Studia Croatica: La Tragedia de Bleiburg

 

La Tragedia de Bleiburg

Studia Croatica – Edición Especial

Buenos Aires 1963

Documentos sobre las matanzas en masa de los croatas en Yugoeslavia en 1945

 

PREFACIO.. 2

INTRODUCCION.. 2

PRIMERA PARTE: ANÁLISIS. 6

CAPITULO I. LOS CRIMENES QUE NO TUVIERON SU NURENBERG.. 6

CAPÍTULO II: TRAGEDIA DE BLEIBURG O SUPERKATYN CROATA.. 11

CAPÍTULO III: LOS ASPECTOS POLÍTICOS Y MORALES DEL "KATYNISMO" YUGOESLAVO   15

CAPÍTULO IV: ¿QUIENES ACTUARON COMO PATRIOTAS Y QUIENES COMO TRAIDORES QUISLINGS?. 22

CAPÍTULO V: PÉRDIDAS HUMANAS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL   35

CAPÍTULO VI: REPATRIACIONES FORZADAS - PROBLEMA DE LA MORAL INTERNACIONAL   44

CAPÍTULO VII: HECATOMBE EN CROACIA - CONDICIÓN DE LA EXPANSIÓN SOVIÉTICA   54

SEGUNDA PARTE: DESCRIPCION DE LOS HECHOS DELICTIVOS. 64

CAPÍTULO I. ANTECEDENTES HISTORICOS. 64

CAPÍTULO II: EN EL TORBELLINO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.. 74

CAPÍTULO III: INVASIÓN DE CROACIA, EXODO, RENDICIÓN EN BLEIBURG Y REPATRIACIÓN FORZADA.. 92

CAPÍTULO IV: MATANZAS COLECTIVAS DE LOS PRISIONEROS Y CIVILES AL TERMINAR LA GUERRA.. 102

CAPÍTULO V: "LAS MARCHAS DE LA MUERTE". 113

CAPÍTULO VI: MÉTODOS DEL TERROR COLECTIVO.. 119

CAPÍTULO VII: OTRAS LESIONES DEL DERECHO DE GUERRA Y CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD.. 124

CAPÍTULO VIII: TORTURA Y MASACRE DE MUJERES Y NIÑOS. 129

TERCERA PARTE: SUPLEMENTOS. 135

SUPLEMENTO I: LA TRAGEDIA DEL PUEBLO ESLOVENO.. 135

SUPLEMENTO II: EXTERMINIO Y EXPULSIÓN DE LA MINORÍA ÉTNICA ALEMANA DE YUGOSLAVIA.. 146

CUARTA PARTE - DOCUMENTOS. 152

1. ANTECEDENTES DE LA TRAGEDIA DE BLEIBURG.. 152

2. EPISCOPADO CATÓLICO SOBRE EL DERECHO DE CROACIA A LA INDEPENDENCIA NACIONAL.. 167

3. ADHESIÓN DE CROACIA A LAS CONVENCIONES DE GINEBRA AL TRATAMIENTO DE LOS PRISIONEROS Y HERIDOS DE GUERRA.. 170

4. DOCUMENTOS SOBRE RENDICION EN BLEIBURG.. 172

5. MASACRES Y TUMBAS COLECTIVAS EN DISTINTOS LUGARES DE ESLOVENIA   198

6. MATANZAS COLECTIVAS DE LOS NACIONALISTAS MONTENEGRINOS. 209

7. "LAS MARCHAS DE MUERTE". 212

8. MATANZAS EN DISTINTOS LUGARES DE CROACIA.. 254

9. PROTESTAS DE LOS OBISPOS CATÓLICOS. 260

RESUMEN.. 269

 

Studia Croatica: La Tragedia de Bleiburg

PREFACIO

Por el DR. EDUARDO AUGUSTO GARCIA

Ex Presidente del Consejo de la Organización de los Estados Americanos

Quien lea las páginas que siguen, podrá tener una pálida imagen de la trágica realidad vivida por los croatas al avanzar las fuerzas comunistas del régimen soviético sobre su noble nación, no obstante la contribución que hicieron para alcanzar su libertad a pesar de las potencias del Eje durante la última contienda mundial.

Las narraciones hechas por testigos presenciales de las horrendas masacres llevadas a cabo por las fuerzas militares comunistas, constituyen el testimonio vivo e irrefutable de la barbarie empleada para exterminar a un pueblo noble y valiente que había luchado denodadamente por la causa de la libertad en que se hallaban empeñadas las naciones aliadas.

Vale la pena leer con detención los relatos de esos testigos porque ellos demuestran con fidelidad los procedimientos propios de seres realmente inferiores en la escala humana que caracteriza a los individuos que componen las hordas del comunismo.

Y vale la pena leer esos relatos aquí, en Argentina y en América, al amparo de leyes e instituciones que protegen la libertad y la dignidad de las personas, sin discriminaciones raciales, ideológicas o religiosas, para que se advierta la diferencia que existe entre el régimen comunista y el democrático, entre la esclavitud y la libertad, entre la humillación y la dignidad, entre lo que tenemos y lo que se nos quiere imponer desde Moscú o Pekín.

Los pueblos que tienen la dicha de pertenecer a la civilización occidental y que durante largas centurias han llevado a cabo una tremenda lucha para ir conquistando palmo a palmo los principios que aseguran la vida, el honor y la fortuna de los seres humanos, se sienten estremecidos de espanto y de indignación cuando advierten el avance sistemático e inescrupuloso de los agentes del comunismo, sin que se adopten las medidas más elementales destinadas a mantener su libertad y su seguridad.

El ser humano quiere ser libre, quiere mantenerse libre, quiere practicar la libertad, quiere gozar de ella y quiere que los demás seres disfruten de ella en la justa medida que corresponde, para que cada uno pueda realizar su propio destino. Abomina de la esclavitud como abomina de la humillación. Se levanta contra los opresores como contra los explotadores. Y algún día triunfa, como triunfa siempre la Justicia.

Buenos Aires

 

INTRODUCCION

En los países latinoamericanos -particularmente en la Argentina, Chile, Perú, Venezuela, Brasil, Uruguay y Bolivia- viven más de 200.000 croatas y sus descendientes directos. Según los datos de las antiguas crónicas, los primeros croatas que pisaron suelo americano serían unos cuantos marineros de Dalmacia que habrían participado en el primer viaje de Cristóbal Colón. Se sabe con certeza que los primeros inmigrantes croatas llegaron a la América Latina en el Siglo XVI. A mediados del siglo XVIII, el jesuita croata Fernando Konschak, gran misionero, explorador y colonizador, hizo el primer mapa científico de la Baja California, probando su carácter peninsular. Pero la principal corriente inmigratoria de Croacia data de fines del siglo pasado y comienzos del actual.

Los croatas llegaban de un país lejano, que desde hace siglos viene defendiendo los valores de la cultura occidental cristiana en su amenazada frontera oriental, y "se han consustanciado -según el escritor chileno González Vera- con los demás habitantes sin dificultad, tanto que ya sobresalen, no sólo en la ovejería, la agricultura, el comercio y la industria, sino en el afán científico, en las profesiones liberales y en la creación artística. Los hay autores, obispos, políticos, periodistas, literatos, músicos, escultores y poetas. Trabajan en todo y en cada rincón del continente y han dado a nuestros rostros más blancura, mejillas sonrosadas y, a menudo, estatura aventajada".

Después de la última guerra mundial que terminó con la invasión comunista de Croacia, decenas de miles de croatas, víctimas de la tiranía comunista, encontraron posibilidades para una vida libre y digna en sus nuevas patrias del continente latinoamericano. Entre esos exilados los hay empresarios, profesionales e intelectuales, impulsados por el deseo natural de hacer conocer la problemática de Croacia cautiva a los pueblos de habla hispana, especialmente en estos momentos de lucha sin cuartel del mundo libre contra el comunismo, su adversario común. En ese sentido orienta sus actividades el Instituto Croata Latinoamericano de Cultura de Buenos Aires, a través de Studia Croatica, revista de estudios políticos y culturales que patrocina, fundada en 1960, y en la que colaboran destacados escritores y publicistas tanto croatas como americanos y europeos.

Afanosos de que los pueblos latinoamericanos conozcan cabalmente el carácter liberticida del comunismo internacional, los editores y colaboradores de Studia Croatica estimaron, desde el principio, que era su deber esclarecer a fondo y en forma documentada uno de los trágicos capítulos de la historia contemporánea croata, muy poco conocido en el exterior: las masacres en masa perpetradas por los comunistas yugoeslavos a fines de la pasada guerra e inmediatamente después, comparables con los crímenes más horrendos contra la humanidad de todos los tiempos. Sin embargo, el material documental reunido es tan abundante e importante que hemos decidido dedicarle un tomo íntegro, con mayor cantidad de páginas, pues les será utilísimo especialmente a quienes se ocupan del comunismo.

Esas matanzas colectivas suelen denominarse la Tragedia de Bleiburg del pueblo croata, según la ciudad austríaca homónima, junto a la frontera eslovena. A mediados de mayo de 1945, una semana después de terminar la guerra, las tropas inglesas impidieron allí pasar a Austria a más de 120.000 soldados croatas que querían rendirse a los Aliados occidentales. Fueron obligados a entregarse al ejército yugoeslavo controlado por los comunistas, que prometieron tratarlos conforme a las convenciones internacionales sobre prisioneros de guerra. Por el contrario, la mayor parte del ejército croata fue masacrada o liquidada de diferentes modos. Igual número de la población civil, que escapó ante el avance comunista, fue también repatriada compulsivamente. Gran parte fue masacrada y liquidada sin consideración de edad o sexo, principalmente sin sumario ni juicio previo. Trátase, pues, de una violación flagrante de los derechos y las costumbres de guerra, de los principios del derecho penal de las naciones civilizadas y, por ende, de crímenes de guerra en gran escala. Como esas masacres acusan también características del genocidio, trátase, en rigor, de abominables crímenes contra la humanidad.

Los croatas constituyen la víctima principal de esas matanzas, pues Croacia, restablecida durante la guerra como Estado nacional e independiente, disponía de un ejército de más de 200.000 soldados, imbuido de alto espíritu combativo, que se oponía denodadamente a la rebelión comunista, apoyada por el Ejército Rojo. Los croatas no se oponían sólo a la tiranía comunista sino también a la liquidación de su Estado nacional y a la incorporación de Croacia a la Yugoslavia comunista, Estado típicamente multinacional, copia fiel en miniatura de la Unión Soviética. A la vez los croatas eran conscientes de combatir en defensa del Occidente conteniendo la expansión del nuevo imperio soviético de sus satélites europeos hasta Trieste y las costas croatas del Adriático, es decir, hasta el sector central del Mediterráneo clásico.

Asimismo, en 1945 los comunistas yugoeslavos masacraron a 12.000 combatientes anticomunistas eslovenos, varios millares de chetniks serbios y nacionalistas montenegrinos. El número de víctimas de las minorías nacionales -alemana, húngara, italiana y albanesa- era, relativamente, mucho más alto. En opinión de los comunistas, todos ellos eran, igual que los croatas, traidores por ser adversarios tanto de la dominación comunista como de la restauración de Yugoslavia desintegrada en 1941. Según datos comprobados, fueron masacrados o liquidados en los campos de exterminio más de 60.000 integrantes de la minoría étnica alemana en Yugoslavia.

Estas matanzas en masa de los adversarios de los comunistas no configuran un caso aislado - según lo verificó en 1952 una Comisión especial del Congreso norteamericano para la investigación de la masacre de los oficiales polacos en el bosque de Katyn- sino que son parte de "un prefijado y diabólico plan totalitario para la conquista del mundo", de modo que se puede hablar del katynismo como de una liquidación sistemática no sólo de todos los elementos anticomunistas combativos sino "de los que un día podrían oponerse a los planes soviéticos de comunización de los países respectivos". Por eso, dicha Comisión propuso que se constituyera, en las Naciones Unidas, un Tribunal Internacional con el propósito de investigar y castigar todos los casos de katynismo como un complemento lógico del Tribunal Internacional de Nuremberg. Esta iniciativa, a causa de la lamentable situación internacional imperante, no prosperó, como tampoco la iniciativa formulada en el Congreso de Washington para que una comisión especial determinara la responsabilidad por la extradición en masa de los patriotas procedentes de la Europa Centro-oriental, efectuada por funcionarios militares y civiles aliados, a los gobiernos comunistas que ordenaron la masacre colectiva de los repatriados. Eso constituye también flagrante violación, y en gran escala, del derecho al asilo político, tan arraigado en las repúblicas americanas.

Aunque los culpables de katynismo no hayan sido enjuiciados por un tribunal internacional, es menester examinar sus crímenes para que sean condenados y repudiados por la conciencia del mundo libre y para que los que sufren detrás de la cortina de hierro sepan que cuentan con las simpatías de todos los amantes de la libertad y la justicia. Es preciso dilucidarlos también para que los pueblos donde los comunistas se presentan con disfraz de libertadores conozcan su carácter liberticida y sus métodos y tácticas para el sojuzgamiento de pueblos enteros. Establecer los hechos e indagar las causas de cada caso de katynismo resulta necesario para la debida orientación de la opinión pública y de los estadistas responsables para que no incurran en los mismos errores que favorecieron la expansión comunista.

En el caso concreto del katynismo en Croacia cabe advertir que éste y otros países y minorías étnicas, incorporados por fuerza a Yugoslavia, cayeron bajo la dominación comunista debido a que los artífices de la paz, terminada la Primera Guerra Mundial, infringiendo el principio de autodeterminación nacional, forzaron la creación de tamaño conglomerado multinacional, donde una nación -Serbia, el cuarto del territorio y de la población del nuevo Estado- ejercía la hegemonía y la explotación económica bajo un sistema de rígida dictadura. De ese modo se dieron condiciones ideales para que los comunistas aprovecharan el descontento de los pueblos oprimidos y de los conflictos nacionalistas originados. El teórico y ejecutor principal de esa táctica fue José Stalin. Los comunistas explotaron al máximo ese descontento y esos conflictos durante la guerra pasada, lo que denominaron "la lucha por la liberación nacional", muchas veces elogiada erróneamente en los países democráticos. En Yugoslavia continúa la opresión nacional aún después del diferendo entre Moscú y Belgrado, aunque se hable de independencia, por cierto muy discutible, de la Yugoslavia comunista con respecto a la Unión Soviética y de un supuesto nuevo tipo "de comunismo nacional". Si ello es así en parte, entonces se trata del mismo tipo del nacionalismo comunista de Rusia que Stalin, heredero de la autocracia zarista, practicó respecto de los pueblos no rusos incluidos en la Unión Soviética. Tito es también heredero de la dictadura monárquica serbia. En el país del llamado comunismo nacional yugoeslavo no se dan las libertades y los derechos individuales, civiles y religiosos, ni tampoco las libertades nacionales para los pueblos y minorías oprimidos.

Entregando al público hispanoamericano este volumen que se refiere al katynismo yugoeslavo en forma documentada y con un concienzudo análisis histórico, político, jurídico y moral, queremos simultáneamente honrar la memoria de los caídos en defensa de Croacia y del mundo occidental, y retribuir a los países latinoamericanos que acogieron fraternalmente a croatas que, por ventura, escaparon a las masacres de los comunistas yugoeslavos. Lo hacemos en momentos en que los gobernantes comunistas yugoeslavos, tras haber agotado las posibilidades del turismo político en los países africanos y asiáticos, en función de caballo de Troya soviético y de sembradores de cizaña neutralista, se hacen presentes en varias repúblicas latinoamericanas, exhibiéndose insolentemente como libertadores de pueblos que de hecho esclavizan a fuerza de tantos y tan horrendos crímenes, de modo que su lugar debería estar, no en las solemnes recepciones en los países democráticos, sino sólo en el banquillo de acusados de un tribunal internacional para los crímenes contra la humanidad.

Hubo que superar muchas dificultades para poder publicar un trabajo documentado acerca del katynismo yugoeslavo. Lamentablemente, los gobiernos democráticos y las instituciones internacionales del mundo libre no se interesaron lo suficiente en los crímenes de los gobernantes comunistas yugoeslavos, ya que a partir de 1948 trataron de ahondar las lisuras producidas en el bloque monolítico soviético y por eso trataron amistosamente a los gobernantes comunistas yugoeslavos. Los exilados croatas y los testigos oculares de esos crímenes vivían en condiciones harto difíciles, expuestos en los primeros años al peligro de ser repatriados, lo que actualmente se hace a veces con los nuevos refugiados en Italia y Austria so pretexto de ser asilados por motivos económicos y no políticos. Los inmigrantes croatas, hasta tanto no obtengan la carta de ciudadanía del país donde están radicados, no gozan de protección diplomática alguna del gobierno que rige actualmente en Croacia. Más bien, las representaciones diplomáticas yugoeslavas organizan contra ellos campañas difamatorias, raptos y atentados (a raíz del atentado cometido contra el Hogar Croata en Buenos Aires en 1960 murió una niñita de tres años y resultaron heridos varios menores, algunos de gravedad), amén de presiones y extorsiones contra quienes osan señalar sus atropellos y crímenes, amenazándoles con represalias contra sus familiares en la Croacia cautiva.

Pese a todos esos obstáculos, las Comisiones de Investigación de la Tragedia de Bleiburg, constituidas en Roma, Cleveland y Buenos Aires -gracias al patriotismo y el valor de tantos exilados- reunieron más de 200 testimonios y declaraciones de testigos oculares, algunos de los ex guerrilleros y policías de Tito que participaron en dichas masacres.

Huelga destacar el valor de quienes permitieron que sus testimonios se publicaran con su nombre y apellido. Tratamos de incluir en la sección Documentos gran parte de esos testimonios, si bien todos los testigos están dispuestos a reafirmar su declaración ante cualquier comisión instancia o tribunal internacional.

Nos resulta sumamente grato expresar nuestro agradecimiento a los miembros de las Comisiones de Investigación de la Tragedia de Bleiburg con sede en Cleveland y en Roma. Damos sentidas gracias asimismo a los que aportaron su colaboración describiendo las masacres de los eslovenos y los alemanes.

Expresamos reconocimiento especial al autor del Prefacio el Dr. Augusto Eduardo García, eminente jurista, internacionalista y diplomático argentino, autor de valiosas obras de su especialidad, ex embajador de la República Argentina en la Organización de los Estados Americanos (O.E.A.) y ex Presidente del Consejo del mismo organismo, actualmente presidente del Movimiento Argentino Contra el Comunismo (M.A.C.E.C.) y del Instituto Argentino de Defensa Jurídica del Occidente.

Con orgullo destacamos que éste es el primer trabajo completo, con las explicaciones indispensables y abundantes documentos, sobre el katynismo yugoeslavo. Desde luego que esta edición castellana será seguida por otras en otros idiomas, enriquecidas por mayor número de documentos que llegan incesantemente.

Apelamos a todos los que propugnan esfuerzos solidarios en defensa de las libertades individuales, civiles, nacionales y religiosas, amenazadas por el comunismo -que logró someter a un país americano y hace sentir su presencia en otros países de nuestro continente- para que acojan con comprensión esta edición, excusen deficiencias inevitables y le den la mayor publicidad posible.

Por último, séanos permitido abrigar la esperanza de que no faltarán personas e instituciones que, impulsadas por el amor a la libertad y justicia, tratarán, en base a los datos consignados en este tomo, de que un organismo internacional de defensa de los derechos humanos investigue los crímenes de los comunistas yugoeslavos que violaron las convenciones internacionales sobre el tratamiento de los prisioneros y heridos de guerra, transgredieron los principios del derecho penal, mereciendo el repudio y el desprecio por parte del mundo libre y especialmente de los países a los que se ofrecen como mentores y se presentan como libertadores de los pueblos que esclavizaron y contra quienes perpetraron terribles crímenes.

Buenos Aires, 1963.

INSTITUTO CROATA LATINOAMERICANO DE CULTURA

 

PRIMERA PARTE: ANÁLISIS

CAPITULO I. LOS CRIMENES QUE NO TUVIERON SU NURENBERG

Auge soviético, secuela de la política de poder de las potencias occidentales

Según las enunciaciones solemnes de los Aliados occidentales, éstos no entraron primordialmente en la Segunda Guerra Mundial para imposibilitar el predominio de las potencias del Eje en el continente europeo y consiguiente alteración del equilibrio de las fuerzas entre las grandes potencias, sino que su principal propósito era la cruzada de las democracias contra el totalitarismo y el amparo de la independencia y la integridad territorial de la Polonia y de las naciones pequeñas en la Europa Centro-Oriental, amenazadas por la agresión de los países totalitarios. No tan sólo por la Alemania nacional socialista, sino también por la Unión Soviética, que en vísperas de la guerra, el 23/8/1939, suscribió con el Tercer Reich el pacto de no agresión y un pacto secreto relativo al restablecimiento de las fronteras entre los imperios germano y ruso, anteriores al tratado de la paz de Brest-Litovsk. Recién entonces Hitler se decidió a agredir a Polonia, doblegada muy pronto ante las fuerzas superiores de dos potencias totalitarias, resultando repartida por cuarta vez en su tormentosa historia, una vez más víctima de los mismos apetitos imperialistas.

Pero Stalin y Hitler, herederos de los Romanov y los Hohenzollern, no pudieron ponerse de acuerdo en la repartición de la esfera de intereses en el sudeste europeo. Por eso, en 1941, igual que 27 años antes, estalló la guerra ruso-alemana, casi por idénticas razones.

Por su parte, Gran Bretaña y Francia, al no tomar medidas adecuadas contra la Unión Soviética -que invadió Polonia, anexó la mitad de su territorio, una parte de Rumania, liquidó las repúblicas bálticas, reincorporándolas a Rusia, agredió a Finlandia so pretexto de amenazar al coloso soviético- estuvieron ya en 1939 en vías de desdecir sus solemnes enunciaciones acerca de la lucha por la democracia contra los totalitarismos de toda laya, sobre la defensa de la independencia y las fronteras de los países que cayeron víctimas tanto de la agresión germana como de la soviética.

Al aceptar Gran Bretaña, y más tarde Estados Unidos, a la Unión Soviética no sólo como aliada circunstancial en la guerra contra sus contrincantes sino también como socio en la futura organización de la paz, reconocieron, primero tácita y luego expresamente -cuando temían un nuevo acuerdo entre Moscú y Berlín-, las conquistas soviéticas en la Europa Oriental, realizadas en base al pacto Ribbentrop-Molotov de 1939. Respecto a la división de la esfera de intereses, los Aliados occidentales, las potencias sin intereses directos en el continente europeo, fueron en sus concesiones a los rusos mucho más lejos que el Tercer Reich, potencia netamente continental. Teniendo en cuenta más el poder nacional que el bien común internacional, F. D. Roosevelt y W. Churchill no estuvieron en condiciones de frenar a Stalin cuando se trató de organizar el mundo de postguerra. Aferrados a concepciones perimidas sobre la división de las zonas de intereses entre los cuatro Grandes (EE.UU., la Unión Soviética, Gran Bretaña y China, entonces nacionalista) en una época en que se cumplían las previsiones de Alexis de Tocqueville sobre la polarización del poder mundial en dos centros, Rusia y EE.UU., Roosevelt y Churchill estuvieron a punto de reconocer la supremacía soviética en Europa, que sigue siendo, pese a todo, el insustituible foco de nuestra cultura occidental e importantísimo baluarte del mundo libre, cuyo sometimiento al comunismo llevaría a la subyugación del mundo entero.

Ocurrió, pues, que Stalin pudo aprovechar las guerras fratricidas de los pueblos occidentales, aspecto éste muy grave de la crisis social contemporánea de nuestra comunidad de Occidente, desgarrada por conflictos nacionales y de clase. Tras la victoria aliada, que debió ser el triunfo de la democracia y de los derechos de los pueblos pequeños, el Occidente estupefacto contempló el crecimiento de la Unión Soviética, cuna del totalitarismo moderno, que incorporó en el imperio europeo de sus satélites precisamente a los países por cuya defensa e independencia se declaró la guerra. Además, todo el mundo se sintió agobiado por la pesadilla de una guerra termonuclear con que Moscú venía extorsionando al mundo libre para conseguir el reconocimiento del statu quo, quiere decir de su dominación sobre tantas naciones, como un hecho definitivo e irrevocable, sin renunciar a nuevas conquistas por vía revolucionaria.

 

Ominoso silencio sobre métodos y fines del comunismo mundial

 

Terminada la guerra, no se produjo una reacción adecuada de la opinión pública libre. Reinaba gran confusión, creada durante la guerra, por haberse ocultado deliberadamente los verdaderos objetivos del comunismo. Mientras se creaba el imperio europeo de los satélites soviéticos, tan generalizada era la confusión que quienes señalaban el peligro y el carácter liberticida del imperialismo soviético fueron sospechados y calumniados como apologistas del derrotado nazismo.

Los comunistas llegaron a eliminar aun en los países europeos libres a sus adversarios de clara orientación democrática, tachándolos de colaboracionistas, por definición traidores de la patria y de la libertad. Con igual rótulo cubrían también a los adversarios del comunismo en los países esclavizados por los soviéticos, que en la mayoría de los casos antes de la guerra carecían de la libertad nacional y política y por consiguiente mal podían traicionarlos. Los comunistas abusaron de la terminología valedera para los países libres para imponer a la opinión pública sus criterios, esencialmente liberticidas. Convenía a los comunistas provocar toda clase de confusiones y equívocos, para pescar en aguas turbias. Aprovecharon no sólo tensiones sociales y prejuicios nacionales, exagerándolos hasta el odio destructor, sino que abusaron de las cualidades más nobles del hombre occidental: su capacidad de indignación espontánea ante las violaciones de los valores fundamentales de nuestra cultura -la libertad, los derechos y la dignidad humana- y su tenacidad en la búsqueda de la verdad, considerada como valor en sí, prescindente de los intereses políticos.

Ese repudio y esa indignación espontánea ante ciertas violaciones de las normas fundamentales de la sociedad occidental, verificadas en forma flagrante durante la guerra, los comunistas lo circunscribieron hábilmente a los abusos, excesos y crímenes del "nacionalismo zoológico" en los países europeos, hasta entonces vanguardia del progreso moderno. Los campos de exterminio, cámaras letales y otros crímenes contra la humanidad, que habrían de sancionarse, por primera vez en la historia ante un tribunal internacional en tal grado cautivaron la atención del mundo occidental -que hasta entonces creía en la capacidad ínsita de la ciencia moderna de abolir las fuerzas de la barbarie-que sus posibilidades de indignarse y asombrarse fueron agotadas. Aturdido y desalentado, el hombre occidental ya no tuvo tiempo, voluntad ni nervios para ocuparse de crímenes semejantes, cuidadosamente silenciados, de sus ex aliados comunistas. Tanto menos cuanto que éstos y sus compañeros de ruta se empeñaron en interpretar los crímenes comunistas, al filtrar alguna noticia en el mundo libre, como medidas represivas necesarias para proteger la democracia, o como castigo merecido por actividades de colaboración y traición. Esa interpretación era posible desde que se aceptó la tesis comunista de que el sometimiento de una docena de países en Europa Centro-Oriental significaba su liberación, oponiéndose únicamente a esa nueva esclavitud "los resabios del nazismo y el fascismo", puestos por eso fuera de la ley.

Pasó mucho tiempo antes de que en Occidente se alzaran voces autorizadas sobre el peligro del comunismo e imperialismo ruso, antes de que P. H. Spaak exclamara que la quintacolumna del totalitarismo soviético es tan peligrosa que, a título de comparación, la quintacolumna nazi era una especie de boy scouts. Se produjo cierto vuelco cuando Sir Winston Churchill, a la sazón jefe de la oposición, caracterizó a los partidos comunistas en su memorable discurso de Fulton, como milicias soviéticas para la conquista del mundo, empleando por primera vez el término "la cortina de hierro". Sin embargo, el impacto de la propaganda de guerra favorable al aliado soviético era todavía tan fuerte que la administración del Presidente Truman, presente durante la vibrante denuncia del imperialismo soviético, consideró oportuno aclarar en un comunicado que el Presidente no había estado enterado con anticipación del contenido del discurso de Churchill, uno de los principales artífices de la victoria aliada. Más tarde Truman se hará acreedor de la gratitud europea y de todo el mundo libre con su política de contención de la expansión bolchevique, con el plan Marshall, la salvación de Berlín y de Corea del Sur.

Todavía hoy, 18 años después de la guerra, los comunistas logran, gracias a la actitud equivocada de los Aliados occidentales al finalizar la guerra, exhibirse ante el "tercer mundo", incluso ante los países latinoamericanos de cultura occidental y cristiana, como campeones de la lucha "de liberación nacional" contra el imperialismo y el colonialismo, por cierto, únicamente de los países occidentales. Por las mismas razones el mundo libre todavía ignora la entera verdad sobre las circunstancias y los métodos de la conquista y consolidación del poder de los quislings comunistas en el nuevo imperio soviético europeo de los satélites. Hasta coinciden las potencias democráticas y los comunistas en muchas apreciaciones referentes al trágico proceso político-social que desembocó en la opresión de la Europa Centro-Oriental. Por eso tanta reserva y circunspección cuando se discute sobre el sometimiento de tantos pueblos y de la necesidad de liberarlos del yugo comunista. Mientras en los EE.UU. se celebra la "Semana de las Naciones Cautivas", con participación oficial, se distingue entre las Naciones Cautivas en los países satélites y Ucrania y otras naciones sometidas dentro de la Unión Soviética. Los pueblos subyugados en Yugoslavia no pueden figurar en la nómina de las Naciones Cautivas. Tal proceder es debido en parte al desconocimiento de las circunstancias imperantes, en parte a los prejuicios favorables a todos los movimientos revolucionarios izquierdistas, y en parte a la necesidad de aplacar su propia conciencia por la complicidad en el sometimiento de los pueblos de Europa Centro-Oriental. Por eso se repite tanto que las relaciones sociales y políticas fueron en esa zona tan malsanas y los regímenes no democráticos tan desacreditados, que no era posible el retorno al statu quo ante (estamos de acuerdo, con la reserva de que semejante situación fue sostenida por las democracias occidentales, a veces contra las aspiraciones auténticas de los pueblos respectivos) y que, en cierto modo, la victoria comunista era ineludible, introduciendo los comunistas ciertas reformas de permanente valor a las que se oponían los gobiernos reaccionarios de esos países.

Todas esas concesiones al ex aliado comunista en detrimento de las pequeñas naciones europeas -sumadas a la subestimación de su aspiración libertadora y de su capacidad de alcanzar por vía evolutiva o revolucionaria, si fuera necesario, a los países más adelantados del Occidente sin tener que soportar el yugo soviético-, implican grave peligro para el mundo libre, que ya siente sus siniestras consecuencias. Una de ellas es la creciente penetración comunista en los países en vía de desarrollo. Si los comunistas son artífices bienvenidos, y hasta inevitables, de las reformas sociales y del desarrollo económico de la Europa Oriental, entonces por supuesto, resultan imprescindibles también en los países africanos y asiáticos. Si Yugoslavia, un país comunista, recibe ingente ayuda por valor de más de 4.000 millones de dólares porque ello convendría a los intereses estadounidenses, ¿cómo rebatir las malintencionadas afirmaciones de Castro de que Washington no se guía por principios sino por intereses y que se opone a la revolución cubana meramente por intereses egoístas y apetitos voraces del capital yanqui?

 

"El katynismo", un plan totalitario para conquista del mundo

 

Ya es tiempo de presentar un cuadro completo y verídico de los métodos de subyugación de tantos pueblos, impedidos de denunciar los crímenes comunistas. Eso no interesa sólo a los pueblos cautivos, sino al mundo libre entero, particularmente a los pueblos en pleno desarrollo ante los cuales los comunistas se presentan como únicos amigos o se ofrecen como libertadores.

Es menester en esa materia abstenerse de recriminaciones muy frecuentes de los exilados contra los países libres favorecidos por la suerte. Omisiones, errores, yerros y crímenes cometieron todos. Más que las potencias occidentales, que indirectamente favorecieron la expansión soviética, los gobiernos y camarillas políticas de los países esclavizados son responsables del desafortunado proceso del sojuzgamiento de tantas naciones. Mientras se alteraba, entre las dos guerras mundiales, la relación de fuerzas en Europa y las potencias democráticas rectoras tuvieron que contender con las potencias del Eje por la amistad de Moscú, las pequeñas naciones de Europa Centro-Oriental, a pesar de encontrarse apretadas entre los colosos ruso y germano, se comportaron como si nada hubiese ocurrido, imitando a las grandes potencias que se destruían recíprocamente. Ni introdujeron las reformas necesarias ni procuraron acercarse una a otra, visto el peligro de la expansión del Tercer Reich y de la Unión Soviética. Seguían la pauta de la política perimida, convencidas de que las potencias democráticas podían y querían defenderlas hasta el final. Y cuando, ya víctimas de los apetitos imperialistas de Berlín y Moscú, ansiaban únicamente el retorno al statu quo ante, una vez alcanzada la victoria aliada.

Sin embargo, en el esclarecimiento del carácter liberticida del comunismo, no pueden ser omitidos los refugiados en el mundo libre. Ellos, relatando las experiencias de los países esclavizados, cumplen su sagrado deber con las víctimas del comunismo y con las naciones donde encontraron las posibilidades de una vida nueva y digna.

Los croatas pueden suministrar datos sobre un aspecto, acaso el más horrendo del sojuzgamiento comunista. Trátase de las matanzas sistemáticas de todos los elementos activos y combativos que ofrecieron resistencia al expansionismo soviético, considerados por los comunistas como obstáculo a la realización de sus planes. Trátase del fenómeno que en la literatura política se denomina el katynismo, según el bosque de Katyn donde se realizó la matanza en masa más renombrada y característica del programa de expansión soviética. Allí fueron asesinados varios miles de oficiales polacos y sus tumbas colectivas fueron halladas en 1943 cerca de Smolensk, en Rusia[1].

Esa masacre de la élite militar e intelectual polaca ocultada cuidadosamente por Moscú, fue perpetrada en 1940 por la policía política soviética. Cuando en 1943 fueron halladas las tumbas colectivas en el bosque de Katyn, Stalin trató de incriminar al ejército alemán. Por concurso de circunstancias políticas, obtuvo cierto éxito de modo que, en el proceso de Nuremberg, los delegados soviéticos -quienes en lugar de sentarse ellos también en el banquillo de acusados por los crímenes contra la humanidad, se erigieron en fiscales y jueces- imputaron la masacre de Katyn a los dirigentes del Tercer Reich. Pero el tribunal internacional rechazó la denuncia soviética por no haber sido comprobada debidamente.

Aunque por razones de conveniencia no era posible juzgar, en aquel entonces a los responsables de la masacre de Katyn, por lo menos años después ese crimen fue investigado y condenado al menos moralmente. Por resolución unánime de la Cámara de Representantes de Washington se constituyó el 18 de setiembre de 1951 una Comisión, que a fines de 1952 produjo un extenso informe, comprobando que:

"las pruebas... evidencian en forma decisiva e irrevocable que la N.K.V.D. soviética (policía política) había perpetrado la matanza de los oficiales polacos en el bosque de Katyn, cerca de Smolensk en Rusia, antes de la primavera de 1940. La finalidad de dicha matanza -dícese en el informe- fue la eliminación de todos los líderes polacos, que un día podrían oponerse a los planes soviéticos de comunizar a Polonia[2].

Aquí nos interesan particularmente las constataciones del informe de que hubo otras matanzas como parte de un plan único para la conquista del mundo por los comunistas.

"La Comisión -expresa el informe- tomó declaraciones de testigos que evidencian la existencia de otros Katyn. Deseamos que, con los medios a nuestra disposición, la investigación de Katyn llegue a descubrir otros numerosos crímenes contra la humanidad, cometidos por los regímenes totalitarios. Esta Comisión opina que habría que formar un tribunal internacional para examinar las supermatanzas, dondequiera fuesen perpetradas. Las Naciones Unidas dejarán de cumplir con sus obligaciones hasta tanto no anuncien al mundo que el katynismo y diabólico para la conquista del mundo".

Se solicitó del Gobierno de Washington que pidiese a la ONU la constitución de un tribunal para los casos del katynismo. Sin embargo, por razones de procedimiento y las circunstancias imperantes en la ONU -donde los países africanos y asiáticos se muestran sensibles únicamente a los casos de dominación y violencia concernientes a las ex y actuales colonias europeas, sin interesarles el colonialismo o la dominación soviéticos- el problema de las masacres colectivas comunistas no fue debatido en el organismo internacional. Acaso, con el correr del tiempo, ese máximo cuerpo internacional se librará de la presión psicológica del bloque comunista y podrá debatir los crímenes comunistas contra la humanidad y su dominación y explotación colonial en tantos países.

Otros casos del katynismo, referidos en dicho informe, son las matanzas colectivas y deportaciones de los patriotas bálticos -de Lituania, Letonia y Estonia-, de los habitantes de la ex república alemana en Volga, de los cosacos de Crimea, integrantes del ejército de Vlasov, y otras, figurando entre ellas las matanzas en Corea. Casos típicos del katynismo son también las matanzas en masa perpetradas por los comunistas yugoeslavos contra los croatas y otros pueblos y minorías oprimidos de Yugoslavia.

 

CAPÍTULO II: TRAGEDIA DE BLEIBURG O SUPERKATYN CROATA

UNO DE LOS MAS ABOMINABLES CRIMENES DE GUERRA

Hechos: masacres de cientos de miles de croatas e integrantes de otros pueblos y minorías de Yugoslavia

A continuación citaremos datos rigurosamente verificados sobre las matanzas masivas perpetradas por los comunistas yugoeslavos a fines de la guerra pasada. La descripción detallada de las masacres se dará en segunda parte. Aquí señalaremos tan solo aquellos momentos que prueban que se trata de un caso típico de katynismo.

Las matanzas en cuestión no fueron perpetradas contra los adversarios comunistas en la lucha, mientras los combatían con armas, sino sobre soldados desarmados y la población civil sin distingo de sexo o edad. Solamente entre los croatas las víctimas ascienden a 200.000, y a 12.000 entre eslovenos. Las masacres fueron perpetradas también sobre otros pueblos y minorías nacionales de Yugoslavia, especialmente sobre la minoría étnica alemana. Dentro del plan soviético de provocar una enemistad perdurable entre los pueblos eslavos y sus vecinos occidentales, en Yugoslavia fue expulsada y exterminada casi en su totalidad la numerosa minoría alemana, que antes de la guerra contaba 500.000 miembros.

Con las matanzas sistemáticas se empezó ya en 1944, tras la instalación del gobierno en Belgrado por el Ejército Rojo y bajo el control comunista. Los comunistas, ya asistidos por los aliados occidentales, estaban en condiciones de tomar todo el poder. El único obstáculo era la promesa a los Aliados occidentales de que el pueblo, en comicios libres, debería decidir sobre el futuro régimen y gobierno. Así fue convenido también en la Conferencia de Yalta. Stalin convino con Churchill que la esfera de intereses en Yugoslavia sería repartida por mitades. Este interés de los aliados occidentales se debe a la posición estratégica del Adriático, dominado a la sazón por la flota y la aviación angloamericanas con bases en Italia, de donde apoyaban las operaciones del ejército comunista yugoeslavo en la conquista de Croacia. En momentos en que la escuadra británica liquidaba a cañonazos a la guerrilla griega, prevalecía la opinión de que los aliados no dejarían de exigir elecciones libres en Yugoslavia. Y, si fuera necesario, desembarcarían en las costas croatas del Adriático, donde la población los esperaba ansiosamente como a auténticos libertadores. Por otra parte, los comunistas conocían bien la capacidad de los croatas de oponerse a los abusos electorales, por ejemplo, bajo los gobiernos dictatoriales de la Yugoslavia monárquica. En las elecciones de 1935 y 1938, celebradas bajo fuerte presión, sin libertad de prensa, propaganda y reunión, con voto público, los croatas votaron unánimemente contra los candidatos de la dictadura.

Por esas razones, los comunistas yugoeslavos, a medida que invadían las regiones croatas a fines de 1944 y a principios de 1945, liquidaban sistemáticamente a los destacados dirigentes nacionales, en todos los niveles sociales, y especialmente a los partidarios de las democracias occidentales. Muchos se salvaron replegándose en Zagreb, capital de Croacia, bajo el amparo del ejército croata, que luchaba denodadamente contra la invasión comunista respaldada por un lado por el Ejército Rojo y, por el otro, por la aviación y la armada angloamericana de la vecina Italia.

A principios de mayo de 1945, el ejército croata evacuó Zagreb y se retiró a través de Eslovenia hacia la frontera de Austria, para rendirse a las tropas anglonorteamericanas. Al mismo tiempo se produjo un éxodo en masa de la población civil en busca del asilo político en la zona ocupada por las potencias democráticas.

Más adelante referiremos cómo las autoridades militares británicas en Austria se rehusaron a aceptar al ejército croata de cerca de 150.000 soldados como prisioneros, lo obligaron a deponer las armas y repatriaron a más de 100.000 fugitivos croatas. El 15 de mayo de 1945 se efectuó la entrega del grueso del ejército croata desarmado, a los comunistas cerca de la ciudad austríaca de Bleiburg. Idéntica suerte le cupo a los exilados eslovenos y a grupos menores de serbios y montenegrinos. Los comunistas yugoeslavos se apoderaron, de ese modo, de varios centenares de miles de sus adversarios, perpetrando después una matanza sistemática sobre los oficiales, suboficiales, soldados, dirigentes políticos fugitivos, intelectuales, campesinos, obreros, etc. Los que no fueron asesinados, pasaron su amargo vía crucis en las "marchas de muerte", en los campos de concentración y las cárceles.

Esas matanzas colectivas son denominadas por los croatas "La tragedia de Bleiburg del pueblo croata" o el "Superkatyn croata", pues la mayoría de los autores que se ocuparon de ese caso de katynismo, están contestes en que fueron masacrados 20 veces más croatas que polacos en Katyn y otros lugares en 1940 [3].

Análisis jurídico: violación flagrante de convenciones internacionales y principios del mundo civilizado. El crimen del genocidio

Las masacres en masa de croatas que los comunistas yugoeslavos perpetraron configuran, conforme a todas las definiciones conocidas, la comisión de crímenes de guerra[4].

Considerando que esas matanzas, sin sumario ni juicio previo y a menudo sin la identificación de las víctimas, comprendieron, además de los soldados desarmados, gran masa de población civil, se trata de flagrantes crímenes contra la humanidad. Las matanzas y torturas "con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso", "matanza de miembros del grupo" o "lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo"[5] configuran un delito de derecho internacional en el sentido de la convención posterior de las Naciones Unidas sobre el crimen de genocidio, a la que adhirió también la Yugoslavia comunista.

La masacre de los desarmados oficiales, suboficiales y soldados constituye una evidente violación de las Convenciones de Ginebra del 27 de julio de 1929 sobre el tratamiento de los soldados heridos y prisioneros de guerra. El gobierno comunista yugoeslavo, que invoca la continuidad legal de la Yugoslavia monárquica, tenía la obligación formal de observar esas Convenciones a las que adhirió Yugoslavia el 20 de mayo de 1931. El Estado Independiente de Croacia adhirió también a las citadas Convenciones el 29 de enero de 1943 y, sobre el particular, el Consejo Federal Suizo informó el 13 de marzo de 1943 a todos los Estados adheridos, significándoles que la adhesión de Croacia surtía efecto inmediato[6].

Además, los representantes militares, tanto ingleses como yugoeslavos, insistían, antes de que el ejército croata depusiese las armas y se rindiese en Bleiburg, que los prisioneros de guerra serían tratados de acuerdo a las convenciones internacionales, y los fugitivos repatriados de acuerdo a las normas humanas y obligaciones de los Estados miembros de las Naciones Unidas[7] de modo que serían objeto de castigos sólo los verdaderos criminales de guerra. La esperanza de que los anglonorteamericanos influirían para que así se procediera fue uno de los factores decisivos de que el ejército croata depusiera sus armas sin resistencia digna de mención.

Los principios generales de las convenciones internacionales sobre los prisioneros y heridos son suficientemente conocidos y por eso, a renglón seguido, transcribiremos tan sólo algunos párrafos:

"Está especialmente prohibido... matar o herir a un enemigo que, habiendo depuesto las armas, careciendo de medios de defensa, se entrega a discreción (Ap. de la Convención de La Haya, N° IV, de 1907). A los prisioneros de guerra debe siempre dárseles un trato humano y protegerlos especialmente contra actos de violencia, insultos y la curiosidad pública (Art. 2 de la Convención de Ginebra sobre los prisioneros de guerra). Los prisioneros de guerra tienen derecho a que se respete su persona y su honor... Los prisioneros retienen su plena capacidad civil (Id., art. 3). La potencia en cuyo poder se hallan prisioneros de guerra debe ocuparse de su sustento (Id., art. 4). Todas las pertenencias y los objetos de uso personal - menos armas, caballo, equipo e instrumentos militares- quedarán en posesión de prisioneros de guerra... (Id., art. 6). Las autoridades militares y judiciales de la potencia que tiene prisioneros podrán sancionarlos únicamente con las penas previstas para actos idénticos contra las personas militares de su ejército (Id., art. 46). Dicha convención contiene numerosas y detalladas disposiciones sobre el tratamiento de los prisioneros de guerra, su atención médica, alimentación, necesidades intelectuales y morales, etc.

En la Convención de Ginebra sobre los heridos y enfermos se estipula que para ellos rigen las normas generales del derecho internacional, referentes a los prisioneros de guerra (art. 2) y, además, el bando beligerante en cuyo poder se hallan los tratará en forma humana y cuidadosa, sin hacer distingos de nacionalidad (Id., art. 1). Los demás artículos hablan in extenso de asistencia médica, organización sanitaria y cuidado de los heridos de guerra.

De la subsiguiente exposición de las masacres comunistas sobre los croatas y otros grupos nacionales de Yugoslavia, y de las declaraciones de los testigos oculares, publicadas en nuestra sección de documentos, resulta obvio que los comunistas yugoeslavos han violado en forma brutal e innegable las disposiciones del derecho internacional sobre los prisioneros y heridos de guerra.

La mayoría de los soldados prisioneros, y casi la totalidad de los oficiales y suboficiales, fueron asesinados sin sumario ni juicio previo, después de haber sido vejados, torturados y robados. Los que no fueron masacrados en el acto, tuvieron que caminar a través de Eslovenia y Croacia, expuestos a toda clase de suplicios, privaciones y trato degradante, a veces atados con alambre y formando las llamadas "marchas de muerte". La mayoría pereció en esas marchas extenuantes, mortificados y agotados, sin beber ni comer durante días, víctimas de los instintos bestiales y la furia de sus custodios. Los que se quedaban por agotamiento eran fusilados en el acto. A menudo fueron expuestos a malos tratos por parte de los comunistas civiles y de la población serbia, incitada por los comunistas contra los croatas. En los campos de concentración, el trato dispensado era degradante e infrahumano; parecían más bien campos de exterminio. En varios campamentos, además de los soldados desarmados, fue internada y torturada una gran masa de población civil. Allí sucumbieron también al hambre y enfermedades nutridos grupos de la minoría étnica alemana de Voivodina, actualmente provincia autónoma dentro de la República Socialista de Serbia.

También fueron masacrados, en la mayoría de los casos, los heridos de guerra junto con el personal asistencial. No sólo no se les dispensó la atención necesaria prescripta por la Convención de Ginebra, sino que fueron maltratados y castigados junto con quienes los cuidaban por motivos caritativos o patrióticos. Ocurrió que las monjas católicas fueron condenadas a muerte por haber atendido como enfermeras a los heridos de guerra.

En su desprecio por los principios básicos de la humanidad, los comunistas hasta nivelaron y araron los cementerios militares. Arrojaron a los prisioneros y fugitivos masacrados en pozos, ríos, fosos y zanjas antitanques. Hay centenares de millares de tumbas desconocidas. Esa crueldad infligida al adversario muerto configura una transgresión brutal de las normas internacionales, expresamente de la Convención de Ginebra sobre los heridos, que dice:

"Los bandos beligerantes... cuidarán de que antes del entierro y la quema, los cadáveres sean revisados cuidadosamente y, si es posible, por un médico con el fin de certificar la muerte, establecer la identidad e informar al respecto. Además, se ocupará de que sean dignamente sepultados, que sus tumbas sean respetadas y que se las pueda encontrar fácilmente" (art. 4). En la Convención de Ginebra sobre los prisioneros de guerra leemos: "Los bandos beligerantes se ocuparán de que los prisioneros de guerra, muertos en cautividad, sean dignamente sepultados y que sus tumbas estén provistas de los necesarios signos de identificación, respetadas y decorosamente cuidadas (art. 76).

 

La responsabilidad criminal de los gobernantes comunistas yugoeslavos

 

Todos esos crímenes no constituyen actos ilegales cometidos por soldados individuales que pueden ocurrir en cualquier ejército o donde haya grupos de hombres de diferentes sentimientos e intelecto, sino la violación sistemática de las leyes y costumbres de la Guerra y de los Códigos de las naciones civilizadas por los gobernantes[8].

La Convención de Ginebra, en el art. 2, establece expresamente la responsabilidad del gobierno miembro en cuanto al tratamiento de los prisioneros de guerra:

Los prisioneros de guerra se hallan en poder de la potencia enemiga, y no en poder de individuos o partes de tropas que los capturaron.

En 1945, en el momento de perpetrarse las matanzas que nos ocupan, los comunistas yugoeslavos no eran un grupo desorganizado de guerrilleros como al comienzo de sus operaciones, o pequeños grupos desconectados, como la resistencia en Italia y Francia. Existían entonces el gobierno y el ejército yugoeslavos bajo el control comunista, reconocidos por los aliados como un gobierno y un ejército aliados con sus órganos y jerarquías correspondientes. Las tropas que se encargaron del ejército croata desarmado y de los fugitivos repatriados eran unidades regulares del ejército yugoeslavo, igual que aquellas que los custodiaban en "las marchas de muerte", los saqueaban, vejaban y masacraban.

El mismo dictador yugoeslavo, como comandante en jefe del ejército yugoeslavo, expidió un elogio especial a las unidades del III Ejército que en mayo de 1945 capturaron (según dice) en la frontera yugoeslavo-austríaca más de 120.000 "oficiales y soldados enemigos"[9].

 

CAPÍTULO III: LOS ASPECTOS POLÍTICOS Y MORALES DEL "KATYNISMO" YUGOESLAVO

 

Justicia unilateral

 

Por lo demás, los dirigentes comunistas yugoeslavos ni intentaron transferir su responsabilidad por las trasgresiones de las normas de guerra y los principios jurídicos a elementos irresponsables y subalternos. Hasta en la Unión Soviética se admiten hoy tantos crímenes y se los imputa a Stalin y a sus colaboradores. En Yugoslavia procuran ocultarlos o, cuando no es posible, darles una justificación política y moral, que evidencia la idiosincrasia de la "nueva clase" y pone al desnudo su perversidad consubstancial.

Por un lado, insisten en el castigo condigno de las violaciones del derecho de guerra y de los principios de humanidad, perpetradas por sus enemigos. En ese sentido, durante y después de la guerra, vienen citando declaraciones de los gobiernos occidentales. Sin embargo, de sus proclamas y procederes se colige claramente que únicamente sus adversarios políticos deben ser castigados por los crímenes de guerra. Esas concepciones, esa unilateralidad, son pura negación de la justicia. No afectan a un sector exiguo, casos aislados, que se produjeron también en los países europeos altamente civilizados, sino que se trata de la venganza colectiva contra grupos enteros: movimientos políticos, prácticamente pueblos enteros y comunidades religiosas. No fueron afectados tan sólo aquellas facciones políticas que ellos calificaron de fascistas -que ni en los países occidentales fueron siempre tratadas con escrúpulos- sino también partidos y grupos netamente democráticos. Al no someterse a las directivas comunistas y no servir a sus fines liberticidas y al expansionismo soviético, fueron declarados enemigos del pueblo y colaboracionistas. Los demócratas convencidos fueron asesinados como potenciales rivales en el caso de que los aliados insistiesen en la realización de elecciones libres después de la guerra.

 

La razón de Estado, típicamente multinacional, contra el legítimo patriotismo nacional

 

Los comunistas yugoeslavos interpretaron de una manera que le es propia los derechos a la libertad e independencia de los pueblos de Yugoslavia, que antes defendían en teoría. En esta cuestión obraron como buenos alumnos de Stalin, principal teórico soviético en los problemas nacionales. Pues Yugoslavia, como la Unión Soviética, es un Estado plurinacional, con hegemonía de un solo pueblo. Durante la Yugoslavia monárquica, los comunistas, igual que los revolucionarios en la Rusia zarista, subrayaban el derecho a la separación de todos los pueblos y minorías oprimidas en Yugoslavia, que llamaban "la cárcel de pueblos" y ejemplo típico de explotación colonial[10] de la mayoría en beneficio de Serbia y de su casta gobernante. Empero, durante la guerra y por oportunismo político -como veremos más adelante-, defendían con energía la necesidad "de la fraternidad y unidad" de los pueblos yugoeslavos. Los pueblos y las minorías nacionales -particularmente los croatas, los macedonios y las minorías albanesa, húngara y alemana- que en 1941 consideraron la desintegración de Yugoslavia como liberación nacional y se oponían a su restauración, fueron tildados y tratados como traidores, lacayos de los ocupantes alemanes, italianos, búlgaros y húngaros, renegados merecedores del odio y de la terrible venganza colectiva. De hecho, en nombre de la imposible lealtad a un odioso Estado multinacional y opresor, se condena al auténtico patriotismo de los pueblos que tienen el sagrado derecho a defender sus intereses legítimos dentro de su propio Estado nacional hasta tanto no contraríen el bien general internacional.

Esta subversión de la escala de valores, esa supuesta prioridad de lealtad hacia un Estado que fue y sigue siendo "cárcel de los pueblos", frente al legítimo patriotismo nacional de los pueblos y minorías oprimidos en Yugoslavia, llegó tan lejos que incluso la Iglesia Católica fue incluida entre los presuntos traidores y enemigos de pueblo. Los comunistas, al desatar la persecución contra la Iglesia Católica, recalcaban que no lo hacían en su carácter de ateos combativos, sino porque los católicos -la mayor parte son croatas-, según ellos, se pusieron al servicio del fascismo y nazismo, aunque de hecho obraron como buenos patriotas, prescindiendo de diferencias partidistas o ideológicas. Era lógico que la Iglesia Católica no se opusiera a los anhelos de sus feligreses en Croacia a la libertad nacional, y menos aun si se tiene presente que, tanto en la Yugoslavia monárquica como en la comunista, el catolicismo fue y es objeto de discriminación en favor de la Iglesia Nacional Serbia "Ortodoxa".

Sin embargo, los comunistas tienen su lógica. Para ellos, la lealtad patriótica se identifica con la lealtad sumisa al Estado comunista, sea éste nacional o multinacional, independiente o satélite. Si pueden llegar al poder únicamente con la ayuda de Serbia, entonces es natural que ella debe ejercer su supremacía sobre los demás pueblos y minorías nacionales de un Estado, típicamente, multinacional. De hecho, tampoco hicieron gran favor a los serbios. So pretexto de proteger los intereses de Serbia y de su Iglesia Nacional, los llevaron a un conflicto irreconciliable con sus vecinos, de modo que no tuvieron otro remedio que esperar su salvación de los comunistas y los soviéticos. Exagerando los contrastes nacionales y ahondando el odio de los serbios hacia los "traidores" -es decir los pueblos que no querían luchar por Yugoslavia en su función de una Serbia engrandecida-, lograron durante la guerra imponerse sobre la resistencia nacional serbia, exponer la población serbia a grandes pérdidas y al final liquidar la monarquía serbia, aunque, en su mayoría, los serbios son patriotas y adictos a su dinastía.

 

Instigación de serbios ortodoxos contra croatas católicos

 

Un aspecto harto repugnante de la explotación comunista de los múltiples contrastes dentro de un Estado heterogéneo en lo nacional, cultural y lo religioso, es la instigación al odio confesional. Como es sabido, la mayoría de los croatas es católica y la minoría musulmana, es decir, pertenecen a las comunidades religiosas del carácter universalista, mientras que los serbios, a causa de su proceso histórico dentro de la tradición cultural bizantina, organizaron su Iglesia Nacional. Además identifican la nacionalidad con la confesión.

Siendo ortodoxos, los serbios ven a Rusia -no obstante los regímenes imperantes allí- como protectora tradicional de los ortodoxos balcánicos contra la Turquía islámica y los vecinos occidentales, católicos. Considerando a Yugoslavia como su Estado nacional, en rigor como Nación-Iglesia, los serbios, desde el comienzo, veían en los católicos y musulmanes elementos anacionales, hasta antinacionales. Esa disposición básica fue acentuada por la propaganda paneslavista rusa. Unicamente los ortodoxos pueden ser adictos a Rusia, "madrecita eslava", mientras que los católicos y musulmanes son leales a jefes religiosos extranjeros y solidarios con los pueblos de su credo religioso, que no son eslavos, y que los serbios consideran "enemigos hereditarios" de los pueblos eslavos. Además, el a veces inconsciente pero vigoroso sentimiento de Serbia y Croacia de pertenecer a civilizaciones diferentes a menudo agudiza reacciones emocionales de tal carácter.

De lo expuesto sigue que durante la última guerra, no les era difícil a los comunistas explotar los contrastes no solamente nacionales, sino también religiosos entre los serbios ortodoxos por una parte, y los croatas católicos y musulmanes por otra parte, pues los serbios querían restaurar a Yugoslavia y los croatas lucharon por conservar su Estado nacional, restablecido en 1941, cuando la Yugoslavia monárquica se desintegró en líneas generales, de acuerdo al criterio nacional. Contra las aspiraciones nacionales croatas, no contrariadas, claro está, por la Iglesia Católica, coincidieron tanto los guerrilleros comunistas como los serbios nacionalistas. A los comunistas les resultaba fácil incitar el odio a los croatas, especialmente al clero católico y miembros de las organizaciones católicas. Cuando más tarde el mariscal Tito se lamentó con hipocresía ante los periodistas extranjeros de no poder liberar al prisionero cardenal Stepinac porque eo ipso provocaría a los serbios ortodoxos, dijo la verdad, pero "se olvidó" de explicar quién y por qué había exagerado los contrastes entre los cristianos occidentales y orientales y que el cardenal Stepinac fue condenado como víctima expiatoria para dar satisfacción a los serbios, previamente azuzados por los comunistas.

 

Paneslavismo como instrumento del expansionismo soviético

 

El paneslavismo constituye una faceta importante en la política comunista de explotación de los contrastes entre los elementos heterogéneos del artificial Estado yugoeslavo. El hecho es que, durante la guerra, la Unión Soviética, utilizando los sloganes de la propaganda paneslavista de la Rusia zarista propugnando la "unidad y fraternidad" de los eslavos del Sur, no atrajo a los croatas, sino, por el contrario, ahondó aun más el antagonismo serbio-croata, mientras, como es lógico, atemorizó a las minorías no eslavas, a saber la albanesa, la húngara y la alemana, como también a los Estados vecinos no eslavos. y de modo especial a la Hungría y Rumania. Mientras los serbios se sienten unidos a Rusia por el idioma -por consiguiente, y de acuerdo a las teorías del racismo lingüístico, también por vínculos de sangre-, y por la tradición política y cultural, los croatas, si bien pertenecen al grupo lingüístico eslavo, por su religión, cultura y tradiciones políticas aborrecen del paneslavismo, a veces más que los pueblos occidentales no eslavos. Eso se debe mayormente a las experiencias del período entre las dos guerras, cuando conviviendo con los serbios en el mismo Estado, los croatas probaron que toda comunidad estatal, dominada por un pueblo de diferente tradición cultural y política, procura imponer por la fuerza el ideal cultural del pueblo dominante a los demás pueblos. Concretamente, los croatas se convencieron de que, en nombre del eslavismo, querían imponerles la tradición político-cultural de Serbia, de proveniencia bizantino- rusa, que para los croatas significaría la desnacionalización, pues su cultura nacional, igual que la de los demás pueblos occidentales, es una expresión peculiar de la mancomunión cultural occidental. Para los croatas, renunciar a su tradición cultural occidental y aceptar la bizantino- rusa equivaldría a renunciar a su cultura nacional y, siendo un pueblo de habla eslava, transformarse en serbios sostenedores del paneslavismo del tipo ruso.

No obstante ello, los comunistas, al optar por la restauración de Yugoslavia en función de Estado nacional serbio y de exponente de la Rusia Soviética, insistieron en las concepciones políticas paneslavistas, de las que aborrecen los croatas, y los presentaron ante los serbios paneslavistas y rusófilos como traidores del eslavismo. Y no sólo ante los serbios sino también ante la opinión pública occidental que, durante la guerra, había aceptado, en parte, la tesis de que la guerra entre el Tercer Reich y la Unión Soviética tenía primordialmente el carácter de una guerra eslavo-germana, aunque esos antagonismos deben ser considerados más bien como un problema de encuentros y conflictos de diferentes civilizaciones, donde el idioma no juega un papel decisivo. Lo testimonia el antagonismo permanente entre los eslavos occidentales y orientales, Polonia versus Rusia, Croacia versus Serbia, pueblos del mismo entronque lingüístico pero de diferentes tradiciones básicas culturales y políticas.

Todos esos elementos contradictorios, muy confusos para un observador extranjero, de la propaganda de guerra comunista, sirvieron a los comunistas yugoeslavos para agudizar el hasta paroxismo los contrastes con miras a presentar a sus adversarios individuales o en grupo como culpables de las supuestas "traiciones" y merecedores de venganzas y masacres colectivas.

 

Preparación de masacres mediante instigación al "odio noble"

 

Citaremos a continuación algunos ejemplos de esa propaganda "del odio noble", término usado por Milovan Djilas, jefe de propaganda de los guerrilleros comunistas durante la guerra pasada.

Los comunistas yugoeslavos dieron gran publicidad a los lemas proclamados en Moscú en 1942 con motivo del 25 aniversario de la revolución rusa. Entre estos se puede leer:

¡Hermanos, eslavos oprimidos! _ ¡Levantaos en la santa guerra nacional contra los imperialistas hitleristas, enemigos acérrimos de los eslavos! ¡Viva la unidad combativa de los pueblos eslavos! ¡Soldados del Ejército Rojo: Vengaos despiadadamente de las bestias germanofascistas! Sangre por sangre, muerte por muerte [11].

En la misma oportunidad el Comité Central del Partido Comunista Yugoeslavo dirigió un llamado a la juventud para que tomara venganza del ocupante y de miembros de los movimientos nacionalistas anticomunistas:

"Que en vuestros jóvenes y patrióticos corazones se enciendan con más ardor todavía el profundo odio a los enemigos irreconciliables y comunes de nuestros pueblos y vuestra resolución de vengar los sufrimientos, lágrimas y sangre de nuestra patria sojuzgada... [12]".

Milovan Djilas, a la sazón director de Borba, principal vocero comunista, denegó a sus adversarios la calidad de hombres:

"Los perros fascistas sienten que son perros, perros furiosos, en el peldaño más bajo de los seres vivientes..."

"Ya está allanado el camino para invitación a cometer masacres: No los investiguen, no malgasten tiempo, no sutilicen con ellos. Ellos saben lo que hacen. Mátenlos como a los perros, como lo han merecido. Venguen las víctimas inocentes... No son copartícipes, son criminales" [13].

Resulta interesante citar ahora, después de la rebelión de Djilas, lo que pensaba en aquella época y en tal sentido escribía numerosos artículos.

En un artículo de fondo en Borba, de 1942, titulado "El noble odio", Djilas afirmó que los adversarios de los comunistas son bestias en forma humana, y los describe en este orden. "El soldado medio alemán se convirtió en asesino profesional y en bandido sin conciencia, despojado de todo lo humano y noble... Los italianos... igualaron a sus maestros alemanes en el saqueo, incendio, asesinato y violencias... Los croatas ustachi son las bestias más feroces, sin corazón ni mente. Su corazón es el nido del crimen, su mente sirve sólo para inventar crímenes cada vez más horrendos... Los chetniks serbios devastaron poblados enteros de musulmanes y croatas. En los puentes sobre el Drina degollaron uno tras otro, a centenares de musulmanes atados con alambre, hombres, mujeres y niños... No hay traición, vileza ni crimen que no cometería un chetnik. No hay traición, vileza ni crimen que el "gobierno" exilado (en Londres) no premiaría y elogiaría. En ese gobierno se despertó la bestia granserbia que no conoce fin ni medida en su traición y crimen, que en un mar de sangre están sofocando, por motivos de clase, la lucha de su propio pueblo para asegurarse en el futuro su sangriento régimen hegemonista... "

"Los chetniks y los ustachi -continúa Djilas- no son ni serbios ni croatas, no son hombres... Son bestias sanguinarias de la selva de los imperialistas germano-fascistas... El único índice actual del amor al pueblo es la profundidad del odio al enemigo... Buscar en esas fieras algo humano significa atribuirles algo que no tienen ni pueden tener por su condición social. Odiar al ocupante, odiar a sus adláteres, ese abyecto cáncer en el hermoso cuerpo del pueblo, odiarlos con toda el alma, con todo su pensamiento, con cada gota de su sangre, significa estar impregnado del noble y gran sentimiento de los vengadores del pueblo... Tener piedad y compasión con esas bestias sanguinarias, ¿no significa traicionar lo que te impulsa a la lucha? Un odio despiadado hacia ellos, ése debe ser tu programa y tu juramento, el noble ardor de los ideales por los que combates... Acordaos de que el gran conductor de la humanidad progresista, el compañero Stalin, dijo: No se puede vencer al enemigo si no se aprende a odiarlo... Se aprestan miles de nuevos combatientes... Hay que enseñarles, a ellos y a la gran masa del pueblo, cómo conocer al enemigo, cómo destruir su semblante inhumano, cómo asfixiarlo con su llama, con su odio popular y noble: ésta es la gran tarea que se impone" [14].

Djilas ni siquiera trató de distinguir entre el ejército alemán regular (Wehrmacht) y las formaciones nazis, entre soldados italianos y los fascistas. En su vocabulario, los croatas que reclaman su Estado nacional son "ustachi", y "bestias" los serbios que, aunque partidarios de Yugoslavia como los comunistas, pero sin su régimen, deben ser exterminados. El gobierno yugoeslavo exilado en Londres, reconocido como un gobierno aliado incluso por la Unión Soviética, se halla incluido, "por razones de clase", entre las "bestias". Igual trato a los croatas que lucharon contra la restauración de Yugoslavia y a los su favor, evidencia que a los comunistas les importaban únicamente la conquista del poder y la expansión soviética, aprovechando los conflictos nacionales serbio- croatas para destruir "al enemigo de clase" y adversarios de la dominación soviética.

 

Odios y rencores ancestrales a los musulmanes

 

Hemos refrescado adrede los conceptos de Milovan Djilas, quien luego se rebelará contra la "nueva clase" y describirá la mentalidad balcánica en su estremecedor libro "Tierra sin Justicia" (en traducción exacta, "Tierra sin juzgamiento ni justicia").

"Creo que nací -escribe Djilas sobre sí mismo- con sangre en los ojos. Mi primera visión fue de sangre. Mis primeras palabras eran de sangre y estaban bañadas en sangre [15].

La manera de tratar en el pasado siglo a los musulmanes en Montenegro bajo el gobierno teocrático del príncipe-obispo, quien jugaba con las muchas cabezas de sus víctimas como si fueran manzanas[16], se asemeja mucho a lo que les pasó a los adversarios del yugoeslavismo y el comunismo al término de la segunda conflagración mundial.

"A los musulmanes -dice Djilas- los mataron o expulsaron después de vencerlos. Hasta sus cementerios fueron nivelados y arados... La toma de tierras musulmanas se consideró como una compensación de los horrores, la carnicería y el heroísmo de la guerra (...), aunque eran de la misma lengua y la misma sangre que los montenegrinos" [17].

Djilas describió también las matanzas de la población musulmana, perpetradas con la complicidad de las autoridades de la Yugoslavia monárquica, crímenes estos que los comunistas repudiaron en su tiempo por ser obra de su "enemigo de clase" y que luego ellos heredarán e imitarán al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

El destacado escritor comunista serbio Branko Copic publicó en 1957 en Belgrado la discutida e interesante novela "La pólvora sorda" (Gluvi barut), en la que relata la matanza y el exterminio de la población musulmana por los guerrilleros serbio-comunistas[18]. Se trata de la descripción realista y novelada de uno de tantos casos en que los comunistas explotaron a los fines de "liberación" a las incitadas masas serbias contra sus conciudadanos de otra religión y otro origen. Esa novela provocó sensación en la Yugoslavia "liberada" por haberse atrevido su autor a relatar los crímenes cometidos por los comunistas, si bien trata de justificarlos "dialécticamente". En ese sentido, la obra de Copic contrasta con todo un aluvión de novelas y cuentos con temas de la guerra, donde según el esquema de blanco y negro, todos los crímenes, excesos, bestialidades y culpas se atribuyen exclusivamente al adversario.

Represalias en masa, negación de los principios del mundo civilizado

Cuando Djilas escribía sobre "el odio noble" obró de acuerdo con la idiosincrasia de su ambiente y, además, como ideólogo comunista que trata de Justificar las masacres colectivas. Sus antepasados semiprimitivos sabían, empero, que no procedían como hombres y cristianos, que eran pecadores, pero hubo que esperar la llegada de los comunistas, predicadores de una nueva ética y mensajeros de una nueva civilización, para enseñarles que eso no es malo, sino algo grande, noble y sublime, porque es el ideal del gran José Stalin. Más tarde Djilas se percatará de que centurias de civilización se interponen entre la ejecución sumaria de los derrotados en una guerra y el empleo de los procesos y protecciones habituales de la justicia de acuerdo a la ley para determinar el grado y la naturaleza de la culpabilidad individual.

Cuando Djilas preparaba y alababa las matanzas colectivas, creyendo defender de ese modo la civilización contra la barbarie nazi, el Presidente Roosevelt exponía el programa de los aliados unidos:

"El número de las personas que eventualmente sean condenadas como culpables, indudablemente será muy reducido comparado con el total de la población enemiga. No es la intención de este Gobierno y de los Gobiernos asociados recurrir a las represalias en masa. Es nuestra intención que se les imponga un castigo justo a los cabecillas responsables del asesinato de miles de personas inocentes y de atrocidades violatorias de todos los principios de la Fe Cristiana" [19].

Los tratadistas occidentales, conforme a los principios de nuestra civilización, excluían toda idea de matanzas masivas por eventuales transgresiones en la guerra. Para ellos era evidente

que en la justicia civilizada, incluso el criminal tomado IN FRAGANTI DELICTO con un humeante revólver en la mano, es y debe ser sometido a un proceso libre, capaz de permitirle su defensa y exponer los argumentos de mitigación de la pena que pueda tener. Hasta los más flagrantes, evidentes y repudiables criminales de guerra no deben, sin embargo, ser castigados sin una comprobación a cargo de tribunales imparciales [20].

El empeño de los comunistas yugoeslavos de tergiversar los propósitos políticos de sus adversarios durante la última guerra no los exime de la culpabilidad de tantas violaciones de los elementales principios humanos y de las normas del derecho de guerra, de horrendos crímenes de guerra, sino que sirven más bien como prueba supletoria de que se trató de la masacre de sus adversarios políticos. Asesinatos en masa y, como medio de política nacional o internacional, son violación flagrante de los deberes comunes de los Estados civilizados. El mero hecho de que el crimen en gran escala haya sido envuelto en el manto de las propagandas políticas y de los hechos de guerra, u organizado en nombre de verdaderos o supuestos intereses nacionales, no es una defensa sino más bien una circunstancia agravante.

 

CAPÍTULO IV: ¿QUIENES ACTUARON COMO PATRIOTAS Y QUIENES COMO TRAIDORES QUISLINGS?

 

Coincidencias contra la libertad nacional de Croacia y acusaciones mutuas entre chetniks y comunistas

 

No queremos omitir las insinuaciones de los comunistas yugoeslavos contra la oposición croata, a cuyos integrantes tachan de Quislings. Por eso es menester examinar tales cargos esclareciendo su origen y alcance.

La aseveración de que los croatas -por haberse rebelado contra la dominación serbia y restablecido, en 1941, su Estado nacional declarando la separación de Serbia- son vulgares quislings, tipo peculiar de colaboracionistas muy odioso en Occidente, no es un invento comunista sino de los políticos serbios exilados en Londres. Estos, tras el rápido colapso político de la Yugoslavia monárquica y de su capitulación sin lucha -lo que años después Churchill definirá "suicidio vergonzoso de Yugoslavia"- trataron de responsabilizar a los croatas por su supuesta traición a Yugoslavia. Querían justificarse y al mismo tiempo crear un clima favorable para la venganza contra los croatas y otros pueblos oprimidos en Yugoslavia, una vez conseguida la victoria aliada. Dichos esfuerzos fueron apoyados por el prestigio que hábilmente sacaron de las noticias sobre la guerrilla nacionalista serbia de Draza Mihailovic cuya importancia fue exagerada por parte de los Aliados occidentales por motivos de propaganda de guerra.

Los comunistas yugoeslavos antes de la guerra, de acuerdo con la táctica de aprovecharse de la oposición de los pueblos y minorías contra el predominio serbio, bregaban por la separación de los pueblos oprimidos. Haciendo hincapié en el derecho de autodeterminación de los pueblos y minorías sometidos en Yugoslavia, los comunistas querían captar las simpatías de las masas, en caso de que hubiese una nueva guerra. Según las instrucciones de Lenin, los comunistas tenían que estar siempre preparados para transformar la guerra internacional en guerra civil y mientras tanto hacer todo lo posible para debilitar al reino yugoeslavo, creado por las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial para servir de piedra angular dentro del famoso "cordón sanitario" contra la expansión soviética. A los croatas y los demás pueblos y minorías dominados por los serbios, los comunistas, de acuerdo con las instrucciones explícitas de Stalin, tenían que considerarlos como la fuerza aprovechable para la destrucción del Estado yugoeslavo. Según el criterio leninista, la lucha por la liberación nacional está en conexión indisoluble con el problema general de la revolución proletaria. Los comunistas en Yugoslavia debían sostener el derecho de autodeterminación y una efectiva separación de cada una de las nacionalidades que la componen. Las fronteras del Estado yugoeslavo, sostenía Stalin, creadas como resultado de la guerra y violencias, no pueden convertirse en punto de partida y en base legal de la solución del problema nacional[21].

Esa actitud de la jefatura comunista, radicalmente antiyugoeslava, se vio parcialmente modificada, cuando, estando Hitler en el poder, la Unión Soviética trataba de aliarse con Francia, protectora principal de Yugoslavia y cuando los comunistas se sintieron decepcionados por haber fracasado en sus empeños de conquistar a las masas croatas, aglutinadas en fuerte movimiento nacional, democrático y humanista. Pero hubo mucha confusión en las filas comunistas yugoeslavas a raíz del pacto Ribbentrop-Molotov y en los momentos del colapso de la Yugoslavia monárquica que sobrevino estando todavía en vigencia el pacto mencionado. Si bien a fines de 1940 había tirantez entre Moscú y Berlín, precisamente a causa de los intereses encontrados en la zona balcánica, los comunistas yugoeslavos seguían criticando a las "plutocracias imperialistas del Occidente". Por eso, los comunistas croatas y macedonios consideraron estar en "la línea general", cuando aceptaron la disgregación de Yugoslavia en abril de 1941 con cierta satisfacción, pues la reconstitución del Estado croata y la integración de Macedonia al reino de Bulgaria pudo interpretarse como la realización del derecho de autodeterminación de los pueblos subyugados por la dinastía serbia.

Los comunistas macedonios se adhirieron al partido comunista búlgaro, que los afilió como la cosa más natural. Luego durante años no quisieron tomar parte en las actividades guerrilleras encabezadas por el partido Comunista de Yugoslavia. Tito en su Informe Político en el V Congreso del Partido Comunista de Yugoslavia, celebrado en 1948, recalcó que en Macedonia, debido a la oposición de los jefes comunistas, no era posible "en los primeros años de guerra organizar un levantamiento armado" pues opinaban, que Macedonia no estaba ocupada sino liberada por las tropas del rey Boris, mientras que las tropas alemanas jugaron "un papel positivo", ya que contribuyeron a la "liberación" de Macedonia[22].

En el mismo informe Tito acusó también a los comunistas croatas, particularmente al secretario del partido, Andrija Hebrang. Los comunistas croatas -recalcó Tito- asumieron una posición chovinista respecto a los serbios y "estaban por el debilitamiento de la vinculación de Croacia con Yugoslavia" y que en ellos se "notaba en cada paso de cada día su desviacionismo hacia un separatismo nacionalista croata" [23]. Con otras palabras, los mismos comunistas croatas estaban de acuerdo con las masas populares de Croacia que saludaron con entusiasmo la separación de Croacia de Serbia.

La jefatura comunista cambió su táctica, declarándose en favor del Estado yugoeslavo, cuando advirtió que para organizar una guerrilla -cuyo objetivo principal en la primera fase era aliviar, mediante actividades diversionistas, la presión alemana en el frente ruso y en la segunda fase conquistar el poder en toda Yugoslavia y de modo especial destruir la organización estatal de Croacia, obstáculo a la expansión del imperio ruso-soviético hacia el Adriático- no podía valerse de los adversarios de Yugoslavia sino únicamente podía explotar el descontento de las masas serbias por la capitulación y la desintegración de Yugoslavia. Por eso los comunistas tuvieron que declararse como firmes partidarios de la restauración de Yugoslavia, considerada por los serbios como su Estado nacional, y por consiguiente luchar contra "los separatistas" croatas. De allí su coincidencia con los políticos chovinistas serbios en el gobierno del rey Pedro II, entonces exilado en Londres al acusar a los croatas como traidores quislings, fascistas y colaboracionistas, mientras los croatas en realidad libraban una dura lucha por su libertad nacional.

Si bien los comunistas y los chetniks serbios coincidían en el propósito de destruir el Estado croata[24], divergían diametralmente en cuanto a la forma del futuro gobierno en Yugoslavia una vez restaurada. Por consiguiente, los comunistas trataban de desacreditar a sus contrincantes serbios, los chetniks de Mihailovic y el gobierno exilado en Londres, acusándolos de querer restaurar la dictadura monárquica, organizar la venganza colectiva contra los croatas y de colaborar a su vez con el mismo enemigo. Los chetniks rebatían los reproches comunistas acusándolos no sólo de quislings soviéticos y totalitarios sino que les reprochaban la colaboración con los alemanes.

Por cierto que en los Balcanes los principios políticos y las obligaciones internacionales se respetan mientras convengan a los intereses momentáneos. Tampoco los chetniks y los comunistas fueron excepción de esa regla. Por eso, lo principal es puntualizar, quién durante la última guerra estaba luchando por la libertad nacional y política y quién por la opresión. Lo demás son abstracciones, generalizaciones y confusiones.

 

Una definición de la traición tipo Quisling

 

La traición tipo Quisling era un fenómeno histórico concreto. Analizándolo estableceremos los elementos siguientes: 1) Noruega, antes de la invasión alemana, era una nación democrática y libre; 2) Vidkun Quisling hizo traición aprobando y apoyando, como adicto de una ideología totalitaria, la ocupación de Noruega por una potencia extranjera de idéntica ideología política; 3) La potencia ocupante, como premio, le posibilitó participar en el gobierno de su país, donde fue despreciado como traidor.

En síntesis, trátase de una traición prototipo de la patria libre por codicia del poder y fanatismo antidemocrático.

Réstanos examinar qué posición tuvieron los croatas en Yugoslavia entre las dos guerras mundiales; si los líderes del levantamiento de 1941 traicionaron su patria y la causa democrática, habiendo sido por ello premiados por el ocupante y despreciados por el pueblo. Por razones de metodología conviene aquí traer a colación los hechos posiblemente reconocidos e invocados por los mismos comunistas.

Ad I) Los croatas no han podido ser traidores de un Estado que fue la negación de sus libertades nacionales y políticas

 

I. La Yugoslavia de preguerra ¿fue un Estado nacional con régimen democrático?

 

Los comunistas niegan con razón ambas cosas. Antes de la guerra la tesis oficial era que el Reino de Yugoslavia es un Estado nacional, mientras que hoy oficialmente se reconoce que es un Estado plurinacional, integrado por "varios pueblos y minorías nacionales. Se reconocen cinco pueblos -el serbio, el croata, el esloveno, el macedonio y el montenegrino-, cuatro literaturas nacionales, tres idiomas, dos escrituras (los croatas y los eslovenos usan letras latinas y los serbios las cirílicas como los rusos), y tres religiones. La división confesional coincide en líneas generales con la nacional y cultural. La parte occidental del país -Croacia y Eslovenia- es predominantemente católica, mientras que la oriental pertenece a la Iglesia serbia nacional, estando los montenegrinos y los macedonios subordinados a ella por razones chovinistas. Los serbios y los croatas, los dos pueblos principales de Yugoslavia, nunca han convivido en un mismo Estado a lo largo de su historia milenaria y cada uno posee su propia tradición estatal de diferente tipo. Es decir, Croacia y Eslovenia son países de cultura y tradición política occidental, y los serbios de las de Europa oriental. Es verdad, poco se habla de las diferencias culturales en la Yugoslavia comunista, pues quieren eliminarlas como un obstáculo a la integración.

La historiografía comunista insiste en que entre las dos guerras no había libertades políticas ni nacionales. El Reino de Yugoslavia fue gobernado en beneficio de los serbios como si fuera su Estado nacional, si bien Serbia constituye apenas un cuarto de la población y del territorio yugoeslavo. Los comunistas reconocen que Yugoslavia monárquica era un ejemplo típico de opresión nacional y explotación económica, la "cárcel de los pueblos".

Va de suyo que donde se violan los derechos e intereses de la mayoría no cabe un gobierno democrático. La dinastía serbia reinaba de acuerdo con la tradición autocrática bizantino- rusa, apoyándose en la casta militar y la Iglesia nacional serbias. Los comunistas llamaron ese sistema la "dictadura militarfascista del Rey".

 

Ad 2) Los croatas no se levantaron para ayudar a los invasores, sino para instaurar su Estado nacional

 

II. En vista de lo antedicho, el levantamiento nacional croata de 1941 fue dirigido contra la opresión extranjera y la explotación, calificada por los comunistas "colonial". Que ese levantamiento constituía un paso adelante en la liberación nacional de los pueblos oprimidos de Yugoslavia, lo admitían incluso los comunistas, con la reserva de que se trataba de una victoria del nacionalismo burgués. Empezaron a interpretarlo como traición tipo Quisling recién cuando los soviéticos se aliaron con Gran Bretaña y reconocieron al gobierno del rey Pedro II, exilado en Londres. Entonces compartieron el punto de vista aliado, que insistía en la ficción de la existencia de la Yugoslavia monárquica después de su desintegración en abril de 1941, mientras que en Croacia ya funcionaba un gobierno, reconocido "de jure" por varios gobiernos y "de facto" por la Santa Sede, Suiza y Suecia[25]. En Europa, bajo la supremacía del Eje, Croacia, de 1941 a 1945, gozaba de tanta independencia como otros Estados nacionales de la Europa Centro-oriental - Bulgaria, Hungría, Rumania, etc.- y, por cierto, más de lo que disfrutan esos países hoy en el imperio de los satélites soviéticos.

La posición comunista respecto a la legitimidad del gobierno del rey Pedro Karageorgevich durante la guerra cambiaba según su conveniencia para eliminar a la monarquía, y respecto a Croacia quedó inalterable, aunque insostenible e ilógica. Apenas consiguieron controlar cierta zona, harto inestable y limitada, y establecer en apariencia sus autoridades, los comunistas consideraron a su Consejo Antifascista como gobierno de facto, pidiendo el reconocimiento formal y diplomático de los aliados. Al mismo tiempo deniegan el carácter de autoridad estatal al gobierno de Croacia, que desde cuatro años antes controlaba casi todo su territorio, con órganos visibles de autoridad, y reconocido desde el comienzo por varios gobiernos con los que mantenía intensas relaciones diplomáticas comerciales, culturales y de tránsito. En las postrimerías de la guerra los comunistas accedieron a recibir mandato para formar el gobierno de la Regencia, designada por el rey Pedro y en ese mandato fundan su continuidad legal de la Yugoslavia monárquica de preguerra.

La tesis de que la lucha de los croatas por la autodeterminación configura un crimen de traición fue concebida por los chovinistas granserbios ya tras la creación de Yugoslavia en 1918. Semejante teoría y la coincidencia entre los comunistas y los partidarios de la monarquía, reflejan no sólo desconocimiento de los derechos de Croacia sino también una mentalidad extraña y hostil al mundo occidental.

Según esta concepción, el mismo anhelo de los croatas de preservar y afirmar su cultura nacional de tipo occidental, implica la traición al mundo eslavo que debe regirse por la tradición cultural rusa, antagónica a la occidental. De aquí las diferencias entre los croatas y los serbios en la interpretación de la oposición de Croacia a la dominación serbia.

Desmembrada la monarquía de los Habsburgo - que integró Croacia durante cuatro siglos (1527- 1918) como reino asociado con atributos soberanos-, Croacia fue anexada al Reino de Serbia como una provincia más. Eso significaba la pérdida de la individualidad política croata por primera vez en 1.300 años de su historia, y dio motivo a la lucha del pueblo croata por la libertad nacional, mientras que los serbios interpretaron esa anexión como liberación de Croacia de las influencias culturales y políticas extrañas de Occidente y como comienzo de su reintegración al mundo eslavo de tradición cultural y política rusa. Los croatas se oponían a esa indeseable comunidad estatal, en la que se trató por fuerza de desoccidentalizarlos e imponerles un ideal cultural ajeno y diferente. El pensamiento nacional croata, arraigado en la tradición cultural del Occidente, fue censurado en los textos escolares y publicaciones oficiales como resabio de la presunta dominación extranjera, de la influencia nociva de la Iglesia romana y de los vecinos occidentales de Croacia que los serbios consideran "enemigos hereditarios" de los pueblos eslavos. Mediante la censura, la policía y los tribunales se reprimía cualquier defensa de la tradición nacional croata.

Todo ese proceso de opresión culminó con el asesinato de los líderes democráticos croatas en el recinto del parlamento de Belgrado, en 1928, y con la introducción subsiguiente de la dictadura del rey Alejandro I, que decretó que en adelante el "Reino de los Serbios Croatas y Eslovenos" se llamaría Yugoslavia, que sólo había un pueblo unitario yugoeslavo y que los croatas no existen ni siquiera como una comunidad étnica.

Los comunistas en su condena de la tradición cultural croata, proceden en forma diferente pero más enérgica. Mientras los monárquicos serbios, tras la caída de la Rusia zarista, su protectora, hubieron de tener en cuenta la actitud de las democracias occidentales, en ese sentido los comunistas no vacilan, si bien reciben ayuda substancial de las potencias occidentales. Para los comunistas yugoeslavos Rusia no es sólo el guía natural y protector de los pueblos eslavos, acreedora de su lealtad, sino también la patria del proletariado mundial, de la clase elegida. Por consiguiente, la oposición croata a la influencia y la expansión de Rusia constituye doble traición y merece ser reprimida sin miramientos.

En eso obran con más hipocresía que su antecesora, la dictadura monárquica. Esta prohibió públicamente el nombre y los símbolos nacionales croatas, mientras que los comunistas reconocen formalmente la nacionalidad croata, pero con todos los medios de un poder totalitario tratan de vincular a Croacia con una civilización extraña para poder equipararla así con Serbia, dentro de una forzosa unión estatal.

El fin de todos esos conjuntos esfuerzos y de regímenes políticos serbios tan opuestos era desplazar la influencia occidental en beneficio del expansionismo serbio, de hecho, ruso. Esos esfuerzos se vieron favorecidos por la triste situación imperante en Occidente y por el enfrentamiento de grandes potencias europeas. Si ciertos gobiernos occidentales en su afán de destruir el enemigo descuidaron la defensa de nuestra sociedad en su frontera oriental amenazada, los croatas, soportando directamente los embates de la expansión rusa, sabían que tenían que defender sus derechos a la libertad y a la vez los intereses del mundo occidental. No sólo que los soldados croatas -según lo demostraremos- no lucharon en la guerra pasada contra los aliados occidentales y sí contra el comunismo, sino que destacaban en forma pública que combatían por su libertad y no por ideologías políticas. Eso lo entendieron bien los alemanes y trataron de impedir semejante interpretación de la lucha, que ponía reservas al racismo alemán. Los anhelos de todos los patriotas croatas sin distingos partidarios (sin excluir incluso cierto número de comunistas) tendían a preservar el Estado croata. La gran mayoría confiaba en que tras la victoria aliada el Estado croata debería organizarse democráticamente y de conformidad con su tradición secular participar en la futura comunidad de los pueblos europeos libres.

 

Ad 3) El restablecimiento del Estado Croata no fue propósito y obra de Hitler sino del pueblo croata

 

III. Es obvio que el Estado de Croacia, restablecido durante la guerra, pudo subsistir gracias al reconocimiento del Eje, que controlaba el continente europeo, y con un régimen autoritario. Eso, empero, no quiere decir que los activistas nacionalistas, líderes del levantamiento nacional, servían los intereses del Eje o luchaban para tomar el poder. Ni el desmembramiento de Yugoslavia ni la creación del Estado croata figuraban en los planes de Hitler. Por el contrario, el Tercer Reich buscó la amistad de Yugoslavia[26]. Recién a principios de 1941 en vísperas de la campaña contra Grecia y Rusia, Hitler presionó para que Yugoslavia adhiriera al Pacto Tripartito, con la obligación de que las tropas alemanas no exigirían pase libre por el territorio yugoeslavo. La Regencia suscribió dicho Pacto cuando constató que el ejército no estaba en condiciones de oponerse al ataque alemán. El Pacto fue firmado el 25 de marzo de 1941 en Viena y dos días después un puñado de oficiales y políticos dio golpe de Estado en Belgrado. Ese acto, seguido por la desintegración ineludible y la liquidación definitiva de la Yugoslavia monárquica, fue interpretado en Occidente, por motivos obvios, como acto de solidaridad de un pequeño y valeroso país con los países que se oponían con armas al dominio del Eje. Sin embargo, los putschistas no querían guerra. Su propósito primordial era invalidar las concesiones políticas acordadas a los croatas por la Regencia, consciente de la incapacidad defensiva del ejército, no sólo a causa de la ineptitud y corrupción de su plana mayor, sino también debido a que las tropas estaban integradas mayormente por los croatas y otros conscriptos de los pueblos oprimidos, predispuestos a la rebeldía. El gobierno golpista trató de convencer a Hitler de que respetaría el Pacto Tripartito[27], pero éste quiso despejar la situación y decidió agredir a Yugoslavia.

En Croacia se sabía que el golpe de Estado, concebido y ejecutado por un grupo de los oficiales y políticos serbios, estaba dirigido contra la transacción política entre Zagreb y Belgrado, convenida ante el riesgo común[28]. Ese acto demostró definitivamente que no había posibilidad de una transacción perdurable y creó condiciones para el levantamiento nacional. Ocurrió lo que el Dr. Vladko Macek, destacado político, había anunciado durante la dictadura del rey Alejandro al corresponsal del importante diario parisino oficioso "Le Temps": que el pueblo croata, si se le privara de las libertades fundamentales, se levantaría en la primera ocasión propicia[29].

Al proclamar los croatas, dos semanas después del golpe, el 10 de abril, su independencia nacional, ese acto fue reconocido, más no preparado, por las potencias del Eje[30]. Croacia consiguió entonces status de Estado independiente y, por lo tanto, no fue un país ocupado. Es verdad que el gobierno croata tuvo que enfrentarse durante la guerra con enormes dificultades, pero cuando se trató de defender a la patria todos eran unánimes, incluso muchos de los que criticaban acerbamente el régimen imperante. El pueblo, que en su gran mayoría dio su apoyo a la defensa de la patria, supo distinguir entre regímenes pasajeros y el Estado nacional.

En ese aspecto resultan definitorias las declaraciones del Arzobispo metropolitano de Croacia, cardenal Aloysius Stepinac, ante el tribunal comunista, del 3 de octubre de 1946. Citaremos sólo este párrafo:

"La nación croata se había declarado plebiscitariamente a favor del Estado Croata y yo hubiera sido un infame si no hubiese sentido el pulso del pueblo croata, que en la antigua Yugoslavia era esclavo. He dicho que los croatas no podían ascender en la carrera militar o ingresar al cuerpo diplomático, a no ser que mudaran su religión o se casaran con una ortodoxa. Se trata, pues, de un problema del que yo tenía que hablar en mis pastorales y sermones".

"Todo lo que haya dicho sobre el derecho del pueblo croata a su libertad e independencia está de completo acuerdo con los principios básicos enunciados por los Aliados en Yalta y en la Carta del Atlántico, Si, conforme con estos principios, toda nación tiene derecho a su independencia, entonces, ¿por qué se le niega a la nación croata? La Santa Sede ha subrayado reiteradas veces que tanto las pequeñas naciones como las minorías tienen el derecho a la libertad. ¿No puede, entonces, un obispo metropolitano católico, mencionar siquiera este principio? Si hemos de caer, caigamos por haber cumplido nuestro deber".

"Si creéis que este proceso complace al pueblo croata, dadle la oportunidad de pronunciarse. Por mi parte, aceptaré su veredicto. He respetado y respetaré siempre la voluntad de mi pueblo" [31].

 

Origen y alcance del Movimiento Ustacha

 

Los comunistas tratan de justificar ante el Occidente las matanzas en masa de los croatas alegando que eran ustachi, tachados como fascistas croatas. Las masacres y medidas terroristas de los comunistas en Croacia son así presentadas como "liquidación de los resabios fascistas".

Es cierto que esa propaganda tuvo cierta repercusión, principalmente porque el mundo occidental tuvo la ocasión de saber algo más acerca de los ustachi, en dos circunstancias, por conducto de informadores propagandistas de las dos dictaduras yugoeslavas: la monárquica y la comunista. A raíz del atentado contra el rey Alejandro en Marsella en 1934 los ustachi fueron descriptos como terroristas internacionales, a sueldo de Italia. Por segunda vez se habló mucho de ellos en 1941-45, cuando actuaron como factor decisivo en el desmembramiento de Yugoslavia, en la restauración y defensa del Estado de Croacia. Por lo tanto, nuestro cuadro sobre el katynismo yugoeslavo no sería completo sin aclarar debidamente el origen, el carácter, el alcance y la actuación de los ustachi.

La denominación verdadera de esa organización era Movimiento Croata de Liberación Ustacha (insurrecto). Surgió sin estímulos extranjeros y casi espontáneamente como respuesta al asesinato de los líderes democráticos croatas en el Parlamento de Belgrado en 1928 -cuya inspiración se atribuye con razón al rey Alejandro-, y a la implantación de la dictadura el 6 de enero de 1929, dirigida especialmente contra el nacionalismo croata. Ambos sucesos revisten suma importancia para la evolución posterior de las relaciones serbio-croatas. La gran mayoría de los croatas nunca creyó en la posibilidad de una transacción política entre Croacia y Serbia, pero después del atentado en el Parlamento y la implantación de la dictadura granserbia, prevaleció la opinión de que no se podía luchar con éxito contra la dominación serbia sólo por medios legales -los únicos conocidos hasta entonces en la vida política croata- sino que había que recurrir a métodos revolucionarios y prepararse para el momento cuando la situación internacional se tornase propicia al alzamiento nacional. Hasta entonces, los partidos políticos croatas, estructurados dentro de Austria-Hungría -país modelo del imperio del derecho-, no utilizaban los métodos expeditivos de los países balcánicos, especialmente de Serbia. El mismo Dr. Ante Pavelic (1889-1960), Poglavnik (jefe) del movimiento ustacha fue hasta 1929 diputado nacional por Zagreb, capital de Croacia, y uno de los dirigentes del más antiguo partido croata, fundado por el Dr. Ante Starcevic (1823-1903), político liberal, considerado el Mazzini croata. Su partido tenía una denominación legalista: Partido del Derecho Constitucional Croata.

La dictadura había prohibido todos los partidos croatas. El Partido Campesino Croata, mayoritario, fue el único que pudo actuar en forma semilegal en la segunda fase de la dictadura real, después de la muerte violenta del Rey-dictador en 1934. Su ideario era netamente democrático, humanista y hasta pacifista. Con el Partido del Derecho Constitucional Croata formaba el llamado Bloque Croata. El movimiento ustacha fue fundado en 1929, como organización clandestina, cuyo fin era organizar la acción revolucionaria y su objetivo supremo restablecer la independencia estatal de Croacia. Fue la respuesta directa al desafío de la opresión y la dictadura serbias. Como tal, carecía de tintes ideológicos. Más que a los movimientos fascistas de la época se asemejaba a los carbonarios italianos. Su aparición era consecuencia directa de la opresión de Croacia por un Estado típicamente balcánico como Serbia.

Sus contactos con los círculos políticos extranjeros fueron determinados por las circunstancias y la situación creada, de modo que los ustachi pudieron actuar contra la dictadura yugoeslava únicamente en los países que los toleraban y, en ocasiones, los ayudaban. Se trata en primer lugar de los países que reclamaban la revisión de los tratados de paz concluidos después de la Primera Guerra Mundial: Bulgaria, Hungría, Italia, Alemania y Austria.

La actividad del movimiento ustacha en su primera fase, ilegal, culminó con el atentado contra el rey dictador Alejandro en Marsella en 1934, en colaboración con los revolucionarios macedonios. Entonces se sostenía que detrás del atentado estaba la Italia fascista. Luego se quiso atribuirlo a influencias nazis. En realidad, el atentado fue organizado por un grupo de jóvenes ustachi y su ejecutor fue un macedonio. Las autoridades húngaras dieron ciertas facilidades a los atentadores (pasaportes). Después de la guerra, escritores netamente antifascistas como Gaetano Salvemini sostienen que Mussolini no fue el instigador del atentado, el que sobrevino, para él, en muy mal momento, mientras se aprestaba a invadir Abisinia y propiciaba el acercamiento a Francia. Los ustachi actuaron libremente en Alemania democrática, pero no recibían ayuda alguna del régimen hitlerista. Por el contrario, estaban bajo un rígido control, especialmente cuando se establecieron relaciones amistosas entre Berlín y Belgrado. Pudieron actuar en Alemania recién después del golpe de Estado del 27 de marzo de 1941. Cabe destacar aquí, para comprender mejor la política yugoeslava, que el deseo de los exponentes de la dictadura granserbia de debilitar la resistencia nacional croata jugó papel decisivo en el abandono, por parte de Yugoslavia, de Francia y de sus aliados de la Pequeña Entente. La condición principal de Belgrado para mejorar las relaciones con Roma y Berlín era la prohibición de las actividades de los exilados croatas. Los exilados en Italia vivían bajo el régimen de deportación en Lipari.

En cuanto a las tan exageradas acciones terroristas del movimiento ustacha, cotejadas con las acciones diversionistas de distintos movimientos de resistencia contra la ocupación alemana, resultarían puro diletantismo. Si se justifican los métodos empleados por los movimientos de resistencia, no es sino hipocresía condenar los métodos empleados por los ustachi. Y qué decir de la hipocresía de los comunistas o de los nacionalistas serbios, sabiendo que la historia moderna de Serbia es inconcebible sin una larga serie de acciones terroristas y atentados. Desde el punto de vista croata, su patria estaba ocupada por Serbia de 1918 a 1941, igual que los países ocupados por las tropas del Eje durante la última guerra, de modo que el deber y el derecho de los patriotas croatas era oponerse a la violencia y a la dictadura inclusive con medidas de fuerza.

Huelga hacer constar que no todos los nacionalistas croatas aprobaban los métodos de acción directa, discordante con las tradiciones croatas de la ética y del derecho. Hasta los más extremistas responsabilizan en primer lugar al chovinismo serbio que obligó a los croatas a defenderse.

La segunda fase, legal, del movimiento ustacha se inició al producirse e} levantamiento nacional de 1941, cuando, por el concurso de las circunstancias, esta organización, hasta entonces ilegal y secreta, llegó al poder en el restablecido Estado de Croacia. El movimiento, por su carácter de resistencia nacional clandestina no pudo tener gran caudal de afiliados ni pretensiones a constituirse como un partido político y competir por la influencia decisiva en el gobierno. El Partido Campesino Croata ostentaba la representación legal del pueblo, pues en los comicios de 1935 y 1938 obtuvo casi la totalidad de los votos croatas, inclusive los de los ustachi. Cuando Hitler, a raíz del "putsch" de Belgrado en marzo de 1941, resolvió invadir Yugoslavia, deseoso de sacar partido del descontento general en Croacia, sus emisarios negociaban en primer lugar con los representantes del Partido Croata Campesino. Recién cuando su presidente el Dr. Vladko Macek rehusó encabezar el alzamiento revolucionario nacional coincidente con la invasión nacional socialista, aparece como factor decisivo la organización ustacha dentro del país. El Dr. Macek se retiró de la actividad política, negándose a participar tanto en el gobierno croata como en el yugoeslavo, exilado en Londres. En este último delegó al Dr. Juraj Krnjevic secretario general de su partido, y él quedó en Croacia exhortando al pueblo a acatar las órdenes de las nuevas autoridades. El Dr. Macek -que desde mayo de 1945 vive exilado y actualmente reside en Washington- explicó que había tomado tal actitud por no creer en la victoria de Alemania y por no considerar como líder de un partido democrático, oportuno ni posible gobernar democráticamente en la época cuando Europa estaba controlada por las potencias del Eje. Sus simpatías políticas y esperanzas en la liberación de Croacia estaban ligadas a los aliados occidentales.

El Dr. Macek pudo retirarse de la actividad política durante la guerra, exponerse a persecuciones e internaciones, lo que no pudo hacer el pueblo croata en conjunto ni el grueso de sus partidarios, cuando en abril de 1941 el pueblo croata se enfrentó con el dilema: defender a Yugoslavia, su cárcel nacional, y de los demás pueblos y minorías oprimidos, o participar en el levantamiento por la independencia nacional. Aunque el levantamiento se produjo en circunstancias inadecuadas, la gran mayoría del pueblo adhirió espontáneamente. En él tomaron parte activa las organizaciones locales del Partido Campesino Croata, especialmente las guardias urbana y rural con sus jefes. El cardenal Aloysius Stepinac definió la disposición general de los croatas en estos términos: "La entera nación croata se había declarado plebiscitariamente en favor del Estado nacional croata y yo hubiera sido un infame si no hubiese sentido el pulso del pueblo croata, que en la antigua Yugoslavia era esclavizado".

La gran mayoría de los croatas esperaba que su liberación nacional de la dominación serbia sobrevendría con la ayuda de las democracias occidentales. Sin embargo, ocurrió al revés. La invasión de Yugoslavia por los ejércitos del Eje posibilitó el alzamiento nacional. Prevalecía la opinión de que en la guerra no se eligen aliados; se los acepta. Si las naciones poderosas y democráticas como Inglaterra y Norteamérica se aliaron contra los regímenes totalitarios, con la Unión Soviética, también totalitaria, sin por ello convertirse en totalitarias y comunistas, entonces el pequeño y oprimido pueblo croata en su lucha por la liberación nacional contra la dictadura granserbia y luego contra el peligro comunista pudo también recibir la ayuda indirecta del Eje, sin por ello renegar los ideales democráticos.[32].

Ciertas actuaciones del movimiento ustacha como también las de su líder son muy discutidas incluso por los croatas que durante la guerra consideraron deber patriótico contribuir al restablecimiento del Estado de Croacia y a su defensa contra los chovinistas y los comunistas serbios. Por otra parte, es menester reconocer que, en los primeros tiempos, el nuevo gobierno, con la mejor voluntad, no pudo controlar autoridades y grupos armados locales, organizados espontáneamente, que, haciendo de policía y de ejército, a menudo se extralimitaron en la represión de las acciones subversivas e ilegales de quienes hasta ayer detentaban el poder en el Estado yugoeslavo desintegrado. Esos excesos dieron motivo a noticias exageradas sobre las represalias de que nos ocupamos en el capítulo siguiente.

El movimiento ustacha en su segunda fase legal, cuando detentaba el poder, era el eje de una amplia coalición nacional, de la que participaban grupos patrióticos y personas de distintas ideologías, más bien que un partido totalitario monolítico. En el gobierno, en la administración y hasta en las filas ustachi, en todos los niveles, había muchos patriotas, afiliados antes de la guerra a agrupaciones democráticas y reacios al fascismo, que en Croacia era impopular también por pretensiones irredentistas italianas respecto a Dalmacia, donde prácticamente no hay italianos. Tampoco congeniaban con el racismo nazi, condenado por la Iglesia Católica. Hasta en las publicaciones principales más influyentes del movimiento ustacha se sostenía la tesis de la "guerra croata", es decir, que los croatas no luchaban por una determinada ideología política, sino en defensa de su independencia nacional. En aquella situación eso significaba no identificarse con la ideología nazi. Cuando, a fines de la guerra, se vislumbraba la posibilidad de un desembarco de los aliados en la costa croata, todos los croatas estaban dispuestos a acogerlos como amigos y unirse a ellos[33] contra los comunistas, adversarios acérrimos del eventual desembarco[34]. En ese sentido se intentó en Croacia un golpe de Estado tipo Badoglio, encabezado por los ministros del Ejército y del Interior, ambos destacados dirigentes ustachi[35]. Antes de la guerra, se intentó fundar en Croacia el Partido nacionalsocialista, que no prosperó y pronto fue disuelto. Si bien en una Europa bajo control militar del Eje era ineludible la adopción de ciertos signos externos, medidas y pronunciamientos, en Croacia en realidad nunca fueron propagadas ideologías racistas y totalitarias[36]. Eso no era posible a causa de los hondos sentimientos religiosos de los católicos y de los musulmanes. La influencia de la Iglesia católica era decisiva tanto en el plano moral como intelectual.

La teoría sobre el origen godo de los croatas surgió fuera de Croacia como una de las tantas teorías sobre el origen de las tribus croatas que a principios del siglo VII emigraron de la Polonia actual a las provincias romanas Dalmacia y Panonia donde crearon una organización política. En torno a ese núcleo, mediante el proceso etnogenético, muy parecido al de tantos pueblos europeos, de elementos étnicos heterogéneos (ilirios, celtas, griegos, romanos, tracios, avaros, eslavos, germanos), se formó el actual pueblo croata como peculiar grupo étnico nacional. Durante el romanticismo europeo se creía que los antiguos croatas eran ilirios. Más tarde, bajo el impacto del paneslavismo, predominó la teoría de los filólogos alemanes sobre el origen eslavo de los croatas. En época reciente surgieron teorías, basadas en eruditos estudios históricos, sobre el origen iranio, godo y hasta mogólico del núcleo inicial croata.

Cierto alcance político, mas no racista, tuvieron esas teorías sobre el origen no eslavo de los croatas en los tiempos de la oposición a la teoría oficial, decretada por el rey dictador Alejandro, que sustentaba la unidad étnica del pueblo sureslavo. Servían también como antídoto a las tendencias y teorías oficiales sobre el racismo eslavo, despojadas de todo fundamento científico. Por eso, cuando los comunistas persiguieron después de la guerra a los historiadores croatas, condenando a varios de ellos a la pena de muerte (entre ellos al profesor Querubín Segvic, anciano sacerdote de 80 años, colaborador del L'Osservatore Romano), que en sus estudios científicos sostenían la teoría goda, defendían de hecho la teoría sobre el racismo paneslavo.

Por consiguiente, si con rigurosa objetividad analizamos el movimiento ustacha en todas sus etapas, hemos de concordar con los estudiosos de las ciencias políticas que no lo clasifican entre los movimientos extremistas fascistas, sino en los llamados "movimientos autonomistas", es decir, movimientos nacionalistas que en primer lugar perseguían la liberación nacional[37].

 

Los comunistas verdaderos traidores quislings de Croacia antes y ahora

 

Croacia en 1945 sucumbió ante fuerzas muy superiores y fue reincorporada a Yugoslavia, restaurada por los comunistas. Todo el mundo sabe que los croatas en la primera oportunidad se levantarán de nuevo para restablecer su independencia nacional. El pueblo croata considera como quislings a los comunistas, esta minoría insignificante. Efectivamente, los jefes comunistas en Croacia, por fanatismo político, propiciaron no sólo la ocupación extranjera de su patria sino también la liquidación del Estado nacional croata. Lo hicieron sabiendo que sin la ocupación serbio-rusa Croacia rechazaría el comunismo y se uniría a las naciones democráticas. Por ello no pudo obtener status de Estado independiente incluso dentro del imperio de los satélites soviéticos. Lo que fue reconocido a tantos países de Europa Centro-oriental, no integrados directamente en la Unión Soviética, no lo fue para Croacia. Esta fue anexada por Serbia formalmente como una república federal - parecido el caso de Ucrania en la Unión Soviética-, pero, de hecho, bajo la ocupación extranjera, gobernada por el partido comunista, en que dominan los serbios[38]. Dentro del bloque comunista, hasta la pequeña Albania obtuvo status de Estado independiente, pero no Croacia, con milenaria historia cultural y política, que suministra algunos de los principales artículos de exportación de Yugoslavia y además posee la mayor parte de industria yugoslava. De ella sale casi la totalidad de la producción del petróleo, aluminio y madera. Suministra barcos, controla toda la navegación marítima y es principal atracción turística.

Los dirigentes comunistas yugoeslavos siguen siendo quislings también después del conflicto entre Moscú y Belgrado. Si Yugoslavia, como tal, ya no dependía tanto de la Unión Soviética, Croacia siguió subordinada a Serbia. Los jefes comunistas de Croacia evidenciaron aun más su carácter de quislings cuando servilmente aplaudieron la liquidación del ex secretario general del Partido Comunista croata, Andrés Hebrang, quien fue asesinado bajo acusación de haber intentado oponerse a la dominación serbia en Croacia, esta vez en forma nueva.

 

Resultan improcedentes las analogías entre los eventos políticos de Noruega y los de Croacia durante la guerra.

 

Si a toda costa se quiere recurrir a analogías históricas, susceptibles más bien de alejarnos que de aproximarnos a la verdad, cabría únicamente trazar la similitud entre la lucha de los croatas y la de los irlandeses en la Primera Guerra Mundial, o la de Birmania en la Segunda.

Los nacionalistas irlandeses, mientras combatían por su independencia nacional, no rehusaron cooperar con la Alemania del Kaiser, aunque era evidente que el régimen de Guillermo II no era su modelo político.

Birmania durante la guerra pasada sacudió su dependencia colonial de Gran Bretaña con la ayuda del Japón aliado del Tercer Reich. No obstante, al terminar la guerra, fue reconocida como Estado independiente. Es muy probable que sin ese proceso hoy estaría dominada por los comunistas.

 

 

CAPÍTULO V: PÉRDIDAS HUMANAS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

 

Las dos guerrillas yugoeslavas, que disponían de medios informativos aliados para difundir su propaganda, presentaban sus esfuerzos liberticidas como lucha por la liberación contra los ocupantes y los traidores internos exagerando desmedidamente las pérdidas sufridas durante la guerra. Con esa propaganda lograron impresionar al mundo libre, al punto de que muchos autores y publicistas toman por verídicos o probables los datos oficiales yugoeslavos[39]. Así Pierre Renouvoin, catedrático en la Sorbona y miembro del Instituto Francés de París, aduce que Yugoslavia tuvo durante la guerra pasada 1.706.000 bajas, o sea el 10,8% de la población de preguerra, a raíz de la guerra internacional y civil.

 

Pérdidas materiales causadas por la guerra

 

Los daños materiales ascenderían a 9.000 millones de dólares. Renouvoin alega que se destruyó 20% de casas, 24% de frutales, 38% de viñedos 50-60% de ganado, 80% de material ferroviario, 36% de plantas industriales y herramientas, y 20.000 talleres artesanos[40].

En las publicaciones de las Naciones Unidas las pérdidas humanas se estiman en 300.000 soldados y 1.400.000 civiles[41].

El fiscal soviético en el tribunal de Nuremberg, L. N. Smirnov, culpó al Tercer Reich de la muerte de 1,5 a 2 millones de personas en Yugoslavia[42].

Exagerando esas cifras, los comunistas yugoeslavos - responsables principales de esas pérdidas -persiguen efectos políticos, si bien se trata de hechos que acusan más a ellos que a sus enemigos.

Mientras exageran los daños materiales -tema éste que abordamos aquí de pasada- los comunistas quieren en cierto modo justificar la falta del bienestar prometido en el nuevo orden económico, sus reclamaciones de elevadas reparaciones y la cuantiosa ayuda que reciben de los países vituperados por ellos como capitalistas.

En el mismo texto Renouvoin observa que la suma aducida de 9 mil millones de dólares de pérdidas materiales supera los daños sufridos por Gran Bretaña. Se impone la pregunta, ¿cómo es posible que en un país relativamente pobre -donde diez años después de la guerra el ingreso nacional oscilaba entre 2 y 3 mil millones de dólares- esos daños sobrepasen los de Gran Bretaña, tan castigada por los bombardeos?

Los que han vivido durante la guerra en el territorio de Yugoslavia actual saben que ciertas cifras son absurdas, como por ejemplo las relativas a la destrucción de frutales y viñedos. Ni siquiera el parque ferroviario, destrozado sistemáticamente por los comunistas, quedó tan dañado, pues las líneas principales funcionaron hasta el final de las hostilidades.

 

Pérdidas humanas

 

Aquí nos interesan preferentemente las pérdidas humanas causadas por la guerra y las matanzas colectivas. Los especialistas demográficos alemanes abordaron ese problema a raíz de las acusaciones comunistas contra el ejército alemán. Comparando las estadísticas demográficas de Yugoslavia de pre y posguerra, llegaron a la conclusión de que los datos oficiales comunistas sobre los caídos y muertos son harto exagerados.

Mientras, según los datos oficiales, la población de Yugoslavia a causa de la guerra disminuyó en 2,21 millones, el profesor Ipsen Gunther opina que es más probable la cifra de 1,69 millones (1.05 millones de varones y 0,64 millones de mujeres). Esa cifra comprende no sólo a los caídos y muertos, sino a los que murieron como prisioneros de guerra, a los exilados, personas desplazadas y la disminución de natalidad durante la guerra[43].

Se puede obtener una cifra aproximativa de las víctimas de distintas masacres en Yugoslavia durante y después de la guerra en Yugoslavia, si de la cifra total de 1,69 millones que dan los especialistas extranjeros, o de la oficial de 2,21 millones, se descuenta el número de nacimientos disminuidos, de los exilados y desterrados, de los militares y civiles caídos en operaciones de guerra, principalmente a causa de los bombardeos.

 

Nacimientos disminuidos- Exilados políticos

 

Los técnicos en estadísticas yugoeslavos estimaron que a causa de la guerra hubo 424.755 nacimientos menos. Supongamos probable esa cifra.

En cuanto a los exilados políticos no hay cifras exactas. Como punto de referencia puede servir la declaración formulada por Alejandro Rankovic, vicepresidente del gobierno comunista yugoeslavo, a raíz del proyecto de ley de amnistía, promulgada en marzo de 1962. Rankovic en esa ocasión citó la cifra de 200.000 exilados y prisioneros de guerra, que no quisieron regresar a Yugoslavia[44]. Desde luego que el jefe de la temible policía política (OZNA, luego UDBA) no incrementó, sino más bien rebajó ese número.

 

Componentes de las minorías nacionales exilados y desterrados

 

De la amnistía fueron exceptuados los exilados de las minorías étnicas y en primer lugar los alemanes[45].

Antes de la guerra, había 499.900 integrantes de la minoría étnica alemana en Yugoslavia. De hecho, su número era más elevado. Según los datos oficiales, en 1948, en la Yugoslavia comunista vivían sólo 55.328 integrantes de la minoría étnica alemana.

A fines y después de la segunda contienda mundial disminuyó considerablemente el número de los integrantes de las minorías étnicas húngara, albanesa y turca. Según distintas estimaciones su número oscila alrededor de 100.000.

En el territorio actual de Yugoslavia, que antes de la guerra pertenecía a Italia, la minoría étnica italiana disminuyó en casi 175.000.

El profesor Ipsen opina que, en vista del elevado número de fugitivos y expulsados, el total de las minorías étnicas en Yugoslavia disminuyó en 700.000. Esta cifra no comprende a los masacrados, condenados a muerte o muertos en los campos de exterminio que, por cierto, no eran pocos.

 

Setenta mil miembros de la minoría alemana asesinados

 

Según los datos contenidos en una publicación semioficial alemana, en la República Federal de Alemania residen actualmente 147.494 alemanes, exilados y expulsados de Yugoslavia, y en Austria cerca de 150.000. Con los que emigraron a los países de ultramar y los que viven en Yugoslavia, el total de la minoría alemana en Yugoslavia durante la guerra y que todavía viven serían 409.500 personas. La cifra de los asesinados en Yugoslavia o muertos en los campos de concentración llegaría a 68.664. Los restantes, unos 20.000, son soldados caídos en la guerra o desaparecidos en el cautiverio ruso[46].

 

Total de los caídos y asesinados en Yugoslavia

 

Tomando por exacta, si bien exagerada, la cifra de la disminución de la población durante la guerra de 2,21 millones y restando la cifra de nacimientos rebajados de 424.755, calculada por los especialistas yugoeslavos, más 200.000 exilados y 700.000 expatriados y expulsados de las minorías étnicas obtendremos la cifra de 885.245 muertos y asesinados en todo el territorio de la Yugoslavia actual. Eso representa casi la mitad del número de los caídos con que operan las estadísticas yugoeslavas por motivos propagandísticos. El profesor Ipsen cree que ese número de caídos es todavía mucho menor. A título de comparación acotamos que Gran Bretaña tuvo en la guerra pasada 530.000 bajas y Francia 500.000.

 

Número de los partisanos caídos

 

Si queremos establecer la cifra de las víctimas de las masacres y las represalias, debe descontarse de la cifra consignada el número de los guerrilleros de Tito caídos y de la población civil muerta accidentalmente a causa de las operaciones de guerra, principalmente bombardeos.

Los datos de las Naciones Unidas se refieren a 300.000 soldados yugoeslavos caídos en la última guerra. Según los datos yugoeslavos oficiosos e imprecisos es obvio que ese número no incluye a los chetniks ni a los componentes del ejército croata. No resulta claro si esa cifra de 300.000 abarca también a los componentes del ejército yugoeslavo caídos durante la campaña del 6 al 18 de abril de 1941. En todo caso, su cifra no fue elevada, pues no hubo resistencia seria a la invasión. Los alemanes, según sus datos oficiales, tuvieron en la campaña balcánica (Yugoslavia y Grecia), abril de 1941, sólo 1.099 bajas. Las bajas del ejército yugoeslavo tampoco han podido ser grandes.

La cifra de 300.000 caídos partisanos es un poco exagerada, si bien ha sido elevada. Tantas pérdidas se deben al trato inhumano con los efectivos reclutados por fuerza. Los partisanos escaseaban, en escala subhumana, de víveres, ropas, aprestos y medicamentos. Guerreaban en zonas apenas transitables, recurrían a marchas forzadas de día y de noche, carecían de bases y viviendas. Unicamente los fanáticos comunistas, impulsados por el ansia de poder, sin miramientos a los sufrimientos y sacrificios humanos, podían obligar a la gente a pelear en tales condiciones inhumanas.

Hasta algunos comunistas protestaron contra semejantes sacrificios cuando se hizo patente que Alemania sería vencida. Los observadores aliados en los cuarteles partisanos vieron muchas cosas, pero no les fue posible apreciar todos los horrores, la barbarie y la miseria de las tropas movilizadas por los aventureros comunistas.

Es cierto que sufrieron también los comunistas, pero muchísimo más los que reclutaron por fuerza, pues los controlaban y castigaban despiadadamente al notar la más mínima vacilación. De modo que la mayor parte que cayó por su causa, fueron víctimas de ellos.

 

Otros soldados caídos durante la guerra

 

Entre los soldados caídos durante la guerra debe incluirse también a los integrantes de las formaciones militares anticomunistas de varios pueblos y minorías de Yugoslavia.

Los serbios peleaban, fuera de las filas partisanas, como chetniks al mando de Draza Mihailovic, y a las órdenes del gobierno serbio de Milan Nedic, designado por los alemanes. Los chetniks de Nedic combatían exclusivamente contra los guerrilleros comunistas, y los de Mihailovic principalmente contra los croatas. En Macedonia, anexada a Bulgaria, reclutaba el ejército búlgaro, y en Voivodina, incorporada a Hungría, movilizaba el ejército húngaro. Los miembros de la minoría alemana integraban unidades militares alemanas. Algunos croatas y eslovenos de la zona anexada por Italia servían bajo las banderas italianas. En Eslovenia fueron organizadas unidades de domobranci para contrarrestar el terror comunista. Las fuerzas armadas croatas, por ser más numerosas, sufrieron más bajas. Los soldados croatas, defendiendo su patria, lucharon con valentía contra los comunistas y los chetniks.

Según una estimación cautelosa, cayeron en los combates, aparte de las masacres comunistas perpetradas después de la guerra, más de 100.000 integrantes de dichas formaciones militares, de modo que el total de los combatientes caídos en Yugoslavia durante la guerra llega a más de 400.000.

 

Víctimas de los bombardeos y otras operaciones bélicas

 

A causa de los bombardeos y otras operaciones bélicas cierto número de civiles perdió su vida. A raíz del bombardeo de Belgrado del 6 de abril de 1941, murieron 17.480 personas, conforme a los datos oficiales. Hubo durante la guerra varios bombardeos de mayor o menor escala con sus respectivas víctimas. Esos bombardeos eran más de los aliados desde sus bases en Italia que de los alemanes. Generalmente se realizaban a pedido del comando partisano[47].

Cómo abusaban los comunistas de la ayuda aliada, lo prueba la declaración del diputado por Ohio, Wayne L. Hays, formulada el 13 de diciembre de 1950, en una sesión del Congreso:

"Sé positivamente que Tito solicitó que los bombarderos norteamericanos atacaran Belgrado el domingo de Pascua (ortodoxa) del último año de la guerra... Fijó el día y la hora. Ocurrió que ese día y a esa hora, por casualidad supongo, fue el domingo de Pascua y la hora de la salida de los serbios de los templos ortodoxos" [48]

Cabe estimar, pues, en 50.000 el número de las víctimas de los ataques aéreos.

 

Cerca de 400.000 víctimas de represalias y masacres en masa

 

De ese modo llegamos al total de 450.000 bajas causadas por la acción directa de la guerra, y su mayor parte se debe a los métodos inhumanos de la guerra de guerrillas. Si restamos ese número de la cifra presuntiva de los combatientes caídos y de la población civil perecida de 885.245, resulta que unas 435.000 personas perdieron la vida a causa de las represalias y masacres.

De ese saldo trágico debe descontarse el número de los judíos masacrados en el territorio de Yugoslavia, donde había, según las estadísticas de 1931 cerca de 60.000. Este número incrementó en vísperas de la guerra a causa de la afluencia de los judíos fugitivos de Alemania y las zonas ocupadas por el Tercer Reich. Según la ya citada publicación oficiosa alemana, a principios de la guerra abandonaron Yugoslavia 22.000 judíos, temiendo la invasión de Hitler. Ellos deben ser incluidos en la cifra de 700.000 miembros expatriados o desterrados de las minorías nacionales. Durante 1942/43 -según la misma fuente- fueron llevados a los campos de exterminio de Polonia unos 32.000 judíos de Yugoslavia [49]. Determinados judíos fueron matados en distintas regiones de Yugoslavia.

Llegamos así a la cifra de 400.000 víctimas de las represalias y masacres entre los serbios, los croatas y demás pueblos y minorías de Yugoslavia, perpetradas por varias formaciones militares y policiales.

 

Los chetniks serbios iniciaron matanzas en masa

 

Por orden cronológico, los monárquicos serbios fueron los primeros en recurrir a represalias. Antes de la guerra, en el ejército yugoeslavo, controlado por la oficialidad serbia, se organizaron batallones especiales de chetniks para aterrorizar a la población civil. Esos batallones fueron denominados chetniks, según la homónima organización diversionista de la época de las luchas contra los otomanos y el Imperio de Austria-Hungría. En vísperas y durante la guerra su misión era: a) impedir posibles rebeliones de los croatas y otros pueblos oprimidos, y b) organizar en la retaguardia del frente, en el territorio ocupado por el enemigo, acciones diversionistas. Con tal propósito, disponían de depósitos de armas secretos en las zonas pobladas por los serbios

Durante la guerra de doce días los chetniks no entraron en acción a causa de que el clima de rebeldía, especialmente entre los croatas, macedonios y las minorías albanesa, alemana y húngara, era tan enardecido que no se atrevieron a tomar represalias. Cuando el ejército yugoeslavo capituló el 18 de abril de 1941, tras el fulminante derrumbe político y militar, de acuerdo a las normas del derecho internacional debieron cesar todas las operaciones bélicas de los integrantes del ejército yugoeslavo. En general así fue, por lo menos las primeras semanas. Hubo casos aislados de ataques chetniks contra las tropas alemanas en Serbia y la población civil en Croacia que se plegó al alzamiento nacional.

 

Represalias alemanas excepcionalmente severas

 

Las represalias contra acciones ilegales de los restos del ejército yugoeslavo, organizados más tarde como guerrilla al mando del coronel Draza Mihailovic -luego promovido al grado de general y designado ministro de guerra en el gobierno real exilado en Londres- fueron inevitables y concordantes con el derecho de guerra. Sin embargo, las contramedidas fueron a veces excesivamente crudas y afectaban también a inocentes. A menudo resultaban contraproducentes, pues la población atemorizada se refugiaba en los montes, donde los esperaban agitadores y comandantes comunistas. Más tarde, los comunistas provocaban represalias para movilizar más fácilmente sus fuerzas de resistencia.

El comando alemán, tras repetidos ataques a sus soldados, expidió un bando difundido entre la población interesada: por cada soldado alemán asesinado serían fusilados 100 serbios y por cada soldado herido 50 serbios. Según datos oficiales alemanes, hasta febrero de 1942 en Serbia fueron fusiladas 20.149 personas a título de represalias[50].

Posteriormente hubo también represalias, pero en escala menor, debido a que los chetniks para "economizar la sangre serbia" habían reducido o paralizado totalmente las acciones diversionistas y hasta colaboraron con las tropas de ocupación en Serbia contra los partisanos. Respecto a los ataques de los chetniks y los partisanos contra las tropas alemanas que provocaron las represalias, escribe el historiador militar inglés Liddell Hart: "Resultaron ser menos efectivas que la resistencia pasiva generalizada... y causaron mucho más daño a su propia gente. Las represalias provocadas eran más graves que el daño infligido al enemigo..." [51].

 

Represalias húngaras, búlgaras e italianas

 

Los comunistas y los nacionalistas serbios difundieron, por conducto de los centros informativos aliados, no sólo cifras exageradas respecto a las represalias, sino que querían crear la impresión de que casi únicamente los croatas cometieron represalias contra los serbios atribuyéndoles carácter de genocidio. La verdad es que todos los grupos armados que actuaban en el territorio de Yugoslavia recurrían a represalias. Los húngaros liquidaron varios millares de serbios en Bachka. Las autoridades húngaras admitieron que se trataba de represalias excesivas y algunos culpables fueron castigados. Las tropas búlgaras realizaban represalias en Macedonia y en Serbia, pues existían tradicionales rencores entre los búlgaros y los serbios[52].

Harto siniestras resultaron las represalias del II Ejército italiano, estacionado en partes de Eslovenia y Croacia, en Montenegro, Kosovo y Metohija. Estas represalias no eran masivas sino dirigidas contra personas destacadas. En cambio, hubo internaciones en masa en Italia, especialmente de croatas. Eso motivó que cierto número de croatas se plegara a los partisanos. La intervención italiana en los conflictos serbio- croatas era maquiavélica y extremadamente perjudicial. Protegían y armaban a los efectivos chetniks del gobierno real yugoeslavo con el cual estaba Italia en estado de guerra. Bajo el amparo italiano, los chetniks cometían matanzas de croatas, formalmente sus aliados[53]. Esos chetniks de religión ortodoxa, con la ayuda indirecta de las tropas italianas, perpetraron masacres colectivas sobre la población musulmana de Bosnia, y la católica de Dalmacia, que se oponían a su anexión al imperio romano fascista. El político serbio Zivko Topalovic, partidario ardiente de Draza Mihailovic, relata que el "cabecilla" chetnik Pavle Djurisic, había comunicado a Mihailovic en una carta que los chetniks a su mando habían arrasado, en una sola operación, siete aldeas croatas, asesinando a 900 "ustachi" (es decir, campesinos indefensos croatas) y quemado vivos a varios sacerdotes católicos[54]. Las víctimas de los chetniks ascienden a decenas de miles.

 

Represalias croatas contra chetniks

 

Las represalias en Croacia contra la población serbia no tardaron en desencadenarse. Fueron ejecutadas, a raíz del terrorismo de los chetniks, por las tropas irregulares participantes en el alzamiento nacional contra la dominación serbia y el restablecimiento del Estado de Croacia.

Como los líderes del alzamiento eran miembros de la organización clandestina ustachi, todos los excesos se atribuían a ese movimiento y su régimen. En eso, por cierto, hay exageraciones, aunque es lamentable que el régimen ustachi en el comienzo haya carecido de una política clara y prudente respecto a la población ortodoxa en Croacia que, influenciada por la Iglesia nacional serbia ortodoxa, era propensa a adherirse, desde el punto de vista nacional, a Serbia, y se prestaba a veces a acciones antipatrióticas desde el punto de vista de la legalidad croata.

Los integrantes de la minoría serbia en Croacia, educados en la Yugoslavia monárquica en el espíritu chovinista granserbio y siendo el grupo dirigente y privilegiado en detrimento de la mayoría católica y musulmana, desgraciadamente no atinaron a acomodarse a la nueva situación. Por eso, en las regiones donde viven mezcladas la población croata y la serbia, se produjeron, primero, las agresiones de los chetniks y sucesivamente conflictos, golpes y contragolpes, represalias y contrarrepresalias recíprocas, que acarrearon decenas de miles de pérdidas por ambos lados.

Los serbios se vengaban de la supuesta traición croata al Reino de Yugoslavia, y los croatas -mayormente grupos revolucionarios, antes de organizarse autoridades y el ejército regular croata- reaccionaban defendiendo su recién restablecido Estado, impulsados por los recuerdos todavía muy frescos de los crueles métodos de la dominación serbia entre las dos guerras. En esa época se aplicaban represalias tremendas contra la oposición croata. Los gendarmes solían disparar contra la población civil incluso durante las procesiones religiosas. Los contragolpes, en el recién restablecido Estado nacional, si no se pueden aprobar, se comprenden. El mismo criterio comparte el prestigioso parlamentario y escritor político francés, Ernest Pezet, insospechado amigo del pueblo serbio[55]. El mismo autor, en su libro "La Yougoslavie en péril" (París, 1933) publicó numerosos datos y cifras sobre la opresión de los croatas en Yugoslavia, presagiando su trágico desenlace.

 

Los conflictos nacionales, caldo abonado para los comunistas

 

Las cifras exageradas de las víctimas causadas en los conflictos croata-serbios, que difunden tanto los comunistas como los monárquicos serbios, tenían un fin chovinista: desacreditar no sólo a cierta fracción política croata, sino al pueblo croata como tal y su lucha por la libertad nacional. Los comunistas recurrieron a esas exageraciones para ponerse al frente de las masas serbias contra Croacia, que durante la guerra y hoy es la principal fuerza de resistencia a la dominación de Serbia y a la opresión comunista. Alimentar el odio y las reacciones pasionales de los serbios contra toda cooperación razonable con los croatas y demás pueblos oprimidos en Yugoslavia, sigue siendo la condición primordial de la estabilidad relativa del régimen comunista. Debido al chovinismo serbio, los pueblos y minorías de la Yugoslavia, un Estado típicamente multinacional, no consiguieron formar un frente unido contra el comunismo en base al principio de autodeterminación nacional para todos y al reconocimiento de los derechos nacionales y políticos de todas las minorías. Ningún grupo serbio exilado acepta sin reservas semejante programa.

Las masacres de más de 200.000 croatas a fines y después de la última guerra fueron presentadas a los serbios como venganza merecida por la "traición" croata a la Yugoslavia monárquica. Lamentablemente, los círculos serbios anticomunistas en el exilio jamás repudiaron esos crímenes comunistas. En cambio, los croatas deploran a los serbios asesinados por los comunistas y por supuesto a los caídos a causa de los conflictos durante la guerra. No queremos insistir en las masacres chetniks sobre la población croata, pues consideramos que la cadena sangrienta de venganzas recíprocas debe terminarse una vez por todas en beneficio de ambos pueblos. Deseamos tan sólo señalar que ya es tiempo de que los anticomunistas serbios dejen de difundir datos y cifras harto exagerados, cayendo en la trampa de los opresores comunistas que obran según el lema "divide et impera".

Si analizamos con imparcialidad las cifras de las bajas en el territorio de la actual Yugoslavia, percibiremos que las cifras, difundidas por la propaganda anticroata, de centenares y centenares de miles de serbios masacrados, es el resultado de una fantasía excitada, azuzada por los comunistas. El total máximo de las bajas por represalias y masacres entre todos los integrantes de Yugoslavia llega a 400-500.000. Esa cifra comprende 200.000 víctimas de las matanzas perpetradas por los comunistas contra los croatas en primer lugar y contra casi 12.000 eslovenos, varios miles de serbios y montenegrinos. Ya hemos mencionado 70.000 alemanes asesinados o muertos en campos de concentración. Los comunistas masacraron a miles de integrantes de las minorías húngara e italiana. Debe tenerse en cuenta también a las víctimas de las represalias de las tropas alemanas, húngaras, italianas y búlgaras estacionadas en Yugoslavia y de las masacres organizadas por los chetniks. Por lo tanto, no queda margen para pretendidos centenares de miles de bajas serbias producidas en los conflictos con los croatas. Pese a los propagandistas del odio nacional, tanto los croatas como los serbios saben muy bien que las cifras difundidas de los caídos serbios en la guerra chetniks contra ustachi son absurdas[56].

Los desbocados nacionalistas serbios no deberían olvidar que los comunistas azuzan también a los croatas contra los serbios acusando a los chetniks por la matanza de la población croata. Las cifras comunistas pueden ser exageradas, pero esas matanzas se realizaron y el número de las víctimas no era pequeño. Un destacado partidario de Draza Mihailovic cita un informe de un oficial chetnik a su superior sobre una de las numerosas "acciones de limpieza" en los distritos de Plevlje, Bjelopolje, Cajnici y Foca, donde los chetniks asesinaron a 10.000 musulmanes, mayormente mujeres y niños[57].

Topalovic es el único dirigente serbio exilado que reconoce que las masacres de la población croata tuvieron "consecuencias catastróficas", y admite que en ese aspecto "los chetniks no eran mejores que los ustachi". Mataban a los croatas sin distinción alguna. Los comandantes chetniks, especialmente Jevdjevic y Djuic, "exterminaban a la población croata y musulmana en cuantas ocasiones se les presentaron" (Ibid., pp. 103-4, 186, 190).

Después de la guerra se publicó la nota de protesta del gobierno británico al gobierno yugoeslavo exilado en Londres contra las acciones de Draza Mihailovic que "lucha contra los croatas" y otros conciudadanos y no contra los ocupantes[58].

Precisamente por la posición irrazonable y chovinista respecto a los croatas, los aliados occidentales dejaron de ayudar al gobierno yugoeslavo en el exilio y a los guerrilleros chetniks, dispensando desde el año 1944 ayuda exclusivamente a los partisanos comunistas. Por ende, esa actitud chovinista para con los croatas motivó primero, la crisis política y militar que desembocó en la desintegración y la capitulación militar de Yugoslavia en 1941, y luego, en el curso de la guerra, hizo que los comunistas eliminasen al gobierno exilado y sometiesen a todos los pueblos integrantes del conglomerado yugoeslavo.

 

Algunas palabras "pro domo"

 

Queriendo ser objetivos en la exposición de las bajas sufridas durante la guerra en Yugoslavia, nos abstuvimos de recriminaciones. deseosos de arrojar verdadera luz sobre los opresores comunistas de los pueblos y las minorías en Yugoslavia. Como palabras finales hemos de manifestar que en esa cadena cruel de represalias y contrarrepresalias los croatas casi siempre tuvieron que defenderse. Ni los nacionalistas croatas más recalcitrantes intentaron trasladar la lucha al suelo de Serbia. Los soldados croatas combatieron únicamente en el suelo croata, mientras que los chetniks y los comunistas transfirieron la lucha al territorio del Estado croata con el claro propósito de impedir su consolidación, pues lo consideraban como obstáculo principal para la restauración de Yugoslavia con la supremacía serbia[59].

Los líderes serbios no censuraron con franqueza las injusticias infligidas a la nación croata, en tanto los croatas deploran los excesos que cometieron algunos exasperados, desviándose de ese modo, si bien momentáneamente, de su tradición milenaria de ética y respeto del derecho, el contenido substancial del pensamiento nacional croata. Los jefes eclesiásticos croatas, y particularmente el cardenal Aloysius Stepinac, condenaron todos y cada uno de esos excesos. Igualmente obraron los representantes religiosos musulmanes. En este sentido, reflejaban los sentimientos de la gran mayoría del pueblo.

