LOS HERMANOS MIHANOVICH, FUNDADORES DE LA FLOTA MERCANTE ARGENTINA

Branko Kadic

 

Studia Croatica, Año II, Buenos Aires, enero-marzo de 1961, N° 2

 

Uno de los propósitos de la revista Studia Croatica es ilustrar el aporte considerable de los inmigrantes croatas al progreso cultural y económico del hemisferio occidental y estudiar los vínculos, pasados y presentes, entre Croacia y las repúblicas sudamericanas. Por ser los croatas un pueblo marítimo por excelencia, no podían estar ausentes de la gran empresa qué significaba el descubrimiento del Nuevo Mundo y su colonización sucesiva. Las corrientes inmigratorias europeas hacia los países de ultramar se intensificaron en la segunda mitad del siglo pasado. Impulsados por móviles distintos, también miles de croatas abandonaron sus hogares en busca de nuevos horizontes que se vislumbraban en las lejanas y vastas regiones americanas. A lo largo de 100 años, más de un millón de inmigrantes croatas se radicó en los países de ultramar y su contribución al progreso y la prosperidad, tanto de los Estados Unidos como de la América latina, fue relativamente muy alto y ; apreciable. Entre las filas de esa masa inmigratoria surgieron figuras descollantes en distintos campos de la actividad humana y la obra que realizaron merece la gratitud de los respectivos países. Esta vez nos ceñiremos a la labor; de los hermanos Nicolás y Miguel Mihanovich, dos figuras sobresalientes en la historia de la flota mercante argentina, cuyos fundadores e incansables forjadores fueron. Esos hombres de trabajo, self made men, genuinos pioneros, llegaron al estuario del Río de la Plata de las rocosas y soleadas costas dálmatas, en Croacia.

Para comprender cabalmente la vocación de navegantes, armadores y empresarios de los hermanos Mihanovich, cabe ilustrar el pasado marítimo de su patria chica, Dubrovnik (Ragusa). Enclavada en la costa oriental del Adriático, protegida contra los invasores con gruesas murallas, Dubrovnik era Ciudad-Estado, una república marítima a semejanza de Venecia y Génova, abolida por Napoleón en 1808. Habitada por los croatas y abarcando apenas 1.000 kilómetros y contando, cuanto más, con 70.000 habitantes, la república ragusina, puesta bajo la protección de San Blas, llegó a ser gran potencia marítima durante los siglos XV, XVI y XVII. Los barcos ragusinos, exhibiendo el estandarte de San Blas, navegaban por todo el Mediterráneo, llegando hasta los puertos del Atlántico y del Mar del Norte. Los armadores y mercaderes de Dubrovnik tenían instaladas sus agencias, factorías, colonias y depósitos en todos los puertos principales de Italia, Francia, España, Inglaterra y del Mediterráneo oriental, dominado por los otomanos, como asimismo en los Balcanes. En el período de su mayor prosperidad económica, la flota ragusina disponía de 70 grandes barcos (carabelas, galeras, caracas y galeones), un centenar de barcos medianos y varios centenares de barcos pequeños, y era superior a la de Venecia, que en la misma época, a mediados del siglo XVI, tenía como máximo cuarenta barcos grandes. La forma peculiar de ciertas carabelas ragusinas dieron origen a la expresión poética del idioma inglés "argosy", que significa una nave galana y con carga preciosa. El conocido historiador francés Fernand Braudel, en su obra magistral El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II (Fondo de Cultura Económica, México, 1953), subraya reiteradamente la importancia marítima y comercial de la república de Ragusa; "...inaudita fortuna de los grandes navíos ragusinos, cuya amplitud no se ha encargado nunca de poner de manifiesto en la historia general..." (íd., p. 125); "El asombroso e inverosímil predominio de los barcos ragusinos, con su enorme tonelaje" (íd., p. 364); hacia 1550 "los barcos de Ragusa aseguran los transportes de trigo y sal de Sicilia y las travesías largas en dirección a España, el Atlántico y el Levante". El mar Tirreno casi llegó a ser entonces "un lago ragusino" (íd., p. 97).

En la Ciudad-Estado de Dubrovnik, regida por instituciones políticas estables, florecieron artes y cultura. A semejanza de Atenas, Florencia y Venecia, su elite intelectual fue al mismo tiempo su elite política.

