"La fraternidad y la unidad de los pueblos de Yugoslavia" en vez del derecho de autodeterminación

Ivo Bogdan, Buenos Aires

Studia Croatica, Volúmen 9, 1962

 

Los supuestos insostenibles de las protestas del gobierno comunista yugoslavo contra las actividades de los exilados croatas en Alemania Occidental

El 29 de noviembre de 1962, "Día de la República" o fiesta nacional de la Yugoslavia comunista, se conmemoró un nuevo aniversario de la proclamación de la restauración de Yugoslavia y del gobierno comunista. Ese día, en muchas capitales del mundo libre, donde viven nutridos grupos de exilados de Yugoslavia, hubo manifestaciones y se produjeron incidentes[1]. Sus autores fueron mayormente refugiados croatas. En algunos casos organizaron manifestaciones anticomunistas, en forma separada, los exilados servios, partidarios de la monarquía yugoslava. Mientras sus demostraciones fueron de carácter exclusivamente anticomunista, los exilados croatas protestaron no sólo contra el régimen comunista yugoslavo sino también contra Yugoslavia como tal, reclamando la libertad y el derecho de autodeterminación para los croatas y los demás pueblos y minorías oprimidos en el Estado plurinacional de Yugoslavia. Dichos incidentes fueron registrados principalmente por la prensa de los países respectivos. Sin embargo, las manifestaciones de los exilados croatas en Bad Godesberg, donde tiene su sede la mayoría de las representaciones diplomáticas acreditadas en Bonn, fueron registradas por la prensa de todo el mundo. Un grupo de unos treinta jóvenes croatas demolió las oficinas de la ex embajada yugoslava que, tras la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Bonn y Belgrado, funcionaba como sede de la delegación comercial yugoslava, Los manifestantes no se dieron a la fuga sino que procedieron a cara descubierta, portando cartelones con inscripciones alusivas al derecho de autodeterminación de Croacia.

Todos estos incidentes que menudearon este año, obligaron al gobierno comunista yugoslavo a lanzar dentro del país una campaña contra los emigrados croatas y, con motivo de lo ocurrido en Bad Godesberg, a acusar al gobierno de Bonn de apoyar las actividades de los exilados enderezadas no solo contra el régimen, sino también "contra la integridad de Yugoslavia". Aun más, el gobierno comunista yugoslavo, con una serie de notas y protestas diplomáticas, no se limitó, como sería lógico, a exigir la indemnización de los daños y perjuicios y el castigo condigno de los autores, sino que pidió que "en forma permanente y radical" se prohíba la actividad de todos los exilados croatas, que suman varios millares, en Alemania Occidental. Los dirigentes comunistas yugoslavos motivaron ese pedido sosteniendo que los exilados croatas trabajan "contra la integridad de Yugoslavia". Salta a la vista el hecho absurdo de que los comunistas yugoslavos exigen que se adopten severas sanciones por parte del gobierno de Alemania libre contra los croatas que reclaman el derecho de autodeterminación, siendo público y notorio que esos mismos dirigentes comunistas yugoslavos, siguiendo la política soviética, se oponen a la integridad de Alemania y a su unificación mediante elecciones libres, lo que provocó en 1957 la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Bonn y Belgrado. La campaña actual contra los exilados croatas va dirigida precisamente contra el derecho de autodeterminación de la nación germana respecto a su unificación, pues eso equivaldría a la liquidación del gobierno comunista de Alemania Oriental, impuesto por fuerza al igual que en Croacia.

Al reclamar de un gobierno democrático la adopción de medidas antidemocráticas contra todos los exilados croatas sin distinción, con el fin de proteger "la integridad del Estado yugoslavo", Belgrado puso sobre el tapete internacional el problema de si se justifica o no la existencia de un Estado plurinacional, religiosa y culturalmente heterogéneo, como es Yugoslavia.

Dicho Estado se constituyó en 1918 mediante la anexión de los territorios que hasta entonces formaban parte de Austria-Hungría. Se desintegró en 1941, para ser restablecido en 1945 por los comunistas. En ningún caso a los pueblos y las minorías incorporados a Servia se les brindó la oportunidad de decidir sobre su status político conforme al derecho de autodeterminación.

Es evidente que fuertes razones dictaron semejante proceder a los jefes comunistas yugoslavos con motivo del incidente ocurrido en Bad Godesberg, pues saben que están desmintiendo su propia afirmación de que habían eliminado los conflictos internos y nacionales realizando "la fraternidad y unidad" de todos los pueblos de Yugoslavia. Reconocer públicamente, en documentos oficiales, dirigidos a un gobierno extranjero, que las relaciones internas en Yugoslavia son tan tensas que las actividades de los exilados croatas constituyen un peligro para "la integridad estatal de Yugoslavia", implica reconocer que el régimen comunista no logró allanar el antagonismo nacional entre los servios y los croatas. Es conocido de sobra que dicho antagonismo causó la desintegración del Reino de Yugoslavia en 1941 y la subsiguiente guerra, larga y cruenta, entre los servios y los croatas. Los comunistas aprovecharon ese antagonismo durante la guerra recibiendo ayuda militar y luego el reconocimiento diplomático por parte de las democracias occidentales, a las que habían convencido de ser ellos los únicos capaces, y no la desacreditada dinastía servia, de superar los conflictos nacionales en el conglomerado yugoslavo, eliminando así la peligrosa fuente de conflictos y fricciones en la turbulenta zona balcánica. Por ello, mientras hoy piden apoyo de los gobiernos extranjeros para resguardar "la integridad estatal de Yugoslavia", contradicen su tesis fundamental con que antes justificaban no sólo la existencia de su régimen, sino también del Estado de Yugoslavia.

Por consiguiente, las reacciones de los dirigentes comunistas yugoslavos - tanto la campaña interna contra los exilados croatas como la polémica contra el gobierno de Bonn- merecen especial atención de los círculos internacionales. Trátase de problemas trascendentales de orden político y principista. Trátase, en síntesis, si se justifica o no un conglomerado artificial estatal como Yugoslavia, creado mediante la violación del derecho de autodeterminación, y que antes y después de la segunda guerra mundial pudo mantenerse contra la voluntad de la mayoría de su población dentro de un sistema de dictaduras, primero monárquica y luego comunista. Yugoslavia, instrumento de expansión de Servia -respaldada por Rusia- cercena las libertades nacionales de varios pueblos y minorías nacionales, dominados por Servia, y atenta contra los derechos de los pueblos vecinos. No se trata de un problema de política interna, librado de la injerencia foránea, sino de una serie de problemas que atañen, no sólo a las relaciones de Yugoslavia con otros gobiernos en ese sector estratégico de Europa sino también de la cuestión de principio, es decir del derecho de autodeterminación, que conforme con la Carta de las Naciones Unidas, es válido para todos los pueblos sin distinción alguna, y, por consiguiente, también para los pueblos de Yugoslavia. Eso tiene interés particular para los países "del tercer mundo" donde Yugoslavia se presenta como adalid consecuente del derecho de autodeterminación que hizo posible el proceso socio-político actual de la descolonización.

Por ello, estimamos procedente analizar con objetividad las frecuentes protestas de los exilados anticomunistas de Yugoslavia, especial el incidente ocurrido en Bad Godesberg, y la tesis o mejor dicho el slogan, de los comunistas yugoslavos sobre la presunta "fraternidad y unidad" de los pueblos de Yugoslavia, con que justifican tantas violaciones de los derechos y libertades políticas, individuales y nacionales de los pueblos oprimidos, infracciones del derecho de los pueblos vecinos y el no cumplimiento del principio de autodeterminación, reconocido universalmente.

El documento básico del gobierno comunista yugoslavo referente a los sucesos de Bad Godesberg, consiste en una extensa nota de protesta, entregada al gobierno de Bonn el 10/XII/1962 por conducto de la embajada del Reino de Suecia que representa los intereses de Yugoslavia en la República Federal Alemana[2].

En dicha nota se afirma reiteradamente que los exilados croatas, en complicidad con las autoridades alemanas, realizan "actividades antiyugoslavas en la República Federal Alemana" y trabajan contra "la integridad de la República Federal Popular de Yugoslavia". No sólo se exige el castigo de los atacantes a la delegación comercial yugoslava, y medidas de seguridad, sino que "en forma radical y permanente se imposibiliten" las actividades de los exilados croatas. La nota enumera asociaciones, instituciones y periódicos croatas tanto de carácter político-patriótico como caritativo y religioso, basándose obviamente en los datos suministrados por el servicio de espionaje yugoslavo[3]

Los comunistas de Belgrado, totalitarios y liberticidas, que prohibieron en su jurisdicción todos los partidos políticos, asociaciones o instituciones patrióticas, religiosas y caritativas, con sus respectivos órganos periodísticos, quieren ahora imponer sus propios criterios al gobierno de un país libre como es Alemania Occidental.

