivamente, profesor en Petrogrado, Rusia (desde
1880) y en Viena (desde 1886). Fue la figura central en los últimos cincuenta
años de su vida en el ámbito de los estudios eslavísticos. Editor de antiguos
textos: El Evangelio de Zograf, en 1879; el Evangelio mariano en
1883; el Salterio de Bologna, en 1907 y tantos otros. Escribió una larga
serie de trabajos sobre el origen de la escritura glagolítica, la lengua eslava
antigua y la literatura; se dedicaba también a los estudios arqueológicos,
históricos y literarios de los pueblos croata, ruso, y
demás eslavos. Aquí nos interesa primordialmente su obra acerca de la escritura
glagolítica (escrita en ruso): Glagoliceskoje pismo, Sanktpetersburg,
1911.
[52]
Cf.: K. Segvic: Hrvatski jezik u katolickom bogostovlju. Con motivo del
1300º aniversario del bautismo de los croatas, Zagreb, 1941.
[53]
Ulfila (gót. Wulfila),
oriundo de Capadocia en Asia Menor, n. por el año 311, f. alrededor del 338.
Eusebio de Nicodemia lo consagró obispo cuando rozaba los 30 años. Actuó cierto
tiempo como apóstol visigodo en la cuenca danubiana. Tradujo al idioma gótico
el Nuevo Testamento. Su traducción se conoce con el nombre Codex Argenteus y se
guarda en Upsala (Enciclop. Italiana. IV, 629).
[54]
J. Hamm: "Postanak glagoljskog pisma u svijetlu paleografije", Nastavni
Vjesnik 46 (1939) 36-61, Zagreb.
[55] W. Lettenbauer: Zur Entstehung des glagolitischen
Alphabets, Slovo 3 (1953), 35-50. Zagreb. Otras obras sobre el mismo tema:
K. A. Pertz: De Cosmographia Ethici, libri tres, Berolini 1853; M.
Hocij: Die westliche Grundlagen des glagolitischen Alphabets, Südostdeutsche
Forschungen IV 1940), 509-600, Munich.
[56]
Según una leyenda, el obispado de Aquilea fue fundado por San Marcos el
Evangelista, sucedido por San Hermagoras el Mártir. Por de pronto, en el
Concilio de Arlés en 314 encontramos al obispo de Aquilea. En 568 el obispo
Paulin se proclamó patriarca y se trasladó a Grado. En 605 hay dos patriarcas:
uno para el territorio bizantino con sede en Grado, y otro para la parte
longobarda con sede en Aquilea. En 802 Carlomagno dio al patriarca Paulin toda
la Furlania (Friuli), Istria y Recia (Suiza actual y parte de Austria). El
patriarca Poppo (1019-1045), alemán, fue autorizado a acuñar su propia moneda e
implantar una organización política particular. De ese modo el patriarcado se
transformó en un grande y poderoso principado feudal. Desaparece en el siglo
XVI, a raíz de las luchas políticas entre Venecia y Austria. Los patriarcas de
Aquilea desde los siglos VIII-IX y hasta la desaparición del patriarcado eran
de origen germano-galo, o germano solamente. El patriarcado desempeñó papel
importante en la propagación del cristianismo en aquella vasta región y fuera
de sus fronteras (Cf. Enciclop. Catt. I, 1722-1727).
[57] Petar Skok: Uslovi zivota glagolice, Slovo
Staroslavenskog Instituta 3 (1953), 60.
[58] Löwe H.: Ein literarischer Widersacher des
Bonifatius, Virgil von Salzburg und die Kosmographie des Aeticus Ister,
Mainz, 1952. (Akademie der Wissenschaften und der Literatur.
Abh. der Geistes-und
Sozialwissenschaften. Lase Jg. 1951. Nr. 11)
[59]
J. Vasica: Slovenska liturgie sv. Petra, Byzantinoslavica VIII. (1946)
1-54.
[60]
Las Hojas de Kiev, fragmento de misa del siglo X, transcripto del modelo del
siglo IX. Tratan sobre ese tema: Mohlberg C., Il Messale Glagolitico di Kiev
(sec. IX), ed il suo prototipo Romano del sec. VI-VII. Memorie della Pont.
Accademia Romana di Archeologia, Vol. II. Roma, 1928. Vajs J., Kánon
charvatsko-hlaholskégo vatikánského misali III. 4. Prostejsek hlaholskyh
listu Kievskych. Casopis pro moderní filologie XXV (1939) 113-134 y
Mesni rád charvátsko-hlaholského misalu III.4 a jeho pomer k
moravsko-panonskému sakramentari stol. IX. Acta Academiae Valehradensis
XV. (1939), 2, 89-141. J. Vasica: Slovanska liturgie nove osvetlena Kijevskymi
listy. Slovo a slovesnot VI (1940) 65-77.
