DECLARACIONES DE STEPINAC ANTE EL TRIBUNAL POPULAR DE ZAGREB EL 3 DE OCTUBRE DE 1946

 

Studia Croatica, Año I, Buenos Aires, julio-septiembre de 1960, N° 1

 

A todos los cargos de que se me acusa aquí, respondo que mi conciencia está limpia e todo sentido (aunque el público se burle de esta afirmación) y no busco defenderme ni apelar del veredicto. Por mis convicciones estoy preparado para soportar no sólo el ridículo, el desprecio y las humillaciones, sino también, teniendo limpia mi conciencia, estoy dispuesto a morir en cualquier momento. Centenares de veces se me ha llamado aquí "el acusado Stepinac". Pero no hay nadie tan ingenuo que no comprenda que con "el acusado Stepinac" se sienta aquí en el banquillo el arzobispo de Zagreb, el metropolitano de Croacia y el jefe de la Iglesia Católica de Yugoeslavia. Y vosotros mismos habéis acudido ante los sacerdotes acusados aquí presentes para que reconozcan que sólo a Stepinac cabe culpar por todo lo que ellos hiciesen, sacerdotes y pueblo. Pero un Stepinac cualquiera no hubiese tenido tal influencia, sino únicamente el arzobispo Stepinac.

 

Durante diecisiete meses se viene librando una campaña contra mí, públicamente y en la prensa, y además, durante 12 meses, he sufrido verdadera internación en mi palacio arzobispal.

 

LOS ORTODOXOS

 

Se me acusa por el rebautismo de servios. El término es incorrecto, porque quien ha sido una vez bautizado, no necesita serlo de nuevo. Mas la cuestión concierne al cambio de religiones, y de esto no hablaré en detalle sino para declarar que mi conciencia está libre de ese cargo y que el juicio de la historia me será favorable.

 

Es un hecho que tuve que trasladar a varios párrocos, porque se encontraban en peligro de muerte entre los ortodoxos: los servios querían matarlos porque demoraban las conversiones al catolicismo. Es un hecho que durante la guerra la Iglesia tuvo que enfrentar dificultades y salvar obstáculos, precisamente por el bien del pueblo servio y con el fin de ayudar a esta gente hasta el máximo de sus posibilidades.

 

El honorable juez ha presentado un documento según el cual yo reclamé un monasterio ortodoxo abandonado en Orahovica (que antes había pertenecido a nuestros Padres Paulinos), para darlo a los monjes Trapenses, desterrados de Reichenburg por los alemanes. Estimo que era mi deber sagrado ayudar a mis hermanos eslovenos, expulsados por los hitleristas, y encontrarles un refugio provisorio.

 

VICARIO CASTRENSE

 

Se me imputa un crimen grave porque fui vicario castrense. El honorable juez me preguntó si no me consideraba traidor a Yugoeslavia por haber buscado en este problema un entendimiento con el Estado Independiente de Croacia. Fui también vicario castrense en la antigua Yugoeslavia. He intentado durante ocho o nueve años arreglar la cuestión del vicariato castrense, sin llegar a un arreglo definitivo y solidario. Por fin, dicha cuestión fue arreglada en Yugoeslavia al cabo de muchas dificultades, mediante un Concordato que después de su solemne ratificación en el Parlamento fue inutilizado por los tumultos callejeros.

 

Cuando se acercaba el fin de la guerra entre Yugoeslavia y Alemania, estaba yo en la obligación de extender la asistencia espiritual a los soldados católicos del antiguo ejército yugoeslavo y a los del ejército del recién creado Estado Independiente de Croacia. Si el Estado se había derrumbado, quedaban los soldados y teníamos la obligación de tomar en cuenta esta situación.

 

LOS DERECHOS DEL PUEBLO CROATA

 

No fui "persona grata" ni a los alemanes ni a los ustachi; no he sido ustachi ni tampoco presté juramento, como lo hicieron muchos de vuestros funcionarios, aquí presentes. La entera nación croata se había declarado plebiscitariamente a favor del Estado Croata y yo hubiera sido un infame si no hubiese sentido el pulso del pueblo croata, que en la antigua Yugoeslavia era esclavo. He dicho que los croatas no podían ascender en la carrera militar o ingresar al cuerpo diplomático, a no ser que mudaran su religión o se casaran con una ortodoxa. Se trata, pues, de un problema del que yo tenía que hablar en mis pastorales y sermones.

