Branko Kadic
En la historia del Quattrocento y
Cinquecento figuran los nombres de algunos destacados pintores y escultores
croatas que abrieron nuevos capítulos en el arte renacentista. Esos creadores
plásticos dejaron obras en las que se reflejan los rasgos particulares de su
origen; el substrato étnico se manifiesta en el estilo y el acento peculiares
de sus esculturas o pinturas. Desde el siglo XV, Croacia estaba empeñada en una
larga y sangrienta lucha, como guardián de Occidente contra las invasiones de
los osmanlíes. Inter armas silent musae y este clima bélico permanente distaba
mucho de favorecer el florecimiento de las bellas artes y de la cultura en
general. Por eso los hombres de talento artístico buscan refugio en Italia,
foco principal de la cultura europea en aquella época. Entre la gran pléyade de
sobresalientes artistas, cuyas obras perduraron por siglos, figuran los
escultores Francisco Vranjanin (Francesco Laurana) Juan Duknovic (Giovanni
Dalmata) los pintores Jorge Culinovic (Giorgio Schiavone) y Andrea Medulic
(Andrea Meldolla Schiavone). Las obras de estos grandes maestros renacentistas
se conservan actualmente en las iglesias, pinacotecas, museos, galerías y
colecciones de Italia, Francia, Alemania, Austria, España, Portugal,
Inglaterra, Croacia y Hungría.
Francísco Vranjanin (Laurana) - nacido
en Vrana, Dalmacia, en 1420 o 1425 y muerto en 1502 - es conocido por sus
medallones, varias esculturas de Virgen con el niño en brazos y de bustos
femeninos. Participó en la decoración escultórica del arco de triunfo de
Alfonso de Aragón, en Nápoles. Son célebres sus esculturas de Beatriz y Eleonor
de Aragón, Catalina Sforza y de otras celebridades de las cortes renacentistas.
Juan Duknovic (Giovanni Dalmata) -
nacido alrededor de 1440 en Trogir, Croacia, fallecido hacia 1516 - trabajó
para los papas, los cardenales y grandes de Italia. Fue sustancial su aporte en
la construcción de la tumba del papa Pablo II y de varias magníficas esculturas
conservadas actualmente en las grutas vaticanas. Dejó, además, numerosas obras
en la corte del rey húngaro-croata Matías Corvino, quien se había rodeado de
artistas renacentistas y literatos humanistas. Su delicado lirismo e intenso
dinamismo se conjugan conformando una síntesis escultórica armoniosa.
El pintor Jorge Culinovic (Giorgio
Schiavone) nació en Skradin en 1433-36. Trabajó en Dalmacia y en Padua. Murió
en 1505. Sus lienzos se conservan actualmente en National Gallery, de Londres;
en el museo Jacquemart-Andrés, de París; en la Pinacotea turinense, en el Museo
de Berlín, en la Sacristía Capitular de Padua, en el museo Correr, de Venecia;
en Rijksmuseum, de Amsterdam; en la Galería Walters, de Baltimore, y en la
Galería de la Academia Carrara, de Bérgamo. La característica principal que lo
distíngue de sus coetáneos es su plasticismo acentuado, casi frenético, y el
extraordinario equilibrio de formas y colores.
Andrea Medulic (Andrea Meldolla
Schiavone) - nacido en Zadar, Croacia, alrededor de 1503 y muerto en Venecia en
1563 - ocupa un puesto de honor en la pintura veneciana del Cinquecento. Por
sus significativas innovaciones en la interpretación de la luz, la atmósfera y
la materia pictórica, Medulic es considerado como precursor, en ciertas
soluciones, de Tintoretto, Basano y el Greco. Tanto Medulic como Culinovic
figuran en la historia de la pintura bajo el nombre Schiavone. En aquella época
en Italia se denominaba a la gente, venida de Croacia, indistintamente, como
schiavone, croata, dálmata o ilirio.
Además de los cuatro nombrados
creadores del Renacimiento, cabe señalar la magnífica obra del arquitecto
Luciano Pranjanin (Laurana), autor de los palacios del rey de Nápoles y del
duque d'Urbino, luego las esculturas de Jorge Dalmatinac (Giorgio da Sebenico),
de las que se destacan la loggia municipal y los hermosos portales de las
iglesias de San Agustín y de San Francisco, en Ancona.
