AFFAIRE STEPINAC

ERNEST PEZET

 

Studia Croatica, Año I, Buenos Aires, julio-septiembre de 1960, N° 1

 

Es un gran honor para Studia Croatica publicar en su primer número la versión castellana del enjundioso ensayo (cuyo título en su original francés reza: Stepinac-Tito, contextes et éclairages de L'Affaire, del renombrado político y escritor Ernest Pezet, hasta hace poco vicepresidente del Senado de Francia. Ernest Pezet es autor, entre otras, de valiosas y destacadas obras sobre problemas políticos.

 

El presente texto está un tanto abreviado a causa del limitado espacio de nuestro revista, respetándose rigurosamente el pensamiento y las deducciones del autor, sin haberse quitado ni añadido una sola palabra de los párrafos transcriptos. El texto íntegro en su original francés fue editado en París, en 1959, por Nouvelles Editions Latines.

 

En Francia, hace unos sesenta cinco años, estallaba como trueno un escándalo: un oficial fue acusado de traición. Se trataba, sin embargo, de un inocente inmolado al espíritu de la casta militar y a la razón de Estado. Ese escándalo tiene un nombre en la historia: Affaire Dreyfus. Se decía a secas: Affaire.

 

Desde hace unos catorce años existe también en Yugoeslavia un Affaire; su interés y su alcance trascienden las fronteras del país: Affaire Stepinac. Ambas tienen eso en común: en su base, un error judicial; no un error involuntario, sino querido, premeditado, organizado, por razón de Estado.

 

GENESIS DE UN LIBRO PROHIBIDO

 

Durante ocho años, 1932-1940, he sido en el Parlamento informante permanente acerca de los problemas de Europa Central y Oriental en la Comisión de Asuntos Exteriores; ya antes de la guerra fui vicepresidente de dicha Comisión; volví a serlo en 1945, ocupando este cargo hasta 1958.

 

He publicado numerosos estudios sobre los problemas de la Europa Central y Oriental; en 1933 apareció una obra que hizo cierto ruido en aquel entonces, aquí como en Belgrado Yugoeslavia en peligro [1]. Yo fui el autor principal de dicha obra. Tan pronto salió fue prohibida en Yugoeslavia, por decreto real, por... ofensa a la verdad. Lo que hizo temer, ¡ay!, en sus varios pasajes, ocurrió en Marsella un año más tarde.

 

No cabe retirar casi una sola palabra del juicio expresado en 1933. Pese al cambio revolucionario de régimen, la situación ha permanecido, en el fondo, la misma. Queda por justificar esta afirmación. A tal efecto, solicito paciencia del lector. Para la comprensión exacta de lo que sigue, me veo obligado a hacerlo remontar asaz lejos en el tiempo.

 

CONTEXTOS HISTORICO, RELIGIOSO Y DEMOGRAFICO

 

A fines del siglo VI, las tribus eslavas rebasaron las llanuras danubianas y húngaras; unas en dirección a los Alpes orientales ítalo- austríacos, otras hacia una zona entre el Adriático, los ríos Drava y Sava, al Oeste de un río, asaz pequeño, Drina, que habría de separar a los dos pueblos. Los primeros eran los eslovenos; los segundos, los croatas.

 

Otras tribus eslavas se establecieron en la parte montañosa de los Balcanes, entre los ríos Tisa en el Norte y el borde de Grecia, en el Sur: éstos fueron los servios.

 

Los eslovenos y los croatas, al Oeste del Drina, pasaron bajo la influencia romana y católica; los servios, al Este, cayeron bajo la influencia bizantina y ortodoxa. Desde el punto de vista religioso, como desde el punto de vista cultural, via consequentiae, los primeros iban a depender de Roma; los segundos, de Constantinopla.

 

Según el censo oficial de 1952, Yugoeslavia contaba 16.990.000 habitantes, distribuídos en Servia, Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Montenegro. (Estas son las repúblicas federales de la Yugoeslavia actual.) Debo agregar aquí dos regiones dependientes de Servia: Voivodina, al Norte de Belgrado, donde todavía residen muchos húngaros, y al Sur, Kosovo, donde residen numerosos albaneses. En Servia habitan únicamente los servios y además están dispersos en varias regiones. En Croacia los hay un 14%, en Bosnia-Herzegovina, 44%; en Voïvodina, 50% (junto a 25% de húngaros), en Kosovo, 23% (frente a 65% de albaneses).

 

Pero hay todavía más diásporas en Yugoeslavia: los croatas en Bosnia- Herzegovina representan el 24% de la población; los musulmanes, sin nacionalidad declarada, pero pro-croatas y siempre considerados como tales, llegan a una proporción del 30%. En total, en esta república: 44% de servios y 54% de croatas.