[61]
Este misal se guarda hoy en la Biblioteca Vaticana - Fondo
Borgiano-illirico Nº 4. Fue escrito a mediados del siglo XIV.
[62]
Sobre el origen de esta liturgia existen varias teorías. Algunos creen que se
trata de una liturgia occidental. Cf.: Hanssens J. M.: "La liturgie
romano-byzantine de Saint Pierre" - Orientalia Christiana Periodica
IV, Roma (1938) 234-258 y V. (1939) 103-150; Cizevskij D.: "K voprosu o
liturgiji Sv. Petra". - Slovo staroslavenskog Instituta 2, Zagreb
(1953), 36-40.
[63]
Ver el trabajo de M. Polonijo: "Prvi uzmak glagoljice u krckoj
biskupiji", Radovi stsl. Instituta, 2, Zagreb (1955), str. 199.
[64] St. M. Kuljbakin: Staroslovenska gramatika,
Belgrado, 1930, p. 7
[65]
M. Japundzic: Glagolski breviar iz g. 1465. Radovi stsl. Instituta,
Zagreb, 2 (1955), 155-191.
[66]
Ver nota nº 10.
[67]
Algunas reseñas más completas de la bibliografía glagolítica: R. Strohal: Hrvatska
glagolska knjiga, Zagreb, 1915; I. Kukuljevic-Sakcinski: Bibliografija
hrvatska, Zagreb, 1860; I. Milcetic: "Hrvatska glagolska bibliografija",
Zagreb, Starine 33 (1911), xv - 505; Vj. Stefanic: "Glagoljski
rukopisi otoka Krka", Zagreb, 1960, Djela J. A. knj. 51; J. Vajs
escribe extensamente sobre los misales glagolíticos en su obra: Najstariji
hrvatskoglagoljski misal, Zagreb, 1948, y sobre los breviarios glagolíticos
en: Najstarsi breviár chrvatskohlaholsky, Praga, 1910.
[68]
Acerca de la lápida de Baska se publicaron varios trabajos, desde su hallazgo
hasta hoy; citamos sólo los estudios de fecha reciente: Vj. Stefanic:
"Opatija sv. Lucije u Baski i drugi benediktinski samostani na Krku",
Croacia Sacra, 1936; J. Hamm: Datiranje glagoljskih tekstova", Radovi
stsl. Instituta, Zagreb, 1 (1952) 22-37; B. Fucic: "Bascanska ploca
kao archeoloski predmet", Slovo stsl. Instituta 6 (1957), 247-262,
Zagreb.
[69]
M. Japundzic op. cit., p. 190.
[70]
Z. Kulundzic: Problem najstarije stamparije na slavenskom jugu (Kosinj
1482-1493), Zagreb, Narodna Knjiznica 1 (1959), 21-28.
[71]
Sobre la rusificación de los libros glagolíticos, y particularmente del misal
de 1741, ver: M. Japundzik: Matteo Karaman, (1700-1771), Arcivescovo di Zara,
Roma, 1961.
[72]
Zacinjavac es el nombre más
antiguo para poeta que fue cantator-versificator. Cf. F. Fancev: "Gradja
za pjesnicki leksikon hrvatskoga jezika" - Gradja za povijet
knjizevnosti hrvatske, XV. (1940), 182-200, Zagreb; P. Skok: "Sitni
prilozi proucananju pjesnickog jezika nase srednj. knjizevnosti i najstariji
izraz pjesnika". - Prilozi za knjizevnost, jezik, istoriju i folklor.
Knj. 18, sv. 1-2 (1938), 209-301, Belgrado.
[73]
Marko Marulic (1450-1526), de
Split, estudió en Padua idiomas, literatura clásica, filosofía, poesía y
retórica. Se ocupaba también de pintura y escultura. De regreso a su país,
llevaba una vida ascética y contemplativa, sometiendo su cuerpo a largos ayunos
y vigilias. Entre numerosas obras literarias, la más conocida en croata es Judith,
o en forma completa La historia de la santa viuda Judith en versos croatas
compuesta (en 1501) y en latín: De institutione bene beateque vivendi
juxta exempla sanctorum. Esa obra fue pronto traducida al italiano,
francés, portugués, checo, alemán y croata, y en este mismo siglo tuvo 19
ediciones. Se sabe que San Francisco de Javier llevaba en sus largos viajes por
el Oriente, además del breviario, el libro de Marulic De Institutione.