 

CAPÍTULO VI: REPATRIACIONES FORZADAS - PROBLEMA DE LA MORAL INTERNACIONAL

 

Las repatriaciones forzadas de los adversarios comunistas de la Europa Centro-oriental y Sur- oriental que, escaparon a fines de la guerra a las zonas de Alemania y Austria, ocupadas por los Aliados occidentales y, su entrega a los gobiernos comunistas, sabiéndose que no los tratarían en forma legal y humana, constituyen un problema de moral internacional. Max Lerner subraya con razón que las democracias afrontan hoy el dilema: o perecer por seguir aceptando, más o menos voluntariamente, el principio del maquiavelismo, o regenerarse, rechazando concienzuda y decididamente dicho principio[60].

Aunque se adopte la tesis, sostenida en la pasada guerra por Jacques Maritain, "de que no es una falta moral el buscar-en caso de necesidad y en la medida que la necesidad lo exija-la alianza de un Estado poco respetuoso de la justicia y de la moralidad política (como evidentemente lo es la Unión Soviética) a condición de que no haya compromiso para cometer ningún acto injusto o inmoral y mientras no se acepten, por lo tanto, las exigencias excesivas de ese Estado", y que "no es una falta moral aceptar los ofrecimientos de una mano manchada, cuando ello constituye el único medio de asegurar el éxito de una empresa de tanto riesgo como una campaña militar"[61], no cabe duda de que las repatriaciones forzosas, terminada ya la guerra, fueron actos injustos y concesiones excesivas a los gobiernos comunistas

Sería ocioso hacer recriminaciones, pues ningún bando beligerante está limpio de errores y hasta de crímenes, pero no es admisible silenciarlos, particularmente cuando todavía se sigue repatriando forzadamente a los croatas, incluso con la colaboración del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados[62].

 

Comparación con los exilados cubanos

 

Nuestros amigos en Latinoamérica comprenderán todo el horror trágico de dichas repatriaciones si se da por supuesto que ellas se aplicaran a los exilados cubanos.

 

Imaginémonos lo que significaría si los Estados Unidos y otras repúblicas americanas hubiesen continuado prestando ayuda a Castro después de haberse comprobado su papel de satélite soviético. Supongamos que en su represión de las fuerzas democráticas recibe ayuda en propaganda, municiones, armas, víveres, medios de trasporte y cooperación activa de la aviación y la flota. Imaginémonos que, por ello, centenares de miles de combatientes anticomunistas debiesen emprender el éxodo, y no se les dejara pasar a los países libres, se los desarmara y, junto con centenares de miles de exilados políticos, se los repatriara compulsivamente y terminaran, sin juicio previo, ante "el paredón", centuplicando de tal modo el actual saldo del terror comunista en Cuba.

Supongamos que luego comisiones de gobiernos democráticos diesen caza en los países libres a los pocos adversarios del castrismo, salvados del exterminio y declarados criminales de guerra por haber luchado contra el comunismo, entregándoles a la muerte segura. Figurémonos que después de 19 años de repatriaciones forzosas y masacres colectivas, mientras se hubiese dado gran publicidad a cada fugitivo de Berlín Este, los fugitivos de la Cuba comunista fuesen calificados como refugiados "económicos" y no "políticos" y como tales repatriados. (Eso, en efecto, les pasa hoy a los exilados croatas y de otras regiones de Yugoslavia. Mientras se paga el "rescate" por los prisioneros de Castro, Italia y Austria devuelven gratis al cautiverio de Tito miles y miles de refugiados anticomunistas por año.)

Imaginémonos, además, que Krushchev, como antes Stalin en el caso de Tito, decidiera designar otros dirigentes cubanos, más dóciles y adictos, y Castro se opusiera a su designio; los gobiernos democráticos, en lugar de utilizar la crisis política surgida para liberar a Cuba, considerasen como un gesto genial prestar ayuda a Castro por valor de miles de millones de dólares y en forma de las más modernas armas, mientras Castro siguiese empeñado en sembrar la cizaña neutralista en Africa y Latinoamérica, como, efectivamente, lo hace el dictador comunista yugoeslavo.

Supongamos asimismo que esos comunistas cubanos, envalentonados por la cuantiosa ayuda con que costean sus elevados gastos propagandísticos, fuesen declarados en Occidente como "comunistas nacionales", una especie nueva, simpática, de comunistas, y no se considerase ya a Cuba como nación "cautiva", absolviendo de ese modo a Castro y a sus adláteres de toda culpa por la matanza de los patriotas anticomunistas y dispensando a sus verdugos recepciones oficiales en las capitales y las cortes de los países democráticos, considerados con toda seriedad cuando en las comisiones internacionales para la defensa de los derechos humanos y en las Naciones Unidas dieran lecciones a las democracias occidentales sobre los sentimientos de humanidad y los derechos de todos los pueblos a la libertad.

Imaginémonos que todos esos absurdos fuesen realidad y entonces tendremos el cuadro aproximado de cómo las democracias occidentales proceden respecto a los pueblos oprimidos en Yugoslavia.

Además de los croatas, las autoridades militares aliadas repatriaron también a millones de patriotas y adversarios comunistas, a la Unión Soviética y a los países satélites.

 

El pecado original: el restablecimiento del Estado multinacional yugoeslavo invocando el principio nacional

 

En cuanto al caso específico croata, cabe señalar que fueron repatriados integrantes de un pueblo cuyos derechos a la autodeterminación nacional le fueron negados por las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial.

Entonces los artífices de la paz, dentro del marco de la política del poder, incorporaron a Croacia contra su voluntad en el Estado plurinacional yugoeslavo, con gobierno no democrático, constituido y gobernado dictatorialmente en interés de un solo pueblo. Creían que favoreciendo a Serbia crearían un Estado militar y económicamente suficientemente fuerte para contener el expansionismo soviético y el germano. Por los mismos motivos las democracias occidentales ayudaron, entre las dos guerras, a gobiernos chovinistas, reaccionarios y dictatoriales granserbios. Por ventajas momentáneas de la propaganda de guerra respaldaron a políticos granserbios en el gobierno exilado en Londres, si bien era obvio que por su culpa sobrevino el derrumbe militar y político del Reino de Yugoslavia.

Su punto de vista de que todos los combatientes contra la tiranía serbia eran traidores y quislings, convenía únicamente a los comunistas para desvirtuar totalmente los términos de la libertad nacional y la democracia, dándoles su contenido específico. Igual que los bolcheviques -que antes de la caída del régimen zarista calificaban al imperialismo ruso como cárcel de los pueblos- se convirtieron después en continuadores del imperialismo y la autocracia de Rusia, los comunistas yugoeslavos se transformaron en seguidores y portadores de la política chovinista y totalitaria de la misma dinastía serbia a cuya liquidación contribuyeron.

Se sobreentiende que los dirigentes soviéticos no tenían reparos principistas en consentir y respaldar la restauración del Estado plurinacional yugoeslavo en su función de instrumento de la expansión granserbia en detrimento de los demás pueblos y minorías de Yugoslavia, y de los Estados vecinos de Serbia. Lo principal para ellos era que la Yugoslavia comunista bajo la hegemonía serbia, fuera el agente de la expansión soviética hasta los lindes de Italia y la zona central del Mediterráneo. Las democracias occidentales, al olvidar que, a la larga, la única política buena es una política justa no estaban en condiciones de impedir la realización de los planes comunistas y de sus protectores soviéticos. Sin lograr liberarse del lastre de su política y reconocer abiertamente a todos los pueblos de Yugoslavia el derecho de autodeterminación, de acuerdo a la Carta del Atlántico, las democracias occidentales estaban atrapadas en la propia red de la continuidad política de Yugoslavia, "cárcel de los pueblos". Tuvieron que deshacerse de Draza Mihailovic y prestar ayuda a los guerrilleros comunistas, luego renegar del rey Pedro y hasta obligarlo a reconocer como legal el gobierno controlado por los comunistas y como único su ejército en Yugoslavia con el comandante supremo, el mariscal Tito. Entonces se dieron las condiciones para el sometimiento comunista de todos los pueblos de Yugoslavia. Vanos fueron en ese sentido los esfuerzos de Churchill, que convino con Stalin que Yugoslavia sería zona de influencia recíproca en relación 50:50%, y que, después de la guerra, se celebrarían elecciones libres[63]. Los comunistas pedían y consiguieron todas las ventajas -incluso las repatriaciones forzosas- sin cumplir con las promesas dadas, y precisamente a causa de esas promesas masacraron y silenciaron, en primer término, a los partidarios de los Aliados occidentales.

Lo más trágico de todo es que los estadistas responsables occidentales no pueden alegar no haber sido informados sobre el carácter liberticida de toda política tendiente a la restauración de Yugoslavia. A Churchill le avisaron sus propios emisarios en el cuartel general de Tito que los comunistas se proponían esclavizar a los pueblos de Yugoslavia[64].

 

Roosevelt propiciaba la separación de Croacia y Serbia

 

El presidente F. D Roosevelt estaba correctamente informado sobre el conflicto serbio-croata y juzgó acertadamente que la única salida sería la separación de Croacia de Serbia.

Roosevelt expresó esa opinión, antes de la capitulación y la desintegración de Yugoslavia, al embajador yugoeslavo en Washington, Konstantin Fotic, personaje influyente en la camarilla palaciega serbia, en la audiencia del 3 de abril de 1941. Lo relata el mismo Fotic en su libro de recuerdos:

"Antes de despedirme, el Presidente me preguntó, en mi condición de serbio y no de representante de Yugoslavia: ¿No le parece que para vosotros los serbios sería mucho mejor volver a ser un Estado nacional homogéneo, separándose de vuestras provincias occidentales? (Croacia y Eslovenia, N. de la R.). Serían nuevamente fuertes y no malgastarían sus esfuerzos en interminables problemas y disputas internas. Me sorprendió esta pregunta franca y libre del Presidente, formulada en forma tan inesperada después de la conversación de casi una hora. Desde luego, me constaba toda la gravedad de nuestros problemas internos y el intento casi imposible de encontrar una solución satisfactoria tanto para los croatas como para los serbios. Sin embargo, no esperaba que el Presidente de los Estados Unidos planteara esa cuestión en el momento en que Yugoslavia necesitaba concentrar todas sus fuerzas para oponerse al inminente ataque de las fuerzas del Eje. Por desgracia, los acontecimientos sucesivos confirmaron que sus observaciones fueron justificadas" [65]

Según acota el subsecretario de Estado, Summer Welles, Roosevelt, evidentemente impresionado por la guerra serbio-croata, seguía opinando que a los croatas les asiste el derecho a la libertad nacional.

"Roosevelt -apunta Summer Welles- era partidario, más que Woodrow Wilson, de la idea del plebiscito, sosteniendo que los plebiscitos son el remedio general. Fue en 1942 que me habló una noche más de una hora y media de la aplicación deseable del plebiscito para que una vez por todas se arreglen las riñas entre serbios, croatas y eslovenos que tanto ensombrecieron la historia de Yugoslavia como Estado independiente" [66].

S Welles, a continuación, anota que Roosevelt no atribuía mucha importancia al daño que con ello se infligiría a la economía de los tres pueblos. Tal vez desconocía S. Welles que una de las causas principales del descontento de los croatas y eslovenos en el Reino de Yugoslavia era su despiadada explotación económica en favor de Serbia. Idénticas causas del descontento subsisten hoy en la Yugoslavia comunista.

Harry Hopkins apuntó que Roosevelt insistía en la misma solución durante las deliberaciones celebradas a mediados de marzo de 1943 en la Casa Blanca con Anthony Eden sobre el futuro ordenamiento de Europa:

"El Presidente expresó su repetida opinión de que los croatas y los serbios no tienen nada en común, por lo que es ridículo empeñarse en que dos pueblos tan antagónicos hayan de vivir bajo un solo gobierno".

 

Eden expresó la opinión de que el Presidente era al respecto "pesimista en exceso"

 

Roosevelt, empero, discutió más tarde con Hopkins sobre el mismo tema en relación con la situación que se presentaría después de la derrota de Alemania.

"Yo le dije al Presidente -acota Hopkins- que era muy importante que mantuviésemos una conversación franca con el señor Eden sobre las posibles diferencias que pudieran surgir en Europa. Dije que de momento veía dos muy importantes: primera, el asunto de los pueblos de Serbia y Croacia, y segunda, el problema de cuáles países, libres o no, debían ser desarmados en Europa" [67].

 

¿Por qué Roosevelt desistió del principio nacional?

 

Por lo que sabemos, Roosevelt no insistió hasta el fin de la guerra en la solución radical del problema croata-serbio. Tal vez cediera en ese punto "muy esencial" bajo la presión de los sucesos posteriores y las insistencias soviética y británica. A fines de la guerra Roosevelt, lamentablemente, se había resignado a repartir entre los cuatro Grandes las esferas de influencia -EE.UU., Gran Bretaña, Unión Soviética y China (nacionalista)- aceptando la influencia predominante de Rusia en Europa. Por ello, para la solución del problema serbio-croata, prevaleció el criterio de Rusia, favorable a la restauración de Yugoslavia, engrandecida si fuera posible. El cardenal Francis Spellman conferenció con el Presidente el 3 de septiembre de 1943, en vísperas de la conferencia de Teherán que decidió prestar ayuda a los guerrilleros comunistas de Tito. El cardenal preguntó expresamente al Presidente: "¿Y si Austria, Hungría y Croacia cayeran en alguna forma bajo el protectorado ruso? La respuesta fue claramente confirmativa". Roosevelt declaró también en esa ocasión "que puede presumirse que Rusia tendrá predominio en Europa porque es grande, poderosa y porque se impone, simplemente... Los pueblos de Europa tendrán simplemente que soportar la dominación rusa, en la esperanza de que, en diez o veinte años, serán capaces de vivir en paz con Rusia". En cuanto a los Estados Unidos, espera que una amistad forzada con Rusia "resultará muy pronto real y duradera" [68].

 

Los comunistas explotaron la oposición británica a la aplicación del principio nacional

 

Los estadistas británicos, a diferencia de Roosevelt, han sido menos propensos a considerar la desintegración de Yugoslavia, si bien sabían que su derrumbe fulminante se debió al chovinismo serbio. Explotaron, eso sí, con fines propagandísticos, el golpe de Estado y el descalabro militar de Yugoslavia en 1941 (lo que a posteriori Churchill calificará de "vergonzoso suicidio de Yugoslavia"). Esperaban explotar contra los alemanes el descontento de las masas serbias por la derrota de Yugoslavia, exagerando a tal efecto la importancia de la guerrilla nacionalista. Varias veces sugirieron desembarcos en las costas adriáticas para unirse con los guerrilleros de Draza Mihailovic. Los rusos replicaban que la zona costera estaba en manos de los croatas adversarios de los chetniks. Por fin, en 1943, en la Conferencia de Teherán, se decidió suspender toda ayuda al general Draza Mihailovic, ministro de guerra "in partibus", en el gobierno yugoeslavo exilado en Londres y apoyar, en cambio a los guerrilleros comunistas, exponentes del expansionismo soviético, es verdad, pero quienes, en opinión de Churchill, tenían ventaja por no ahorrar en la lucha vidas serbias. Churchill, interpelado en la Cámara de Diputados por armar a los comunistas, declaró que daría armas a todo bandido en Yugoslavia con tal de que matara a un huno (alemán).

Insatisfecho por el giro de los acontecimientos, Churchill, de regreso de Teherán -donde habían sido rechazadas sus sugestiones sobre una mancomunidad danubiana- dijo, enojado al Dr. Bozidar Puric, presidente del gobierno yugoeslavo exilado a la sazón en El Cairo: "Hay dos tendencias hegemonísticas en Europa que deben ser eliminadas en interés de la paz; la de Prusia y la Serbia" [69]

Parece que ni el lúcido Churchill se percató de que el chovinismo serbio dejaría de ser nocivo únicamente si se redujese a Serbia dentro de sus fronteras naturales y dejase de ser el instrumento de los anhelos expansionistas rusos. Infructuosos resultaron sus esfuerzos por conseguir garantías, bajo presión, de los políticos serbios exilados en el sentido de que los derechos nacionales de todos los pueblos de Yugoslavia serían asegurados[70].

 

Criterio acertado de Edward Hallet Carr

 

Lo que no quisieron decir los estadistas británicos sobre la inconsistente comunidad estatal entre Croacia y Serbia, lo expresaron autores políticos ingleses.

 

Edward Hallett Carr, por ejemplo dice:

 

"El arreglo establecido después de la Primera Guerra Mundial de ningún modo puede considerarse final y definitivo. La autodeterminación nacional se convirtió en un permanente llamado a la secesión. El movimiento que desmembró a Austria-Hungría y creó a Yugoslavia y Checoslovaquia tuvo que ser seguido por los movimientos de desintegración de Yugoslavia y Checoslovaquia. Habiendo sido aceptadas las premisas del nacionalismo, su evolución se hizo natural y legítima" [71].

El mismo autor, por eso, mientras se acusaba de colaboracionismo incluso a los pueblos que lucharon por su libertad, advertía sagazmente "que habría que esperar cierto tiempo para tener una información completa e imparcial... [72].

De haberse procedido así, a buen seguro que al término de la guerra se habría tratado de otra manera el caso de los soldados y fugitivos croatas.

La fatal insistencia del gobierno británico en sostener que a pesar de todo es posible la vida común de los croatas y los serbios en un Estado multinacional -que derivó en la esclavitud comunista de ambos pueblos- se explica también por el hecho de que Gran Bretaña no es un país homogéneo étnicamente y que el Commonwealth es un ejemplo de la colaboración supra nacional de los pueblos de culturas muy distintas. Hasta la tradición imperial influye para que los británicos enfoquen distintos problemas europeos sin la comprensión íntima de los contrastes nacionales. No es ajena del todo a su mentalidad la concepción serbia de la identidad Estado-Iglesia, lo que constituye el obstáculo insuperable para una transacción política entre los ortodoxos, serbios y los croatas, predominante católicos, formados en la tradición occidental del universalismo[73].

En su brillante obra Study of History Toynbee cita a Croacia como ejemplo de una nación pequeña cuya historia se hace incomprensible fuera del desarrollo de los pueblos de la Sociedad Occidental. De Serbia escribe que su historia se puede comprender únicamente "dentro de los marcos sucesivos de la historia bizantina y otomana y, finalmente, en relación con la cuestión balcánica.." (Estudio de la Historia, Buenos Aires, ed. EMECE, vol. I, p. 35). refiriéndose en otro libro de la misma serie a Yugoslavia, Toynbee advierte que es un Estado nuevo "que reúne dentro de sus fronteras recién trazadas, poblaciones que han sido nutridas hasta ahora por dos civilizaciones diversas. Este audaz experimento de la química política puede tener éxito o fracasar; estas naciones sintéticamente formadas pueden convertirse en uniones orgánicas o desintegrarse en sus elementos constitutivos..." (Ibid. Vol. II, p. 193) Ahora bien; mientras Toynbee escribe como funcionario del Instituto Real de Asuntos Internacionales, pudiendo comprobar el fracaso del experimento que consistió en reunir dentro de las mismas fronteras los pueblos de dos civilizaciones antagónicas, como si contradijera al perspicaz historiador Toynbee. Pues en el libro "Hitler's Europe" redactado con la ayuda de todo un equipo de colaboradores, en capítulo dedicado a Croacia (La Europa de Hitler Barcelona 1955, vol. II, pp. 269-74) publica, mayormente, un montón de datos y sloganes tomados del arsenal de la propaganda de guerra serbio-comunista.

Del mismo modo que resultó ser siniestra la tesis de la rendición incondicional de Alemania, al impedir una resistencia eficaz contra Hitler dentro de Alemania, la insistencia en la restauración incondicional de Yugoslavia impidió que se realizaran los planes, tan caros a Churchill, de establecer un segundo frente en el sudeste europeo. Eso era posible sólo mediante desembarcos en la costa croata, y la operación hubiera sido fácil y poco arriesgada a condición de asegurar a los croatas que no se perseguía la liquidación de su Estado nacional. Por la negativa británica a tomar en consideración el factor croata, fracasó también un intento significativo, poco conocido fuera de Croacia, de pasarse al bando aliado en el segundo semestre de 1944. Ese intento implicaba amplias posibilidades. Toynbee hace la siguiente referencia sobre el particular:

"Con la caída de Roma y la deserción de Rumania, toda la Península balcánica esperaba que las fuerzas aliadas apareciesen cualquier día y la mayor parte del ejército croata estaba dispuesta a darles la bienvenida. Desde luego, a principios de septiembre, el último Ministro de Defensa, Vokic, proyectó volverse contra las tropas alemanas de Zagreb. Los alemanes se enteraron de esta conspiración y obligaron a Pavelic a detener a los más importantes de los últimos colegas que le quedaban; la situación de Zagreb era literalmente absurda. En el mes de noviembre, un enviado de Pavelic llevó un memorándum de éste, sobre los derechos de Croacia, al Cuartel General Aliado en Caserta, pero fracasó este intento lo mismo que todos los demás que hizo de manera desesperada" [74]

 

Respeto del derecho de autodeterminación - única solución justa

 

Es verdad que las razones de orden político y legal constituían un impedimento si entre los fines de guerra aliados quería incluirse la liberación de los pueblos de Yugoslavia de acuerdo a las aspiraciones croatas. En 1941 el Reino de Yugoslavia, agredido por el Eje, fue acogido por Gran Bretaña como aliado bienvenido, no obstante el hecho de que el gobierno golpista trató de persuadir a Hitler de que respetaría las obligaciones contraídas con la adhesión al Pacto Tripartito. Capitulada Yugoslavia sin lucha, e inmediatamente desmembrada, el gobierno de Belgrado se refugió en Londres (y en 1943 se trasladó a El Cairo) como uno de los gobiernos aliados. Por razones de propaganda de guerra, según hemos visto, se presentaba en forma tendenciosa e inexacta el proceso político subsiguiente y se exageraba grandemente el alcance y la dimensión de los guerrilleros nacionalistas serbios chetniks, ocultándose su carácter liberticida.

Con tales precedentes no era fácil dar un giro completo durante la guerra y liquidar la política granserbia, en otros términos, ratificar el hecho consumado no sólo de la caída de la monarquía yugoeslava, sino también de la desintegración del mismo Estado. Eso último se hizo más difícil aun desde que aparecieron en el panorama yugoeslavo, de por sí enmarañado, los guerrilleros comunistas con sus fines específicos, respaldados por la Unión Soviética, que en su propio interés se había decidido por el restablecimiento de Yugoslavia.

Con todo, de no haber mediado ciertos prejuicios por parte inglesa, se habría encontrado la manera de aceptar la única alternativa posible a la esclavitud comunista, es decir, la afirmación del derecho a la libertad de todos los pueblos de Yugoslavia. En cambio, una posición principista en favor de la monarquía y la excesiva autoconfianza del Primer Ministro que esperaba, a la postre, asegurar con su habilidad y dinamismo político la influencia occidental en la Yugoslavia de posguerra, convenían a los propósitos comunistas. Churchill reconoció después, decepcionado: "Mi error capital fue haber dado fe a Tito"

Además, Gran Bretaña tampoco defendió hasta el final a monarquía yugoeslava, suspendiéndole toda ayuda y reconociendo el predominio comunista. Tampoco insistió en que en la Europa Centro-oriental se volviera al statu quo ante. Aunque declaró la guerra al Tercer Reich para asegurar la integridad e independencia garantizadas a Polonia, durante la guerra accedió, junto con los Estados Unidos, a la anexión de la mitad oriental de Polonia a la Unión Soviética. El argumento esgrimido de que se procedía de conformidad con el principio nacional, por tratarse de un territorio poblado por elementos étnicos ajenos, tenía mayor validez y consistencia en el caso de Yugoslavia, en la que Serbia -cuarta parte del territorio y de la población- dominaba sobre otros pueblos y minorías nacionales, separadas esas últimas de sus Estados nacionales contiguos a Serbia.

Todos los desaciertos de la política de guerra de los Aliados occidentales en lo concerniente a Yugoslavia terminaron con la retirada no sólo ante la Unión Soviética -potencia de primer orden, desde luego-, sino también ante los dirigentes comunistas yugoeslavos, puñado de aventureros inescrupulosos, ansiosos del poder, reconocidos hoy como partners en pie de igualdad y como libertadores de los pueblos que, de hecho, esclavizaron.

Unicamente dentro de una política tan insana e inmoral en su esencia, pudo ocurrir que los comunistas se apoderaran, en mayo de 1945, de centenares de miles de patriotas con la ayuda de los aliados occidentales. Centenares de miles fueron masacrados porque los comunistas veían en ellos sus opositores y amigos de las democracias occidentales, y en el caso de los croatas adversarios de un Estado, constituido y mantenido mediante la violación de la moral y el derecho natural.

Tales serían los frutos amargos de un realismo político, una especie de maquiavelismo. No pensamos únicamente en las grandes potencias, pues los egoísmos nacionales prevalecieron por doquier. Con todo, no se puede medir con la misma vara a los pueblos sometidos, que se levantaron en defensa propia, y a sus opresores.

Del mismo modo cabe hacer distinción entre las potencias en cuanto al problema de las repatriaciones forzosas se refiere, Francia, en rigor, quedó con las manos limpias en este asunto, debido acaso a que ella misma sufrió las peripecias de la guerra, de la derrota militar y de la ocupación. Sea como sea, Francia permaneció fiel a sus tradiciones de magnanimidad para con los que luchan por su libertad de una u otra manera. Abona esa noble tradición el proceder correcto de Francia hacia los exilados de posguerra que en su suelo encuentran asilo y trabajo, mientras que los gobiernos de Italia y Austria han repatriado por fuerza a varios millares de fugitivos.

 

La opinión pública norteamericana contra las repatriaciones compulsivas

 

En los Estados Unidos hubo una reacción positiva contra esas repatriaciones, atribuidas al sospechoso "realismo" político de un grupo de intelectuales, que a su vez son reacios al idealismo wilsoniano. Estados Unidos es -como dice Maritain- un Estado moderno para cuyo instinto y comprensión políticos el maquiavelismo es básicamente repugnante, si bien constituye un indicio inquietante el ver que cierto número de intelectuales cae sin sospecharlo en los antiguos lazos, cuando con ingenuidad imperdonable creen descubrir en Maquiavelo, un maestro de la ciencia política y hasta un doctor y profeta de la democracia[75]. Esos no comprenden que nunca el exceso de amor enloquece a los pueblos y a los hombres políticos mientras que sin amor y generosidad siempre hay ceguera y falta de cálculo.

Norteamérica, tras tantos desaciertos durante la guerra, asumió la onerosa carga de defender y restaurar el mundo, amenazado por el imperialismo comunista. No pidió reparaciones de los vencidos sino que contribuyó con ingentes gastos a su resurgimiento. La opinión pública de semejante país tuvo que reaccionar contra las repatriaciones forzosas.

Hubo intentos de formar una Comisión del Congreso para establecer la responsabilidad por las repatriaciones compulsivas. Su proponente fue Albert H. Hoch, diputado republicano por Nueva York. El 8 de febrero de 1954 presentó ante la Cámara de los Representantes una resolución pidiendo:

 

1) "que se investiguen y estudien en forma amplia y completa hechos, pruebas y demás circunstancias relacionadas con el programa de repatriaciones forzosas, efectuadas por nuestras autoridades militares y civiles en Alemania y otros países en 1945 y hasta 1947, cuya secuela era la repatriación compulsiva de millones de prisioneros de guerra y civiles anticomunistas a los países bajo control soviético" y 2) "se establezcan las responsabilidades por ese programa".

 

Con ese motivo, Julius Epstein, miembro de la "Comisión Norteamericana para los Refugiados", declaró en la conferencia sobre los refugiados que "es una necesidad moral limpiarnos del grave error, tenido por muchos hombres autorizados como crimen de acuerdo al derecho norteamericano e internacional". A.J. Hoch en los considerandos de su ponencia subrayó que las repatriaciones forzosas "no pueden justificarse por los acuerdos de Yalta"; que constituyen "violación de las disposiciones ejecutivas del acuerdo sobre los prisioneros de guerra, publicadas por la Secretaría del Estado el 8 de marzo de 1945". Esas repatriaciones "contrastan también con la opinión del tribunal supremo, según se viene pronunciando desde hace cuarenta años" y "forman una mancha imborrable para la tradición norteamericana que siempre ofrecía solícitamente el asilo a los exilados políticos" [76].

 

Posición incomprensible del gobierno británico

 

En Gran Bretaña, cuyas autoridades militares repatriaron centenares de miles de exilados, no hubo discusión pública sobre ese tema. Dado su carácter insular, Inglaterra está menos vinculada con la Europa Central que Norteamérica, que cuenta con varios millones de ciudadanos oriundos de los países a los que se entregaban los repatriados. Unicamente los círculos católicos de Gran Bretaña evidenciaron comprensión por los sufrimientos y persecuciones de los católicos croatas y eslovenos. En el verano de 1948, un grupo de diputados católicos interpeló al gobierno sobre la repatriación de los fugitivos de Yugoslavia en mayo de 1945. Se les contestó que, efectivamente, a fines de mayo de 1945, fueron repatriados 600 colaboracionistas de Yugoslavia, que habían escapado ante el ejército yugoeslavo a Austria y las autoridades inglesas los habían desarmado y, conforme al derecho internacional, (¡sic!) devuelto a su patria.

John Cornellis, welfare officer británico, quien a la sazón se hallaba en Austria y conoció de cerca la tragedia de los 12.000 eslovenos repatriados en circunstancias asaz bochornosas, escribió al Foreign Office, expresando su asombro por la respuesta inexacta del gobierno a la interpelación de los diputados católicos. Lo invitaron a suministrar los datos de que disponía. Le agradecieron y explicaron que los funcionarios británicos en Austria al terminar la guerra estaban tan ocupados que "sus informes podrían contener alguna inexactitud y deficiencia, pero es el único del que disponen". "Los oficiales que los firmaron están ahora desmovilizados y el Ministerio de Guerra no puede solicitar ahora que presenten informes detallados sobre ese problema y por eso - dijéronle- nos atenemos a los que disponemos". Cuando Cornellis insistió en que sólo eslovenos se había repatriado más de 10.000, le contestaron "que seguía en vigor el número de 600, pues así constaba en los informes oficiales" [77].

Ante tamaña insensibilidad de los burócratas y "realistas" políticos se hiela el estremecido corazón humano.

 

 

CAPÍTULO VII: HECATOMBE EN CROACIA - CONDICIÓN DE LA EXPANSIÓN SOVIÉTICA

 

El análisis precedente de los aspectos políticos, jurídicos y morales del katynismo yugoeslavo y de los eventos implicados permite extraer determinadas conclusiones acerca de las causas, objetivos y alcance de esos horrorosos crímenes; conclusiones de repercusión universal también, puesto que pueden servir a los demás países, blanco del expansionismo soviético.

 

Polémicas sobre el significado de la intervención soviética en Yugoslavia

 

Tras la Resolución del Cominform en 1948 contra la jefatura del Partido Comunista de Yugoslavia se desató una acre polémica sobre si la intervención soviética fue factor determinante en la comunización del país. Los dirigentes comunistas yugoeslavos, de acuerdo con la idiosincrasia del ambiente serbio, subestimaban la ayuda prestada por el Ejército Rojo, atribuyendo el triunfo de la revolución comunista a sus propios esfuerzos y méritos[78]. Sin embargo, no se puede ocultar que recién después de la intervención directa del Ejército Rojo en Yugoslavia, su invasión de Voivodina y Serbia, con la cooperación de los guerrilleros de Tito, pudo instalarse el gobierno comunista en Serbia con todos sus atributos. Recién entonces, dicho gobierno ejerció el control sobre un territorio estable y tuvo la posibilidad de movilizar y organizar un ejército regular, para emprender, a fines de 1944, con la ayuda de las tropas soviéticas y búlgaras y el apoyo aéreo y marítimo anglonorteamericano, la invasión de Croacia y Eslovenia. Tampoco se puede ocultar que los comunistas alcanzaron ese objetivo recién al terminar la guerra, tras la retirada de los ejércitos croata y esloveno a la zona de Austria, ocupada por los Aliados occidentales, donde fueron desarmados. Este golpe final a las fuerzas de resistencia hasta entonces invictas, pudo darse debido a que muchos patriotas confiaban hasta el fin de la guerra en que las democracias occidentales utilizarían, en su propio interés, a dichas fuerzas anticomunistas para impedir la sovietización de Yugoslavia y la penetración rusa a la zona central del Mediterráneo.

No cabe duda, pues, de que el peso internacional soviético y la intervención directa del Ejército Rojo fueron factores decisivos en la comunización de Yugoslavia, y de su restauración en forma de república comunista, copia fiel de la Unión Soviética.

Por otra parte, los comunistas yugoeslavos en su acción revolucionaria fueron diestros alumnos de Lenin y Stalin; supieron explotar la crisis y la caída de la monarquía serbia, obrando a veces por iniciativa propia, lo que motivará posteriores querellas con Moscú.

 

Coincidencias y diferencias entre la revolución rusa y la yugoeslava

 

Ciertas analogías en la comunización del imperio ruso y del Reino de Yugoslavia saltan a la vista. En ambos casos, la revolución fue precedida por el derrumbe de las monarquías autocráticas, por la descomposición de las fuerzas sociales y sobre todo por la destrucción del aparato estatal en que se apoyaban. Y en ambos casos se trataba de Estados multinacionales, dominados por un solo pueblo.

La crisis de la sociedad rusa y la serbia en vísperas de las revoluciones respectivas surgió bajo el impacto de las ideas revolucionarias occidentales difundidas junto con la técnica y ciencia modernas en el ámbito de una tradición cultural y política diferentes. Esas ideas revolucionarias surtieron, tanto en Rusia como en Serbia, efectos más profundos que en el mismo Occidente donde fueron autóctonas.

No obstante ello, entre la crisis social-política de la Rusia zarista y la del Reino de Yugoslavia, condición previa del triunfo de la revolución comunista, existen diferencias notables.

La Rusia zarista, como conjunto, estaba arraigada en las tradiciones bizantinas. La única excepción fue el exiguo territorio en el linde occidental del imperio, donde desde el principio prevalecieron influjos occidentales. Es por ello que Polonia y los países bálticos lograron separarse durante la revolución rusa y constituirse como Estados nacionales no comunistas.

Yugoslavia, en cambio, no era un país homogéneo en lo cultural. El proceso social y político sólo de su parte oriental, Serbia, era muy similar al ruso, mientras la mitad occidental de Yugoslavia -Croacia, Eslovenia y Voivodina- se desarrolló desde sus comienzos en la comunidad de los países occidentales. Por consiguiente, únicamente en Serbia se dieron condiciones y supuestos para una crisis político- social, propicios para la intervención comunista. En Croacia y Eslovenia el comunismo fue impuesto por las tropas extranjeras como en Polonia, los países bálticos, Hungría y Alemania oriental.

Cuando estalló la revolución bolchevique, las democracias occidentales, por lo menos, trataron de ayudar a las fuerzas anticomunistas. Fracasaron en Rusia, pero Polonia, Finlandia, Letonia, Lituania y Estonia se salvaron del dominio y Finlandia de la influencia bolchevique hasta la Segunda Guerra Mundial. En el caso de la revolución comunista yugoeslava, por el concurso de circunstancias adversas, los Aliados occidentales, en lugar de oponerse a los designios comunistas, los ayudaron activamente en su invasión de Croacia y Eslovenia y, con ello, en perjuicio del mundo libre, facilitaron la expansión soviética hasta la cuenca central del Mediterráneo. Recién más tarde procurarán reparar ese grave error e impedir el control soviético de esa zona de vital importancia estratégica, dispensando cuantiosos auxilios a los cismáticos comunistas yugoeslavos, por lo demás con muy escasas perspectivas de éxito final.

La crisis político-social de Serbia, producida por el impacto de los influjos occidentales en el ámbito de una civilización ajena, culminó entre las dos guerras mundiales, originando el colapso de la Yugoslavia monárquica. El desquiciamiento de la sociedad tradicional serbia es bajo muchos aspectos consecuencia directa de la situación creada por el establecimiento del nuevo Reino de los Croatas, Serbios y Eslovenos en 1918 bajo la hegemonía de Serbia. Lo que los artífices de la paz y los mismos serbios consideraron como premio y recompensa por los sacrificios de Serbia en la Primera Guerra Mundial, resultó ser la causa de la tragedia tanto de los pueblos y minorías oprimidos en Yugoslavia como de la misma Serbia.

En el nuevo Estado, Serbia, país pequeño y relativamente atrasado, tuvo poder y riqueza, pero surgieron nuevos problemas de orden político y moral, o se agudizaron los antiguos, superando la capacidad y madurez de la clase dirigente serbia.

Tras la caída de la Rusia zarista y la creación del nuevo Estado, patrocinado por las democracias occidentales, con la inclusión de varios pueblos de tradición occidental, Serbia se enfrentó con el problema acuciante de convivencia con el mundo occidental en el plano interno y externo. Ese problema fundamental del nuevo Estado los serbios no lo comprendieron.

 

La crisis política de la monarquía serbia

 

Por su parte, los nuevos protectores de Serbia no se percataron de que debían intervenir activamente para consolidar la situación en un Estado heterogéneo en lo cultural y lo nacional, constituido con el propósito de formar un conjunto con el poder suficiente como para contener los embates ruso-bolcheviques. Dejaron que la dinastía serbia, apoyada en el aparato estatal predominante serbio, solucionara el muy grave problema de una convivencia política en la comunidad estatal de los pueblos de diferentes tradiciones políticas y culturales. Tampoco intervinieron cuando se hizo patente que el rey Alejandro, arraigado en la tradición serbia y educado en la corte imperial rusa, no era capaz de realizar una transacción política acorde con las concepciones occidentales, sino que buscaban soluciones en un régimen autocrático, apoyándose en las fuerzas tradicionales de Serbia -el ejército, la burocracia y la Iglesia ortodoxa nacional serbia-, inaceptable para los croatas y otros pueblos y minorías oprimidos. De allí, crisis y conflictos políticos cuyo corolario fue aquel acto descabellado de un puñado de oficiales y politiqueros serbios que dieron el golpe de Estado el 27 de marzo de 1941, provocando el descalabro definitivo de la monarquía y la sociedad tradicional de Serbia. El golpe de Estado estaba dirigido contra el intento híbrido de una transacción política entre los líderes democráticos croatas y la autocracia serbia, representada por el Consejo de Regencia. También la política exterior de Yugoslavia ha sido condicionada por las tensiones existentes entre los grupos de potencias; fluctuaba en ese momento entre las potencias del Eje, las democracias occidentales y la Unión Soviética. Los opositores serbios a la política de transacción con los croatas y los eslovenos consiguieron dar el golpe de Estado apenas el gabinete de Cvetkovic-Macek se vio obligado a adherir al Pacto Tripartito, quebrando de ese modo el equilibrio esforzadamente mantenido entre los bloques de potencias.

Un grave error de dicho gobierno fue el haber restablecido las relaciones diplomáticas con Moscú en 1940, acompañado de un régimen mucho más liberal respecto al partido comunista hasta entonces ilegal. La presencia de la representación diplomática soviética en la capital de Serbia -para la que Rusia, aunque con el gobierno comunista, siempre fue y es la "madrecita" eslava-, y la agitación comunista intensificada, tolerada por razones de política exterior y por cierta liberalización de la vida política en general, contribuyeron en gran medida a la animosidad contra las potencias del Eje, favorable a los golpistas. Pese a las apariencias, las democracias occidentales, que tantos favores prodigaron a Serbia, no eran populares en Belgrado, que veía en ellas un apoyo potencial para la oposición contra la hegemonía de Serbia. La reacción contra la adhesión al Pacto Tripartito no se fundaba tanto en las simpatías anglófilas como en los sentimientos germanófobos e italófobos (prescindiendo de los regímenes imperantes) y sobre todo en las esperanzas en la ayuda de Rusia. Tan sólo bajo la tutela rusa los serbios pueden sentirse contentos y amparados. Los comunistas y los representantes diplomáticos soviéticos en Belgrado supieron despertar, en ese período crítico, las viejas simpatías por Rusia. Los comunistas, durante la crisis de marzo de 1941 eran el elemento más activo en las demostraciones callejeras, mientras que la Unión Soviética justamente en vísperas de la invasión alemana suscribió apresuradamente el pacto de amistad con Yugoslavia. Los serbios, por un lado, interpretaron dicho pacto -que ha sido tan sólo una intriga diplomática- como garantía contra la agresión por parte del Eje, y los alemanes como motivo inmediato para invadir a Yugoslavia y declarar pocos meses después la guerra a la Unión Soviética. Los únicos auténticos amigos, aunque impotentes, de las democracias occidentales eran los croatas y los eslovenos, contra quienes fue dirigido el golpe de Estado, erróneamente interpretado como prueba de las simpatías de Serbia por los Aliados occidentales. Bozidar Puric, presidente del gobierno exilado yugoeslavo (1943-43) y ex diplomático serbio, enjuicia a los autores del golpe del 27 de marzo de 1941. Sostiene, que habían "incitado a los serbios al suicidio por locura y ceguera o por la traición más sangrienta" [79].

 

La crisis moral de la sociedad serbia

 

Con la crisis política está en íntima ligazón la crisis moral de Serbia entre las dos guerras. Están en relación de causa y efecto. El súbito crecimiento del poder, del territorio y de la riqueza, y el deseo de mantenerlos a toda costa favorecían una política chovinista, respaldada por amplias capas populares serbias, erróneamente educadas. Sacaban partido de las simpatías políticas y elevados créditos de las democracias occidentales, sin pensar siquiera en poner en práctica los principios de la libertad nacional y la democracia de sus nuevos protectores. El Estado fue considerado propiedad dinástica y de un estrecho círculo de beneficiarios de la victoria, que no entendían ni las necesidades de las masas populares de la misma Serbia. De sus protectores occidentales, los círculos dirigentes serbios adoptaban la vida ostentosa y las masas populares particularmente la generación joven, ideas revolucionarias sin el contrapeso del respeto a la libertad y la dignidad de la persona humana, pero imbuida de sentimientos chovinistas y amargada contra la camarilla de los beneficiarios de la victoria en la Primera Guerra Mundial, carentes de cualidades morales e intelectuales. Especialmente la generación joven de los intelectuales, sin oportunidad de ubicarse en semejante sociedad, prestaba cada vez más complaciente oído a las seductoras voces provenientes de la Rusia comunista y eslava. Incluso, ciertos hijos de la clase privilegiada, arraigados en la tradición cultural serbia, supieron combinar las ventajas brindadas por las democracias occidentales con las simpatías por Rusia, no obstante su régimen bolchevique. En ese sentido, es característico el caso de Dusan Nikolajevic, autor del drama "Volga, Volga...", representado con resonante éxito en el Teatro Nacional de Belgrado durante el más rígido curso anticomunista. Su autor, hijo de una rancia familia serbia, en el último acto hace aparecer a Lenin, padre de la revolución bolchevique y a Dostoievski, representante de la Rusia tradicional. Dostoievski -con el estruendoso aplauso de los espectadores- invita a Lenin a crucificar a Rusia a condición de que el santo río Volga, es decir el comunismo ruso, aniegue Europa occidental, destruya al Moisés de Miguel Angel en Roma y Notre Dame en París, símbolos del Occidente cristiano.

La joven inteligencia serbia logró, pues, combinar su entusiasmo por el expansionismo de Serbia con la búsqueda de una salida en la comunización del nuevo Estado, estructurado según el modelo ruso, de modo que Serbia, igual que Rusia, mantendría su posición dominante respecto a otros pueblos y minorías de Yugoslavia. Los comunistas dominaban antes de la guerra en la Universidad de Belgrado. Tenían en sus filas a muchos estudiantes de familias prestigiosas e influyentes. Controlaban, por ejemplo, el principal diario serbio, "Politika". Durante la guerra, la secretaria de Tito fue la hija del ministro de Relaciones Exteriores, Nincic, en el gobierno exilado en Londres. Los hijos del mismo Draza Mihailovic optaron por los comunistas, declarándose públicamente en contra de su padre.

Un ex oficial del ejército real yugoeslavo describe fielmente la situación imperante. Confiesa que Occidente tenía pocos amigos en Serbia. El pueblo estaba tan exasperado contra la corrupción oficial que "estaba harto de los sufrimientos, no importándole si viniera el mismo diablo, pues no lo pasaría peor que ahora".

"Si la grande y fraternal Rusia pudo adoptar tal programa ¿por qué no también nosotros, los pequeños pueblos eslavos? Durante la guerra decían: "Si el pueblo ruso no estuviese contento, ¿combatiría con tanto arrojo por semejante régimen?". "Así hablaban, antes de la guerra, muchos que ocupaban altos cargos. Así hablaban muchos sabelotodo en la breve guerra de 1941". Luego "nadie podía sacar de la cabeza de la mayoría del pueblo que Tito bregaba por un orden popular y social mejor del que tenían y conocían". Dada la corrupción total de la sociedad burguesa en Serbia, "los comunistas en la Yugoslavia de preguerra dominaban secretamente en la vida política, cultural, económica, judicial y administrativa. También en el ejército, a través de los oficiales del Estado Mayor y del elevado número de oficiales descontentos y suboficiales despreciados. Como grandes demócratas, monarquistas y brillantes nacionalistas (los comunistas) se aprovecharon de las damas prestigiosas y de los hijos de altos funcionarios para destruir el Estado... En la política no había ni asomo de moral" [80].

 

Desquiciamiento político, supuesto de la revolución comunista

 

Los organizadores del golpe de Estado de 1941, deseosos de salvar y fortalecer las posiciones de Serbia, vale decir de la casta gobernante, al lanzarse a la guerra en circunstancias harto adversas, consiguieron un efecto contraproducente. La guerra, la derrota fulminante y la desintegración de Yugoslavia crearon en Serbia una situación indispensable, en opinión de los comunistas, para la acción revolucionaria. Lo dice claramente el programa del Partido Comunista de Yugoslavia siete años después:

"Era imposible desencadenar un levantamiento exitoso contra las fuerzas de ocupación sin la destrucción del aparato estatal que fue instrumento de la burguesía traidora y que se puso al servicio del enemigo. El levantamiento empezó sobre las ruinas de la autoridad de la burguesía traidora... mediante el establecimiento de los órganos de la autoridad popular" [81]

Esta cuestión de la destrucción previa del aparato estatal con miras a la revolución comunista tiene valor de principio y rige para todos los "movimientos de liberación nacional". Los comunistas lo consideran no sólo como instrumento de lucha contra la dominación o la influencia extranjera, sino también como instrumento de su revolución.

"La guerra o, más precisamente, el colapso nacional de la organización estatal, era innecesario para las revoluciones anteriores, por lo menos para la mayoría de ellas. Hasta ahora, empero, ese fue el supuesto fundamental para la victoria de las revoluciones comunistas" [82].

Los comunistas, durante la "lucha de liberación nacional" trataron de destruir sistemáticamente, acatando instrucciones precisas, los restos del aparato estatal de la Yugoslavia monárquica: oficinas públicas, archivos, registros de propiedad y libros catastrales, restos de la organización militar y administrativa, etc.

 

¿Por qué liquidaron el Estado de Croacia?

 

En ese sentido los comunistas no tropezaron con mayores dificultades en Serbia, Montenegro y Macedonia, ocupadas por las tropas alemanas, italianas, húngaras y búlgaras. El único impedimento serio lo constituía el Estado de Croacia con su organización militar y administrativa. Ni el gobierno monárquico en el exilio ni su exponente in partibus Draza Mihailovic, como portavoces de la restauración política, tenían posibilidad de lanzar a la lucha grandes masas populares ni siquiera en Serbia, y en Croacia y otras partes oprimidas antes de la guerra menos que menos. Unicamente el deseo de venganza por la supuesta traición croata era capaz de agitar en parte a las masas serbias en favor de la monarquía. Mihailovic no ocultaba que su objetivo principal era destruir el Estado de Croacia, pero aun en eso resultaron más eficientes y más consecuentes sus rivales comunistas.

Por lo tanto, Winston Churchill no acertó cuando en la última fase de la guerra depositaba su esperanza en los sentimientos monárquicos de los campesinos serbios, en lugar de contar con el apoyo activo y real de los croatas y los eslovenos. En cambio, los comunistas sabían muy bien que únicamente las fuerzas democráticas dentro de Croacia, aprovechando el ejército nacional y el Estado nacional, eran capaces de salvar, para el mundo libre, trascendentales posiciones estratégicas en el Adriático y la cuenca danubiana con el apoyo de los Aliados occidentales, destacados entonces en Italia.

Por eso, los comunistas no se limitaron a derribar el régimen imperante en Croacia, sino que desistieron de su postulado anterior en pro de la independencia de las naciones oprimidas del Reino de Yugoslavia. Secundaron la lucha por el Estado de Croacia entre las dos guerras[83], mientras especulaban sacar partido de la oposición croata a la Yugoslavia monárquica. Sin embargo, durante la guerra lucharon fanáticamente contra el Estado nacional croata y por su reincorporación a Serbia.

Este vuelco radical de los ex adversarios de Yugoslavia se explica únicamente porque los dirigentes comunistas yugoeslavos se persuadieron de que era posible extender la influencia soviética hasta el Adriático tan sólo si se satisficieran los deseos de las masas serbias contrarias al Estado de Croacia y empeñosas por restaurar Yugoslavia bajo la hegemonía de Serbia.

Adherir a la independencia estatal de Croacia, propiciada a su tiempo por los comunistas, implicaría en la nueva situación el peligro de que Croacia no sólo se alinease con los Aliados occidentales, sino que se paralizara el alistamiento de las masas serbias en la llamada "lucha por la liberación nacional" cuyo fin era aliviar la presión alemana en el frente ruso y hacer factible la penetración soviética hasta las fronteras de Italia. La única base masiva para ese movimiento podrían ser los serbios, exasperados por la derrota y ansiosos de restablecer a Yugoslavia, que consideran como su Estado nacional engrandecido.

Además, como se ha visto, existieron en Serbia también presupuestos morales para la intervención comunista. En Croacia, en cambio, mucho antes de la guerra, fue organizado el movimiento nacional de liberación contra la dominación serbia, sin la participación comunista. Tampoco podrían contar con el éxito a causa del proceso peculiar del desarrollo político social en Croacia, poco propicia a los fines comunistas y, además, Rusia siempre temía las influencias occidentales en los Balcanes que llegaban vía Croacia. No sólo los comunistas no podían contar con una revolución exitosa en Croacia, sino que es un hecho público y notorio que sin la ocupación extranjera no podría mantenerse en Croacia el régimen comunista impuesto.

Pese a la excesiva indulgencia de los Aliados occidentales que reconocieron la decisiva influencia soviética en gran parte de Europa, los británicos evidenciaron cierto interés en mantener su influencia en el Adriático, como lo prueban intentos de Churchill de conseguir el consentimiento para un desembarco en Croacia y sus esfuerzos sobre el reparto con Rusia de la influencia en el territorio yugoeslavo en proporción 50:50 [84].

 

La destrucción del Estado de Croacia y el restablecimiento de Yugoslavia en perspectiva histórica

 

Por ello los comunistas insistían terminantemente en la restauración de Yugoslavia, explotando la ficción de su continuidad jurídica sostenida por los Aliados occidentales. Unicamente, con el programa de restablecer a Yugoslavia los comunistas pudieron conquistar y liquidar al Estado de Croacia, afirmando que se trataba de la liberación de Croacia.

La relación de fuerzas en los teatros de guerra europeos era tal que los Aliados occidentales, ya desde 1943 en Italia, muy cerca de Croacia, acaso no hubiesen consentido de modo alguno la ocupación soviética directa de Croacia y Eslovenia. Esa ocupación pudo realizarla sólo Serbia, en lugar de los soviéticos, invocando la unificación de Yugoslavia. Unicamente con una ocupación permanente por Serbia en Croacia era posible, tras la conquista de Croacia, mantener el régimen comunista en ese país tan netamente occidental, invocando la unidad del Estado yugoeslavo y contando con el apoyo del elemento dominante serbio. Esta es la razón principal y concluyente de que Croacia no figurara como Estado nacional independiente siquiera dentro del imperio de los satélites soviéticos europeos.

Cuando en 1945 los comunistas alcanzaron su objetivo y ocuparon Croacia, seguían temiendo la resistencia del pueblo y la eventual presión occidental para que se celebrasen elecciones libres, prometidas solemnemente. Por eso, la represión en Croacia tuvo que ser implacable y despiadada, y el Katyn croata superó veinte veces al polaco.

De ese modo, la concepción estatal yugoeslava resultó fatal para Croacia y su misión como nación fronteriza en la línea divisoria entre dos civilizaciones europeas. Se cumplieron las previsiones del gran líder democrático croata, Esteban Radic, quien, encarcelado en 1923 en Yugoslavia, y acusado conforme a la ley de defensa del Estado como republicano y partidario de la independencia de Croacia y tildado de simpatizante comunista, anotó en su diario que era necesario a la mayor brevedad destruir a Yugoslavia, separar Croacia de Serbia, ya que acechaba el peligro de que, en caso de una crisis internacional, en la que Serbia se inclinaría por Rusia, Croacia también sería empujada a la esfera soviética de intereses [85].

La jefatura comunista, tanto soviética como yugoeslava, conoce la proyección histórica de las diferencias entre la tradición nacional croata y la serbia. Sólo Serbia puede ser el vehículo de la influencia rusa, sea zarista o comunista, en el Sudeste europeo y nunca Croacia.

Como el comunismo como tal, inclusive el yugoeslavo, es una forma específica del marxismo, desarrollado sobre la base de la tradición bizantino-rusa del césaropapismo y el autocratismo, la jefatura del partido comunista yugoeslavo opta, a sabiendas, por la tradición cultural serbia, íntimamente ligada a Rusia. En ese sentido nos ofrece un interesante testimonio Milovan Djilas.

Cuando Djilas, en abril de 1944, viajó a Moscú al frente de la misión militar publicó en la revista rusa "La guerra y la clase obrera" un artículo sobre Tito, que previamente fue amputado y modificado por la redacción. En el texto original Djilas escribió lo siguiente sobre la misión histórica de los eslavos del sur:

"Quien conoce la sangrienta y gloriosa historia de los eslavos del sur que se radicaron en el vendaval balcánico como muralla contra todas las invasiones, desde las Cruzadas hasta las campañas de Hitler; historia afín por la sangre y el destino de sus pueblos... se percatará de que Tito es hijo de los anhelos históricos de todos nuestros pueblos... que es un fenómeno inevitable del desarrollo histórico nuestro y mundial, realizador de las aspiraciones seculares..." [86].

Djilas, que fue y sigue siendo un integralista yugoeslavo, acorde con la concepción serbia del yugoeslavismo, asigna la tradición antioccidental serbia "a todos nuestros pueblos", también a los croatas y eslovenos de neta orientación occidental que nunca consideraron las Cruzadas como una invasión extranjera ni sintieron la necesidad de transformarse en un cordón protector contra influjos e invasiones occidentales hacia el Oriente.

 

Esquemas anticuados de los tiempos de guerra

 

La política occidental está ya liberándose del lastre de la propaganda bélica durante las guerras fratricidas en Europa, que Rusia explotó tan exitosamente para sus fines expansionistas e imperialistas. Es también preciso desechar los criterios perimidos respecto a los pueblos del Centro y Sudeste de Europa según los cuales los amigos seguros de las democracias occidentales serían aquellos que, por concurso de circunstancias fortuitas, peleaban en su bando en las dos guerras mundiales y sus permanentes enemigos los que voluntariamente o contra su voluntad peleaban del otro lado de la barricada.

Según este esquema perimido, Serbia, que en las dos guerras mundiales luchó como aliada de las democracias occidentales, de hecho como agente y exponente ruso, sería un amigo seguro del Occidente, mientas que Croacia, que siempre formó parte integrante del Occidente, sería el enemigo de todo aquello por lo que durante siglos luchó y se sacrificó, sólo por no ser dueña de sus decisiones en ambas conflagraciones.

Si en la última guerra la resistencia de los croatas a la expansión serbia y rusa acarreó a su patria tremendas consecuencias, acaso el Occidente a pesar de todos los errores sacó de ello algún provecho.

Hemos visto que a causa de la resistencia croata no les convenía a los soviéticos ocupar directamente a Croacia y que su ejército no llegó al Adriático. No sólo Croacia sino tampoco Serbia fue ocupada por las tropas soviéticas. De ese modo pudo ceder la presión soviética a raíz de las querellas entre Moscú y Belgrado.

Cabría aducir muchas cosas sobre el efecto de las influencias occidentales vía Croacia y Eslovenia durante todo ese proceso. Mencionaremos sólo un hecho muy conocido: el reciente acercamiento entre Moscú y Belgrado se opera bajo la creciente presión de los comunistas serbios, preocupados ante la oposición croata y eslovena a la hegemonía serbia, que se manifiesta tanto en la cooperación cultural con el mundo occidental como en la defensa de los intereses económicos de Croacia y Eslovenia contra los intentos de quitarles la posición rectora en ese terreno y que su economía sea orientada hacia el bloque soviético en vez en el occidental por intermedio de Croacia y Eslovenia.

 

Política de convivencia y repudio al katynismo yugoeslavo

 

Creemos que un enjuiciamiento público de los crímenes cometidos por os comunistas yugoeslavos contra los croatas y eslovenos, por algún organismo del carácter internacional podría beneficiar al mundo libre también en el actual periodo de coexistencia pacífica. En este período tampoco se debe dejar de luchar contra los intentos comunistas de someter sin la guerra caliente a sendos países a través "de los movimientos de liberación nacional".

Visto que a causa de las interpretaciones anacrónicas de la soberanía y la no injerencia en los asuntos internos, no es posible ventilar ante un tribunal internacional, prolongación del de Nuremberg, los horrorosos y alevosos crímenes y transgresiones contra la humanidad, de que son responsables Tito, Rankovic, Koca Popovic y otros jefes comunistas yugoeslavos, es factible al menos una investigación imparcial internacional de alguna entidad del carácter humanitario en base a los documentos y testimonios comprobados.

Los pueblos amenazados por la comunización mediante la táctica del frente "de liberación nacional" tienen derecho a conocer, en base a ejemplos concretos, los métodos comunistas de conquista. La condena, al menos moral, de los crímenes comunistas es exigida por la justicia lesionada y los supremos y permanentes intereses de la humanidad. "Las saturnales de sangre y crimen en que el culpable, ganador o perdedor, no es castigado por las más flagrantes violaciones de las normas consagradas, son algo así como un llamamiento particularmente intoxicante para los pueblos que ansían la guerra" [87].

Es necesario puntualizar los métodos comunistas de conquista ante las acciones subversivas en varios países latinoamericanos, disfrazadas como defensa de la libertad y de los derechos de los pueblos respectivos, lo que coincide con los empeños del dictador comunista yugoeslavo por figurar como exponente típico de la táctica comunista de conquista a través de los sloganes sobre "la lucha de liberación nacional". Eso es necesario tanto más cuanto que, en los últimos tiempos, los dirigentes comunistas yugoeslavos actúan -según la expresión de Walter Lippman, que hasta hace poco consideraba su neutralismo útil a las democracias occidentales- como "embajadores comunistas entre neutrales" [88].

Como es archisabido, los comunistas tratan de presentar las masacres sobre los croatas y otros casos del katynismo yugoeslavo como defensa de la unidad yugoeslava y liquidación de "los resabios fascistas". Aparte del problema de si el mantenimiento forzoso de un Estado plurinacional, con régimen dictatorial y la hegemonía de un pueblo, condice con la moral y el derecho natural, no es posible defender, con semejantes argumentos, asesinatos alevosos, muertes violentas y torturas increíbles de centenares de miles de seres humanos. Tanto menos cuanto que en la mayoría de los casos las víctimas carecían de la más mínima defensa judicial. Aun menos se puede defender los métodos del katynismo alegando la lucha contra un totalitarismo para implantar otro.

Mientras los dirigentes comunistas yugoeslavos declinan una investigación objetiva e imparcial la opinión del mundo libre tiene derecho a interpretar su negativa del mismo modo que la negativa soviética a indagar a fondo la masacre de Katyn.

 

SEGUNDA PARTE: DESCRIPCION DE LOS HECHOS DELICTIVOS

CAPÍTULO I. ANTECEDENTES HISTORICOS

 

Aunque las masacres en masa de los croatas y otros casos de katynismo son parte del plan comunista global de conquista del mundo, hay  antecedentes y factores de la geografía antropológica que impiden atribuir esos métodos de conquista exclusivamente al comunismo como versión extrema del marxismo.

La revolución bolchevique y el sojuzgamiento de una serie de naciones después de la Segunda Guerra Mundial son hechos históricos vinculados a un territorio que el mismo padre del "socialismo científico", Carlos Marx, consideró muy inepto para la revolución comunista. Por consiguiente, tanto la expansión del comunismo como los métodos del katynismo llevan la impronta del espíritu y la tradición del imperio ruso y de la sociedad en general que llamamos la civilización europea oriental, cuyo portavoz principal en la Edad Media era el imperio bizantino y en la época moderna el ruso[89]. Para ambos imperios, sus satélites e imitadores es característico el espíritu de fuerza y el afán de conquistas ilimitadas para crear un imperio universal. El espíritu de la Tercera Roma y del mesianismo hace que "el ruso cree libertar cuando conquista y servir a fines más altos cuando subyuga". Lo constata un autor que con simpatía y sobrada benevolencia escribe sobre Rusia[90]. Por eso, cuando los soviéticos perpetraron la matanza de Katyn y simultáneamente instituyeron el Comité Nacional de Liberación, que sería el nuevo gobierno comunista en la Polonia dividida y ocupada, esta "liberación" no es nada nuevo para los conocedores de la historia rusa.

 

Afinidades entre Rusia y Serbia

 

Lo mismo vale en cuanto a la "liberación" de Croacia, que sirve de pantalla para la masacre de más de 200.000 croatas. Otros tantos combatientes anticomunistas fueron sometidos a la "reeducación" en los campos de concentración. Escaparon a la muerte y la persecución ulterior únicamente unos pocos que a raíz del "lavado del cerebro" creyeron que, de hecho, fueron "liberados" por los conquistadores serbios y, que mientras lucharon por la libertad nacional, obraron como traidores infames.

Schubart comprueba que la sociedad rusa se caracteriza "por el espíritu de fuerza, crueldad, atrofia del sentimiento del derecho y la autocracia". Pero opina que se trata de "cuerpos extraños en la tradición de Rusia, que son de origen tártaro y romano-bizantino". Sin esos influjos, especialmente el tártaro, no se habría producido la revolución rusa[91].

Sea como fuere, idénticos rasgos encontramos en las conquistas de la Rusia sovietizada y deben entenderse como expresión de la sociedad en que se realizó la revolución comunista.

Existe gran parecido también en lo que respecta a la revolución comunista y el katynismo en Yugoslavia, que no reflejan tan sólo los anhelos de expansión comunista, sino que asumen también las características de la tradición serbia, similar a la rusa. También en Serbia era decisiva la influencia bizantina. Está ausente el influjo de los tártaros, pero Serbia estuvo 500 años bajo la dominación turca. Las consecuencias no podían faltar, puesto que "todos los pueblos que han estado esclavizados durante mucho tiempo ofrecen esta característica común: la atrofia del sentimiento del derecho" [92]. En la parte central balcánica esa característica está acentuada por rasgos peculiares de la población nómade semiprimitiva y belicosa, propensa al pillaje, la violencia, la crueldad y los impulsos expansionistas, particularmente fuertes en los serbios[93].

Este imperialismo de un pequeño y relativamente atrasado país es tan llamativo que no lo pueden ocultar ni los autores serbios. Desimir Tosic, político serbio con ambiciones de ideólogo de su generación de exilados anticomunistas, admite que existe "un complejo colectivo serbio, la megalomanía, el afán de grandeza. Los serbios no se sienten un pueblo pequeño, les parece que han de ser siempre los primeros y dar ejemplo a los demás"[94]. En términos más claros, trátase de un caso flagrante del imperialismo enano, fuente permanente de intrigas en el plano internacional y causa de las calamidades y derrotas de la misma Serbia. En el mismo contexto Tosic dice al respecto: "Ese afán de grandeza a menudo valió a los serbios gloria y éxitos, en el caso de Yugoslavia, el pueblo serbio pagó alto precio por ese complejo - precio en sangre, en tiempo, material, y hasta en prestigio político".

 

Ambiciones imperiales de un pequeño país balcánico

 

Este espíritu de poder y el afán de expansión ilimitada de los serbios ha sido fortalecido en la Edad Media mientras se formaban y desarrollaban en la esfera cultural y política de Bizancio, llegando a considerarse pretendientes a la herencia política de la Segunda Roma. Esteban Dusan el Poderoso, el monarca más fuerte de la Serbia medieval, se proclamó en 1346 "emperador y autócrata de los serbios, griegos y búlgaros", y en vano procuró asumir, como rey de una atrasada provincia del mundo bizantino, la herencia política de la Roma oriental, antes tan poderosa. Su Estado se desintegró muy pronto y, tras la derrota en Kosovo en 1389, Serbia fue absorbida por el imperio otomano.

Los serbios, reducidos al status de "rayeh" oprimida, soñaron durante cinco siglos con su imperio y la venganza contra los turcos. Cuando en el siglo pasado, a causa de la decadencia del imperio otomano, Serbia, igual que otros países balcánicos, se emancipó, sus características principales eran la implacable venganza contra los turcos derrotados y el apetito voraz por los territorios ajenos. Serbia no se contentó con ser un Estado nacional según los conceptos occidentales dentro del territorio, donde los serbios son mayoría étnica, sino que reclamaron territorios ajenos con tanta obstinación y lograron impresionar tanto a la opinión pública internacional que sus exigencias no aparecieron del todo injustificadas. Acaso no hay otra nación que con tanta insistencia se apropie del territorio de todos los pueblos vecinos, que en las zonas reivindicadas por los serbios constituyen la mayoría étnica. Esas reivindicaciones afectan territorios donde la mayoría de la población la constituyen búlgaros. macedonios, griegos, albaneses, croatas, rumanos, húngaros y alemanes. A todos ellos Serbia quiere "liberar" y en ese sentido trata de convencer a los propios serbios, al extranjero e incluso a los pueblos y minorías sometidos.

Con la "liberación" de los pueblos vecinos mediante su conquista y anexión, recurriendo a toda clase de terror y violencia, empezó Serbia en las Guerras Balcánicas (1912-13), incorporando gran parte de Macedonia y el territorio de Kosovo y Metohija (abreviado Kosmet), actualmente zona autónoma dentro de la República Socialista de Serbia.

Aunque en Macedonia son una minoría insignificante, los serbios se autoproclamaron sus "libertadores" y la llaman "la Serbia meridional". Como si eso fuera poco, anhelan conquistar la Macedonia búlgara y griega con Salónica. Inclusive hoy día, en la Yugoslavia comunista, que oficialmente reconoce la nacionalidad macedonia, en el orden eclesiástico Macedonia está subordinada al patriarcado serbio.

En Kosmet vive casi la mitad del pueblo albanés en continuidad territorial con su Estado nacional. Aunque hay muy pocos serbios en Kosmet, lo llaman "Serbia la Vieja" y ni piensan reconocer los derechos de Albania conforme al principio nacional. Más aun, Serbia, al reclamar el derecho a la salida al mar antes de la Primera Guerra Mundial, quiso anexar buena parte del territorio albanés. También los comunistas quisieron incluir en la Yugoslavia restaurada a Albania entera, lo que impidió Stalin, impresionado por la megalomanía de los dirigentes comunistas de Belgrado.

Serbia alcanzó su expansión máxima cuando, al terminar la Segunda Guerra Mundial, logró crear el Estado multinacional yugoeslavo, y para colmo invocando el principio nacional y la teoría de que Serbia desempeñó la función de Piamonte del pueblo de los eslavos del Sur (yugoeslavos), que nunca existió ni existe, como unidad étnico- nacional. Con esta maniobra, además del Reino de Montenegro, Serbia se anexó todas las provincias croatas, Backa, Eslovenia y además partes de Banat y Baranja, donde la mayoría absoluta la constituían los húngaros, alemanes y croatas. De ese modo se cuadruplicó el territorio de Serbia, propiamente dicha, mediante la incorporación de regiones mucho más adelantadas en lo cultural y económico. Idéntico cuadro se presenta en la Yugoslavia monárquica como en la comunista de hoy.

Las ambiciones de conquista de las naciones pequeñas y débiles entrañan peligro, tanto para ellas mismas como para sus vecinos, e inclusive repercuten en las relaciones entre grandes potencias. La codicia insaciable de territorios ajenos, evidenciadas hoy por los pequeños países balcánicos, surgidos durante el siglo pasado de las ruinas del imperio turco, y de modo especial de Serbia, convirtieron a la península de los Balcanes en el polvorín de Europa y se usan para calificar querellas y discusiones entre países pequeños en su función de exponentes de grandes potencias. En ese sentido, Serbia es un ejemplo típico y basta mencionar que en 1914, pretendiendo Bosnia y Herzegovina -provincias donde incluso hoy no hay más del 40% de la población ortodoxa- organizó actos subversivos contra Austria-Hungría que culminaron con el asesinato de Sarajevo y con la crisis de la Primera Guerra Mundial, cuyas consecuencias siente todavía hoy el mundo entero.

La expansión mediante la conquista sin tener en cuenta las fronteras étnicas y culturales y la capacidad de asegurar una coexistencia pacífica con elementos ajenos, conduce inevitablemente al empleo de medios inhumanos tanto durante la conquista como en el sometimiento de los nuevos súbditos. Por eso las represiones implacables son medios políticos tradicionales de los países de esa zona euroasiática. El principio de Lenin, según el cual es moral todo lo que sirve a la expansión del comunismo, se practica desde tiempos remotos en esa zona, como principio de la política del poder. Represalias en masa y matanzas por motivos políticos son un fenómeno corriente Es verdad que también la historia de los pueblos occidentales registra casos de represión contra las minorías, como asimismo varios casos de matanza en masa y de expulsiones de las minorías religiosas y raciales, pero se trata de fenómenos excepcionales, condenados por la mayoría como aberración y negación de la dignidad y libertad de la persona humana. Por el contrario, en la zona de "las eternas tiranías del Oriente" -según se expresara Ortega y Gasset- esos métodos se consideran medios legítimos de la política del poder del Estado todopoderoso, que deshumaniza al hombre y lo subordina totalmente a los fines políticos.

 

"Haiduks", precursores de "chetniks" y partisanos

 

Aquí señalaremos, brevitatis causa, sólo aquellos elementos históricos y de la geografía antropológica, imprescindibles para entender mejor las frecuentes referencias de los testigos en nuestra serie documental sobre la crueldad de la población serbia para con los prisioneros croatas, subrayando que las masacres colectivas fueron concebidas también como venganza serbia contra los adversarios del Estado yugoeslavo, de tal manera que con las matanzas empezaron, de hecho, los nacionalistas serbios (chetniks) que más tarde actuaron también en las filas comunistas.

Hay datos comprobados de la época prerromana y numerosas referencias de los cronistas medievales sobre la agresividad, crueldad y el pillaje de las bandas rebeldes en la zona montañosa de los Balcanes centrales. Trátase de un fenómeno endémico, explicable por las características topográficas de esa zona, casi intransitable y separada de grandes centros culturales. Allí, a lo largo de los siglos, ningún poder logró imponer su control permanente. De las montañas poco accesibles, pobladas por pastores nómades semiprimitivos, bajan a los valles bandas para saquear a los labradores o atacar a las caravanas de los comerciantes. En la época de la dominación turca, esas expediciones tuvieron a veces carácter de represalias de los forajidos contra los exponentes del dominio extranjero.

En esos tiempos, en todos los pueblos balcánicos, y particularmente entre los serbios, se difundió el culto de los forajidos y rebeldes, llamados haiduks. En Serbia ese culto forma parte del mito nacional sobre la venganza contra los turcos por la derrota sufrida en Kosovo. Un estudioso serbio, autor de un importante libro sobre haiduks, anota: "Escribir acerca de los haiduks significa escribir nuestra íntima historia moral, la historia de nuestra alma y nuestro espíritu"[95]. En la poesía popular serbia a menudo encontramos descripciones detalladas y gozosas de las sádicas torturas[96].

Los haiduks fueron el factor decisivo en los levantamientos serbios contra los turcos en el siglo pasado y hasta en la formación de la clase dirigente de moderno Estado serbio, reconocido internacionalmente por las potencias reunidas en el Congreso de Berlín, en 1878. Los autores serbios destacan que en el alzamiento y la creación del nuevo Estado desempeñaron el papel principal los tratantes aldeanos de porcinos, cabecillas aldeanos y los haiduks, que en la época de la decadencia del imperio turco fueron considerados "profesionales"[97]. Los haiduks eran cabecillas militares y de sus filas provinieron los primeros dirigentes políticos y, además ambas dinastías serbias: los Obrenovic y los Karageorgevic.

"Quien era haiduk más renombrado y quien en sus fechorías tuvo más éxito, en el nuevo Estado lograba mejor puesto, más riqueza y mayor prestigio. El sentido de esos privilegios consistía en atraer y comprometer a los destacados cabecillas de los Haiduks a una vida tranquila, pues eran peligrosos para un nuevo estado de cosas y el orden establecido" [98].

El despotismo, empero, de los nuevos gobernantes serbios era tal que provocaba resistencia y más tarde hubo casos serios de bandolerismo, especialmente en 1884, cuando los haiduks dominaban distritos enteros[99]. Los haiduks actuaron en Serbia hasta la última guerra. Los diarios belgradenses describían con frecuencia sus desmanes, sin ahondar en sus causas sociológicas y políticas[100]. Hasta el ex rey yugoeslavo en su asaz confuso libro de memorias describe el encuentro de su padre Alejandro con los haiduks en ocasión de un viaje oficial por la zona montañosa de Serbia[101].

 

Mito sobre el heroísmo de los guerrilleros yugoeslavos

 

La tradición de los haiduks se hizo presente en las acciones guerrilleras contra los turcos antes y durante las Guerras Balcánicas (1912-13). Los chetniks seguían esta tradición, de la que, como hemos visto, los círculos patrióticos serbios no se avergüenzan sino que se enorgullecen[102]. Entre las dos guerras, en las escuelas nacionales y en el ejército del Reino de Yugoslavia se fomentaba el culto de los haiduks como uno de los importantes ingredientes de la educación nacional en escuelas y en ejército.

Ese elemento humano y el contorno geográfico fueron factores determinantes de las conocidas guerrillas serbias durante la guerra pasada, tanto las nacionalistas de Draza Mihailovic como las comunistas. Los cronistas y la opinión pública occidentales idealizaban a esos guerrilleros apreciando su ida a los bosques con criterios que aquí no caben[103]. Los mismos autores serbios, que glorifican esa guerrilla, ponen de relieve que poco elemento urbano había entre los guerrilleros... "la resistencia fue encabezada por el hombre local, de hecho, el haiduk político local que entre los chetniks representaba el extremo... y en el movimiento de los guerrilleros de José Broz la fuerza principal de combate"[104]. "Unicamente en un ambiente -acota otro autor de nacionalidad montenegrina- donde la élite espiritual pudo enaltecer a los haiduks como combatientes idealistas y héroes nacionales, pudo surgir ese movimiento rebelde que se autodenominó partisano"[105]. El mismo autor señala los métodos inhumanos de la guerrilla de los partisanos y la inmoralidad de su agresión contra el Estado nacional croata.

El espíritu de subversión y la crueldad con el adversario derrotado, una de las constantes de la historia de Serbia, se deben a las influencias bizantinas y a la reacción contra la dominación turca. En la Serbia medieval la mayoría de los monarcas fueron derrocados por la fuerza y a menudo fueron asesinados o mutilados por sus parientes más allegados. En la Serbia moderna, como dice D. Tosic:

"Unicamente Milos Obrenovic y Pedro I Karageorgevic murieron en el trono de muerte natural, pero ambos llegaron al trono después del exilio. Milos asesinó a Karageorge en 1817, el príncipe Alejandro Karageorgevic murió en el destierro en 1885, el príncipe Mihailo fue matado por un grupo de conjurados en 1868, el rey Milan murió en el exilio en 1901, su hijo Alejandro fue asesinado en 1903 en Belgrado, el rey yugoeslavo Alejandro fue muerto en 1934 en Marsella..." [106]

El último siglo de la historia de Serbia se caracteriza por las luchas implacables entre las dos dinastías, ambas de origen haiduk (bandolero).

"La crónica política de ese periodo registra descuartizamientos, latigazos e incluso algunos casos de empalamiento" de los adversarios políticos. De los tiempos turcos "debió quedar en la psicología de nuestras (serbias) masas populares algo de la crueldad turca que los serbios con frecuencia evidenciaban en la lucha... Los métodos policiales del principado vasallo de Serbia... fueron igualmente crueles". Los castigos corporales eran usuales, de modo que el destacado historiador serbio Slobodan Jovanovic, presidente de uno de los gobiernos yugoeslavos en el exilio, decía que "la cachiporra fue el símbolo del poder en nuestro país" y que los gendarmes "apaleaban a la gente peor que al ganado". El aplastamiento de "las frecuentes rebeliones se hacía de modo igualmente cruel". Los rebeldes "eran torturados terriblemente" y los campesinos matados en masa. "Dado ese estado de cosas, no es de extrañar que la prensa europea escribiese en 1899 que nosotros los serbios estamos borrados de la lista de los pueblos civilizados" [107].

No debe, tampoco, extrañar el hecho de que los serbios aplicasen idénticos métodos, en escala mucho mayor, contra los macedonios, albaneses, croatas, húngaros, etc., "liberados" por ellos, y que en la guerra de guerrillas, durante la última conflagración mundial, consumando la "venganza" por la desintegración de Yugoslavia, sobrepasaran todos los límites.

 

Masacres de vencidos y minorías, parte de la tradición nacional serbia

 

Un capítulo aparte en la historia de Serbia lo constituyen las matanzas colectivas de los enemigos y minorías étnicas.

Ese fenómeno debe entenderse como influjo de la concepción estatal bizantina totalitaria sobre los montañeses balcánicos semiprimitivos. Bizancio fue el primer Estado totalitario en Europa. En él, tanto el individuo como todas las manifestaciones culturales estaban sujetos al poder político autocrático (césaropapismo). En la versión moderna, trátase de la identificación del Estado, la nación y la religión. En semejante sistema no hay lugar para una minoría desconformista, a la que se persigue despiadadamente y casi siempre es exterminada.

Ya en la Serbia medieval regían medidas extremadamente severas contra los católicos y los patarenos (bogomili). En la época moderna, esos métodos afectan principalmente a la minoría aborigen que, bajo el dominio turco, abrazó el islamismo. Así el príncipe obispo de Montenegro, Danilo I, intimó a los musulmanes de la región que había conquistado, a pasar a la religión ortodoxa en plazo determinado. Al no hacerlo, fueron masacrados en la Nochebuena de 1708. Ese acto cruel llamó la atención del emperador ruso Pedro el Grande, quien suscribió un pacto con Montenegro contra los turcos y desde entonces ese minúsculo país balcánico estuvo permanentemente en la esfera de influencia rusa. Posteriormente, hubo también frecuentes casos de masacres colectivas de los musulmanes en las zonas que iban conquistando los montenegrinos[108].

Esas matanzas alevosas consumadas por el gobierno teocrático montenegrino quedarían como uno de tantos episodios de la sangrienta historia balcánica, si uno de los sucesores de Danilo I, el príncipe-obispo Pedro II Njegos (1830-1854) no hubiera glorificado ese genocidio en su poema "La guirlanda de montaña", que los serbios consideran unánimemente como obra maestra de su literatura nacional. "Esas gentes apenas conocían la Biblia; el poema de Njegos hacía las veces de libro sagrado" [109] "Njegos representa el pensamiento serbio y nacional..." [110].

 

Matanzas de los musulmanes

 

La emancipación de Serbia del dominio turco durante el siglo pasado estuvo acompañada por la expulsión y a menudo por la masacre de la minoría musulmana. Un cronista francés dice al respecto: "Todos los turcos que rehusaron ser bautizados murieron en los más horrorosos suplicios. Los niños fueron despedazados. A las mujeres les extirpaban los intestinos o las tomaban como esclavas" [111].

Cuando los comunistas serbios consumaron en 1945 masacres de prisioneros de guerra y civiles, inclusive mujeres y niños, repetían sus crímenes contra los turcos. Los serbios "cometieron miles de atrocidades contra los vencidos, quebraron su juramento de las condiciones de la rendición, degollaron a los turcos, violaron a las mujeres y se entregaron al pillaje" [112]. El destacado político serbio Milan Gavrilovic, embajador yugoeslavo en Moscú que suscribió el pacto de no agresión con la Unión Soviética en 1941, luego presidente del Comité Nacional Serbio interpartidario en los EE.UU., orgulloso de haber guerreado en su juventud contra los turcos, se refiere a los informes de los representantes franceses sobre dichas masacres serbias contra los turcos derrotados. Extracta los informes del cónsul David que dice que los serbios habían "degollado a 2.000 de los suyos, contrarios a semejante empresa armada. El furor entre los dos partidos era tal que un bárbaro en riña con su padre, contrario a que se rescindiera el acuerdo, mató con pistola a su progenitor" [113]. En esa ocasión, según informa el mismo cónsul francés, protagonista de la crónica novelada de Ivo Andric "Sucedió en Bosnia", "masacraron a todos los judíos que estuvieron del lado turco" [114].

Las masacres siguieron también en nuestro siglo, siempre con propósitos expansionistas y opresores. Cuando los serbios en 1913 "liberaron" a Macedonia, perpetraron, de acuerdo a los datos verificados por una comisión internacional, una serie de crímenes contra la población lugareña que rehusó ser serbia[115].

Dos años después, durante la Primera Guerra Mundial, el ejército serbio tuvo que evacuar su patria y, al pasar a Bosnia, consumó masacres de musulmanes en los distritos de Foca y Rogatica, donde asesinó al 3% de la población[116]. Que no se trata de un incidente casual, sino de la opinión prevaleciente en Serbia, lo testimonia Ivan Mestrovic, quien anotó las declaraciones del político serbio Stojan Protic, varias veces ministro y presidente del gobierno serbio y luego yugoeslavo, sobre la modalidad de resolver el problema de los musulmanes en Bosnia y Herzegovina.

"Cuando nuestro ejército atraviese el río Drina, dará a los turcos (los croatas de religión islámica) 24 horas, o al máximo 48, para que vuelvan a la fe de sus antepasados, y los que no lo quieran, los mataremos, como a su tiempo hicimos en Serbia". Cuando los horrorizados croatas presentes le preguntaron: "cómo podían, hombres instruidos, considerar a los hombres de otro credo religioso como lo hacían los haiduks primitivos y analfabetos", Protic reafirmó: "En Bosnia con los turcos no procederemos a la europea, sino según nuestra ley" [117].

Protic era uno de los políticos serbios más moderados en cuanto a las relaciones serbio- croatas. Su opinión no era aislada y Mestrovic pudo registrar en sus memorias declaraciones parecidas de varios representantes prestigiosos de la vida pública serbia.

 

Masacres en el Reino de Yugoslavia entre las dos guerras

 

Como Yugoslavia en 1918 fue creada al amparo de las democracias occidentales, los serbios no pudieron cometer masacres en gran escala. No obstante, perecieron millares de montenegrinos y albaneses. En Montenegro y en Sandzak hubo varios casos de matanza colectiva y pillaje contra la población musulmana[118]. Los serbios, ya durante la Primera Guerra Mundial, torturaron y asesinaron a los soldados croatas que cayeron prisioneros en el frente ruso. De acuerdo al convenio estipulado entre los gobiernos ruso y el serbio, en Odesa debió formarse con los prisioneros la legión serbia de voluntarios. Cuando los prisioneros croatas se negaron a enrolarse al ejército serbio, fueron perseguidos, castigados y asesinados[119]. Es interesante acotar que entre los oficiales serbios figuraba "el voluntario" Dr. Ivan Subasic, que en 1939 fue impuesto por la Regencia yugoeslava como "bano" (virrey) de Croacia (1939-41) y en 1944 por el gobierno británico como presidente del gobierno yugoeslavo exilado y en ese carácter firmó el acuerdo con Tito en tales condiciones que los comunistas tenían asegurado el control completo del poder.

Yugoslavia fue creada en 1918 mediante la sangre, la violencia y la violación del derecho de autodeterminación. Tito expresó sobre el particular el punto de vista del Partido Comunista de Yugoslavia en su informe presentado ante el V Congreso partidario en 1948. Sobre el origen de Yugoslavia dijo:

"Los pueblos que integraron la nueva comunidad estatal vivieron más de trece siglos separados en condiciones diferentes y bajo influencias distintas -políticas, culturales, económicas y sociales... La llamada unificación de los serbios, croatas y eslovenos se operó en 1918 mediante abundante asistencia de las tropas vencedoras, serbias y francesas, que vinieron a Croacia, Eslovenia, Bosnia, Herzegovina y Montenegro... Claro, esas tropas acudieron para asegurar la posición hegemonista a la burguesía granserbia. En Montenegro y en Croacia hubo fuerte oposición a semejante unificación: esa resistencia fue aplastada en sangre, tanto en Montenegro como en Croacia. Tal la misión de las tropas francesas y serbias en las regiones recién anexadas" [120].

Unicamente Tito omitió decir que de manera semejante se restauró YUGOSLAVIA en 1945, cuando el ejército partisano-serbio ocupó a Croacia, respaldado por el Ejército Rojo, y a sangre y fuego aplastó la resistencia croata.

Milovan Djilas describe cómo fue aniquilada la oposición a la liquidación del Reino de Montenegro y su incorporación a Serbia en 1918. El clan Rovci se opuso a ello.

"Los rovcani fueron tratados con crueldad y vileza. Incendiaron sus casas: fueron robados y golpeados. A las mujeres les cosieron gatos en sus faldas y golpearon a los gatos con varas. Los soldados montaban a la grupa de los ancianos y los obligaban a llevarlos a través de la corriente. Atacaban a las jóvenes. Todo lo pisotearon: la propiedad, el honor y el pasado" [121].

También en Croacia, el ejército serbio se portó como en un país ocupado, aplicando las leyes militares serbias y castigos corporales, antes desconocidos en Croacia. Centenares de miles de croatas fueron aporreados. Ya el quinto día después de la unión oficial, el 5/12/1918, hubo masacre de los desarmados soldados croatas en la plaza mayor de Zagreb. Fueron muertos 9 soldados y 4 civiles, heridos 10 soldados y 7 civiles. En otras provincias croatas se produjeron violencias y masacres. Las figuras representativas de la vida cultural y política se hallaban en la cárcel. En algunas regiones hubo rebeliones.

"La lucha entre los gendarmes, el ejército (serbio) y el pueblo se inició primero en la aldea Ivanje, el 2/9/1920. Muy pronto se extendió a Bregi, Grubisno Polje, Cazma, Dugo Selo, sv. Ivan Zelina, sv. Helena, Garesnica, Pesin y otras localidades. Un gran combate se libró en el bosque cerca de Sisak. Varios millares de campesinos se enfrentaron con las unidades militares. Hubo muchos muertos y heridos. Centenares de campesinos fueron encarcelados y molidos a palos por el ejército y la gendarmería" [122].

El Dr. Mate Drinkovic, político croata y luego ministro en el gobierno dictatorial del rey Alejandro, testimonia que en 1920, en una reunión del gabinete, se opuso durante cuatro horas a la proposición de que "había que organizar contra los croatas una expedición punitiva militar en línea de combate contra los campesinos, precisamente como en un país enemigo", y "someter a esos esclavos a sangre y acero si las cachiporras no bastasen". Dice que en la discusión tuvo que espetar a los proponentes que "no quería que lamen la sangre croata" [123].

La opresión y los atropellos contra los croatas culminaron con la implantación de la dictadura personal del rey Alejandro, el 6/1/1929. En el decenio 1929-1939 las persecuciones, las torturas, las detenciones y los asesinatos de croatas eran fenómenos corrientes. Los desmanes y actos de violencias se hicieron tan frecuentes que monseñor Dr. Ante Bauer, metropolitano croata, entregó el 25/5/1935 al Regente, príncipe Pablo Karageorgevic, un extenso memorial sobre los abusos del poder, pues no podía presenciar "sin perturbarse cómo se está sembrando la simiente que en el futuro podía fructificar en el odio, la venganza y la adhesión a las corrientes impacientes por abolir la civilización la cultura europea y cristiana... Es mi deber levantar la voz contra las crueldades, pues algunas de ellas se vienen consumando con motivo de las fiestas religiosas..." En dicho memorial se citan numerosos lugares, nombres y casos de torturas del clero católico, a quienes los gendarmes serbios "injuriaron su Dios católico"[124].

Tuvo que protestar la Iglesia, porque a la sazón los representantes políticos croatas fueron asesinados, encarcelados o exilados. A raíz del citado memorándum se formó nuevo gobierno, presidido por el Dr. Milan Stojadinovic que, con miras a debilitar la oposición croata, alentada por los asilados en Hungría, Austria e Italia, trató de acercarse a las potencias del Eje. Al mismo tiempo, la prensa publicaba casi semanalmente comunicados oficiales de que los gendarmes se vieron obligados a disparar contra los grupos croatas. Cada vez había muertos y heridos entre deportistas, excursionistas, romeros (peregrinos), conjuntos corales, etc. Bastaba que alguien se opusiese a los gendarmes despóticos, izase la bandera nacional o entonara alguna canción patriótica.

El político serbio Svetozar Pribicevic, entonces exilado en Francia, en su libro sobre la dictadura del rey Alejandro, publicado en París, para comprobar que "todo el pueblo croata estaba fuera de la ley" describió los asesinatos de los prominentes políticos y literatos croatas, los asesinatos en masa. Entre otros, se refiere el caso siguiente:

"Para ejemplificar aportaré un caso de la represión por expresiones más inocentes del sentir popular croata en forma de los asesinatos en masa de los hombres, mujeres y niños. En la ciudad croata Omis, en Dalmacia "hubo una manifestación religiosa, el Congreso Eucarístico. Cuando después de la solemne misa el pueblo empezó dispersarse formando procesiones, entonando cánticos religiosos, de repente aparecieron los gendarmes al mando del subteniente Markovic, previamente en acecho y escondidos, acometiendo con tiros contra la gente indefensa. Dispararon contra la gente desbandada sin previo aviso e intimación. Al principio los fieles suponían que estaban tirando al aire. Pero las primeras víctimas, caídas en la plaza mayor de Omis, demostraron lo contrario. En vista de la terrible experiencia cundió un pánico indescriptible. La gente huía, caía y gritaba. Los gendarmes destrozaron la bandera de una asociación católica de Vranjic porque junto con las imágenes del Salvador y de la Virgen lucía los colores nacionales croatas. El resultado de esta masacre cruel fue cuatro personas heridas gravemente, un colegial con la bala en el estómago, una muchacha de Sucurac con la mano derecha amputada y cuarenta personas heridas, algunas de gravedad. Pero los gendarmes todavía no estaban satisfechos. La misma noche en el pueblo Celine mataron en la misma puerta de su casa a dos hermanos Becic, hijos únicos de sus ancianos padres... Los mataron sólo por el hecho de haberse negado a entregarles el estandarte de una sociedad religiosa croata. La ciudadanía de Split, donde murieron en el hospital, quiso honrarlos con un sepelio solemne, pero los gendarmes raptaron sus cadáveres y con fuertes calores del verano mediterráneo los llevaron en un saco no se sabe dónde..." [125]

En esta atmósfera se celebraron dos comicios en los que el Partido Campesino Croata, con grandes sacrificios, pudo presentar su lista opositora, que en Croacia obtuvo casi la totalidad de los votos, pese a que el voto fue público, no había libertad de reunión, de campaña electoral ni de prensa, y a que los gobiernos dictatoriales acusaron a la oposición de estar contra el Estado y en favor de los exilados ustachi. Resultó que esas acusaciones favorecieron enormemente a la oposición. Por su parte, los diputados nacionales croatas exigían las libertades y los derechos cívicos para Croacia, de acuerdo con el principio nacional y el derecho de autodeterminación, sin ocultar que el pueblo croata en caso de una guerra no lucharía por un Estado que los priva de las libertades nacionales y políticas.

Recién en 1939, en vísperas de la guerra, la Regencia acordó a Croacia una autonomía limitada sobre el territorio nacional amputado. Sin embargo, a causa del chovinismo serbio, esta fue una transacción política que, lejos de consolidar la situación, fue motivo del golpe de Estado de marzo de 1941, de la entrada de Yugoslavia en la guerra y de su desmembramiento.

Yugoslavia fue atacada el 6 de abril de 1941 y diez días después el Rey y el gobierno huyeron del país. El día 17 de abril se firmó la capitulación incondicional.

 

CAPÍTULO II: EN EL TORBELLINO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

 

Situación compleja y tensa tras el colapso y la desintegración del Reino de Yugoslavia

 

La súbita derrota militar de Yugoslavia sorprendió no sólo a sus agresores, sino todavía más a Gran Bretaña que, por conducto de sus agentes, alentó el golpe de Estado, confiando en que la resistencia militar yugoeslava facilitaría la apertura del frente balcánico.

El desmoronamiento político y militar de Yugoslavia no era fortuito, sino expresión de la endeblez interior de un Estado multinacional, dominado por un pueblo minoritario sobre la mayoría que tiene la conciencia nacional altamente desarrollada y está mucho más adelantada en lo cultural y lo económico que sus opresores. Dicho de paso, lo mismo ocurriría en caso de una nueva crisis internacional, ya que también en la Yugoslavia actual Serbia domina sobre los demás pueblos y minorías nacionales. Tras la desintegración de Yugoslavia se creó una situación político-militar muy compleja. Se dieron ciertas soluciones acertadas junto con una serie de medidas erradas e injustas que, sumadas a las inevitables tensiones de guerra, a la que los comunistas trataron de imprimir carácter revolucionario, facilitaron la injerencia de la Unión Soviética.

La creación del Estado Independiente de Croacia conforme al principio nacional y la incorporación de las zonas habitadas por las minorías búlgara, albanesa y húngara a los países respectivos, significaron soluciones acertadas y justas. Teóricamente se dio una solución a medias al problema de Montenegro, que debió ser un reino separado en unión personal con el Reino de Italia [126].

El problema territorial de Serbia encontró solución acertada, pues Serbia quedó dentro de las fronteras anteriores a las Guerras Balcánicas y en la emergencia de la guerra bajo la ocupación militar alemana. Unicamente en tal Serbia, que constituye una unidad histórica y geográfica, los serbios son la mayoría absoluta de la población. Es verdad que hay más de dos millones de serbios fuera de sus fronteras, pero en ninguna provincia constituyen la mayoría de la población. Los alemanes designaron en Serbia el gobierno del general Milan Nedic, ex ministro de guerra, con el propósito de conseguir su colaboración en la lucha contra los grupos guerrilleros.

Flagrantes violaciones del principio nacional fueron el reparto de Eslovenia entre Italia y Alemania (Hungría se anexó Prekomurje e igualmente la comarca croata de Medjimurje) y la incorporación a Italia de partes sustanciales de la zona marítima, habitadas exclusivamente por los croatas.

Las soluciones dadas a los problemas de Albania y Montenegro fueron correctas únicamente en teoría, puesto que esos territorios de hecho estaban ocupados por los italianos. Además, había fricción entre Italia y Alemania respecto a la esfera de intereses en el Sureste europeo, y los italianos, temiendo la influencia predominante de Alemania, particularmente en Croacia, practicaron una política que forzosamente surtió efecto contrario entre todos los patriotas croatas. En lugar de procurar afianzar los lazos amistosos entre ambos pueblos adriáticos, se inauguró la política de presión e intrigas e incluso se llegó a prestar ayuda directa a los chetniks, enemigos comunes, e indirecta a los guerrilleros comunistas. Con la amputación de la zona adriática croata y con su política en general, enderezada a integrar a Croacia dentro del imperio fascista, Mussolini logró un efecto contraproducente. Los croatas, en la difícil lucha por conservar su independencia nacional, se vieron obligados a depositar sus esperanzas en el Tercer Reich que, por lo menos en ese momento, aventajaba a Italia por no presentar ninguna reclamación territorial perjudicial para Croacia.

 

El chovinismo serbio, caldo de cultivo de la rebelión

 

De esa manera estaban decepcionados y exasperados no sólo los serbios, para quienes Yugoslavia era y es Serbia engrandecida, sino que tampoco estaban contentos los pueblos y las minorías étnicas que en la desintegración de Yugoslavia veían la destrucción de su cárcel nacional. Se crearon así las condiciones de un nuevo tipo de guerra, contraria a las costumbres y al derecho de guerra vigentes hasta entonces, pero que se mostró como un instrumento poderoso de la conquista comunista. Los métodos de la guerra de guerrillas fueron aceptados y apoyados por los Aliados occidentales, que no comprendieron que eso implicaba la derrota inevitable de las fuerzas nacionales, pues no podían competir con los comunistas en los despiadados sacrificios de vidas humanas y bienes nacionales. Se afirma que los comunistas contestaban a las objeciones de que con sus métodos de guerra desaparecería el pueblo y el país quedaría despoblado, que lo principal era mantener el territorio y en cuanto a los habitantes, en caso de necesidad, se podría radicar allí a los chinos que son tantos. El hecho es que los comunistas no ahorraban vidas humanas ni bienes nacionales, obrando según el lema "lo peor es lo mejor". El comando militar del Eje partía de la premisa equivocada de que con la capitulación del Reino de Yugoslavia la guerra había terminado y que en el territorio ocupado bastaban pocas fuerzas, principalmente para proteger las vías de comunicación. Por eso sostenían que Croacia no necesitaba ejército salvo uno que otro destacamento para los fines policiales. En esa tesis insistía particularmente Italia, que mediante los Acuerdos de Roma, del 18/V/1941, aseguró su influencia en la organización de las fuerzas armadas croatas, con el propósito de mantener en dependencia al recién restablecido Estado de Croacia. Sin embargo, el verdadero interés de Italia hubiera sido reforzar a su aliado croata en la orilla oriental del Adriático. Por otra parte, la jefatura militar serbia en Yugoslavia entre las dos guerras lo hizo todo para dificultar la organización del ejército nacional en Croacia. Aunque Croacia es más industrializada que Serbia, las industrias de guerra no estaban en su territorio, de modo que Croacia, en cuanto al armamento, dependía totalmente del extranjero, de Alemania e Italia, y en parte de los países neutrales. Muy pocos oficiales y suboficiales de nacionalidad croata figuraban en el ejército yugoeslavo y durante la guerra había que apresurar la formación e instrucción del cuerpo de oficiales croatas. Mientras tanto, fueron reactivados ex oficiales de la época del imperio austro-húngaro, declarados cesantes entre 1918 y 1941.

Los primeros casos de rebelión se verificaron en Serbia a mediados de 1941. Los primeros en entrar en acción fueron los chetniks, al mando de Draza Mihailovic, abasteciéndose de los depósitos de armas escondidos antes de la guerra en regiones montañosas. Atacada Rusia, aparecieron inmediatamente los guerrilleros comunistas, muy pocos al comienzo, pero paulatinamente iban eclipsando las acciones guerrilleras de los chetniks. En el verano de 1941, los chetniks y los partisanos dominaban en la Serbia sudoccidental, donde había escasas guarniciones alemanas. Al producirse una enérgica contra-acción de los alemanes, primero los chetniks y luego los comunistas transfirieron su actividad a Sandzak y Montenegro. Allí se mantuvieron, tanto a causa de la configuración topográfica muy asequible a la guerrilla, de la tradición arraigada de los haiduks y chetniks de esa región, cuanto por la inactividad de las tropas de ocupación italianas.

Desde allí, primero los chetniks, seguidos por los partisanos, se trasladaron a Bosnia, territorio del Estado de Croacia, donde se les unió cierto número de los integrantes de la minoría étnica serbia.

Se trataba de la región al sur de la línea Karlovac-Foca, donde estaban estacionadas las tropas italianas en virtud de un convenio entre las potencias del Eje. Los representantes militares italianos no permitieron que se organizasen allí fuerzas armadas croatas ni siquiera guardias locales.

Recién a fines del verano de 1941 se pudo abordar la organización del ejército croata, cuando a raíz de las acciones guerrilleras, Roma y Berlín se percataron de que la cooperación de las fuerzas armadas croatas era imprescindible. Se comprobó que las acciones comunistas pudieron controlarse únicamente en las zonas donde la población era solidaria con las autoridades militares, pues es sabido que las acciones guerrilleras son posibles únicamente si son apoyadas por la población lugareña.

 

Formación del ejército croata de 250.000 integrantes pese a la oposición de Italia fascista

 

En pos de la mejor comprensión de los sucesos, conviene referirse a la organización del ejército croata, despiadadamente masacrado por los comunistas al terminar la guerra. Recapitularemos los datos del general croata Fedor Dragojlov, teniente 1° en el ejército austro-húngaro, y jefe del Estado Mayor del ejército croata durante la guerra[127].

Las primeras acciones del nuevo ejército croata, contra la voluntad de las potencias del Eje, tenían por finalidad proteger a la población croata contra las represalias de los restos del ejército yugoeslavo. Si bien los alemanes y los italianos se llevaron el armamento del derrotado ejército yugoeslavo como botín de guerra, quedaron armados pequeños contingentes ustachi y de guardias urbana y campesina, organizadas antes de la guerra por el Partido Campesino Croata para proteger a la población de los abusos y atropellos de los órganos oficiales de Yugoslavia. Por otra parte, en las regiones amenazadas por los restos del desbandado ejército yugoeslavo y por los chetniks serbios, se formaron espontáneamente milicias locales semilegales, que a menudo y de modo arbitrario se arrogaban los distintivos de los ustachi. Esa milicia, en la mayoría de los casos, protegió con éxito a la población en las comarcas de población mixta croata-serbia, donde los serbios perseguían abiertamente el exterminio de la población croata. Esos grupos, formados en defensa propia y obrando por iniciativa propia, replicaban a veces a los excesos de los chetniks con medidas iguales, tanto más que actuaban en su país y como defensores de su Estado nacional.

Esta primera fase de recíproca destrucción entre serbios y croatas tuvo secuelas harto nocivas, puesto que los comunistas y los chetniks consiguieron convencer a la nutrida minoría serbia en Bosnia que su salvación era plegarse a la guerrilla contra el Estado de Croacia. Su tarea fue facilitada por el hecho de ser, entre las dos guerras, la minoría serbia en Croacia el elemento dominante. Al convertirse luego en minoría, no era difícil incitarlos a acciones diversionistas y a la rebeldía. Eso vale especialmente para las regiones con seculares tradiciones de bandas depredadoras y bandoleras (haiduks).

Luego, durante la formación del ejército regular croata, no se pudo pasar por alto a los contingentes ustachi, integrados por voluntarios y distinguidos por su alto espíritu de combatividad. "Se puede pensar -dice el general Dragojlov- de las unidades ustachi una u otra cosa, pero el hecho es que las integraban entusiastas combatientes voluntarios por la libertad de su patria".

De ese modo surgió el dualismo dentro del ejército croata. Por un lado, el ejército regular - los domobrani- y por el otro la milicia ustachi. Los comunistas trataron luego de describir a todos los ustachi como fascistas recalcitrantes y colaboracionistas, que ellos, como defensores autocalificados de los intereses nacionales y la democracia, tenían el derecho y el deber de masacrar. Incluso hoy, a los 18 años de haber terminado la guerra, en la Yugoslavia comunista se dictan condenas severas contra todo croata acusado de haber pertenecido a las formaciones ustachi.

La oposición germano-italiana a la organización de un ejército croata fuerte y bien pertrechado dio por resultado que los chetniks y los comunistas tuvieran un año de ventaja en la formación de sus fuerzas de choque. Esta fue la consecuencia más desastrosa de la negativa del Eje. El tiempo perdido ya no podían recuperarlo los croatas. Los partisanos, sacando provecho de las experiencias de la revolución rusa, aprovecharon también otras ventajas, y a mediados de 1942 disponían en el territorio de Croacia de más fuerzas que los croatas y los alemanes en conjunto. (Los italianos contaban con mayores fuerzas, pero, dicho eufemísticamente, eran un lastre, ya que premeditadamente se negaban a combatir contra los rebeldes, creyendo que, obrando así, les sería más fácil extorsionar a los croatas y contener la influencia alemana en Croacia).

En estas circunstancias, los croatas se vieron obligados a ingeniarse para, al margen de las relaciones correctas entre Roma y Berlín, burlar la oposición italiana y, con la ayuda alemana, echar los cimientos de su organización militar. A tal propósito, sin que lo pidiesen los alemanes, ciertas unidades croatas lucharon en el frente ruso, a saber, el 369 regimiento de infantería de voluntarios, un escuadrón de aviones de caza y uno de bombarderos, más un contingente numeroso de marinos croatas que operaban en el Mar Negro. Debido a la intransigente oposición italiana, no era posible crear la marina de guerra en el Adriático y renovar las gloriosas tradiciones marítimas croatas, sino en mares lejanos. Tras la capitulación de Italia, esos marinos regresaron a Croacia.

La oposición italiana a la formación del ejército croata fue burlada del modo siguiente: se organizaron varias divisiones croatas, denominadas legionarias, dentro del ejército alemán. Esas divisiones, instruidas y adiestradas en Alemania, combatieron en Croacia y una de ellas, a fines de la guerra contra los soviéticos en la Hungría meridional. Aunque se trataba de unidades eficientes y bien organizadas, con distintivos croatas y mayormente al mando de oficiales croatas, y el comando en croata, eso equivalía a cierta dependencia de un ejército extranjero, muy perjudicial para el prestigio del Estado de Croacia. Más tarde el ejército croata dependerá del comando alemán para el Sudeste europeo en cuanto a las operaciones de guerra.

Durante 1941 y hasta la primavera de 1942, en Croacia no había ni 10.000 soldados alemanes, mayormente reservistas, destacados a lo largo de las vías principales ferroviarias: Zagreb- Belgrado y Brod-Sarajevo. Ni siquiera más tarde los comunistas habían comprometido importantes fuerzas alemanas. Dragojlov cita todas las unidades alemanas apostadas en Croacia y desmiente rotundamente las afirmaciones de los comunistas yugoeslavos en el sentido de que habían obligado a 20 divisiones alemanas a combatir en Yugoslavia, en lugar de hacerlo en otros frentes. Es obvio que en esas cifras incluyen las unidades del ejército croata.

Los primeros contingentes del ejército regular croata tuvieron que ser lanzados a la lucha sin el debido adiestramiento a fines del verano de 1941. Eso también estorbó la formación normal de las fuerzas armadas croatas que, respecto a su armamento y equipo, dependían de Italia y Alemania. Esos pertrechos llegaban lentamente y en cantidades insuficientes. Los dos primeros años, el ejército croata era más débil que un ejército de reserva en tiempo de paz. Por eso, al comienzo los comunistas desarmaban a las guarniciones de domobrani, se quedaban con su armamento y equipo y los enviaban a sus casas. "Más tarde, subraya el general Dragojlov, la lucha contra todas las unidades croatas y las defensas locales voluntarias se libraba sin miramiento alguno. Los vencidos fueron masacrados y muchas veces torturados previamente". En la segunda fase de la guerra, los partisanos no tenían soldados croatas prisioneros.

Poco a poco se organizaron las fuerzas armadas croatas: el ejército (domobrani y unidades ustachi, ahora como tropa regular), la aeronáutica, la marina y la gendarmería. Se formó también a ritmo acelerado, en parte en Alemania y en parte en las academias militares croatas, un nuevo cuerpo de oficiales. A fines de 1943, el ejército croata constaba dentro del país de 22 divisiones en estado de guerra (una de reserva) con 10 unidades móviles y eficientes servicios de retaguardia, en total 225.000 hombres. La gendarmería tenía 10.000 hombres, la aviación 6.000 entre oficiales, suboficiales y tropa; la marina, reforzada por 1.000 legionarios regresados del mar Negro, disponía de ocho torpederos a motor, dos buques de escolta y un torpedero mediano (T3). El último combate lo libró la marina croata en Trieste, cuando miles y miles de desmoralizados marinos y soldados alemanes e italianos quisieron rendirse sin lucha a los partisanos yugoeslavos. Los marinos croatas resistían desde sus buques propios y los alemanes abandonados, y luego llegaron a los puertos del sur de Italia donde se entregaron a los Aliados occidentales.

Además, bajo el comando alemán peleaba a fines de la guerra una división legionaria, compuesta de voluntarios musulmanes de Bosnia (división de Handzar), un total 18.000 hombres, y 5.000 voluntarios en una división de gendarmería, integrada por croatas y miembros de la minoría alemana de Croacia y Voivodina.

A fines de 1944, las fuerzas terrestres tenían 258.000 soldados, aparte la aeronáutica y la marina, otros 10.000. De ellos, había 171.000 combatientes (18.000 en la Hungría meridional), 4.000 reclutas, 13.000 hombres de la defensa local y 70.000 en los servicios de retaguardia.

Este ejército defendió a su patria hasta el fin de la guerra cuando sobrevino el repliegue fatal y el éxodo en mayo de 1945.

 

Idiosincrasia de los "chetniks" serbios

 

Puesto que los chetniks fueron los primeros en desatar acciones guerrilleras y consumar masacres de la población civil, conviene añadir a lo ya expuesto, algunos datos adicionales.

El origen de la organización chetnik está vinculado con la actividad de la Serbia contra el imperio turco. Serbia fue reconocida en 1878 como Estado independiente dentro del territorio donde los serbios, salvo la región de Timok, constituyen la mayoría absoluta de la población. No obstante, aspiraba a "liberar" nuevas zonas en poder de los turcos. A tal propósito los serbios organizaron acciones diversionistas, que desde entonces no dependían de los haiduks, sino de la organización chetnik. Estos, desde el principio de nuestro siglo, se mostraron muy activos, especialmente en Macedonia, bajo el dominio turco, donde actuaban como exponentes de la expansión serbia frente a las reivindicaciones búlgaras y los sentimientos de la población. Igual que sus antecesores haiduks, los chetniks eran combativos y crueles, pero como una organización patriótica, respaldada por el Estado nacional serbio, ajustaron su agresividad a los fines políticos serbios. Sus acciones no cesaron en el Reino de Yugoslavia, conquistada ya Macedonia. Actuaban como una organización paramilitar patriótica granserbia en íntimo contacto con el ejército y la policía contra los macedonios, albaneses, los partidarios de la independencia de Montenegro y contra las croatas, particularmente en las regiones de población mixta serbio-croata. Tanto en Croacia como en otras regiones fueron muy odiados como ejecutores de la política y el terror granserbios. Punisa Racic, "tipo clásico nacionalista serbio" [128], asesino de Esteban Radic, era miembro de la organización chetnik. [129]

P. D. Ostovic, autor del libro "La verdad sobre Yugoslavia", partidario de la comunidad estatal entre serbios y croatas, dice: "La organización croata ustacha, formada después de la muerte de Radic, surgió como reacción directa a la organización serbia chetnik, patrocinada por el gobierno" [130].

Ostovic transcribe a continuación: "el cuadro independiente de la organización", dado por Rebecca West, que reiteradamente defendió con energía la causa serbia. "La policía fue considerada un cuerpo que produjo resultados satisfactorios al poder supremo del Estado, y convenía a los poderes subalternos no indagar cómo conseguía esos resultados por miedo a la venganza por parte de la policía. Eso alentó sus acciones, que eran deplorables en Croacia, cuando la misma policía empezó por asesinar a los políticos croatas creyendo que su eliminación facilitaría su cometido; las bandas organizadas de gángsteres, llamadas chetnici (plural de chetnik) merodeaban a través del país asaltando a los patriotas croatas y dispersando sus reuniones cuando la policía uniformada no podía hacerlo". [131]

En vísperas de la guerra se formaron batallones especiales de chetniks dentro del ejército yugoeslavo con el fin de efectuar represalias eventuales contra los croatas y otros adversarios de Yugoslavia. Esos batallones no entraron en acción en abril de 1941, pero su tradición y organización continuaron en las guerrillas al mando de Draza Mihailovic.

 

Afinidades y divergencias entre "chetniks" y partisanos

 

En la primera fase de la rebelión chetnik en la Serbia sudoccidental, que coincidió con la rebelión comunista casi en la misma zona, hubo contactos directos entre Tito y Mihailovic, tendientes a coordinar sus acciones. Salvo la lucha contra el enemigo común, esas dos guerrillas perseguían fines políticos opuestos respecto al futuro. Los chetniks proyectaban restaurar a Yugoslavia, es decir, una Serbia engrandecida, gobernada por el ejército y la dinastía serbios, que tomarían venganza contra los croatas, mientras que los partisanos querían transformar la guerra internacional en civil, destruir el aparato del Estado burgués e instaurar la dictadura comunista. Muy pronto se hizo evidente que existían diferencias sustanciales también en la táctica de guerra. Los comunistas anhelaban aliviar la presión germana sobre el frente ruso, no ahorraban vidas humanas ni bienes nacionales. Aun más, a sabiendas provocaban represalias del ocupante para facilitar el reclutamiento de nuevos combatientes. Los chetniks se mostraron menos combativos. Con el tiempo, por razones de deficiente disciplina y deseando "economizar la sangre serbia", paralizaron casi completamente sus acciones bélicas, sosteniendo que estaban conservando todas sus fuerzas para el momento del desembarco aliado. En esta fase luchaban exclusivamente contra los croatas y algunas veces contra los comunistas, colaborando en todos los sectores con los italianos y muchas veces con los alemanes por intermedio de los grupos chetniks que respondían a las órdenes del gobierno colaboracionista del general Milan Nedic, nombrado por el comandante alemán en el territorio ocupado de Serbia. Sobre esta colaboración con las fuerzas de ocupación de Serbia existen numerosos y evidentes documentos. Los defensores de Draza Mihailovic, no pudiendo negarlo, arguyen que los comandantes locales colaboraron con las tropas italianas y alemanas sin su consentimiento directo. Todavía se discute acerca de quién inició primero las luchas recíprocas, los partisanos o los chetniks. Por lo demás, este problema es más bien de orden académico, pues es seguro que los fines políticos, y en parte los métodos, de los dos grupos guerrilleros eran tan opuestos que los choques fueron inevitables. Los esfuerzos de los delegados políticos y militares occidentales por reconciliar a esos dos grupos antagónicos revelaron el hondo desconocimiento de la situación, que tan eficazmente explotaron los aventureros balcánicos. Desde el momento que los Aliados occidentales adoptaron el lema de Winston Churchill: "armaremos a todo bandido capaz de matar a un huno (alemán)", el éxito final de los comunistas estaba asegurado.

Las tácticas de los comunistas y de los chetniks diferían un tanto respecto a los adversarios de la restauración de Yugoslavia.

La táctica de los chetniks era totalmente primitiva. Creían que los Aliados restablecerían el Reino de Yugoslavia, donde podrían sin estorbo alguno vengarse de los croatas y toda población no serbia. Ya durante la guerra habían proyectado el genocidio contra los croatas en todas las regiones en que vivían mezclados con serbios. Querían crear una Serbia ensanchada, étnicamente homogénea. En Sandzak, en ciertos distritos de Herzegovina y la Bosnia oriental y occidental perpetraron masacres en masa contra los musulmanes.

Los chetniks, en su lucha contra la independencia nacional de Croacia, mataban a los croatas como tales. Los comunistas, a su vez, eliminaban, en primer lugar a los que consideraban peligrosos para sus objetivos políticos: la restauración de Yugoslavia bajo la dictadura comunista. Sus víctimas eran destacados patriotas croatas, adversarios políticos y los serbios conocidos por su ideología anticomunista. Mucho más sufrieron los croatas, pues en su gran mayoría defendían con arrojo su Estado nacional, es decir, se oponían tanto al comunismo como al yugoeslavismo. Sin embargo, los chetniks y los comunistas coincidieron en la lucha contra el Estado de Croacia y la población serbia dio su apoyo masivo a los guerrilleros comunistas que ocultaban sus verdaderos fines, enarbolaban divisas patrióticas y se autocalificaban como "Ejército de liberación nacional". Además, por ser exponentes de la influencia rusa, los comunistas eran, en ese aspecto, simpáticos a las masas serbias, adictas, por tradición, a Rusia, de manera que en ciertas regiones las diferencias entre los comunistas y los chetniks fueron asaz limadas. Ocurría que ciertos grupos cambiaban con facilidad de bando. Allí donde los chetniks colaboraban con las tropas italianas, de día llevaban sus propios distintivos y de noche operaban como partisanos. A fines de la guerra, la gran mayoría de los efectivos chetniks se unió a los partisanos, reconocidos por los Aliados occidentales como uno de los ejércitos aliados. El gobierno de Gran Bretaña incluso obligó al rey Pedro II a dirigir personalmente por radio llamados para que todos se enrolasen en las filas partisanas, que él reconocía como ejército yugoeslavo y a Tito como su comandante supremo.

 

Documentos sobre las matanzas chetniks- comunistas de los croatas

 

Las coincidencias de los comunistas y los chetniks en su virulenta animosidad al Estado de Croacia eran tan acentuadas, que en la primera fase de la guerra no era posible siempre deslindar las responsabilidades por las violencias y atropellos cometidos. En el "Libro gris", publicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Croacia, sobre los crímenes de las bandas rebeldes durante 1941, no se pudo con exactitud identificar la culpa de esos dos grupos rivales [132]. No podemos, por razones de espacio, reproducir aquí los datos comprobados y verificados por comisiones especiales. Nos limitaremos a citar los resultados de esta investigación, hecha con todos los recaudos jurídicos y legales. En contraste con las cifras arbitrarias sobre el número de las víctimas con que operan autores serbios y comunistas, en los mencionados documentos se recalca que el número de las víctimas es aproximativo, aunque las comisiones respectivas trabajaron in situ, contaron con el apoyo de las autoridades locales, interrogaron a los testigos, exhumaron cadáveres, verificaron todo dato, etc.

Pudo establecer que ya en 1941, "decenas de miles de croatas habían perdido su vida" (p. 21) y en muchísimos casos de modo muy cruel. "Cortaban o partían las cabezas de la gente, seccionaban gargantas, sacaban ojos, cortaban orejas, manos y piernas, los desollaban, cortaban genitales, a las muchachas y las madres les cortaban los senos... empalaban a la gente y la quemaban viva, extraían uñas, picaban con cuchillos bajo las uñas, seccionaban en vivo las manos, herraban a la gente con clavos, con cuchillos sacaban el corazón, pegaban hasta que las víctimas se desmayaban, etc.... Ni siquiera los niños se salvaron..." (pp. 20-21).

Reis ul Ulema Fehim Spaho, jefe supremo de la comunidad musulmana, en la carta que el 6/12/1941 dirigió (documento reproducido en el libro citado) al mariscal Slavko Kvaternik, ministro a la sazón de las fuerzas armadas croatas, informa que los representantes religiosos musulmanes pudieron establecer, en base a las declaraciones testimoniales de los fugitivos musulmanes de la Bosnia oriental, que desde Serbia habían irrumpido "bandas comunista-chetniks" que incendiaron, sólo en el distrito de Rogatica, 71 aldeas musulmanas.

"El incendio de esas aldeas se originaba después de quedar la población -niños, mujeres y varones encerrada en sus casas, a las que luego prendieron fuego... Los asesinatos son cometidos del modo más atroz. Cortan las narices, sacan los ojos, a las muchachas y las madres les cortan las tetas, a las mujeres encinta les abren la barriga, etc. En el hospital de Rogatica los chetniks masacraron trescientos heridos y enfermos... No respetan ni el honor de nuestras madres, hermanas e hijas, pues las bandas comunistas-chetniks violan a las mujeres y muchachas musulmanas" (pp. 21-22).

Gran valor histórico poseen los documentos que evidencian en forma irrefutable que los chetniks ya habían incendiado aldeas croatas en Herzegovina y cometido matanzas los días 13, 14 y 15 de abril de 1941, antes de haberse organizado las autoridades en el recién restablecido Estado de Croacia en dicha provincia. Se citan nombres y apellidos, lugares y fechas y los demás datos pertinentes (pp. 33-38) sobre la masacre de la población indefensa en varias partes de Bosnia y Herzegovina. En forma detallada se describen e investigan las matanzas, consumadas por los chetniks en Bosnia, en la aldea católica Krnjeusa (pp. 38-43), en la localidad musulmana Foca, donde los comunistas y los chetniks venidos de Serbia asesinaron a cinco mil musulmanes (pp. 43-52). La comisión de investigaciones exhumó en Prijedor tumbas colectivas, hallando 229 cadáveres de hombres y mujeres, asesinados por los partisanos en la noche del 15 al 16 de mayo de 1942, cuando por pocos días se habían adueñado de esta pequeña ciudad de la Bosnia occidental (pp. 58-80). Esta fue la primera acción grande de ese carácter de los guerrilleros partisanos. Sus efectivos estaban integrados por campesinos serbios de las montañas vecinas, organizados y conducidos por los comunistas venidos de ciudades.

En las 36 páginas siguientes, de gran formato, quedan transcritos los documentos sobre las matanzas en masa en muchas localidades de Bosnia y Herzegovina. Además de asesinar, dichas bandas depredadoras saqueaban en gran escala, incendiaban aldeas, destruían mezquitas, iglesias, edificios públicos y vías de comunicación.

Según lo que pudo verificarse, los chetniks y los comunistas mataron durante la guerra a 200 sacerdotes musulmanes (hodza) y cerca de 500 sacerdotes y religiosos católicos, 34 de éstos víctimas de los chetniks. Durante el invierno 1941-1942, en la Bosnia oriental, distritos Foca, Visegrad, Rogatica y Cajnice, fueron masacrados 29.000 musulmanes o un tercio de la población musulmana de esa zona (mayormente por los chetniks)[133]. En la diócesis de Banja Luka, Bosnia occidental, el número de los católicos se redujo de 130.000 a unos 40.000 [134]. En este exterminio de la población croata tomaron parte tanto los chetniks como los guerrilleros comunistas (el caso de Prijedor).

En cuanto a los métodos empleados, es interesante acotar que durante las emisiones de BBC de Londres se emitían órdenes de poner a ciertas personas "bajo la letra Z". Esas órdenes se impartían a las "troika" (trío) terroristas chetniks en nombre de los ministros serbios en el gobierno yugoeslavo en el exilio, de acuerdo con Draza Mihailovic y designaban a los adversarios políticos ,que había que matar. Stephen Clissold, especialista inglés en los problemas de Yugoslavia, dice al respecto:

"La letra 'Z' era el signo de la muerte. 'Poned a tal y cual bajo la letra Z', repetía el locutor de la radio londinense. 'Z' significaba 'degollar', es decir matar con cuchillo. Esa era la señal para las troikas chetniks, quiere decir los grupos de tres, para que asesinasen a la víctima con el cuchillo chetnik. A veces la víctima era algún quisling de Belgrado, a veces algún partidario de Tito. Ese fue un papel vil asumido por Londres. ¿Fue por desconocimiento que los aliados británicos toleraron esos excesos monstruosos?" [135].

El gobierno de Tito publicó gran cantidad de documentos sobre las masacres de los croatas durante la última guerra, atribuyéndolas a los chetniks de Draza Mihailovic. Este último, de acuerdo a esos documentos, admitió en el proceso que se le instruyó y por el que resultó condenado a muerte, muchos de esos crímenes, alegando que muchos fueron consumados sin su conocimiento y que su finalidad era patriótica, quiere decir eliminar el Estado de Croacia para poder restaurar a Yugoslavia. No podemos utilizar dichos documentos, ya que sabemos por experiencia que no son siempre fidedignos y que los comunistas atribuyen sus propios crímenes a sus adversarios. Así, en ciertas publicaciones, reprodujeron las fotografías del "Libro gris", editado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Croacia, esgrimiéndolas como prueba contra las autoridades croatas. En otras, publicaron la foto de la iglesia católica incendiada en Krnjeusa.

Por lo tanto, no obraremos como los exiliados serbios anticomunistas que recurren a los documentos comunistas para acusar a los croatas y apoyan los pedidos comunistas de extradición de ciertos exiliados croatas. Por el contrario, estimamos que no se puede dar fe a los documentos comunistas. Además, los comunistas, autores de tantos crímenes, no pueden erigirse en jueces de sus adversarios. A falta de un tribunal internacional, se debe esperar que, en los países sometidos hoy al comunismo, se establezcan gobiernos democráticos y se instituyan tribunales independientes que ofrecerían todas las garantías necesarias.

 

La guerra nacional entre Croacia y Serbia

 

Desde el punto de vista nacional croata, los cargos comunistas contra los chetniks por la matanza de los croatas tienen el carácter de polémicas recíprocas entre dos facciones rivales que pugnaban por el poder, pero ambas negaban al pueblo croata el derecho a la independencia nacional. Ambos grupos coartan por medios crueles el derecho de autodeterminación de los pueblos de Yugoslavia, dominada por Serbia.

Hemos considerado necesario esclarecer ese momento muy importante para juzgar el carácter de la lucha enconada, librada en Croacia en la guerra pasada entre las fuerzas armadas croatas por un lado y dos facciones guerrilleras por el otro: los chetniks, chovinistas granserbios, y los comunistas quienes, no obstante las consignas sobre la fraternidad y la unidad, se oponían con la misma terquedad a la liberación nacional de los pueblos y minorías de Yugoslavia. Por eso, esas luchas no tenían carácter de la guerra civil, como por ejemplo la guerra de secesión en los EE.UU., sino que se trataba de una guerra de los pueblos entre Serbia y Croacia. Lo que constató también Albert Mousset, experto francés en los asuntos de Yugoslavia, autor de varios libros, estudios y trabajos, quien entre las dos guerras sostenía la necesidad de la unión de Yugoslavia. París esperaba que Yugoslavia constituiría un fuerte pivote de la supremacía francesa en la Europa Centro-oriental, pero en los momentos decisivos experimentó gran decepción. Por eso el eminente internacionalista francés tuvo que expresar respecto a la restauración de la Yugoslavia multinacional bajo la dictadura comunista este juicio:

"Resta el problema nacional cuya clave reside todavía en el arreglo de las relaciones serbio- croatas. Pesa sobre la República Federal como ha pesado sobre la Yugoslavia unitaria del rey Alejandro. En su fuero íntimo, los croatas abrigan la esperanza de tener un día su Estado propio..." A continuación Albert Mousset se expresa así: "Radic ha dado al pueblo croata una coincidencia social y nacional más viva que la que emanaba antaño de sus "derechos históricos"... Su asesinato en el Parlamento de Belgrado cavó entre serbios y croatas un abismo sangriento que nunca fue colmado. En 1941 y 1943 hubo una guerra nacional entre ellos. No hay que olvidarlo".[136]

Esa guerra entre dos pueblos, librada con especial furor en 1941-42, entre el Estado de Croacia por un lado y los chetniks y los comunistas por el otro, siguió hasta el fin, con los guerrilleros comunistas, reclutados principalmente entre los serbios.

 

Enfoque erróneo de los problemas nacionales por los Aliados occidentales

 

Ese aspecto esencial de las luchas en Yugoslavia no fue ponderado debidamente en el extranjero. Las grandes potencias, preocupadas por sus propios problemas y subordinándolo todo a la victoria final, no podían tomar en cuenta los momentos que eran de interés primordial para los pueblos pequeños. Relegaban sus intereses vitales y los sacrificaban si no se podía sacar el más mínimo provecho propio, insignificante en todo caso para el resultado final de la guerra[137]. Los Aliados occidentales cometieron un gran error sacrificando, por ventajas ínfimas durante la guerra, no sólo sus principios sino sus intereses sustanciales y permanentes. Para sacar provecho dudoso de las acciones guerrilleras, como las desatadas en Yugoslavia, hicieron tantas concesiones políticas a los comunistas, cuyos resultados catastróficos después de la guerra eran inevitables.

Dada la ubicación geográfica de Croacia y Eslovenia en el Mediterráneo y en Europa Central, los comunistas yugoeslavos creían que los Aliados occidentales no les ayudarían hasta el final y que, como en Grecia, apoyarían activamente a las fuerzas anticomunistas. Los dirigentes comunistas yugoeslavos, sabiendo bien que el ejército croata, que se oponía a su invasión, no era fascista, sino un pueblo armado que lucha por su libertad y los derechos nacionales, tenían miedo, pánico de que se produjera en Croacia, en los últimos meses de la guerra, un vuelco parecido al de Italia en 1943. Para conjurar la dominación comunista sobre el espacio estratégico de Croacia y Eslovenia bastaba un desembarco aliado de efectivos mínimos, casi simbólicos, en las costas croatas del Adriático en la última fase de la guerra, cuando ya no existía el peligro de un nuevo pacto Ribbentrop-Molotov. En ese caso, en Croacia se habría creado otra situación político- militar con un gobierno democrático y proaliado. Además, esa operación político-militar era tan sencilla, y sus ventajas tan grandes, que con ella contaron casi con la absoluta seguridad tanto los comunistas yugoeslavos como los soviéticos, especialmente a raíz de la insistencia de Churchill en asegurar la influencia de los Aliados occidentales en Yugoslavia. Esa influencia, traducida en el reparto de las zonas de interés, significaba la formación de gobiernos democráticos en Croacia y Eslovenia.

Sin embargo, los Aliados occidentales, dentro de su política confusa y contradictoria frente al expansionismo soviético, eligieron otro camino que forzosamente condujo al triunfo comunista. En lugar de traducir ese reparto de influencia en un control absoluto de ciertos territorios, adoptaron la fórmula "de la influencia bipartidaria" en los países de la Europa Centro- oriental, expresada en porcentajes que Churchill y Stalin garrapatearon en un famoso trozo de papel. La influencia occidental debería asegurarse mediante la participación, en los gobiernos controlados por los comunistas, de los políticos que gozaban de la confianza de Londres.

Ese modo de asegurar la influencia de los Aliados occidentales en Yugoslavia, incluyendo en el gobierno a algunos políticos anticuados y sin poder alguno, era tan torpe que nadie creyó que eso podría ser la última palabra de las potencias democráticas. Tanto en Moscú como en Belgrado se creía que los anglo- norteamericanos asegurarían su influencia en Croacia y Eslovenia desembarcando en la costa oriental adriática. Para ellos, en Croacia existían todos los presupuestos. El espíritu combativo del ejército croata era muy elevado y la administración croata controlaba todos los puntos y vías de comunicación importantes. En vastos sectores populares prevalecía la convicción de que el Estado de Croacia era un instrumento del pueblo en la lucha por la independencia y la libertad frente a la nueva amenaza de la subordinación a Serbia y a la implantación de la tiranía comunista. El pueblo croata no se consideró vencido ni derrotado por los sucesos de la guerra internacional.

 

El colapso de la guerrilla nacional serbia

 

En Serbia se presentaba un cuadro totalmente diferente. Los chetniks, de hecho, ya habían abandonado la lucha en 1942. Su grueso colaboraba con los italianos y alemanes en forma directa o por conducto del gobierno colaboracionista serbio de Milan Nedic. No lo hacían por simpatizar con el ocupante, sino esperando el término de la guerra, la victoria aliada y el retorno del Rey con su gobierno. El gobierno exilado en Londres, de donde fue expulsado en 1943 a El Cairo, asestó el golpe mortal al movimiento chetnik, a causa del fracaso total de su política. Ese gobierno, por su posición chovinista granserbia, se debatió en múltiples crisis, consecuencia de las intrigas y maniobras de varias camarillas de políticos y militares serbios, enemistadas entre sí, que ni el joven e incapaz rey pudo dominar. Además, tras el derrumbe militar y político del Reino de Yugoslavia, en 1941, los políticos granserbios no supieron extraer conclusiones atinadas. No quisieron reconocer que ese derrumbe se debió a la política granserbia de opresión nacional y explotación económica de Croacia y otros pueblos y minorías oprimidos y que era necesario colocar las relaciones serbio-croatas sobre nuevas bases y, de acuerdo a la Carta del Atlántico, garantizar a los croatas su libre elección en cuanto al futuro. Esos políticos sostenían la tesis de que Yugoslavia se había desintegrado a causa de la "traición" de los croatas y otros pueblos y minorías, que se negaron a pelear por un Estado cárcel. Alentados por la guerrilla nacionalista serbia al mando de Draza Mihailovic, concebían el futuro como retorno al statu quo ante, con el agregado de consumar la venganza colectiva contra los croatas.

Al ver los Aliados occidentales que semejante política del gobierno exilado en Londres perjudicaba las operaciones bélicas y que los chetniks luchaban principalmente contra los croatas y los partisanos, colaborando a menudo con las tropas alemanas e italianas, presionaron a los políticos serbios en el exilio para poner fin a ese curso político. En ese sentido es el documento principal la nota del gobierno británico, firmada por W. Churchill el 29/3/1943, en la que se citan las acusaciones de Draza Mihailovic contra Gran Bretaña y su declaración de que su apoyo verdadero eran los italianos y no los ingleses, mientras que sus enemigos principales eran los croatas, los partisanos y los musulmanes y no los ocupantes alemán e italiano[138].

Con todo, los políticos serbios exilados no quisieron cambiar su posición chovinista. Sencillamente, no creían que los Aliados occidentales podrían encontrar una alternativa política al gobierno monárquico. Por un lado, estaban convencidos de que el gobierno británico, desde que los soviéticos se pronunciaron por la restauración de Yugoslavia dentro de sus fronteras anteriores, eventualmente extendidas, no podrá ya aceptar el programa de realizar el derecho de autodeterminación, lo que significaría reconocer el hecho consumado de la desintegración de Yugoslavia. Por otro lado, creían que Gran Bretaña tendría que oponerse a la comunización de Yugoslavia. Estaban en el juego demasiados grandes intereses para que un país de arraigadas tradiciones imperiales como Gran Bretaña pudiera acceder a que, en el punto neurálgico del Mediterráneo central, se estableciese un gobierno comunista, exponente del expansionismo soviético. Sin embargo, contra la expectación general, ocurrió eso último.

Primero en la Conferencia de Teherán se resolvió que los Aliados occidentales prestarían ayuda a los guerrilleros comunistas. A continuación sobrevino el abandono total de Mihailovic [139]. El gobierno yugoeslavo exilado se sumió en una crisis política sin salida y después de la renuncia de los ministros croatas se formó un "gobierno de los funcionarios", obligado en el año 1943 a trasladarse a El Cairo. Eso era el comienzo del fin. Acto seguido los Aliados occidentales obligaron al rey Pedro a encargar al Dr. Ivan Subasic la misión de formar un gobierno, que trataría de avenirse con los partisanos. Por su parte, los partisanos, el 29/11/1943, constituyeron su propio gobierno, denegaron todo derecho al gobierno exilado y proclamaron el destronamiento del rey Pedro. Se podía prever que el acuerdo que Subasic tuvo que suscribir con Tito facilitaría el triunfo final de los comunistas en vista de que disponían del ejército, de la policía y la organización partidaria. El acuerdo consistía en instituir la Regencia que designaría a Tito como jefe del gobierno. Además de los comunistas, lo integraría un par de políticos exilados quienes, en opinión de los comunistas, fuesen demócratas intachables. En cuanto a la forma del gobierno, el pueblo debería decidirlo mediante el plebiscito después de la guerra. Desde luego, por anticipado se sabía cómo se realizaría ese plebiscito bajo el control comunista.

 

El fracaso político del gobierno exilado y la capitulación de la dinastía serbia ante los comunistas

 

El rey Pedro II se oponía a acceder a semejante acuerdo, forzado por el gobierno británico mucho más que por el estadounidense. El consentimiento del rey fue imprescindible para mantener la ficción de la legitimidad y continuidad con la Yugoslavia de preguerra. Según la constitución yugoeslava, promulgada por el rey Alejandro en 1931, el rey detentaba todo el poder. Podía tomar importantes medidas en la política estatal sin el consentimiento de los representantes nacionales. La constitución dictatorial se transformó, de esa manera, en el instrumento de la liquidación de la dinastía serbia que la promovió, cuando el rey Pedro por fin tuvo que designar a la Regencia y de esa manera sepultar el Reino de Yugoslavia. El gobierno británico lo trató sin consideración alguna. W. Churchill había declarado que el gobierno británico aprobaría el acuerdo Tito- Subasic incluso contra la voluntad del rey Pedro.

De ese modo, el gobierno controlado por Tito fue reconocido por los aliados y el rey Pedro como el único gobierno legal con jurisdicción sobre toda Yugoslavia y como continuación legítima de los gobiernos de preguerra. No había otro contragobierno yugoeslavo. Más importante aun es que el ejército de Tito fue reconocido como el único ejército yugoeslavo dentro del país. El rey Pedro invitó por radio Londres a los chetniks a ingresar en las filas partisanas, lo que la gran mayoría efectivamente hizo. De ese modo, el ejército de Tito vigorizó su carácter nacional serbio y la guerra entre los partisanos y las tropas croatas adquirió definitivamente el carácter de una guerra entre dos pueblos: Croacia y Serbia. En esa guerra hubo que decidir si Croacia se mantendría como Estado independiente, con régimen democrático después de la guerra, o incorporada en la Yugoslavia restaurada bajo la dictadura comunista.

En la segunda mitad de 1944, las tropas alemanas se retiraban de los Balcanes. Entonces los comunistas lanzaron todas sus fuerzas disponibles a Serbia para unirse con el Ejército Rojo y con su ayuda tomar el poder en Serbia.

Bajo el impacto de ese curso de acontecimientos, las masas populares en Serbia, y especialmente la generación joven, se plegaron a los comunistas y hasta la generación más vieja, impresionada por la capitulación del rey Pedro, la desintegración de su gobierno y por la actitud de los aliados. Más que nada los impresionó el acercamiento de las tropas rusas. La gran mayoría de los serbios, prescindiendo de las diferencias políticas, esperaron a los rusos con grandes simpatías. Para ellos, Rusia fue siempre y sigue siendo la "madrecita" eslava y la protectora de los eslavos ortodoxos en los Balcanes, primero contra los turcos y luego contra las influencias de los pueblos occidentales. El mismo Draza Mihailovic envió al encuentro de los rusos a un contingente de los chetniks, que se apresuraron a fraternizar con los "hermanos" rusos, sin que se conociera la suerte que les tocó.