De ese ambiente marinero con arraigadas tradiciones de navieros y navegantes de espíritu emprendedor, hidalguía y probidad que caracterizan a los habitantes de la costa croata, provienen los hermanos Mihanovich, cuya luminosa trayectoria pasamos a describir en forma sucinta.

Nicolás, el mayor de los hermanos Mihanovich, nació el 21 de enero de 1848 en Doli, pequeño y pintoresco pueblo, próximo a Dubrovnik, en el seno de una modesta familia de marineros y viñateros. Ya de niño aprendió a manejar con destreza los remos, maniobrar el timón, recoger las velas; se inició en el manejo de motores, así como carenar y construir embarcaciones. Pasó por temporales adriáticos y jónicos, llegó a distinguir los vientos propicios de los adversos y fraguó su recio carácter en el duro quehacer marítimo. Sin cumplir trece años se embarca como grumete navegando por el Adriático y el Mediterráneo y llega en 1867 a Montevideo como tripulante de la fragata inglesa City of Sydney. Desembarca, y no encontrando mejor ocupación, sale para el Paraguay, que en esos momentos se hallaba en guerra, circunstancia favorable al tráfico fluvial por el intenso movimiento de tropas, pertrechos y provisiones. El gobierno argentino no decreta la requisición del material flotante, sino que todos los servicios de viajes y abastecimiento se hacen por contrato. El joven Mihanovich se dedica en el Alto Paraná a operaciones de compraventa, a transporte de provisiones que efectúa en un pequeño bote. Junta unos cuantos pesos, con los que llega a Buenos Aires en 1868, hospedándose en la fonda Adriática, propiedad de un compatriota de Dalmacia. Su primera intención fue regresar a su pueblo natal y comprar un buquecito más grande que el que poseía su padre, barco Ilamado Trabakula Fortunata. Lo disuadieron su coterráneos, todos marineros de raza y fuste, presentándole las ilimitadas posibilidades que ofrecía la República Argentina, tierra de promisión, a los hombres de tesón y espíritu emprendedor.

La Argentina entra en un período de franco progreso y si bien en las diversas líneas fluviales están admitidos los pabellones extranjeros en igualdad de condiciones, nace el cabotaje nacional de servicios regulares y con capitales de importancia.

Buenos Aires, hoy uno de los puertos más importantes del mundo, de dilatadas y profundas dársenas, numerosos desambarcaderos y amplios depósitos, era en aquella época un muelle de madera que databa del período colonial. Los barcos de ultramar fondeaban en la rada, alejada de la ciudad, y el traslado de los pasajeros, equipajes y mercadería se efectuaba en carros de dos ruedas, denominados carretillas, durante grandes bajadas, o en canoas, falúas, ballenas y chalanas, cuando la altura del río lo permitía.

Nuestro futuro gran armador traba relación amistosa con el genovés Juan Bautista Lavarello, que se ocupaba del transporte de pasajeros desde la rada exterior con embarcaciones llamadas balleneras, y pronto se asocia con él. Trabajó algunos años de lanchero y patrón de remolcador, hasta 1875, en que se inició como armador, arrendando tres remolcadores ("Buenos Aires", "Kate" y "Jeny") a la firma Antonio Matti y Piera.

Muerto trágicamente su socio, Juan B. Lavarello, N. Mihanovich se casó con su viuda, doña Catalina Balestra de Lavarello, madre de seis hijos. Fundan un hogar patriarcal y cristiano al que se sumarán, con el correr de los años, otros seis hijos, que forman la docena: Mihanovich los unos, Lavarello los otros. Además del cariño y del entendimiento mutuos, se unen los barcos y de este modo aumenta la potencialidad de la flotilla que comanda y dirige Nicolás Mihanovich, ayudado y secundado por su hermano Bartolo.