En cuanto a Judith su éxito fue extraordinario tanto en su época como
después. En dos años después de su publicación tuvo tres reediciones. Aunque
Marulic no fue el primer poeta croata, por su importancia ocupa el primer
lugar. Cf. F. Trograncic: Storia della letteratura croata, Roma (1953),
p. 44 y sigs.; M. Kombol: Provijest hrvatske knjizevnosti do narodnog
preporoda, edición II, Zagreb, 1961, pp. 81 y sigs.; P. P. Barnola S.J.:
Anepifanía americana de un insigne humanista croata, Studia Croatica, Nº
1, año 1, pp. 58-60; Ante Kadic: La literatura renacentista croata,
Ibid., Nº 9, 1962, pp. 287-308.
[74]
CF. W. Vondrak: Altkirchenslavische Grammatik, Berlín, 1912, p. 30; el
mismo autor: O purodu Kijevskych listu a prazskych zlomku, Praga, 1904. S.
M. Kuljbakin: Izvestija otdelenija russkago jazyka i slovesnosti 10
(1905), 320-338; el mismo autor: "Du Classement des textes vieux
slaves". - Revue des études slaves 2 (1922), 106-201.
[75]
Pedro Vukota: Formas Estatales en los Balcanes, Ed. Sociedad de Estudios
Internacionales y Coloniales, Madrid, 1951.
[76]
Walter Goetz: Historia Universal, Madrid, 1933, T. VIII, p. 379.
[77]
Sobre el Adriático se cruzaron numerosos intereses político-económicos.
Dominar, por la posición natural, el pasaje del Adriático al Jonio, o sea, el
canal de Otranto, significa ser elemento fundamental en el equilibrio de esos
intereses. Aunque es el más pequeño de los Estados balcánicos, Albania, que
goza de tal posición geográfica, ha influido notablemente en el pasado sobre
las alternativas de los Balcanes (Albania - A cura dell' Ufficio Studi
dell' I.S.P.I., Milano, 1940).
[78]
Vicenzo Talarico: Vita di Scanderbeg, Firenze, 1943.
[79]
Amadeo Giannini: L'Albania dell'Independenza all'Unione con Italia,
Milano, 1939. Trattati ed accordi per l'Europa Danubiana e Balcanica,
Roma, 1934.
[80]
Justin Godart: L'Albanie, París, 1922
[81]
Italo Zingarelli: I Paesi Danubiani e Balcanici, Milano 1938.
[82]
Luis André: Les Etats chretiens des Balkans depuis 1815, París, 1918.
[83]
Ferdo Sisic: Dokumenti o postanku kraljevine SHS, Zagreb, 1920.
[84]
Carlo Sforza: Costruttori e distruttori, Roma, 1945; Jugoslavia,
Roma, 1948.
[85] Drago Zalar: Yugoslav Communism - A Critical Study,
U.S. Government Printing Office, Washington, 1961.
[86] Julian Amery: Sons of the Eagle - A Study in
Guerrilla War, London, Macmillan, 1948.
[87]
Vladimir Dedijer: Jugoslavensko - albanski odnosi, 1938-48, Zagreb
(Borba) 1949.
[88] Wolff Robert Lee: The Balkan in Our Time,
Cambridge Mass., Harward University Press, 1956, p. 232.
[89] Hugh Seaton Watson: The East European Revolution,
London, 1952, p. 226.
[90]
Vladimir Dedijer: Op. c. pp. 158-60.
[91]
Mehmed Shebu: Albania y navecherieto na osvobozhedenito; bitgata za Tirana,
Sofía, 1935, p. 35.
[92] Wolff: Op. c. pp. 320-21.
[93] Dedijer, Op. c. pp. 171-172.
[94] Hugh Seaton-Watson, op. c. p. 253.
[95] Wolff, op. c. p. 276.
[96] Hugh Seaton-Watson, op. c. p. 253
[97]
Vladimir Dedijer: Tito, New York, p. 311.
[98]
Dedijer: Ibid. p. 480.
[99]
Dedijer: Ibid.
[100]
Poruka, London, 1. V. 1953, p. 9.
[101]
"Estudios sobre el comunismo", Santiago de Chile, julio-septiembre de
1962.
[102] D. A. Tomasic. ibid.
[103] D. A. Tomasic. ibid.