Por eso, en el segundo semestre de 1944, la situación prevaleciente en Serbia favoreció mucho a los comunistas, política y militarmente. Cuando iniciaron la lucha por el control de Serbia, sin ser molestados por los alemanes que se replegaban a marchas forzadas, "en Serbia hubo un verdadero alzamiento nacional" [140]. "Las divisiones comunistas crecen como la levadura. Hace un mes y medio la Primera división serbia contaba con 2.500 combatientes y hoy tiene 9.000" [141]

Cuando, con la ayuda rusa, fue conquistada Belgrado, capital de Serbia y de toda Yugoslavia, y allí se instaló el gobierno de Tito, los comunistas pudieron emprender el reclutamiento de un ejército regular, bien armado y lanzarse a la conquista de Croacia y luego de Eslovenia para extender su dominio sobre la Yugoslavia restablecida.

Incumplimiento de las promesas comunistas a las democracias occidentales

Es verdad que Tito y los soviéticos se habían comprometido a no imponer el comunismo por fuerza y que el pueblo debía decidir libremente sobre la forma de gobierno. Stalin hasta cedió a los Aliados occidentales el derecho al 50% de influencia en Yugoslavia. Sin embargo, ni Stalin ni Tito pensaban cumplir con sus promesas. Los soviéticos aconsejaron a Tito, para satisfacer a los ingleses, que permitiesen el regreso del rey Pedro, ya que de otro modo los ingleses les pondrían obstáculos en otras partes. Pero, "después de algún tiempo, podían darle una puñalada en la espalda"[142].

Tito, cuatro años después, refiriéndose a sus promesas de que Yugoslavia no sería comunista, declaró en el V Congreso del Partido Comunista Yugoeslavo que esas promesas "eran correctas en aquel tiempo".

"Tuvimos -dijo Tito- que acceder a ese acuerdo a pedido insistente de los Aliados occidentales... Además, nosotros teníamos fuerza armada... mientras que el rey y su gobierno no tenían nada, puesto que Draza Mihailovic fue derrotado por nuestras unidades. Por lo tanto, nada teníamos que temer y consentimos tal acuerdo, que no nos pudo perjudicar sino beneficiar, si procedíamos como se debía. Así en efecto sucedió más tarde... Habiendo creado durante la guerra los presupuestos principales y teniendo una perspectiva clara sobre la creación del Estado de nuevo tipo, en lugar del viejo, en el período del gobierno conjunto no pudimos hacer concesión alguna a los elementos en el gobierno que de hecho representaban a los intereses de la monarquía derrocada, de la burguesía y de sus patrocinadores en el extranjero, quiere decir de la reacción internacional. Mientras duró ese gobierno conjunto... los Aliados occidentales ejercieron gran presión sobre nosotros. Pedían concesiones imposibles para la clase burguesa en Yugoslavia: exigían con insistencia ciertos derechos de tipo democrático occidental... Durante esa presión de algunos Aliados occidentales nos ayudó la Unión Soviética, prestándonos pleno respaldo... Ese fue el período de transición en el proceso del ordenamiento interno de la nueva Yugoslavia. En ese periodo también nuestros adversarios dentro y fuera del país acariciaban ilusiones sobre "quién dará a quién". Nosotros no teníamos semejantes ilusiones (aplauso); sabíamos con exactitud cómo terminaría todo ese asunto... " [143].

 

La oportunidad perdida: malogrado "pustch", tipo Badoglio, en Croacia

 

Empero, no hay que entender ad litteram esa jactancia tardía de Tito. Los comunistas, en efecto, dominaban en Serbia en el segundo semestre de 1944, y tenían el apoyo militar de los soviéticos que ocuparon una parte del territorio yugoeslavo al norte de los ríos Danubio y Drava. Las masas serbias aprobaban la política cuyo objetivo primordial era la conquista de Croacia y la restauración de Yugoslavia.

Sin embargo los occidentales tenían la posibilidad de imitar el ejemplo soviético e intervenir militar y políticamente en apoyo de los croatas. Además, como se sabe hoy, ni la actitud soviética coincidía totalmente con los deseos y las ambiciones de los dirigentes comunistas yugoeslavos. Los soviéticos aquí, como en casos similares, estaban dispuestos a sacrificar los intereses de sus satélites en aras de su expansión imperialista [144].

Las publicaciones de los comunistas yugoeslavos de ese tiempo revelan la suspicacia y el temor permanente ante la posibilidad de un desembarco anglo-norteamericano en Croacia, donde en elecciones libres triunfarían las fuerzas democráticas. Como ya queda subrayado, los croatas depositaban sus esperanzas en ese desembarco y "la mayor parte del ejército croata estaba dispuesta a darles la bienvenida" a los Aliados occidentales y dos ministros croatas preparaban el vuelco de Croacia al bando aliado[145]. Este es un importante episodio de la historia de Croacia durante la guerra, hasta ahora poco esclarecido, tal vez a causa de la muerte violenta de sus protagonistas croatas y la discreción comprensible que guardan los órganos de la inteligencia aliada que, a buen seguro, tuvieron su parte en el asunto. Es muy probable que las memorias inéditas del general Edmund Glaise von Horstenau, citadas sobre el particular por el historiador austríaco Rudolf Kiszling[146] contengan datos valiosos acerca de ese problema. El General Glaise von Horstenau fue, entre las dos guerras, ministro de Austria y del Tercer Reich, y durante la guerra (1941- 1944) "el general alemán plenipotenciario en Zagreb". Se creía que estaba interiorizado de los preparativos de dicho putsch croata. A continuación, y a título de información citaremos lo que acerca de ese asunto escribió Vladimir Dedijer, biógrafo oficial de Tito, en su "Diario". Dedijer constata en primer lugar que Andrija Hebrang (miembro del Comité Central del Partido Comunista Yugoeslavo, más tarde ministro de Tito, asesinado en la prisión yugoeslava después del conflicto Moscú- Belgrado) fue destituido del cargo de secretario del Comité Central del partido comunista para Croacia.

"Había mucho chovinismo en Croacia, y también oportunismo" (Ese chovinismo y oportunismo son la aspiración de los croatas a afirmar su independencia nacional). Luego se refiere "al putsch malogrado, preparado por Macek[147] y una parte de los ustachi".

"A medida que se aproximaba la caída de la Alemania hitlerista, y con ello la del Estado Independiente de Croacia de Pavelic, una parte de los ustachi, en primer lugar el ministro de los domobrani (de hecho, de todas las fuerzas armadas croatas, N. de la R.) y Lorkovic, ministro de Relaciones Exteriores, tomaron contacto con Macek y Kosutic por intermedio de David Sincic, prefecto de Knin[148]. Asimismo establecieron contacto con Jevjevic y por su intermedio con Djuic[149]. El plan de los golpistas era el siguiente: Vokic con los domobrani y Kosutic con la guardia[150] y Djuic con los chetniks tomarían el poder en Croacia y particularmente sobre la línea Zagreb-Rijeka, donde presuntamente deberían desembarcar las tropas aliadas. Pavelic luego renunciaría y saldría libremente de Croacia; acto seguido, se formaría un gobierno bajo la dirección de Stepinac[151]. Más tarde, Macek asumiría, también formalmente, la jefatura. Presuntamente Vokic y Lorkovic implicaron en esa combinación a ciertos generales alemanes de origen austríaco. Pavelic estuvo al tanto de todo el proceso. El habría conversado con el general alemán Kasche[152], que denunció todo a Hitler. Vokic y Lorkovic fueron arrestados en el acto, como también varios destacados funcionarios de Pavelic. Fue muerto el íntimo colaborador de Lorkovic, Branko Rukavina, jefe del servicio de informaciones del Estado Independiente de Croacia[153].

La prensa aliada se extendió acerca de la tentativa de ese putsch (golpe de Estado) Primero informó sobre la reconstrucción del gobierno de Pavelic y luego sobre la rebelión. Las fuentes alemanas difundieron la noticia de que dos miembros del gobierno habían sido internados y 20 oficiales condenados a muerte. "New York Times" publicó estas noticias sin comentario" [154]. Dedijer alega que todas esas informaciones provienen del ingeniero Kosutic, quien se refugió en la zona ocupada por los partisanos, permaneciendo largo tiempo encarcelado.

 

Los comunistas ofrecen la cooperación a los alemanes y los soviéticos a los "ustachi"

 

Los comunistas yugoeslavos tomaron muy en serio ese intento fracasado tipo Badoglio en Croacia en agosto de 1944, temiendo la posible intervención aliada.

Los comunistas yugoeslavos recrudecieron sus medidas de terror y represión, destruían y saqueábanlo todo en Croacia, asesinaban a los jefes nacionales, destruían sistemáticamente el aparato estatal con el fin de descalabrar la resistencia democrática en Croacia. Por otra parte, se aprestaron a impedir el desembarco aliado en Croacia, lo que no les hubiera sido fácil, pues las fuerzas angloamericanas tenían control completo en el Adriático, dominaban en Africa y buena parte de Italia. Para impedirlo, los comunistas incluso ofrecieron colaboración militar al general plenipotenciario alemán en Croacia, Glaise von Horstenau, contra los anglo- norteamericanos, en caso de desembarcar éstos en las costas croatas del Adriático. Sobre el particular trae datos concretos Walter Hagen, agente del servicio secreto alemán [155].

Hagen asevera que dicho ofrecimiento lo había hecho el Dr. Velebit, delegado de Tito, después de la guerra, embajador yugoeslavo en Londres, acusado por los soviéticos como espía británico. Al general alemán se presentó como hijo del ex general del ejército austro-húngaro. Hagen también escribe que en Hungría fue arrestado un correo soviético que llevaba a Tito las instrucciones de Stalin en el mismo sentido [156]. Dichos datos los confirma el mismo general Glaise von Horstenau en sus memorias puntualizando que Velebit, emisario de Tito, declaró que hacía este ofrecimiento con la aprobación de Stalin, porque Rusia sostenía irrevocablemente que los Balcanes eran su zona de influencia y que en caso del desembarco aliado en ese espacio estaría dispuesta a impedirlo incluso con la ayuda alemana. Hitler rechazó ese ofrecimiento [157].

 

CAPÍTULO III: INVASIÓN DE CROACIA, EXODO, RENDICIÓN EN BLEIBURG Y REPATRIACIÓN FORZADA

 

Con este fondo de combinaciones e intrigas políticas, los comunistas se aprestaban a la conquista de Croacia y Eslovenia, sucesivamente. Para esta operación final los comunistas se preparaban a fondo, sin apresuramiento, decretando la movilización general en Serbia, reorganizando totalmente sus fuerzas, ya no de guerrilleros sino del ejército regular, para el ataque final y concentrándose contra Croacia. Sin apresurarse, según lo recalca el general Dragojlov en el trabajo citado, pues no les convenía gastar sus fuerzas en luchas con los alemanes que se replegaban de los Balcanes a través de Croacia y Hungría meridional. Esperaron que la proporción de las fuerzas les favoreciera. A fines de la guerra, de acuerdo a la estimación del general Dragojlov, los comunistas yugoeslavos disponían de fuerzas militares tres veces superiores al ejército croata, reforzado por pequeñas guarniciones alemanas en Croacia y Eslovenia. No obstante ello, los comunistas tuvieron elevadas bajas en Srijem, en el linde entre Croacia y Serbia, particularmente cuando empezó su gran ofensiva a principios de abril de 1945. Tito, en su informe presentado ante el V Congreso del Partido Comunista Yugoeslavo, adujo que los partisanos sufrieron grandes bajas en Srijem y Eslavonia y que tuvieron más de 70.000 heridos[158].

 

Informe del Jefe del Estado Mayor del ejército croata

 

Las tropas croatas resistían heroicamente, acortando el frente, retirándose gradualmente hacia Zagreb. En la Croacia noroeste se pensaba ofrecer la resistencia final, creando así las condiciones para la posible intervención de los Aliados occidentales. A tal propósito, el ejército croata fue reorganizado, se elaboró el plan defensivo de la llamada línea Zvonimir. La ofensiva comunista duró un mes entero. Incluso en los últimos días de abril, las tropas croatas pasaron a la contraofensiva y rechazaron al enemigo allende el río Ylovaca. "El espíritu combativo de los soldados croatas no fue quebrado, por el contrario, cada uno deseaba defender a su patria" [159]. Sin embargo, una división de los voluntarios rusos, englobada en el ejército alemán, abandonó, supuestamente por una orden malentendida, un sector importante de la línea defensiva Zvonimir, lo que originó el repliegue del frente hacia Zagreb y Eslovenia. En vista de la situación generar -el avance ruso en Austria y el anglonorteamericano en Italia del Norte- el comando alemán para el Sudeste europeo, tratando de eludir el envolvimiento total, trasladó su cuartel a Celje, Eslovenia, y ordenó la retirada general acelerada hacia Austria. El Estado Mayor croata se enfrentó con una situación muy difícil: librar el último combate en Croacia o retirarse rumbo a Austria con el propósito de, juntamente con los eslovenos y algunos serbios[160], ofrecer la última resistencia en la línea Celje- Ljubljana, esperando la intervención de los Aliados occidentales.

Las opiniones de los exiliados croatas difieren respecto a si las medidas tomadas por los factores responsables, políticos y militares, respondían a las circunstancias y las posibilidades. A título de información, transcribiremos a continuación la exposición del ex jefe del Estado Mayor del ejército croata, el general Dragojlov, sobre la retirada del ejército y sus razones:

"En base a la situación imperante, el gobierno croata, presidido por Poglavnik, decidió el 5 de mayo retirarse hacia Occidente, a Klagenfurt en Austria, donde el Jefe del Estado, se dirigió el 7 de abril por la tarde. Se tomó esta decisión porque no era plausible objetivo derramar 'en la última batalla en el suelo patrio hasta la última gota de sangre' y poner de ese modo al pueblo en situación todavía más precaria. Se decidió perseguir el único gran objetivo para que el joven ejército croata de 200.000 combatientes, quienes en su Estado Independiente de Croacia veían su ideal, salvara su vida.

"El gobierno croata, de acuerdo a lo planeado, llegó el 7 de mayo a Klagenfurt, capital de Carintia. Zagreb fue abandonada el 8 de mayo sin lucha; hubo sólo tiroteos esporádicos. Las fuerzas combatientes partisanas entraron en la capital de Croacia recién dos días después.

"El Jefe de Estado se enteró de la capitulación total alemana en el trayecto a Klagenfurt, en Rogaska Slatina, Eslovenia, por la noche del 8 de mayo..." El comando operativo pasó totalmente a manos croatas, si bien en suelo extranjero. El 8 de mayo, por la mañana, se ordenó a todas las unidades que se retiraban de la patria... acelerar su repliegue en dirección a Carintia y que, al pasar la frontera, se entregasen con todo su armamento a los ingleses y de ningún modo a los partisanos. Había esperanzas de que el gobierno croata que se hallaba en Klagenfurt y al que debió unirse el Jefe de Estado, consiguiese en las negociaciones con el comandante en jefe inglés, mariscal de campo Alexander, que el ejército croata no fuese entregado a Tito. Esa esperanza era ilusoria puesto que no hubo tales negociaciones. Los miembros del gobierno croata que se encontraban en Carintia fueron entregados a los partisanos. Algunos fueron asesinados en el camino por los guardias y otros, en cuanto llegaron a Zagreb, fueron juzgados por los "tribunales populares" y muertos.

"El grueso del ejército croata siguió vía Celovec hacia Carintia, abriéndose paso, a veces, entre débiles fuerzas partisanas. Grupos pequeños, separados del ejército croata, fueron aniquilados por el enemigo. El grueso, sin embargo, formando una larga columna (a la que se unió la población civil) llegó en orden a su destino. Antes, el 13 de mayo, en un breve combate con las fuerzas partisanas más débiles al sur de Dravograd, se abrió paso hacia el oeste. Además, el 14 de mayo, en una acción ofensiva, a unos 6- 8 kilómetros al este de Bleiburg, obligó a la fuga a fuertes efectivos partisanos que trataron de obstruirle el camino. El espíritu combativo de los soldados croatas no estaba todavía quebrado. Por la tarde del mismo día, llegó la columna principal a los alrededores de la ciudad austríaca Bleiburg, ocupada ya por los ingleses. El grueso del ejército croata, integrado por unos 120.000 a 140.000 cumplió con su cometido".

"Se iniciaron las negociaciones con los ingleses. Los oficiales croatas que parlamentaban esperaban que, pese a todo, se evitaría la extradición a los comunistas. Los británicos, sin embargo, insistían en la rendición incondicional, que tras el ultimátum del 15 de mayo de 1945 sobrevino. La misma tarde fueron entregados los prisioneros de guerra a los partisanos ya listos. Empezaron a llevarse en seguida a grandes grupos de prisioneros. Es muy probable que de 110 a 120 mil soldados fueran entregados como prisioneros a los partisanos, mientras que una parte se lanzó a los bosques durante las negociaciones".

Tal sería la exposición harto esquemática y concisa de los hechos trágicos acaecidos en mayo de 1945. En este informe se omiten los hechos políticos y los datos sobre el éxodo de la población civil, no sólo de la capital de Croacia y sus alrededores, sino de fugitivos de todas las regiones croatas que abandonaron sus hogares huyendo ante la embestida de los comunistas, que irrumpieron desde Serbia y por doquiera perpetraron masacres en masa. Lo hacían con doble finalidad. Por un lado, la policía política comunista, en base a listas cuidadosamente preparadas, mataba a los destacados patriotas sin distingo de clase o ideología (ver documento N° II con descripción de la masacre en Dubrovnik). Por otro lado, esas masacres tenían carácter de venganza serbia contra los croatas, considerados por todos los serbios como "traidores", por haber luchado contra la restauración de Yugoslavia.

 

Exodo de las figuras representativas de la vida política y cultural y de masas populares

 

Los primeros días del mes de mayo de 1945, junto con el ejército croata, abandonaron el suelo patrio destacadas figuras en la vida política y cultural de Croacia y una multitud de patriotas civiles de todas las clases sociales, tratando de escapar de las represalias comunistas. Además de funcionarios civiles, tildados por los comunistas de quislings incursos en graves penas, se retiraron también políticos de todos los colores, diputados y dirigentes del Partido Campesino Croata con su presidente, el Dr. Vladko Macek, hasta entonces internado. Mientras la prensa occidental informaba sobre la participación de dos ministros en el gobierno de Tito como representantes de ese partido croata, que entre las dos guerras obtenía el 90 % de los votos croatas, su plana mayor escapaba del país.

Entre los fugitivos había altos prelados católicos, a saber: monseñor Ivan Ev. Saric, ordinario de Sarajevo y arzobispo metropolitano de Bosnia y Herzegovina, y monseñor Garic, obispo de Banjaluka en Bosnia. En esas regiones los católicos fueron blanco especial del ensañamiento y represalias serbio-comunistas. Huyeron también muchos eximios representantes de la ciencia, la literatura y las artes croatas, entre ellos el rector de la Universidad Nacional, ingeniero Esteban Horvat, el presidente de la institución literaria Matica Hrvatska, prof. Felipe Lukas, el presidente de la Sociedad de Escritores Croatas, Prof. Ante Bonifacic y tantos otros. El escultor Ivan Mestrovic ya se hallaba en el exilio, en Suiza. Los fugitivos y soldados croatas iban acompañados, en muchísimos casos, por sus esposas y familias enteras.

Ese éxodo masivo, que terminó en extradición de los prisioneros de guerra y los fugitivos políticos y en masacre colectiva, constituye la escena final del desarrollo trágico de una situación cuya responsabilidad, como en todas las tragedias de esta dimensión, en parte recae sobre los mismos croatas, pero cuya causa principal reside en la incorporación forzosa de Croacia a la comunidad estatal bajo la hegemonía de Serbia, y en la persistente negativa de acordar el derecho de autodeterminación nacional a una de las más antiguas naciones históricas de Europa. Croacia no pudo resignarse a vivir sometida a Serbia dentro de un sistema dictatorial y terrorista y aun menos bajo la tiranía comunista.

Muchos croatas huían por temor a las represalias y la esclavitud comunista, alentados por la esperanza de obtener asilo político de los Aliados occidentales. Lo creían especialmente los simpatizantes de las democracias occidentales, convencidos de que Londres y Washington no permitirían la expansión del imperio soviético hasta las fronteras de Italia. Incluso después de la ocupación comunista de Croacia, la mayoría de la población daba fe a los solemnes enunciados de Yalta, según los cuales los pueblos de Europa Centro-oriental deberían decidir libremente acerca de su futuro. Pese a que los comunistas hicieron cuanto estuvo a su alcance por impedirlo, se presumía que precisamente ese proceder comunista, esa burda violación de los compromisos contraídos motivarían la intervención de los Aliados occidentales. Muchos perdieron su vida precisamente por haber creído en la voluntad y la capacidad de los Aliados occidentales para defender tanto sus intereses propios como los generales. Los que se quedaron en Croacia, depositando su fe en las promesas solemnes de que no se impondría el comunismo por la fuerza, fueron víctimas de represalias crueles al manifestar de un modo u otro sus sentimientos patrióticos y democráticos.

 

Retirada de Zagreb hasta la frontera de Austria

 

Dado el elevado número de los soldados y civiles -alrededor de 400.000 personas- que se retiraban rumbo a la frontera de Austria, en la primera quincena de mayo de 1945, podemos suministrar sólo datos salientes sobre la marcha de varios grupos, sus encuentros con las unidades partisanas y, por último, con los efectivos del VIII Ejército británico, que en esos días habían llegado a Carintia, provincia de Austria.

Nutridos grupos salieron de Zagreb y de la zona abarcada por el arco Varazdin-Dugo Selo- Karlovac, y por distintos caminos, rutas y carreteras avanzaron hacia Celje en Eslovenia (Estiria meridional). Avanzaban por las carreteras: Zagreb-Rogaska Slatina-Celje (116 Km.); Zagreb-Zidani Most-Celje (114 Km.); Varazdin-Rogaska Slatina-Celje (116 Km); Karlovac-Samobor-Zidani Most-Celje (157 Km).

De Celje hasta el destino prefijado, el valle de Klagenfurt en Carintia, lleva la ruta Celje- Dravograd-Klagenfurt (132 Km) y un camino bueno, aunque indirecto, Celje-Maribor- Dravograd-Klagenfurt.

Las columnas de los soldados y fugitivos salieron de Croacia entre el 6 y 10 de mayo sin mayores inconvenientes, pues unidades especiales aseguraban la retaguardia. Los primeros días, los partisanos no atacaron directamente a la columna, sino que se organizaban para cortarla e impedir su pase a Austria. El grueso llegó sin mayores estorbos a Celje. Hubo dificultades cerca de Zidani Most a causa de los caminos obstruidos y atascados por los vehículos y pertrechos alemanes abandonados. En la misma Celje, durante los primeros días de la retirada, no hubo dificultades, puesto que los pequeños grupos partisanos se dedicaron a recoger las armas y pertrechos dejados por los alemanes que cesaron la lucha después de la capitulación de Alemania (la noche del 8 al 9 de mayo). Recién cuando los partisanos obtuvieron refuerzos, hostigaron a pequeños grupos de peatones y civiles indefensos. Desde Celje, distintas columnas se dirigían a Dravograd y Maribor. Rumbo a Dravograd avanzó el grueso del ejército con la mayor parte de los fugitivos civiles y hacia Maribor se dirigieron principalmente los civiles en trenes. Tomaron la ruta que lleva a Maribor por estar menos congestionada por los vehículos.

El camino vía Maribor fue cortado el 10 de mayo a raíz de la penetración del Ejército Rojo en Estiria. Los partisanos establecieron en Maribor el cuartel general de su III Ejército. Sin mayores dificultades detuvieron y capturaron a numerosos grupos croatas, integrados mayormente por civiles y varios trenes con heridos. Según una estimación aproximativa, allí cayeron en manos de los partisanos de 50 a 60.000 croatas. Los comunistas pudieron operar aquí sin apresuramiento, clasificar a los fugitivos por categorías y disponer de ellos según las órdenes de los dirigentes comunistas. La mayor parte de los soldados fue asesinada, inclusive los heridos, mientras que la mayoría de los civiles, mujeres y niños, fueron devueltos a Croacia. Después de la extradición ante Bleiburg, Maribor se convirtió en el principal centro de reunión de los prisioneros y fugitivos croatas. Los partisanos debieron habilitar terrenos especiales para poder maniobrar con la gran multitud que regresaba vía Dravograd en largas columnas, durante la segunda quincena de mayo de 1945.

El grueso del ejército croata y de los fugitivos, particularmente de los que iban con vehículos motorizados, avanzó por la línea Celje- Dravograd. Por allí, ya el 7 de mayo había pasado la columna integrada por miembros del gobierno croata y por altos funcionarios estatales. Al mismo tiempo pasaron por allí, llegando a Klagenfurt, jefes políticos croatas, dignatarios eclesiásticos y representantes de la vida cultural ya mencionados.

La retaguardia de la columna principal llegó a Celje los días 9 y 10 de mayo. En una columna, de decenas de Km de longitud, se prosiguió hacia Dravograd. Los primeros grupos atravesaron el puente sobre el río Drava y siguieron rumbo a Klagenfurt. Por este camino y por otros accesos menos transitables se congregaron en Carintia, Austria, ocupada por los británicos, más de 50.000 croatas, entre civiles y soldados.

El avance de la columna principal de Celje a Dravograd era asaz lento, a causa de los caminos atascados, de los desfiladeros estrechos, muy propicios para emboscadas y asaltos por parte de los guerrilleros de Tito. Cuando la vanguardia de la principal columna militar llegó ante Dravograd, ya estaban allí los partisanos, reforzados por un regimiento búlgaro provisto de artillería. Detuvieron a numerosos grupos de civiles, no dejándoles pasar a la orilla izquierda del río Drava. Los días siguientes, los partisanos concentraron en ese espacio 11 brigadas del III Ejército, cuyo cuartel general se hallaba en Maribor.

En Dravograd se iniciaron negociaciones entre los croatas por un lado y los búlgaros y partisanos, por el otro. Los partisanos ganaron tiempo en esas negociaciones, de manera que los croatas tuvieron que abrirse paso combatiendo a lo largo de la orilla derecha del Drava, del valle del riachuelo Meza (Mies) hacia Bleiburg y Klagenfurt. (Ver descripciones de esos combates en sección Documentos, particularmente N° XXXIV). Ante Dravograd se perdieron dos días irrecuperables, de manera que el grueso de la columna militar, al llegar a Bleiburg, en la frontera de Austria, encontró el camino obstruido por las unidades del VIII Ejército, teniendo previamente que librar escaramuzas con los efectivos partisanos.

Así los días 14 y 15 de mayo se encontraron frente a frente tres ejércitos: el croata (el más numeroso), el británico y el de los guerrilleros yugoeslavos.

Es preciso tomar en cuenta que la columna militar croata, entretanto, se había desorganizado bastante. Perdió el contacto con el cuartel general, puesto que Poglavnik ya el 9 de mayo llegó a Austria, y al día siguiente fue rodeado por efectivos rusos que, pese a los acuerdos previos con los Aliados occidentales, ocuparon Estiria. Poglavnik abandonó su columna y vestido de civil prosiguió a pie por los Alpes hacia Salzburgo, ocupada por los anglo- norteamericanos.

Sólo una pequeña parte del ejército croata pudo librar lucha. La gran cantidad de los civiles agravaba aun más la situación. El problema de la alimentación requería urgente solución.

Con todo, desde el punto de vista militar, el ejército croata podía forzar el paso hacia Klagenfurt, cumpliendo con la orden del comandante supremo expedida al comienzo de la retirada, que rezaba que había que pasar a Austria y rendirse a los ingleses y americanos, y de ningún modo a los partisanos. Sin embargo, no se procedió así porque implicaba entablar la lucha con las unidades motorizadas británicas, apoyadas por los aviones que sin cesar sobrevolaban en rasantes vuelos intimidatorios.

Las circunstancias, por lo tanto, dictaban negociar con los representantes del VIII Ejército británico (al mando del teniente general Richard McCreery), subordinado al comando aliado para el Mediterráneo con sede en Caserta (Italia), a cuyo frente estaba el mariscal del campo Alexander.

 

Negociaciones y rendición ante Bleiburg en Austria

 

Ya el 14 de mayo se estableció el contacto entre los comandantes croatas y el ejército británico. La primera impresión de los croatas fue favorable, pero al día siguiente se supo que los británicos exigían la rendición incondicional del ejército croata a los partisanos. El oficial inglés (tal vez el general Horatius Murray, comandante de la VI división blindada) recibió primero a dos y luego a tres oficiales croatas en presencia de dos comisarios comunistas que exigían la capitulación incondicional en el plazo de una hora. El general británico insistió en estas condiciones y ofreció a los partisanos sus tanques en caso de necesitarlos. Sobre esas negociaciones publicamos en la sección "Documentos" informes detallados del delegado croata y del delegado partisano, respectivamente (Nos. XI y XII). No disponemos de documentos británicos sobre ese hecho. Los británicos, al insistir en la capitulación incondicional del ejército croata y en su rendición a los partisanos, trataron al ejército yugoeslavo como aliado de guerra. Cuando durante las negociaciones se aludía a las convenciones internacionales sobre los prisioneros de guerra, los británicos tal vez creyesen que los partisanos se atendrían a las normas del derecho internacional y acaso no dieron fe a las afirmaciones croatas de que los partisanos tratan con crueldad a sus adversarios derrotados.

No es posible establecer con seguridad en qué medida dependía de los oficiales británicos locales su negativa a recibir a los croatas como prisioneros de guerra. Tal vez tenían ciertas instrucciones de su comando de Caserta, que no pudo saber con anticipación qué cantidad de soldados y fugitivos llegaría a la frontera esloveno- austríaca[161]. Parece que esas instrucciones no eran precisas, pudiendo interpretarse diversamente, en lo concerniente, en particular, a los fugitivos políticos y a los civiles en general. Resulta llamativo que en Bleiburg se discutió principalmente acerca de los soldados sin abordar a fondo el problema del asilo político para los civiles. Cosa diferente le ocurrió a un grupo cerca de Lawamund, donde, a insistencia croata, los civiles fueron protegidos y se salvaron muchos militares (Documento N° XIII).

Al mismo tiempo, por intercesión de ciertos croatas ante las autoridades militares británicas en Klagenfurt, cerca de 3.000 croatas, mayormente civiles que se hallaban en la vecina Krumpendorf, fueron transportados por tren a Italia y alojados casi en su totalidad en el campamento de refugiados de Fermo.

 

Repatriaciones forzadas de exilados políticos

 

El problema de la repatriación forzosa de los soldados fugitivos políticos anticomunistas croatas es una parte del problema común a todos los fugitivos de la Europa Centro-oriental que, a fines de la guerra, se encontraron en Alemania o Austria, ocupadas por los Aliados occidentales. Fueron repatriados a los países comunistas en masa. No cabe duda de que ese problema no fue enfrentado correctamente por los funcionarios políticos y militares anglo-norteamericanos. Estos obraron dentro del marco de las relaciones cordiales imperantes entre las democracias occidentales y la Unión Soviética, sin tomar en cuenta las razones humanas contrarias a la entrega a segura muerte de centenares de miles de fugitivos y prisioneros de guerra.

Los combatientes anticomunistas se dejaron desarmar y repatriar sin mayores incidentes (desde luego, hubo casos de suicidio por desesperación, de saltos de trenes en marcha, huidas bajo fuego de ametralladoras, saltos al río, etc.), confiando en la protección aliada contra los comunistas. Conocían los métodos comunistas que el mundo civilizado no podía aprobar ni ayudar, y sabían que los comunistas, caído el nazismo, consideraban a las democracias occidentales como sus adversarios odiosos y peligrosos. Creían que los estadistas responsables occidentales extraerían la conclusión lógica y correcta de que los adversarios comunistas, es decir la gran mayoría en los países esclavizados, son sus aliados naturales y potenciales. Simplemente, no concebían que los funcionarios de las potencias vencedoras democráticas podrían ver en los adversarios de los comunistas tan sólo a vulgares quislings, conforme los pintó la propaganda comunista.

Por otro lado, las tropas de ocupación anglonorteamericana de Austria tuvieron que encarar el arduo problema de alimentar y alojar a centenares de miles de fugitivos de toda Europa central y sudoriental.

Respecto a los croatas y otros refugiados de la Yugoslavia comunista, muchos oficiales británicos tenían prejuicios favorables a los partisanos. Con ellos, durante los dos últimos años de guerra, colaboraron estrechamente; les prestaron ayuda cuantiosa, les facilitaron bases en Italia, transportes marítimos por el Adriático, curaron a sus heridos, les proporcionaron armas, pertrechos, equipos y los apoyaron con su aviación. Winston Churchill delegó al cuartel de Tito a su propio hijo Randolph, que pasó un año con los partisanos. Randolph Churchill hará a posteriori una crítica negativa de los partisanos, lo que no pudo influir en los sucesos de mayo de 1945, aunque ya en esa época hubo fricción entre Tito y los británicos respecto a Trieste y Carintia. Cuando esa tensión se agudizó, mejoró la situación de los fugitivos, pero lamentablemente la mayor parte ya había sido repatriada forzosamente. Los comunistas yugoeslavos procuraron explotar el lento avance aliado en Italia y colocar a los aliados ante el hecho consumado ocupando Trieste y sus alrededores, el valle inferior del río Drava en Carintia, con el propósito de anexar esas regiones a Yugoslavia, pobladas por un alto porcentaje de eslovenos. Querían conseguir no sólo el control del importante puerto de Trieste, sino también efectos políticos, particularmente entre los eslovenos y en parte en Croacia, es decir en dos naciones donde los comunistas son harto impopulares.

Sus aspiraciones chocaron con los intereses de los Aliados occidentales, que necesitaban Trieste como base de abastecimiento para sus tropas en Austria y no querían modificación de fronteras antes de la Conferencia de Paz. Por ello, rechazaron los intentos de Tito de ocupar Trieste y la Carintia meridional. Los comunistas, en esas zonas, según los verificaron las tropas aliadas, perpetraron actos terroristas y criminales que culminaron en masacres colectivas. Especialmente cerca de Trieste fueron halladas fosas en el Garso (foibe), llenas de cadáveres de las víctimas comunistas de Tito, mayormente italianos. El comandante en jefe aliado en la zona del Mediterráneo, mariscal del campo Alexander, formuló a mediados de mayo de 1945 su conocida declaración de que los comunistas son peores que los nazis. Cuando luego vino a Austria en viaje de inspección, tal vez se mostró más accesible a los argumentos de los fugitivos, internados en los campamentos improvisados para las personas desplazadas (Displaced Persons). El 4 de junio de 1945 se impartió nueva instrucción a los funcionarios militares ingleses en Carintia sobre el trato de los fugitivos. Lo esencial en dicha instrucción era que en adelante no efectuarían repatriaciones compulsivas. Su texto reza:

"Nueva política respecto a los yugoeslavos vigente desde ya":

1) Ningún yugoeslavo será devuelto a Yugoslavia o entregado a las tropas yugoeslavas contra su voluntad.

2) Todo yugoeslavo que luchó contra Tito será tratado como persona que se rindió y será enviado al campamento de Vitkring a disposición; deben esperarse nuevas instrucciones.

3) Todas esas personas serán consideradas como personas desplazadas y finalmente trasladadas a Italia.

En virtud de esta orden mejoró substancialmente la situación de los refugiados de Yugoslavia, que en pequeños grupos o individualmente trasponían la frontera de Austria o Italia en los meses subsiguientes. Fueron suspendidas las repatriaciones en masa y las individuales. Más tarde, en virtud de convenios especiales, fueron arrestados y repatriados aquellos refugiados que las autoridades comunistas de Yugoslavia acusaban de "criminales de guerra". Durante 1946 y 1947 fueron devueltos varios centenares de exilados y entre ellos prestigiosos publicistas y escritores croatas de neta orientación democrática cuyo único "crimen" consistía en haber luchado contra la tiranía comunista y en pro de la libertad individual y nacional.[162]

Las extradiciones señaladas se efectuaron generalmente por los británicos, en menor escala por los norteamericanos, mientras que los franceses no entregaron a nadie a los comunistas. Las autoridades aliadas de ocupación de Italia, Austria y Alemania brindaron, además, grandes facilidades a los emisarios del gobierno comunista de Belgrado, que inspeccionaban los campos de refugiados, apremiándolos a regresar a Yugoslavia o se esforzaban por hallar a las personas que pensaban tildar, con argumentos falsos, de criminales de guerra y obtener su repatriación compulsiva. No es difícil imaginar en qué peligro se encontraban los refugiados en esos campos, en los que debieron ser auxiliados y amparados. Disponemos del texto del "Convenio entre los gobiernos del Reino Unido de Gran Bretaña y el de Yugoslavia sobre las personas desplazadas", suscripto en Bled, Yugoslavia, el 8/9/1947 por Vladimir Velebit y el teniente general D. Lekic, en nombre de Yugoslavia, y por Charles Peake y el teniente general Steele, en nombre de Gran Bretaña.

Mediante dicho "convenio" quedó estipulado "alcanzar con redoblados esfuerzos la solución definitiva del problema global de las personas desplazadas y colaboracionistas de Yugoslavia bajo el control británico" (art. 1). Con miras "a la colaboración general y mas íntima, el gobierno de la República Federal de Yugoslavia adscribirá una delegación de alto rango ante la Comisión Especial para los Refugiados" (art. 2). Esa Comisión Especial deberá suministrar a la delegación yugoeslava "los informes sobre la investigación de cada súbdito yugoeslavo" y bajo ciertas condiciones "la misión yugoeslava de enlace tendrá derecho a participar en tales indagaciones", y a la vez facilitará datos y antecedentes para la indagatoria de las personas sospechosas (art. 3). Asimismo, el gobierno yugoeslavo proporcionará datos "sobre todas las organizaciones yugoeslavas hostiles a Yugoslavia y a las repatriaciones forzosas". Tales organizaciones en la zona británica de Alemania y Austria serán disueltas, mientras que el gobierno británico intervendrá para que lo mismo ocurra en Italia (art. 4). Debe "darse la máxima prioridad" a la investigación de las personas desplazadas en Austria, tanto en los campamentos como fuera de ellos. Todos los acusados por el gobierno yugoeslavo, cuya repatriación no fue rechazada definitivamente, deben ser arrestados. También deben ser alejados de Austria los que señale el gobierno Yugoslavo, a causa de su agitación contra la repatriación de los exilados. Además, el gobierno británico se compromete "a alejar sin pérdida de tiempo de la zona británica en Austria a todos los yugoeslavos que no se presenten para la repatriación voluntaria" (art. 5). El gobierno británico se atendrá a las conclusiones "del Consejo de ministros de Asuntos Exteriores reunido en Moscú, en virtud de las cuales en los campamentos para personas desplazadas se prohíbe toda propaganda contra los intereses de las Naciones Unidas o las repatriaciones" (art. 6). Se entiende que Yugoslavia es considerada también una de las Naciones Unidas. Se facilitará el suministro del material propagandístico de la Yugoslavia comunista con miras a la repatriación (art. 8). Las autoridades británicas "tomarán todas las medidas necesarias para detener a los súbditos yugoeslavos cuya extradición como colaboracionistas requirió el gobierno de la República Federal Yugoslavia" (art. 12), entregándolos si se establece prima facie que fueron colaboracionistas. En caso de que las autoridades británicas no consideren las pruebas yugoeslavas suficientes, el acusado quedará detenido dos meses y será puesto en libertad si las autoridades yugoeslavas no aportaran nuevas pruebas (art. 13). Se restringirá la libertad de movimiento de los exilados yugoeslavos que podrían obstaculizar la aplicación de este convenio y las repatriaciones compulsivas (art. 15). Gran Bretaña, a efectos de la ejecución de este convenio, "pedirá la conformidad y colaboración de terceros" (arts 16). El convenio tiene vigencia para 12 meses y, expirado este plazo en adelante, a menos que sea revocado con dos meses de anticipación (art. 18).

Cabe señalar que dicho convenio es anterior al conflicto Moscú-Belgrado, y data de la época en que los comunistas yugoeslavos fueron "más stalinistas que el mismo Stalin", cuando las autoridades norteamericanas rechazaron de plano todos los pedidos de Belgrado relacionados con las repatriaciones compulsivas, sosteniendo el criterio correcto de que las autoridades yugoeslavas esgrimen pruebas falsas y que sus tribunales no ofrecen la más mínima garantía de defensa y justicia, y por lo tanto cada repatriación forzosa implicaría la muerte segura de la gente inocente.

Este convenio yugoeslavo-británico no fue el único, ya que en 1946 se firmó un acuerdo entre ambas partes según el cual serían detenidos y repatriados aquellos refugiados que figuren en la lista de "colaboracionistas", confeccionada por las autoridades comunistas yugoeslavas. En virtud de ese acuerdo, fueron arrestados en Austria e Italia numerosos croatas y entregados a los comunistas, sin que las autoridades británicas les comunicasen el motivo de su detención, ni los cargos formulados contra ellos, negándoles la posibilidad de defenderse de la acusación arbitraria de los comunistas. Los funcionarios británicos se limitaron, en la mayoría de los casos, a identificar a las personas requeridas en base a la mencionada lista "negra". Todos los repatriados en esa forma fueron condenados a la pena capital y ejecutados.

Antes de referirnos a las masacres en masa sobre los prisioneros de guerra croatas y los civiles repatriados, resumiremos cómo y dónde cayeron por manos comunistas los principales grupos de los fugitivos.

Según queda dicho, la columna principal tuvo que rendirse a los comunistas ante Bleiburg, sólo una pequeña parte escapó a los bosques vecinos, algunos llegaron a Austria y otros fueron apresados. De acuerdo a las fuentes croatas y comunistas, ese grupo constaba de 100 a 200.000 personas[163]. Alrededor de 60.000 croatas, mayormente civiles, se hallaron en Maribor y sus alrededores, y casi todos cayeron en manos de los guerrilleros comunistas. A mediados de mayo había unas 50.000 personas en Carintia, principalmente en el valle de Klagenfurt. La retaguardia del ejército croata, que no alcanzó Dravograd, compuesta de 50.000 personas, se quedó en el camino cerca de Celje y Zidani Most. Se trataba mayormente de civiles, rezagados en el camino y de efectivos militares que aseguraban el repliegue y el pase a los fugitivos. La noticia sobre la rendición en Bleiburg los sorprendió en el camino. Algunos se unieron a las columnas de los prisioneros que regresaban a Croacia, otros se vistieron de civil, abriéndose camino individualmente o en pequeños grupos rumbo a Austria. Algunos se retiraron a los bosques y prosiguieron la lucha tipo guerrilla.

La cifra exacta de los integrantes de ese trágico éxodo nunca podrá establecerse, pero no es exagerado apreciar su número, en base a numerosos datos, de 300 a 400.000 personas entre soldados y civiles.

Corresponde decir algo más sobre la extradición de los croatas que llegaron a la zona austríaca de Carintia, ocupada por los británicos, y pretendida por los partisanos como parte integrante de Yugoslavia. En la Carintia meridional penetraron varios grupos partisanos, constituyendo gran peligro para los refugiados croatas. Los ingleses, al comienzo, confraternizaron con los partisanos, considerándolos tropas aliadas, quienes, a su vez, acusaban a los croatas de fascistas y quislings y lograban de ciertos comandantes ingleses su extradición. Lo mismo les ocurrió a los refugiados eslovenos que, en grupo compacto, pasaron a Austria. Los grupos militares croatas en Carintia, que no se habían dispersado y mudado en civil, fueron entregados gradualmente a los comunistas en Bleiburg y Dravograd, o enviados por tren a Jesenice, Eslovenia, con la promesa, en la mayoría de los casos, de que se los transportaba a Italia. La excepción fue el grupo de Lawamund. Algunos soldados lograron abrirse paso hacia Italia, salvándose de la extradición compulsiva.

En cuanto a los civiles escapados a Austria, el trato no era siempre igual. El grupo que integraban el presidente del gobierno croata, Dr. Nikola Mandic, y varios ministros, constaba de cerca de 500 personas y se refugió en Turracherhohe. Este grupo fue entregado a los partisanos con anterioridad a la extradición en Bleiburg. Con posterioridad fueron devueltos contingentes de soldados y pequeños grupos de civiles, pero al mismo tiempo más de 3.000 civiles fueron trasladados a Italia, mientras que otros grupos fueron alojados en los campamentos para desplazados. Su suerte se mantuvo incierta hasta la citada orden sobre "el nuevo trato" con los refugiados, lo que implica que antes regían otras instrucciones favorables a las repatriaciones forzosas.

Por consiguiente, sólo una pequeña parte de los croatas que llegaron a Carintia se salvó; los sobrevivientes, tras la selección aludida en los campamentos, se radicaron después como refugiados políticos en los países de ultramar: grupos nutridos en EE.UU., en la República Argentina, Canadá, Australia y Venezuela, y grupos menores en todos los países del mundo libre.

Es menester dejar constancia de que las autoridades británicas rehusaron todo contacto con los representantes del Estado y el ejército de Croacia, salvo en Bleiburg, donde el general inglés se limitó a exigir la rendición incondicional.

Cuando el gobierno croata salió de Zagreb el 6 de mayo y al día siguiente llegó a Klagenfurt, se creía todavía en la posibilidad de negociar con los Aliados occidentales acerca del destino de los soldados y fugitivos croatas. Los británicos ignoraron al gobierno croata, excepto para entregar sin más a su presidente y varios ministros a los comunistas. Los funcionarios civiles y militares aliados no mostraron interés en establecer contacto ni con los representantes democráticos croatas (Dr. Macek) ni con los dignatarios eclesiásticos (arzobispo Saric) ni con la Cruz Roja Croata (su presidente, Dr. Ivo Petric), cuya actuación fue luego prohibida[164], si bien el Estado Independiente de Croacia había adherido en 1943 a la Convención de Ginebra, sobre lo que fueron informados los países miembros (Documento N° VIII, IX y X).

Hasta qué punto ignoraron los británicos al Estado de Croacia, no reconocido por ellos, pero que existió durante cuatro años, lo evidencia el episodio con el emisario del gobierno croata que tenía que establecer contacto con el Comando Aliado para el Mediterráneo, con sede en Caserta, Italia. El ministro, Dr. Vjekoslav Vrancic, acompañado por el intérprete Andrija Vrkljan, capitán de navío, llegó el 5 de mayo de 1945 en avión a Klagenfurt y de allí pasó en coche a Italia. Llevó el memorándum del gobierno croata sobre la lucha por la libertad nacional de los croatas. En el valle del río Piave toparon con las unidades del VIII Ejército. Les comunicaron que al día siguiente, 8 de mayo, serían trasladados por avión a Caserta, lo que sucedió. Después de esperar dos días se les denegó la calidad de emisarios y fueron transferidos entre los fugitivos y pocos días después entre prisioneros de guerra, y allí el capitán Douglas de la Field Security Police 313 les quitó el coche[165].

Dicho de paso, las autoridades militares británicas quitaron a los refugiados croatas miles de vehículos, no sólo de propiedad estatal sino también privada. Con los dedos se podrían contar los que preservaron sus automóviles. Cuesta creer que el reglamento militar británico permitiese quitar los coches a los particulares, a veces con todo el equipo, sin compensación ni recibo. El escultor Ivan Mestrovic afirma que al grupo del presidente del gobierno croata lo entregó a los comunistas un oficial británico por un coche (Documento N° XL)

El prestigioso semanario austríaco "Die Furche" publicó una referencia similar. Presuntamente el Dr. Vladimir Bakaric, a la sazón presidente de la República Popular de Croacia se jactó de que el general inglés que entregó el ejército croata a los comunistas fue obsequiado con un Packard. Alexander Keller, autor del aludido artículo, corrobora esta declaración con otros casos de soborno de los funcionarios aliados con fines de repatriación compelida de los exilados. Este escabroso tema fue tratado por la prensa austríaca [166].

 

CAPÍTULO IV: MATANZAS COLECTIVAS DE LOS PRISIONEROS Y CIVILES AL TERMINAR LA GUERRA

 

Aclaraciones previas

 

Nos resta referirnos a las matanzas de los soldados y civiles croatas consumadas por los comunistas. Lo haremos en forma sintética, puesto que las declaraciones testimoniales dicen más que cualquier exposición por documentada que sea. Remitimos, pues, la atención del lector a la sección Documentos, que contiene una selección de testimonios característicos, escogidos entre los 250 de que disponen hasta la fecha las Comisiones de Investigación de la Tragedia de Bleiburg del pueblo croata con sede en Roma, Cleveland y Buenos Aires. Estos testimonios están numerados y así los citaremos en nuestra exposición, excepto los reproducidos en la sección Documentos, que llevan numeración de I hasta XL.

En la selección de las declaraciones testimoniales tratamos de publicar las más características, las que se publican firmadas por su autor, dando preferencia a los testigos radicados en la República Argentina. Es de subrayar que muchos testigos no pueden consentir que su declaración se publique con su nombre y apellido, por temor a las represalias contra sus familiares y personas referidas, cuya identificación no sería difícil, conociéndose el nombre y apellido del testigo presencial. Sin embargo, todos los testigos, sin excepción están dispuestos a ratificar bajo juramento su declaración ante cualquier comisión de investigación del katynismo yugoeslavo, mucho más horrendo que el polaco. En los últimos 18 años fallecieron varios testigos, pero siempre afluyen nuevos testimonios en cantidad más que suficiente para una investigación a fondo de ese caso del genocidio. "Committee for Investigation of the Bleiburg Tragedy", en Cleveland, prepara una edición inglesa de todos los testimonios disponibles.

En vista de la gran cantidad de víctimas y de lugares donde se cometieron las masacres, hubo que omitir muchos detalles importantes. Con todo, en base a los documentos agregados, al análisis histórico, político y jurídico, el paciente lector tendrá un cuadro ilustrativo sobre la dimensión y el alcance de los terribles crímenes cuya responsabilidad recae en los dirigentes comunistas yugoeslavos.

En la siguiente exposición no podemos seguir el orden cronológico a causa del elevado número de los lugares de matanza que la harían confusa. Por ello, relataremos las masacres según los lugares donde fueron consumadas.

Comenzaremos con las columnas que del área Bleiburg- Dravograd y con transportes desde Jesenice regresaban a Croacia por varios caminos. La mayor parte de los soldados prisioneros y civiles fue masacrada en varios lugares de Eslovenia. Los primeros y mayores escenarios de las masacres colectivas fueron Maribor, Celje (y alrededores) y Kocevlje. Otros grupos fueron asesinados en distintos lugares de Croacia. Especial atención merecen las columnas en las "marchas de muerte", que por varios caminos llegaron hasta la frontera serbio- rumana. Por último, haremos una breve referencia con datos concretos y documentados sobre las flagrantes transgresiones de las convenciones internacionales sobre los heridos y los cementerios militares, sobre el trato en los campamentos de prisioneros de guerra y sobre los tribunales comunistas y sus prisiones.

 

Masacres en Maribor y sus alrededores

 

El mayor número de los soldados prisioneros y civiles croatas fue masacrado en Maribor y sus alrededores. Según las declaraciones y el proceder de los oficiales partisanos se puede concluir que en Maribor se hicieron los preparativos para estas masacres colectivas[167].

Asimismo había en Maribor varios millares de prisioneros alemanes y montenegrinos.

Maribor fue elegida por los comunistas probablemente por ser una ciudad relativamente grande, adecuada para la ubicación y clasificación de prisioneros y fugitivos y por haber allí muchísimas zanjas antitanques, a las que arrojaron a los croatas asesinados. El hecho de que los oficiales croatas, sacados de las columnas, fueran enviados a Maribor, indica que el III Ejército comunista, con sede en esa ciudad, había preparado anticipadamente todo para la masacre en gran escala.

Aparte de los numerosos grupos de soldados y civiles capturados en Bleiburg, en Maribor se había congregado una multitud de croatas que no llegó a pasar la frontera austríaca. A partir del 4 de mayo de 1945, se dirigían hacia allí numerosos trenes con población civil en primer lugar. Fugitivos de las regiones lejanas de Croacia, familiares de los soldados, heridos, miembros de distintas organizaciones patrióticas, especialmente de la juventud ustachi, rama femenina.

Los contingentes partisanos ocuparon Maribor antes que Celje y Dravograd y ya el 10 de mayo detuvieron a grupos de fugitivos y trenes repletos de gente. El testigo N° 59, ferroviario de Maribor, vio en la estación Hoce, cerca de Maribor, diez trenes largos, en 4 vías, cada uno compuesto de 60 vagones para viajeros y carga, repletos de heridos y civiles, mayormente de familias enteras con muchos niños y mujeres.

A Maribor fueron enviados, con anterioridad a la rendición en Bleiburg, varios grupos de fugitivos, capturados por los comunistas en distintos lugares, especialmente en la línea Celje-Dravograd. De ese modo, en Maribor se concentraron, bajo el control comunista, más de 50.000 croatas. (Testigos 105, 144, 162).

Los comunistas iniciaron aquí las masacres por disponer de efectivos suficientes y encontrarse fuera del control de los Aliados occidentales, pues del otro lado de la frontera esloveno-austríaca se hallaban tropas soviéticas y búlgaras, que penetraron y ocuparon a Estiria antes que los británicos, a quienes esa provincia austríaca les fue asignada por los acuerdos previos como zona de ocupación. Recién varias semanas después de terminar la guerra, los soviéticos evacuaron Estiria. Esa cuña ruso-búlgara fue un gran impedimento para la retirada de los croatas a Austria vía Maribor.

En el período crítico operaban en Maribor dos divisiones yugoeslavas: la XVI, llamada de Voivodina, integrada por los serbios de la provincia homónima, y la división XVII de choque, integrada también por serbios, entre los que había gran número de los ex combatientes de Draza Mihailovic, netamente chovinistas y croatófobos. El comandante de la división XVI (de Voivodina) era el general Kosta Nadj, de nacionalidad serbia, posteriormente comandante de la zona militar de Zagreb y durante la guerra uno de los más destacados jefes guerrilleros. El comandante de la división XVII de choque era el teniente coronel Blaza Jankovic, también serbio. Esta división fue integrada por la 1ra. Brigada de artillería, por la 2da. Brigada de Krajina, la XV brigada de Majevica, la VI Brigada proletaria de Bosnia. La oficialidad y la tropa de esta división de asalto se componía casi en su totalidad de serbios y muchos de ellos integraron previamente los efectivos chetniks al mando de Draza Mihailovic[168].

Las masacres principales fueron cometidas por los integrantes de la VI brigada proletaria de Bosnia al mando del capitán Rade Colak, de nacionalidad serbia; el comandante del I Batallón era el capitán Bozo Hinic; comandante y el comisario político de la II Compañía Petar Milenkovic y su reemplazante Petar Kuznic, todos de nacionalidad serbia.

Las masacres de los croatas en Maribor se iniciaron antes de la rendición en Bleiburg y se prolongaron hasta mediados de junio de 1945, con una única pausa con motivo de cumpleaños de Tito, el 25 de mayo, cuando cierto número de soldados domobrani y civiles fue despachado a Croacia supuestamente indultados por Tito. Con anterioridad habían sido separados y masacrados casi en su totalidad oficiales, intelectuales e integrantes de las formaciones ustachi.

Por lo que se sabe, en Maribor había tres lugares de concentración, donde seleccionaban a los croatas capturados y en parte los asesinaban. La clasificación por grados: oficiales, suboficiales y soldados rasos y la separación de los domobrani de los ustachi se efectuaban en forma apresurada y superficial. En la mayoría de los casos masacraron a sus víctimas sin identificarlas.

Acerca de las masacres en Maribor y sus alrededores hay abundantes testimonios. Esas masacres duraron un mes y fueron perpetradas en distintos puntos. La cifra de los soldados y civiles masacrados en Maribor y sus alrededores y de los que pasaron por esta localidad fue tan elevada que ninguno de los testigos presenciales pudo tener un panorama completo. Tampoco pudieron obtener una imagen completa los ciudadanos de Maribor e integrantes del ejército yugoeslavo que a posteriori se refugiaron y cuyas valiosas declaraciones testimoniales obran en nuestro poder.

Por ello, nuestros datos referentes a las masacres son necesariamente incompletos y las cifras aproximativas.

El citado testigo N° 59, ferroviario esloveno, manifiesta que los fugitivos de Croacia, civiles y heridos, que llegaron a Maribor en 10 trenes apiñados, fueron conducidos gradualmente a Kadetnica, escuela de los oficiales de reserva de preguerra. De allí los llevaron al aeródromo Tezno, donde los masacraron. El testigo vio cómo llevaban en camiones "atestados, a hombres y mujeres, incluso a niños, todos en paños menores y con las manos atadas a la espalda". Oyó las ráfagas de las ametralladoras. Sobre el particular conversó con un alto funcionario comunista, inquiriéndole a quiénes estaban fusilando. Este le contestó que en Maribor todo está listo para eliminar a 70.000 hombres.

Otro testigo (N° 50), ex soldado partisano, declara que en ese mismo lugar, según le contó su comandante, fueron asesinados 24.000 croatas. Los comunistas decían: "Caray, cómo los rematamos. Les dimos su independencia nacional. Ahora están totalmente independientes".

Las masacres principales fueron perpetradas después de la llegada de la columna de la zona de Bleiburg, en la que había, según la estimación de varios testigos, más de 70.000 personas.

Los conducían al matadero en grupos, ya mayores, ya menores. El testigo N° 32 declara que de la columna fueron separados, cerca del hospital, 2.000 ustachi y conducidos ante el pelotón de fusilamiento.

El testigo N° 194 manifiesta que los comunistas, en un lugar de concentración de Maribor, invitaron a que se presentasen oficiales e intelectuales, lo que hicieron unos 3.000, que fueron llevados a la vista del testigo y luego fusilados, según se enteró.

La testigo N° 1 (una eslovena oriunda de Maribor) declara haber visto cómo los comunistas llevaron en camiones a los croatas para fusilarlos, hecho que no ocultaban. Iban a un bosque sobre la colina, distante cerca de un kilómetro "y poco después oíamos ráfagas de las ametralladoras cercanas... Vi por lo menos 10 camiones repletos de hombres destinados a ser fusilados, más no pude ver a causa de la oscuridad, pero oía el ruido de los motores y ráfagas de ametralladoras hasta el amanecer".

Los prisioneros, antes de ser fusilados, debieron quitarse la ropa. Un oficial búlgaro, que presenció esos fusilamientos, declaró: "Toda la noche escuchaba los gemidos de vuestros desgraciados soldados y vi cómo llevaron para ser fusilados a hombres totalmente desnudos. Mire ese monte (amanecía), no es un monte sino la pila de uniformes y de ropa interior de los soldados croatas que ya no lo son" [169].

De un grupo sacaron de 1.900 a 2.000 oficiales croatas para ser fusilados (testigo N° 103). El mismo testigo presenció cómo los comunistas se llevaron a 500 oficiales, entre ellos a sus conocidos y amigos, sin que luego nada se supiese de ellos, pues ni uno sólo escribió a su familia.

Actualmente viven en el mundo libre otros testigos oculares de las matanzas consumadas en los alrededores de Maribor. El testigo N° 30, movilizado por fuerza por los partisanos, presenció las masacres cometidas por la VI brigada proletaria de Bosnia en el kilómetro 7 de Maribor, donde se hallaban las zanjas antitanques. Conducían a prisioneros y fugitivos en grupos de 100, los desnudaban, les quitaban relojes, anillos y cuanto objeto de valor poseyeran. Atados con alambres de a tres, los cargaban sobre camiones con insignias de la Cruz Roja. El testigo era uno de los guardias que acompañaron uno de los camiones. Arribados a un bosque vecino, se encontraron con una decena de hombres con fusiles listos a disparar.

"En ese momento -declara el testigo- oí el tiroteo de ametralladoras y pistolas automáticas, oí aullidos y gritos de socorro. Repuesto algo de las sacudidas del camión, oí el grito: "Salgan los primeros tres, y los demás esperen". Apenas los primeros tres hubieron saltado, los recibieron a palazos, latigazos, culatazos, los golpearon en la cabeza, en la cara y el vientre tan cruelmente que no pude contemplar esta escena por horrenda. A algunos les emergía un ojo de la cabeza partida. Entre los verdugos los había menores de 12 a 15 años, mujeres y civiles armados. Aturdido por este espectáculo tétrico, no noté en seguida un canal (antitanque), de tres metros de profundidad y cuatro de ancho, sin que se le viera el término del lado izquierdo o derecho. Estaba ya tapado hasta la mitad con cadáveres atados de a tres, unos encima de otros, atravesados, deformados, algunos sin la mitad del cráneo, desnudos. Algunos en el fondo de la zanja están cubiertos con 5 o 6 filas de los asesinados y gemían "Ah, mátenme, estoy vivo todavía". Los verdugos se burlaban cínicamente: "Nosotros no matamos, nosotros queremos que todos vivan". Me estremecí. Los primeros tres que acompañé en el camión ya están medio muertos. Los llevan al borde del canal. Luego a otros tres y así sucesivamente. Algunos, todavía conscientes, exclaman. "Viva el Estado Independiente de Croacia". Otros imploran: "Mi Dios, Jesús y María, ayudadme". Entre los verdugos, susurro, escarnio y risotadas. Los empujaban atados de a tres al borde del canal. Allí los verdugos esperan, apoyados con el pie sobre los cadáveres. Uno emite la orden: "Fuego". Los verdugos tiran a la nuca y al mismo tiempo los empujan al canal sobre otros cadáveres. Luego les toca el turno a otros tres hasta quedar todos rematados. Acto seguido, llegan otros camiones y así todo el día..."

"El comandante preguntó a los soldados de custodia -manifiesta el mismo testigo- si querían fusilar, pero "muy pocos se presentaron", uno que otro serbio, hasta ayer chetnik. Fusilaron de 15 a 20 hombres".

"Tuve, con otros tres -declara este testigo- que cargar la pistola del comandante del batallón, Bozidar Minic. Cargábamos pistolas para él. El contaba los proyectiles y por la noche declaró que había matado a 2.040. Ante eso, el comisario político Petar Milenkovic se jactó de haber dado muerte a cerca de 400, y su reemplazante Petar Kundak profirió: "Eh, mi comandante, yo ni más ni menos sino el doble".

Al día siguiente prosiguieron otros con el fusilamiento. Era el tercer día de la masacre y siempre estuvieron activos los 30 camiones de la Cruz Roja que conducían a los prisioneros. El cuarto día la unidad en que servía el testigo N° 30, tenía el encargo de tapar el canal, lleno de cadáveres.

"Quise averiguar su longitud, más un soldado me dijo que no tendría tiempo, pues le tomó más de 20 minutos recorrerlo de un extremo al otro, pues esta zanja medía más de dos kilómetros de longitud. Le pregunté si en todos los puntos el canal estaba tan lleno como aquí. Me replicó que estaba lleno, más o menos, en todos los puntos. En un lugar sólo había 11 mujeres desnudas, atadas con alambre y torturadas antes de ser fusiladas. Se portaron con valentía y dieron vivas a la independencia nacional croata. Creo al que me lo dijo porque era partisano igual que yo. Mi unidad rellenó la zanja durante dos días junto con las demás unidades de nuestra brigada. Por fin, salimos de ese paraje y llegamos a Maribor, distante a 7 kilómetros. Según contaron el comandante y el comisario fueron fusilados en ese lugar más de 24.000 hombres".

A las masacres de Maribor se refiere también el testigo ocular N° 166. Declara que al matadero llegaban víctimas atadas con alambre desde hace 15 días. En el sector donde se encontraba como soldado del ejército comunista yugoeslavo, dos mayores serbios perpetraron las masacres. Asesinaban a los prisioneros con un tiro en la nuca y los empujaban a puntapiés a la zanja, donde las víctimas caían sin orden.

"Muchos heridos gemían en la zanja donde heridos mortalmente agonizaban horas y horas. Especialmente horribles son mis impresiones de aquellos días cuando conducían a mujeres y muchachas de la columna de los prisioneros croatas. Muchas de esas desgraciadas aullaban en la zanja implorando un tiro de gracia para que sus torturas acabasen una vez por todas".

El testigo N° 62 depone que el primer día de la matanza colectiva fueron llevados para ser fusilados, de un solo lugar, 10.000 personas.

El aeródromo Tezno, cerca de Maribor, fue uno de los mataderos. El testigo N° 106, esloveno de Maribor, manifiesta que la matanza se prolongó allí durante un mes.

Los integrantes de la división XVI perpetraron también masacres, sacando a nutridos grupos de los prisioneros croatas de la columna. Los soldados croatas tuvieron que arrojar a sus camaradas muertos o heridos al río Drava, raudo y ancho cerca de Maribor. Luego, los comunistas les dieron muerte a ellos también, agraviando e insultando a Croacia[170].

 

Matanzas en Kocevlje

 

La localidad eslovena Kocevlje (50 kilómetros al sudeste de Ljubljana y no lejos de la frontera de Croacia), y sus alrededores (Kocevski Rog) fueron otro matadero de croatas. Allí fueron asesinados también numerosos eslovenos y montenegrinos. Kocevlje estaba poblado por alemanes, evacuados durante la guerra. Los comunistas eligieron esa región despoblada para sus crímenes para eludir, acaso, testigos presenciales.

A Kocevlje fueron conducidos varios grupos croatas, en primer lugar los repatriados por los ingleses de Carintia, que fueron alojados transitoriamente en Ljubljana, en el campamento St. Vid, ex seminario diocesano. También terminaron allí los grupos de Jesenice, repatriados forzosamente en la frontera esloveno-austríaca. Grupos menores fueron traídos de Kranj y otros lugares de Eslovenia.

Las masacres principales en Kocevlje y sus alrededores fueron consumadas a fines de mayo. Las víctimas llegaban en columnas o en vagones cerrados, tratadas como bestias por los comunistas. Muchos no comieron durante diez días. Los vagones estaban atestados al máximo; los presos hacían sus necesidades dentro de ellos. A causa del calor y el hacinamiento muchos se desmayaron, algunos se asfixiaron y otros enloquecieron (Testigo N° 145).

De la estación ferroviaria de Kocevlje los prisioneros fueron llevados al cuartel, centro principal de reunión. De allí los conducían en grupos de 30-40 a pequeñas viviendas en dirección a Dolga Vas, donde los desvistieron, y en camiones los llevaban al matadero. Los fusilaban, mayormente con un tiro en la nuca y, acto seguido, los arrojaban a las fosas. Los más fueron asesinados entre Kocevlje y Postanica, en el lugar llamado Kocevski Rog.

Según los testimonios de varios testigos cabe concluir que en Kocevlje y sus alrededores fueron masacrados más de 20.000 prisioneros, cierto número de civiles, inclusive mujeres y niños.

El testigo N° 145, que a la sazón estaba reclutado por los partisanos y destinado a empaquetar los uniformes de los asesinados, atestigua que el número de las víctimas sobrepasa los 30.000; el testigo N° 56 habla de 21.000 asesinados, mientras que el testigo N° 25 se refiere a 20-30.000 víctimas y el testigo N° 59 cita la cifra de 23.000. El testigo 145 manifiesta que los verdugos se jactaban: "En ocho días hemos liquidado a 30.000 enemigos".

Varios testigos declaran que entre los asesinados habían mujeres, esposas de oficiales croatas. El testigo 143 vio a unas 15 mujeres que antes de morir fueron violadas por los oficiales partisanos, según ellos mismos lo contaron. El mismo testigo vio a un grupo de menores, chicos y chicas, de 14 a 16 años, que fueron fusilados.

Ejecutaban tales crímenes las unidades especiales (Doc. N° V, testigos Nros. 59, 145, 157) al mando de los oficiales del ejército yugoeslavo. El testigo N° 145 declara que los ejecutores fueron premiados, enviados de recreo en Bled, condecorados y obsequiados con relojes de oro

Terminadas las masacres, atestigua el testigo N° 145, inspeccionaba una comisión, integrada por un coronel, varios tenientes coroneles y mayores y por tres civiles bien trajeados. El jefe de la comisión era el coronel Dule Korac y los recibía en nombre del pelotón del fusilamiento su comandante Simo Dubajic, ambos de nacionalidad serbia. Controlaban el empaquetamiento de los uniformes y trajes, tomaban objetos de oro y otras piezas de valor. Cuidaban especialmente de que no se dejara rastro visible de la masacre. A tal efecto minaban la roca encima de las tumbas colectivas, que cubrían con montones de piedra. Los testigos mencionan también a los siguientes verdugos en Kocevlje: el capitán Nikola Marsic, comandante de un pelotón de fusilamiento, los tenientes coroneles Daniel Jakovic, Mate Usorac; los comisarios Luka Blazevic, Ante Cepic, Bozo Kacic, Albert Stambuk, Ivan Bokez, Jakov Blazevic.

 

Matanzas en Celje y zonas adyacentes

 

De las columnas de los prisioneros de guerra y civiles croatas, que vía Dravograd retornaban a Croacia, en los primeros días fueron separados aviadores y oficiales ustachi y enviados a Maribor, mientras los remanentes proseguían rumbo a Celje. Luego se cambió de táctica y las columnas que marchaban en filas cuádruples fueron divididas; una parte se dirigió a Maribor y la otra vía Slovenjgradec y Velenje hacia Celje y Croacia.

En distintos lugares, numerosos grupos fueron sacados de la columna de muerte y asesinados en masa. En la sección "Documentos" figuran varios relatos sobre esas pavorosas marchas de muerte.

Entre Dravograd y Celje fueron separados los primeros grupos nutridos de prisioneros y acto seguido masacrados. El testigo N° 96 declara que pudo verificar que los partisanos habían separado a 200 hombres, que luego mataron, y el testigo N° 50 se hallaba en el grupo de 300, separados y asesinados, salvo 23. El testigo N° 128 estima que de Dravograd a Slovenjgradec fueron asesinados 15.000 hombres.

Según el testigo N° 2, muchos croatas perecieron en el desfiladero denominado Huda Luknja, sito entre Slovenjgradec y Celje, lo que atestiguan también dos eslovenos lugareños, (testigos Nos. 125, 134, ver Doc. XII y XVIII). De 20 a 25 carros campesinos transportaron varios días los cadáveres de soldados y civiles asesinados a Huda Luknja, no lejos de Mislinje. El testigo N° 13 manifiesta que en ese sector fueron masacradas 16.000 personas.

En Celje, como queda dicho, se iniciaron las masacres de los croatas capturados antes de la rendición en Bleiburg. Había dos campos de concentración, uno en el campo de deportes en Celje y otro en Teharje, a cuatro kilómetros de Celje. En tanto que del campamento de Celje muchos reanudaron la marcha hacia Croacia, en Teharje casi todos fueron masacrados.

Sobre la matanza de Celje testimonia un ex partisano que tomó parte en ella (testigo N° 219). Al arribo de los primeros prisioneros croatas, se organizaron en Celje grupos de 60 ó 70 partisanos encargados de fusilarlos. Dicho testigo no participó el primer día en la carnicería, pero el segundo día fue incluido en el grupo de ejecutores. Se llevaba a grupos de a 100 soldados croatas a un edificio, distante unos 4 kilómetros, donde se hallaban de 50 a 60 partisanos, entre ellos más de 10 oficiales y comisarios. Durante cuatro noches acompañó a los prisioneros al matadero, cerca del dicho edificio, hasta las fosas excavadas a propósito, de 6 a 7 metros de profundidad por 2 de ancho. Los ultimaban de un tiro en la nuca, y algunos fueron degollados. Muchos agonizaban en la fosa. El testigo vio cuatro fosas grandes y una decena más pequeñas, todas atestadas de cadáveres, y en las inmediaciones se notaban varias fosas ya tapadas.

En Teharje empezaron la matanza ya el 12 ó 13 de mayo, según lo manifiesta el testigo N° 145, partisano a la sazón. El comandante del campo de exterminio era Franc Sotosek, oriundo de la vecindad de Rajhenburg, y sus ayudantes Anton Surné, N. Benesek y Stefan Krusc. Asesinaban a los prisioneros de varios modos. Por ejemplo, ponían de 100 a 200 hombres en cisternas bajas y luego dejaban correr el agua, de modo que todos se ahogaban (Documento N° XVIII).

Otros grupos fueron fusilados en un vallecito. Les quitaron previamente la ropa, ellos mismos tuvieron que cavar sus sepulcros y luego fueron fusilados con armas automáticas. El testigo N° 160, un esloveno lugareño, declara que en el bosque Gaji, cerca de Bezigrad, hay tumbas colectivas con 3 a 5 mil víctimas. Otras tumbas colectivas se hallan en la línea Spodnje Hodinje- Dobrava-Istrozno, en una longitud de 4 a 5 kilómetros. Allí había numerosas zanjas antitanques en las que arrojaban a los masacrados, y los campesinos lugareños tuvieron luego que taparlas.

Una tumba con 400 muertos se halla cerca del castillo de Majdic en la misma Teharje. Allí los comunistas fusilaron durante siete noches a varones y mujeres semidesnudos. El testigo observó cómo llevaban a las víctimas, oyó ráfagas de ametralladoras y los gritos de los moribundos.

Grupos de prisioneros fueron conducidos de Celje también hacia la mina de Trbovlje, donde se los fusiló. El testigo N° 59 fue sólo herido, logró escabullirse debajo de los cadáveres y huir.

Según el testimonio de varios testigos, en Celje y las afueras el fusilamiento en masa de prisioneros y civiles duró todo el mes de junio, y esporádicamente hasta septiembre. El testigo N° 145 expone que cerca del campamento en Teharje fueron fusilados 10.000 hombres. El testigo N° 160 declara que en el campamento Teharje, en junio, fueron asesinados cerca de 7.000 hombres.

De la carretera Celje-Zidani Most, en el lugar St. Peter, un camino lleva a la aldea Hrastnik. El testigo N° 15 dice que allí fue llevado un grupo de 7.000 hombres hacia una mina abandonada, a 2 kilómetros de Hrastnik. Allí fueron fusilados y sus cuerpos echados a la mina, cuya abertura fue luego minada con explosivos y tapada completamente. Lo mismo confirma el testigo N° 115 (Documento XVII).

Al sur de Celje, a unos diez kilómetros sobre la carretera que conduce a Zidani Most, se hallan la pequeña localidad Lasko y una vieja mina en la que los comunistas arrojaron vivos, según lo testimonia el testigo N° 113, cerca de 3.000 croatas, entre ellos cierto número de mujeres y niños. No los mataron sino que los arrojaron en la mina, de 100 metros de profundidad, y después de arrojar 20 ó 30 personas por vez, tiraron varias bombas de mano. (Documento XVIII).

El testigo N° 128 relata que en el lugar Ratece, contiguo al linde esloveno-croata, por seis noches consecutivas se fusiló a civiles, hombres y esposas de los oficiales croatas y montenegrinos asesinados. Previamente los verdugos comunistas los torturaron. El testigo estima que allí perecieron 3.000 personas.

El testigo N° 48 afirma que en Sevnica, sobre la ruta de Zidani Most a Croacia, fueron masacradas cerca de 1.000 personas. En Rajhenburg hay cinco tumbas colectivas; en la primera fueron sepultadas 400 personas, en la segunda 80, en la tercera 70 y en las dos restantes 50 víctimas en cada una. Las cifras fueron dadas por los habitantes de Rajhenburg que las sepultaron. Muchas víctimas fueron arrojadas al cercano río Sava.

Sobre la ruta que va de Celje a Croacia, las últimas tumbas colectivas se hallan cerca del aeródromo entre Krsko y Kostanjevica. Allí, en las zanjas antitanques y en depósitos subterráneos de bombas, fueron inhumados varios millares de croatas asesinados. Luego, esos depósitos fueron tapados mediante explosiones. El testigo N° 48 expresa que allí yacen 6.680 víctimas; el testigo N° 90 cita la cifra de 8.000; el testigo N° 31, ex guerrillero partisano, se refiere a 5.000; el testigo N° 59, a unas 7.000 víctimas y el testigo N° 89, ex partisano, manifiesta que sólo cerca de Kostanjevica murieron 2.000 croatas. Según los testigos, esas masacres fueron consumadas por los batallones 29 y 39 de la 7 brigada de Krajina de la X división. El comandante de la brigada era Rade Brkic y el comisario Drago Maric; el comisario del batallón 2 era Miljenko Gjuric, que supuestamente habría matado personalmente a 300 hombres; el comandante del batallón 39 era Petar Buic y el comisario Mitar Bakovic. Todos los comandantes y casi toda la tropa eran serbios.

 

Masacre en Ljubljana y sus inmediaciones

 

Entre tantos lugares no mencionados de Eslovenia donde se ejecutaron masacres colectivas de croatas, nos referiremos a Podutik, cerca de Ljubljana, donde en la segunda quincena de mayo fueron conducidos del campamento de St. Vid alrededor de 1.000 croatas fusilados allí y arrojados a las fosas, de las que más tarde salía agua hedionda en dirección a Ljubljana. Para conjurar el peligro de un contagio, los cadáveres tuvieron que ser exhumados y sepultados en otro lugar. Lo testimonian el testigo N° 111, ex combatiente partisano, y el testigo N° 145 (Documento N° XX). Este testigo fue chofer del comisario de la policía política en Ljubljana y lo llevaba a inspeccionar los trabajos de exhumación, realizados por los soldados alemanes prisioneros, luego fusilados. Se sabe que en las inmediaciones de Ljubljana y St. Vid hay tumbas colectivas de croatas y según toda evidencia constituyen una de las más grandes masacres de croatas en 1945.

 

Matanzas colectivas en Croacia

 

Podemos clasificarlas del modo siguiente: 1) La matanza de los croatas que no tomaron parte en el éxodo multitudinario por razones familiares u otras, o, de los ingenuos que no creían devenir blanco de las represalias tan crueles de los comunistas; 2) La masacre de los prisioneros de guerra y los civiles repatriados de Austria y Eslovenia; 3) El exterminio de los adversarios declarados del comunismo, rezagados en el camino y de los que se lanzaron a los bosques para seguir con la resistencia.

Las principales masacres en masa fueron perpetradas en el noroeste de Croacia, cerca de Zagreb, en Krapina, Samobor, Karlovac, Sisak, Bjelovar y en varios lugares de Kordun, ex Confín Militar, poblado por una nutrida minoría étnica serbia. Allí fueron asesinados numerosos croatas sacados de Zagreb, cuya culpa fue haberse declarado por la independencia de Croacia y contra la doctrina comunista. Zagreb es símbolo del patriotismo para todos los croatas y, además, un importante centro de la cultura occidental en su frontera balcánica.

Asimismo muchos fueron asesinados en varios lugares de Eslavonia, particularmente los que tomaron parte en "las marchas de muerte", y los remanentes en distintos puntos de Voivodina y Serbia. Las masacres se verificaron también en Bosnia: en Bosanski Brod, Bosanski Novi, Derventa, Sarajevo, Zenica, etc.

 

Fusilamiento en masa en los alrededores de Zagreb

 

Varios testigos oculares testimonian sobre los fusilamientos colectivos, lugares de ejecución o tumbas colectivas en los alrededores de Zagreb, capital de Croacia.

El testigo N° 98 expone que, después de la entrada de los comunistas en Zagreb, oía todas las noches en sus afueras, en el matorral cerca de Rakov Potok y particularmente en el bosque de Stupnica, disparos del pelotón de fusilamiento.

"Las masacres solían ser ejecutadas entre las 23 y las 2. Tras el fusilamiento, los cuerpos eran arrojados en las zanjas, cavadas por los soldados durante la guerra, a lo largo del camino para Kalinovica, en la ruta Zagreb-Karlovac hasta la casa de la familia Kavur en la aldea Stupnik, en una longitud de un kilómetro. Las zanjas, de 1 metro de ancho por cerca de 1,50 de profundidad corrían a veces en línea zigzagueante... Por la mañana, los transeúntes encontraban zanjas recién tapadas, y así cada mañana. Como no eran muy hondas, los perros las rondaban husmeando y a veces solían extraer algún cadáver, hasta que los campesinos los taparon bien. Con todo, a causa del terrible hedor en días calurosos, no se podía transitar por allí, y las "autoridades nacionales" obligaron a la gente a rociarlos con carbón. Los pobres masacrados no eran de nuestras aldeas, sino traídos en camiones de varios campos de concentración, y particularmente de Zagreb".

También el testigo N° 124 se refiere en términos semejantes a esas tumbas colectivas. Menciona asimismo las tumbas cerca de la aldea Horvat, sobre la ruta Zagreb-Karlovac, en un robledo, distante de 300 a 400 metros de la ruta y 500 de la vía férrea. Allí hay 50 tumbas en un área de 500 metros. Los campesinos de Horvat oyeron, durante 20 a 30 noches, ráfagas y disparos.

El testigo N° 162 suministra datos sobre las tumbas colectivas cerca del pueblo Sosice en Zumberak. A esa región montañosa conducían, de noche, a las víctimas de distintas partes, las castigaban y torturaban, y luego algunas vivas y otras muertas las echaban en un precipicio muy hondo, ubicado entre la aldea Gornje y Sopoti. Las masacres se prolongaron hasta mediados de junio de 1945. Los campesinos de los pueblos vecinos oían alaridos de las víctimas arrojadas en ese precipicio aún vivas. En el mismo sentido declara el testigo N° 124.

El testigo N° 14 afirma que entre la aldea Kravarsko y Donji Lukavac fueron sepultadas 5.000 víctimas de las masacres colectivas.

El testigo N° 130 conoce las tumbas en masa en las inmediaciones de Zagreb, cerca de Sestine, Gracani y Mirosevac.

El testigo N° 22 coincide con las manifestaciones de otros testigos sobre las tumbas cerca de Rakov Potok, Sestine, Gracani, y además ubica otras cerca de Dubranec y en Anin Dol, no lejos de Samobor.

El testigo N° 37 confirma otras declaraciones sobre las tumbas en Maksimir (Zagreb) y está enterado de las tumbas en el bosque Bukovacka, Markusevac y Novi Dvori. El mismo testigo expone que las autoridades exigían de los propietarios del terreno respectivo que sepultaran a los muertos. En el terreno de sus primos se encontraron tres cadáveres de los que se alejaron de Zagreb con el propósito de no encontrarse allí en el momento de las masacres comunistas. Fueron asesinados sin que se indagara su identificación. El testigo N° 159 declara que los primeros días se podía ver cadáveres en las calles de Zagreb. Los partisanos mataban en la calle a los sospechosos de haber regresado de Eslovenia.

 

Campos de concentración y masacres en otras partes de Croacia

 

En los campamentos de otras ciudades del noroeste de Croacia el trato no difería del ya descripto respecto a Zagreb y sus alrededores. Disponemos de varios testimonios de testigos oculares sobre los campos de concentración en Samobor, Krapina, Sisak, Karlovac, Cemernica, Slavonska Pozega y Mirkovici. Alrededor de esas localidades se extienden tumbas colectivas de croatas masacrados.

La única novedad en esos campamentos era que separaban a grupos de prisioneros so pretexto de enrolarlos en el ejército partisano. Los conducían, en cambio, a Kordun, a los poblados habitados por compacta minoría serbia.

El testigo N° 174 fue chofer de uno de los camiones que los llevaba "al servicio militar en Kordun". Entre los prisioneros figuraba también su hermano. Llegados cerca del pueblo Vojnici, se presentó la milicia local partisana.

"Partieron alambre en trozos de más de medio metro... ataron a cada uno y los cargaban en camión con las manos atadas en la espalda. Todos debieron arrodillarse y con el resto del alambre les ataron los pies. Manejaban el alambre con tanta brutalidad que a muchos les reventaron las venas y se desangraron. Ese suplicio se prolongó y desde los camiones partían gritos aterradores. A los que gritaban, les aplicaban culatazos en la cabeza. Otros pedían que los golpeasen para desmayarse. Las víctimas fueron llevadas en cuatro camiones. Tan pronto regresaba uno, salía otro, repleto de víctimas. La distancia no era mucha. Los partisanos que nos acompañaban, mientras íbamos por el nuevo botín se repartían los objetos y el dinero de los masacrados. Encontraron muchos devocionarios que destrozaron y tiraron" (Documento 45).

El testigo N° 174 dice que de Karlovac llevaban todas las noches a unas 100 personas para ser masacradas en Kordun. El se hallaba en un grupo y un partisano, su conocido, le facilitó la huida.

El testigo N° 102, ex presidiario del campamento de Sisak, atestigua que todas las noches cuatro camiones cargaban a los presos, cerca de 60 hombres por camión. Esa faena se prolongó durante unos 10 días y fueron llevados para ser fusilados por lo menos 1.500 presos. (Sobre la matanza en Sisak véase el Documento XXIX).

En Kordun, en la aldea Cemernica, a 7 kilómetros de Topusko, había un campo de concentración. El testigo N° 101 expresa que en dicho campo se hallaban soldados prisioneros menores de 20 años. De allí nadie escapó vivo y se lo considera campo de exterminio. Los masacrados, sin interrogatorio ni juicio sumario, fueron sepultados en las hondonadas y los pozos naturales cerca de Toplicka kosa. A veces hubo dentro 1.500 presos y siempre varios centenares. Este campo dependía del comando partisano en Petrinja. En las masacres tomaban parte también los campesinos serbios lugareños. Allí fueron llevados los soldados de los campamentos de Sisak, Karlovac, Zagreb y de otros lugares. El testigo opina que allí fueron asesinados por lo menos 4.000 croatas (Documento XXXIV).

Sobre el campo de concentración y la carnicería de los prisioneros en Bjelovar, por donde pasaron en las "marchas de muerte", tenemos varios testimonios. El testigo N° 170 declara que tan pronto su grupo llegó al campo, los presos le señalaron tumbas colectivas tapadas en las zanjas que sirvieron de refugio contra los ataques aéreos. Según las cifras dadas por los presidiarios y los habitantes de Bjelovar, allí perecieron de 8 a 9.000 prisioneros y por el campo de concentración pasaron 30.000 (Documento XXXIV). El testigo N° 87, partisano en el tiempo de la masacre, depone que en Bjelovar fueron masacrados tanto prisioneros de guerra como civiles.

"Tuve la oportunidad de presenciar cómo una masa de gente venía frente al campamento llevando comida a los prisioneros. Una vez ocurrió lo siguiente, que es del dominio público en todo Bjelovar. Millares de personas alcanzaban víveres a los presos, aunque los guardias las insultaban, empujaban y dispersaban. Las mujeres gritaban: "Dejen en libertad a los soldados croatas; ¿por qué los torturan?; no han hecho nada malo". Los guardias abrieron el fuego y varias mujeres cayeron acribilladas".

Los testigos Nos. 194 y 105 declaran haber visto una multitud de soldados que los partisanos mataban mientras pasaban por las calles. Una mujer con el niño en brazos vio en una columna de prisioneros a su marido y corrió a saludarlo, pero el guardia comunista lo apartó de la columna y lo mató en el acto diciendo a la mujer: "Aquí lo tienes".

El campo de concentración en Krapina estaba habilitado por breve lapso mientras pasaban por allí hacia Zagreb y Eslavonia los prisioneros de regreso de Eslovenia. Ese campo fue pronto levantado a raíz de acerbas protestas de los habitantes, que siempre se destacaron por su conciencia nacional. Más tarde, los presos fueron trasladados al campo Mirkovac, cerca de Sv. Kriz. El testigo N° 191 depone que en ese campo había millares de hombres. Vio cómo ataron con alambre, a la vista de todos, a un grupo de 200 a 300 y los llevaron. Luego se enteró de que fueron asesinados. Tales escenas se repitieron por tres noches sucesivas. El testigo N° 194 vio el mismo espectáculo. Se encontró entre los trasladados al campo de concentración Mirkovac, donde antes funcionaba el servicio de trabajo de Croacia. "Allí apartaron a todos los ustachi y los fusilaron". "En ese campo -afirma el testigo- permanecí diez días y no nos daban nada de comer ni de beber, de manera que muchos murieron de hambre y de sed".

 

CAPÍTULO V: "LAS MARCHAS DE LA MUERTE"

 

Una de las formas más horribles de torturas y matanzas colectivas fueron las tristemente célebres "marchas de la muerte", en las que perecieron decenas de miles de croatas a la vista de centenares de miles de sus connacionales.

Largas columnas estaban compuestas por soldados croatas y fugitivos capturados ante Bleiburg y en otros lugares de Eslovenia. Las primeras y más numerosas, formadas en Bleiburg, tomaron el camino de Dravograd- Maribor o Dravograd-Celje. Los sobrevivientes prosiguieron su forzada marcha a través de Croacia hasta la frontera rumana.

Como es sabido, muchos integrantes de estas columnas fueron separados en Maribor y otros en distintos puntos de las línea Dravograd-Celje- Zidani Most para ser masacrados o internados en los campos de concentración y luego, en su mayoría, asesinados.

Además, antes de llegar a esos lugares, ya desde los primeros días se mataba individual o colectivamente. Todos, sin distinción alguna, soldados, civiles, jóvenes y viejos, varones y mujeres, tuvieron que caminar en condiciones infrahumanas. En el camino su número disminuía progresivamente por las razones señaladas y porque fusilaban en el acto a los rezagados. Los comunistas mataban a los prisioneros más resistentes para intimidar a los demás y a los espectadores.

Las columnas principales recorrieron más de 500 kilómetros, y algunos hasta 1.000 kilómetros. Caminaban, generalmente, a través de Eslovenia, el norte de Croacia hasta Serbia y Voivodina, algunos hasta la frontera de Rumania y los restos de una columna llegaron hasta Macedonia, no lejos de la frontera con Grecia.

En la sección "Documentos" publicamos varios relatos fidedignos y estremecedores de esas verdaderas "marchas de la muerte". Esos relatos, por extensos que sean, reflejan sólo una pequeña parte de la trágica realidad.

 

Principales "columnas de muerte"

 

Como nos es imposible seguir el recorrido de cada columna, determinaremos a continuación el itinerario de las principales desde mediados de mayo y hasta fines de agosto de 1945.

I. Bleiburg - Dravograd - Maribor - Ptuj - Varazdin - Ludbreg - Koprivnica - Djurdjevac - Virovitica - Podravska Slatina - Nasice - Osijek - Vinkovci - Sid - Kukuljevci - Mitrovica - Ruma - Stara Pazova - Zemum - Belgrado - Pancevo - Vrsac - Bela Crkva

II. Bleiburg - Dravograd - Slovenjgradec - Velenje - Celje - Lasko - Radece - Selnica - Krsko - Brezice - Samobor - Zagreb - Sesvete - Dugo Selo - Cazma - Bjelovar - Pakrac - Dragovic - Pozega - Krndija - Osijek - Vukovar - Sid - Mitrovica - Belgrado - Kovin.

Los soldados y civiles repatriados de Austria y trasladados por los ingleses a Jesenice siguieron, en líneas generales, este recorrido:

III. Jesenice - Radovnica - Kranj - Medvede - St. Vid (la mayor parte llevada a Kocevlje donde fue masacrada) - Celje - Krsko - Brezice - Zagreb.

IV. Jesenice - Kranj - Ljubljana - Rudnik - Kocevlje - Delnice - Rijeka.

Con los repatriados y arrestados en Zagreb y sus alrededores se formaron en esa ciudad varias columnas que recorrieron el trayecto siguiente:

V. Zagreb - Sesvete - Dugo Selo - Popovaca - Banova Jaruga - Lipik - Caglic - Okucani - Nova Gradiska - Bosanska Gradiska - Gornji Podgradci.

No es posible dar un cuadro completo de dichas columnas por razones de espacio y por falta de datos exactos que, a buen seguro, ni las autoridades comunistas poseen, pues no hacían un control riguroso de los prisioneros y civiles repatriados y, además, mataban en muchísimos casos sin sumario ni indagación, a veces sin identificar a sus víctimas, que arrojaban a los ríos, dejaban en el camino, inhumaban en fosas, pozos, hoyos y zanjas antitanques. Con todo, no cabe la menor duda de que en esas "marchas de muerte" sucumbió la mayor parte de sus integrantes, decenas de miles de hombres.

 

Cifras sobre la dimensión de las "marchas de muerte"

 

Varios testigos proporcionan cifras que permiten crearse una idea sobre la dimensión de la tragedia en dichas "marchas de muerte"

El testigo radicado en la Argentina (Doc. XXVI) afirma que en su columna el número de los muertos fue elevado desde el primer día, y que ya en Bleiburg, bajo el control de la V división serbia, se había formado una columna de 18.000 prisioneros. "Hasta Dravograd nos trataron con circunspección, pues estábamos todavía bajo el control británico. Apenas traspuesto el puente de Dravograd, empezaron las masacres. Al principio los asesinatos eran individuales, pereciendo los que sucumbían de hambre y agotamiento. Además, de vez en cuando, los partisanos penetraban en nuestra columna, dando culatazos, puñaladas y porrazos a diestra y siniestra, asesinando o pisando con caballos e impeliendo a la gente a saltar a la corriente del río Drava. A unos 15 kilómetros de Maribor nos obligaron a correr, teniendo que quitarnos toda impedimenta para poder aguantar esa corrida. Quienes no aguantaron, y fueron tantos, eran fusilados... De los 18.000 que éramos apenas llegó a Maribor la mitad."

Un integrante de una columna de muerte que en Maribor contaba 15.000 hombres, declara que tras 300-400 kilómetros. de marcha forzada llegaron a Osijek apenas 6.000. Otra columna que en Dravograd contaba 5.000, arribó, tras recorrer 1.000 kilómetros, a Bitolj, en Macedonia, con sólo 300 sobrevivientes.

El testigo que integraba una columna desde la frontera de Austria hasta Rumania (Doc. XXV) manifiesta haber oído que el jefe de la escolta reportó a un comisario político que en dicha columna había 11.000 prisioneros, mayormente jóvenes, y algunos civiles. Al llegar a Pancevo, suburbio de Belgrado, tras 600 kilómetros de caminata, eran unos 600, casi todos enfermos y lacerados.

El testigo, que se hallaba en la columna de muerte desde Dravograd hasta Belgrado, informa que eran cerca de 24.000 y llegaron al destino muy pocos (Doc. XXVIII).

"Desde el principio cada paso que dimos fue marcado por la sangre de los prisioneros. Los guardias disparaban contra los grupos a su antojo. Separaban uno por uno, los torturaban y, por último, los degollaban a la vista de todos. Al salir de Dravograd se apropiaron de todo, relojes, ropa, zapatos, y a los que no poseían nada los ultimaban de un tiro en la nuca. Presencié escenas terribles. No hacían distingos entre ancianos y niños, entre hombres y mujeres que había en nuestra columna". En Maribor permanecieron siete días sin comer. Todos los días llevaban grandes grupos para fusilarlos. En el camino hacia Varazdin "los cadáveres de los soldados croatas llenaban las zanjas". "Tuvimos que correr la mayor parte del tiempo, mientras que los partisanos montaban a caballo y bicicletas liquidando en el acto a los que se caían... Los jóvenes aguantamos a duras penas, mientras que los mayores sucumbieron en el camino, no pudiendo resistir el ritmo de la marcha... En los pies se formaban callos, apareciendo poco a poco llagas sangrantes. Todos estábamos descalzos, pues en Maribor nos quitaron los zapatos... Al salir de Osijek, en el kilómetro 6 ó 7 hacia Dalj, nuestros acompañantes degollaron ante nuestros ojos a 150 hombres. En Vinkovci nos instalaron en una fábrica de ladrillos. De noche venían serbios y sacaban grupo tras grupo, sin que volviese ni un solo hombre. Durante la noche resonaban ráfagas de ametralladoras que sesgaban las vidas de los atados soldados croatas. La minoría serbia nos castigaba a porrazos, traspasaba los cuerpos con lanzazos, partían las cabezas con garrotes y hachas, cortaban cuellos, ataban a los caballos para arrastrar a los infelices por el camino... En Sid cooperaron en las matanzas incluso ciertos miembros del Ejército Rojo. Permanecimos allí seis días sin comer un bocado. Nos colocaron en una hondonada y alrededor colocaron barriles llenos de agua. Como la sed nos atormentaba hasta volvernos locos, corrimos a los barriles. A medida que alguien se avecinaba, era fusilado... Tras esta tortura, nos dieron agua y un pan de dos kilos para 33 hombres. Muchos murieron de excesivo consumo de agua."

En Mitrovica obligaron a los agotados prisioneros a bañarse en la veloz corriente del río Sava y muchos se ahogaron.

En el trayecto Djurdjevac-Belgrado fueron asesinados por lo menos 2.800 prisioneros "sin mencionar a los que fueron muertos de otro modo o perecieron de hambre, sed y agotamiento". En Pancevo fue separado un batallón entero y fusilado.

El testigo pertinente fue separado también y enviado a trabajos forzados en tales condiciones que de su grupo de 100 prisioneros sobrevivieron sólo 42. Además, todos los días fusilaban a grupos menores. Un grupo tuvo que quedarse durante días en el río Drava y los que aguantaron fueron, por fin, ahogados. El testigo pesaba en el momento de captura 84 kilos, y cuando lo soltaron por menor de edad pesaba 48.

Un testigo (Doc. XXXI) suministra la cifra precisa de su columna, que en Eslovenia contaba 12.000 personas y tras la marcha de 500 kilómetros, en Novi Sad, Voivodina, quedaron con vida 3.000.

"Lo sabía con precisión, pues era uno de los encargados de repartir el pan, a saber: 150 gramos por día a cada integrante de la columna. Por lo tanto, en el trayecto murieron maltratadas en forma bestial 9.000 personas".

Trato inhumano con los integrantes de las "columnas de muerte"

Los rasgos comunes de cómo fueron tratados los integrantes de las columnas de muerte, en lo que coinciden todos los testigos, serían los siguientes:

- Tras la captura, los partisanos empezaron a quitarles dinero, relojes, anillos y cuanto objeto de valor poseían los prisioneros (muchos se llevaron consigo joyas de familia), y, paulatinamente, ropa y zapatos, y así al final los más iban semidesnudos, en paños menores y descalzos.

- Muy rara vez, generalmente al final del recorrido, les daban algo de comer y agua. Aun más, en muchísimos casos los guardias prohibían a la población civil alcanzar a los integrantes de las columnas, mujeres y niños, comida y agua. Muchas veces maltrataron a la población compasiva, le arrebataban la comida y tiraban el agua, y varias personas fueron muertas por querer socorrer a sus infortunados compatriotas. Se recurría a torturas refinadas, deteniendo a la columna junto a una fuente de agua y no permitiendo beberla. Los que se atrevieron a tomarla fueron fusilados en el acto. A los niños no siempre les daban agua.

- Mientras la población croata se esforzaba por ayudarlos, los comunistas organizaban a sus correligionarios y simpatizantes que se ensañaban contra los sufridos caminantes. Especialmente en los poblados de la minoría serbia fueron maltratados, torturados, expoliados y asesinados los prisioneros croatas. Hubo casos en que los habitantes serbios envenenaron el agua y la comida. Cabe subrayar que eso ocurría en Croacia y contra los croatas que combatieron por la independencia nacional.

- La población croata, corriendo gran peligro, manifestó honda solidaridad con sus compatriotas. A veces esos sentimientos de solidaridad se trocaron en demostraciones en masa, reprimidas brutalmente por los partisanos.

Los que se quedaban en el camino por agotamiento, debilidad, enfermedad o sueño eran fusilados sin piedad. Tenían que proseguir, incluso las mujeres que, de sufrimientos y fatiga, abortaron en el camino.

- Hubo muchos casos de rezagados fusilados, teniendo en cuenta que fueron torturados, tuvieron que correr bajo el sol quemante, mientras que sus guardias iban a caballo o en vehículos.

Por regla general, los partisanos cada tanto sacaban a prisioneros de la columna y sin ninguna razón especial los mataban, a veces a la vista de los demás, y a veces en los bosques circundantes.

- Los guardias solían aconsejar a los que no daban más o a los enfermos que se quedasen a esperar la ambulancia. Los que les hicieron caso fueron asesinados en el acto. Algunos desesperados, con el fin de poner término a los sufrimientos, se quedaron adrede, sabiendo que serían fusilados.

Algunos prisioneros sobrevivieron gracias a los sacrificios de sus compañeros, que cargaban con ellos, les daban algo de agua o un terrón de azúcar que les quedaba.

El trato con las mujeres y los niños, en línea general, fue idéntico, salvo que se quedaron todos en Zagreb, donde en parte fueron liquidados y en parte soltados. En las columnas que marcharon de Zagreb a través de Eslavonia hasta Voivodina y Serbia había pocos civiles. En cambio, en muchas columnas de muerte desde la frontera de Austria hasta Zagreb prevalecieron civiles, hombres y mujeres.

 

El porqué de las "marchas de muerte"

 

Se impone el interrogante: ¿por qué los dirigentes comunistas organizaron tantas torturas y masacres de los prisioneros croatas a la vista de centenares de miles de gente en Eslovenia, Croacia y Serbia? ¿No hubiera sido más lógico ocultar sus crímenes como lo intentaron, en parte, en Eslovenia?

Creemos acertar si decimos que esas marchas de muerte fueron organizadas por motivos políticos y de propaganda. Los comunistas se sentían todavía inseguros y, aplicando los métodos del terror colectivo, especialmente en Croacia, trataron de intimidar a la población con las medidas más drásticas. En Croacia, la mayoría abrumadora de la población era anticomunista y consideraba la restauración de Yugoslavia no como "liberación", sino como nueva esclavitud mucho peor que la anterior. Querían quebrar la resistencia de un pueblo, pues no se había desvanecido totalmente la esperanza de que los Aliados occidentales, de un modo u otro, obligarían a Tito a cumplir sus promesas y celebrar elecciones para que los pueblos de Yugoslavia decidieran libremente sobre su destino y la forma del gobierno. La acerba propaganda comunista contra la reacción internacional y el capitalismo anglosajón, como la expulsión de las tropas de Tito de Trieste y Carintia, sugerían la posibilidad de una intervención angloamericana. La inactividad de los Aliados occidentales, que durante la guerra aseguraban a los pueblos de Europa central que su victoria les reportaría la liberación de la supremacía nazifascista, fue una de las causas adicionales de los sufrimientos de sus simpatizantes opositores a la tiranía comunista. De ese modo se jugaba con la suerte, la libertad y la vida de individuos y pueblos enteros, al prometerles la paz, la democracia y la prosperidad. Eso ayudó mucho a los comunistas en su victoria y en la liquidación de la resistencia.

Por eso, las masacres en masa, las "marchas de muerte", los campos de concentración y las prisiones repletas tuvieron como fin atemorizar a la Croacia rebelde y no doblegada. Por las prisiones de Tito pasaron en 1945 centenares de miles de croatas, vejados y maltratados. Cada preso vivía en la pesadumbre de que el próximo turno de suplicio y muerte violenta podría tocarle a él. Y cuando esa multitud de presos y presidiarios maltrechos y deprimidos regresó a sus casas, enterándose de los hermanos o hijos asesinados o torturados, viendo a sus allegados y amigos en la extrema miseria, echados de sus hogares, viviendo bajo control constante y el impacto de una propaganda incesante, se necesitaban fuerzas sobrehumanas para no perder el ánimo y pasarse al servicio de los opresores comunistas.

 

Ejemplo croata - Advertencia a los eslovenos

 

Los organizadores comunistas de las matanzas en masa y las marchas de muerte perseguían efectos políticos y psicológicos bien precisos no sólo en Croacia, sino en Serbia y Eslovenia. Tenían razones especiales para no ocultar sus sangrientas represalias contra los croatas.

El derrumbe fulminante, tanto militar como político, del Reino de Yugoslavia produjo en Eslovenia gran decepción e indecibles calamidades. Yugoslavia se mostró totalmente incapacitada para defender los intereses nacionales de Eslovenia, repartida entre Italia, Alemania y Hungría. Los sufrimientos de los eslovenos, especialmente en la parte anexada por el Tercer Reich, eran indescriptibles. La porción eslovena de Estiria, en los planes de Hitler, tuvo que germanizarse en su totalidad. Los que no lo admitían, debían ser deportados y hasta exterminados.

En el momento de la invasión del Eje en abril de 1941 y después, Eslovenia fue abandonada por los serbios a su suerte. Eso fortaleció el movimiento por la independencia nacional y estatal de Eslovenia dentro de la comunidad europea. Esa tendencia tomó cuerpo aún durante el Reino de Yugoslavia. Los eslovenos sabían que sin el apoyo croata no podían mejorar su situación dentro de Yugoslavia e influir en su política interior y exterior. Sabían por experiencia que a despecho de los representantes del partido mayoritario esloveno en el gobierno central, los serbios tomaban decisiones catastróficas contra el sentir, el pensar y los intereses vitales tanto de los croatas como de los eslovenos. Los católicos eslovenos no se olvidaron de que el concordato ya firmado entre Yugoslavia y la Santa Sede, que aseguraba la igualdad religiosa entre los católicos y los ortodoxos, no fue ratificado por culpa de los serbios. Temiendo la consolidación de la república de Austria, Belgrado favoreció la política de Anschluss, lo que representaba para Eslovenia tener por vecino al Tercer Reich. Los serbios, esperando el apoyo contra Alemania, establecieron en 1940 relaciones diplomáticas con Moscú, lo que contrariaba los sentimientos de los croatas y los eslovenos. Temiendo la creciente influencia de los croatas y los eslovenos, los serbios invalidaron la adhesión de Yugoslavia al Pacto Tripartito, lo que debía salvarla de los horrores de la guerra o por lo menos postergar su entrada en la guerra hasta el momento más favorable. No es de extrañar, pues, que los líderes del partido mayoritario esloveno, Dres. Kulovec y Krek, a raíz del golpe de Estado en marzo de 1941, llevaron al conocimiento del gobierno del Tercer Reich que, ante la inminente desintegración de Yugoslavia, les preocupaba ante todo la suerte del pueblo esloveno, para el que veían dos alternativas: 1°) Una Eslovenia independiente o 2° ) un Estado común de croatas y eslovenos[171].

Ese creciente sentimiento de los eslovenos de confiar en primer lugar en sus propias fuerzas, tuvo su expresión durante la guerra en la autonomía de Eslovenia, que tuvieron que reconocer las autoridades alemanas de ocupación y en la organización del propio ejército, que con éxito se enfrentó con los efectivos comunistas. Ese ejército fue masacrado, igualmente que el croata[172]. "Las marchas de muerte" y matanzas de croatas en Eslovenia, evidentemente han sido concebidas por los comunistas con el propósito de atemorizar a los eslovenos para que no siguiesen el ejemplo de Croacia en la lucha por su independencia nacional.

 

La venganza serbia motivada con la razón de Estado

 

Masacrando a los croatas como traidores a la "unidad y fraternidad" yugoeslavas, los comunistas buscaban efecto político en Serbia, opuesto al que perseguían en Eslovenia. Los serbios exigían unánimemente la venganza contra los croatas por su supuesta traición en 1941. Los comunistas, favoreciendo las tendencias chovinistas serbias y anticroatas, consiguieron la cooperación de las masas serbias durante la guerra. Opinaban que afianzarían sus posiciones entre los serbios, defensores intransigentes de la unidad de Yugoslavia, si impusieran la venganza en masa contra los croatas. Esa venganza, como sabemos, fue consumada en forma de genocidio y de esclavitud nacional. En ese sentido, los comunistas fueron sucesores dignos de la dictadura monárquica y de los guerrilleros de Draza Mihailovic. Las masacres en masa, las marchas de muerte y luego la persecución de la Iglesia Católica fueron concebidas y organizadas conforme a la teoría de la razón del Estado. "Los soldados croatas tuvieron que morir para que Yugoslavia viva", dijo Milovan Djilas. Tito declaró a los periodistas norteamericanos que no podía dejar en libertad al presidiario cardenal Stepinac "por cuanto todos los serbios se opondrían" [173].

 

CAPÍTULO VI: MÉTODOS DEL TERROR COLECTIVO

 

Se sabía con anticipación en la capital de Croacia que los comunistas adoptan múltiples medidas terroristas y represivas para prevenir todo intento de oposición y resistencia. Esas medidas de terror se practicaron despiadadamente y con precisión de máquina aun cuando, aparentemente, parecían excesos no controlados.

Saqueos, pillajes y asesinatos estaban a la orden del día y aunque parecían espontáneos, como obra de guerrilleros no controlados, de hecho se ejecutaban según el plan prefijado allí donde se consideró necesario aplicar las medidas del terror colectivo para castigar a la población por su resistencia al comunismo y a la forzosa unidad de Yugoslavia. Al mismo tiempo, en forma bárbara se premiaba con ello a los combatientes comunistas que pudieron dar rienda suelta a sus impulsos agresivos saqueando y maltratando a la población civil.

Ese desahogo, según las circunstancias, solía durar varios días (generalmente 48 horas, Documentos XIX). Luego entraba en acción la temible OZNA (policía política comunista, denominada hoy UDBA), "limpiando" sistemáticamente, liquidando, de acuerdo a las listas cuidadosamente confeccionadas, a todas las figuras destacadas en la vida nacional en todos los niveles sociales. Estas medidas se agregaron a un control severo y total de la población en sus domicilios, talleres, fábricas, de oficinas, la alimentación, vehículos y del movimiento -para todo había que tener carnet y llenar un sinnúmero de formularios y planillas. La participación en los mítines, reuniones, conferencias y manifestaciones era obligatoria y ­ay! de quienes no gritasen sloganes oficiales, exclamasen y aplaudiesen, cantasen y desfilasen. Los "trabajos voluntarios" eran obligatorios (los intelectuales tuvieron que remover escombros, limpiar calles, sepultar muertos y efectuar otros trabajos físicos al cabo de sus tareas específicas y de la participación en los mítines y reuniones).

Todo eso, sumado a la ruidosa propaganda, fue calculado para eliminar toda posibilidad de reacciones psicológicas normales, mediante el terror, la intensa propaganda y el cansancio físico.

 

La capital de Croacia bajo el terror comunista

 

Los métodos del terror comunista y la presión psicológica culminaron en Zagreb, altiva y resistente capital de Croacia, que con desprecio y en silencio acogió a los "libertadores" balcánicos y, como era el centro principal de resistencia, los comunistas quisieron doblegarla a toda costa.

Si el propósito de las autoridades croatas era, evacuando sin lucha a la capital, salvarla de la destrucción, el pillaje y las masacres colectivas (en Zagreb están las principales instituciones culturales croatas, bibliotecas, museos, galerías, archivos), debe reconocerse que fue acertado. Ni siquiera los partisanos sedientos de venganza osaron dar rienda suelta a sus instintos de odio. El prestigio de Zagreb, moderna metrópoli de tipo occidental, y la fama de la alta conciencia patriótica de sus ciudadanos que a lo largo de los siglos se opusieron a la dominación extranjera, influyeron incluso en los guerrilleros comunistas llegados del interior de los Balcanes. En vano los dirigentes comunistas dispusieron adrede que los primeros efectivos guerrilleros que entraron en Zagreb fuesen, no las contadas unidades reclutadas en Croacia, sino los aguerridos combatientes partisanos, deseosos de venganza.

Las primeras unidades partisanas aparecieron en las calles de Zagreb dos días después del repliegue del ejército croata. Avanzaban por las calles, llenas de miedo, en formaciones de combate como en país enemigo. Nadie, ni hasta sus escasos simpatizantes, salió a la calle para ovacionarlos como "libertadores", ni tampoco hubo desafíos ni motivos para violencias y pillaje en masa.

Los comunistas trataron de dar, en el primer momento, la impresión de una vida normal en una gran metrópoli, por suerte salvada de las destrucciones de guerra. No lo lograron. La presencia de los partisanos, roñosos, harapientos y desaliñados contrastaba con el ejército regular croata replegado y daban tal aspecto nuevo a las antes limpias y elegantes calles y avenidas que se sintieron desconcertados no sólo los habitantes de Zagreb sino también los invasores. Todos veían con claridad que los partisanos no habían "liberado" a nadie y que era posible quebrar la resistencia de esta capital y de la nación croata únicamente mediante los más drásticos métodos de terror. El Estado de Croacia fue liquidado dentro del marco de la contienda general, pero Croacia no fue vencida ni doblegada.

Cabe recalcar que las autoridades croatas, al retirarse de Zagreb, la dejaron intacta, funcionando los servicios públicos, las oficinas, la industria y el comercio, sin destruir nada. En todas las instituciones permaneció el personal técnico imprescindible, corriendo el grave riesgo de las represalias comunistas. La red de la radiodifusión nacional funcionó incluso después de la entrada de las unidades partisanas en Zagreb y cuando los invasores ocuparon la estación de radio, los radioescuchas pudieron oír que los locutores los habían recibido a gritos y balazos.

 

El gran miedo del vencedor y del vencido

 

Bogdan Radica, escritor croata, actualmente profesor en Fairleigh University, EE.UU., publicista de prestigio internacional, fue a la sazón jefe del departamento de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores de Tito. Asqueado por el régimen comunista, muy pronto escapó y diez años después escribió un ensayo instructivo "El gran miedo", Zagreb 1945 [174], demostrando que el miedo se había apoderado no sólo de las víctimas sino también de sus victimarios y torturadores:

"El miedo invadió a los individuos y a las masas, a la minoría y la mayoría. Vivían con temor tanto los indefensos como los que con fuerza y opresión generaban el miedo en cada uno y en el país entero. Desde los peldaños más bajos del poder comunista hasta los más encumbrados, de los que se hubiera podido suponer que no sufrieron susto, el miedo se apoderó del vencedor y del vencido. Sobre el miedo provocado por la revolución y el terror, he leído muchos libros de memorias no sólo respecto a la Revolución Rusa sino también a la Francesa. Y ese gran temor, suscitado por hondos colapsos históricos, derrumbes de los sistemas y gobiernos establecidos, el estallido que provoca la anarquía y el instinto de la fuerza bruta, creció ahora y envolvió a Zagreb entera: a los que temblaban en sus hogares, inseguros, temiendo al oír un paso, un golpe en la ventana o la puerta, y a los que vivían en los ministerios de la nueva autoridad impuesta, o en los hoteles donde colectivamente vigilaban los dirigentes supremos de la satrapía comunista. En Zagreb seguían explotando las bombas y cada detonación helaba los huesos de todos sus habitantes. Como un huracán, el miedo arremetía en sentido horizontal y vertical, suscitando en el hombre sensación de nulidad física y de miseria intelectual. La vida humana se rebajó tanto que todas las nociones sobre su valor, fraguadas a lo largo de los siglos, desde la época griega y romana hasta la cristiana, se tornaban estériles. El cerebro del hombre, su esencia intelectual, su espíritu y alma apenas asomaban en la superficie. Mientras las masas desenfrenadas de los partisanos, de los jóvenes intoxicados con mentiras y el alcohol, cantaban a la "libertad", no había libertad para nadie; ni para la mayoría oprimida y atemorizada, ni para la minoría que temía el caos, la violencia y el terror que ella misma imponía a la mayoría. Cada uno en cualquier momento pudo ser víctima de la violencia arbitraria... El gran miedo de 1945 sumió a Croacia en la oscura noche balcánica... Era el tiempo de un Juicio Final más terrible, de un Infierno dantesco más negro de lo que jamás pudo imaginarse[175].

 

Consuelo de la religión

 

En esos tiempos difíciles, por los que acaso no pasó en la historia moderna pueblo europeo alguno, la única fuente de consuelo fue la religión. La Iglesia Católica fue la única institución que por su naturaleza y la alta moral de sus representantes escapaba totalmente al control comunista. Tanto más cuanto que su jefe era el cardenal Stepinac, hombre de virtud, fortaleza espiritual y valentía excepcionales.

Aquí cuadra señalar el hecho importante, pero poco subrayado, de que el arzobispo de Zagreb, monseñor Stepinac, en parte, fue víctima de la propaganda y la política de guerra de las democracias occidentales. Aunque él, tal vez mejor que nadie en Croacia, percibió aun antes de la guerra el peligro comunista, e hizo cuanto estuvo a su alcance para limar asperezas y conflictos, tan hábilmente explotados por los comunistas, creía sin embargo que las democracias occidentales en su propio interés no permitirán el control soviético sobre el Adriático. Creía a raíz de los contactos con los diplomáticos ingleses y norteamericanos durante sus visitas en el Vaticano que los Aliados occidentales, apoyándose en las fuerzas anticomunistas en Croacia y Eslovenia, tratarían de contener el imperialismo comunista que, al conquistar a Croacia, se apoderaría de importantes posiciones estratégicas en la cuenca danubiana y dominaría los accesos a Italia, a la Europa central y al Mediterráneo.

Hicimos esta disgresión a fin de que los lectores que no hayan experimentado la opresión comunista puedan comprender mejor lo que siguió después de la "liberación" de la capital croata y del territorio que durante toda la guerra se hallaba bajo el control de las autoridades croatas. El pueblo croata, a despecho del régimen autoritario transitorio, sabía que combatía y sufría por los intereses del mundo libre y por su Estado nacional, sin el cual no puede haber libertades nacional ni civiles.

 

Arrestos en masa, prisiones y campos de concentración en Zagreb

 

Ya los primeros días, los comunistas arrestaron a más de 80.000 personas en Zagreb. Los primeros detenidos fueron quienes respondieron a los llamados propalados por radio de que se presentasen en los lugares establecidos los ex funcionarios estatales, militares y policías, los que trabajasen en empresas del Estado y los que se radicaron en Zagreb en los últimos años.

Muy pronto trascendió que esos llamados significaban ir a la cárcel y la gente se presentaba ya provista de mantas y de los efectos personales imprescindibles.

Otros fueron detenidos por los órganos del ejército y la policía comunista. Las cárceles de la calle Petrinjska, de Savska Cesta, Nova Ves, de la Plaza de Kulin Ban y la calle Mosinski estuvieron atestadas.

Se improvisaron campamentos en Kanal, Mirogojska Cesta, Precko, Jankomir, Maksimir y Podsused. Se trataba de recintos de mayor o menor dimensión, rodeados de alambrado de púa y de nidos de ametralladoras, desprovistos de adecuada instalación higiénica. Los presos no recibían comida ni siquiera agua. Las familias de los detenidos no sabían dónde se encontraban sus familiares, de manera que millares de padres, madres, hijas, ancianos y menores iban de un campamento a otro y miraban desde lejos, corriendo a veces el riesgo de ser blanco de los disparos, e indagaban para saber algo de sus padres, hijos, hermanos o maridos. Se sentían felices quienes podían averiguar el lugar de detención de sus familiares y aun más dichosos los que podían alcanzarles comida y agua. En esos momentos de angustia se robusteció el espíritu de sacrificio, la solidaridad y el valor cívico, tanto de los arrestados como de sus allegados. Al no poder entregar víveres, cigarrillos, ropa y bebidas a sus familiares, los entregaban a otros detenidos de modo que todos salieron beneficiados en esta campaña de solidaridad humana y patriótica.

 

Testimonios sobre cárceles y campos de concentración

 

Sobre la situación imperante en los campos de concentración y las cárceles de Zagreb hay varios testimonios (testigos Nos. 37, 152, 159, 191, 192, etc.); a las torturas y malos tratos se refiere monseñor Stepinac en sus cartas de protesta al Dr. Vladimir Bakaric (Documento XXXVIII).

El testigo N° 34 declara que los partisanos empezaron a arrestar a la gente tan pronto hubieron entrado en Zagreb, preferentemente de noche, durante el toque de queda.

"El trato con los detenidos era terrible. Citaré lo que me pasó a mí. Cuando me llevaron a la cárcel de la calle Mosinski, encontré a otros 90 arrestados. Durante la noche se presentaron los partisanos con una lista de 40 personas, los pasaron al primer piso, donde todos fueron muertos con armas blancas. Así, durante semanas enteras.

El testigo N° 57 sostiene que en los campos de concentración había por lo menos 80.000 personas y la mayoría, "sin juicio previo, fue masacrada bestialmente en Maksimir, en el bosque Bukovacka, en Markusevac y en Novi Dvori. Los camiones transportaban diariamente las víctimas a la vista de todos, sin que pudiéramos ayudarlos a ellos ni a nosotros mismos".

El testigo N° 22 estuvo arrestado en la prisión de Savska Cesta.

"Todas las noches, a eso de las nueve, llegaban los camiones y se llevaban a los detenidos para fusilarlos... Primero llamaban por las celdas a las víctimas, las ataban, pegaban y las cargaban en camiones. Una noche se llevaron a una mujer encinta que gritaba e imploraba para que no le pegasen. Sin consideración alguna seguían pegándole y ofendiéndola con blasfemias y los insultos más soeces... Mientras estuve en la cárcel, sacaban a la gente de 9 a 12 horas de la noche, lo que observé durante diez días. Luego me trasladaron al primer piso y desde allí no pude observar ya esas escenas, pero me consta que la cárcel se vaciaba cada noche y luego traían a otros arrestados..."

El testigo N° 159 especifica que la cárcel de la calle Alosinski estuvo llena de oficiales.

"Era la peor cárcel. Allí daban muerte a hachazos. Me lo dijeron testigos presenciales. También asesinaron a muchos detenidos de la prisión en Nova Ves, que diariamente se evacuaba para ser llenada con nuevos presos".

La testigo N° 152, esposa de un preso, manifiesta:

"En las cárceles estaban hacinados, y los campos de concentración en Precko, Mirogoj y Kanal repletos con decenas de miles de croatas. Encontré a mi buen marido, tras una larga búsqueda, en el campo de Kanal. Bajo el sol ardiente solíamos esperar desde el amanecer, en largas hileras, esposas y familiares, observando a cada grupo que sacaban del campo. Liquidaban de noche. Lo sé, puesto que nosotras las mujeres habíamos organizado una guardia nocturna, escondiéndonos en lugares apropiados, sobre todo detrás de la vivienda cerca del puente ferroviario en Kanal. Todas las noches salían del campo de concentración camiones cargados con 50 hasta 60 hombres (esos camiones los había regalado UNRRA (United Nations Relief and Rehabilitation Administration para la reconstrucción de las ciudades destruidas), con las manos atadas a la espalda. Lo pude discernir bien, puesto que los camiones pasaban bajo una gran bombilla de luz en el cruce de las calles. El 13 de julio se llevaron también a mi marido. En el mismo grupo se hallaba también Vlasta, de 19 años, novia de Vinko Marovic, ya masacrado. Esa misma noche fueron fusilados sin proceso. Pese a mis esfuerzos y los de la madre de Vlasta, nunca pudimos saber dónde se hallaban sus tumbas".

El testigo N° 176 declara:

"Después de la entrada de los partisanos en Zagreb fui detenido y llevado al campo de concentración en Kanal junto con una gran cantidad de ex soldados y oficiales de todas las armas y civiles. El trato era horrible. Sin atención médica, casi sin comida, piojosos, sometidos a constante terror. De día nos interrogaban... Buscaban a los "fascistas" y a sus simpatizantes, y de noche los conducían para ser fusilados... Hago mención de una escena terrible. Entre numerosas mujeres, madres y otros familiares que del otro lado de la alambrada trataban de ubicar a sus familiares para alcanzarles, en el momento propicio y a escondidas, un paquete de comida u otra cosa, estaba una señora, conocida mía, que consiguió entregar a su hijo, colegial aún, pero fuerte y bien desarrollado, un poco de comida, y le preguntó qué le gustaría que le trajera otra vez. El guardia se dio vuelta y desde una distancia de uno a dos metros disparó contra el muchacho gritando: "Aquí tiene el regalo". El joven, alcanzado, se desplomó y en el último espasmo se levantó y ante el horror de su madre y de los presentes, exhaló el último suspiro. Los presos se alejaron de la alambrada. Semejantes escenas eran frecuentes. El campo de concentración estaba a cargo de las unidades serbias".

El testigo N° 192, detenido en el gran campamento Precko, manifiesta que los guardias que estaban cerca de la alambrada permitían adrede que se congregase allí un grupo mayor de hombres hambrientos que ansiosamente esperaban que alguien del otro lado les alcanzase un trozo de pan. En ese momento abrían el fuego contra los presos ante los ojos de los familiares que buscaban en los campos a sus allegados.

El testigo N° 25 permaneció en Precko tres días:

"Entre nosotros había muchos enfermos especialmente de disentería, como yo, desatendidos totalmente, sin ser separados de los sanos, hambrientos, sin mantas, de modo que muchos murieron allí... Las mujeres traían comida y ropa a sus familiares, pero los guardias las repelían, destruían la comida, las pegaban, maltrataban, les quitaban los anillos y objetos de valor que tuviesen. Por lo que sé, mataron a dos mujeres ante la alambrada al querer aproximarse a los prisioneros".

El testigo N° 19, ex presidiario de Precko, afirma que transcurrió largo tiempo antes de que los civiles empezaran a traer comida a los presos. "Los guardias trataron muy mal a los civiles. Tuve que presenciar cómo un guardia empujó con la culata a mi madre tan brutalmente que la tiró al suelo cuando me entregaba un paquete".

El testigo N° 191, detenido en el campo de concentración en Podsused, manifiesta:

"Aquí también se repitieron las escenas de conducción y encadenamiento de los presidiarios, por centenares a la vez. A algunos, tal vez en base a una lista, los torturaron a la vista de cientos de hombres. Así grabaron con cuchillo la letra U a Jacobo Pavelic, de profesión empleado. La misma letra la grabaron a diez hombres más, y a uno le vaciaron los ojos". (U es la primera letra de la palabra ustacha).

Es evidente, pues, que el tratamiento de los presos era extremadamente bárbaro y que se violaron de modo flagrante todas las convenciones sobre el trato a los prisioneros y heridos, como también los principios del derecho penal de la gente civilizada, en cuanto a la población civil se refiere. Fueron maltratados y a veces muertos los familiares de los presos que trataban de alcanzarles comida y ropa. Mataban en masa a los presos, sin juicio ni sumario previo, y si se instruía causa, era mera apariencia, por cuanto no había defensa ni apelación (Documento XXXVIII).

 

CAPÍTULO VII: OTRAS LESIONES DEL DERECHO DE GUERRA Y CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD

 

Matanza y tortura de heridos

 

La Cruz Roja, fundada hace 100 años bajo el lema "In armis caritas", perseguía en primer lugar un trato humano hacia los heridos de guerra. Y como el mundo civilizado conmemoró este año el primer centenario de esta benemérita institución, interesa sobremanera resumir cómo los comunistas yugoeslavos aplicaban las disposiciones de la Convención de Ginebra respecto a los heridos.

Es de poner de relieve que el Estado Independiente de Croacia adhirió a esta Convención en 1943 y el Reino de Yugoslavia ya en 1929. Por lo tanto, la observación de sus disposiciones respecto a los soldados croatas era obligatoria para el gobierno yugoeslavo, controlado por los comunistas. Ese gobierno se consideró continuador de facto y de jure de la Yugoslavia de preguerra y como tal asumió todos los derechos y las obligaciones derivadas de sus compromisos internacionales.

Ya el citado general Dragojlov, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas croatas, afirma que en la última fase de la guerra los comunistas solían matar a los heridos capturados. Lo mismo hicieron después de la guerra y, además, castigaban a quienes osaran socorrerlos. Por la misma causa fueron condenadas a muerte varias monjas católicas (Ver la protesta del arzobispo Stepinac, Doc. XXX, y la de los obispos de toda Yugoslavia, Doc. XXXIX). Sobre el particular atestiguan varios testigos presenciales. El testigo N° 84 (Doc. VI) declara:

"Estuve nueve meses con los partisanos hasta el término de la guerra y nunca vi a un solo soldado prisionero enemigo, que estuviese herido, atendido en los puestos sanitarios u hospitales de los guerrilleros comunistas. Por el contrario, por las conversaciones entre los partisanos me enteré de que ultimaban a todos los prisioneros heridos, fueran croatas o alemanes..." Después de la lucha por Kakanj el testigo vio "en un patio bastante grande de 300- 400 prisioneros en tren de ser interrogados. Entre ellos había muchos heridos (alrededor de 100) en las manos, piernas, cuello, pecho, etc., lo que pude ver bien... Al anochecer, ante mis ojos y de los demás partisanos, se llevaron a ese triste séquito de heridos al río Bosna, más abajo del puente. Estaban atados de a dos o más con alambre y algunos apenas podían caminar, sosteniéndose de sus camaradas más fuertes. En la orilla del río cortaron el alambre y los fusilaron uno por uno, generalmente de frente, arrojando al río a los muertos o heridos. El río los llevaba o los ahogaba si todavía vivían. Esta escena la vi con mis propios ojos a la distancia de unos cuarenta metros. Había cerca de cien heridos y la ejecutora fue una unidad de la división de Krajina".

Igual suerte trágica les tocó a los heridos evacuados de Zagreb a principios de mayo de 1945, que fueron enviados por trenes y ambulancias hacia la frontera de Austria, como a los que los comunistas encontraron en varios hospitales de Zagreb. Estos últimos fueron llevados en dirección desconocida y todos desaparecieron sin dejar rastro. Del hospital de Brestovac, cerca de Zagreb, donde había 100 soldados enfermos de tuberculosis ósea, todos fueron masacrados en la inmediación de ese nosocomio.

El testigo N° 54 declara:

"Me interné en el hospital de Kuniscak tres días antes de la llegada de los partisanos. Este amplio hospital estaba repleto de soldados y oficiales heridos. Cuando nos enteramos de la entrada de los guerrilleros comunistas en Zagreb, quienes pudimos movernos huimos del hospital. Los que se quedaron fueron cargados en camiones, llevados a un lugar entre Sestine y Gracani, donde los partisanos los asesinaron y sepultaron".

Cosas parecidas ocurrieron en otros lugares. El testigo N° 16 declara:

"Pocos días después de la entrada de los partisanos en Sisak, apareció una mañana gran cantidad de cuerpos horriblemente mutilados cerca de la fábrica de vidrio. Muchos tenían los cuellos cortados, vaciados los ojos, los dientes arrancados, amputadas las manos, etc. Se supo que se trataba de los cadáveres de soldados croatas heridos, alojados en el hospital. Entre los degollados había dos monjas católicas que atendían a los heridos".

El mismo destino les cupo a los heridos que se retiraron rumbo a Austria. El testigo N° 2, que se encontraba ante Bleiburg el 15 de mayo, manifiesta:

"Pasó algo horrible cuando las ambulancias con los heridos cayeron en manos de los partisanos. Arrojaron al suelo a los heridos, en las literas trasportaron las armas para cargarlas en las ambulancias, pisando al mismo tiempo a los heridos". El testigo N° 94 dice: "Junto con nosotros fueron capturados diez heridos, lesionados en los pulmones y las piernas. Como no podían caminar, los remataron en el acto".

Del trato de los heridos, después de la rendición en Dravograd, habla el testigo N° 97:

"Pocos kilómetros antes de Dravograd, nuestra columna fue detenida. Al rato pasaron ambulancias con los heridos. Nos detuvimos dos horas y cuando reanudamos la marcha recorriendo unos 2 kilómetros, los partisanos nos ordenaron mirar a la izquierda y si alguien volviera la mirada a la derecha sería fusilado en el acto. Corriendo gran peligro, aunque los partisanos no podían controlar a todos, varios miraron a la derecha. En una amplia pradera contigua al río Drava pudieron ver un horrendo espectáculo. Las ambulancias del ejército croata estaban vacías, sábanas y vendas empapadas de sangre y dispersas en derredor, muchas tumbas frescas. Se habla del crimen cometido allí hace poco".

El testigo N° 2, ferroviario esloveno, presenta un cuadro estremecedor de los heridos croatas en Maribor, alojados en varios trenes, llegados de Zagreb.

"Del campamento en Maribor condujeron a todos los heridos al río Drava, donde fueron rematados con barras de hierro y arrojados al río. Los que, lesionados en manos y piernas, estaban enyesados, fueron tirados vivos al agua. (No podían nadar y se ahogaron). Los enfermeros tuvieron que vigilar en la orilla y empujarlos con palos, desde la costa, hacia la corriente central del raudo río. En un recodo, distante unos 100 metros del lugar donde arrojaron a los heridos, enviaron a cuatro enfermeros para que empujasen los cadáveres que allí se detuvieron..."

Acerca del trato de los soldados heridos y enfermos en el "hospital" del campamento Precko (Zagreb), informa el testigo N° 19:

"Había allí una barraca para nuestros heridos y para los que se enfermaron de tifus. De noche partían de allí terribles aullidos. Un soldado, muy afiebrado, se refugió entre nosotros y nos contó que los partisanos pegaban a los heridos a porrazos, les desgarraban las vendas insultándolos y amenazándolos, de modo que por excesiva pérdida de sangre morían muy pronto. Tuve que sacar, cada mañana, de ese 'hospital' cuerpos inanimados y estimo que ningún herido o enfermo quedó con vida".

La masacre de los heridos constituye una de las violaciones más flagrantes del derecho de guerra por parte de los comunistas yugoeslavos. Ese crimen basta para que los dirigentes comunistas sean declarados como los criminales más infames de la guerra, cuya compañía dista de ser grata. El hecho de que por cortesía internacional se les confiera las más altas condecoraciones representa uno de los escándalos más ominosos de nuestro tiempo.

 

Infracciones del derecho a sepultura decorosa

 

Es innato en todo ser humano el culto a los muertos, que observan generalmente incluso las tribus salvajes. Las convenciones internacionales sobre la guerra establecen el derecho de los enemigos caídos a una sepultura decorosa y a la identificación de sus tumbas.

Los comunistas yugoeslavos infringieron de modo tan flagrante todas las disposiciones relativas a las tumbas militares, que al respecto no existe otro ejemplo en la historia bélica moderna. No sólo negaron a sus víctimas una sepultura decorosa sino que incluso las familias de las víctimas de las masacres en masa carecen de toda información acerca del lugar donde yacen los restos de sus seres queridos ni pueden recabarla, pues nivelaron los cementerios militares existentes.

Ocurre, pues, que por regla general no se sabe cuándo, cómo y dónde murieron decenas de miles de croatas a manos de los comunistas, cuándo y dónde fueron sepultados. Casi todos los testigos se refieren a las tumbas colectivas en zanjas antitanques, en fosas, pozos; dicen cómo arrojaban a los asesinados a ríos, precipicios, minas, cómo emergían miembros y cuerpos; cómo los perros los arrastraban, etc. En ciertos ríos, particularmente en el Drava había tantos cadáveres que en el verano de 1945 las autoridades comunistas prohibieron bañarse en determinados lugares, temiendo un contagio epidémico. Esas escenas escalofriantes prueban el desprecio de los comunistas por los valores humanos y éticos que respetan todas las civilizaciones. Debían servir como una prueba del derrumbe de un mundo y de la victoria de la revolución comunista.

Ni las autoridades comunistas saben donde se halla la mayoría de las tumbas de sus víctimas. Con excavaciones sistemáticas se descubrirían seguramente inmensos cementerios u osarios colectivos, aunque no debe descartarse la posibilidad de que los comunistas a posteriori trataron de ocultar los vestigios de sus crímenes.

Sobre las transgresiones de las disposiciones del derecho internacional relativo a las tumbas militares tenemos referencias en casi todos los testimonios, y en cuanto a la nivelación de los cementerios publicamos el testimonio valioso del arzobispo Stepinac del 21/6/1945 (Doc. XXXIII) y la carta pastoral colectiva de los obispos de Yugoslavia, fechada el 20/9/1945 (Doc. XXXIX).

El arzobispo Stepinac afirma en su carta de protesta al presidente de la "República Popular de Croacia", Dr. Vladimir Bakaric, que:

"Los familiares no tienen derecho a saber dónde se hallan las tumbas de sus seres queridos, hermanos y maridos... Actualmente, las ejecuciones se cumplen en lugares desconocidos. Los cuerpos son arrojados en zanjas comunes y ningún deudo sabe dónde encontrar la tumba de su ser querido".

La carta pastoral de los obispos del 20/9/1945 habla "del hecho doloroso y sorprendente" de que las autoridades comunistas destruyen y nivelan los cementerios militares, sacan las cruces de las tumbas para que se pierda todo rastro.

Antes de la invasión comunista, en las ciudades de Croacia había cementerios decorosos, bien cuidados, con la debida identificación de cada difunto. Los comunistas no se limitaron a vengarse de los vivos sino que no respetaron ni a los caídos durante la guerra, escarneciendo sus sepulturas y haciendo desaparecer toda huella de sus adversarios. Los familiares ya no podían frecuentar la tumba de sus allegados ni trasladar sus restos a las tumbas familiares.

Casos de semejante barbarie se registraron en Zagreb, Sarajevo (en cementerios católicos y musulmanes), Banja Luka, Varazdin, Mostar, Petrinja y Split, y seguramente en otras localidades, no mencionadas por nuestros testigos.

Destacamos que hay antecedentes de tal salvajismo en la historia turbulenta de los pueblos balcánicos. Milovan Djilas habla de los "cementerios nivelados" de los musulmanes en las regiones conquistadas por los montenegrinos[176].

No es extraño que ese "hecho sorprendente" de la nivelación de tumbas fuese señalado por los obispos en los aciagos momentos de la persecución anticatólica. Vale la pena citar el párrafo íntegro:

"Por último, para terminar, amadísimos fieles, cábenos señalar otro hecho doloroso y sorprendente para nosotros: ni siquiera se respetaron las tumbas de los difuntos. En los cementerios de Zagreb, Varazdin y otros lugares, por orden directa de las autoridades regulares, sacaron las cruces de las tumbas de los ustachi y de los soldados alemanes, nivelaron la tierra de modo que ya no se pueda identificar el lugar de ninguna sepultura individual. Tal proceder debe condenarse en términos absolutos: ante la muerte todos los hombres se inclinan y el enemigo deja de serlo en virtud de las leyes no codificadas, del decoro humano que deriva de la caridad cristiana y también este enemigo tiene el derecho a una tumba decorosa. Se sabe que después de la última guerra mundial los ex enemigos respetaron y conservaron las tumbas de los soldados conquistadores, caídos en tierra extranjera. Y en nuestro país se niegan a reconocer el derecho sagrado a los propios hijos de esta tierra".