 

Todo lo que haya dicho sobre el derecho del pueblo croata a su libertad e independencia está de completo acuerdo con los principios básicos enunciados por los Aliados en Yalta y en la Carta del Atlántico. Si, conforme con estos principios, toda nación tiene derecho a su independencia, entonces, ¿por qué se le niega a la nación croata? La Santa Sede ha subrayado reiteradas veces que tanto las pequeñas naciones como las minorías tienen el derecho a la libertad. ¿No puede entonces, un obispo o metropolitano católico, mencionar siquiera este principio? Si hemos de caer, caigamos, por haber cumplido nuestro deber.

 

Si creéis que este proceso complace al pueblo croata, dadle la oportunidad de pronunciarse. Por mi parte, aceptaré su veredicto. He respetado y respetaré siempre la voluntad de mi pueblo.

 

Me acusáis de ser enemigo del Estado y de las autoridades nacionales. Hoy reconozco vuestra autoridad, pero ¿quién detentaba antes la autoridad? Lo repito otra vez: vosotros para mí representáis autoridad desde el 8 de mayo de 1945, mas no antes. ¿Qué lugar hay en el mundo donde se pueda obedecer a dos autoridades a la vez: a vosotros en los bosques, a otros en Zagreb? ¿A quién debí obedecer a la autoridad del golpista Simovic o al gobierno traidor - como lo llamáis - de Londres, o al que estaba en El Cairo, o al vuestro en los bosques, o al gobierno de Zagreb? ¿Es posible del todo servir a dos señores? De acuerdo con la moral católica, con el derecho internacional y con el derecho del hombre en general, esto es imposible. No podíamos ignorar a las autoridades constituidas aquí, aunque fuesen Ustachis. Estaban aquí. Tendríais derecho a pedirme cuentas desde el 8 de mayo de 1945 en adelante, únicamente.

 

En cuanto a mis actos terroristas, no tenéis prueba alguna: nadie os cree. Si Lisak, Lela Sofijanec y otros se acercaron a mí con nombres falsos, si he recibido una carta que jamás leí, si, en fin hay crimen en que los hombres se me acerquen, entonces aceptaré el veredicto con tranquilidad. No remuerde mi conciencia el haber extendido al Padre Maric un certificado de libre tránsito, porque no lo hice con la intención de infringir el régimen establecido; por tal culpa podría ir al otro mundo con la conciencia tranquila. No importa que me creáis o no. El acusado, arzobispo de Zagreb sabrá no sólo sufrir, sino también morir por sus convicciones. El mismo presidente de gobierno Bakaric ha dicho al sacerdote Milanovic: "Estamos convencidos de que detrás de estas acciones está el Arzobispo, pero no tenemos pruebas". Eso me basta, que ya es mucho confesar.

 

LA PERSECUCION RELIGIOSA

 

Ahora bien; ¿en qué consiste el conflicto, de dónde surgen las dificultades y por qué la situación no se normaliza? El fiscal ha aseverado una y otra vez que en ninguna otra parte hay la libertad de conciencia que reina en este Estado. Me permito señalar algunos hechos que prueban lo contrario.

 

Ante todo el mundo afirmo de nuevo que de 260 a 270 sacerdotes han sido asesinados por el Movimiento de Liberación Nacional. En ninguna otra parte del mundo civilizado se castigaría a tan gran número de sacerdotes, ni en tal forma, por los crímenes que se les imputaron. Así, por ejemplo, el Padre Bürger, párroco de Slatina, como miembro del Kulturbund, podría haber sido condenado, digamos, a unos 8 años de prisión; pero no le sentenciaron a muerte y lo matasteis porque él en cumplimiento de sus sagrados deberes de deán, había transportado los objetos litúrgicos de la vecina iglesia de Vocin. Afirmo de nuevo: en ningún otro Estado civilizado se le habría impuesto tal pena. El Padre Povoljnjak fue asesinado como un perro en la calle, sin siquiera procesársele, y la misma suerte han corrido algunas monjas acusadas. En ningún otro Estado civilizado la muerte habría sustituído jamás una mera sentencia de cárcel. Habéis cometido un error fatal al asesinar a los sacerdotes. El pueblo no os lo perdonará jamás. Tal es vuestra libertad.