En esa galería de insignes maestros
croatas durante el Renacimiento, ocupa lugar especial el miniaturista Julio
Klovic (Giulio Clovio) - 1498-1578-, pintor "nulli secundus",
protector del Greco.
Julio Klovic nació en 1498 en Grizane,
en el litoral croata. Fue bautizado con el nombre Jorge, que luego en Italia
cambió por Julio[1]. Es más que seguro que
Klovic adquirió los primeros conocimientos humanistas y de dibujo en algún
convento de Croacia. Muy joven se trasladó a Venecia, donde su talento
excepcional le valió la admiración y la protección del cardenal y gran mecenas
Mariano Grimani. En Venecia conoció a fondo la pintura de Ticiano. Durante los
tres años que pasó en Venecia, Klovic decoró numerosos sellos, escudos,
medallas y se consagró íntegramente al arte de la miniatura. Luego, en 1524,
después de pasar varios años en Roma, fue llamado por el rey húngaro-croata
Lodovico II, de la dinastía polaca Jagello, casado con María, hermana del
emperador Carlos V. En su corte ejecutó varias obras preciosas en miniatura.
Tomó parte en la catastrófica batalla de Mohac (1526), en la que los turcos
derrotaron a las tropas cristianas, cayendo en el campo de batalla el mismo rey
Vladislao. Toda la Europa Central quedó arrasada y presa de terrible pánico a
causa del incontenible avance de los conquistadores osmanlies. Klovic decide
volver a Italia, único refugio para los artistas y literatos. Llegado a Roma,
le tocó presenciar su saqueo por las tropas alemanas, españolas e italianas de
Carlos V. Hasta Klovic fue maltratado, robado y despojado de todo. Fue a
Mantua, donde decidió entrar en las órdenes. En 1531 renuncia al hábito y, con
la autorización pontifical, vuelve a la vida de sacerdote secular. En Mantua
decoró con miniaturas para su protector el cardenal Grimani el Evangeliario, el
Liber commentariorum in epistulam S. Pauli ad Romanos y las rimas del
poeta Petrarca. En el año 1538 regresa a Roma, llamado por el Papa Pablo III.
Contrae relaciones amistosas con Vittoria Colonna y con las destacados
humanistas. De esa época datan sus miniaturas en el Codex priscae romanae
psalmodiae. Tiene por alumno al conocido pintor portugués Francisco de Holanda,
quien hizo índice de sus obras. Desde 1546 lo encontramos al servicio del
poderoso e influyente cardenal Alejandro Farnesio. Vive en su soberbio palacio,
construido por Miguel Angel, y se codea con todos los insignes renacentistas y
humanistas de la época, residentes en Roma.
El mismo año, ilustra para su protector
un misal latino con numerosas y fantásticas miniaturas y termina, después de
nueve años de asidua labor, el devocionario Horae Beatae Mariae virginis, su
obra maestra "che rimane uno del piú preziosi monumenti delle arti che si
ammirino in Europa" [2].
Al final de este libro de oficios está la dedicatoria al cardenal Alejandro
Farnesio: "Julius Clovius Macedo monumenta haec Alexandro Farnesio
Cardinali, Domino suo faciebat. MDXLVI".
Klovic solía firmar sus pinturas como
Clovio, Glovis, Clovius, croata, croatus, croatinus, de Croatia y a veces
illyricus y macedo. Para mayor claridad, huelga señalar que su mecenas y patrocinador,
el cardenal Farnesio, era gran clasicista y admirador apasionado del Alejandro
Magno de Macedonia, y llamaba a Klovic macedo (macedonio), identificando
erróneamente los vocablos croata e ilirio con macedonio[3].
El cardenal Farnesio patrocina Collegium Illyricum, hospicio croata en Roma,
del 1565 al 1568. El devocionario Horae Beatae Mariae virginis, joya de
la miniatura europea, se conserva en Pierpont Morgan Library, Nueva York.