Tres arzobispos, nueve obispos, cuatro vicarios generales y un provicario, con sus firmas bajo el texto leído en todos los templos católicos, confirman que no se trataba de actos de guerrilleros irresponsables, sino de "disposiciones de las autoridades superiores".

Rehusar la sepultura decorosa de los soldados caídos y de los ajusticiados, y la destrucción de los cementerios militares existentes, no en lugares escondidos sino en las mayores ciudades de una nación europea civilizada, constituyen la infracción flagrante, fácilmente comprobable, de las convenciones internacionales sobre los prisioneros de guerra y los heridos, firmadas por Yugoslavia y que ésta debió acatar obligatoriamente.

Cosa extraña que la Cruz Roja Internacional pase por alto esas transgresiones que ni bárbaras merecen llamarse, puesto que muchos pueblos bárbaros sepultaban a sus muertos, no negando este derecho ni a los enemigos derrotados. En la Yugoslavia comunista, como expresan los obispos católicos, "se niega ese derecho sagrado a los propios hijos de esta tierra", "liberados" por los comunistas.

 

Campos de exterminio y de concentración

 

Los campos de concentración para los prisioneros de guerra y los civiles repatriados, como asimismo para otros ciudadanos arrestados que no se unieron al éxodo, fueron numerosos y siempre repletos. Al comienzo, muchos de esos campos eran de exterminio y servían para intimidar a la población civil. Con el tiempo, se convirtieron en instituciones estables en la Yugoslavia comunista. Esa cuestión, fuera del marco del presente estudio, merecería un trabajo aparte[177]. Especialmente mal afamados fueron los campos de concentración para la minoría étnica alemana, en los que perecieron decenas de miles de personas sin diferencia de edad ni sexo. Todavía existe el tétrico campo de exterminio en Goli Otok, islote rocoso en el Litoral croata. En ese campo -¡qué ironía del destino!- junto con los resistentes y opositores a la tiranía comunista perecieron también muchos culpables y autores de las masacres y represalias en masa de 1945. Pues, después de la Resolución del Cominform de 1948, allí fueron internados muchos comunistas combativos y recalcitrantes sospechosos de ser partidarios de Stalin.

 

Represalias contra los intelectuales

 

Varias veces recalcamos a lo largo de esta exposición que las represalias comunistas afectaban igualmente a todas las clases sociales. Bastaba que uno se destacase por su conciencia nacional o la convicción religiosa. Sin embargo, con más ensañamiento y odio fueron tratados los integrantes de la clase dirigente en todos sus niveles: intelectuales, oficiales, clero, políticos, forjadores culturales y dirigentes sindicales democráticos. De las declaraciones de casi todos los testigos se colige que los oficiales croatas, especialmente los de rango superior fueron exterminados sin excepción. El episcopado católico, en sus pastorales del 24 de marzo y 20 de septiembre de 1945, habla de centenares de sacerdotes asesinados y detenidos. Según datos recientes, los comunistas asesinaron en Croacia a 362 sacerdotes católicos, y los chetniks a 34. En 1945, los comunistas yugoeslavos dieron muerte a 219 sacerdotes, entre ellos a dos obispos[178]. Posteriormente y hasta la fecha dieron muerte a 40 sacerdotes más. Gran porcentaje de los sacerdotes pasó por cárceles y campos de concentración, saliendo, en la mayoría de los casos, maltrechos e incapacitados para cualquier misión. Casi la cuarta parte del clero croata fue exterminada, lo que constituye el más alto porcentaje en comparación con otros países, excepción hecha de los países bálticos y Ucrania[179].

Con motivo del primer decenio de las matanzas en masa, consumadas en 1945, la Revista Croata que se edita en Buenos Aires publicó los datos y demás pormenores acerca de más de 50 escritores croatas, muertos a manos de los comunistas. En esta larga nómina figuran novelistas, poetas, críticos literarios, historiadores, filósofos, juristas, teólogos y publicistas de nota [180].

Otros fueron arrestados, confinados y perseguidos. Una de las maneras más odiosas de la persecución comunista contra los intelectuales, no es precisamente la imposibilidad de nuevas creaciones, sino la prohibición total de sus obras anteriores. El destacado novelista Mile Budak, los poetas Ljubo Wiesner y Vinko Kos, los críticos literarios Dr. Albert Haller y Dr. Radoslav Glavas, los escritores políticos Julije Makanec, Rudolf Herceg, Milivoj Magdic, Tias Mortigjijia, los estudiosos y científicos como Milan Sufflay, Filip Lukas, Vinko Kriskovic, Janko Simrak, etc., no sólo fueron asesinados o huyeron y murieron en el destierro, sino que sus obras están proscriptas. No pueden reeditarse ni distribuirse sus libros e incluso se los borra de la historia de la literatura y la cultura croatas. Es de poner de relieve que ese ostracismo espiritual y el total desconocimiento de su obra se aplica únicamente a los escritores y estudiosos croatas.

Por ellos y tomando en consideración la persecución religiosa, se puede hablar de "genocidio mental" por cuanto se trata de cambiar a fondo la orientación e identidad cultural de un grupo socio-nacional íntegro[181].

 

CAPÍTULO VIII: TORTURA Y MASACRE DE MUJERES Y NIÑOS

 

En esta exposición insistimos en la masacre y tortura de los prisioneros de guerra y los heridos para poner en evidencia cómo los dirigentes comunistas yugoeslavos han violado todas las disposiciones de las convenciones internacionales sobre la materia y, por lo tanto, según la definición de los crímenes de guerra, deben figurar entre los peores criminales contra la humanidad de la última contienda mundial, perdiendo todo derecho moral a erguirse como acusadores y jueces de sus enemigos durante la guerra y de sus adversarios políticos después. Pero hubo también matanzas de civiles y de muchas mujeres y niños, lo que constituye crímenes más repugnantes que la matanza de los soldados desarmados.

 

¿Por qué huía la gente de condición humilde?

 

El éxodo multitudinario de principios de mayo de 1945 es la continuación de la huída en masa ante los comunistas que se inició, en gran escala desde las provincias del sur y el este de Croacia, dos meses antes de terminar la guerra. Cuando los comunistas, tras la movilización en Serbia y la reorganización de sus efectivos, respaldados por las tropas soviéticas y el apoyo aéreo angloamericano, empezaron a invadir y ocupar las regiones meridionales y orientales de Croacia, la población civil huía en masa hacia Zagreb, de modo que junto con el ejército croata se retiraba rumbo a Austria una multitud de civiles, sin distinción de sexo, edad o profesión. En las columnas de los fugitivos había muchísimos peatones, miles y miles de carros campesinos con familias enteras. Hay varios relatos y referencias sobre ese punto en la sección Documentos.

Un testigo dice al respecto:

"En la segunda mitad de abril de 1945 me encontré con mis familiares en Eslavonia, cuando se replegaba el ejército croata... No fue sólo la retirada del ejército, sino el éxodo espontáneo de la gran masa del pueblo ante el avance de los partisanos. Niños, mujeres, chicos, ancianos y ancianas se pusieron en marcha, por los caminos y en los trenes. Los campesinos abandonaban sus hogares con familias enteras y, cargando en los carros sus enseres, se dirigían a Zagreb. En vano alentaba el ejército a la gente a no abandonar sus casas, asegurando que volvería pronto. Quienes durante los cuatro últimos años tuvieron la oportunidad de conocer a los partisanos, los rehuían temerosos (Doc. XXXI).

Procede que no huían sólo funcionarios y dirigentes partidarios sino todas las capas sociales, hombres y mujeres, los pobres y los ricos y además muchos niños y menores. El testigo N° 9 afirma:

"Lo más conmovedor era contemplar a los pequeños descalzos de Lika y Bosnia en la larga e inmensa columna. Nunca me olvidaré de esa madre croata que huía con sus nueve hijos descalzos, cuyo marido y padre fue degollado por los partisanos una mañana mientras araba en Bosnia".

Los comunistas trataron a posteriori de explicar esa huida en masa ante los "libertadores" como una retirada compulsiva de los civiles o, por lo menos, como secuela de una propaganda alarmista. Por un lado quieren ocultar la verdad acerca de su impopularidad y por el otro juzgan de acuerdo a sus propios métodos. Durante la guerra, cuando los comunistas debían evacuar ciertas localidades ante el avance de las tropas croatas, lanzaban noticias alarmantes y gritaban en grupo: "Huyan, huyan, vienen los ustachi para degollaros". Hacían todo lo posible para que la gente se fuese a los montes, pues allí la movilizaban. En la última fase de la guerra inclusive trasladaban la población de la zona costera al extranjero (una parte a Egipto), a menudo contando con la ayuda de la flota anglonorteamericana.

 

La cifra de los exilados civiles

 

Los comunistas tienden a reducir la cifra de los civiles que participaron en el éxodo. Tito, por ejemplo, en su parte diario del 15 de mayo de 1945, dice que las tropas del III Ejército habían capturado más de 100.000 soldados enemigos y que "se liberó" a 8.000 civiles que las bandas ustachi habían llevado consigo por fuerza (Doc. XV). Sin embargo, el comandante del III Ejército, Kosta Nadj, afirma que "los criminales se habían llevado consigo gran multitud de niños y de mayores por motivos especulativos" [182].

Mientras el comandante del III Ejército habla de la "gran multitud de niños y mayores" que huían hacia los Aliados occidentales en busca de libertad, un coronel de este mismo cuerpo, Vukasin Subotic, sostiene que:

"Junto con la agrupación ustachi-domobrani, en el área Slovenjgradec-Dravograd fueron capturados 4.000 personas civiles, niños, mujeres y empleados... El 15 de mayo finalizó la liquidación de otra agrupación ustachi en el área Prevalje-Priberg (Bleiburg) que contaba más de 30.000 soldados y oficiales y más de 30.000 personas civiles, funcionarios, empleados y otros" [183].

Por lo tanto, esos dos altos oficiales partisanos desmienten la cifra de 8.000 civiles "liberados", dada por Tito, que las "bandas" (ejército regular) llevaron consigo por fuerza, es decir, según dice el coronel Subotic, funcionarios y empleados públicos, mujeres y niños de esos 100.000 oficiales y soldados croatas. Nadie fue llevado por fuerza; por el contrario, muchos se quedaron en casa contra su voluntad y a pedido de sus allegados que creyeron ahorrarles de ese modo los sufrimientos mayores de una penosa retirada y por la incertidumbre respecto a cómo terminaría el éxodo.

Milan Basta, comisario político de la división 51 (de Voivodina) del III Ejército, quien en Bleiburg negoció la rendición de las tropas croatas, asistió a ella y luego la relató con lujo de pormenores, habla de 120.000 soldados croatas y de "número casi doble de la población civil" (Doc. XII).

A la multitud de civiles se refieren numerosos testigos que relatan el éxodo y el regreso en las "columnas de muerte".

 

Trato cruel hacia mujeres y niños - Declaraciones de los testigos

 

Toda esa enorme cantidad de civiles fue tratada igual sino peor que los soldados prisioneros. Al fin de cuentas, los soldados estaban bien pertrechados, entrenados y en la mejor juventud, mientras que entre los civiles había hombres de edad, mujeres y niños. Sus sufrimientos fueron relativamente mayores, particularmente en las "columnas de muerte", cuando, junto con los soldados debieron caminar en marchas forzadas, incluso mujeres con niños, soportando la intemperie, fatiga, hambre y sed.

Las que fueron transportadas por tren no lo pasaron mucho mejor.

La testigo N° 1, esposa de un oficial croata asesinado, a quien acompañó hasta Bleiburg, describe detalladamente sus sufrimientos, que citaremos in extenso, por ser un caso característico:

"Como no quise separarme de mi marido, el partisano me golpeó tan fuerte con la culata que por dos días tuve la mano entumecida completamente (tenía 18 años y estaba encinta de tres meses). En grupo fuimos cargadas en cuatro vagones en vía abierta, junto con un grupo de las afiliadas a la organización ustacha, rama femenina. Eran jóvenes de 14 a 16 años, muy pocas de 20 a 22 años. Muchas parecían niñas. Esos cuatro vagones estaban tan atestados que tuvimos que quedarnos de pie, mortificadas por el hambre, la fatiga y la sed. En tres días no probamos un bocado. Muchas se desmayaron y las teníamos en brazos, puesto que no había lugar para acostarlas". (Llegadas a Maribor, oyeron que los partisanos exclamaban que por la noche las llevarían al río. La testigo se fugó y se salvó). "Todavía en Maribor me enteré de que todas esas menores fueron asesinadas y arrojadas al río Drava. Lo contaban en público los partisanos ante los prisioneros y pudimos oírlo yo y la señora N (vive en Yugoslavia) cuando nos arrastramos debajo de la alambrada en busca de agua. Los partisanos habían cerrado todos los grifos de agua y no permitían el acceso a la fontana, a despecho de que en el campamento había centenares de niños que pedían agua a lágrima viva. Dentro del recinto, cercado de alambrada, había una decena de barracas alemanas, pero los partisanos clausuraron con clavos puertas y ventanas para que los reclusos no pudiesen guarecerse de la tormenta y la lluvia. Había allí más de 5.000 civiles, mayormente mujeres y niños, bajo el cielo abierto, soportando sed, lluvia, hambre y calor. Nada nos dieron de comer".

La testigo fue incluida en la columna que marchaba rumbo a Zagreb. "Durante nueve días, en el trayecto de Krapina a Oroslavje, nada nos dieron de comer ni de beber... Pillajes y registros eran cosa horrible y continua. Un partisano albanés quiso quitar las botas de los pies hinchados de mi amiga, pero no lo lograba. Tiraba las botas de tal modo que nos parecía que le arrancaría los pies. Ella gemía terriblemente de dolor. Estaba encinta y muy pronto abortó un varoncito. Muchas mujeres abortaron en el camino y entre ellas yo también, encinta de tres meses. Todas tuvieron que continuar la marcha, sangrando y extenuadas, pero no podían detenerse, ya que las rezagadas eran fusiladas sin piedad. Cerca de Ptuj, una mujer tuvo dolores de parto y en una banquina a la vista de todos, alumbró mellizos, un varón y una nena. No la mataron, pero no permitieron que nadie se detuviera y la ayudara o la mirara con compasión. Pidió refugiarse en una vecina casa campesina, pero no lo permitieron y muy pronto tuvo que reanudar la marcha con los demás. Desconozco lo que le pasó luego... Cuando llegamos a Ptuj y atravesamos el puente sobre el río Drava, vimos el río ensangrentado en determinados lugares y muchos cadáveres flotando. A unos treinta metros delante de mí se apartó de la columna una mujer desesperada y enloquecida y, arrastrando a dos mellizas de 2 a 3 años, se arrojó al río, Se llamaba Elena, oriunda del distrito de Novska, esposa del coronel Vicente N., de Split. Los guardias ni siquiera trataron de detenerla".

El testigo N° 22 (repatriado forzosamente por los ingleses de Carintia) declara que estaban acostados en el fango, bajo la lluvia, sin lecho ni manta. No hacían diferencia entre hombres, mujeres y niños, todos sufríamos igualmente.

El testigo N° 25, relatando el maltrato en Maribor, expresa: "Los guerrilleros y las guerrilleras quitaban sin pudor las camisas, las medias e incluso las bombachas de las mujeres, dejándolas desnudas o semidesnudas ante los hombres o poniéndoles su ropa sucia y piojosa".

El testigo N° 144 describe el saqueo y malos tratos ante Dravograd y entre otras cosas, dice: "A los que nada tenían, los liquidaban de un tiro en la nuca. Vi escenas horribles. No hacían distingo entre ancianos y niños, hombres y mujeres."

El testigo N° 71 (Doc. XXI) declara: "Vi como pasaron a cuchillo a varios niños a la vista de sus madres."

El testigo N° 171 depone:

"Vi flotar muchos cadáveres de soldados por el río Drava, de muchos civiles también, y en un grupo cuerpos de tres mujeres y de dos niños". Vio también que "de una habitación sacaron y violaron a quince menores y muchachas, algunas de ellas fusiladas tras del estupro".

Varios testigos declaran que en la sala de espera de la estación ferroviaria de Maribor, apagadas las luces, toda una compañía de partisanos violó a 40 estudiantes de la Universidad de Zagreb, que gritaban horriblemente y luego, no muertas aun, las arrojaron al río.

El testigo N° 200 (Doc. XXIII), refiriéndose a la matanza de un numeroso grupo, manifiesta:

"La misma noche se llevaron a todos, mujeres y niños sin distinción, para ser fusilados en el bosque. Los pusieron en círculo y dispararon... Oí gritos de socorro de los niños y las mujeres y sus ruegos de que los rematasen, lo que los partisanos en efecto hicieron... "

De modo similar se expresa otro testigo (Doc. XXXI):

"Con frecuencia se oían el tableteo de las ametralladoras, protestas y gritos de socorro, llanto de mujeres y muchachas. Algunas fueron violadas y luego asesinadas, muchas fueron deshonradas y reincorporadas a la columna. Al día siguiente una muchacha, de nombre María, me contó los horrendos actos a que la sometieron."

"Todos los vehículos, hasta los carros campesinos, fueron requisados por los partisanos. Los padres cargaban con sus chicos. El haber podido aguantar era un verdadero milagro de amor paternal. Yo era joven y soltero y a duras penas sobrepasé todo eso. A muchos les ayudamos llevando en brazos a sus chiquitos. Yo también ofrecí mi ayuda a todos los padres de nuestro grupo. Muchas esposas derramaron amargas lágrimas al ver llevarse a sus maridos y asesinarlos. Muchas madres perdieron a sus hijos, abandonados a su buena suerte y corriendo tantos peligros. Vi muchos casos semejantes. A los pequeños que no podían aguantar tal esfuerzo estuviesen o no con sus padres, les tendimos nuestra mano de cristianos en este vía crucis. Lo peor era, para los padres y los que los rodeaban, cuando los chicos pedían agua sin que fuera posible decirles que no había agua y que muchos perdieron su vida por tomar un sorbo de agua".

Sobre la suerte de mujeres y niños dan algún detalle casi todos los testigos (Doc. XVI). Uno describe la matanza de mujeres y niños en Herzegovina cuando los comunistas ocuparon un poblado (Doc. V). Otro (Doc. XVIII), de nacionalidad esloveno, que presenció la captura de los croatas, manifiesta que los partisanos asesinaban sin hacer distinción entre hombres, mujeres y niños, y que en la mina Lasko arrojaron vivos a niños y mujeres y luego granadas para despedazarlos.

Muchos testigos se refieren al trato cruel de los comunistas hacia los niños. Mientras una de las columnas entraba en la ciudad de Bjelovar un niño reconoció a su padre y corrió a abrazarlo. Cuando el padre salió al encuentro del hijo, el guardia lo fusiló a la vista del chiquillo" (Doc. XXIV).

Otro testigo (Doc. XXV) describe "que una madre fue separada de la columna y fusilada a la vista de todos por haberse atrevido a protestar contra el trato bestial de los guardias partisanos. A cualquier protesta de las madres, los partisanos contestaban a culatazos y porrazos a fin de silenciar sus gritos desgarradores. Muchos ancianos fueron separados, asesinados y abandonados a lo largo del camino". El mismo testigo relata que la escolta partisana impedía a los progenitores acercarse a sus hijos en la columna. "Las madres con lágrimas vivas llamaban a sus hijos y los partisanos de Tito las dispersaban, no admitiendo que prestasen ayuda a sus hijos y a los demás infortunados. Pero estos ancianos y ancianas, verdaderos padres y madres, no se dejaban arredrar por nada ni nadie. Ellos y su proceder eran tan maravillosos que por el momento nos olvidamos de nuestros sufrimientos..."

Un testigo presencial (Doc. XXX) describe las escenas de torturas de los prisioneros y de los civiles en las columnas de muerte

"No soy capaz de describir todos esos horrores y atrocidades. Los comunistas nos dispensaron muy "cálida" acogida a porrazos, pedradas, con agua caliente, a hachazos... sin consideración alguna por las mujeres y los niños. Quedaron en el suelo muertas 96 personas de nuestra columna". Este testigo vio cerca de Zidani Most, en Eslovenia, "cadáveres deformados y amputados de manera inverosímil". "De los árboles colgaban cuerpos desnudos, perforados a cuchilladas en muchísimas partes, con ojos, corazón, lengua, genitales y uñas arrancados, con intestinos extirpados, cabezas cortadas, etc. Muchas jóvenes tenían las manos pasadas por las cavidades del seno o las manitas infantiles pasadas a través de las tetas o el seno maternales".

Otro testigo (Doc. 4445) anota este caso: "Me acuerdo de un caso dramático ocurrido cerca de Krizevci, cuando en un recodo de camino una madre reconoció a su hijo y, en el momento de abrazarse, ambos cayeron acribillados".

 

La enfermedad partisana

 

Muchos testigos recalcan que las guerrilleras superaban en crueldad a sus compañeros, fenómeno éste, muy interesante, de psicología social.

Así, una guerrillera (declara, testigo N° 121) insultaba en la columna a un hombre de edad por haberse retirado tan anciano. El le replicó que fue movilizado. Cuando podías servir -díjole la guerrillera- a los bandidos puedes también llevarme a mí, y montándolo a la fuerza lo espoleó durante el recorrido de 1 kilómetro, y cuando el viejo se desplomó no dando más, lo mató con el revólver.

Los sufrimientos de los que llegaron a Zagreb no cesaron. El testigo N° 200 relata los suplicios padecidos durante el trayecto en vagones hacinados y repletos de mujeres y niños, sin comida, agua ni aire, a tal punto que los chicos se asfixiaban.

"Al cabo de tres días soltaron (del campo de concentración Maksimir en Zagreb) a los menores de 14 años y cierto número de mujeres. Muchos nos quedamos. Antes de salir, nos dijeron que deberíamos lavarnos y desinfectarnos, a lo que nadie se opuso, ya que desde hacía un mes nadie se había lavado, salvo tal vez la cara. Nos pusieron en una sala de baños, con unas diez cabinas y varias duchas en cada una. Cuando nos desvestimos, se llevaron la ropa y dejaron correr el agua tan caliente que era un infierno. Contadas fueron las mujeres que no se desmayaron y con mis ojos vi morir a tres niños. Ese retorcer de los ojos, esos gritos desgarradores de las madres nunca los olvidaré..."

Tras tantas crueldades cometidas por los torturadores comunistas no debe extrañarnos el fenómeno específico de la enfermedad partisana, privilegio de los guerrilleros comunistas. Esa enfermedad afectaba especialmente a las mujeres. El testigo (Doc. XXXI) hace mención de esa enfermedad en el caso de la guerrillera Bosiljka Djuric, en Vucevac, Eslavonia:

"Esta guerrillera serbia mató a un centenar de alemanes en el campamento para la minoría alemana en Krndija, conforme me lo contó ella misma. Después padecía de la enfermedad partisana. Cuando esos enfermos eran presa de tales arrebatos, se arrastraban convulsionados y, retorciéndose por el suelo, pedían en su delirio víctimas para degollarlas".

Dicha enfermedad cobró tal dimensión que hay varios estudios sobre ese tema en la literatura científica internacional[184]. Los médicos psiquiatras que abordaron ese tema hablan de exclamaciones "incomprensibles" de los enfermos, ex partisanos. Esas exclamaciones muchas veces son "incomprensibles" por desconocimiento del idioma, pero los entendidos en la historia de los guerrilleros de Tito, las vinculan y con razón con las crueldades cometidas. Si los psiquiatras extranjeros conociesen mejor los crímenes de los partisanos, no teorizarían sobre el súper-ego colectivo y darían otra explicación a los arrebatos histéricos de los guerrilleros de Tito. Merece anotarse que Parin observó 200 casos de enfermedad partisana, lo que prueba su difusión y la cantidad de crímenes cometidos. El mismo autor insiste en el hecho de que los síntomas de la enfermedad de los partisanos no presentan analogía alguna con los de las neurosis habituales de guerra.

Es la mejor prueba de que los guerrilleros yugoeslavos, autores de masacres en masas, de innumerables y escalofriantes crueldades durante la última guerra, ya de por sí terrible y cruel, sobrepasaron todo límite.

 

TERCERA PARTE: SUPLEMENTOS

SUPLEMENTO I: LA TRAGEDIA DEL PUEBLO ESLOVENO

 

El preludio

 

Durante la Segunda Guerra Mundial empezó para el pueblo esloveno el período más sombrío de su historia. El territorio nacional fue despedazado y anexado por tres potencias - Alemania, Italia y Hungría- y la parte incorporada al Tercer Reich sometida al régimen de exterminio con múltiples métodos de sobra conocidos y difundidos por la literatura de posguerra.

Pero ni los ocupantes con todos sus métodos exterminadores fueron tan crueles, sangrientos y siniestros como los usados por el enemigo doble interno y externo: el comunismo. Al pueblo, pues, no le quedó otra salida en esta grave encrucijada bélico-política que la de organizar la autodefensa frente al enemigo principal y más peligroso, que por su número representaba una fuerza exigua y minoritaria en el sentido político-militar, social y moral.

Esta minoría, sin embargo, dadas la configuración geotopográfica del país, la ayuda que le prestaron las potencias aliadas e indirectamente las tropas de ocupación, como asimismo la imposibilidad de las fuerzas nacionales de maniobrar libremente en las acciones defensivas, sometidas a un control riguroso y trabadas por el ocupante, siempre lograba salvarse y eludir golpes decisivos, recomponiéndose en las regiones limítrofes para reaparecer en el teatro de la guerra de guerrillas, repuesta y fortalecida, consumando nuevos crímenes contra la población y provocando a las tropas de ocupación para que tomaran medidas de represión, generalmente contra la población indefensa.

Pese a la regla deducida de la historia bélica mundial de que la revuelta y la rebeldía brotan solamente de la mayoría contra la minoría opresora o tiránica, los comunistas eslovenos fueron una excepción a causa de las circunstancias adversas, creadas por ellos mismos, en las que según Clausewitz, "de la peor y más pesada desesperación brotó el ardor de la lucha".

Con esta desesperación ilimitada, provocada e instigada continuamente, los comunistas desataron la guerra revolucionaria entre hermanos justo durante la ocupación militar del país, sembrando un terror criminal y sangriento entre la población oprimida e indefensa.

La población muy pronto advirtió quien era el opresor más cruel y peligroso, causante de tantas calamidades y desesperación.

La mayoría de los eslovenos, compuesta de campesinos, obreros y artesanos, católicos a carta cabal, con la ideología nacional cristalizada, presentía intuitivamente que la victoria comunista significaría en primer lugar la liquidación de la clase campesina libre y, en general, la extinción definitiva del orden democrático, seguido por una lenta muerte biológica del pueblo esloveno.

Por estas razones, basadas en hechos probados, la mayoría del pueblo, allí donde pudo elegir, resolvió espontáneamente recurrir a la autodefensa. Esas acciones de autodefensa se desarrollaron conforme a las disposiciones del derecho internacional de guerra.

Se formaron unidades de guardia campesina (vaske straze) en la Carniola baja e interior (Dolenjsko y Notranjsko), ocupada por los italianos, y de los defensores (brambovci) en Estiria, ocupada por los alemanes.

Estas formaciones estaban mal equipadas, peor adiestradas y pésimamente armadas. De día labraban el campo y de noche custodiaban sus aldeas. Los ocupantes no les permitían libertad de acción, sea policial o bélica, técnica o ideológica. Todos estaban sometidos a un régimen humillante que permitía únicamente la defensa de la vida propia y nada más. No obstante esa situación, el número de voluntarios crecía llegando a 13 mil hombres[185]. Número asaz elevado en comparación con los guerrilleros comunistas, que en agosto de 1943 contaron con sólo 3.000 combatientes, entre ellos un puñado de los ex voluntarios en la guerra civil española. Los comunistas en aquel tiempo traicionaron la línea nacional y popular eslovena que les había valido más del 80% de los combatientes, al cambiar los nombres de 1ra. y 2da. división eslovena en las XIV y XV división del "ejército de liberación nacional de Yugoslavia". Así dejó de existir por siempre el ejército comunista esloveno. Para el porvenir esloveno este hecho significará gran ventaja.

A raíz de la capitulación del ejército italiano en 1943, que puso todo el armamento pesado (morteros, artillería y tanques) junto con grupos de soldados especializados a disposición de los comunistas, acrecentando la fuerza numérica de sus brigadas y divisiones con voluntarios y formando incluso brigadas íntegras de nacionalidad italiana, creció notablemente el ejército comunista en Eslovenia. Pero el valor combativo de esas unidades italianas y sus aptitudes operativas disminuyeron en tal grado que desde el punto de vista bélico no rendían ni el 25% del efecto que a la sazón hubiera rendido el ejército italiano, utilizado como un factor operativo intacto por los Aliados occidentales.

Paralelamente, los órganos comunistas territoriales efectuaron movilización compulsiva entre la población campesina, adhiriéndose a ella gran número de voluntarios urbanos de Ljubljana (7.000), Novo Mesto, Trieste, Gorizia, etc

De ese modo, los comunistas lograron organizar transitoriamente a más de 26.000 hombres en una veintena de brigadas, agrupadas en cinco divisiones (XIV, XV, XVIII, XXX, antes Goriska, y XXXI, antes Triglavska).

La estrella roja de cinco puntas logró imponerse a fines de 1943 sobre el pequeño pedacito del cielo esloveno, mostrando su verdadera faz a quienes aún no habían experimentado los métodos sangrientos e inhumanos del régimen comunista.

Casi la totalidad de las guardias campesinas en la Carniola alta, parte de la Carniola interior y baja (Bela Krajina, Suha Krajina, parcialmente en Notranjsko y Dolenjsko) fueron aniquiladas y masacradas.

Después de las matanzas perpetradas por los comunistas en Krimska Jama, en Mozelj y en Jelen Dol, donde exterminaron a muchos presos e internados nacionalistas eslovenos, después de las graves y trágicas derrotas sufridas en Grcarice y Turjak, los crímenes comunistas culminaron con la masacre de los chetniks y brambovci eslovenos que se habían rendido. Estos delitos y fechorías comunistas contra sus adversarios políticos persuadieron a la mayoría del pueblo, en su totalidad católico y de orientación democrática, de que los comunistas no peleaban contra la dominación extranjera sino para implantar su dictadura ya desde su comienzo sanguinaria y liberticida.

Para superar tan grave desastre, habiendo previsto el curso adverso de la lucha debido a la organización primitiva de la autodefensa y a la desintegración del ejército ocupante italiano, a la no intervención de los Aliados occidentales en pro de la causa democrática eslovena, como asimismo a las represiones alemanas, el oficial esloveno de más alto grado, preparación, edad y experiencia, el general León Rupnik (incontestablemente el militar esloveno de mayor prestigio), a pesar de no haberle sido asignado el mando de las unidades brambovci, logró a tiempo tomar las medidas pertinentes e impartir directivas necesarias a algunos oficiales profesionales a fin de prevenir y conjurar el colapso total de las fuerzas autodefensoras, localizando los focos bélicos comunistas. Rupnik organizó y formó el ejército esloveno denominado "Slovensko domobranstvo" (La defensa de la patria eslovena) partiendo de los principios militares, perfectamente ajustado a las leyes y normas internacionales de guerra y compuesto de voluntarios bien decididos (cuyo número llegaría a 15.000 hombres).

Este ejército esloveno nació en el memorable y victorioso combate librado el domingo 12/9/1943 en las orillas del río Krka, en la periferia de la aldea Mrseca Vas, reconocido oficialmente (de facto y de jure) en el mismo lugar por las autoridades alemanas de ocupación el 19/9/1943. Dicho combate constituyó a la vez el primer golpe de contención, seguido por un contraataque irresistible que obligó a las unidades comunistas a la fuga desordenada, dejando como botín a los vencedores sus armas, vehículos y un carro blindado intacto. Por aquellos días comenzaron también las operaciones en el frente: Rakek - Rakitna- Ljubljana - Litija - Krmelj- Trzisce- Skocjan - Kostanjevica, entre el joven ejército esloveno en formación, numéricamente débil todavía, y las fuertes unidades comunistas. Estas operaciones perduraron hasta el 21/10/1943 y con ellas se logró frenar y detener a las masas del ejército comunista que procuraba extenderse sobre todo el territorio de Eslovenia, destruyendo todas las comunicaciones, objetivos y edificios públicos, saqueando, pillando, aterrorizando a la población campesina y sembrando el caos y la muerte, preparando bases y escondites para su futura acción.

Muy larga se haría la descripción completa de la historia bélica eslovena durante 1943, 1944 y 1945. El tiempo y el espacio nos obligan a señalar solamente las operaciones y batallas de mayor envergadura.

(a) Las operaciones para localizar focos bélicos comunistas (del 12/9 al 21/10/1943)

(b) Las operaciones para mantener y afianzar posiciones reconquistadas (del 21/10 al 12/12/1943; Kocevlje - el Alcázar esloveno).

(c) Las operaciones, compuestas y multifásicas (tendientes a ganar la colaboración de la población expuesta al control e intimación comunistas como también para reforzar y desarrollar el ejército esloveno) durante todo el año 1944.

(d) Las operaciones y la batalla para dispersar, al IX cuerpo (división XXX y XXXI del ejército comunista en Trnvskigozd entre el 13/3 y el 3/4/1945.

e) La batalla interrumpida, planeada para batir el VII cuerpo (XV y XIII división) del ejército comunista en la Carniola blanca (Bela Krajina) y defender el suelo patrio de la invasión del IV ejército comunista de Tito (4/4/, 3 y 4/5/1945).

Huelga destacar que el ejército esloveno fue el factor primordial que, por la influencia indirecta y la intervención del general León Rupnik, obtuvo pleno reconocimiento por parte de las autoridades alemanas, preservó la autonomía eslovena en las Carniola baja e interior, extendiendo su influencia a otras provincias, promoviendo en ellas resistencia unánime al comunismo, y veló por la organización político- militar. Así se formó la guardia popular en la costa adriática (Trieste - Gorizia -Postumia) y una parte del ejército esloveno en la Carniola alta (Gorenjsko). Los defensores de Estiria (Stajersko) casi aniquilaron la XIV división comunista en la IV zona de operaciones.

La bandera nacional, la administración civil eslovena, el mando militar esloveno, las estampillas postales propias, el dinero propio, la desaparición de las inscripciones extranjeras[186], escuelas eslovenas reabiertas en los territorios que desde la Primera Guerra Mundial pertenecieron a Italia y muchos hechos más comprueban que el ejército esloveno en forma digna y modesta, pero decidida, logró dar al pueblo los atributos de una nación emprendedora, resistente y terminantemente contraria a las cadenas de una esclavitud perpetua, fraguadas por varios "amigos" y enemigos, entre los que sobresalió el comunismo.

 

En vísperas del ocaso

 

Los hechos registrados y las circunstancias imperantes en el teatro de guerra y en el campo político relacionados particularmente con el destino del pueblo esloveno en el período final de la conflagración bélica fueron los siguientes:

Las fuerzas titoístas, autotituladas "El Ejército yugoeslavo de liberación nacional", operaban en el territorio del Estado de Croacia tratando de vencer al ejército nacional croata, a los contingentes alemanes al mando del general coronel Lohr, y ensanchar el profundo flanco de los ejércitos ruso y búlgaro en Hungría y Yugoslavia al norte de los ríos Danubio y Drava.

En la segunda quincena de abril de 1945 las fuerzas comunistas superaban en número a las alemanas y croatas. Su armamento, pertrechos y equipo, como asimismo sus unidades blindadas y motorizadas, su fuerza aérea y artillería, gracias al abastecimiento y la ayuda rusa y anglonorteamericana fueron muy superiores a los de sus adversarios.

El dominio comunista tanto en aire como en el Adriático fue absoluto.

Las operaciones se desarrollaron en tres direcciones principales:

1. A lo largo de la costa adriática, prolongada por el valle del río Soca (Isonzo) y hacia Carintia, de capital importancia para los eslovenos. En esta dirección operaba el IV ejército comunista al mando del coronel Petar Drapsin, compuesto de tres, posteriormente cinco, cuerpos de ejército (IV, VII, VIII, IX y XI) con un total de nueve, luego catorce, divisiones, con la correspondiente artillería motorizada y unidades blindadas.

2. En la dirección del valle del río Sava (siempre corriente arriba) teniendo por objetivos principales: Zagreb y Ljubljana. En esta dirección operaban el I y II ejércitos, uno por la orilla izquierda y otro por la derecha el río, al mando del general Peka Dapsevic.

3. En la dirección del valle del río Drava, donde operaba el III ejército a las órdenes del coronel general Kosta Nadj.

Esta fuerza abrumadora avanzaba lentamente hacia las fronteras eslovenas, siempre especulando con el avance ruso en Hungría e inglés en Italia, lo que indirectamente obligó al ejército alemán de los Balcanes a retroceder y permitió el "glorioso" avance de las tropas de Tito.

Hablando figurativamente, los ejércitos croata y alemán prácticamente se encontraron en una bolsa estratégica cuya abertura la tenían por un lado los rusos y por el otro los anglonorteamericanos. Al ejército de Tito le tocó el papel de dar el golpe decisivo contra el fondo y el contenido de la bolsa, lo que no logró hasta el momento de la rendición incondicional de Alemania, el 9/5/1945 a la una de la madrugada. Esta rendición fue dictada por las grandes potencias e impuesta por las operaciones militares en los principales sectores del teatro de guerra, particularmente dentro de la misma Alemania.

En esta situación, Eslovenia estuvo prácticamente protegida por los ejércitos croatas y alemán frente al ejército extranjero, invasor y opresor de Tito. De modo que al ejército esloveno le quedaba ejecutar las siguientes tareas principales:

1) Batir, aniquilar o expulsar al VII cuerpo del ejército comunista que estaba penetrando en la comarca de la Carniola blanca (Bela Krajina).

2) Preparar la defensa del territorio esloveno en las orillas del río Kupa o en otras posiciones junto con los demás ejércitos (el croata, el alemán, el serbio con algunas unidades griegas, y unidades del general ruso Vlasov) en otros sectores.

El ejército esloveno ya estaba empeñado en la batalla con el VII cuerpo del ejército comunista, cuando sobrevinieron las siguientes sorpresas:

(a) El ejército serbio (chetniks) de 15.000 hombres al mando del general Damjanovic abandonó, sin previo aviso, el campo de batalla en el sector monte Skurina (altura 1.470 metros) - monte Sneznik (altura 1.796 metros) - excluido el flanco derecho y el izquierdo, y el valle del río Cabranka, como también la parte occidental del teatro de guerra esloveno (que les fue confiado en custodia y defensa en cooperación con la guardia litoral eslovena). El general Damjanovic con sus tropas se retiró precipitadamente entre el 29/4/1945 y 1/5/1945 a la orilla occidental del río Soca, especulando con un feliz encuentro con los ingleses de quienes esperaba la ayuda para restablecer el dominio serbio monárquico sobre Eslovenia.

(b) El IV ejército comunista, aprovechando la traición serbia, avanzó en sus operaciones con algunas divisiones transportadas por la ruta Cabar - Prezid - Masun - Knezak - - St Peter hacia Trieste y Gorizia rivalizando en su marcha con los chetniks para llegar primero al río Soca. Los chetniks, con miras a fraternizar con los ingleses en Italia y los comunistas para ocupar ellos y no los ingleses la abertura de la mencionada bolsa estratégica.

(c) El ala derecha del frente continuo, formada en la línea de defensa croata Zvonimir (Rijeka - Ogulin - Generalski Stol - Tosilovic - Kamenica - Lomnica - Dugo Selo - Vrbovac - Krizevci - Koprivnica - Zakanj) quedó cortada de su grueso en la comarca de Gorski Kotar, de manera que el LXXXXVII cuerpo del ejército alemán entre Rijeka (Fiume) e Ilirska Bistrica, aislado y rodeado, libró una encarnizada y desesperada batalla con el IV ejército comunista hasta el armisticio local estipulado de común acuerdo el 7/5/1945.

d) El 28/4/1945 a las 16 horas se reunió el Comité Nacional Esloveno en Ljubljana. El general Rupnik, tras empeñosos esfuerzos, logró convencer al general alemán Rosener de que había llegado el momento de transmitir el poder al Comité Nacional, gobierno del Estado nacional esloveno. El día 5/5/1945 Rupnik fue depuesto y despojado de todos los cargos, inclusive del mando militar. Con ello se echó por tierra todos los planes para ofrecer la última resistencia con el fin de conseguir la intervención de los Aliados occidentales.

e) El Comité Nacional Esloveno ordenó la evacuación y el abandono del territorio aún libre sin tener garantía alguna respecto al futuro del pueblo esloveno y la integridad del Estado nacional, proclamado por el mismo Comité el 3/5/1945 sobre todo el territorio habitado por los eslovenos. El general Franc Krener, nuevo jefe del ejército esloveno, emprendió la retirada de las tropas de Ljubljana (capital de Eslovenia) el 4/5/1945.

 

A oscuras

 

Las unidades combatientes del ejército esloveno, en contacto esporádico con las divisiones comunistas XXIX, XV y XVIII, y la división llamada "de la defensa popular", emprendieron la retirada de las posiciones defensivas de Ljubljana el 8/5/1945 a las 21 horas, perdiendo luego todo contacto con el enemigo.

Efectuando los movimientos de un retroceso ordenado y coordinado con los demás participantes en el teatro de guerra esloveno, las unidades del ejército nacional forzaron durante el día 10/5/1945 el desfiladero de Ljubelj en la cordillera de los Karavanke, abandonando la provincia Carniola[187] y descendiendo hacia el valle del río Drava al territorio de Austria[188]. Antes del anochecer se libró un corto, pero violento y exitoso combate con las unidades comunistas, destacadas en la IV zona de operaciones, entre las que figuraba la 13 brigada "Mirko Bracic". Estas unidades fueron vencidas y totalmente dispersadas, dejando el sector (entre las localidades Borovlje - Svetna Ves) en la orilla del río Drava, con el puente sobre el río, intacto. En este combate participaron también una batería AT y un pelotón de tanques alemanes que se encontraron en el mismo camino.

Terminado el combate, las unidades eslovenas tomaron posiciones para asegurar y posibilitar el tránsito, protegiendo ese sector en beneficio de millares de fugitivos civiles y de las unidades del Cuerpo Voluntario Serbio, de las partes del regimiento Semenov del ejército ruso del general Vlasov y del regimiento de la policía alemana Dahm

El resultado más importante de esta acción fue el contacto establecido con las autoridades militares inglesas, pertenecientes al ejército de ocupación británico en Austria.

El Comité Nacional Esloveno, que se encargó del gobierno el 5 de mayo no consiguió que el ejército esloveno fuera reconocido por los Aliados como una unidad militar aliada, de modo que el 13/5/1945 realizó un acto histórico y fatal para el ejército esloveno. Por orden de las propias autoridades supremas pasó el puente sobre el río Drava y depuso sus armas a los ingleses, considerados como aliados, para ser internado en el campo de Vetrinje cerca de Celovec (Klagenfurt), junto con las demás unidades militares que fueron tratadas como prisioneros de guerra en condiciones excepcionales, puesto que en el mismo campo se encontraban también millares de fugitivos civiles. Tan pronto fue desarmado el ejército esloveno, varios soldados ingleses pertenecientes al escuadrón del desarme, quitaron, amenazándoles con armas de fuego, a los soldados eslovenos: relojes, anillos y cuantos objetos de valor encontraron.

En el campo de Vetrinje reinaban miseria y desorden. Si los alemanes en los primeros días no hubiesen repartido entre todos el pan que todavía tenían en reserva y si los eslovenos no hubieran ayudado a los demás con la carne de mulas sacrificadas, habría sobrevenido un hambre atroz. A pesar de las circunstancias adversas, las autoridades supremas eslovenas estando libres en Celovec, capital de Carintia, visitaban diariamente el campo y ordenaban varias medidas de organización, como ser: el reagrupamiento de las unidades del ejército esloveno, la movilización de los civiles fugitivos aptos para el servicio militar, ejercicios, desfiles, etc.

En aquellos días visitaron el campo de Vetrinje varias personas influyentes en altos círculos ingleses, a saber: el 15/5/1945 lady Louise Mountbatten y el 21/5/1945, el Jefe del VII ejército británico, teniente general McCrerry.

El Comité Nacional Esloveno y el mando supremo del ejército esloveno procuraron varias veces establecer contacto directo con algún personaje responsable inglés, sin llegar a entrevistarse con ningún comandante o jefe, siendo atendidos por funcionarios subalternos (del más alto grado, capitán o mayor). En realidad, las autoridades militares inglesas ya habían decidido repatriar por fuerza al ejército esloveno y a los fugitivos civiles, lo que ocultaban cuidadosamente a los representantes eslovenos, queriendo obviamente que su entrega a los verdugos comunistas se efectuara sin resistencia ni rebelión. Esta operación de extradición de la flor de la juventud eslovena a la muerte segura se vio facilitada por la confianza ilimitada, diríamos ingenua, que en los ingleses depositaban los miembros del Comité Nacional Esloveno, considerándolos como sus aliados.

No obstante carecer de garantías efectivas o pruebas concretas sobre la probabilidad y la veracidad de las declaraciones formuladas por los ingleses, el Comité Nacional y el comando del Ejército repetían y confirmaban que las tropas y los fugitivos civiles serían transportados a Italia para reunirse con los contingentes del general Damjanovic, para ser rearmados y servir como un ejército aliado inglés.

Incluso, cuando trascendió la tragedia del ejército croata y cuando regresaron al campamento oficiales voluntarios serbios (miembros del Cuerpo Voluntario Serbio que hasta el final lucharon hombro a hombro con los eslovenos) para avisarles que habían sido entregados a los comunistas en las estaciones ferroviarias de Pliberk (Bleiburg) y Podgorje (Maria Elend), las autoridades supremas eslovenas seguían manifestando a las tropas que tenían plena seguridad en cuanto al destino de los traslados de las unidades eslovenas, ordenados mientras tanto por los ingleses.

Hasta que, finalmente, el comando del 2° regimiento esloveno (antes de salir el primer transporte con las tropas nacionales) comunicó personalmente al comando supremo las informaciones veraces y bien comprobadas en un largo interrogatorio del Sr. Ljotic (hijo), sobre la repatriación de las unidades serbias. Este informe fue recabado el 27/5/1945 a las 7 de la mañana. El coronel Bitenc decidió parar el transporte que debió salir el lunes, 28/5/1945, hasta tanto las autoridades supremas aclarasen los hechos señalados en una audiencia con el comandante inglés. A pesar de esta decisión, fueron trasladados y entregados a los comunistas el día 27/5/194S, a las nueve, el batallón técnico al mando del ingeniero mayor Janez Skof y la gendarmería eslovena a las órdenes del teniente coronel Franc Sturm, y el día 28/5/1945 el 4° regimiento al mando del mayor Anton Mehle.

La audiencia programada con el comandante en jefe de la división británica no tuvo éxito alguno. Los miembros del Comité Nacional Esloveno junto con el comandante del ejército y el intérprete, capitán de fragata Podhorsky, tuvieron que esperar tres horas en la antesala del comandante inglés y, por fin, un oficial subalterno entregó al general Krener la respuesta siguiente, redactada en alemán:

"Del mayor general Murray, comandante de la 6ª. División blindada británica al general Krener del ejército esloveno.

"La orden que me fue dada expresa que su grupo debe ser trasladado por tren a determinado lugar en determinado tiempo.

"No he sido enterado del destino de los vagones y nada sé al respecto,

"La orden que me fue impartida dice, además, que este traslado debe efectuarse, dentro de lo humanamente posible, sin medidas de fuerza.

"Pienso dar cumplimiento a esa orden y lamentaría enormemente tener que emplear la fuerza.

"Como soldado cumplo con esa orden que me fue impartida por la superioridad. Como soldado usted debe ayudarme en ello".

Juzgar la forma y el estilo del único documento inglés existente sobre las relaciones entre las autoridades eslovenas e inglesas queda al criterio de cada lector, como asimismo las conclusiones sobre la manera de proceder y obrar de los miembros del Comité Nacional y del Comandante del ejército esloveno que obligaron a todos sus subordinados, pese a las pruebas recabadas y fehacientes, a seguir con los traslados, de modo que:

El 29/5/1945 fueron transportados el 3° regimiento al mando del mayor Maks Kunstelj, y la artillería del ejército al mando del capitán Gabriel Hocevar;

El 30/5/1945, el 2° regimiento al mando del teniente coronel Vuk Rupnik;

El 31/5/1945 el resto del 1° regimiento sin comandante.

En total 10.100 hombres, víctimas inocentes, entregados a los comunistas que, con su violenta y terrible muerte hubieron de sellar la amistad de los occidentales con el sanguinario monstruo comunista.

Es menester subrayar aquí que siempre hay excepciones y que el 31/5/1945, cuando el teniente Ames, comandante inglés del campo militar esloveno ya evacuado, dio orden de seguir con los traslados de 6.000 fugitivos civiles eslovenos -ya el día siguiente debieron ser trasladados a la estación Pliberk 1.500 fugitivos y a la estación Maria Elend 1.200-, gracias a la intervención del encargado de los fugitivos eslovenos, médico Dr. Valentín Mersol, fue revocada la orden inglesa de extradición con respecto a todas las personas provenientes de la Yugoslavia comunista.

El Dr. Mersol encontró pleno apoyo y ayuda por parte del mayor canadiense Barre, del mayor William Johnson y, por último, del mariscal del campo, vizconde Harold Alexander, comandante en jefe de la zona del Mediterráneo.

De ese modo, el Dr. Valentín Mersol salvó también a millares de personas más que se hallaban dispersadas en la zona de ocupación británica. Esta fue la primera chispa luminosa en la total oscuridad de aquellos días.

La masacre en el infierno comunista

Numerosas declaraciones juradas y firmadas de personas que lograron salvarse después de haber sido entregadas a los verdugos comunistas, terminada ya la guerra, es decir después del 9 de mayo de 1945 a la una de la madrugada, permiten establecer los siguientes hechos, datos y fechas probatorios de la atroz masacre consumada por los órganos del poder comunista que subyugó y sigue esclavizando al pueblo esloveno entero. (Véase el cuadro sinóptico adjunto).

No es posible relatar todos los pormenores de las torturas físicas y psíquicas a que fueron sometidos los prisioneros eslovenos. Baste mencionar que las mujeres fueron violadas, que todos sufrían hambre, sed y privación de las necesidades higiénicas más elementales; que fueron vejados, ultrajados y golpeados a latigazos; que contra los presos desahogaban en cualquier hora del día y la noche sus impulsos sádicos todas las heces de la sociedad comunista. En todo caso, semejante proceder revela el nivel de la moral y las concepciones sociales de los comunistas "progresistas".

Los prisioneros fueron clasificados en cuatro grupos:

a) menores.

b) los que se alistaron en el ejército nacional después del 1° de enero

c) los militares veteranos.

d) los fugitivos civiles.

Los grupos a, b, y parcialmente d, fueron condenados a trabajos forzados.

Los grupos c íntegro y d parcialmente fueron desnudados, atados con alambre de púas o cable telefónico, cargados en camiones y de noche fusilados y arrojados en fosas comunes (minas abandonadas y hoyos naturales en el Carso). Las matanzas, en su mayor parte, fueron ejecutadas en junio y julio de 1945.

El total de las personas de nacionalidad eslovena masacradas asciende a 11.751. En esta cifra no están incluidas las víctimas de las matanzas cometidas cerca de Trieste ni las ejecutadas periódicamente hasta inclusive el año 1946.

El total de las personas de nacionalidad eslovena masacradas asciende a 11.751. En esta cifra no están incluidas las víctimas de las matanzas cometidas cerca de Trieste ni las ejecutadas periódicamente hasta inclusive el año 1946.

La guerra civil comunista durante la segunda conflagración mundial, se-guida por la imposición del orden y el régimen comunista después de la guerra, acarrearon daños irreparables de orden biológico al pueblo esloveno. La esta-dística acusa una pérdida de 221.000 personas entre 1940 y 1953, vale decir el 13,4 % del total de 1.650.000 eslovenos que había antes de la guerra.

Los datos estadísticos actuales permiten al colaborador H. P. R. de, la re-vista Perspektive, editada en Ljubljana, sacar la conclusión de que Eslovenia, después de Hungría, figura en el tope de la escala mundial de suicidios, puesto que en Hungria hay 256 suicidios por un millón de habitantes y en Eslovenia 254.

Es preciso recalcar también que los eslovenos bajo el régimen comunista tienen el record mundial en abortos y que, de hecho, la "República socialista de Eslovenia" acusa la tasa de crecimiento vegetativo más baja en Europa y tal vez en el mundo entero.

Estas y muchas más son las consecuencias de la dominación del comunismo ateo en Eslovenia. Se impone el interrogante: ¿Por qué esos hechos ocurren hoy en el corazón de Europa, cuna de la cultura y la civilización?

Buenos Aires, 25 de junio de 1963

 

CUADRO SINÓPTICO

de la masacre de 11.751 eslovenos en junio y julio de 1945, cometida por el régimen comunista yugoeslavo

 

Fecha

Lugar de extradición a los comunistas

Número de personas entregadas

Número de ejecutados

Porcentaje de ejecutados

Descripción  y pormenores

Lugares de cautiverio y torturas

Lugares de las masacres y fosas comunes

9/5/1945

Cerca de Radovljica

150 hombres

10 mujeres

160

100%

Tren sanitario con heridos militares (y el capellán castrense Jenko)

Ljubljana

Precipicio de Breznar

201711945

20/7/1945

Valle del río Krka

1800 hombres

20 mujeres

1547

85%

Grupo dispersado del ejército esloveno que no logró asilarse, (Sin mando)

Novo Mesto y alrededores

Gorjanci

Ljuben

Kočevski Rog

10/5/1945

Kirschen Theuer cerca de Borovlje

600 hombres y mujeres

60

10%

Grupo de fugitivos detenido antes de pasar el puente del río Drava

Kranj

Ljubljana

Desconocido

11/5/1945

Tržič

500 hombres y mujeres

40

60%

Grupo de fugitivos con 600 vehiculos que no logró escapar a Austria (sin mando)

Kranj y Skofja Loka

Crni Grob

Lubnik

24/5/1945

Podroščica

40 hombres

40

100%

Grupo de acompañantes de los vehículos y caballos devueltos de Vetrinje

At. Vid (liceo del obispado),

Kočevski Rog

27/5/1945

Podroščic

800hombre

760

95%

Batallón técnico al mando del ingeniero mayor Janez Skof Gendarmería eslovena al mando del Teniente Coronel Franc Sturm

Jesenice, Kranj

Skofja Loka

At.Vid

Kočevje

Kočevski Rog

281511945

Podroščica

 Pliberk

3.000

hombres

2.880

96%

4° regimiento del ejército esloveno al mando del Mayor Antonio Mehle

 

Batallón suplente del ejército al mando del Capitán Pavlovčič

Jesenice, Kranj, Skofja Loka, At. Vid, Kočevje, Slovenj Gradec Celje, Teharje

Poljanska Bolina

Lubnik, črni grub

Kočevski Rog

Huda Jama

Hrastnik

29/5/1945

Pliberk

 

Podroščica

3.000

hombres

2.850

95%

39 regimiento del ejército esloveno al mando del Mayor Maks Kunstelj y del Teniente Coronel Stamenkovic

La Artillería del ejército esloveno al mando del Capitán Gabriel Hočevar

Slovenj Gradec

Celje, Teharje

Krani

škofja Loka

At. Vid

Huda Jama

Hrastnik

Kočevski Rog

301511945

Pliberk

Podroščica

2.800

hombres

20

mujeres

2.679

95%

24 regimiento del ejército esloveno al mando del Teniente Coronel Vuk Rupnik. 1° y 2° batallón, Mayor Richar y Cap. Sustersic. 3° batallón, Capitán Milos Sabic

Slovenj Gradec

Celje, Teharje

Kranj

škofja Loka

At. Vid

Huda Jama

Hrastnik

Kočevski Rog

31/5/1945

Pliberk

500

hombres

475

95%

El resto del lo regimiento (sin mando)

Slovenj Gradec

Idem

Huda Jama

Hrastnik

Idem

 

 

 

 

SUPLEMENTO II: EXTERMINIO Y EXPULSIÓN DE LA MINORÍA ÉTNICA ALEMANA DE YUGOSLAVIA

 

Se sabe de sobra que los soviéticos estimularon la política de expulsión y exterminio de millones de alemanes de Checoslovaquia y Polonia con el objeto de crear causas de permanente enemistad entre alemanes y estos pueblos, apartándolos así de la Europa occidental que por su cultura e historia integran.

Menos se conoce el exterminio de la minoría alemana en la Yugoslavia comunista, que antes de la guerra ascendía a más de 500.000, reducida, según el censo oficial, a unos 50.000 en 1948, mientras que actualmente no existe prácticamente. Los comunistas yugoeslavos alegan como justificativo de su represión extrema la invasión hitlerista. De hecho, eliminaron a la numerosa minoría alemana para crear artificialmente en la "provincia autónoma de Voivodina" dentro de la "República Socialista de Serbia", la mayoría étnica serbia de modo que el exterminio de los alemanes en la Yugoslavia comunista acusa todos los rasgos del genocidio.

Si bien esta materia no hace rigurosamente a nuestro tema, para mejor entendimiento del trato infligido por los comunistas a los croatas estimamos oportuno dar una apretada referencia sobre la suerte de la minoría étnica alemana, escrita por un estudioso alemán, en base a documentos y datos comprobados.

Cuando, desintegrada la monarquía danubiana en 1918, Croacia, Eslovenia y Voivodina fueron anexadas a Serbia, los alemanes de Voivodina compartieron el destino de los demás pueblos y minorías étnicas oprimidos. De acuerdo al censo austríaco de 1910, la minoría alemana cifraba en 577.252, y, según la estadística yugoeslava de 1921, 513.472. El núcleo principal de la minoría alemana estaba radicado en Voivodina (integrada por Backa, Banat y Baranja), y según el censo oficial de 1931 contaban 308.259, o sea el 20% de la población total en dicho territorio (1.424.281 habitantes). En Voivodina, pretendida y conseguida por Serbia en 1918, vivían al máximo 450.000 serbios, menos de un tercio del total de la población.

Además, mayores núcleos de alemanes estaban radicados en la provincia croata de Eslavonia con Srijem y en Eslovenia.

Pequeños grupos de artesanos, mercaderes y mineros alemanes se radicaron en Croacia y Eslovenia ya en el Medievo. Grupos más nutridos inmigraron a Eslavonia tras las derrotas de los turcos. En virtud de los tratados de paz de Karlovci (1699) y Pozarevac (1718), Banat, Backa, Baranja y Srijem integraron definitivamente el Imperio de los Habsburgo. Entonces, fuertes núcleos de húngaros, alemanes, croatas, serbios, rumanos, eslovacos y de otras nacionalidades, empezaron a colonizar sistemáticamente esa región tan fértil como la pampa argentina, casi despoblada bajo el dominio otomano.

En la monarquía multinacional danubiana, las minorías alemanas en Croacia, Hungría y Eslovenia vivían compenetradas con la población lugareña sin tener que enfrentarse con el problema de la lealtad ciudadana o nacional. Ese conflicto surgió, lamentablemente, en Yugoslavia, que no supo enfocar con justeza el problema de la convivencia de las distintas nacionalidades y minorías étnicas que la constituían. Se gobernó en interés de los serbios, apenas la cuarta parte de la población total. De allí la inestabilidad política inicial del nuevo Estado, originada por los conflictos nacionales, principalmente entre croatas y serbios, lo que forzosamente determinó efectos negativos en sus relaciones internacionales.

Aunque en Yugoslavia, entre las dos guerras mundiales, se practicó la discriminación nacional en provecho de los serbios y la religiosa en beneficio de los ortodoxos (la minoría alemana era católica y protestante), los alemanes trataron de acomodarse a la nueva situación para proteger mejor sus derechos de minoría. Eso vale particularmente para los alemanes de Voivodina (Los pequeños núcleos alemanes radicados en Croacia se sentían compenetrados con los croatas y participaron en la resistencia nacional croata contra la dominación serbia y en su mayoría votaban por los candidatos croatas).

Pese a los empeños de los representantes políticos de la minoría alemana por no dar motivo a las represalias serbias, lo que en la opinión de la nueva generación rayaba en crudo oportunismo, los gobiernos yugoeslavos, sobre todo durante la dictadura del rey Alejandro, adoptaron medidas hostiles contra la minoría alemana por considerarla un obstáculo a la serbización de Voivodina. A causa de las pronunciadas diferencias religiosas y culturales casi no hubo asimilación serbia de los alemanes, mientras que hubo muchísimos casos de croatización o magiarización, por tratarse de pueblos de tradición cultural común. Hubo momentos muy críticos en las relaciones serbio- alemanas. En 1929 fueron prohibidos todos los partidos de las minorías étnicas. Se produjeron reiteradas agresiones contra las instituciones y hogares alemanes. En una ocasión quedó gravemente herido el Dr. Stefan Kraft, líder de la minoría alemana.

Con todo, hasta la crisis estatal y militar de 1941, los alemanes, pese a la agitación nacionalsocialista, evitaron conflictos mayores con las autoridades estatales. Cuando a raíz del golpe de Estado de marzo de 1941, se produjo la tirantez y muy pronto estalló la guerra entre Alemania y Yugoslavia, la minoría alemana se enfrentó con la difícil disyuntiva: lealtad al pueblo alemán o al Estado yugoeslavo, cuyos súbditos eran. Es sabido que dicho golpe de Estado motivó violentas demostraciones antigermanas, en las que perdieron la vida varios alemanes, hecho que aprovechó la propaganda del Tercer Reich para fundar su invasión de Yugoslavia. Más tarde se citaba la cifra de 120 alemanes asesinados, probablemente exagerada.

Los yugoeslavos y sobre todo los comunistas subrayaban la actividad de la quintacolumna alemana, exagerándose también en ello[189]. La minoría alemana en Yugoslavia trató en 1941 de escapar a las represalias huyendo por millares a Hungría, Austria y Rumania. La mayor parte hizo caso omiso a la citación de movilización. Los movilizados en el momento del ataque germano rehusaron combatir contra sus connacionales. (Por lo demás, ni los mismos serbios evidenciaron arrojo y combatividad). Colaboraron con los croatas en actos de sabotaje y la captura de oficiales y soldados serbios. En ese sentido fueron sobremanera activos en Novi Sad y Osijek. Las autoridades yugoeslavas tomaron a principios de la guerra cierto número de alemanes como rehenes, que pronto fueron liberados debido al fulminante avance de las tropas germanas.

Tras la capitulación incondicional y la desintegración del Reino de YUGOSLAVIA, Backa, con el núcleo principal de la minoría alemana, fue incorporada a Hungría. El importante núcleo de Banat quedó bajo el régimen de la ocupación alemana. El tercer grupo por orden de importancia quedó dentro del Estado de Croacia, recientemente restablecido. En todo ese territorio se sucedieron durante la guerra acciones subversivas y guerrilleras comunistas, que desde el punto de vista del derecho internacional de guerra eran ilícitas y, por lo tanto, punibles. En esas luchas, las autoridades militares alemanas y húngaras empeñaron hasta el máximo a los miembros de la minoría alemana. En virtud de un convenio especial entre los gobiernos croata y alemán, los integrantes de la minoría alemana en Croacia fueron reclutados en unidades alemanas, mayormente en la SS división Prinz Eugen, y en parte en gendarmería y en milicia que custodiaba vías férreas y protegía a determinadas localidades de los asaltos partisanos. Sus bajas fueron relativamente altas, superadas en mucho por las masacres posteriores. Terminada la contienda mundial, la minoría étnica alemana en Yugoslavia fue expulsada, deportada, trasladada o exterminada en distintas formas.

Sobre la triste suerte que le cupo hay varios estudios[190] documentados y de autores concienzudos, que, sin embargo, difieren en pormenores y las cifras de las víctimas. Eso no es de extrañar por cuanto se trata de centenares de miles de hombres sacados de sus hogares, deportados y masacrados en distintos lugares y circunstancias, lo que imposibilita establecer cifras exactas.

No hace mucho, en la serie Dokumentation der Vertreibung der Deutschen aus Ost- Mitteleuropa, en el tomo V, dedicado a la minoría alemana en Yugoslavia[191] se publicaron datos y documentos en base al material recogido por una comisión especial designada por el Ministerio de Refugiados de la República Federal Alemana. Esa publicación oficiosa, de 900 páginas, contiene, además de abundante material documental y todas las referencias, una exposición crítica de los hechos. La sección "Documentos" ocupa la parte principal del libro, de modo que se trata de una reseña histórica fidedigna y objetiva, a tal punto que sus compiladores fueron tan cautos y medidos en sus apreciaciones que las cifras de los masacrados son inferiores a las consignadas en otros estudios de autores competentes y serios. A continuación reproduciremos datos y cifras sobre el exterminio de la minoría alemana en Yugoslavia, publicados en dicha obra documental.

La minoría alemana desapareció de distintos modos: traslados, huidas, deportaciones, pérdidas durante la guerra, masacres y suplicios, y sobre todo a raíz de las epidemias y tratos crueles en los campos de concentración.

Buena parte de los alemanes en Croacia y algunos de Eslovenia (Kocevlje) fueron trasladados. En virtud de un acuerdo entre Croacia y el Tercer Reich, ya a principios de 1944 emigraron grupos de alemanes y durante y después de la guerra debieron emigrar todos. Las autoridades alemanas temían acaso que los alemanes fuesen absorbidos totalmente en Croacia si a tiempo no se los trasladaba a Alemania. El núcleo alemán de Kocevlje fue trasladado a Estiria, puesto que la región de Kocevlje fue anexada en 1941 a Italia.

Los traslados de Croacia, iniciados a principios de 1944, al final revistieron carácter de incontrolada huida en masa, de modo que un determinado número de personas, sobre todo de avanzada edad, pudieron burlar la orden de emigrar y quedarse en sus hogares.

Los traslados de Backa y Baranja se verificaron más tarde y terminaron en huidas desordenadas ante el avance de las tropas soviéticas a fines de 1944. La mayor parte logró pasar a tiempo a Austria y Alemania. En cambio, el grueso de los alemanes de Banat fue sorprendido por el avance ruso. Cerca de 200.000 se quedaron en Yugoslavia, mayormente al norte de los ríos Danubio y Drava, bajo la ocupación soviética. El proceder soviético era igual al aplicado en otras zonas por ellos ocupadas; vale decir: saqueo, violación de mujeres, secuestro de vehículos, confiscación de víveres, trabajo forzado, etc. No hubo discriminación en detrimento de la minoría alemana, y recién los "comités de liberación nacional" comunistas, compuestos en su 90% por serbios, tomaron medidas persecutorias y extremadamente represivas cuando asumieron el poder en esa zona. En la primera ola de arrestos y masacres colectivos, fueron exterminadas figuras destacadas, funcionarios públicos, dirigentes de instituciones políticas y culturales, inclusive mujeres. En determinadas localidades fueron fusilados grupos de centenares de personas; se formaron pelotones especiales de fusilamiento, que iban de un lugar a otro cumpliendo su tarea sangrienta por orden de las autoridades comunistas locales.

Luego fueron detenidos e internados prácticamente todos los alemanes hombres y mujeres, ancianos y niños. Primero los habitantes de grandes localidades, como ser Pancevo (hoy suburbio de Belgrado), Vrsac y Veliki Beckerek, luego de poblados menores, de modo que los que sobrevivieron a la matanza colectiva, la deportación a Rusia o la expulsión, pasaron varios años en los campos de concentración.

El gobierno comunista prohibió inmediatamente a los alemanes cambiar de residencia, comprar o enajenar bienes muebles e inmuebles. Luego vino la confiscación de todos los bienes y la internación en los campos de concentración. Muy pronto se supo que ello se hacía en virtud de la resolución del parlamento provisorio (AVNOJ), tomada el 11/11/1944, por la que se despojaba a todos los alemanes, sin distinción, de los derechos civiles y de sus bienes. El texto de esta ley, única en los anales del mundo civilizado, convirtiendo a centenares de miles de personas en parias, se halla en la sección Documentos, p. 180 E del libro mencionado.

En el lugar de los alemanes expropiados se radicaron los montañeses del interior de Yugoslavia venidos mayormente de Montenegro, Bosnia y Lika, casi todos de nacionalidad serbia. A causa de su incapacidad e ineptitud para continuar con la explotación que hacían los progresistas colonos alemanes de la cuenca danubiana, menguó sensiblemente la producción agropecuaria de Yugoslavia, déficit éste que tuvieron que compensar los contribuyentes norteamericanos en forma de cuantiosa ayuda prestada al régimen de Tito.

En Voivodina y Eslavonia se organizaron numerosos campos de concentración para la minoría étnica alemana. El régimen era tal que los presidiarios morían en masa de hambre y epidemias, lo que evidentemente se perseguía. Pese a la magra comida y las enfermedades, los presos fueron destinados a trabajos forzados y tuvieron que ejecutar tareas muy pesadas.

Tras la ocupación soviética de Voivodina, hubo deportaciones en masa a Rusia, sobre todo entre el 25 y el 31 de diciembre de 1944. Fueron deportados preferentemente varones de 17 a 45 años, y como eran pocos, los rusos deportaban a mujeres de 18 a 40 años y en determinados convoyes había de 7 a 9 veces más mujeres que varones.

La caza a hombres y mujeres con el fin de deportarlos se inició adrede durante las fiestas navideñas, cuando era más fácil encontrarlos en sus casas. Fueron deportadas de 27 a 30.000 personas. Ciertos autores consignan cifras más elevadas. Los deportados fueron cargados en vagones de carga, de 30 a 40 por vagón. El viaje duró de 15 a 20 días en condiciones alimenticias e higiénicas desastrosas, de modo que muchas mujeres murieron en el trayecto o se enfermaron gravemente. El trato en Rusia era excepcionalmente severo y allí murió el 16 % de los internados. Al ser trasladados posteriormente ciertos grupos a Alemania Oriental, se comprobó que estaban inválidos y enfermos, incapacitados para cualquier trabajo.

Harto triste era la suerte de los niños, cuyas madres fueron deportadas a Rusia y sus padres caídos en la guerra. Varios millares de esos menores huérfanos murieron en campos de concentración sin atención alguna. Más tarde, por intervención de la Cruz Roja, una parte de esos niños fue trasladada a Alemania, y ya antes grupos de gente anciana y enferma fueron expulsados a Hungría y Austria.

Con posterioridad a la publicación de la mencionada documentación se publicó el testimonio de Ivan Boras, ex oficial del ejército croata, actualmente en Alemania, sobre la suerte de 5.000 niños alemanes desaparecidos en Yugoslavia[192]. En mayo de 1945, Boras fue hecho prisionero, y en Derventa, Bosnia, ha sido uno de los testigos oculares del bestial exterminio por asfixia de esos niños alemanes de Voivodina de 4 a 12 años, cuyos padres fueron asesinados o lograron escapar a Austria y Alemania. El y otros prisioneros descargaban a esos chicos de los camiones, y luego, ya asfixiados por el gas, los llevaban a la orilla del río Bosna, al lugar denominado Lukovac, rociaban los cadáveres con petróleo y nafta y los quemaban. Luego sobre los restos pasaba una pesada aplanadora, y lo que quedaba se arrojaba al río. Los padres alemanes que lograron salvarse inquirían ansiosamente por la suerte de sus hijos. Las autoridades yugoeslavas contestaban invariablemente que se encontraban en escuelas e institutos educativos. La declaración de Boras suscitó una enorme excitación en Alemania. Ese crimen horrendo ha sido cometido bajo las órdenes de Momcilo Popovic, funcionario de la policía política y luego funcionario en la delegación yugoeslava en Bonn, donde cayó, víctima de una demostración del grupo de los exilados croatas[193].

El mismo ex oficial croata es testigo presencial de una espeluznante masacre de un grupo de 300 prisioneros alemanes y croatas en Usora, Bosnia, cometida por los comunistas a las órdenes de Koca Popovic, actual canciller en el gobierno de Tito[194].

Los campos de concentración fueron disueltos años después. Una parte de los internados fue enviada a las granjas y fábricas estatales como peones de los nuevos propietarios en sus posesiones, mientras que la otra, tras el conflicto Moscú-Belgrado, en virtud de lo convenido con el gobierno federal de Bonn, fue trasladada a Alemania Occidental. Sucesivamente, el número de los trasladados crecía, de modo que hoy prácticamente no hay alemanes en la Yugoslavia comunista. En el reciente censo de población ni siquiera figuran.

A principios de 1944 había en el territorio de la Yugoslavia actual 510.000 alemanes y en 1950 sólo 55.328, en la República Federal Alemana 163.000, en Austria unos 150.000 y cerca de 15.000 en los países de ultramar. En la guerra y en la cautividad murieron 28.000, de ellos varios miles de prisioneros fueron fusilados, mayormente en Eslovenia en mayo de 1945. En las masacres en masa perecieron sobre todo los integrantes de la división Prinz Eugen, reclutados en Voivodina y, en parte, en Croacia.

Según cifras cautelosas, que no comparten todos los expertos por considerarlas demasiado bajas, la suerte de la minoría étnica alemana sería ésta: 2.361 personas muertas en la huida; 5.777 masacradas en matanzas colectivas; 5.683 muertas a causa de los suplicios o asesinadas, mientras se las trasladaba a los campamentos o deportaba; 48.024 murieron en los campos de concentración de hambre y epidemias; 187 fueron condenadas a muerte y ejecutadas; 6.273 desaparecieron.

Si se toma en cuenta que alrededor de 28 mil soldados, integrantes del grupo étnico alemán fueron masacrados o cayeron, resulta que los comunistas dieron muerte a unos 98.000 integrantes de la minoría étnica alemana en Yugoslavia, o sea al 19,1 por ciento de su totalidad. Los restantes emigraron, huyeron, fueron expulsados y deportados.

Tal sería el sino sombrío de los colonos progresistas alemanes en la Yugoslavia comunista, en la tierra en que sus antepasados vivían desde varios siglos y con su esfuerzo y capacidad contribuyeron al progreso de esa región en convivencia armónica y pacífica con sus conciudadanos. La minoría étnica alemana en Croacia participó en la lucha por la libertad y la independencia de su patria adoptiva. Los croatas no lo olvidaron. Varios testigos cuyas declaraciones figuran en la monumental obra sobre el "Destino de los alemanes en Yugoslavia", atestiguan que la población croata sin distinción mostró compasión y caridad fraternal hacia los alemanes perseguidos.

Cábenos, para terminar, poner de relieve que los comunistas yugoeslavos masacraron y maltrataron a los ancianos, mujeres y niños alemanes, quienes, por cierto, no pueden ser tildados de "criminales de guerra".

 

 

CUARTA PARTE - DOCUMENTOS

1. ANTECEDENTES DE LA TRAGEDIA DE BLEIBURG

 

I - MASACRE DE 350 CROATAS EN TUZLA EN OCTUBRE DE 1943

El señor N. N., destacado gremialista en las filas de la Federación Obrera croata, suministró a la comisión de investigación de la Tragedia de Bleiburg en Buenos Aires un espeluznante testimonio sobre la matanza de croatas en Tuzla en los primeros días de octubre de 1943, cuando esa ciudad de Bosnia fue ocupada transitoriamente por los guerrilleros comunistas serbios. Este testigo ocular de un episodio estremecedor, salvado por milagro, prefiere guardar el anonimato por temor a represalias contra sus familiares en Croacia, pero está dispuesto a declarar ante cualquier tribunal, instancia u organismo creado a tal efecto.

"A fines de septiembre de 1943, los partisanos conquistaron la ciudad de Tuzla tras enconados combates. Destruyeron todas las instalaciones industriales y mineras, derribaron sus torres y chimeneas. En seguida arrestaron a más de 350 destacados croatas, tanto de religión católica como islámica, y les dieron muerte, sin sumario ni juicio previo.

"Los comunistas dirigieron un llamado patético a los obreros de este centro minero e industrial para que se enrolaran en sus filas. Para su gran asombro, la negativa de los obreros fue unánime. Luego empezaron a reclutar por fuerza. Como no me había presentado y había rehusado estimular a los obreros a engrosar las filas del "ejército de liberación nacional", me arrestaron y torturaron durante 16 días, pese a las numerosas protestas e intervenciones de los habitantes y obreros de Tuzla.

"Ante el avance de los efectivos croatas y alemanes, los partisanos se aprontaron el 10 de octubre de 1943 a retirarse de la ciudad. En la retirada nos llevaron a 23, entre nosotros a una mujer, en un camión cerrado. Al llegar al pie del Monte Majevica, no lejos de Tuzla, nos bajaron, ataron con soga de a dos y nos condujeron al lugar del fusilamiento. Hacía mucho frío y había mucha nieve. Nos custodiaron seis partisanos, armados hasta los dientes.

"En el lugar establecido, un gitano cavaba la tumba para las nuevas víctimas, pues debajo de la nieve, al parecer, había tumbas anteriores. El Director de "Croacia" de Zivinice, Emilio Varadi, estaba amarrado a mi mano derecha y al ver al sepulturero empezó a llorar y le ofreció su último cigarrillo. Tuvimos que quitarnos el traje, luego nos ataron nuevamente. Nos ordenaron arrodillarnos de a dos. Varadi y yo estuvimos en la primera fila, y tras de nosotros había tres filas más. Los cuatro partisanos tomaban posición a nuestra espalda con los fusiles listos.

"A la orden dada por dos jefes resonaron los cuatro primeros tiros. Mi compañero Varadi lanzó un gemido y se desplomó arrastrándome a mí también, que no fui alcanzado. Luego más tiros y todos estaban agonizando y exhalando el postrer suspiro, salvo yo, ensordecido por los estampidos, sufriendo todavía sus consecuencias. Estaba todo empapado de la sangre todavía caliente de mis compatriotas.

"Nueva orden a los cuatro ejecutores de no tirar más y de regresar en seguida a la Tuzla superior donde los partisanos estaban concentrándose para la retirada. Ambos jefes se quedaron todavía hurgando en los trajes apilados al lado, llevándose dinero, relojes, anillos y cuantos objetos de valor encontraron.

"Mientras lo hacían, aparenté estar muerto y pensaba qué debía hacer si en la tumba común me arrojaran primero, pues me hallaba en la primera fila, y luego me taparan con siete cadáveres. Quise incorporarme y pedirles amablemente que me obsequiaran con un tiro de gracia, dado que el primero falló y estaba vivo.

"Por suerte, los dos partisanos ordenaron al gitano que cavaba la tumba alejarse y sepultar a esa banda al día siguiente. Acto seguido se fueron monte abajo, tras dar unos veinte pasos, se detuvieron y observaron si alguno mostraba señales de vida. Después de que se alejaron, me levanté y con la mano izquierda y los dientes logré desatar la soga que me ataba a Varadi. Tomé mi ropa, me vestí rápidamente, olvidándome del gabán que esa noche me hubiera venido muy bien. La voluntad de vivir era tan fuerte que salté una empalizada y me acurruqué en un bálago para entrar en calor y reflexionar sobre qué hacer. Moví los hombros para convencerme de estar aún vivo, y no en el otro mundo, pero el frío me advirtió que me hallaba en la tierra. ¿Qué camino tomar? ¿Regresar por el mismo camino a Tuzla, por el que se retiraban los guerrilleros comunistas o cruzar la montaña corriendo el peligro de caer en manos de los chetniks? Me pareció más seguro bajar por el sendero de las cabras, entre el monte y la ruta. Lo perdí en la bruma y así vagué toda la noche, no sabiendo por dónde, ni hacia dónde, hambriento, agotado, ensangrentado. Por fin topé con un almiar y para descansar y calentarme empecé a abrir un boquete en el heno como la zorra herida que busca refugio. Para mi desventura, los perros me descubrieron y se echaron a ladrar. En eso, de la torre de la mezquita se oyó la oración matinal, señal de que estaba amaneciendo. Me escondí entre arbustos y, creyendo estar a seguro, oí pasos pesados muy cerca. Me encogí y empecé a contar: 20 últimos partisanos que se retiraban. Si hubiesen mirado a su izquierda, hubieran podido verme, pero Dios me guardó.

"Ya era de día y el sol estaba muy alto. No sabía qué camino tomar para volver a Tuzla y me dirigí a la aldea Krizani. Un campesino que araba me vio, detuvo los bueyes y me llamó: "Sr. N., es usted, por Dios, venga a mi casa". Al verme su mujer ensangrentado y pálido rompió a llorar y en el acto me quitó los zapatos, me trajo ropa interior, agua caliente, y más tarde aguardiente y almuerzo.

"Ya lavado, mudado de ropa, algo repuesto, les conté lo que había pasado. El campesino me dijo que me conocía bien, pues le había proporcionado empleo en la salina Sim Han. Me acompañó por un sendero indirecto hasta Tuzla, puesto que en el camino principal quedó haciendo guardia todo el día un partisano cuando se percataron de que no estaba entre los muertos.

Buenos Aires, 26 de mayo de 1963 N. N., m. p.

 

II -LOS PRIMEROS CASOS DE "KATYNISMO" EN DUBROVNIK

A continuación reproducimos la declaración formulada por el Rev. padre Lino Pedisic, O. F. M., domiciliado en San Martín 160, José Ingenieros, Provincia de Buenos Aires Rep. Argentina, al Comité de Investigación de la "Tragedia de Bleiburg", que se refiere a los sangrientos sucesos acaecidos en Dubrovnik a fines de 1944:

"El 19 de octubre de 1944 amaneció en Dubrovnik uno de los días más funestos en la milenaria historia de este importantísimo centro de la cultura croata. Ese día el ejército y las autoridades croatas se retiraron de la ciudad hacia el norte bajo la presión de los guerrilleros comunistas que irrumpían desde Serbia. Desde abril de 1941 y hasta octubre de 1944 Dubrovnik formaba parte integrante del restablecido Estado de Croacia, considerado por sus ciudadanos como realización de la libertad nacional, denegada al pueblo croata mediante su incorporación compulsiva en el conglomerado de Yugoslavia. Por eso Dubrovnik presenció con recelo y hondo descontento su reincorporación al Estado yugoeslavo bajo la dirección serbia, y sus ciudadanos, de arraigadas tradiciones católicas, miraron con temor la llegada del ejército y las autoridades comunistas.

"En ese entonces acababa de ser ordenado sacerdote en el histórico convento franciscano que a lo largo de los siglos fue un foco ardiente de la vida religiosa y cultural. Ya el primer día los comunistas, llegados del Montenegro, detuvieron a numerosos ciudadanos de prestigio y, entre ellos, a varios franciscanos, conocidos y respetados por su abnegada labor. La ciudad entera esperaba con angustia y temor el desenlace de su suerte, pero ni los adversarios más recalcitrantes de los comunistas presagiaban lo que se pudo leer en los carteles murales el 25 de octubre. Se anunció que 35 figuras destacadas, cuya nómina fue dada, fueron juzgadas y fusiladas por supuesta colaboración con el ocupante. Era un secreto público que tal juicio no se había realizado y que fueron detenidos conforme a las listas confeccionadas con anticipación por la policía política comunista con el propósito exclusivo de eliminar a las figuras dirigentes de todas las capas sociales: la intelectual, la política, la económica, la gremialista, la religiosa, de organizaciones juveniles, etc. Se salvaron únicamente los que no prestaron fe a la propaganda comunista de que los no incursos en actos delictivos y de traición no tenían nada que temer. Por suerte, muchos se retiraron con el ejército croata.

"Como entre las primeras víctimas de la matanza comunista hubo tres prestigiosos franciscanos, no tardamos en enterarnos de los pormenores por boca de un croata, movilizado por los comunistas, que presenció los fusilamientos. Nos contó que los mataron en el islote Daksa a la entrada del puerto Gruz. Les quitaron la ropa y tuvieron que cavar sus tumbas. El padre Mariano Blazic, famoso predicador, una de las víctimas, logró pronunciar contadas palabras de consuelo y les absolvió antes de ser segados por ametralladoras. En el momento de ser fusilados entonaron el cántico eclesiástico: Te Deum laudamus...

"Me acuerdo perfectamente bien de muchos, cuyos nombres paso a consignar: El Dr. Niko Koprivica, intendente de Dubrovnik, abogado y dirigente del Partido Campesino Croata; el Dr. Baldo Pokovic, abogado; el capitán de ultramar Zeljko Milic, luego el profesor Makso Milosevic, director del liceo local, Ivo Peko, director de la estación de radio de Dubrovnik y el periodista Ivo Berkovic, todos de destacada actuación cultural. Los siguientes clérigos. muy destacados por su labor pastoral y cultural, fueron fusilados: El Padre Mariano Blazic, conocido predicador, profesor de ciencias naturales, adversario del fascismo y nazismo, autor, entre otras, de la notable obra: "La evolución y el origen del hombre"; el franciscano Tomás Tomasevic, figura descollante por su obra social y cultural, miembro y directivo de varias asociaciones, director del liceo franciscano; el prof. de religión, joven franciscano Gerardo Barbir, destacado director espiritual de las organizaciones juveniles católicas. Particularmente doloroso impacto causó el asesinato del padre jesuita Pedro Perica, organizador de la juventud católica, muy conocido por su vida ascética. También mataron al popular párroco Jorge Krecak, predicador, autor de obras históricas y destacada figura en el campo cultural; luego el reverendo Mato Milic; el párroco pensionado Mato Dobud, víctima de la venganza política por su actitud asumida contra los asesinos del heredero al trono de Austria-Hungría en vísperas de la Primera Guerra Mundial. Más tarde fue muerto el joven dominico Dr. Barac, diplomado en la Universidad de Friburgo, autor del libro: "La filosofía social del comunismo".

"Ninguno de los sacerdotes asesinados desempeñaba cargos ni tomaba parte en las organizaciones políticas. Los mataron a causa de su ascendencia moral sobre los feligreses.

"Pero, los comunistas no se limitaron a matar a los destacados clérigos e intelectuales. Asesinaron también al sindicalista Blaskovic, al tipógrafo Pedro Barbir, a los artesanos Baldo Crnjak y Francisco Vojvodic, ese último presidente del coro mixto croata "Gundulic"; a los miembros de las organizaciones juveniles católicas: Juan Kubes, Tomislao Baca, José Tuta y Slavko Barbir.

"La opinión generalizada era que toda esa gente respetada e intachable fue asesinada porque los comunistas los consideraban adversarios peligrosos. Su muerte violenta suscitó impresión penosa incluso entre los integrantes del "Comité de la liberación nacional", designado por los comunistas. Su presidente, médico Dr. Ivo Niksic, aceptó ese cargo creyendo poder proteger a sus conciudadanos ante los abusos y excesos comunistas. En nombre del comité protestó enérgicamente contra la masacre incalificable. Los comunistas destituyeron dicho comité alegando que era inapto e incapaz. Más tarde, a efectos de suavizar el impacto provocado, lanzaron noticias de que no se produjo tal matanza y que los avisos públicos habían sido difundidos tan sólo para atemorizar a los "reaccionarios". Al mismo tiempo trataban de distraer la atención pública organizando mítines masivos, conferencias, festejos, bailes y fiestas a menudo desenfrenadas con el fin de atraer a los jóvenes. Sin embargo el desagrado y la animosidad suscitados por los crímenes comunistas alcanzaron tal grado que incluso los que antes no eran combativos, intentaron organizar la resistencia. Varios grupos fueron descubiertos y condenados a graves penas. Muchos huyeron al extranjero arriesgando la peligrosa travesía del Adriático hasta Italia en pequeñas embarcaciones y botes.

La matanza fue el comienzo de otras tantas que siguieron, siempre obedeciendo al mismo criterio, quiere decir dejar descabellado el pueblo de todas sus figuras descollantes y en todos los niveles sociales.

Esos sucesos tuvieron gran repercusión, también fuera de la ciudad. A medida que los comunistas se apoderaban de otras regiones y ciudades croatas, las personas destacadas supieron lo que les esperaba y se alejaron a tiempo. Muchos, en última línea, no se salvaron, pues cayeron víctimas de las masacres colectivas perpetradas por los comunistas, terminada la guerra y subyugada Croacia entera.

Gran resonancia tuvo el comienzo de la resistencia armada, suerte de la guerrilla nacional croata anticomunista. Surgió en los alrededores de Dubrovnik, precisamente en Konavle, región amena de gente noble y pacífica entre Dubrovnik y Boka Kotorska (Boca di Cattaro) Dicha región es poblada por campesinos, conocidos por su patriotismo y honradez. Como no podían soportar la tiranía ajena, se lanzaron espontáneamente a los montes. Puedo testimoniar con el conocimiento directo de los hechos, que éste fue el comienzo del movimiento de "cruzados" que posteriormente cobró importante dimensión por sus ramificaciones y actuación anticomunista. Me consta por haber participado en la elaboración de su programa y luego pasé con ellos cierto tiempo en los montes de la Croacia meridional. Pues los organizadores de los primeros grupos insurgentes, capitaneados por el prestigioso campesino Pedro Bakic, de Cilipe, enviaron delegados a sus amigos, intelectuales de Dubrovnik, solicitando su asesoramiento en la elaboración de la plataforma de su movimiento. Les interesaba, en primer lugar, qué nombre darle, qué programa político, si debían mantener contacto con los angloamericanos y cuál actitud tomar frente a la resistencia nacionalista serbia, los chetniks. Les propusieron llamarse "cruzados", combatientes para los ideales religiosos. Ese nombre ya tenía cierta popularidad, pues así se denominaba una organización juvenil católica, pero no se trataba de una continuación directa o indirecta de la misma, de modo que todos los cargos comunistas en ese sentido fueron totalmente inventados. Cabe recordar que en 1946 los agentes comunistas asesinaron en Trieste al Dr. Ivo Protulipac, abogado y destacado intelectual croata, presidente antes de la guerra de la organización Krizari (Cruzados). El objetivo político era librar la lucha en defensa del Estado de Croacia, que debía reorganizarse de acuerdo a los principios democráticos. Los contactos con los angloamericanos eran deseables (Luego fueron establecidos, recibióse cierta ayuda, suspendida más tarde). En cuanto a los chetniks, que también combatían a los comunistas, les aconsejamos ayudarlos siempre y cuando limitasen sus acciones al territorio de Serbia y asumiesen una actitud no inamistosas hacia Croacia.

Como estuve activo en las organizaciones de los jóvenes católicos, me sentía amenazado al igual que mis amigos. Muchos ya padecían del llamado complejo psicológico del timbre a raíz de las frecuentes visitas nocturnas de la policía comunista. Me vi obligado a alejarme de Dubrovnik en vísperas de la Navidad de 1944. Pasé cierto tiempo en los montes de Herzegovina, donde pude constatar que el nombre de "cruzados" y su programa democrático se habían difundido en las filas de la resistencia croata. Luego conseguí llegar a Zagreb y de allí en mayo de 1945 me refugié en el mundo libre. Fui uno de los primeros en traer noticias fidedignas acerca de los crímenes perpetrados por los comunistas en las zonas por ellos "liberadas". Presenté un informe a las autoridades eclesiásticas. Croacia entera quedó conmovida al enterarse del asesinato de los prestigiosos padres Blazic y Perica. Como parecidas noticias trascendían también de la Croacia nordeste, teatro de encarnizados combates, no había duda alguna de que los comunistas se ensañaban con furor especial contra las figuras sobresalientes acusándolas de colaboracionismo, pues temían su influencia en una región donde eventualmente podrían desembarcar e intervenir las fuerzas angloamericanas. Esa gente tenía un pasado intachable, eran partidarios de la libertad individual y nacional, y del régimen democrático.

"Vi y viví muchos eventos parecidos. Daré mi testimonio sobre todo lo dicho ante cualquier instancia que se ocupase de esos abominables crímenes".

José Ingenieros, Prov. de Buenos Aires, 28 de mayo de 1962.

LINO PEDISIC, O.F.M., m. p.

 

III - UN ESCRITOR COMUNISTA SERBIO DESCRIBE LA DESTRUCCION DE UNA ALDEA

Branko Copic, destacado escritor comunista contemporáneo serbio, en su novela "La pólvora sorda" (Belgrado, 1957) narra en forma incisiva y dramática episodios de la guerrilla comunista en Bosnia. A continuación reproducimos varios de sus fragmentos que describen la destrucción de una aldea musulmana por un destacamento de partisanos, integrado por campesinos serbios. Ese episodio es característico de los métodos comunistas que explotaban la animosidad y el recelo de la población serbia contra la mayoría musulmana y católica de Bosnia. La destrucción de la aldea musulmana Demirovo, afirma Copic, fue una concesión del comandante comunista a las masas serbias, ansiosas por vengarse de la secular dependencia de Turquía y por la lealtad de la población musulmana al Estado de Croacia. Este exterminio de toda una aldea es una de tantas manifestaciones de la misma táctica y del mismo odio que luego provocarían matanzas colectivas de croatas al final y después de la Segunda Guerra Mundial.

La descripción realista de la guerra partisana provocó gran sensación en Yugoslavia, pues hasta entonces, en la narrativa de la postguerra, sólo se idealizaba a los combatientes comunistas. En la novela de Copic se habla también del terror comunista, si bien el autor, como comunista ortodoxo y comisario político durante la guerra, niega que el comunismo sea un método normal del partido comunista.

Para entender mejor los fragmentos citados, acotamos que el recién designado comandante "El Tigre" dirige el ataque contra la aldea musulmana. Odia a todos los campesinos sin distinción. "Estaba envuelto -dice el autor- en la leyenda de España, en la gloria de los lejanos campos de batalla, en el deslumbramiento de nombres exóticos: Guadarrama, Guadalajara, Aragón". En otro lugar Copic pone en boca de su protagonista: "Mucho tiempo estuve asignado al servicio español de contraespionaje; no sé cuánta basura de la quintacolumna habíamos fusilado". Su antagonista es Djulaga, comandante de la guardia campesina de la aldea musulmana. Los partisanos llaman despectivamente "turcos" a los musulmanes y a la guardia campesina "ustachi salvajes". Por su parte, los musulmanes llaman "válacos" a los ortodoxos

"Apenas llegaron al campo resplandeciente de nieve, una alegre ráfaga de ametralladora rasgó la calma. El Tigre contuvo las riendas y furioso chilló:

-¿Qué es eso ahora?

-Eso es la célebre Demirovo, los ustachi salvajes, musulmanes.

El Tigre miró con atención el cerro blanqueado con manchas de casas en lo alto.

-Vaya, vaya. ¡Y vosotros lo admitís en vuestro tan cacareado territorio libre! ¿Cuántos puede haber arriba?

-Unos setenta, no más.

-Hum, setenta. Vaya que son valientes. Ya hace medio año que vienen desafiando a tantos... Oyes, Radekic (ex oficial real), voy a decirte algo: ustedes no son partisanos sino una patrulla campesina vulgar y silvestre como solían expresarse ustedes los oficiales.

Se apearon y guarecieron en un saucedal. Desde allí Radekic señaló dónde estaban las trincheras en Demirovo y describió a El Tigre el último ataque fracasado de los partisanos contra ese nido aislado musulmán.

-Caray, son unos cuantos desharrapados, pobres gatos, y te desafían y resisten como si tuviesen un Estado detrás de ellos. Defienden sus hogares, que el diablo se los lleve.

El Tigre, callado y pensativo, fijó su mirada en el impreciso montón de casuchas sobre el collado.

Vienen a agitarlo y desgarrarlo en lo íntimo, la furia y el odio contra esas misérrimas e inútiles guaridas por las que debe malgastar toda su fuerza y su entusiasmo. ¿Qué se le interpuso en el camino? Hundido y sentado en cuclillas en el lodo frente a los setenta primitivos, y mañana tendrá que atacarlos... ¿Con qué? ¿Con qué ejército?

- ¡Hijos de mala madre campesina, vosotros tenéis consideración con esta banda! Hace tiempo que habéis podido liquidarla, sin duda alguna.

-¡Qué te pasa, hombre! Los nuestros los odian como a los demonios. En un vaso de agua...

- Los odian por ser musulmanes, no por otro motivo

El Tigre, alejándose, volvió a mirar hacia Demirovo y como si contestara a una nueva ráfaga de ametralladora, concluyó en tono vengativo:

- Liquidar a esa banda hasta el último, lo más pronto posible. Dentro de pocos días nos llegarán lanzaminas. Entonces veremos a ese Djulaga cuando empiecen a explotar contra la mezquita.

-Nos darán mucho trabajo. Se defenderán hasta lo último.

- Eso lo veremos. Iremos con un cañón y tres morteros. A ver qué hará ese salvaje Djulaga cuando en su guarida empiecen a estallar minas y granadas.

- ¿El? Por mi fe que se defenderá.

En el amanecer nubloso y plomizo, cuando el cañón partisano dio la señal de ataque, la soñolienta Demirovo saltó, como sacudida del sueño, cubrió al azar todos los alrededores con la descarga confusa de fusiles y el repiqueteo sofocado de ametralladoras. De un escondrijo invisible resonó el grito provocador:

-¡Dale Djulaga!

-¡Ven aquí El Tigre-e-e-e!

-¡Ahaaay!

Del pelotón negro de artillería partisano, acostado en la loma nevada, se oían frecuentes llamados:

-¡Mira, caray, estos nuestros no se mueven! - gruñó El Tigre y avanzó debajo del sauce inclinado al pie del cerro-. ¿Qué pasa arriba, Bojan?

-¿Atacamos con morteros, compañero comandante? Cayeron sin protección alguna.

-­Cayeron, hijos del demonio! -desairó ásperamente El Tigre, tiró la colilla en la nieve y a tropezones subía con premura. Detrás de él, como amarrado, salió el comisario, alto y morocho.

Una tras otras detonaron las minas por la loma. Entre su estampido y fragor quedaron ahogados por un instante el tiroteo y la grita de Demirovo, y recién tras larga pausa salió de allí una ahogada ráfaga de ametralladora y retumbó el desenfrenado aullido de los partisanos que se lanzaron al asalto.

-¡ Hurra! ¡Adelante!

Demirovo, llena de estrépitos y alboroto, se envolvía cada vez más en humareda y llamas. Primero cayó la pequeña trinchera de avanzada, cerca del cementerio. Allí irrumpieron los combatientes de la Brigada Juvenil. Los defensores sobrevivientes se retiraron hasta las primeras casas y, ahora, por encima del cementerio abandonado, de los muertos de Demirovo, de ambos lados arreciaban descargas de fusiles y ametralladoras como si los hombres enfurecidos peleasen y riñesen por ese oscuro lugar de muerte y matanza.

Pronto cayó también la gran trinchera en el lado opuesto de la aldea. Ahora el fuego vomitaba contra los partisanos desde todas las ventanas de las casas vecinas, El Tigre descubierto y desgreñado, gritaba desde el pelotón de artillería.

-¡Bomba! ¡Dénme bomba!... ¡Prendan fuego a todo!

Se tiraba contra la nieve, flexible como un pez, mientras la bomba lanzada le salía de las manos como un tiro agudo. Como si no viera que en su derredor la gente caía, se precipitaba, enceguecido, por el laberinto de las callejuelas, invulnerable, sin vacilación, arrastrando detrás de sí a todo el destacamento. Se levantaba dando saltos, caía junto a las paredes y vallas sintiendo, con oculto crujir de dientes, que esa roñosa y hedionda aldea le estaba cubriendo de cal, esquirlas y polvo reseco de los adobes rotos.

-¡Cueva apestosa, cubil de fieras! ¡Que se incendie, que se incendie!

En el sótano de una casa incendiada berreó lastimosamente un ternero. El Tigre gimió como si le alcanzara una bala ardiente y alzándose un poco de su casual refugio reprendió con ira a los combatientes tras de él:

-¡Prendan fuego a todo! ¿Qué están esperando? ¿Les da lástima el ganado?

Se abrió así paso a través de la aldea hasta las casuchas aisladas cerca del cementerio. Las llamas, entre estampidos y crujidos envolvían y tragaban todo un racimo de casas frente a él. Ardía incluso aquella casucha solitaria, de la que sin cesar, pese al humo y el fuego, repiqueteaba una ametralladora, solitaria y ruidosa, aislada como un desafío a toda la batalla. El Tigre fulminó con ojos ensangrentados a sus combatientes.

-¿Qué es eso allí? ¿Temen el claro, eh? Dénme la bomba.

-Es la casa de Djulaga, compañero comandante.

Percibiendo el temor espontáneo en la voz de ese combatiente al mencionar el nombre de Djulaga, El Tigre, sin esperar siquiera que le alcance una bomba, arrojó en la nieve su vacía pistola automática, palpó la funda del revólver y dando saltos corrió a la casucha. Detrás de él, gruñendo algo, corrió el comisario Vlado con sus acompañantes.

-¡Lo matará, rayos y truenos! ¡Jovan, tira contra las ventanas!

Tan pronto El Tigre desapareció detrás del ángulo, la ametralladora se calló. En el mismo instante un grupo de combatientes juveniles se lanzó por el claro hacia la casucha. Alguien, corriendo, disparó contra la ventana.

-¡No tires! ¡El Tigre está adentro! -chilló el comisario girando alrededor de él.

En la casa resonó una voz femenina, aguda y penetrante. Ese aullido inhumano, estridente y cortante como metal, traspasó y heló a todos los presentes. Alguien se abalanzó sobre la puerta.

-­Cayó el comandante!

-¡Vaya al diablo! ¡No has oído que es una mujer!

Adentro, fragor y gran revuelo. Con un estallido cedió y se abrió la puerta y entre una estela de humo salieron peleando a brazo partido, dos hombres. Todos los combatientes se retiraron sin querer, como si hicieran lugar para el duelo. Sólo uno de los jóvenes, nervioso y excitado, levantó el fusil.

-¡Alto, matarás al comandante!

El Tigre y Djulaga peleaban en la nieve pisada, enceguecidos y lanzando soplidos como si sólo ellos dos estuviesen en el mundo. El comandante de Demirovo se esforzaba por liberar la mano derecha en la que centelleaba un largo cuchillo, mientras que El Tigre, terco como una fiera, se resistía y daba saltos como si quisiera agarrar por la garganta a su rival más alto.

- ¡Agárrenlo, qué están mirando! -gritó el comisario Vlado.

En tropel se abalanzaron sobre los contendientes que echaban espuma. A duras penas los separaron, pero ambos, enloquecidos y enceguecidos, trataron de escabullirse y se abalanzaban uno contra otro. Djulaga todavía apretaba en su puño de hierro un deslucido "cuchillo de asalto" austríaco (de la Primera Guerra Mundial, N del T.), vociferando:

-¡Suéltame, suéltame, Djoko, no me toques!

Mientras los combatientes, embarazados, vacilaban si soltar o no a su comandante, de la casa irrumpió una musulmana anciana, ensangrentada y desmelenada, y tambaleándose vino a Djulaga, gimió y se desplomó. El Tigre dejó de forcejear, con calma separó a los que le tenían agarrado y mirando ese bulto de trapos y cabellos que yacía en la nieve suspiró fatigosamente:

-No ven, ¡mató a su propia familia!

-¡Mejor que lo haya hecho yo que vosotros! - repuso con voz cascada Djulaga, dejando con resignación que le quitaran el cuchillo.

-¿Qué haremos con él, compañero comandante?

El Tigre, ceñudo, hizo un ademán con la mano.

-Déjenlo que vaya donde quiera.

Ensangrentado, ennegrecido y hecho trizas, supinamente liberado, Djulaga dejó caer las manos, miró a Demirovo en llamas, volvió los ojos hacia el pequeño cementerio y por fin los detuvo en la mujer inmóvil que yacía a sus pies, y, moviendo la cabeza, dijo:

-Ya no tengo dónde ir.

Después del ataque a Demirovo, El Tigre notó con alegría que ahora lo tratan con respeto, hasta con regocijo, lo que lo alentó más de lo que esperaba.

(Dos campesinos serbios están saqueando las casas incendiadas en la arrasada Demirovo). Al llegar a lo que antes era la mezquita y ahora sólo un montón de muros cubiertos de hollín, de arcilla y carbón, Todorina se persignó y dijo toscamente:

-En nombre del padre, del hijo... ahora mi corazón está satisfecho como si hubiese visto a Kosovo! (El campo de batalla, donde en la Edad Media los turcos otomanos vencieron a los serbios. N. del T.)

Todo el día hurgaban y revolvían por los lugares incendiados, extrayendo clavos y recogiendo restos de vajilla y menaje. Estaban tan ocupados en esa tarea, llena de agradables sorpresas, que allí les sorprendió la puesta del sol.

Ennegrecidos y enlodados, cargaron alforjas repletas de fierro viejo y cacharros, y salieron por el lado del cementerio, envueltos en ruidos estridentes de lata y el retintín metálico. A unos diez metros de las primeras lápidas sepulcrales, asomóse de la tumba un fantasma zanquilargo, de cabeza descubierta y desgreñada, gritando en voz ronca sepulcral:

-¡Atrás, valacos, eso es mío y de nadie más! ¡Me habéis arrebatado todo lo que vivía, pero no os dejo los muertos! ¡Los muertos son míos, los defenderé! Déjenlos en paz por lo menos a ellos.

Jovandeka y Todorina -petrificados, olvidaron por un instante que una vez sabían caminar y correr. Recién cuando el espectro se agachó y una piedra retumbó contra la carga de Jovandeka, nuestros dos compadres, como acatando una orden, empezaron a correr cuesta abajo. Detrás, tronaba la voz vengativa.

-¡Los muertos no os los dejo, eh Tigre, eh valacos! ¡No doy a mis chicos, eh Tigre!

Entre sonidos y estrépitos, perdiendo en el camino la chatarra, los dos viejos llegaron casi rodando al camino, al pie de Demirovo. Recién allí se detuvieron sintiendo bajo sus pies el suelo seguro, firme y conocido. Todorina gruñó no más:

-¿Qué pasó, Jovan, hermano mío?

-¡Djulaga, el comandante! Uh, uh, ¡casi me morí! En seguida lo reconocí.

-¿Y qué hace arriba este infiel?

-No ves lo que hace: guarda el cementerio.

-¿Por qué ha de guardar el cementerio?

-¡Vete con dios! -se enojó Jovandeka. Estuvo el comandante en Demirovo; El Tigre mató a todos, todo lo incendió y ahora qué... custodia a los muertos.

-Oh, hombres, hombres, qué pecado. Por qué El Tigre, por lo menos, no lo mató, sino que lo dejó sufrir. Si asesinó a tanta gente en Japaga y en otras partes, pudo también, válgame dios, a ese desgraciado...

-Pregúntalo tú -repuso secamente Jovandeka, levantándose.

 

IV - MASACRE DE OCHENTA SERBIOS REALIZADA EN VELIKI LOSINJ EN 1943

Transcribimos a continuación la declaración de Antonio Stuparic, de nacionalidad italiana, capitán de un gran barco trasatlántico, sobre la matanza de 80 serbios en la isla Veliki Losinj.

"En septiembre de 1943, firmado el armisticio entre Italia y los aliados, la guarnición militar italiana en Veliki Losinj (en italiano Lussingrande) abandonó la isla en barcos de la marina y pesqueros a motor requisados. La isla la ocuparon entonces unos 80 soldados de nacionalidad serbia que provenían de la retaguardia yugoeslava y llegaron a través de la isla Rab. Eran tropas adictas al Rey, que ya diezmadas y sometidas a continuas privaciones, buscaron refugio para sí y sus familiares. Los soldados se alojaron en tiendas improvisadas en un pinar que domina la Punta Cappelletta, mientras las mujeres y los niños se establecieron en Villa Punta, sita en el lado opuesto y temporalmente deshabitada.

Los recién llegados, asistidos por varios paisanos de neta tendencia croata, tomaron el gobierno de la isla. Sin embargo, transcurridos pocos días, la isla, sin ningún esfuerzo, fue ocupada por otro grupo de soldados que, aunque serbios, eran partidarios de Tito, el actual dictador de Yugoslavia. Naturalmente, entre ambos grupos, no obstante ser hermanos de raza y lengua, reinaba profundo odio.

"Sin resistencia alguna arrestaron a los 80 soldados, encerrándolos en la prisión local y en casas particulares deshabitadas, ignorando la suerte que les tocaría. Los mismos paisanos se acomodaron pronto al nuevo régimen y algunos confraternizaron con los recién llegados, adquiriendo mucha importancia. Desgraciadamente, se encontró uno que tomó parte en el horrendo hecho de sangre que paso a describir.

"Efectivamente, dos días después de la ocupación de la isla por los adictos de Tito, fue echada la suerte de los leales al Rey: había que eliminarlos. Desafortunadamente, el odio fraterno no podía aplacarse solamente con la sentencia a muerte, hacía falta algo más y ese algo acabó en una masacre colectiva.

"En plena noche de uno de los últimos días de septiembre, los detenidos fueron embarcados en un barco pesquero local a motor que, terminando con su carga humana, se hizo al mar sin que lo supiera la población. Regresó al alba con la cubierta empapada de sangre. ¿Qué había sucedido aquella noche?

"Yo era muchacho y, según mi costumbre, salí aquella triste mañana al puerto de Rovenska. Llegado al muelle, vi arribar una pequeña embarcación local que retornaba de la pesca nocturna. Bajó su ocupante y propietario que, al notar a su regreso al puerto que, un muñón de pierna humana amputada flotaba en el agua, se apresuró a avisar a las autoridades. Emocionado por hecho tan excepcional para nosotros, gente tranquila y mansa, me uní a él y nos dirigimos a la sede de las autoridades, saliendo de Sagurniza y siguiendo a lo largo del paseo ribereño. Desgraciadamente, nuestro andar fue interrumpido por otra vista tétrica. Desde la ribera vimos flotar un cuerpo. Un poco por curiosidad y otro poco para verificar de qué se trataba, salí del camino y descendí a lo largo de los arrecifes, a punto de rozar el mar. A medida que bajaba, ante mis ojos se presentaba el espectáculo más horrible y terrorífico que una persona pueda imaginarse. Cabezas, manos, piernas tronchadas, sangre por doquier. Apelando a todo mi coraje, proseguí y sobre el empedrado del baño Rudy encontré el final. Más restos humanos truncados, más muñones sobrenadando, de nuevo una vasta superficie de sangre congelada.

"Cuesta creer que el hombre sea capaz de tanto contra su semejante.

"¿Qué se podía hacer? Nada, absolutamente nada, pues los ejecutores de esta masacre eran precisamente las autoridades a las que pensábamos señalar el primero, ya insignificante, hallazgo. Muy pronto corrió la nueva por la aldea y toda la población quedó hondamente estremecida.

"Cómo se realizó semejante masacre, todos podían imaginarlo, pero nadie sabía los pormenores. Pasó el tiempo, poco a poco se echó al olvido; los guerrilleros de Tito tuvieron otra vez que abandonar la isla y llegaron los alemanes. Se inició otro período para todos, salvo para una persona que llevaba una vida solitaria en los bosques que circundan el valle Krivica, ubicado en la parte sudoriental de la isla. Ese hombre se alimentaba de fruta silvestre y por la noche se arriesgaba hasta el gallinero de una familia de agricultores que vivía en esa zona, para recoger los restos de la comida que daban a las gallinas. Nadie supo de su existencia y él no se fiaba de nadie. Convencido de que todavía permanecían los partisanos de Tito, seguía escondiéndose. Por casualidad fue hallado en condiciones físicas lastimosas. Este sobreviviente es el único testigo ocular de la masacre en el baño Rudy. Es uno de los ochenta, que junto con sus compañeros fue embarcado en el fatal pesquero, esposado con alambres, en el empedrado de los famosos baños, en espera de la suerte que les tocó a sus hermanos.

"Ante tanta atrocidad y recurriendo a todas sus energías logró desatarse, se tiró al mar y milagrosamente se salvó. Al zambullirse en el agua, los ejecutores de la sangría se despabilaron y le dispararon varios tiros, convencidos de haberlo matado. Gracias a la oscuridad nocturna, los tiros errados y a sus condiciones de buen nadador, consiguió poco a poco alejarse, alcanzar la costa y refugiarse en el bosque. Nuestra imaginación sobre el desarrollo de la matanza tiene ahora un testigo. Los condenados a muerte fueron formados en fila y atados entre sí. En ese momento, los degolladores, provistos de bayonetas, empezaron a actuar. El descuartizamiento fue general, entre los aullidos de quienes eran heridos, el terror de quienes esperaban y los lamentos de quienes se apagaban lentamente.

Confío que todavía vive el testigo que debe su salvación a la ocupación alemana provisoria y que puede arrojar más luz sobre tan triste acontecimiento.

ANTONIO STUPARICH

 

 

V - LAS MATANZAS DE LA POBLACION - UN GRUPO ESPECIAL DE LOS JOVENES COMUNISTAS

Declaración de un ex soldado de Yugoslavia comunista

 

"Los partisanos me movilizaron el 14/XI/1944" en Split, donde cursaba estudios secundarios. Luego marchamos a Trogir y Sibenik, sucesivamente. En Sibenik fui incorporado en el I Batallón, de la I Brigada Proletaria de Dalmacia, División 26.

"Tomé parte en los combates cerca de Siroki Brijeg (en la primera quincena de febrero de 1945). Capturada esta localidad, llegó la orden (única durante mi permanencia en la División 26): los manos libres durante tres días.

"Mi Brigada tuvo la misión de conquistar "Cigansko Brdo" y el valle al lado de Listica, contiguo a La Tabacalera. Después de tres días de encarnizadas luchas, entramos a la localidad. Los partisanos recibieron orden de matar a quienes encontraran en la localidad, incluyendo a mujeres, niños y ancianos. Evité presenciar ese espectáculo por abominar semejantes métodos. Empero, perpetrada la matanza colectiva, en calles y casas vi numerosos cadáveres, no sólo de soldados sino también de civiles y, entre ellos una cantidad considerable de mujeres y niños. En una casa -donde estaba el comando de la unidad croata- vi nueve muertos (entre ellos niños) asesinados por los comunistas. Escenas parecidas se veían en otras casas también. Se había ordenado también ocasionar los mayores daños a la población, y los guerrilleros de Tito mataban el ganado en establos, lo que vi con mis propios ojos.

Pocos días después se repitieron idénticas escenas en Mostar. Al lado del palacio episcopal vi un montón de muertos. La orden de asesinar a troche y moche fue impartida por la División (a las órdenes del general Dapcevic) a las brigadas, batallones y compañías comunistas. El comandante de mi batallón era un tal "Djuro", de nacionalidad serbia, oriundo de Knin.

El 3 ó 4 de mayo de 1945, cerca de Trieste, recibimos orden de retroceder hacia la frontera yugoeslava. Entretanto, la División escogía a los comunistas adictos y a los miembros de SKOJ (Federación de la Juventud Comunista de Yugoslavia) para una misión especial y de confianza, agrupándolos en una unidad especial. Al principio no se sabía cuál fuera la misión, y entre soldados trascendió que era la de cometer actos de sabotaje en la Región Julia. Luego se supo que esos rumores no respondían a la verdad, dado que dichas unidades fueron enviadas rumbo a Carintia.

Roma, 25 de agosto de 1955.

PAVAO PRCELA, m. p.

 

VI - MASACRES DE LOS PRISIONEROS CROATAS Y ALEMANES DURANTE LA GUERRA

Testimonio de un exilado esloveno, antes radiotelegrafista en el ejército comunista

Se labró la presente acta en Roma, el 19 de mayo de 1955, en base al testimonio depuesto por Drago Kinjerovec, hijo de Adán, nacido el 21/III/1924, en Paklenica, Eslovenia:

Estaba en servicio en la V base aérea como radiotelegrafista (aeródromo de Banjaluka) y fui hecho prisionero en agosto de 1944 cuando los partisanos (guerrilleros comunistas) ocuparon Banjaluka junto con el aeródromo, salvo el fortín.

La misma noche me condujeron en dirección de Kljuc, una noche y un día de marcha hasta unas viejas casuchas campesinas internadas entre las montañas, cuyo nombre ignoro. Eramos cerca de 400 prisioneros bajo fuerte custodia de los comunistas. En dos días no nos dieron nada de comer. Toda la noche pasaban lista por grupos de 10 a 15 hombres, según la nómina confeccionada en Banjaluka, que eran llevados y fusilados a unos cientos de metros de nosotros, de modo que oíamos bien los disparos al cuarto de hora de haber sacado cada grupo. Volvían en seguida por otro grupo, para asesinarlo de igual modo. Estábamos aterrados al extremo, pues lo que oíamos nos revelaba cuanto pasaba. Esa noche murieron por lo menos cien hombres, pasados por las armas sin juzgamiento ni interrogatorio. A mí me condujeron luego al comando de los guerrilleros y, como necesitaban con urgencia radiotelegrafistas, me separaron de los demás prisioneros y me destinaron al destacamento Vlasic del V cuerpo (a mí me interrogaban precisamente en el cuartel general del V cuerpo). Más tarde me encontré en Valjevo (en 1945) con el capitán Zgur, hecho prisionero conmigo. Me dijo que él y los demás camaradas fueron llevados al campo de concentración en Sanski Most (cerca de su casa), que a muchos fusilaron y todos sufrieron horrores en varios campos.

El destacamento Vlasic contaba, a lo más, de 400 a 500 hombres. Esa cifra solía decrecer a 50 hombres al ser sus integrantes incorporados a otras unidades que sufrieron enormes pérdidas en sus asaltos a Travnik, como, por ejemplo, la VI brigada de Krajina. Luego completaban el destacamento Vlasic con los mozos campesinos reclutados compulsivamente. Este operaba mayormente en el sector Zenica-Travnik, especialmente entre Gucja Gora-Dogloda, donde un tiempo se hallaba su comando. El comandante era un campesino analfabeto, de religión ortodoxa, oriundo de esa región. Tuve que ir con él a su casa, situada en un pequeño villorrio ortodoxo de apenas diez casuchas. El comandante quiso ostentar ante sus paisanos que su destacamento tenía estación de radio "capaz de marchar a través del aire". Tuve que captar emisiones musicales y ponerles auriculares para que escucharan. Junto a ese comandante analfabeto, brutal y sanguinario, teníamos de comisario de destacamento a un tal Huso, luego chofer en el campo de concentración de Stara Gradiska, donde cumplía mi condena en 1954. Muy pronto lo despidieron por beodo empedernido y por haber causado grandes daños a los camiones. Como oficial operativo actuaba un ex oficial del ejército monárquico, actualmente director de correos y telégrafos en Zagreb, de modo que no es difícil identificarlo. En el destacamento había de 15 a 20 comunistas, mejor armados, que mantenían la disciplina y cometían diversas atrocidades. Mataban a los desertores, que, por otra parte, habían sido reclutados por fuerza.

Un aspecto particularmente horrible y doloroso era el trato con los heridos. Estuve nueve meses con los partisanos hasta el término de la guerra y nunca ni un solo soldado prisionero enemigo herido fue atendido en los puestos sanitarios u hospitales de los guerrilleros comunistas. Por el contrario, por las conversaciones entre los partisanos me enteré de que ultimaban a los prisioneros heridos, fuesen croatas o alemanes, domobrani o ustachi. Tampoco tenían mucha compasión por sus propios heridos; a los gravemente heridos ni los vendaban ni curaban, si no que los dejaban en la maleza y los lugares yermos para que muriesen. Es verdad que había dos enfermeras asignadas a nuestro destacamento, pero atendían únicamente a los integrantes del comando y a los comunistas, pero no a los campesinos movilizados por fuerza. Por otro lado, servían como amantes del comando.

Aquí debo evocar dos episodios, de los que fui testigo ocular.

El primero sucedió en la aldea Doglodina, en enero de 1945. Los partisanos habían capturado en el camino Zenica-Brod a cuatro soldados alemanes, dos de los cuales eran suboficiales, uno gravemente herido en el pecho. De día los tenían encerrados en el sótano del comando del destacamento Vlasic. Al anochecer los llevaron a la habitación del comando, donde se habían reunido todos los comunistas, para torturarlos, alejando a las personas de menos confianza, es decir a los no comunistas, como al escriba del destacamento, para que no presenciaran el suplicio. Ante la puerta estaba la guardia y yo con el mencionado escriba y otras diez personas; escuchábamos, a diez metros de distancia, la terrible tortura, oyendo aullidos desgarradores de los infelices, prolongados entre media hora y tres cuartos de hora. Los gritos al principio eran terribles, calmándose paulatinamente. Luego vi desde la ventana de mi alojamiento, a la luz de una débil lámpara, que sacaban a los cuatro hombres muertos, tremendamente ensangrentados, lo que en la blancura de la nieve se podía discernir bien. Los enterraron en el bosque no lejos de la aldea.

Dos días después vino a verme el comisario de la primera compañía del destacamento Vlasic, oriundo del distrito de Karlovac, de apodo "Nino", de 18 años de edad. Le pregunté qué habían hecho con los cuatro alemanes en la habitación. Me dijo que primero les pegaron, les arrancaron los dientes, les introducían cucharas en la garganta, les sacaron los ojos y, por último, enfurecidos por la pasión y la sangre, les sacaban los intestinos gritándoles: "Déjame que te extirpe el hígado". Así fueron ultimados. El comandante había arrancado a los prisioneros los dientes de oro, quitándoles otros objetos de valor. Luego, en una ocasión, vi envuelto en su pañuelo un puñado de dientes de oro, anillos y otros objetos.

Ocho días después llegó un despacho de la división (la IV división de Krajina) que a la sazón se hallaba en Dolac, cerca de Travnik, pidiendo que los cuatro prisioneros alemanes fueran llevados al campamento de la división, pues los alemanes habían ofrecido canje de prisioneros. El comandante contestó que ya no estaban vivos y tuvo que justificarse.

A fines de marzo de 1945, por ser buen radiotelegrafista, me trasladaron al cuartel general de la IV división de Krajina, para sustituir a una mujer, ex telegrafista, de nombre Zenka, de religión musulmana. Llegué a Dolac cerca de Travnik y de allí, muy pronto, me fui con el cuartel de la IV división de Krajina hacia la mina de Kakanj. Nos quedamos en los montes, del lado izquierdo del río Bosna. La lucha por la mina duró varios días y los partisanos sufrieron grandes pérdidas, dado que Kakanj fue defendida por alemanes y ustachi, provistos de un tren blindado y unos veinte lanzaminas. Al caer Kakanj, bajé del monte y cerca de la estación ferroviaria vi muchos muertos desparramados por las zanjas, alemanes y croatas caídos en los combates. Pero hubo también cuerpos de los que los partisanos habían asesinado después de terminar la lucha, pues yacían en cierto orden como si hubieran formado fila y luego cayeran fusilados. Atravesando el puente, llegué al comando de la división, instalado en una casa de un piso, a la derecha río arriba, que tenía un patio bastante grande con 300-400 prisioneros en tren de ser interrogados. Entre ellos había muchos heridos (alrededor de cien) en las manos, piernas, cuello, pecho, etc., lo que pude ver bien... Al anochecer, ante mis ojos y de los demás partisanos, se llevaron a ese triste séquito de heridos al río Bosna, más abajo del puente. Estaban atados de a dos o más con alambre y algunos apenas podían caminar, sosteniéndose de sus camaradas más fuertes. En la orilla del río cortaron el alambre y los fusilaron uno por uno, generalmente de frente, arrojando al río a los muertos o heridos. El río los llevaba o los ahogaba si todavía vivían. Esta escena la vi con mis propios ojos a la distancia de unos cuarenta metros. Había cerca de cien heridos y la ejecutora fue una unidad de la división de Krajina".

La declaración testimonial que precede me fue leída y de su autenticidad me ratifico bajo juramento.

Roma, el día 19 de mayo de 1955

DRAGO KINJEROVEC

 

 

 

2. EPISCOPADO CATÓLICO SOBRE EL DERECHO DE CROACIA A LA INDEPENDENCIA NACIONAL

 

VII - CARTA PASTORAL DEL EPISCOPADO CATOLICO EN VISPERAS DE LA INVASION COMUNISTA DE CROACIA

 

¡Amadísimos fieles nuestros!

 

Todas las veces que nosotros, los obispos croatas católicos, nos hemos dirigido a vosotros, nuestra grey espiritual, lo hemos hecho siempre en ocasiones que incidían profundamente en la vida de vuestras almas. Pero en estos tiempos de guerra no nos ha sido posible mantener contacto con vosotros para poder observar de cerca, dondequiera que fuera, en cualquier parroquia, las atroces llagas que os afligen. Pero en vista de que los dolores de nuestros fieles, o mejor dicho de todo el pueblo croata, crecen de día en día, y de que las preocupaciones por el porvenir aumentan con ritmo creciente, a causa de un mar de falsedades, mentiras y calumnias, que de todas partes y con propósitos bien definidos se lanzan contra nuestro pueblo, nosotros, los componentes del Comité Ejecutivo de las Conferencias Episcopales, y en calidad de representantes de todos los obispos croatas católicos, hemos creído de nuestra obligación hablaros brevemente, fieles amadísimos, para desvirtuar ciertas calumnias y mentiras, con que conculcan los sacrosantos derechos de la Iglesia Católica y de la nación croata, en la que ella desarrolla su actividad.

1) HORA GRAVE - Intimamente persuadidos de que se trata hoy de cosas de mucha importancia y conscientes también de cuánto debemos al presente y al porvenir, ante todo invitamos a nuestros fieles a que se unan más estrechamente aun a nosotros en la profesión de la verdadera fe en Dios que es autor, legislador y fin último de la vida, y a que tengan siempre presente la inmortalidad y el valor supremo de la dignidad moral de todo hombre, que hoy es menospreciada casi completamente.

Unidos con el sucesor de Pedro prometemos y públicamente proclamamos, como lo hicieron en otra ocasión nuestros mayores en tiempos de los Romanos Pontífices San Agatón y Juan VII, que nunca nos separaremos de la Santa Sede Apostólica ni por las largas distancias, ni por los tormentos, ni por los sacrosantos derechos de la Iglesia Católica y de la Nación Croata, en la que ella amadísimos, para desvirtuar ciertas calumnias y mentiras, con que conculcan las falsas acusaciones de los enemigos de la Iglesia, ni por cualquier otra cosa que pueda sobrevenirnos.

Considerando, pues, las muchas y graves calamidades que sufrió el pueblo croata en el siglo XX, males que en estos últimos tiempos bien pueden compararse con las llagas y dolores del justo Job, hacemos un llamado a todos los atribulados, humillados, ofendidos y martirizados, para que no desfallezcan, y no consientan en ser separados de la Iglesia Católica y de la caridad de Dios y de los hombres, aun a costa de su sangre.

2) FALSAS ACUSACIONES - Subieron falsos testigos acusándonos de que por culpa de los Pastores eclesiásticos croatas y de los sacerdotes y de los mejores fieles, se desencadenó una guerra civil en nuestra Patria croata. Pero hay un testigo que ve mejor e intuye todas las cosas: Dios, que sabe lo que hicimos y padecimos nosotros los obispos croatas católicos junto con nuestro clero y con nuestros fieles, particularmente en estos últimos veinte años, para asegurar la paz y la caridad cristiana a los croatas. Esto lo sabe todo el mundo. El amor a la paz es la característica fundamental del alma croata; amor que fomentaron y proclamaron con mucho empeño, a despecho de todos los obstáculos principalmente desde 1918, tanto los jefes civiles como los eclesiásticos de Croacia.

A pesar de ello, para que nuestro trabajo no diese su mejor fruto, se interpusieron aquellos que mataban a los principales hombres políticos croatas y expulsaban al pueblo croata de su solar nativo, obligando por este medio al pueblo croata a abandonar la senda de la paz, para volverse inquieto e inconformista. Entre una y otra guerra la sangre inocente de los croatas fue derramada en muchas ciudades y aldeas, y hasta en el mismo Parlamento de Belgrado. Por el gobierno de esa ciudad fue menospreciado el concordato que como estipulación solemnísima fue pactado entre la Santa Sede Apostólica y la ex Yugoslavia y de esta suerte se llegó al punto de que los derechos de los católicos croatas estuviesen enteramente a merced de los gobernantes. Pasamos en silencio las promesas torpemente pisoteadas, sobre las que se había convenido con los representantes del pueblo croata. También estas cosas las saben cuantos siguen los acontecimientos mundiales.

Y cuando la Segunda Guerra Mundial tocó también nuestras fronteras, guerra que de ningún modo fue provocada por los croatas, puesto que no tenían las riendas del gobierno, sino que estaban en otras manos, y mientras los croatas no poseían ni un fusil, ya entonces los enemigos irresponsables ejecutaban matanzas de ciudadanos croatas en algunos lugares, amenazando con la ruina y la destrucción de nuestro pueblo. Después de esto, por desgracia, también algunos de los croatas aceptaron la lucha sirviéndose de tales medios. Pero los obispos croatas condenaron e impugnaron siempre tal forma de llevar la guerra, sin atender a las objeciones y los ultrajes que provinieran de cualquier parte. Ellos, ya individual, ya colectivamente, verbigracia en la reunión de 1941, levantaron su voz contra los que trasponían los límites de la justa defensa, y contra todos los que usaban la violencia, sin discriminación de parte; y, además, socorrieron a los inocentes, sin pensar en las diferencias de nacionalidades o de religión. Hallamos siempre la forma y el camino de interceder e intervenir ante aquellos que, en nuestro concepto, podían suavizar la miseria que irrumpía sin culpa nuestra sobre el territorio croata. Condenábamos opiniones, consejos y doctrinas provenientes de todas partes; condenábamos también a algunos hombres que se creían con el derecho de violar los preceptos divinos y de privar a los demás de los derechos humanos, porque tal vez eran de otra raza, nacionalidad o categoría social.

Sin más, hoy mismo pedimos igualdad de leyes para todos y exhortamos a cada uno, a los partidos y a los pueblos, a "no devolver mal por mal, ni maldición por maldición".

Hacemos asimismo este llamado a aquellos que últimamente comenzaron en forma sistemática a instigar a algunos hombres y grupos irresponsables y propensos al mal para que, so pretexto de juzgar a los "criminales de guerra", acabasen con el mayor número de croatas, especialmente sacerdotes e intelectuales católicos, privándoles no sólo de su existencia física sino también de su reputación.

3) LLAMADO CONTRA EL ODIO - Llámese a responder de su conducta y sean castigados todos los malhechores en proporción a su culpa. Pero téngase presente, desde ahora, que todos los que aman la verdad y la justicia saben que los hombres movidos por el odio no están en condiciones de medir la culpa con justicia e imparcialidad.

Si algún sacerdote por excepción atentó contra los derechos de terceros, nosotros no hemos dudado en castigarlos con penas eclesiásticas y aun separarlo del estado clerical o religioso.

4) ATROCIDADES DE LOS COMUNISTAS - Pero hoy, en la forma más categórica, levantamos la voz ante Dios y la opinión pública mundial contra las matanzas sistemáticas y los tormentos de los inocentes sacerdotes y fieles croatas católicos, de los cuales un gran número se había distinguido por su santidad de vida, y los adversarios de la Iglesia Católica los privaron de la existencia mediante condenaciones antijurídicas basadas en culpas falsas.

Los enemigos de la Iglesia Católica, los secuaces del comunismo materialista, que fue repudiado por plebiscito del pueblo croata (quien se atreviera a decir lo contrario, engañaría al mundo entero), emprendieron también en nuestra Croacia el exterminio del clero y de los fieles descollantes, de acuerdo con un programa fríamente preestablecido. La injusticia con que se ensañan la pone al descubierto el hecho de que ya anticipadamente acusan a todos los obispos, sacerdotes y a provincias enteras de órdenes religiosas como "criminales de guerra" y van insinuando, contra las personalidades que no son de su agrado, crímenes cometidos en tal o cual región. No hay hombre civilizado que apruebe este programa hábilmente estudiado y preparado en todos sus pormenores, o que pueda creer que los obispos croatas católicos, sacerdotes y provincias íntegras de órdenes religiosas de uno y otro sexo, beneméritas y bien conocidas en el mundo, que miles de hombres y ancianos, de mujeres y de vírgenes, sean "criminales de guerra" y que hayan merecido la muerte y que sus hombres anden comprometidos en masacres de las que ni noticias tenían. Su muerte de mártires constituirá una acusación perenne contra aquellos que se sirven de matanzas y de los asesinatos para propagar sus ideas.

5) INVITACION A UNA COMISION INTERNACIONAL - Los obispos croatas católicos están dispuestos a remitir cada caso en particular para que sea examinado no sólo por representantes eclesiásticos, sino también por comisiones internacionales civiles; de esta manera, se podrá comprobar que la acusación de "crímenes de guerra" es un pretexto y un medio para exterminar a los que, según los comunistas, son un obstáculo para la consecución de sus propósitos.

Por esto los obispos croatas católicos mandaron constituir una comisión que examine todos los casos en cuestión y reúna todas las pruebas, que estarán a disposición de la comisión internacional, para que la verdad se imponga por la evidencia y se deje ver cómo la mentira se ha transformado en el argumento de una ideología, cuyos secuaces están empeñados en conquistar, por la violencia, al mundo, a pesar de no contar sino con una exigua minoría y, en particular, en la Croacia católica donde no representan casi a nadie.

6) DERECHO DE CROACIA A LA INDEPENDENCIA - Mientras proclamamos la suprema potestad de la Iglesia en las cosas espirituales, reconocemos también el poder civil en las cosas de su esfera, y así como nosotros debemos rendir cuenta de las cosas de la Iglesia, del mismo modo la autoridad secular ha de responder por los actos de su jurisdicción. Los sacerdotes y fieles croatas aprendieron de la Iglesia dar a Dios lo que es de Dios, y al pueblo croata lo que le pertenece. Es testigo la historia de que el pueblo croata, por más de un milenio, no desistió jamás de clamar plebiscitariamente que no quiere renunciar al derecho de su libertad e independencia, que de todo corazón desea a los demás pueblos. Así pues, cuando en esta segunda conflagración mundial la nación croata pudo realizar su deseo y su derecho constituyendo el Estado Independiente de Croacia, los obispos croatas católicos, como es natural, respetaron la voluntad del pueblo croata. En consecuencia, a nadie es lícito acusar a un ciudadano del Estado de Croacia, ni a los obispos, por haber respetado esta decisión inquebrantable del pueblo croata, fundada, por lo demás, en las leyes divinas y humanas.

Los obispos croatas católicos, en lo que estaba de su parte, hicieron todo lo posible para que en el Estado de Croacia reinase siempre y en todas partes el imperio de las leyes, persuadidos de que "la justicia es el fundamento de los reinos", justicia para con todos, sin distinción de raza, nacionalidad, religión y clase.

¡Amadísimos fieles nuestros!

Acabamos de entrar en la Semana Santa que nos recuerda la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. También el género humano vive en estos días su semana de pasión. Nuestros sentimientos de este santo tiempo habrán de ser los que nos enseñó la eterna Verdad y Amor, el Divino Salvador Jesucristo. A los que lo habían crucificado con sus falsas acusaciones, les respondió el Viernes Santo desde la cruz: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23, 34). Nosotros sabemos que en día de hoy millones de corazones croatas están oprimidos; el que quiere ser discípulo de Cristo, es necesario que se penetre de su espíritu. Y este espíritu repite en los corazones verdaderamente humanos las mismas palabras que Cristo profirió desde la cruz: Perdónales, Padre, porque no saben lo que hacen.

Por último, nosotros, vuestros pastores espirituales, os exhortamos a que evitando con muchísimo cuidado todo lo que sea contrario a la ley de Dios, confiéis en la misericordia y providencia divina y permanezcáis fieles a la Santa Iglesia, hasta que Dios se digne apaciguar esta terrible tempestad y devolver la paz a todo el género humano y a nuestro pueblo que tantos y tan terribles males ha sufrido.

Os bendiga a todos Dios omnipotente: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Zagreb, el 24 de marzo de 1945

DR. ALOYSIUS STEPINAC Arzobispo Metropolitano de Croacia y Presidente de la Conferencia Episcopal de Croacia.

DR. JUAN EVANGELISTA SARIC Arzobispo Metropolitano de Sarajevo.

JOSE GARIC, O.F.M. Obispo de Banja Luka.

DR. ANTONIO AKSAMOVIC Obispo y Administrador Apostólico de Djakovo.

DR. JANKO SIMRAK Obispo greco-católico de Krizevci.

 

3. ADHESIÓN DE CROACIA A LAS CONVENCIONES DE GINEBRA AL TRATAMIENTO DE LOS PRISIONEROS Y HERIDOS DE GUERRA

 

VIII

Estado Independiente de Croacia

Ministerio de Asuntos Exteriores

Zagreb

Expte. pr. 696/1943

NOTIFICACION

El gobierno del Estado Independiente de Croacia tiene el honor de comunicar al Consejo Federal Suizo lo que sigue:

Inmediatamente después de la proclamación del Estado Independiente de Croacia del 10/IV/1941, se instituyó por decreto-ley del 5 de julio de 1941 la Cruz Roja Croata. El artículo 2 de dicho decreto-ley prevé que la competencia de la Cruz Roja Croata será ejercida dentro del marco de las reconocidas convenciones internacionales y que la Cruz Roja Croata tendrá que colaborar con el Comité Internacional de la Cruz Roja. En efecto, la Sociedad de la Cruz Roja mantuvo desde entonces con la Cruz Roja Internacional relaciones de hecho, útiles y benefactoras.

Para proveer de base jurídica a esta colaboración, el Gobierno croata, haciendo uso de los derechos que le confiere el art. 35 de la Convención de Ginebra del 27 de julio de 1929, para el mejoramiento de la suerte de los heridos y enfermos en los ejércitos en campaña, y el art. 93 de la Convención de Ginebra del 27 de julio de 1929, relativo al tratamiento de los prisioneros de guerra, decidió adherirse a dichas Convenciones.

