JULIO CLOVIO CROATA, PROTECTOR DEL GRECO JOVEN

Branko Kadic

 

Studia Croatica, Año II, Buenos Aires, enero-marzo de 1961, N° 2

 

En la historia del Quattrocento y Cinquecento figuran los nombres de algunos destacados pintores y escultores croatas que abrieron nuevos capítulos en el arte renacentista. Esos creadores plásticos dejaron obras en las que se reflejan los rasgos particulares de su origen; el substrato étnico se manifiesta en el estilo y el acento peculiares de sus esculturas o pinturas. Desde el siglo XV, Croacia estaba empeñada en una larga y sangrienta lucha, como guardián de Occidente contra las invasiones de los osmanlíes. Inter armas silent musae y este clima bélico permanente distaba mucho de favorecer el florecimiento de las bellas artes y de la cultura en general. Por eso los hombres de talento artístico buscan refugio en Italia, foco principal de la cultura europea en aquella época. Entre la gran pléyade de sobresalientes artistas, cuyas obras perduraron por siglos, figuran los escultores Francisco Vranjanin (Francesco Laurana) Juan Duknovic (Giovanni Dalmata) los pintores Jorge Culinovic (Giorgio Schiavone) y Andrea Medulic (Andrea Meldolla Schiavone). Las obras de estos grandes maestros renacentistas se conservan actualmente en las iglesias, pinacotecas, museos, galerías y colecciones de Italia, Francia, Alemania, Austria, España, Portugal, Inglaterra, Croacia y Hungría.

Francísco Vranjanin (Laurana) - nacido en Vrana, Dalmacia, en 1420 o 1425 y muerto en 1502 - es conocido por sus medallones, varias esculturas de Virgen con el niño en brazos y de bustos femeninos. Participó en la decoración escultórica del arco de triunfo de Alfonso de Aragón, en Nápoles. Son célebres sus esculturas de Beatriz y Eleonor de Aragón, Catalina Sforza y de otras celebridades de las cortes renacentistas.

Juan Duknovic (Giovanni Dalmata) - nacido alrededor de 1440 en Trogir, Croacia, fallecido hacia 1516 - trabajó para los papas, los cardenales y grandes de Italia. Fue sustancial su aporte en la construcción de la tumba del papa Pablo II y de varias magníficas esculturas conservadas actualmente en las grutas vaticanas. Dejó, además, numerosas obras en la corte del rey húngaro-croata Matías Corvino, quien se había rodeado de artistas renacentistas y literatos humanistas. Su delicado lirismo e intenso dinamismo se conjugan conformando una síntesis escultórica armoniosa.

El pintor Jorge Culinovic (Giorgio Schiavone) nació en Skradin en 1433-36. Trabajó en Dalmacia y en Padua. Murió en 1505. Sus lienzos se conservan actualmente en National Gallery, de Londres; en el museo Jacquemart-Andrés, de París; en la Pinacotea turinense, en el Museo de Berlín, en la Sacristía Capitular de Padua, en el museo Correr, de Venecia; en Rijksmuseum, de Amsterdam; en la Galería Walters, de Baltimore, y en la Galería de la Academia Carrara, de Bérgamo. La característica principal que lo distingue de sus coetáneos es su plasticismo acentuado, casi frenético, y el extraordinario equilibrio de formas y colores.

Andrea Medulic (Andrea Meldolla Schiavone) - nacido en Zadar, Croacia, alrededor de 1503 y muerto en Venecia en 1563 - ocupa un puesto de honor en la pintura veneciana del Cinquecento. Por sus significativas innovaciones en la interpretación de la luz, la atmósfera y la materia pictórica, Medulic es considerado como precursor, en ciertas soluciones, de Tintoretto, Basano y el Greco. Tanto Medulic como Culinovic figuran en la historia de la pintura bajo el nombre Schiavone. En aquella época en Italia se denominaba a la gente, venida de Croacia, indistintamente, como schiavone, croata, dálmata o ilirio.

