Ivan Mestrovic
Studia Croatica, volumen 5, 1961
Publicamos en este número unos fragmentos del libro Uspomene na politicke ljude i dogadjaje - Recuerdos de hombres y sucesos políticos - del insigne escultor croata Iván Mestrovic. Las memorias que están imprimiéndose para la Biblioteca de la Revista Croata, Buenos Aires, constan de 400 páginas. Paralelamente con su vasta obra artística, Mestrovic, sin ser un político profesional, mas si un ferviente patriota, participó activamente en las gestiones políticas de los exilados croatas durante la primera guerra mundial y luego, gozando ya de renombre mundial, estuvo en contacto personal con influyentes figuras políticas de su país y del extranjero. Los fragmentos de sus memorias que transcribimos en versión castellana se refieren principalmente al asesinato de Stjepan (Esteban) Radic, perpetrado el 20 de mayo de 1928. Radic, jefe de la oposición croata a la hegemonía servia, fue gravemente herido en el recinto del parlamento de Belgrado mientras sesionaba, y muy pronto sucumbió a las balas mortíferas disparadas por el diputado servio Punisa Racic. Publicamos además, otros fragmentos con el relato de los encuentros y entrevistas de Mestrovic con las destacadas personalidades políticas y culturales que ilustran cabalmente los contrastes nacionales en Yugoeslavia y especialmente entre los servios y los croatas. Las memorias de Iván Mestrovic tienen especial valor por ser testimonios de una figura no política, prestigiosa y de renombre mundial. Las notas aclaratorias son de nuestra redacción.
AMENAZA DE MILAN GAVRILOVIC
(En 1924, antes de viajar a los Estados Unidos para asistir a una exposición de sus esculturas, Mestrovic conversó también con Jovan Jovanovic, presidente a la sazón del Partido Agrario Servio.)
Apenas nos sentamos, Jovanovic me preguntó si había estado con Davidovic[1]. Al contestarle afirmativamente, me dijo:
-Pobre Cika Ljuba. Tiene buenas intenciones, pero la cuestión es si lo dejan realizarlas. ¿Le contó su conflicto de ayer con el Gospodar[2] y acerca de la presentación y retiro de su renuncia?
-Sí, me lo contó todo.
-¿También cómo el rey de los servios, croatas y eslovenos habla de los croatas ?
-Sí, también. Le previne que no lo contara a otros croatas que desconocen que semejantes insultos son habituales aquí en Belgrado y tienen otro sentido que en Croacia.
-Bueno, pero no deja de ser un escándalo que un rey... ¿Le contó lo que motivó el llamado del rey y su demanda de la renuncia a raíz del discurso de Radic? Tal vez Cika Ljuba ni lo sepa.
-Nada me dijo de ello.
-Algunos oficiales, encabezados por Petar Zivkovic[3], se presentaron ante el rey y exigieron que se citase en el acto a Davidovic para pedirle la renuncia; si no quiere hacerlo, le pasará lo que al otro Alejandro (Obrenovic). ¿Comprende usted en qué país y en qué situación vivimos? Usted se va, y con razón, al extranjero.
Apenas dijo Jovanovic estas palabras, apareció detrás de él Milan Gavrilovic[4], su correligionario en el Partido Agrario. Estaba furioso, al extremo y gritando dijo:
-¿Habéis oído cuánto está diciendo ese Radic? Es un escándalo ¿qué es lo que no está admitido en este Estado?
Jovanovic, mirándolo por encima de los anteojos, le replicó:
-Siéntate, Milan, y no te pongas nervioso. Radic sigue expresándose en su lenguaje y a favor de su pueblo. Dime, por favor, ¿qué se dio a los croatas hasta ahora en este Estado para que Radic pueda hablar en tono más conciliatorio?
-¿Sabéis que el rey ha pedido que Davidovic retire su renuncia? - inquirió Gavrilovic.
-Sé que el rey le solicitó la renuncia y que Davidovic la presentó. Luego, al cabo de pocos minutos, el rey le pidió que la retirara, acordándole facultades más amplias.
-Ljuba tal vez lo cuente, pero no puede ser.
-Dejen a Cika Ljuba que intente con Radic. Acaso sea, el más piado, por su carácter tratable, para hablar y negociar con Radic.
-No, señor Joco, ¡ha de derramarse sangre!
-¿Sangre de quién, señor Gavrilovic? - le pregunté yo.
-Hay que matar a Radic. El Estado es más importante que Radic
-Claro que el Estado es más importante que cualquiera, pero ¿sabe usted que tras Radic está el pueblo croata entero o es que usted se propone disparar, a través de Radic, sobre mi padre y mi hermano?
-¡El Estado importa más que todos los croatas! Sangre, sangre debe correr para que se vea quién es más fuerte, los croatas o el Estado.
-Según semejante lógica, el Estado importaría más que los servios también. Entonces, ¿qué y quién es el Estado? ¿Unicamente la camarilla de Belgrado?
Miré la silla, me temblaban las manos, quise saltar y agarrarla, cuando entró el Dr. Milan Curcin, quien se había acercado de puntillas hasta la puerta, escuchó la conversación y terció censurando acerbamente a Gavrilovic y su conducta. Esta escena desagradó mucho a Jovanovic.
ASESINATO DE ESTEBAN RADIC
Me encontraba en Split cuando el 20 de junio de 1928, en el recinto e la Asamblea Nacional de Belgrado, se atentó contra la vida de Radic.
Cuando llegó la noticia acerca del atentado, la gente quedó horrorizada. Se decía que los diputados croatas habían sido muertos, el misma Radic gravemente herido y otro más. Se barruntaba que Radic también hubiese sido asesinato y que se lo daba sólo como herido gravemente para atenuar el impacto de momento y hacer que se recibiese luego con más calma. Los términos "gravemente herido" suscitaba con todo los más sombríos presagios.
Al día siguiente encontré a la señora del almirante Stankovic. Se me acercó y me dijo en francés:
-Esos servios no sólo son primitivos, sino bandido natos y pérfidos canallas.
Luego me contó lo que le había contestado el comandante de la plaza, general Trnokopic, a su esposo, cuando el almirante Stankovic le dijo que era una vergüenza disparar contra los diputados nacionales y, de añadidura en el recinto del parlamento, pues eso podría traer consecuencias graves tanto internas como externas. En lugar de contestar, el general preguntó al almirante:
-¿Está muerto Stipica?
-No, Esteban Radic no está muerto - replicó Stankovic - sino, de acuerdo a las noticias - solo gravemente herido. Los muertos son su sobrino Pablo Radic y Jorge Basaricek.
-Oh, p... madre que lo parió, cómo tiró tan mal - contestó Trnokopic y añadió- : El resultado será que habrá que balearlo de nuevo, si sobrevive.
Ese mismo día me topé con el almirante Stankovic y le pregunté si su señora había reproducido correctamente su conversación con Trnokopic. - Sí - respondió el almirante - es enteramente exacto lo que le dijo, pero no todo lo que me dijo Trnakopic. Además de lo que sabe usted ya, expresó que era necesario matar a Trumbic[5], a todos los croatas prominentes, incluso a usted.
Nos miramos Stankovic y yo como si nos faltaran palabras. Stankovic, empalidecido, dijo rechinando los dientes:
-Con tales bestias en piel humana nos sentamos en la revista Jadranska straza y vuestros tontos spalatinenses denominaron un trecho de la costanera "La ribera del mayor Stojan". Me es odioso y me avergüenzo de ser considerado servio por profesar la fe ortodoxa.
-No se vaya al otro extremo, mi almirante...
-¿Por qué no? Anoche, en Sibenik, me expresó lo mismo el obispo servio ortodoxo Irineo Djordjevic. Todos los que integramos la minoría servia en Croacia somos ingenuos, y especialmente los croatas.
-¿Es posible eso?
-Créamelo, como me ve ahora aquí, que me lo dijo por considerarme servio, según expresó exactamente así: "¡Caray, Stipica (Radic) no está muerto! Eso significa que una vez más tendremos que cubrirnos de vergüenza". Y eso, ¿no es lo mismo que anda diciendo Trnokopic?
Luego Stankovic agregó suspirando:
-¿Cabe esperar algo de semejante país? En él, valga la expresión, se piensa colectivamente en matanzas colectivas.
Aunque ciertos rasgos de Radic no me gustaban y especialmente su notoria ambigüedad en las declaraciones, ahora me di perfecta cuenta de que aquel balazo contra Radic estaba, en efecto, destinado al pueblo croata entero. Y llegué a la conclusión de que la aludida inconstancia de Radic no era sino evasión ante el proyectil mortífero que se le estaba preparando desde que asumió su conocida postura en el Consejo Nacional[6] hasta el momento de hacer en él blanco, en el parlamento de Belgrado. Estaba perturbado en extremo y salí enseguida de Split para Zagreb.
Tampoco allí, pude hallar tranquilidad, de moda que a los pocos días me fui a Opatija, donde se hallaba mi esposa con los chicos.