El gobierno del Estado Independiente de Croacia tiene, por lo tanto, el honor de notificar al Consejo Federal Suizo, de acuerdo al art. 36 y 94 de las dos Convenciones de Ginebra, la adhesión del Estado Independiente de Croacia:

1) A la Convención de Ginebra del 27 de julio de 1929, para el mejoramiento de la suerte de los heridos y enfermos en los ejércitos en campaña, y

2) A la Convención de Ginebra del 27 de julio de 1929, relativo al tratamiento de los prisioneros de guerra.

Declarando esta adhesión, bajo condición de reciprocidad, el Gobierno croata tiene el honor de proponer que este Acto de adhesión sea comunicado a otros signatarios o adherentes de las Convenciones en cuestión, mediante la aplicación de los arts. 37 y 95 respectivamente.

Zagreb, 20 de enero de 1943.

El Ministro de los Asuntos Exteriores

DR. MLADEN LORKOVIC

Al Consejo Federal Suizo BERNA

 

IX

El Consulado Suizo

ZAGREB

277 Ad. S. 1699-1943

Zagreb, 26 de marzo de 1943

 

Distinguido señor Presidente:

Haciendo referencia a mi nota del 3 del corriente, tengo el agrado de comunicarle que en base a la notificación del Estado Independiente de Croacia del 20 de enero de 1943 y a Vuestro pedido del 1° del corriente que, mediante el Departamento Político Federal, se llevó a conocimiento de todos los gobiernos participantes la adhesión de Croacia a las Convenciones de Ginebra del 27 de julio de 1929. La sección de asuntos exteriores de dicho departamento dirigió con fecha 13 de marzo de 1943 a todos los gobiernos respectivos la circular que agregamos a ésta en dos ejemplares. Por la segunda parte de esta circular se puede ver que la aplicación de los arts. 37 y 95 de ambas Convenciones entró en vigor en la fecha mencionada en el último lugar.

Sírvase aceptar, distinguido señor Presidente, el testimonio de mi más alta consideración.

DR. F. KAESTLI

Cónsul General

 

 

Al Presidente de la Cruz Roja Croata

ZAGREB

 

X

Departamento Político Federal

División de Asuntos Exteriores

N° 65.101. 2 b - OD

En la ejecución del art. 36 de la Convención para el mejoramiento de la suerte de los heridos y enfermos en los ejércitos en campaña, y del art. 94 de la Convención sobre el tratamiento de los prisioneros de guerra, el Departamento Político Federal tiene el honor de comunicar a ............................... que el Gobierno del Estado de Croacia, con su nota del 20 de enero de 1943, llegada a Berna el 6 de marzo de 1943, ha notificado al Consejo Federal Suizo su adhesión a esas Convenciones, estipuladas ambas en Ginebra el 27 de julio de 1929.

El Gobierno de Croacia pide la aplicación de los arts. 27 y 95 de dichas Convenciones relativas al estado de guerra. Por consiguiente, la adhesión en cuestión surte efecto inmediato a partir de la presente notificación.

Este Departamento solicita a ...................... tenga a bien acusar recibo de esta comunicación y aceptar el testimonio de nuestra distinguida consideración.

Berna, 13 de marzo de 1943.

Al Ministerio ...............

 

 

4. DOCUMENTOS SOBRE RENDICION EN BLEIBURG

XI - INFORME DEL NEGOCIADOR CROATA EN LAS TRATATIVAS CON LOS REPRESENTANTES DE LOS EJERCITOS BRITANICO Y YUGOESLAVO CELEBRADAS EN BLEIBURG EL 15 DE MAYO DE 1945

El profesor DANIEL CRLJEN, exilado croata, radicado en Buenos Aires, fue uno de los delegados croatas que los días 14 y 15 de mayo de 1945 ofrecieron la rendición del ejército croata al comandante del Cuerpo de Expedición Aliado (anglonorteamericano) en Carintia, Austria. A pedido de la Comisión de recolección de documentos atinentes a la tragedia de Bleiburg, constituida en Buenos Aires, redactó el siguiente informe:

"El 6 de mayo de 1945 largas columnas del ejército croata empezaron a abandonar el suelo patrio emprendiendo a través de Eslovenia la retirada hacia la frontera de Austria. Junto con las fuerzas armadas de Croacia, que sumaban más de 200.000 entre soldados y oficiales, huía hacia las líneas de los Aliados occidentales gran muchedumbre de exilados civiles, hombres y mujeres, ancianos y niños.

Mientras los civiles iban al destierro con la esperanza de conseguir el derecho de asilo en los países occidentales y salvarse de las persecuciones comunistas, los militares confiaban poder deponer las armas ante los Aliados occidentales y ponerse al amparo del derecho internacional de guerra, que los países democráticos, en contraste con los comunistas, reconocían y aplicaban.

La gran masa de la población civil obstruía los movimientos de las unidades militares. Todas las rutas, los caminos y los senderos hacia Austria estaban atestados en forma indescriptible. Los mandos de la retirada no tenían posibilidad de transmitir órdenes. En las columnas, de largas decenas de kilómetros, se transmitían instrucciones o noticias a viva voz, pero en el camino se modificaban o perdían. Los contactos entre varios sectores eran inciertos, esporádicos o casuales. Evidentemente, no se podía pretender controlar una situación ya catastrófica.

Dos días después de evacuar Zagreb, la capital de Croacia, en la parte más adelantada de la columna se sintió la necesidad de improvisar una junta de oficiales a efectos de implantar la organización y la disciplina en la medida de lo posible, establecer contactos y tomar decisiones de acuerdo a las situaciones dadas. Habiendo salido de Croacia con grado de coronel del ejército a cargo de la Sección de Educación del Ministerio de las Fuerzas Armadas de Croacia, fui incluido en dicha junta, presidida por el general Juan Herencic, comandante del V Cuerpo del Ejército con sede en Karlovac, e integrada por varios generales con mando y coroneles del Estado Mayor. Un grupo de motociclistas militares tenía a su cargo los precarios contactos con las unidades que aseguraban los flancos de ese inmenso río humano.

No habiendo tropas del gobierno comunista ni guerrilleros en Eslovenia en cantidad apreciable, los primeros cuatro o cinco días no tuvimos choques de importancia. Pero penurias y sufrimientos de otra índole no fueron ahorrados a los que participamos en ese gran éxodo. Comíamos lo que habíamos llevado a cuestas, dormíamos en el suelo desparramados y desabrigados. Angustiosa era la situación de los enfermos y los heridos por escasez de médicos, remedios y por la desorganización del servicio sanitario. Pudimos organizar algunos camiones para el transporte de los enfermos, niños y ancianos. Llevaban su carga unos cuantos kilómetros y volvían por otra carga humana. Eso con frecuencia causó la separación de padres e hijos que en muchos casos nunca más se vieron.

A los cinco días de penosa marcha llegamos a Slovengradec (Windischgraz, en alemán), en el camino de Dravograd (Unterdrauburg, en alemán), a pocos kilómetros de la frontera austríaca. De aquí en adelante el hilo de la exposición seguirá conforme a mis anotaciones de aquella época.

El frente de la columna paró esperando que se acercaran los grupos rezagados. Comprobamos que el puente sobre el Drava estaba en poder de un destacamento del ejército comunista yugoeslavo. En las cercanías había tropas búlgaras que avanzaron hasta Austria junto con las tropas soviéticas. La junta militar decidió que el general Metikos y yo fuéramos en calidad de parlamentarios a explorar la posibilidad de cruzar el fuente que conducía al territorio austríaco, alejado pocos kilómetros, pues teníamos la evidencia de que la caballería búlgara había alejado a los comunistas yugoeslavos que antes ocupaban el puente. Conseguimos establecer contacto con los mandos búlgaros y concertamos una entrevista en su Cuartel General, instalado en una aldea cerca de Dravograd. Para esta entrevista fuimos delegados el general Servatzy, el general Metikos y yo. Tratamos cortésmente, y a pesar de un severo cambio de opiniones que tuve con un comisario político del ejército búlgaro, nos fue comunicado que habría una conferencia entre aliados ingleses-soviéticos-búlgaros, que trataría nuestra situación. Ella se verificaría al día siguiente y fuimos invitados a presentarnos, pero resultó que la conferencia no se celebró por no haber llegado el delegado inglés.

Mientras tanto, algunas unidades de guerrilleros yugoeslavos ocuparon apresuradamente posiciones frente a nosotros con propósito de hostigarnos. Hubo luchas y los generales con el mando decidieron evitar el puente sobre el Drava y, cruzando un afluyente del Drava (Miess), proseguir hacia Bleiburg, para entrar en Austria por otro camino sin necesidad de cruzar puentes sobre ese caudaloso río.

En el curso de pocas horas fueron reorganizadas varias unidades de la columna y lanzadas al ataque contra las posiciones de las tropas yugoeslavas que pretendían cortarnos el camino. La lucha no duró más de dos horas. A nuestros puestos de mando llevaron cerca de doscientos heridos, pero el camino quedó despejado.

Entre tanto, habían transcurrido ocho días desde la salida de Zagreb hasta que se encontró nuestra columna con las primeras tropas británicas cerca de Bleiburg, en territorio de Austria. Se estableció contacto con el comando inglés y se destacó allí un oficial. Las primeras noticias eran buenas. Los británicos estaban dispuestos a recibir a los refugiados y aceptar la rendición del ejército croata.

El día siguiente, 15 de mayo, por la mañana llegaron noticias contradictorias y cada vez más pesimistas. Sobre nuestro campamento volaban casi al ras del suelo aviones de combate británicos con evidente propósito intimidatorio. El oficial de enlace nos comunicó que tenemos que enviar apoderados para tratar con el general inglés, el comandante del Cuerpo de Expedición, llegado de Klagenfurt, capital de Carintia.

Nuestra junta decidió delegar a los generales Herencic, Servatzy y a mí en calidad de asesor. Fuimos a la cita con sombríos presentimientos. Pasamos por entre tanques británicos en posición de combate y llegamos a la sede del comando inglés, instalado en un antiguo castillo. El general nos recibió rodeado de oficiales. Estaba presente también un sargento norteamericano de ascendencia croata que servía de intérprete. No hubo presentaciones. Informado que el general Herencic era el jefe de nuestra delegación, el comandante inglés le ofreció asiento frente a él. Los demás quedamos de pie; los oficiales ingleses de un lado de la mesa y nosotros del otro. El intérprete se cuadró en medio.

Con un ademán, el general inglés dio la palabra al general Herencic. Este dijo que veníamos en nombre del Jefe del Estado Independiente de Croacia para ofrecer a los Aliados occidentales la rendición de nuestro ejército y pedir el reconocimiento del derecho de asilo a la gran masa de exilados.

El comandante del cuerpo de expedición contestó que el ejército británico no podía aceptar la rendición porque, según lo convenido en Yalta, todas las tropas enemigas debían rendirse al ejército aliado contra el cual habían combatido. Por consiguiente, debíamos rendirnos a las tropas del gobierno yugoeslavo.

Hubo unos segundos de sombrío silencio. Parecía que la conferencia se daba por terminada. Me decidí entonces a hacer un intento desesperado y pedí la palabra por intermedio del intérprete. El general asintió y me mostró el asiento al lado del general Herencic. Empecé diciendo que no era posible encarar nuestro problema tan sólo desde el punto de vista militar, porque el nuestro era especialmente un caso de índole política. "Desde el momento en que, sin librar batalla abandonamos nuestra capital y nuestra patria, cambiamos nuestra posición de beligerantes por la de emigrados políticos. Es costumbre de todos los países civilizados recibir y proteger a exilados políticos. Esta clase de protección la esperamos de los gobiernos de los países democráticos, el Reino Unido, Estados Unidos de América y Francia."

El comandante inglés contestó que, en su calidad de militar, no se ocupaba de los problemas políticos y se limitaba a cumplir las órdenes del mariscal del campo Alexander, comandante en jefe de las tropas aliadas del Mediterráneo.

Intervino el general Herencic, pidiendo que se nos facilitara el envío de una delegación al cuartel general del mariscal Alexander. Su pedido fue rechazado con la observación de que el mariscal Alexander ya había impartido sus órdenes y que seguramente había recibido las instrucciones políticas que corresponden del Primer Ministro W. Churchill.

Advertí al comandante inglés que se hallaba frente a una situación que el cuartel general aliado no había podido prever y que, por consiguiente, se justificaba una consulta. Además, agregué que junto con el ejército croata habían escapado muchas decenas de miles de civiles que no lucharon contra nadie y que trataban de salvarse de las matanzas en masa por parte de los comunistas, conocidos por todos en Croacia por sus malos antecedentes.

El general contestó nerviosamente que los civiles huyeron sin ninguna razón, inducidos por nuestra propaganda, ya que sus aliados yugoeslavos respetan los derechos humanos y los convenios internacionales sobre la conducción de la guerra, lo que nos ponía al amparo de toda represión ilegal.

Turbado por tamaño desconocimiento de la realidad yugoeslava, le contesté:

Me resulta sumamente desagradable tener que expresar una opinión contraria. La huida de cientos de miles de civiles de Croacia es la consecuencia de los crímenes comunistas perpetrados sobre el pueblo croata. Desde las grandes emigraciones de los pueblos, hace 15 siglos, hasta nuestros días, no hubo caso de que un pueblo, en semejante proporción, haya abandonado su propio país como lo hace hoy el pueblo croata ante el avance comunista serbio y soviético. No solamente no teníamos la necesidad de obligar a la gente a que huyera sino que no teníamos ningún medio de retenerla o impedir el éxodo en masa, que a los militares no convenía porque obstaculizó grandemente sus movimientos. En el curso de esta apocalíptica peregrinación hubo muchos casos de suicidios por desesperación y agotamiento nervioso, pero no hubo ni un caso de retorno voluntario. Es la prueba más evidente de que nuestra gente prefiere la muerte a la vuelta a la patria bajo el yugo comunista. Este sufrido pueblo croata se dirige hoy a Inglaterra, que está en condiciones de decidir su suerte, y sobre ella recae la responsabilidad moral si nuestra gente indefensa es expuesta a la matanza comunista".

El comandante británico trató de interrumpirme por intermedio del intérprete con reiteradas observaciones de que a él no le atañen los problemas políticos. A pesar de sus interrupciones pude agregar: "No hay duda de que antes o después se enfrentarán el bolchevismo y el mundo libre. Lamentamos profundamente haber sido obligados a llegar demasiado temprano para pedir la protección contra el comunismo y vernos rechazados, lo que será la causa de la más terrible catástrofe en la historia del pueblo croata."

Sin inmutarse, el general nos comunicó que estaba por llegar la delegación del ejército yugoeslavo con la cual tendremos que entrevistarnos en su presencia y estipular las modalidades de nuestra rendición.

Salimos al hall abatidos. Allí encontramos al general Metikos que, preocupado por nuestra larga ausencia, vino por noticias. Discutimos, nerviosos y apremiados, si debiéramos quedarnos o abandonar las conversaciones ulteriores. Decidimos quedarnos, primero, porque estimábamos de vital importancia tratar de ganar tiempo para cualquier eventualidad ulterior y, segundo, no teníamos seguridad ninguna de poder salir de allí libremente.

Mientras tanto, dos oficiales del ejército de Yugoslavia comunista atravesaron el hall y entraron al despacho del comandante del cuerpo expedicionario británico. Unos minutos después, un oficial inglés nos invitó al despacho, pero solamente a dos, ya que dos eran los delegados enemigos. Los tres generales decidieron, sin mi intervención, que teníamos que entrar el general Herencic y yo. Los generales Servatzy y Metikos se quedaron esperándonos.

Entramos y nos sentamos los dos a la mesa, teniendo enfrente a los dos tenientes-coroneles del ejército de Yugoslavia comunista, ambos comisarios políticos. Uno era serbio, de apellido Basta, y otro que no dijo su nombre, por la manera de hablar evidentemente era esloveno.

Sin presentarse y en forma insolente el comisario político requirió nuestros datos personales. Nosotros nos presentamos y a continuación le pedí sus datos. Contestó con manifiesto desagrado. El general inglés se hacía traducir la conversación a media voz. Me llamó la atención de que no se labrara acta de las conversaciones. El comisario Basta empezó exponiendo nuestra situación militar; habló de las divisiones comunistas que nos habrían rodeado, de nuestros generales que ya se habrían rendido, especialmente del general Franc Sudar, (comandante de una división legendaria por su heroísmo), que sería ya su prisionero -todo con la manifiesta intención de quebrar de antemano nuestra eventual resistencia. Agregó a continuación: "Exigimos la rendición incondicional en el término de una hora. Si aceptan, mujeres y niños podrán volver a sus casas. Los soldados y los oficiales quedarán en condición de prisioneros de guerra, los oficiales irán a Maribor, donde serán sometidos a juicios aquellos contra los cuales hubiera algún cargo. Si no aceptan estas condiciones, dentro de un cuarto de hora, empezará nuestro ataque general y no tendrán ya el derecho de invocar los convenios de la Cruz Roja Internacional.

Habló después el general Herencic subrayando la extensión de nuestras columnas y la imposibilidad de avisar siquiera en término de una hora a todas las unidades acerca de las condiciones de rendición. Propuso 24 horas como término de la rendición cumpliendo en esta forma con la consigna: tratar de ganar tiempo.

Basta rehusó hacer concesión alguna, contestando: "Ustedes mandan a un ejército organizado y es suficiente que comuniquen la decisión a los comandantes de las unidades para que las órdenes sean cumplidas. Ni siquiera hace falta que ustedes vuelvan al campamento. Es suficiente enviar a un oficial de enlace para transmitir vuestras instrucciones.

Me interpuse afirmando que nuestra presencia en el campamento es imprescindible, cualquiera sea nuestra decisión.

Terció el general inglés sugiriendo que se nos concedan dos horas para la rendición. A pesar de tratarse de una concesión irrisoria, los dos comisarios comunistas la rechazaron de plano. El comandante británico no insistió. Al contrario, se mostró muy molesto ante nuestra resistencia a tan corto plazo de rendición y nos hizo saber que estábamos rodeados por los tanques ingleses a disposición del ejército de la Yugoslavia comunista, país considerado como aliado. Dirigiéndose a los delegados yugoeslavos, les preguntó si necesitaban más ayuda en armas contra nosotros. Ellos declinaron el ofrecimiento por considerarlo innecesario, pero agregaron que la solicitarían por iniciativa propia en caso de urgencia.

Este ostensible ofrecimiento de ayuda contra el ejército que vino a tratar las modalidades de la rendición y depositar su suerte en manos de los aliados, representados por el general inglés, nos pareció un insulto atroz y gratuito. Se habían desvanecido todas nuestras esperanzas.

El general inglés ofreció a los emisarios del ejército de la Yugoslavia comunista la ayuda de una comisión inglesa de asesoramiento durante nuestra rendición. El comisario Basta la rechazó categóricamente. El general Herencic, vislumbrando un rayo de esperanza, intervino expresando que, en cambio, a nosotros nos agradaba la propuesta de asistencia inglesa, a lo que repuso secamente el general británico que nosotros no podíamos solicitar nada y que él ofreció la comisión en el supuesto caso de que sus aliados la necesitasen.

La conversación había terminado. Se cerraban todas las puertas y no había salida alguna para nuestro ejército y nuestros exilados. No nos quedaba otra alternativa que aprovechar al máximo esos 60 minutos fatídicos que nos quedaban para que cada uno pudiera decidir sobre lo que debía hacer: entregarse o buscar la salida en la huida o en la lucha.

Al final intervine yo una vez más para decir que creía que la hora del plazo debía empezar a correr después de nuestro regreso al campamento o sea dentro de 20 minutos. Fue ésta la única concesión acordada. Todos miramos nuestros relojes.

Nos levantamos y nos despedimos del comandante inglés con una muda inclinación.

El general Herencic asumió la tarea de informar a los altos oficiales, especialmente a los comandantes de las unidades que habían sido anteriormente convocados. Mientras algunos decidieron en el acto retirarse a los bosques cercanos, otros propusieron formar una nueva delegación presidida por el general Stancer, considerando que éste, como general y gran inválido de la Primera Guerra Mundial, podría tener más éxito con los oficiales británicos. A esta delegación ni siquiera la recibió el general inglés, derivándola en el acto al cuartel general de las tropas yugoeslavas.

El general Herencic me encargó comunicar los resultados a los funcionarios políticos y otros civiles agrupados durante el día. Cumplida la misión, me uní a un grupo de soldados y me encaminé con ellos hacia las montañas.

DANIEL CRLJEN, m. p.

 

 

XII - INFORME DEL COMISARIO POLÍTICO MILAN BASTA SOBRE LA RENDICIÓN DEL EJÉRCITO CROATA

Además del informe del delegado croata en la negociación con el comandante del cuerpo Expedicionario Aliado, realizada en Bleiburg el 15/V/1945, existe el informe de MILAN BASTA, comisario político de la División 51 (de Voivodina) del ejército yugoeslavo, que en forma de artículo fue publicado en Nedjeljne Informativne Novine (Boletín Informativo Semanal, Belgrado, 4/IX/1960). Transcribimos textualmente, sin modificaciones ni agregados, los fragmentos que se refieren a nuestro tema.

En líneas generales, el autor comunista coincide con los demás sobre el curso de las negociaciones y describe sus conversaciones con el comandante británico. De su exposición se desprende claramente que se trataba de la rendición y la expatriación de más de 300.000 soldados y civiles croatas; que la rendición se consumó bajo la promesa, tanto británica como yugoeslava, de que los prisioneros serían tratados de acuerdo a las convenciones internacionales y los fugitivos, compulsivamente repatriados, serían tratados humanamente; que el acto de la rendición se consumó bajo la amenaza de los tanques británicos contra el ejército croata.

Del informe de Basta resulta también que él, siendo comisario político, es decir, funcionario político y militar, nada sabía de los supuestos acuerdos previos británico-yugoeslavos en lo que hace a la extradición del ejército croata y que los comunistas temían hasta último momento que los británicos, a quienes nunca creían, protegerían al ejército croata.

Milán Basta nació en Croacia, en el seno de la colectividad serbia, y, sin embargo, no oculta su odio y su ensañamiento contra los croatas. Para él, todos los croatas que luchan por su independencia nacional son no sólo "fascistas" sino "traidores". Es decir, su actitud no es solamente comunista sino la de un chovinista serbio.

Su artículo fue publicado con el título general: Seis días después de la guerra - El fin de un ejército criminal, dividido en subtítulos:

"Recuerdos de la captura de 120.000 soldados ustachi y domobrani; de 10.000 chetniks los días 13, 14 y 15 de mayo de 1945".

"El periodo del 9 al 15 de mayo de 1945 constituye un periodo interesante de las operaciones finales de nuestro ejército para la liberación del país. Publicamos las memorias de Milán Basta que, como comisario político de la División 51 estuvo en el centro de los sucesos". "De las memorias inéditas."- También los subtítulos en el texto son del original.

A continuación transcribimos en versión castellana fragmentos escogidos:

El derrumbe definitivo de las fuerzas fascistas en nuestro país -escribió Basta- se produjo en un vasto sector geográfico, en la región noroeste de Eslovenia, donde hubo operaciones de envergadura con fuerzas que por ambos bandos sumaban varios centenares de miles de soldados.

Estas memorias se refieren exclusivamente a la actuación y acciones de la División 51 de Voivodina del ejército yugoeslavo, donde a la sazón me desempeñaba como comisario político de dicha división. Dediqué mucho espacio a las dramáticas negociaciones que realicé en nombre de la División 51 con los representantes del ejército enemigo y con el de las unidades aliadas. Mencioné también a otras unidades vecinas y a las que fueron agregadas, durante la lucha, a la División 51.

La guerra, una vez terminada la guerra

El diez de mayo (1945) fue liberada Maribor, o sea un día después de la proclamación de la capitulación de Alemania. Creíamos festejar en Maribor la terminación de la guerra y la liberación de la patria.

Sin embargo, ese día, largamente esperado, no sobrevino. La guerra continúa. La orden del cuartel general del Tercer Ejército truncó nuestros sueños. Rezaba "La División 51 saldrá inmediatamente por tren de Maribor a Dravograd con la misión de reforzar la VI Brigada de la División 36, destacada allí, y, con la ocupación de ese importantísimo nudo de comunicaciones, impedirá a las bandas traidoras internas, ustachi y chetniks, la salida de nuestro país, bajo cualquier precio..." (Orden Op. N° 301).

La totalidad del ejército ustachi- domobrani, encabezado por Pavelic y Macek, se hallaba al norte de Celje y se retiraba a Austria en dirección Slovengradec-Dravograd.

Violentos combates nos esperaban nuevamente.

Los días 11 y 12 de mayo transportamos nuestras unidades a la región de Dravograd, ocupamos posiciones y emplazamos nuestras tropas al lado derecho del río Drava. En esos días únicamente una brigada de la División 36, que poco antes había ocupado Dravograd, entró en contacto con el enemigo. En su sector del frente se producían escaramuzas de poca monta. La Brigada VI nos facilitó ocupar posiciones sin ser molestados. Con la llegada de nuestra División al sector de Dravograd y con la toma definitiva de posiciones en la noche del 12 al 13 de mayo, se cerró totalmente el cerco en torno al agrupamiento enemigo en el noroeste de nuestro país. El comando de la División 51 llegó a Dravograd ya el 12 de mayo por la mañana y tomó conocimiento de la situación imperante.[195]

Empero, el enemigo era más fuerte de lo que presumíamos. El 13 de mayo lanzó al ataque sus mejores unidades contra nuestras posiciones en la región de Dravograd, dirigiendo el grueso de sus fuerzas hacia los puentes de Dravograd. Eso significaba que no aceptaba nuestro ultimátum de rendición que debió acatarse precisamente el día 13 hasta las 10 horas[196]. El objetivo de su ataque fue atravesar el río Drava y facilitar al grueso de sus fuerzas el pase de la frontera que, por decirlo así, estaba al alcance de la mano, a unos 3 ó 4 kilómetros. Si no lo lograse, empeñar el grueso de las fuerzas enemigas en el sector de Dravograd, para romper el cerco por otro camino más difícil y más largo: Prevalje, Bleiburg-Priberg... La lucha por los puentes de Dravograd (el ferroviario y el de tracción animal) fue uno de los últimos choques violentos en la Segunda Guerra Mundial en el territorio de Yugoslavia.

El comando ustachi- domobrani se dio cuenta por los combates previos y por las informaciones de su servicio secreto que el grueso de nuestras fuerzas estaba concentrado alrededor del nudo de comunicaciones de Dravograd y que su salida del cerco debería producirse en la dirección Gustanj-Poljane- Priberg.

Nuestras brigadas VII y VIII y partes de la brigada XIV de la División eslovena, al defender ese sector, fueron dispuestas sobre un frente amplio. Sin apoyo alguno de nuestra fuerza en el flanco derecho hacia Urslja Gora, la gran amplitud del sector defensivo, a su espalda el Drava, el monte Stojna y el territorio austríaco, luego la superioridad numérica decuple del adversario en su sector del frente, todos esos factores contribuyeron para que el enemigo tuviese éxito lanzando el grueso de sus fuerzas en esa dirección. Tras violenta lucha, el enemigo avanzó hacia Priberg echando atrás a nuestras brigadas VII y VIII, separándolas del grueso de la División... Aunque la línea hacia Priberg a través de Poljane era más larga que la de Dravograd y menos transitable, para ellos, en ese momento, era más conveniente y su propósito de salir por ese camino era correcto.

En parte, la brecha fue abierta. Al enemigo le faltó aliento para aguantar su ataque[197]. Con la vanguardia de su columna había penetrado pocos kilómetros más allá de la frontera. Pero, eso no bastaba. Allí nos esperaban, a nosotros y al enemigo, nueva situación y nuevas posibilidades que había que resolver y aprovechar. Resultó que nosotros aprovechamos mejor que el enemigo esas posibilidades.

 

15 de mayo: tres ejércitos frente a frente

 

No tuvimos mucho tiempo para reflexionar. Vimos que el enemigo era numéricamente fuerte y ansioso por salir del país, costase lo que costase.

El estado mayor de la División 51, tras breve apreciación de la situación, ordenó a las brigadas VI y VII atacar y presionar sobre el flanco derecho de la columna enemiga y establecer, a todo costo, contacto con nuestras unidades separadas.

Entretanto, siguiendo la situación en el frente, el comando del III Ejército ordenó todavía el 13 de mayo que la XII Brigada proletaria eslovena, la Brigada juvenil de la División 40 y otras unidades se dirigiesen a Dravograd y se pusieran a las órdenes de la División 51. El estado mayor del Ejército intuyó la importancia de la situación cerca de Dravograd y envió allí a su jefe y al comisario político. Interiorizado de la situación e informando a su regreso al estado mayor, el comando del III Ejército enviaba a marchas forzadas hacia Dravograd todas sus reservas disponibles.

 

Salida a lo desconocido

 

Frente a esta situación inesperada, con las fuerzas cortadas en dos, el comando de la División 51 decidió la noche del 14 y 15 que el comisario político fuese en dirección de la eventual retirada de las brigadas VII y VIII. Su misión era restablecer el contacto con todas las unidades separadas de la División, unirlas, tomar el mando y actuar de acuerdo a la situación dada. El propósito básico era cerrar el cerco y no permitir que el enemigo escapase. Se resolvió que Sveta Savic "Kolja", comandante de la División, reponiéndose de recientes heridas, se quedase en el puesto de comando en Dravograd, dirigiendo la lucha con todas las unidades disponibles de la División y con las que estaban por llegar. Las unidades recién llegadas, lanzarlas al combate en seguida, presionando permanentemente, empujando, golpeando y dispersando al enemigo, no permitir que se agrupe y actúe con coherencia.

El tiempo jugaba un papel decisivo. Aprestos, concentración o maniobras más ordenadas tomarían tiempo y facilitarían al enemigo escapar del país.

De conformidad con el comandante de la División, salí el 15 de mayo, por la mañana, con jeep, en compañía de dos correos, por el puente de Labud al territorio austríaco, dirigiéndome a Bleiburg. La presunción de que las Brigadas VII y VIII estaban en esa dirección resultó correcta.

Ese pasaje era indirecto, pero era el único viable para llegar sin mayores trabas al lugar prefijado, donde podrían encontrarse eventualmente nuestras unidades. Presumíamos que tendríamos que encontrarnos antes con nuestras unidades que con el enemigo. La situación era bastante confusa e íbamos con mucha precaución. Estábamos provistos de tres ametralladoras, bombas de mano y pistolas. No conocíamos bien el terreno dentro de Austria, y, sin embargo, avanzamos con mayor velocidad de la necesaria. Tras un recodo por poco chocamos con un camión que llevaba soldados angloamericanos. En un primer momento no sabíamos quiénes eran y saltamos prestamente del jeep. Pronto nos entendimos. Nos dejaron proseguir. El oficial aliado, jefe de ese grupo, nos explicó por intermedio de un lugareño esloveno que sus fuerzas durante la noche habían llegado a la frontera yugoeslava y que tal vez hasta Priberg (Bleiburg) no encontraríamos al enemigo. Nos despedimos con cordialidad y hasta tomamos whisky.

En el cruce de caminos Hrust, no lejos de Priberg, encontré a la VII Brigada y partes de la VIII y un batallón de la 14 División eslovena. Delante de ellos se veía detenida la columna enemiga. Sus vanguardias llegaban hasta Hrust, lo que importaba en total dos kilómetros dentro del territorio austríaco. Las vanguardias aliadas arribaron en la madrugada del 15 de mayo a la aldea Hrust. Sucedió, pues, que allí, en Hrust, en el cruce de la vía férrea y la ruta, se enfrentaron tres ejércitos.

Nuestras unidades, terminada la retirada, tomaron nuevas posiciones frente al enemigo, apostadas completamente en el territorio de Carintia. Momentáneamente quedaron sin vínculo con la División, separadas del suministro, sin suficientes alimentos y municiones, extenuadas por sucesivas luchas. Muchas unidades estaban incompletas y ciertos grupos se congregaban sin cesar... El avance enemigo más allá de la frontera, su superioridad numérica, la llegada de las unidades angloamericanas, ausencia de todo contacto con la División, todo ello había producido incertidumbre.

Parecía que tampoco las fuerzas aliadas sabían a qué atenerse en ese momento. Las vanguardias de la columna enemiga habían traspasado apenas pocos kilómetros su línea de demarcación, hallándose el grueso en territorio yugoeslavo, formando una columna de más de 50 kilómetros de longitud.

El ejército ustachi-domobrani estaba dispuesto a entregarse a los angloamericanos y delante de él estaban unidades de ambos ejércitos. Hubo una penosa pausa. El comando ustachi tomó la iniciativa. Su pellejo, desde luego, estaba más en peligro.

Pocos minutos antes de mi arribo cuatro generales ustachi establecieron contacto con las unidades aliadas y se fueron a negociar al comando del cuerpo expedicionario angloamericano[198]. Entonces nada sabía de eso.

Temíamos que no llegase a tiempo la ayuda y que con las pocas fuerzas disponibles no pudiésemos impedir totalmente la huida del enemigo, si éste se agrupaba rápidamente.

Para nuestra fortuna, la estación de radio de la VII Brigada fue salvada y arreglada. Nos pusimos en contacto con el estado mayor de la División. El comandante "Kolja" comprendió en el acto la situación. Nos comunicó que nos enviaba urgentemente la recién llegada y descansada VII Brigada proletaria y la mayor parte de la Brigada de artillería de la División. Según el giro de los acontecimientos, podíamos esperar nuevos refuerzos. Exigió que no permitiéramos la escapada del enemigo hasta tanto llegasen nuevas fuerzas. Con anterioridad habíamos ordenado que las unidades ocupasen lugares estratégicos, emplazasen piezas de artillería y ametralladoras pesadas sin esconder mucho esos aprestos para que tanto el enemigo como los aliados pudiesen ver nuestra firme disposición a proseguir la lucha (...).

Ese día, entre las 12 y 13 horas, un oficial aliado pidió al jefe de nuestra guardia, que se hallaba ante el recién creado comando, que se lo introdujera al "nuevo comandante partisano". Estábamos fijando las últimas condiciones para la rendición en nuestro ultimátum. Con él llegó también un oficial nuestro, partisano, de nacionalidad esloveno, de cuyo nombre no me acuerdo (creo que era comandante de la I Brigada o substituto del comando de la XIV División eslovena). El oficial aliado era norteamericano de origen yugoeslavo y hablaba perfectamente nuestro idioma. Informó que el comandante aliado del cuerpo expedicionario deseaba conversar con el nuevo comandante partisano sobre la rendición del ejército ustachi- domobrani y propuso que me fuera a su comando, distante unos 10 kilómetros.

En ese momento estaba ante un gran dilema. ¿Debía ir a conversar sin ninguna autorización y no sabiendo cuál sería el resultado?

Acaso en esa invitación se escondiera la intención de alejarme del puesto de mando en el momento decisivo. Por otro lado, confiar en ese momento únicamente en mis fuerzas pequeñas e insuficientes, no me daba bastante garantía de enfrentarme con eficacia con el enemigo, si éste reanudara pronto el ataque.

Era preciso tomar una decisión en forma rápida e independiente. En ese momento nadie me podía dar una contestación precisa al dilema planteado. El comandante "Ibro" y otros sólo se encogían de hombros. No era fácil decidirse. Sin embargo, lo fundamental era ganar tiempo. Cuanto más pensaba, todo se reducía a ello.

Si se lograra que las unidades aliadas comprendiesen que el problema de la capitulación de las fuerzas quislings en Yugoslavia no era asunto de ellos, por lo menos hasta el momento en que el Ejército Popular Yugoeslavo fuese capaz de resolverlo, estaría bien. Si no quisieran ayudarnos, que por lo menos fuesen neutrales, lo que a nosotros nos convendría muchísimo en ese momento.

Por fin, me decidí a aceptar la conversación con el comandante del cuerpo aliado. Entregué el mando sobre todas las unidades al compañero "Ibro". Convine con él en no enviar el ultimátum hasta mi regreso. Si no volvía en dos horas a más tardar, enviaría el ultimátum y si no fuese aceptado, empezaría con el ataque.

Con esas reflexiones que embargaban mi mente, fui a conversar en el comando del cuerpo expedicionario, sito en un suntuoso castillo feudal, en un hermoso pinar, no lejos de Bleiburg. Entonces no sabía que las conversaciones previstas se trocarían en negociaciones de las que participarían, además del comandante del cuerpo expedicionario aliado, los representantes del comando supremo de todo el ejército de Pavelic[199].

En torno al castillo, atestado de vehículos, encontramos a muchos oficiales y soldados aliados. Nos observaban con interés. Nos dejaban pasar sin detenernos, signo de que nos esperaban. Conmigo iba el oficial de las unidades eslovenas (no me acuerdo con precisión si era mayor o subteniente).

En la antesala nos recibió un oficial rogándonos esperar al comandante aliado. Con asombro vi en un ángulo del gran vestíbulo de mármol a cuatro generales ustachi [200]. No esperaba ese encuentro. No esperaba que los representantes del ejército de Pavelic hubiesen establecido ya contacto y ofrecido la rendición a las unidades aliadas. Igualmente me extrañó porque el oficial de enlace lo había ocultado. Los cabecillas ustachi se esforzaron por establecer este contacto por el medio más rápido, pues el terreno les ardía bajo los pies.

Atravesé perplejo dos o tres veces la antesala y la sangre me subía en la cabeza. Surgió inmediatamente el interrogante: ¿por qué los aliados silenciaron que los negociadores enemigos se hallaban ya en su cuartel? Empezó a mortificarme la idea de que había cometido un error al aceptar la invitación. ¡Ir a negociar sin autorización de los superiores! Ni siquiera tuve tiempo de informar al comando de mi División y esperar su respuesta.

Cavilando así se me ocurrió decir al comandante inglés -en el momento de la entrevista- que conocía personalmente a esos generales enemigos. De ese modo le haría saber que el público yugoeslavo se enteraría si ellos se refugiaran en el extranjero bajo el amparo aliado. Todo eso duró pocos instantes. Ni siquiera tuve tiempo de intercambiar opiniones con el compañero esloveno cuando nos invitaron a entrar al despacho del comandante aliado.

A la entrada del despacho nos recibió un general alto, enjuto, canoso, cuidadosamente afeitado, de rígido porte militar. Un inglés típico. Dándonos la mano con bastante cordialidad, nos manifestó que le agradaba mucho establecer contacto con el ejército de Tito y sus oficiales superiores, con los que por primera vez trata directamente y tiene la oportunidad de conversar. Nos dijo que durante la campaña en Italia había oído muchas cosas de nosotros y admiraba nuestros esfuerzos y nuestro heroísmo.

Le contesté que nosotros seguíamos también las acciones aliadas en Italia y en otros frentes y que nuestra gente aprecia la ayuda que nos prestaron en material de guerra[201]. Mencioné que nuestros combatientes tuvieron frecuentes contactos personales con los aviadores aliados, que de regreso de bombardeos en Alemania se vieron obligados a aterrizar en nuestro territorio. Los acogíamos y curábamos. Ya muchos años guerreamos contra el enemigo común y en su transcurso se fraguó una camaradería de guerra que tenemos en alta estima. Mientras el intérprete traducía, el general aprobaba moviendo afirmativamente la cabeza. Me ofreció asiento en la cabecera de una larga mesa de su despacho. A mi derecha se sentó el subteniente esloveno y a mi izquierda el general, comandante del cuerpo expedicionario aliado, cuyas tropas ocuparon Carintia. Al lado de la ventana se hallaban de pie cinco o seis oficiales del estado mayor. No lejos del general se sentó el oficial de enlace que nos había traído aquí y hacía de intérprete. Aproveché una breve pausa en la conversación para manifestar mi sorpresa por haber sido recibidos aquí los generales de Pavelic, sin que se nos informase previamente, y que conocía personalmente a los cuatro. Replicó inmediatamente que habían llegado a rendirse y que por esa razón me había invitado a fin de ponernos de acuerdo como aliados.

"Delante de usted hay 300.000 soldados enemigos -comenzó, por fin, el general, con tono mesurado su exposición-. Ese ejército, por motivos harto comprensibles, no quiere rendirse a ustedes. Más aún, está dispuesto a continuar la lucha en caso de fracasar estas negociaciones. Sin embargo, la guerra oficialmente ha terminado y no tiene ningún sentido derramar más sangre. Ellos quieren rendirse ante nosotros, y dado que somos aliados, luego resolveremos sin dificultades este asunto."

Hablé con cierta rapidez y nerviosidad, subrayando que las unidades ustachi-domobrani y los restos de las demás formaciones no sumaban más de 30.000 (entonces, en efecto, creía que no eran más). Después se verificó que en esta agrupación había alrededor de 120.000 soldados de Pavelic, (subrayado por la R.) descontando a los chetniks, y a los que más tarde capturamos[202].

Agregué, en tono más tranquilo, que el comandante aliado estaba erróneamente informado acerca del número de las fuerzas enemigas, que el enemigo carecía de fuerzas para librar lucha, dado que estaba diezmado, desmoralizado y presionado por todos lados por nuestras tropas y por el elevado número de refugiados. Sinteticé nuestro punto de vista: los aliados deben tratar ese problema como asunto puramente yugoeslavo. Disponemos de fuerzas para solucionar en nuestro favor la situación planteada. Nuestro deseo es, si ya no pueden ayudarnos, que no nos creen obstáculos.

El general volvió a insistir en que era difícil convencer a los soldados, terminada ya la guerra, de que habían que dejarse aún sangrar.

"No, todo lo contrario -respondí-. Se trata del enemigo que durante cuatro años, con apoyo del ocupante, saqueaba a sangre y fuego en nuestro país. Por eso, nuestros combatientes están dispuestos a pelear hasta la solución definitiva, sin considerar la duración del conflicto. Por lo demás, y con mayor lógica, se podría plantear el problema: ¿quién convencerá al soldado enemigo, desmoralizado y agotado, que huye de día y de noche, se retira de su patria y abandona sus hogares, para que, sin perspectiva ni esperanza alguna, luche por Pavelic y sus superiores, que escapan de la responsabilidad por los crímenes de guerra cometidos?"

Instintivamente me di cuenta de que el general se debatía en la incertidumbre y por eso seguí hablando del orgullo militar que debe ser considerado también, pues se trata de que el enemigo debe ser vencido por las fuerzas que mediante sucesivos golpes ya lo habían doblegado. La mera solidaridad militar exige que esa victoria nadie la arranque de las manos de quienes la han merecido, aunque se trate de aliados bélicos. Además, el grueso de las fuerzas enemigas se halla todavía en territorio yugoeslavo, sin perspectiva positiva de trasponer la frontera.

"Tengo la orden expresa -dije por último- de encargarme del ejército enemigo y con las fuerzas de que dispongo obligarlo a capitular, si no lo hace, tras tantos reveses, sin resistencia. Como soldado debo cumplir esa orden prescindiendo de toda circunstancia. Aquí vine para convenir la forma más conveniente y menos dolorosa para llevarlo a cabo."

Tras breve pausa, el general me preguntó en qué plazo debería comenzar la capitulación. Le contesté: una hora, a más tardar, después del regreso al frente. En ese momento eran, creo, las catorce.

Se sonrió y expresó su duda acerca de la posibilidad de que se efectuara tan rápidamente la rendición del numeroso ejército enemigo y de los pertrechos bélicos, proponiendo aplazar todo el asunto hasta la mañana del día siguiente. Durante la noche había que hacer ciertos preparativos de modo que la rendición se realizase en forma organizada. Habría que registrar armas, hombres, etc.

Prestamente le expliqué que aquí no se trata de que en una hora se efectúe la entrega y recepción de la totalidad del ejército y del material, de acuerdo a la lista, sino que una hora después de terminadas las negociaciones, es decir del regreso de los negociadores a sus puestos, se inicie la capitulación. Importa que la rendición comience lo más pronto posible y luego puede durar, si fuera necesario, varios días.

El general, insistiendo en el plazo, añadió que en una hora ni comunicar se puede a todas las unidades el plazo de la capitulación e impartir todas las instrucciones pertinentes. Respecto a esta observación acoté, un poco en tono de broma, que disponemos de un jeep norteamericano y, en este comando, de teléfonos ingleses con que informar a las unidades en 10 ó 15 minutos sobre el plazo de la capitulación. Lo que tienen que hacer en relación a la entrega y recepción de los enemigos, de su material y del trato para con los prisioneros, ya lo saben de antes. Por lo demás, no es difícil conducir al enemigo derrotado y desarmado. Es mucho más difícil pelear con él.

Por el momento se creó buena disposición. He sabido de la ingeniosidad y prontitud de los partisanos -dijo el canoso general-, subrayando, por fin, que quería hablar nuevamente acerca de todas estas condiciones con los representantes del ejército enemigo. Por eso nos pidió que antes de celebrarse negociación definitiva, saliésemos por un instante de su despacho.

El nuevo aplazamiento de la decisión definitiva nos desagradó bastante. Me embargó doble sentimiento. Por un lado, estaba contento con mi actuación personal, pues me parecía que se había logrado el efecto deseado. Sin vacilación expusimos nuestros puntos de vista y nuestras exigencias, sin cerrar las puertas a la conversación y eventual cooperación aliada. Pero, poco a poco, me enfriaba preguntándome qué tienen que discutir ahora los aliados con los negociadores enemigos.

Era evidente que el general aliado estaba no sólo mal y erróneamente informado sobre el estado y el número, tanto de nuestras unidades como de las enemigas, sino que, al parecer, dio a estas últimas ciertas promesas. Si no hubo promesas ¿por qué tomaba siempre actitud opuesta a la nuestra? Y, ahora, cuando le informamos y, por otra parte, vio nuestra decisión, debió modificar algo sus puntos de vista y sus resoluciones. Por eso acaso llamó a los generales ustachi a conversar a solas con ellos... [203].

En toda esa espera que nos pareció muy larga, lo peor fue el papel de árbitro asumido por el general aliado. Ya por segunda vez negociaba con los delegados enemigos sin tener al tanto a sus aliados de lo que pedían los negociadores. ¿Qué condiciones y antecedentes aducen? Además, con nosotros no deliberó si era necesario y sobre qué punto conversar nuevamente. Distintos pensamientos surgían en mi mente. Volvieron a invadirme dudas. Lo veía mal y de nuevo me arrepentía por haber accedido a negociar. La incertidumbre en cuanto a las negociaciones, el desconocimiento de la situación en nuestras posiciones durante el tiempo transcurrido, me ponían tan nervioso que esos veinte minutos de espera me parecían una eternidad. Incesantemente me paseaba por la sala, miraba por la ventana y participaba a mi colega, en fragmentos y en baja voz, mis suspicacias.

Por último, rompiéndonos la lengua, mitad en francés y mitad en alemán, hicimos saber a nuestro acompañante que nuestra espera se hacía larga, rogándole comunicar al general que habría que acelerar estas conversaciones. Pocos minutos después le pedíamos hacer conocer a su comandante nuestra resolución: si dentro de cinco minutos no nos invita a la conversación final, interrumpiremos la reunión y las negociaciones y regresaremos.

Marchó a dar parte de nuestro pedido. En la ausencia del acompañante, confié al compañero esloveno que hasta podrían retenernos aquí varios días. Nos llamaron al despacho del comandante aliado, que había despedido a los generales de Pavelic para evitar nuestro encuentro. El general nos comunicó que ahora empezarían las negociaciones finales.

"Antes de que regresen los representantes enemigos, nosotros los aliados nos sentaremos de este lado" -señaló el general con la mano. No hay nada que decir, todo se desarrolla según el protocolo. Aunque no habíamos venido a negociar con el enemigo en estas condiciones, ni pudimos informar a nuestro estado mayor, accedimos, dadas las circunstancias, a negociar, por desagradable que ello fuese. Entraron, tal vez por tercera vez, al despacho del general inglés los generales enemigos, minutos antes despedidos. Esta vez, empero, tuvieron que enfrentarse también con dos oficiales partisanos.

Entraron sólo dos generales ustachi, se inclinaron profundamente y se plantaron. Necesitaban bastante tiempo para sentarse. Los miraba de reojo. Estaban perplejos. Uno de esos jefes ustachi, quien se sentó primero, era jefe del Estado mayor general de las fuerzas armadas del Estado Independiente de Croacia, cuyo nombre no retuve. Es un hombre de 45 a 50 años, rubio, bajito y obeso.

No figuraba entre los prisioneros. Lo que consiguió en todas las negociaciones fue persuadir a los aliados de que se le concediese asilo. El otro general era morocho, alto, asaz flaco y canoso. Ambos estaban visiblemente pálidos, nerviosos e inseguros. En las manos arrugaban con nerviosidad sus gorras[204].

Sin que hubiera podido ordenar del todo mis impresiones, el comandante aliado, sin preámbulo alguno, comunicó que daba la palabra al comandante yugoeslavo para que expusiera sus condiciones de capitulación. Miré alrededor un tanto confundido, pues no me había preparado para semejante reunión. Todo se desarrollaba con velocidad inesperada. Por suerte me acordé en seguida de que antes habíamos redactado en el comando el ultimátum para la capitulación. Tras breve silencio empecé con voz seca y cortante a dictar las condiciones de la capitulación. Por lo demás, con la llegada de nuestras nuevas fuerzas éramos dueños de la situación.

El texto de las condiciones de la capitulación, en líneas generales, era el siguiente:

-Los restos del ejército ustachi-domobrani se hallan en un callejón sin salida, rodeados completamente por las fuerzas del ejército nacional yugoeslavo. Creo que estáis enterados de que cuatro cuerpos del ejército de liberación de Yugoslavia os han cercado por los cuatro costados. Vuestras fuerzas, aptas para la lucha, son tan escasas que en cada momento podemos obligaros a una capitulación incondicional o aniquilaros. A ese sector han llegado y siguen llegando sin cesar nuestros refuerzos. Es de vuestro interés y del interés de tantos fugitivos - que os lleváis al extranjero y de cuyos sufrimientos, hambre y peligros mortales sois los únicos responsables-, asentir a una capitulación sin resistencia. En el nombre del comando de la 51 División del III ejército yugoeslavo exijo vuestra capitulación incondicional. Por otra parte, puedo comunicarles lo siguiente: dejaremos ir a la población civil a sus casas. Todos los soldados serán llevados a los campos de prisioneros. A los integrantes de vuestro ejército los trataremos de acuerdo al derecho internacional sobre prisioneros de guerra (subrayado por la R.). A los oficiales y soldados se les dejará el equipo más necesario. Los generales pueden quedar con sus ayudantes y pistolas hasta la nueva orden. El plazo de la rendición es una hora después del retorno a las unidades, es decir hasta 16 horas, a más tardar. La señal de la rendición será el izamiento de la bandera blanca. La rendición durará hasta tanto se efectúe la recepción de todos los hombres y armamentos. Acerca de ciertos detalles trataremos in situ. En caso de no aceptar estas condiciones, consideraremos -visto que continúan las operaciones militares a posteriori de la terminación oficial de la Segunda Guerra Mundial- que ya no os ampara el derecho sobre los prisioneros de guerra. En ese caso, os trataremos como rebeldes y a vuestra liquidación contribuirán también nuestros aliados.

Particularmente recalqué lo de la ayuda de nuestros aliados, dando a conocer a los ustachi que ya nos habíamos puesto de acuerdo acerca de su destino.

Después de mi exposición atronadora del dictado de la capitulación, con voz trémula y reconciliante tomó la palabra el Jefe del Estado mayor ustachi (¡sic!):

-Señor comisario (conocía con exactitud los grados de nuestro ejército, mientras el general inglés siempre me apostrofaba comandante), vuestra exposición desde el punto de vista partisano está planteada correctamente, pero desde el punto de vista nuestro no se puede aceptar el plazo de la rendición. Primero, en el plazo de una hora no podemos explicar al ejército entero vuestras condiciones de la rendición. Además, son muchísimos los que pelearon contra vosotros durante cuatro años y no es fácil convencerlos en el acto sobre la necesidad de capitulación. Por eso, podría considerarse que en su totalidad no hemos aceptado vuestra capitulación.

Le interrumpí acotando que si aceptaban la capitulación en bloque, cada resistencia aislada será tratada como tal y considerada según cada caso aislado. Mientras tanto, el otro general ustacha se levantó y empezó a hablar con emoción y en alta voz dirigiéndose al comandante inglés: que del general inglés depende la suerte de 300.000 croatas, que la historia nunca le perdonaría si cayesen en manos de sus enemigos, etc.

Me levanté, viendo que todo eso ya había llegado al colmo. En todo ese griterío me dirigí al intérprete para que comunicara que ya era tiempo de irse, pues nos habíamos detenido más de la cuenta. Se levantaron todos.

El general de los ustachi seguía gritando, rogando, implorando, de modo que el general inglés, con visible nerviosidad, se dirigió a mí con estas palabras:

"Señor comandante, mis tanques están a su disposición".

 

Encuentro con la XII Brigada proletaria

 

Agradecí al comandante del cuerpo expedicionario aliado y le pedí su nombre para poder informar a mis superiores acerca de la exitosa cooperación aliada. Esos apuntes los perdí. Nuevamente intercambiamos algunas palabras acerca de nuestra alianza bélica y nos despedimos asaz cordialmente.

En resumen, nos esperaba una tarea difícil. Llevar de vuelta a Yugoslavia a una multitud de prisioneros y casi el doble número de la población civil (subrayado por la R.), en estas condiciones [205]. Sabía que a veces se violaban los acuerdos estipulados. Recientes experiencias lo comprueban. Hasta tanto la soldadesca enemiga no esté desarmada y no se halle en su totalidad en nuestro territorio, no podemos estar seguros (...)

En el camino encontramos a la XII Brigada proletaria y unidades de artillería. Al frente de la Brigada iban el comandante Dusan Ostojic, llamado "Osman" y Rade Knezevic. apodado "Tihi" (el Calmo), reemplazante del comandante de la División XII (ambos son coroneles del Ejército Nacional de Yugoslavia). Les conté en síntesis los resultados de las negociaciones, informándoles acerca de la situación enemiga y de la nuestra hasta mi partida para negociar. Les expliqué las tareas vinculadas con la conducción de los prisioneros y el trato que debe dárseles. Particularmente les recalqué que prepararan a nuestros combatientes de que no debe maltratarse a los prisioneros. Esa posibilidad cabría si no hiciéramos preparativos previos en vista de que en la columna había conocidos y empedernidos criminales ustachi[206].

Les advertí que procediesen con cautela y no permitiesen huidas de la columna. Si eventualmente algún comandante aliado local, no enterado de las decisiones tomadas en las negociaciones en el comando del cuerpo aliado, trátase de mezclarse e intervenir, es preciso informarlo previamente sobre los resultados de las tratativas conjuntas. Hay que decirle que de todo eso puede interiorizarse en su comando superior. En todo caso, no se podrá desistir de la orden superior.

 

XIII - EL TRATO DE LOS INGLESES A LOS CROATAS DURANTE LA EXTRADICION Y EN CAMPAMENTOS

Reproducimos fragmentos del relato de ELIAS PERUSINA, publicado en HRVATSKA REVIJA, Buenos Aires, junio 1961, pp. 137- 143.

El autor es capitán de ultramar y durante la guerra fue movilizado como oficial del ejército croata. Durante el éxodo de 1945 y, más tarde, en varios campamentos bajo control inglés, donde se desempeñaba como intérprete, tuvo oportunidad de interceder por los fugitivos croatas, particularmente en los momentos de la extradición forzosa. Actualmente vive en la República Argentina. Aquí describe cómo los ingleses en Lawamund procedieron de modo diferente que en Bleiburg.

"Replegándose en mayo de 1945 de Croacia hacia Austria, ocupada por las tropas anglonorteamericanas, vi en Estiria a las tropas soviéticas de ocupación, presencié sus insultos, actos de terror y violencias, vi cómo las mujeres y niños austríacos, presa de pánico y terror, huían a los montes para eludir tratos bestiales. Por los alaridos de los soldados soviéticos y no por sus tanques se me heló la sangre en las venas cuando los encontré cantando y marchando hacia Wildon. Cuando, en compañía de tres croatas, topé con las tropas inglesas que con cautela bajaban y, para seguir fieles a su tradición, llegaban tarde, cediendo momentáneamente a la ocupación soviética zonas que luego recuperarían, todas esas atrocidades quedaron atrás.

Mi primera conversación con los ingleses, en los Alpes, no me impresionó favorablemente, pues mientras les explicaba por qué habíamos abandonado nuestra patria y expresaba nuestra duda en la justicia comunista de Tito, respondieron que, pese a todo, los croatas tendrán que encontrarse con Tito algún día.

El 12 de mayo llegamos a Wolfsberg, ocupada por nutridos contingentes del ejército inglés de distintas armas. Aquí nos encontramos con connacionales que nos participaron que al anochecer del mismo día arribaría un numeroso grupo de fugitivos croatas, procedentes de Judenburg. Efectivamente, al anochecer aparecieron los primeros vehículos de una columna integrada por unos 150 diferentes, cargados con 2.500 ó 3.000 fugitivos. A poca velocidad proseguimos rumbo al sur. Al llegar a St. Stefan, situada unos 4 kilómetros al sur de Wolfsberg, la columna se detuvo. Nos instalamos en las praderas, al descubierto, a la vera del camino.

Al amanecer del día siguiente me llamó el general Tomislav Rolf, hoy difunto, y me dijo que, de noche, los ingleses se habían llevado a nuestro ministro de guerra y marina, almirante Steinfel. Me pidió que fuera a Wolfsberg y tratara de enterarme de su suerte y, si fuera posible, hiciera algo por él.

Yendo de una unidad a otra del ejército inglés, topé con un suboficial de origen irlandés, quien en tono de confianza me mostró el edificio donde se hallaba detenido el almirante Steinfel.

Me presenté al guardia solicitando que me llevase al oficial de servicio, lo que hizo, tras breve vacilación. El oficial de servicio me llevó ante un mayor. A éste, en términos conmovedores, le expliqué quiénes somos los croatas, le relaté nuestra lucha por la libertad, las persecuciones y los sufrimientos de nuestro pueblo. Asimismo le expuse nuestra posición frente al comunismo y su representante Tito; que el detenido Steinfel sería asesinado atrozmente en caso de devolverlo compulsivamente a Yugoslavia, rogándole hacer todo lo posible para que no hubiese extradiciones en general. Emocionado por mis palabras, se fue a otra habitación, volviendo poco después para comunicarme:

- Su almirante está en esta unidad, no está detenido, pero lamentablemente no puede salir. Su suerte difiere notablemente de la de vuestro grupo, que vuestro grupo se quede donde está ahora, pero traten de colocarse de manera de no obstruir el tráfico.

Tras estas palabras, pronunciadas en tono cálido pero terminante, resultaba inútil mi nuevo insistir en favor del detenido. Su suerte era evidente, mientras que la nuestra me preocupó seriamente. Para conseguir algo, le pedí ayuda, pues estábamos sin comida. Atendió prestamente mi pedido diciendo que mandásemos cada segundo día por la mañana un camión y que nos entregarían comida para dos días.

Al volver, informé detalladamente al general Rolf, expresando mi duda sobre la suerte que nos esperaba a todos.

Por la tarde del 16 de mayo vino un teniente primero inglés y nos dijo:

- Mañana a las 8 horas vuestro grupo ha de estar listo para la marcha. Antes de emprenderla, los soldados serán desarmados. ¿Disponen de vehículos suficientes para poner en marcha a todo el grupo? En vano traté de sonsacarle el rumbo. Contestaba con obstinación que no lo sabía. Su sequedad y la manera de trasmitirnos la orden acrecentaron aun más mi duda sobre nuestra suerte. Desde ese momento el número de nuestro grupo disminuyó progresivamente. El general Rolf seguía creyendo firmemente en que no habría extradición, pero, como medida de precaución, aceptó mi proposición de esconder una parte de las armas livianas y poner al frente de la columna al mayor Hodko con su unidad, que debería detenerse en el cruce de carreteras Wolfsberg-Klagenfurt-Lawamund en caso de conducirnos a esta última localidad, quiere decir a Yugoslavia.

El 17 de mayo de 1945, a la hora señalada, vino un destacamento del ejército inglés al mando de un capitán, todos de origen irlandés. El capitán ordenó que depusiéramos las armas, lo que se hizo de acuerdo con lo que habíamos convenido entre nosotros. Las armas depuestas fueron recogidas o destruidas por los soldados ingleses, tras una inspección rápida, sin registro individual. Al general Rolf le dejaron su pistola. Mientras eso ocurría, procuré sonsacar del capitán a dónde íbamos. Me repuso que no sabía. Cuando observé que eso se lo podía creer al oficial de anoche, pero ¿cómo podíamos creerle a él que tiene la orden de conducirnos sin saber adónde?, se calló.

Según el plan prefijado, la columna emprendió la marcha, encabezada por el mayor Hodko y su unidad. Tras recorrer unos 4 kilómetros, o sea cerca de St. Andra, y precisamente en el cruce de carreteras Klagenfurt-Lawamund, la columna se detuvo, indicio de que nos conducían a Yugoslavia. Inútil fue todo empeño nuestro de negarnos a proseguir la marcha, porque el camino a Klagenfurt estaba cerrado por una formación de tanques ingleses; vanos también nuestros ruegos de que antes nos fusilasen, los soldados ingleses querían llevarnos vivos a Yugoslavia.

Conscientes de nuestra trágica situación, me acerqué al oficial inglés y, en síntesis, le expliqué nuestra historia, nuestra tragedia, sufrimientos y lucha por la libertad, nuestra posición anticomunista, invocando el catolicismo, la religión de nuestros y sus antepasados. Creo que mis palabras fueron convincentes, pues el irlandés quedó como indeciso. Por un lado el deber y por el otro la conciencia y los sentimientos cristianos. Nos pidió que tuviéramos consideración y continuáramos la marcha, librándolo así de recurrir a la fuerza. Por su parte, nos garantizó que durante ese día no seríamos entregados y que, por fin, el camino a Lawamund llevaba a través de bosques y aldeas y que él y sus soldados no verían nada.

Continuamos la ruta y cada vez había más asientos vacantes en nuestros vehículos. A eso de las 4 de la tarde llegamos al linde de un bosque, unos 800 metros antes de Lawamund. Allí nos detuvimos y ubicamos a la vera de la carretera bajo la custodia de los mismos soldados, mientras su comandante se había ido a la ciudad.

A poco volvió ese capitán en compañía de un teniente 1°, miembro del Servicio de Inteligencia. Me llamaron y llevaron ante un coronel, comandante del ejército inglés en Lawamund, encargado de nuestra extradición. Le repetí cuanto había dicho en varios lugares, apelando a su alma, rogándole hiciese todo lo que estuviera a su alcance para no entregarnos y que el ejército británico nos tomase bajo su protección, lo que, por fin, prometió intentar. Luego volví a mi grupo en compañía del mismo oficial.

Dicho coronel nos visitó varias veces, indagando pormenores y alrededor de las 9 de la noche declaró:

-Mañana a las 10 el ejército será entregado y los civiles que no quieren volver a Yugoslavia quedan bajo mi protección.

Le respondí que dudaba de la veracidad de sus palabras Enojado, preguntó:

-¿Quién es usted para no creer en las palabras de un coronel británico?

Repuse: "No es mi intención ofenderle, pero sé que Ud. es militar y como tal debe cumplir las órdenes de sus superiores".

-Eso es verdad, pero le aseguro que los civiles no serán mañana entregados por la fuerza, sino que quedarán bajo mi protección. Qué les pasará después depende de la resolución del gobierno de Su Majestad.

Después de estas palabras quedé convencido que, por lo menos los civiles, no serían devueltos contra su voluntad. En ese momento se presentó el señor Bogdan y por mi intermedio pidió al coronel permiso para despachar un telegrama al Santo Padre, que le entregó. En dicho telegrama se informaba al Papa sobre nuestra inmediata extradición y se solicitaba su intercesión. El coronel aceptó el telegrama prometiendo despacharlo. Una hora después se me acercó el capitán, de origen irlandés, comandante hasta entonces de nuestra custodia y con palabras conmovedoras se despidió de mí, asegurándome que el coronel decía la verdad, agregando que él ya había entregado su cargo a otro capitán perteneciente a las unidades fronterizas, mientras que él, con sus hombres, volvía a Wolfsberg, terminada ya su misión. También me dijo que intervino cuanto pudo en nuestro favor ante el coronel y que instruyó detalladamente a su reemplazante, que es un hombre de buenos sentimientos que nos cuidará como él. Deseándonos buena suerte, muy emocionado se despidió. Este capitán, por cierto, cumplió con su promesa e hizo cuanto estuvo a su alcance para evitar nuestra extradición.

Apenas salido y mientras nos rodeaban los tanques ingleses de otra formación, me llamó su comandante, capitán también, pero no de origen irlandés, y me dijo:

-Podéis creer totalmente en las palabras del coronel, es decir que mañana será entregado únicamente el ejército. Por mi parte, os participo que no consideréis estos tanques que os rodean como enemigos, quiero decir: los que se consideran amenazados, tienen toda una noche, allí está el bosque, tapándose los ojos con las manos, agregó: mis soldados no ven nada.

Me ofreció té y bizcochos, que me vinieron requetebién, pues nada había comido todo ese día. Claro que aprovechamos esas palabras, pues a la mañana siguiente nuestro grupo contaba apenas 600 personas, o sea un quinto de la cifra inicial

Por la mañana temprano me despertaron con el anuncio de que estábamos rodeados por el ejército comunista de Tito, pero que entre ambos se hallaban todavía tropas inglesas y que el general Rolf y su señora ingirieron veneno, y el general Dragojlov se cortó las venas de la mano. Corrí hacia el capitán inglés, que en seguida llamó al teniente del Servicio de Inteligencia, pidiéndole enérgicamente su traslado urgente al hospital de Wolfsberg, pues la gente moribunda no debe ser entregada antes de recibir asistencia médica. Dio la orden de trasladar a los tres al hospital, atendiendo mi pedido hecho en presencia del doctor Milas. He de recalcar que resultaron infructuosas todas las protestas de los partisanos. En el trayecto murió el general Rolf, mientras que su señora y el general Dragojlov se curaron y salvaron de la extradición. Tras su salida para el hospital me informó el Dr. Gómez que R., presa de pánico, decidió envenenarse. Lo agarré por los hombros, lo sacudí fuertemente y le pregunté si se había vuelto loco. Obtuve permiso del mismo teniente para que R. y otros fuesen a una fuente cercana -fuera del alcance de los partisanos- para tomar agua. Meses después, y dándome gracias por el favor rendido, el general Dragojlov me dijo que le habían devuelto el dinero, el coche y todas las pertenencias.

Todo ese tiempo los partisanos nos miraban como bestias hambrientas, sin poder acercársenos y si alguno lo intentaba fue alejado sin más por los ingleses.

Por fin el 18 de mayo, poco antes de las 10, se hizo presente el coronel inglés, acercándosele el teniente coronel comunista Tomic, montenegrino, a quien nos entregarían. El coronel inglés me llamó y dijo:

-Como le había dicho anoche, el ejército será entregado en este momento, mientras que los civiles que no quieren volver a Yugoslavia, quedan bajo mi protección .

Le pregunté ¿quién, en su opinión, es soldado?

-Quien así se considera, contestó y prosiguió-: Los que quieren volver a Yugoslavia, que se pongan aparte.

Cuando los soldados comunistas percibieron que la mayor parte de nuestros soldados se puso del lado de los que no querían volver a Yugoslavia, empezaron a vociferar que son oficiales que, en virtud del acuerdo previo, deberían ser entregados. Nuevamente me llamó el coronel inglés y me preguntó si eso era la verdad. Le contesté que no, sino que se trata de hombres que regresaban de campamentos alemanes y cambiaron sus harapos por los uniformes militares desechados. Difícil que tal invención persuadiese a nadie, y menos que menos a un coronel inglés. No obstante, interrumpió el griterío partisano diciendo:

-Son civiles y quedan bajo mi protección, dando al mismo tiempo orden para que iniciasen la marcha los que serían conducidos a Yugoslavia, unas 450 ó 500 personas, mayormente mujeres y niños, confiados en la justicia comunista. A los que quedamos, los ingleses nos rodearon de nuevo, no para entregarnos sino para protegernos de los partisanos. Sus rostros denotaban visible cambio. Desapareció el disgusto suscitado por un deber ingrato, trocándose en alegría por tocarles ahora otra misión, que a la vez era nuestro máximo deseo, en ese momento: ser protectores nuestros en vez de verdugos. El mismo día, cerca de las tres de la tarde, liberados momentáneamente de la incertidumbre y repuestos por la comida, nuestro grupo, que podría contar unas 150 personas fue alojado en una barraca dentro del campamento militar inglés, emplazado en Lavamund, del otro lado del río Drava. En esa oportunidad nos advirtieron que habían hecho una excepción singular, contraria a las prescripciones militares británicas, al alojar civiles dentro de un campamento militar, pero que se vieron obligados a hacerlo para protegernos de los partisanos, cuyas cuatro compañías acampaban en una población tan pequeña. De ese modo más de 2.000 croatas se salvaron de segura muerte a manos de los guerrilleros de Tito.

A continuación, como segunda parte de mi testimonio, relataré mis recuerdos del proceder de ciertos ingleses en los campos de fugitivos.

El mayor Simcock, jefe de la sección investigadora de los llamados criminales de guerra en el campamento Casa Nova (Italia), ni se molestó en indagar si entre los croatas estaban los que él, por obligación, citaba. Incluso en la segunda citación algunos que respondieron a la primera, ni se presentaron. No hizo nada para identificarlos sino que por mera formalidad cumplió con su deber.

El mayor White, en el campamento de Fermo (Italia) nos declaró públicamente:

-Vosotros los croatas, fuera de los muros de ese campamento, como amigos no tenéis a nadie ni siquiera a los italianos. Vuestros únicos amigos somos nosotros. Pero no olvidéis que nosotros los ingleses somos aliados de Tito y de Stalin, con quienes tenemos contraídas obligaciones que debemos cumplir. Lo que pensamos de ellos, es otro cantar. Traten de seguir nuestra política. Yo sé perfectamente bien quiénes son muchos de ustedes, si bien me importa eso un comino. Pero, figúrense mi situación cuando por radio Moscú vienen afirmando que yo sé quiénes son algunos y que no tomo medida alguna contra ellos.

El teniente coronel Samsone, comandante del campamento en Bagnoli (Italia), dijo a un grupo de croatas llevados por la fuerza en dirección desconocida:

-¿Para qué quieren la manta? Si van al paraíso, la pasarán bien y no les hará falta, y si van al infierno, tendrán mucho calor.

Con ello quiso significarles que estaban en gran peligro y que diesen los pasos adecuados (huir en el trayecto).

El mayor D. C. Owen, tercer miembro de la comisión inglesa en el cuartel general de Tito durante la guerra (primero era MacLean, segundo Randolph Churchill), riéndose solía contarme que los croatas habían arrojado al Danubio una formación de tanques rusos cerca de Vukovar, pero que lo habríamos pasado malísimamente mal si estos hubiesen desembarcado algunos kilómetros más al norte, agregando:

-En ese momento estaba escondido en el sótano de una casa en Vukovar.

En Barletta (Italia) conversé mucho con ese señor y puedo decir que conocía detalladamente nuestra situación, nuestras aspiraciones y nuestra lucha nacionales; incluso hablaba croata. Conocía asimismo todos los crímenes perpetrados por los chetniks y los partisanos contra el pueblo croata. Era testigo ocular, investigaba in situ e informaba a sus superiores. Este oficial empleó como chóferes a 20 suboficiales croatas, alojándolos fuera del campamento, donde antes se habían alojado oficiales polacos. Incluso se preparaba a cruzar clandestinamente el Adriático para salvar a una familia croata. Es gran lástima que ese oficial inglés sucumbiera en 1947, mientras volaba a Londres, a causa de las muchas enfermedades que contrajo en los bosques de Bosnia.

El capitán S. S. Hill, comandante del campamento en Klagenfurt (Austria) dio permiso de libre tránsito a Italia a todos los que se lo pidieron.

Cité esos casos para que no quede la impresión de que todos los oficiales ingleses nos habían tratado en forma inamistosa, aunque es verdad que la política de su gobierno respecto a la Yugoslavia comunista no era acertada.

Ramos Mejía, Buenos Aires, 10 de junio de 1961.

ELIAS PERUSINA

 

XIV - BLEIBURG - TESTIMONIO DE UN POETA CROATA

 

SRECKO KARAMAN, exilado poeta croata, radicado en Buenos Aires, publicó en la Revista Croata (Buenos Aires, 190, vol. 4 (40), pp. 772- 778) sus impresiones sobre la trágica rendición del ejército croata del 15 de mayo de 1945. El autor se encontraba entre la multitud de fugitivos civiles. Como en esta Sección de Documentos figuran declaraciones de soldados, políticos, sacerdotes, obreros, campesinos, oficiales, etc., estimamos que las impresiones de un poeta testigo completarán la imagen de esos momentos de desesperación colectiva, pues Karaman no se desalentó y pasó a Austria escalando los Karavanke y escapando a la matanza, a la marcha de muerte y a los suplicios. Omitimos únicamente ciertas alusiones y digresiones del autor, incomprensibles para el lector extranjero.

 

Mayo de 1945. La guerra ha terminado: los vencedores siguen armados; los vencidos, desarmados, caminan presurosos y trastabillando por los senderos de los bosques para llegar a sus hogares. La mayoría está en las columnas, conducidas forzadamente al cautiverio, a campos de concentración y mataderos.

Por décimo día, ya, duermo bajo las estrellas. El duro suelo es nuestro lecho y la manta, el cielo despejado o nublado.

Nadie pregunta qué nos pasa en lo íntimo.

No hay lugar para desear la cama. Tampoco me duelen las costillas, aunque en los últimos diez días mis lechos distaban mucho de ser muelles... Mateo, Jaime, Esteban (que en paz descansen en su desconocido cementerio) nos acostamos hombro a hombro para mitigar un poco el frío. Si enciendes fuego para calentarte, tal vez dispararían las "armas de la paz" desde los bosques circundantes y te quedarías durmiendo el sueño eterno en tierra extranjera. Y, sin embargo, es tan hermoso vivir, vivir como ser humano. Se me ocurrió este pensamiento: la muerte violenta es la tragedia. Ella dejaría inconclusas tantas cosas empezadas. En un santiamén despliéganse en rápidas secuencias centenares de primaveras floridas, los bosques de almendros en flor, mecidos por la brisa, los innúmeros soles estivales que se echan a descansar en el mar, y un enjambre de rostros sonrientes y alegres que nacerán y tú has de ver.

Ante la muerte, cuando el peligro acecha, cuesta menos perdonar. No es el miedo, sino el momento fecundo del corazón y la mente. Instantes de gracia y redención. El postrer esplendor, el viejo frutal que en su última primavera da dobles frutos.

¿Por qué me despierto hoy antes del amanecer? ¿Es la señal de que nuestro camino será corto o largo?... Me encuentro en la pradera frente a Bleiburg. Qué nombre extraño: la ciudad de plomo. De veras, nuestros pensamientos son graves, los presentimientos oprimen como el plomo.

Nos encuadran las montañas. Los Karavanke, altos, independientes, boscosos con las cúspides nevadas. Cómo me gustaría encontrarme ahora arriba entre ciervos y los límpidos manantiales alpinos. Seguramente allí no hay fusiles ni cañones acaso por estar más cerca de Dios. Hasta ayer pensábamos: apenas transpongamos la frontera de Austria, desaparecerá el peligro. Allí están los Aliados, no hay comunistas ni partisanos de Tito. Acudimos al mundo que piensa como nosotros. Pero, éstos son días de sorpresas! Cuando crees encontrarte en el puerto de salvación, pisas el borde de la muerte. Si quisieras contar a esta gente detenida en la pradera, llegarías a centenares de miles. Detrás de nosotros, por decenas de kilómetros, los caminos están congestionados por fugitivos y vehículos de todo tipo. Nos mandan a decir: ¿por qué no avanzan? Están bajo el fuego. Desde las cuotas circunvecinas, las ametralladoras cubren con fuego la travesía. Hay víctimas, hay muertos, no sólo entre los soldados, sino entre las mujeres y uno que otro niño. Es preciso cruzar el río. Por suerte no está profundo. Dejas, Dios sabe por qué vez en esta guerra, todo lo que tenías. Cómo vendrían bien aquí las cosas más fútiles. Bajo el brazo, el paquete con lo imprescindible, un poco de comida, y a vadear el río alpino diáfano, raudo y frío. En lo alto, el cielo claro, y en nuestro fuero íntimo, negros pensamientos. Los jóvenes todavía aguantan, pero los cargados de años se detienen, cansados, y caen como árboles segados a la vera del camino. Es difícil hablar de los miembros entumecidos, de los ojos cansados y de las miradas tristes. En esas miradas: el miedo apagado, la vida resignada, el sueño truncado.

Queridos amigos y conocidos, que estáis muertos!

Es el tercer día que a lo largo del camino observamos cañones abandonados, yelmos tirados, proyectiles desparramados, vehículos militares dejados, aquí y allá un soldado acribillado sin sepultar. En este cuadro, con este marco, amenazados por las ametralladoras a diestra y siniestra, una parte llegamos al dilatado prado frente a Bleiburg. La mayoría nos sigue por los caminos, en angustia, con los agotados, los hambrientos, los descalzos. A todos los agobia el pensamiento: ¿cuándo proseguiremos? ¿No pasa algo desagradable más adelante, frente a Bleiburg? Los que estamos adelante -a la vista de Bleiburg- detenidos, miramos hacia Occidente. En las vertientes que descienden a nuestra pradera, un kilómetro delante de nosotros, dos enormes tanques ingleses erguidos con cañones apuntados hacia nosotros.

Por la multitud corre una voz cual susurro sepulcral.

-Adelante no se puede.

Apunta un día despejado, primaveral. El sol radiante como nuestra alegría cuatro años atrás. Los tiernos trigales, los bosques coníferos -todo exuberante, inundado de sol. En derredor, las cumbres nevadas y adoradas, pero su oro parecería trocarse en sangre, señal de presagio siniestro. Siento como nunca el deseo de vivir. Se yergue en mí cierto desafío, cierta resistencia. Me embargan el sentimiento, la percepción (también la voluntad firme como la fe de los mártires) de que me asiste el derecho a la vida. El pensamiento es claro, rápido, resoluto. Hoy en un cerrar y abrir de ojos me decidiría por la muerte o la vida. Va desapareciendo también el cansancio físico. Estoy consciente de que éste es el momento de la autodefensa, cuando el ser está amenazado en su existencia física al punto de que las fuerzas corporales y espirituales se acrecientan. Nunca pude imaginar que fuese posible alcanzar estas alturas.

Quién indagaría qué piensan y sienten esos centenares de miles de seres humanos en torno de mí. En sus ojos se reflejan tristezas y ansiedades de Istria, de Dalmacia, de Herzegovina, de Bosnia, de Lika, de Eslovenia, de Voivodina, de Medjimurje, de Zagorje -de Croacia entera. Ansiamos la patria, y los hogares nos ansían a nosotros. Aquí están ancianos y jóvenes, varones y mujeres. Soldados y sacerdotes; empleados, comerciantes y fabricantes; profesores y alumnos; obreros, campesinos y marineros. Algunos tienen comida para uno o dos días, otros carecen de ella desde hace ya varios días. Familias enteras, familias separadas; hijos sin padres, padres sin hijos. El novio solitario, la novia entristecida. Muchos soldados sin su comandante, muchos comandantes sin tropa. Hay unidades completas, armas intactas. Quienes pudieron, se llevaron consigo los más caros recuerdos. Los hay con un saquito de tierra patria en el pecho. Hay muchachas -jóvenes y primorosas cual la hierba en los prados montañeses- en uniforme militar. Sin armas, pues no saben manejarlas. En sus ojos, el cielo acongojado.

Veo a Ana, la isleña, sin Juan. No le pregunto por él para no desgarrarle la herida. Hay aquí centenares de Anas: procedentes de las islas, las aldeas, las ciudades...

Quién sabe lo que sucederá!

Los rocíos matutinos están esfumándose. El día avanza. Entre la multitud, en las lanzas improvisadas, cortadas en el bosque vecino, flamean las banderas croatas. Roja-blanca-azul.

Roja...

Por donde miras, preguntan: ¿por qué no adelantamos? Alguien contesta: No se puede. ¿No ves los tanques allí? Los ingleses no permiten que prosigamos.

La mayoría no lo cree, porque no quiere creerlo. Nadie sabe a ciencia cierta lo que está pasando. Alguien inquiere; por el acento es una voz de Bosnia: ¿Y dónde está el comandante supremo? Nadie le contesta, nadie sabe qué contestar.

-Adelante, mi coronel; eliminaremos el obstáculo con la fuerza. No veis a esta juventud que viene guerreando desde hace cuatro años. Y esas armas. ¿Quién podrá detenernos? ¿Acaso esos dos tanques allí? Lo dice una mujer joven con su niño de la mano. Las demás piensan lo mismo.

-Sí, pero la guerra ha terminado. Está prohibido disparar. Las consecuencias son graves. No tenemos orden superior -y ¿quién asumirá la responsabilidad? No podemos, no debemos enfrentarnos con las victoriosas divisiones aliadas...

En el borde del bosque asomóse, a caballo, el general G. Enjuto, con mirada distante. Piensas: es un monje, un asceta vestido de militar

Cuán elocuente es el silencio en estos momentos. Y cómo es difícil sentirse solo entre la multitud. Me acuerdo de Imotski, de Posusje, de Livno, de la retirada y de los ataques y de muchas cuitas comunes.

Muy cerca llora un niño y llama a mamá. Le preguntamos cómo se llama. No sabe su apellido. Ni siquiera el nombre de su madre. ¿Quién puede saber cuántos se pierden aquí? Antonio se quedó en el camino, José cayó alcanzado por la espalda; don Francisco, mi párroco, con los pies llagados de tanto caminar se detuvo en el kilómetro 50. Nadie tiene tiempo para esperar a otro. Algo nos empuja, nos lleva hacia adelante. No es el miedo, ni la psicosis. ni el ansia de cosas nuevas. En ese avanzar se salva la obra propia. El mundo interior y el exterior. La vida y el alma.

De sopetón sobrevoló una escuadrilla de aviones de caza. En vuelo rasante pocos metros por sobre nuestras cabezas. Quien tenía la gorra mal encasquetada se le voló al cielo. A los sin sombrero se les rizó y desgreñó el cabello. Parecía una súbita ráfaga de viento antes de la tormenta, cargada de granizo, que azota los viñedos y destruye los frutos otoñales. Me acordé de la casa paterna en Dalmacia, donde de golpe sopla el viento arremolinado, sacude, arranca y derriba el techo bajo en que has nacido. Esos extraños vuelos rasantes se repitieron una y otra vez. Cada vuelo dejó su huella: se llevó la camisa tendida, un pañal, apagó el fuego o volcó la olla con el magro almuerzo del exilado. Nuestras ametralladoras abandonadas guardan silencio, ya que la guerra ha terminado y esas aves celestiales no pueden ser nuestros enemigos. Así lo creemos todavía.

- ¿Por qué vuelan tan bajo y de modo tan cortante con sus bocas ennegrecidas del fuego de ametralladoras y de cañones? Alguien piensa: es un vuelo amistoso. La mayoría está sumida en el pensamiento: ¿no será la intimidación, la advertencia, la amenaza?

De los ingleses depende si este éxodo encontrará su sosiego en Occidente.

Los ojos miran hacia el lado por donde se pone el sol. Las ambulancias con los emblemas de la Cruz Roja, que están delante, acentúan la congoja de muchos. Están repletas de heridos. Allí está también Antonio B., de Makarska, en cuyo puerto el mar es calmo y transparente.

Esa migración, esa huida, ese sálvese el que pueda para no quedar "disminuido por la cabeza", por pensar, sentir y soñar de otro modo. Y siempre ante el Oriente por donde sale el sol! ¿Es la angustia heredada del pasado la que agudiza nuestro deseo de adentrarnos lo más profundamente en Occidente?

Salva a mi pueblo, oh Señor.

Sálvalo de la servidumbre penosa.

(Kranjcevic)

Brotó y corrió por entre el gentío el murmullo. Avanza como la brisa que se levanta en la ensenada al pie del monte. Agitó el mar, alteró el color del piélago. Esa prisa, esos encuentros de las miradas mudas. Se cruzan las miradas atemorizadas, asombradas, osadas. Todavía no hay lágrimas ni risas. Las mujeres, generalmente con los labios semiabiertos; los hombres con los labios apretados, indicio de la decisión -y del amargor. ¿No es éste el momento cuando se pierde la libertad, cuando se muere?

Busco al general S., al que conocí en 1944, en Ravni Kotari y a comienzos de este año nos encontramos en Ivanic-grad. Le pregunto: "¿Dónde están C. y H.? ¿Volvieron ya de la negociación?"

-Sí! -me contestó-. Volvieron al mediodía. Comunicaron el resultado de la negociación con los ingleses: deponer las armas y rendirse. Primero los heridos.

-¿Se irá usted también al bosque, mi general? Hay que salvar la vida.

-No me iré -me replicó-. Estoy viejo y agotado. Si huyo al bosque, aguantaré un mes. Si me entrego, los comunistas me cortarán la cabeza después de quince días. En realidad, sólo puedo perder quince días de vida.

Me asombró y pasmó esta respuesta inesperada. Eché la mirada en derredor y la fijé en las cúspides de los Karavanke. Si pudiera alcanzar esas lomas! Felices quienes ya están en Austria. ¿Por qué no habremos salido de Zagreb, nosotros también, el sábado y no el lunes...?

No he de perder tiempo. Cada momento es inapreciable. La decisión está tomada: a la izquierda. al bosque, hacia aquellas cumbres.

Aquí estamos, los sacerdotes Esteban, Jerónimo, Estanislao, Felipe, luego Jaime y su hijo Mateo, Antonio y yo, ya listos. En la alforja, medio kilo de tabaco, un kilo de azúcar y un revólver con cuatro proyectiles. Cuatro balas gastamos el profesor R. y yo en 1943, haciendo puntería en el lago Rojo cerca de Imotski. Toda la munición que gasté en esta guerra. Y en mi vida.

De repente, prorrumpió la voz grave del gentío la voz nacida de otro lado. Una voz sorda, alargada en oleadas, cual el escalofriante terremoto nocturno.

¡Arríen las banderas croatas e icen las blancas!

¿Dónde impartieron esta orden, acatada y transmitida por esta multitud de guerreros y civiles?

Bajan de las improvisadas lanzas los tricolores croatas y, en su lugar se levantan las sábanas blancas. En este momento no son pocas ni aisladas las lágrimas escondidas, silenciosas. ¿Quién puede saber cuáles duelen más: las de aquel niño, las de la colegiala o las del aguerrido soldado?

Sin que se haya calmado la oleada de la primera orden, le sucede la siguiente.

-¡Descarguen las armas, depongan las armas!

Los hombres se miran aturdidos y las mujeres atemorizadas. Las naves se hunden en alta mar y la costa no se divisa.

-¡Traición, vergüenza! -profiere caminando un joven teniente de cabellos rubios. Su paso es firme, el rostro lívido, la mirada abatida. En su mano la pistola vuelta hacia el suelo. ¿Qué se propone?

¿Quién sobrevivirá al día de hoy, al de mañana? ¿Quién se olvidará de esta hora decimoquinta? Si, por lo menos, fuera el Juicio Final, se juzgaría según los méritos. Morirás por tu fe, por el entusiasmo, por la herencia espiritual a la que no has renunciado. ¿Quién y qué congregó a tanta gente y la condujo a la tragedia.

Hombres, ideas, votos, sueños del futuro...

Percibo que no siempre la necesidad fragua las virtudes. Invade a la gente el desaliento, cierto fatalismo. La mayoría siente la necesidad de una voz con autoridad - que indique, ordene qué hay que hacer ("Salva a mi pueblo, Oh Señor, sálvalo de la servidumbre penosa). Quienes flaquean en su fe corren riesgo de perder su alma. Muchos se resignan, se aprestan para el largo viaje, a la Eternidad

Se entregan las ambulancias con los heridos. Los médicos no las abandonan, aunque no quieren entregarse. ¿Quién manda ahora en esa columna de los impedidos? Las estrellas de cinco puntas. Los ingleses no están. ¿Hacia dónde va todo eso? ¿Quién ordenó la rendición a los comunistas?

Estamos indefensos dentro del cerco armado del enemigo. Persígnate y que Dios te ayude en estos momentos. Que te guíe tu voluntad, tu pensamiento y tu instinto.

- ¡Dénse prisa, Mateo, reverendo Esteban, pues podría ser tarde!

Mi grupo deja el campo lúgubre. Nos abrimos paso entre la gente quebrantada. Los más viejos están sentados, cansados, en el suelo. Muchos esperan, inmóviles, lo que pasará. Hay oficiales,condecorados por valor, y no se mueven como si nada les importara,como si no supieran lo que está ocurriendo. ¿Qué estado anímico es éste? Cómo fortalece al espíritu y robustece al cuerpo el obrar ante el peligro por iniciativa propia. Ser independiente en la decisión, no imitar a los demás. No ahogarse en la psicosis de la masa. La decisión libre es el camino de la verdad, el medio de salvación. Lo siento y lo percibo hoy.

Llegamos al borde del bosque al pie de la montaña. Somos diez. ¿Nos sorprenderá el tiro desde algún arbusto para hacernos pagar enseguida con la vida nuestro acto por la libertad? Esta tranquilidad nos acoge bien, nadie nos perturba. Caminamos uno tras otro, distanciados, para no caer segados con una ráfaga. Bendito sea el follaje, benditas las ramas que acortan el horizonte. Don Esteban, ya frisando los sesenta, podría enorgullecerse de sus pulmones - sube cuesta arriba como en la mejor juventud. Ni él mismo cree cómo se vuelven ligeros los pies por el miedo Ni siente cuando resbala sobre el caído follaje y cae de rodillas. Brinca y sigue. Todos estamos prontos a exclamar mil veces:

¡Con todas sus congojas y sus amarguras, la vida es hermosa!

En este lugar donde se reúnen los ciervos -pequeño claro en el bosque-, descansamos tras subir durante dos horas. ¿Quién sentiría esas gotas de sangre en la mano? Los de abajo saben muy bien que el dolor mayor alivia el menor... Nos sentimos casi libres, al menos en nuestro obrar.

Desde estas alturas observamos la tristeza en el valle. Los hombres, pequeños como las hormigas. Aquí y allá se eleva el humo hacia el cielo como si llevara y buscara algo. Tal vez clame por la justicia! Hoy el cielo está insólitamente despejado y muy alto.

El sol se hunde detrás de la montaña para desaparecer por hoy. Abajo, en la pradera ante Bleiburg, entre el gentío llegado de Croacia, se apaga la esperanza como ese sol. Quién sabe si no se apagará para siempre.

SRECKO KARAMAN

 

 

X - ELOGIO DEL COMANDANTE SUPREMO A LAS UNIDADES DEL III EJERCITO

"Mediante el rápido y enérgico avance hacia el curso superior del río Drava, las tropas de nuestro Tercer Ejército han cortado la retaguardia a los restos de las bandas alemanas y ustachi-chetniks, y envolviéndolas en Eslovenia en el sector Gradec-Gustanji-Dravograd las derrotaron y obligaron a la capitulación tras tres días de intensos combates. Con ello quedaron eliminadas las últimas fuerzas enemigas que todavía ofrecían resistencia organizada a nuestras tropas. Fueron capturados 20.000 ustachi, entre los que figura elevado número de conocidos criminales. Con los ustachi fueron hechos prisioneros muchos chetniks. Además, fueron obligados a capitular los últimos restos del cuerpo alemán destacado en los Balcanes del mariscal de campo Lohr y se capturó a más de 10.000 alemanes. En las luchas cayeron más de 5.000 soldados y oficiales enemigos y se liberó a 8.000 civiles que las bandas ustachi habían llevado consigo por fuerza. Se tomaron enormes cantidades de armas y pertrechos bélicos. Las tropas del Tercer Ejército capturaron en los últimos 15 días alrededor de 100.000 soldados y oficiales enemigos. Por el logro de esta victoria como asimismo por el cumplimiento rápido, exitoso y total del objetivo fijado, merecen elogio las tropas de nuestro Tercer Ejército a las órdenes del teniente general Kosta Nagj, del coronel Branko Petricevic y del coronel Vukasin Subotic. Expreso mi agradecimiento a todos los combatientes y jefes de las unidades que alcanzaron esta victoria y realizaron con éxito la misión encomendada. Gloria a los héroes caídos por la liberación de nuestra patria! Muerte al fascismo! Libertad al pueblo! Dado el 15 de mayo de 1945, en Belgrado. JOSE BROZ TITO, m. p.  Comandante Supremo Mariscal de Yugoslavia (Cf.: El Boletín Oficial del Ministerio de Defensa Nacional de la Yugoslavia Democrática Federal, Año I, abril-junio-julio 1945, N° 4-7).

 

 

5. MASACRES Y TUMBAS COLECTIVAS EN DISTINTOS LUGARES DE ESLOVENIA

 

XVI - RELATO DE LA MASACRE DE CASI 75.000 PRISIONEROS CROATAS EN MARIBOR

ESTEBAN MARIC, oriundo del pueblo Vinjani cerca de PosusJe en Herzegovina formula la siguiente declaración testimonial sobre los sucesos que siguieron a la rendición del ejército croata en Dravograd y Bleiburg, a mediados de mayo de 1945:

Servía, movilizado en el ejército regular croata, en la compañía octava, batallón segundo, regimiento quinto, división séptima del I Cuerpo Montañés, bajo el comando del general Pericic. En combates pasé toda la retirada desde Capljina (Herzegovina), a través de Mostar y Sarajevo hasta Zagreb. Sostuvimos luchas encarnizadas con los destacamentos comunistas cerca de Herzegovac (Grubisno Polje) donde fui herido. Salí de Zagreb con mi unidad el 8 de mayo de 1945 y nos retirábamos a través de Celje hasta Dravograd. En el camino hubo tiroteos y escaramuzas con los partisanos, mas no combates de importancia. En el campo de Bleiburg depusimos armas el 15 de mayo, si es que me acuerdo bien de la fecha. Sobre nosotros volaban amenazadores 12 aviones ingleses, intimándonos la rendición. Había gran cantidad del ejército -la cifra exacta no puedo fijarla- y entre otros el general Stancer, el manco.

Alrededor de las 4 de la tarde empezó la entrega de armas. Izamos banderas blancas y pañuelos blancos sobre nuestros fusiles. Acto seguido nos pusieron en filas y nos dirigieron hacia Maribor. Nos advirtieron que el camino estaba minado y, sin embargo, tuvimos que avanzar en densas hileras. Tres veces topamos con minas. Sólo en el primer encuentro perecieron de 15 a 20 hombres. La primera noche la pasamos en una aldea incendiada cerca del río Drava. Al principio nos quitaban objetos determinados, como relojes, estilográficas, trajes en buen estado y sobre todo los uniformes de nuestro cuerpo, y más tarde nos despojaban de todo lo que poseíamos. Al lado de la columna montaban a caballo los partisanos con pistolas automáticas en la mano, separados uno de otros unos 100 metros. Varias veces ante mis ojos asesinaron a los que por extenuación ya no podían seguir caminando. Vi por lo menos de 10 a 15 asesinados, y tal vez más. Asimismo mataban a quienes salían de la columna para beber en el río o en alguna fuente en el trayecto. Esos casos eran asaz frecuentes y por poco me salvé yo también una vez de la muerte. Especialmente nos mortificaban los partisanos con sus látigos, largos de dos a tres metros y terminados con bolillas de plomo. Esos azotes en el rostro y en el cuerpo eran humillantes. Unos 20 metros lejos de mí ocurrió lo siguiente: a un soldado de Herzegovina un partisano lo azotó cruelmente con el látigo. El agredido se abalanzó sobre él, lo bajó del caballo y lo tumbó al suelo. Acto seguido extrajo de su bota un cuchillo y le lanzó una cuchillada en el corazón. Empezó a huir hacia el Drava, saltó al río y lo atravesó a nado. Los guardias le disparaban sin dar en el blanco.

El tercer día, cerca de las 7 horas de la tarde, creo que era el 15 de mayo de 1945, llegamos a Maribor. Todo ese tiempo nada nos dieron de comer ni de beber. Los últimos 5 ó 6 kilómetros antes de la ciudad debimos correr y entonces, para poder permanecer de pie, arrojamos todas las pertenencias que habíamos salvado. Nos instalaron en un gran campo militar, situado a la orilla derecha del Drava y en la entrada ordenaron que los soldados domobrani y del Wehrmacht alemán se pusieran a la izquierda. El cuarto día, por la mañana, un capitán y un coronel partisanos, junto con cuatro suboficiales, seleccionaron o mejor dicho llevaron a 300 hombres de las primeras filas. Pensábamos que nos matarían, pues en el camino nos enteramos de que los guardias comunistas separaban, detrás de nosotros, a pequeños grupos de soldados y los fusilaban sobre la orilla del río Drava. Además, varias veces vimos cadáveres de los prisioneros croatas arrastrados por el río. Sin embargo, esa vez nos condujeron al aeródromo de Maribor, Tezno. Allí nos dieron la primera comida después de cuatro días de marcha agotadora, la que consistía en un kilo de pan alemán de cebada y en el rancio queso alemán. Allí el capitán comunista nos habló y dijo:

"Ustedes son nuestros prisioneros, pero no enemigos. Cuando tapen y rellenen esos hoyos en el aeródromo, causados por los bombardeos, os mandaremos a vuestros hogares en Croacia".

Había unos 320 hoyos, profundos, cerca de 2 metros y medio y de cinco metros de diámetro. Allí me quedé con mis camaradas tres meses hasta rellenar todos los hoyos. Al final, nos quedamos unos 160 hombres, pues algunos se fugaron, como una noche un grupo de 20 encabezados por el teniente, oriundo de Bosanski Samac; otros fueron llevados cada tercer día por un gran furgón policial, de color negro, para ser juzgados y fusilados. Todos tuvimos que suministrar todos los datos personales y de filiación política y militar.

En el aeródromo nos enteramos de cosas terribles relacionadas con la matanza colectiva de los soldados prisioneros croatas. Durante las tres primeras noches oíamos, a partir del anochecer y hasta la hora diez, a una distancia de tres kilómetros en dirección al camino que conduce a Croacia, de nuestro lado izquierdo, intensa descarga de armas de tiro rápido durante dos horas y media y hasta tres horas. Percibíamos ráfagas de fusiles automáticos y de ametralladoras. Luego, el fuego no fue tan intenso, pero oímos, durante un mes tiroteos cada noche. Su dirección no podría determinarla. Sabíamos, empero, que fusilaban masivamente a nuestros camaradas. Entre otros, me lo contó también Esteban Bakula, que cada noche se escurría del campo, iba a la ciudad donde canjeaba entre obreros tabaco y cigarrillos por pan. Esos civiles le narraban acerca de las espeluznantes matanzas colectivas de los soldados croatas. Se referían a la cifra de 75.000, fusilados hasta entonces en Maribor y sus alrededores. Yo no sé si esa cifra es exacta, pero me consta que un elevado número de soldados croatas fue exterminado allí. Igual cosa nos contó Ivan Galic (oriundo de la aldea Galic- Vinjani cerca de Posusje). Había enfermado de tifus y cuando se recuperó un poco, el furgón policial lo llevó y no hubo más noticias de él.

Acerca de la matanza del ejército croata en Maribor supe después también de boca de varias personas. Yo no estuve presente allí ni vi esa masacre.

Al cabo de tres meses fuimos trasladados a un campo de concentración de la misma ciudad de Maribor, al norte del puente, del lado derecho, donde durante la ocupación alemana se hallaban prisioneros rusos. Allí nos quedamos tres días y lo pasamos peor que antes especialmente en lo que a la comida y el trato se refiere. Luego nos mandaron por tren, encerrados en dos vagones, a Osijek. Eramos 75 soldados croatas y 103 soldados italianos. Durante los cuatro días de trayecto recibimos un kilo de pan y sólo 50 litros de agua. Era terrible y hacíamos nuestras necesidades naturales dentro del vagón. Sufríamos muchísimo de sed y un muchacho de 17 años bebió la orina enfriada para apagar la sed y llegó semimuerto a Osijek. Nadie murió, sin embargo, en el camino, pero como la gente, extremadamente extenuada, no salía prestamente de los vagones, un guardia lanzó una ráfaga por los vagones, quedando un soldado muerto y otro gravemente herido.

En Osijek nos quedamos, en el recinto de la feria, ubicada en la parte nueva de la ciudad, ocho días, para ser trasladados luego a Pozega. Allí permanecimos 21 días como presidiarios, y después 24 días como reclutados. Por fin licenciaron a la 7¦ y la 9¦ brigada de reclusos", en total unos 300 hombres. Por varios testigos me enteré de que ni la mitad de los licenciados arribó a su casa. En el camino fueron asesinados, especialmente cerca de Derventa.

Leída que me fue la presente declaración testimonial me ratificó de ella, firmándola con mi puño y letra".

Roma, 13 de febrero de 1955

ESTEBAN MARIC, m. p.

 

XVII - EL TESTIMONIO DE UN EXILADO ESLOVENO SOBRE LAS MASACRES DE 10.000 PRISIONEROS EN LOS ALREDEDORES DE CELJE. LA UBICACION DE LAS TUMBAS DE 2.000 PERSONAS EN LA FRONTERA DE AUSTRIA

Comparece ante la Comisión en Roma el joven K.L.V., nacido el 16-6-1936 en Celje y declara lo siguiente:

En el momento de capitular Alemania (8-5-1945) pasaron por Celje varios ejércitos en retirada: alemanes, croatas (éstos en número mayor que los demás), los chetniks serbios, los domobrani eslovenos (belcki), procedentes de tres direcciones: de Zidani Most, de Rogaska Slatina y de Maribor-St. Jurje y retrocedían, generalmente, en dirección a Vojnik-Dobrna- Slovengradec, y Zalec-Slovengradec.

Los guerrilleros comunistas, al principio, disparaban de vez en cuando, y luego los combates fueron más intensos. Fueron capturados muchos soldados y luego los traían de diferentes direcciones. Desde mi casa vi muchas columnas de prisioneros en estado misérrimo, harapientos, hambrientos y postrados. En la ruta yacían muertos y asesinados, es decir quienes no podían proseguir la marcha o quisieron tomar agua. Los guardias los mataban. El jefe de los guerrilleros era un tal Palcek oriundo de Dramlje y su cuartel se hallaba en Zgorne Sleme, cerca de Dramlje. Luego arribaban más contingentes de partisanos y me acuerdo particularmente de una brigada de Bosnia, pues su jefe fue nombrado comandante de Celje y no sabía firmar, sino que en lugar de la firma garrapateaba una raya.

A los prisioneros solían conducirlos al campo de concentración Bezigrad cerca de Santa Ana, alejado cinco kilómetros de Celje en dirección nordeste. El campamento fue construido por los alemanes, que lo dejaron casi intacto. Los partisanos lo rodearon de alambrado de púa, de modo que la fuga era casi imposible. El campamento se halla en una estribación, entre Bezigrad y Santa Ana, distante un kilómetro y medio de ambas y a su vera pasa la ruta Bezigrad-Blagojna. Visité varias veces el campamento, una vez abandonado por los comunistas, y conté ocho barracas, de unos treinta metros de longitud cada una. En medio había una cisterna de hormigón que sobresalía del suelo cerca de 40 cm. Para acceder a ella había cuatro gradas por dos lados. Estaba provista de sólidas puertas. En una barraca estaba el asiento del comando del campamento.

A los primeros prisioneros los condujeron allí el 10 u 11 de mayo de 1945, varios días después del fin de la guerra. La matanza empezó muy pronto, tal vez el primer día. El jefe del campamento fue Franc Sotosek, de 28-30 años, hijo del sastre de Blanca cerca de Rajhenburg. Luego fue jefe de la policía comunista UDBA en Ljubljana y Celje, sucesivamente, y a continuación jefe de la Cooperativa Campesina de Trabajo Zacret, pero por malversación y estafa de sus bienes fue condenado a 18 meses de prisión. Le conozco personalmente: alto, muy robusto, con un ojo vaciado. Lo sustituía Anton Sume, oriundo de Ljubecna. Entre otros milicianos criminales, que cometían matanzas masivas, se contaban también N. Benesek, oriundo de Dobje (con apodo comunista "Luka") y Stefan Krusc, también de Dobje, actualmente en Austria, en Wolfsberg, Ruden, empleado en la fábrica Ulmann.

Mataban a los prisioneros de varios modos. En un depósito de agua metían de 100 a 200 hombres, los apretaban y debían permanecer agachados, pues la cisterna era muy baja. Entonces se dejaba correr despacio el agua y se ahogaba a todos. Luego sus cadáveres eran sacados por otros prisioneros y enterrados juntamente con los fusilados. Antes de ser fusilados, los dejaban casi desnudos, los llevaban a un vallecito extendido en la ruta Bezigrad- Blagojna, debajo y alrededor del campamento en dirección a S. Ana. Los prisioneros tuvieron que cavar su propia tumba, luego los fusilaban en masa con armas automáticas u otras. A los muertos y algunos que no habían muerto todavía los enterraban a poca profundidad, dado que en ese lugar había poca tierra y los verdugos estaban muy presurosos. Ignoro otras clases de matanza, salvo que en el campamento había un dispositivo para suplicios, montado todavía durante la ocupación alemana, y algunos murieron torturados allí.

Como el campamento estaba atestado y muchos prisioneros vivían apretados afuera, presumo que podía haber allí de 2 a 5 mil personas. Los asesinados fueron inmediatamente reemplazados por nuevos candidatos a la muerte. Las principales víctimas eran soldados croatas domobrani y ustachi, luego domobrani eslovenos, un puñado de chetniks (guerrilleros nacionalistas serbios) hechos prisioneros en Zalec, cierto número de alemanes y, finalmente, civiles, entre ellos bastantes mujeres. Desconozco la cifra de los asesinados, pero la gente calcula en más de 10.000, mayormente croatas. De esas matanzas nocturnas y diurnas sabe la población entera de Celje y más aún la de sus alrededores, especialmente la de Ljubecna, Blagona, Sv. Ana, Zasret y otras. Algunos fueron testigos oculares y otros hasta tomaron fotos. Incluso se dictaron condenas a 15 años de prisión contra los que tenían fotografías de las víctimas asesinadas. Dichas matanzas tuvieron lugar en mayo y junio de 1945 en forma masiva, decreciendo su ritmo hasta septiembre de 1945. El ejército comunista yugoeslavo abandonó ese campamento en marzo de 1946. Iba yo todavía en ese tiempo alrededor del campamento y los escenarios de matanza colectiva, ya que el acceso a ellos estaba terminantemente prohibido. Después de marzo de 1946, recogiendo municiones estuve en el campamento y en los mataderos. Ahora, suelen realizarse allí maniobras y ejercicios militares. Mataderos y tumbas se hallan en dicho vallecito. Hay diez tumbas colectivas, largas de 250 metros y anchas unos 180 metros cada una. Corren paralelas y ocupan una parte de dicho valle. Todavía hoy se siente mal olor y el terreno es intransitable, por movedizo e inseguro, pues los pies se hunden. He visto emerger de esas tumbas cabezas con pelo, brazos o piernas y a los perros arrastrando huesos de los fusilados.

También vi las tumbas colectivas junto a la frontera austríaca, con precisión a 4 kilómetros de Prevalje, en el cruce del camino Prevalje- Mezica, cerca de la Cooperativa Campesina de Trabajo "Kraljeva" y no lejos de la casa del campesino Vodep. Muy cerca se halla una iglesia semiderruida. Allí hay menos tumbas que en Bezigrad y creo que podría haber allí enterrados unos 2.000 hombres, ejecutados por una brigada de Bosnia. Según cuentan los campesinos el último en morir fue el comandante de ese contingente del ejército croata.

Por lo antedicho y visto en parte con mis ojos estoy dispuesto a jurar y testimoniar bajo cualquier sanción. Lo que sucedió en el campamento me lo ha contado mi tío, que estuvo allí cuatro meses y presenció escenas horripilantes. Mi tío vive ahora en su hogar.

La presente declaración me fue leída y me ratifico por ser exacta y verídica.

Roma, a los 21 de julio de 1954.

K. L. V.

P.S. Agrego que sobre ese particular existe una extensa carpeta, de 15 cm. de grosor, en la jefatura de la policía comunista UDBA en Celje, ex edificio Ravnikar cerca del policlínico, departamento de Agit-Prop, registro 4, estante del lado izquierdo, compartimiento 2. La tuve en mis manos.

K. L. V.

 

 

XVIII - LAS TUMBAS COLECTIVAS DE HOMBRES, MUJERES Y NIÑOS EN VARIOS SITIOS DE ESLOVENIA

Testimonio de un refugiado esloveno J. P., nacido el 15/II/1933, en Eslovenia, declara lo siguiente: En 1945, tras la capitulación de Alemania y Croacia, vi con mis propios ojos cómo trataron los comunistas a sus adversarios. Cometieron incontables e indescriptibles crímenes.

Trataré de describir lo que sé y lo que en cualquier momento estoy dispuesto a confirmar. Lo que sé y lo que he visto sucedió en su mayor parte tras la capitulación de Alemania, cuando los comunistas se apoderaron del gobierno. Hombres, mujeres y niños, que huían ante el avance comunista, y que en la frontera de Austria fueron entregados y capturados, al regresar a su patria (la mayoría eran croatas) fueron maltratados y asesinados en forma inenarrable. Asesinaban a todos, sin preguntar quién es quién. Sé dónde yacen las tumbas de los desconocidos, asesinados por cualquier pretexto. Su número es extremadamente elevado. Fueron enterrados en masa -según mi leal saber y entender- sólo en tres lugares. Un nutrido grupo fue matado en Lasko, en la mina. Los llevaron allí en camión durante una semana, de noche, los metieron en un pozo de la mina, de 100 metros de profundidad. Lo llenaron con hombres hasta el tope, entre varones, mujeres y niños. Eran unos 3.000. Los introducían vivos y luego por cada grupo de 20-30 personas lanzaban granadas de mano que las despedazaban. Una vez repleto el pozo, lo amurallaron por debajo y por arriba. Eso lo vi con mis ojos, ya que después trabajé en esa mina. Lo mismo hicieron en Hrastnik. En una cavidad de la mina arrojaron a 7.000 hombres y la parte superior la cubrieron con una tenue capa de cascote y tierra. En Kosnica, cerca de Celje, asesinaron a un grupo de cien personas y las enterraron a poca profundidad, de modo que su osamenta fue luego arrastradas por las bestias. Lo que pasó con los grupos más pequeños, es imposible contarlo por haber sido tantos y tantos.

Lo que acabo de declarar estoy dispuesto a confirmarlo bajo juramento y responsabilidad moral y material".

Le Frascette di Altari, Italia, 11 de septiembre de 1952.

J.P., m.p.

 

XIX - MASACRE DE UN GRUPO DE CADETES Y JOVENES OFICIALES

Relato de un ex cadete croata, testigo ocular

Yo, el infrascripto L. J. B., soy testigo ocular de los sucesos ocurridos en mayo de 1945. Seguiré el curso de los acontecimientos tal como me quedaron grabados en la memoria y procuraré describir los hechos. Por ello, me limito a narrar sólo los sucesos íntimamente ligados a la suerte de las fuerzas armadas croatas en general y de la unidad a la que pertenecí, en particular. Repito que se trata de hechos ciertos y que no quiero generalizar, si bien es seguro que los demás grupos no lo pasaron mejor que el mío. Corroboran mi juicio las palabras de dos partisanos del campamento de Maribor. Uno, al pedirle algo de comer (por cinco días nada había comido), me contestó textualmente:

-"No necesitas tragar", insultándome que era bandido hijo de p..., "pues no vivirás mucho tiempo".

Otro, mi paisano de Djurdjevac (si bien me acuerdo, ese paisano huyó ante los cosacos y en Hungría se incorporó a la Brigada de Voivodina, integrada en su mayoría por oficiales y soldados serbios), me dijo que el "compañero comisario" les había dado 8 horas para hacer de los prisioneros lo que les diera la gana. Así, por cierto, procedieron.

Estas palabras de introducción explican, despojadas de toda tendencia, el giro de los acontecimientos que paso a señalar en forma sumaria:

Me retiraba como miembro de las Fuerzas Armadas Croatas a través de Eslovenia rumbo a Austria. Mi grupo partió de Zagreb el 8/V/1945 por la mañana temprano, es decir después de la medianoche del 7 al 8 de mayo. En realidad, debíamos salir el 7 de mayo, pero como los alemanes habían hecho explotar el depósito de municiones en el cuartel Prinz Eugen en Cernomerec, nos obstruyeron el camino, demorando nuestra salida en 7 u 8 horas. Calmada la explosión, salimos del cuartel, ubicado en Ilica 242, sede de la Escuela de Oficiales de las Fuerzas Armadas Croatas. El 7 de mayo recibimos orden de retirada hacia Zapresic, hasta que se nos comunicara nueva orden. La orden era oficial, aunque creímos que íbamos al encuentro de las tropas inglesas que nos recibirían como adversarios del comunismo y del imperialismo soviético.

Nos retirábamos como una unidad formada, cantando. Debo mencionar que nuestro grupo, unos 400 hombres, estaba integrado por oficiales jóvenes, sin puesto asignado, y por los cadetes de la Escuela Militar. Se nos unieron varios civiles, principalmente esposas de los oficiales y padres de algunos cadetes. Al franquear la frontera croata eslovena, la orden fue dirigirse a Klagenfurt en Austria. En unidad formada atravesamos Celje, donde los partisanos hacían guardia sin interesarse por nosotros, y llegamos a Dravograd.

Cerca de Dravograd nos detuvimos en vista de que las tropas búlgaras, estacionadas al lado opuesto, nos impidieron pasar el puente sobre el río Drava, todavía íntegro. Muy pronto nos enteramos de ello y nos aprontamos a entablar lucha, la que no se produjo. Mi amigo Esteban Matijevic, teniente primero de domobrani, apodado Mata, abrió fuego con sus cuatro cañones de campaña y nada más. Se decía que los búlgaros se habían retirado, pero no obstante no pasamos el río Drava en este punto, pues los rusos estaban muy cerca.

Tras esperar 4-5 horas, salimos orillando el río Drava rumbo a Klagenfurt, pero ya no íbamos como una unidad cerrada, sino en pequeños grupos, bordeando el bosque y esquivando la ruta. Lo hicimos así porque en los montes vecinos andaban los partisanos eslovenos, quienes -dicho sea de paso- no dispararon ni un tiro contra nosotros. La primera escaramuza con los partisanos se operó más adelante, desconociendo el motivo. Desde ese momento hasta el agrupamiento final y la rendición, no estuvimos juntos. Me refiero, según ya lo dije, a mi grupo que partió de Zagreb, del cuartel, sito en Ilica 242. De nuevo estuvimos en la ruta, pero la columna no adelantaba.

El 15 de mayo, alrededor del mediodía, llegué a la pradera "siniestra" ante Bleiburg, donde nos agrupamos por unidades. No podría fijar el número exacto de los congregados allí, pero éramos muchísimos. Se decía que éramos cerca de 200.000, lo que no puedo garantizar. El general Ivica Herencic era comandante del ejército y el profesor Daniel Crljen representante de las autoridades civiles. Se nos informó que ambos negociaban con los ingleses y por eso nos sentíamos animados, si bien muy cansados. Esta atmósfera reinó hasta las 4 de la tarde, cuando trascendió que debíamos izar banderas blancas, arriar las croatas y deponer las armas, en vista de que la guerra había terminado y que a nadie le pasaría nada. Todavía era optimista, pues creía que todo estaba "en orden". Mas cuando me tocó deponer las armas, vi con gran asombro que no nos estábamos rindiendo a los ingleses sino a los partisanos, con precisión a la división 16, de Voivodina, que, acaso por la pausa de nuestra columna el 14 de mayo, había llegado poco antes que nosotros a Bleiburg. Allí se desvanecieron todas mis ilusiones.

Los partisanos nos obligaron a formar columna, en filas de a ocho, y poco después de a cuatro. Por fin partimos rumbo a Dravograd el 15/V/1945, alrededor de las 8-9 horas de la noche. De mi unidad, procedente de Zagreb, Ilica 242, había unos 80, y encabezados por el teniente Nikola Obad marchamos marcando el paso, que los mismos partisanos se asombraron. Acaso hoy alguien se reirá de eso, pero quisimos demostrar a los partisanos que somos ejército y no una banda como ellos, si bien sabíamos que nada bueno nos esperaba.

En los primeros kilómetros de la ruta Bleiburg- Dravograd no vi que nadie fuese expoliado o asesinado. Pero, más tarde eso fue una cosa frecuente y "normal". No podría decir con exactitud cuándo se desató el ensañamiento y la jauría contra los prisioneros, pero me acuerdo de que ya el 17 de mayo andaba descalzo y en calzoncillos. Lo cierto es que paulatinamente encontrábamos más y más partisanos que hacían de nosotros lo que querían. Quienes nos trataron peor fueron las guerrilleras comunistas, cuyo sadismo no tenía límites.

En el camino a Maribor vino a nuestro encuentro, montado a caballo, el comisario teniente Jovan Jovanovic, de religión ortodoxa, oriundo de Stara Pazova, quien hasta Pascuas de 1943 era nuestro colega en la Escuela de Oficiales en Zagreb. Nos trató bastante bien y nos dijo, por conocernos a todos (me refiero al grupo de mis 80 camaradas), que nos conducían al campo de concentración, donde nos interrogarían y castigarían a los que, eventualmente, habían cometido algún delito. Los demás volverían a su casa. Sus palabras nos animaron un poco, ya que nos sentíamos inocentes, pero ocurrió todo lo contrario de lo que nos había dicho.

Ya los "compañeros" hacían de nosotros lo que se les daba la gana. Nos desnudaban, pegaban y mataban a su antojo. Primero apartaban a pequeños grupos para matarlos, luego recurrieron al procedimiento más breve: disparaban directamente contra la columna y quien caía, caía. Nadie preguntaba ni quién eres ni qué has hecho. Ay de quien osó objetar o protestar! Desde luego que ya desde Bleiburg nos acompañaron guardias armados, pero se habían limitado a impedir que saliésemos de la columna, y lo demás no les interesaba. Ahora, con mis ojos vi muchos casos en que los partisanos "escogían" a sus víctimas. Detenían a la columna, examinaban y saqueaban lo que les complacía. Como de ese modo habían dividido la columna y nosotros estuvimos bastante atrasados, nos ordenaron alcanzar corriendo a los que se adelantaron. Quien se atrasaba o no podía seguir, lo fusilaban en el acto. Lo peor era la sed. Es verdad que en el camino había fuentes y abrevaderos, el río Drava corría cerca, pero no podíamos tomar agua, ya que en cada fuente estaba un "compañero" con la pistola en la mano y ay! de quien se le aproximó. Asimismo los que intentaron tomar agua del río, quedaban acribillados allí mismo, pues la más mínima desviación de la columna significaba muerte por fusilamiento. El comisario de la columna era un capitán de nacionalidad serbia, procedente de Belgrado, según nos dijeron nuestros guardias.

En el camino Dravograd-Maribor nos encontramos con los búlgaros, que nos arrojaban comida y reprendían a nuestros acompañantes por la manera de tratarnos. Vi que un búlgaro amenazó con la pistola automática a un partisano por su conducta inhumana. Esa protección duró mientras nos hallamos en la ruta con los búlgaros; luego se repitieron las escenas anteriores. No quisiera exagerar, pero estoy seguro de que varios centenares fueron masacrados entre Bleiburg y Maribor.

Llegué a Maribor el 19 de mayo alrededor del mediodía. Nos dividieron en varios grupos: oficiales, ustachi, gendarmes y domobrani. Yo me encontré en el grupo de domobrani. Parece que a nosotros nos trataron con menos severidad, pues inquirían desde qué fecha pertenecíamos a las Fuerzas Armadas Croatas y, en consecuencia, nos clasificaron en "viejos" y "jóvenes", es decir desde cuándo éramos sus enemigos. Al cabo del interrogatorio, conducido por el comisario serbio, de cuyo nombre no puedo acordarme, nos dividieron en grupos de a cien hombres. Los partisanos designaron como comandante de nuestro grupo al teniente ustachi Simón Suic, oriundo de Dalmacia, mi camarada mayor de la Escuela de Oficiales de Zagreb (acoto que se trataba, en opinión de los comunistas, de "jóvenes" domobrani). Allí, sentados en el suelo, esperamos que nos examinasen y se llevasen todo lo que les gustaba. Luego pasó lo que es de conocimiento público.

Esa misma tarde, la comandancia de Maribor pidió obreros y nos llevaron (éramos 82), bajo custodia armada, a las semidestruidas barracas cerca de la iglesia de los franciscanos en Maribor, donde se encargó de nosotros el "compañero Karol", nuestro nuevo jefe. Allí permanecimos hasta regresar a Croacia a fines de julio de 1945. Además de los croatas,-en parte ferroviarios, en parte domobrani y un civil, de profesión barbero de Ogulin, de cuyo nombre no me acuerdo, como asimismo dos gendarmes, uno apellidado Catovic, oriundo de Herzegovina, en servicio en Zagreb, y aquí, en Maribor, era el jefe e intendente de los 82 croatas en total-, había unos 40 húngaros y varios austríacos. De día trabajábamos y de noche dormíamos en las barracas semiderruidas.

Las primeras noches oíamos intensísimo tiroteo en la ciudad y los partisanos decían que estaban festejando la victoria. Luego nos enteramos de que no se trataba del festejo de la victoria, sino del cobarde exterminio de los prisioneros croatas. Aunque no estuve presente en los mal afamados fosos antitanques donde se llevaron a cabo las masacres, me constan por las razones siguientes:

Desde que fuimos separados y enviados a trabajar, nada supimos de los demás hasta que nos destinaron a trabajar en un gran depósito, sito en la ex plaza de Adolfo Hitler, en el centro de Maribor (antes estuvo allí el comando de la Gestapo), donde durante dos semanas nos ocupamos de desinfectar uniformes de soldados croatas. Mi tarea consistía en introducir en un horno a vapor (temperatura de 300 °C) uniformes en parte ensangrentados de soldados croatas, y algunos uniformes alemanes. Luego los cargaba en camiones. Dichos camiones se llamaban en Djurdjevac "plateau" y sirven para el transporte de gran carga, como, por ejemplo, bolsas de harina para los molinos. Su conductor era un civil, esloveno de Maribor, y juntos arreglábamos la carga, como en mi Eslavonia se atan los fardos de heno. Durante una semana, en cuatro viajes diarios, transportamos dichos uniformes desde el horno, ubicado fuera de la ciudad, al mencionado depósito. Como ya dije, se trataba de distintos uniformes croatas, de color negro y azul, verde oscuro de los gendarmes, como asimismo de uniformes alemanes, de tono verdusco azulado, con franja parda en las mangas y el cuello, que, según la necesidad, fueron limpiados y despachados a las unidades de los guerrilleros comunistas. Además, supe por boca de los civiles que durante las noches del 20 al 24 de mayo se efectuó la masacre de los croatas en los mencionados fosos, no lejos de Maribor; que el 25 de mayo de 1945 el mariscal Tito visitó Maribor, donde se encontró con el mariscal Tolbuhin. Este día permanecimos encerrados y no trabajamos. También supe que el comandante del III Ejército Yugoeslavo era el general serbio Kosta Nadj y que estuvimos en su poder, una vez desarmados. Por último me enteré de que a nosotros los croatas nos consideran traidores y criminales de guerra que deben ser castigados severamente, a los menos responsables con trabajos forzados hasta que se "reeduquen" y a los más responsables con prisión perpetua o muerte, según el grado del crimen de "traición" cometido.

En dicho depósito trabajé hasta fines de julio, cuando nos trasladaron a Croacia. El jefe del depósito era Steharnik, esloveno, suboficial del ex ejército yugoeslavo real, casado con una serbia; los subjefes eran el "compañero" Nehrad, comerciante esloveno, y la "compañera" Ljubica, eslovena, y mi guardia personal, el "compañero" Novakovic. Este último me trató en forma decente y más tarde me acompañó sin armas. No era comunista ni partisano. Durante la guerra se ocupaba de contrabando y los alemanes lo detuvieron en Viena. Fue liberado por los rusos como "patriota" y regresó a Maribor, donde se desempeñaba en su oficio. Todavía hoy le quedo agradecido por su conducta.

A fines de julio nos congregaron, cerca de 3.000 croatas, en el campamento Tezno, no lejos de Maribor. El nuestro era el último contingente de soldados croatas en Eslovenia. Vino por nosotros el comisario Mate, oriundo de Bosnia, quien, de acuerdo al deseo del compañero Tito, debió hacernos regresar a Croacia. Tras la estada de dos días en Tezno, fuimos a pie hasta la primera estación ferroviaria antes de Maribor, donde nos esperaba un tren de carga. En mi vagón éramos 75. De ahí viajamos 3 días y 4 noches vía Zidani Most-Zagreb Brod-Vinkovci hasta Osijek, donde nos descargaron cerca del horno de ladrillos Kolar, en las llamadas "praderas verdes". El comandante de ese campamento era el teniente Ilija, miembro de la policía secreta comunista OZNA en Osijek. Nos dieron algo de comer todos los días y el trato fue "más humano". No pegaban a nadie ni hubo fusilamientos públicos. Se infiltraron entre nosotros muchos esbirros que husmeaban y buscaban a los adictos sobrevivientes del movimiento ustacha. Aquí nos dijeron que el compañero Mate que nos acompañó desde Eslovenia fue condenado a morir fusilado por el trato inhumano que nos dio durante el trayecto Maribor-Osijek. De Osijek nos trasladaron a Slavonska Pozega, donde tenían que "reeducarnos" Para mí no duró mucho tiempo. Después de permanecer unos diez días en Slavonska Pozega, apartaron a unos 25 y en vagón cerrado nos enviaron a la prisión de la OZNA (Policía Secreta) de Osijek. Allí nos interrogaron durante dos semanas y, como no podían comprobarnos ninguna acción "contra el pueblo", nos soltaron el 19 de agosto de 1945. Dos días después llegué a mi casa y con ello mi odisea había terminado.

A continuación, cito a varios amigos, quienes con toda seguridad fueron masacrados cerca de Maribor. Todavía hoy aparecen ante mis ojos, como en una película, los rostros de muchos infortunados, de cuyos nombres no me acuerdo, ya que transcurrieron más de diez años. Si por casualidad llegue esta exposición breve y sumaria a manos de alguno de mis ex camaradas de Zagreb, Ilica 242, solicito me escriba para poder, con ayuda y memoria, identificar nombres, apellidos, grados de los colegas que cayeron asesinados cerca de Maribor.

Hasta ahora me acuerdo de los siguientes: El alférez ustacha, Francisco Hodic, nacido en 1925, en Djurdjevac, Podravina; el alférez ustacha, Mirko Ceso (Djida), nacido en 1925 en Vitovitica; el teniente ustacha, Nikola Obad (Borati), de Herzegovina; el alférez ustacha Simón Suic, de Dalmacia; el teniente de domobrani, Juan Hrubec, de Varazdin, Podravina; el cadete de la Escuela de Oficiales, Drago Santic, nacido en 1926 en Zagreb; el señor Santic (padre de Drago); el señor Esteban Sante, comerciante de Djurdjevac; Rev. Mladen Lazicki, de Hrvatsko Zagorje; el cadete de la Escuela de Oficiales, Miguel Loncar, nacido en 1926, en Imotski; el teniente ustacha Juan Bacic, de Sibenik; el mayor ustacha Zvonko Zdunic, (Hadziloje), de Lika; el capitán de domobrani Matías Tomasevic, oriundo de Eslavonia; el teniente ustacha Ljubo Didovic, de Osijek; el cadete Vlado Didovic (Kepko), de Osijek, hermano de Ljubo; el teniente ustacha Ivica Orlic (Keljo), de Herzegovina; el teniente segundo de domobrani Milan Ugarkovic, oriundo de Lika; el teniente 1° ustacha, Antonio Asic, de Lika; el alférez ustacha Rodolfo Vrcek, de Varazdin; el Tte. 1° de domobrani Miguel Kujundzic (Misko), de Eslavonia; el mayor de domobrani Tomislav Grzeta, de Split; el cadete Zdravko Tomic, nacido en 1926, en Sarajevo; el alférez ustacha Miso Piskur, nacido en 1926 en Ogulin; el Tte. ustacha Ferdo Niklie, nacido en 1921 en Djurdjevac; conscripto Esteban Postan, nacido en 1924, en Djurdjevac; el Tte. ustacha Antonio Stitic, oriundo de Tuzla; el alférez ustacha Miguel Bijovic, de Banjaluka; funcionario ustacha Pedro Jancijev, de Djurdjevac.

Que todos los héroes conocidos y desconocidos descansen en la paz del Señor en la tierra eslovena.

Roma, a fines de septiembre de 1955 L. J. G. (G.), m. p.

 

XX - EX SOLDADO COMUNISTA ESLOVENO SOBRE EL TRASLADO DE 2.000 CADAVERES EN LOS ALREDEDORES DE LA CAPITAL ESLOVENA

La presente acta fue labrada en Roma, el día 31/X/1953, en presencia de los testigos profesor Krunoslav St. Draganovic y Francisco Soklic. Se presenta Ignacio Jansa, hijo de Antonio Jansa y Neza Toneja, nacido en Bled, en la calle Podhom N° 9, el día 13/VII/1922, de profesión chofer y declara:

A raíz de la ocupación y atropellos alemanes en Eslovenia me uní voluntariamente a los partisanos el 15/V/1944 y formé parte de la unidad de zapadores del destacamento Goljensko que se encontraba en Mezekla, cerca de Bled, el día 8/IV/1945. Todavía sufro de las heridas que recibí allí. Después de curarme varias semanas, ocupé el puesto de reemplazante del comandante de Jesenice y allí me quedé hasta el 1/V/1945. Luego me trasladaron a la policía UDBA en Trzin con jurisdicción para toda la Carintia y el 15/V/1945 a la jefatura de UDBA como chofer. No me gustaba servir en la Policía, no obstante el puesto que ocupaba.

En Ljubljana fui chofer del capitán Lenart, oriundo de la misma ciudad, padre de una hija de 10 años, carpintero antes de la guerra. Cuando entré a su servicio, alrededor del 10/VI/1945, ya tenía él el encargo de exhumar masas de cadáveres de los que asesinaron los partisanos en Ljubljana después de la supuesta liberación de hace menos de un mes. Dado que de los pozos y hoyos en que fueron tirados los cadáveres empezó a escurrir agua putrefacta en dirección a Ljubljana que significaba la presencia de gran cantidad de cadáveres, el general Macek, jefe de la UDBA para Eslovenia, impartió orden de exhumar los cadáveres y enterrarlos en los hoyos cavados a tal fin. Macek había citado a Lenart, le relevó de la importante función que desempeñaba en Goricia, pero por motivos que desconozco fue degradado y encargado de esta nueva misión. Nunca hablé con él sobre este asunto, pues no habíamos congeniado desde tiempo atrás. Un día oí personalmente que Lenart impartía órdenes al comandante de un grupo de guardias (entre los que se encontraba un tal Anton Burja, cabo, hijo del posadero de Zasip, cerca de Bled, quien me había contado muchos detalles relativos a los trabajos de exhumación de cadáveres en Podutik) que custodiaban a los prisioneros alemanes, ocupados en la exhumación de cadáveres:

-"Es preciso vigilar de cerca a los prisioneros alemanes para que no huya nadie. Por la más ínfima infracción el alemán debe ser fusilado".

En efecto, un día, un joven partisano de Zirovnica mató a un alemán por una nadería. El centinela era todavía niño por sus años y estatura, no tenía más de 14 años. Cada día llevaba dos veces a Lenart del banco Slavia (cuartel de la Policía secreta UDBA) al pozo, con precisión hasta el patio de un campesino cerca de Podutika, distante del banco Slavia 4 kilómetros y medio y de Ljubljana 3 kilómetros, en dirección a Vrhnika. El camino lleva por una colina al bosque. El pozo estaba unos trescientos metros del patio mencionado. Encima del pozo había un caballete de madera con una rueda provista de soga que en su extremo tenía tenazas largas de más de un metro. Las bajaban al pozo y extraían cadáveres. Con mis ojos he visto cómo extraían de una sola vez varios cadáveres atados y en estado de descomposición; he visto varios miembros, manos, pies, todo lo que las tenazas podían apretar. Al pozo habían descendido varios prisioneros alemanes que colocaban la carga humana entre las fauces de las tenazas. Todo eso era terrible y despedía un hedor inaguantable. Presencié una sola vez ese espectáculo tétrico. (Estaba absolutamente prohibido presenciar ese trabajo, pero me había escondido y Burja me había contado muchas cosas horribles). Esta tarea duró bastante tiempo, pues llevé y traje a Lenart durante 10 días hasta que la UDBA lo encarceló. Vino otro oficial de Policía con su coche y chofer y yo me fui a trabajar en Lade Svetina, donde fui chofer de "Ivo", ayudante del general Macek. Mientras estaba al servicio de Lenart, cada mañana alrededor de las siete iba a su domicilio para llevarlo a Podutik, allí nos quedábamos hasta las 8 ó 9 para volver a Slavia; por la tarde lo iba a buscar a las 14 horas y volvíamos a las 16. En las labores de exhumación estaban ocupados 80 alemanes, que trabajaban en dos turnos. Si trabajaron sólo 15 días, hubo de 1.000 a 2.000 cadáveres. Luego tuvieron que limpiar el pozo y enterrar a los muertos en un pozo recién cavado, alejado del primero y de la casa campesina, más adentrada en el bosque o en la vecindad inmediata.

Conociendo los métodos de la UDBA y su estrecha custodia de los prisioneros alemanes, estoy totalmente convencido de que, terminada la tarea, fusilaron hasta el último alemán arrojándolos probablemente al mismo pozo donde esos alemanes enterraban los cadáveres. El número de los vigilantes casi igualaba al de los prisioneros alemanes. Todos eran agentes de la policía secreta comunista, gente de suma confianza, todos muy jóvenes.

Como chofer estuve al servicio de la UDBA de Ljubljana hasta el 20/VIII/1945 cuando conseguí que me desmovilizasen.

La presente acta me fue leida y doy mi conformidad.

Roma, 31 de octubre de 1953.

IGNACIO JANSA, m. p.

 

6. MATANZAS COLECTIVAS DE LOS NACIONALISTAS MONTENEGRINOS

 

XXI - MASACRE DE DECENAS DE MILES DE PRISIONEROS CERCA DE MARIBOR

Testimonio de un montenegrino escapado al fusilamiento Acta levantada el 20/VI/1945 en el campamento "Piccolo", en Villach, Austria, con Dimitrije Petrovic de Sokolski Orasi, distrito Cetinje (Montenegro), testigo ocular de los sucesos acaecidos del 12 al 20 de mayo de 1945:

"El 6/V/1945 salimos de Zagreb, donde se nos dijo que íbamos a Ljubljana, pero, llegados a Zidani Most, nos comunicaron que proseguiríamos a Celje, dado que los partisanos se habían apoderado de Ljubljana. Nuestro primer grupo fue detenido por los partisanos en Celje, donde se hallaba el general Luburic (croata).

El general Luburic y el coronel Janjic (comandante de la primera brigada montenegrina), ordenaron a sus tropas tomar posiciones de combate y se produjo un tiroteo bastante débil, pues los partisanos, con menos fuerzas, retrocedieron. De Celje, según dije, fuimos a Maribor. Arribados al cruce de la ruta Maribor-Dravograd, vimos a soldados cosacos, quienes regresaban de Maribor y fueron a Dravograd. Nos unimos a ellos. Unos tres kilómetros ante Dravograd encontramos a los partisanos. Nos detuvimos y negociamos dos días. Los partisanos dijeron que el tercer día a las tres iban a decidir si nos dejarían proseguir sin lucha o no. A las dos y media de la tarde atacaron y se entabló enconada batalla que duró ese día y la noche siguiente. El general Luburic derrotó a los partisanos y partimos al alba. A la frontera llegamos al anochecer del 14/V/1945. Nuestros superiores nos dijeron que estaban en contacto con las tropas inglesas, destacadas en la frontera de Austria, y que estaba prohibido disparar. Por la mañana fueron al encuentro del ejército que nos había detenido, que resultó ser un contingente partisano, que simuló ser inglés. Declararon que los ingleses, los norteamericanos y los rusos habían decidido que los soldados de Yugoslavia, de no ser partisanos, deberían congregarse en Maribor, donde Tito les juzgaría.

Dijeron, además, que todo el mundo debía ir a su casa, que habría comicios para optar por el Rey o por Tito. Los croatas partieron esa misma noche a Dravograd, depusieron las armas en la misma frontera y se dirigieron a Maribor. Nosotros, los montenegrinos, seguimos el mismo camino por la mañana del día siguiente, depusimos las armas en la frontera, igual que los croatas. Llegamos a Dravograd antes del anochecer. Allí ordenaron que se separasen mujeres y menores de 17 años. A las mujeres las mandaron por tren a Maribor y los menores volvieron con nosotros. De noche salimos del kilómetro 7 desde Dravograd y luego nos detuvimos. Por la mañana nos dirigimos a Maribor. En ambos lados del camino vimos montones de cadáveres de croatas. Los reconocí por los uniformes. Les habían quitado zapatos, relojes, etc.