Durante su estada en el palacio
Farnesio, Klovic iluminó y decoró varios libros y manuscritos, entre otros, la
Divina Comedia, de Dante, la vida de Francisco María de Montefeltro Della
Rovere IV y la vida de Federico de Montefeltro escrita por el croata Jerónimo
Mucijo. Al mismo tiempo decoró, con ayuda de sus alumnos, la historia romana de
Pablo Orsini. En 1551 lo encontramos en Florencia, en la corte de Cósimo de
Medici, quien hizo cuanto pudo por tener a su servicio a iluminador tan famoso
como Julio Klovic.
Su vida es bastante andariega, sujeta a
los vaivenes políticos. En 1554 vive en Parma y ejecuta trabajos para el
emperador Carlos V y Felipe II. Tres años después vuelve a Florencia y en 1560
se halla nuevamente en Roma al servicio del cardenal Farnesio. De ese tiempo
datan muchos trabajos de Klovic de carácter religioso; mitológico y profano,
entre otros el cuadro de Judita, pintado para Margarita, duquesa de Austria, y
la biografía de Carlos V, decorada con miniaturas por encargo de Felipe II. Ya
muy célebre y cotizado en toda Europa, recibe numerosos encargos y ejecuta
trabajos para Juan III, rey de Portugal. Trabajando así infatigablemente, con
la vista afectada y agotado, después de haber viajado de una ciudad a otra,
enseñando y pintando y haciendo obras de caridad, muere en Roma, en 1578, a la
edad de 80 años, Julio Clovio de Croatia, pictor nulli secundus, in quo
diligentia in minimis maxima, según reza la inscripción en su tumba de
mármol negro y estatua blanca en la iglesia romana San Pietro in Vincoli.
La obra del miniaturista Julio Klovic
es extensa y rica en variedad temática. En su época fue considerado como el
mejor iluminador. Su coetáneo, el renombrado historiador G. Vasari, en su obra
sobre las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos del
renacimiento, lo define como "el pequeño y nuevo Miguel Angel". Las
miniaturas de Klovic significan el apogeo de la pintura en formas minúsculas y
al mismo tiempo su decadencia. Con el invento de la imprenta, la decoración de
manuscritos, misales, códigos, devocionarios, etc., perdió su importancia y la
miniatura desaparece poco a poco durante el siglo XVII. Los historiadores
contemporáneos, si bien niegan la paternidad a cierto número de obras antes
atribuidas a Klovic, reconocen que fue un técnico perfecto, de fecunda
imaginación e inagotable invención y que conseguía maravillosos efectos
decorativos.
Klovic, cuyos dibujos reproducían los
grabadores más afamados de Europa, solía inspirarse en sus realizaciones
pictóricas en los lienzos de Miguel Angel y Rafael, trasponiendo sus
monumentales composiciones en el formato minúsculo de sus miniaturas. La
decoración florida y la frondosa ornamentación marcan el comienzo del
barroquismo e implican la decadencia del genuino arte de la miniatura.
Cuando hacia 1560, Doménico
Theotocopuli, llamado luego el Greco desembarca en Venecia, el septuagenario
Ticiano saborea su triunfo y en la pintura veneciana dominan el Veronés, eI
Tintoretto, el dálmata Andrea Medulic (Schiavone), el de las formas patéticas y
atormentadas, Jacobo da Ponte, el Basano. El Greco compartía con A. Medulic la
pasión por la música y, con otros pintores, ambos formaban un círculo de amigos
muy unidos. En opinión de J. F. Willumsen[4],
la influencia de Medulic sobre el Greco se nota especialmente en las telas
siguientes: Muerte de Juan Bautista, Adoración de los Reyes Magos y Milagro de
Pentecostés, por la elegancia, espontaneidad y libertad de expresión.