 

Dichas cifras las extraigo de la casi oficial Documentation Française, correspondiente al número del 17 de diciembre de 1958: no se podría dar cifras más seguras y reproducidas con mayor exactitud por una publicación de calidad.

 

Si totalizamos las diversas poblaciones yugoeslavas, obtendremos las siguientes cifras:

 

16.990.000 habitantes, de los que 6.984.000 son servios, contra 6.700.000 croatas, católicos y musulmanes pro-croatas, y 1.900.000 eslovenos. No doy las cifras de los húngaros, albaneses, montenegrinos, macedonios ni incluso de los turcos; obsérvese, además, la presencia de 72.000 italianos en la costa adriática.

 

He aquí la compleja demografía yugoeslava, y de golpe y porrazo surge la complejidad del problema yugoeslavo.

 

Mas los problemas religiosos agravan de modo peculiar esta complejidad. Aquí, de nuevo, es de rigor recurrir a las cifras. Esta vez puedo citar únicamente los censos oficiales de 1921 y 1931, presentándose la situación, en ese aspecto, casi sin cambio alguno; admitamos que no haya, tanto de un lado como del otro, una variación máxima de 1 ó 2 %; eso no cambia nada el conjunto:

 

Ortodoxos, 42%; católicos, 38%; musulmanes, 11%; varios (protestantes, etc...), 9%.

 

De modo que, desde el punto de vista racial, cultural, espiritual y nacional, no existe unidad natural desde los Alpes hasta los Balcanes, de Backa a Istria.

 

He dicho claramente desde el punto de vista nacional: en efecto, no se debe confundir aquí el Estado con la Nación. Incluso nosotros, en Francia no concebimos esta diferenciación. Desde hace mucho tiempo en nuestro país se confunden Estado y Nación, mientras que en la mayoría de los países de la Europa Central y Oriental, formados por elementos dispares, diferenciados, lo que no se entiende es la estrecha simbiosis francesa del Estado y de la Nación.

 

Ninguna unidad natural. Un mosaico, geográficamente implantado de Oeste y Este, de Occidente a Oriente (se debe tomar ambos vocablos en su sentido intrínseco), con todas sus consecuencias psicológicas, consuetudinarias y políticas. El punto de ruptura es el río Drina. Eso es Yugoeslavia.

 

Entre las dos guerras la opinión francesa - no única - la de la calle, de la prensa, del parlamento, ignoraba - algunos simulaban ignorar - esta complejidad y sus exigencias. Unicamente se sabía - o se quiso saber - que Yugoeslavia tenía a Belgrado por capital, capital de Servia, la Servia heroica de 1914, sobre cuyo territorio fue lanzado el primer gran asalto enemigo; la Servia sacrificada y venerada cuyo glorioso jefe permaneció al lado de sus soldados para seguir combatiendo; la Servia, por fin, que siempre nos apresuramos en Francia a honrar y amar. Por extensión, se imaginaba cándidamente a Yugoeslavia como ensanchamiento natural de Servia, por una suerte de anexión, tras la conquista de las provincias arrebatadas a Austro-Hungría vencida. Pero una gran Servia no era una verdadera Yugoeslavia. ¿Se sabe siquiera hoy cuántos habitantes tendría Servia únicamente dentro de sus antiguas fronteras territoriales? Aquí están: si no fuera sino la nación yugoeslava más numerosa, en el seno de una verdadera federación, descontada la población de Voïvodina, de Kosovo, regiones autónomas, la Servia tradicional contaría únicamente 4.461.000 habitantes sobre 16.990.000 del total de los yugoeslavos.

 

DESVIACION Y ALTERACION DE UNA GRAN IDEA Y LAS CONSECUENCIAS

 

Hay una paradoja extraña y casi universalmente ignorada: no había nada o muy poco de "servio' en el concepto y en la morfología de Yugoeslavia. El origen de la palabra, como el de la cosa, fue esencialmente "croata' y un poco "esloveno".

 

De modo que los verdaderos iniciadores del yugoeslavismo, es decir, de la unidad yugoeslava, de los eslavos del Sur en el siglo XIX, después en el curso de la guerra 1914-1918 y por fin durante las negociaciones de paz, han sido los eslovenos y sobre todo los croatas católicos, de espíritu latino y de cultura occidental. Finalmente, fueron víctimas de la falsificación y de la utilización equívoca de la idea yugoeslava.

 

A partir de 1958, esa desviación, esa alteración de la idea yugoeslava se hicieron obvias. Yo las juzgaba así:

 

"Poco a poco, de la idea yugoeslavo no quedó sino una concepción servia que habría de provocar una agitación perpetua en el nuevo Estado. Los católicos habían aclamado con entusiasmo, en 1919, la unión de todos los eslavos del Sur; en 1919, están condenados a la unificación por fuerza; la Yugoeslavia no es más que una denominación engañosa destinada a disfrazar, a los ojos del extranjero, una pan-Servia imperialista y dominadora, para mayor desgracia del ideal nacional, del ideal patriótico, de la unidad y de la verdadera fuerza del Estado'.