EN LA LEGACION DEL REINO DE LOS SERVIOS, CROATAS Y ESLOVENOS EN ROMA
En Opatija, después de unos días, empezaron a molestarme los cálculos de vejiga, como solía ocurrirme antes y tuve, como otras veces, que irme a Fiuggia, cerca de Roma, a curarme.
Al día siguiente de mi arribo a Roma, fui a la legación yugoeslava a visitar al embajador Milan Rakic[7] y hacerme presente. Al entrar a las oficinas de la legación hallé a dos empleados, sentados tras sus mesas, simulando escribir algo. No estimé necesario presentarme de nuevo, pues el ordenanza me había anunciado, sino que dije solamente: "Buenos días", y pregunté por el señor embajador Rakic. Ninguno se movió y uno, sin levantar los ojos de la mesa, me contestó:
-No está.
-¿Sabe cuándo vendrá?
- No lo sé.
-¿Puede decirme si se encuentra en Roma o está ausente?
- No sé.
-Bueno, señores - dije y salí por el patio del Palacio Farnese. A medio patio me alcanzó un joven, bastante alto, me llamó por mi apellido y pidió que me detuviera. Me detuve y le miré en la cara.
- ¿Me conoce? Bueno, como podría...
-¡Oh, Rastko! ¿Eres tú?- . Se sonrió.
- Sí, soy yo - y empezó a disculparse.
-Me avergüenzo a más no poder de cómo se lo atiende en nuestra legación, que ha de abandonar así. Estaba en mi despacho, a cuya puerta daba usted la espalda cuando entró y preguntó por Rakic. Y ellos de ese modo... ¡qué vergüenza! Soy un funcionario subalterno y no pude intervenir.
-No importa, Rastko. Ellos no me conocen y el embajador por quien pregunté no está; está terminado el asunto, pues.
-No está bien, por favor, y no es verdad que no lo conocen ni tampoco es exacto lo otro, que... He ahí la impertinencia. ¿Cuántos días permanecerá en Roma? - preguntó Rastko.
-Mañana por la mañana salgo para Fiuggia y allí permaneceré dos semanas
-¿De regreso se quedará en Roma y sería posible que nos veamos y conversemos?
Díjele, al despedirnos, que me quedaría un par de días en Roma antes de regresar y que lo vería con mucho placer.
Se trataba de Rastko Petrovic, hijo de Mita Petrovic, oriundo de Voivodina, cuya casa solía visitar y fui amigo de su hija Nadezda, pintora talentosa. La familia entera era versada en bellas artes. Rastka, el benjamín de Mita, podría tener ocho o nueve años cuando yo iba a su casa, desde entonces no lo había visto. Ahora, ya crecido, lo reconocí por ser imagen de su padre.
Cuando volví de Fiuggia, llamé a Rastko, quien me visitó en mi hotel y cenamos juntos. Me contó, o mejor dicho me explicó, por qué me habían atendido de ese modo en la legación.
Cuando fui anunciado, Rakic estaba en su despacho, se levantó y profirió:
-¿Qué quiere éste aquí?
Luego me contó que Rakic y todos los de la legación estimaban que la separación de Croacia era un hecho consumado y hasta querían colocar en la fachada de la legación el escudo servio e izar la bandera servia. Por eso le extrañaba a Rakic mi visita a la legación. No obstante, habían enviado a una mujer, J. Hristic, tras de mí a Fiuggia, alojada en el mismo hotel, para observar con quiénes me reunía. Era hija de un tal Hristic, ex ministro de Obrenovic, que vivía en Italia como cantante y, además, era espía de la legación.
DICTADURA DEL REY ALEJANDRO
(El 6 de enero de 1929 el rey Alejandro había abolido la constitución seudodemocrática, prohibió los partidos políticos e implantó su dictadura personal. Mestrovic desaprobó públicamente ese curso político antidemocrático inaugurado por el Rey).
Al llegar a Belgrado primero fui a ver al ministro de la Corte para informarme si había llegado el material para el busto, despachado de Zagreb, y para enterarme a qué hora me recibiría el Rey. Dragomir Jankovic, ministro de la Corte, era un hombre amable pero deprimido: Nos conocíamos bien y desde mucho tiempo, le pregunté qué le pasaba. Me contó entonces que él se desempeñaba en la Corte desde el entronamiento del rey Pedro, que era leal a la dinastía y que había hecho cuando estuvo a su alcance por el bien dinástico.
-Y ahora me retribuyen de ese modo - añadió- únicamente haberme atrevido, con la mejor intención, a expresar mi opinión.
-Pero, ¿qué pasó?
-"El Gospodar me echó. Me dijo que a partir del primero no ocuparía este puesto. Me importa un comino. Acaso sea mejor para mí, pero el modo... como si fuera un criado. Como a un criado, como a un perro". Dragomir apretaba los dientes para no romper en llanto.
-Y ¿por qué?
Bueno, le diré, por haberle aconsejado que no infrinja la constitución, que en eso siguiera la huellas de su padre y, amigo mío, que entendiese con los croatas. Cómo entenderme con los croatas - me contestó- cuando ellos quieren constituirse como si fueran un Estado dentro del Estado. Pues, no me dará órdenes Macek[8] - Chillaba.
-Si nosotros no cedemos en nuestra causa servia, ¿por qué obligarlos a ceder en su causa croata? ¿Por qué no habrían de tener ellos su autonomía, su parlamento (Sabor), su ban (virrey) y su bandera, si lo quieren, si tal es su tradición? - contesté al Rey.
-No, jamás lo consentiré - me dijo el Rey: ¿Es qué habremos de ver, desde Kalemegdan, ondear la bandera croata en Zemun, como lo exige Macek?
-Al tratar de calmarlo, advirtiéndose que lo que se estaba tramando podría resultar fatal para él y para el Estado, me dijo: "Váyase", Yá ve usted por qué me echó. Y todavía vuestros croatas cuentan que Punisa salió de mi despacho para disparar en el Parlamento contra Radic y sus diputados.
-¿No es verdad eso, señor Jankovic?
-Formalmente es verdad, pero no en el sentido insinuado. Punisa podía acudir y acudía a la Corte cuando le daba la gana, y podía entrar por aquí o por la puerta principal. Aquel día fatal no pasó por aquí, pero por aquí salió sin saludarme. Ese es la pura verdad.
ATENTADOS CONTRA SUFFLAY Y BUDAK
Cuando el 18 de febrero de 1931 fue asesinado, en el centro de Zagreb; el profesor Dr. Milan Sufflay,[9] cundió en la ciudad gran excitación, no solo a causa de su personalidad, sino también por los métodos empleados por el régimen para deshacerse de los desafectos. Se llegó a saber que lo ultimaron agentes policiales y pronto quiénes eran. Y otros indicios hubo de que el asesinato de Sufflay se perpetró por orden de las autoridades estatales. El mismo Rey, por ejemplo, dijo al Dr. Rittig, cuando éste le visitó para quejarse de tales métodos:
-Hubo que matarlo, pues era un agente italiano.
-Al agredir los mismos agentes el 7 de junio de 1932 a Mile Budak,[10] fracturándole el cráneo, vino a mi casa temprano por la mañana el amigo Trumbic. Me informó que esta misma madrugada le habían comunicado por los tales sujetos "patriotas" se habían sorteado a los dados quién debía matarlo a él, Trumbic, y quién a Macek. Su informante le suministró incluso los nombres de los ejecutores. No le pregunté quién era el informante, pero me parece que lo fue Vasiljevic, subjefe de la policía de Zagreb, quien era de Croacia, de origen servio, y el Comité Yugoeslavo lo había sacado del cautiverio durante la primera guerra mundial. Trumbic claro está, estaba inquieto sin perder su presencia de ánimo, con todo estar bajo la impresión de que el asesinato se perpetraría.
-No sé cómo cuidarme, pues de noche pueden irrumpir en mi hogar y matarme en la cama.
Lo acompañé hasta su domicilio y luego me fui a la Gobernación a ver al gobernador Perovic. Estaba enfermo y guardaba cama. Encontré a su secretario Vojnovic, que ocupaba el mismo cargo durante la gestión de Silovic. Por éste, y por otros conductos, sabía que Vojnovic era un espía del régimen en la Gobernación. No quise, por lo tanto, decirle a Vojnovic el motivo de mi visita, e insistí en hablar personalmente con el gobernador. La señora Perovic a duras penas me dejó pasar, pues su marido, en efecto, estaba muy afiebrado. Le referí el caso de Trumbic, solicitando que comunicara bajo clave inmediatamente al Gobierno lo que había oído de mí. Me prometió hacerlo en el acto. Pero, no seguro yo de que eso daría resultado, me cité con el cónsul francés en mi casa. Le conté el asunto, rogándole informara sobre el particular también a su colega inglés. Fui luego a ver a Jovo Banjanin[11], lo puse al tanto y le pedí que inmediatamente se trasladase a Belgrado y allí solicitara una audiencia urgente con el Rey, para comunicarle la noticia y su fuente. Así lo hizo Banjanin. Alejandro me agradeció luego "por haberse evitado una desgracia más".
