PINTORES Y ESCULTORES CROATAS EXILIADOS

Milan Rakovac

Studia Croatica, volumen 3-4, 1961

Las actividades artísticas y las creaciones plásticas de los croatas hasta el siglo XIX tienen por escenario principal el litoral croata. Las artes plásticas, de inconfundibles rasgos nacionales, se desarrollaban en la Edad Media bajo doble influencia: la de Bizancio y la de la naciente cultura occidental. De esta fase inicial del arte croata se conservan varios monumentos, principalmente las iglesias prerrománicas, que debido a ciertas características son consideradas también ejemplos del antiguo arte croata. Entre esas iglesias cabe mencionar las de Zadar, Nin, isla de Krk, y las que se encuentran en los alrededores de Split y Dubrovnik.

El mérito de los monjes benedictinos fue el de haber difundido estilos románico y gótico, sucesivamente. Los monumentos arquitectónicos más representativos del estilo románico son las iglesias catedrales de San Trifón, en Kotor; de San Juan, en Rab; de Santa María, en Krk; de Santa Anastasia, en Zadar, y de San Lorenzo, en Trogir, la obra románica más hermosa en Croacia, junto al campanario de la catedral de Split. En 1667, un terrible terremoto destruyó la catedral románica de Dubrovnik salvándose únicamente el claustro mayor de los franciscanos, construido por el célebre maestro croata Miha.

Además, se conservan las obras de dos grandes escultores croatas, los maestros Andrés Buvina, spalatinense, y Radovan de Trogir. Buvina, en 1214, terminó en madera la majestuosa puerta de la catedral de Split, antes mausoleo del emperador romano Diocleciano, oriundo de Dalmacia. Veinte años después, el maestro Radovan, en plena madurez creadora, ejecutó sus obras magistrales en el portal de la catedral de San Lorenzo.

Los monumentos góticos más importantes son la catedral de Zagreb y el claustro del convento de los dominicos en Dubrovnik.

Las obras maestras renacentistas son la catedral de Sibenik y la capilla de San Juan Orsini, en Trogir, destacándose en su ejecución los maestros lugareños Jorge de Sibenik y Juan Duknovic (Giovanni Dalmata).

Durante el Renacimiento, toda una pléyade de pintores, escultores, arquitectos e iluminadores croatas, de fuerte personalidad artística, crearon obras valiosas, principalmente en distintas ciudades italianas. Muchas de esas obras figuran actualmente en importantes centros europeos. Paralelamente y en la misma época florecía en Dubrovnik una escuela local de pintura. En Zagreb se había destacado Bernardo Bobic, notable pintor y autor de los polípticos en la catedral.

Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, Croacia se había convertido en campo de batalla contra los invasores osmanlíes. La actividad cultural, casi paralizada, las cruentas y permanentes luchas, significó un retroceso en comparación con los siglos precedentes. De los monumentos barrocos huelga destacar las tres iglesias de Dubrovnik: la de la Virgen, la de San Blas, patrono de la ciudad, y la iglesia de los Jesuítas, que con su espléndida fachada constituye una de las obras barrocas más hermosas en el ámbito mediterráneo. En la Croacia septentrional, especialmente en la región de Zagorje, abundan construcciones barrocas muy interesantes y afines al estilo barroco de la zona alpina.

A mediados del siglo pasado, Zagreb se convierte no sólo en el centro político de la nación, sino en el foco principal de su vida cultural y artística. Entre los pintores sobresale Vjekoslav Karas (1821-1858), por su perfección técnica y su intuición pictórica. Karas, como la mayoría de sus coetáneos, estudió en Venecia, Florencia y Roma y gran parte de sus cuadros se conservan en el Museo Nacional de Zagreb. Otro destacado pintor de esa época es Ferdo Quiquerez, quien estudió y trabajó cierto tiempo en Italia. Son conocidos sus lienzos inspirados en los temas y motivos históricos de Croacia. Ivo Rendic es la figura descollante entre los escultores de ese tiempo. Terminados sus estudios en Venecia y Florencia, volvió a Croacia, dejando numerosas esculturas, entre las que se destacan las estatuas de los poetas Gundulic y Kacic.

Isidro Krsnjavi, pintor y escritor, hizo de Zagreb el verdadero centro de la actividad cultural de Croacia. Entre otras instituciones culturales fundó la Sociedad Croata de Arte, el primer foco de la moderna creación plástica en Croacia; se rodeó de los renombrados pintores Blas Bukovac y Celestino Medovic, quienes en colaboración con otros creadores plásticos croatas, los escultores Franges Mihanovic (discípulo de A. Rodin), Rodolfo Valdec y los pintores Csikos-Sessia Bela, Clemente Crncic y Oton Ivekovic, se convierten en maestros de las nuevas generaciones y en precursores de la moderna expresión plástica croata.