 

Trágica decepción e injusto infortunio. Mas no fueron solamente los croatas y eslovenos quienes sufrieron las consecuencias: a su vez las víctimas fueron el rey Alejandro en 1984, el Estado y la dinastía servia en 1941.

 

Llegados a este punto de la exposición, conviene establecer las relaciones de causa a efecto y de efecto a causa nueva, la concatenación de los hechos y de sus consecuencias. Diecinueve años de servismo, de 1920 a 1939, engendran un anticroatismo y un anticatolicismo virulentos (empleo la palabra sin miedo; el mismo cardenal Stepinac la justificará muy pronto).

 

Sobreviene la ruina del Reino de los Servios, Croatas y Eslovenos -1941 dislocado incluso antes de ser vencido; luego la dominación alemana e italiana; en ese momento, el anticroatismo engendra la reacción antiservia y antiortodoxa de Ante Pavelic y de su Estado croata, llamado independiente, cuyos errores y hasta delitos cometidos por razón de Estado se imputan al Cardenal Stepinac, completamente ajeno a todo eso.

 

¿Extrañan la verdad y la severidad de mi juicio? Tal vez. Sin embargo, las mantengo. Tengo, pues, que justificarlas.

 

VERDAD Y VERDADES - DATOS OFICIALES

 

Servismo dominador, anticroatismo entre las dos guerras; la opinión pública francesa ignoraba absolutamente esta realidad. -También, cuánto asombro provocó mi libro en su tiempo y cuánto escándalo, en ciertos círculos, en Belgrado e incluso en París! Mi revancha - triste revancha - es que, después, el drama de Marsella no tardó en ser considerado como un acto de coraje al servicio de la verdad.

 

¿La verdad? Se la descubrirá a través de simples estadísticas oficiales servias de 1932. A pesar de la casi igualdad demográfica entre servios de un lado, croatas y eslovenos del otro, aquí van las desigualdades asombrosas:

 

Cadetes de la Escuela Militar: 1.300 servios o sea 85 %; 140 croatas, 50 eslovenos.

Funcionarios de la Corte: 30 servios sobre 31, 94%

Cancillería de condecoraciones: 9 servios sobre 9, 100%

Funcionarios de la Presidencia del Consejo: 13 sobre 13,

Ministerio del Interior: 113 sobre 127.

Relaciones Exteriores: 180 sobre 218.

Instrucción Pública: 150 sobre 156.

Justicia: 116 sobre 137.

Generales: 115 sobre 116.

 

En resumen: en todas esas reparticiones administrativas del 80 y 95 al 99%; servios. Eso en cuanto a la primacía servia y el anticroatismo dentro de la administración.

 

Siguen las estadísticas en el plano religioso (que no se olvide los porcentajes: 38% católicos y 42% ortodoxos):

 

Presupuesto para los cultos, en 1920: para el culto ortodoxo, 17 millones de dinares, 73%; para el culto católico, 6 millones, 27%.

 

Emolumentos de los Obispos: ortodoxos: 40.000 dinares; católicos: de 15 a 20.000.

 

Parroquia protestante de Belgrado: 900 feligreses, 116.000 dinares; parroquia católica de Belgrado: 10.000 feligreses (diez veces más): 66.000 dinares, casi la mitad menos.

 

Trabas escolares: esas se multiplicaban; los profesores católicos fueron destinados sistemáticamente a las regiones ortodoxas y viceversa. La obligación de gratuidad iba a ser impuesta a las escuelas católicas: eso significaba su cierre; el rey Alejandro por fin comprendió las quejas de los obispos croatas; la obligación fue dejada de lado.

 