Trumbic no tenía buena salud y esa amenaza lo abatió más. Para sacarlo de su estado apático, y en parte de la inseguridad, sin su conocimiento escribí a Benes, sugiriéndole que Masaryk podría invitar a Trumbic como huésped, y a este último le aconsejé que se fuera a las termas de Karlovi Vary (en Bohemia). Pensaba que Trumbic, una vez recuperado, se sentiría más seguro a su regreso. No mencioné la situación económica de Trumbic (percibía tan solo 3.500 dinares por mes como pensión), pero Benes lo sabía por otros canales. Benes me contestó que el Presidente de la República no podría invitarlo, en estos momentos, pero que el Gobierno checoeslovaco le brindaría la posibilidad de permanecer a su cargo a Karlovi Vary todo el tiempo que desease. Trumbic, desde luego, rehusó, y yo me sentí ofendido por la respuesta de Benes. La postura de Masaryk pudo haber sido motivada por ciertas disensiones entre él y Trumbic, o, lo que es más probable, por miramientos al régimen de Belgrado.
ENTREVISTAS CON EDOUARD HERRIOT Y ALEXIS LEGER
(Mussolini, aprovechando el descontento de los croatas contra la dictadura del rey Alejandro, en momentos que Francia, abrumada por la presión del Tercer Reich, procuraba fomentar la normalización de las relaciones entre Roma y Belgrado, puso como condición previa las cesiones territoriales en la Provincia adriática croata de Dalmacia Por consejo de los políticos croatas, Mestrovic, con motivo de su exposición organizada en París en 1933, visitó a influyentes personalidades de París y Londres.)
Poco después de mi llegada a París, en marzo de 1933, visité a Edouard Herriot. El jefe de los radicales socialistas que en 1932 era presidente del gobierno y ministro de relaciones exteriores, desempeñaba, fuera del gobierno también, uno de los papeles principales en la vida política de Francia. Me recibió en su gabinete en la Asamblea Nacional. Cordial y desenvuelto, apenas me senté, por encima de su pipa me dijo:
-Sé por qué viene. Los puercos italianos reclaman vuestra Dalmacia. Inquirí enseguida si tenía conocimiento de la misión de un coronel francés, (que últimamente había visitado Sofía, Belgrado y Zagreb) y si ésta se cumplía con el consentimiento del gobierno y del Estado Mayor francés. Lo confirmó y me dijo que conocía su conversación conmigo. Luego declaró que la situación de Yugoeslavia dista mucho de ser halagüeña, tanto en el interior como en el exterior. Censuró al Rey y a la dictadura con palabras terminantes.
-Los de Belgrado se enloquecieron de megalomanía y nosotros tenemos otros asuntos más urgentes que defenderlos de los italianos. Dos veces impedimos que os ataquen y no sé hasta cuándo lo querremos y podremos hacer, pues Hitler y el nazismo están cobrando tanta vigor que nos preocupa diez veces más que el conflicto yugoeslavo-italiano. Transmita eso a vuestro "Alejandro el Magno" y dígale que tenemos asuntos más apremiantes que protegeros de los italianos. Que él resuelva, el problema servio-croata y los italianos la pensarán dos veces antes de atacarlos aisladamente. Sin eso, Mussolini opina que el atacarlos equivaldría a un paseo.
Terminada la conferencia, Herriot me envió a Léger[12], director del Quai d'Orsay quien me informaría de cuanto los franceses habían gestionado en Belgrado con respecto a la solución del conflicto servio-croata.
Al día siguiente visité a Léger, en el Quai d'Orsay. Me recibió amablemente, diciéndome que Herriot le había anticipado mi visita. Me hablaba de sus preocupaciones cada vez más graves a causa del creciente poder de Alemania, que se expande con increíble rapidez, y por su capacidad de organización. Luego declaró que ellos tampoco subestiman el poder de los italianos, "como lo hacen, al parecer, vuestros factores responsables". Quizá Mussolini no haya logrado hacer de los italianos valientes soldados, pero están bien armados, mientras que a ustedes les falta mucho y, de añadidura, están desunidos. En este sentido hicimos reiteradas gestiones y dimos consejos amistosos. Vuestro Rey posee una increíble autosuficiencia. Por otra parte, empero, sabemos que él es el único entre los servios a favor de Yugoeslavia. En general, todos los servios son megalómanos y quieren su Gran Servia. Entretanto, a nosotros no nos interesa ni Servia ni Croacia, nos interesa Yugoeslavia y por eso contribuimos a su creación".
Luego me dio a leer las instrucciones remitidas a Naggiar, su embajador en Belgrado, y la respuesta de éste. Se le instruía que dijese al Rey, "en forma cortés pero seria", que el gobierno francés está muy preocupado por el conflicto yugoeslavo- italiano y por las relaciones internas entre croatas y servios, aconsejando amistosa pero seriamente una pronta solución del conflicto croata- servio. En su informe Naggiar comunicó haber visitado al Rey, quien acogió con benevolencia la sugestión, pero le pidió que informase a su gobierno que le dejara el tiempo requerido por el problema que constituye una de sus preocupaciones primordiales. Luego el Rey habría prometido dar a los croatas cuatro carteras ministeriales y la autonomía a Croacia. Léger me preguntó qué pensaba yo de la autonomía y si los croatas quedarían satisfechos con ella.
Le contesté que a él, francés, y dada la organización interna de su país, le parecería tal vez mucho, pero que yo estimaba que la simple autonomía no satisfaría a los croatas. Además, habría que ver de qué clase sería y qué alcance tendría esa autonomía y en qué medida se respetaría sus fueros.
Léger se encogió de hombros y replicó:
-Tiene usted razón. Se trata de los Balcanes.
Luego me contó que él, en general, dirige todos los asuntos, por estar "el titular del ministerio de Relaciones Exteriores, Joseph Paul Boncour, atareado con Ginebra, donde se halla en este momento, pero tan pronto regrese, seguro que me recibirá gustosamente y conversará conmigo. Se expresaba elogiosamente de la capacidad de Naggiar, diciendo:
-De no estar en Belgrado, se sentaría aquí, junto a mí. El es oriental, de modo que podrá en Belgrado entenderse y negociar mejor. Lo enviamos a Belgrado confiándole la misión de contribuir a la solución de vuestro problema interno.
A continuación recalcó que ellos seguirán aconsejando a Belgrado para que se solucione el problema interno.
-Visite de vez en cuando a Naggiar en Belgrado; le mandaré instrucciones de que le comunique todo lo vinculado al problema, sobre todo nuestros mensajes y las respuestas del Rey.
Volviendo a las tensas relaciones entre nosotros y los italianos, se quejaba de la postura inglesa. "Toda vez que proponíamos intervenir ante unos y otros a fin de atenuar la tirantez, consentían hacer gestiones conjuntas en Belgrado, pero jamás se avinieron a dar pasos mancomunados en Roma". Al término de la entrevista declaró:
-En este momento también la situación se presenta muy turbia y no sabemos lo que Mussolini será capaz de emprender contra vosotros.
ENCUENTRO CON SVETOZAR PRIBICEVIC EN PARIS
Precisamente en esos días, en 1933, Pribicevic[13] publicó en París; en francés, su libro "La Dictature du Roi Alejandre". Me llamó por teléfono preguntando si podríamos encontrarnos, dónde y cuándo. Le propuse encontrarnos en mi exposición. Me preguntó si no me desagradaba aparecer en público con él. Le respondí que no, y nos dimos cita para las once. Poco después me telefoneó de nuevo y solicitó que cambiara el lugar y la hora de la entrevista, pues lo siguen paso a paso los espías de Spalajkovic[14] y, además, quería hablar conmigo larga rato a solas y sin ser molestados. Convinimos en que él llegaría a eso de las seis de la tarde a mi hotel.
Llegó puntual; parecía flaco, nervioso y desgraciado. Nos encontramos en el salón del hotel y apenas habíamos cambiado unas palabras propuso que subiéramos a mi cuarto. Así lo hicimos y apenas sentados, Svetozar me dijo que quería hablar conmigo extensamente acerca de su experiencia con los servios, especialmente con el Rey, de su carácter, de sus concepciones personales y granservias, luego de la incapacidad de los croatas de entender a los servios de Servia para defenderse adecuadamente. Radic fue el único - me dijo - quien había comprendido sus métodos. Por eso lo asesinaron y ese crimen no fue perpetrado sin el conocimiento de Alejandro, pues tenía prisa de que tras Baja[15] desapareciera también, Radic, y poder así ser, además de rey, el conductor del pueblo.