Además de los cuatro nombrados creadores del Renacimiento, cabe señalar la magnífica obra del arquitecto Luciano Pranjanin (Laurana), autor de los palacios del rey de Nápoles y del duque d'Urbino, luego las esculturas de Jorge Dalmatinac (Giorgio da Sebenico), de las que se destacan la loggia municipal y los hermosos portales de las iglesias de San Agustín y de San Francisco, en Ancona.

En esa galería de insignes maestros croatas durante el Renacimiento, ocupa lugar especial el miniaturista Julio Klovic (Giulio Clovio) - 1498-1578-, pintor "nulli secundus", protector del Greco.

Julio Klovic nació en 1498 en Grizane, en el litoral croata. Fue bautizado con el nombre Jorge, que luego en Italia cambió por Julio[1]. Es más que seguro que Klovic adquirió los primeros conocimientos humanistas y de dibujo en algún convento de Croacia. Muy joven se trasladó a Venecia, donde su talento excepcional le valió la admiración y la protección del cardenal y gran mecenas Mariano Grimani. En Venecia conoció a fondo la pintura de Ticiano. Durante los tres años que pasó en Venecia, Klovic decoró numerosos sellos, escudos, medallas y se consagró íntegramente al arte de la miniatura. Luego, en 1524, después de pasar varios años en Roma, fue llamado por el rey húngaro-croata Ludovico II, de la dinastía polaca Jagello, casado con María, hermana del emperador Carlos V. En su corte ejecutó varias obras preciosas en miniatura. Tomó parte en la catastrófica batalla de Mohac (1526), en la que los turcos derrotaron a las tropas cristianas, cayendo en el campo de batalla el mismo rey Vladislao. Toda la Europa Central quedó arrasada y presa de terrible pánico a causa del incontenible avance de los conquistadores osmanlíes. Klovic decide volver a Italia, único refugio para los artistas y literatos. Llegado a Roma, le tocó presenciar su saqueo por las tropas alemanas, españolas e italianas de Carlos V. Hasta Klovic fue maltratado, robado y despojado de todo. Fue a Mantua, donde decidió entrar en las órdenes. En 1531 renuncia al hábito y, con la autorización pontifical, vuelve a la vida de sacerdote secular. En Mantua decoró con miniaturas para su protector el cardenal Grimani el Evangeliario, el Liber commentariorum in epistulam S. Pauli ad Romanos y las rimas del poeta Petrarca. En el año 1538 regresa a Roma, llamado por el Papa Pablo III. Contrae relaciones amistosas con Vittoria Colonna y con los destacados humanistas. De esa época datan sus miniaturas en el Codex priscae romanae psalmodiae. Tiene por alumno al conocido pintor portugués Francisco de Holanda, quien hizo índice de sus obras. Desde 1546 lo encontramos al servicio del poderoso e influyente cardenal Alejandro Farnesio. Vive en su soberbio palacio, construido por Miguel Ángel, y se codea con todos los insignes renacentistas y humanistas de la época, residentes en Roma.

El mismo año, ilustra para su protector un misal latino con numerosas y fantásticas miniaturas y termina, después de nueve años de asidua labor, el devocionario Horae Beatae Mariae virginis, su obra maestra "che rimane uno del più preziosi monumenti delle arti che si ammirino in Europa"[2]. Al final de este libro de oficios está la dedicatoria al cardenal Alejandro Farnesio: "Julius Clovius Macedo monumenta haec Alexandro Farnesio Cardinali, Domino suo faciebat. MDXLVI".

Klovic solía firmar sus pinturas como Clovio, Glovis, Clovius, croata, croatus, croatinus, de Croatia y a veces illyricus y macedo. Para mayor claridad, huelga señalar que su mecenas y patrocinador, el cardenal Farnesio, era gran clasicista y admirador apasionado del Alejandro Magno de Macedonia, y llamaba a Klovic macedo (macedonio), identificando erróneamente los vocablos croata e ilirio con macedonio[3]. El cardenal Farnesio patrocina Collegium Illyricum, hospicio croata en Roma, del 1565 al 1568. El devocionario Horae Beatae Mariae virginis, joya de la miniatura europea, se conserva en Pierpont Morgan Library, Nueva York.