El historiador de la flota mercante argentina, vicealmirante T. Caillet-Bois, en su ensayo histórico Nuestra Marina Mercante (Boletín del Centro Naval, Nos. 477, 478 y 479, Buenos Aires, 1929), reseña así la asidua e infatigable labor de quien pronto sería un gran empresario naviero y armador:

"Un detalle pintoresco de las actividades portuarias de entonces nos da la clave del éxito de Mihanovich. Fuera de los muelles, a los que sólo podían atracar embarcaciones de escaso calado, Buenos Aires no era más que una gran rada, sin más puerto de cabotaje que el Riachuelo; éste se comenzaba a dragar, pero su barra tenía aún poca agua y daba acceso a los barcos únicamente cuando había creciente. Era, pues, frecuente ver cantidad de pataches y pailebots amontonados frente a la barra en espera de agua. Cuando el río crecía, el viento era SE., es decir, contrario a la entrada, de modo que ésta tenía que hacerse a remolque sobre la barra y luego a la sirga (para lo cual por mucho tiempo se mantuvo despejada la ribera sur del Riachuelo). Los remolcadores, por su parte, estaban atentos al cambio de tiempo para acudir al servicio de los pataches.

"Pues bien, don Nicolás, que era entonces patrón de uno de aquéllos y que vivía siempre sobre el bajo, frente al agua, se despertaba invariablemente a las dos de la mañana para observar el tiempo. Si su instinto le comunicaba la creciente, dirigíase al galpón que servía de cuartel a la gente de remolcadores, despertaba silenciosamente a su botero, se trasladaba no menos silenciosamente a bordo, levantaba presión y era el primero en presentarse al cardumen de los pataches. Cuando llegaban sus rivales, él se llevaba ya en el bolsillo dos o tres viajes, y está demás decir si se acreditó con esto entre la clientela de veleros, para los que era de la mayor importancia entrar a descargar cuanto antes.

"Hacia entonces adquirió importancia la inmigración y hubo períodos de más de mil pasajeros por día, los que eran llevados al muelle en vaporcitos y remolcadores. El servicio se pagaba peso oro por cabeza, hasta que Mihanovich cerró trato con el gobierno por 0,60.

"El hecho fue que antes de los dos años los vaporcitos arrendados habían pasado a ser de su propiedad. Matti y Piera habían quebrado y los remolcadores estuvieron un momento embargados e inmovilizados por el banco acreedor. El perjuicio era general, y la situación se resolvió a satisfacción de todos, haciéndose cargo de los barcos el hombre indicado, don Nicolás, que hubo de erigirse poco menos que a la fuerza en financista, asociándose otros capitales, entre ellos el del Banco Carabassa, que fue su firme apoyo."

Se asocia con sus compatriotas Gerórimo Zuanich y Octavio Cosulich, y con los capitales aportados se compraron los vapores Sol Argentino, el Montana, el Satélite y el Enriqueta. La sociedad giraba bajo el nombre Nicolás Mihanovich y Cía. hasta 1888, en que don Nicolás pagó la parte correspondiente a sus socios y quedó único dueño.

Con la conquista del Desierto (1879) se ensancha el inmenso territorio argentino a la explotación agrícola-ganadera y se construye la vía férrea hasta Bahía Blanca. N. Mihanovich, visionario y pionero, organiza la navegación mercante regular en la costa sur hasta Bahía Blanca y Patagones, destinando para el nuevo servicio quincenal el vapor Toro, de 500 toneladas, y muy luego añadirá el Watergeus; de 1.500 toneladas, para el transporte de materiales destinados a la construcción del muelle provisorio del Ferrocarril del Sur (hoy General Roca).

En etapas sucesivas Mihanovich absorbe la mayor parte de las distintas flotas establecidas. Lanchas y remolcadores pasan a sus manos. Encarga nuevos vapores: el Dalmacia (500 ton.) y el Austria (1.000 ton.). En 1887 establece, con el vaporcito Ráibido, su primer servicio de pasajeros a Colonia y al Carmelo, ciudades uruguayas. En esa época se produce una aguda rivalidad entre las empresas navieras, que compromete la resistencia económica de su compañía. Recurrimos nuevamente a la exposición documentada del vicealmirante T. CaiIlet-Bois:

"Hacia entonces iníciase un período de espectacular y ruinosa competencia, imitando las famosas carreras del río Hudson, entre dos fuertes empresas que dominan el tráfico fluvial, las Mensajerías Fluviales y la Platense. Por un peso o dos podíase viajar de Buenos Aires a Montevideo, en condiciones de lujo, banquete corrido, licores, vinos generosos a discreción, trato de nabab, etcétera"

"La primera en saltar es la Platense (1894), que con un capital de 1.250.000 pesos oro entra a liquidarse. La adquiere en gran parte don Nicolás Mihanovich en o 92.000 y entra a hacer frente no sólo a las Mensajerías, sino también a otras empresas como las de Giuliani y Balparado. Su adversario más temible es Saturnino Ribes, dueño de las Mensajerías, quien ha adquirido un vapor nuevo y lujoso especialmente para esta guerra.