Al contestarle que no sabía quiénes habían participado en la preparación del asesinato y movido la mano de Punisa, pero que me era difícil creer que pudo haberse hecho con el conocimiento del Rey, pues no le convenía ahondar aún más el abismo entre croatas y servios, Pribicevic me dijo:
-El no ve las cosas así. Su propósito es que todos se enemisten entre sí, se vuelvan unos contra otros para erigirse luego en única árbitro al que todos recurrirían en demanda de favores. De ese modo justifica su dictadura, que desde tiempo maquinaba con Pera[16]. Punisa fue mero instrumento y la bala la dispararon todos los granservios no sólo contra Radic, sino simbólicamente, contra todos los croatas. Me extraña que usted no comprenda eso, aunque no sea un político.
-Pero, ¿qué clase de política es esta que piensa que los problemas "se resuelven con balas, sobre todo entre quienes deben vivir bajo techo común?
-Ellos piensan así. Eso es su tradición y su temperamento balcánico. Svetozar me miraba durante todo ese tiempo como si pensara que yo lo entendía o que no tuviera confianza en él. Cuando lo noté, le dije:
-Señor Svetozar, su hermano Milan es mi amigo y siempre conversamos como hermanos, sin rodeos y con total confianza recíproca, aunque disintamos a veces. Sin embargo, entre nosotros dos, entre usted y yo, se levanta un muro, hay algo que es preciso dilucidar antes de poder hablar como amigos y hermanos.
-Lo mismo experimenté yo durante años y años, incluso después de aquella tragedia en el Parlamento cuando conversamos en Zagreb. Empero, mi pecho estaba expuesto junto con el de Radic en el recinto parlamentario y por la misma causa.
-Es verdad, señor Svetozar, y eso lo honra, pero hay un asunto anterior que me molesta. Usted sabe que desde hace bastante tiempo no quería retribuirle el saludo, es decir no lo hice hasta hace poco, cuando usted vino a mi mesa en el restaurante Grudski Podrum de Zagreb.
Seguidamente le conté lo que me había relatado Protic[17] sobre su reiterada propuesta en el consejo de ministros de mandar una expedición e punitiva a Croacia, pues los croatas no querían reconocer haber sido liberados por los servios ni lo reconocerían hasta tanto no fuesen sometidos por la fuerza. Le pregunté si eso se ajustaba a la verdad. Me contestó que sí. Luego le pregunté: ¿Es cierto (lo que Mons. Ritting me había contado) que usted quiso ya en 1918 asesinar a Radic, u organizar su asesinato, después de haberse opuesto en el Consejo NacionaI a su propuesta para consumar aquella modalidad de unión con Servia? De eso se había enterado Mons. Ritting, por lo que sacó a Radic del Parlamento de Zagreb por la puerta trasera y lo ocultó varios días en sus aposentos de la parroquia.
-Todo eso es cierto, pero estaba entonces en delirio y exaltado, como los demás, y no sólo servios sino croatas también. Temíamos que se frustrase la unión y que, al no consumarse muy pronta, pudieran intervenir otros. Todos estábamos locos, no sólo yo, sin presentir a dónde íbamos ni con quién tendríamos que habérnoslas. Admito que durante años estuve en este error. Creía ser ministro y ejercer el poder hasta que descubrí haber estado todo ese tiempo sólo un figurón del Rey.
A continuación me narró varias fases y sucesos que le abrieron los ojos, a punto que se hizo más radical que el mismo Radic, y no ver otra salida que la unión de los servias radicados en Croacia con los croatas y el derrocamiento de la hegemonía servia, incluso el destronamiento del rey y el establecimiento de la república confederada. Si los servios de Servia no accedieran, allá ellos, que vivan como quieran en su solar ancestral y nosotros aquí, unidos en la Croacia y otros territorios que formaran parte integrante de la monarquía austro-húngara.
-¿Y su proselitismo servio, señor Svetozar? ¿Recuerda con qué terquedad insistió usted en 1905, en Rijeka, durante las discusiones sobre la Resolución de Rijeka, en que se subrayase la individualidad servia en Croacia?
-Sí, lo recuerdo. Ahora lo veo con más calma. Nosotros los servios, en el Triunicato[18], en ningún caso, en ninguna combinación, podemos separarnos de Croacia, mientras que una Croacia disminuida va contra nuestros intereses, pues nos menoscabaría. Por lo tanto, nuestro destino está unido al de los croatas. Por lo demás, tampoco antes fuimos desatendidos en Croacia; el lugarteniente del virrey fue siempre un servio, y hasta el presidente del Parlamento croata fue servio, - ¿se acuerda de Medakovic? - y los croatas, debo admitirlo, nunca hacían cuestión de eso. Y ahora, vió usted, ¡qué trato se da a los croatas en Belgrado! A nosotros los servios radicados en Croacia no puede sino agradarnos y convenirnos que se nos incorpore Bosnia y Voivodina, puesto que aumentará nuestro número e influencia y la igualdad descansará sobre basamentos aún más firmes.
Al cabo de esta exposición, Svetozar abordó nuevamente la situación imperante en el país, se refirió de modo particular al Rey, a su educación deficiente, a su carácter irascible como pérfido y especialmente a su dictadura, destacando que mientras vive el Rey hará todo lo posible contra la vigencia de la constitución y del parlamento. Esquivaría el problema croata y jamás le dará una solución justa. Si advierte que las cosas no marchan, tratará de acordar a la Croacia territorialmente reducida una especie de autonomía con menos facultades que en la unión con los húngaros.
Después de la aclaración inicial, nuestra conversación de desarrollaba sin asperezas y en un clima de plena confianza mutua. Nos quedamos hasta la medianoche y, platicando, nos habíamos olvidado de la cena. Nos despedimos muy cordialmente y cuando le apreté la mano, sentí cierto dolor en mis adentros, quizá por su lamentable estado físico y psíquico. Estaba muy débil, y su mirada era inquieta y atemorizada. Me pareció que temía incluso por su vida.
Pocos días después de la avenencia Cvetkovic-Macek[19] nos encontramos el Dr. Curcin[20] y yo en Belgrado. Cenamos en el restaurante Srpski Kralj (Rey servio) Después de cenar, nos invitó el Dr. Bogdan Popovic a pasar a otro rincón de la sala, donde tenían su peña los académicos, que semanalmente se reunían allí.
Estaban presentes: el profesor Slobodan Jovanovic, Bogdan Popovic, Guta Protic, Misa Trifunovic y el Dr. Nikola Stojanovic, quien asistía su calidad de secretario del recién fundado "El Club servio", presidido por Slobodan Jovanovic[21].
Conocía bien a Slobodan Jovanovic y estábamos en buenos términos. Parecía favorecer la normalización de las relaciones servio- croatas. Cada verano lo pasaba en la isla Hvar y nos encontrábamos en Split. Cuando nos sentamos, Slobodan Jovanovic se dirigió a mí, con esa su voz de eunuco, y me dijo en tono asaz brusco:
-¿Hasta cuándo ustedes los croatas seguirán matando a los servios en Zagreb?
Lo miré asombrado y sonriéndome le contesté:
-Hasta ahora sabíamos que se mataba únicamente a los croatas, cika Slobodan, pero yo opino que no se debería matar ni a unos ni a otros. ¿Y por qué se excita tanto por dos hombres? Cierto, todos deberíamos inquietarnos por cada vida humana. Aquí se trata, por lo que he oído, de un policía, notorio por su brutalidad, a quien alguien mató de noche por motivos de venganza personal. Otro hombre muerto, según dicen, fue tomado por un agente policial. Debemos lamentarlo todos, pero ¿qué se le va hacer? Este cambio es una pequeña revolución, en la que perecieron dos hombres, uno culpable, otro justo, como suele ocurrir en revoluciones. El Dr. Macek se quejaba en mi presencia de este accidente y lo condenó. Se busca a los culpables.
-El segundo, en efecto, fue muerto sin intención y por confusión. Fue confundido en la oscuridad con un policía que torturaba a los detenidos. Es un pariente lejano de mi mujer y estamos informados de que fue muerto por error - comentaba el Dr. Nikola Stojanovic.
-Pero nosotros no permitiremos que en este país se pueda matar a los servios. Si fuese necesario, sublevaremos a los servios y correrá la sangre a raudales - rugió cika Slobodan.
-No se debe matar ni a los servios ni a los croatas, Cika Slobodan, ni a nadie. Usted no se inquietó, o por lo menos no se hizo oír, cuando se mataba a los croatas. En Senj, los gendarmes mataron a la gente como si fueran liebres, y como si tal cosa. Ninguno de ustedes dijo ni pío, no levantó la voz de protesta, aunque se imaginaran que sangre clama sangre[22].
-Aquello era otra cosa. En defensa del Estado se comete cualquier cosa - replicó el señor Slobodan Jovanovic.
-¿Quién le dice que así se defiende al Estado y que ése es el camino correcto? - le contesté.
En ese momento Misa Trifunovic[23] me tomó de la mano, diciéndome quedamente.
-Deje, hay que echar agua en el fuego, ya que de otro modo se sublevarán, en efecto, los servios, como lo dijo el señor cika Slobodan. Entonces, ísálvese quien pueda! Usted no conoce a los servios.