Durante su estada en el palacio Farnesio, Klovic iluminó y decoró varios libros y manuscritos, entre otros, la Divina Comedia, de Dante, la vida de Francisco María de Montefeltro Della Rovere IV y la vida de Federico de Montefeltro escrita por el croata Jerónimo Mucijo. Al mismo tiempo decoró, con ayuda de sus alumnos, la historia romana de Pablo Orsini. En 1551 lo encontramos en Florencia, en la corte de Cósimo de Medici, quien hizo cuanto pudo por tener a su servicio a iluminador tan famoso como Julio Klovic.

Su vida es bastante andariega, sujeta a los vaivenes políticos. En 1554 vive en Parma y ejecuta trabajos para el emperador Carlos V y Felipe II. Tres años después vuelve a Florencia y en 1560 se halla nuevamente en Roma al servicio del cardenal Farnesio. De ese tiempo datan muchos trabajos de Klovic de carácter religioso; mitológico y profano, entre otros el cuadro de Judita, pintado para Margarita, duquesa de Austria, y la biografía de Carlos V, decorada con miniaturas por encargo de Felipe II. Ya muy célebre y cotizado en toda Europa, recibe numerosos encargos y ejecuta trabajos para Juan III, rey de Portugal. Trabajando así infatigablemente, con la vista afectada y agotado, después de haber viajado de una ciudad a otra, enseñando y pintando y haciendo obras de caridad, muere en Roma, en 1578, a la edad de 80 años, Julio Clovio de Croatia, pictor nulli secundus, in quo diligentia in minimis maxima, según reza la inscripción en su tumba de mármol negro y estatua blanca en la iglesia romana San Pietro in Vincoli.

La obra del miniaturista Julio Klovic es extensa y rica en variedad temática. En su época fue considerado como el mejor iluminador. Su coetáneo, el renombrado historiador G. Vasari, en su obra sobre las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos del renacimiento, lo define como "el pequeño y nuevo Miguel Ángel". Las miniaturas de Klovic significan el apogeo de la pintura en formas minúsculas y al mismo tiempo su decadencia. Con el invento de la imprenta, la decoración de manuscritos, misales, códigos, devocionarios, etc., perdió su importancia y la miniatura desaparece poco a poco durante el siglo XVII. Los historiadores contemporáneos, si bien niegan la paternidad a cierto número de obras antes atribuidas a Klovic, reconocen que fue un técnico perfecto, de fecunda imaginación e inagotable invención y que conseguía maravillosos efectos decorativos.

Klovic, cuyos dibujos reproducían los grabadores más afamados de Europa, solía inspirarse en sus realizaciones pictóricas en los lienzos de Miguel Ángel y Rafael, trasponiendo sus monumentales composiciones en el formato minúsculo de sus miniaturas. La decoración florida y la frondosa ornamentación marcan el comienzo del barroquismo e implican la decadencia del genuino arte de la miniatura.

Cuando hacia 1560, Doménico Theotocopuli, llamado luego el Greco desembarca en Venecia, el septuagenario Ticiano saborea su triunfo y en la pintura veneciana dominan el Veronés, eI Tintoretto, el dálmata Andrea Medulic (Schiavone), el de las formas patéticas y atormentadas, Jacobo da Ponte, el Basano. El Greco compartía con A. Medulic la pasión por la música y, con otros pintores, ambos formaban un círculo de amigos muy unidos. En opinión de J. F. Willumsen[4], la influencia de Medulic sobre el Greco se nota especialmente en las telas siguientes: Muerte de Juan Bautista, Adoración de los Reyes Magos y Milagro de Pentecostés, por la elegancia, espontaneidad y libertad de expresión.