Los manuales escolares católicos fueron sometidos a severa censura y se impuso los manuales oficiales; ahora bien, en uno de esos manuales se negaba la divinidad del Cristo y se denunciaba al catolicismo como obstáculo a la unidad nacional. En mi primera estada en Eslovenia descubrí con sorpresa en Ljubljana una catedral ortodoxa. Nuestro cónsul me acompañaba; le interrogué: "¿Cuántos feligreses ortodoxos hay en Ljubljana para que se les haya construído semejante catedral?" "No los hay, propiamente - me contestó-. A decir la verdad, no hay sino funcionarios servios, ortodoxos, todos importados en Eslovenia". Pero la Iglesia ortodoxa se rehusó, por principio y tradición, a convertirse verdaderamente en "yugoeslava"; quedó puramente servia de nombre y espíritu. Habiendo grandemente contribuído a formar la conciencia nacional servia, llegó a ser y permaneció, incluso para los agnósticos sin fe religiosa, la Iglesia del Estado Servio. Lo que explica que bajo Alejandro haya imperado un verdadero clericalismo bizantino, un proselitismo virulento, premeditadamente provocativo: provocación era la construcción de iglesias ortodoxosas en las ciudades netamente católicas, o casi; provocación eran esas conversiones forzosas a la religión ortodoxa - ironía de coyunturas: entre las falsas acusaciones lanzadas contra el Cardenal Stepinac figura la de las conversiones forzosas al catolicismo, en tiempo de Pavelic. El valiente obispo, empero, no tuvo que ver nada con eso; él las condenaba incluso expresamente y en público: fueron obra o de los sacerdotes que actuaban bajo su propia responsabilidad, como partidarios apasionados o de civiles movidos por motivos políticos, la mayoría de las veces por la inspiración de los dirigentes partidistas. Esta violenta reacción antiservia y antiortodoxa era absolutamente condenable en principio y altamente inmoral; mas, en el orden de los hechos, era previsible y casi inevitable en Croacia, llevada por los recuerdos recientes, siempre vivos, de las exacciones del régimen servio, sobre todo, bajo la dictadura del siniestro soberano. Tales fueron los frutos envenenados mortales del chovinismo, del espíritu dominador y de las violencias servias y ortodoxas en el último cuarto de siglo.

 

TIENE LA PALABRA MONS. STEPINAC

 

En ese punto de mi exposición, como lo he dado a entender, dejaré la palabra al mismo Mons. Stepinac. Es él quien describirá las extrañas manifestaciones del panservismo y del anticroatismo entre las dos guerras; las mismas, como contragolpe, tenían que suscitar, después de la caída de la monarquía y del Estado, esta suerte de locura pancroata, antiservia y antiortodoxa, de los Ustashi.

 

En octubre de 1935 me concedió larga audiencia, luego me invitó a almorzar con él a solas. Me hizo confidencias y revelaciones inquietantes. Vuelto tarde a mi hotel, anoté, febrilmente, en estilo telegráfico, lo esencial de nuestra entrevista apasionada y alarmante.

 

Esos apuntes, anotados con desorden, al azar de la memoria, apenas tres cuartos de hora después de la conversación, los busqué y los encontré en mis archivos. Los citaré tal cual, sin orden, si me atrevo a expresarme así, y sin comentarios

 

"Monseñor me muestra un látigo en su gabinete, por él llamado su "Museo de horrores"; ese látigo está hecho de trenzados hilos de hierro y de un perno..."

 

"Menos sangre derramada, me dice en cien años de Austro-Hungría que en cinco años de pretendido yugoslavismo por los gendarmes servios..."

 

"...El menor pretexto es plausible para desatar furia; durante una de mis últimas visitas pastorales hubo dos muertos en una gresca provocada por la gendarmería..."

 

"...Luego del memorándum de Mons. Bauer al Príncipe Regente múltiples amenazas eran dirigidas tanto a mí como a los sacerdotes católicos. Hubo cuatro muertos en Taborsko; las violencias y actos de opresión son innumerables..."

 

"Ningún sacerdote se siente seguro de su vida; no pasa día sin que alguno de ellos venga a ponerse bajo mi protección..."

 

"La bandera croata ¿nos la reprochan? Pero ni los obispos ni los sacerdotes la exigen: es el pueblo croata el que la quiere. En ella ve el símbolo de sus libertades oprimidas. Sin embargo, Austria-Hungría la toleraba..."

 

"Bajo Austro-Hungría 700 gendarmes bastaban para mantener el orden en Croacia; -actualmente hay de 6 a 7.000! Arguyen sobre la influencia y la acción del comunismo: esto es 'imposible en Croacia hoy en día..."

 

"...Mis visitas pastorales son consideradas como agitación política. Pero ¿qué puedo hacer? La diócesis de Zagreb es inmensa; cuenta con 1.700.000 habitantes. Si el gobernador finge ver allí una acción política, entonces de nuevo: ¿qué puedo hacer yo?"

 

"Vivimos en un régimen de sospechosos. La delación asoma por doquier. Es un sistema turco perpetuado a través del régimen servio. La policía, la gendarmería: un Estado en el Estado..."

 

"Un sargento procuraba sobornar a una mujer para que llevase un pliego. ¿Qué pliego? Una bomba. Y ¿adónde llevarla? Al palacio obispal. Serás rica, decía el sargento, si la llevas. El proceso verbal de este asunto fue incorporado después de la declaración y confrontación de los actores de ese drama, afortunadamente fracasado..."