Todos estos artistas siguen la técnica y el estilo de las academias de Viena, Munich, París y Roma, y comparten las concepciones y enfoques artísticos prevalecientes en dichas escuelas. Miroslav Kraljevic y José Racic, talentos precoces, ambos muertos prematuramente, alcanzan el nivel del arte europeo del fin del siglo fuera del marco académico y trazan nuevos derroteros en la pintura croata. Sus contemporáneos, el escritor Ksaver Sandor Djalski, exigirá de los jóvenes creadores plásticos croatas "que conserven, como la cosa más sagrada, la libertad de sus convicciones, de su pensamiento y de su gusto", cuidándose de no caer "bajo la influencia absorbente de escuela alguna".

Las nuevas ideas y concepciones que se abren camino dan la pauta del intenso deseo de crear una expresión plástica original y peculiar, de realzar plásticamente las características nacionales y los rasgos del hombre croata, y de este modo, en estrecha comunión espiritual con los pueblos de Occidente, contribuir con su aporte a los valores y bienes culturales europeos.

La Sociedad Croata de Arte, fundada por Krsnjavi, junto con las demás instituciones análogas, y especialmente con la Academia de Bellas Artes de Zagreb, contribuyeron substancialmente a la formación y creación de la expresión plástica croata. Antes de la guerra, en la Academia de Bellas Artes, enseñaban Ivan Mestrovic, Jozo Kljakovic, Ljubo Babic, Vladimir Becic, Jerolim Mise, Marin Tartaglia y otros. Bajo su inspiración, gula e influencia surgieron nuevos nombres, nuevos creadores plásticos, conocidos y consagrados no sólo en Croacia sino en toda Europa. Esa corriente artística y esa generación se conocen con el denominador común de la "Escuela de Zagreb".

Cuando, al finalizar la segunda conflagración mundial, las huestes balcánicas invadieron una vez más a Croacia, y con la ayuda y la protección de las tropas soviéticas impusieron el régimen dictatorial comunista, la libertad de expresión y de creación artística se vio coartada y restringida en muchísimos aspectos. Entre decenas y decenas de miles de los refugiados croatas se contaban varios pintores y escultores, unos ya consagrados, otros jóvenes y esperanzados, quienes luego vendrían a radicarse, casi exclusivamente, en los países americanos. A renglón seguido y en forma sintética, nos referiremos a la obra de esos artistas croatas que actúan en diferentes medios y algunos de ellos ya dieron un valioso aporte al acervo cultural del país de su radicación. Las breves referencias que siguen están destinadas a ilustrar las reproducciones de las obras más bien recientes de esos pintores y escultores que se publican en el presente número de "Studia Croatica".

Iván Mestrovic, figura cumbre de la escultura croata y uno de los más renombrados escultores de nuestro siglo, vive y trabaja fuera de Croacia desde las primeros años de la segunda guerra mundial, y actualmente, frisando casi los 80 años, es profesor en la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos de América.

Dada la fama mundial de Mestrovic y la difusión de su vasta obra, nos limitaremos a señalar únicamente algunos de sus momentos interesantes y esenciales. Sus primeras esculturas nacieron bajo el impacto de la Secesión vienesa. Desde el principio, el arte de Mestrovic era profundamente humano, original por sus formas patéticas, vigorosas y apasionadas, característico por su grandiosidad y guiado por altos sentimientos de constante elevación hacia lo eterno. Por otra parte, buscando una expresión adecuada a sus inquietudes interiores. el escultor alcanza la quietud, el sosiego y la concentración contemplativa (Mi Madre). El artista se empeña por dominar y espiritualizar la materia. En busca de un estilo y una expresión personales, Mestrovic, a partir de su fase inicial expresionista, conjuga el arte oriental con el helénico (Psique) y a través del Renacimiento (Virgen con el Niño) entra en su fase actual (Pietá), no menos creadora y fecunda que las anteriores. Con las nuevas obras, ejecutadas en el destierro, mayormente en Roma y Norteamérica, parecería que se está cerrando este novísimo ciclo de la creación artística de Iván Mestrovic. Aquejado por graves dolencias, no interrumpe su labor creativa, si bien con frecuencia se lamenta que tal vez no tendrá tiempo para realizar todo lo que lleva en su mente y en su corazón.