 

Nuestras escuelas católicas, construídas al precio de enormes sacrificios nos han sido arrebatadas. El trabajo de nuestros Seminarios se ve imposibilitado. Si no hubiésemos recibido de Norteamérica siete vagones cargados de alimentos, no podríamos seguir este año. Sin embargo, se trata de los hijos de nuestros pobres campesinos. A la fuerza arrebatasteis todas sus propiedades a los Seminarios. No habéis hecho menos que la Gestapo cuando se apoderó de la propiedad del Seminario de Mokrice. No nos oponemos a la reforma agraria. La Santa Sede ha promulgado muchas encíclicas sobre las reformas sociales, pero estos actos debieron llevarse a cabo previo acuerdo con el Vaticano.

 

Se han inutilizado nuestros orfanatos; nuestras imprentas han sido destruidas y no sé de ninguna que funcione al presente. Nuestra prensa, tan atacada aquí, no existe más.

 

¿No es, pues, un escándalo asegurar que en ninguna otra parte goza la Iglesia de la libertad que aquí tiene? Los dominicos han hecho imprimir un libro religioso que yo traduje del francés, y gastaron en la edición 75.000 dinares. Terminada la impresión, quisieron retirar los ejemplares, pero fracasaron en su propósito. ¿Es eso libertad de prensa?

 

La entidad editora San Jerónimo dejó de existir. Es un grave delito contra el pueblo proceder así con sus instituciones culturales más antiguas y más importantes. Me habéis reprochado la obra de "Caritas". Recalco aquí que Caritas ha prestado enormes servicios de beneficencia a nuestro pueblo y a vuestros hijos también.

 

Además, existe la cuestión de la enseñanza religiosa en las escuelas. Habéis establecido la regla: en los cursos superiores de las escuelas secundarias se la prohibe por completo; en los inferiores es facultativa. Pero, ¿cómo concedéis a los niños el derecho a escoger por sí mismos, cuando los unos ni siquiera se han desenvuelto debidamente y a los mayores con derecho a votar se les veda la libertad de escoger en esta materia?

 

Nuestros hospitales católicos de monjas, ¿con cuántas dificultades tropiezan?

 

Contra la voluntad de la gran parte del pueblo habéis introducido el matrimonio civil. ¿Por qué no habéis implantado esta libertad de acuerdo con la mentalidad de nuestro pueblo? En los Estados Unidos, donde impera una sabia república el ciudadano es libre para escoger el matrimonio civil o el religioso, lo que es más inteligente. No os negamos que llevéis algún control sobre el matrimonio. Pero ofende gravemente a nuestro pueblo el verse obligado a contraer primero el matrimonio civil antes que el religioso. Si nos hubieseis consultado al respecto, os habríamos dado sugestiones pertinentes.

 

Los edificios de algunas comunidades religiosas en Bachka fueron confiscados; algunas iglesias de Split (ignoro si perdura esa situación) fueron convertidas en depósitos. Y los bienes eclesiásticos expropiados sin ningún acuerdo con la Santa Sede. Ya habéis visto que el pueblo, pese a vuestra reforma agraria, rehusa tomar esas tierras.

 

Pero, el aspecto material es el menor de nuestros problemas. El punto doloroso es éste: ni de noche, ni de día, sacerdote u obispo alguno tiene la vida segura. El obispo Srebrenic fue atacado en Susak por jovenzuelos, instigados por ciertas personas. Durante tres horas le maltrataron y atacaron en una habitación ante la indiferente mirada de vuestra policía y milicia. Yo mismo padecí un ataque semejante en Zapresic, atacado a pedradas y balazos. El obispo Lach había ido para la Confirmación al otro lado del río Drava y aunque se sabía de su llegada, le mandaron a la otra orilla, quedando toda la noche detenido en la prisión de Koprivnica. Algunos de vuestros partidarios han venido a verme y han declarado que semejante trato era indigno y que protestarían ante las autoridades. Las turbas apedrearon las ventanas de la casa donde se alojaba el obispo Buric, durante su visita de Confirmación. El obispo Pusic, según supe, fue atacado recientemente por el populacho, que le arrojaba manzanas y huevos putrefactos.