 

"Monseñor Stepinac me entrega una fotografía conmovedora. Me resistía a creer en la autenticidad del documento fotografiado. Entonces puso en mis manos el mismo original: un recibo otorgado por un agente del fisco servio en servicio en una localidad fronteriza; un recibo en buena y debida forma, con firma y sello de rigor, por una suma pagada por una familia en concepto de cinco balas de ejecución capital del padre."

 

¿Su crimen? Había contravenido los reglamentos relativos al franqueamiento impuesto a los campesinos cuyas tierras bordeaban la frontera. El hombre estaba mal fichado y considerado como peligroso militante croata; fue detenido, condenado, fusilado. El costo para la familia: trece dinares, quince centavos..."

 

Interrumpo aquí mis citaciones.

 

STEPINAC, FRENTE A LA TIRANIA, SOSTENEDOR DE LOS PRINCIPIOS, DEFENSOR DE LOS SERVIOS, ORTODOXOS Y JUDIOS

 

Ahora nos toca hablar del mismo monseñor Stepinac. Primero, las condiciones de su defensa. Monseñor ha rehusado defenderse y no ha elegido a sus abogados.

 

¿Quién los designó, pues? El Tribunal Popular Supremo del Estado; primero había recusado a los abogados que espontáneamente se habían ofrecido a defender al Cardenal. La acusación eligió, pues, a los defensores, por cuanto fue el Tribunal Popular Supremo quien los designó. ¿Y qué defensores?

 

Al doctor Politeo, en primer lugar: abogado defensor de Tito bajo la dictadura del rey; luego, al doctor Katicic; en su discurso de defensa no trepidó en expresar que hablaba como abogado oficial.

 

Ahora bien, los dos, en ese régimen comunista denominado federal y nacional, pero de hecho y necesariamente casi dictatorial (como todos los regímenes comunistas, el de Moscú como los de las democracias populares), los dos demostraron de manera irrefutable y, además, no refutada, la inocencia del acusado. Más aún, ambos y sobre todo Politeo, acusaron a su vez. Hacía falta coraje.

 

¿A quién han acusado? Al mismo Tribunal por no haber querido admitir las pruebas. En el estrado, Politeo declara:

 

"He depositado un material importante de documentos e indicado a testigos imparciales. Se los rechazó. De Monseñor Stepinac hacen chivo emisario de todos los delitos cometidos, no solamente por los miembros del clero o por los católicos, sino aun de todos los crímenes cometidos por el Estado Independiente Croata". Puesto que es ése expresamente el punto N°1 del acto de acusación.

 

La verdad, pues, es todo lo contrario. Se descubre en los escritos del Cardenal verdaderos desafíos lanzados al fascismo y al nacismo vencedores. ¡Y en qué términos! Veamos:

 

"Aunque ellos tengan todas las armas a su disposición ("ellos" se refiere a los nazis y los fascistas instalados en Zagreb cerca de la Curia), aunque posean todos los medios materiales, aunque manden en la prensa, la radio, en el cine del mundo entero, perecerán".

 

El Arzobispo los condena así públicamente; lanza este otro desafío a las autoridades fascistas y nazis:

 

"Ya que se trata de una ingerencia extranjera en los asuntos de nuestro país, no tengo ningún miedo, aunque esta protesta mía caiga en las manos de esta potencia extranjera: la Iglesia católica, que represento, no teme ningún poder terrestre, desde que se trata de defender los derechos fundamentales del hombre.

 

De los judíos, el Arzobispo era el defensor y protector constante, valiente, hasta audaz. Lo que le valió, en consecuencia, el homenaje del presidente de la comunidad judía de Zagreb y de numerosas personalidades judías extranjeras, sobre todo de América. Al Ministro del Interior, Artukovic, escribe el 23 de mayo de 1941:

 

"Incluso las prostitutas y sus cómplices no son marcados con la estrella amarilla, pegada en su persona. De este modo no se quiere provocar el desprecio público a los que lo merecen, pero se deshonra a las personas cuya única culpa es de pertenecer a otra raza."

 

Se puede medir tal coraje si lo comparamos al silencio deliberado, obstinado de la jerarquía en el mismo tiempo, en otros lugares.

 

Un mes después del advenimiento del Estado Croata (14 de mayo de 1941) Pavelic ordena el fusilamiento de un grupo de los rebeldes servios. Stepinac protesta inmediatamente y escribe a Pavelic:

 

"En mi calidad de Arzobispo protesto contra esas violencias: la moral católica no permite actos semejantes. Le ruego tome inmediatamente todas las medidas para que ni un servio más sea muerto, si no ha cometido ningún acto comprobado que merezca pena de muerte..."

 

Poco después, enterado de que los rehenes servios estaban en peligro de ser fusilados, telefonea a Pavelic:

 

"No haga eso. La moral católica prohibe matar a los rehenes por culpas cometidas por otros. Es una conducta pagana que llama la cólera de Dios".