El pedido de que se prohíba "en forma permanente y radical" toda actividad de los emigrados croatas en Alemania so pretexto de amenazar "la integridad estatal de Yugoslavia", se viene repitiendo en los artículos de la prensa controlada, en los discursos de los dirigentes yugoslavos y en las numerosas protestas que Belgrado dirige al gobierno de Bonn[4].

No es de extrañar que esta vez también fuesen repetidos los cargos estereotipados de los gobiernos comunistas contra los exilados políticos tildándolos de criminales de guerra que escaparon al castigo merecido por culpa de los países libres, que se negaron a su extradición y les acordaron el derecho de asilo. Los exilados políticos de Yugoslavia, de acuerdo a los datos oficiales de Belgrado, totalizan más de 200.000, siendo croatas la mayoría[5]. Cabe señalar que en la nota yugoslava ese argumento se esgrime en forma cautelosa e indirecta. Por cierto que Belgrado entiende que con el tiempo se pudo establecer que durante la última guerra quienes cometieron más crímenes en Yugoslavia fueron precisamente sus actuales gobernantes que además, finalizadas las acciones bélicas, violaron tantas veces y de la manera más flagrante las convenciones internacionales de La Haya y Ginebra[6].

En parte, en la última fase de la guerra esos alemanes se refugiaron en Austria y Alemania. La mayoría fue masacrada o pereció en terribles condiciones en los campos de concentración. Esos alemanes vivían desde varias generaciones en Voivodina como agricultores muy prósperos. Gracias a su trabajo tesonero y racional, Yugoslavia pudo exportar antes de la guerra excedentes agrícolas, mientras que actualmente debe importarlos, Las tierras de los colonos alemanes expulsados o exterminados fueron dadas a los montañeses del interior yugoslavo. De la documentación citada se infiere que la población croata, a diferencia de la servia, observó una conducta amistosa para con la minoría alemana.

Esos horrendos crímenes quedaron impunes[7]. Por otra parte, los autores de la nota tuvieron que contemplar que tanto los atacantes en Bad Godesberg como los que manifestaron en otros países, eran jóvenes. Sería, pues, absurdo calificar como "criminales de guerra" a los que durante la última conflagración mundial estaban en la edad de niños[8]. Por lo cual el gobierno de Belgrado se limitó a afirmar que dicho ataque fue inspirado por los exilados de 1945, sin tomar en consideración que los jóvenes patriotas croatas, ejecutores del ataque, declararon unánimemente que ese acto de protesta fue ideado y organizado por ellos, que no rehuyen la responsabilidad pues quieren que en el proceso se establezca que obraron por motivos patrióticos y que el mundo libre sepa que Croacia ha de ser libre "por la razón o la fuerza", según reza el lema grabado en el escudo de Chile.

Estamos, pues, frente a una nueva situación harto adversa para el régimen comunista yugoslavo. El cetro de acción de los exilados croatas pasa a las manos de la nueva generación, de hombres jóvenes, que cursaron sus estudios en la Yugoslavia comunista para exilarse luego. Pese a todos los riesgos y peligros que supone trasponer clandestinamente la frontera yugoslava y la eventual repatriación, anualmente huyen de Yugoslavia millares y millares de jóvenes, lo que en el número de los refugiados anticomunistas expatriados de Yugoslavia únicamente lo supera Alemania Oriental[9]. Sólo en 1957 huyeron de Croacia más de 20.000 personas.

No sólo que la propaganda comunista yugoslava no podrá en adelante calificar a cualquier acción de los exilados como obra de los "resabios nazifascistas", sino que la circunstancia de que la gente joven, educada en las escuelas de la Yugoslavia comunista, que no participaron en las guerrillas políticas de la Yugoslavia monárquica (1918-1941) ni en la vida pública del Estado croata durante la última guerra mundial (1941-1945), actúa contra "la integridad del Estado yugoslavo" e incluso ofrecen resistencia en la patria sojuzgada[10], prueba fehacientemente cuán equivocados estaban los estadistas occidentales que dieron fe, a fines de la guerra pasada, a la propaganda de los guerrilleros comunistas yugoslavos en el sentido de que ellos resolverían el problema nacional en Yugoslavia. Los conflictos nacionales causaron en 1941 el inesperado y fulminante derrumbe militar y político de Yugoslavia, y durante la guerra motivaron choques tan cruentos entre los servios y los croatas que ciertos estadistas occidentales encaraban seriamente la partición de Yugoslavia. El Presidente F. D. Roosevelt, deliberando con el Sir Anthony Eden en 1943, en Washington, acerca del futuro ordenamiento de Europa, "expresó su repetida opinión de que los croatas y los servios no tienen nada en común por lo que es ridículo empeñarse en que dos pueblos tan antagónicos hayan de vivir bajo un solo Gobierno"[11].

La Yugoslavia monárquica estaba tan desacreditada a causa de su política antidemocrática y de su incapacidad para solucionar los problemas nacionales, que los estadistas aliados optaron por respaldar a los guerrilleros comunistas que se declararon contrarios a la hegemonía de Servia y prometieron dividir a Yugoslavia según el criterio nacional en seis unidades federales y asegurar la igualdad de todos los pueblos integrantes. Sin embargo, no sucedió así. La Yugoslavia comunista sigue siendo dominada por el elemento étnico servio y montenegrino[12].

Por lo tanto, Tito tiene sobradas razones para no permitir que en la campaña desatada a raíz de lo sucedido en Bad Godesberg, en las declaraciones a los corresponsales extranjeros y en los documentos diplomáticos, se introduzca el problema de la joven generación croata cuyos integrantes organizan protestas en el exterior contra su tiranía, y dentro del país encabezan la resistencia nacional.

Es significativo también que en la gran campaña desencadenada ni se menciona el derecho de autodeterminación, reclamado por los exilados croatas en todas sus manifestaciones contra la Yugoslavia comunista. Ese derecho, conteste con los ideales democráticos, fue reconocido a todos los pueblos en la Carta de las Naciones Unidas[13]. El gobierno de la Yugoslavia comunista debería reconocerlo a todos los pueblos que la componen, pues es uno de los países fundadores de esa organización mundial. Es verdad que ese derecho figuraba en la primera Constitución de la Yugoslavia comunista de 1946. Incluso fue reconocido el derecho de separación[14], En la práctica, ese derecho no existe y se arguye que fue consumado para siempre mediante la proclamación de la restauración de Yugoslavia, si bien se sabe que eso fue obra de una minoría, ratificada por las constituyentes, elegidas con una sola lista, según el sistema comunista y "unánimemente" [15].

Semejante "aplicación" del derecho de autodeterminación en la Yugoslavia comunista contrasta violentamente con la posición de Yugoslavia en cuanto al derecho de autodeterminación de los pueblos afroasiáticos, salvo de los que dependen de la Unión Soviética. Belgrado defendió ese derecho en todos los casos planeados y en forma tan radical que justificaba incluso el derecho a una sublevación armada de los pueblos dependientes. Así en el caso argelino, el gobierno de Belgrado se olvidó de la deuda de gratitud de Servia contraída con Francia, que la ayudó a liberarse en 1918 y ensancharse mediante la creación del Estado yugoslavo, satisfaciendo de ese modo los apetitos más desmedidos de los chovinistas y expansionistas servios. Belgrado no tomaba en cuenta los argumentos de París de que Argelia era parte del territorio nacional francés y que la cuestión argelina debería solucionarse sin injerencia foránea. El gobierno de Belgrado no sólo reconoció al gobierno rebelde de Argelia antes de los acuerdos de Evian, atendió a los heridos argelinos e instruyó militarmente a los sublevados, sino que hacía contrabando con armas y municiones en escala tal que la flota francesa interceptó y secuestró repetidamente los barcos yugoslavos.

El gobierno yugoslavo que se comportó así con Francia, sin cuya apoyo tal vez no se habría formado el Estado yugoslavo, observa aún menos el principio de la no injerencia en otros casos similares, como por ejemplo en Angola, que tiene status de territorio nacional portugués como lo tenían también los enclaves portugueses en la India, ocupadas por la fuerza y con el respaldo diplomático de Yugoslavia.