"Frente a frente los dos gladiadores, Mihanovich que no se dormía y Saturnino Ribes que no cerraba el ojo; aquél tiene la idea, genial entonces, ya que no se conocían aún los trusts ni cartels, de proponer un arreglo en que, ambos saldrían favorecidos. Así se hace: Mihanovich renuncia al Río Uruguay y Ribes abandona las aguas del Paraná.

"Poco después fallece Ribes y sus herederos, no conformes con el convenio, reabren las hostilidades. Pero para entonces Mihanovich se ha afianzado, Reforzando su flota con la de Giuliani, comprada en o 40.000. La guerra resulta desastrosa para sus adversarios y las flotas de las Mensajerías y de Balparado pasan a incorporar a su vez a la empresa Mihanovich. La primera costó o 450.000."

Con el progreso general que se registra en la Argentina a fines del siglo Pasado y la era de prosperidad que marca el comienzo del siglo actual, el cabotaje fluvial y marítimo cobra suma importancia. Se construyen nuevos puertos, el tráfico se vuelve más intenso y las actividades de Mihanovich, van en constante aumento. En 1909 lleva el capital de la flota a o 1.800.000. La gran empresa naviera se transforma en la Compañía de Navegación Nicolás Mihanovich, Ltd. Es una compañía anglo- argentina, con directorios en Londres y Buenos Aires, ambos presididos por el fundador. Cuenta ahora con 350 barcos a vapor o motor y cubre diversas líneas para carga, pasajeros, excursiones, etc., en los ríos de la Plata, Paraná, Uruguay, Paraguay y Alto Paraná. Opera sin competencia digna de mención y dispone, además, de 68 remolcadores y 200 lanchas de distinto tonelaje.

Don Nicolás no se limita únicamente a las actividades navieras pues actúa en directorios de varias empresas, entre ellas "Campos y Quebrachales de Puerto Sastre", "Grandes Molinos Porteños", "Introductora de Productos Austro-Húngaros", "Banco de Italia", "La Positiva', "La Orhídrica", "Frigorífico La Blanca", etcétera.

En octubre del año 1918 se retira de los negocios y vende sus acciones (o 1.400.000). En esa época, la compañía naviera que había fundado y desarrollado, era dueña también de varios buques de ultramar. El personal estaba integrado por 5.000 tripulantes y empleados, en su mayoría oriundos de Dalmacia, provincia croata del Adriático. Mihanovich los tomaba por ser diestros y hábiles marineros, laboriosos, emprendedores y probos. En la chimenea de todos los barcos figuraba la insignia de la compañía: una "M" sobre fondo rojo, tan conocida en el Plata. Se había cumplido, por fin, el sueño juvenil de Nicolás Mihanovich, que, ya anciano, solía contar a sus nietos. Una vez se quedó dormido haciendo el servicio de pasajeros y soñó: las aguas grises del estuario eran auzadas en todas direcciones por grandes barcos, en cuyas chimeneas se leía letra M y eran suyos. Con la voluntad férrea y el trabajo tesonero consiguió, al cabo de los años, transformar su sueño en realidad, echando los sólidos cimientos de lo que es hoy la flota mercante argentina.

Miguel Mihanovich, nacido el 6 de octubre de 1862 en Doli, fue llamado por su hermano Nicolás y, a los 12 años apenas, llega a Buenos Aires en 1874. Los primeros años los pasó trabajando y estudiando de noche. Luego embarcó como comisario a bordo de un vapor, propiedad de su hermano, que hacía el recorrido de Buenos Aires a Bahía Blanca. En 1889 creó la compañía de navegación La Sud Atlántica, dedicada al tráfico entre Buenos Aires, Bahía Blanca y Patagones, que constituye la línea argentina más antigua de cabotajes fuera del estuario del Río de la Plata. En 1907, esta compañía construyó un importante muelle en Carmen de Patagones y pocos años después contaba con nueve vapores, 18 lanchas y 2 remolcadores. Esta compañía contribuyó mucho al progreso de la Patagonia, estableciendo los primeros servicios regulares entre la metrópoli argentina y las regiones patagónicas. En 1909, La Sud Atlántica se transformó en sociedad anónima, estableciendo los primeros servicios argentinos de pasajeros y carga hasta Río Grande y Porto Alegre, en el sur del Brasil. Suyos eran también los primeros barcos argentinos en llevar la carga de trigo y harina hasta Río de Janeiro y volver con el cargamento de yerba mate, maderas y bananas. A mediados del año 1920, Miguel Mihanovich cede todas sus acciones a la Compañía Argentina de Navegación Nicolás Mihanovich y se retira de los negocios.