-Los conozco, señor Trifunovic, mas no se puede exigir de los demás que se callen mientras se los golpea. Negociar y amenazar con cuchilladas y el derramamiento de sangre, eso no. Todas llevamos al demonio bajo la piel.
-Usted, en efecto, se excita por un incidente insignificante, aunque lamentable, y junto con nosotros deseaba se llegue a un acuerdo - -dijo el Dr. Curcin a Slobodan.
-Sí, naturalmente, pero no deseaba esta Avenencia. Qué acuerdo... lo firmó un gitano... Ya lo veremos... Semejante avenencia no compromete a los servios - replicó Slobodan.
-Yo siempre dije, que la creación de un Estado común con las croatas era el mayor disparate. Debíamos tomar y anexar las provincias con las minorías servias en Croacia y dejar a los croatas en su terruño que hiciesen lo que se les diese la gana y se arreglasen como mejor supieran. Mantengo aún esta opinión; y, finalmente así será - terció el señor Protic con tono sumamente autoritativo.
Se hizo un silencio al parecer aprobatorio.
-Estamos divididos, divididos - prosiguió cika Slobodan; divididos por la religión y por la mentalidad. Eso se debe atribuir al pasado dé los de allende (croatas) y a ambas Iglesias, principalmente a la católica, cuyo jefe reside en el extranjero. De ahí todas las querellas y la intolerancia - peroraba Slobodan.
-Sólo en parte, señor Slobodan. Ya que insiste, le diré dónde está, mayormente, la culpa intelectual y dónde el semillero del chovinismo: en su Academia "de ciencia pura". Sus académicos escriben y ustedes publican que si hay croatas en Bosnia y Herzegovina los había "importado Austria". Y usted todavía quiere que nuestros hijos lo acepten y lo crean como una verdad histórica, no obstante las tumbas de sus antepasados que se remontan a la época anterior a la llegada de la población ortodoxa. En consecuencia, ustedes los intelectuales y vuestra Academia de Ciencias son el semillero principal del chovinismo; otros, ignorantes, os siguen y porque os consideran su faro.
Pronto nos marchamos. Al despedirse, Bogdan Popovic[24] expresó el deseo de cenar al día siguiente a solas conmigo y el Dr. Curcin. Así la hicimos. Bogdan estaba de capa caída, pero comedido y amable. Al punto empezó:
-Quería que nos viésemos y conversásemos. El problema es grave y, si se quiere, triste. Sin embargo, Slobodan y usted asumieron un tono que excluía una discusión académica elevada. Slobodan es hombre inteligente, pero estaba excitado por lo que ocurrió en Zagreb y empezó en tono cortante y usted le replicó de igual modo y le dijo cosas que dolieron no sólo a él sino a todos. Especialmente nos dolió lo que usted dijo de Bosnia, que nosotros ya un siglo llevamos en nuestro corazón.
-Le creo, profesor, pero la llevamos también nosotros. Mi familia es oriunda de Bosnia y de allí procede la mitad de Dalmacia. Por eso no tenemos que mirarla como a una manzana que quisiéramos poner en la alforja. Ante todo, ni ustedes ni nosotros debemos considerarla de tal modo que se convierta en la manzana de la discordia.
-Es cierto lo que está diciendo, pero nuestra gente está acostumbrada, ya desde Karageorge, a considerar a Bosnia como su provincia y no toma en cuenta si allí viven también otros que no son o no quieren ser servios.
-¿Y quién tiene culpa si ustedes no dicen la verdad a su pueblo? - Usted, empero, dijo ayer a Slobodan que los servios son advenedizos en Bosnia.
-No empleé ese término: dije que vuestros colegas los académicos- escriben y ustedes, esto es la Academia Servia de Ciencias, publica que los croatas en Bosnia fueron "importados" por Austria. Y eso es una burda mentira. Usted, como hombre instruido, sabe que no es así, lo que, además, puede, si quiere, verificar incluso en los documentos servios, ya que todos los historiadores servios no son como Stanojevic.
-No soy historiador. Tal vez algún historiador exagere, pero es exacto que en Bosnia hay dos veces más servios que croatas.
-Será así, sí usted por croatas toma únicamente a los católicos. Sin embargo, también es cierto que los servios en Bosnia no constituyen ni la mitad de la población total. Entonces, ¿qué hacemos?.
-Usted toma en cuenta también a los "turcos" [25] o, como los llaman los bosniacos, Muje.
-Puede llamarlos Muje o Alije, no importa, ellos están allí, son aborígenes, viven en las tierras ancestrales y son sangre nuestra.
-En su fuero íntimo se consideran turcos. En su corazón miran no hacia Zagreb o Belgrado sino hacia Estambul. Su número no cuenta ni para vosotros ni para nosotros. Sé que a los servios los odian y uno que otro simula ser croata, aunque no lo es.
-Es cosa de ellos. Ellos sabrán mejor que nadie qué son y en favor de quién están. Sin embargo, les asiste el derecho divino y humano de estar en un pie de igualdad con sus demás coterráneos.
-En todo caso, ellos son de importancia secundaria; lo grave es que los croatas nos odian y nada quieren con nosotros.
-No los odian, profesor, o por lo menos no la mayoría abrumadora; es que estamos litigando y usted sabe por qué. No preste oído a los cuentos; vaya a Zagreb y pase allí algún tiempo, conozca a la gente, hable con ella y verá en qué consiste la cosa.
-No quiero, amigo, ni puedo. Tampoco antes de la unificación me detenía en Zagreb más de un día y, desde que estamos juntos menos aún. No dije que usted nos odiará u hombres como usted. Pero, una golondrina no hace verano. La mayoría nos odia, y en eso estamos. Ni siquiera nos toleraban los de Hvar cuando iba a veranear allí con Slobodan.
-No quieren estar sometidos a Belgrado, señor profesor, lo que no significa que no quisieran estar con Belgrado en un pie de igualdad. Usted se ha puesto en la cabeza que únicamente los croatas están descontentos. Yo, en cambio, como muchos croatas, accedería que en Bosnia se consultase sólo a los servios si quieren ser gobernados como hasta ahora y sometidos a Belgrado o preferirían gobernarse a sí mismos. En caso de inclinarse a seguir sometidos a Belgrado, anexen a Bosnia.
-Sé y lo sabemos todos que no lo votarían. Todos nos odian: croatas, bosniacos y montenegrinos, incluso ustedes los Lale[26] - dijo dirigiéndose al Dr. Curcin.
-No odian, sino no quieren que se los oprime y explote - replicó el Dr. Curcin.
Nadie quiere estar con nosotros; váyanse, pues todos con quien quieran.
-¿Qué significaría eso ahora? - exclamó el Dr. Curcin.
-Significaría: la Servia de antes de Kumanovo. Tal cual. Entonces estabamos más tranquilos y más felices, vivíamos mejor que ahora.
IMPRESIONES DE UN ENVIADO DE MUSSOLINI EN DALMACIA
(Cuando el derrumbe del Reino de Yugoeslavia, Mestrovic se hallaba en Split y, después de su ocupación y anexión por Italia, se trasladó a Zagreb, donde pasó varios meses encarcelado, acusado por las autoridades del Estado Independiente de Croacia de planear su fuga a Londres. A instancias del Papa Pío XII recobró la libertad, y en 1942 se albergó en el instituto croata de San Jerónimo en Roma y de ahí partió en el año 1943 a Suiza, donde permaneció hasta la terminación de la guerra.)
En Roma, mis viejos conocidos italianos no me invitaban a sus casas, "ni yo tenía, por otra parte, muchos deseos de salir. Una vez hubo de aceptarla a una joven señora la invitación a cenar en su casa. Hija de unos amigos míos, a quien de niña tuve en mi regazo, durante mucho tiempo me llamó "tío". Su padre era italiano y rusa la madre. Se casó con un profesor, a la sazón alto funcionario en el ministerio de educación y como tal, por supuesto, afiliado al partido fascista. Estábamos los tres solos. Después de cenar mi "sobrina" insistía en que su marido me informara acerca de su misión en Split y Sibenik. Volpicelli - tal el apellido de su esposo - se sentía incómodo, pero cedió ante la insistencia de su mujer. Conforme que hacía un mes Mussolini le pidió que se trasladara a Dalmacia, sin decir al gobernador Bastianini en Zadar o a quien fuera el motivo de su viaje ni quien lo enviaba. Le encargó investigar minuciosamente cuántas familias auténticamente italianas había en Split y Sibenik. Volpicelli pasó más de quince días en Sibenik y Split, hurgó en todos los registros, hasta doscientos años, y más, atrás y comprobó que en Sibenik vivían únicamente ocho familias auténticamente italianas y en Split sólo tres, de las que dos no tenían ya ni una gota de sangre italiana. Una había llegado de Sarajevo hace cosa de ciento treinta años, la raíz de su apellido era turca y una mitad de los miembros de esa familia se sentía croatas y la otra italianos. Al enterarse de ello, Mussolini miró con asombro, como si fuera imposible, y cuando Volpicelli le explicó de qué modo había recabado los datos referidos, empezó a gritarle:
-Aunque no haya ni un solo italiano, expulsaré al último croata y colonizaré allí a los italianos.