 

El 29 de junio de 1942, desde el púlpito de la catedral, declara:

 

"Si no hemos logrado salvarlos (los rehenes servios), no es culpa de la Iglesia; es culpa de los elementos que violaban las leyes divinas y humanas para descargar su venganza sobre los inocentes."

 

Pero entonces, llegamos a preguntarnos, ¿por qué, si todo eso es verdad; es conocido, probado e innegable, cómo lo es, por qué el arresto, el proceso, la prisión, la confinación del Arzobispo Stepinac? Debieron honrarlo; sin embargo, lo condenan.

 

Sin embargo - hecho que debe ser subrayado - no en seguida: transcurrirán dieciséis meses después de la "liberación" del país, antes de inquietarlo. Se prefiere aprovechar el tiempo, para utilizar, tal vez, la influencia de su futura víctima sobre el pueblo croata, en la creencia de que facilitará la instalación del sistema y de sus hombres.

 

Llega el día en que el proceso debe ser intentado. Tito se ofrece entonces a facilitarle la salida de Croacia en avión. Si el Arzobispo, ese criminal político, acepta ese indulto, con la huída, que le facilita su acusador, parecería confesarse culpable: entonces no hace falta más el proceso: la objeción de la justicia civil será evitada. Por añadidura, el acusador será alabado por su magnanimidad!

 

El Arzobispo no cae en la trampa: es inocente de todos los cargos. -Qué lo condenen! Pero es un inocente que será condenado. El mundo acabará por saberlo. La verdadera justicia reivindicará un día la verdad. Pase lo que pase, no huirá, no abandonará a su rebaño ni su cargo. Desde ese momento, la suerte está echada. El proceso tiene lugar. El Arzobispo es condenado.

 

En ese tiempo, Tito concede al corresponsal del "New York Times", señor Sulzberger, una entrevista que sorprende y provoca mucho revuelo. ¡Tito se ve obligado a comentarlo!

 

"Con motivo de esta entrevista, explica Tito, y de la interpretación que se le ha dado, o sea que Stepinac sería liberado si saliera al extranjero, la población ortodoxa se ha mostrado descontenta".

 

Observemos bien que no dice: "La población" sin más, es decir todo el pueblo. No; dice "la población ortodoxa".

 

Y Tito prosigue: "Ella - la población ortodoxa - lo considera como criminal de guerra: y allí no cabe cambio alguno. Debemos tomar en cuenta los sentimientos de la población ortodoxa".

 

RAZON DE ESTADO

 

Esta vez la verdadera palabra ha sido pronunciada. El "porqué" de la persecución del Arzobispo no lo constituyen los crímenes probados. No. Son imputaciones consideradas verídicas por la población ortodoxa: la voluntad de esa parte de la población está por encima de la Verdad y de la Justicia.

 

Tito ya lo da a entender. Pero lo hará más expresamente: es por razón de Estado confesional que el jefe ateo de un régimen agnóstico y hasta arreligioso acosa a Mons. Stepinac, jefe de los católicos de Croacia.

 

A decir la verdad, las dos razones - razón de Estado y razón confesional - se confunden: la única Iglesia tradicionalmente nacional, incluso para la nueva Yugoeslavia comunista, es la Iglesia ortodoxa servia. La Iglesia católica, también tradicionalmente nacional, no es sino un cuerpo extraño.

 

Ya en 1930 un personaje destacado, casi oficial, presidente de la Logia masónica de Belgrado, pensaba y hablaba de igual modo: La organización religiosa no es otra cosa que un instrumento del Estado, el gobierno no debe por lo tanto dejar ese instrumento en manos de un extranjero. ¿Cuál extranjero? El Papa.

 

Cómo no cotejar esta declaración con las palabras que Tito dirigió, en diciembre de 1949, a la organización de los Sacerdotes populares eslovenos de Cirilo y Metodio, para empeñarlos en las vías de disidencia de Roma, cuando les dijo: Nosotros los yugoeslavos nos hemos separado de Moscú. ¿Por qué ustedes no se separan de Roma?:

 

Es así que la "población ortodoxa" se erige contra el Arzobispo católico croata, acusándolo por crímenes de guerra. La verdad que la tienen con Roma, lo mismo que Tito, a su vez, ya que Roma representa el catolicismo supranacional, por lo tanto el cosmopolitismo: enfrentada con la Iglesia ortodoxa nacional, representa el mundo extranjero. El patriotismo panservio exige que sea denunciado y combatido en la persona misma de su jefe. Los von Rom, como decía Bismark. "Hubo casos en el mundo, cuando, en el interés del Estado, los inocentes, permanecieron en la cárcel e incluso fueron ejecutados". Pero, ¿quién se expresa de ese modo? El mismo Tito en la entrevista concedida al New York Times. Dicho de otro modo: "¿Por qué extrañarse que yo ponga en la cárcel al inocente Stepinac?" Así y todo, distanciado de Moscú, incluso en gran discordia a la sazón con el Kremlin, Tito continuaba abrazando las querellas constantino-latinas, dicho con otras palabras, las querellas eclesiásticas de Moscú, las que explican y perpetúan el antagonismo servio-croata.