Vi refugios antiaéreos, construidos por los alemanes, repletos de cuerpos humanos. Sobresalían piernas, brazos, cabezas. Eran muchos esos refugios, sin poder determinar exactamente su número, pues los partisanos nos obligaban a correr. Proseguimos en dirección a Maribor y llegamos al kilómetros 11 antes de Maribor, alcanzando a una columna croata que marchaba en filas de a cuatro. Hasta Maribor tuvimos que correr. Recorrimos la distancia en una hora y media, encontrando una larga columna de soldados croatas. Nos instalaron en unas barracas en el extremo de la ciudad, donde permanecimos dos días y encontramos a nuestras mujeres que llegaron por tren de Dravograd. Allí separaron a las mujeres y a los menores de 17 años, para enviarlos a sus casas. Los llevaron a la ciudad. Otro día, a eso de las 11 ó 12 de la mañana, se llevaron a las mujeres en dirección que desconozco, y a los menores también en dirección que ignoro, hacia el sudeste.

Los partisanos nos visitaban, quitándonos relojes, anillos, uniformes en buen estado, pegándonos, abofeteándonos y torturándonos a la vez. Resultaron ser peores las guerrilleras comunistas que los guerrilleros. Empezaron a clasificarnos según distritos y nos dijeron que iríamos al kilómetros 7 para tomar el tren que nos llevaría a casa.

Los primeros separados fueron los del distrito Berane. Antes de que le tocara el turno a mi distrito, Podgorica, fueron llevados cuatro distritos. Cuando llamaron a los del distrito Podgorica se presentaron 54 soldados. Uno por uno salió por el patio rodeado por una fila de partisanos. De allí nos condujeron a la ciudad, a un patio donde vimos un montón, de un metro y medio de altura, de uniformes montenegrinos. Luego nos introdujeron en una amplia habitación de un edificio. Allí también pasamos ante montones de uniformes montenegrinos. Nos ordenaron quitarnos los uniformes. Quedamos en paños menores. Empezaron a pegarnos, especialmente a los jóvenes y nos ordenaron salir uno por uno al patio. Allí con alambre eléctrico nos ataron las manos a la espalda, de a tres, y dándonos puñetazos y puntapiés nos introdujeron en un camión. Eramos 24. Nos acompañaron tres partisanos armados. En el camión logré desatarme las manos y las de cinco camaradas. Pregunté a los partisanos a dónde nos llevaban. Nos contestaron que nos fusilarían, pues nosotros también habíamos fusilado bastantes de los suyos. En ese momento decidí huir. Yo y los cuatro compañeros atacamos a dos partisanos y al chofer y logramos salir del camión Disparaban sin alcanzarnos. La distancia que media entre las barracas donde nos desnudaron y el lugar del fusilamiento era de unos ocho kilómetros. Llegamos al kilómetro 7 donde vimos muchas zanjas, cavadas por los prisioneros alemanes, para enterrar a los croatas masacrados. De esas tumbas masivas vi con propios ojos emerger brazos, piernas, cabezas y demás partes del cuerpo. Según mi cálculo, puedo declarar bajo juramento y responder con mi vida, que en ese lugar había alrededor de 50.000 croatas fusilados, y un kilómetros más adelante, cerca de 7.000 montenegrinos. Hasta creo -juzgando por el trato dado a las mujeres y niños separados a quienes les pegaban ante mis ojos y hasta traspasaron a varios niños ante sus madres, como pude verlo-, que todos, hombres, mujeres y niños, fueron masacrados.

Luego anduve durante diez días por los bosques y conseguí pasar a la zona inglesa en un lugar cerca de Jesenice en Gorenjsko. Me presenté a los ingleses, contándoles todo lo visto y vivido. Me llevaron a su comando en Velden, donde un mayor y dos capitanes me interrogaron indignados por el inhumano trato de los partisanos.

Juro y garantizo con mi vida la veracidad de lo antedicho. En caso de constituirse una comisión investigadora, estoy dispuesto a señalar los lugares y todo lo que he visto.

Me ratifico del acta que me fue leída.

Villach, Austria, 20/VI/1945.

DIMITRIJE PETROVIC, m. p.

 

 

XXII - MASACRE DE 3.000 MONTENEGRINOS CERCA DE MARIBOR

Testimonio de un ex prefecto del distrito

MIGUEL MINIC, hijo del difunto Perisa, de 45 años, nacido en Kolasin, Montenegro, radicado en Bijelo Polje, ex prefecto del distrito, casado y con hijos, declara:

"El 6/V/1945 proseguí de Zagreb rumbo a Trieste, pero a causa del camino obstruido por los partisanos, nos dirigimos a Klagenfurt (Celovec), pero llegamos a Bleiburg. Allí nos detuvieron los partisanos. Mi grupo estaba integrado por cerca de 8.000 montenegrinos, mayormente civiles, mujeres y niños (por lo menos 5.000). Del lugar, dos kilómetros antes de Bleiburg, enviamos como delegados al diputado nacional y director del liceo Velimir Jojic y al capitán Miras Saric a la localidad. Jojic volvió y Saric fue retenido por los partisanos y nada se supo de él. Jojic regresó con el comandante y el comisario político de una brigada de guerrilleros comunistas y declaró que debíamos desarmarnos y volver a nuestras casas con garantía de vida. Según nos dijo, los ingleses habían declarado que se constituiría una comisión de investigación en cada localidad, integrada por un oficial inglés, un americano y un partisano. Quienes fuesen declarados culpables, serían entregados al tribunal popular, y los demás podrían volver en paz a sus domicilios. En vista de ello, los soldados depusieron las armas y al día siguiente fuimos llevados hacia Maribor. Cerca de Dravograd separaron a las mujeres y los niños y los llevaron en tren. Los hombres debieron caminar corriendo, perseguidos por los jinetes comunistas que iban en doble fila. Quienes no resistían la marcha, eran asesinados en el acto. Nadie pudo beber agua en las fontanas del trayecto, y quien lo intentó, encontró la muerte instantánea. En el camino había montones de cadáveres. El 18/V/1945, cerca de Maribor, nos quitaron ropa, zapatos, dinero, relojes, anillos, etc. El mismo día, con fuerte custodia, fuimos instalados en unas barracas de Maribor. Allí confeccionaron la lista de menores de 10- 17 años, que fueron llevados en dirección desconocida. De las barracas sacaron grupos de cien hombres atados que conducían a un edificio de la ciudad (distante unos 250 metros). Allí los dejaron en camisa y calzoncillos, atáronles las manos en la espalda y así atados de a dos o tres, les pegaban con cachiporras de goma y garrotes insultándolos.

"¿Dónde están ahora tu rey Pedro y los ingleses, que te ayuden?", profiriendo otros epítetos injuriosos contra el rey Pedro y los ingleses a quienes esperaría igual destino. Acto seguido, los cargaban en los camiones en grupos de 22 ó 25 y los llevaron al bosque Pohorje, donde los fusilaron.

Cuando me llevaron a mí, vi que había allí muchos guardias y, además montones de cadáveres de mis conocidos, sacados con anterioridad de las barracas. El camión se detuvo y oí un tiroteo más intenso que antes y agudos aullidos. Me descargaron atado, vino el comisario, quien inspeccionó si estábamos firmemente atados. Nos llevaron unos diez metros a la izquierda, dentro del bosque y al llegar cerca de los verdugos, rompí el hilo telefónico con que me habían atado, escapé del alcance de los guardias, salté encima de los cadáveres, me perdí en el bosque y perseguido por las balas, simulé haber sido alcanzado y así me salvé. De allí avancé por el bosque siguiendo el curso del río Drava, pasé a Austria atravesando los Alpes, llegue al campo de concentración de los eslovenos y ahora estoy aquí.

Recalco que especialmente maltrataron a los sacerdotes, matando a 15 de ellos. Masacraron a todos los hombres mayores de 17 años e ignoro la suerte corrida por los menores, las mujeres y las muchachas (éstas no fueron separadas como los menores de 10 a 17 años, sino que con sus madres fueron llevadas aparte). Considerándolo todo, juzgo que allí fueron masacrados más de 3.000 hombres sólo de nuestro grupo.

Declaro y firmo lo que antecede para el delegado de la Asistencia Pontificia, Dr. Krunoslav Draganovic, en el campo de concentración Peggetz cerca de Lienz, Austria, el 28/VI/1945.

MIGUEL MINIC, m. p.

 

 

XXIII - MASACRE DE LOS MONTENEGRINOS

Declaración de Miljan Marsenic, de 19 años de edad, oriundo de Andrijevica, Montenegro.

Los partisanos nos desarmaron a los montenegrinos en Celje y nos llevaron hasta Kamnik con promesa de dejarnos ir a nuestras casas. El día 13/V/1945, en Kamnik (Eslovenia), nos reunieron en una habitación (éramos unos 600), nos quitaron todo menos camisa y calzoncillos y nos ataron de a cuatro.

Con nosotros estaba una treintena de mujeres y niños, que también fueron robados y atados.

La misma tarde nos condujeron al bosque, junto con mujeres y niños, nos colocaron en círculo y empezaron a fusilar. Dos partisanos resultaron muertos y dos heridos del lado opuesto por sus propios compañeros.

Tres balas me hirieron en la parte superior de la frente (se ven cicatrices, aún frescas, de 4 cm. de longitud). Caí y me desmayé. Cuando recobré la conciencia oí aullidos y vi a un partisano que me iluminaba con linterna y pasó de largo creyéndome muerto. Allí perecieron mis tres hermanos. Oí gritos de dolor de los niños y mujeres y sus súplicas de que se les diera el golpe de gracia, lo que los guerrilleros de Tito hicieron. Por la mañana vi que dos o tres se levantaban; hice gran esfuerzo, rompí el alambre y fugué al bosque para llegar a Austria el día 22 de mayo de 1945. Todos los fusilados eran montenegrinos y el mismo día, en nuestra vecindad, fueron fusilados 400 soldados croatas.

La presente declaración fue dada al delegado de la Asistencia Pontificia, R. P. Krunoslav Draganovic en el campo de concentración Peggetz cerca de Lienz, Austria, el día 28 de junio de 1945".

MARSENIC MILJAN, m. p.

 

 

7. "LAS MARCHAS DE MUERTE"

 

XXIV - LA RETIRADA DESDE ZAGREB HASTA BLEIBURG Y LA MARCHA DE MUERTE DESDE BLEIBURG HASTA BELGRADO

Relato detallado del comandante de una unidad blindada del ejército croata, actualmente empresario en Buenos Aires

Durante la última guerra fui soldado. Por motivos personales y familiares no quisiera que mi nombre se publique. En idénticas condiciones y por las mismas razones estoy dispuesto a testimoniar en caso de necesidad. En 1945 fui comandante de la XX compañía de patrulla del Comando blindado complementario en Markusevac en los alrededores de Zagreb, capital de Croacia. El comandante de nuestra unidad blindada era el capitán Mariano Subotic, oriundo de Vinkovci. Los demás oficiales eran: los capitanes activos Oreskovic y Marinovic. Yo era el único capitán de reserva. Pertenecían también a nuestra unidad: los tenientes primeros activos Dragutin Ribic, Zlatko Sokola, el teniente I de reserva Juan Busic, tenientes Hrastic, Cvjetkovic, Dimsa Oreskovic, Savic y Lesic (de reserva), el alférez Filkovic, el teniente primero Lupis y el teniente primero Juan Schmidt.

Empieza la retirada

Nuestra unidad nunca recibió la orden de retirada. Salimos de Markusevac del modo siguiente. El capitán Subotic se fue a Zagreb el domingo 6 de mayo de 1945, para enterarse de la situación, pues no teníamos noticias del Ministerio de las Fuerzas Armadas. A su regreso, al anochecer, nos reunimos los oficiales para decidir lo que teníamos que hacer. Resolvimos salir de Markusevac, licenciar a los conscriptos que en su mayoría procedían de los alrededores de Zagreb e inutilizar el armamento sobrante.

El lunes 7 de mayo nos dirigimos a Zagreb, deteniéndonos alrededor del mediodía en el barrio de Medvescak, para recabar nuevas informaciones. El capitán Subotic vacilaba en abandonar Zagreb, mientras que los demás oficiales pedían que nos aproximáramos al acceso oeste de la ciudad. Llegados allí, a Cernomerec, nos reunimos a las 7 de la tarde para deliberar, en ausencia de los capitanes Oreskovic y Marinovic, desaparecidos de nuestra unidad. En esta reunión Subotic volvió a exigir que durante esta confusión nuestra unidad debía cumplir una misión de guardia en el recinto de Zagreb, y al rechazarse su proposición, insistió en que debía quedarse en el territorio de Croacia esperando el giro de los acontecimientos. Dimsa Oreskovic, Juan Schmidt, Hrastic y yo abogábamos por la salida del país. Convinimos en consultar a los soldados si querían retirarse. A la sazón, la unidad contaba entre 120 y 140 soldados que unánimemente se declararon por la salida del país, pues prevalecía la opinión generalizada de que en breve plazo retornaríamos a la lucha contra los comunistas yugoeslavos. Vista la situación, el capitán Subotic me entregó el mando de la unidad, que se puso en marcha, mientras que los oficiales de opinión contraria se quedaron.

Posteriormente me enteré del destino de algunos oficiales. El comandante de las unidades blindadas de los partisanos era el teniente general Jovanovic, ex oficial yugoeslavo, quien luego en el conflicto Stalin-Tito optó por Stalin y huyó a Rusia. El hizo saber a sus ex oficiales del ejército real yugoeslavo, después del ejército croata, entre los que figuraban Subotic, Zlatko Oreskovic y Marinovic, que los protegería. En efecto, Subotic fue aceptado en el ejército comunista yugoeslavo, pero en el otoño de 1945 lo hallaron muerto con el cuello cortado en Ogulin. Zlatko Oreskovic, encarcelado por los partisanos, desapareció una noche sin dejar vestigio. El teniente Savic fue colgado en Sv. Ana. Marinovic desapareció. Sokola no participó en la retirada por haber sido fusilado con anterioridad por traidor. El teniente Obelic, no citado antes, pasó largos años en un campo de concentración. Los tenientes primeros Fabris y Ribic fueron condenados a largo presidio y, presuntamente, soltados al cabo de cinco años. El teniente Cindric, tampoco mencionado antes, pasó cierto tiempo en un campo de concentración y luego fue liberado. Dimsa Oreskovic y Hrastic fueron fusilados en Tezna, tras la extradición, y Juan Schmidt quedó herido en las luchas alrededor de Dravograd. Más tarde supe que una pierna le fue amputada y que vivía en Zagreb.

Por la noche del 7 de mayo nuestra unidad, totalmente motorizada, salió bajo mi mando en dirección a Podsused-Zapresic-Krapina. Teníamos cerca de veinte motocicletas (Zindap), dos camiones, tres carros de asalto marca Fiat, de una tonelada, tres carros blindados de distintas marcas, de cinco toneladas, y dos automóviles civiles. Los hombres iban provistos de fusiles, fusiles ametralladoras y ametralladoras pesadas. Disponíamos de avituallamientos y municiones en cantidades suficientes, mientras que la disciplina y el espíritu de combate eran excelentes. Nuestra salida de la ciudad se vio obstruida por largas columnas de la población civil y por destacamentos del ejército alemán, de modo que íbamos a paso de tortuga hasta llegar al cruce de Zapresic, desde donde proseguimos rumbo a Krapina.

A Krapina (Croacia) llegamos el día 8, a las 7 de la mañana, descansamos y arreglamos todo para reanudar la marcha. Allí encontramos una unidad alemana que custodiaba un almacén de comestibles, de donde nos abastecimos. Encontré también al general de gendarmería Nikolic, quien me dijo que los rusos estaban en María Bistrica (Croacia) avanzando en dirección de Rogaska Slatina (Eslovenia), de modo que podrían cortarnos el camino durante la noche, lo quo no respondía a la verdad.

 

Por Eslovenia rumbo a Austria

 

Al anochecer emprendimos la marcha rumbo a Rogaska Slatina y en el camino pasamos una formación de artillería de montaña de domobrani a tracción a sangre.

En Krapina, antes que nosotros, había llegado el general Rafael Boban, quien me dijo que quería volver a Zagreb para impedir la entrada a los guerrilleros comunistas. A eso de la medianoche llegamos a Rogaska Slatina, donde encontramos una compañía de soldados del coronel ustachi Oreskovic (Gandi) que nos dirigieron a Maribor, dado que el mismo camino habían tomado el Gobierno de Croacia y partes del ejército. Sin pausa reanudamos la marcha, pero a un kilómetros o dos de Rogaska Slatina topamos con dos camiones llenos de soldados alemanes que nos informaron, muy asustados, que los rusos se hallaban en Maribor, que ya no se podía pasar y que todas las tropas que seguían esa ruta cayeron en poder de los rusos. Por eso decidí tomar la ruta de Celje vía Potplata (en alemán Unterplatt), donde pernoctamos.

 

Pasamos por la ciudad de Celje ocupada por los partisanos

 

Si bien me enteré en Potplata de la capitulación alemana y de que Celje estaba en poder de los partisanos, resolví proseguir por el mismo camino en que podíamos movernos sin dificultades. A las puertas de Celje llegamos a eso de las 11 de la mañana. Un poco antes encontramos un tren alemán de abastecimiento abandonado, que los campesinos saqueaban. Los dispersé, me abastecí de nuevo con víveres. Antes de entrar a Celje, mandé al teniente Dimsa Oreskovic con tres soldados a interiorizarse de la situación. Oreskovic estuvo ausente casi tres horas. Entre tanto habían arribado el general Servatzy con un grupo de generales, la unidad de artillería de montaña que habíamos pasado y otras formaciones militares en crecido número. Hubo consultas al regresar Oreskovic de Celje e informar que estaba en poder de los partisanos que prohibían el tránsito, alegando que ya los alemanes habían capitulado y se hallaban desarmados en Celje. Servatzy abogaba por negociar con los partisanos para que nos dejaran pasar sin molestias. Confiando en nuestro armamento y en la combatividad de mi unidad, consideré innecesaria toda negociación y como estaba al frente de esta columna, proseguí la marcha.

En Celje encontré la situación siguiente: la ciudad adornada con flores y arcos de triunfo, el tránsito lo dirigían milicianos partisanos. Uno de ellos apareció al lado de mi coche. Cuando le pregunté qué situación imperaba en la ciudad, me replicó que no teníamos que temer a los partisanos pues no tenían fuerzas para atacarnos y cuando salieran las últimas unidades de la ciudad, él se les uniría, pues era croata y aquí se coló para evitar líos. En ese tiempo llegaban a la plaza mayor por varios lados unidades ustachi, los nacionalistas montenegrinos a las órdenes del Dr. Krivokapic y los chetniks al mando, si no me equivoco, de Kosta Pecanac.

En Celje perdimos casi toda la tarde. Noté cierta actividad en el ayuntamiento en el que se introducían, llegados en vehículos, ustachi, y luego mensajeros comunistas. Podría ser el enlace entre el comando ustachi, allí constituido y el comando partisano con asiento en la no lejana Sempeter. Hubo gran desorganización entre las tropas, dado que las unidades ustachi estaban subordinadas a su propio mando, la nuestra era independiente, la de la artillería carecía de comando, y los chetniks y los montenegrinos obedecían a sus mandos respectivos.

Al anochecer, el profesor Daniel Crljen arengó en la plaza a las tropas presentes, ordenando movimiento hacia la frontera, lo que surtió efecto positivo. La columna se puso en marcha, larga unos dos kilómetros, y probablemente contaba 15.000 hombres. Mi unidad se quedó en la retaguardia. En Celje se quedaron la mayor parte de las unidades ustachi a las órdenes de los generales Maks Luburic y Rafael Boban.

 

Desde Celje hasta Dravograd

 

Unos seis kilómetros fuera de la ciudad, la columna se detuvo y pernoctó acatando la orden del general Herencic, quien, por lo visto, había tomado el mando. Cuando se detuvo la columna, volví con dos soldados a Celje en busca de un subteniente de aviación, que con anterioridad se nos había unido con el propósito de proseguir. En el camino nos pararon dos veces dos emboscadas de partisanos, de unos quince hombres cada una. Preguntado acerca de quién era y a dónde iba, contesté: "Somos croatas y vamos a Celje". Nos dejaron pasar sin más, por lo que concluyo que temían la advertencia de Luburic en el sentido de hacer represalias por cada soldado croata que cayera en Eslovenia durante la retirada. Sin dificultades volví a mi unidad. Por la mañana salí de la retaguardia y me adelanté a la columna con nuestra unidad motorizada. En un recodo encontramos una división cosaca al mando de los oficiales alemanes cuyo Estado Mayor estaba quemando el archivo y todos los vehículos. Cuando intentamos más tarde sacar del barranco un camión íntegro, por poco chocamos con los cosacos, ya emplazados en posiciones de combate, dado que sus oficiales no permitían que dicho camión cayese en manos enemigas.

Expliqué a su comandante que detrás venía una larga columna de civiles, extenuados de caminar tanto y que lo necesitaban, y si nosotros no lo lleváramos, entonces sí que caería en manos enemigas.

La noche del 9 al 10 de mayo la pasamos en la ruta ante Windischgratz (Slovengradec), por la que corrían locamente las unidades motorizadas alemanas para llegar a la frontera de Austria, pues, según decían, tenían 48 horas de plazo, a partir de la capitulación, para franquear la frontera. Ante Windischgratz encontramos una columna, integrada por civiles y funcionarios administrativos, estudiantes universitarias, empleados policiales, gendarmes, etc. Paralelamente con nosotros se retiraba una formación de la caballería cosaca.

El 11 de mayo, por la mañana, fuimos la primera unidad en llegar ante Dravograd (Unterdrauburg). Tratamos de organizar a los grupos civiles y unidades que estaban arribando, tomamos posiciones, fijamos el lugar del comando, organizamos servicio sanitario, a cargo de las estudiantes, considerando que estábamos en la fase final de la retirada.

 

Frente a Dravograd rechazamos ultimátum y ataque de los partisanos

 

En un lugar cerca de Dravograd se constituyó el comando conjunto; el sector se dividió militarmente para una defensa eventual. Fui nombrado comandante de la vanguardia y me asignaron una compañía blindada ustacha, al mando del teniente primero Kovacevic. Nuestra línea defensiva corría el camino que va a Dravograd, en el puente sobre un riachuelo con molino. A 100 ó 200 metros se extendía un bosque frecuentado por las patrullas partisanas de Dravograd. El primer día no hubo choque e incluso se podía ir y volver de Dravograd. En el comando organizado ad hoc se hallaban los generales Herencic, Metikos, Servatzy, Boban y Pericic. Este último, cuando llegó de Kutina con su cuerpo de montaña, declaró que se consideraba engañado, pues no tenía orden de retirada y, además, tuvo que hacer de retaguardia a una unidad alemana. Por la mañana del 12 de mayo se presentó en el comando el oficial búlgaro Orlov, declarando que su visita era de carácter privado y que quería hacer algo a favor de las mujeres y los niños. Con ese motivo conversó con él el profesor Daniel Crljen, explicándole que el ejército croata no deseaba pelear contra los búlgaros y su único propósito era entregarse a las tropas aliadas y no a los partisanos. Le pidió pan y leche para los niños, lo que Orlov prometió sin cumplirlo.

El día 13 vino de Dravograd un capitán partisano, acompañado por motociclistas, y pidió que se lo introdujese al comando, con el objeto de entregarle un mensaje de su división (tal vez la División 51, del Ejército III). Lo llevé al comando sin asistir a la entrevista. Luego me enteré de que se exigía la capitulación sin condiciones e inmediata, en caso contrario seríamos puestos, en el acto, fuera de la ley. A esa conversación asistieron, además de los generales Servatzy, Pericic, Metikos y Herencic, el Prof. Daniel Crljen y otros, de cuyos nombres no puedo acordarme, más el Dr. Krivokapic en nombre de los montenegrinos, partidarios del jefe del partido nacionalista montenegrino Sekula Drljevic, que integraban nuestra columna. Según lo exigía el delegado partisano, la capitulación debía realizarse a las 14 horas. La respuesta fue negativa, es decir que ni se podía hablar de capitulación, sino que se pedía el pase libre a Austria, donde nos rendiríamos a los Aliados occidentales. Por nuestro lado se garantizó que no habría provocaciones ni conflictos, lo único que queríamos era el tránsito libre y, en caso contrario, disponíamos de fuerzas suficientes para forzar el pasaje.

En ese momento, la disposición de las unidades para la defensa eventual o el movimiento era la siguiente: en el sector medio se hallaba mi unidad, reforzada por la mencionada compañía blindada y por un destacamento de gendarmes de Banjaluka. A mi derecha se hallaba el cuerpo de montaña del general Pericic, y a la izquierda formaciones de la "legión negra" al mando del general Boban. En el cuartel, sito en una posada, ya se habían organizado una enfermería y un hospital de campaña y otros servicios auxiliares. La moral era óptima, como asimismo la confianza en el feliz término de la retirada.

Las unidades partisanas abrieron fuego con morteros, exactamente a las 14 horas, desde las posiciones fortificadas en los altos que dominan Dravograd. Los disparos hicieron cuantiosas pérdidas, especialmente en el cuartel y sus alrededores donde había mucha gente aglomerada. Tras la comprensible sorpresa en nuestra retaguardia, iniciamos la contraacción, avanzando hacia Dravograd con la intención de atravesar el puente y por Dravograd, por la vía más corta, llegar a Austria. Inesperadamente recibimos orden de dirigirnos a Bleiburg por haberse informado que los puentes estaban minados.

La acción de mi unidad era la siguiente: iniciado el fuego con morteros por los partisanos, ordené marcha hacia el bosque, distante de 250 a 300 metros, del que recibimos intenso fuego de ametralladoras. Nuestra acción sorpresiva tuvo pleno éxito -perdimos sólo un carro blindado Fiat con su conductor y el teniente primero Juan Schmidt quedó gravemente herido en una pierna, que le fue amputada más tarde. Penetrando en el bosque, encontramos mochilas y armas abandonadas por los partisanos.

 

Encuentro con los ingleses y la rendición en Bleiburg

 

La columna se movió toda la noche sin dificultades rumbo a Bleiburg. Me incorporé a la columna a eso de las 22 horas y proseguí con ella. A la mañana del 14 de mayo, a las 7 horas, oí tiroteo en el frente de la columna. Poco después llegó el mensajero del general Herencic con la orden de que nuestra unidad blindada debía encabezar la columna para repeler ataques provenientes de dos puestos bien emplazados, cerrando el pasaje de ese lugar a Bleiburg. En esa cuota los partisanos habían aniquilado a una columna motorizada alemana, todavía en llamas cuando nosotros llegamos. Ocupamos posiciones en la colina frente a los puestos partisanos y empezamos a castigarlos a partir de las 8 horas. Otras unidades limpiaban al mismo tiempo puestos partisanos en estas cuotas. Esa operación se terminó con éxito alrededor de las 17 horas. Tuvimos cerca de cien pérdidas entre muertos y heridos a causa de la envergadura de la operación.

Inmediatamente se formó una pequeña columna que acompañó a Servatzy, Crljen y Herencic hasta el puesto de guardia en la frontera, donde me detuve para reorganizar mi unidad. Dábamos protección a los delegados, designados tras el combate descripto, con el fin de establecer contacto y negociar con los aliados acerca de nuestra rendición. Al cabo de una hora y media, la delegación regresó y cundió la noticia de que los ingleses y norteamericanos nos recibirían como prisioneros. Reorganizamos las unidades existentes, sus comandos. hicimos recuento de la población civil, cumpliendo así con la exigencia del comando aliado en Bleiburg.

Todo eso creó un clima favorable entre la multitud congregada en el campo de Bleiburg, con un dejo de duda e incertidumbre, trocadas en franca desesperanza cuando al día siguiente, alrededor del mediodía, empezaron a sobrevolar en vuelos rasantes aviones Spitfire, y los tanques norteamericanos Sherman cerraron los accesos a Bleiburg. Poco después trascendió que había que capitular sin condiciones en el plazo de una hora; en caso contrario, nos atacarían desde aire y tierra sin consideración a la población civil. Por otra parte, los partisanos se acercaban también, apareciendo en el mismo campo. Junto con esos rumores, vino la orden de izar banderas blancas.

La rendición se llevó a cabo en un ambiente de consternación general al conocerse el plazo de una hora y que era incondicional. Una parte de las tropas organizadas al mando de sus oficiales inutilizaba armas y vehículos para que no fuesen botín partisano. Otros se formaron en pequeños grupos, proveyéndose de armas livianas con el propósito de escapar a Austria a través de la cadena montañosa Karavanke, evitando caer en cautiverio. Hubo quienes decidieron regresar a Croacia por el mismo camino. Vi al general Boban lanzándose con un grupo al bosque con el fin de organizar acciones de guerrilla. Otros disolvieron sus unidades, recomendando a sus hombres volver a Croacia. Así procedí yo también con mi unidad, congregándola previamente y absolviéndola de toda obligación militar, pues no vislumbraba posibilidad alguna de continuar una acción militar organizada. Entre los que atendieron el llamado partisano de rendirse, recuerdo, entre otros, a los generales Stancer, Servatzy y Metikos, al teniente coronel Giricek y unos quince más, entre generales y oficiales superiores, reunidos en una glorieta al lado del puesto de guardia. No vi allí al general Pericic y luego de mucho tiempo se supo que había pasado la frontera de Austria con buena ventura. Lo cito porque fue mi último comandante y muy respetado por todos.

Antes de ocuparme de lo que nos pasó a los prisioneros, quisiera resumir ciertas observaciones y experiencias adquiridas en esta ocasión. Sin intención alguna de inculpar o responsabilizar a quien sea, expongo como oficial de táctica mis impresiones y puntos de vista sobre las causas de la tragedia de Bleiburg:

a) El plan para organizar una guerra de guerrillas, ya en marcha antes del repliegue, que yo había aplicado parcialmente en mi unidad, fue anulado totalmente mediante la orden de retirarse a Austria.

b) La esperanza infundada de que los aliados nos aceptarían, reorganizarían y utilizarían en la subsiguiente lucha contra el comunismo. A ello cabe atribuir la salida unánime del ejército del país, que de otro modo hubiera pasado a la guerrilla.

c) Insuficiente información de la jefatura militar acerca del ánimo combativo y las posibilidades materiales de las aguerridas unidades, como asimismo la ausencia de contactos y de cooperación entre los comandos operativo y táctico.

d) El abandono del ejército por su Comandante supremo sin una sola orden precisa durante la retirada.

e) La creación de un optimismo exagerado en el momento en que se debió tomar en cuenta dos posibilidades: los aliados nos recibirían o nos entregarían a los partisanos. Como se contó sólo con una y la positiva alternativa, los hechos sorprendieron a todos sin preparación psíquica ni material para enfrentarse con el resultado negativo de las negociaciones.

 

En las columnas de prisioneros

 

Como había acompañado a los negociadores croatas al referido puesto de guardia, me quedé allí y reorganicé mi unidad. Cuando se impartió la orden de rendición, absolví a los soldados de toda obligación y previamente destruí las armas, y con los tenientes Dimsa Oreskovic y Francisco Hrastic me fui adelante, donde tenían que presentarse los oficiales. El lugar de concentración era un edificio de la economía agrícola, en la misma localidad de Bleiburg.

El proceder de los partisanos en presencia de los británicos era correcto. A medida que nos alejábamos de los ingleses y nos envolvía la noche oscura, se sucedían incidentes brutales. Se oían disparos, gritos, golpes e insultos; empezaron a despojarnos de todo. A mí me quitaron el reloj de la mano. En dicho edificio, que me pareció establo a causa de la escasa luz, éramos unos 300 ó 400, entre oficiales y suboficiales. Para los soldados no se mostraban en ese momento ningún interés especial, salvo para los ustachi.

Antes del alba del 16 de mayo salimos de Bleiburg atravesando el Drava para Ruden. Saliendo aún de noche, de Bleiburg, pasamos entre las filas de los partisanos, que nos robaban sistemáticamente. Hasta Dravograd, con una sola excepción, no hubo custodia organizada, si bien todos los puntos estratégicos estaban ocupados por los guerrilleros comunistas. Como el lado derecho del camino estaba ocupado por ellos y por el izquierdo corre el Drava, la huida era impracticable. Muy cerca de Dravograd, en el lugar donde el río hace un recodo y la orilla configura una península, nos detuvo un contingente partisano que tenía ametralladoras emplazadas en lo alto. Su comandante era un serbio, de cuyo nombre no me acuerdo ahora, y tal vez Drakula o algo por el estilo. Sus movimientos eran rápidos y nerviosos, de modo que la presentíamos mal. Allí nos seleccionaron por primera vez, ubicando a los oficiales en la citada península, donde nos ordenaron sentarnos, luego acostarnos, mientras nos insultaban e injuriaban. Dado el lugar escogido, esperábamos nuestra liquidación.

Después de tres cuartos de hora, tuvimos que formar fila de a cuatro en la ruta y, formada la columna, proseguimos a Dravograd. En el camino topábamos con guerrilleros y guerrilleras que nos insultaban a todos y golpeaban a algunos. Tuve la impresión de que se trataba de una atemorización premeditada para que entráramos a Dravograd como una turba cobarde y asustada. El hecho es que no hubo ni un caso de cobardía y que el porte de todos era viril y desafiante. Esa conducta predominaba en todo el recorrido de Dravograd a Kovina, acompañada por numerosos casos de abnegación y heroísmo, del que fui testigo ocular.

 

La marcha inhumana desde Dravograd hasta Maribor

 

Llegamos a las dos de la tarde a Dravograd, donde se formó una columna de oficiales, suboficiales y soldados, tanto ustachi como domobrani. Pocas horas después salió esta columna a pie para Maribor. Entonces, de hecho, por primera vez sentimos que estábamos a disposición de los partisanos, armados hasta los dientes. Caminábamos por la orilla izquierda del Drava, la guardia partisana por la derecha, mientras que todos los puntos salientes estaban ocupados por las unidades comunistas y sus nidos de ametralladoras. Empezaron con medidas drásticas y represivas, asesinando a uno que otro, y en un lugar cortaron la columna, abriendo fuego contra su frente y la retaguardia, causando cuantiosas bajas. Por primera vez nos preguntamos ansiosos cuál era el objetivo partisano y qué harían de nosotros. La opinión generalizada era que, por lo menos, los oficiales serían exterminados. Por eso, muchos saltaron al Drava y los partisanos dispararon matándolos.

En ciertos recodos pude apreciar la longitud de la columna y su número. Podía tener de largo unos dos kilómetros, íbamos en filas cuádruples, y tal vez ascendía a 10.000 hombres. Tras de nosotros vi el comienzo de otra columna, cuyo total no sabría estimar.

La marcha era inhumana; por cada hora y media de marcha, descansábamos 10 minutos, sin movernos. La gente se sentaba y acostaba en el fango y bajo la lluvia. Estábamos agotados, y, además, llevábamos ya dos días sin comer. En estas condiciones proseguimos hacia Maribor y antes de entrar a la ciudad nos obligaron a correr dos kilómetros hasta el campamento. Nuestros guardias eran serbios, procedentes de las aldeas serbias en la retaguardia dálmata. En el trayecto entre Ruden y Dravograd, me parece que en Lawamund, nos encontramos con unidades búlgaras estacionadas. Asumieron una actitud desinteresada. Traté de obtener algo de pan de un suboficial sin conseguirlo.

 

La masacre de la oficialidad croata en Maribor

 

A Maribor llegamos por la mañana, entre 9 y 10 horas. Nos condujeron a un campamento, separando a los ustachi de los domobrani. Se formaron grupos de unos 50 oficiales domobrani, a quienes, al parecer, un comisario comunista impartía instrucciones y trataba de establecer contacto. Nos prometía un juicio severo pero justo. A quienes el tribunal popular los declarase inocente, serían enrolados, si el interesado lo desease, en las filas del ejército popular. La unidad de ustachi fue puesta en fila al mando de sus oficiales y suboficiales, luego conducida bajo comando croata a los depósitos, donde debíamos pernoctar. Nos sacaron todos los objetos filosos y el trato fue bastante correcto. Recalco que hasta entonces no habíamos comido nada. Maribor daba la impresión de no estar entusiasmada con los partisanos. Raros espectadores nos miraban con compasión y vi que una mujer repartía, a escondidas, mendrugos de pan a los prisioneros.

Pasamos la noche en los depósitos del ferrocarril; nosotros, los domobrani en la planta baja y los ustachi en el primer piso. Oí cómo los maltrataban arriba. Al segundo día nos trasladaron a otro depósito, provisto de instalaciones higiénicas, donde nos bañamos y recibimos la primera comida. Aquí nos visitaron frecuentemente oficiales comunistas y tuve la impresión de que lo hacían para identificarnos y recabar antecedentes en las conversaciones con los que conocían de antes.

Conmigo estaban en el depósito los capitanes Zlomislic (el del frente ruso) Stencer, ayudante del general Markulja (colgado en Mostar), el capitán Zvonko Lukacevic, el teniente coronel de artillería Mladic, esloveno, en total un centenar.

Por la tarde del día siguiente, es decir el 19 de mayo, nos instalaron en una escuela de dos pisos, dándonos previamente una conferencia sobre los fines del ejército de la liberación nacional, sobre su magnanimidad e intención de incorporar a oficiales activos en el ejército popular con el mismo grado que tenían en el ejército croata si el tribunal popular no los declaraba culpables de delitos contra el pueblo. A pedido del oficial comunista, se separaron los oficiales activos de los reservistas, adelantándose un paso. Oreskovic y Hrastic, oficiales activos, me consultaron. Dudando de la sinceridad de las promesas partisanas, no podía aconsejarles nada. Decidieron declarar su status y se presentaron.

Todos los oficiales activos fueron llevados esa misma noche, sin volver nunca, ni dejar rastro. Más tarde me enteré de que en Tezno, cerca de Maribor, se realizó la masacre de la oficialidad croata el día 24 de mayo, en vísperas del cumpleaños de Tito, festejado con tanto tiroteo que los mismos partisanos se asustaron.

Nos sacaron de la escuela y llevaron en dirección desconocida. El slogan comunista era que nos "llevaban al paseo". Nosotros estábamos convencidos de que nos fusilarían. Recuerdo que al frente de esta columna se hallaba el profesor Maximiliano Petanjek, (autor de la biografía del doctor Vladimiro Macek, líder del Partido Campesino Croata). Recorridos dos o tres kilómetros en dirección sur, según creí, vino en motocicleta un mensajero, entregó un sobre al comandante de la columna y acto seguido, volvimos a la escuela. Como estaba en la primera fila seguí todo de cerca y tuve la impresión de que la primera orden había sido revocada.

 

En vagones para ganado desde Maribor hasta Zagreb

 

Pasamos la noche en la escuela. Por la tarde del otro día nos cargaron en vagones para ganado so pretexto de llevarnos a Zagreb, donde nos juzgarían. En vagones previstos para 40 soldados, estuvimos más de 100. Los vagones no se abrieron hasta Zagreb. Pese a las pésimas condiciones del viaje, nuestra moral era tan alta que, al pasar la frontera esloveno-croata, entonamos la canción patriótica "Todavía no sucumbió Croacia". En la estación de Zapresic, por la puerta un tanto entreabierta del vagón, llamé a un conocido y le dije quiénes éramos. Este nos trajo dos ristras de salchichas. A Zagreb llegamos a eso de las 10. En una vía lateral los partisanos efectuaron el saqueo final, quitándonos toda la ropa, incluso anillos conyugales.

El mismo día, o sea el 26 de mayo, cerca de las 10 horas de la noche, nos trasladaron al campo de concentración de Precko. Allí permanecimos hasta el 27 ó 28 de mayo de 1945. Precko era un campamento de concentración en que ya se hallaban varios militares integrantes de las fuerzas armadas de Croacia. Allí nos alojaron en barracas, divididos en grupos de 100, según la categoría militar, para identificarnos y llevarse a los que se les antojaba al banquillo de acusados en Bjelovar. Todas las noches saqueaban a los prisioneros. La identificación personal se hacia mediante formularios con 50 preguntas, que debían llenarse en forma sintética y verídica bajo amenaza,del fusilamiento en caso de consignarse datos falsos. El slogan era que los partisanos lo saben todo y que, varias veces habían señalado a los que habían presentado datos inexactos. En esos casos se trataba de los partisanos disfrazados o de los que nos conocían de antes.

La población nos trató con toda consideración. Presencié la muerte violenta de un joven que se había acercado al alambrado para saludar a su madre. El general Jerkovic nos habló prometiendo perdón magnánimo a todos, salvo a los delincuentes y que serían aceptados en el ejército popular quienes lo desearan, en pie de igualdad, pero si cometiesen alguna trasgresión serían castigados también por lo que ahora se les perdonaba. Antes del discurso de Jerkovic, hubo interrogatorios y la liberación de los oficiales domobrani, activos y de reserva, que habían colaborado con ellos. Ese trabajo fue interrumpido a causa del discurso de Jerovic. Acto seguido, irrumpieron al campamento verdugos comunistas, armados fuertemente, casi un batallón, nos rodearon, formaron en filas cuádruples y empezaron a atarnos con alambres. Muy pronto desataron a los oficiales domobrani y ataron sólo a los ustachi.

Después del toque de queda, nos llevaron a través de Zagreb, vía Maksimir, rumbo a Lepoglava. En este trayecto nos acompañaban los partisanos, de ambos lados y en filas densas, armados con ametralladoras. Por su aspecto y habla podrían ser gitanos de Banija u ortodoxos de Kordun.

De nuevo en "la marcha de muerte" Detrás de la columna iban 4 ó 6 guardias, con la misión de fusilar en el acto a los rezagados. Un joven oficial de aviación se sintió mal y sus camaradas cargaron con él. Los guardias dijeron que lo dejaran al borde del camino, ya que atrás venía una ambulancia que lo recogería. Cuando pasaron los de la última fila, lo fusilaron sin más. Eso fue suficiente advertencia para que en casos semejantes los camaradas, con enorme sacrificio, ayudasen a los enfermos y agotados.

Marchando toda la noche, la columna llegó a Lepoglava el 29 de mayo alrededor del mediodía. Allí, apretados, soportando sol, hambre y sed, permanecimos hasta las 5 de la tarde. Ahora veo claro y estoy seguro de que todo lo que nos pasó desde Lepoglava a Cazma fue organizado con el propósito de matarnos hasta el último. Creo que fuimos cerca de 2.000 hombres.

En el tramo Lepoglava-Cazma, nos adentramos en los bosques de Cazma bajo una tormenta con truenos y chubasco. Oscureció y nuestras filas se apretaron. El camino era gredoso y resbaladizo por la lluvia torrencial, lo que dificultaba el avance de la columna. Los partisanos nos obligaron a amontonarnos. De vez en cuando se alejaban de la columna y nos baleaban. A eso de las tres de la madrugada me pareció que nuestros guardias se habían distanciado de la columna, que caminaba por una senda a través del bosque. Era obvia su intención de provocar el pánico y la huida hacia Cazma. A tal fin abrieron intenso fuego, especialmente sobre las últimas filas que integraban los ustachi atados. Calculo que allí perdieron su vida de 300 a 500 hombres. Cuando, al alba, salimos del bosque, vimos detrás de cada árbol y arbusto ubicada la unidad partisana que debió esperarnos con fuego en caso de haber intentado huir. En ese momento un oficial de domobrani, de religión musulmana, que iba extenuado delante de mí, se tiró a un charco de agua para beber. El partisano Tonkovic lo mató en el acto. Ese mismo sujeto alardeaba más tarde que esa noche había asesinado a muchos ustachi y domobrani.

 

Las escenas dolorosas en Bjelovar

 

El 30 de mayo, por la mañana, llegamos a la ruta Cazma-Bjelovar, recorriendo unos 40 kilómetros a pie. Cerca de Cazma hubo relevo de la guardia, que tampoco esta vez fue integrada por los croatas. Caminábamos con muy breves pausas y ante Bjelovar tuvimos que correr. En todo ese tiempo no nos dieron nada de comer ni de beber. El mismo día, por la tarde, ordenaron entrar en la ciudad con la cabeza agachada como penitentes. Como nadie acató esa orden, nos dispararon varios tiros y lanzaron granadas de mano. Formando filas, llegamos a la plaza principal de la ciudad, donde los partisanos y sus mujeres nos insultaban e injuriaban. Allí, un niño reconoció a su padre y corrió a abrazarlo. Cuando el padre salió al encuentro del hijo, el guardia lo fusiló a la vista del chiquillo.

En Bjelovar permanecimos tres días. Nos instalaron en el cuartel y lo que vimos primero fue un grupo de 150 jóvenes conscriptos croatas de 17 a 18 años, recostados en el patio, en el suelo de hormigón, expuestos al sol, sin comer ni beber, agotados, y en derredor la guardia comunista con porras. Tenían que hacer sus necesidades físicas allí mismo, en posición yacente, mientras los guardias les pegaban. Esta fue una escena muy dolorosa para nosotros los militares, pues se trataba de jóvenes campesinos, aún barbilampiños, que no habían hecho uso de sus armas. En el mismo cuartel había un centenar de soldados alemanes prisioneros.

El 2 de junio de 1945 nos cargaron en un convoy de 15 vagones para ganado y vía Virovitica nos trasladaron a Podravska Slatina. Todo el día en vagones totalmente cerrados, a punto de correr peligro de asfixia. Tras desesperadas protestas, quitaron tablones de las ventanas. En Podravska Slatina nos quedamos una noche, en el campo, bajo las estrellas, siempre a merced de la misma chusma vengadora. Se habló incluso de represalias en masas. Sin embargo, la situación cambió radicalmente y los guardias revanchistas fueron relevados por partisanos eslavones. El trato ya no fue tan cruel, si bien fusilaron a todos los rezagados en el trayecto hacia Dolnji Miholjac, adonde nos encaminamos el 3 de junio. La unidad que nos acompañaba la integraban en parte guerrilleras.

 

La ayuda de la población croata

 

En Dolnji Miholjac pasamos la noche y el día siguiente proseguimos para Osijek. Ya no nos custodiaban pelotones de represalias comunistas, sino unidades combinadas de los partisanos movilizados. Me acuerdo de un cabo, de credo islámico, que nos obsequiaba con cigarrillos. La marcha era forzada, despiadada, con brevísimos descansos. Ante Osijek obligaron a la columna extenuada, en gran parte descalza, a marchar por los terraplenes junto a la vía férrea, pisar piedras filosas bajo un intenso encandilamiento de reflectores.

Pernoctamos en el recinto de la feria. Al día siguiente fuimos trasladados d Zeleno Polje, cerca del matadero. Ahora nuestros guardias eran milicianos. En el trayecto de la feria a Zeleno Polje nos asombró el arrojo de la población que nos alcanzaba abundante comida y ropa; durante los tres días de nuestra estada en Zeleno Polje venían mujeres con canastos llenos de víveres, ropa y otras cosas necesarias.

Acoto que en todo el recorrido de Zagreb a Osijek, los campesinos croatas sabedores de la llegada de una columna de prisioneros preparaban y repartían la comida. Cuando los partisanos les impedían salir de las casas, lo hacían a escondidas o nos tiraban trozos de pan desde sus patios. También funcionó bien el "servicio postal", es decir, arrojábamos en el camino y desde los vagones avisos, cartas, tarjetas y objetos de menor valor entre las mujeres que solían congregarse a nuestro paso. Todo luego llegó a destino. No conozco ni un solo caso de que nadie estafara algo. De ese modo remití a mi esposa el anillo conyugal y la cadenita con medalla de oro.

 

Los tormentos en la desolada Voivodina

 

El 8 de junio salimos por tren de Osijek a Srijemska Mitrovica, donde pasamos la noche. En la prisión nada insólito ocurrió, salvo que una guerrillera, en acceso de delirio, quiso agredirnos pistola en mano. Tuvieron que intervenir cuatro hombres para contenerla.

El 10 de junio nos dirigimos a pie a Ruma, donde pernoctamos en el terreno de la feria, y el día siguiente fuimos a Petrovaridin, vía Irig- Fruska Gora- Kamenica. En Irig la población se mostró inamistosa. No hubo agresiones, porque precisamente al pasar por la localidad, Tito hablaba en Belgrado y la mayor parte de los pobladores lo escuchaba por radio. Irig tiene mayoría ortodoxa, mientras que la población de Kamenica, que nos ofrecía comida, es croata católica.

El mismo día (11 de junio) entramos en la ciudadela de Petrovaradin y allí permanecimos hasta el 2 de julio de 1945. Nuestra columna contaba entonces unos 600 hombres y unos ocho días después fue traído de Trieste un grupo de alemanes, mayormente oficiales de la marina. Un enardecido partisano empezó a tirar contra ellos y varios, ya extenuados y hambrientos, cayeron acribillados. Durante esas tres semanas nos mortificaron con hambre, suciedad y también hubo algunos casos de castigos corporales. Alrededor del 2 de julio salimos por tren, tras el fracasado intento de la marcha a pie, pues ya no podíamos caminar. En Titel nos pusieron en tren con destino a Vrsac. Particularmente me impresionaron las aldeas alemanas abandonadas, otrora tan prósperas, cuya población en parte fugó y en parte estaba recluida en campos de concentración. Se veía una que otra casa habitada y sus pobladores no osaron salir del hogar.

 

En las manos de OZNA

 

En Vrsac nos instalaron en amplios hangares, construidos por los alemanes, rodeados de alambradas de púa. Allí nos quedamos casi tres semanas, hasta el 27 de julio. Se encargó de nosotros, por primera vez, OZNA, la policía comunista secreta. De nuevo nos agruparon por unidades y confeccionaron listas; tuvimos que llenar formularios y nuestras filas se rarificaron mediante la separación de uno que otro. Como ya sucedió en Petrovaradin, a iniciativa de unos profesores recluidos, en Vrsac un viejo teniente mayor de domobrani inició la acción de enviar a Tito una petición con saludos, declaración de lealtad y solicitando un tratamiento más humano. Ninguna de estas iniciativas prosperó. Por el contrario, los oficiales jóvenes condenaron enérgica y abiertamente semejante tentativa, lo que entrañaba grave riesgo. Fueron organizados por los mismos presidiarios cursos doctrinarios y otros. En ese campo de concentración había unos diez mil hombres, mayormente oficiales croatas, y en escala descendente oficiales alemanes, italianos y hasta un turco. De mi círculo íntimo fue llevado un tal Marovic, oriundo de Dubrovnik, estudiante de filosofía y alférez de reserva. Nunca más supe de él.

El 25 de julio trasladaron por tren a Kovin, a un grupo seleccionado, a una hilandería de seda, en cuyo patio se hallaba la vivienda del comisario, apellidado Prpic, oriundo de Lika. Nuestro grupo fue el primero en llegar a Kovin. OZNA continuaba con su selección, si bien el régimen policial fue un poco más liberal. Cada día llevaban a la gente. Apenas arribados, tuvimos que llenar un formulario, consignando nombre y apellido, lugar y fecha de nacimiento, grado en el ejército y lugar de la captura.

En base a los datos que suministré, teniendo presente mis experiencias, fui interrogado por OZNA a medianoche, creo el 27 de agosto de 1945, y al día siguiente. Luego con un grupo de 300 oficiales, me dirigieron por tren a Pancevo (que actualmente forma parte de Belgrado, capital de Serbia y Yugoslavia). En la estación de Kovin, paralelo con el nuestro, estuvo parado un convoy de la artillería rusa, con cuyos oficiales establecimos contacto. Los rusos nos trataron amistosamente.

De Pancevo a Zemun caminamos bajo la custodia del comisario Prpic y de un par de soldados partisanos. En Zemun subimos al tren con la orden de volver cada uno a su municipio y presentarse a las autoridades competentes. Claro que no la acaté, sino que escondiéndome un tiempo, logré pasar a Italia con documentos preparados por mis amigos.

Acoto que el término partisano de "prisionero" es inexacto por la sencilla razón de que el ejército croata salió victorioso en todos los combates con los guerrilleros comunistas y como tal pasó la frontera de Austria, de donde fue entregado por los Aliados a los partisanos. Por eso nunca me he considerado prisionero.

Buenos Aires, 10 de mayo de 1963

Firmado:

Testigos: DR. MILAN BLAZEKOVIC, DR. FRANCISCO NEVISTIC.

 

 

XXV - MASACRE DE LA JUVENTUD CROATA EN LA MARCHA DE MUERTE DESDE AUSTRIA HASTA RUMANIA

Testimonio de un sobreviviente de una columna de 11.000 soldados croatas torturados y masacrados

En 1943, muy joven todavía, ingresé como voluntario en el Ejército Croata, pues en mi casa no tenía seguridad alguna frente a los sanguinarios partidarios del general Draza Mihailovic que asesinaban y saqueaban en Herzegovina desde los primeros días de la proclamación del Estado Independiente de Croacia, el 10/4/1941.

Fui destacado en varias posiciones y participé en luchas contra los chetniks (guerrilleros nacionalistas serbios) y los partisanos (guerrilleros comunistas de Tito). Combatimos exclusivamente en Croacia sin trasponer nunca la frontera de los países vecinos.

Nuestros superiores jamás nos hablaron de entregar armas a nadie; nos exhortaban a defender nuestra libertad y nuestra nación contra los opresores extranjeros. Nos explicaban que no combatíamos contra Occidente sino contra la dominación serbia y la invasión comunista en nuestra patria Croacia. Nos decían que desembarcarían en Dalmacia los norteamericanos y los ingleses y que nos sería más fácil librar la lucha por la libertad y la independencia nacional de Croacia.

Mi último puesto de combate fue en Sunja, en dirección a Sisak. Allí los comandantes nos explicaron que debíamos retirarnos paso a paso en vista de que Tito había recibido armamentos y pertrechos bélicos de los rusos, que también invadieron Croacia desde Serbia

Nos retirábamos hacia Eslovenia al encuentro de las tropas norteamericanas e inglesas, sin intención alguna de pelear contra ellas, pues luchaban por la libertad y no eran contrarias a la independencia de Croacia. Nos retirábamos despacio, asegurando el tránsito de las densas columnas de heridos, del ejército extenuado y de una enorme cantidad de civiles que huían ante los guerrilleros comunistas de Tito.

Con los partisanos tuvimos varias escaramuzas de mayor o menor intensidad. El encuentro más violento fue en Dravograd por el paso de un puente. Aquí cayeron muchos de los nuestros, pues los partisanos habían establecido nidos de ametralladoras, barriendo a cuantos se asomaban al puente. Al comienzo nos fue imposible forzar la travesía. Logramos más tarde pasar en otra dirección después de silenciar varios puestos, asegurando el paso libre a una enorme multitud de civiles, soldados y heridos.

 

La rendición bajo el fuego de los tanques ingleses

 

Llegué al territorio austríaco por la orilla izquierda del río Drava, o por el lado derecho de la localidad de Bleiburg. No alcanzamos ni Klagenfurt ni Bleiburg, por haber recibido la orden de asegurar la vía a las largas columnas provenientes de Eslovenia, que iban al encuentro de los norteamericanos e ingleses. No establecimos un frente fijo, sino que paulatinamente retrocedíamos al interior de Austria, hasta que nos fue comunicado que los ingleses se negaban a protegernos y exigían que depusiéramos nuestras armas lo más pronto posible. No lo hicimos en vista de que nuestros oficiales que fueron a conversar con los ingleses no habían regresado. Incluso nos enteramos de que los ingleses habían detenido a varios oficiales nuestros. Nos detuvimos en un lugar determinado -no recuerdo cuál, pues alrededor no había villorrio alguno-esperando la decisión inglesa y norteamericana. Varias veces llegó la comunicación de deponer las armas y de volver a la Yugoslavia "libre".

Nos enteramos de que los partisanos estaban ya en la frontera esloveno-austríaca. Por eso nuestros superiores ordenaron no deponer las armas a ningún precio. Los ingleses nos mandaron orden terminante de deponer las armas en plazo de pocas horas. Entonces el mayor Drago, rodeado de varios oficiales, pronunció una breve arenga exhortándonos a no dejar armas por pretexto alguno, pues los ingleses habían detenido a nuestros delegados, nos estaban desarmando y entregando a los comunistas de Tito, es decir al matadero del que nadie escaparía. El mayor terminó su exhortación: "Queridos soldados, no depongan las armas, y si los norteamericanos no nos ayudan, volveremos a la patria sojuzgada para librar la guerra de guerrillas. Estamos esperando lo que dirán los norteamericanos, si es que nos ayudarán o regresaremos a Croacia".

En efecto, esperábamos la ayuda norteamericana. En cambio, alrededor de las once llegó un mensajero (no me acuerdo si inglés o nuestro, porque no lo vi) y comunicó que los ingleses procederían de otro modo si dentro de tres horas no deponíamos nuestras armas. Nos enteramos también de que los que estaban en Bleiburg, Klagenfurt y otros puntos se habían rendido y habían izado banderas blancas. En consecuencia, cundió gran descontento entre nuestros oficiales. Al mismo tiempo llegó un coche militar inglés con varios militares, unos ingleses; otros partisanos. Trajeron nueva orden de deponer armas e izar bandera blanca por ser ése el sector británico. Uno de nuestros oficiales protestó diciendo que nos rendiríamos únicamente a los norteamericanos.

Cuando partió el coche, nuestros oficiales se consultaron y decidieron que todos regresáramos para proseguir la lucha a vida o muerte antes de rendirnos a los ingleses, pues querían entregarnos a Tito. Antes de empezar la retirada de ese lugar, los tanques ingleses entraron en acción contra nosotros[207]. Al no ver banderas blancas abrieron intenso fuego con cañones y ametralladoras pesadas. Algunos oficiales, suboficiales y soldados se suicidaron, lo que causó terrible pánico. Unos se fueron hacia Klagenfurt y la mayoría huimos rumbo a la frontera. No arrojamos las armas hasta tanto los tanques no nos dispersaron y mataron a muchos. Entonces, nosotros, los soldados, tirábamos en grupo las armas huyendo ante pesados tanques ingleses, seguidos por soldados que nos capturaron, desarmaron y en la frontera entregaron a los guerrilleros comunistas, con exactitud al cuarto ejército partisano

En marcha hasta Maribor. Las primeras atrocidades y matanzas de los soldados y civiles

Los ingleses volvieron inmediatamente a Austria. Los partisanos nos congregaron en un valle entre dos montículos. Allí un comisario nos habló y subrayó que la guerra había terminado y que cada uno debía irse a su casa sin provocar incidentes con los partisanos, liberadores de Yugoslavia.

En este grupo repatriado por los ingleses y capturado por los partisanos había soldados, civiles, policías, ferroviarios, personal sanitario, incluso madres con niños y familias enteras. Los partisanos inquirían siempre quiénes eran oficiales, supuestamente a efectos de "jerarquía y protección". Algunos se identificaron como oficiales. Los separaron en el acto y desconozco a dónde los llevaron. Luego, tras pocas horas de marcha, empezaron a sacar a la gente de la columna, a apalearla o matarla in situ, so pretexto de haber intentado fugarse.

En el lugar donde pasamos la primera noche, sólo vimos un par de coches alemanes quemados. Allí nos paramos para descansar y la guardia fue reforzada. Toda la noche sacaron prisioneros y los asesinaron. Se oía el doloroso clamor de las víctimas, descargas de ametralladoras y pistolas, signo evidente de que les quitaban la vida. Fusilaban no sólo aquí sino a lo largo del camino hasta Maribor.

En un punto dado, una mujer empezó a protestar contra el trato bestial de los partisanos; en el acto fue sacada de la columna y fusilada a la vista de todos. Quienes más protestaban eran las madres con niños en brazos y con los ancianos, exigiendo que se les dejara volver a sus hogares. Los partisanos contestaban a culatazos y porrazos a fin de silenciar esos gritos desgarradores. Muchos ancianos fueron separados, asesinados y abandonados a lo largo del camino. Luego separaron a los hombres de las mujeres en forma más que brutal. Desconozco cómo lo pasaron después.

Hasta los jóvenes se rebelaron contra el trato bestial. En seguida fueron separados y en el acto fusilados o acribillados con metralleta. De día asesinaban a los que protestaban y de noche seleccionaban a civiles y soldados, a quienes remataban en parajes vecinos. Entre los primeros partisanos que nos acompañaban los había de distinto dialecto y nacionalidad. Nos obligaron a correr varios kilómetros, quedando totalmente extenuados. A medida que nos adentrábamos en Eslovenia y especialmente al acercarnos a Maribor, asesinaban a sus víctimas sin hacer distingos entre militares y civiles.

 

Las masacres y escenas de horror en Maribor

 

Pocos kilómetros antes de Maribor, cambió la guardia y se encargó de nosotros una brigada de la provincia croata de Dalmacia. Ninguno de ellos nos trató en forma brutal. Nos formaron en filas cuádruples. Con buenos modales nos acompañaron hasta un cuartel en Maribor, que tenía dos grandes entradas. Por una entraban los civiles y por la otra los soldados. Tuvimos que desprendernos de cuanto llevábamos. En el portón por donde entré nos separaban según la edad y el grado militar, oficiales, suboficiales y soldados rasos. Los oficiales fueron en el acto destinados a ser liquidados. Los partisanos vigilaron estrechamente a todos y ese cometido no les tocó a los que nos acompañaron sino a los comunistas que estaban en el cuartel. Después de haber entrado los dos primeros grupos, pasó el tercero, es decir, los soldados rasos, entre los que había muchos amigos y conocidos míos. Unos cincuenta hombres de este grupo desaparecieron sin dejar rastro, lo que pueden atestiguar sus familiares y yo soy testigo de que se les perdió el rastro en este cuartel de Maribor. Aquí van los nombres de algunos de ellos: Blago Galic, Nicolás Galic, Mariano Tolj, José Vucic, Jorge Bojcic, Pascual Susac. Esteban Galic, Andrés Galic, conocido combatiente en la Defensa Ustacha, Juan Lesko, Mateo Lesko, varios Sulic y otros tantos conocidos de cuyos nombres no me acuerdo ahora.

Yo estuve en el grupo medio. Mientras nos formábamos, oíamos gritos: "Nos están matando... Nos están matando..." Hubo pandemónium en nuestro grupo. Y gran revuelo en todo el cuartel, pues los prisioneros veían salir camiones repletos de cadáveres frescos aún, desangrándose. Los civiles y cuantos había en el campamento protestaban, arremetiendo contra las alambradas de púa, tratando de huir y salvarse. Los centinelas abrieron fuego, segando la vida como espigas. La masa seguía atacando produciéndose una escena horripilante. Las puertas del cuartel de color rojizo se abrieron, los partisanos dispararon con ametralladoras contra los que huían y los que estaban detrás de las alambradas. Los prisioneros siguen abalanzándose contra las alambradas, prefiriendo morir a balazos que a martillazos, porrazos y mazazos. Dentro del cuartel había tal griterío que los que estaban asesinando en los pabellones, salieron de ellos. Sus rostros denotaban descontento, nerviosidad, y sus uniformes estaban salpicados con sangre. Olían como carroñas.

Era un espectáculo infernal para nosotros ver todo eso y enfrentarnos con semejante muerte. Ese horror se agudizaba al oír de labios de las víctimas y de sus verdugos cosas increíbles y luego de haber sido trasladados, una vez recontados y formados en fila, al lado izquierdo del cuartel, desde donde vimos grandes camiones cargados de cadáveres, cubiertos con lonas.

 

La columna de 11.000 soldados croatas sale de Maribor

 

Mi grupo esperó en fila un día y una noche, bajo la estrecha vigilancia de nuevos guardias, que no nos maltrataron. Hicieron acto de presencia varios oficiales partisanos y dos comisarios, nos contaron y recontaron, y por último nos pusieron en cuatro filas, según el sistema ruso, como decían ellos mismos. Nosotros esperábamos la partida para salvarnos de esta bárbara matanza, mientras que a nuestra derecha un grupo de oficiales partisanos aguardaba la orden superior. Nos rodeaban guardianes en densas filas, armados con fusiles, metrallas y provistos de alforjas llenas de comida.

El comisario que con mayor detenimiento nos recontaba era dálmata a juzgar por su habla. Dio parte a un alto oficial, morocho, posiblemente oriundo de Serbia:

- "Compañero comisario, en la columna hay 11.000 hombres aptos para el ejército comunista. Son soldados croatas, en su mayoría jóvenes, más un puñado de civiles.

- "Adelante, compañero comisario" -contestó el oficial superior- "pero mucho cuidado, ya que todos ellos nos consideran sus adversarios".

De Maribor, el mayor matadero del ejército croata, salimos sin ningún incidente por parte de los partisanos ni de nadie. Los guardianes, incluso, nos trataron bien. Muy pronto empezaron a conversar con nosotros. Sus caras evidenciaban honda repugnancia. Estaban también cansados. El comisario montaba un caballo de pelo rojizo. Solía decir a un partisano:

- "Estás siempre charlando!" Nuestros actuales acompañantes pertenecían todos a una brigada dálmata.

Al alejarnos un poco de Maribor, me atreví preguntar al centinela que estaba a mi lado:

- "Compañero, ¿a dónde vamos?" "¿Cuánto durará nuestra caminata?"

Sonriendo me contestó: "Vais a Mitrovica; allí os darán el uniforme militar y lo pasaréis como nosotros".

Luego le pregunté: "¿Cuándo llegaremos allí, si vamos a pie? Mitrovica está bastante lejos".

Me respondió: "No sé cuándo llegaréis. Tampoco la paso bien yo, estoy cansado. Sobre todo me disgusta mirar cómo tratan a esa juventud como si fueran esclavos. Me extraño que no os dejen incorporaros al ejército o ir a vuestras casas, pues la guerra ha terminado. Tampoco yo entré en las filas comunistas de buena gana. Ves el uniforme, sucio y harapiento. Tuve que ponérmelo por fuerza. Soy soldado porque sí; hay muchos como yo. Nunca fui ni me gusta ser soldado".

Me costaba mucho caminar; tenía los pies lastimados, llagados y escaldados. Además, tenía hambre feroz, pues desde hace tiempo no había comido. Tuve que proseguir, ya que mis colegas me obligaron a hacerlo, temiendo que al detenerme en el camino perdiese la vida. Mi mejor compañero, que actualmente vive en Croacia, me dijo:

-"Coraje y adelante! En el primer descanso te daré mis zapatos y todo lo que quieras, pero no te quedes. Acuérdate de lo que nos pasó en el camino a Maribor. Por eso, olvídate de los sufrimientos y sigue adelante". Aunque varias veces estuve a punto de desfallecer, ayudado por mis compañeros seguí el vía crucis y pregunté a un guardián:

-"Compañero, ¿cuánto tiempo caminaremos todavía? ¿Qué hacen con los que no dan más?"

Su contestación fue:

-"Me llamo Mateo Senta, y vosotros podéis llamarme Mateo y decirme lo que les dé la gana. No sé cuándo llegaréis a destino. Tampoco sé lo que hacen con los que desfallecen, pero tengo entendido que detrás viene una brigada. Desconozco cuál es. Recoge a los rezagados. Os recomendaría no quedarse bajo ningún pretexto, pues las veréis muy negras".

Mateo tenía píldoras alemanas y me dio una. La píldora me calmó el dolor y me bajó la fiebre. Me habría dado también comida, según lo dijo, pero les estaba prohibido ofrecer a los prisioneros comida y bebida, ni siquiera agua sucia. Por eso no le pedí nada para no perjudicarlo.

Llegados a Ptuj, descansamos un rato y en esa pausa Mateo me dijo:

-"Recibimos orden de relevo y de quedarnos aquí. Ahora los acompañarán otros centinelas. Cuídense y aten sus relojes alrededor del brazo por encima del hombro. Escondan, en la medida de lo posible, todo lo que poseen. No me tomen a mal. La nueva guardia se hace cargo de vosotros, creo, hasta Mitrovica. Tal vez nos encontremos en alguna parte y entonces hablaremos".

Masacres durante la marcha desde Ptuj hasta Koprivnica

La nueva guardia se ubicó a la derecha e izquierda de nuestra caravana, en filas más densas que la anterior. Era más harapienta que la anterior. En las caras se reflejaba la brutalidad que luego experimentaríamos. Salimos para Koprivnica, corriendo. Como la hilera era muy larga, se hacían claros, motivo para castigarnos y obligar a correr más rápido. Los guardias nos pegaban porrazos y los desgraciados empezaron a protestar. Los partisanos lo tomaron como pretexto para maltratarnos aun más y asesinar a varios. Delante de mí, un grupo de jóvenes gritaba:

-"No somos animales para castigarnos y pegarnos de este modo."

Dos guardianes saltaron y agarraron a un joven. Acudieron en su ayuda otros guardianes. Al infortunado le sacudían a culatazos y porrazos, abatiéndolo. Le machacaron la cabeza como a una víbora o a la sandía verde. Los partisanos enfurecidos se ensañaron aún más contra los prisioneros. Sacaban a la gente de la fila y la fusilaban, arrojando los cuerpos a los fosos a lo largo del camino.

En algunos poblados, la gente nos recibía con comida, y en otros a mazazos. Los partisanos nada nos daban de comer, de modo que bendecíamos cada pedazo de pan que los civiles nos arrojaban. A los civiles no les era fácil darnos o tirarnos comida, ya que los guardianes los dispersaban. Dispersaban a la gente noble y a los que nos maltrataban los retenían sin ningún impedimento.

En una población no lejos de Koprivnica, los simpatizantes comunistas organizados nos recibieron con ladrillos, porras y otros objetos. Allí fueron castigados severamente varios jóvenes. Superada esta agresión de los comunistas civiles, tuvimos que correr. Muchísimos caían de agotamiento, y los partisanos gozando de este espectáculo, remataban a sus víctimas. Ordenaron incluso que nos desvistiéramos. Nos tocó el turno a mí y a tres infelices de mi fila. Un guardia nos ordenó desnudarnos, ya que no necesitaríamos nada más. Otro gritaba que habrá que seguir corriendo. Me encontraba al lado del partisano que nos ordenó desnudarnos y corriendo me quité la blusa y se la di. No quedó contento y me golpeaba con una estaca por la espalda y la cabeza. Pegaba a otros también, que estaban a su alcance. Me ordenó quitarme toda la ropa. Me quité los pantalones, camisa, reloj, zapatos, entregando a aquél que me pegaba u otro. Me quedé en camiseta, que era buena. Por eso un guardia me agredió, gritando que me la quitara. Quiso separarme de la fila y seguramente me hubiera matado si mis compañeros no me retienen. Me acuerdo bien que el joven Goluza me tiraba hacia él y el partisano en sentido opuesto. El partisano hubiera ganado si la cosa no ocurriera mientras corríamos. Goluza también entregó toda su ropa, quedando en camiseta y calzoncillos.

Sufría muchísimo a causa de esas torturas y los pies llagados. Me vino bien un breve descanso, cuando pude quitarme la camiseta, partirla y hacer vendas para mis pies doloridos, escoriados y rajados

Más adelante no cesaron los asesinatos, pero desconozco los nombres de los verdugos. Me acuerdo únicamente de Cuculovic, serbio de Kordun. Mataba del modo más horrible. Su nombre se me gravó en la memoria por haberme pegado varias veces. Me extraña cómo no me sacó de la fila para matarme, dejándome en la banquina, como lo hizo con tantos otros. Me acuerdo también de Mirko Korkut, serbio, no sé de qué lugar. Era el principal responsable de la matanza, aunque no era primero por jerarquía militar. Las atrocidades que cometió sobre la juventud croata en esta marcha de muerte son inenarrables.

Asesinatos individuales se perpetraban generalmente de día y colectivos de noche. Cada noche los guardianes sacaban a las víctimas, conduciendo generalmente a los que estaban desnudos. Al conducirlos, los infelices gritaban:

-"Mátennos aquí, mátennos aquí"

Los partisanos, sin compasión ni piedad, solían llevar a sus víctimas a los bosques, trigales y maizales, de donde llegaba el grito despavorido de los infelices mezclado con las ráfagas de ametralladoras y pistolas automáticas.

Un poco antes de Koprivnica, los partisanos reanudaron sus golpes implacables contra los que estaban en mi fila y adelante. Por la derecha pegaban a cuantos podían alcanzar. Mal parado salió el mencionado Goluza. Un guardián le dio un porrazo en la cabeza y él, aunque muy fuerte, trastabilló y gritando se tumbó al suelo. Dos partisanos lo sacaron de la fila y le partieron el cráneo. Goluza me había salvado repetidas veces, pero no pude ayudarlo, pues si hubiera intentado hacerlo, me habría costado la vida.

Arribados a Koprivnica, la población nos dio cálida acogida, siendo muy raros los que nos recibieron a palos. La mayoría nos esperó con leche y cestos de pan, queso, salchichas, arrojándonos hasta cigarrillos. Los partisanos los dispersaban, mas no podían impedir los gritos desesperados de los padres y las madres que a grito herido llamaban a sus hijos y conocidos.

No hubo cambio de guardia. Continuaban con el mismo trato, igual ritmo de caminar y a veces la orden de correr. Por regla general corríamos allí donde había agua en los hoyos, o en las banquinas. Si alguien se agachaba para recoger un poco de agua, le fulminaba la muerte instantánea. Sufrimos muchísimo de sed, especialmente cuando pasábamos junto al agua. Cuando nos deteníamos, donde no había agua, los muchachos orinaban en los envases de conservas y con la orina apagaban la sed. Yo mismo lo hice varias veces.

 

Nuevas atrocidades en la marcha hasta Osijek

 

De Koprivnica a Bjelovar fuimos objeto de muchas atrocidades. La población civil nos recibía con compasión y el corazón abierto, salvo en villorrios poblados por serbios. En ellos nos recibían a palos y otros objetos contundentes. Los guardianes no les impedían sus desmanes, pero sí a la población croata que nos ofrecía agua y comida. Acercándonos a Bjelovar, no sólo los prisioneros sino también la población civil lugareña fuimos expuestos a horribles torturas. Por un bocado de pan caían incluso los civiles acribillados por los partisanos y tirados a los fosos.

Llegamos a Bjelovar, ciudad de las acongojadas madres croatas y ancianos que nos recibieron con leche, pan, salchichas, tocino, jamón, queso, masas, grasa y mermelada. Las madres con lágrimas vivas llamaban a sus hijos y los partisanos de Tito las dispersaban no admitiendo que prestasen ayuda a sus hijos ni a los demás infortunados. Pero esos ancianos y ancianas, verdaderos padres y madres, no se dejaban arredrar por nada ni nadie. Ellos y su proceder eran tan maravillosos que por el momento nos olvidamos de nuestros sufrimientos y de la chusma que antes de llegar a Bjelovar nos recibió a palazos y ladrillazos. La población de Bjelovar nos arrojaba ropa desde las ventanas. Frente a estos sentimientos generosos, decreció también la brutalidad de los partisanos.

En Bjelovar nos fue asignada nueva guardia y los primeros diez kilómetros los recorrimos normalmente. Luego nos forzaron a correr. Los centinelas nos gritaban:

-"Quién no puede correr, que se presente".

Nadie se presentó, aunque en breve varios se desplomaron extenuados. Los partisanos los remataban y tiraban a los fosos. En ese tramo del camino, las noches eran buen pretexto para la "gloria" de los partisanos, es decir para la matanza colectiva. Muchos jóvenes cayeron acribillados y muchos perecieron en el camino entre Bjelovar y Virovitica a causa del agotamiento total, los sufrimientos, los golpes y porrazos que nos asestaban en algunos lugares los serbios comunistas.

En Virovitica, descansamos un rato junto a un abrevadero, ansiando apagar nuestra sed como los animales, lo que nos fue prohibido. Emprendimos la marcha. Al principio no hubo malos tratos, lo que no duró mucho tiempo. Importa recalcar que los guardianes "ofrecían ayuda" a los que no podían seguir. Un ferroviario, que no estaba lejos de mí, todo pálido y molido, extremadamente extenuado, anunció que no podía ya caminar. El guardián lo "ayudó", o sea lo empujó y pasó una ráfaga de metralla, dejándolo al lado del camino. Cito esta espantosa escena, por haber ocurrido muy cerca de mí. Esta es una de tantísimas escenas que tuvieron lugar en el camino de Virovitica a Podravska Slatina.

Entramos a todo correr a Slatina, donde una chusma de civiles se entrometió en nuestra columna, pegando y matando a los prisioneros con distintos objetos. En el centro de la ciudad hubo muchísima gente que nos miraba con compasión y quiso ayudarnos, pero los guardias no lo permitían. En Slatina nos detuvimos en un llano, al lado de un abrevadero. Los guardianes, ya provistos de todo y dispersando a los civiles, bienintencionados y malintencionados, ordenaron reanudar la marcha. Atrás quedaron muchos que no pudieron ni levantarse. Mientras salíamos de Slatina un grupo de civiles entonaba canciones comunistas en honor de Stalin, Tito y del ejército comunista yugoeslavo. A nosotros nos gritaban que éramos una banda que merecía ser exterminada. Los guardias los saludaban y sonreían significándoles su aprobación.

 

Obsequios de la población croata

 

De Slatina a Osijek (capital de la provincia croata de Eslavonia), la población nos recibía con alimentos y otros obsequios. Cuando atravesábamos la zona poblada por la minoría serbia, fuimos agredidos con picos, palas y ladrillos.

La población de Osijek nos dispensó igual acogida cálida que la de Bjelovar, de modo que nuestra guardia no podía retener a las mujeres que nos daban alimentos, camisas, pantalones y otras prendas. La población nos regalaba cigarrillos también. Inolvidable fue esta escena no sólo por las obras de caridad sino por el clamor de las madres que llamaban a sus hijos, hermanas a sus hermanos, niños a sus padres y esposas a sus esposos martirizados. La acogida de Osijek, en resumen, anunciaba el alba de nueva vida.

Allí nos instalaron en un campo de concentración, donde irrumpimos en el depósito de víveres, encontrando cantidades de pan blanco y salame. A causa de la precipitación, apretujamiento y empellones, pocos penetraron en el depósito y de allí tiraban panes y salame que los de afuera cogían ávidamente. Había pocos centinelas, que no se ocupaban mucho de lo que pasaba. En ese tumulto, un compañero cogió un pan, dándome la mitad, lo que nos reanimó un poco.

En Osijek nos detuvimos varios días hasta que llegó la nueva orden de reemprender la marcha. Los nuevos centinelas nos trataron bien. Nos formaron en filas despacio y nos condujeron al campo abierto, donde nos esperaba una multitud de civiles con comida y cigarrillos. Un puñado de civiles tiraba ladrillos contra nosotros, pero sólo cuando los guardias no podían verlos. Pues los guardianes eran croatas, oriundos de Eslavonia y Dalmacia, y no permitían que nadie nos pegase. De allí nos condujeron a una pequeña estación ferroviaria, nos pusieron en vagones de carga, apilados como sardinas, con destino a Vinkovci. El trato de nuestros acompañantes era correcto.

En Vinkovci, antes de ser encerrados en el campo de concentración, nos esperaba mucha gente. Lloraban todos, viejos y jóvenes, llamando a los suyos y repartiendo comida a todos los prisioneros. Los guardianes no les molestaban, pero sí urgían instalarnos lo más pronto posible en el campamento. En pro de la verdad, cabe destacar que entre la gran masa de gente que nos socorría, había un puñado de enardecidos comunistas que nos increpaban y querían pegarnos.

Recuerdo perfectamente bien el campo de concentración de Vinkovci, pues había allí varios charcos de agua, como estanques, donde nos lavamos. Además, la guardia nos trató bien y los que tenían conocidos o familiares en Vinkovci podían recibir cuanta comida les traían. Los demás prisioneros, que no conocían a nadie, se iban al portón y los ciudadanos de Vinkovci les entregaban víveres sin hacer distingo alguno.

En Vinkovci nos detuvimos varios días, reponiéndonos de la marcha forzada, de los esfuerzos sobrehumanos y de la matanza colectiva. Abrigábamos la esperanza de no volver a la marcha de terror y de muerte, pero nos equivocamos. Nuestros buenos guardianes nos formaron en fila y nos entregaron a la brigada de Kordun, compuesta de serbios, bajo el comando de un tal "Gedzo". Ese sujeto era de tez moruna y alto; llevaba la llamada mochila de comisario político comunista y metralla, y en el cinturón varias cargas de municiones.

Mientras salíamos de Vinkovci, se congregó crecida multitud de civiles para despedirnos y obsequiarnos con cigarrillos y otras cosas. Nuestra nueva guardia los empujaba y nos insultaba a nosotros calificándonos de bandidos.

 

La crueldad de la población serbia

 

En el primer poblado que encontramos, nos esperaban escenas horribles, tal vez organizadas por los comunistas. Allí los civiles se infiltraron en la columna y nos molieron a palos y golpes furiosos. Muchos prisioneros perdieron su vida. Entre el clamor y el alboroto se oían gemidos y gritos ululantes de las víctimas; resonaban las canciones de los guerrilleros comunistas, especialmente: "Compañeros Tito y Stalin, aquí está vuestra juventud".

Cerca de Sid, nuestra guardia brutal fue reforzada, indicio de las mayores bestialidades que nos aguardaban. El comandante "Gedzo" y varios partisanos blandían cuchillos, estaban manchados con sangre y despedían hedor de carroñas. Gedzo, blandiendo el cuchillo, vociferaba:

"Croatas, ¿dónde está vuestro jefe y el Estado de Croacia? ­Este cuchillo os juzgará!"

Nos gritaba y cubría de tales insultos que no podría reproducir aquí. El camino de Sid era espantoso, debido también al maltrato que nos infligían los civiles con barras de hierro y otros objetos duros. Allí perecieron también muchos prisioneros.

De noche, el terror iba en crescendo por cuanto se llevaban a grupos enteros a la matanza colectiva. Por la mañana, aparecían los verdugos manchados de sangre y oliendo a sangre de los inocentes y desarmados muchachos croatas. A causa de estas escenas infernales ni me acuerdo con precisión cuándo llegamos a Sid y cuánto tiempo caminamos. En esos días de la furia y bestialidad humana -sin precedentes en la historia- me había olvidado de mí mismo y únicamente recuerdo que el número de prisioneros había disminuido considerablemente.

La entrada a Sid fue el prólogo de tormentos infernales que no caben ni en la más prodigiosa fantasía. Los civiles, de nacionalidad serbia, nos acogieron a hachazos, mazazos y palos, con agua hirviente y comida envenenada, en tanto los guardias torturaban y fusilaban a los prisioneros para incitar aún más los instintos bajos de la chusma. Muchos dejaron aquí su osamenta. Hubo muchos heridos que luego sucumbían por las torturas anteriores y los golpes de gracia en la cabeza y el cuerpo. A mí me salvó mi inolvidable compañero Vucic. El resto de la columna se dispersó, pero pronto fue congregado y obligado a continuar la marcha corriendo, esquivando los golpes, al encuentro del infierno todavía peor.

Al aproximarnos a un horno de ladrillos, los partisanos separaron a mi buen amigo Vucic, que se fue adelante. Me quedé con un grupo cerca de un campo de maíz. Aquí llegó el refuerzo de 50 partisanos esgrimiendo cuchillos. Gedzo sacó dos cuchillos, los afilaba gritando:

"¿Queda todavía algún croata? ¡Que se presente!"

Los partisanos recién llegados se abalanzaron contra nosotros para rematarnos a todos. Se produjo un griterío espeluznante tanto por parte de los victimarios como de sus víctimas. Delante de mí fueron degollados varios jóvenes y los sobrevivientes huían a los maizales. Huía yo también con un grupo. Los comunistas se entretenían asesinando a los que agarraban. Acudieron en su ayuda también los civiles, sembrando terror y muerte. Los partisanos ordenaron a los civiles limpiar los maizales. Un civil se aproximó a mi grupo de cinco hombres y nos propinó una terrible paliza. Esta vez recibí golpes más duros. Claro, tuvimos que regresar y reanudar la marcha a la fábrica de ladrillos.

Llegamos a una excavación cerca de esa fábrica, donde se cavaba la tierra para fabricar ladrillos. Algunos nos quedamos allí y otros fueron llevados a la fábrica. Vinieron numerosos guerrilleros, hombres y mujeres, y nos apaleaban en la cabeza. Algunos prisioneros tenían la cabeza partida y machacada, otros se desplomaban sangrando. Al caer la noche, grupos más compactos fueron conducidos al matadero en la fábrica.

Al día siguiente, prosiguió la matanza de los prisioneros. A las 14 horas debían llevarme a mí también. Poco antes partió un grupo de diez hombres "para ser distribuidos para el trabajo de la fábrica", según decían los partisanos. Mientras los partisanos nos vigilaban, a poca distancia, se levantó un gran griterío y pánico entre los prisioneros croatas, hombres de edad, traídos poco antes. Gritaban:

-"¡Nos están matando, nos están matando!" y se dieron a la fuga.

No lejos de nosotros había un nutrido grupo de prisioneros alemanes, recién llegados. Los alemanes gritaban y señalaban al grupo de los prisioneros croatas, llegado poco antes. Los partisanos se ensañaban aún más contra esos croatas de edad madura. A su vez, los prisioneros alemanes protestaban con más energía y gritaban desesperadamente, pues presenciaban al horrible crimen de los guerrilleros de Tito. Acto seguido, de treinta a cincuenta hombres de ese grupo de prisioneros croatas fueron conducidos al lugar de la excavación. En la confusión general, yo y mi grupo fuimos devueltos al mismo lugar. Los alemanes arreciaron el griterío y se encaminaron hacia la fábrica, pues habían visto que los partisanos conducían a sus hombres también a "asignarles puesto de trabajo en la fábrica" es decir, torturarlos y asesinarlos. Por eso los partisanos reforzaron su guardia y vigilaban de cerca a los prisioneros alemanes.

Poco después salieron de la fábrica los verdugos de Tito, arremangados y manchados con la sangre de los prisioneros croatas y alemanes. Detrás de ellos, salieron unos cuantos de los nuestros. Cómo lograron salvar la vida, lo desconozco. Me consta que mi amigo José Vucic fue testigo ocular de la matanza perpetrada en la fábrica de ladrillos. Integraba un grupo que esperaba su turno para ser arrojado en los hornos y en las calderas hirvientes. Ese terrible destino les tocó a los que fueron conducidos allí. Vucic me contó que había visto cadáveres que parecían carne asada; vio la gente electrocutada a medias y luego quemada. Muchos grupos perecieron en suplicios que la historia no registra. Estimo que durante tres días y tres noches que pasé cerca de la fábrica de ladrillos, fueron exterminados 2.000 prisioneros y alrededor de 1.000 perecieron de muerte violenta en Sid y los maizales contiguos.

Menos de un millar quedamos con vida de 11.000 que a mediados de mayo de 1945 emprendimos, desde Maribor, la marcha de la muerte. Ahora íbamos hacia Fruska Gora, en un verdadero calvario. Faltaba únicamente la crucifixión. Nuestros guardianes portaban cuchillos desnudos, degollaban a los que no podían proseguir, arrojándolos a las zanjas, o los alejaban un poco y, tras torturarlos, los fusilaban.

Acompañados por estas escenas aterradoras, llegamos a Ruma, Indjija y Pazova, donde pasamos, los sobrevivientes, nuevos tormentos. La población serbia nos golpeaba, gritándonos:

- "Mátenlos, hijos de... croata que los parió". Nos insultaban en otros términos y blasfemias, irreproducibles en este lugar.

Nuestra guardia, que nos acompañó desde Vinkovci fue relevada al arribar a Zemun. Su trato era más que bestial. Antes de llegar a Zemun, el terror cesó. Los guardias incluso cambiaron sus uniformes y se pusieron otra vestimenta. También se cambió el comandante Gedzo. Escondieron los cuchillos apenas salimos de Frusca Gora y en su lugar llevaban palos. Así camuflados, fueron bien recibidos en Zemun frente a un campo de concentración, antes un cuartel militar, creo de la guardia a caballo. A través de Zemun pasamos sin ser molestados.

En Zemun nos detuvimos un día y una noche. Recibíamos comida suficiente, tanto de los civiles como de la intendencia del campamento. La población podía buscar a sus allegados y traer comida. Desgraciadamente, muchos murieron al hartarse de comida. No es de extrañar, si se considera que llegamos completamente extenuados, hambrientos, llagados los pies y sangrando, molidos y torturados, doloridos y espantados, amén de la tremenda suciedad que nos cubría.

 

Con los restos de la columna en la capital serbia

 

En el camino de Zemun a Belgrado nadie nos atacó ni provocó. Los centinelas eran severos, pero no había asesinatos. Por las calles de Belgrado, la población de la capital serbia nos escupía y nos pegaba en "forma civilizada" -a puñetazos y puntapiés, y no a culatazos y porrazos. Nos insultaban y gritaban:

-"¡Estos son los croatas que quieren la independencia de Croacia!"

Cuando pasamos Belgrado, los guardias empezaron a tratarnos brutalmente. Tuvimos que marchar corriendo y por fin llegamos al campo de concentración de Pancevo, rodeado de densas alambradas de púa. A la derecha había una amplia barraca con cocina y varias mazmorras. Allí nos detuvimos tres días.

Llegamos a Pancevo alrededor de 600 prisioneros; cuando salimos de Maribor éramos 11.000. Los pocos que sobrevivimos, nos enfermamos de los viejos y recientes tormentos y lesiones. Dormíamos en el suelo, entre el polvo y los piojos. Nos daban magra porción de comida cocida. Estaba muy delgado y debilucho. Tal vez mi debilidad física me salvó de ser conducido en dirección desconocida como les ocurrió a varios grupos de prisioneros. Cada noche venían guerrilleros y guerrilleras de Tito y se llevaban a prisioneros. Una vez, cuando entraron, levanté la cabeza para ver lo que pasaba, y una guerrillera me asestó varios golpes con la bota. Gran suerte la mía de no haberme sacado. Dios me salvó de ella y de la nueva sangría de Pancevo, como antes me había salvado de tantas matanzas.

En el campo me encontré con mi vecino Mateo Barbaric a quien nunca vi en "la marcha de muerte" y terror. Mateo era un joven muy agradable y pausado. Una noche se lo llevaron también y lo encarcelaron. No sé lo que le pasó luego, pero creo que ya no vive, pues sus familiares nunca tuvieron noticias de él. Lo buscaron por intermedio de la Cruz Roja sin resultado alguno. Me dijeron que habían sabido únicamente que estuvo en la "marcha de muerte" cuando ésta atravesó Belgrado y lo que yo les contaba.

Me quedé sin mi buen colega Mateo Barbaric, pero estaba a mi lado José Vucic, que tantas veces me salvó de la muerte. Era mucho más fuerte que yo siempre me consolaba. El tercer día de nuestra estada en el campo de concentración me dijo que podíamos sentirnos felices porque ya no nos pegaban.

El cuarto día fuimos trasladados unos cuantos a Jabuka, cerca de Pancevo. Allí nos instalaron en las barracas, donde encontramos a otros prisioneros, mayores que nosotros. A la llegada nos insultó un grupo de comunistas de ambos sexos, ofendiéndonos en términos obscenos y agraviando a nuestra patria Croacia. Entre ellos había menores de 12 a 15 años. No nos pegaron. En la barraca había cocina y recibíamos muy poca comida. La misma noche de nuestro arribo varios prisioneros fueron sacados con destino desconocido.

Al día siguiente nos dieron té negro, sin azúcar. Luego se presentó un grupo de guerrilleros y guerrilleras, con garrotes, e inquirió quién era "ustacha" y quién policía. Nadie respondió. No obstante, agarraron a unos cuantos gritando:

-"¿Dónde os escondisteis, ustachi?"

Pegaron tanto a esos desgraciados que varios se desplomaron muertos en el acto. Los partisanos seguían golpeándolos y algunos blandían cuchillos cortos. Durante esa matanza, José Vucic y yo nos levantamos y nos dirigimos hacia la barraca. Como José era mucho más fuerte que yo, lo cogieron vociferando:

-"¿Dónde te escondiste, ustacha?"

Le propinaban porrazos en la cabeza y el cuerpo entero. José gritó dos veces:

- "¡Ico mío, Ico mío!"

Irrumpí en la barraca y vi a un grupo de partisanos alrededor del buen José.

Le cortaron la cabeza. Nada les importaba que José no fuera soldado, sino ferroviario, que había abandonado su casa para escapar ante la sangrienta agresión de los guerrilleros de Tito. Triste suerte la suya: morir a las cuchilladas de aquellos de quienes había huido varios meses antes. Su pobre mujer quedó con dos huérfanos, afligida por el fin trágico de su buen marido, a quien los guerrilleros de Tito degollaron del modo más bestial, igual que a más de 10.000 prisioneros croatas en el vía crucis de Maribor a Jabuka.

En Jabuka nos quedamos más de dos semanas y trabajamos en Pancevo a orillas del Danubio, cargando municiones en camiones. Allí vimos al ejército ruso. Los rusos nos daban pan, panceta, salame y atados enteros de cigarrillos. Por lo tanto, nos equivocamos creyendo que iban a matarnos. Algunos centinelas protestaban contra los soldados rusos a causa de su generosidad, pero no podían impedir que nos tratasen bien y nos hicieran pequeños favores.

En Pancevo había otro campo de concentración, donde instalaron a unos conocidos míos, restos de otra columna de prisioneros croatas, con quienes me veía en el trabajo.

De Jabuka volvimos al campo de concentración en Pancevo. No hubo ya maltrato. Tras pocos días, nos trasladaron en vagones de carga a Bela Crkva, y nos instalaron en un campamento cerca de la estación ferroviaria. El campo de concentración era antes un cuartel o una escuela. Tan pronto llegamos, tuvimos que desvestirnos y lavar nuestra ropa a vapor. Quedamos en calzoncillos.

Eramos unos 300. Durante diez días no salimos del campamento. La guardia se portó bastante bien, sin pegar a nadie. Los civiles nos aborrecían cuando se enteraron de que éramos croatas, pero no nos pegaban ni les era permitido hacerlo. Hoy incluso me extraño de que nadie nos pegase ya.

Después de diez días, fuimos a trabajar en los viñedos y en las casas de las familias alemanas, exterminadas por los comunistas casi en su totalidad. De vez en cuando topábamos con los ancianos y ancianas.

En Bela Crkva nos daban bastante de comer.

Trabajé poco en los viñedos. Recorría más bien las casas alemanas abandonadas donde, con otros prisioneros, empaquetaba diferentes enseres que luego se trasportaban a los departamentos de los oficiales comunistas y los hospitales. Cierta cantidad de víveres hallados se destinaba para nuestro campo de concentración. Aquí y allá encontrábamos ancianos y ancianas alemanes que tuvimos que despojar de todo. Temblaban de miedo de ser asesinados en sus propios hogares. Encontramos bastante harina blanca en los desvanes, cerdos escondidos en los trigales y otros artículos.

 

Prestados como mano de obra a Rumania

 

Después de cierto tiempo, unos cincuenta fuimos destinados a trabajar en Rumania. Trascendió que allí había muchos prisioneros croatas. Para el viaje hasta nuestro destino, distante unos 100 kilómetros de Bela Crkva, nos dieron alforjas con pan blanco y chicharrones. Ibamos a pie, custodiados por los partisanos, vestidos muy bien y provistos de abundante comida y de todo lo necesario. Los soldados rumanos nos acogieron amistosamente.

Trabajamos en un río extrayendo trozos de un puente destruido. Algún tiempo estuvieron con nosotros técnicos rumanos. Ataban varios trozos de hierro que nosotros tirábamos. Luego nos mandaron a una estación ferroviaria, donde cargábamos arena y piedra.

En Rumania permanecimos cerca de un mes. Nos alimentaban bastante bien y, de añadidura, los soldados rumanos nos daban comida y cigarrillos. Con los soldados rumanos no nos entendíamos, pues nosotros no sabíamos su idioma ni ellos el nuestro. Pero, por ambos lados, hubo quien sabía alemán, de manera que a través de ellos nos entendíamos en asuntos de interés recíproco. Nos enteramos de que en Rumania no había prisioneros croatas, pero sí rumanos y alemanes. Nos dijeron que el gobierno comunista yugoeslavo había ofrecido a sus prisioneros como mano de obra y que por esa razón nos hallábamos allí. Terminado nuestro trabajo, los soldados rumanos nos despidieron como buenos camaradas.

Al regresar al campamento de Bela Crkva, los guardias ponderaban nuestro buen comportamiento y subrayaban que no hacía falta vigilarnos.

El segundo día de nuestro retorno de Rumania, íbamos en pequeños grupos custodiados por dos o tres centinelas, a trabajar en los viñedos. Efectuábamos otras faenas también en Bela Crkva. Limpiábamos en hospitales. Allí encontramos a los heridos comunistas que se interesaban por saber por qué ejército peleábamos. Si alguno de nosotros declaraba haber servido en el ejército croata, recibía golpes. Una vez, mientras con un partisano sacaba la ropa sucia y las sábanas, me preguntó en qué ejército había servido y por qué había venido a Bela Crkva, entre los serbios. Nada le contesté, pues un centinela me había aconsejado no contestar nada a los partisanos en el hospital. Una vez, mientras recogía sábanas y fundas en una habitación, un partisano me interpeló a viva voz si era serbio o croata. Sin que le contestara me dio un garrotazo en la cabeza con tanta fuerza que me caí. Me insultaba bárbaramente y gritaba que me levantara para seguir pegándome. Otros partisanos se enardecieron y quisieron lincharme, más el guardia no lo permitió. No les dije nada, sino, muy dolorido, me incorporé, recogí la ropa y salí de la habitación.

Antes de dejarnos salir para nuestros hogares, varias veces inquirían si alguno quería enrolarse en el ejército comunista. Ya en Maribor nos habían prometido incorporarnos en el ejército; en cambio nos torturaron y casi remataron a todos en el largo vía crucis. Por esa razón, muy pocos accedieron a enrolarse. No quise enrolarme como voluntario en un ejército que manchó sus manos con tantos asesinatos de civiles y prisioneros de guerra croatas.

 

Soltado por menor, casi muerto vuelvo a casa

 

En diciembre de 1945, con un grupo fui soltado del campo de concentración a raíz de un indulto. Recibimos una "orden" que nos servía de pase y carnet individual hasta llegar a casa. Los partisanos nos condujeron a la estación, donde tomamos el tren para Belgrado. Algunos habitantes de Belgrado reconocieron en nosotros a ex presidiarios, de modo que tuvimos que ir a escondidas hasta la estación de Zemun.

De Zemun partimos para Sarajevo, capital de Bosnia. Al llegar al puente Ali-Pasa nos pusieron en una mazmorra, donde pernoctamos. Por la mañana se presentó OZNA (la Policía secreta comunista) y nos dejó proseguir el viaje. En la estación nos preguntaban madres y hermanas de los soldados croatas por sus hijos y hermanos, de qué campo de concentración veníamos y si algún soldado croata había quedado vivo. Les contábamos lo que habíamos vivido sin temor alguno. La pobre gente nos miraba con sincera compasión, obsequiándonos con comida y cigarrillos.

Arribados a Mostar, capital de Herzegovina, las autoridades comunistas nos agolparon en un vagón cerrado, donde esperábamos ser interrogados por la OZNA. Durante el interrogatorio, unos policías se sonreían y decían que deberíamos morir y otros que se nos había soltado por menores, y, por lo tanto, no había lugar a ulteriores persecuciones. Por fin, nos dejaron ir.

Cuando llegué a casa, mi madre no me reconoció en seguida, de tan negro, amarillento, lastimado y enclenque como estaba, con la cabeza afeitada y la mirada despavorida. Cuando me reconoció se desmayó. Mi hermano menor, que actualmente vive conmigo, no me reconoció por mucho tiempo y llorando solía preguntar a mamá:

-"¿Quién es éste?"

Réstame dejar constancia que no cité ni la cuarta parte de los pormenores y escenas que me tocó sufrir durante esa larga y siniestra "marcha de la muerte". En Croacia viven cinco compañeros míos que vivieron todo lo descripto desde la frontera austríaca hasta Maribor y de allí hasta Bela Crkva y Rumania. Sus nombres no deben ser publicados a causa de las represalias por parte de las autoridades comunistas.

Salvado de la marcha de muerte, pasé muchos días difíciles encarcelado en mi pueblo natal (de lo que hablaré en otra ocasión y otro lugar). Todas esas dificultades me obligaron a salir de mi patria, dejar a mi madre y parientes y refugiarme en el mundo libre.

Creo que son pocos los que han sobrevivido a semejantes atrocidades. Por eso, muchos detalles parecerán increíbles. Empero, estoy dispuesto en cualquier momento a declarar bajo juramento ante autoridades competentes o tribunales y atestiguar la veracidad de mi testimonio. Es posible que no lo haga si las autoridades competentes no me citan muy pronto para que me ratifique bajo juramento de todo lo declarado, dado que mi estado de salud empeora a consecuencia de los sufrimientos padecidos. Por ello, con mi puño y letra reafirmo la veracidad del presente testimonio.

N. S. W., Australia, 5 de marzo de 1962.

JAGICA GALIC

 

 

XXVI - "LA MARCHA DE MUERTE" EN LA COLUMNA DE 18.000 PRISIONEROS CROATAS

Declaración de un ex soldado, ahora empresario en la Argentina

Declaración de Nicolás Djapic, nacido en 1921 en Livno, Bosnia, domiciliado actualmente en Elflein 49, San Carlos de Bariloche, República Argentina.

Fui soldado durante la guerra, es decir de 1941 a 1945. No quiero encerrarme en el anonimato y estoy dispuesto a declarar bajo juramento si fuese necesario. Actualmente soy empresario de construcción y hotelero en San Carlos de Bariloche. De marzo de 1943 y hasta la retirada estuve en Zagreb. Pertenecí a la división suministros del Cuerpo de Guardia del Jefe del Estado. Me acuerdo de los siguientes oficiales: capitán Elfinger, teniente Jorge Pucek, mayor Cukac, capitán Duzevic. Nuestro comandante era el general Antonio Moskov.

Recibimos la orden de retirada de Zagreb el 6 de mayo de 1945, por la noche. Al día siguiente nos pusimos en marcha. De esa orden me enteré en forma oral y rezaba que íbamos al encuentro de las tropas inglesas destacadas en Alemania con el fin de continuar la lucha contra los partisanos. Acatamos la orden con disciplina como cuadra a los soldados. Nos retiramos todos, salvo el secretario del general Moskov, lo que supe luego, cuando nos identificaba en los campamentos después de la extradición.

Durante el repliegue tuvimos choques y combates con los partisanos. Hasta Celje fuimos con el tren de avituallamiento de nuestra unidad. En Celje alcanzamos el tren hospital con una parte de las estudiantes, mientras que las restantes iban con nosotros. En Zidani Most, poco antes de Celje, nos atacaron partisanos con fuego de ametralladoras sin infligirnos pérdidas. Al proseguir desde Celje por tren topamos con los guerrilleros que habían cortado la vía férrea, de modo que tuvimos que dar marcha atrás junto con el tren hospital. Sin embargo, cortaron la vía férrea también a nuestras espaldas, debimos abandonar el tren e iniciar negociaciones con los partisanos. El negociador partisano era un teniente y el nuestro, creo, el teniente Duzevic, pues no me acuerdo con precisión, dado que había muchos oficiales nuestros. Querían que les entregásemos en el acto ambos trenes y nos rindiéramos desarmados. Al rechazar sus condiciones, intentaron imponerlas por fuerza, entablándose recia lucha, en la que los guerrilleros comunistas tuvieron que retroceder. Recogimos de los trenes a los que podían caminar, especialmente a las estudiantes, y emprendidos la marcha rumbo a Austria. Heridos graves y enfermos quedaron en los trenes.

Nuestra marcha hasta Bleiburg fue acompañada de ataques y acciones defensivas. Cerca de Celje, en un desfiladero, se desató una lucha violenta. Nuestro grupo era fuerte y mezclado con la población civil, en total varios millares. Un coronel de domobrani ocupó un puesto estratégico protegiendo un día entero nuestro pase por dicho desfiladero. En esa ocasión sufrimos cerca de 250 bajas, entre soldados y civiles. Me consta porque participé en recoger las víctimas, que depositamos en una cueva. No recuerdo bien el nombre del lugar, pegado a la vía férrea. un camino y un arroyo. Entre Celje y dicho desfiladero, los campesinos eslovenos ni asomaron la cabeza.

Abriéndonos el camino con incesantes luchas, llegamos a las praderas de Lawamund el 14 de mayo, en vísperas de la extradición general.

Al campo de Bleiburg llegué sólo un par de horas antes de la extradición. La orden de deponer las armas iba de boca en boca y decía que nos rendiríamos a los ingleses a condición de no ser entregados a los partisanos. Fueron izadas banderas blancas después de volar sobre nosotros aviones británicos. Nuestros oficiales mantuvieron conversaciones con los ingleses. Fuimos rodeados por los tanques ingleses y atrás se hallaban los partisanos. Me acuerdo de los siguientes oficiales croatas que estuvieron en contacto con los ingleses: los generales Stancer, Boban y el coronel Bobinac. El general Boban nos decía, terminadas las conversaciones, cuando deponíamos las armas: "Amigos, eso no me gusta nada y me parece que no hay seguridad", sugiriendo que volviésemos armados a Croacia. Según mis impresiones y lo que he oído, éramos alrededor de 200.000. Los soldados constituían casi la mayor parte de esta multitud.

Creo que se encargó de nosotros la V División serbia, que nos formó en grupos. Mi grupo constaba de unos 18.000 prisioneros Fuimos divididos en batallones y éstos en destacamentos. Hasta Dravograd nos trataron con circunspección, pues estábamos todavía bajo el control británico. Apenas traspuesto el puente de Dravograd, empezaron con masacres. Ibamos a pie en filas de a ocho y los partisanos a caballo, o caminaban armados a distancia de 5 a 10 metros. Al principio los asesinatos eran individuales, pereciendo los que sucumbían de hambre y agotamiento. Además, de vez en cuando los partisanos se infiltraban en nuestra columna, dando culatazos, puñaladas y porrazos a diestra y siniestra, asesinando o pisando con caballos e impeliendo a la gente a saltar al crecido río Drava.

A unos 15 kilómetros de Maribor nos obligaron a correr, teniendo que quitarnos toda la impedimenta para poder aguantar esa corrida. Quienes no aguantaron, ¡y fueron tantos!, eran fusilados. Al día siguiente nos agruparon en Maribor, clasificando a los ustachi, domobrani, alemanes, oficiales y civiles por separado. De los 18.000 que éramos apenas llegó a Maribor la mitad.

Fui clasificado entre domobrani, pues un partisano esloveno me había advertido que sería mejor que me declarase domobran, ya que ustachi y oficiales serían fusilados. El mismo día salimos de Maribor en vagones de carga cerrados y llegamos a Precko, cerca de Zagreb. Allí pernoctamos en un campamento. Al día siguiente atravesamos Zagreb en los mismos vagones y llegamos a Dugo Selo. En el trayecto agregaron más prisioneros. Allí nos descargaron y a continuación proseguimos la marcha a pie hasta Krizevci. En todo el recorrido seguían masacrando. En Krizevci, de noche, los guerrilleros de Tito se infiltraban entre nosotros, pegándonos a culatazos, luego sacaban y remataban a sus víctimas. Al día siguiente reanudamos la marcha en las mismas condiciones hasta Bjelovar. Dejo constancia de que en todo ese tiempo, salvo en Precko donde nos dieron un poco de sopa de harina de maíz, no comimos ni bebimos nada. Cada intento de tomar agua era castigado con la muerte fulminante. Nos salvamos con mendrugos de pan que los campesinos nos arrojaban. Los partisanos los asesinaban cuando veían que nos arrojaban pan. Me acuerdo de un caso dramático ocurrido cerca de Krizevci, cuando en un recodo del camino una madre reconoció a su hijo y en el momento de abrazarse, ambos cayeron acribillados. Mi impresión es que toda esa matanza se cumplía por orden superior y no era fruto del furor y ferocidad individual de nuestros guardias.

En idénticas condiciones reanudamos la marcha de Bjelovar a Virovitica. Ibamos casi todos descalzos, lo que hizo aún más penosa nuestra caminata. Al día siguiente proseguimos para Slatina. He de mencionar que durante todo el recorrido, la guardia se cambiaba cada 30 kilómetros. En Slatina nos entregaron a la milicia eslavona. Nuestro número se redujo a unos 5.000. La milicia nos acompañó hasta Vocin. En Slatina recibimos la primera comida, traída por los campesinos y repartida por la milicia. En este trayecto no hubo masacre. Entre Slatina y Vocin se fugó casi la mitad de los remanentes de nuestro grupo. Yo también me di a la fuga, me separé y proseguí hacia Osijek. Logré alcanzar Bugojno en Bosnia. Allí me reconocieron los partisanos y, encadenado, me trajeron a Livno con un grupo de prisioneros croatas. Me encarcelaron. Lo que pasé y vi después hasta mi huida al extranjero en 1946, lo relataré, si es necesario, en otra oportunidad.

Testigos presentes: DR. MILAN BLAZEKOVIC, m. p.; DR. FRANCISCO NEVISTIC, m. p.

Buenos Aires, 9 de diciembre de 1961.

NICOLAS DJAPIC, m. p.

 

 

XXVII - LA MARCHA DE MUERTE DE LA COLUMNA DE 24.000 SOLDADOS CROATAS DESDE AUSTRIA HASTA BELGRADO-PANCEVO

Relato de uno de los pocos que sobrevivieron

En la retirada del ejército croata hacia Eslovenia llegamos el 15/V/1945 a Dravograd, donde se efectuó la entrega de armas. Sabía que los partisanos (guerrilleros comunistas de Tito) no poseían buenos sentimientos, pero esperaba que se atendrían por lo menos en parte a las normas internacionales sobre los prisioneros de guerra. Sin embargo, mis esperanzas quedaron truncadas muy pronto, ya que los serbio- comunistas iniciaron en el acto matanzas colectivas.

En mi grupo había cerca de 24.000 hombres. Nos dividieron en seguida en pequeños grupos de 100 hombres, aparte los domobrani (ejército regular), aparte la milicia ustachi. De Dravograd salimos, custodiados por partisanos serbios y montenegrinos, hacia Maribor. Desde el principio cada paso que dimos fue marcado por la sangre de los soldados prisioneros. Los guardias disparaban contra los grupos a su antojo. Separaban a uno por uno, los torturaban y, por último, los degollaban a la vista de todos. Al salir de Dravograd se apropiaron de todo, de relojes, ropa, zapatos y a los que no poseían nada los ultimaban de un tiro en la nuca. Presencié escenas horribles. No hacían distingos entre ancianos y niños, entre hombres y mujeres que había en nuestra columna. A Maribor llegamos el segundo día por la tarde. Nos instalaron en el patio de lo que fue escuela militar. Quedamos allí siete días. No nos daban nada de comer y pudimos sostenernos comiendo corteza de árboles y hierba. Cada día sacaban a nutridos grupos para fusilarlos; especialmente los escogían entre los ustachi.

Al cabo de siete días, emprendimos el camino de Varazdin, maltratados bestialmente. Los cadáveres de los soldados prisioneros croatas llenaban las zanjas a lo largo del camino Maribor-Varazdin. Tuvimos que correr la mayor parte del tiempo, mientras que los partisanos montaban a caballo y bicicletas, liquidando en el acto a los que se caían. Dormíamos a campo raso, expuestos a la intemperie y el frío. En esos terribles momentos nos sentimos aliviados al llegar al territorio croata, pues la población, pese a grandes riesgos y peligros, nos recibía con franca compasión y cordialidad. Toda la región de Podravina acudió para socorrernos. Bajo el fuego de los partisanos, nos arrojaban comida, procuraron darnos agua, pese a los atropellos comunistas. Nunca me olvidaré del recibimiento en Virje, Otrovanec, Podravski Kloster y Djurdjevac.

En Djurdjevac separaron a los integrantes de las formaciones ustachi, indicándonos el camino Virovitica-Osijek. Los jóvenes aguantamos a duras penas, mientras que los mayores sucumbieron en el camino, no pudiendo resistir el ritmo de la marcha. Como ya lo dije, los que trastabillaban eran asesinados en el acto. En los pies se formaban callos, apareciendo poco a poco llagas sangrantes. Todos estábamos descalzos, pues en Maribor nos quitaron los zapatos. Nuestra custodia, que se cambiaba en cada población de importancia, iba a caballo o en bicicleta.

Tardamos en llegar a Osijek 20 días. Al salir del Osijek, en el kilómetro 6 ó 7 hacia Dalj, nuestros acompañantes degollaron ante nuestros ojos a 150 hombres. En Vinkovci nos instalaron en una fábrica de ladrillos. De noche venían serbios y sacaban grupo tras grupo, sin que volviese ni un solo hombre. Durante la noche resonaban ráfagas de ametralladoras con que segaban las vidas de los atados soldados croatas. La peor etapa del camino fue Vinkovci-Sid. La minoría serbia nos castigaba a porrazos, traspasaba con lanzazos, partía cabezas con palas y hachas, cortaba los cuellos, ataba a los caballos para arrastrar a los infelices por el camino. En esas atrocidades se destacó la aldea Tovarnik.

En Sid cooperaron en la matanza incluso ciertos miembros del Ejército Rojo. Permanecimos aquí seis días sin comer un bocado. Nos llevaron a un hoyo y alrededor colocaron barriles llenos de agua. Como la sed nos atormentaba hasta volvernos locos, corrimos a los barriles. A medida que alguien se avecinaba, era fusilado. Muchos bebían su propia orina. De entre los ultimados en Sid me acuerdo de José Jelcic y de los hermanos Majica, oriundos de Vitica, como de muchos otros cuyos nombres olvidé. Tras esta tortura, nos dieron agua y un pan de dos kilos para 33 hombres. Muchos murieron del excesivo consumo de agua.

El séptimo día emprendimos la marcha rumbo a Mitrovica, en idénticas condiciones, terror y matanzas colectivas. Cargaba a mi paisano Juan Paponja, a quien los partisanos sacaron de mis hombros por la fuerza a las puertas de Mitrovica y en mi presencia lo degollaron. Nos instalaron a orillas del río Sava, obligándonos, bajo la lluvia torrencial, a bañarnos. A causa de la extenuación y el debilitamiento muchos se ahogaron y el río arrastró sus cuerpos. Reanudamos la marcha hacia Ruma y Belgrado. Detrás venía un coche con los "doctores". Quienes se quejaban de que estaban enfermos, los mandaban a ellos y nuestros "doctores" liquidaban en el acto a sus pacientes. Por las calles de Belgrado, la población de la "capital" nos tiraba ladrillos y profería insultos e injurias. En el camino de Djurdjevac a Pancevo fueren asesinados por lo menos 2.800 prisioneros, sin mencionar a los que fueron muertos de otro modo o perecieron de hambre, sed y agotamiento. El próximo campo de concentración se hallaba en Pancevo. Cerca del cementerio de Pancevo fue separado un batallón y eliminado hasta el último hombre.

En Pancevo, debido a mi juventud, fui separado y destinado a trabajar en Bela Crkva. Trabajamos en cuadrillas de cien hombres en parajes yermos. Al cabo de cuatro meses me reincorporaron al campo de Pancevo. Encontré la misma situación. La gente dormía en el suelo de hormigón sin mantas y todos los días separaban a unos cuantos para fusilarlos. De mi grupo quedaron únicamente 42 hombres; los restantes fueron asesinados o murieron de tifus. Diariamente morían de 20 a 30 hombres a consecuencia de la malísima alimentación y de las torturas pasadas. Cada mañana pasaban dos camiones que recogían a los muertos la noche pasada. La comida consistía en guisantes agusanados hervidos sin condimento alguno, en porciones tan magras que por regla general nos alimentábamos con la hierba hervida o cáscara de patatas. Un grupo de soldados tuvo que permanecer cuatro días en el Danubio con el agua hasta el cuello. Los que no aguantaron, se ahogaron.

En el momento de rendición pesaba 84 kilos y al cabo de seis meses pasados en la servidumbre comunista bajé a 48 kilos. En la marcha de la muerte, entre tantos soldados croatas, murieron dos primos míos. Del mencionado Paponja, que fue asesinado cruelmente, quedaron esposa y cuatro hijos huérfanos.

Mientras estuvimos en el campo de concentración, tuvimos que hacer ejercicios militares y aprender canciones de los guerrilleros comunistas.

Por último, debo subrayar que pese a esas terribles condiciones, no hubo entre nosotros entregadores, soplones, espías o traidores, sino que estuvimos estrechamente unidos.

Publicado en croata, "Drina", año IV, N° 1-2, pp. 52-55, Madrid 1954.

TADIJA JALCIC

 

 

 

XXVIII - TESTIMONIO DE UN CIVIL SOBREVIVIENTE DE LA MARCHA DE MUERTE Y LOS PRESIDIOS COMUNISTAS

MIRKO TRUBALO, nacido el 7/VI/1910 en Split, de profesión perito mercantil, antes de la guerra trabajó en empresas privadas y durante la guerra fue empleado en el Ministerio de Comercio, Industria y Artesanía de Croacia. Llegó a la República Argentina en 1959 y formuló la siguiente declaración ante los testigos: el Dr. fray Metodio Kelava y el rev. padre Zvonimir Zivicnjak, capellán del Hospital Muñiz de Buenos Aires:

A principios de mayo de 1945 salí de Zagreb con una densa y larga columna de civiles rumbo a la frontera esloveno-austríaca. Llegamos hasta Dravograd. Desde las crestas de los montes circunvecinos dispararon repetidas veces sobre nosotros unidades partisanas, causando bajas y heridos. Entre el pánico reinante quisimos proseguir y ante Dravograd caímos en manos de soldados búlgaros que nos trataron en forma decente.

Los guerrilleros comunistas exigían de los búlgaros nuestra extradición, lo que consiguieron recién al recibirse una orden superior (de las autoridades soviéticas), claro, a pedido de los partisanos yugoeslavos. Recién entonces los búlgaros formaron una columna, en la que me encontré, y nos entregaron a los partisanos en Maribor. Otros civiles se quedaron en el vasto campo antes de Dravograd. Es probable que los demás civiles fueran entregados, en forma similar, por los búlgaros

Cuando llegué a Maribor, encontré a una gran masa de civiles en poder de los guerrilleros comunistas. Allí nos robaron todos los objetos de valor, particularmente relojes, recuerdos, zapatos y hasta trajes. En Maribor, bajo estrecha vigilancia y a la intemperie, permanecí unos 15 días, hambriento y sediento, comiendo pasto, expuesto al calor y la lluvia, de día y de noche. Durante ese tiempo, los comunistas yugoeslavos incesantemente pasaban lista, formaban filas y sacaban a varios grupos numerosos en dirección desconocida. De noche oíanse disparos, gemidos, llanto y aullidos de las víctimas que remataban en la vecindad.

Luego se formó una columna integrada por varios millares entre civiles de toda clase social, incluso mujeres y niños Nos cargaron en vagones para ganado y nadie podía moverse de atestados que estaban. Nos condujeron a Dugo Selo, cerca de Zagreb. Allí nos incorporaron a una columna grande, integrada por civiles y numerosos soldados croatas prisioneros de guerra y, en parte alemanes. Formados en fila tuvimos que caminar hasta Bjelovar, bajo fuerte custodia partisana. Este viaje de tres ó cuatro días fue indescriptiblemente penoso y agotador, por cuanto nuestros guardias no nos daban descanso suficiente, nada de comer ni beber, y si la población croata trataba de alcanzarnos comida o bebida la repelían despiadadamente. Ocurría que en el camino al toparnos con alguna fuente de agua, las mujeres con niños se lanzaban a beber. Los guardias comunistas los alejaban a culatazos y a cuchilladas. Como la población croata no podía acercarse a la columna por la crueldad de nuestros guardias, solía tirarnos desde ventanas y patios trozos de pan, queso, patatas y otros alimentos. Lamentablemente no podría decir lo mismo de los habitantes de las aldeas serbio-ortodoxas que a menudo exteriorizaron su animosidad y hostilidad.

Se entiende que muchos cayeron extenuados en esa agotadora caminata. Los guardias comunistas asesinaban en el acto a los que no podían proseguir. De ese modo se rarificaba nuestra densa columna -algunos lograron escapar a los bosques- y sólo llegamos a Bjelovar unos 2.000, en tanto sobrepasaba de 8.000 cuando salimos de Dugo Selo.

En Bjelovar separaron a los soldados de los civiles y enviaron los restos de nuestra numerosa columna a Velika Pisanica. Allí nos enteramos de que una gran aldea de la minoría étnica alemana había sido totalmente exterminada por los partisanos.

En Velika Pisanica nos esperaba el campo de concentración, rodeado de alambrado de púa, con severa guardia comunista. Allí permanecimos -siempre bajo las estrellas- cerca de dos meses. Tuvimos que arrancar ortigas con las manos desnudas, comíamos principalmente patatas podridas con agua caliente que decían sopa. Luego fuimos trasladados al campo de concentración en Maksimir, suburbio de Zagreb, donde encontramos gran cantidad de internados. Allí también conducían de noche a grupos en dirección desconocida. Muy pocos regresaban y de los demás nunca más se supo.

En esta liquidación sin sumario ni juicio previo, tuve la suerte de haber sido trasladado al campo de concentración en Kanal, donde había gran multitud de civiles. Allí también asistí a interrogatorios interminables, vi cómo llevaban a la gente ante el pelotón de fusilamiento, a otros los transferían a nuevos campamentos para engañar a familiares que buscaban a sus seres queridos y que se perdiese todo rastro de las personas cuya suerte nadie supo.

Tras permanecer un mes en el campo de concentración en Kanal me trasladaron a Mirogoj y de allí fui llevado ante el tribunal partisano en Zagreb. Fui condenado a un año y seis meses de presidio, condena que cumplí en su mayor parte en Popovaca, de donde me trasladaron a Nova Gradiska a trabajos forzados y a Lepoglava, sucesivamente, y a mediados de 1947 me mandaron a casa.

Desde entonces y hasta 1959 las autoridades comunistas me arrestaron cuatro veces y una vez más comparecí ante el tribunal comunista que me condenó a un año de prisión por motivos políticos. Estuve también detenido en varias prisiones preventivas. En diciembre de 1959 llegué a la República Argentina y ahora, libre y por mi propia voluntad, depongo el presente testimonio ante los testigos señalados y estoy dispuesto a ratificarme de él ante cualquier autoridad o instancia.

Buenos Aires, 30 de junio de 1963.

MIRKO TRUBALO, m. p.

 

 

XXIX - TESTIMONIO DE UN SOLDADO CROATA SOBRE LAS MASACRES EN SLOVENJ GRADEC, CELJE, ZIDANI MOST, SISAK Y DARUVAR

Como soldado croata he servido en el Batallón Motorizado de Domobrani en Zagreb, calle Ilica 207. Fui reclutado el 9/II/1942. En dicho batallón me quedé hasta 1944 cuando fui trasladado a la sección automotriz del departamento técnico del Ministerio de Defensa. Allí estuve hasta mayo de 1945. El 8 de mayo recibimos la orden de retirarnos de Zagreb hasta la frontera de Austria vía Ljubljana.

Sobre la retirada a través de Eslovenia no quiero hablar; más bien quiero deponer mi testimonio sobre el regreso a Croacia. El 15/V/1945, alrededor de las cuatro de la tarde, recibimos la orden de vaciar nuestras armas y luego entregarlas a los partisanos, y se nos dijo que de nosotros se ocuparían los ingleses. Me hallaba en la primera fila de una columna de cerca de 15.000 hombres, en parte militares, en parte civiles (hombres, mujeres y niños). Eso sucedió frente a la aldea Prevalje (Pravali, en alemán, casi 15 kilómetros de Bleiburg).

Al entregar nuestras armas, nos encaminaron hacia Prevalje y de allí a Bleiburg. No lejos de Prevalje vi un número cada vez mayor de partisanos (guerrilleros comunistas de Tito) que empezaron a acompañarnos. Al principio no teníamos custodia. Al llegar a un puente en el río Drava, que se cerraba mediante puertas en ambos extremos, tuvimos que subir al puente. Una vez llenado, cerraron las puertas y examinaron bolsillos, equipaje, mochilas, y todo lo demás. Todos los objetos de valor nos los quitaron en el acto. Así se apropiaron de relojes, cadenas, anillos, medallas, cruces. dinero, etc. La columna a que pertenecía constaba de 4.000 a 4.500 hombres y se dirigió a Dravograd. Fusilaban grupos, normalmente de 15 a 20 hombres, sospechosos de haber sido ustachi (mero pretexto).

Arribados a Dravograd, empezaron a separar a los soldados de los civiles. Incluso registraron a todos. Tuvimos que dar todos los datos necesarios. Luego se formaron columnas, una rumbo a Maribor y otra a Slovenj Gradec y Celje. Mi columna fue destinada a Slovenj Gradec -Celje. Fuimos unos 4.000. Conmigo estaban: Alfonso Knez (luego devuelto y enviado a Maribor), Mariano Jerbic, Zvonko Roncevic, José Rogina, Félix Osrecki, Drago Sautner y un tal Majstorovic. Entramos en Slovenj Gradec alrededor de las ocho de la noche. Nos instalaron en un aserradero, donde debíamos pernoctar. Precisamente cuando nos ubicamos detrás de los tablones apilados, se acercó a mí un partisano y me dijo que me conocía del Batallón Motorizado Domobrani, donde servía él también. Me recomendó que me ubicara del otro lado, pues aquí era peligroso, ya que de noche habría fusilamiento. Así nos trasladamos todos, de acuerdo a sus palabras. De noche oía cómo levantaban y asesinaban a la gente, llevándola a cierta distancia. Luego se oían disparos y gritos: "¿Quién anda?"

A eso de las ocho de la mañana nos encaminamos para Celje. Nos dimos cuenta de que en nuestra columna faltaban por lo menos 200 hombres. Todos fueron matados de noche en aquel aserradero. En el camino a Celje quitaron la vida a por lo menos a 15 ó 20 hombres. Solían separarlos, matándolos en las zanjas. Ni siquiera se nos permitía detenernos para las necesidades naturales; si alguien se paraba, lo mataban sin compasión. Llegamos a Celje alrededor de las 2 de la tarde. Nos ubicaron en un prado a la entrada de la ciudad. Escogieron a unas cincuenta personas, llevándolas a Celje, so pretexto de trabajar allí y conseguir comida. Ni uno solo de esos desafortunados volvió jamás. A las 19 horas recibimos orden de emprender la marcha.

Yendo en dirección de Zidani Most, arribamos cerca de las 22 horas a un pequeño bosque. Allí nos dieron descanso y permiso de dormir. Por la mañana, a las cuatro, vino orden de ponernos en marcha. Había que levantarse sin decir nada. Muchos se quedaron dormidos sin haber oído la orden. Quienes nos levantamos, formamos columna y nos condujeron adelante. Alejados varios centenares de metros oímos ráfagas de armas automáticas y disparos de fusiles, como asimismo aullidos de moribundos. Uno logró salvarse -a éste le veía y hablaba con él- y me dijo que mataron a todos los que dormían, en el camino, las zanjas, detrás de la tapia en el bosque, etc. Murieron unos 150 hombres y la escena ocurrió a un kilómetro de Zidani Most. Allí encontré al oficial Zdravko Spehar, oriundo de Vinkovci, si no me equivoco.

De allí nos dirigimos a Sevnica ob Savi. Allí nos agruparon en batallones. Tras recibir palizas y golpes logré reunirme con mi grupo. Al día siguiente proseguimos hacia Samobor.

Cuando llegamos a Samobor, nos registraron y quien no poseía documentos y comprobantes suficientes de no ser ustacha u oficial, fue brutalmente golpeado y maltratado. Allí nos maltrataron comunistas civiles y guerrilleros. Alrededor de las seis de la tarde nos llevaron a una pradera donde hallamos a muchos "prisioneros" llegados antes que nosotros. En Samobor encarcelaron a muchos y desconozco cómo terminaron.

En Samobor permanecimos dos días y luego nos llevaron a Velika Gorica. Nos instalaron en la feria prometiéndonos la cena. No me tocó nada, por haber sido muy escasa la comida. Al día siguiente fuimos a Sisak. Aquí debo mencionar que en Velika Gorica los comunistas civiles nos propinaron garrotazos y nos escupían sus mujeres, gritándonos que éramos traidores y basura humana.

Llegamos a Sisak cerca de las nueve de la noche. Nos recibieron a porrazos. Sacaban a los hombres de la columna, los golpeaban terriblemente, y a muchos ya no los vimos entre nosotros. Cuando pasamos el puente de Sisak vi que disparaban contra hombres que habían arrojado al agua. Nos instalaron en el campo de concentración Viktorovac. Allí recibí casi un kilo de harina de maíz, pero no teníamos agua para preparar la polenta. En Sisak nos hurgaron a todos detenidamente, encarcelaron a los sospechosos en las barracas, rodeadas por los partisanos armados con ametralladoras y pistolas automáticas. Del campo sacaban camiones atestados de prisioneros para llevarlos a Sisak y sé positivamente que los fusilaron en un bosque entre Sisak y Petrinja.

En Sisak perdieron su vida muchos miles. Mi columna contaba entonces de 2.000 a 2.500 hombres. Al otro día, por la tarde, reanudamos la marcha hacia Banova Jaruga. En el camino vi matar a tres hombres, unos cinco kilómetros lejos de Sisak, por haberse desviado para efectuar sus necesidades. También presencié el asesinato de un sacerdote, de unos 50 años, que ya no podía seguir en el camino a Daruvar. Lo llevábamos y de mis hombros lo sacaron y colocaron junto a la zanja. Cuando se sentó, un partisano le dio un recio puntapié y cuando se recogió, parecía un ovillo, agachando la cabeza, su verdugo lo remató con el consabido tiro en la nuca. Todo eso lo vieron mis amigos, antes citados, y también mi amigo el ingeniero Vedrina, oriundo de Zagreb. En ese tiempo, él también pertenecía a nuestro círculo de amigos íntimos.

Cuando llegamos a Daruvar, mujeres nos trajeron comida, pero los partisanos no les permitieron alcanzárnosla. Era el undécimo día de nuestra penosa marcha -descalzos y semidesnudos, pues los guerrilleros de Tito nos habían expoliado de todo- cuando nos dieron pan. Cada pan pesaba cerca de dos kilos y debía repartirse entre veintiséis personas. En Daruvar nos ubicaron en la feria, donde permanecimos cinco días. Luego nos trasladaron a una pradera. De allí llevaron diariamente a unos diez hombres so pretexto de hacer la limpieza de la ciudad, pero ninguno regresó. Presumo que su destino era la muerte violenta. Allí cocinaban maíz en grano y nos daban por día un decilitro de maíz con agua.

Eso duró dos días y luego nos condujeron a Pakrac. Allí nos instalaron en un aserradero, donde dormimos ocho días, y después nos llevaron a Lipik a un granero estatal. Nos quedamos sólo dos días. Recién nos dieron dos veces por día comida caliente, aunque insuficiente. Al segundo día por la tarde, nos pusieron en hileras y nos condujeron, vía Daruvar y Grubisno Polje, a Bjelovar. En Daruvar se llevaron dos hombres al comité popular sin que regresaran. A ambos los reclamaba una guerrillera comunista y a Drago Sautner trataron de quitarle por la fuerza el anillo nupcial.

Al arribar a Bjelovar, nos instalaron en los cuarteles militares Vojnovic, la policía Secreta OZNA nos interrogó y luego nos agruparon en batallones de trabajo. Yo formé parte del IV batallón de trabajo, destinado a trabajar primero en Varazdin y sucesivamente en Sarajevo, Banjaluka, Prijedor, Palanciste, Jajce, de nuevo a Banjaluka, donde nos desmovilizaron el día 1/X/1945.

De Prevalje a Sisak nos acompañaron los montenegrinos, de Sisak a Daruvar de nuevo los serbios, miembros de la XII brigada Krajiska, y de Daruvar a Bjelovar guerrilleros lugareños. En Bjelovar se encargaron de nosotros de nuevo los montenegrinos. El comandante del batallón era un tal Rade Uzelac, y el comisario Sava Savanovic, ambos serbios, oriundos de Raic.

Le Frachette, Italia, 26 de abril de 1952.

MATEO STANKOVIC, m. p.

 

 

XXX - MATANZAS Y SADISMO EN LAS MARCHAS DE MUERTE

Testimonio de un menor, salvado por oficiales del ejército búlgaro

Aunque muy joven no escapé a las atrocidades de los sanguinarios partisanos y de sus cómplices. Quedó hondamente grabado en mi memoria el año 1945, y aún más la tragedia y el asesinato de mis padres en 1944. Me quedé solo, huérfano, sin cumplir 16 años, sin experiencia, pero, por fortuna mi padre se conocía bien con el mayor Braco Tomljenovic. Este se apiadó de mí y me tomó a su cargo el 23 de julio de 1944. Tres veces me fui al frente con el mayor Braco Tomljenovic hasta los lagos Plitvice y un sector del Gorski Kotar.

Luego residía en Ogulin hasta la retirada que se inició el 3/V/1945 ante el avance masivo de los guerrilleros comunistas. Nuestro batallón XXXIII de Ogulin emprendió la marcha el 4/V/1945 a través de Eslovenia en dirección a Austria. Con nuestro batallón se retiraban muchísimos civiles, hombres y mujeres, niños y ancianos. La columna contaba 4.300 personas, excluyendo niños menores de diez años El batallón iba adelante, limpiando el camino y asegurando el tránsito a la columna. Los jóvenes soldados y los de mayor edad fuimos todos resueltos a aguantar hasta Austria.

A marchas forzadas atravesamos Delnice rumbo a Rijeka. Allí nos proveímos de combustible para nuestros vehículos, que debieron llegar a Zidani Most y luego por Maribor a Dravograd. Arribados a Dravograd el 8/V/1945, pensábamos proseguir hacia Austria para solicitar asilo. Entre Dravograd y Austria, en un campo llano, nos detuvieron tropas inglesas, amenazando emplear armas contra nosotros. Nuestra columna se detuvo y preguntó por las razones de su detención. Los ingleses respondieron: "Os prometemos que nada os pasará. Regresad sin miedo a vuestros hogares". La gente empezó a desmoralizarse, pues sabíamos muy bien que a nuestras espaldas se hallaban los partisanos sanguinarios, que nos matarían y exterminarían, lo que, en efecto, sucedió pocas horas después.

El día 9 de mayo, a las ocho de la mañana, se presentaron dos oficiales comunistas, un teniente y otro comisario nombrados Stojan Gojko y Josip Dabac, de nacionalidad serbia y croata, respectivamente. Fueron a negociar con los ingleses para que se les entregara el botín, que perseguían desde Maribor hasta el campo de Dravograd. Creo que si los ingleses hubiesen sabido que íbamos a la muerte segura, no nos hubieran entregado al matadero. Los negociadores comunistas aseguraban a los ingleses que nada le pasaría a nadie, que debíamos volver a nuestras casas, pues la guerra había terminado y restablecido la plena libertad. Eso lo oímos con nuestros propios oídos.

El mismo día, a las 12 horas, el comando inglés impartió súbitamente la orden de que todo nuestro grupo depusiera las armas, considerando que la guerra había acabado y que teníamos que regresar a nuestros hogares, con completa seguridad por nuestras vidas. Miles y miles pensaban que, efectivamente, así sería. En el momento de la entrega de armas, Braco Tomljenovic exclamó: "Muchachos, soldados míos, quien quiera que me siga". En un abrir y cerrar de ojos se reunieron 200 combatientes y desaparecieron en el bosque. Después no he visto al mayor Tomljenovic ni a los demás conocidos.

Mi columna, que por engaño fue entregada a los partisanos, fue en el acto formada en fila, debiendo regresar por el mismo camino y dirección como llegó. Alejados apenas unos cuantos kilómetros de las tropas inglesas, empezaron a golpearnos con culatas en la cabeza y el cuerpo, arrancándonos dientes y quebrando cotillas. Quien un poco se desviaba de la fila, caía de un tiro, de cuchilladas o de golpes mortales. No soy capaz de escribir todos esos horrores y atrocidades.

Llegados a Maribor, los comunistas, de ropa civil, nos dispensaron "muy cálida" acogida a porrazos, pedradas, con agua caliente, a hachazos, insultándonos: "Hay que matarlos a todos, malditos demonios, banda croata". Nos propinaban golpes sin consideración alguna por las mujeres y los niños. Quedaron en el suelo muertas 96 personas de nuestra columna, víctimas inocentes de los comunistas de Maribor.

He sido menor de 16 años pero puedo recordar lo que he vivido y visto con mis propios ojos. De Maribor a Zidani Most, donde llegamos el 14/V/1945, vimos graves crímenes: cuerpos deformados y amputados de manera inverosímil. De los árboles colgaban cuerpos desnudos, perforados a cuchilladas en muchísimas partes, con ojos, corazón, lengua, genitales y uñas arrancados, con intestinos extirpados, cabezas cortadas, etc. Muchas jóvenes tenían las manos pasadas por las cavidades del seno o las manitas infantiles pasadas a través de las tetas y el seno maternales. Eso hacían los serbios chetniks y partisanos de Tito con el pueblo croata en el año 1945.

Semidesnudos y descalzos fuimos expuestos a las más terribles torturas, debiendo caminar por rutas pedregosas, de manera que la piel se desprendía de los pies de muchos hombres, dejando un vestigio evidente, líneas de sangre, mientras nuestros verdugos montaban en los caballos y con risa desenfrenada saboreaban ese espectáculo como si llevasen ganado al matadero. El comandante principal era el serbio Stojan Stojko, oriundo de Nocile, también principal responsable del asesinato del general Jorge Francetic cuando cayó con el avión.

Si mal no recuerdo, de Zidani Most desaparecieron 34 soldados, incluyendo oficiales, y varios sacerdotes católicos, monjas y otras personas. Nunca más tuvimos noticias de ellos. Todos nos dimos cuenta de su triste sino cuando los verdugos serbios gritaron a voz en cuello: "Aquí ustachi, dénnos sacerdotes que los vamos a juzgar ante el pueblo esloveno de Zidani Most". Entre gritos e insultos, después de unas horas oímos ráfagas de ametralladoras en dirección de un pozo, donde los mataron y arrojaron, unos sin vida y otros debatiéndose todavía con la muerte. Después del griterío, resonaban en la oscura y calma noche aullidos de moribundos y gritos pidiendo socorro. Era ya tarde. Algunos de nuestra columna se encaminaron en esa dirección para socorrer a los heridos. Nuestros verdugos, apenas se dieron cuenta, traspasaron a cuatro a bayonetazos.