Cuando se produjo la crisis en el recién independizado Congo y sobrevino la muerte violenta de Patricio Lumumba, los comunistas yugoslavos, amén de otros actos inamistosos hacia Bélgica, organizaron la agresión a la embajada belga en Belgrado. No lo hicieron los exilados del Congo, sino súbditos yugoslavos, incitados y organizados por los círculos oficiales. Todo ello en nombre del derecho de autodeterminación que reclaman para todos los pueblos, salvo los pueblos sometidos a las tiranías comunistas que establecieron un colonialismo sui generis, especialmente en los países plurinacionales, a saber en la Unión Soviética, Yugoslavia y Checoslovaquia. Existen fundadas esperanzas de que el mundo libre no tardará en afrontar el problema del colonialismo comunista, dado el agudo contraste entre la agitación comunista en las ex colonias de los países occidentales y la dura realidad de la dependencia colonial de muchos pueblos de Asia y Europa respecto a la Unión Soviética. Ese contraste entre la teoría y la práctica resulta tan pronunciado que lo está percibiendo incluso la opinión pública de los países afro-asiáticos, recientemente constituidos, que por comprensibles reacciones pasionales hacia el ex colonialismo europeo se muestra todavía poco propensa a considerar la difícil situación en que se hallan las viejas naciones civilizadas bajo el yugo soviético. No obstante, no dejan de comprender que los principios de las convenciones internacionales tienen validez a medida que los respeten todos y en igual grado. Ni las reacciones pasionales ni las razones de la oportunidad política permiten usar doble criterio, doble escala de valores, pues a la postre, resultan contraproducentes. Los mismos principios deben regir en caso del colonialismo europeo soviético, checo o servio.

Mientras hay una tendencia cada vez más fuerte de abordar el colonialismo soviético, es deplorable que el mundo libre conozca poco el colonialismo implantado en Estado plurinacional de Yugoslavia, donde la mayoría de la población está dominada y explotada por el expansionismo de Servia, la que apenas representa la cuarta parte de la población[16] y territorio total y en cuanto al desarrollo cultural y económico es inferior a las demás regiones de Yugoslavia. En ese sentido Yugoslavia es una edición minúscula y deteriorada de la Unión Soviética, En tanto que el imperialismo de Rusia, heredera de la civilización bizantina, nación grande y poderosa, podría tener su justificación histórica, el expansionismo de la pequeña y atrasada Servia balcánica a costa de Croacia y Eslovenia, que se desarrollaron dentro de la órbita de la cultura occidental, carece de toda justificación. Por el contrario, es un ejemplo del imperialismo enano de un país que no reúne condiciones para cumplir el papel que su gobierno le asigna[17]

Por lo tanto, los dirigentes comunistas yugoslavos que -según hemos visto- aprueban métodos expeditivos en la lucha anticolonialista, carecen de títulos para protestar si sus víctimas a veces se ven obligadas a recurrir en su defensa a idénticos métodos. Tanto menos cuanto que los comunistas, entre las dos guerras mundiales, recalcaban la necesidad de combatir enérgicamente el "colonialismo" servio dentro de Yugoslavia[18].

Como es sabido el Kremlin modificó su posición recién en vísperas de la segunda guerra mundial cuando, cambiada la situación, llegó a la conclusión de que le sería más fácil dominar a los pueblos de Europa Centro-oriental si apoyara el status territorial creado en virtud de los tratados de paz de 1919, con la única excepción de modificar las fronteras a favor de la Unión Soviética. En cuanto a la tesis sobre el derecho de Croacia a la separación, particularmente discutido y recalcado en el V Congreso de la Internacional Comunista, fue substituida por la tesis sobre "la fraternidad y unidad de los pueblos de Yugoslavia", que debería organizarse según el modelo de la Unión Soviética bajo la conducción de Servia. Desde luego que el derecho de autodeterminación, e incluso el de separación, no fue denegado formalmente. Igual que en el caso de la incorporación compulsiva de Ucrania, Georgia, Armenia, etc., a la Unión Soviética, se argüía y sigue arguyéndose que los pueblos de Yugoslavia optaron libremente por vivir en el Estado común de Yugoslavia. La fórmula federalista fue desvirtuada. Los Estados comunistas plurinacionales son gobernados en forma centralista por el partido comunista monolítico, prevaleciendo según lo probó el sociólogo D. A. Tomasic el elemento étnico de la nación privilegiada[19].

No sólo que los croatas y los demás pueblos y minorías oprimidos en Yugoslavia nunca tuvieron la oportunidad de realizar el derecho de autodeterminación -que no puede consumarse para siempre según las teorías comunistas inventadas ad hoc- sino que los países occidentales nunca reconocieron esas imposiciones comunistas. Es verdad que los Aliados dejaron en 1944 de apoyar al desacreditado gobierno yugoslavo en el exilio, obligando al rey Pedro a reconocer al nuevo gobierno bajo la dirección de Tito y a este como comandante supremo del ejército yugoslavo, Sin embargo, ello no significaba reconocer de iure el hecho consumado del impuesto sistema comunista en conformidad con las resoluciones del 29 de noviembre de 1943, que la Yugoslavia comunista considera como acto constitutivo de la segunda Yugoslavia de forma republicana, conmemorando esa efemérides cada 29 de noviembre como fiesta nacional. Los Aliados, inclusive la Unión Soviética, declararon expresamente en la Conferencia de Crimea que tuvo lugar en Yalta del 4 al 11 de febrero de 1945, que las decisiones del partido comunista sobre la restauración y organización de la segunda Yugoslavia "habrán de ser confirmadas por la Asamblea Constituyente" [20]. Eso concuerda con la "Declaración sobre la Europa liberada" de la misma Conferencia, en la que se destacó el principio de la Carta del Atlántico acerca "del derecho de los pueblos a elegir al gobierno", y. en consecuencia, se concluyó que los gobiernos provisionales de los países de la Europa Centro-oriental bajo ocupación alemana, están obligados a proceder "a la celebración de elecciones libres para la formación de un gobierno representativo de la voluntad del pueblo"[21]. Eso se refería también al gobierno de Tito, integrado, fuera de los comunistas, por los políticos de los partidos tradicionales de Servia, Croacia y Eslovenia. Por lo tanto, ese gobierno fue reconocido por los Aliados bajo la premisa de que se realizaría "a truly democratic and federative Yugoslavia"[22] Que los comunistas dieron promesas en ese sentido lo prueba la nueva denominación oficial dada al país: "Yugoslavia Democrática Federal".

Todas estas condiciones no fueron cumplidas, aunque los jefes comunistas yugoslavos afirman lo contrario, alegando que las Constituyentes, aceptando la Constitución de 1946, ratificaron las decisiones del 29 de noviembre de 1943, dictadas por el partido comunista. Los gobiernos occidentales jamás reconocieron la validez de las elecciones de las Constituyentes, ya que fueron realizadas con el sistema de una sola lista, sin libertad alguna.

II

Del precedente análisis se colige que Yugoslavia, que priva del derecho de autodeterminación a los pueblos y minorías que la integran, no puede exigir de los países libres que impidan a los exilados croatas, víctimas de la tiranía comunista y del expansionismo de Servia, invocar el derecho de Croacia y de otros pueblos de Yugoslavia a la libertad y la autodeterminación nacional. En cuanto a la desenfrenada campaña de Belgrado cuyo fin es extorsionar al gobierno de Bonn para que tome medidas drásticas contra los refugiados croatas, quienes al invocar el derecho de autodeterminación de Croacia obrarían contra "la integridad del Estado yugoslavo", cabe advertir el punto flojo de la posición yugoslava, dadas las relaciones entre la Yugoslavia comunista y la República Federal Alemana.

Belgrado no aborda el punto neurálgico de sus relaciones con Bonn, como tampoco lo hace en lo tocante al derecho de autodeterminación de Croacia. En su nota oficial del 10 de diciembre se expresa ambiguamente, dando a entender que la responsabilidad por la ruptura de las relaciones diplomáticas recae en el gobierno de Bonn. Al mismo tiempo Belgrado procuró convencer a los corresponsales extranjeros de que el trato circunspecto y correcto dado por Alemania a los exilados croatas impide la mejora en las relaciones entre dos países y que medidas más severas podrían conducir al restablecimiento de las relaciones diplomáticas[23]. Se aducen también otras razones "del pesado clima", entre estas "el silencio obstinado que opone Bonn a las reiteradas demandas de indemnizaciones de los yugoslavos, víctimas de los campos de concentración nazi" [24].

La ruptura de relaciones diplomáticas entre Bonn y Belgrado en 1957 no se produjo debido a la actividad de los refugiados croatas, sino a raíz del vuelco de la actitud de Yugoslavia hacia Alemania después de la muerte de Stalin. Hasta entonces Belgrado a veces criticaba la posición soviética contra la unificación alemana. Sin embargo, al operarse el reacercamiento paulatino entre Belgrado y Moscú, Yugoslavia se identificaba con la política soviética respecto a Berlín y la unificación alemana, a tal punto que en 1957 Belgrado reconoció al gobierno comunista de Pankow, sabiendo que ello suponía, de acuerdo a la "doctrina Hallstein", rompimiento con Bonn.