Se desligó desde entonces por completo de los negocios navieros, en los que, de modestos comienzos, durante 81 años de ruda labor e intensa dedicación, llegó a ocupar, junto a su hermano, el primer lugar en la marina mercante argentina, como uno de sus creadores ,y forjadores, llevando el progreso a muchas poblaciones y creando considerables fuentes de trabajo y producción en el país. Por haberse forjado en el trabajo, supo gratificar generosamente a su personal y, al vender la compañía de vapores, repartió entre sus empleados y tripulantes la suma de o 75.000 oro en concepto de premios y retribuciones extraordinarias.

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Cábenos, ahora, destacar otro rasgo característico de los hermanos Mihanovic: su hombría de bien, su caballerosidad y su generosidad. Nicolás, severo y recto, más bien taciturno y ensimismado, donó los fondos necesarios para la instalación de la Sociedad de Socorros Mutuos Austro- húngara y el edificio de la legación de su país. Cuando el obispo de Temnos, monseñor Miguel de Andrea organizó su gran colecta de beneficencia, hizo edificar con fondos de su peculio las casas del barrio obrero que lleva su nombre. Era benefactor asiduo y generoso de muchas entidades de beneficencia en Buenos Aires. Su hermano Miguel, aunque self-made-man aprendió, además de croata y castellano, italiano, portugués, francés e inglés. Adquirió amplios conocimientos de cultura general y por su modestia, discreción e hidalguía, fue muy estimado en los círculos sociales de la capital argentina. Formó parte de los directorios de las siguientes instituciones: Patronato de la lnfancia, Liga Argentina contra la tuberculosis, Sociedad de Educación Industrial, Institución Mitre, Centro Naval, etc. Además, don Miguel hizo importantes donaciones a las instituciones culturales, sanitarias y caritativas de Croacia. Ayudó también con una importante suma de dinero a Hrvatski Radisa - organización croata que se ocupaba de protección, promoción, enseñanza y orientación profesional de los aprendices obreros- de la que era miembro honorario. En 1923 fundó un importante legado para el mejoramiento cultural, sanitario .y económico de su pueblo natal, Doli, y de otras aldeas de la región ragusina, al que luego contribuyó su hermano Nicolás. Murió el 6 de marzo de 1938.

Don Nicolás, debido a la obra realizada y a sus cualidades personales, se acreedor de muchas distinciones. El emperador Francisco José de Austria lo designó cónsul honorario y le otorgó el título de Barón, transmisible a sus herederos. Los soberanos de Rusia e Inglaterra lo condecoraron también. El Rey de España le confirió la Cruz de Segunda Clase de la Orden del Mérito Naval y la Encomienda de la Orden de Alfonso XIII. En 1929; a los 83 años de edad, murió Nicolás Mihanovich. En el Paraguay existe un pueblo que lleva su nombre.

Ultimamente, el gobierno argentino ha encargado un buque fluvial que será afectado al tráfico entre Buenos Aires y la ciudad uruguaya de Colonia. Podrá transportar hasta 700 pasajeros y 50 automóviles. La nueva unidad llevará el nombre de Nicolás Mihanovich, en homenaje al creador de la flota fluvial, quien, según lo expresa la comunicación oficial, "sintetiza los esfuerzos de armadores y tripulaciones para consolidar los intereses argentinos en el ámbito naviero".

En síntesis, los hermanos Mihanovich eran trabajadores infatigables, emprendedores, verdaderos pioneros, a la par que hombres de bien, caballeros a carta cabal y mecenas. Eran buenos patriotas croatas y forjadores de la Argentina. Honraron igualmente a su patria de origen, Croacia, y a su patria adoptiva, la Argentina.

Buenos Aires.