 

Consideramos ilusoria semejante libertad y no queremos ser esclavos sin derecho alguno; lucharemos con todos los medios lícitos por nuestros derechos en este Estado.

 

LOS PERSEGUIDORES Y LA DOCTRINA CRISTIANA

 

Para que podáis entender por qué luchamos, citaré tres o cuatro ejemplos más de vuestra pretendida libertad. Enséñase en las aulas, oficialmente y en desafío a todo el testimonio de la historia, que Jesucristo jamás existió. Sabed que Jesucristo es Dios. Por El estamos prestos a morir. Hoy enseñáis que nunca vivió; si un maestro se osa afirmar lo contrario, puede esperar con seguridad ser despedido. Os digo, señor fiscal, que bajo tales condiciones la Iglesia se halla privada de la libertad y será en breve reducida al silencio. Cristo es el fundamento de la cristiandad. Protegéis a los servios ortodoxos. Pero os pregunto: ¿Cómo podéis concebir la ortodoxía sin Cristo? ¿Cómo podéis concebir a la Iglesia Católica sin Cristo? Es un absurdo. En los libros escolares se dice que la Madre de Dios es una prostituta. ¿No sabéis acaso que tanto para los católicos como para los ortodoxos la Madre de Dios es el más sagrado y venerado de todos los conceptos? Habéis ordenado que se difunda, como doctrina oficial del Estado, que el hombre desciende del mono. Quizá algunos tengan esa ambición. Pero, ¿por qué imponer como oficial una teoría que ningún sabio de renombre se atreve a defender hoy?

 

Según vuestro criterio, el materialismo es el único sistema digno, aunque equivale a la negación de Dios y al aniquilamiento del cristianismo. Si no hay más que materia, os agradezco vuestra libertad.

 

Uno de vuestros, figura encumbrada, ha dicho: "No hay un solo hombre en este Estado que no podamos llevar al tribunal y condenarle". Frente a las acusaciones continuas con las que me colocáis entre asesinos y cómplices de los terroristas, replico que no todos los crímenes en el Estado Independiente de Croacia eran obra de los domobrani o ustachi.

 

Fueron tiempos azarosos para la Iglesia que tuvo que vencer múltiples dificultades. Nadie piense que quiero la guerra. Que las autoridades actuales entablen conversación con la Santa Sede. La Iglesia no reconoce la dictadura, mas no se opone a un entendimiento honrado con quienquiera. Los obispos sabrán a qué atenerse en el cumplimiento de sus deberes y no habrá ya necesidad de buscar sacerdotes que levanten su dedo acusador contra los obispos, como se ha hecho aquí.

 

Finalmente, quiero decir unas pocas palabras al partido comunista, que es, en verdad, mi acusador. Si creéis que yo he asumido mi actitud presente por consideraciones materiales, os equivocáis, ya que hemos permanecido inflexibles en nuestra defensa aun después de haber quedado empobrecidos.

 

No estamos contra los trabajadores que buscan el reconocimiento de sus derechos en las fábricas, porque éste es el espíritu de las encíclicas papales. Tampoco estamos contra la reforma agraria.

 

Pero, que los dirigentes del comunismo entiendan que si ha de haber libertad para difundir el materialismo, entonces nos incumbe también a nosotros el derecho a confesar y a propagar nuestros principios. Muchos católicos han muerto y morirán por defender ese derecho.

 

Concluyo. Si hay buena voluntad, puede llegarse a un entendimiento y la iniciativa corresponde a las actuales autoridades. No somos, ni yo ni los demás miembros del episcopado, los que habremos de entrar en esas negociaciones básicas. Trátase de una cuestión entre el Estado y la Santa Sede.

 

En cuanto a mí, y en cuanto al veredicto, no pido clemencia. Mi conciencia está limpia.