Disponemos de pocos datos exactos en lo
que concierne a la vida del joven candiota en Venecia y el itinerario que
siguió Doménico para trasladarse a Roma. Tampoco se sabe cuándo y dónde conoció
a Klovic, su futuro protector. Lo cierto es que el 16 de noviembre de 1579
Klovic escribe de Roma a su mecenas el cardenal Alejandro Farnesio, que residía
por entonces en Viterbo:
"Acaba de llegar a Roma un alumno
de Ticiano, un joven candiota, el cual, a mi parecer, es del pequeñísimo número
de aquellos que sobresalen en pintura; y entre otras cosas ha hecho un
autorretrato que ha llenado de admiración a todos los pintores presentes en
Roma. Yo desearía vivamente colocarlo bajo Vuestra Santa Ilustrísima y
Reverendísima Protección, siendo solamente necesario ayudarlo a vivir,
alojándolo hasta que logre salir de su penuria. También os ruego y suplico
tengáis a bien escribir a vuestro mayordomo Co Ludovico, para que le haga
dispensar en ese Palacio una de las habitaciones de arriba. Vuestra Excelencia
hará así una buena obra, digna de ella y yo le quedaré muy agradecido.
Besándole las manos con reverencia, soy de Vuestra Ilustrísima y Reverendísima
Eminencia el muy humilde servidor. Don Julio Clovio."
El llamado de Klovic en favor del joven
cretense fue escuchado y Alejandro Farnesio lo alojó en uno de los
"camerini" de su palacio, aún no terminado del todo. Por el
inventario del mobiliario del Palacio Farnesio en Parma (hacia 1680) , se sabe
que el cardenal había comprado cuatro telas del Greco, atribuidas por error a
Klovic. Esta pinturas, son un retrato de "Giulio Clovio",
"Muchacho soplando una brasa", "La curación del ciego" y
"El retrato de una dama"[5].
El retrato aludido de Julio Klovic,
pintado en 1573 - que reproducimos en este número - se halla en el Museo
Nacional de Nápoles y existe una copia en la Colección Curzon. Raimond
Escholier se refiere, en la obra citada, a tela del joven Doménico Theotocopuli,
en estos términos:
"Aunque ejecutada en Roma, esta
pintura, de colorido totalmente veneciano, concilia las influencias del
Tintoretto y del Ticiano. Clovio tiene setenta y cinco años; cabellos más
blancos que grises, frente con estrías rosadas, cejas castaño claro, párpados
enrojecidos, ojos escleróticos, con blefaritis, lágrimeantes (luego la mayoría
de los ojos pintados por el Greco tendrán lágrimas), y Vasari cuenta que Clovio
sufría de una enfermedad de los ojos, debida al mismo tiempo a la edad y a la
práctica de la miniatura; nariz fuerte, caída, sensual mirada gris un poco
mordoré, lúcida, penetrante, labio delgado y rojo, barba gris, cuello blanco,
jubón negro con cortas manguitas.
"Del mismo modo que el cuerpo está
comprimido - lo que es muy poco del Greco - las manos no están alargadas. Esas
manos, largamente torturadas, se deben a una sabia ejecución; se observa en
ellas el juego de las venas y la circulación de la sangre, sobre todo en la
mano izquierda, que sostiene el libro iluminado, el "Officio della
Vergine", la laboriosa obra a la cual Clovio consagró tantos años. La
manera es aquí totalmente veneciana, sombreada, cortada y muy empastada en los
claros."
Además, en el lienzo Purificación del
Templo, que el Greco pintó en 1572 y que se conserva actualmente en el
Instituto de Arte en Minneapolis EE.UU., figuran en primer término los retratos
de cuatro pintores, sus padres espirituales: Klovic, Ticiano, Miguel Angel y
Rafael (reproducidos en el presente número de Studia Croatica). Es evidente que
el Greco ha aprendido de Klovic, si no el retrato, el arte de la miniatura, del
que nos ha dejado algunas obras tardías[6].
Con respecto a ese tema, R. Escholier escribe:
"En todo pintor de iconos hay
miniaturista y si se piensa en los orígenes bizantinos de Theotocopuli no
debemos admirarnos de encontrar en su obra tantas delicadas iluminaciones. La
amistad que le testimonió Clovio no dejó sin embargo de influenciarle. En la
efigie que trazó del "Macedonio", el paisaje irreal, tempestuoso,
montañoso, rojizo y azulado, que se descubre a la derecha a través de una
ventana totalmente convencional, presenta todas las cualidades y todos los
defectos de una miniatura italiana de esa época. Mejor aún el tríptico de
Módena hace pensar mucho más en Giulio Clovio que en el Greco. Es una serie de
iluminaciones, de un color a menudo desconcertante, como el de tantas obras
antiguas entregadas a los malos restauradores científicos de la Italia
contemporánea." [7].