Me contó cuán sorprendido fue, al igual que los oficiales y los profesores italianos, con quienes se encontró, de la alta conciencia nacional de los croatas, cuyo nivel cultural es superior al italiano.
-En Split hay dos escuelas secundarias mejores que las de Roma y las jóvenes de Split tienen más instrucción que las mujeres de nuestros oficiales.
De las autoridades de ocupación había oído que la oposición popular crecía de día en día y que ,sus medidas eran demasiado severas; varios fueron fusilados y, entre ellos, unos cuantos colegiales que manifestaban contra la italianización de las escuelas. A los fascistas se le atribuía las medias drásticas, pues en Italia había también doble vía: el ejército y los fascistas, siendo más influyentes éstos. Me advirtió Volpicelli que un italiano, enviado como director del liceo clásico en Split, le había dicho que mi hijo mayor había provocado "un incidente grave" con el retrato del Rey o de Mussolini, lo que pudo haberle costado la vida, pero él no quiso indagar más - era padre también-; aconsejó a mi esposa, eso sí, retirar al muchacho de la escuela y pagarle clases particulares. Ella así lo hizo, pero, no obstante ello, persistía el peligro de que se descubriera el incidente y que el muchacho lo pasara mal. Por ello, Volpicelli me aconsejó llamar a toda mi familia so pretexto de pasar la Navidad conmigo. Así hice y mi mujer con tres hijos obtuvo el permiso de reunirse conmigo.
STEPINAC ACERCA DE LAS RELACIONES DE DRAZA MIHAILOVIC CON LA ITALIA FASCISTA
-Poco antes de conseguir trasladarme a Suiza llegó a Roma por poco tiempo el arzobispo Stepinac. Llegó en avión y me confió el motivo de arribo, esto es, hacer entrega al Papa de todos los documentos relativos a los crímenes y fecharías cometidos por los nazis y fascistas en nuestro territorio, incluyendo la parte anexada de Dalmacia: Había remitido secretamente instrucciones a todos los párrocos para que le enviasen, en forma secreta también los documentos pertinentes. Respondieron el 85% y Stepinac, con todos esos informes en su portafolio, voló a Roma para entregarlas al Papa.
-¿Por qué no los envió con su secretario?
-No lo hice, porque considero que sólo debo arriesgar a mi vida y no la ajena, y estoy seguro que la habría perdido en caso de sorprenderme los alemanes.
Esta vez Stepinac estaba muy nervioso y me contó que los nazis habían fusilado hace ocho días a su hermano por supuesta colaboración con los partisanos. Subrayó que los nazis y los fascistas se volvían cada día más crueles y la situación en Croacia más desesperada, en gran parte debido a las luchas entre los chetniks y los ustachi, suscitándose un odio nunca visto entre servios y croatas. Constató el hecho de que en ambos lados se está generalizando el odio. En prueba de que todos los servios no odian a los croatas me relató lo que le había pasado no hace mucho con un oficial servio. El aludido oficial lo visitó en la Curia y le dijo lo siguiente:
-Me envió el general Draza Mihailovic a entregar esta carta al general italiano[27]. Hasta Belgrado me acompañaron hombres de Mihailovic y me entregaron a los de Nedic, éstos a los alemanes que me acompañaron hasta Sarajevo y de allí hasta Zagreb, los italianos. En Zagreb los italianos me instalaron en el Hotel Esplanade, diciéndome que esperara hasta que volviesen a llevarme ante el general. Espera que te espera y hoy es el cuarto día. Me aburría, afuera llovía y abrí con cuidado la carta y cuando me enteré de su contenido, sentí vergüenza y decidí no entregarla, pase conmigo lo que pase. Excelencia, yo soy de Servia, juré fidelidad al Estado yugoeslava, pero esta carta es una traición de ese Estado y no quiero ya llevarla, sino entregársela a usted y que la guarde para la historia. Lo que me pasará, poco me importa; ya estoy hastiado de la vida al cabo de tantas calamidades e infamias.
-El hombre se fue y con la carta me quedé yo –terminó Stepinac.
- ¿Recuerda, Excelencia, de su contenido? - inquirí.
-Como no recordarlo; me acuerdo de cada palabra, pues la leí repetidas veces. Empieza con el título "Excelencia" y "Colega". Luego Mihailovic pasa al asunto destacando que las relaciones entre Italia y Servia fueron siempre no sólo buenas sino amistosas hasta que los croatas se incorporan al Estado Servio. A partir de ese momento se envilecieron y agravaron día a día. Actualmente, empero, ambos, servios e italianos, conocen a los croatas, de modo que ha llegado el momento para una colaboración íntima, pues "los objetivos perseguidos son idénticos: vuestros, el exterminio de los croatas de Dalmacia; nuestros, su exterminio en Bosnia y Herzegovina".
No nos ocupamos más de esta carta. Stepinac, como si la carta no contuviera nada nuevo para él, y yo prefería hablar de los documentos que entregó al Papa.
-¿Llegará el Papa, Excelencia, a leer los documentos entregados?
-Creo que sí, o su lectura la confiará a uno de los cardenales.
-Sabe usted que la mitad de los cardenales es profascista, de modo...
-Lo sé pero el Santo Padre no lo es y querrá oír la verdad, querrá estar informado.
-El Papa es italiano y no serán de su agrado las noticias desfavorables para los italianos.
-Dios santo, es italiano y, yo también, si fuera el Papa, ante todo sería croata, pero el Papa actual profesa principios tan elevados y tiene conciencia de su alta misión...
-Estoy convencido de eso, pero opino que sería conveniente entregar una copia al señor Miron Taylor, delegado de Roosevelt ante el Vaticano. Stepinac estaba de acuerdo y el señor Taylor me confirmó más tarde en Nueva York, que había recibido los documentos.
Stepinac había de salir a la media hora hacia, el aeródromo cuando llegó el ordenanza del Mons. Magjerec, rector del Instituto San Jerónimo, invitándole a cenar algo.
-No tengo tiempo y no me importa cenar. Puede traerme un pedazo de pan y un huevo, o algo parecido, lo que me pondré en el bolsillo y comeré en el avión.
Dos minutos después volvió el ordenanza y dijo al arzobispo que un sacerdote deseaba hablarle.
-Lo siento, pero no tengo tiempo, ya que dentro de cinco minutos debo salir - contestó Stepinac estrechándome la mano.
-Quédese, por favor, esos pocos minutos.
Entre tanto, el mozo regresó enseguida, y le entregó una tarjeta. Stepinac se levantó diciendo:
-Es un jesuita que viene de parte de su General, debo atender; quédese usted, regresaré en dos minutos.
Salió y, en efecto, volvió pronto, un tanto nervioso y me dijo:
-El general me previene de cuidarme, que los nazis tratan de eliminarme, pero ¿qué me importa? Y se despidió:
-Adios, es muy probable que no nos veamos más. Me matarán los nazis o los comunistas más tarde.
ENTREVISTA CON ALLAN DULLES
Un día me visitó Dragutinovic, funcionario de la Legación yugoeslava en Berna, quien, excepción hecha de un escribiente, era el único croata en la Legación, y me contó que su vida en la Legación se hacía insoportable, pues todos los días insultan a los croatas con los peores ultrajes, como si todos fuesen ustachas, tildándole a él también de ustacha, aunque por su rango venía después del embajador, y ustacha, desde luego, nunca lo fue.
El motivo de su visita no fue quejarse de ello, sino comunicarme que el señor Allan Dulles deseaba que los visitara, pues tenía un mensaje oficial de Washington para mí. Dulles era el enviado personal del presidente Roosevelt en Europa. Aquejado de flebitis, no me era posible acudir a la cita, de modo que le comuniqué que iría tan pronto me sintiese mejor y pudiese caminar. Mi enfermedad se prolongó y no pude moverme por un tiempo. Dulles me hizo saber nuevamente, por intermedio de Dragutinovic, que si no me atrevía a visitarlo en Berna, por las eventuales persecuciones contra mis familiares en el país, él vendría a Lausana y podríamos vernos en algún restaurante, de noche. No me quedaba otro remedio que ir, si bien con pies vacilantes. Llegué de noche a Berna y cené en casa de Dulles. Después de la cena, Dulles abordó el asunto, motivo de su cita, y me leyó las instrucciones de Washington junto con las preguntas que debía hacerme. Primero era una especie de explicación del porqué se dirigían a mí. Se me señaló que en los Estados Unidos había un crecido número de inmigrantes croatas y servios que reñían y se formulaban incriminaciones recíprocas en forma virulenta. Los servios acusaban a los croatas de haber traicionado a Yugoeslavia y haberse unido a los enemigos, y los croatas a los servios de haberlos maltratado y perseguido. Incluso la representación oficial yugoeslava en Washington denunciaba a los croatas. Los norteamericanos no saben a qué atenerse, quién tiene razón. Alegan que los inmigrantes croatas son más numerosos y que son ya sus ciudadanos, pero quisieran ser justos con ambos bandos. Estiman que yo les diría con toda objetividad cuáles son las causas principales que precipitaron el derrumbe de Yugoeslavia y motivaron conflictos tan violentos. Yo, según mi leal saber y entender, le expuse las causas. Luego me preguntó cómo el pueblo en Croacia había acogido el Estado Independiente de Croacia y la colaboración con los alemanes e italianos. Le dije mi impresión: que el noventa por ciento del pueblo croata saludaría a su Estado independiente, pero que el mismo porcentaje está contra el Estado ustacha sencillamente porque éste no es libre y no cree que jamás podría serlo bajo el amparo de Alemania e Italia.