[104]
Jure Petricevic: "La Crisis del Titoísmo y Yugoslavia", Studia
Croatica, Año III, Vol. 2-3, pp. 178-193.
[105]
Citado según el diario de Zagreb Vjesnik del 8/3/64 que reprodujo la
entrevista con pequeñas modificaciones.
[106]
El general Pera Zivkovic fue uno de los oficiales serbios que en 1903
asesinaron bárbaramente al último Obrenovic y su esposa Draga Masin, y
entronizaron a la familia Karageorgevic. Luego se desempeñó como comandante de
la guardia real y como persona de confianza del rey Alejandro, que en 1929 lo
nombró presidente del gobierno de su régimen personal, que decretó el dogma
oficial de la unidad nacional de los serbios y los croatas, implantando un
curso anticroata que motivó la crisis y el desmembramiento de Yugoslavia en
1941. Los comunistas fueron perseguidos bajo ese régimen, que calificaron como
"la dictadura real militarista-fascista". En la última guerra Zivkovic
colaboró con el gobierno exiliado del rey Pedro II. Es característico para las
relaciones nacionales en la Yugoslavia comunista que ese general pudiese
regresar a Belgrado, donde vivió hasta su muerte y cobraba la pensión del
gobierno comunista, mientras que los generales croatas, que lucharon contra el
comunismo, junto con muchos políticos democráticos, fueron muertos. Lo que dice
Bakaric de "muchos" que conciben el yugoslavismo como Zivkovic y el
rey Alejandro se refiere también a los comunistas serbios.
[107]
Desde el 17/9/1964 figura en COMECOM una delegación yugoslava como
"observador asociado"
[108]
Vjesnik, Zagreb, 31/1 y
6/2/64.
[109]
Vjesnik, 8/3/1964.
[110]
Miroslav Krleza, nacido en 1893, escritor dramático, novelista, poeta,
ensayista y crítico de arte, de orientación marxista, acerbo crítico de la
sociedad y de los fenómenos literarios. Actualmente director de la
"Enciclopedia Yugoslava" y presidente de la Academia de Artes y
Ciencias de Zagreb.
[111]
Zdanovismo, la visión comunista de la vida y del mundo, denominada según Zdanov,
colaborador de Stalin en el ámbito cultural.
[112]
Oskar Davicho, comunista, novelista y poeta serbio. Sostienen tendencias
modernistas en la literatura serbia.
[113]
Tin Ujevic, máximo poeta croata, hermético y enjundioso pensador. Discípulo de
los grandes poetas franceses del fin del siglo pasado, más tarde se independizó
alcanzando indiscutible grandeza original. Después de la guerra fue encarcelado
cierto tiempo por los comunistas.
[114]
Stanislav Simic, crítico y poeta croata. Influido por la literatura alemana
(Karl Kraus) escribió críticas y sátiras acerbas contra los vicios y defectos
sociales.
[115]
Ivan Raos, dramaturgo y cuentista. En sus dramas trata de problemas morales y
se distingue por su estilo lapidario y el sentido para los enfoques escénicos.
[116]
Branko Copic, escritor comunista serbio. Aunque fiel al "partido", se
enfrentó con las depravaciones y con los jerarcas de Belgrado de la "nueva
clase". Ver "Studia Croatica", Año IV, Nº 1-4, pp. 39 y 200-209.
[117]
Slobodan Novak, ex guerrillero, luego templó sus armas en la literatura.
Observa una actitud crítica ante el pasado de los guerrilleros de Tito.
[118]
Viktor Vida, poeta lírico croata, muerto trágicamente en el exilio, en Buenos
Aires, en 1961. Pese a la distancia de sus fuentes lingüísticas, escribió
poesías de valor antológico.
[119]
Ante Bonifacic, poeta, novelista y ensayista croata, influido por Valéry.
Exiliado desde 1945. Escribió novelas que fragmentariamente constituyen el
apogeo de la prosa croata en la emigración.
[120]
Krsto Spoljar, escritor croata, aborda los problemas del hombre de la ciudad.
[121]
Lugar de nacimiento de Adolf Hitler.
[122]
Consultar el artículo: La farsa de la amnistía política en Yugoslavia,
Studia Croatica, Año III, vol. 2-3. pp. 235-39.
[123] Ver artículos: La fraternidad y la unidad de loso pueblos de Yugoslavia en vez del derecho de autodeterminación y Los exilados exigen el derecho de autodeterminación para Croacia, Studia Croatica, Año III. 4, pp. 251-71, 349-55.