 

De ahí resulta, pues, que Affaire Stepinac no es una affaire puramente personal; es un símbolo; es el test de un malestar fundamental en la Yugoeslavia de Tito, como en la Yugoeslavia de Alejandro.

 

Tenemos otro reconocimiento involuntario, y cuán importante, del perseguidor de Stepinac: lo encontramos en su entrevista con el senador americano Boli-Moody, del 16 de agosto de 1950:

 

"Sí - dijo-, sí, a Stepinac lo apoyan firmemente los católicos yugoeslavos: pero es también fuertemente criticado por los ortodoxos servios, que son mayoritarios".

 

Es así que de la confesión misma del sucesor comunista de los monarcas y servios se desprende que el país yugoeslavo, hoy como ayer, está dividido contra sí mismo, desde el doble punto de vista religioso y hasta nacional. La Iglesia nacional, incluso para los jefes del comunismo yugoeslavo, es la Iglesia ortodoxa servia, nacional y estatista. En consecuencia, Tito, ateo, debe, sin embargo, ejecutar lealmente su voluntad; tiene que servir las miras y los intereses de una fracción religiosa, mayoritaria, con 42 %, contra otra fracción fuertemente minoritaria, con 38% [2].

 

Así, en un país plurinacional y pluriconfesional, cuya unidad se puede alcanzar únicamente en el plano federal - pero en un espíritu y por estructuras verdaderamente federalistas-, cuenta una sola "nación", como también cuenta una sola religión: la ortodoxia, cuya primacía mantiene por un acto de puro clericalismo un Estado laico, ateo y comunista que tendría que ser laico y neutral. -Francamente, la paradoja es un poco fuerte! En cierto aspecto, empero, se explica: esta primacía de una confesión contribuye a asegurar la supremacía de una de las naciones yugoslavas sobre las otras. El problema esencial de las relaciones entre servios y croatas no está, pues, resuelto. Tampoco fue solucionado por el Estado nuevo, federado más en los textos que en el espíritu y en las realidades: no lo logró; como tampoco lo consiguió el monarca servio Karageorgevic, fundador del Reino centralista de los servios, croatas y eslovenos.

 

Se ha dicho y escrito, sin que haya sido desmentido, que los monárquicos emigrados y los comunistas servios han coincidido en la idéntica apreciación del caso Stepinac. El hecho no resulta tan sorprendente: para el granservismo de unos y de otros no existe la igualdad nacional concebible entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa servia.

 

La lucha religiosa en ese país constituye otro aspecto de la lucha nacional; ésta incluso saca sus premisas y su verdadera causa de los contrastes religiosos.

 

Servios y croatas, dos comunidades religiosas diferentes y hasta ahora antagonistas: la ortodoxa y la católica.

 

Aquí va una historia penosa: la relatamos a pesar nuestro; pero es demasiado esclarecedora y explicativa para pasarla en silencio, en el presente escrito, que quisiera aclarar por dentro el doloroso conflicto Tito-Stepinac. Nos hallamos en 1945-46. El Patriarca de la Iglesia ortodoxa servia Mons. Gavrilo, vive exilado en Londres. Ha seguido hasta allí al joven Rey Pedro. Muy celoso en la defensa de la vieja Servia y de su dinastía, no pierde ninguna ocasión para lanzar condenación y anatemas contra esos "bandidos" - él empleaba ese término - que han usurpado el poder en Belgrado e instalado el comunismo.

 

¿Tito reacciona? Sí. Pero no para devolver golpe por golpe. Si. Pero no para devolver golpe por golpe. Quiere ser continuador de los Karageorgevic: al menos, por cierto tiempo, y pese a su ateísmo militante, debe apoyarse en la Iglesia nacional servia.

 

Sabiéndolo, intentará atraer a Belgrado a Mons. Gavrilo, jefe de los fieles ortodoxos. -Qué éxito significaría su regreso! Le envía sus emisarios; éstos negocian con los del Patriarca. -La negociación terminó conforme a los propósitos y anhelos de Tito! El Patriarca abandona al Rey emigrado y vuelve a Belgrado.

 

En seguida va a jugar el papel que Tito espera de él. Censura públicamente al Arzobispo católico ya encarcelado y elogia públicamente a Tito, a quien él mismo tildaba antes de bandido.