El 15/V/1945, en una pequeña aldea entre Zidani Most y Ljubljana, topamos con una unidad militar búlgara y su comando. Nos detuvieron en el acto, sin consulta ni consentimiento del comandante Stojko. Luego preguntaron a los de las primeras filas por qué nos perseguían y mataban sin consideración alguna. Al cabo, de pocos minutos saltó Stojko como animal y con la pistola automática rusa mató a Slavko Boric, Mijo Todorovic y Mateo Zoric, quienes contestaban al comandante búlgaro. Al ver los oficiales búlgaros cómo los partisanos serbios mataban al desarmado ejército croata y a los civiles exhaustos, saltó uno de ellos con sus soldados, agarró a Stojko y le dio dos bofetadas, gritándole con voz trémula de indignación: "Verdugo, tú no das la muerte a esta gente por ser ustachi, sino por ser croatas". Luego añadió: "Ves esos tres cuerpos inocentes que cayeron por sus derechos y por su país". Momentos después lo agarraron dos oficiales búlgaros y lo llevaron hacia una hondonada y un arbusto y poco después se oyó un disparo. Lo ejecutaron los oficiales búlgaros. Les doy mi agradecimiento.

Desaparecido el verdugo Stojan, sus soldados fueron devueltos a su brigada, acompañados unos 10 kilómetros y desarmados por el ejército búlgaro. De nuestra columna se encargó el comando búlgaro. El 16/V/1945, a las cuatro de la tarde, la gente, ya completamente agotada, se sintió libre del miedo y el peligro. Nos dieron comida y suficiente descanso. Mientras estuvimos con los búlgaros nada nos pasó. Nos enseñaban lugares donde yacían cuerpos desfigurados, también de mujeres y niños, de tal modo que no se reconocía si eran seres humanos o bestias despedazadas.

El 18/V/1945, el comandante de la unidad búlgara, Reziorz, ordenó que la columna bajo custodia y control de sus soldados prosiguiese por tren hasta Rijeka. Así fue. Nos dieron algo de comida como primer auxilio. Cuando llegamos a Rijeka nos entregaron a las autoridades civiles bajo la condición de que deberíamos ser tratados como civiles y enviados a nuestras casas, conforme a las instrucciones del comandante Reziorz. Nos tomaron datos y luego nos mandaron a nuestras casas sin condiciones.

Disuelta nuestra columna el 23/V/1945, muchos jóvenes se quedaron para servir en la marina o trabajar. Yo llegué a Karlovac el 24/V/1945, donde fui detenido con varios sobrevivientes. Nos pusieron en el campo de concentración Dubovac como pertenecientes a las tropas auxiliares de ustachi. La policía OZNA nos interrogó y fuimos penados judicialmente como menores a tres años de presidio en Stara Gradiska. Como menor estuve en la cárcel hasta 1948. Sin libertad, derecho alguno y protección hasta 1956, cuando salí de mi país en busca del mundo libre.

Declaré todo lo que vi y pasé como menor.

Recuerdos imborrables y hondo reconocimiento al comandante búlgaro Reziorz, que liquidó a nuestro verdugo y salvó nuestras vidas.

Munich, Alemania, el 4 de septiembre de 1960.

JOSE JELENIC, m. p.

 

 

XXXI - LOS CIVILES EN "LA MARCHA DE MUERTE" DE BLEIBURG A ZAGREB

Fragmentos de un extenso informe de un ex empleado público, titulado "16 años en las cárceles comunistas". El original, escrito a máquina, consta de 98 páginas a un espacio. Transcribimos a continuación un capítulo de los sucesos vividos por el autor en 1945, que abarcan 20 páginas, firmada cada una en Italia, en el campo de refugiados St. Antonio, el 25-III- 1961 en presencia de seis testigos

"Yo, el infrascripto, Marko Bozidar, nacido el 8/XI/1915 en Bijelo Polje, distrito Mostar (Herzegovina), hallándome en tránsito en Italia, declaro y firmo con extrema responsabilidad moral y humana lo que sigue:

La capitulación de la Yugoslavia monárquica me sorprendió en el ejército a principios de abril en Trebinje. Constituido el Estado Independiente de Croacia, tomé el servicio como guardia de tesorería en Visegrad. En el verano de 1941 los chetniks (nacionalistas serbios) irrumpieron desde Serbia, y asediaron largamente a Visegrad. La pequeña guarnición croata de la ciudad se retiró con la garantía del ejército italiano, que luego entregó el poder a sus protegidos, los chetniks de Draza Mihailovic, que perpetraron una matanza estremecedora de la población musulmana. A continuación me empleé en Zagreb, en el Ministerio del Interior, donde permanecí hasta mayo de 1915.

 

El éxodo de la gran masa del pueblo

 

En la segunda mitad de abril de 1945, me encontré con mis familiares en Eslavonia, cuando se replegaba el ejército croata. Se hablaba de retirada planeada. No fue sólo la retirada del ejército, sino el éxodo espontáneo de la gran masa del pueblo ante el avance de los guerrilleros comunistas (partisanos). Niños, mujeres, chicos, ancianos y ancianas se pusieron en marcha, por los caminos y en trenes. Los campesinos abandonaban sus hogares con familias enteras y cargando sobre los carros sus enseres se dirigían a Zagreb. En vano alentaba el ejército a la gente a no abandonar sus casas, asegurándole que volverían pronto. Quienes durante los últimos cuatro años habían tenido la oportunidad de conocer a los partisanos, los rehuían temerosos.

Todos los medios y vías de trasporte estaban tan sobrecargados que la marcha era sumamente lenta. En los trenes de pasajeros y de carga la gente iba colgada como abejas de una rama. De Slavonski Brod a Zagreb viajé dos días. Zagreb estaba hacinada de fugitivos. Huían, junto con los croatas, incluso los nacionalistas serbios chetniks y los nacionalistas montenegrinos. Todos fueron tratados como huéspedes, si bien los chetniks durante la guerra hicieron mucho mal al pueblo croata.

El 6 de mayo de 1945, por la tarde, me dirigí en un camión, en compañía de varios colegas de mi oficina, a Austria vía Eslovenia. Las rutas estaban atascadas, principalmente por los carros campesinos. (Se omite la descripción de la retirada y la lucha cerca de Dravograd).

El 14 de mayo por la tarde llegué a un extenso campo de varios kilómetros de longitud y de anchura. A su vera, bajo un monte, corre el camino para Austria (Bleiburg). Se aglomeró en ese campo una multitud de varios centenares de miles, agotada del fatigoso viaje de varios días. Nunca en mi vida vi tanta gente congregada.

 

Saqueo y despojo de la columna de los repatriados forzosamente

 

Amaneció el día 15 de mayo de 1945. Todavía arribaban nuevas columnas. Se acercaba el mediodía y nadie se movía. Nadie supo explicar por qué no adelantábamos. Después del mediodía llegó, del comando supremo, como un trueno desde el cielo sereno, la orden al ejército de deponer las armas. (Sigue a continuación la descripción de las escenas dramáticas de la rendición del ejército, la repatriación de los exilados y la formación de columnas a efectos de la repatriación).

La columna empezó a salir a la ruta y avanzar en una atmósfera lúgubre, no hacia Austria, sino por el camino indirecto hacia Dravograd. Caminé así dentro de la columna unos dos kilómetros, cuando súbitamente oí el griterío de los partisanos. Vi que se llevaban a los oficiales y suboficiales ustachi y domobrani. Pocos se salvaron.

Durante los primeros kilómetros. no se produjeron escenas terribles ni masacres. Gradualmente, la guardia partisana se reforzaba, vestida principalmente con trajes nacionales serbios, con mezcla de distintos uniformes militares. Ibamos por un camino malo, bordeando la frontera de Austria, al norte de Dravograd. A medida que nos acercábamos a Dravograd, recrudecía el terror. Varias veces resonaron ráfagas de ametralladoras en los bosques contiguos, sembrando la muerte entre los sacados de la columna. Empezó el saqueo y el despojo por parte de los guerrilleros comunistas. Quitaban a la gente, mortificada, hambrienta y extenuada, calzado y ropa, registraron bolsillos, robaron carteras, dinero, relojes, anillos, y cuanto objeto de valor encontraron. Las mujeres que habían huido, llevaron consigo alhajas y cosas de valor. Los partisanos las despojaron de todo: brazaletes, cadenas, collares, pendientes, anillos, etc. No me es posible describir todos los casos de saqueo y presencié, por lo menos, 150 casos semejantes cuando sacaban a hombres y mujeres y los robaban. En aquellos momentos nos parecía normal tal saqueo y tal expoliación.

Más que eso temíamos culatazos y palos, que propinaban a militares y civiles.

Ante Dravograd, atravesamos un puente, donde llovieron las palizas. Varios partisanos empujaban al puente con culatazos y golpes a los prisioneros. Entonces vi los primeros muertos: dos soldados asesinados yacían cerca del puente a la vera del camino. El camino era malísimo y el puente de madera, poco resistente y destartalado. Mientras corríamos eludiendo los golpes, el puente temblaba de un extremo al otro. Delante de mí iba una mujer cargada con un niño. Un partisano le propinó en la espalda un garrotazo tan recio que la infeliz se desplomó en el acto. Le gritó: "a dónde huías, p... croata?" Cuando un hombre intentó levantarla, le descargó fuertes golpes. Yo corrí, gacha la cabeza, y recibí un golpe tan fuerte en la nuca que apenas me mantuve de pie. Allí se maltrató a la gente de modo bestial. Pasado el puente, advertí que las filas de los partisanos se hacían cada vez más densas. Era evidente que acudían para saquearnos. Primero les tocaba el turno a los que tenían mejores trajes. A mí me quitaron anillo y reloj. La columna, todavía ayer bien vestida, estaba ahora harapienta y descalza. Pocos eran los soldados completamente vestidos. Preguntados por su uniforme, no podían contestar que los partisanos se los habían robado, pues eso equivalía a calumniar al "ejército de la liberación nacional" No me atreví a volver la mirada ni a presenciar escenas espeluzantes que se sucedían a lo largo del camino.

Al anochecer del mismo día pasamos por Dravograd. En menos de un día de marcha perecieron millares de prisioneros en los bosques circundantes, mayormente oficiales croatas.

 

Matanzas y violaciones de las mujeres

 

Por la noche, apenas atravesamos Dravograd, nos agruparon en columnas más pequeñas y reforzaron la guardia armada con pistolas ametralladoras. Nos esperaba una noche sombría, mortal para tantos. Nos asignaron nuevos guardias. De sólo mirarlos se advertía que estaban sedientos de sangre y matanza. Esa noche el río Drava se tragó a muchos. Con frecuencia se oía el repiqueteo de las ametralladoras, aullidos y gritos de socorro, llanto de mujeres y muchachas. Algunas fueron violadas y luego asesinadas, muchas deshonradas y reincorporadas a la columna. Al día siguiente una muchacha, de nombre María, me contó los horrendos actos a que la sometieron. Por casualidad no me tragó esa noche el río cuando, agotado totalmente, me caí y me dormí. (Se omite el relato de la salvación de un grupo de prisioneros ).

 

Nuevas escenas de terror y crueldad

 

El terror, en lugar de ceder, arreció al día siguiente. Era caluroso y el sol fuerte. Nadie podía tomar agua. La gente se desplomaba de sed, fatiga, hambre y agotamiento total. Quienes no pudieron proseguir fueron rematados. Vi a muchos cargados por sus amigos, mientras los guardias gritaban:

-"Déjenlos, nosotros los curaremos".

Cerca de cada arroyo o charco de agua, se apilaban cadáveres. Allí los partisanos solían esperar y asesinar. Por ese motivo no me atreví a acercarme al agua. En un lugar, al lado izquierdo del camino, vi lo que ni las bestias hacen. Cerca del camino había una artesa en que goteaba el agua a través del muro por un tubo delgado. Fijé los ojos en ese hilo de agua, pues me moría de sed. Se me pasó la sed tan pronto vi cinco o seis cadáveres y, entre ellos, el cuerpo acribillado de una mujer. Yacían alrededor de la fontana en charcos de sangre y agua. A pocos metros se hallaba un partisano con pistola y bombas. Pregonaba:

-"Quien tiene sed, puede tomar agua fresca aquí".

Ansioso esperaba que se acercase alguna víctima.

Vi también a oficiales comunistas que solían pasar montando sobre un caballo. Ellos fueron los artífices y autores de esas masacres. Me acuerdo de dos coches que pasaron de Maribor a Dravograd, con oficiales superiores. Vi a un gordinflón, profusamente ornado con condecoraciones y abigarrados galones en las hombreras.

Ese día atravesamos la localidad Marenberg. Allí vi a soldados rusos y dos guerrilleros oficiales a caballo. A la salida de la localidad, a medida que pasaba la columna, separaban a los soldados jóvenes. De mi grupo separaron a tres. En la ruta había también soldados rusos y sacaban a los hombres de la columna. Hubo también oficiales partisanos en esa "comisión", según la calificamos en la columna.

Proseguí, hambriento y cansado. Quien tenía algún terrón de azúcar o bizcochos se consideraba un ricachón. Llevaba conmigo medio kilo de azúcar, mi sustento hasta llegar a Croacia.

 

Nuevos saqueos, matanzas y crueldades interminables

 

Alejados de Marenberg, topamos con un partisano a la vera derecha del camino, quien me invitó a que saliera de la columna. Cerca de él yacían muertos un soldado, cara arriba, y un civil tendido de bruces. En total fuimos sacados seis. Nos revisó y a mí me quitó todo el dinero y otras pertenencias menores. Cuando registró al penúltimo, encontró un reloj bajo su sobaco, atado con piolín a través del hombro. Le quitó todo y, acto seguido, lo mató alegando que estaba engañando al ejército de la liberación nacional, no obstante haberle implorado éste que le perdonara la vida.

Todos los vehículos, hasta los carros campesinos, fueron requisados por los partisanos. Los padres cargaban con sus chicos. El haber podido aguantar era un milagro de verdadero amor paternal. Yo era joven y soltero y a duras penas sobrepasé todo eso. A muchos les ayudamos llevando en brazos a sus chiquitos. Yo también ofrecí mi ayuda a todos los padres de nuestro grupo. Muchas esposas derramaron amargas lágrimas al ver llevarse a sus maridos y asesinarlos. Muchas madres perdieron a sus hijos, abandonados a su buena suerte y corriendo tantos peligros Vi muchos casos semejantes. A los pequeños que no podían aguantar tal esfuerzo, estuviesen o no con sus padres, les tendimos nuestra mano de cristianos, en este vía crucis. Lo peor era para los padres y los que los rodeaban, cuando los chicos pedían agua, sin que fuera posible decirles que no había agua y que muchos perdieron su vida a causa de un sorbo de agua.

 

Con uno que estuvo en el foso con los fusilados

 

Por la tarde de este día alcancé a un joven, descalzo, con pantalones muy estrechos, en camisa y sin sombrero. Me contó que el día anterior había sido sacado, con otros, de la columna, llevado a un bosque en un vallecito. Allí encontraron un elevado número de prisioneros. Los desvistieron y fusilaron en grupos de 10 a 15 hombres, en presencia de muchos partisanos y de tres oficiales. Todos estaban armados con fusiles ametralladoras. Quienes intentaron fugarse, encontraron instantánea muerte.

Me dijo que los partisanos habían traído nuevos grupos, ordenándoles quitarse la ropa, que luego apilaban. Generalmente eran oficiales y suboficiales croatas, pero hubo también muchos oficiales y soldados alemanes. Me contó también que en el momento de llegar él, había allí un centenar de hombres listos para ser fusilados y un número mayor de muertos. Cuando le tocó el turno y lo colocaron con su grupo al borde de un foso de varios metros de profundidad, frente a una ametralladora pesada, manejada por un partisano, decidió tirarse en el momento en que el verdugo apretara el gatillo. Con suma atención siguió sus movimientos, y en el preciso momento saltó al foso. Le cayeron encima los soldados fusilados, quedando sepultado bajo sus cadáveres Empapado de sangre, no osó moverse ni gritar. Dispararon luego ráfagas sobre los cadáveres para que nadie quedase con vida. Al partir los verdugos al anochecer, cumplida su tarea sanguinaria, empezó a escabullirse con cautela y luego anduvo por el bosque buscando agua para lavarse. Encontró un arroyuelo y poco después se acercó furtivamente a la casa de un campesino esloveno pidiendo ropa. Le dieron el pantalón que llevaba puesto. Más tarde, muy cauto, se unió a la columna. Por lo que me contó y por lo que vi y oí, estoy seguro de que decía la pura verdad. Era teniente del servicio del trabajo. Recuerdo que era de Zagreb, que se llamaba Zlatko, pero me olvidé de su apellido

 

Nuevos suplicios y crueldades

 

La noche, por lo menos para mí y mis vecinos, pasó sin nuevas desgracias. Cuando anocheció, nos desviaron -éramos cerca de 2.000- a un bosque contiguo, donde pernoctamos. Al día siguiente, el 17 de mayo de 1945, se llevaron a mi paisano Andrea Zovko, empleado estatal en Sarajevo. Estoy convencido de que en esta ocasión lo mataron. Proseguimos hacia Maribor. Sufríamos de sed, pues nos dejaban tomar agua. Siempre caminé por el medio del camino, sintiéndome de esa manera un poco más seguro de los arranques de nuestros custodios. No obstante, ese día uno me sacó de la columna, quitándome el traje a cambio de sus pantalones rotos. Me quedé con un tapado de media estación que salvé por haberlo ensuciado y arrugado adrede. Me había quitado los zapatos también, que me devolvió por ser chicos. Por su habla pude constatar que nuestros guardias eran serbios.

El mismo día, a eso de las 11 de la mañana, llegamos a una fuente, a la derecha del camino. Había allí varios muertos y un partisano que esperaba nuevas víctimas sedientas. Al llegar las últimas filas de nuestra columna, un partisano que iba a caballo ordenó dar vuelta atrás. Retrocedimos hasta que la cabeza de la columna alcanzó nuevamente la fuente. Acto seguido ordenó dar una vuelta más hasta que las últimas filas llegaron a la fuente. Esa marcha y contramarcha se repitió varias veces, hasta caer la tarde. Esa tortura fatigó y mortificó tanto a la gente, que se moría de hambre, varios se desplomaron medio muertos, sobre el camino y la canaleta. Los demás partisanos descansaban, y únicamente el que montaba sobre caballo rondaba alrededor acechando a las víctimas, es decir a los que osaran tomar agua. Estaba a unos 100 metros de mí un hombre que no pudo aguantar más y se precipitó hacia la fuente. Oí el disparo y luego vi su cuerpo tendido al lado del agua. Un chico, de 8 a 10 años, pidió permiso a dicho jefe partisano para tomar agua. Lo rechazó brutalmente. Llegados a Maribor, me contó un conocido del hombre asesinado junto a la fuente, que éste se había acercado deliberadamente queriendo acabar con sus sufrimientos. Estaba enloquecido y no quiso detenerse cuando o los demás trataron de disuadirlo.

A los que cayeron allí de agotamiento y suplicios psíquicos, los partisanos les pegaron y torturaron, empujándolos a proseguir la marcha. El calor, el polvo, la sed y aquellas idas y vueltas al lado del agua que no podíamos beber, todo era tan fatigoso que los que pudimos soportarlo evidenciamos una notable capacidad de sufrimientos. Cuando, por fin el sádico que nos hizo dar vueltas alrededor del agua prohibida, se hartó de nuestros suplicios y ordenó reanudar la marcha hacia Maribor, nos sentimos aliviados.

Antes de llegar a Maribor, topamos con tres jóvenes tocados con gorras comunistas de cinco puntas, que hablaban esloveno. Sacaban de la columna a quienes tenían alguna prenda de cierto valor y se la quitaban. Nuestros guardias no decían nada

 

De Maribor camino a Croacia

 

Arribamos a Maribor de noche avanzada. Nos dejaron en paz. Nos tendimos sobre las calles, plazas y veredas, extenuados y muertos de sueño. Por la mañana, volvieron a separar a los jóvenes y a los que tenían uniformes militares, mejor dicho, los restos de los uniformes. Por suerte, a mí no me tocaron, pues tenía la barba crecida y parecía mayor, vestido con los harapos de un traje civil. De nuestro grupo quedamos muy pocos. Ya no caminábamos es columna sino en grupos de 50 hombres. La mayoría fue retenida en Maribor. A no mucho de andar, me paró un partisano, ordenándome darle mis zapatos. En trueque me dio los suyos, rotos, que me venían chicos. Tenía los pies completamente llagados. Las plantas eran una sola llaga. Temí quedarme en el camino y perecer. Tiré los zapatos, me vendé los pies y proseguí. Se repetían los saqueos y torturas, pero en menor escala. Hasta nos permitieron pedir agua en las casas particulares.

Pronto llegamos a Croacia y en Krapina nos apiñaron en un pequeño parque, atestado de prisioneros y fugitivos. Se presentaron "las autoridades populares" y separaron a los que tenían menos de 50 años. Se llevaron a ancianos y mujeres. Nos formaron en fila en un cuartel, nos registraron y expoliaron a los que tenían alguna prenda íntegra. A mí no tenían ya nada que quitarme. Es verdad que uno quiso llevarse mi abrigo de media estación, pero le iba grande.

De allí nos llevaron rumbo a Zagreb. A poco de andar divisamos en la lejanía una aldea recostada sobre una colina, y fuera de la aldea un espacio rodeado de alambradas de púa. Estaba lleno de gente, se notaba fuego y humo, y concluimos que nos estaban conduciendo a un campamento de prisioneros. Decidí fugarme, y en la aldea Sv. Kriz me deslicé entre las casas campesinas y con un amigo me escondí en un chiquero. Cuando pasó la columna nos sorprendió la patrona y temimos ser denunciados. En cambio, nos dio pan y nos recomendó que huyéramos, pues corríamos grave riesgo ella y nosotros.

Nos dirigimos a través de las praderas y campos a Zagreb y a la puerta de la ciudad nos unimos a los grupos de ancianos, mujeres y niños. En un bosque, a la entrada a Zagreb, había cinco o seis mesas tendidas, ocupadas por los empleados del "departamento militar", según nos enteramos después. Eran todos zagrabienses con ánimo de ayudarnos. No preguntaron mucho y nos dieron pase para regresar a casa, a mí hasta Vucevac, cerca de Djakovo en Eslavonia, donde mis padres se refugiaron durante la guerra ante el terror de los chetniks. Los ferrocarriles funcionaban pésimamente, de modo que me fui andando, eludiendo los controles partisanos. El pase me valió mucho en tantas ocasiones. (Omitimos el relato del viaje).

 

Nueve mil asesinados en una columna de doce mil prisioneros

 

En la misma dirección iban las columnas de los prisioneros y fugitivos croatas bajo fuerte custodia. Topé con un conocido mío, fugado de la columna de muerte. Me dijo que eran unos 12.000 y cuando llegaron a Novi Sad quedaron sólo 3.000. Lo sabía con precisión, pues era uno de los encargados de repartir el pan, a saber 150 gramos por día a cada integrante de esa columna. Por lo tanto, en el trayecto perecieron en forma bestial 9.000 personas, a menudo asesinadas por la población civil, cuando, más tarde, marcharon a través de Serbia.

Cuando en el camino se nos preguntaba quiénes éramos y de dónde veníamos, contestábamos: Somos serbios y volvemos del trabajo forzoso en Alemania, a nuestros hogares en Serbia. Tuvimos ocasión de escuchar las más terribles amenazas y declaraciones chovinistas contra los croatas a quienes los serbios, con a ayuda rusa, iban a exterminar ahora, durante 40 años, hasta apoderarse de la costa adriática. En el camino vimos camiones y trenes repletos de muebles y varios objetos que trasladaban desde Zagreb y otras ciudades croatas a Serbia.

A Vucevac llegué el 27/V/1945. Allí se habían radicado varias familias de Herzegovina durante la guerra. Todos lloraron a sus hermanos e hijos muertos. Luego me empleé en Osijek en una fábrica, donde conocí a Antonio Runja, de profesión sastre y de origen croata. Este había logrado en Eslovenia, durante la retirada, infiltrarse entre los partisanos, lo incorporaron a un pelotón de fusilamiento y tuvo que disparar con la ametralladora contra los prisioneros, matando a centenares. Tenía los nervios completamente alterados por lo que vio y vivió.

 

"La enfermedad partisana"

 

Debí salir de Vucevac, pues empezaron a radicarse allí los serbios, a poco de la conquista de Croacia, hostigando a los pobladores croatas. Los había que sufrían ataques, la llamada "enfermedad partisana", entre ellos Djordje Vujnovic y Bosiljka Djuric. Esta guerrillera serbia mató a un centenar de alemanes en el campamento para la minoría alemana en Krndija, conforme me lo contó ella misma. Después padecía de la enfermedad partisana. Cuando esos enfermos eran presa de tales arranques, se arrastraban convulsionados y retorciéndose por el suelo y en su delirio pedían víctimas para degollarlas. Los comunistas organizaban a los agentes provocadores, que invitaban a los jóvenes croatas a unirse a las fuerzas de resistencia en los bosques, llamadas "cruzados" De ese modo arruinaron gran número de mis conocidos. Me salvé por casualidad, pues a la sazón no estaba en casa. (Se omite el relato de la detención de un grupo de croatas en Vucevac).

En ese tiempo llegaron tristes nuevas de Bijelo Polje en Herzegovina: los partisanos, ex chetniks, habían asesinado a mucha gente, entre ella ancianos y enfermos. Fueron asesinados sin sumario ni enjuiciamiento. Bastaba denunciar que mantenían contacto con los "cruzados".

Más tarde, se suavizaron los métodos represivos comunistas, pero seguimos sufriendo y en constante peligro, pues la Policía comunista extorsionaba a los detenidos obligándolos a delatar a sus conocidos. Muchos, puestos entre la espada y la pared, denunciaron a quienes ni soñaron tomar parte en acciones ilegales.

En la segunda parte de estas memorias relataré mi encarcelamiento. Al comienzo pensé que podría considerarme feliz de no haber muerto como tantos conocidos míos, pero luego llegué a desear la muerte y con ella el fin de padecimientos físicos y psíquicos. Tras tantos y tan horrendos suplicios, conservé la vida gracias a mi fuerte organismo y por no existir otro cargo contra mí, salvo el de patriota croata.

Describí una parte de los horrores del vía crucis croata de 1945, conforme lo denomina el pueblo. No tengo vocación de escritor, pues no sé siempre expresarme en debida forma y cometo muchos errores de sintaxis. Por eso admito las correcciones necesarias, redundancias, omisión de palabras y de fragmentos íntegros, a condición de no alterar ni tergiversar mi pensamiento y los acontecimientos a que me refiero.

Doy término a mi declaración. Firmé las veinte páginas en el campo de St. Antonio el 25/III/1961 ante los siguientes testigos: El conde Horvat-Budinszky, de nacionalidad búlgara; Kajtazi Nik, estudiante albanés; Andrej Simcin, empleado ruso; Juan Saric, obrero croata; Esteban Markotic, obrero croata y Angel Baricevic, artesano croata.

MARKO BOZIDAR, m. p.

 

 

8. MATANZAS EN DISTINTOS LUGARES DE CROACIA

 

XXXII - LA MATANZA DE 5.000 PRISIONEROS CROATAS EN LOS ALREDEDORES DE LA CAPITAL DE CROACIA

 

Testimonio de un sobreviviente que se salvó por ser mecánico.

Durante la guerra serví en el ejército croata (Domobrani). Al terminar la guerra, ocuparon Zagreb los guerrilleros comunistas de Tito e hicieron prisioneros a cerca de 5.000 soldados croatas de distintas armas.

Eso ocurrió en Sestine, en los alrededores de Zagreb. Se hizo presente entonces el comandante de la sexta división proletaria "Nicolás Tesla", general Djoko Jovanic y dijo:

"A todos los bandidos que sirvieron en el ejército croata debemos fusilarlos".

Lo dicho, hecho. Pero, para fortuna mía y de algunos más, los partisanos carecían de personal técnico. Por eso escogían a artesanos y obreros calificados. Yo soy mecánico de automotores y chofer. En total separaron a un centenar de obreros especializados y los demás fueron pasados por las armas.

Desgraciadamente, tuve que presenciar cómo los guerrilleros y guerrilleras comunistas obligaban a los soldados a cavar a pico y pala su propia tumba. Por varios días consecutivos se oían ráfagas de ametralladoras: los guerrilleros fusilaban a los desarmados soldados croatas.

Me destinaron a la primera brigada de la sexta división proletaria "Nicolás Tesla". Allí, trabajé, según la necesidad, en el taller mecánico o como conductor de automotores. El comandante de la primera brigada era el mayor Milos Cankovic y comisario el mayor Andrija Muhek. El comandante Milos Cankovic es oriundo de Lika (Ploce) y el comisario Andrija Muhek de Hrvatsko Zagorje (Marija Bistrica). Luego hubo relevo de comisario. Andrija Muhek se fue no sé a dónde y su puesto fue ocupado por el mayor Bosko Kerkez, oriundo de Kordun. Todos esos oficiales comunistas eran severos. Trabajé allí un año y medio sin remuneración alguna. Luego me dejaron, y ya de civil seguí vigilado por agentes comunistas. Siempre tuve intención de escapar de su servidumbre y me siento feliz de haberme liberado de los tiranos comunistas.

 

Stuttgart (Alemania Occidental), 8 de abril de 1956

SOSTARIC STJEPAN, m.p.

 

 

XXXIII - POZOS CON LOS CADAVERES DE LOS CROATAS DE KARLOVAC

Declaración de un testigo ocular

TOMAS KRAKAR, obrero, nacido el 15/XII/1928 en Jezerane, aldea Crnac N° 24, distrito Brinje, declara lo siguiente:

En diciembre de 1945 me fui de Jezerane con varios amigos en busca de trabajo. Conmigo estaban: Vlado Sebalj, su hermano Tomás, su padre Jorge Sebalj, apodado "Longa", José Sebalj, todos oriundos de Sveta Nedjelja, municipio de Krivopolje, distrito Brinje, además de Daniel Jelic, oriundo de Jezerane. Ibamos a pie hasta Josipdol y luego por tren a Vojnici. Allí encontramos trabajo en la limpieza del túnel del ferrocarril forestal que une Vojnici con Petrova Gora. Paseando el séptimo día cerca del túnel, noté que el agua extraía de ciertas cavidades intestinos humanos. Mire mejor y constaté que bajo una tenue capa de tierra, de 10 a 15 centímetros de profundidad, había una gran masa de cadáveres humanos. Esos pozos se hallan cerca del túnel; el primero alejado 50 metros. Hay en total unos treinta túneles de 10x15 y 10x20 metros, extendidos en una superficie de 100x100 metros. Qué profundidad tiene, no pude comprobarlo.

Allí, mismo me encontré con una pastora, de nombre Eva, oriunda de Vojnici, que me contó lo siguiente: los partisanos, durante un mes, después de terminar la guerra, traían allí a soldados y civiles croatas de Karlovac, los mataban a porrazos y arrojaban a los pozos rematándolos con ráfagas de ametralladora. Procedían así sucesivamente hasta llenar cada pozo.

Dichos pozos fueron vistos también por mis camaradas arriba citados. Juro que el presente testimonio es verídico.

 

Klagenfurt, 20 de mayo de 1951.

TOMAS KRAKAR

Este testimonio fue publicado por el periódico "Hrvatska" (Buenos Aires), 4-V-1955, p. 6.

 

 

XXXIV -"CAMPO DE EXTERMINIO" CERCA DE TOPUSKO (CROACIA)

 

Declaración de un ex soldado partisano sobre la masacre de 4.000 soldados croatas.

 

Yo, el infrascripto, Ivan Dragicevic Petrov, ex empleado en la sección venta del depósito del monopolio en Zagreb, calle Trenkova N° 8, oriundo de Topusko, ex guerrillero partisano a partir del 15/IX/1943, declaro lo siguiente, pues me consta por conocimiento directo o por testimonios de muchos compañeros de lucha:

En la aldea Cemernica, distante siete kilómetros de Topusko, fue organizado a mediados de 1945 un campo de concentración, donde fueron enviados domobrani y ustachi (soldados croatas), gente joven, muchos sin cumplir 20 años. De ese campo, por lo que me consta a mí y por lo que he oído de otros, nadie se salvó. Nosotros los partisanos lo llamábamos, lisa y llanamente, "campo de exterminio". Se hallaba en un terreno yermo e improductivo fuera de la aldea, en dirección sudoeste, cerca de un bosque y alejado de dos a tres kilómetros de la aldea. Las masacres se realizaban en el mismo bosque y más allá de Toplicka Kosa. Los cadáveres fueron enterrados no lejos del sangriento escenario en "zanjas", es decir en cañadas y pozos naturales. Elías Rakaric, coronel de los partisanos, de profesión barbero, oriundo de Ponikvo, cerca de Topusko, me dijo en ocasión de visitarlo en su hogar: "Mira, Ivo, lo que nos pasa a nosotros los croatas. ¿Hemos luchado para eso. En Cemernica siguen asesinando exclusivamente a los croatas sin juicio previo ni sumario".

El campo de concentración de Cemernica estuvo activo por lo menos hasta noviembre de 1945. Permanentemente había en él varios centenares de hombres y, en ocasiones, según el testimonio de testigos oculares, contenía más de 1.500 reclusos. Los ejecutores de los asesinatos eran mayormente los campesinos serbios lugareños adictos antes al movimiento nacionalista serbio chetnik, bajo la guía de Milutin Vujosevic, Stole Janjanjín y otros destacados jefes serbios de Topusko. Cuando éstos perecieron, los campesinos chetniks engrosaron las filas de los partisanos y en esa trágica oportunidad descargaban su furia asesinando masivamente a jóvenes croatas. El campo de concentración estaba bajo la jurisdicción del sector militar de Banija, con asiento en Petrinja, a las órdenes de un capitán serbio lugareño. Los soldados croatas fueron traídos de varios campamentos, como ser Precko, Karlovac, Sisak y otros para ser matados en Cemernica. Según un cálculo más que módico allí murieron alrededor de 4.000 hombres. Mi hermano estaba recluido en el presidio de Lepoglava con un serbio, quien le contó que él personalmente había tomado parte en la "liquidación" masiva de los soldados croatas en Cemernica. Le declaró que las matanzas se ejecutaban por orden del cuartel general de las tropas partisanas ("Ejército de la Liberación Nacional").

 

IVAN DRAGICEVIC PETROV, m. p.

 

 

XXXV - ENTRE LOS FUSILADOS POR LOS COMISARIOS COMUNISTAS

 

Testimonio de un ex oficial croata, ahora en la Argentina

 

Declaración de un ex oficial croata, nacido el 27/XII/1922 en Mala Gorica, Croacia, radicado actualmente en la República Argentina, con domicilio en Villa Gonet, Provincia de Buenos Aires, que desea guardar anonimato, pero en caso necesario está dispuesto a testimoniar ante las instancias pertinentes.

Desde 1943 viví en Zagreb, con la única interrupción de un mes en Austria. Era alférez en el Cuerpo de Guardia del Jefe del Estado (PTS) en Zagreb, asignado al Departamento Personal. Mi comandante era el coronel Felipe Krpan. La orden de retirada la recibimos el sábado 5 de mayo y nos pusimos en movimiento al día siguiente por la tarde. Creíamos que íbamos a organizar la guerra de guerrillas para continuar la lucha contra los partisanos. Sin embargo, no hubo defecciones ni protestas. Como los que pertenecíamos al Departamento Personal conocíamos a fondo el potencial del armamento, el estado numérico y el espíritu de combatividad de nuestras unidades, particularmente después de las resonantes victorias a través de Eslavonia, estábamos persuadidos de que podíamos proseguir con éxito la guerra contra los comunistas.

Partimos el domingo por la noche de Zagreb en autobuses dentro de PTS. En Pregrada nos detuvimos un día. En Rojc encontramos al general Moskov, al Dr. Vladko Macek, presidente del Partido Campesino Croata y su séquito.

Por primera vez topamos con los partisanos cerca de Sv. Petar, pocos kilómetros de Celje. Eso ocurrió el miércoles 9 de mayo por la tarde. En ese momento me encontré en la unidad sanitaria. Los partisanos nos rodearon, obstruyeron el camino con tanques y nos hicieron prisioneros.

En Sv. Petar permanecimos 22 días, alojados en el cuartel de los bomberos. A continuación nos trasladaron al campamento de Teharje cerca de Celje, donde nos mudaron de ropa y despojaron de todos los objetos de valor. Luego llegamos por tren a Jankomir, no lejos de Zagreb. En el campamento de Jankomir nos habló un comisario político procurando granjearse nuestra confianza. Su finalidad era identificar a los prisioneros y sus funciones militares. Mediante esa treta se enteraron de que yo era oficial ustachi. Me encadenaron y llevaron al campo de prisioneros en Precko. Allí estaba formándose una columna de prisioneros croatas, en total 4.000 hombres, entre ellos cadetes de la Escuela de Aviación, oficiales y suboficiales domobrani, ocho oficiales, quince suboficiales ustachi, amén de soldados. La mayoría la constituían los soldados domobrani.

La misma tarde salimos a pie y en columna hacia Zagreb y Dugo Selo. Los oficiales y suboficiales ustachi estaban atados con alambres, con un guardia partisano cada dos metros. La guardia la integraron los serbios de Kordun. Me acuerdo de la muerte dramática de un estudiante domobran que solicitaba con desesperación que lo pusieran en un vehículo, pues ya no daba más. Un partisano le disparó a quemarropa en la frente, sin decir ni pío.

En Lupoglav nos instalaron en un campamento, donde permanecimos desde las 7 de la mañana hasta las 5 de la tarde. A la salida se plantaron los partisanos y a medida que pasábamos nos propinaban garrotazos y culatazos como no se hace ni con el ganado. Los oficiales ustachi quedamos a la cola de esta columna, atados de a dos, custodiados por doce partisanos armados con fusiles, tres comisarios provistos de ametralladoras y tres comunistas a caballo. Alejados del campamento unos 500 metros, nos ordenaron desviarnos a un bosque. Protesté presintiendo que nos fusilarían. Dije que no podían hacerlo, dado que no nos conocían. Distanciados unos 200 mts. de la ruta, nos ordenaron sentarnos en el pasto. Nos interrogaron y luego los comisarios se pusieron, con ametralladoras, dos a ambos lados y el tercero abrió el fuego gritando: hijos de p... croata. El que estaba atado conmigo logró librarse y darse a la fuga, pero pronto se desplomó alcanzado por una ráfaga de ametralladora.

Los partisanos creían que todos estábamos muertos, pues yacíamos extendidos en el pasto. Oí que un comisario preguntaba quién nos enterraría. El otro le contestó que había que dejarnos para que nos sepultasen campesinos. El tercero agregó que habría que registrar los bolsillos de estos bandidos. Nos registraron y robaron todas las cosas de valor. Cuando me tocó el turno, notaron que estaba todavía vivo y dijeron que había que dispararme en la cabeza. Uno de ellos tiró una ráfaga por arriba de mí -lo que me salvó la vida-, y se fueron. Cuando se alejaron, me levanté y comprobé que tenía un pie herido. Logré adentrarme en el bosque. Entre los masacrados estaba mi conocido, el coronel Eisenloffl. Eso sucedió el 1/VI/1945. Al día siguiente me dijeron unos pastorcitos que cuidaban ganado que ayer habían fusilado allí a ocho ustachi y que ahora son siete. El otro día me topé en el camino con un campesino con carromato y me uní a él. Me llevó a Lupoglav, su aldea. Como él era precisamente el presidente del comité local me entregó a la OZNA (policía comunista ). Se presentó una comisión para identificarme, sin tener nada que incriminarme. Al día siguiente me llevaron a Dugo Selo, a la cárcel, y de allí a Bjelovar, al campo de concentración, donde encontré cerca de 30.000 prisioneros croatas. Era un campo de concentración de tránsito. Allí me halló el partisano Lipschitz, de origen judío, amigo de mi familia, me procuró un permiso de enfermo y me llevó a Zagreb. En Zagreb conseguí una garantía del profesor Vranesic, con la que tras tantas peripecias y juzgamientos, conseguí que me soltasen. Cuando nuevamente empezaron a hostigarme, escogí la libertad y conseguí huir al extranjero. Deseo guardar anonimato, pero en caso necesario estoy dispuesto a testimoniar ante las autoridades pertinentes.

 

Buenos Aires, 9 de diciembre de 1961.

Testigos de la declaración: Dr. MILAN BLAZEKOVIC, Dr. FRANCISCO NEVISTIC.

 

 

XXXVI - EL CASO DE MASACRE MESES DESPUES DE TERMINAR LA GUERRA

 

Declaración de Pero Marjanovic, oriundo de la aldea Krusevo, Herzegovina

 

A principios de mayo de 1945 me retiraba con el ejército croata hacia Carintia, donde fui entregado a los partisanos por las tropas inglesas y devuelto a mi país. En el camino conseguí separarme de la columna y simulé ser "guerrillero comunista", pues de profesión soy chofer y mecánico de automotores.

En el campo de concentración de Bjelovar vi a mi hermano menor José y quise salvarlo de la columna. No lo logré y por poco la pasé mal yo también. Luego, siendo de Herzegovina, lo trasladaron a Mostar donde fue encarcelado. Mi madre junto con otras madres de los alrededores de Mostar llevaban diariamente comida a sus hijos detenidos. Un día de junio de 1945 mi hermano José y mis primos Slavko e Ivan, junto con 36 hombres más, fueron conducidos a Mostar a la vecindad de Stolac y allí fueron "liquidados". A mi madre y a las demás mujeres cuyos hijos estaban en dicho grupo, les dijeron que no hacía más falta llevarles comida. En efecto, ni de uno de ellos se supo nada después. Fueron asesinados como millares de sus connacionales.

 

Roma, 29 de agosto de 1955.

PERO MARJANOVIC m. p.

 

 

XXXVII - MASACRE DE PRISIONEROS EN LA COMARCA DERVENTA-PRNJAVOR (BOSNIA)

 

Testimonio de un exilado

 

Comparece el joven Nezir Medic, hijo de Omer, nacido el 5/VIII/1927, en el pueblo Nocevac cerca de Zavidovici, Bosnia y declara:

"En el mes de abril de 1945 se combatió enconadamente durante ocho días en los alrededores de Zavidovici entre ustachi, alemanes, un batallón que protegía las vías férreas, domobrani y guardias rurales (en uniforme de domobrani) por un lado, y partisanos, (mayormente procedentes de Sarajevo, de la Brigada de Brcko y de una brigada dálmata) por el otro. Yo, pese a mis 17 años, combatía al lado de mi padre entre los guardias rurales. Al término de la lucha, las unidades croatas se retiraron hacia Novi Seher, mientras que una parte de los defensores de Zavidovici cayó cautivo de los guerrilleros de Tito. Los partisanos "movilizaron" por fuerza a todos los campesinos de los alrededores y entre ellos a ex miembros del ejército croata, instalando a todos los prisioneros en las ex barracas alemanas, que se hallaban entre la estación ferroviaria y la iglesia serbio-ortodoxa. A mí padre lo sacaron de la cama, medio enfermo, pero un guardia, su viejo conocido le advirtió que se fugara, pues en las barracas "peligraba la vida". Mi padre logró separarse de la columna y huyó. A mí también me llevaron al patio entre barracas, citaron mi nombre y el de mi padre, mientras alrededor había partisanos con ametralladoras. Al pasar lista ponían a dos de un lado y al tercero del otro lado. Eramos cerca de 2.000, tal vez más. Una vez agrupados, y tras deponer las armas quien las tuviese, nos cargaron en los transportes ferroviarios. Un grupo fue en dirección de Derventa, como luego lo supe, y el otro al campamento Teslic. Yo logré escapar y después de esconderme dos días en casas de mis familiares en la aldea Delina, regresé a casa.

Los que fueron enviados al campamento Teslic volvieron a su casa al cabo de tres meses; de los que se fueron en dirección a Derventa nadie regresó. Fueron asesinados, según cuentan los campesinos de la comarca Derventa-Prnjavor, en esa región y del modo siguiente: dos o tres días los tuvieron encerrados en sótanos y casas vecinas, donde los torturaban y por fin remataban. Entre los masacrados se hallaba mi tío materno Hasan Mujic, oriundo de Mejevici (era inválido del frente soviético), Mustafá Pelic, oriundo de Potkletci (pertenecía antes a la división Handzar) y varios más de Potkletci de cuyos nombres no me acuerdo, como asimismo varios campesinos de la aldea Rujnice".

 

Dado en Roma, el 8 de marzo de 1955.

NEZIR MEDIC, m. p.

 

9. PROTESTAS DE LOS OBISPOS CATÓLICOS

 

XXXVIII - LA PROTESTA DE LA PRESIDENCIA DE LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES CONTRA LA MATANZA DEL CLERO, PRISIONEROS DE GUERRA, POBLACION CIVIL Y OTROS ATROPELLOS Y ACTOS INHUMANOS

 

Monseñor ALOYSIUS STEPINAC, Metropolitano de Croacia y Presidente de las Conferencias Episcopales, en ejercicio de su función tradicional de defensor de los perseguidos y humillados, elevó, terminada la guerra, varias protestas y memoriales a los gobernantes comunistas de Yugoslavia. Cabe destacar aquí el extenso memorial dirigido al Dr. Vladimir Bakaric, presidente de la República Popular de Croacia. Es un documento de primer orden en lo que concierne a las masacres, torturas y atropellos en la Yugoslavia comunista. Por razones de espacio omitimos su primera parte que se refiere a los tribunales militares que juzgaban al clero. Trascribimos el fragmento que trata sobre la pena de muerte dictada contra las monjas por haber prestado asistencia a un herido de guerra y luego casi íntegra la segunda parte de dicho memorial, que habla de la matanza y torturas de los soldados y civiles croatas. Del documento se colige claramente que los comunistas han violado las convenciones sobre los prisioneros y heridos de guerra y lesionado los principios fundamentales del mundo civilizado. Conviene tener en cuenta que el valeroso Arzobispo de Zagreb, dadas las circunstancias, tuvo que expresarse con cautela y silenciar muchas cosas.

 

LA PRESIDENCIA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL

N° 64/BK.

 

Zagreb, 21 de julio de 1945.

 

Señor Presidente:

Ya he tenido ocasión de escribirle varias veces sobre ciertas cuestiones, importantes para la debida regulación de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Aunque no he recibido contestación a esas cartas, estimo que es muy urgente que le escriba nuevamente sobre esos asuntos. En primer lugar se plantea la cuestión de la sentencia de muerte dictada contra mis sacerdotes que en estos momentos están esperando la ejecución. Al respecto, necesito explicarle a usted, detentador responsable de la autoridad gubernamental en Croacia, una serie de cosas que obstaculizan la pacificación de la presente situación y el contentamiento que el pueblo esperaba se produciría al finalizar la guerra. Siento que debo explicarle estos asuntos con franqueza, de modo que usted pueda conjurar a tiempo las causas del descontento que percibo diariamente en mis contactos con gran número de mis feligreses que, literalmente, asedian mi sede solicitando ayuda. Obrando así, espero encontrar de su parte sincera y completa comprensión, pues todo lo que paso a exponer es de interés del pueblo en general y de la comunidad nacional.

Cuando el 2 de junio de este año se reunió el alto clero de Zagreb con el Mariscal y el Presidente del Gobierno Federal, el Mariscal declaró solemnemente, ante las quejas de que ciertos agentes del gobierno procedían con arbitrariedad y arrestaban a los sacerdotes, que todos los sacerdotes que se hallaban en campos de concentración y prisiones serían interrogados sin más demora y los que no tuviesen sus manos manchadas de sangre pronto serían absueltos y soltados.

 

Sentencias de muerte contra clero y monjas

 

Es verdad que cierto número de seminaristas y algunos sacerdotes fueron puestos en libertad en los campamentos y las prisiones durante los últimos dos meses. Pero los seminaristas de Zagreb fueron en el acto llamados bajo la bandera. También es verdad que cierto número de mis sacerdotes fue llevado al tribunal militar y condenado a muerte. Ellos son: el profesor Kerubin Segvic y el profesor Stjepan Kramar, condenados a muerte por la corte marcial del comandante de plaza de Zagreb el 29 de junio. Además de estos dos, la misma corte sentenció a pena de muerte a las monjas Blanda Stipetic y Fanika Splajt; la hermana Beata Nemec fue sentenciada a tres años de trabajos forzados. La corte militar de Karlovac condenó a muerte por fusilamiento al Dr. Matija Kranjcec, párroco en Ozalj; al padre Rikard Ribic, guardián de franciscanos y al padre Dr. Beato Rukinac, profesor en la escuela superior de Karlovac. He oído, si bien la noticia no fue todavía confirmada del todo, que la corte marcial de Krizevci había sentenciado a muerte a Stjepan Pavunic, párroco de Koprivnica, Miguel Kanoti, párroco de Varazdin, Josip Kalajdzic, párroco en Biskupec y a Petar Kovacic, párroco de Zagreb. Estos cuatro están esperando que sus sentencias sean confirmadas por la corte marcial del Comando del Segundo Ejército de Zagreb. Además, el Dr. I. Guberina, sacerdote de la diócesis de Sibenik, ya fue sentenciado a la pena de muerte.

 

La monja sentenciada a muerte por ayudar a un herido desconocido

 

Además, el innato buen sentido del pueblo croata, ¿puede aceptar la explicación dada a raíz de la condena a muerte de la hermana Blanca Stipetic? Por primera vez en la historia del pueblo croata fue sentenciada una monja a la pena máxima, castigo reservado a los criminales más empedernidos. Y, ¿cómo la hermana Blanca ha manchado sus manos con sangre? Escondiendo a un ustacha, al "asesino" Esteban Hripka, disfrazado bajo el apellido Baric. La ayudaron Anka Zbornik y la hermana Beata Nemec. Supongamos que Esteban Hripka fuera un "asesino" convicto. Queda pendiente la cuestión de si la hermana Blanda Stipetic lo sabía. Este hecho no fue alegado cuando se dictó la sentencia. Por el contrario, la hermana Blanda Stipetic afirmó (cf. Omladinski borac, 5 de julio) que no sabía quién era ni tampoco si era ustacha. Por lo tanto, como no se probó la culpa subjetiva por un acto objetivo, no cabría sentencia alguna conforme a las leyes humanas o a una razón cualquiera. Este Hripka vivía lejos de la hermana Blanca Stipetic y de Anka Zbornik. No se comprobó que ninguna de ellas tuviese conocimiento de su actividad anterior. Ese hombre había ayudado tanto a la hermana Blanda Stipetic como a Anka Zbornik a traer comida a Zagreb para el hospital y el comedor gratuito para los pobres. Si lo ocultaron desconociendo lo que fue antes, ¿es este un acto que merezca la pena de muerte? Mediante esta sentencia, la hermana Blanca Stipetic y Anka Zbornik fueron castigadas igual que los asesinos confesos Juco Rukavina y Majstorovic-Filipovic. ¿Existe, pues, una base real para juzgar su culpa? Esos actos fueron cometidos por una monja que frecuentemente vio ocultos a los partisanos y sus familias en el hospital de las monjas y que, sin hacer absolutamente nada para agravar su situación, supo callarse. ¿No pudo haberse tomado eso en cuenta cuando se juzgó su culpa?

Hay todavía algo más importante. Hripka fue arrestado. Hasta hoy no fue llevado ante tribunal alguno, sus crímenes todavía no fueron comprobados judicialmente. Que yo sepa, se hallaba, hace diez días, en el campo de concentración de Maksimir. ¿En virtud de qué lógica, en virtud de qué ley pueden pronunciarse dos sentencias de muerte por la ayuda prestada a un hombre que todavía no ha sido procesado y cuya culpa todavía no fue probada legalmente? Señor Presidente, ese es, de veras, el único ejemplo de "justicia" y de "ley" en los anales de nuestros juzgados.

Vengo citando ejemplos extensivamente, señor Presidente, para demostrar en qué bases se funda el procedimientos de las cortes marciales. Creo que es tan claro como la luz del sol que semejante procedimiento no puede inspirar confianza alguna en la objetividad de las cortes. Igualmente es obvio que estas cortes no sirven a la justicia, sino a la venganza y al odio. Si dictan sentencias de muerte en masa, entonces no son más que el producto del terror masivo.

Hay una demanda universal para poner término lo más pronto posible a todo eso, o, hablando más precisamente, para terminar inmediatamente con las actividades de estas cortes militares en Croacia y restablecer los juzgados civiles para asuntos civiles. Si esos juzgados han de llamarse populares, sus jueces calificados deben ser elegidos por el pueblo. Ni un solo miembro de la corte regional, o de distrito, y menos aún de la corte militar de Zagreb, fue elegido por el pueblo; todos fueron designados por la autoridad superior.

Señor Presidente: Señalé al comienzo que numerosos feligreses me visitan todos los días presentando demandas para que les ayude en sus necesidades. Como su pastor, no puedo prestar oído sordo a todas estas súplicas y por este motivo, debo procurar que usted las tome en consideración.

 

Infracciones de las convenciones internacionales sobre asistencia religiosa a los prisioneros de guerra

 

Primeramente, atribuyo gran importancia al hecho de que los condenados a muerte por los tribunales militares puedan ser atendidos por un sacerdote en los últimos momentos de su vida y recibir el consuelo de la religión. Todo condenado a muerte tiene el derecho de recibir los sacramentos, incluso los condenados a la pérdida de sus derechos. Los sacerdotes ejecutados sin ese consuelo espiritual, particularmente deberían tener ese derecho. Durante el régimen ustacha me esforcé mucho por asegurar que todos los condenados tuvieran sacerdote en sus últimos momentos y, por fin, lo había conseguido. No creo que el presente régimen quiera ser inferior en ese aspecto y que, por lo tanto, lo más pronto posible quedará solucionada la cuestión de la asistencia del sacerdote para el condenado. Que las autoridades militares nombren a los sacerdotes de su confianza y yo les otorgaré la autorización necesaria, de modo que esta cuestión se arregle una vez. Ya he obtenido reiteradas promesas orales al respecto, pero las cosas no adelantaron nada. Mientras tanto, los tribunales militares pronunciaron sentencias de muerte en masa, como se comprobó en los sucesos ocurridos el 20 de este mes ante el juzgado de Zrinjevac, cuando varias docenas de mujeres se enteraron de que sus maridos o sus hermanos habían sido fusilados.

 

Falta de defensa y de instancia de apelación

 

En relación con este problema hay una circunstancia importante, es decir, falta la instancia judicial que, en caso de sentencia de muerte, sea competente para considerar el indulto. Tal instancia existe en todo sistema judicial del siglo veinte. El verdadero progreso en el cultivo del alma y del corazón requiere que en la administración estatal sea respetado el principio del perdón junto con el de la justicia. Este principio está hondamente arraigado en el alma cristiana del pueblo croata. Por esa razón, la falta de una autoridad suprema que en caso de sentencia de muerte pueda ejercer el derecho del perdón, es doblemente sentida. No puedo ni debo silenciar el hecho de que semejante autoridad durante el régimen ustacha salvó la vida de varias personas que hoy ocupan altos cargos. ¿Por qué quedar atrás en ese sentido, si en todo momento se recalca que somos un pueblo progresista?

Eso es tanto más necesario, por cuanto, por lo que sé, los tribunales militares proceden de modo singularmente rápido. Dicen que se dictan unas ochenta sentencias por día. En pocos minutos deciden sobre la vida o larga confinación. ¿Cabe suponer que semejante procedimiento en los tribunales es cuidadoso y justo? La necesidad real de esta autoridad no puede considerarse satisfecha por el hecho de que las sentencias de un tribunal militar inferior deben ser confirmadas por un tribunal superior del ejército. Pues no se trata de una agencia de indultos, sino desde luego, de un juzgado de apelación. Y un juzgado es siempre un juzgado, es decir, queda siempre dentro de la esfera de la aplicación de ley, y, por lo tanto, de justicia. Es notorio que la abrumadora mayoría de los acusados ni conoce ni puede conocer los reglamentos de los tribunales militares que actualmente juzgan sus actos con efectos retroactivos -lo que tampoco es reglamentario-. Es obvio pues, que la existencia de una autoridad capaz de indultar a los condenados a muerte sería altamente deseable.

 

La sepultura decorosa

 

Los familiares de los ejecutados no tienen derecho a saber dónde se hallan las tumbas de sus seres queridos, hermanos y maridos. Se sabe que la ley romana permitía el entierro de los ajusticiados. Después de la ejecución "la justicia está satisfecha" y no hay razón alguna para que a un cristiano no deba dársele sepultura decorosa. Al revés, actualmente las ejecuciones se cumplen en lugares desconocidos. Los cuerpos son arrojados en zanjas comunes y ningún deudo sabe dónde puede encontrar la tumba de su ser querido. Los que detentan hoy el poder temblaban de horror y gritaban contra las acciones de los ustachi cuando éstos enterraban a los condenados en lugares desconocidos o en el lugar de ejecución. Luché a brazo partido para que los cuerpos de los ejecutados fuesen sepultados cristianamente. Lo abominable de antes no debe repetirse ahora. Por eso es preciso permitir a los familiares sepultar los restos en tumbas familiares, en cementerios cristianos como lo hicieron desde tiempos inmemoriales los piadosos cristianos con sus muertos. Asimismo, es necesario introducir la práctica de que las cortes, que dictan sentencias de muerte y las hacen cumplir, informen a la Oficina de Censo y estadística, de modo que la muerte de cualquier individuo pueda verificarse oficialmente. Eso es necesario, dadas las graves consecuencias en lo que atañe a la respectiva propiedad y familia.

 

Prisiones y campos de concentración repletos - Denuncias falsas

 

Nuestras prisiones y campos de concentración están repletos, demasiado repletos. Dejo de lado la cuestión de si todos los encarcelados son, de verdad, culpables y si tienen que estar allí. Pues en numerosos casos se hallan seis u ocho semanas en la cárcel sin ser interrogados. Después del primer interrogatorio se los suelta. ¿Tuvieron que ser encarcelados? En la prensa se admite que las autoridades fueron inducidas a error por falsas acusaciones y que habían encarcelado a gente inocente... tales casos podrían evitarse fácilmente no deteniendo inmediatamente a los denunciados. En base a una denuncia debería citarse al acusado para interrogarlo. Entonces únicamente habría que decidir si es necesario detenerlo o dejarlo en libertad para que pueda defenderse, en caso dado, desde la libertad. Los arrestos en masa necesariamente tienen por efecto que muchas personas estén encarceladas por la simple razón de que alguien incurrió en acto de venganza personal contra ellas. Tales actos de venganza y tales denuncias contra personas inocentes deben ser reprimidas con el castigo de los falsos acusadores. Pero eso debe decirse claramente en los llamados que hacen las autoridades al pueblo. Desafortunadamente, ni un solo llamado oficial solicitando del pueblo la denuncia de los culpables contenía esa importantísima frase, es decir que los que acusasen en falso serían castigados. Para preservar la moral del pueblo eso es imprescindible. Por el contrario, se favorece un sistema de acusaciones secretas y de venganza y sobre tales cimientos no puede edificarse la prosperidad del pueblo y del Estado. ¡Cuánto se facilitaría la tarea de las autoridades, si los arrestos se hicieran con más prudencia y si los casos menos graves fuesen resueltos mediante un interrogatorio, y sin detención! ¡Cuánto descontento se evitaría, cuántas lágrimas y cuántas molestias! Estas cosas deben considerarse también.

 

Tratamiento inhumano con los presos políticos

 

En la manera de tratar a los presos hay muchas cosas de las que se quejan las masas populares. En primer lugar, las prisiones están repletas y no pueden dar cabida a las personas asignadas a cada una. Las medidas tomadas en el momento de la detención, descritas precedentemente, aliviarían grandemente este mal.

Ya he pedido que se designen a varios sacerdotes para visitar a los prisioneros y administrarles sacramentos en caso de enfermedad. Hasta hoy ese requerimiento no fue satisfecho adecuadamente.

Aparte de los presos, están los familiares, que tropiezan con muchas dificultades para llevarles comida y ropa. Esta política es incomprensible. Ciertos presos nunca pueden recibir comida ni ropa de sus familiares. Desde hace semanas están encarcelados. Sus esposas les llevan comida y los guardias les dicen que no se hallan allí, aunque sus esposas los hayan visto - digamos- momentos antes. ¿Por qué no permitir que todos los presos reciban comida en los días establecidos? Si hay abusos al respecto, pueden evitarse con precaución y control razonables.

Los familiares de los presos deben esperar horas y horas su turno. Cuando los guardias aceptan la comida, de nuevo deben esperar largas horas para que se les devuelvan los cestos. Hubo casos en que los familiares tuvieron que esperar de cuatro a seis horas bajo el sol para terminar su misión. ¿Por qué atormentar a quienes no son culpables? ¿No podría acelerarse el procedimiento de recepción de comida y ropa? Conozco muchos casos de mujeres que se enfermaron a causa de tal proceder y que de tan débiles, quedaron ineptas para cualquier trabajo.

Sin embargo, estas personas son felices, en comparación con otras, pues saben, por lo menos, dónde llevar su comida. Pero, ¿qué puede decirse de los que durante semanas van de prisión en prisión antes de encontrar a su marido o su hijo. ¿Por qué tal proceder? ¿No equivale eso a dar tormento y amargura a tantas familias? Ya están sufriendo al saber que su familiar está encarcelado. ¿Es necesario acrecentar sus padecimientos? No hay razón para semejante obrar. La excusa que alegan quienes padecieron en los bosques, que ahora deben padecer los de la ciudad, es inhumana. ¿En qué consistirá la liberación en el fondo, si únicamente se cambian los papeles de los que sufren? Por eso espero, Sr. Presidente, que usted, de acuerdo con las autoridades militares, consiga establecer una oficina que proporcione a los familiares de los presos informaciones exactas acerca del lugar de alojamiento de sus allegados. Luego, que todos los presos puedan recibir comida y ropa, especialmente ropa. Y, por último, que se agilice el trámite de entrega de comida y ropa. De ese modo se evitarán muchas quejas justificadas y, por ende, mucho descontento.

 

Cruel destino de centenares de miles de croatas, "prisioneros de guerra en su propio país" - "El pueblo croata nunca en su historia sufrió tantas calamidades"

 

En los últimos días he recibido centenares de preguntas y pedidos respecto a la suerte de oficiales y soldados llevados a otros lugares. Hubo muchas quejas en relación con los oficiales de aviación que marcharon de Zagreb a Bjelovar y luego, a través de toda Eslavonia, a Petrovaradin y Vrsac. Los familiares que los visitaron en Vrsac informaron que esos hombres, junto con los demás prisioneros, serán enviados a Rusia a trabajar. No me parecen verídicas estas noticias, que, naturalmente, atribularon a los parientes de esos infelices. Sería, pues, conveniente que se desmienta oficialmente dicha información, puesto que me he enterado de que varios ya volvieron a Zagreb.

Centenares de miles de soldados croatas que salieron de Zagreb fueron enrolados, según me enteré, en el ejército yugoeslavo y destinados lejos de sus hogares, en Macedonia y Serbia. El destino de esos hombres, flor de la nación croata, es muy duro. Ellos cumplieron con su deber de buena fe. Ahora caen en una desgracia tras otra, expuestos a los estallidos del odio chovinista, como prisioneros de guerra en su propio país. Transcurren meses sin que puedan comunicarse con sus familias. Otros siguen en los campos de concentración, padeciendo hambre en su propia patria. Visto todo eso, es de preguntarse si el pueblo croata ha sufrido alguna vez en su historia tantas calamidades como durante los últimos cuatro años de guerra y los pocos meses de su terminación.

Si a ello se agregan todos los sufrimientos de los intelectuales y empleados civiles croatas, de los intelectuales declarados cesantes o de los que se hallan todavía en los campos de concentración y en prisiones por haber desempeñado funciones con que se ganaban la vida durante el antiguo régimen, entonces se plantea el interrogante: ¿a dónde nos lleva todo eso? Millares de empleados y profesionales carecen de pan. ¿Qué trabajo nuevo pueden iniciar hombres con estudios universitarios, ya cuarentones o cincuentones? Eso constituye hoy un agudo problema social. Jefes analfabetos les dicen que vayan a construir caminos; burla ésta, cínica y cruel, de la cultura croata. Uno no puede dejar de pensar que se trata de exterminar a los intelectuales croatas. De todos modos es un intento miserable. En lugar de los croatas experimentados, vienen las personas sin experiencia o instrucción alguna e incluso las autoridades del Estado responsables reconocen públicamente que a veces esos nuevos funcionarios ni siquiera saben firmar.

 

Centenares de miles de soldados croatas perseguidos por haber cumplido con su deber militar

 

Por último, se impone la pregunta: ¿existe una justificación moral para la persecución de miles de oficiales croatas y centenares de miles de soldados, quienes en su mejor buena fe y con muchos sacrificios, con miras a servir al pueblo croata, cumplieron su deber de soldados? En consonancia con los principios morales de la guerra ni uno solo debería ser castigado, salvo los que transgredieron normas internacionales de guerra o injustamente atacaron a la población civil que no tomó parte en operaciones militares. No será demasiado destacar en defensa de estos oficiales y soldados croatas el hecho de que ellos consideraron su lucha como defensa de todas las injusticias cometidas, admitidas incluso por el Movimiento de Liberación Nacional. Además, esos oficiales y soldados están prontos a cooperar hoy en la reconstrucción y la edificación de una Yugoslavia que debería ser una verdadera garantía de la igualdad legal y real de todos los pueblos que la integran.

Ruégole, Sr Presidente, que reciba la expresión de mi sincero respeto.

 

DR. ALOYSIUS STEPINAC

Arzobispo de Zagreb, Presidente de la Conferencia Episcopal

 

(Texto íntegro en la obra del historiador norteamericano Richard Pattee: "The case of Cardinal Aloysius Stepinac", Milwaukee, The Bruce Publishing Co., 1953, pp. 426-42).

 

 

XXXIX - LA PROTESTA DEL EPISCOPADO CATOLICO CONTRA LA MASACRE Y EL MALTRATO DEL CLERO, LA NIVELACION DE CEMENTERIOS MILITARES Y EL REGIMEN EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACION

 

En septiembre de 1945, cuatro meses después de haber terminado la guerra, se reunieron en Zagreb, capital de Croacia, bajo la presidencia de monseñor Stepinac, arzobispos y obispos de toda Yugoslavia. Con fecha 20 de septiembre dirigieron a sus fieles una extensa carta pastoral en la que se refieren a la grave situación de la Iglesia y sus feligreses en la Yugoslavia comunista. Reproducimos varios fragmentos que hablan de las transgresiones a la libertad religiosa, a los derechos fundamentales del hombre y al derecho internacional de guerra (nivelación de las tumbas de los soldados caídos en la guerra).

 

Víctimas del clero

 

Ante todo, muy queridos fieles, estamos entristecidos e inquietos por la penosa y cruel suerte de muchos sacerdotes, pastores de vuestras almas.

Según nuestros informes, el número de las víctimas asciende a 243 muertos, 169 encarcelados o internados en los campos de concentración, 89 desaparecidos, en total 501 víctimas. A esa cifra cabe agregar 19 seminaristas ejecutados, tres hermanos legos y cuatro religiosas. La historia de los pueblos balcánicos no registra, por mucho que nos remontemos en el curso de los siglos, tal cifra. Y lo que más aflige es que se negó a esos sacerdotes y religiosos, como a centenares y millares de otras víctimas civiles, lo que se concede en los países civilizados a los peores criminales: el consuelo de los últimos sacramentos.

Los tribunales que pronunciaron esas condenas capitales procedieron en forma expeditiva y sumaria; los detenidos, en la mayoría de los casos, no supieron antes de la audiencia en que fueron condenados, qué acusación se les formulaba; la mayoría de las veces no se les brindó la posibilidad de defenderse según las modalidades de procedimiento, quiere decir citando a testigos y contando con la asistencia de un abogado.

Por ello, la opinión pública honrada e imparcial tiene razón de denegar a esas condenas a muerte de los sacerdotes el atributo más esencial de una decisión judicial: la justicia.

¿Se puede probar que tantos sacerdotes católicos condenados son, en efecto, criminales que merecen la muerte? ¿Quién puede decir que todos ellos han sido "degolladores"? Así, por ejemplo, en el convento franciscano de Siroki Brijeg todos los religiosos presentes en el monasterio fueron asesinados -eran 28-, aunque ninguno de ellos jamás manejó un fusil y menos que menos combatió contra las tropas "libertadoras" nacionales, si bien casi todos eran conocidos como adversarios de la ideología fascista.

Hubo casos en que millares de fieles de todas las clases de nuestro pueblo solicitaron por escrito a las autoridades la libertad de sus pastores, presentándose como garantes; pero las condenas afectaron a éstos como a aquéllos. Es evidente, pues, que tales juicios no fueron pronunciados ni en nombre del pueblo ni de acuerdo con la justicia. El sentimiento natural y cristiano de la justicia, innato en nuestros fieles, no puede comprender ni admitir que se dicte condena de muerte contra alguien por profesar otra opinión política y sin haber cometido, por lo demás, delito alguno. Las leyes de la justicia están por encima de todas las concepciones políticas y tienen el mismo valor para todos los tiempos y todos los hombres.

En nombre de esta justicia eterna elevamos nuestra protesta, amados fieles, no sólo para asumir la defensa de esos sacerdotes injustamente condenados, sino también para defender la memoria de millares y millares de otras víctimas, vuestros hijos y vuestros hermanos, quienes, igualmente que nuestros sacerdotes, fueron condenados a muerte sin poder presentar ningún descargo en su defensa, contrariamente a lo que todo Estado civilizado permite.

Un elevado número de sacerdotes se halla todavía en diversos campos de internación, condenados a largos años de trabajo forzado. El Dr. Janko Simrak, obispo greco-católico, está todavía privado de la libertad, mientras que ignoramos la suerte que le tocó al obispo Carevic[208].

En esos campos de concentración, no organizados para una estada prolongada y digna de hombres, los eclesiásticos carecen a menudo de comida suficiente y muchos de ellos deben realizar trabajos degradantes para la condición sacerdotal. La mayoría de las veces les está prohibido asistir a la Misa los domingos, si bien las circunstancias admiten ese permiso, y menos aun pueden ellos mismos oficiar el Santo Sacrificio, lo que, empero, sería un gran consuelo y fuente de provecho espiritual para ellos y para muchos de sus compañeros del cautiverio. Esos internados incluso carecen de medios para defenderse y probar su inocencia. Su única culpabilidad es, acaso, tener una opinión política diferente de los que les condenaron. Además, de un gran número de sacerdotes, arrestados por las autoridades estatales, no pudimos saber hasta hoy dónde se hallan. Las gestiones y las búsquedas que hemos efectuado a nada llegaron. Todo vestigio de esos sacerdotes esta perdido.

 

Nivelación de tumbas

 

Por último, para terminar, amadísimos fieles, cábenos señalar otro hecho doloroso y sorprendente para nosotros: ni siquiera se respetaron las tumbas de los difuntos. En los cementerios de Zagreb, Varazdin y otros lugares, por orden directa de las autoridades regulares, quitaron las cruces de las tumbas de los ustachi y de los soldados alemanes, nivelaron la tierra de modo que ya no se puede identificar el lugar de ninguna sepultura individual. Tal proceder debe condenarse en términos absolutos: ante la muerte, todos los hombres se inclinan y el enemigo deja de serlo en virtud de las leyes no codificadas del decoro humano que deriva de la caridad cristiana, y también ese enemigo tiene el derecho a una tumba decorosa. Se sabe que después de la última guerra mundial los ex enemigos respetaron y conservaron las tumbas de los soldados conquistadores, caídos en tierra extranjera. ­Y en nuestro país se niegan a reconocer ese derecho sagrado a los propios hijos de esta tierra!

 

Intervenciones infructuosas

 

Amadísimos fieles: nuestras solicitudes no se han limitado a las necesidades directas de la Iglesia, de sus establecimientos y de sus sacerdotes. Conociendo los sufrimientos y las penas de tantos fieles nuestros, por nuestra parte hicimos cuanto estuvo a nuestro alcance para aliviar su suerte en estos días de prueba y de crisis. Hemos intervenido repetidas veces, oralmente y por escrito, ante las autoridades competentes, para conseguir el indulto de los condenados a muerte por los tribunales. Además, hemos pedido con insistencia que se les acordaran en sus últimos momentos los consuelos de la religión. Asimismo solicitamos que fueran facilitadas a los parientes de los ejecutados las indicaciones necesarias sobre la tumba de sus difuntos.

En cuanto a los internados en los campos de concentración hemos pedido que se avisara a sus familiares acerca del lugar de su internación. Hemos intervenido para que fuesen puestos en libertad, a la mayor brevedad posible, todos los que no tuvieran probada su culpabilidad.

A todos los que se han dirigido a nosotros, nos hemos esforzado en ayudarlos dentro de nuestros recursos, teniendo presente únicamente el precepto de la caridad cristiana y el derecho a la justicia de quienes apelaron a nosotros. Obrando así, nunca hemos considerado la opinión política de cada uno, lo mismo que durante la guerra no habíamos preguntado a los que asistimos de qué religión o nacionalidad eran. Obrando así, no nos ha detenido la acusación injustificada de que hacíamos propaganda desleal con fines políticos, puesto que sabíamos que no emprendíamos acción política, sino que cumplíamos únicamente nuestra misión en el espíritu de la caridad hacia el prójimo, tal como lo enseñó Cristo.

Si no hemos tenido éxito en las cuestiones más importantes, la culpa no es nuestra. Tenemos conciencia de haber cumplido perfectamente nuestro deber. Sufrimos en nuestra alma por no haber podido llevar ayuda donde era necesaria y donde había tantas lágrimas que enjugar.

 

(Texto íntegro: R P. Théodore Dragoun: "Le Dossier du Cardinal Stepinac", París 1958 pp 92-108; Richard Pattee: "The Case of Cardinal Aloysius Stepinac", Milwaukee, 1953, pp. 470/80)

 

 

XL - REFERENCIAS DE IVAN MESTROVIC SOBRE LA "TRAGEDIA DE BLEIBURG"

 

Reproducimos el fragmento de las voluminosas memorias del gran escultor IVAN MESTROVIC, relativo a las masacres perpetradas por los comunistas contra los croatas al terminar la Segunda Guerra Mundial:

 

Unos días después de la entrada de los guerrilleros de Tito en Zagreb, me llegó de allí un mensajero, conocido mío, que actuaba en la organización clandestina y durante toda la guerra trabajaba para los partisanos y era partidario del comunismo. Estaba moralmente abatido. Me contó que durante los primeros días de la llegada de los partisanos había poquísimas víctimas, hecho que a él y a muchos otros sorprendió gratamente, felices de que cesase el derramamiento de sangre. Luego centenares y centenares de personas fueron interrogadas y soltadas. El quinto o sexto día fueron citados nuevamente no sólo ellos, sino una multitud de ciudadanos, más de 16.000, y llevados al campo de concentración, cercado con alambrada de púas en la periferia de Zagreb. De allí desaparecían durante la noche en dirección a Sljeme. Allí los conducían al borde de los hoyos de la cantera, y ultimados a martillazos en la nuca, los arrojaban y soterraban. Igual que a los oficiales polacos en Katyn. Este es un pequeño fragmento del cuadro general de la "tercera liberación" de la infeliz Croacia, mientras que el cuadro entero comprende a Srijem, la Eslavonia oriental, donde los partisanos-chetniks exterminaban a la población croata. El broche lo constituye Bleiburg, donde los "libertadores" asesinaron a cuantos cayeron en sus manos: militares y civiles, hombres y mujeres, en una palabra a cuantos el gobierno de Poglavnik había convencido a salir al encuentro de las tropas inglesas, en busca de su protección. Los ingleses se mostraron tan "humanos" que los entregaron a todos a los guerrilleros comunistas, como si fueran ovejas, y éstos obraron con ellos como lobos con las ovejas aterradas del redil. El mismo destino le cupo al gobierno de Pavelic, al anciano presidente Mandic, inocente de toda culpa, y a otros. Un vagón de carga, atestado de estos desgraciados, cuyo supuesto destino era Italia, donde los Aliados procesarían a los culpables, fue enganchado por un oficial inglés al tren que se dirigía a Ljubljana, y de este modo fueron entregados a los guerrilleros comunistas. El aludido oficial inglés lo hizo sobornado por los partisanos, que le regalaron un coche norteamericano nuevo. Este detalle me lo contó años después un oficial superior comunista que concertó ese canje.

 

(Ivan Mestrovic: Uspomene na politicke ljude i dogodjaje -Recuerdos de hombres y sucesos políticos-, Buenos Aires, 1961, pp. 392-93.)

 

 

RESUMEN

 

Por la trascendencia del tema y la amplitud de la documentación, insertamos un resumen en castellano y croata, como también en varios idiomas extranjeros siguiendo el orden alfabético.

LA REDACCION

 

 

LA TRAGEDIA DE BLEIBURG

DOCUMENTOS SOBRE LAS MATANZAS EN MASA DE LOS CROATAS EN YUGOSLAVIA COMUNISTA, EN 1945

 

SUPLEMENTOS:

La tragedia del pueblo esloveno

Masacre y expulsión de la minoría alemana en Yugoslavia

 

Resumen

 

El presente volumen trata acerca de las matanzas en masa de los croatas, organizadas y consumadas por los comunistas yugoeslavos en 1945. Tanto los autores croatas como los extranjeros las incluyen bajo la denominación de "La Tragedia de Bleiburg", puesto que las masacres principales fueron perpetradas frente a Bleiburg, ciudad austríaca en la frontera de Eslovenia. Allí, el 15 de mayo de 1945 el VIII ejército británico rehusó aceptar la rendición de unos 120.000 soldados y dar asilo político a otros tantos fugitivos civiles que cayeron de este modo en manos de sus perseguidores.

Los croatas fueron perseguidos como declarados adversarios del totalitarismo comunista y como defensores de su independencia nacional. En efecto, en 1941, en el momento de la desintegración de Yugoslavia, restablecieron su Estado, organizaron un ejército y durante cuatro años combatieron la guerrilla comunista. A continuación se opusieron a la invasión de las tropas de Tito, procedentes de Serbia, respaldadas directamente por el Ejército Rojo. Violando el principio nacional y el derecho de autodeterminación, los comunistas procedieron a la incorporación de Croacia en el Estado multinacional yugoeslavo, restaurado en 1945 como república supuestamente federal y bajo la supremacía de Serbia, que apenas constituye una cuarta parte del territorio y de la población. Al producirse esa incorporación forzosa se dio lugar a una represión que fue verdadera matanza colectiva, con todos los rasgos del genocidio.

Por lo tanto el tema abordado presenta un doble interés: primero, como ejemplo de los métodos de la conquista comunista, y luego demuestra con toda evidencia el sistema con que los estrategas de la revolución comunista mundial suelen enfocar y tratar los problemas nacionales.

Aparte del Prefacio, Introducción y numerosos documentos, mayormente declaraciones de los testigos oculares, el presente volumen contiene un análisis histórico, político, jurídico y moral de las masacres colectivas en cuestión, y finalmente una exposición extensa de los acontecimientos político-militares relacionados con el tema. Como suplemento se publican relatos de la matanza de los eslovenos y la exterminación de la minoría étnica alemana.

Para hacer una exposición completa de la materia tratada es menester seguir su estructura y sistematización.

 

EL PREFACIO

 

El Dr. Eduardo Augusto García, eminente diplomático y jurista argentino, ex presidente del Consejo de la Organización de los Estados Americanos (OEA), presenta esta edición al público hispanoamericano y subraya que las descripciones y las declaraciones de los testigos presenciales ofrecen "el testimonio vivo e irrefutable de la barbarie empleada por los comunistas con un noble pueblo que luchó por su libertad", y destaca que "vale la pena leer esos relatos aquí en Argentina y en América, al amparo de leyes e instituciones que protegen la libertad y la dignidad de las personas sin discriminaciones raciales, ideológicas o religiosas, para que se advierta la diferencia que existe entre el régimen comunista y el democrático, entre la esclavitud y la libertad, entre la humillación y la dignidad, entre lo que tenemos y lo que se nos quiere imponer desde Moscú o Pekín".

 

LA INTRODUCCION

 

El Instituto Croata Latinoamericano de Cultura, Buenos Aires, organizó esta edición en cooperación con los editores y la redacción de STUDIA CROATICA, revista trimestral de estudios políticos y culturales, patrocinada por el mismo. Los documentos fueron reunidos y facilitados por la Comisión de Investigación de la Tragedia de Bleiburg con sede en Cleveland, EE.UU. (presidente, John Prcela), por las comisiones homónimas, con sede en Roma (dirigida por el profesor Krunoslav Draganovic) y en Buenos Aires (constituida dentro del Instituto Croata Latinoamericano de Cultura). La Comisión de Buenos Aires seleccionó los documentos de un total de más de 200, clasificó el material y redactó la exposición y el análisis político-jurídico.

La Tragedia de Bleiburg fue poco dilucidada y conocida hasta ahora, debido a la precaria situación del pueblo croata y a las grandes dificultades con que tropiezan sus exilados políticos. Los documentos y particularmente los testimonios oculares fueron reunidos con grandes dificultades, dado que los familiares de los testigos corren el peligro de represalias en Yugoslavia.

Con este primer trabajo sistematizado sobre la gran tragedia del pueblo croata, publicado en castellano y dedicado a los países latinoamericanos como retribución por su cálida acogida a los nutridos grupos de nuestros exilados, se desea señalar las actividades liberticidas y criminales de los dirigentes comunistas de Yugoslavia que se exhiben como campeones de los derechos y las libertades nacionales.

El Committee for Investigation of the Bleiburg Tragedy, con sede en Cleveland, prepara una edición inglesa más amplia.

Las masacres, de acuerdo al informe de la "Comisión de Investigación de la Tragedia de Katyn", de la Cámara de Representantes de Washington, de 1952, forman parte de "un prefijado y diabólico plan totalitario para la conquista del mundo". Los asesinatos en masa cometidos por los comunistas yugoeslavos quedaron sin sanción alguna por un tribunal internacional, que hubiese sido una continuación lógica del proceso de Nuremberg. Razón por la cual deben ser investigados y denunciados, para que la opinión pública condene, por lo menos moralmente, a los autores de esos horrendos crímenes de lesa humanidad.

Como conclusión se expresa la esperanza de que "no faltarán personas e instituciones que, por el amor a la libertad y la justicia, tratarán, en base a los datos consignados en este tomo, de que un organismo internacional de defensa de los derechos humanos investigue los crímenes de los comunistas yugoeslavos, que violaron las convenciones internacionales sobre el tratamiento de los prisioneros y heridos de guerra, lesionaron los principios del derecho penal, por lo que merecen el repudio y el desprecio del mundo libre y especialmente de los países a los que se ofrecen como mentores y se presentan como libertadores de sus pueblos que esclavizaron y contra quienes perpetraron terribles crímenes".

 

PRIMERA PARTE: ANALISIS

 

Bajo este título se suceden siete capítulos, que contienen datos, referencias y consideraciones imprescindibles para la interpretación adecuada de los sucesos tratados, de la documentación y su análisis.

I. LOS CRIMENES QUE NO TUVIERON SU NUREMBERG, es el primer capítulo referente a las causas remotas e inmediatas de los crímenes comunistas en cuestión y su silenciamiento por las potencias democráticas.

El triunfo del comunismo en una extensa área de Europa está íntimamente ligado con la crisis social de la sociedad occidental y los consiguientes conflictos dentro de la política de poder. Las potencias europeas se emulaban por conquistar la amistad y la alianza primero de la Rusia zarista y luego de la soviética. La segunda conflagración mundial estalló al producirse el Pacto Ribbentrop-Molotov, del 28/8/1939, y el cuarto reparto de Polonia, como cruzada de las democracias contra el totalitarismo y para el amparo de la independencia y la integridad territorial de Polonia y otras naciones pequeñas, como también para prevenir la alteración del equilibrio entre las grandes potencias. Sin embargo, a razón de la alianza de las potencias democráticas con la Unión Soviética, imperialista y totalitaria, la guerra, que tuvo que restituir y consolidar la libertad y el derecho de autodeterminación de las naciones pequeñas, terminó en su esclavitud y, a su vez, en una imprevista expansión y poderío del totalitario bloque comunista. Para que el capricho de la suerte fuera más absurdo la nueva esclavitud de los países de la Europa Centro-oriental era señalada como su "liberación". Quien osó indicar que, en realidad, un yugo fue sustituido por otro, aun más opresor y peligroso por su durabilidad, fue tildado como apologista del derrotado totalitarismo nazi.

Los comunistas aprovecharon con extrema habilidad los conflictos nacionales y sociales de la sociedad occidental en crisis para crear y mantener la confusión en que quedarían ocultos sus crímenes contra la humanidad. Recién a varios años de terminada la guerra, se llegó a concebir que el crimen de Katyn constituía parte del plan comunista global tendiente a la conquista del mundo por la eliminación de los líderes opositores. Ese método, en consecuencia, fue denominado katynismo. Sin embargo, quedaron silenciados e impunes los casos terribles del katynismo yugoeslavo. Eso ha podido suceder tanto por las circunstancias especiales en las cuales fue restablecida, en 1941, la independencia de Croacia, como por la ayuda que las democracias occidentales prestaron a Tito tras el entredicho Moscú- Belgrado de 1948.

II. TRAGEDIA DE BLEIBURG O SUPER- KATYN CROATA. En 1945, los comunistas yugoeslavos masacraron a más de 200.000 croatas entre prisioneros y civiles, sin distinción de sexo y edad. Esa pérdida denominada con razón el super Katyn croata, es irreparable para una nación que apenas supera los 6 millones de habitantes (Bibliografía, p. 30). Las matanzas colectivas de prisioneros de guerra, inclusive de los heridos, casi siempre sin sumario ni juicio previo y con frecuencia sin identificación de las víctimas, las torturas físicas y mentales a que fueron sometidos los sobrevivientes; los tratos crueles, inhumanos y degradantes en las prisiones y los campos de concentración, la privación del derecho a una sepultura decorosa y la nivelación de los cementerios militares, constituyen violaciones flagrantes y masivas de los sentimientos humanos y los principios del derecho penal del mundo civilizado y a su vez es expresa violación del derecho internacional de guerra, particularmente de las Convenciones de Ginebra sobre el tratamiento de los prisioneros y heridos. El gobierno comunista de Yugoslavia estaba obligado a respetarlas por ser reconocido como detentador de la legalidad del Reino de Yugoslavia de preguerra, adherido a las Convenciones de Ginebra sobre prisioneros y heridos de guerra el 20/5/1931. Por lo tanto, le correspondía cumplir con sus disposiciones también al tratarse del ejército croata, que ostentaba todos los atributos de un ejército regular. Por otra parte, el Estado Independiente de Croacia existió cuatro años de facto (1941- 45), fue reconocido de jure por varios Estados soberanos y el 29/1/1943 se adhirió a las Convenciones de Ginebra. El Consejo Federal Suizo, con fecha 13/3/1943 informó sobre el particular a los gobiernos adheridos, comunicándoles que, dadas las circunstancias bélicas, la adhesión de Croacia surtía efecto inmediato. (Véase textos en la sección Documentos p. 210 - 11). Las matanzas en cuestión no han sido actos improvisados ni obra de individuos irresponsables. En 1945 existía un ejército regular yugoeslavo. Sus representantes negociaron en Bleiburg la rendición del ejército croata con los oficiales croatas y en presencia de un general del VIII ejército británico. Cuando se hizo mención expresa de las convenciones internacionales sobre los prisioneros de guerra, el general británico justificó su discutible actitud de no aceptar como prisioneros a los soldados croatas, expresando que las autoridades yugoeslavas, internacionalmente reconocidas, los tratarían conforme al derecho de guerra. En ese sentido se expresaron también los delegados yugoeslavos, lo que influyó decisivamente a que el ejército croata se rindiera. (Documentos XI, XII).

Conforme a las Convenciones de Ginebra, los prisioneros no estarán en poder de la unidad militar que los capture sino del Estado respectivo. Por consiguiente, la responsabilidad por las matanzas en masa de los prisioneros croatas y los malos tratos de los sobrevivientes que configuran la violación flagrante del derecho internacional de guerra recae sobre el gobierno yugoeslavo.

Las matanzas y malos tratos de los prisioneros y heridos, de acuerdo con todas las definiciones, constituyen crímenes de guerra y al mismo tiempo una evidente violación de los principios del derecho penal del mundo civilizado.

En el caso en cuestión, hubo también la violación de la convención contra el crimen de genocidio, particularmente si se toman en consideración las masacres en masa de la población civil, de las mujeres, menores y niños, y en modo especial de los intelectuales, oficiales, sacerdotes y dirigentes de todos estratos sociales, casi siempre sin causa ni proceso.

Por ende, trátase de crímenes contra la humanidad, de los más horrorosos que registra la historia, y los dirigentes comunistas yugoeslavos son tan criminales de guerra como los procesados en Nuremberg.

III. LOS ASPECTOS POLITICOS Y MORALES DEL "KATYNISMO" YUGOESLAVO. Los dirigentes comunistas juzgan con doble criterio las transgresiones del derecho positivo y natural. Si los infractores son sus adversarios, merecen los más terribles castigos. Pero cuando los comunistas cometen las mismas infracciones y con eso favorecen la causa de la revolución mundial, entonces los crímenes son un mérito. Con el mismo criterio unilateral, los comunistas sostienen el derecho a la libertad nacional, interpretada dialécticamente. Merece apoyo tan sólo aquella lucha nacional que en el mismo momento propugna o, al menos, no obstruye los intereses del comunismo.

Por lo tanto, el derecho y la moral quedan supeditados a los intereses políticos momentáneos.

Tal es así que en el Reino de Yugoslavia, creado y protegido por los vencedores de la Primera Guerra Mundial en función del supuesto amparo contra la expansión soviética, los comunistas denunciaban ese como un conglomerado multinacional, ejemplo aterrador de la opresión nacional y explotación colonialista. Estos han sido términos usados en una Resolución del V Congreso de la Comintern. En el mismo texto los comunistas subrayaron una vez más el derecho de los croatas y otros pueblos y minorías oprimidos por los serbios a separarse de la comunidad estatal yugoeslava que denominaron "la cárcel de los pueblos". Según el informe del Comité Central del Partido Comunista Yugoeslavo en el congreso partidario de 1948, los comunistas de Croacia y Macedonia aún en el año 1941 estimaron que la instauración del Estado Independiente de Croacia y la incorporación de Macedonia yugoeslava al Reino de Bulgaria han sido soluciones equitativas y de acuerdo con el derecho nacional. Sin embargo, la jefatura comunista, sabiendo que los croatas, por su tradición occidentalista y su ubicación geográfica, rechazarían exitosamente todo intento de integración de una Croacia independiente al bloque soviético, adoptó un programa que perseguía la restauración del Estado multinacional yugoeslavo y el aniquilamiento del Estado nacional croata. Con ello obtuvieron el apoyo de las masas populares serbias, exasperadas por la derrota y desintegración de Yugoslavia, considerada por ellos como Estado nacional serbio. La inevitable derrota militar, el colapso de un sistema antidemocrático, opresor y corrompido y su corolario -el desmembramiento de un Estado, donde la minoría, un solo pueblo, oprimía y explotaba a la mayoría más adelantada en lo cultural y económico- fueron atribuidos a la supuesta traición de los croatas que mal podían traicionar a un Estado ajeno y opresor. Los comunistas hicieron suyo ese criterio chovinista serbio, apenas encubierto tras una fachada de un supuesto federalismo, que resultó desde ya una letra muerta en un Estado nacional y culturalmente heterogéneo, gobernado por el monolítico partido comunista con la preponderancia serbia y en un régimen dictatorial y totalitario.

Los comunistas operaron con el slogan de una peculiar unión y fraternidad de los pueblos del grupo lingüístico eslavo, de cuño racista, pero la realidad era muy diferente. Explotaron sin escrúpulos contrastes nacionales culturales y hasta religiosos. Favorecieron a los serbios, arraigados en la tradición de la Iglesia nacional ortodoxa y que se inclinaban hacia Rusia y aborrecían a las comunidades religiosas de carácter universalista, particularmente a la Iglesia Católica, a la que pertenece la gran mayoría de los croatas y eslovenos de neta formación cultural y política occidental.

Anteponiendo en la escala de valores la expansión comunista y como su medio la restauración de un Estado heterogéneo y opresor al patriotismo nacional auténtico, los comunistas llegaron a censurar la lealtad de los croatas a su Estado nacional y su adhesión al mundo occidental y democrático como traición de la patria y del mundo eslavo. Por razones del oportunismo político, tratando de convertir la guerra internacional en revolucionaria, los comunistas se identificaron con el chovinismo y el imperialismo ruso y serbio, y proclamaron el derecho a una venganza implacable contra los croatas, occidentalistas y anticomunistas.

Todos esos factores fueron usados y abusados para propagar entre los serbios el "odio noble" y la venganza colectiva contra los supuestos traidores. El ideólogo y el propagandista principal de esos conceptos políticos fue Milovan Djilas, para quien todos los adversarios del comunismo y del Estado yugoeslavo eran "perros furiosos, en el peldaño más bajo de los seres vivientes", dignos de la muerte violenta. "No los investiguen, no malgasten tiempo, no sutilicen con ellos... Mátenlos como a los perros... No son copartícipes, son criminales" (El Archivo Histórico del Partido Comunista Yugoeslavo, tomo I, libro 2; ver citas pp. 37-38).

Los intentos comunistas de justificar las matanzas en masa y la venganza colectiva en aras de la razón de Estado de este conglomerado de las naciones, en que sigue dominando un solo pueblo, la minoría sobre la mayoría, dentro de un sistema dictatorial (pues la introducción de las libertades democráticas llevaría automáticamente a un proceso natural de la desintegración de tal Estado), no pueden servir como defensa sino más bien como una circunstancia agravante.

IV. ¿QUIENES ACTUARON COMO PATRIOTAS Y QUIENES ACTUARON COMO TRAIDORES "QUISLINGS"? Cuando los comunistas lanzaron acusación que los nacionalistas croatas son traidores tipo Quisling tan sólo reproducían imputaciones de los políticos granserbios en el gobierno real yugoeslavo exilado. A las derrotadas y desplazadas figuras de la dictadura del monarquismo serbio no les quedó otro remedio sino culpar por la fulminante derrota de Yugoslavia a los croatas y clamar por la venganza colectiva contra ellos tras la victoria aliada. Con tal fin abusaron del aparato propagandístico de las potencias democráticas para tildar la lucha por la libertad nacional de Croacia como traición, odioso colaboracionismo de tipo Quisling. Los comunistas aceptaron y agrandaron imputaciones de los chovinistas serbios, aunque no cabe duda de que los croatas no pudieron actuar de ningún modo como quislings, mientras vivían forzosamente en Yugoslavia monárquica, por el mero hecho de que antes de establecer su propio Estado nacional, el año 1941, carecían de las libertades más elementales, políticas y nacionales, y han sido explotados y oprimidos bajo un régimen dictatorial en beneficio de un pueblo extraño, Serbia. Los mismos comunistas antes de la guerra clasificaban ese sistema de "dictadura granserbia militar-fascista".

Pocos días antes de producirse el alzamiento nacional en Croacia, un grupo de oficiales y políticos serbios, el 27 de marzo de 1941, se apoderó del gobierno de Belgrado mediante un golpe militar, a fin de suprimir la autonomía limitada, acordada a los croatas en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, debido a la fuerte presión internacional. Este fue el principal y verdadero motivo de aquel golpe tan decantado por la prensa occidental como una reacción a la adhesión de Yugoslavia al Pacto Tripartito, y sin embargo se trataba únicamente de un pretexto, lo que demuestran claramente los reiterados esfuerzos del gobierno golpista para congraciarse con Hitler y convencerle de que las cláusulas del Pacto Tripartito serían respetadas al pie de letra.

Hitler, empero, había perdido su confianza en los líderes políticos yugoeslavos y, afanoso de asegurarse el flanco sur para la planeada invasión de Rusia, declaró la guerra a Yugoslavia. No obstante, en sus planes no figuraba la independencia de Croacia, que a posteriori aceptó como un hecho consumado, cuando el 10 de abril de 1941, en Zagreb, se proclamó el Estado Independiente de Croacia. En los documentos de los tiempos de guerra del Ministerio de Relaciones Exteriores del Tercer Reich, publicados recientemente en Washington, están debidamente aclarados todos esos problemas (Documents on German Foreign Policy 1918-1945).

Por lo tanto, lo ocurrido en Croacia en 1941 no fue obra ni del nazismo como tampoco del fascismo. Carece de justicia considerar a los croatas de adversarios de las grandes democracias, tan sólo por el hecho de haber procedido los líderes del alzamiento nacional y luego miembros del gobierno revolucionario en gran parte de las filas ustacha. Ese grupo -su completo nombre era "Movimiento Croata de Liberación Ustacha" (insurrecto)- no era una derivación de los movimientos fascistas contemporáneos, sino más bien una creación espontánea. Ha surgido en desafío a la dictadura implantada por el rey Alejandro I, de dinastía serbia Karageorgevich, en 1929, una de las más opresoras en la Europa de entonces. El rey dictador había prohibido toda actividad política y cultural libre y suprimido todos los partidos políticos y, a su vez, había decretado la doctrina oficialista por la cual los croatas dejarían de ser un pueblo en sentido étnico y, por consiguiente, no les pertenecía el derecho de reclamar la libertad nacional. No es de extrañar pues, que a raíz de eso, como también por la causa del asesinato alevoso de los líderes democráticos croatas durante la sesión parlamentaria en Belgrado, del 20 de junio de 1928, se había llegado, en las filas de los nacionalistas croatas, a la conclusión de que no quedaba otro remedio sino recurrir a la acción revolucionaria y preparar el levantamiento nacional.

Hasta entonces en la historia política de Croacia han sido desconocidos los métodos de la acción directa, que por otra parte era el estilo de la lucha política en los países balcánicos, particularmente en Serbia, que preparó el asesinato del archiduque heredero de Austria- Hungría, cometido en Sarajevo en 1914, cuyas consecuencia son bien conocidas. Los revolucionarios ustachi imitaron a las organizaciones nacionalistas serbias, pero se parecían más a los movimientos congéneres del romanticismo europeo, tipo carbonario.

De 1929 a 1941 los ustachi se desempeñaban como un movimiento clandestino, mientras el Partido Campesino, democrático y pacifista, ejercía la representación política. Obtenía casi totalidad de votos en Croacia, incluso los de los ustachi, en todas las elecciones entre las dos guerras. Cuando los ustachi subieron al poder (1941-45), fueron tácitamente aceptados por considerarse su régimen como una solución de emergencia en una Europa bajo el control militar del Eje. Su gobierno en realidad llegó a ser una amplia coalición nacional, formada mayormente por grupos y personas netamente democráticos, que consideraron como su deber patriótico prestar cooperación desinteresada en el restablecimiento y la defensa del milenario Estado Croata, pero convencidos de que tras la victoria aliada se volvería a establecer un gobierno democrático, conforme a la voluntad, las aspiraciones y tradiciones de Croacia. Por consiguiente, es acertada la conclusión de autores políticos extranjeros quienes clasifican a los ustachi y su régimen entre "los movimientos extremistas", pero no del tipo fascista sino como "autonomista" (Simposio European Political Systems, Taylor Cole. Ver p. 58).

Los croatas, en consecuencia, no han podido actuar ni como traidores ni menos como quislings respecto a Yugoslavia. En cambio, se puede afirmar que los comunistas croatas, subordinados a los comunistas rusos y serbios, se comportaron como quislings al ponerse al servicio de la invasión extranjera que liquidó su Estado nacional e impuso un régimen totalitario, eliminando toda la posibilidad para un gobierno democrático de postguerra.

V. PERDIDAS HUMANAS A CAUSA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Según los datos oficialistas perecieron como víctimas de la guerra 1.700.000 personas, o sea el 10,8 % de la población yugoeslava de preguerra. Los daños materiales ascenderían a 9.000 millones de dólares. Esas cifras son aumentadas adrede para poner de relieve los supuestos méritos y la popularidad del comunismo y acusar a sus opositores. Prescindiendo del problema, planteado por Liddel Hart, de si era humano y útil exponer a la población a los horrores de una guerra de guerrillas, cábenos afirmar que los comunistas son los responsables principales de las elevadas e innecesarias pérdidas humanas y de la destrucción de bienes materiales en un país relativamente pobre.

Visto que hubo una disminución de la población por causas ajenas a las actividades bélicas propiamente dichas, los expertos demográficos yugoeslavos sostienen que la población durante la última guerra disminuyó en 2,21 millones, lo que es indudablemente exagerado. Cotejando las estadísticas de pre y posguerra y considerando las conclusiones de los especialistas en la materia (ese problema fue estudiado también fuera de Yugoslavia particularmente por los especialistas alemanes en relación con los cargos formulados contra su ejército) resulta que la cifra consignada comprende también los efectos de la disminución del crecimiento natural de la población así como a los exilados y a los integrantes de las minorías étnicas expulsados y fugitivos.

Partiendo de esos datos, es dable establecer, al menos aproximadamente, las pérdidas producidas no sólo en las actividades bélicas sino también por las represalias y las matanzas en masa. Obtendremos la cifra de las víctimas de la represión y masacres si tomamos en cuenta la disminución del crecimiento natural, los exilados políticos y los expulsados integrantes de las minorías étnicas.

Según los datos oficiales, intencionalmente imprecisos, el número de exilados supera a 200.000. De acuerdo a estudios eruditos, la cifra de los expulsados integrantes de las minorías llegaría a 700.000, de la que 400.000 se refiere tan sólo a la minoría étnica alemana. La disminución de los nacimientos según los cálculos oficiales sería de 424.750. Por lo tanto, la cifra máxima de los caídos en la guerra de las víctimas de las represalias de los ejércitos de ocupación y de las autoridades de Croacia, así como de las masacres chetniks y comunistas, alcanzaría a 885.200. Que esta cifra peca de exagerada, procede de la comparación con las bajas de Gran Bretaña (530.000) y Francia (cerca 500.000).

De acuerdo a los datos oficiales, en la guerra cayeron más de 300.000 partisanos, y según una estimación aproximativa por lo menos 100.000 soldados croatas y otras unidades combativas. Por consiguiente, el total de las víctimas civiles de las operaciones bélicas, de las represalias y las matanzas en masa, importaría entre 400 y 500.000. Esta cifra comprende alrededor de 40.000 judíos exterminados y más de 80.000 integrantes del grupo étnico alemán masacrados o muertos en campos de concentración por tortura, hambre y epidemias. Los comunistas asesinaron a más de 200.000 croatas, en 1945. En el curso de la guerra, los chetniks y los comunistas dieron muerte a varias decenas de miles de croatas, particularmente de musulmanes en Bosnia y Herzegovina. Los comunistas masacraron también a unos 12.000 eslovenos, millares de serbios, montenegrinos, húngaros e integrantes de otras minorías étnicas, incluso a numerosos italianos en las afueras de Trieste. No hubo muchas víctimas de las operaciones bélicas propiamente dichas, salvo de los bombardeos tanto alemanes como aliados, los últimos a pedido exclusivo del comando partisano. Esas víctimas oscilan entre 40 y 50.000.

El resto serían las víctimas de las represalias alemanas, italianas, húngaras, búlgaras y croatas contra los rebeldes y diversionistas. Las cifras pueden llegar a varias decenas de miles, pero dista mucho de las difundidas durante la guerra por los serbios con el fin de desacreditar totalmente el levantamiento nacional croata. No cabe duda de que dichas represalias, particularmente las de los ejércitos alemán y húngaro, así como de las milicias irregulares croatas en los primeros meses del Estado de Croacia, fueron innecesariamente severas y, de hecho, perjudiciales por haber facilitado a los comunistas la movilización de nuevos combatientes. Los comunistas provocaban intencionalmente las represalias, especialmente por parte del ejército alemán. Las represalias, aunque excesivas, pueden defenderse desde el punto de vista del derecho internacional, pero política y moralmente deben ser deploradas y condenadas.

VI. REPATRIACIONES FORZADAS, PROBLEMA DE MORAL INTERNACIONAL. La opinión pública norteamericana censuró las repatriaciones forzadas de millones de oponentes a los comunistas de los países de Europa centro- oriental como "un crimen según el derecho norteamericano e internacional". Por ello, el deslindar responsabilidades es "una necesidad moral para limpiarse del grave error", que constituye "una mancha imborrable para la tradición americana que siempre ofreció solícitamente asilo a los exilados políticos" (ver pp. 73-74). En Gran Bretaña, en cambio, se dejó pasar por alto ese problema, sin atribuirle mucha importancia. A una interpelación en la Cámara Baja sobre las repatriaciones forzadas a la Yugoslavia comunista, el gobierno británico contestó que sólo se trataba de unas 600 colaboracionistas. Ciertos organismos dependientes del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados también siguen repatriando por fuerza a los recientes exilados de Croacia refugiados en Italia y Austria.

Respecto a todo ello, se impone el interrogante: ¿qué dirían los patriotas latinoamericanos si del mismo modo se tratara a los exilados de Cuba, dispensando al mismo tiempo ayuda militar, política y económica al dictador Castro?

Las democracias occidentales, vencedoras en la Primera Guerra Mundial, se colocaron en una situación insostenible desde el punto de vista de la moral internacional cuando crearon, a despecho de sus propios principios, el Estado yugoeslavo donde bajo un sistema dictatorial, hubo sólo opresión nacional. Su responsabilidad se vio aún más comprometida en la segunda contienda mundial tras la desintegración de Yugoslavia, cuando forzaron su restauración, confiando en la eficacia y el poder de la idea monárquica serbia frente a las pretensiones comunistas y el expansionismo soviético, en lugar de proceder de conformidad a la Carta del Atlántico y reconocer el inalienable derecho de Croacia, Eslovenia, Macedonia, etc., a su libertad nacional. De ese modo los Aliados occidentales no pudieron librarse ya de su propia trampa cuando se dieron cuenta de que los soviéticos insistían en el restablecimiento de Yugoslavia con el fin de realizar sus pretensiones imperialistas en los Balcanes y, particularmente, en la zona central del Mediterráneo Algunos estadistas advirtieron el impacto negativo de semejante política. El presidente F. D. Roosevelt, por ejemplo, subrayó reiteradamente durante la guerra, que carecía de sentido insistir en la comunidad estatal compulsiva entre serbios y croatas, "dos pueblos tan antagónicos". (Acotaciones de diversas fuentes, pp. 68-70). Partiendo del principio nacional y del derecho a la autodeterminación, el prestigioso autor inglés E. Hallet Carr, llegó a la conclusión de que la disgregación de Yugoslavia, Estado típicamente plurinacional, y el establecimiento del Estado nacional croata, era un proceso político "natural y legítimo".

VII. HECATOMBES EN CROACIA, CONDICION DE LA EXPANSION SOVIETICA. Los comunistas lograron imponer su régimen en Yugoslavia sin previa ocupación soviética, por contar principalmente con la adhesión masiva del pueblo serbio a su programa de restaurarla. Unicamente a causa de la obstinación serbia pudieron conquistar Croacia y Eslovenia y extender la influencia soviética hasta el Adriático y la frontera de Italia. Para someter a Croacia, una vez terminada la guerra, tuvieron que recurrir a los métodos del terror colectivo, a las masacres en masa de los soldados croatas y de las figuras representativas en los ámbitos político, cultural, gremial y religioso. Todo esto no habría ocurrido si Croacia y Eslovenia no hubiesen sido incorporadas, en 1918, a un Estado en su esencia balcánico, bajo la dirección de Serbia, vinculada por nexos tradicionales con Rusia. Yugoslavia, creada por los vencedores en la Primera Guerra Mundial para hacerla el baluarte contra la expansión soviética, se convirtió, con el tiempo, en vanguardia del mundo comunista contra la Europa occidental. Eso se ajusta a la tradición de Serbia, cuya misión histórica, según Milovan Djilas, consiste en defender el mundo de la cultura bizantino-rusa contra las influencias provenientes del Occidente, desde las Cruzadas hasta las campañas contemporáneas (léase p. 82). El craso error de las democracias occidentales fue el haber favorecido el expansionismo de Serbia en detrimento de Croacia y Eslovenia, países que forman parte integrante del Occidente, cuya antemuralla fueron durante siglos. El hecho de que esas naciones, dadas su dependencia política y su ubicación geográfica, se encontraran en las dos últimas guerras en el bando adversario de los aliados victoriosos, no cambia de ninguna manera su misión histórica. Serbia, en ambas guerras, formalmente estuvo del lado de las democracias occidentales, pero exclusivamente en función de aliada de Rusia. Por lo tanto, en nuestro tiempo de reconciliación de los pueblos de cultura occidental y evidente peligro comunista es menester desechar los esquemas anacrónicos, en justipreciar la lucha nacional croata durante la última guerra, cuando el ejército croata combatió únicamente contra la invasión comunista sin posibilidad de ajustarse a los puntos de vista de las potencias democráticas, aliadas entonces de la Unión Soviética.

Tampoco después de las conocidas divergencias entre Moscú y Belgrado hubo motivos para abrigar la ilusión de poder explotar permanentemente la circunstancial rebeldía de la jefatura comunista yugoeslava. Las discrepancias se están suavizando y, acaso por la creciente influencia de los comunistas serbios, tenderá a desaparecer completamente porque aquéllos, de acuerdo con su tradición nacional, pueden sentirse seguros y protegidos únicamente bajo la tutela de Rusia.

Además, las ilusiones en cuanto a las posibilidades que ofrecería el schisma yugoeslavo dentro del bloque comunista, dista de ser un motivo suficientemente transcendental para justificar el encubrimiento del katynismo yugoeslavo. La fuerza espiritual del mundo occidental, lo que más cuenta en la lucha contra el comunismo mundial, se vería debilitada si se siguiera con el silenciamiento de los crímenes de guerra de los gobernantes yugoeslavos, aún so pretexto de la coexistencia pacífica. En cuanto a las protestas de los dirigentes comunistas yugoeslavos, verdaderos responsables de los mencionados crímenes, aquellas carecen de todo valor si no acceden a una investigación internacional in situ. Su negativa se puede interpretar únicamente como a su debido tiempo fue la reacción y oposición soviética a la indagación del crimen de Katyn.

 

SEGUNDA PARTE: DESCRIPCION DE LOS HECHOS DELICTIVOS

 

I. ANTECEDENTES HISTORICOS. El triunfo de la revolución comunista yugoeslava como el de la rusa se hacen comprensibles únicamente si se tiene en vista el proceso histórico-social específico y los factores de la geografía antropológica. El éxito de la subversión comunista fue posible en ambos casos a causa de la crisis político-social, provocada por el impacto de las ideas revolucionarias occidentales en el ámbito de la civilización bizantino rusa. Ambas revoluciones fueron precedidas por el colapso de los Estados respectivos imperialistas y multinacionales, en los que un pueblo ejercía la dominación sobre los demás. No sólo la vasta Rusia sino también la pequeña Serbia, propendía a la conquista de territorios ajenos, tanto en la Edad Media como en la época moderna. En las Guerras Balcánicas (1912-13), Serbia se anexó gran parte de Macedonia y de Albania, y en 1918 impuso su supremacía sobre Croacia, Eslovenia, Voivodina y Montenegro. El reino de Yugoslavia fue una edición en miniatura de la Rusia zarista, como la de hoy de la Rusia soviética.

La conquista de un territorio ajeno implica violencia y opresión, especialmente crueles en el caso que nos interesa. En ese sentido, además de la tradición de Bizancio, primer Estado en Europa que no toleraba a las minorías por razones ideológicas, actuaron los factores de la geografía antropológica. En Rusia: la herencia tártara, y en Serbia, la tradición secular de las bandas depredadoras en las regiones poco transitables de los Balcanes. Durante el dominio otomano que duró cinco siglos, se formaron en Serbia grupos de haiduks -semibandidos semipatriotas-. Desempeñaron decisivo papel, tanto en la emancipación de Serbia como en la formación de la clase directiva del nuevo Estado.

La misma crueldad que dio lugar a las matanzas en masa de los turcos vencidos y de la población aborigen de religión islámica, fue desatada más tarde contra los macedonios y los albaneses y, en el período comprendido entre las dos guerras mundiales, también contra los croatas y otros grupos étnicos.

Esos factores históricos y antropológicos influyeron también en la conducta de la guerrilla chetnik y partisano-comunista en la última contienda mundial. Los informantes occidentales, propensos a idealizar los movimientos de resistencia, no tomaron en consideración estos aspectos peculiares del acontecer balcánico.

II. EN EL TORBELLINO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. La desintegración del Estado yugoeslavo en 1941 llevó a relaciones harto complejas y a soluciones políticas que, mayormente, no satisficieron a la población interesada. Entre el descontento y la tensión, surgieron las guerrillas chetnik y comunista. Ambas guerrillas, imbuidas del espíritu chovinista serbio, lucharon por la restauración de Yugoslavia y, por ende, por la aniquilación del Estado de Croacia, restablecido en 1941, combatiendo al mismo tiempo entre sí, pues cada bando quería reservarse el control exclusivo tras la victoria aliada.

En el territorio de la Yugoslavia actual, durante la guerra, operaron las tropas de Alemania, Italia, Hungría, Bulgaria y Croacia y, en las postrimerías de la guerra, el Ejército Rojo, amén de las aludidas guerrillas y varias milicias locales. Hasta a los entendidos les costaba orientarse debidamente en semejante situación caótica. Los Aliados occidentales apoyaron primero a los guerrilleros chetniks, adictos al gobierno exilado en Londres. Muy pronto los partisanos (guerrilleros de Tito), en su despiadada lucha, recurriendo a todos los medios y sacrificando vidas humanas sin límite, prevalecieron sobre los nacionalistas serbios. Esos últimos, en la segunda fase de la guerra, trataron de ahorrar sus fuerzas y, al mismo tiempo, combatir a los comunistas. Fueron ayudados por Italia e indirectamente por Alemania, lo que fue explotado por los comunistas para desacreditarlos ante los aliados occidentales y las masas serbias que engrosaban las filas partisanas. El resultado final fue el fracaso rotundo de la política del gobierno real en exilio, protegido hasta entonces por los gobiernos de Londres y Washington, y el reconocimiento de los guerrilleros comunistas inclusive por el mismo rey Pedro II como el ejército regular yugoeslavo.

Mientras tanto el gobierno de Croacia, pese a la oposición de la Italia fascista, llegó a formar su ejército de unos 250.000 soldados a fines de 1944, obstáculo principal a la realización de los objetivos de los chetniks y comunistas. De ahí, las luchas entre las dos guerrillas de una parte y del ejército croata por otra, asumieron -según el juicio acertado de Albert Mousset- el carácter de una guerra nacional entre Serbia y Croacia. (Cita p. 110).

Los aliados occidentales favorecieron de hecho la expansión soviética, pues después de haber prestado apoyo a los desacreditados chetniks dieron crédito a las promesas comunistas de permitir las elecciones libres al finalizar la guerra en vez de apreciar debidamente las fuerzas nacionales occidentalistas de Croacia y Eslovenia. Ni siquiera propiciaron un vuelco tipo Badoglio en Croacia, pese a los prometedores preparativos de los influyentes ministros y políticos. Los occidentales quedaron hasta el final fieles a sus aliados comunistas. Al contrario, los comunistas, temiendo semejante maniobra, llegaron a proponer su colaboración a Hitler contra un eventual desembarco aliado en Croacia. Por su parte, los soviéticos, a espaldas de Tito y de sus aliados occidentales, ofrecieron reconocer al gobierno ustacha de Croacia con la única condición de permitir el libre paso de sus tropas de Hungría a la Italia del Norte.

III. LA INVASION DE CROACIA, EL EXODO Y LA RENDICION DE BLEIBURG. El ejército ruso había irrumpido en Serbia y Voivodina a fines de 1944. En Belgrado entronizó un gobierno de Tito que fue a su vez reconocido por todos los aliados como el único gobierno de Yugoslavia. Recién entonces fue cuando, con la participación directa soviética y búlgara y apoyo angloamericano en el mar y el aire, Tito pudo movilizar en Serbia y transformar sus bandas guerrilleras en un ejército regular, bien armado, integrado por varios cientos de miles de soldados. A continuación desató su ofensiva con la base en Serbia a fin de conquistar Croacia y Eslovenia e incorporarlas a Yugoslavia y, por ende, al bloque comunista.

Tras una encarnizada resistencia contra un enemigo superior y con respaldo exterior, el ejército croata, sin efectiva ayuda de los alemanes en retirada, defendió con arrojo cada pedazo del suelo patrio. Pero a principios de mayo de 1945 se desistió de la última defensa de la capital croata con el patriótico fin de salvarla de la destrucción. El ejército croata se replegó con una gran multitud de fugitivos civiles a través de Eslovenia (mapa, p. 123), hacía las líneas de los Aliados occidentales en Austria, donde los británicos, definitivamente, rehusaron el 15 de mayo de 1945 recibir como prisioneros de guerra a los soldados croatas y conceder asilo a los exilados. De esa manera cayeron en manos comunistas más de 300 mil croatas.

IV. LAS MATANZAS EN MASA DESPUES DE FINALIZAR LAS HOSTILIDADES. Las matanzas en masa se desataron en Eslovenia tan pronto los comunistas se posesionaron de cientos de miles de prisioneros y fugitivos. Los croatas en largas columnas, fueron conducidos hacia Maribor, Celje y Kocevlje. En esos y otros sitios, decenas de miles de soldados y civiles, incluso mujeres y niños, fueron masacrados. Los sobrevivientes fueron llevados, en la mayoría de los casos, a pie, en condiciones inhumanas, hacia Croacia; gran parte hacia Zagreb en cuyas inmediaciones fueron asesinados decenas de miles, y el resto siguió su vía crucis rumbo a Voivodina y Serbia en marchas forzadas de cientos de kilómetros.

Tales asesinatos e inenarrables torturas, documentados por más de doscientas declaraciones de los testigos presenciales, fueron cometidos por las unidades del ejército regular yugoeslavo, mayormente de nacionalidad serbia, bajo la supervisión y el control de sus comisarios políticos.

V. "LAS MARCHAS DE MUERTE". Las macabras marchas de largas columnas con miles y miles de prisioneros a través de Eslovenia y Croacia resultaron torturas particularmente sádicas. Los restos de esas columnas llegaron hasta Rumania y un grupo hasta la frontera macedónico-griega (mapa, p. 148-9). Infortunados prisioneros, despojados de todo, descalzos y a menudo en paños menores, hambrientos y sedientos, tuvieron que recorrer cientos de kilómetros, mientras los guardas comunistas con frecuencia separaban a grupos numerosos a los que, acto seguido, fusilaban, a veces a vista de otros cautivos. Los rezagados por agotamiento, hambre, sed, enfermedades y torturas, fueron rematados en el acto.

Los testigos presenciales, que prestaron numerosos testimonios, permiten seguir varias de esas "marchas de muerte", algunas integradas por más de 10 mil prisioneros, de los cuales sobrevivió sólo una ínfima parte.

Otro aspecto dramático de este suplicio de los jóvenes croatas a través de su propia patria, que defendieron tan heroicamente, fue el trato inhumano de los guardias comunistas hacia la población que intentaba alcanzar comida y agua a sus infortunados connacionales y familiares. A menudo asesinaban a los prisioneros a la vista de sus padres.

Por otra parte, los comunistas organizaban a sus simpatizantes y a la población serbia para que maltrataran y asesinaran a su antojo a los prisioneros croatas llegando a veces hasta el extremo de envenenárseles el agua y los alimentos.

Estas espectaculares "marchas de la muerte", con su secuela de asesinatos en masa y torturas bestiales, tuvieron por finalidad intimidar y atemorizar, tanto a los croatas como a eslovenos, y de complacer a los serbios, sedientos de la venganza por la supuesta traición de los croatas.

Entre otras medidas del terror colectivo, cabe destacar el arresto de decenas de miles de personas en Zagreb y otras partes de Croacia, su internación en los campos de concentración en condiciones indescriptibles, de modo que resultaron más bien los campos de exterminación. Los que se salvaron, regresaron a sus hogares, oficinas y fábricas, quebrados por las torturas físicas y morales.

VI. OTROS CRIMENES CONTRA LA HUMANIDAD E INFRACCIONES DEL DERECHO DE GUERRA. Entre las transgresiones flagrantes de las Convenciones de Ginebra, cometidas por los criminales de guerra yugoeslavos, figuran las matanzas de los heridos y la privación del derecho a decorosa sepultura. Los comunistas, que mataban sistemáticamente a los prisioneros, heridos y capturados ya durante la guerra, han proseguido con los mismos crímenes después de terminar la guerra. Conforme a declaraciones de testigos oculares, masacraron a numerosos grupos de heridos, expresamente en Maribor y Zagreb.

Los cadáveres de los soldados y civiles masacrados eran arrojados en zanjas, fosas, pozos, precipicios, minas abandonadas o echados a los ríos. A veces las tumbas colectivas fueron tan superficialmente tapadas que los perros y otros animales desenterraban los cadáveres y esparcían sus trozos.

Las familias de las víctimas nunca podían conseguir datos acerca de cuándo aquellas fueron muertas y dónde fueron sepultadas. El ensañamiento comunista aun contra los muertos llegó tan lejos, que nivelaron los cementerios militares croatas y alemanes.

VII. TORTURA Y MASACRE DE MUJERES Y NIÑOS. De las matanzas en masa, marchas de muerte, los campos de concentración y exterminación y otros tratos bestiales, no quedaron tampoco excluidos niños y mujeres. En base a numerosos testimonios, ha sido posible describir escenas escalofriantes de crueldad pocas veces registradas en la historia de la humanidad. El capítulo respectivo no puede resumirse, debe ser leído por todos quienes quieran conocer la perversidad intrínseca del comunismo.

Nunca se podrá establecer con exactitud el número de las víctimas de dichas masacres colectivas. Se mataba en muchísimos lugares, sin control alguno. Es posible, empero, establecer tan sólo una cifra aproximativa sobre la base de datos yugoeslavos y croatas relativos al número de prisioneros de guerra y de fugitivos y también en base a numerosos testimonios, entre otros, de los mismos ex combatientes.

Según los datos croatas, más de 300.000 personas participaron en el éxodo. El mismo Tito, en su orden del día, con motivo de la rendición del ejército croata habla de más de 100.000 soldados capturados (Doc. XV). El comisario político presente en el acto de rendición en Bleiburg, menciona a más de 120.000 soldados capturados y otro tanto de civiles (Doc. XII). De acuerdo con declaraciones testimoniales, la mayor parte de los que participaron en el éxodo fue masacrada. Súmese a ello 100.000 soldados y civiles capturados en Croacia que fueron en gran parte víctimas de las masacres. No es exagerado concluir que el Katyn croata superó veinte veces al Katyn polaco. Cerca de 200.000 soldados y civiles fueron asesinados "para que la Yugoslavia comunista pudiera subsistir" (Milovan Djilas).

 

TERCERA PARTE: SUPLEMENTOS

 

1. LA TRAGEDIA DEL PUEBLO ESLOVENO. Por su fuerza numérica, los eslovenos ocupan el tercer lugar en Yugoslavia. Eslovenia fue incorporada a Yugoslavia en 1918 y después de su desintegración en 1914, su territorio fue repartido entre Alemania, Italia y Hungría. Su individualidad política y nacional le fue negada. La parte anexada por el Tercer Reich quedó sometida a un régimen cruel de germanización forzosa y de deportaciones masivas. Aunque los eslovenos son un pueblo pacífico y devoto a la Iglesia Católica y, como tal, reacio a la propaganda comunista, la tremenda situación en que se debatía facilitó la organización de pequeños grupos de guerrilleros bajo el control comunista, que se presentaban como combatientes contra el ocupante y en pro de la libertad. Esos grupos se incrementaron considerablemente después de la capitulación de Italia en 1943, y entonces exteriorizaron su verdadero carácter, sus propósitos y métodos asesinando a todos los oponentes potenciales de la revolución comunista. Para protegerse entonces del terror comunista se organizaron milicias locales, que luego fueron transformadas en el ejército nacional esloveno (domobranci), reconocido, si bien con limitaciones, por el ocupante alemán.

Mediante ese ejército, muy exitoso en la defensa contra la subversión comunista, los líderes nacionales eslovenos esperaban instaurar su Estado nacional al terminar la Guerra Mundial. Sin embargo, como los Aliados occidentales se obstinaron hasta el final en ayudar a los comunistas de Tito, el Consejo Nacional Esloveno, que había asumido el poder supremo en las postrimerías de la guerra, tuvo que abandonar su país y buscar el refugio junto con el ejército, en la vecina Carintia (Austria), ocupada por los británicos. Estos entregaron a los comunistas unos 12.000 soldados eslovenos, flor de la juventud de este pequeño pueblo, culto y laborioso. Los comunistas masacraron 11.751 de ellos. Del cuadro sinóptico adjunto (pág 184) se colige con precisión el proceso de extradición y de matanza de varios grupos. En el mismo momento de su entrega a los comunistas, los militares británicos les aseguraban que serían trasladados a los campos de prisioneros en Italia. Los civiles fugitivos se salvaron de la misma suerte en último momento en virtud de una nueva disposición británica que prohibía ulteriores repatriaciones masivas de los refugiados.

II. EXTERMINIO Y EXPULSION DE LA MINORIA ETNICA ALEMANA DE YUGOSLAVIA. El gobierno de la República Federal Alemana ha publicado una voluminosa colección de documentos sobre la suerte que corrieron los alemanes de Yugoslavia. Antes de la guerra la minoría étnica alemana pasaba de 500.000 personas, y actualmente ya no figura en la estadística demográfica yugoeslava. La mayor parte huyó o fue expulsada a Austria y Alemania o deportada a Rusia. Pero más de 70.000 civiles, entre ellos un elevado número de mujeres y niños, fueron asesinados o exterminados en los campos de concentración por torturas, hambre y epidemias. Unos 28.000 cayeron en la guerra o fueron masacrados como prisioneros.

Singularmente grave resulta el caso de unos 5.000 niños de 6 a 12 años, asfixiados con gases letales. Sus cadáveres fueron rociados con nafta y quemados y los restos fueron aplastados por pesadas niveladoras.

En virtud de una ley especial, todos los alemanes fueron despojados de sus bienes. Los que no huyeron y escaparon a la masacre y la deportación a Rusia vivieron durante años en los campos de concentración, donde morían en gran número. Gracias a la intervención del gobierno de Bonn, los sobrevivientes fueron recientemente trasladados a Alemania y Austria.

El exterminio de la minoría étnica alemana en Yugoslavia es un caso típico de genocidio.

 

CUARTA PARTE: DOCUMENTOS

 

Esta parte contiene 40 documentos, mayormente informes, relatos y declaraciones de los testigos presenciales. Los documentos, numerados con signos romanos, están agrupados en la forma siguiente:

1) ANTECEDENTES DE LA TRAGEDIA DE BLEIBURG. Declaraciones de testigos oculares sobre las masacres, cometidas por los comunistas en distintos lugares de Croacia, con anterioridad a su conquista total. Aquí figura también una descripción de la destrucción de una aldea musulmana por el escritor comunista serbio Branko Copic.

2) ADHESION DE CROACIA A LA CONVENCION DE GINEBRA.

3) CARTA PASTORAL, DEL EPISCOPADO CATOLICO EN VISPERAS DE LA INVASION COMUNISTA DE CROACIA. Documento de suma importancia sobre los crímenes comunistas y la lucha del pueblo croata por la libertad e independencia.

4) LA RENDICION EN BLEIBURG. Informes sobre las negociaciones en presencia de un general inglés, producidas por el delegado croata (prof. Daniel Crljen) y por el delegado yugoeslavo (el comisario político A. Basta); descripción de la rendición por el escritor croata Srecko Karaman; testimonio de cómo los ingleses ayudaron a ciertos grupos de exilados croatas; la orden del día de Tito con motivo de la rendición del ejército croata frente a Bleiburg.

5) MASACRES Y TUMBAS COLECTIVAS EN DISTINTOS LUGARES DE ESLOVENIA. Testimonios de croatas sobrevivientes eslovenos y ex partisanos.

6) MATANZA DE LOS NACIONALISTAS MONTENEGRINOS, incluyendo quince sacerdotes ortodoxos.

7) "LAS MARCHAS DE MUERTE". Una serie de relatos exhaustivos, impresionantes y detallados, con referencias a la rendición de Bleiburg y las masacres en Eslovenia. Pormenores horripilantes de las matanzas, torturas y venganzas por parte de los comunistas y la población serbia.

8) MATANZAS EN DISTINTOS LUGARES DE CROACIA. Serie de declaraciones testimoniales sobre masacres en masa y tumbas colectivas.

9) PROTESTAS DE LOS OBISPOS CATOLICOS. Una carta del cardenal Stepinac relativa a la persecución de sacerdotes, maltrato y asesinato de los soldados y civiles croatas, la condena de monjas por haber ayudado a heridos, los campos de concentración, los tribunales comunistas, los padecimientos "nunca vistos en la historia de Croacia", y "el destino trágico de centenares de miles de soldados y civiles croatas"; la protesta del episcopado católico contra la masacre y el maltrato del clero, la nivelación de cementerios militares y la manera de proceder en los campos de concentración; referencias de Ivan Mestrovic sobre la Tragedia de Bleiburg.

 

 

DOCUMENTS SUR LES MASSACRES DES CROATES DANS LA YOUGOSLAVIE COMMUNISTE EN 1945.

ANNEXE: La tragédie du peuple slovene

Massacre et expulsion de la minorité allemande.

 

RESUMÉ

 

Le volume présent traite sur les massacres des Croates, organisés et consummés par les communistes yougoslaves en 1945. Les auteurs croates, ainsi que les étrangers, les ont appelé: La Tragédie de Bleiburg car les massacres principaux furent commis devant Bleiburg, ville autrichienne a la frontiere de la Slovénie. C'est la que le 15 Mai 1945, la 8e armée anglaise refusa d'accepter la reddition de quelques 120.000 soldats et d'accorder asile politique a un nombre similaire de fugitifs civils croates qui sont tombés ainsi entre les mains de leurs persécuteurs.

Les Croates furent persécutés comme adversaires déclarés du totalitarisme communiste et comme défenseurs de leur indépendance. En effet, en 1941, au moment de la desintégration de la Yougoslavie, ils avaient rétabli leur état national, organisé l'armée et combattu pendant 4 années la guerrilla communiste. De meme qu'en 1945, ils avaient combattu l'invasion des troupes de Tito provenant de Serbie, appuyées directement par l'armée rouge et par les opérations navales et aériennes anglo- nortaméricaines a partir de leurs bases en Italie. En violant le principe national et le droit d'autodéterminations, les communistes incorporerent la Croatie a l'Etat multinational yougoslave, restauré en 1945 comme une république fédérale "socialiste" sous la suprématie des Serbes qui représentaient a peine un quart du territoire et de la population. La repression communiste qui eut lieu immédiatement apres, peut etre caractérisée comme un massacre collectif, avec tous les aspects d'un génocide.

Par conséquent, le theme abordé est de double intéret: d'abord, comme exemple des méthodes de la conquete communiste, puis, comme la maniere dont les strateges de la révolution communiste mondiale envisagent et traitent les problemes nationaux.

Sauf la préface, l'introduction et de nombreux documents, principalement les déclarations des témoins oculaires, ce volume contient une analyse historique, politique, juridique et morale des massacres collectifs en question, et finalement une exposition étendue et la description des événements politiques et militaires relatifs au sujet traité. Comme supplément on publie des récits sur le massacre des Slovenes et de la minorité ethnique allemande.

PREFACE. Le Dr. Eduardo Augusto Gareía, diplomate et juriste argentin, ex-président du Conseil de l'Organisation des Etats Américains (OEA) présente cette édition au public hispano- américain et souligne les descriptions et déclarations des témoins oeulaires qui "offrent un témoignage vivant et irréfutable de la cruauté communiste contre un peuple noble qui a lutté pour sa liberté." "Il faut lire ces récits, ici, en Argentine et en Amérique, sous la protéction des lois et institutions qui assurent la liberté et la dignité des personnes, sans discriminations raciales, idéologiques ou réligieuses, pour remarquer la différence qui existe entre le régime communiste et le démocratique, entre l'esclavage et la liberté, entre l'humilliation et la dignité, entre ce que nous avons et ce qu on veut nous imposer de Moscou et Pékin."

L'INTRODUCTION est signée par l'Institut Croate Latinoaméricain de Culture qui a rédigé cette édition avec la coopération des éditeurs et de la rédaction de Studia Croatica, revue trimestrale d'études politiques et culturelles sous le patronage de cet Institut. Les documents furent réunis par la Commission d'Investigation de la Tragédie de Bleiburg de Cleveland, USA (Président John Prcela) par les commissions homonymes de Rome (dirigée par le Professeur Krunoslav Draganovic) et de Buenos Aires (constituée au sein de l'Institut Croate Latino- américain de Culture). La commission de Buenos Aires a sélectionné les documents (d'un total supérieur a 200), classifié le matériel et rédacté l'exposition et l'analyse politique et juridique.

La tragédie de Bleiburg a été peu éclaircie et connue jusqu'a présent a cause de la situation précaire du peuple croate et des difficultés compréhensibles des exilés politiques croates. Les documents et, particulierement les térmoignages oculairs, on été réunis avec beaueoup de difficultéss car les familles des témoins risquent de souffrir des représailles en Yougoslavie.

Ce premier ouvrage systématique sur la gran tragédie du peuple croate est dédié tout d'abord aux pays latino-américains en reconnaissance chaleureuse, pour faire remarquer le caractere liberticide et criminel du communisme et la tactique de ces dirigents, qui se proclament les defenseurs desintéressés de nations opressées.

The Committee for Investigation of the Bleiburg Tragedy de Cleveland (EE. UU.) prépare une édition plus ample en anglais.

La tuerie en masse par les communistes, loin d'etre un cas isolé, fait partie (d'aprés le rapport de la Commission d'Investigation de la Tragédie de Katyn de la Chambre des Représentants de Washington de 1952) "d'un plan totalitaire, prémédité et diabolique pour la conquete du monde". Pourtant, les crimes des communistes yougoslaves ne furent pas sanctionnés par un tribunal international qui aurait pu etre la suite logique du proes de Nuremberg. C'est pour cette raison qu'ils doivent etre examinés et denoncés afin que l'opinon publique puisse répudier au moins moralement les auteurs des ces affreux crimes contre l'humanité.

Comme conclusion on exprime la conviction qu'il ne manquera pas de personnes et d'institutions qui, par amour a la liberté et la justice sur la base des données compris dans cet ouvrage, exigeront qu'un organisme international pour la défense des droits humains denonce les crimes des communistes yougoslaves qui ont violé les conventions internationales sur le traitement des prisonniers et blessés de guerre et violé les principes essentiels du droit. Les communistes yougoslaves méritent le mépris du monde libre et surtout des pays auxquels ils s'offrent comme mentors et se présentent comme libérateurs.

 

PREMIERE PARTIE: ANALYSE

 

Sous ce titre générique on a réuni 7 chapitres contenant les données, références et considérations indispensables pour une correcte interprétation des événements analysés, et des documents publiés.

I. LES CRIMES QUI N'ONT PAS EU LEUR NUREMBERG.- Il s'agit du premier chapitre relatif aux causes éloignées et immédiates des crimes communistes commis avec la complicité des Alliées occidentaux et que sont restés ainsi impunis.

La victoire du communisme sur une région étendue de l'Europe est liée étroitement a la crise sociale du monde occidental et ses conflits dans la fonction de la politique du pouvoir. Les puissances européennes rivalisaient pour obtenir d'abord l'amitié et l'alliance de la Russie tsariste et plus tard celle de la Russie soviétique. La deuxieme conflagration mondiale a éclaté, aprés le pacte Ribbentrop-Molotov du 28/8/1939 et apres la quatrieme division de la Pologne, comme une croisade des democraties contre le totalitarisme et pour la défense de l'indepéndance et l'intégrité territoriale de la Pologne et des autres petites nations, et en realité pour éviter l'altération de l'équilibre entre les grandes puissances. Mais la guerre, qui devalt restituer et consolider les libertés et le droit d'autodétermination des petites nations a terminé par l'expansion imprévue du bloc communiste totalitaire et par l'esclavage des petits pays d'Europe centre-orientale lors de l'alliance des démocraties occidentales avec l'Union Soviétique. Ceux qui oserent remarquer qu'un joug a été substitué en réalité par un autre plus atroce, plus dangeureux parceque plus durable, furent accusés et calomniés d'apologistes du totalitarisme nazi vaincu.

Les communistes ont profité avec une extreme habilité des conflits nationaux et de classe pour creer et maintenir la confusion qui cachera et laissera impunis leurs crimes contre l'humanité. C'est a peine quelques années apres la fin de la guerre qu'on a prouve que le crimen de Katyn faisait partie du plan communiste global tendant vers la conquete du monde et l'élimination des dirigeants contraires. Mais les cas plus terribles encore de katynisme yougoslave sont restés impunis et dans le silence, étant donné les circonstances spéciales du rétablissement de l'Etat Indépendant de Croatie en 1941, ainsi que l'aide accordée a Tito apres la rupture Moscou- Belgrade de 1947. Les horribles crimes des communistes yougoslaves n'ont ni été examinés ni discutés dans le monde libre.