La pregunta siguiente fue si era viable un entendimiento entre los croatas y los servios y el mantenimiento del Estado común. Le declaré que después de haber anhelado durante tantos años la unión, me era difícil y lamentaba mucho tener que dar una respuesta negativa, pero que no creía que después de todo lo pasado desde la iniciación de la vida en común y de lo que estaba sucediendo ahora fuera posible entendimiento alguno para preservar la comunidad estatal. Que era difícil creer que los croatas y los servios fuesen capaces de resolver por sí su conflicto y encontrar una solución juiciosa. Harían falta árbitros imparciales y desinteresados.
-¿Quiénes serían y cómo deberían actuar?
-Pues, los Aliados. Ustedes y los ingleses deberían desembarcar en Dalmacia. El pueblo entero los recibiría con júbilo y el ejército croata, los domobrani, se pasaría en el acto a los Aliados, como asimismo la mayoría de los ustachi, descontentos a causa de la anexión italiana de Dalmacia. Toda la población estaría de vuestro lado y los italianos se darían a la fuga al aparecer el primer soldado aliado, pues entraron mediante fraude sin disparar un solo tiro. En esta expedición invasora surtiría gran efecto la presencia de muchos soldados de origen croata, que son tantos en los Estados Unidos y el Canadá. Ellos se entenderían con el pueblo, le infundirían confianza e ímpetu. No deberían servirse de oficiales servios porque eso suscitaría sospecha entre la gente. Una vez ocupado el país por el ejército aliado, habría que instalar en Zagreb un gobierno croata presidido por el Dr. Machek, que cuenta con la mayoría, y en Belgrado un gobierno servio, aunque fuere bajo la presidencia de Nedic. La ocupación aliada debería durar hasta tanto se calmasen los espíritus y fueran capaces de pensar sobriamente, y luego hacer que el pueblo, tanto en Servia como en Croacia, votase por separado si quiere una comunidad estatal o no y qué tipo de régimen.
En síntesis, ésta fue mi respuesta a Dulles relativa a las preguntas oficiales de Washington.
Dulles me contó que, de los yugoeslavos, conocía al embajador Fotic[28], un hombre inteligente, y que le parecía partidario de una Servia más grande, de la que los croatas serían excluidos. Contesté que poco conocía a Fotic, pero que entendía que integraba la camarilla granservia, responsable número uno de la desintegración de Yugoeslavia. Le pregunté a continuación si se había encontrado con algún croata. Me dijo que una vez había conferenciado con Subasic, sin haberle dejado éste la impresión de hambre de mayor calibre, alegando, a modo de rectificación que tal vez eso haya que atribuirlo al deficiente conocimiento que del idioma inglés tenía Subasic, no pudiendo expresarse adecuadamente[29]. Quería saber qué representaba él. Le expliqué que era el ban de Croacia y que el Dr. Macek lo envió al exterior para que, junto con Krnjevic, representara a los croatas, y que sería lo más conveniente llevar a éste, en caso de producirse el desembarco aliado en Dalmacia, que es una provincia croata[30].
Dulles trasmitió a Washington lo conversado y no sé cómo el gobierno yugoeslavo en Londres se enteró y discutió el asunto en el Consejo ministerial el que, según supe más tarde, había resuelto publicar un comunicado declarándome "traidor", por haber propuesto ocupación foránea. Se habrían opuesto únicamente dos ministros, Jovo Banjanin y Srdjan Budisavljevic.
CRIMENES COMUNISTAS EN CROACIA
(Mestrovic al terminar la guerra desoyó los llamados zalameros de los funcionarios comunistas de regresar al país; se radicó en los Estados Unidos, renunció a la ciudadanía yugoeslava y optó por la norteamericana. Es profesor de Bellas Artes en la Universidad de Notre Dame.)
Unos días después de la entrada de los guerrilleros de Tito en Zagreb me llegó de allí un mensajero, conocido mío, que actuaba en la organización clandestina y durante toda la guerra trabajaba para los partisanos y era partidario del comunismo. Estaba moralmente abatido. Me contó que durante los primeros días de la llegada de los partisanos había poquísimas víctimas, hecho que a él y a muchos otros sorprendió gratamente, felices de que cesase el derramamiento de sangre. Luego centenares y centenares de personas fueron interrogadas y soltadas. El quinto o sexto día fueron citados nuevamente no sólo ellos, sino una multitud de ciudadanos, más de 16.000, y llevados al campo de concentración, cercado con alambrada de púas en la periferia de Zagreb. De allí desaparecían durante la noche en dirección a Sljeme. Allí los conducían al borde de los hoyos de la cantera, y ultimados a martillazos en la nuca, los arrojaban y enterraban. Igual que a los oficiales polacos en Katyn. Este es un pequeño fragmento del cuadro general de la "tercera liberación" de la infeliz Croacia, mientras que el cuadro entero comprende a Srijem, la Eslavonia oriental, donde los partisanos- chetniks exterminaban a la población croata. El broche lo constituye Bleiburg, donde los "libertadores" asesinaron a cuantos cayeron en sus manos: militares y civiles, hombres y mujeres, en una palabra a cuantos "el glorioso Poglavnik" había inducido a salir al encuentro de las tropas inglesas, en busca de su protección. Los ingleses se mostraron tan "humanos" que los entregaron a todos a los guerriIleros comunistas, como si fueran ovejas, y éstos obraron con ellos como lobos con las ovejas aterradas del redil. El mismo destino les cupo al gobierno de Pavelic, al anciano presidente Mandic, inocente de toda culpa, y a otros. Un vagón de carga, atestado de estos desgraciados, cuyo supuesto destino era Italia, donde los Aliados procesarían a los culpables, fue enganchado por un oficial inglés al tren que se dirigía a Ljubljana, y de este modo fueron entregados a los guerrilleros comunistas. El aludido oficial inglés lo hizo sobornado por los partisanos, que le regalaron un coche norteamericano nuevo. Este detalle me lo contó años después un oficial superior comunista que concertó ese canje.
University of Notre
Dame, Indiana, EE.UU.
[1] Ljubomir Davidovic, que sus amigos apodaban "Cika (viejo) Ljuba", destacado político servio, entonces presidente del gobierno y presidente del Partido Demócrata. Había inaugurado una política reconciliatoria con la oposición croata, pero pronto tuvo que dimitir.
[2] Gospodar, amo, vocablo que usan servios y montenegrinos para referirse al rey, por ser autócrata. En este caso se refiere a Alejandro I, de la dinastía servia Karageorgevic.
[3] El general Petar Zivkovic, uno de los oficiales que en 1903 habían asesinado bárbaramente al último rey de la dinastía Obrenovic y su esposa Draga, y entronizaron a los Karageorgevic; uno de los exponentes principales de la camarilla militar servia. Abolida la constitución en 1929, presidía el gobierno dictatorial del rey Alejandro.
[4] Milan Gavrilovic, jefe del Partido Agrario Servio al morir Jovan Jovanovic; en 1940-1941 embajador yugoeslavo en Moscú; miembro del gobierno yugoeslavo exilado en Londres, actualmente presidente del Comité nacional servio en Estados Unidos. Siendo un fanático chovinista servio, a raíz del atentado cometido contra Radic escribió en el más importante diario de Belgrado "Politika", que Radic se había sublevado contra el Estado, pero que el Estado resultó ser más fuerte que él.
[5] Dr. Ante Trumbic, político croata, presidente del Comité Yugoslavo en el exterior durante la primera guerra mundial; primer canciller del Reino de los Servios, Croatas y Eslovenos y delegado en la Conferencia de Paz. Al advertir que los servios gobiernan en el nuevo Estado como si se tratara de la Servia ampliada, recurriendo a métodos antidemocráticos, abogó por la libertad nacional de Croacia (Ver: Studia Croatica, Nro. 1, Año 1, p. 93).
[6] En 1918, trás la ruptura de todos los vínculos entre Croacia por un lado y Austria y Hungría por el otro, Radic se oponía a la simple "unión" entre Croacia y Servia. Subrayando que los croatas y los servios son dos pueblos diferentes con distintas culturas y tradiciones estatales, postulaba una especie de confederación entre dos Estados iguales y soberanos.