Disponemos de pocos datos exactos en lo que concierne a la vida del joven candiota en Venecia y el itinerario que siguió Doménico para trasladarse a Roma. Tampoco se sabe cuándo y dónde conoció a Klovic, su futuro protector. Lo cierto es que el 16 de noviembre de 1579 Klovic escribe de Roma a su mecenas el cardenal Alejandro Farnesio, que residía por entonces en Viterbo:

"Acaba de llegar a Roma un alumno de Ticiano, un joven candiota, el cual, a mi parecer, es del pequeñísimo número de aquellos que sobresalen en pintura; y entre otras cosas ha hecho un autorretrato que ha llenado de admiración a todos los pintores presentes en Roma. Yo desearía vivamente colocarlo bajo Vuestra Santa Ilustrísima y Reverendísima Protección, siendo solamente necesario ayudarlo a vivir, alojándolo hasta que logre salir de su penuria. También os ruego y suplico tengáis a bien escribir a vuestro mayordomo Co Ludovico, para que le haga dispensar en ese Palacio una de las habitaciones de arriba. Vuestra Excelencia hará así una buena obra, digna de ella y yo le quedaré muy agradecido. Besándole las manos con reverencia, soy de Vuestra Ilustrísima y Reverendísima Eminencia el muy humilde servidor. Don Julio Clovio".

El llamado de Klovic en favor del joven cretense fue escuchado y Alejandro Farnesio lo alojó en uno de los "camerini" de su palacio, aún no terminado del todo. Por el inventario del mobiliario del Palacio Farnesio en Parma (hacia 1680), se sabe que el cardenal había comprado cuatro telas del Greco, atribuidas por error a Klovic. Esta pinturas, son un retrato de "Giulio Clovio", "Muchacho soplando una brasa", "La curación del ciego" y "El retrato de una dama"[5].

El retrato aludido de Julio Klovic, pintado en 1573 - que reproducimos en este número - se halla en el Museo Nacional de Nápoles y existe una copia en la Colección Curzon. Raimond Escholier se refiere, en la obra citada, a tela del joven Doménico Theotocopuli, en estos términos:

"Aunque ejecutada en Roma, esta pintura, de colorido totalmente veneciano, concilia las influencias del Tintoretto y del Ticiano. Clovio tiene setenta y cinco años; cabellos más blancos que grises, frente con estrías rosadas, cejas castaño claro, párpados enrojecidos, ojos escleróticos, con blefaritis, lágrimeantes (luego la mayoría de los ojos pintados por el Greco tendrán lágrimas), y Vasari cuenta que Clovio sufría de una enfermedad de los ojos, debida al mismo tiempo a la edad y a la práctica de la miniatura; nariz fuerte, caída, sensual mirada gris un poco mordoré, lúcida, penetrante, labio delgado y rojo, barba gris, cuello blanco, jubón negro con cortas manguitas.

"Del mismo modo que el cuerpo está comprimido - lo que es muy poco del Greco - las manos no están alargadas. Esas manos, largamente torturadas, se deben a una sabia ejecución; se observa en ellas el juego de las venas y la circulación de la sangre, sobre todo en la mano izquierda, que sostiene el libro iluminado, el "Officio della Vergine", la laboriosa obra a la cual Clovio consagró tantos años. La manera es aquí totalmente veneciana, sombreada, cortada y muy empastada en los claros."

Además, en el lienzo Purificación del Templo, que el Greco pintó en 1572 y que se conserva actualmente en el Instituto de Arte en Minneapolis EE.UU., figuran en primer término los retratos de cuatro pintores, sus padres espirituales: Klovic, Ticiano, Miguel Ángel y Rafael (reproducidos en el presente número de Studia Croatica). Es evidente que el Greco ha aprendido de Klovic, si no el retrato, el arte de la miniatura, del que nos ha dejado algunas obras tardías[6]. Con respecto a ese tema, R. Escholier escribe:

"En todo pintor de iconos hay miniaturista y si se piensa en los orígenes bizantinos de Theotocopuli no debemos admirarnos de encontrar en su obra tantas delicadas iluminaciones. La amistad que le testimonió Clovio no dejó sin embargo de influenciarle. En la efigie que trazó del "Macedonio", el paisaje irreal, tempestuoso, montañoso, rojizo y azulado, que se descubre a la derecha a través de una ventana totalmente convencional, presenta todas las cualidades y todos los defectos de una miniatura italiana de esa época. Mejor aún el tríptico de Módena hace pensar mucho más en Giulio Clovio que en el Greco. Es una serie de iluminaciones, de un color a menudo desconcertante, como el de tantas obras antiguas entregadas a los malos restauradores científicos de la Italia contemporánea". [7].