Ninguna vinculación con ese rompimiento podrían tener los refugiados croatas, que incluso tuvieron que soportar consecuencias desagradables de la influencia de Belgrado en Bonn. Acaso bajo el impacto de la sistemática campaña comunista contra el presunto resurgimiento del revanchismo y militarismo en Alemania, Bonn consideró oportuno ceder a las insistentes demandas de un gobierno totalitario que trataba de paralizar por todos los medios las actividades de los exilados croatas[25]

Si Bonn, rotas sus relaciones con Belgrado, dejó sin efecto las forzadas restricciones impuestas antes a los emigrados croatas mientras reivindicaban el derecho a autodeterminación de su patria, no violó por ello "las obligaciones internacionales", como se dice en la citada nota yugoslava, aludiendo obviamente a la convención sobre los refugiados y sus actividades políticas, sino que les reconoció los derechos garantizados por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y por la Carta de las Naciones Unidas que debería respetar también la Yugoslavia comunista como miembro de la ONU. Entre otros derechos, figura también el de la autodeterminación para todos los pueblos sin distingo. Ese derecho no puede anularse con los argumentos de Belgrado de que los exilados croatas, al reclamar se aplique ese derecho de autodeterminación a Croacia, atentan contra la "integridad estatal de Yugoslavia". Tanto menos por cuanto, como hemos visto, la Constitución yugoslava de 1946 reconoce que Yugoslavia es un Estado plurinacional y admite, por lo menos en teoría, el derecho de autodeterminación, incluso el "derecho a la separación" a los pueblos que la componen. Por consiguiente; si el gobierno de Bonn atendía, antes de la ruptura de relaciones diplomáticas con Belgrado, los pedidos del gobierno yugoslavo perjudiciales a los refugiados croatas, no lo hacía por supuestas "obligaciones internacionales", sino, por razones de oportunismo político, que nos abstenemos de ponderar en este lugar, si bien es evidente que se trataba de una infracción del derecho y principios en cuyo nombre el pueblo alemán reclama su unificación, resistida por el bloque comunista.

La inconsistencia de la posición yugoslava al exigir que Bonn, con la violación de los derechos y libertades universalmente reconocidos y en interés "de la integridad del Estado yugoslavo", impida la actividad de los refugiados croatas, queda definidamente ilustrada por el hecho de que lo pedido por los comunistas yugoslavos fue lo que provocó la tensión entre Bonn y Belgrado al oponerse Yugoslavia a la integración de Alemania en virtud del principio de autodeterminación nacional mediante elecciones libres. Lo que vale para Yugoslavia no es válido para Alemania, opinan los dirigentes comunistas de Belgrado. "La integridad del Estado yugoslavo" debe mantenerse aunque queden violados los derechos fundamentales de la mayoría de sus súbditos. En cambio, Alemania no debe unificarse, aunque ello concuerda con el derecho de autodeterminación.

Resulta evidente que la identificación de Belgrado con Moscú y Pankow en los asuntos de la unificación alemana, de Berlín y su "muro de vergüenza", no es mera solidaridad entre regímenes comunistas, sino que revela una afinidad más honda entre Rusia y Yugoslavia. Tanto Yugoslavia como la Unión Soviética son países que privan del derecho de autodeterminación a la mayor parte de su población. La aplicación consecuente de ese principio conduciría indefectiblemente a la desintegración del gran imperialismo ruso y del imperialismo enano servio.

En qué grado la Yugoslavia comunista se solidariza con el Kremlin en su política antigermana, lo prueba una serie de documentos y enunciaciones. Aquí citaremos, a guisa de esclarecimiento, una parte del discurso que el dictador comunista yugoslavo pronunció en SkopIje el 13/XI/1961. Respondiendo a las críticas que provocó su actitud favorable al reconocimiento de Alemania Oriental durante la Conferencia de los países no comprometidos en Belgrado, Tito manifestó: "Repito una vez más que es una suerte la existencia de Alemania Oriental, que es una suerte que no haya sólo una Alemania como la Occidental... Nosotros tememos a semejante Alemania y no vacilamos en combatirla... Por eso digo que es una suerte que exista por lo menos una parte, lamentablemente pequeña, asentada sobre fundamentos democráticos y sin tendencias revanchistas... Por ello, seguimos pensando que nuestra actitud hacia Alemania no puede ser otra que la actitud de la Unión Soviética"[26].

III

Los comunistas yugoslavos refutaron enérgicamente las teorías sobre la unidad del pueblo de tres nombres, es decir del pueblo unitario de los servios, croatas y eslovenos que utilizó la dictadura de la dinastía servia para perseguir a la oposición croata. Hemos visto que por esas razones los comunistas lograron obtener en la última guerra ayuda occidental contra el gobierno exilado del rey Pedro Karageorgevic, dominado por los hegemonistas servios adversarios del derecho de autodeterminación de los pueblos que integraron Yugoslavia a partir de 1918. Los comunistas reconocen el carácter plurinacional de Yugoslavia, integrada por cinco pueblos: el servio, el croata, el esloveno, el macedonio y el montenegrino, como asimismo por nutridas minorías nacionales, particularmente la húngara y la albanesa. Conforme al principio nacional y al derecho de autodeterminación, los dirigentes comunistas no deberían oponerse a la separación de los pueblos, reconocida incluso en la Constitución de 1946. Sin embargo, en la práctica aplican severas represalias a cualquier manifestación croata en este sentido y, además, como sabemos, exigen de los gobiernos extranjeros la supresión de la actividad de los exilados croatas que reclaman para su patria el derecho de autodeterminación. Al respecto, cabe indicar en virtud de qué principio los comunistas solicitan de los gobiernos libres sanciones contra los exilados croatas, mientras estos tratan de afirmar los principios incluidos en importantes documentos como la Carta del Atlántico, la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, e incluso en la Constitución de Yugoslavia do 1946, fiel copia de la Constitución soviética de 1936.

El principio que los dirigentes comunistas anteponen en la escala de valores al derecho de autodeterminación de todos los pueblos sin distinción alguna, es decir al principio nacional y a las concepciones democráticas que generan ese derecho, está sintetizado en el slogan de "la fraternidad y la unidad de los pueblos de Yugoslavia", que debe preservarse incluso a precio de flagrantes violaciones de principios, que ni siquiera los gobiernos comunistas osan rebatir en público, afirmándolos solapadamente en sus enunciaciones solemnes y en textos constitucionales.

Por lo tanto, para poder apreciar el alcance verdadero de las medidas represivas del gobierno comunista contra la oposición croata a la unidad compulsiva de Yugoslavia, como asimismo su insistencia ante los gobiernos extranjeros para que prohiban las gestiones de los exilados croatas tendientes a la concreción del derecho de autodeterminación para todos los pueblos que integran Yugoslavia, débese analizar los motivos de esa oposición de los croatas a la forzosa unidad yugoslava.

En primer lugar, hemos de señalar que el milenario proceso histórico de Servia y Croacia seguía curso diferente y, lo que es de capital importancia se operó en el ámbito de dos antagónicas tradiciones culturales y políticas: los croatas se desarrollaron en la tradición occidental y los servios en la oriental de tipo bizantino-ruso.

Durante cuatro centurias y hasta 1918 Croacia integraba la monarquía danubiana, luchando por sus derechos políticos, especialmente en la época de los movimientos nacionales. Esa lucha, empero, se libró dentro de las tradiciones de un Estado del derecho, basándose, generalmente, en la reivindicación del derecho histórico-estatal de Croacia. El partido croata que en la época de afianzamiento del pensamiento nacional era el vocero de las demandas croatas se denominaba Partido Croata de Derecho.

Discusiones y debates interminables entre Zagreb, Budapest y Viena sobre el derecho histórico-estatal marcaban el estilo de la lucha nacional croata en tal grado que algunos autores extranjeros y hasta ciertos intelectuales jóvenes croatas, sensibles a la propaganda antiaustríaca servía, estaban propensos a ridiculizar ese estilo tildándolo de anacrónico en la época del principio nacional revolucionario y mientras que los vecinos orientales de Croacia recurrían a métodos expeditivos de lucha, no sólo contra el decadente imperio osmanlí sino también contra la monarquía danubiana. Especialmente los servios que lograron, en una coyuntura internacional favorable, constituirse como Estado nacional, no alcanzaron a comprender esa modalidad de la pugna política de los croatas. Siglos y siglos vivieron bajo la dominación turca como rayah despojada de todos los derechos, y se emanciparon mediante sublevaciones y acciones subversivas. Croacia, en cambio, formaba parte de Austria-Hungría como reino asociado con atributos de soberanía. Tenía la ventaja de una óptima administración, se le brindaba la posibilidad de la defensa común y del desarrollo económico dentro de una comunidad equilibrada en su producción. Todas las provincias croatas estaban incorporadas a esa gran comunidad, de modo que quedaban descartadas, por innecesarias, acciones subversivas. Los croatas trataban de unirse todos alrededor del gobierno del ban (virrey) y del Parlamento de Zagreb y de conseguir una autonomía más amplia en la comunidad danubiana reestructurada de acuerdo a los conceptos modernos de democracia y nacionalidad.