[7] Milan Rakic, destacado poeta servio. A la sazón la legación yugoslava Roma se hallaba en el Palacio Farnese. En el servicio diplomático del nuevo Estado estaban casi exclusivamente los servios.
[8] Vladko Macek, sucesor de Radic, presidente del Partido Campesino Croata, exigía del Rey la reforma de la constitución seudodemocrática y centralista y, para Croacia, status de estado confederado.
[9] Milan Sufflay, eminente historiador y albanólogo, ideólogo nacional croata de acentuada orientación occidental, amigo y consejero del Dr. Macek. Fue asesinado por la policía política de la dictadura real. Por iniciativa del ingeniero Agustín Kosutic, vicepresidente del Partido Campesino Croata, asilado a la sazón, "La Liga para los Derechos del Hombre" con sede en Berlín dio a publicidad una protesta contra ese atentado y contra las medidas represivas en general de la dictadura yugoeslava. Esa protesta fue firmada, entre otros, por el sabio Alberto Einstein y el escritor Heinrich Mann.
[10] Mile Budak, gran novelista y político croata. Los agentes de la dictadura lo dieron, igual que a Sufflay, en la calle de Zagreb, golpeándole en la cabeza. A duras penas sobrevivió. Fue colgado por los comunistas en 1945.
[11] Jovan Banjanin, político servio, durante 1935-41 miembro suplente en el eje de Regencia, designado en el testamento del rey Alejandro.
[12] Alexis Saint-Léger, ganador del premio Nobel de literatura de 1960 bajo el seudónimo literario Saint-John Perse.
[13] Svetozar Pribicevic, presidente del Partido Demócrata Independiente, que agrupaba mayormente a la minoría servia en Croacia. Pribicevic trabajó por todos los medios, lícitos, e ilícitos por la anexión de Croacia a Servia. En 1918 desempeñó papel decisivo. Por algún tiempo fue el asesor principal del rey Alejandro en lo concerniente al "problema croata" y partidario de los métodos violentos del centralismo de Belgrado y de la hegemonía servia. Sin embargo, enfrentado con la realidad de la Servia balcánica, paulatinamente prevaleció en él la influencia occidental y la educación de su juventud. Como tal chocó con las ambiciones autócratas del rey Alejandro y, se unió a la oposición de Radic. En la lucha subsiguiente por los derechos y las libertades políticas de Croacia y otras regiones, pertenecientes otrora a Austro- Hungría, fue consecuente hasta el final. Durante la dictadura, por una feliz casualidad escapó al atentado organizado por la policía política. Por intercesión de Masaryk le fue otorgado el pasaporte. Se asiló y murió en el exilio, pobre, enfermo y decepcionado.
[14] Milan Spalajkovic, político de orientación granservia, embajador de Belgrado durante muchos años en París.
[15] Baja, apodo de Nicolás Pasic, jefe del Partido Radical Servio que dominó totalmente en el escenario político servio y luego yugoeslavo, tras la eliminación del último Obrenovic del trono servio, de 1903 hasta 1926. Durante el reinado del débil Pedro I era, de hecho, dictador de Servia. Luego chocó con las ambiciones autócratas del rey Alejandro I, quien, por fin logró quitarle el poder. Durante la Rusia zarista era un típico exponente del imperialismo ruso en los Balcanes y, en Servia, arquitecto de la política que desembocó en el atentado de Sarajevo, prólogo de la primera guerra mundial.
[16] El general Pera Zivkovic. Ver nota 8.
[17] Stojan Protic, político servio, algún tiempo primer ministro del reino de los servios, croatas y eslovenos. A diferencia de Pasic, se oponía al centralismo opresor en detrimento de los croatas.
[18] Triunicato (Trojednica) forma abreviada del título diplomático del "Reino de Croacia, Eslovenia y Dalmacia", que en virtud de "Nagodba", acuerdo húngaro- croata de 1867, tenía status de reino asociado, cuya capital era Zagreb y el jefe del poder ejecutivo Bano (virrey), mientras que el poder legislativo lo detentaba el Parlamento (Sabor). El virrey y el Parlamento eran enteramente soberanos en los asuntos de la administración interna, de la judicatura, educación, culto, agricultura, mientras que el ejército, servicio diplomático, finanzas y comunicaciones incumbían en parte, o en su totalidad, al gobierno conjunto de Budapest o Viena, respectivamente. "Nagodba" fue un acuerdo de carácter internacional y toda modificación estaba supeditada a la aprobación del Parlamento de Zagreb. Los croatas luchaban por la ampliación de los fueros de su gobierno, esto es por la igualdad completa con Austria y Hungría y por la incorporación de las provincias de Istria, Bosnia y Herzegovina al Triunicato. La oposición de los chovinistas húngaros y los pangermanos austríacos a la satisfacción de las reclamaciones croatas favorecía la agitación de los terroristas servios, tendiente a la separación de Croacia de la Monarquía danubiana y a la creación de un Estado común de los eslavos del sur.
[19] Bajo la presión de la situación internacional, en vísperas de la segunda guerra mundial, el gobierno yugoeslavo del Dr. Dragisa Cvetkovic, con aprobación del Príncipe regente Pablo Karageorgevic, el 26 de agosto de 1939, concertó una avenencia con el presidente del Partido Campesino Croata, dr. Vladko Macek, en virtud de la cual se formó "Banovina Hrvatska", el Banatato Croata, si bien, sobre el territorio étnico-histórico croata reducido y con facultades limitadas y con el carácter provisorio. La creación de un gobierno autónomo croata dio motivo a reacciones violentas en todos los círculos panservios. A Dragisa Cvetkovic lo llamaban despreciativamente "el gitano". Dicha Avenencia fue la causa principal del golpe militar del 27/III/1941, que provocó una crisis política tanto interior como exterior, seguida por la fulminante capitulación y el desmembramiento del Reino de Yugoeslavia. Los trozos que transcribimos caracterizan fielmente la mentalidad de los círculos servios responsables.
[20] Dr. Milan Curcin, servio oriundo de Voivodina, director y editor de la revista "Nueva Europa" de Zagreb, partidario de una Yugoeslavia organizada democráticamente amigo íntimo de Ivan Mestrovic.
[21] Slobodan Jovanovic, catedrático de derecho constitucional, presidente de la Academia Servia de Ciencias de Belgrado, el más descollante intelectual servio. Encabezó la agitación contra la "Avenencia". Apadrinó el golpe de Estado del 27/III/1941, y de 1941-43 presidió el gobierno yugoeslavo exilado en Londres, de tendencias netamente anticroatas.
[22] El autor alude aquí a uno de los numerosos casos en que los órganos del poder dictatorial mataban a los patriotas croatas indefensos por haber izado la bandera croata o entonado canciones patrióticas. En Senj, en Croacia con motivo de un concierto, los gendarmes asesinaron, el 9/V/1937, a seis muchachos y a una muchacha, hiriendo a muchas personas con balas dum-dum.
[23] Misa Trifundovic, uno de los líderes del Partido Radical Servio; durante la última guerra, ministro en el gobierno exilado y, por breve período, su presidente.
[24] Bogdan Popovic, profesor de literatura, miembro de la Academia Servia de Ciencias y destacado escritor.
[25] "Turcos", apodo popular para los musulmanes de Bosnia, que constituyen un tercio de la población. En boca de un intelectual y político es un término despectivo no se trata de turcos sino de aborígenes bosniacos, que son del mismo origen, hablan el mismo dialecto que los croatas católicos.
[26] Lale, sobrenombre que a veces se usa para especificar a los servios de Voivodina, fértil región agropecuaria lindante con Rumania y Hungría, con mayoría no servia.
[27] Mestrovic especificó en otro lugar (ver: The Croatian Voice, 17/IX/1956, Winnipeg, Canadá) que el general italiano aludido era Mario Roatta, comandante del Ejército italiano destacado en el frente balcánico.
[28] Dr. Milan Fotic, destacado diplomático servio, durante la guerra embajador yugoeslavo en Washington; maquinaba contra los croatas y abogaba por la creación de gran Servia.
[29] Desafortunadamente, la impresión desfavorable de A. Dulles era acertada pues Subasic no supo defender los intereses croatas. Sin ser autorizado por su partido concertó con Tito en 1944 el pacto funesto que los comunistas burlaron con premeditación.
[30] Dr. Juraj Krnjevic, secretario general del Partido Campesino Croata, vicepresidente de los primeros gobiernos yugoeslavos en el exilio. Se oponía a las tendencias granservias de la mayoría de los miembros de dichos gobiernos, como asimismo al pacto Subasic- Tito. Vive asilado en Londres y desarrolla una intensa actividad política por la liberación de Croacia del comunismo, de la dominación servia y por el restablecimiento del Estado croata democrático dentro de la comunidad de los pueblos de Europa Occidental.