 

Razón nacional para el Mons. Gavrilo, siendo su Iglesia nacional y estatista; razón confesional de Estado para Tito y tan imperiosa que el mismo postulado mayor de la real unidad yugoslava no puede dominarla!

 

A despecho de las proclamaciones, a pesar de una organización formalmente, pero no realmente, federal por su espíritu y sus estructuras, el problema de la unidad del Estado no está solucionado en la Yugoslavia comunista, como tampoco lo fue bajo la monarquía antes y la dictadura del rey después de 1929.

 

El conflicto servio-croata subsiste: es de índole psicológica, histórica, sociológica y espiritual. Tal vez tenga también una explicación "orgánica" en el tipo oriental y balcánico de las prácticas gubernamentales de sus monarcas, que están en el origen de su formación hasta el Estado moderno.

 

Y así tenemos que en lo tocante a ese conflicto el régimen comunista yugoeslavo sigue la tradición de la monarquía servia.

 

Mons. Stepinac hubiera debido ser honrado como "resistente" espiritual: -pero lo vemos encarcelado por crímenes de colaboración, por crímenes de guerra!

 

Por ello, precisamente, vemos que se convirtió en la más alta ilustración - no la única, es verdad - del tormento interior yugoslavo. No la única, ni la primera: cuántas víctimas exiladas de la dictadura real de Servia he conocido, acogido, asistido entre 1929 y 1940... Algunas estaban incluso muy cerca de Tito y lo están ahora.

 

El conflicto Stepinac revela que un Gran Servismo sobrevive en el seno del régimen comunista, instaurador de los Estados teóricamente igualitarios. El Cardenal es con seguridad más el sacrificado de la razón de Estado que la víctima de un error judicial, cometido en la instrucción y en el curso del proceso. Escúchenle:

 

"El presidente del Gobierno, Bakaric, ha declarado que no hay prueba que yo haya trabajado contra el régimen... Compruebo que no hay diferencia entre ustedes y la Gestapo; pero no pido clemencia; mi conciencia está tranquila y limpia: estoy condenado siendo inocente; el futuro juzgará."

 

Así habló el Arzobispo Stepinac ante el Tribunal Popular Supremo. Así hablaban ante sus jueces los Apóstoles.

 

Sí, realmente, él es víctima de la razón de Estado, más aún que de un error judicial deliberado: este error ha sido cometido por razón-confesional de Estado.

 

ELOCUENCIA Y SENTIDO DE UN SILENCIO...

 

Para testimoniar su alta estima a la Croacia católica, el Papa León X le confirió este título honorífico: Christianitatis antemurale, Antemural de la Cristiandad.

 

Sobre la muralla no se erige, como otrora, un "obispo-soldado", armadura sobre el cuerpo y espada en la mano. Pero siempre hay un jefe espiritual: el Cardenal Stepinac. Encarcelado, confinado, silencioso, está siempre de pie por su espíritu; hacia él se vuelven las miradas de los fieles. Vencido aparentemente, por eso mismo es invencible espiritualmente. La persecución lo ha madurado en un elocuente silencio; no lo ha abatido.

 

Más fuerte que la persecución es su recta conciencia. Más fuerte aún su fe religiosa, el sostén que entraña y la protesta que encarna.

 

El medita sobre el lema de sus antepasados croatas; más bien, lo vive. Aquí está: Por la gloria. de la Cruz y por el amor a la libertad.

 

París.

 

 



[1] “La Yugoslavie en péril”, Bloud et Gay, Paris, 1933

[2] Huelga aclarar que no todos los ortodoxos en Yugoslavia son servios. Además de los servios, dicha confesión la profesan en Yugoslavia también los macedonios, los montenegrinos, las minorías búlgara y rumana y una parte de la minoría albanesa, en total cerca de dos millones de personas. Incluso un importante núcleo de los ortodoxos radicados en Croacia rehusa ser considerado servio. No obstante ello, los servios, al identificar religión con nacionalidad, consideran automáticamente a todos como miembros de la Iglesia nacional servia, la que a su vez actúa como instrumento de la "servización", incluso allí donde los fieles, como por ejemplo en Macedonia, forman masas compactas de una nacionalidad aparte. Los abusos que comete la iglesia nacional servia con fines proselitistas y chovinistas cobran a veces formas drástricas. Los macedonios se hallan sometidos a una doble presión, tendiente a desnacionalizarlos, mediante las instituciones políticas y eclesiásticas. La Yugoeslavia comunista, en su constitución, reconoce formalmente que los macedonios constituyen una nacionalidad aparte, pero con todo eso no han podido conseguir que se les reconociera la Iglesia ortodoxa macedonia autocéfala, pese al hecho de que ella tiene una tradición más antigua y reputada que la Iglesia nacional servia. (Nota de la Redacción.)