En consecuencia, la actitud de los croatas respecto al problema sureslavo en Austria-Hungría difería totalmente de la posición servia. Mientras los croatas reclamaban el respeto del pacto constitutivo de la monarquía danubiana, los servios no podían invocar tales derechos, y en nombre del principio nacional justificaban sus acciones revolucionarias y terroristas contra la monarquía plurinacional danubiana. Los servios, así como los demás adversarios de esa comunidad, no comprendían correctamente los métodos de lucha estrictamente legales de los croatas. Se llegó al extremo de poner en tela de juicio la capacidad de un pueblo combativo de derramar sangre por su libertad nacional, No se tomaba en consideración el hecho de que los croatas, durante 400 años, ofrecieron resistencia armada a las embestidas osmanlíes, mientras que los servios, que tanto exaltan su lucha por la libertad, fueron súbditos sumisos y dóciles de los amos turcos. La actitud de los croatas de realizar una transacción política con los pueblos danubianos en defensa de los valores culturales del Occidente, se había caricaturizado como falta de conciencia nacional y se creía poder, tras el derrumbe de Austria-Hungría, mantener en permanente sumisión a Croacia, anexándola al Reino de Servia, a despecho del derecho de autodeterminación afirmado por el presidente W. Wilson.

En 1918 se creó el Reino de los Servios, Croatas y Eslovenos declarado en 1929 Yugoslavia por decreto del rey dictador Alejandro I Karageorgevic. Contra la dominación servia los croatas recurrieron, conforme a sus tradiciones, a la lucha por sus derechos nacionales con métodos legales, incluso pacifistas, de no resistencia, bajo la conducción de Esteban Radic, admirador de Mahatma Gandhi. Los servios vieron en semejante oposición signos de decadencia y pensaron que no valía la pena prestar atención a las protestas croatas, sino proseguir con la balcanización de Croacia en nombre de la teoría adoptada ad hoc acerca de un pueblo unitario e indivisible de Yugoslavia. La resistencia croata no pasaba de ser un problema regional - argüían-, un residuo inevitable del secular reino de los Habsburgo y de la influencia de la Roma papal, considerada como "enemigo hereditario de los pueblos eslavos".

En efecto, los croatas no estaban preparados para enfrentar la cruda realidad de un Estado balcánico con los únicos métodos que los servios aprecian y comprenden. Si hubo uno que otro atentado político en Croacia antes de 1918, fue obra exclusiva de los conspiradores servios y sus simpatizantes. Esas acciones de conspiración y terror político servios culminaron con el asesinato del príncipe heredero al trono de Austria en Sarajevo en 1914. Como ese crimen fue el prólogo de la primera guerra mundial, al comienzo se negaba la complicidad de los círculos oficiales de Belgrado, pero, al finalizar la guerra, en el nuevo Estado de Yugoslavia se fomentaba el culto de los asesinos de Sarajevo. Los comunistas siguen con el mismo culto, poniendo de relieve que los ejecutores fueron revolucionarios socialistas, precursores del comunismo actual.

El carácter pacifista de la lucha croata contra el centralismo y la hegemonía servios condujo a la liquidación de la seudodemocracia yugoslava. Esteban Radic, llamado rey no coronado de Croacia, partidario de una república neutral croata, cayó acribillado en el recinto del parlamento de Belgrado, el 20/VI/1928, con varios diputados correligionarios, víctimas de un atentado organizado. En lugar de estimular la subsiguiente crisis estatal, la reorganización del Estado según el derecho democrático de autodeterminación, el rey Alejandro pasó al sistema autocrático, afín a las tradiciones de Servia, pero abyecto e inaceptable para Croacia y las regiones incorporadas antes de Austria-Hungría.

El asesinato de los diputados croatas y la imposición de la dictadura personal del rey mereció condena unánime por parte de la opinión pública de los países democráticos. Lamentablemente, no la repudiaron los gobiernos de los países vencedores en la primera guerra mundial, que en los tratados de paz favorecieron a Servia contra el derecho de autodeterminación, aceptando la teoría acerca de la unidad "del pueblo yugoslavo" bajo la dirección de Servia como Piamonte sureslavo. Partiendo de esos supuestos, el rey-dictador justificaba la implantación de su régimen tiránico como necesidad de preservar la unidad estatal y nacional. No se limitó a suprimir a los partidos políticos y abolir los derechos y libertades, sino que decretó que el país en el futuro, en lugar del Reino de los Servios, Croatas y Eslovenos, se llamara Yugoslavia. Al mismo tiempo decretó la doctrina oficial sobre el pueblo yugoslavo étnicamente uno e indivisible. Fueron prohibidos el nombre nacional croata, símbolos, partidos y asociaciones culturales. Hasta fueron disueltas las organizaciones juveniles de la Acción Católica Croata, pues el catolicismo actúa -sostenían- como agente disgregador de la unidad nacional entre los croatas católicos y los servios ortodoxos. Por otra parte, la Iglesia ortodoxa servia era favorecida, aunque es notoria su identificación con el nacionalismo servio.

Los gobiernos occidentales, principalmente el francés, que ejercían una especie de protectorado sobre Yugoslavia --es decir, Servia engrandecida-, no reaccionaron contra esas flagrantes violaciones de las libertades y los derechos individuales, políticos, nacionales y religiosos de los pueblos de Yugoslavia, dando visto bueno al decretado dogma político sobre la presunta unidad nacional yugoslava. Eso significaba una evidente violación por parte de los gobiernos democráticos de principios propios y su pasividad ante la perversión de los valores políticos. Atribuyeron mayor importancia a la unidad nacional ficticia de un Estado a todas luces plurinacional, heterogéneo en lo político, cultural y religioso, que a las libertades fundamentales, individuales y nacionales.

Ya en el acta de creación del Estado común de los Servios, Croatas y Eslovenos (habría que agregar a los montenegrinos y los macedonios) se violó el principio nacional y el derecho de autodeterminación, Al compartir las razones de la dictadura monárquica sobre la salvaguardia de la unidad nacional y estatal, los gobiernos interesados se convirtieron en coautores morales de una de las dictaduras más brutales de aquel tiempo, que negaba públicamente los derechos y libertades políticos y nacionales, que figuraban entre los fines bélicos de las potencias vencedoras y de los artífices de los tratados de paz de 1919. Ese atentado contra el derecho de la mayoría de los ciudadanos del recién creado Estado yugoslavo, constituyendo Servia apenas la cuarta parte de su población y territorio, implicaba, de hecho, la condena moral del flamante Estado y el reconocimiento de qué se lo podría mantener únicamente mediante opresión y privación de los derechos fundamentales de los pueblos que lo componen.

Todo eso alentó a los exponentes de la hegemonía servia en tal medida que creían que, en nombre de la unidad nacional y estatal, les era permitido liquidar totalmente no sólo a la oposición croata, sino a la misma nacionalidad croata.

No es de extrañar pues que las nuevas generaciones croatas, educadas en las escuelas yugoslavas con manuales servios, en las organizaciones oficiales obligatorias y en las filas del ejército donde los oficiales servios rinden culto a los haiducs (bandoleros balcánicos que a veces combatían a los turcos) y los terroristas, llegaron a la conclusión de que contra el terror oficial había que recurrir a los métodos balcánicos. El rey dictador, considerado como principal responsable de tantos crímenes contra la libertad de los pueblos de Yugoslavia, cayó en Marsella en 1934, víctima de la acción combinada de los revolucionarios croatas y macedonios. La opinión pública internacional dio una correcta interpretación del atentado contra un rey de la dinastía Karageorgevic, que se adueñó del trono de Servia tras asesinar al último rey Obrenovic y a su esposa, que ocupó el trono de Yugoslavia después de asesinar al príncipe heredero de Austria y que decretó la unidad de Yugoslavia después de atentar contra la vida del líder democrático croata, Esteban Radic. La deplorable circunstancia de que en el atentado de Marsella muriese también el ministro francés de asuntos exteriores, Barthou, dio origen a una verdadera leyenda negra sobre el terrorismo político croata, aunque se trataba, en efecto, de imputarles métodos importados de Servia. Desde entonces, quienes antes decían despectivamente que los croatas eran inofensivos cantores, músicos y artistas, sostendrán que los croatas son peligrosos terroristas internacionales que trabajan contra la unidad de Yugoslavia por cuenta de los antiguos invasores.