II. LA TRAGEDIE DE BLEIBURG OU SUPER- KATYN CROATE.-Les communistes yougoslaves ont massacré en 1945 plus de 200.000 Croates entre prisonniers et civils, sans distinction de sexe ou age. Cette perte irréparable a été appelée avec raison le super- Katyn croate, car la population croate dépasse a peine 6 millions habitants. (Bibliographie p. 30). Les massacres collectifs de prisonniers de guerre inclus des blessés, presque toujours sans procés ni jugement préalable et souvent sans l'identification des victimes, les tortures physiques et mentales des survivants le traitement cruel, inhumain et dégradant dans les prisons et les camps de concentration, la privation du droit a une sépulture convenable et la nivélation des cimetieres militaires, constituent des lésions flagrantes et massives non seulement des sentiments humains et des principes du droit pénal civilisé, mais aussi du droit international de guerre et particulierement des Conventions de Geneve sur le traitement des prisonniers et blessés. Le gouvernement communiste de la Yougoslavie avait l'obligation de les respecter, car il avait été reconnu comme détenteur de la légalité du Royaume Yougoslave d'avant guerre qui a la fois avait adhéré aux Conventions de Geneve le 20 mai 1931. Par conséquent, il devait observer les dispositions de ces Conventions par rapport a l'armée croate, étant donné qu'elle reunissait toutes les attributions d'une armée réguliere. D'autre part, l'Etat Indépendant de Croatie a existé pendant 4 ans de facto et a été reconnu de jure par plusieurs états, et le 29 janvier 1943 il s'est adhéré aux Conventions de Geneve. Le Conseil Fédéral Suisse a communiqué le 13 mars 1943 cette participation aux Etats adheres en leur confirmant qu'elle entrait en vigueur immédiatement étant donné les circonstances de guerre. (Voir textes dans la Section Documents, pp. 214-15).

Les massacres en question ne furent pas l'oeuvre d'individus irresponsables. En 1945, il y avait une armée réguliere yougoslave. Ses représentants avaient traite a Bleiburg la reddition de l'armée croate avec les officiers croates et sous le controle d'un général anglais de la 8me. armée. Lorsque les conventions internationales sur les prisionniers de guerre furent invoquées, le général anglais justifia son attitude discutable de ne pas accepter comme prisonniers les soldats croates, en exprimant que les autorités yougoslaves les traiteront selon le droit de guerre. Les délégués yougoslaves s'exprimerent aussi dans ce sens, ce qui eut une influence decissive sur la reddition de l'armée croate. (Documents, XI y XII).

D'apres les Conventions de Geneve, les prisonniers n'appartiennent pas a l'unité qui les a capturé, sinon a l'Etat respectif. Par conséquent, les massacres en masse des prisonniers croates et le mauvais traitem ent des survivants démontrent 1) la violation flagrante du droit international de guerre et 2) la responsabilité qui retombe sur le gouvernement yougoslave.

Ces massacres constituent, d'accord a toutes les définitions, des crimes de guerre et en meme temps une flagrante violation des principes du droit pénal avec les caractéristiques du génocide, surtout si on envisage les massacres massifs de la population civile, presque toujours sans cause et sans proces, souvent commis sur des femmes, mineurs et enfants. Il s'agit done de crimes contre l'humanité, parmi les plus horribles que l'histoire en registre. Les dirigeants communistes yougoslaves sont autant criminels de guerre que les inculpés de Nuremberg.

III. LES ASPECTS POLITIQUES ET MORAUX DU KATYNISME YOUGOSLAVE.- Les dirigeants communistes yougoslaves jugent avec un double criterium ces transgressions du droit positif et naturel. Si les infracteurs sont ses adversaires, ils méritent d'etre punis, mais si ces memes crimes sont comis par eux ça représente un mérite. Ils soutiennent le droit a la liberté nationale uniquement s'il contribue favorablement aux intrets de la révolution communiste. Par conséquent, la justice et la morale sont subordonnées aux intérets politiques des circonstances.

Sous la Monarchie Yougoslave crée en 1918 et appuyée par les vainqueurs de la premiere guerre mondiale, les communistes avaient dénoneé cet état plurinational comme un des exemples épouvantables de l'oppression nationale et l'exploitation colonial (termes emploiyés dans la Résolution de V Congres du Comintern) de la mayorité par la minorité (Serbie). A maintes reprises ils ont souligné le droit des Croates et des autres peuples et minorités oppressés de se separer de la communauté yougoslave en la traitant "la prison des peuples" et invocant le droit d'autodetermination et le principe national.

Selon un rapport de 1948 du Commité Central du Parti Communiste Yougoslave, les comunistes de Croatie et Macédoine, en 1941 apres la chute de Royanme de la Yugoslavie, considéraient comme une solution équitative la création de l'Etat de Croatie et l'incorporation de la Macédoine a la Bulgarie. Pourtant, la direction du Parti Communiste Yougoslave sachant que les Croates par leur tradition occidentaliste refuseraient carrément n'importe quel essai d'intégration dans le bloc soviétique, adopterent un programme qui prévoyait la restauration de la Yougoslavie et la liquidation de l'Etat Croate. De cette façon, ils ont obtenu l'appui des masses serbes exasperées par la defaite, car elles considéraient la Yougoslavie comme une Serbie agrandie. La fulminante déroute militaire et la chute verticale d'un systeme antidémocratique et corrompu par le démembrement logique d'un état dans lequel la minorité opprimait et exploitait la majorité plus avancée du point de vue culturel et économique, furent attribuées aux Croates. Les Serbes les qualifiaient de traitres d'un état qui avait été en réalité leur prison nationale. Les communistes s'approprierent ce criterium chauviniste serbe et le masquérent sous la fa‡ade du fédéralisme qui est lettre morte dans un état plurinational, hétérogene dans le sens culturel et réligieux, et gouverné par le parti Communiste monolitique.

Les communistes ont exploité sans scrupules ces contrastes nationaux, réligieux et culturels. Les Serbes, liés étroitement a la tradition de l'église nationale orthodoxe s'inclinent par tradition vers la Russie. Ils haissent les communautés religieuses de caractere universel et particulierement l'église catholique a laquelle appartient la majorité des Croates et Slovenes, d'une orientation culturelle et politique nettement occidentale.

En donnant préférance aux intérets de l'expansion soviétique et de leur état multinational, les communistes yougoslaves ont déclaré que la loyauté des Croates a leur groupe social et national et leur adhésion aux valeurs de la culture occidentale était une trahison de la patrie yougoslave et du monde slave. Pour des raisons d'opportunisme politique ils se sont identifiés avec le chauvinisme et l'impérialisme russe et serbe et ils ont promulgué le droit a une vengeance implacable contre les Croates. Toutes ces raisons ont été abusées pour propager parmi les Serbes la "haine noble" et la vengeance collective contre les soit-disants traitres. Milovan Djilas a été l'idéologue et propagateur principal de ces idées politiques. Selon son point de vue, tous les adversaires du communisme et de l'Etat yougoslave étaient des "chiens enragés correspondant a l'échelle la plus basse des etres vivants", dignes d'une mort violente. "Ne les investiguez pas, ne perdez pas votre temps, ne subtilisez pas avec eux... Tuez-les comme des chiens... Ils ne sont pas des complices, mais des criminels". (L'Archive Historique du Parti Communiste Yougoslave Tome I, Livre 2; voir citation pp. 37-38).

Les tentatives communistes de justifier les massacres en masse et la vengeance collective en invoquant la raison d'Etat de ce conglomérat multinational ou continue a dominer un seul peuple, par un systeme dictatorial (car l'introduction des libertés démocratiques provoquerait automatiquement la désintégration d'un tel état) ne sont pas une défense mais plutot une circonstance aggravante.

IV. QUI SONT LES PATRIOTES ET QUI SONT LES QUISLINGS? — Les politiciens du gouvernement en exile, en majorité Serbes et partisans de la Grande Serbie, ont imputé a leur tour la fulminante capitulation de la Yougoslavie à la trahison des Croates et ont revindiqué le droit à la vengeance collective après la victoire alliée, en proclamant la lutte pour la liberté nationale de la Croatie comme un odieux collaborationisme genre Quisling. Les Croates n'ont pu agir comme des quislings ni comme des traîtres parce qu'avant d'établir en 1941 leur propre état national, ils ne vivaient pas dans un pays libre, jouissant des libertés démocratiques et nationales. Au contraire, ils formaient partie d'un état multinational avec un régime dictatorial qui favorisait seulement la Serbie. Les communistes mêmes qualifiaient ce système de "dictature grande-serbe militaire et fasciste".

Quelques jours avant le soulèvement national croate, un groupe d'officiers et politiciens serbes s'empara du gouvernement de Belgrade moyennant le putsch du 27 mai 1941, afin de supprimer l'autonomie limitée accordée aux Croates à la veille de la deuxième guerre mondiale. Ce fut le motif réel de ce coup d'état tellement vanté par la presse occidentale. Le nouveau gouvernement le pré-sentait comme une réaction à l'adhésion de la Yougoslavie au Pacte Tripartite, tandis qu'il faisait de grands efforts pour gagner les bonnes grâces de Hitler et le convaincre que les clauses du pacte seraient respectées à la lettre. Mais Hitler avait perdu pourtant la confiance dans les chefs politiques yougoslaves et désirant s'assurer le flanc sud pour l'invasion de la Russie, il déclara la guerre à la Yougoslavie. L'indépendance de la Croatie ne figurait pas dans ses plans. Cependant il l'accepta a posteriori comme un fait accompli, lorsque l'Etat Indépendant de Croa-tie fut proclamé à Zagreb, le 10 avril 1941. Tous ces problèmes sont éclaircis dans les documents du Ministère des Relations Extérieures du Troisième Reich, publiés récemment à Washington. (Documents on German Foreign Policy, 1918-1945, Vol. XII).

Par conséquent, l'Etat de Croatie, rétabli en 1941, n'a pas été une réalisation du nazisme et du fascisme et ce n'est pas juste non plus de qualifier les Croates d'adversaires des démocraties occidentales parce que les chefs du soulèvement national et plus tard les membres du gouvernement provenaient des files ustachi. "Le Mouvement Croate de Libération Ustacha" ne dépendait d'aucun pays ou régi-me étranger. C'était un mouvement nationaliste autochtone qui avait surgi comme un défi à la dictature monarchiste serbe imposée en 1929, une des plus opprimantes de l'Europe d'alors, qui avait interdit toutes les activités politiques et culturales des Croates, supprimé toutes les libertés politiques et décreté la doctrine selon laquelle les Croates n'étaient pas un peuple dans le sens ethnique et que par conséquent la liberté nationale ne leur correspondait pas. Il ne faut donc pas s'étonner si après l'assassinat traître des dirigeants démocratiques croates, pendant une séance dans le parlament de Belgrade le 20 juin 1928, beaucoup de Croates arrivèrent à la conclusion qu'il fallait recourir à l'action révolutionnaire contre la domination serbe et préparer le soulèvement national. Jusqu'à ce moment on ne connaissait pas en Croatie les méthodes d'action directe, très fréquentes dans les pays balcaniques, et spécialement en Serbie où fut comploté l'assassinat du prince-héritier du trône d'Austriche-Hongrie commis à Sarajevo en 1914. Les ustachi n'ont pas d'avantage imité les organisations nationalistes serbes comme certains révolutionnaires occidentaux (carbonari).

De 1929 à 1941 le Mouvement Ustachi fut une organisation clandestine et le Parti Paysan, démocratique et pacifiste, obtint la grande majorité des votes croates, inclus ceux des ustachi, dans toutes les élections entre les deux guerres. Lors-que le Mouvement Ustacha arriva au pouvoir et établit un régime autoritaire (1941-1945) il fut toléré comme une nécessité politique et une solution passagère dans une Europe sous le régime militaire de l'Axe. Même pendant qu'il occupait le pouvoir, le mouvement ustacha fut une ample coalition nationale plutôt qu'un parti monolitique totalitaire, formé surtout par des groupes et individus nettement démocratiques qui consideraient comme un devoir coopérer pour le rétablissement et la défense de leur état national, convaincus qu'après la victoire alliée ils obtiendraient un régime démocratique selon, les aspirations et les traditions du peuple croate. Par conséquent, la conclusion des auteurs politiques étrangers qui classifient le régime ustacha "parmi les mouvements extremistes" mais pas du genre fasciste, sinon "autonomistes" est correcte. (European Political Systems, Taylor Cole, voir p. 58).

Nous avons donc prouvé, que les Croates ne furent pas traîtres. Par contre, on peut affirmer que les communistes croates agirent comme des quislings lorsqu'ils se mirent au service de l'invasion étrangère qui prit le pouvoir par la force et liquida l'Etat Croate, empèchant l'établissement d'un gouvernement démocratique après la guerre.

V. PERTES HUMAINES A CAUSE DE LA DEUXIÈME GUERRE MONDIALE. Selon les dates officielles du gouvernement yougoslave 1.700.000 personnes péri-rent pendant la guerre, c'est à dire 10,8 % de la population d'avant guerre. Les dommages matériels représenteraient 9.000 millions de dollars. Ces quantités furent augmentées exprès, pour mettre en relief les soit-dissants mérites et la popularité du communisme et pour accuser les opposants. En laissant de coté l'affirmation de Liddel Hart, qu'il était inhumain d'exposer la population aux horreurs d'une guerre de guerilla, il nous faut affimer que les communistes sont les principaux responsables des importantes pertes humaines et de la destruction des biens matériels d'un pays relativement pauvre.

Les experts yougoslaves insistent que, pour les raisons concomitantes, la population a disminué de 2,21 millions totalement. De ce chiffre il faut déduire 424.750 naissances, qui n'ont pas eu lieu à cause de la guerre. Si on compare les statistiques démographiques d'après et d'avant guerre et l'on cosidère les conclusions des experts (ce problème fut traité aussi en dehors de la Yougoslavie, par les spécialistes allemands, pour rejeter les charges formulées contre l'armée allemande), il ressort que le chiffre consigné comprend aussi les éxilés et les intégrants des minorités ethniques expulsées.

En partant de ces données, on peut établir en part les pertes provoquées par les représailles et les massacres en masse. Nous obtiendrons ce chiffre en déduisant de 2,21 millions les exilés, les intégrants des minorités ethniques expulsées et les naissances qui n'ont pas eu lieu. Selon les dates officielles peu précises, le numéro des exilés oscille autour de 200.000 et d'accord avec des études érudites, le chiffre des intégrants des minorités ethniques expulsées arriverait à plus de 700.000, dont 400.000 de la minorité ethnique allemande. Par conséquent le chiffre maximum des morts en guerre, des victimes des représailles et des massacres massifs représente-rait 885.000. Comparé avec les pertes de l'Angleterre (530.000) et de la France (approximativement 500.000) ce chiffre est exagéré.

Selon les dates officielles, plus de 300.000 partisans sont tombés pendant la guerre et selon un calcul approximatif au moins 100.000 soldats croates et membres des autres unités combattantes. Par conséquent le total des victimes civiles des opérations de guerre, des représailles et des massacres en masse monterait a 400.000 ou 500.000. Ce chiffre comprend a peu près: 40.000 juifs assassinés et plus de 80.000 intégrants du groupe etnique allemand massacrés ou morts dans les champs de concentration des tortures, de faim et des épidémies. Les communistes assasinèrent approximativement 200.000 Croates en 1945. Pendant la guerre les chetniks et les communistes tuèrent plusieurs dizaines de milliers de Croates, particulièrement des musulmans de Bosnie et Herzegovina. Les communistes massacrèrent aussi près de 12.000 Slovènes, des milliers de Serbes, Monténégrins, Hongrois et membres des autres minorités ethniques, inclus de nombreux Italiens des alentour de Trieste. Les victimes causées par les opérations de guerre exception faite des bombardements allemands et alliés (sur la demande des partisans) furent peu nombreux. Ces victimes oscillent entre 40 et 50.000. Le reste serait les victimes des représailles allemandes, italiennes, hongroises, bulgares et croates contre les rebel-les et les diversionistes. Ce chiffre peut arriver jusqu'a plusieurs dizaines de milliers, mais il est bien éloigné des chiffres répandus pendant la guerre par les Serbes avec le but de desacréditer totalement le soulèvement national croate. Il n'y a aucun doute sur ces représailles, particulièrement celles des armées allemande et hongroise et des milices irrégulières croates pendant les premiers mois de l'existance de l'Etat croate, qui furent excessives et en réalité nuisibles, ayant facilite aux communistes la mobilisation de nouveaux combattants. Les communistes provoquèrent intentionnellement les incidents, surtout avec l'armée allemande. Les représailles peuvent être défendues du point de vue du droit international, mais les excés doivent être déplorées et condamnées du point de vue politique et morale.

VI. RAPATRIEMENTS FORCES, PROBLEME DE LA MORALE INTERNATIONALE. - L'opinion publique américaine a censuré les rapatriements forcés de millions d'opposants communistes des pays d'Europe centre-orientale comme "un crime sélon le droit des Etats Unis et international". Par conséquent, "délimiter la responsabilité est une nécessité morale pour se laver de la grave erreur qui constitue une tache inéffaçable pour la tradition américaine qui a toujours offert asile avec empressement aux exilés politiques" (Voir p. 73-74). En Angleterre, par contre, le probleme a été surpassé, sans lui attacher beaucoup d'importance. Lors d'une interpélation a la Chambre des Communes sur les rapatriements forcés en Yougoslavie, le gouvernement anglais a répondu qu'il s'agissait seulement de 600 collaborationistes. Cependant certains organismes, dépendants du Haut Commissionné des Nations Unies pour les Réfugiés, continuent jusqu'a présent a rapatrier par la force les exilés croates qui se réfugient actuellement en Italie et en Autriche.

On peut donc se demander, que diraient les patriotes latino-américains si on traitait de la meme fa‡on les exilés cubains, accordant en meme temps l'aide militaire, politique et économique au dictateur Castro.

Les démocraties occidentales, victorieuses dans la premiere guerre mondiale, se sont mises dans une situation difficile, du point de vue de la morale internationale, lorsqu'elles ont créé en dépit de leurs propres principes, un Etat multinational, la Yougoslavie, ou une minorité opprime et exploite la majorité. Apres la désintégration de la Yougoslavie leur responsabilité a augmenté quand pendant la deuxieme guerre mondiale, elles ont forcé sa restauration confiant dans l'efficacité de l'idée monarchiste serbe comme moyen de contention de l'expansionisme soviétique, au lieu de procéder d'accord a la Charte de l'Atlantique et reconnaitre le droit inaliénable de la Croatie et la Slovénie a l'indépendance. De cette maniere les Alliés occidentaux n'ont pu sortir de leur propre piege lorqu'ils se sont rendus compte que les Russes insistaient sur la résurección de la Yougoslavie, pour réaliser leurs fins impérialistes dans les Balcans et la zone centrale méditerraréenne. Certains hommes d'état se rendaient compte du peril d'une telle politique. Le Président F. D. Roosevelt a déclaré maintes fois pendant la guerre qu'il n'y avait aucun sens d'insister sur une communauté compulsive entre les Serbes et les Croates (Notes de sources différentes pp. 68-70) L'écrivain anglais E. Hallet Carr partant du principe d'autodétermination nationale estime que le rétablissement de l'Etat national croate est "naturel et légitime".

VII. HECATOMBES EN CROATIE. CONDITION DE L'EXPANSION COMMUNISTE.- Les communistes ont pu rétablir la Yougoslavie et ensuite imposer leur régime sans l'occupation soviétique, parce qu'ils comptaient avec l'adhésion massive du peuple serbe. C'est ainsi qu'ils ont conquis la Croatie et la Slovénie et étendu l'influence soviétique jusqu'a l'Adriatique et la frontiere italienne. Mais pour arriver a soumettre la Croatie, ils durent recourir aux méthodes de terreur collective, aux massacres en masse des soldats croates et des personalitées représentatives de la vie politique, culturelle, sindicale et religieuse. Cette pénétration communiste n'aurait pas eu lieu si la Croatie et la Slovénie n'avaient pas été incorporées en 1918 a un etat d'une mentalité balcanique a cause de l'influence de la Serbie traditionellement liée a la Russie. La Yougoslavie, établie par les vainqueurs de la premiere guerre mondiale comme rampart contre l'expansion soviétique, par la suite est devenue une avant-garde du monde communiste.

Selon Milovan Djilas, la mision historique de la Yougoslavie est de défendre le monde de la culture byzantino-russe contre les invasions occidentales, depuis les Croisades jusqu'e nos jours. (Voir p. 82).

L'erreur des democraties occidentales a été de favoriser l'expansionisme serbe au détriment de la Croatie et de la Slovénie, pays essentiellement occidentaux et qui formaient partie de sa défense, pendant des siecles. Le fait que ces nations se sont vues obligées de partager le sort de la bande adversaire aux Alliés victorieux pendant les deux dernieres guerres, a cause de sa dépendance politique et la situation géographique, ne change pas la mision historique de ces peuples. Au contraire, la Serbie était du coté des democraties occidentales seulement comme alliés de la Russie. Par conséquent, aujourdhui, au moment de la reconciliation des peuples occidentaux, il faut rejeter les schemes démodés sur le caractere de la lutte nationale croate et sa participation dans la derniere guerre qui n'a été autre chose qu'une tenace opposition au peril communiste. En outre, on ne peut se faire d'illusion sur les possibilités de la permanence des divergences entre Moscou et Belgrade, parcequ'elles sont en train d'etre surmontées grace a l'influence toujours plus importante des communistes serbes, qui se sentent surs, uniquement sous la tutelle de la Russie. Surtout il ne faut pas passer sous silence les méthodes du Katynisme yougoslave, sous pretexte de la coexistence pacifique. Le monde libre a le droit de considérer les dirigeants communistes yougoslaves comme criminels de guerre. Les maitres de Belgrade pourraient obtenir leur alibi seulement en permettant une investigation internationale in situ. En cas contraire, leur refus devra etre interprétée comme la négative soviétique aux enquétes sur les tueries de Katyn.

 

DEUXIEME PARTIE: DESCRIPTION DES FAITS DELICTUEUX

 

I. ANTECEDENTS HISTORIQUES.- Le triomphe du communisme yougoslave, de meme que du bolchevisme, devient compréhensible seulement en projection de l'évolution historique et social de ces pays et des facteurs de leur géographie antropologique.

Ce triomphe fut possible grace a la crise sociale et politique provoquée par la pénétration des idées revolutionnaires occidentales dans le milieu de la civilisation byzantino-russe. Les deux révolutions furent précédées par le colapse de ces Etats impérialistes et multinationaux. La vaste Russie, comme la petite Serbie, prétendait l'expansión territorial. Pendant les Guerres Balcaniques (1912-1913), les Serbes avaient annexé une grande partie de la Macédoine et de l'Albanie, et apres la premiere guerre mondiale la Croatie, la Slovénie, le Voivodina et le Monténegro. Le Royaune de Yougoslavie fut une édition en miniature de la Russie tsariste comme la Yougoslavie titoiste de nos jours est l'image de l'Union Soviétique.

La conquete d'un territoire étranger implique violence et oppression. Elles furent particulierement cruelles dans le cas qui nous intresse. Dans ce sens, mise a part la tradition de Byzance, le premier pays en Europe qui n'avait pas toloréré les minorités pour des raisons idéologiques, il faut aussi analyser les facteurs anthropologiques: en Russie l'héritage tartare, en Serbie la tradition séculaire des groupes`de bandits qui se trouvaient dans les régions peu fréquentées des Balcans. En effet, pendant la domination ottomane qui dura 5 siecles, des bandes de haiduks, mi-bandits et mi-patriotes, représentaient en Serbie une classe dominante. Ils joue rent un role décisif tant dans l'émancipation de la Serbie que dans la formation de la classe dirigeante du nouvel Etat. La meme cruauté qui a donné lieu aux massacres des Turcs vaincus et de la population aborigene de réligion islamique fut dirigée plus tard contre les Macédoniens et Albanais et pendant la période comprise entre les deux guerres mondiales, contre les Croates et les autres.

Ces facteurs historiques et anthropologiques ont influé aussi sur la conduite des guerillas chetnik et communiste pendant la derniere guerre mondiale. Les moyens d'information occidentaux l'ont mieux idealisé qu'interpreté.

II. DANS LE TOURBILLON DE LA DEUXISME GUERRE MONDIALE.- La désintégration de l'Etat yougoslave en 1941, créa des relations compliquées avec des solutions politiques qui en général ne donnerent aucune satisfaction a la populat on intéressée. Le mécontentement et la tension qui en suivit provoquerent la formation des guerillas chetnik et communiste (guérilla de Tito). Ces deux guérillas, de mentalité chauviniste serbe, lutterent pour la restauration de la Yougoslavie et par conséquent pour l'aniquilation de l'tat croate, en meme temps qu'elles combattaient entre elles parce que toutes deux pretendait imposer son controle exclusif apres la victoire alliée. Sur ce territoire en meme temps opérerent les troupes allemandes, italiennes, hongroises, bulgares et croates et, vers la fin de guerre, l'armée rouge aussi. Meme les connaisseurs n'arrivaient pas a s'orienter au milieu d'une situation vraiment confuse. Les Alliés occidentaux appuyerent d'abord la guerilla chetnik qui obeissait au gouvernement exilé a Londres. Bientot les partisans (guerilla de Tito) commencerent une guerre impitoyable; ils employerent tous les moyens possible, sacrifierent des vies humaines a droite et a gauche et prévalerent finalement sur les nationalistes serbes. Les chetniks, pendant la deuxieme phase de la guerre essayerent d'économiser leurs forces tachant d'éviter le choc avec les forces d'occupation et se limiterént a combattre les communistes. Ils furent aidés par l'Italie et indirectement par l'Allemagne, ce qui a permis aux communistes de les désacréditer aupres des Alliés occidentaux et aupres des masses serbes qui, par conséquence se passerent aux files des partisans. Le résultat final fut un échec catégorique de la politique du gouverment monarchique en exil que le roi Pierre dut reconnaitre la guerilla communiste.

L'Etat de Croatie, qui avait formé sa propre armée environ 250.000 hommes malgré l'opposition de l'Italie et de l'Allemagne, constituait l'obstacle principal a la réalisation des objectifs des chetniks et des communistes. D'ici que les luttes entre les deux guerillas et l'arme croate présentaient, selon l'opinion correcte d'Albert Mousset, un caractere de guerre nationale entre la Serbie et la Croatie. (Citation page 110).

A la fin, les Alliées occidentaux favoriserent l'expansion soviétique, car apres avoir abandoné les chetniks, ils confierent dans les promesses des communistes de réaliser des élections libres. Ils ignorerent les forces nationales de Croatie et Slovénie evidentement pro-occidentales. La possibilité d'appuyer en Croatie un renversement politique, genre Badoglio, ne fut pas exploitée quoique des ministres et des politiciens croates influents avaient réalisé des préparatifs. Les communistes, prévoyant une telle situation, avaient offert leur collaboration a Hitler dans le cas d'un débarquement des Alliés occidentaux en Dalmatie. D'autre part, derriere le dos de Tito et de ses alliés occidentaux l'Union Soviétique s'offrit de reconnaitre le gouvernement de Pavelie a condition de permettre le passage des troupes soviétiques vers l'Italie du Nord.

III. L'INVASION DE LA CROATIE, L'EXODE, LA REDDITION DE BLEIBURG.- Apres que l'Armée rouge eut pénétré en Serbie et Voivodina vers la fin de 1944, un gouvernement sous controle communiste s'installa a Belgrade et fut reconnu par tous les Alliés comme l'unique gouvernement de Yougoslavie. C'est a peine a ce moment que Tito put transformer les effectifs de sa guérilla en une armée réguliere bien préparée de plusieurs centaines de milliers d'hommes, grace a la mobilisation générale de la Serbie et a l'aide directe soviétique et anglo-américane. Ensuite, il commen‡a l'offensive pour conquérir la Croatie et la Slovénie et les incorporer a la Yougoslavie et au bloc communiste. Au commencement de mai 1945, apres une résistance acharnée contre un ennemi plusieurs fois supérieur, l'armée croate évacua Zagreb, capitale de la Croatie et se retira en meme temps qu'une multitude de civils a travers la Slovénie, vers les lignes alliées au Autriche. Les anglais n'acceptérent pas les soldats croates comme prisonniers de guerre et refuserent l'asile politique aux fugitifs. De cette fa‡on, pres de 300.000 Croates tomberent entre les mains des communistes.

IV. LES MASSACRES EN MASSE APRES LA FIN DES HOSTILITES.- Les massacres en masse se sont déchainés aussitot apres que les communistes eurent pris des prisonniers et fugitifs qui furent conduits en longues colonnes vers Maribor, Celje et Kocevlje. Des dizaines de milliers de soldats et civils croates, inclus des femmes et des enfants, furent massacrés dans ces villes et leurs environs. Des massacres collectifs eurent lieu aussi dans d'autres régions de Slovéne. Les survivants furent conduits a pied, dans des conditions inhumaines, vers la Croatie: une partie fut massacrée par dizaines de milliers dans les environs de Zagreb, le reste continua son chemin vers Voivodina et Serbie. Ces assassinats et innombrables tortures confirmés par plus de 200 déclarations de témoins oculaires, furent commis par les unités de l'armée réguliere yougoslave, principalement de nationalité serbe et sous le controle et la supervision des commissaires communistes.

V. "LES MARCHES DE LA MORT", furent une manifestation d'une mentalité particulierement sadique. De longues colonnes de Croates, faits prisonniers en Autriche ou capturés a Zagreb, marchaient par différentes routes a travers la Croatie septentrionale jusqu'a la frontiere de Roumanie. Un groupe fut meme conduit vers la frontiere grecque. Ces malheureux dépouillés de tout, presque nus, affamés et assoiffés, furent obligés de parcourir des certaines de kilometres en marches forcées. Les gardiens communistes écartaient souvent de nombreux groupes qui étaient fusillés inmédiatement. Ceux qui restaient en arriere, affaiblis par la fatigue, la faim, la soif ou les maladies, étaient achevés immédiatement sous les yeux de tous les autres. Les témoins oculaires nous permettent de suivre plusieurs colonnes de la mort, quelques unes supérieur a 10.000. De ces marches de la mort il n'est resté qu'un nombre tres réduit de survivants. Un autre aspect dramatique de ce via crucis des prisonniers et fugitifs croates a travers leur propre patrie, fut le traitement brutal des gardiens communistes envers les civiles qui essayaient de donner des aliments et de l'eau a leurs malheureux compatriotes. D'autre part; les communistes poussérent leurs sympathisants et les Serbes a maltraiter et assassiner a volonte les prisonniers ils arriverent jusqu'a l'extreme d'empoisonner l'eau et les aliments. Ces marches de la mort avec leur séquelle de massacres et tortures inhumaines et spectaculaires avaient le but d'intimider la Croatie conquise mais non soumise.

Parmi les méthodes de terreur collective employées, il faut aussi signaler l'arret de dizaines de milliers de civils de Zagreb et autres endroits, leur emprisonnement et internement dans les camps de concentration sous des conditions indescriptibles. Ceux qui purent survivre sont rentrés chez eux détruits par les tortures physiques et morales.

VI. D'AUTRES CRIMES CONTRE L'HUMANITS ET INFRACTIONS AU DROIT DE GUERRE.- Entre les autres transgressions flagrantes du droit de guerre il faut citer aussi le massacre des blessés et la privation des morts au droit d'une sépulture décente. Les communistes qui avaient tué systématiquement les prisonniers blessés, meme pendant la guerre, assassinerent en 1945, selon les déclarations des témoins, un grand nombre de blessés a Maribor et Zagreb, et jeterent les cadavres dans des fosses communes, puits, précipices, rivieres ou mines abandonées. Certains de ces tombeaux collectifs furent recouverts d'une maniere tellement superficielle que les chiens purent déterrer les cadavres et disperser leurs membres. Les familles des ces victimes n'ont jamais pu savoir ou leurs restes avaient été inhumés. Le vandalisme des communistes est arrivé a un tel point qu'ils nivelerent les cimetieres des soldats croates et allemands tombés pendant la guerre.

VII. TORTURES ET MASSACRES DE FEMMES ET ENFANTS.- Les femmes et les enfants subirent aussi les prisons, les marches forcées, les massacres et les baitement inhumains. Grace aux nombreux témoignages recucillis, il a été possi ble de reconstruire des scenes d'une cruauté indescriptible que l'histoire de I'humanité rarement avait registré.

On ne pourra jamais établir avec précision le nombre des victimes de ces massacres. On tuait partout, sans aucun controle. Cependant, on peut établir un chiffre approximatif sur la base des données yougoslaves et croates relatives au nombre des prisonniers de guerre et des fugitifs, et aussi, selon les nombreux témoignages, entre autres, des ex-combattants communistes.

Selon les données croates, plus de 300.000 personnes participerent a l'exode. Tito, lui meme, dans son ordre du jour sur la reddition de l'armée croate, parle de plus de 100.000 soldats capturés. (Doc. XV). Le commissaire politique, présent a l'acte de la reddition de Bleiburg parle de plas de 120.000 soldats capturés et d'un pareil de civils (Doc. XII). Selon les déclarations testimoniales, la majorité de ceux qui ont participé a l'exode a été massacrée. En outre il faut y ajouter les soldats et civils capturés en Croatie qui représentaient environ 100.000 personnes et dont la plus grande partie fut aussi massacrée. On n'exagere pas en affirmant que le Katyn croate a supéré vingt fois le Katyn polonais. Pres de 200 000 soldats et civils furent done assassinés "pour que la Yougoslavie communiste puisse substster" (Milovan Djilas).

 

QUATRIEME PARTIE: SUPPLEMENTS

 

1. LA TRAGEDIE DU PEUPLE SLOVENE.- Les Slovenes occupent en Yougoslavie la troisieme place par leur force numérique. La Slovénie avait été incorporée a la Yougoslavie en 1918 et apres sa désintégration en 1941 elle fut répartie entre l'Allemaglle, l'Italie et la Hongrie. L'individualité politique et nationale des Slovenes ne fut pas recconue. La partie annexée par le Troisieme Reich fut soumise a un régime cruel de germanisation forcée et de déportations massives. Quoique los Slovenes soient un peuple pacifique et catholique, par conséquent refractaire a la propagande communiste, la terrible situation dans laquelle ils se débattaient facilita l'organisation de petits groupes de maquis communistes qui se présentaient comme combattants pour la liberté. Ces groupes augmenterent considérablement apras la capitulation de l'Italie. Alors ils se devoilérent conspirateurs communistes en revélant leurs objectifs et méthodes, assassinant tous les opposants potentiels de la révolution communiste. Pour se protéger de la terreur communiste on organisa des milices locales qui se transforma plus tard comme une armée nationale slovene (domobranci) reconnue, avec certaines limitations, par les occupants allemands. Cette armée a eu des succes pendant la défense contre l'aggression communiste, et les dirigeants nationaux slovenes prétendaient, s'appuyant sur elle établir l'Etat nationale slovene apres la fin de la guerre. Malgré tout, les Alliés occidentaux appuyerent jusqu'au bout les partisans de Tito, ainsi que l'armée et le Conseil National Slovene qui avait assumé le pouvoir supreme pendant les derniers jours de la guerre durent se replier en Carinthie occupée alors par les anglais. Ces derniers livrerent a peu pres 12.000 soldats slovenes, la fleur de la jeunesse de ce pays laborieux, aux communistes qui en assassinerent presque tous. Le tableau synoptique inclus (p. 184.) montre avec précision le proces d'extradition et massacre de plusieurs groupes. Au moment meme qu'ils étaient livrés au communistes, les anglais leur assuraient qu'ils seraient transférés en Italie. Les exilés politiques se sont libérés au dernier moment d'un meme sort grace a une nouvelle disposition des anglais qui interdisait les ultérieurs rapatriements massifs de la population civile.

II. EXTERMINATION ET EXPULSION DE LA MINORITE ETHNIQUE ALLEMANDE DE YOUGOSLAVIE.- Le gouvernement fédéral allemand a publié une collection complete de documents relatifs a la persécution de la minorité ethnique allemande en Yougoslavie, qui dépassait avant la guerre 500.000 personnes. A présent, elle ne figure plus dans les statistique démographiques yougoslaves. La plus grande partie s'est échappée ou a été expulsée ou déportée, mais plus de 70.000 civils, dont un nombre élevé de femmes et d'enfants, furent assassinés ou exterminés dans les camps de concentration par suite des tortures, de la faim et épidémies. Quelques 28.000 individus sont tombés pendant la guerre ou ont été massacrés comme prisonniers. Le cas des 5.000 enfants allemands de 6 a 12 ans qui ont été asfixiés, brulés et leurs corps foulés par de lourdes machines a nivéler est singulierement émouvant.

Tous les Allemands furent dépouillés, par une loi speciale, de leurs biens meubles et inmeubles. Ceux qui sont restés en Yougoslavie et ne furent pas massacrés ou déportés en Russie, ont du vivre pendant de longues années dans les camps de concentration ou ils mourraient en grande partie. Les survivants furent transférés en Allemagne et Autriche grace a l'intervention du gouvernement de Bonn. L'extermination de la minorité ethnique allemande en Yougoslavie est un cas tipique de génocide.

 

TROISIEME PARTIE: DOCUMENTS

 

Cette partie contient 40 documents, surtout des rapports, récits, et déclarations de témoins oculaires. Les documents, numérotés en chiffres romains, sont groupés de la forme suivante:

1.- Antécédents de la tragédie de Bleiburg: déclarations des témoins oculaires sur les massacres commis par les communistes, antérieurs a la conquete totale de la Croatie, y compris une description de la destruction d'un village musulman, par l'écrivain communiste serbe Branko Copic.

2.- Adhésion de la Croatie aux Conventions de Geneve.

3.-Lettre pastorale de l'épiscopat catholique a la veille de l'invasion communiste. Document d'une extreme importance sur les crimes communistes et la lutte du peuple croate pour son indépendance.

4.- La reddition de Bleiburg. Rapports sur les négotiations du délégué croate (Prof. Daniel Crljen) et délégué yougoslave (le commissaire politique A. Basta), description de la reddition, par l'écrivain croate Srecko Karaman; témoignage sur la maniere dont les anglais ont aidé certains groupes d'exilées croates; l'ordre du jour de Tito sur la reddition de l'armée croate devant Bleiburg.

5.- Massacres et tombeaux collectifs en différents endroits de Slovénie. Témoignages des ex-partisans et des Slovenes survécus.

6.- Massacre des nationalistes monténégrins, dont 15 pretres orthodoxes.

7.-"Les marches de la mort". Une série de récits détaillés et impressionants sur les marches de la mort, avec des références sur la reddition de Bleiburg et les massacres en Slovénie. Détails horrifiants des tortures et vengeances des communistes et de la population serbe.

8.- Massacres en différents endroits de Croatie. Une série de déclarations testimoniales sur les massacres et les lieux des tombeaux collectifs.

9.- Temoignage des éveques catholiques. Une lettre de l'archeveque Stepinac en relation avec la persécution des pretres, mauvais traitements et assassinats des soldats et civils, la condamnation des réligieuses pour avoir aidé les blessés, les camps de concentration, les tribunaux communistes, les "souffrances sans précédent dans l'histoire de la Croatie" et "le destin tragique de centaines de milliers de soldats et civils croates"; la protestation de l'épiscopat catholique contre le massacre et persecution du clergé, la nivélation des cimetieres militaires et le traitement dans les camps de concentration; référence de Ivan Mestrovic sur la tragédie de Bleiburg.

 

 

DOCUMENTS RELATING TO THE MASS-KILLING OF CROATS IN COMMUNIST YUGOSLAVIA DURING 1945

SUPPLEMENTS: THE TRAGEDY OF THE SLOVENES MASSACRE AND EXPULSION OF THE GERMAN MINORITY IN YUGOSLAVIA

The present volume deals with the mass-killing of Croats in 1945, planned and effected by the Communists. Both the Croats and the foreign authors have designated these crimes: The Tragedy of Bleiburg, since the chief killings were carried out among the mass of the soldiers and civilian Croat refugees massed outside the city of that name in Austria and on the Slovenian frontier. In that place, on the 15th of May, 1945, the British Eighth Army declined the surrender of some 120.000 Croat soldiers, as well as political asylum to an equal number of civilian refugees fleeing from the communists. The communist repression acquired the character of mass-slaughter, especially in the case of the Croats, and with all the features of genocide.

This was because the Croats, in 1941 when Yugoslavia broke up had reestablished a National State, organized the army, and, for 4 years, succeded in reestablishing fought against the communist guerillas and again, in 1945, against the invasion from Serbia which had the direct backing of the Red Army.

Upon the conquest of Croatia in 1945, the communists imposed their own regime, and, in violation of national principles of self- determination, absorbed the Croats into the multi-national state of Yugoslavia, under Serbian supremacy, though Serbia scarcely represent a fourth part either of territorial extension or of population. The Croats were persecuted as declared anti-communists and defenders of their national independence.

For these reasons, the present subject has a double interest, both as an example of communist methods of conquest, as of communist strategy toward national problems.

The present volume, apart from the preface, introduction and many documents which consist chiefly in evidence of eye-witnesses contains a historical, political, legal and moral analysis of the mass-killings referred to, followed by extensive details and a recapitulation of political-military events connected with the subject. As a supplement are included descriptions of the slaughter of the Slovenes and the German ethnical minority.

 

PREFACE

 

Dr. Eduardo Augusto García, Diplomat and Argentine Jurist, erstwhile President of the Organization of American States (OAS), offers this edition to the Latin-American public and emphasises that the accounts and statements by eyewitnesses present an living and undeniable testimony of the barbarities employed by the communists against a noble people who fought for their liberty. "It is well worthwhile taking the trouble to read these descriptions here in Argentina and Americas, where we enjoy the protection of laws and institutions that protect the individual's liberty and dignity without ideological, religious or racial discrimination, so that the difference between communist and democratic regimes may clearly be seen; between slavery and liberty; between humiliation and dignity; between what we have and what is sought to be imposed upon us by Moscow and Peking".

 

INTRODUCTION

 

This is signed by the LATIN AMERICAN CROAT INSTITUTE OF CULTURE, which organized this edition in cooperation with the editors and staff of STUDIA CROATICA, a quarterly magazine devoted to political and cultural topics and under the patronage of the same. The documents were collected and made available by the Committee for the Investigation of the Tragedy of Bleiburg, whose offices are in Cleveland, U.S.A. (Pres. John Prcela), and by the committees of the same name situated in Rome (under the direction of Prof. Krunoslav Draganovic) and in Buenos Aires (organized within the Latin American Croat Institute of Culture). The Buenos Aires committee has selected the documents from a total of over 200), classified the material and drafted the description and legal political analysis.

The Tragedy of Bleiburg was little discussed or known until now, owing to the precarious position of the Croat people and the enormous difficulties confronting the Croat political exiles. The documents and eye testimony were gathered with the greatest difficulties, owing to the fact that very many relatives of the witnesses are exposed to reprisals in Yugoslavia.

This constitutes the first organized and coherent work on the terrible tragedy of the Croat people. In the first place it is dedicated to the Latin American countries in gratitude for their warm hospitality extended to large groups of Croat exiles, and we wish to stress most energetically the criminally freedom destroying nature of the communism.

The Committee for Investigation of the Bleiburg Tragedy in Cleveland is preparing a more extensive English edition.

The mass-massacres as set out in the report of the "Committee for Investigation into the Tragedy of Katyn" of the House of Representatives of Washington in 1952, forms part of a "prearranged and diabolical totalitarian plan for world conquest". In spite of everything, the mass-killings of Croats carried out by the communists have not received the sanction of an international court, as would have been a logical sequel of the Nuremberg Trials. For this reason they should be fully investigated and disclosed so that public opinion may be able morally at last, to repudiate the authors of these foul crimes which constitute.

In conclusion, we express the hope that there will be persons and institutions which, driven by a love for liberty and justice, will endeavour to get some international organization for the defense of human rights to investigate the crimes of the Yugoslav communists who, in violation of all international conventions relating to the treatment of prisoners of war and wounded, broke all principles of penal code, and thus deserve the repudiation and contempt by the free world and more especially by those countries to whom they exhibit themselves as the liberators of the people whom they enslaved and against whom they perpetrated most ghastly crimes.

 

FIRST PART: ANALYSIS

 

Under this generic title follow seven chapters containing data, references and essential details for an understanding of the matter dealt with, the documents published and their political, historical and legal analysis.

I. THE CRIMES WHICH HAD NO NUREMBERG EPILOGUE: Is the first chapter which deals with the past and present causes of the communist crimes, and the Western Allie's silence.

The victory of communism over a wide area of Europe is closely connected with the social crisis of Western society and its own struggles within power politics. The European powers vied with each other to gain the friendship and alliance first, of Tsarist Russia and afterwards the Soviets. The Second World War broke out after the drawing up of the Ribbentrop-Molotov Pact of 28th August 1939 and the fourth partition of Poland, as a crusade of the democracies against totalitarianism as well as to maintain the independence and territorial integrity of Poland and other small nations, besides having the object of avoiding an alteration in the balance of power of the great powers.

However, although the war was waged to restore and consolidate the freedom and right to self- determination of the small nations, it ended with the quite unforseen expansion and power of the communist totalitarian bloc and the consequent enslavement of the little countries of East- Central Europe as a result of the alliance between the democracies and the communists; said thraldom being euphemistically termed "liberation".

Whoever dared to point out that, in reality, it was only a change from one master to another, and this time even more oppressive and dangerous, by reason of the second's greater duration, was immediately labelled and insulted as an apologist of the Nazi regime.

The communists, with great ability, at once took every advantage of both national and class conflicts to sow and maintain the confusion behind which their crimes against humanity remained hidden and undetected.

Only recently -several years after the end of the war- was it found out that the crime of the Katyn Forest formed part of the communist global plan for world conquest and the elimination of the opposing leaders.

This method, as a result, became known as Katynism. The most terrible examples, the Yugoslavian Katynism, remained gagged and went unpunished owing both to the special circumstances attaching to the re-establishment of the Independent State of Croatia in 1941 and to the assistance given after the Moscow- Belgrade dispute of 1948.

II. THE TRAGEDY OF BLEIBURG OR THE CROAT SUPER-KATYN. During 1945 the Yugoslav communists massacred more than 200.000 Croats, amongst prisoners of war and civilians, without regard to sex or age. This unreplaceable loss was correctly called the Croat Super-Katyn; unreplaceable because the population of the national territory of Croatia hardly passes some 6 millions. (Bibliography p. 30). The collective killings of prisoners of war, including the wounded, practically always without trial or previous sentence, and often without even the identification of the victims; the tortures inflicted on the survivors, extreme of cruelty and degradation to which the occupants of the prisons and concentration camps were subjected; the denial to the right of decent burial -the razing of military cemeteries- all constitute flagrant and mass infraction, not only of human sentiment and principles of the penal code of the civilised world, but also constitute an complete violation of the international laws on war, most especially of the Geneva Conventions relating to treatment of prisoners of war and wounded. The communist government of Yugoslavia was under obligation to respect the conventions as it had been recognised as the legitimate successor of the Kingdom of Yugoslavia which subscribed to the Geneva Conventions relating to prisoners of war and wounded, dated 20th May 1931.

As a consequence, Yugoslavia undertook the obligation to observe said convention with regard to the Croat Army since this had all the attributes of a regular and established military force.

Moreover, the Independent State of Croatia had existed during four years 1941/45 as a de facto government, being recognized de jure by several sovereign states, as well as having adhered to the Geneva Conventions on 29th Jan. 1943. The Swiss Federal Council, as of 13th March 1943 communicated to this adherence to the governments subscribing to the conventions. At the same time this authority also informed said governments that, since the Croats were in a state of war, their adhesion was to take immediate effect.

(Pertinent text is to be found in the section: "Documents", p. 214-15).

The killings cited were not just spontaneous occurrences nor acts of irresponsible individuals. The regular Yugoslav army was in existence in 1945. Its representatives carried out negotiations in Bleiburg for the surrender of the Croat Army under the control of a general of the British Eighth Army.

When the international conventions of war were mentioned in reference to prisoners of war, the British general justified his questionable attitude of refusing to accept as prisoners of war the Croat soldiers, stating that the Yugoslav authorities would deal with them in accordance with the rules of war.

The Yugoslav delegates agreed to this and thus determined the decision of the Croat Army to surrender. (Documents XI and XII).

In accordance with the Geneva Conventions, prisoners are not at the disposal of the unit taking them prisoner, but of the respective government. As a result, the mass killings and mis-treatment of the survivors constitute:

1) The flagrant violation of international laws of war, and

2) The responsibility of the Yugoslav government.

These massacres fall within the definitions of crimes of war on a large scale, and at the same time constitute a flagrant violation of the penal law with the characteristics of genocide, especially when the mass massacre of the civil population are taken into account, nearly always without trial or sentence, and at time committed in the persons of women, young people and children.

The Yugoslav communists, responsible for these crimes, are as much war criminals as those tried at Nuremberg.

III. THE POLITICAL AND MORAL ASPECTS OF JUGOSLAV KATYNISM: The Yugoslav communist leaders have a double standard for judging infractions of positive and natural laws; when the infractors are adversaries, they deserve punishment; when communists, they are meritorious. They also uphold the right to national freedom if this, at the same time furthers the interests of the communist revolution. As a result, the law and morals are completely subordinated to political interests of the moment.

In the Kingdom of Yugoslavia which arose in 1918, under the protection of the victors in the First World War, the communists denounced this multinational state as a terrible example of national oppression and colonial exploitation of the majority in favour of the minority (Terms used in the resolution of the V Congress of the Comintern).

Repeatedly harping on the right of the Croats and other peoples and oppressed minorities to separate from the community state of Yugoslavia, they termed it the "People's Prison". According to the memorandum of the Central Committee of the Yugoslav communist at the party congress in 1948, the communists of Croatia and Macedonia reckoned in 1941 that it would be an equitative solution to form an independent state of Croats and incorporate Macedonia into Bulgaria. Nevertheless, the Committee of the Yugoslav communist party, knowing that the Croats, because of their Western traditions, would flatly reject any attempt to integrate them into the Soviet bloc, adopted the programme calling for the restoration of Yugoslavia and the liquidation of Croat national independence.

This gained them full support of the great mass of Serbs who have been exasperated by the defeat and break-up of Yugoslavia, considered by them as the national state of the Serbs.

The Croats, who were termed traitors of the state, which had been their prison, were blamed for the resounding military defeat and total downfall of an antidemocratic and corrupt system, and the logical break-up of a state in which the minority oppressed and exploited the more advanced, both culturally and economically.

The communists at once adopted as their own this chauvinistic Serbian criterion, disguising it with the appearance of a federal system -a dead letter in the case of such a multinational state, heterogeneous both in culture and faith and governed by the communist party with a dictatorial and totalitarian regime. The communists unscrupulously exploited all the national contrasts, as well as religious and cultural differences.

The Serbs, steeped in the tradition of the national Orthodox Church, detest any religious communities of a universal character and more especially the Chatolic Church to which belong the majority of the Croats and Slovenes, whose political and cultural tendences are essentially Western, while the Serbs traditionally lean toward Russia.

Giving always pride of place to the Soviet expansion and the interests of the Yugoslav state of a naturally heterogeneous structure before authentically national problems, the Yugoslav communists consider the loyalty of the Croats to their own ethnical group and their adhesion to Western ideas as treason to Yugoslavia and pan-slavism. For typically opportunist reasons the communists identify themselves with the Russian and Serbian chauvinism and imperialism, and have promulgated the right to an implacable vengeance against the Croats.

All these factors have been used and abused to propagate among the Serbs an "honourable hatred" and collective vengeance against the so- called traitors. The ideologist and principal mouthpiece for these political concepts was Milovan Djilas, for whom all adversaries of communism and the multi-national Yugoslav were "mad dogs, on the lowest step of the ladder of living creatures" worthy of violent death. "Don't go into details with them, don't waste time...kill them like dogs... Thery are not collaborators- they're criminals". (Historical Archive of the Communist Party of Yugoslavia, Vol. 1, Book 2, quotes pp. 37-38).

The communist attempts to justify the mass killings and collective vengeance invoking "reasons of state" of a multi-national medley in which a single minority ethnical group continues to dominate the majority, within a dictatorial system (since the introduction of democratic liberties would at once cause the break-up of such a state), can never serve as a defence but rather as an aggravation.

IV. THOSE WHO BEHAVED AS PATRIOTS, AND THOSE WHO BEHAVED AS QUISLINGS: When the communist fling out their accusation that the Croat nationalists are traitors of the Quisling type, they only repeat the slogans of the Serbian politicians of the Yugoslav government in exile, when seeking a scapegoat for the lightning defeat of Kingsdom of Yugoslavia and the supposed treason of the Croats, declaring the struggle for the national freedom of the Croats as a detestable collaboration of the Quisling type. The Croats have not been able to act as Quislings and traitors, because, before establishing their own state in 1941, they did not live in a free country, nor did they have either democratic or national liberties. Quite to the contrary, they lived in a multinational state, under a dictatorial regime which favoured only the Serbs.

The communists themselves styled that system as the "Great-Serbian Military-Fascist Dictatorship".

A few days before the national rising among the Croats, a group of Serbian policiticians and officers seized the government in Belgrade through the "Putsch" of 27th March 1941, endeavouring to suppress the limited autonomy granted to the Croats on the eve of the Second World War.

That was the chief motive of the much commented "Coup d'Etat" in the Western press, which was interpreted as a reaction against the adhesion of Yugoslavia to the Axis Tripartite pact. In reality, this was a mere pretext, as the usurpers of government tried desperately to get into the good graces of Hitler and convince him that they would respect all the provisions of the Tripartite pact. Hitler, however, had lost all confidence in the political leaders of Yugoslavia, and, so as to ensure his southern flank in preparation for the invasion of Russia, declared war on Yugoslavia. The independence of the Croats did not figure in his plans, though later he accepted this as a "fait accompli".

On the 10th of April 1941 the independent state of the Croats was proclaimed in Zagreb. In the documents of the war period of the German Foreign Ministry, recently published in Washington, all these details are duly cleared up. (Documents on German Foreign Policy: 1918-1945, Vol. XII).

As a consequence, the happenings in 1941 were not the work of the Nazis or Fascists, nor is it exact to consider the Croats as enemies of the Western democracies, since the leaders of the national uprising, and afterwards the members of the Croat government came from the ranks of the "Ustachi". The Croat movement of liberation "Ustacha" was no product of foreign countries or systems, but a real national movement which arose as a defiance of the actual dictatorship which had been set up in 1929, and one of the most oppressive that Europe had known to that date.

This system had prohibited all political and cultural activity, suppressed political parties, and decreed the doctrine that the Croats did not constitute a people in the ethnical sense, and, as a consequence, they had no right to national freedom.

It can scarcely be wondered at, that, as a consequence of the foregoing as well as the criminal assassination of the democratic Croat leaders during parliamentary session on 20th of June 1928, many people among the Croats arrived at the conclusion that revolutionary action would have to be taken against the Serbian domination through a national uprising. Up to that time methods of direct action were unknown among the Croats, though commonplace in the Balkans, and more especially in Serbia where it will be remembered the assassination of the heir to the throne of Austria and Hungary was plotted in Serbia and carried out in Sarajevo, in 1914.

The revolutionary Ustachi imitated to a certain extent the nationalist Serbian organizations, but were more like the European romantic movements of the "Carbonari" type.

From 1929 to 1941, the ustachi movement functioned as a secret organization, whilst the Croat Peasant party, democratic and pacifist in nature, exercised the political representation, obtaining practically all the votes of the Croats, including the ustachi in all the elections between the two wars. When the ustachi movement gained power and set up an authoritarian regime (1941-1945), it was unanimously accepted as a political solution to the emergency in Europe under the control of the Axis.

When in power, the ustachi which previously, rather than a totalitarian and monolithic party, was essentially an ample national coalition made up principally by democratic groups and people who considered it to be their duty to cooperate in the re-establishment and the defence of the national state, in the certain believe that after the allied victory, a democratic regime would be set up in accordance with the wishes, hopes and tradition of the Croat people.

From all this, it will be seen that the conclusion arrived at by foreign political authors who classify the ustachi regime as among the "extremists" but not of the Fascist type, but rather "Autonomist", is right. (European Political Systems, Taylor Cole, New York, 1961, p. 767).

The traitors of the Quisling type among the Croats were not the ustachi but the communist, fellow-criminals of a totalitarian ideology at the service of foreign invaders, who seized power by force against the will of an overwhelming majority and liquidated the state of the Croat people, effectively preventing the setting up of a democratic government after the war.

V. LOSS OF HUMAN LIVES IN THE SECOND WORLD WAR: According to official figures of the actual regime, some 1.700.000 people died as victims of the war, that is, some 10,8 % of the prewar Yugoslav population. Material damages are calculated at 9.000 million US$. These figures are deliberately exaggerated in order to ilustrate the alleged merits and popularity of communism and as an accusation against the opposition. Leaving aside the question raised by Liddel Hart, as to whether it would be useful and humane to expose the population to the horrors of guerrilla warfare, we must still assert that the communist are mainly to blame for the large loss of human lives and the destruction of property in a relatively poor country. Moreover, the loss of human lives bore no relation to the military operations carried out.

On comparing the demographic statistics for the pre and post-war periods and weighing the conclusions of the experts on the matter (a problem which German specialists, outside Yugoslavia, analyzed with the object of refuting charges laid against the German army), it turns out that the figures include the reduced birth- rate as a result of the war, the exiles and also the members of ethnical minorities who were expelled.

The Yugoslav demographic experts maintain that the population fell, for various reasons, by some 2.21 million. From this figure must be deducted some 424.750 births which did not occur.

From these figures, doubtless exaggerated, the losses caused by reprisal and mass killings can be roughly computed. That figure can be found if we discount from the 2.21 millions the number of exiles, the ethnical minorities expelled, and the births which did not take place.

From rather inexact official figures the number of exiles is placed a about 200.000, whilst, according thorough studies, the number of the member o ethnical minorities expelled passes 700.000 of which some 400.000 were of the German minority. Consequently, the maximum number for those fallen in the war, victims of reprisals and mass killings reaches some 885.000.

The gross exaggeration in this figure becomes apparent when we compare it with those who died in Great Britain (530.000) and again in France (about 500.000).

From official figures, more than 300.000 partisans fell in the war, and from an approximate estimate at least another 100.000 Croat soldiers and other combatant groups fell. From all this the total of the civilian victims of the war, reprisals and mass killings reaches some 400 to 500 thousand. This figure includes about 40.000 Jews and more than 80.000 people of the German ethnical group who were massacred or died in concentration camps from torture or hunger and diseases. The communists murdered about 200.000 croats in 1945. During the war itself the chetniks and comunists killed various tens of thousands of Croats, especially Mohammedans in Bosnia and Herzegovina. The communists slaughtered nearly 12.000 Slovenes, thousands of Serbs, Montenegrins and Hungarians, besides other members of ethnical minorities, including numbers of Italians around Triest.

There were not many casualties deriving directly from war operations, with the exception of those resulting from both German and allied bombardments, the latter on request of the partisan command. These victims amounted to between 40.000 to 50.000. The remainder were the result of reprisals by the Germans Italians, Hungarians, Bulgarians and Croats against the rebels and dissaffected elements. These figures may reach several tens of thousands but still fall far short of those published during the war by the Serbs with the object of rowing discredit and opprobium upon the national uprising by the Croats. There is no doubt that such reprisals, especially on the part of the German and Hungarian armies and irregular Croat Militia during first months of the Croat state were needlessly heavy, and, as a result, harmful in that they provided the communist the opportunity of mobilising fresh combatants. The communists intentionally provoked reprisals, particulary by the German army. Such excessive reprisals can be defended under international law, but from the political and moral standpoint can only be deplored and condemned.

VI. COMPULSORY REPATRIATION. A PROBLEM OF INTERNATIONAL MORALS. North American public opinion censured the obligatory repatriation of millions of opponentes of communism in the East-Central European countries as a "Crime against North-American and International Law". For this motive the pin pointing of responsability is a "Moral necessity to remove the stain of a serious error" which constitutes an "Indelible blot on the American tradition which has solicitously offered asylum to political exiles". (See pp. 73-74).

In Great Britain, on the other hand, this problem was ignored and received scant attention. Replying to a question in the Parliament, the British government referring to the compulsory repatriations to communist Yugoslavia stated that only some 600 collaborators were involved. Certain departaments of the High Committee of the United Nations for Refugees continue forcibly repatriating recently exiled Croats who have sought refuge in Italy and Austria.

A question at once arises in regard to all this - What would the Latinamerican patriots say if the Cuban exiles received the same treatment, whilst at the same time military, political and economic assistance were given to the dictator Castro?

The Western democracies, victors in the First World War, placed themselves in an inexcusable position from the viewpoint of international morale, when in spite of their own principles, they set up the Yugoslavian state under a dictatorship which oppressed the peoples. Their responsibility was in creased, when, in the Second World War, on the disintegratlon of Yugoslavia, they favoured a restoration trusting in the efficacy and power of the Serbian monarchical idea, in opposition to communist aims and Soviet expansion, instead of keeping to the letter of the Atlantic Charter and recognising the inalienable right of the Croats, Slovenes, Macedonians and others to their national liberty. In this way the Western allies were unable to escape from their own web on realising that the Soviets insisted on the restoration of Yugoslavia in order to carry out their imperialist aims in the Balkans and the central region of the Mediterranean.

Some statesmen warned of the negative impact to be expected from such a policy. President F. D. Roosevelt repeatedly declared during the war that there was no sense in insisting on an forced community state of Serbs and Croats. (Refs. from various sources pp. 68-70). The well known Britlsh author E. Hallet Carr in the same way deduced that the re-estabhshment of the Croat National State was only natural and legitimate "on the basis of national auto- determination of peoples".

VII HECATOMBS OF THE CROAT PEOPLE: PREREQUISITE FOR COMMUNIST EXPANSION: The communists succeeded in imposing their regime in Yugoslavia without previous Soviet occupation as they had the mass support of the Serbs for their programme of restoration. Only in this way could they conquer the Croats and Slovenes and extend the Soviet influence to the Adriatic sea and the Italian frontier. However, to subjugate the Croats, they had to resort to mass terrorism, to mass massacres of the Croat soldiers -as well as representative figures in political, cultural, religious and professional circles. This would not have happened, had not the Croats and Slovenes been integrated in 1918 into a predominantly Balkan state under the direction of Serbia, linked by traditional ties with Russia.

Yugoslavia, an invention of the victors of the First World War for the purpose of forming a buffer against Soviet expansion, became instead a front line position of the Soviets against Western Europe. This fits in with the tradition of Serbia whose mission in history, according to Milovan Djilas, consists in protecting the sphere of Byzantine-Russian culture against the invasion from the West, from the time of the Crusades up to recent campaigns (See p. 82). The crass error of the Western democracies lay in favouring the expansion of Serbia to the prejudice of the Croats and Slovenes, peoples who formed an integral part of the West, and who constituted their rampart during centuries.

The fact that these countries, from their political dependence and geographical position were on the losers' side in both world wars does not change their historical destiny. Serbia, in both wars, was nominally on the side of the Western democracies, but as an ally of Russia. For this reason and in the present time of the reconciliation of the countries representing Western culture, we must leave aside those parts regarding the nature of the national struggle of the Croats in the last war, and against the communist invasion which, unfortunately, was supported by the Western democracies, then allies of the Soviets. Nor should we delude ourselves that the divergences between Belgrade and Moscow of the moment can be permanently exploited, since these come and may as rapidly go under the growing influence of Serbian communists who feel very safe and sure under Russian tutelage.

Above all, under the pretext of a pacific co- existence, the methods of the Yugoslavian Katynism should not be forgotten, for the immense importance they have in the effect on the morale and spiritual strength of the Western world in its opposition to communism.

If the leaders of Yugoslavian communism in Belgrade do not agree to an international investigation in situ, then their negative should be interpreted just in the same way as at that time was the Soviet negation for an investigation into the crime of the Katyn Forest.

 

SECOND PART: DESCRIPTION OF THE CRIMINAL DEEDS

 

The second part, divided into six chapters, offers a documentary expose of the politic-social developments which resulted in the communist invasion of Croatia, mass killings and other crimes.

I. HISTORICAL PRECEDENTS: The triumph of Yugoslavian communism, like that of Russia, can be understood only within the specific historical and social process, taking into account the factors of the anthropological geography concerned. In both cases the communist victory was made possible by the politic-social crisis, in itself a consequence of the impact of Western revolutionary ideas on the milieu of the Byzantine- Russian civilisation. Both revolutions were preceded by the collapse of the respective states, both imperialist and multi- national and in which one single nationality dominated the remainder. Not only the immense Russia, but also the tiny Serbia, in accordance with her cultural inheritance from Byzantium, sought foreign conquests, in the Middle Ages, just as today.

During the Balkan wars 1912-13, Serbia annexed the greater part of Macedonia and Albania. Again in 1918 she asserted her supremacy over the Croats, Slovenes, Voivodina and Montenegro. The Kingdom of Yugoslavia was a miniaturised edition of Tsarist Russia, just as today is of the Soviet Union.

The conquest of foreign lands implicitly means violence and oppression more especially cruel in the case which interests us at the moment. In that way apart from the tradition of Byzantium, which was the first state in Europe not to tolerate minorities for ideological reasons, there were in play the factors of anthropological geography. In Russia, the Tartar heritage, and in Serbia the secular tradition of the bands of thieves inhabitating the little frequented mountainous wastes of the Balkans. During the Ottoman domination which lasted some five centuries, there were formed in Serbia the "Haiduks" -half bandits, half patriots. They played a decisive role, both in the emancipation of Serbia and in the formation of the governing class in the new state.

The cruel treatment, such as the massacres of captured Turks and local population of Islamic faith, were subsequently applied equially against the Macedonians and Albanians, and later -in the period between the two world wars- against the Croats and others ethnical groups.

Both these historical and anthropological factors influenced greatly in the formation of the "Chetnik" guerrilla and the communist guerilla in the last war, Western commentators, prone to idealisations have failed to take properly into account these aspects of guerrillas.

II. THE WHIRLPOOL OF THE SECOND WORLD WAR: The break-up of the multinational Yugoslav state in 1941 resulted in very complex relations and in politlcal solutions which, in most cases, were unsatisfactory to the people affected. Between the discontent and tension, firstly in Serbia, there appeared the Chetnik and Communist guerillas. Both types of guerilla, imbued with the Serbian spirit of chauvinism, fought for the restoration of Yugoslavia, and as a result, for the elimination of the Croats, whose state had been established again in 1941.

There immediately broke out the fight between the two guerillas, since each wished to have supreme control after the allied victory.

In the Yugoslavian territory of the present day, during the war, were in combat troops from Germany, Italy, Hungary, Bulgaria and the Croats, and toward the end -the Red Army as well as the guerillas referred to akove and various local militias. Even those well versed in the matter had difficulty in fmding their way in such a chaotic situation. The Western allies first supported the Chetniks, followers of their government in exile in London.

In a short while the partisans or guerrillas of Tito in merciless fighting wherein they availed themselves of every; and any means, sacrificing human lives without the slightest compunction, triumphed over the Serbian nationalists.

The Chetniks, in the second phase of the war, endeavoured to conserve their strength, and, at the same time, halt the communists. They were helped by Italy, and indirectly by Germany. This enabled the communists to discredit them in the eyes of the Western allies, and the Serbian masses, who swelled the ranks of the partisans.

The final result was the total failure of the royal government in exile and the recognition by King Peter of the communist guerillas.

The state of Croatia which, in spite of the opposition of Italy and Germany, got together an army of some 250.000 men toward the end of 1944, constituted the principal obstacle in the way of the Chetniks and communists.

Consequentely, the fighting between the two guerillas and the Croat army, according to the founded opinion of Albert Mousset, took on the character of a national war between Serbia and Croatia.

The Western allies, first supporting the Chetniks, and later, trusting the communists promises of free elections -ignorant of the nationalist forces of the Croats and Slovenes, favoured, by their own action, the Soviet expansion.

No advantage was taken of the opportunity of turning the tables in the Badoglio fashion, among the Croats, and for which influential Croat politicians and ministers had made preparations. The communists, afraid of such a turn in favour of the Western allies, offered their assistance to Hitler in the case of an allied landing among the Croats. On their side, the Soviets-behind Tito's back and their allies, offered their recognition of the Croat state on the condition that their troops be allowed to pass freely from Hungary to Northern Italy.

III. THE INVASION OF CROATIA, THE EXODUS AND THE SURRENDER AT BLEIBURG: After the Red Army had broken into Serbia and Voivodina at the end of 1944, the government was set up at Belgrade under communist control, and recognised by all the allies as the only government in Yugoslavia. Only then Tito, with the direct aid of the Soviets and Anglo-North American, by sea and air and general mobilisation in Serbia was able to turn his guerillas into a well-armed regular army of several hundred thousand men. Following this, he started a campaign from Serbia against the Croats and Slovenes to incorporate them into the Yugoslavian state and thus in the Soviet bloc.

After a bloody resistance by the Croat Army against a several times more numerous force, Zagreb, capital of Croatia, was evacuated in the beginning of May 1945, and the army, together with a great number of civilians, retreated across Slovenia toward the allied lines in Austria. On the 15th of May the British refused to accept the Croat soldiers as prisoners of war and concede asylum to the fugitives. In this way nearly 300.000 Croats fell into communist hands.

IV. THE MASS-KILLINGS AFTER END OF HOSTILITIES: The mass murders began in Slovenia as soon as the communists took charge of the prisoners and fugitives who were led to Maribor, Celje and Kocevlje in long columns. In these cities and their surroundings were slaughtered tens of thousands of soldiers and Croat civilians, including women and children. Mass killings were also carried out in other places in Slovenia. The survivors were driven on foot, under subhuman conditions toward Croatia, one part to Zagreb in whose environs tens of thousands were assasinated, and the others toward Voivodina and Serbia. Such mass killings and innumerable cases of torture are documented by more than 200 eye witnesses.

The murders were perpetrated by units of the regular Yugoslav army, principally Serbians, and under the supervision and control of communist commissars.

V. "THE DEATH MARCHES": These constituted a particularly sadistic form of torture and mass massacre. With the Croats taken prisoners in Austria, repatriated by the English from Austria and those taken in Zagreb and the country around, long a columns were formed which marched over various roads across northern Croatia up to the Rumanian frontier, whilst one group arrived at the Greek frontier. These unhappy wretches, stripped of everything, usually barefoot and in their underclothes, without food or water, during weeks on end, had to traverse hundreds of kilometres by forced marches. The communist guards frequently separated numerous groups and at once shot them. The stragglers, through exhaustion, hunger, thirst and illness were killed on the spot, in full view of the remainder. The eye-witnesses were able to follow several of these columns of death, each made up of more than 10.000 people.

There were very few survivors in these marches. One of the dramatic aspects of this "via crucis" of the prisoners and fugitives of the Croats across their own country was the bestial behaviour of the communist guards toward the clvilian population who managed to give food or water to their unhappy countrymen. On the other hand, the communists organised their sympathisers and the Serbian minority to amuse themselves by torturing and killing the Croat prisoners, at times even putting poison in the food or water.

These inhuman and spectacular tortures, in addition to the massacres in the "columns of death", had as object the instilling of fear and trembling into the Croats, who were beaten but not bent. Amongst the methods of collective terror should be mentioned that of the arrest of tens of thousands of civilians in Zagreb and other cities, their imprisonment and internment in concentration camps under mdescribable conditions. Those who survived, returned to their homes physically and mentally broken.

VI. OTHER CRIMES AGAINST HUMANITY AND THE LAWS OF WAR: Amongst the flagrant violations of the laws of war and, consequently, amongst the war crimes, figure the killings of the wounded and denial of right of decent burial.

Even during the war the communists systematically assassinated the wounded prisoners and in 1945, according to eye- witnesees slaughtered large grouds of wounded, specifically in Maribor and Zagreb. The Croats so killed were flung into ditches, trenches, wells and ravines, as well as rivers, abandoned mines and hollows. Freouently, their bodies were so scantily covered by earth in collective graves that dogs and wild beasts dug up limbs which they dragged around the neighbourhood. The families of the victims knew neither when they died nor where they were buried. The savage vandalism of the communists reached such lengths that they even razed the graves of the Croat and German soldiers who fell in the war.

VII. TORTURE AND MASSACRE OF WOMEN AND CHILDREN. In the collective prisons, death marches, massacres in mass, and bestial treatment the victims included women and children. On the evidence of various witnesses can be reconstructed horrifying scenes of cruelty, terrible crimes against humanity such as history has never known before.

It will never be possible exactly to establish the number of the victims of the above-mentioned collective killings. These ocurred in many places and with no kind of control. It is possible however, to arrive at an approximate figure based on the data of the Yugoslavs and Croats relative to the number oJ prisoners of war and fugitives, taking into account too the evidence of many eye-witnesses, including ex-combatant communists.

According to Croatian sources, more than 300.000 people took part in the exodus. Tito himself, in his order of the day on the occasion of the surrender of the Croat army spoke of more than 100.000 soldiers captured. (Doc. XV).

The political commissar, present at the act of surrender at Bleiburg speaks of more than 120.000 soldiers taken and many civilians (Doc XV). According to the sworn declarations, the major part of those who took part in the exodus were massacred. To these must be added the soldiers and civilians captured in Croatia. who reached some 100.000. In their majority these were killed. It is no exaggeration to state that the Croat Katyn surpassed at least twenty times the Polish one. Nearly 200.000 soldiers and civilians were assasinated "In order that communist Yugoslavia might survive". (Milovan Djilas).

 

THIRD PART: SUPPLEMENTS

 

I. THE TRAGEDY OF THE SLOVENES: In numbers, the Slovenes occupy third place in Yugoslavia. Slovenia was incorporated into Yugoslavia in 1912 and after its break-up in 1941 was divided between Germany, Italy and Hungary. The Slovenes were denied political and national individuality. That part annexed by Germany was subjected to a cruel regime of forcible germanisation and deportation in mass. Although the Slovenes are a pacific people and devout Catholics, and consequently immune to communist propaganda, the violent situation in which they were placed facilitated the organisation of small groups of communist guerillas, which described themselves as combatting the enemy occupation on the side of liberty.

These groups increased considerably after the fall of Italy, when they openly showed their true character, revealing their aims and objects, assassinating all the potential opponents to a communist dictatorial regime. In order to protect themselves against communist terrorism, local militia were organised, which were later converted into the national Slovene army (Domobranci) and which was recognised, admittedly with limitations, by the forces of occupation. The Slovene national leaders hoped, through this army, which proved very effective in the defence against communist aggression, to set up a Slovene state, eventually forming a regional confederation once the war should be over.

However, the allies of the West backed up to the last the followers of Tito; so that the National Council of the Slovenes, which took over full power in the last days of the war, had to flee together with the army to Carinthia, then Occupied by the British, who handed them over to the communists. There were over 12.000 Slovene soldiers, the flower of the youth of this hard-working people who was assassinated.

From the accompanying synoptic chart may be seen precisely the process of extradition and slaying of various groups (See p. 184). Whilst they delivered them to the communists, the British military authorities assured them that they would be sent to Italy. The same fate nearly overtook the political exiles, who were saved at the last moment by a new ruling of the British, prohibiting any mass repatriations of civilian population.

II. EXTERMINATION AND EXPULSION OF THE GERMAN ETHNICAL MINORITY FROM YUGOSLAVIA: The German Federal Government has published a complete collection of documents on the persecution and extermination of the German ethnical minority in Yugoslavia which before the war numbered over 500.000. Today they do not figure in the demographic statistics of Yugoslavia. The major part escaped or was expelled or deported, whilst more than 70.000, among which were many women and children, were assassinated or exterminated in concentration camps as the result of torture, hunger and disease. Some 28.000 fell in the war or were killed as prisoners of war. Especially nauseating is the case of some 5.000 German children, from 6 to 12 years of age, killed by poison gas, afterwards their bodies burned and their bodies flattened into the ground by heavy bull- dozers.

All the Germans were stripped of their possessions, furniture and land. Those who remained in Yugoslavia and were not massacred or deported to Russia, lived for many years in concentration camps, where many died.

Through the intervention of the German government the survivors were transferred to Germany or Austria. The extermination of the German minority in Yugoslavia is a typical case of the crime of genocide.

 

FOURTH PART: DOCUMENTATION

 

This section contains 40 documents, principally information, reparts and statements by eye- witnesses. The documents, numbered with Roman numerals, are arranged in the following form:

I. Antecedents of the Bleiburg Tragedy: Stateements by eye-witnesses of the massacres perpetrated by the communists in various places in Croatia before the complete conquest. Here also figures a description of the destruction of a Mahometan village, from the pen of a communist Serbian writer: Branko Copic.

2. Adhesion of Croatia to the Geneva Conventions.

3. Pastoral Letter of the Catholic Bishopric on the Eve of the Communist Invasion of Croatia. An extremely important document on the communist crimes and the struggle of the Croat people for their freedom and independence.

4. The Surrender at Bleiburg: Account of the negotiations in the presence of a British general, written by the Croat delegate (Prof. Daniel Crljen) and by the Yugoslav delegate (Political commissar A. Basta): the description of the surrender by the Croat writer Srecko Karaman; evidence on how the British aided certain groups of the Croat exiles the order of the day of Tito on the occasión of the surrender of the Croat army at Bleiburg.

5. Massacres and collective graves in different parts of Slovenia. Evidence of the Croats, Slovenes and ex-partisans who survived.

6. Declarations by eye-witnesses on the killings of the Montenegro nationalists, including 15 Orthodox priests.

7. The Death Marches: A series of exhaustive accounts, both impressive and detailed, with references to the surrender at Bleiburg and the massacres in Slovenia. Horrifying details of torture and vengeance by the communists and Serbian population.

8. Killings in Various Places in Croatia: A series of sworn statements on mass killings and collective graves.

9. Protests of the Catholic Bishops: A letter from the Archbishop Stepinac regarding the persecution of priests, the treatment and assassination of soldiers and civilians of the Croat origin, the sentencing of nuns for having helped the wounded in the concentration camps, the communist's courts, "the unparalleled sufferings throughout the history of Croatia" and "the tragic destiny of hundreds of thousands of soldiers and civilians"; the protest of the Catholic clergy against the massacre and ill-treatment of the clergy; razing of military cemeteries and procedure in the concentration camps; references of Ivan Mestrovic on the Bleiburg Tragedy.

 

 

 



[1] Josef Markiewicz: Katyn - ungensünhtes Verbrechen (Katyn - crimen inconcebible) Zurich, 1949. El autor alega que en el bosque de Katyn fueron hallados 4.250 cadáveres. Una decena de miles de oficiales e intelectuales polacos fueron asesinados en otros lugares de Rusia, sin conocerse sus tumbas. - J. K. Zawodny: Death in the Forest - The Story of the Katyn Forest Massacre (University of Notre Dame Press, 1962) da el número de 4.433 muertos de un tiro en la nuca.

[2] The Katyn Forest Massacre, Union Calendar N° 762, House Report, N° 2430 Washington, 1952. En el informe se cita también la comunicación del doctor Lucas Edward Miloslavic, de origen croata, profesor de medicina forense en la Universidad de Chicago. Este especialista dictó cátedra, durante la guerra, en la Universidad de Zagreb, Croacia, y participó en el peritaje de los cadáveres exhumados en Katyn. El 30 de abril de 1943 firmó, con otros especialistas de 12 países europeos, el hallazgo según el cual los oficiales polacos fueron asesinados un año y medio antes de que los alemanes conquistaran Smolensk. - Ver también J. K. Zawodny, op.c.

[3] Rudolf Kiszling: Die Kroaten (Los croatas), Graz- Koln 1956, ed. Herman Bohlaus, capítulo "Tragedia de Bleiburg", pp. 217-223; Krunoslav Draganovic: Los horrorosos crímenes de Tito que no tuvieron todavía su Nuremberg (en castellano), "Hrvatska Revija" (La revista croata), Buenos Aires, marzo 1955; Krunoslav Draganovic: Kalvarija hrvatskoga naroda god. 1945 (El Calvario del pueblo croata en 1945), "Glas sv. Antuna", Buenos Aires, 1/4/1955; Krunoslav Draganovic: The Biological Extermination of Croats in Titos`s Yugoslavia (La exterminación biológica de los croatas en la Yugoslavia de Tito), en simposio "The Croatian Nation - In its Struggle for Freedom and Independence", Chicago 1955, ed. Croatia Cultural Publishing Center; Dr. Oton Knezovic: Pokolj hrvatske vojske god. 1945 (Masacres del ejército croata en 1945), Chicago 1955, ed. Croatian Franciscan Press; Joseph Hecimovic: "In Titos`s Deaths Marches and Extermination Camps (En las "marchas de muerte" y campos de exterminación de Tito), Nueva York 1962, Carlton Press; Stephen W. Skertic: "The Bleiburg-Maribor Tragedy, Croatian Golgotha", Cleveland 1960. (Congressional Record, House 2 junio 1960, pp. 10.922/23 - Mr. Glenn.)

[4] Sheldon Glueck, profesor de derecho criminal y criminología de la Universidad de Harvard, define a los criminales de guerra como personas -tanto de carácter político como militar- que en relación con la preparación o conducción militar, política, económica o industrial de la guerra han cometido, en su capacidad oficial, actos contrarios: (a) a las leyes y costumbres de la guerra legítima; (b) a las leyes criminales generalmente observadas en los Estados civilizados; o que han incitado, ordenado, procurado, aconsejado o conspirado en la realización de tales actos; o, teniendo conocimiento de que tales actos estarían por cometerse y poseyendo el poder y el deber de evitarlo han dejado de hacerlo. Cf. Criminales de Guerra, su proceso y castigo, Buenos Aires, 1946, p.47.

[5] Convención de las Naciones Unidas sobre el crimen de genocidio del 9 de diciembre de 1948, art. II.

[6] Ver textos íntegros de las notificaciones de los gobiernos de Croacia y Suiza, en la sección "Documentos", VIII, IX, X.

[7] Sección documentos, XI; XII.

[8] El Código Penal de la misma Yugoslavia comunista establece severas sanciones e incluso pena de muerte por el crimen de genocidio (arts. 124 y 128), contra heridos y enfermos (arts. 126, 129, 131) y contra prisioneros (arts. 127, 129)

[9] "El Boletín Oficial del Ministerio de la Defensa Nacional", Año I, abril-mayo-junio- julio de 1945 N° 4-7. Ver el texto íntegro Documentos, XV.

[10] En la Resolución de la V Conferencia del Partido Comunista Yugoeslavo de 1940, se condenan los "métodos colonialistas de la burguesía serbia" (Jovan Marjanovic: Jugoslavenski komunisticki programi - Los programas del Comunismo Yugoslavo - Nasa Stvarnost, Belgrado, XII, 5, 1958, p. 529). Se usó el término "colonialismo" en un otro importante documento, la Resolución del V Congreso de la Comintern. Allí se encarga a los partidos comunistas de Yugoslavia de luchar contra "el colonialismo" de los grupos dominantes serbios (Thesen un Resolutionen des Weltkongresses der Komunistischen Internationale, Hamburgo, 1924, p. 124-133)

[11] El Archivo Histórico del Partido Comunista Yugoeslavo, Tomo I, Libro 2. pp. 144-45.

[12] Id., pp. 152-55.

[13] Borba, febrero 1943. El Archivo, t. I, L. 2, pp. 413-15.

[14] Ibid. p. 49-51

[15] Tierra sin Justicia, Buenos Aires, 1959, p. 25.

[16] Ibid., p. 27.

[17] Ibid., pp. 40-41.

[18] Sección documentos, III

[19] U.S. Department of State Bulletin, 1942, 797.

[20] Sheldon Glueck: Criminales de guerra, su proceso y castigo, Buenos Aires, 1946, p. 15

[21] J. Stalin: El marxismo y el problema nacional y colonial, Buenos Aires, 1946, pp. 243-249. Las citas son de un artículo de Stalin, publicado en el año 1925.

[22] Josip Broz Tito: Informe Político de la Comisión Central del Partido Comunista de Yugoslavia, Belgrado 1948, pp. 72-73.

[23] Ibid. p. 74

[24] Draza Mihailovic no ocultaba que su "principal propósito era aniquilar a los ustachi y su creación, la Croacia de Pavelic" - Why the Allies Abandoned the Yugoslav Army of General Mihailovic, with Oficial Memoranda and Documents, por el coronel Zivan Knezevich, copiado en mimeógrafo, Washington, 1945, p. 8

[25] La misma Unión Soviética al derrumbarse el reino de Yugoslavia había clausurado su legación en Moscú desconociendo al gobierno del rey Pedro en el exilio. El embajador alemán en Moscú, conde von Schullenberg, en el informe del 12 de mayo de 1941, interpretó la decisión con respecto a "la clausura de las legaciones de Bélgica, Noruega y Yugoslavia" como una prueba suplementaria de la buena disposición de Stalin a "seguir con una política de acercamiento hacia Alemania y el Eje" (Documents on German Foreign Policy 1918- 1945, vol. XII, pp. 792-93.)

[26] J. B. Hoptner en su obra "Yugoslavia in Crisis 1934- 1941" (Columbia University Press, New York and London, 1962), que es el último de los libros importantes sobre Yugoslavia, hablando del ataque de las potencias del Eje en 1941, concluye: "Hasta entonces él (Hitler) nunca había considerado seriamente la invasión de Yugoslavia y ahora tuvo que improvisar los planes en dos semanas solamente" (p. 296). En la misma página Hoptner da las siguientes referencias: United States Deparment of the Army, "German Campaign in the Balkans" (Spring, 1941), p. 25; y "Documents on German Foreign Policy, 1918-1945", D. X. Doc. 353. Ver también "Testimonio de Goring", IMT, X, 523-524.

El mismo Hitler sostuvo varias veces, que él no quería destruir al Estado yugoeslavo y que la invasión de Yugoslavia se debía tan sólo a la situación surgida del golpe de estado del 27 de marzo de 1941. Esto se desprende de varios documentos del tomo recientemente publicado de los "Documents on German Foreign Policy, 1918-1945", vol. XII, February 1 June 22, 1941

Charles Zalar en su obra "Yugoslav Communism, a Critical Study" (Printed for the use of the Committee on the Judiciary United States Senate, Washington 1961), sostiene lo mismo, apoyándose en los documentos yugoeslavos y en autores alemanes y británicos. (pp. 63-4.)

[27] "Documents on German Foreign Policy 1918-1945", vol. XII, pp. 383, 398, 421, 436. Charles Zalar (op. c. p. 70) publica el texto del telegrama, enviado por el canciller del gobierno yugoeslavo golpista a las representaciones diplomáticas de Yugoslavia, significándoles que el nuevo gobierno respetaría la firma del Pacto Tripartito.

[28] Vladko Macek: "In the Struggle for Freedom", New York 1956 (Robert Speller and Sons). El líder croata sostiene en su libro de memorias, que los golpistas derrocaron al gobierno Cvetkovic-Macek en primer lugar para suprimir la autonomía restringida, otorgada a los croatas en el año 1939, p. 220.

Charles Zalar (o. c., pp. 60, 69, 70) afirma, apoyándose en muchas referencias, que acto Tripartito había sido tan sólo un pretexto y que el verdadero propósito de los golpistas era obstaculizar la reorganización del Estado en forma federalista.

[29] Gabriel Luis-Jaray, en el artículo "La Yugoslavie devant la guerre, Revue Politique et Parlamentaire", París, N° 538, septiembre- octubre 1939, en la pág. 73, se refiere a una declaración del doctor V. Macek, jefe de la oposición croata, al corresponsal de Associated Press del 21 de marzo de 1939, publicada en Zagreb, pero no en Belgrado: "La cuestión croata debe ser resuelta rápidamente porque todos los interesados tienen que entender que a los croatas les será casi indiferente, si este problema fuera planteado un día por Roosevelt o Hitler".

El mismo Stalin sostenía, en contra de la opinión de los comunistas serbios, que el problema de la separación de los croatas del Estado yugoeslavo no es "una cosa académica". "Si admitimos incluso que este problema no es de actualidad en el momento presente, sin embargo puede convertirse en un problema de toda actualidad si comienza la guerra, o cuando ésta comience... no cabe la menor duda de que la guerra tiene que comenzar inevitablemente..." (Bolchevik, N° 7, 14 de abril, 1925. - J. Stalin, "El marxismo y el problema nacional y colonial", Buenos Aires, 1946, p. 246).

[30] Cuando Pavelic, jefe del gobierno croata, en su conversación con Hitler, en Berghof, el 6 de junio de 1941, se refirió a la desintegración del Reino de Yugoslavia y a la independencia de Croacia, recién conseguida, Hitler "replicó que él siempre seguía con mucho interés todo lo que se refiere a los acontecimientos en Croacia por haber tenido la oportunidad de conocer personalmente muy bien a los croatas desde los tiempos de su juventud (evidente alusión a la Primera Guerra Mundial). Los recientes acontecimientos han hecho de él (Hitler) involuntariamente un instrumento de la liberación de Croacia, pues, hasta el presente, él no tenía de ningún modo la intención de promover alguna acción en contra de Yugoslavia" (Documents on German Foreign Policy 1918 - 1945, vol . XII, p . 977).

[31] El texto completo en "Studia Croatica", Año I, julio- septiembre 1960, pp. 40-43

[32] Del ánimo que predominaba en Croacia nos habla el testimonio del cónsul general británico en Zagreb, Mr. Rapp, según lo anotó en sus memorias Ivan Mestrovic. Mr. Rapp salió de Zagreb antes de la entrada de las tropas alemanas y viajó a través de la Croacia en revolución varios días en coche, llegó a Split, se entrevistó con Mestrovic y le relató el derrumbe total del ejército yugoeslavo y sus encuentros con los croatas rebeldes.

"Sin duda alguna - le dijo-, el Estado de Croacia existe y el pueblo lo quiere. Qué será y cómo será más tarde, nadie puede preverlo. En Slunj los rebeldes ya habían tomado el poder. Los representantes del poder son de todo tinte, los hay harapientos, pero tomaron el gobierno y al parecer saben lo que quieren. Antes de Drnis, los rebeldes nos detuvieron, pero cuando se enteraron de que soy el cónsul británico, nos dejaron pasar. De Drnis a Muc nos acompañó un sacerdote greco-católico para que nadie nos molestara en el viaje. En Muc almorzamos con los franciscanos y de Muc llegamos aquí. Dondequiera nos detuvieron, al enterarse de mi condición, nos dejaban proseguir sin molestias, y nos expresaban que nada tenían contra los ingleses, y que en su fuero íntimo simpatizaban con Inglaterra, pero por las circunstancias políticas ocurrió al revés". (I. Mestrovic Recuerdos de hombres y sucesos políticos. Buenos Aires 1961, pp. 308.)

[33] Ver pp. 71 y 114.

[34] Ver p. 115

[35] Ver nota Nro. 75, pp. 71-2, 114.

[36] En su tiempo tuvo gran difusión en el exterior una declaración del Dr. Ante Pavelic a los periodistas alemanes en 1941, de que los croatas son de origen godo y no eslavo. Entre los croatas ese problema nunca trascendió del marco de las discusiones académicas. Gran importancia política le asignaban los círculos granserbios y comunistas, partidarios del racismo lingüístico, según el cual se identificaba el idioma con el origen y la cultura de los pueblos eslavos, con sus correspondientes implicaciones políticas. Pavelic había formulado dicha declaración tal vez con el propósito de contrarrestar la propaganda de ciertos círculos nacionalsocialistas, muy adversa para él, de que no era persona muy idónea para jefe del Estado, no sólo por exponente de la presunta influencia italiana, sino por estar vinculado, igual que varios de sus ministros y dirigentes del movimiento ustacha, por lazos matrimoniales con los judíos.

[37] European Political Systems, de Taylor Cole, Duke University, segunda edición revisada, Alfred A. Knop, Nueva York, 1961. En esta obra colectiva de los distinguidos representantes de las ciencias políticas en Norteamérica, seis capítulos están dedicados a los sistemas políticos europeos. Croacia figura en el capítulo VI (The Soviet Orbit: The People's Democracies of Eastern Europe, de C. E. Black y R. L. Braham), parte quinta titulada "Authoritarianism". Los regímenes totalitarios son clasificados en tres grupos: "Regímenes militares", "Dictaduras reales" y "Movimientos extremistas". Estos últimos se subdividen en movimientos autonomistas y fascistas. Típicos movimientos autonomistas serían "los ustachi croatas y la Organización Revolucionaria Macedonia". Aquellos (los ustachi) recibieron ayuda italiana y búlgara, y durante la Segunda Guerra Mundial, en cierto periodo los influenció el patrocinio del Eje (p. 767). A este grupo de movimientos pertenece también "el movimiento autonomista eslovaco". Como grupos fascistas, fuera de Italia y Alemania, se consignan "el movimiento Lapua" en Finlandia, "la Guardia de Hierro" en Rumania y "la organización Flechacruces" en Hungría.

[38] D. A Tomasic: Nueva clase y nacionalismo, Studia Croatica, Buenos Aires, julio-septiembre, 1960, pp. 61-77.

[39] Yugoslavia -Comisión de daños de guerra, Human and Material Sacrifices of Yugoslavia in her War Efforts 1981-1945, Belgrado, 1945.

[40] Pierre Renouvoin: Les crises du XXe. siecle 11. De 1929 a 1945 - Histoire de Relations Internationales, Tome huitieme, París, 1958, p. 464.

[41] Bulletin Economique pour l'Europe, Stat. Rev. 1949, Vol. I, N° I, p. 12.

[42] Wissenschaftlicher Dienst Sudosteuropa, Munich, mayo, 1963, p. 84.

[43] Gunther Ipsen: Wachstum und Gliederung der Bevolkerung Jugoslawiens, Osteuropa - Handbuch, 1954, pp. 37-63.

[44] Politika. Belgrado, 8 de julio de 1961.

[45] Studia Croatica, N° 7-8 (abril-septiembre 1962), pp. 235-39.

[46] Dokumentation der Vertreibung der Deutschen aus Ost-Mitteleuropa, Band V, Das Schicksal der Deutschen in Jugoslavien, Ed. Bundesministerium fur Vertriebene, Fluichtlinge und Kriegsgeschadigte, Düsseldorf, 1961, pp. 126, E. –130 E.

[47] U.S. Congressional Record; Proceedings and Debates, 81st Cong., 2nd. Sess., Dec. 13, 1950 XCVI; part 1st. p. 16.532.

[48] Ibid.

[49] Dokumentation der Vertreibung ..., p. 77 E.

[50] Dokumentation der Vertreibung ..., p. 60

[51] Defence of West, London, 1950, p 55

[52] Derrotado el ejército turco en 1912, las tropas serbias conquistaron gran parte de Macedonia, adoptando medidas de represión y terror contra la población civil declarada en favor de Bulgaria. Durante la solemne entrada en Skoplje, el mismo heredero al trono Alejandro Karageorgevic abofeteó dos veces en público a la jovencita Vaska Zojceva por haber contestado a su pregunta ser de nacionalidad búlgara. Desde el otoño de 1912 hasta 1915 fueron asesinados por lo menos 4.000 macedonios a causa de su sentimiento nacional búlgaro o por ser musulmanes de nacionalidad turca o albanesa. Sobre el proceder arbitrario y las masacres cometidas por los serbios en Macedonia nos habla detalladamente el "Report of the International Commission to Inquire into Causes and Conduct of the Balkan War" (Washington, D C., 1914). Integraron dicha Comisión: Dr. Josef Redlich, profesor de la Universidad de Viena; D'Estournelles de Constant, senador francés; Justin Godat, diputado nacional y luego ministro de Francia; Dr. Walter Schucking, catedrático de Marburgo, Alemania; Francis W. Hirst, editor de The Economist de Londres; Dr. N. Brailford, historiador y dirigente del Partido Laborista Británico; profesor Pablo Miljukov, destacado político ruso y luego ministro de Relaciones Exteriores de su país; Dr. Samuel T. Sutton, profesor en Columbia University.

[53] Sobre el particular hay una referencia interesante en una publicación oficiosa británica: "Los croatas no podían sentir simpatías por Draza Mihailovic, que defendía la ideología de la Gran Serbia, contra la que se habían rebelado, ni tampoco podían sentirla por su Chetniks, que les habían perseguido anteriormente por cuenta de las autoridades de Belgrado; desde luego, al recibirse noticias de la franca colaboración entre los Chetniks y los italianos en Dalmacia, recrudeció la hostilidad, por una parte, contra los italianos que parecían abandonar a los croatas por los serbios, y de otra, contra Mihailovic y el gobierno yugoeslavo de Londres que lo apoyaba". Arnold Toynbee y otros: La Europa de Hitler, Barcelona, 1955, vol. II, pp. 270-1.

[54] "Los movimientos de resistencia nacional en Yugoslavia", 1941-45, París 1958, p. 190.

[55] Ernest Pezet: Stepinac-Tito - Contextes et Eclairages de "l'Affaire", Nouvelles Editions Latines, París, 1959 Versión castellana: Studia Croatica, N° 1, pp. 10-20, 1960.

[56] Todavía durante la guerra los círculos serbios en Londres publicaron datos, suministrados por el gobierno colaboracionista serbio del general Nedic, acerca de que los croatas habían dado muerte a 600.000 serbios. El biógrafo oficial de Tito, Vladimir Dedijer, cita que sólo en el campamento de Jasenovac fueron muertos 200.000 serbios. El cabecilla chetnik Dangic, en carta dirigida durante la guerra a von Ribbentrop, afirma que los croatas habían dado muerte a medio millón de serbios. No hace mucho, los exilados serbios publicaron un libro en Chicago alegando que 750.000 habían sido asesinados, supuestamente por los croatas. Sus editores mistifican a los lectores afirmando que se trata de la versión inglesa de un autor francés que en realidad no existe. En base a las estadísticas demográficas cabe concluir que durante la guerra en Croacia hubo más bajas entre croatas católicos y musulmanes que entre los ortodoxos serbios. Numerosos serbios murieron como guerrilleros comunistas, pues ellos constituían el grueso de sus fuerzas.

[57] Dr. Zivko Topalovic: Los movimientos de la resistencia nacional en Yugoslavia, 1941- 1945, París, 1958. En la página 189 figura dicho informe, fechado en febrero de 1943 y dice: "Todas las aldeas musulmanas fueron destruidas totalmente sin quedar una sola casa intacta. Todos los bienes fueron aniquilados, inclusive el ganado. El fin de las operaciones fue el exterminio total de la población musulmana sin distinción de sexo o edad. Sufrimos en total 22 bajas, mientras que los musulmanes perdieron 1.200 combatientes y 8.000 civiles fueron asesinados, principalmente mujeres, ancianos y niños. Toda la población quedó exterminada". Es la misma región donde se había masacrado a la población musulmana antes y después de la Primera Guerra Mundial, y que describe Milovan Djilas en "La tierra sin Justicia", pp. 190-5.

[58] Ante Smith Pavelic: Gran Bretaña y Draza Mihailovic, Studia Croatica, Buenos Aires, enero-marzo, 1962, Año III, N° 1, pp. 50-52.

[59] Draza Mihailovic recalcaba que su cometido era aniquilar el Estado de Croacia. Así se defendió incluso ante el tribunal comunista. Su correligionario Zivan Knezevic proporciona un testimonio fidedigno al respecto. (Ver nota N° 24) Ivan Mestrovic relata en sus memorias, publicadas en Buenos Aires en 1961, pp. 377- 78, y aporta documentos probatorios de que Mihailovic había propuesto al general italiano Roatta el exterminio de los croatas en Dalmacia por los italianos, y en Bosnia y Herzegovina por los serbios.

[60] Introducción a la edición de El Príncipe y de los Discursos de Maquiavelo publicada por la Modern Library.

[61] Jacques Maritain: Principios de una política humanista, Buenos Aires, 1946, pp. 133-134

[62] Studia Croatica, Buenos Aires, vol. 3-4, pp. 220-22; vol. 6, p. 83; vol. 9, pp. 356-357.

[63] Winston Churchill: La Segunda Guerra Mundial - Triunfo y Tragedia, Buenos Aires, 1955, p. 209

[64] Fitzroy Maclean, jefe de la misión militar en el cuartel general de Tito, relata en su libro Eastern Approaches que al recalcar a Churchill que Tito y otros jefes de su movimiento son comunistas notorios y declarados y que el sistema que establecerían seguiría inevitablemente la línea soviética, recibió la siguiente respuesta:

 

-¿Tiene usted la intención de radicarse en Yugoslavia después de la guerra?

 

-No señor -le contesté.

 

Tampoco yo -me dijo-. Siendo así, cuanto menos nos preocupe a usted y a mí la forma de gobierno que establecerán, tanto mejor. Ellos deben decidirlo. Lo que nos interesa es quiénes de ellos acarrean más daños a los alemanes". (Ed. Pan Books, Londres 1956, pp. 322-23).

[65] Constantin Fotic: The War We Lost, Nueva York, The Viking Press, p. 85.

[66] Summer Welles: Seven Decisions That Shaped History, Nueva York, 1951, Harper, p. 136.

[67] Robert E Sherwood: Roosevelt y Hopkins - Una Historia Intima, Barcelona, 1950,

[68] Cardinal Spellman Story, por R. P. Robert J. Gannon S. J., citas según la traducción publicada por la revista Verbo, Buenos Aires, N° 37, pp. 20-23.

[69] Ilija Jukic: "Yugoslavia: Past and Present" New York Herald Tribune, Paris Edition, abril 12, 1949 p. 4

[70] Ante Smith Pavelic, op. cit.

[71] Nationalisme... et apres? - "Nations ou Fédéralisme", Colección "Présences", Plon, París, 1946, p. 30.

[72] Ibid., p. 42.

[73] Hasta Arnold J. Toynbee, que en forma magistral esclareciera la influencia do la tradición bizantina como impedimento para un entendimiento recíproco entre el Este y el Oeste europeos, lo que cuaja perfectamente en el caso de los croatas y los serbios, parece como si se olvidara de ello cuando escribe como funcionario del Real Instituto de Asuntos Internacionales durante la guerra.

[74] La Europa de Hitler, vol. II, p. 274. Junto con el ministro de Defensa, el ministro del Interior hacía preparativos para plegarse a los aliados. Ya tenían proyectada la constitución del nuevo gobierno con los políticos democráticos, y contaban con el deseo unánime del pueblo de salvar a toda costa la independencia nacional y no "al fascismo". Ambos eran destacados miembros del movimiento ustacha. Vokic fue el único oficial con grado de Krilnik (general) ustacha. No fue "el último Ministro de Defensa" y no se trataba sólo de Zagreb. El gobierno croata controlaba entonces la mayor parte del territorio nacional, y el ejército croata de 250.000 soldados representaba una gran fuerza de choque por su alto espíritu combativo.

[75] Principios de la política humanista, pp. 135-36.

[76] Julius Epstein: Repatriation - Threat to American History, American Mercury, enero, 1957.

[77] Vetrinjska Tragedija (La tragedia de Vetrinje), Cleveland, 1960, pp. 133- 34.

[78] Mosa Pijade: La fable de l'aide soviétique a l'insurrection nationale yougoslave, París, 1950.

[79] Biografía de Bozo Rankovic (en serbio), Chicago, 1963.

[80] Petar Martinovic-Bajica: Milan Nedic, Chicago, 1956, p. 294.

[81] Pet godina narodne drzave 1943-1948 (Cinco años del Estado popular), Kultura, Belgrado, 1948, p. 77.

[82] Milovan Djilas: The New Class, Nueva York, 1957, p. 22.

[83] En el V Congreso del Comintern (julio de 1924) se tomó una resolución que decía: "que la aspiración popular a la autodeterminación que recalca el Partido Comunista de Yugoslavia, debe expresarse mediante la separación de Croacia, Eslovenia y Macedonia de Yugoslavia y la creación de sus repúblicas independientes". (Rodoljub Colakovic: La lucha del Partido Comunista Yugoeslavo por la solución del problema nacional, Belgrado, Kultura, 1959, p. 25).

[84] Bozidar Puric, presidente del gobierno yugoeslavo monárquico en exilio durante a Conferencia de Teherán, escribió después de la guerra: "Los británicos no sabían cómo y dónde detener a los soviéticos en Europa. Una mañana, en las oficinas del servicio de Inteligencia (inglesa), aparecieron mapas geográficos de Yugoslavia, partida por la línea del río Drina. Era la partición territorial de Yugoslavia antes de Teherán, con la que, además de otras concesiones, esperaban llegar a un acuerdo con Moscú. Ese fue el comienzo y el anuncio precursor de la fracasada política del 50 % de influencia. Los ministros croatas (en el gobierno exilado) se pusieron contentos, creyeron que eso significaba el reconocimiento y el premio internacional por sus traiciones y redoblaron su lucha clandestina y pública contra Mihailovic y los serbios..." (Sloboda, Chicago, 13-IV-1955).

[85] Lamentablemente no disponemos del texto original y exacto. Radic llevaba su diario en un pequeño cuaderno y durante la guerra lo tenía su familia. El fragmento citado en facsímil lo publicó en el diario "Hrvatski Narod" de Zagreb el ex diputado nacional croata Kresimir Devcic, yerno de Radic.

[86] Vladimir Dedijer: Dnevnik, III parte, Belgrado 1950, pp. 176-78.

[87] Sheldon Glueck, op. c., p. 13.

[88] Los comunistas yugoeslavos no ocultan el verdadero carácter de sus relaciones con los países asiáticos, africanos y latinoamericanos. Es de lamentar que sus admisiones no aparezcan en la prensa diaria del mundo libre. En el V Plenario del Partido Comunista Yugoeslavo, por ejemplo, habló Dusan Kveder, miembro del Comité Central, del cometido de los comunistas yugoeslavos entre los neutrales. Advirtió que a raíz del creciente acercamiento entre Moscú y Belgrado, "surgieron, aquí y allá, dudas respecto a nuestras relaciones ulteriores con los países afro-asiáticos". Invocando las afirmaciones de Tito, trató de probar que dichas relaciones contribuyen a la difusión del "socialismo" (comunismo), puesto que las concepciones de esos países "de ningún modo son contrarias al socialismo, sino más bien propicias como el camino más corto para la amplia penetración de las ideas socialistas en las nuevas extensas zonas del mundo". A continuación Kveder, según consta en el comunicado oficial, interiorizó a sus compañeros de los esfuerzos tendientes a "estimular procesos progresivos en los países recién liberados".

[89] D. A. Tomasic: National Communism and Soviet Strategy, Washington, 1957.

[90] Walter Schubart: Europa y el alma del Oriente, Madrid - Buenos Aires, 1947, p. 199.

[91] Ibid., pp. 74-5.

[92] Ibid., p. 75.

[93] Esos rasgos fueron subrayados por D. A. Tomasic, profesor de Sociología en la Indiana University, EE.UU. Ver su obra: Personality and Culture in Eastern European Politics, Nueva York, 1948

[94] Desimir Tosic: Los problemas nacionales serbios, Ed. Oslobodjenje, París, 1952. p. 103 (en serbio).

[95] Dusan Popovic: O hajducima (Acerca de los haiduks), Belgrado 1931, p. 51.

[96] Smail Balic: Eticko nalicje bosanskih i hercegovachih muslimana (Semblanza ética de los musulmanes de Bosnia y Herzegovina) Viena, 1952. Milovan Djilas en su libro: Tierra sin Justicia (Buenos Aires, 1959), se refiere repetidamente al "salvajismo y brutalidad... innatos y desmedidos, a la crueldad sin límites" (p. 184) en la lucha contra el enemigo. El pillaje es una cosa corriente, "...Luchamos por realizar sueños sagrados, y pillajes y afrentas desvían el camino... Los montañeses semidesnudos y famélicos no podían abstenerse de saquear a sus vecinos, mientras soñaban con antiguas glorias" (p. 51). "La venganza no es odio, sino la especie más dulce, más turbulenta de la embriaguez, tanto para quienes deben consumar la venganza como para quienes deben ser vengados" (p. 110). En otra parte Djilas habla "de ebriedad de odio sagrado y justa venganza", (p. 91).

[97] Desimir Tosic, op. cit., p. 66.

[98] Sava M. Stedimlija: Kolijevk hajducije (La cuna del bandolerismo), Hrvatska Misao, Buenos Aires, 1954, N° 7, p. 9.

[99] Desimir Tosic, op. cit., p. 86.

[100] Sava M. Stedimlija, op. cit., p. 23.

[101] Peter II, King of Yugoslavia: A King's Heritage, Nueva York, Putman, 1954.

[102] Kosta Todorov, político búlgaro, amigo del rey Alejandro, relata detalladamente sus actividades terroristas y con orgullo subraya las tradiciones haiduks en su familia.

"Más vívidamente aún recuerdo el imponente retrato de mi abuelo Kosta en la pared del vestíbulo, con el uniforme erizado de armas y su rostro marcial encuadrado con una enorme barba blanca. "Gran héroe -decía orgullosamente mi madre-. Ha matado más de cien turcos en las montañas balcánicas"... Durante veinte años hizo guerra de guerrillas en las montañas contra los turcos... Murió... dejando una fama asegurada para la posterioridad en leyendas y canciones populares, y una colección selecta de objetos de oro y plata y piedras preciosas, despojos de su larga guerra contra los señores rurales turcos". (Kosta Todorov: Fuego en los Balcanes, Buenos Aires, 1943, p. 13).

Milovan Djilas evoca recuerdos parecidos de su infancia: "El primer relato que adquirió vida en mi memoria fue el del tío abuelo, el famoso proscrito Marko Djilas. Marko se volvió contra los turcos cuando el distrito de Niksic estaba bajo el mando turco, y vivió fuera de ley, matando, saqueando, incendiando durante veintiséis años... Parece indudable que durante algún tiempo Marko estuvo al servicio del príncipe-obispo Njegos" (Tierra sin Justicia, p. 25-26).

[103] "... había muchos... para quienes la vida de guerrillero era una manera conveniente de llevar una vida fácil y agradable" -dice M. Djilas aludiendo a los guerrilleros montenegrinos contra la autoridad turca (Tierra sin Justicia, p. 73).

[104] Desimir Tosic, op. cit., p. 142.

[105] Sava M. Stedimlija: op. cit., p 15.

[106] Desimir Tosic, op cit., pp. 73-4. Milos Obrenovic envió al sultán de Constantinopla como obsequio la cabeza salada de Karageorge (Jorge el Negro), jefe del primer levantamiento serbio y fundador de la dinastía Karageorgevic. El rey Pedro I reinó formalmente en los últimos años de su vida. Vivió renegado por todos y en miseria y en su lugar reinaba su hijo Alejandro. Había ocupado el trono tras el asesinato cruel del último Obrenovic en 1903 que pereció con su esposa Draga. Los conjurados, mayormente oficiales, defenestraron los cuerpos de la pareja real asesinada. Mucho tiempo después en Occidente los serbios fueron tenidos por salvajes y los representantes de la dinastía serbia no eran recibidos en las cortes reales. El rey Alejandro, implantando en 1929 su dictadura personal, designó como presidente del gobierno al general Zivkovic, hasta entonces comandante de la guardia real y uno de los regicidas de 1903.

Sobre el abandono en que había vivido antes de su muerte el rey Pedro I -proclamado después Pedro el Grande, Libertador- mientras su hijo menor Alejandro ejercía la regencia, existe el testimonio de un destacado político serbio, Svetozar Pribicevic, ministro del Interior en el momento de la muerte del viejo Rey (18 de agosto de 1921). Junto con otro destacado político serbio, Nicolás Pasic, entonces Primer Ministro, Pribicevic ha sido testigo ocular de la muerte del rey Pedro. "Ese día -relató después Pribicevic- a las 17.30 falleció el rey Pedro, presentes Pasic y yo. Contemplé bien al rey Pedro. Descansaba en un cuarto de paredes desnudas, blanqueadas con cal. La pieza contenía tan sólo una cama de hierro y una silla. El rey yacía envuelto con una manta y se veían sus medias rotas de modo que se asomaban sus dedos. Ninguno de sus hijos presenció su muerte." (Svetozar Pribicevic: La Dictadura del Rey Alejandro, Ed. Serbia, Belgrado, 1952, p. 172). El rey Alejandro era hijo menor del rey Pedro. A su hermano mayor, y heredero del trono Jorge Alejandro lo internó en un manicomio. Los alemanes lo dejaron libre en el año de 1941. Después de la guerra se había declarado republicano, aceptando una pensión, otorgada por el gobierno comunista. (Ibid, p. 259).

[107] Desimir Tosic: Op. Cit., pp. 86, 92-3

[108] Milovan Djilas: Tierra sin Justicia, Buenos Aires, 1959, 160-72

[109] Milovan Djilas: Tierra sin Justicia, p. 129.

[110] Desimir Tosic, op. cit., p. 95.

[111] C. Robert: Les Slaves de Turquie, París, 1844, p. 221.

[112] B. S. Cunibert: Essai historique sur les révolutions et l'indépendance de la Serbie 1, p. 37.

[113] Dr. Milovan Gavrilovic: Ispisi iz pariskih arhiva (Transcripciones de los archivos de París), Belgrado, 1904, p. 118.

[114] Ibid., p. 117.

[115] Ver nota 52, p. 60.

[116] Smail Balic, op. cit., p. 7.

[117] Ivan Mestrovic, op. cit., p. 73-4.

[118] Milovan Djilas: Tierra sin Justicia, pp. 189- 195. Ver Documentos, Studia Croatica, 1962, III N° 1, pp. 76-80.

[119] Milada Paulova: Jugoslavenski Odbor, Zagreb, 1924, pp. 222-26; P. D. Ostovic: The Truth about Yugoslavia, Nueva York, 1952, pp. 62-6.

[120] Josip Broz Tito: Politicki izvjestaj CK KPJ, Belgrado, 1948, pp. 11-12.

[121] Milovan Djilas: Tierra sin Justicia, p. 101.

[122] Ivan Mestrovic, op. cit., p. 155.

[123] Dr. Mate Drinkovic: Hrvatska i drzavna politika, Zagreb, 1928, p. 38.

[124] Texto íntegro en Hrvatska Revija (La Revista Croata), Buenos Aires, 1956.

[125] Svetozar Pribicevic: op. c., pp. 143-44.

[126] La reina italiana Elena era hija del último rey de Montenegro, Nicolás, que en 1918 fue destronado por la fuerza y el engaño por su yerno, el rey serbio Petar I Karageorgevic.

[127] Fedor Dragojlov: Der Krieg 1941-1945 auf dem Gebiete des "Unabhangigen staates Kroatien" (La guerra 1941-1945 en el territorio del Estado Independiente de Croacia), Allgemeine Schweizerische Militarzeitschrift, Tomo 5 al 7, Frauenfeld, 1956, Suiza. Vrancic- Dragojlov: Postrojenje i brojcano stanje hrvatskih oruzanih snaga u godiname 1941- 1945 (Estructura y estado numérico de las fuerzas armadas de Croacia en 1941-1945), "Godisnjak Hrvatskog Domobrana", Buenos Aires, 1953, pp. 141-69. Vale la pena acotar que el general Dragojlov era de religión ortodoxa lo mismo que el teniente general Jorge Grujic, antes general del ejército real yugoeslavo, y durante la guerra reemplazante del Jefe de Estado de Croacia en su carácter de comandante supremo de todas las fuerzas armadas. Este militar fue entregado a los comunistas en 1945 y en el proceso instruido fue acusado, entre otros cargos, de haber traicionado al pueblo serbio. Grujic adujo en su defensa que es ortodoxo, pero croata de nacionalidad, y como tal consideraba como su deber patriótico contribuir a la defensa del Estado nacional croata.

El general Dragojlov, ante la amenaza de extradición, se cortó las venas en mayo de 1945 en Lawamund, Austria. Afortunadamente, se curó en el hospital de Wolfsberg y luego fue puesto en libertad por las autoridades militares inglesas. Murió en 1962 en Buenos Aires.

Si se tiene en cuenta que en la Yugoslavia de preguerra, donde los ortodoxos constituían apenas el 42 % de la población, los católicos -38 % de la población- no podían ascender al grado del general, y menos aun ocupar puestos importantes, entonces el caso de los generales croatas Dragojlov y Grujic, de religión ortodoxa, desmiente las afirmaciones ya remanidas de que en Croacia se perseguía a los ortodoxos como tales. Los conflictos lamentables entre la mayoría católica y la minoría ortodoxa eran de carácter nacional. La Iglesia ortodoxa en Yugoslavia, y por ende en Croacia, llevaba el sello de la Iglesia nacional serbia y como tal desempeñaba su papel en la expansión estatal serbia, sosteniendo que todos los ortodoxos en Croacia debían ser de nacionalidad serbia. El caso de Dragojlov y Grujic prueba que no todos los ortodoxos en Croacia se sienten serbios en lo nacional y que con una política adecuada, acorde a las tradiciones seculares croatas de tolerancia nacional y religiosa es dable, con el tiempo, subsanar las secuelas desagradables de la propaganda chovinista serbia, difundida por conducto de la Iglesia nacional serbia. Los deplorables conflictos recíprocos durante la guerra pasada, a los que se quiere dar erróneamente carácter religioso, no deben repetirse. Los comunistas los explotaron a fondo en detrimento de ambos pueblos y de ambas Iglesias cristianas.

[128] Desimir Tosic; op. cit., p. 211.

[129] Svetozar Pribicevic: La dictadura del rey Alejandro, edición serbia, Belgrado, 1952, p.59.

[130] P. D. Ostovic: The Truth about Yugoslavia, p. 174.

[131] Rebecca West: Black Lamb and Grey Falcon, Nueva York, Viking, ed., p. 608.

[132] Odmetnicka zvjerstva i pustosenja u Nezavisnoj Drzavi Hrvatskoj, Zagreb. 1942. (Bestialidades y devastaciones de las bandas rebeldes en el Estado Independiente de Croacia).

[133] Krunoslav Draganovic: The Biological Extermination of Croats in Tito's Yugoslavia"

[134] Dr. Dominik Susnjara: Die Lage der katholischen Kirche in Kroatien, Kirche in Not, Limburg/Lahn, 1953.

[135] Stephen Clissold: The Whirlwind, Londres, 1949, p. 195.

[136] Bonaparte marxiste: Tito, "Le Monde", París, 8/11/1952

[137] "En sustancia, el comportamiento de esos Estados pequeños, que se limitaron a sufrir los acontecimientos, no ha influido en el desarrollo del conflicto mundial. No son sino episodios curiosos, a veces emocionantes, pero secundarios". Pierre Renouvoin: Les Crises du XXe Siecle, II, p. 344, París, 1958.

[138] Texto íntegro: Studia Croatica, N° 1(6), 1962, pp. 50-52.

[139] A Smith Pavelic: Gran Bretaña y Draza Mihailovic, Studia Croatica N° 1(6), 1962, pp. 43-57

[140] Vladimir Dedijer: Dnevnik (El diario). parte III, Belgrado, 1950, p. 201.

[141] Ibid., p. 275.

[142] Ibid., p. 202.

[143] Josip Broz Tito: Politicki izviestaj CK KPJ na V Kongresu KPJ. (Informe político en el V Congreso del Partido Comunista Yugoeslavo), Belgrado, 1948, pp. 81-83.

[144] Se sabe con seguridad que los emisarios de la Unión Soviética habían ofrecido en la última fase de la guerra al Dr. Ante Pavelic, jefe del gobierno croata, un pacto similar al suscripto con el rey de Rumania. Eran condiciones principales su permiso para que las tropas soviéticas pudieran pasar de la Hungría meridional a través del territorio croata hasta la Italia septentrional, y la libertad de acción para el partido comunista. A ese fin, el mariscal Tolbuhin había enviado a Zagreb a un oficial superior ruso, que se presentó con apellido Sokolov. Pavelic rechazó ese ofrecimiento, y en el exilio declaró repetidas veces que no creía en la posibilidad de preservar el Estado de Croacia dentro de la esfera de influencia soviética y que, además, consideraba como traición a la Europa occidental, a que pertenece Croacia, facilitar la invasión soviética de la Italia del Norte, que tendría graves consecuencias no sólo en Italia sino también en Francia, donde en esos momentos los comunistas pesaban mucho en los movimientos de resistencia. Según Pavelic, a su pregunta: ¿Por qué los soviéticos se dirigen al gobierno croata cuando tienen a sus hombres con pretensiones de tomar el poder en todo el territorio del ex Reino de Yugoslavia?, el delegado soviético manifestó: Si se refiere a Tito y a su grupo, sepa que ellos no gozan de la confianza ilimitada de Moscú y, por lo tanto, no constituyen un obstáculo para el acuerdo que ofrecemos al gobierno croata.

A ese dato interesante y poco conocido se refirió también P. D. Ostovic en su libro: The Truth About Yugoslavia (Nueva York, 1952, pp. 216- 17): "Es interesante -dice Ostovic- que la Unión Soviética, siguiendo los pasos de la tradición zarista, no se opuso, sino que de hecho favoreció la existencia de un Estado croata separado. Durante toda la guerra únicamente la radioemisora de Moscú daba emisiones en croata y en serbio por separado... Según informaciones fidedignas, a fines de marzo de 1945 oficiales superiores rusos entraron en contacto con Pavelic y le ofrecieron el pleno reconocimiento del Estado de Croacia a condición de que accediera a dar libertad política al partido comunista y prometiese no integrar jamás una alianza antisoviética. Pavelic rehusó. Tal vez por no tener confianza en los soviéticos. Desconocemos la razón de este extraordinario ofrecimiento. Acaso un acuerdo semejante habría permitido a los rusos avanzar hasta las costas adriáticas. Tal vez los rusos temían que los británicos pudieran ocupar Croacia hasta el río Drina y Eslovenia para asegurarse su 50 % de influencia en Yugoslavia, en virtud del convenio Churchill-Stalin de octubre de 1944. Es interesante que los rusos firmaron un pacto de amistad con Tito el 15/4/1945, después (subrayado por el autor) de que Pavelic había desestimado su ofrecimiento".

A nuestro juicio, Stalin, al buscar un acuerdo con Pavelic, quería conseguir tres ventajas: I) sobrepasar a los Aliados occidentales y ocupar la Italia septentrional antes que ellos; 2) impedir el eventual desembarco aliado en las costas croatas y 3) asegurar el control ruso en el sudeste europeo con la ayuda de Croacia y Bulgaria. Debe tomarse en cuenta la vieja e inevitable rivalidad entre Bulgaria y Serbia por ser los exponentes principales rusos en la península balcánica. Stalin, ocupada ya Bulgaria, tal vez vio que en el futuro tendría dificultades con los serbios, relegados frente a los búlgaros. Efectivamente, la rivalidad búlgaro-serbia era, en los primeros años de la posguerra, la causa principal del conflicto entre Moscú y Belgrado. El control directo ruso sobre Croacia y Bulgaria habría facilitado a Stalin el control completo del sudeste europeo.

[145] Ver p. 75.

[146] Die Kroaten, p. 200

[147] El Dr. Vladimir Macek, sucesor de Esteban Radic en la presidencia del Partido Campesino Croata. Internado durante la guerra y luego exiliado político, radicado en Washington.

[148] El Ing. Agustín Kosutic, yerno de Esteban Radic, vicepresidente del Partido Campesino Croata.

[149] Dobroslav Jevdjevic y Momcilo Djuic (sacerdote ortodoxo), dos cabecillas chetniks dentro del movimiento de Draza Mihailovic.

[150] Una especie de milicia, organizada por el Partido Campesino Croata en 1935 para defenderse del terror de los órganos de la dictadura monárquica yugoeslava.

[151] Monseñor Aloysius Stepinac, arzobispo de Zagreb y metropolitano de Croacia, más tarde cardenal. Se hicieron combinaciones políticas con Stepinac en vista de la enorme influencia de la Iglesia en la vida nacional de la Europa Centro-oriental. En Croacia, a lo largo de los siglos y hasta la Primera Guerra Mundial, el arzobispo de Zagreb, en su calidad de "primus baro Regni", en caso de que la sede del virrey estuviese vacante, se convertía automáticamente en su lugarteniente. A fines de la guerra, el metropolitano de Atenas, monseñor Damaskinos, fue regente de Grecia, y el monseñor Makarios, antes jefe de la resistencia y actualmente jefe del gobierno en Chipre. En efecto, a fines de la guerra, se creía en Croacia que Stepinac podría provisoriamente asumir la función de Jefe del Estado, siguiendo la tradición arraigada, hasta tanto se reunieran los representantes nacionales.

[152] Siegfried Kasche, SA Standartenfuhrer, no era general sino el enviado plenipotenciario alemán ante el gobierno de Croacia de 1941 al 1945. Terminada la guerra, los ingleses lo entregaron a los comunistas, fue juzgado y fusilado.

[153] Eso no es exacto. Rukavina fue tan sólo detenido. El Dr. Milan Jurcic, director del Orden y Seguridad Pública fue matado.

[154] Vladimir Dedijer; op cit., PP. 250-1.

[155] Walter Hagen Die geheime Front, Linz and Wien, 1950, pp. 263- 64, 207.

[156] Ibid., p. 266.

[157] Rudolf Kiszling: Die Kroaten, pp. 199-200.

[158] Josip Broz Tito: Op. Cit., p. 71.

[159] Fedor Dragojlov: Op. Cit., p.

[160] Cabe señalar que en la última fase de la guerra llegaron a Zagreb emisarios de Draza Mihailovic en busca de víveres y medicamentos. El gobierno croata atendió su pedido. Al mismo tiempo negociaron sobre la resistencia conjunta a los comunistas en base a un acuerdo político entre Croacia y Serbia, como dos Estados nacionales independientes, con las fronteras existentes entonces sujetas a ínfimas modificaciones. Ese ofrecimiento llegó demasiado tarde. No obstante, a ciertos contingentes chetniks se les permitió pasar por Croacia y Eslovenia. Durante la defensa de Eslovenia, abandonaron sus posiciones y huyeron a Italia (Ver la referencia sobre la defensa de Eslovenia, p. 179).

[161] Ver la carta del general inglés H. Murray al general esloveno Krener, en que le dice que está obrando de acuerdo a la orden superior, p. 182.

[162] Vetrinjska Tragedija, Cleveland, 1960, p. 58.

[163] Consultar Documento N° XV, el parte diario del mariscal Tito del 15 de mayo, en el que se refiere a 20.000 ustachi capturados, 100.000 soldados y oficiales y a la "liberación" de 8.000 civiles. El comisario comunista Basta (Doc. No XII) habla de 100.000 prisioneros y personas repatriadas. El coronel partisano Vukasin Subotic, quien a las órdenes del general Kosta Nadj dirigía las operaciones en Eslovenia, escribió en el diario "Vjesnik" (Zagreb, 15/5/1950) que ante Bleiburg había capturado a 30.000 soldados y 40.000 civiles, y cerca de Dravograd a 4.000 civiles y un elevado número de soldados que no precisa, sin embargo.

[164] Dr. fray Oton Knezovic: "La masacre del ejército croata en 1945 (en croata), Chicago, 1960, pp. 74-77.

[165] Vjekoslav Vrancic: S bijelom zastovom preko Alpa (con la bandera blanca a través de los Alpes), Buenos Aires, 1953.

[166] 210.000 Menschen fur ein Auto - Vergessene kroatische Tragedie (210 mil croatas por un automóvil - La olvidada tragedia croata), Die Furche, Viena, 7 de junio de 1958.

[167] El testigo N° 28 relata que una columna de los prisioneros croatas se había detenido cerca de Dravograd rehusando dirigirse a Maribor, por ser éste el camino a Siberia, y ellos querían ir a Austria (Klagenfurt) o a Croacia vía Celje. Permanecieron allí 15 minutos, pues los partisanos no tenían tanta fuerza para dominar la gran masa de los prisioneros. Cuando un oficial británico preguntó al comandante comunista por qué llevaba a tantos prisioneros a Maribor, éste le contestó que en Maribor los esperaban cocinas organizadas y que allí la red ferroviaria es mucho más apropiada para el transporte de tanta gente.

[168] El testigo N° 30. reclutado en esta división facilita datos sobre su composición y testimonia sobre las matanzas que perpetró.

[169] Al testigo N° 26 lo salvaron soldados búlgaros. El testigo N° 22 se refiere a los fusilamientos nocturnos.

[170] Testigo N° 62.

[171] Documents on German Foreign Policy 1918-1945, Series D, Volumen XII, N° 273, Washington, 1963, p. 464.

[172] Véase: "La tragedia de los eslovenos" en este tomo, pp. 175-85, escrita por un oficial esloveno.

[173] Ivan Mestrovic: Stepinac - Héroe espiritual (en castellano), La Revista Croata, Buenos Aires 1956, vol. 3 (23), p. 199.

[174] Bogdan Radica: Veliki strah: Zagreb 1945, La Revista Croata, Buenos Aires, 1955, Vol. 4 (20). Ver la nota sobre el autor en Studia Croatica, 1961, vol. I (2), p. 2.

[175] Ibid., pp. 400-41

[176] M. Djilas, "Tierra sin Justicia", pp. 38, 145.

[177] Sobre los campos de concentración y las prisiones en Yugoslavia consúltese: "Detenidos políticos y prisioneros en Yugoslavia", Studia Croatica, Nos. 2 y 3, pp. 204-11.

[178] En mayo de 1945 mataron también a varios sacerdotes ortodoxos. Un testigo declara que con el grupo de los nacionalistas montenegrinos los comunistas fusilaron, cerca de Maribor, a 15 sacerdotes ortodoxos (Doc. XXII).

[179] Dr. Ivo Omrcanin: Mártires de la Fe, Ed. Libr. Católica Acción Buenos Aires, 1961 Edición francesa ampliada: Martyrologe croate, Nouvelles Editions Latines, París, 1963.

[180] La Revista Croata, Buenos Aires, 1955, N° 4 (20), pp. 345-9

[181] "Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo", art. II, ítem c. Convención de las Naciones Unidas sobre el genocidio del 11/12/1946

[182] Vjesnik u srijedu, 11/5/1955. Llama la atención que el comandante del III Ejército que repatrió por fuerza y masacró a centenares de miles de croatas, mereciendo por ello un elogio especial de Tito, tilda a sus prisioneros de criminales, que desde luego deben ser ejecutados.

[183] Vjesnik, Zagreb, 15/5/1950.

[184] Paul Parin: Die Kriegsneurose der Jugoslawen (La neurosis bélica de los yugoslavos), Schweizer Archiv fur Neurologie und Psychiatrie, 1948, citaciones según Paul Reiwald: De l'Esprit des Masses, Neuchitel- París, 1949, pp. 273-75.

[185] 6.000 guardias campesinos y 7.000 defensores (brambovci).

[186] Salvo las zonas en poder de los guerrilleros comunistas, marcadas con avisos "Achtung Bandengebiet" (Atención: zona de los bandidos) como medida de precaución para los convoyes de los vehículos motorizados.

[187] El 9/5/1945 a la una de la madrugada entró en vigor la capitulación incondicional y general del ejército alemán, hecho este que dio pábulo a la equivocada opinión pública de que todos los bandos beligerantes sin excepción alguna deberían doblegarse y someterse a los dictámenes de los vencedores comunistas y de sus Aliados occidentales. Sin embargo, este hecho bajo ningún punto de vista, sea político, bélico o jurídico (tomando por base el derecho internacional) tenía relación alguna con la guerra civil librada por los comunistas (que desde el principio peleaban en el bando de los Aliados) dentro de Eslovenia a la sazón proclamada Estado libre y soberano.

[188] Cabe destacar que el valle del río Drava en Carintia está poblado en su mayor parte por los eslovenos y que, a pesar de que ese territorio pertenece a Austria, los eslovenos lo consideran como parte de su patria.

[189] Report on the Crimes of Austria and the el Austrians against Yugoslavia and her People, Belgrado, 1947.

[190] L. Rohrbacher: Die Ausrottung der deutschschprachigen Minoritat in Jugoslawien in den Jahren 1944-46, Salzburgo, 1949; Ein Volk Ausgeloscht, Salzburgo, 1950.

[191] Das Schicksal der Deutscher in Jugoslawien (El destino de alemanes en Yugoslavia), Ed. Bundesministerium fur Vertriebene, Fluchtlinge und Kriegsgeshadigte, Dusseldorf, 1961.

[192] National Zeitung, Munich, N° 6, 1963; Neuland, Freilassing in Bayern, N° 16, 1963.

[193] Ver "Studia Croatica", Buenos Aires, 1962, N° 4 (9), pp. 251 y 349.

[194] Neuland, N° 19, 1963.

[195] Basta, siguiendo la práctica de los comunistas yugoeslavos, de ocultar la intervención rusa y búlgara ni menciona a las tropas búlgaras, que hablan ocupado cabezas de puente cerca de Dravograd. Durante la tirantez Moscú-Sofía por un lado y Belgrado por el otro, era preciso también desfigurar los hechos históricos adecuándolos a las consideraciones políticas en el momento de la publicación del presente artículo de Basta.

[196] Este dato no es exacto. El ultimátum fue rechazado en el acto. El plazo de capitulación fue fijado para las 14 horas. El fuego fue iniciado por las tropas comunistas. El ultimátum fue rechazado porque las unidades croatas eran muy superiores, y desistieron de asaltar las cabezas de puente por creerse que los puentes estaban minados. Por ello el comando croata decidió dirigirse a través de Prevalje (Pravali, en alemán), a Bleiburg (Priberg, en esloveno), y de ese modo llegar a Austria por el camino más largo, pero sin tener que forzar la travesía del rio Drava.

[197] Esta aserción es inexacta. El ejército croata se detuvo al encontrarse con las tropas británicas a las que pensaba entregarse y no luchar contra ellas. Las fuerzas comunistas eran incapaces de impedir, sin el apoyo británico, el avance del grueso del ejército croata que había alcanzado Bleiburg.

[198] Eso no corresponde a la verdad, pues los contactos entre los comandantes croatas y británicos fueron establecidos ya el dia 14 de mayo. El primer día los británicos no dieron una respuesta definitiva al ofrecimiento croata, de rendirse a ellos, pero parecía aceptarlo. El comisario comunista habla con intención del ejercito ustachi en vez de hablar de las Fuerzas Armadas de Croacia.

[199] De hecho, no eran los representantes del Comando supremo del ejército croata, con quien se había perdido el contacto, sino delegados de un grupo de generales que por concurso de circunstancias se hallaban al frente de la columna. Ante Palevic había franqueado Ia frontera austriaca, con su séquito personal, ya el 8 de mayo y allí, cuando encontró ante Judenburg los tanques rusos, abandonó a su séquito, se mudó de ropas y con poquísimas personas de confianza anduvo por los Alpes (Alt-Aussee) y logró refugiarse en Ia zona norteamericana de ocupación de Austria.

[200] Los cuatro ni eran todos generales ni pertenecían a las formaciones militares ustachi dentro del ejército croata. Basta, según el estilo de la propaganda comunista, no distingue entre el Estado croata y el régimen gobernante. Generalizando, califica a todos los funcionarios estatales, oficiales y militares como ustachi y, por extensión, los tilda de fascistas, nazis o quislings, y nunca dice que se trata del ejército croata.

[201] El autor silencia la ayuda substancial de aviación y armada angloamericanas que salvó del derrumbe total a los partisanos.

[202] El comandante aliado, al citar el número de los croatas frente a la frontera austriaca, forzosamente no tuvo que atenerse a los datos suministrados por los negociadores croatas Los aviones aliados a menudo sobrevolaban las columnas y podían apreciar y controlar los datos suministrados. Con todo Basta, evidentemente, no podía creer que en ese momento no había más 30.000 soldados croatas en Eslovenia, lo que contradice otras apuntaciones de su informe, p. ej. cuando arriba habló de las decuples fuerzas croatas.

[203] Estas presunciones del comisario comunista resultan inexactas y harto características para los conceptos de los dirigentes comunistas yugoeslavos sobre sus aliados de guerra.

El comandante británico, aún antes de su llegada, había declarado inequívocamente a los negociadores croatas que tenían que rendirse. Es interesante que ni Basta ni la prensa comunista yugoeslava consideren inoportuno manifestar esa suspicacia en la época en que el régimen dictatorial de Tito se beneficiaba de la copiosa ayuda dispensada por las democracias occidentales.

[204] Estas afirmaciones son inexactas por cuanto el primero, Juan Herencic, no era jefe del Estado Mayor del ejército croata, mientras que en el segundo, profesor Daniel Crljen, no ostentaba el grado del general. Tampoco Ies fue concedido el derecho de asilo.

[205] Las palabras "casi el número doble de la población civil" contienen un dato muy importante, pues se colige que el comisario político comunista, que afirmó que habían hecho prisioneros a 120.000 soldados, estima que la cifra total entre prisioneros y fugitivos civiles importaba más de 300.000. Eso lo oculta la Orden del día de Tito de 15 de mayo, donde se menciona tan sólo la liberación de "ocho mil civiles que las bandas ustachi habían llevado consigo por fuerza". (Ver documento XV.)

[206] La insistencia del comisario político Basta en que no se debía "maltratar a los prisioneros" prueba indirectamente lo contrario. No se trataba aquí de proteger a los prisioneros, sino de impedir que ante la vista de los ingleses se inicien masacres y suplicios bestiales. Había que esperar hasta alejarse de la frontera, pues todavía temían los comunistas que los británicos quisieran intervenir en favor de los croatas. Tito en su Orden del día califica a los prisioneros de "bandas". Ese término es muy elocuente.

[207] Dado que este detalle se menciona sólo en Ia presente acta, recabamos del testigo su ratificación por escrito. El testigo está dispuesto a comparecer ante cualquier comisión y ratificar su declaración.

[208] Monseñor José María Carevic, quien fue obispo de Dubrovnik, fue asesinado en una aldea de Hrvatsko Zagorje y arrojado a un pozo cuando iba a celebrar la misa.