Las nuevas obras de Mestrovic, además de los rasgos indicados que distinguen todas sus esculturas, acusan mayor espiritualidad y condensación interior (Papa Pío XII, Cardenal Stepinac, La cabeza de Sócrates), las formas son más depuradas, envueltas en un cierto vaho de lirismo y ternura. Sus temas preferidos siguen siendo Vírgenes y Madres. Mestrovic, genio prodigioso en expresiones originales y concepciones grandiosas, acaso haya vertido su mayor rique:a inventiva en el ciclo denominado "Vida y Pasión de Cristo", que comprende numerosos relieves tallados en madera. Ese ciclo, empezado durante la primera guerra mundial y terminado en 1954 en Norteamérica, fue legado por el escultor al pueblo croata. La influencia del arte mestroviciano sobre sus coetáneos y sobre la nueva generación de escultores, tanto croatas como extranjeros, es extraordinaria y fecunda. En ese juicio coincide la mayoría de los críticos europeos y americanos.

Por orden cronológico y por la amplitud de la obra realizada, el pintor Jozo Kljakovic ocupa el segundo lugar entre los artistas plásticos croatas en destierro. Al igual que Mestrovic, este pintor conoce a la perfección la anatomía del cuerpo humano, domina sus formas y movimientos (Anunciación, Jesús en el Templo Flagelación, Crucifixión, La Ultima Cena, Pescadores). El relieve de sus figuras la densidad y plasticidad logradas mediante tonos y medios tonos de su rica gama de colores, nos revelan a Kljakovic como un excelente técnico y un pensador inquieto. Kljakovic es conocido también por sus numerosos y monumentales murales que adornan varios edificios e iglesias en Croata y Roma. En sus cuadros más recientes (Scherzo), el pintor, pese a la edad avanzada, busca mediante las anchas y vigorosas pinceladas enriquecer su expresión artística. Al igual que Mestrovic, Kljakovic deja un rico legado artístico, fruto de su larga e infatigable labor creadora junto con sus interesantes memorias recogidas en el libro En el caos contemporáneo, publicado en 1952 en Buenos Aires.

Desde 1934 se halla radicado en Estados Unidos el pintor croata Maximiliano Vanka, ya casi olvidado por sus connacionales, pero cuyo aporte a las artes plásticas norteamericanas es apreciable. La pintura de M. Vanka (Nuestras Madres, Romeros, Ave María) es sencilla en su contenido y forma, como lo son los campesinos de su patria chica, reflejando adecuadamente en su técnica y colorido la vida difícil de sus figuras y rostros (Las madres croatas en la Patria). Si bien lejos de su patria, Vanka, incluso ahora, supo transmitir en las telas pintadas en Pensilvania el dolor y la tragedia que cupo a Croacia durante y después de la segunda guerra mundial. Vanka es un destacado retratista de la vieja escuela, claro, depurado e inteligible en sus colores. Además, los puentes, rascacielos y las fábricas de Nueva York, se reflejan en sus telas lo mismo que las figuras de los pobres, los desocupados, despreciados y borrachos, los tipos surgidos de los bajos fondos neoyorquinos. M. Vanka entra definitivamente en la historia de la pintura norteamericana con sus frescos en la iglesia de San Nicolás, de Milwaukee, que la crítica norteamericana considera como los mejores murales religiosos en Estados Unidos.

En Perú vive Kristian Krekovic, pintor croata, llamado el "pintor de pincel de oro", intérprete en el antiguo Perú precolombino, evocador de los caciques, sacerdotes y guerreros incaicos. En el último decenio, sus lienzos fueron expuestos en las principales ciudades americanas y europeas mereciendo elogios por parte de los críticos. Pintor de figuras imponentes y enormes telas con temas suministrados por la historia antigua peruana, en Europa es conocido también como un pintor "de concepciones maestras con un hondo contenido filosófico y social" (Gamile Mauclair). Aunque desterrado de Croacia, a menudo evoca en sus cuadros los momentos luminosos y sombríos de su historia (Las viudas croatas).