Hasta el día de hoy sigue esta línea la crítica que hacen de la política croata los tradicionales partidos servios seudodemocráticos. Esos partidos, al adoptar el principio de que el mantenimiento de la unidad estatal priva sobre los derechos democráticos, impidieron que, tras la muerte del rey dictador, se tomasen soluciones políticas susceptibles de evitar trágicos sucesos posteriores. El partido mayoritario croata, en vista de la inminencia de la conflagración mundial, estaba dispuesto, pese al sentir de amplias masas populares de Croacia, a llegar a una transacción política para afrontar mejor la situación internacional en el momento de la firma del pacto Molotov-Ribbentropp. Dada la actitud de los partidos servios, se llegó a una solución a medias que, al cabo de dos años, daría motivo al golpe de Estado. Es decir, el Partido Campesino Croata accedió en el otoño de 1939 en momentos de estallar la segunda guerra mundial, a una limitada autonomía de Croacia sobre un territorio reducido con carácter provisional en base a la constitución concedida por el rey dictador y sujeta a la aprobación final de la asamblea yugoslava, Estimando que incluso esa solución parcial era peligrosa para "la unidad nacional y estatal", oficiales y políticos servios aprovechando el descontento provocado por la adhesión del gobierno yugoslavo al Pacto Tripartito y el 27 de marzo de 1941 dieron el golpe de Estado, dirigido en primer término a abolir la autonomía de Croacia. Sin embargo, los ejecutores del putsch no pudieron convencer a Hitler, que se aprestaba a invadir a Rusia y deseaba tener asegurado su flanco derecho, de modo que éste ordenó un Blitzkrieg (guerra relámpago) en los Balcanes.

En vísperas de la segunda guerra mundial, se puso en evidencia la debilidad de la formación estatal de Yugoslavia, los gobiernos occidentales crearon y favorecieron ese Estado, confiando en que una Servia ensanchada sería eficaz en caso de una guerra de acuerdo a la tradición del Estado nacional servio en la primera guerra mundial. Se suponía que las nuevas generaciones croatas, no "inficionadas por el espíritu austriaco y papal" -según sostenía Belgrado-, olvidarían todos los conflictos internos. Resultó, empero, que no se puede exigir de los pueblos oprimidos que defiendan a un Estado que consideran su cárcel nacional. Por otra parte, los mismos servios estaban desmoralizados a punto de no ofrecer resistencia alguna. Yugoslavia se derrumbó de modo fulminante y fue dividida, en líneas generales, siguiendo el criterio nacional a diez días apenas de iniciadas las acciones bélicas.

Precisamente la joven generación de los croatas, educada en las escuelas yugoslavas y entrenada por los oficiales servios, encabezó el levantamiento nacional del que surgió el Estado Independiente de Croacia (1941-1945).

Si bien el derrumbe militar y la desintegración de Yugoslavia están vinculados con la operación bélica del Tercer Eric en el sudeste europeo, es decir en momentos en que las democracias occidentales difícilmente podían aceptar el hecho consumado de la desintegración de un Estado multinacional, incapaz para una existencia normal tal vez hubieran prevalecido los principios democráticos, entre ellos el principio de autodeterminación sobre la supuesta necesidad de mantener la unidad de Yugoslavia de no intervenir allí durante la guerra los comunistas, es decir la Unión Soviética. Incluso la guerra servio-croata con todos sus aspectos trágicos podía servir como un argumento adicional de que no había sentido en "obligar a una vida común a dos pueblos tan antagónicos" (F. D. Roosevelt).

En la nueva situación no convenía a la Unión Soviética hacer de Croacia y Eslovenia Estados independientes. Aunque antes de la guerra el Kremlin a veces censuraba el expansionismo servio tratando de aprovechar el descontento de los pueblos oprimidos de Yugoslavia, con el tiempo compartió el punto de vista de los comunistas servios sobre la necesidad de restaurar a Yugoslavia. Moscú entendió que la existencia de una Croacia independiente y el establecimiento de una Eslovenia independiente trabarían la penetración rusa hacia las costas del Adriático. Los Aliados occidentales nunca permitirían la ocupación soviética de Croacia y Eslovenia, países del área adriática, danubiana y de Europa Central. Tampoco había posibilidad alguna de que tomaran el poder los comunistas sin la intervención armada extranjera. Dado este estado de cosas, únicamente Servia, en su papel tradicional de exponente del imperialismo ruso en el sudeste europeo, pudo proveer la fuerza armada que impondría la autoridad comunista sobre Croacia y Eslovenia, y también sobre Albania, expandiendo el nuevo imperialismo ruso de los satélites comunistas en el Occidente, Los comunistas, siguiendo su consabida táctica de aprovechar antagonismos nacionales, pudieron servirse de los exaltados sentimientos nacionales de los servios, exacerbados por la desintegración de Yugoslavia, tenida por Servia engrandecida. Para contentar a los servios, se declararon combatientes más ardientes por la restauración de Yugoslavia. Trataron de conducir la resistencia servia, aprovechando los errores del gobierno yugoslavo en el exilio y de su representante dentro del país, general Draza Mihailovic. Como no pudieron hacer suyas las tesis de la desacreditada Yugoslavia monárquica acerca de la unidad nacional, inventaron su sucedáneo y proclamaron el nuevo dogma político sobre la "fraternidad y la unidad de los pueblos de Yugoslavia", No se insistía tanto en la unidad étnica, pero sí en la unidad estatal, que aseguraría a todos los pueblos y minorías todos los derechos nacionales a través de la estructuración federal del futuro Estado. Desde luego tratábase tan sólo de concesiones formales con fines propagandísticos, pues es cosa sabida que en les regímenes comunistas el federalismo es letra muerta. Sin embargo, ese prometido feudalismo y la ocultación de que los guerrilleros de Tito son comunistas, convenía a los gobiernos occidentales más para calmar a la opinión pública que su propia conciencia. Decían que la nueva Yugoslavia, a diferencia de la anterior, sería democrática con el sistema federal según el criterio nacional.

En cuanto a los derechos nacionales, en Yugoslavia no hubo cambio radical, salvo que se desistió del dogma de la dictadura monárquica sobre la unidad étnica del pueblo yugoslavo y, por ende, del derecho inherente a defender el supuesto Estado nacional yugoslavo. Tras la fachada del falso federalismo subyace la implacable realidad del centralismo comunista a favor de Servia. Los supremos principios "de la fraternidad y la unidad", base misma de la existencia del Estado multinacional yugoslavo, fueron copiados de la Unión Soviética, que con la misma divisa quiere justificar el status de dependencia colonial de tantos pueblos que la integran.

De esa manera el nuevo dogma político acerca de "la fraternidad y la unidad de los pueblos yugoslavos" ha de servir como justificativo de la dominación foránea y la explotación económica a expensas de la mayoría de la población. Es significativo para el caso yugoslavo que "la fraternidad y la unidad" como ley suprema privan incluso sobre la defensa "de la estructura social", lo que en todo país comunista debería tener primacía. La defensa del "socialismo" podría justificar, por lo menos ante los comunistas extranjeros y compañeros de ruta, ciertas medidas del régimen, mientras que la defensa "de la fraternidad y la unidad" de los pueblos en un Estado plurinacional y heterogéneo en lo cultural, contra la voluntad y tradiciones de la gran mayoría, carece de toda razón de ser tanto política como moral, pues se trata únicamente de favorecer el chovinismo del pueblo dominante. No se dan razones de orden político ni moral que hacen a la necesidad de la fraternidad y la unidad entre los servios y los croatas, a menos que se tomen en serio las ilusiones paneslavistas de la época del romanticismo europeo, ya entonces consideradas como avanzada del imperialismo ruso. Los croatas y los eslovenos, por su tradición cultural y política, son mucho más afines a cualquier pueblo de Europa Central que a los servios de Servia. Ni siquiera pueden establecer con Servia relaciones de buena vecindad mientras ésta sigue siendo instrumento de la política de opresión nacional. En cambio, los croatas se sienten hondamente solidarios con los demás pueblos sojuzgados en Yugoslavia, por encima de la similitud idiomática y el origen común de los pueblos eslavos. Además de los eslovenos, macedonios y montenegrinos cabe agregar a las numerosas minorías albanesa y húngara, como asimismo a los remanentes de medio millón de alemanes de Voivodina, exterminados o expulsados al término de la segunda guerra mundial. Los sentimientos de solidaridad de los croatas hacia los pueblos europeos de la cultura occidental son muy acendrados y acentuados como suele darse en los pueblos limítrofes de una civilización, como en el caso de Croacia.