Dado que la juventud del Greco es todavía un enigma y los datos sobre su origen y llegada a Italia son escasos, como asimismo las referencias sobre su estada en Roma, y dada la fama universal que en nuestro siglo adquirió su pintura, circuló durante los últimos cuatro decenios, en casi todas las biografías del autor del Entierro del Conde de Orgaz, una carta atribuida a Clovio considerada como valioso testimonio revelador del misterio del pintor toledano. En esa carta se habla de su carácter huraño, de su solitario humor, de su deseo de silencio, de su sed de meditación que le llevaba desde entonces a rodearse de tinieblas. Esa carta inexistente y que Klovic había dirigido a un amigo de Split, Croacia, escrita en "antiguo croata", rezaba:

"Ayer visité al Greco para dar con él un paseo por la ciudad. El tiempo estaba muy hermoso, con un sol primaveral delicioso que alegraba a todo el mundo. La ciudad entera tenía aire de fiesta. Cuál no fue pues mi estupor al entrar en el taller del Greco y encontrar las cortinas de las ventanas tan completamente corridas que apenas se podía distinguir los objetos. El Greco estaba sentado en una silla sin trabajar ni dormir. No quiso salir conmigo porque la luz del día turbaba su luz interior".

Esa supuesta carta de Klovic debería encontrarse en los archivos de la Biblioteca Municipal de Split. Estamos en condiciones de aclarar la mistificación y el origen de la patraña, que luego circuló en muchos libros y revistas como documento auténtico: El manuscrito no figura en los archivos de la Biblioteca Municipal de Split, ni tampoco lo conocen sus bibliotecarios e historiadores del arte. La mistificación se originó del modo siguiente. En 1924, un estudiante de bellas artes en la Academia de Munich sorprendió la buena fe, tal vez para congraciarse, de su profesor Hugo Kohrer, conocido biógrafo del Greco, contándole que había descubierto en la biblioteca de Split el original del diario de Klovic, escrito en el antiguo croata y le ofreció la traducción del trozo relativo al encuentro de Klovic con el Greco. El buen profesor alemán, creyendo disponer de un nuevo y valioso documento sobre el misterio del Greco; se apresuró a publicar el texto ofrecido en la revista "Kunstchronik und Kunstmarkt", Nos. 47-48, de septiembre de 1925, no obstante las advertencias de Arturo Schneider, profesor de historia del arte en la Universidad de Zagreb, de que todo eso era muy sospechoso. Desde ese año circuló esa carta apócrifa en muchas biografías, historias del arte, monografías y ensayos sobre la vida del Greco.

Atentos a la verdad histórica, hemos considerado que los datos referidos tienen interés para el lector de habla castellana. Sin embargo, dicha carta apócrifa ni quita ni añade nada a las relaciones amistosas que imperaban entre Julio Clovio; croata, y el extático pintor toledano, cuyo magnánime protector era.

Buenos Aires

 



[1] Vasari, Le vite de' piú eccelenti pittori, scultori e archittetori, Trieste. 1862.

[2] Rosini, Storia della Pittura Italiana, Pisa, 1839-1847, T.V, Cap. VII.

[3] Ivan Kukuljevic Sakcinski, Julio Klovio, Ed. Matica Hrvatska, Zagreb, 1878, p.20

[4] Le jeunesse du peintre El Greco, París, Ed. Cres, 1927.

[5] Raimond Escholier, El Greco, Ed. Schapire, Buenos Aires; 1938, pp. 30-31.

[6] Ludwig Godscheider, El Greco, Ed Phaidon Paris, 1949 p 7

[7] R. Escholier, id, p. 31.