Jose Crnobori, escapado de la dictadura comunista de Tito, se radicó en 1947 en Buenos Aires y desde entonces expuso sus pinturas en varias ciudades argentinas. Con motivo de sus primeras exposiciones en Buenos Aires, la crítica fue unánime en destacar sus valores pictóricos: un suave cromatismo, las tonalidades reposadas en los retratos y desnudos, la armonía de los tonos verdes y la distinta policromía de los temas florales. El crítico de "La Prensa" constató "que sus paisajes de tonos suaves nos recuerdan a Corot". Sin embargo, Crnobori, tanto por sus concepciones artísticas como por sus afanes y el estilo personal, refleja más bien el influjo de la escuela de Zagreb y de su maestro Marin Tartaglia, destacada figura en la pintura croata, que el de los paisajistas franceses Corot y Ghardin.

Slavko Kopac, que fue alumno y luego profesor de la Academia de Bellas Artes de Zagreb, reside actualmente en París donde tuvo varias exposiciones individuales y goza de gran renombre. Afín al "art brut", que ciertos críticos franceses llaman también "une autre figuration", del maestro y su amigo Jean Dubuffet, Kopac es un pintor y escultor de original imaginación, singular frescor e ingenuidad. Atrajo especial atención por la insólita y audaz técnica al combinar la pasta plástica, cemento, madera, trozos de vidrio, de papel, fragmentos de ladrillo y arcilla en la creación de un universo artístico.

Hasta hace poco residía en la Argentina Gustavo Likan, otro conocido paisajista y retratista croata. Likan, temperamento dinámico, estudió en Munich y Holanda, expuso sus obras en varias ciudades europeas. Se trata de un pintor de excelente técnica y profundos conocimientos, y sus mejores realizaciones son los retratos infantiles y los motivos maternales. Los críticos croatas lo enlazan con Franz Hals y Snyhers.

Zarko Simat se dedica preferentemente a retratos y naturalezas muertas. Las figuras de este pintor, originales por su concepción y ejecución y una serie de dibujos "Roma pagana y cristiana", traducen cualidades firmes y asentadas. Luego de un largo viaje por Italia y Francia, regresó a la Argentina y con gran interés se espera su nueva exposición.

Entre los asilados pintores croatas que viven y crean en la Argentina, cabe mencionar a Zivko Zic, un autodidacta talentoso y ambicioso que intenta interpretar el paisaje pampeano.

Mención aparte merece Zdravko Ducmelic, uno de los creadores plásticos más originales, talentosos y promisorios entre los pintores emigrados croatas. Ducmelic estudió en Zagreb, Roma y Madrid. Desde 1949 reside en la Argentina y actualmente es profesor en la Escuela Superior de la Universidad Nacional de Cuyo. Realizó más de 40 exposiciones individuales y sus trabajos figuran en varios museos, galerías y colecciones. De tendencia modernista, Ducmelic es un pintor de fina sensibilidad y de dibujo irreprochable. Avanzando con audacia en busca de su propio estilo e interpretación colorística, reacio a todo academismo, este joven pintor ya dio varias obras de sorprendente madurez y vigor. Ciertas deformaciones de sus figuras, más bien premeditadas y forzadas no realzan siempre una determinada idea plástica. Es obvio que dentro de las corrientes pictóricas vanguardistas, Ducmelic está forjando su personalidad. Es un representante auténtico de nuestros tiempos convulsionados de la era atómica, de los satélites y astronautas, y como tal procura ser su fiel intérprete.

Para completar esta breve exposición sobre los artistas plásticos croatas emigrados es menester mencionar a Ivan Galantic, pintor de ensoñaciones líricas y de un mundo místico, envuelto en meditación, quietud y suavidad. Terminados sus estudios en Florencia, Galantic se trasladó a Canadá, donde actualmente reside y trabaja. Asimismo, merecen ser destacados dos jóvenes escultores croatas José Turkalj y Agustín Filipovic, que no hace mucho escogieron la libertad y huyeron del régimen comunista de Tito. Turkalj, junto con Teodoro Golubic, un joven norteamericano de origen croata, estudia y trabaja bajo la guía de su maestro Ivan Mestrovic. La influencia fecunda del gran Mestrovic es patente en las obras de esos dos talentosos escultores, como asimismo en la esculturas de Agustín Filipovic, quien reside actualmente en el Canadá, de modo que es prematuro todavía emitir un juicio rotundo sobre el futuro desarrollo de ese grupo de jóvenes escultores croatas.

A parte de los artistas plásticos en exilio cabe destacar aquí la acusada personalidad de tendencia modernista del ceramista croata Sime Pelicaric, radicado en Buenos Aires quien en 1959 obtuvo el primer premio de cerámica de la Municipalidad de Buenos Aires. Sus numerosas exposiciones, realizadas en las capitales suramericanas y en Nueva York fueron objeto de elogiosas críticas.

Buenos Aires.