Se ha sostenido que las naciones son no sólo una comunidad afectiva sino que deben coincidir sus intereses. Réstanos, por lo tanto, examinar si la forzada unidad yugoslava responde a las razones del bien supremo, supranacional de los pueblos de Yugoslavia que se opondrían a la creación de los Estados independientes de Croacia y Servia.

Huelga recalcar que Yugoslavia pudo constituirse únicamente sobre los despojos de Austria-Hungría. Los servios jugaron en ello un papel importante. Exigían la desintegración de la monarquía de los Habsburgo invocando el principio nacional, no obstante que la comunidad danubiana era una sólida unidad económica y defensiva. ¿Con qué derecho piden ahora los servios de los croatas que se resignen a vivir en un Estado balcánico, privados de los derechos nacionales, obligados a aceptar diferentes criterios culturales, supeditados a una mala y corrompida administración, explotados económicamente y sin perspectiva de disponer de un régimen democrático a menos que se libren de las ataduras de un Estado en que la "fraternidad y la unidad" son el principio rector, realizable únicamente dentro del sistema dictatorial, sea monárquico antes o comunista después.

El argumento de la dictadura monárquica de que Yugoslavia es una necesidad tanto de los servios como de los croatas en su defensa contra los enemigos externos quedó totalmente invalidado en 1941 cuando no pudo oponerse ni a la penetración nazi ni a la soviética. Más aún, según lo demostramos. Croacia y Eslovenia cayeron bajo el yugo comunista sólo por haber formado parte del Estado yugoslavo, de hecho Servia ensanchada, y los soviéticos consiguieron imponer su régimen en Croacia y Eslovenia ocupadas en 1945 con ayuda de Servia, donde establecieron un gobierno comunista a fines de 1944.

Igualmente los dirigentes comunista de la segunda Yugoslavia tratan de convencer a los croatas y los eslovenos que lucharon para proteger sus intereses nacionales frente al Tercer Reich y la Italia fascista. Hoy todo el mundo sabe que los comunistas, obedeciendo la doctrina leninista, trataron de transformar la guerra internacional en civil con el fin de adueñarse del poder. Actualmente los pueblos de Yugoslavia no deben temer a Alemania e Italia democráticas, particularmente tras brillantes éxitos del movimiento de la solidaridad y la integración europea. Los comunistas no pueden ser custodios de la libertad de Croacia y Eslovenia. Ellos quieren incorporarlas al imperio ruso-soviético como vanguardia de su penetración hacia Occidente, contrariando las tradiciones, aspiraciones e intereses de los croatas y eslovenos,

Por otra parte, la fraternidad y la unidad servio-croata con fines defensivos debería servir de instrumento de la dominación de Servia sobre Macedonia, Kosmet (donde vive casi la mitad del pueblo albanés), sobre los húngaros de Voivodina, como asimismo sancionar el exterminio y la expulsión de 500.000 alemanes danubianos.

Mientras asistimos a la atenuación de los antagonismos nacionales entre los pueblos europeos y al crecimiento de sus intereses solidarios, Estados de importancia como Yugoslavia no brindan solución alguna en cuanto a su potencial económico y defensivo frente a la concentración del poderío económico y militar en el mundo contemporáneo. Yugoslavia, considerada antes como un país mediano, hoy es un país pequeño por más que alardeen sus gobernantes comunistas. Países de la extensión y el poderío de Yugoslavia ya no pueden desempeñar un papel independiente en el terreno económico y defensivo. Por lo tanto, no hay necesidad alguna de impedir a Croacia y Eslovenia, en nombre de la ilusoria fraternidad de los pueblos yugoslavos, el goce del derecho de autodeterminación y, en caso de que así lo quieran, que elijan su lugar en el concierto de los pueblos europeos. Tampoco se puede por fuerza impedir a los macedonios, a los albaneses de Kosmet y a los húngaros de Voivodina separarse de Yugoslavia, a menos que se violen principios fundamentales de la moral internacional, sin aducir una sola razón del mayor bien internacional.

Únicamente con la grave crisis europea, que culminó con las dos guerras mundiales, fueron posibles situaciones aprovechadas por el expansionismo de Servia y Rusia en el ámbito de la cultura occidental, contando con la ayuda de ciertos gobiernos democráticos occidentales. Al pueblo croata le cupo el triste destino de tener que luchar al mismo tiempo contra la dominación extranjera y contra la incomprensión de ciertos gobiernos de los que con razón podría esperar apoyo invocando la solidaridad occidental y europea. Tanto más por tratarse de un pueblo que sufrió enormes pérdidas durante siglos en la frontera oriental de nuestra cultura occidental. El pueblo croata no reclama premio por les sacrificios aportados en defensa de su propia identidad espiritual, pero le cabe el derecho de protestar contra el fenómeno absurdo de que gobiernos occidentales, favoreciendo a exponentes reales o potenciales del expansionismo ruso, obran contra sus propios intereses.

Uno de esos dolorosos fenómenos fue el dar crédito a la propaganda comunista yugoslava y soviética, que sostienen que los croatas son quislings por luchar contra la integridad de Yugoslavia por cuenta ajena, mientras en verdad luchan por su libertad nacional y política, y merecen, por lo menos, apoyo moral del mundo libre. Los servios y los comunistas aprovecharon hábilmente los conflictos entre los países occidentales en las dos conflagraciones mundiales. Los croatas fueron tildados de adversarios de las democracias occidentales, y Servia, donde nunca hubo un gobierno democrático, fue considerada su aliada. De hecho, en ambas guerras mundiales los croatas pelearon al lado de los países occidentales a causa de que estaban al alcance del expansionismo ruso, mientras que Servia actuaba como exponente y aliada de Rusia, primero zarista, luego comunista. Con todo, hoy, al cabo de tanto tiempo y tras la reconciliación de los pueblos de la Europa Occidental, los dirigentes comunistas yugoslavos osan presentar a los croatas como adversarios del mundo occidental y exigir precisamente del gobierno de Bonn que persiga a los jóvenes croatas, niños durante la última guerra, como criminales de guerra y remanentes fascistas. Es decir, esgrimiendo idénticos argumentos que Belgrado formula contra la unificación de Alemania y desata una campaña denigratoria y de calumnias contra la República Federal Alemana. Intentan explicar el derecho de asilo, otorgado a los refugiados croatas, víctimas de la tiranía comunista y luchadores contra el expansionismo soviético, como una prueba complementaria para la susodicha campaña contra Alemania libre, que Tito al unísono con Krushchev y Ulbricht, presenta como amenaza para la paz mundial, mientras en su opinión Alemania Oriental bajo el yugo comunista es un país libre y democrático que debería extender su jurisdicción y poder sobre toda Alemania.

Ni siquiera comunistas objetivos pueden justificar las pretensiones de Belgrado de perseguir a los refugiados croatas como opositores a la integridad estatal de Yugoslavia. Si por lo menos en teoría se reconoce el derecho de Estado nacional a los pueblos dentro del bloque soviético, como ser Hungría Polonia, Bulgaria, Albania, etc.; ¿por qué razón no conceder el mismo derecho a Croacia?

Los mismos dirigentes comunistas de Yugoslavia reconocen en sus declaraciones públicas que subsiste una vigorosa oposición al centralismo y a la explotación a favor de Servia. Por eso, no es de extrañar a que los exilados croatas, que hasta hace poco vivían en Yugoslavia, y allí se criaron y educaron, al conocer toda la mentira y amoralidad de la "fraternidad y la unidad" en Yugoslavia, exterioricen su descontento interpretando el sentir y el pensar de las nuevas generaciones croatas, impedidas de expresar su voluntad en la patria cautiva, Los jefes comunistas de Belgrado no se limitan a perseguir la más mínima manifestación en pro de la libertad nacional croata dentro de Yugoslavia, sino que exigen que procedan del mismo modo los gobiernos del mundo libre. La respuesta que merecen esas pretensiones de los opresores comunistas se resume en la declaración de Erich Ollenhauer, líder del Partido Demócrata Socialista alemán, cuando expresó que los comunistas yugoslavos no tienen derecho alguno a dar lecciones a los pueblos libres sobre la libertad y la democracia.

 



[1] Ver detalles de lo cedido en pp. 349-356 de este número.

[2] Texto de la nota según el diario Borba del 11/12/1962. Citaciones in extenso, pp. 351-56 del presente número.