Dado que la juventud del Greco es
todavía un enigma y los datos sobre su origen y llegada a Italia son escasos,
como asimismo las referencias sobre su estada en Roma, y dada la fama universal
que en nuestro siglo adquirió su pintura, circuló durante los últimos cuatro
decenios, en casi todas las biografías del autor del Entierro del Conde de
Orgaz, una carta atribuida a Clovio considerada como valioso testimonio
revelador del misterio del pintor toledano. En esa carta se habla de su
carácter huraño, de su solitario humor, de su deseo de silencio, de su sed de
meditación que le llevaba desde entonces a rodearse de tinieblas. Esa carta
inexistente y que Klovic había dirigido a un amigo de Split, Croacia, escrita
en "antiguo croata", rezaba:
"Ayer visité al Greco para dar con
él un paseo por la ciudad. El tiempo estaba muy hermoso, con un sol primaveral
delicioso que alegraba a todo el mundo. La ciudad entera tenía aire de fiesta.
Cuál no fue pues mi estupor al entrar en el taller del Greco y encontrar las
cortinas de las ventanas tan completamente corridas que apenas se podía
distinguir los objetos. El Greco estaba sentado en una silla sin trabajar ni
dormir. No quiso salir conmigo rporque la luz del día turbaba su luz
interior."
Esa supuesta carta de Klovic debería
encontrarse en los archivos de la Biblioteca Municipal de Split. Estamos en
condiciones de aclarar la mistificación y el origen de la patraña, que luego
circuló en muchos libros y revistas como documento auténtico: El manuscrito no
figura en los archivos de la Biblioteca Municipal de Split, ni tampoco lo
conocen sus bibliotecarios e historiadores del arte. La mistificación se
originó del modo siguiente. En 1924, un estudiante de bellas artes en la
Academia de Munich sorprendió la buena fe, tal vez para congraciarse, de su
profesor Hugo Kohrer, conocido biógrafo del Greco, contándole que había
descubierto en la biblioteca de Split el original del diario de Klovic, escrito
en el antiguo croata y le ofreció la traducción del trozo relativo al encuentro
de Klovic con el Greco. El buen profesor alemán, creyendo disponer de un nuevo
y valioso documento sobre el misterio del Greco; se apresuró a publicar el
texto ofrecido en la revista "Kunstchronik und Kunstmarkt", Nos.
47-48, de septiembre de 1925, no obstante las advertencias de Arturo Schneider,
profesor de historia del arte en la Universidad de Zagreb, de que todo eso era
muy sospechoso. Desde ese año circuló esa carta apócrifa en muchas biografías,
historias del arte, monografías y ensayos sobre la vida del Greco.
Atentos a la verdad histórica, hemos
considerado que los datos referidos tienen interés para el lector de habla
castellana. Sin embargo, dicha carta apócrifa ni quita ni añade nada a las
relaciones amistosas que imperaban entre Julio Clovio; croata, y el extático
pintor toledano, cuyo magnánime protector era.
Buenos Aires
[1] Vasari, Le vite de' piú
eccelenti pittori, scultori e archittetori, Trieste. 1862.
[2] Rosini, Storia della Pittura
Italiana, Pisa, 1839-1847, T.V, Cap. VII.
[3] Ivan Kukuljevic Sakcinski,
Julio Klovio, Ed. Matica Hrvatska, Zagreb, 1878, p.20
[4] Le jeunesse du peintre El
Greco, París, Ed. Cres,
1927.
[5] Raimond Escholier, El Greco, Ed. Schapire,
Buenos Aires; 1938, pp. 30-31.
[6] Ludwig Godscheider, El Greco, Ed
Phaidon Paris, 1949 p 7
[7] R. Escholier, id, p. 31.