[3] Los exilados croatas en Alemania señalan que uno de los propósitos perseguidos en el ataque a la delegación comercial yugoslava en Bad Godesberg fue destruir la documentación relativa a la actividad de refugiados croatas, recogida celosamente por los agentes de la policía política yugoslava. Ellos actúan en Alemania Occidental disfrazados como representantes de las empresas comerciales o como obreros en busca de trabajo, intrigando y provocando frecuentes choques con los exilados croatas anticomunistas. En ese sentido informaron reiteradamente los periódicos de los exilados croatas. (Hrvatska Drzava, Munich; Danica, Chicago) así como los diarios alemanes ("Deutsche Zeitung", 30/XI/62).

[4] "Es difícil establecer la cifra exacta de protestas enviadas en el curso de las últimas cinco semanas de Belgrado con destino a Bonn (...). Las relaciones entre las dos capitales son tensas, a punto que sería inevitable una ruptura si no hubiera sido consumada ya en octubre de 1957, luego de haber reconocido Yugoslavia al gobierno de Pankow". Le Monde, París, 11/I/1963.

[5] Cf. "La farsa de la amnistía política en Yugoslavia", Studia Croatica N° 7/8, p. 238.

[6] Esos crímenes los conoce muy bien el gobierno de Bonn, que recientemente publicó una extensa documentación sobre el triste destino de los 500.000 integrantes de la minoría étnica alemana en Yugoslavia (Dokumentation der Vertreibung der Deutschen aus Ost - Mitteleuropa. Das Schicksal der Deutschen in Jugoslavien. Documentación sobre la expulsión de los alemanes de Europa Oriental y Central. La suerte de los alemanes en Yugoslavia).

[7] Cf. El editorial "Crímenes impunes", Studia Croatica, No. 6.

[8] L'Aurore, París, 30/11/1962, ¡publicó la declaración de un testigo ocular del hecho: "Vi bajar (del ómnibus que trajo a los obreros manifestantes de la zona minera de Ruhr) a una treintena de hombres de 20 a 30 años. Formaron filas llevando pancartas, y creí que se trataba de una farsa estudiantil." Le Monde, París, 1/12/1962 informó que el ataque fue ejecutado por "una treintena de hombres jóvenes". Lo mismo informaron en sus despachos las agencias A.P., U.P. y AFP, que fueron publicados también en la prensa latinoamericana. Se entiende que esos datos fueron difundidos también por los diarios alemanes. (Frankfurter Allgemeine, 30/XI/62). En cambio, la prensa yugoslava controlada y dirigida ni mencionó ese aspecto.

[9] Ver: "Discriminación perjudicial..." pp.. 356-58 del presente volumen.

[10] Dobrisa Cosic, el más prominente escritor comunista servio, afirmó en un artículo que dio pábulo a airadas polémicas, "que la lucha contra los nacionalismos enloquecidos" constituye el problema interno de mayor importancia en la Yugoslavia comunista. "¿No ven a esos vampiros?... ¿No ven que muchos no tienen bigotes ni barba? Son unos fantasmas jóvenes, mocosos. Los barbudos, desde luego, reventarán un día, pero los que están creciendo..." (Nasa Sodobnost, Ljubljana, diciembre 1961). En su discurso de Split, pronunciado el 6/5/1962, y escasamente registrado por la prensa mundial, Tito condenó enérgicamente la aparición "del chovinismo nacional" incluso en las filas de los comunistas en Croacia, que amenaza "la fraternidad y la unidad de nuestros pueblos". Igual que Cosic, Tito ve el mayor peligro en el fortalecimiento de la conciencia nacional de la juventud: "Uno se siente angustiado -dijo Tito- viendo cómo ese chovinismo está ganando a nuestros jóvenes" (S. C., N° 7/8, p. 188).

[11] Robert E. Sherwood: Roosevelt y Hopkins - Una historia íntima, Barcelona 1950, Vol. II, p. 242.

[12] Sus causales las analiza el eminente sociólogo y profesor de la Universidad de Indiana D. A. Tomasic, en su estudio: "Nueva clase y nacionalismo", Studia Croatica, N° 1, pp. 61-77.

[13] Art. I, párr. 2 de la Carta.

[14] En el artículo primero de dicha Constitución se expresa que "La República Federal Popular de Yugoslavia es un Estado federal popular de forma republicana, una comunidad de pueblos con derechos iguales, quienes en virtud del derecho de autodeterminación, incluyendo el derecho de separación, expresaron su deseo de vivir conjuntamente en el Estado Federal".

[15] De hecho, por lo menos en Croacia, no hubo tal unanimidad. El gobierno comunista, para dar cierta apariencia de elecciones libres, colocó junto a las urnas en que se depositaban votos para los candidatos oficiales, las llamadas "urnas negras" para que los electores, no sin peligro, depositasen su voto negativo. En Croacia muchos se abstuvieron de votar, pese al voto obligatorio, o votaron . "en negro", según los resultados oficiales que, a no dudarlo, fueron corregidos o reajustados en favor de la lista oficial. No hubo posibilidad alguna de control y verificación de los datos oficiales.

[16] Los datos oficiales del censo de 1948.

[17] Cf. Memorándum a los participantes en la Conferencia de los países no comprometidos, S. C. Nro. 5, p. 321 y Memorándum al Primer Ministro John Diefenbaker, S.C., Nros. 7-8, p. 215.

[18] Se usó precisamente ese término en un importante documento, la Resolución del V. Congreso de la Internacional Comunista. Allí se expresa que las potencias vencedoras en la primera guerra mundial en los tratados de paz de 1919 "habían creado nuevos pequeños Estados imperialistas anexando territorios con población extranjera". Menciona también a Yugoslavia. "Consecuentemente, los partidos comunistas de Europa Central y de los Balcanes tienen el deber de apoyar, con todos los medios, movimientos nacionales revolucionarios de los pueblos oprimidos. La aplicación "del derecho de autodeterminación a todos los pueblos; inclusive el derecho a separación" debe... exteriorizarse mediante la concreción "de la separación estatal de los pueblos oprimidos de la formación estatal de Polonia, Rumania, Checoslovaquia, Yugoslavia y Grecia". "El Congreso encarga a los partidos comunistas de Polonia, Rumania, Yugoslavia, Checoslovaquia y Grecia librar una lucha enérgica contra este colonialismo". (Thesen und Resolutionen des V. Weltkongresses der Komunistischen Internationale, Hamburgo 1924, pp. 124-133).

[19] Ver nota 12 y el estudio del mismo autor.

[20] Cap. VII del "Protocolo de la Conferencia de Crimea" Edward R. Stettinius: Roosevelt y los rusos - La Conferencia de Yalta, Barcelona, 1950, p. 225.

[21] Ibid. p. 216.

[22] Churchill: Second World War, V 470.

[23] Sacha Simon, enviado especial permanente en Belgrado del diario parisino Le Figaro informó a su redacción: "El representante de Relaciones Exteriores afirmó que Bonn no toma las medidas enérgicas que proceden para contener la actividad subversiva y criminal de los "Ustachi" refugiados en Alemania. Esta sería una de las razones que impiden el restablecimiento de las relaciones diplomáticas normales entre los dos países" (Le Figaro, París 17/12/1962).

[24] Despacho de Paul Yankovich, "corresponsal particular" en Belgrado del diario de París Le Monde, 11/1/1963. Parece que dicho corresponsal adopta el punto de vista del gobierno yugoslavo en el sentido de que Bonn, que pagó la indemnización a los franceses, holandeses, noruegos, etc. debería satisfacer también las demandas de los comunistas yugoslavos. "El hecho de que las relaciones diplomáticas con Bonn estén rotas -dice Yankovich- nada cambia el asunto". Pues ese corresponsal no toma en cuenta la expulsión y exterminación de medio millón de alemanes en Yugoslavia después de la guerra, sus sufrimientos y confiscación de sus bienes, los tratos inhumanos a los prisioneros de guerra alemanes, ni tampoco las relaciones íntimas y amistosas de Alemania con los países de la Europa Occidental.

[25] En la aludida nota de Belgrado del 10/12/1962 se reconoce expresamente que las autoridades alemanas antes de la ruptura de las relaciones diplomáticas tomaban medidas contra los exilados croatas atendiendo las repetidas demandas de Belgrado. Al respecto citan la nota del gobierno de Bonn dirigida el 4/4/1955 al gobierno de Belgrado, comunicando que las autoridades alemanas habían tomado las medidas necesarias para impedir actividades de los emigrados croatas "contra la integridad del Estado yugoslavo". Belgrado, en su nota del 10/12/1962, reconoce que en "el lapso en que esas disposiciones se llevaban a cabo, quedó suspendida toda actividad antiyugoslava, por lo menos pública, en la República Federal Alemana". Recién tras la ruptura de relaciones -acota la nota- "los elementos quislings croatas en Alemania reanudaron su actividad antiyugoslava".

[26] Borba, Belgrado. 14/11/1961.