STUDIA CROATICA

 

Studia Croatica, Año I, Buenos Aires, julio-septiembre de 1960, N° 1

 

La presente publicación está destinada a la opinión pública de los países iberoamericanos, particularmente a quienes por su vocación o función tienen interés por el estudio de la situación imperante en la Europa Central y del Sur, zonas sometidas actualmente a la presión comunista. Es, esta publicación, auténtica expresión de los exilados croatas, entre los que se cuentan no pocos intelectuales, víctimas de la persecución comunista. Impulsa a los iniciadores el deseo de informar al mundo libre sobre el acervo histórico- cultural de su vieja patria, sobre sus sufrimientos, los acontecimientos y la lucha que sobrelleva por la libertad y la independencia. Los mueve, al par, el agradecimiento hacia las repúblicas americanas, en las que encontraron una nueva patria hospitalaria, lo que retribuyen comunicándoles sus experiencias con el comunismo, que hoy en día constituye el enemigo común en todo el mundo libre. Es posible ofrecer una resistencia exitosa en la defensa de las libertades individuales y nacionales y de la dignidad humana, contra la opresión comunista, únicamente si se conocen a fondo sus tácticas y sus fines. Pues la causa fundamental de tantos fracasos de las democracias occidentales después de la segunda guerra mundial, estriba en el desconocimiento de la verdadera naturaleza del bolchevismo.

 

Croacia es un pequeño país europeo a quien cupo el destino trágico de haber perdido su libertad nacional, por lo que ni siquiera figura en los mapas políticos como nación, aunque lo fue por más de mil años y actualmente posee todas las condiciones para participar en un pie de igualdad en la comunidad de las naciones libres.

 

Hasta 1918, Croacia, como reino asociado con atributos estatales propios, integraba la comunidad danubiana de los pueblos de nuestra cultura occidental bajo el cetro de la dinastía de los Habsburgos. Terminada la primera guerra mundial, Croacia se vio privada del derecho democrática de autodeterminación y, entre las dos guerras mundiales, se la constituía en parte integrante de Yugoeslavia, regida por la dinastía servia de Karageorgevic. El rey dictador Alejandro I negaba oficialmente hasta los atributos de la nacionalidad croata, poniendo fuera de la ley a los patriotas, partidos políticos e instituciones nacionales croatas. En 1941 se produjo el desmembramiento de la Yugoeslavia monárquica y al mismo tiempo fue fundado el Estado Independiente de Croacia, suprimido en 1945, por la fuerza por los comunistas, que lo reintegraron a la segunda Yugoeslavia, comunista y supuestamente federal, en la que Croacia, con su territorio considerablemente amputado, constituye una de las seis repúblicas populares, gobernadas todas en forma centralista desde Belgrado, capital de Servia. De este modo Croacia se halla en doble esclavitud: despojada de su libertad nacional y víctima del terror comunista.

 

Aunque se trate de un lejano y sojuzgado país europeo, actualmente son tales las relaciones en el mundo que ni las naciones sudamericanas -que representan no solamente una reserva moral y material de nuestro mundo occidental, sino que evidencian una fuerza real y ejercen influencia cada vez mayor en la comunidad de las naciones libres- pueden ignorar las experiencias de los pueblos cautivos en la ancha franja que corre desde el Adriático hasta el Báltico, es decir, desde Croacia en el sur hasta Finlandia en el norte.

 

En esas posiciones defensivas de la frontera oriental del mundo occidental Croacia ocupa uno de los puestos clave. Durante más de un milenio tiene en posesión legítima la mayor parte de la costa oriental del Adriático, en lo que se extiende entre los Alpes, el Danubio y los Balcanes: Ubicada en este punto neurálgico, fue durante siglos el guardián fronterizo, el defensor de los valores de la sociedad occidental frente a las arremetidas de Bizancio, de los mogoles y los otomanos en una zona altamente sensible, como vecino contiguo al espacio apenino y alpino, sedes del papado e imperio, instituciones éstas que a través de siglos han sido la expresión fiel de la unidad occidental.

 

Por eso tuvo justificado motivo el Papa renacentista León X cuando calificó a Croacia "scudum saldissimum ac antemurale Christianitatis".

 

En la época moderna, Croacia, que por su Lengua pertenece al grupo lingüístico eslavo, está expuesta a los embates del imperialismo ruso, primero zarista, luego soviético. La resistencia tenaz y sacrificada que los países cautivos ofrecen a la opresión comunista reviste el carácter de la defensa de la cultura occidental frente a las embestidas de bolchevismo, que es una forma rusa específica del marxismo, unido indisolublemente a la tradición autocrática y césaro-papista del mundo de cultura y civilización de la Europa Oriental, cuyo exponente principal fue otrora el imperio bizantino y en los tiempos actuales el imperio ruso.

 

Tan pronto ocuparon los comunistas a Croacia, empezaron una acción exterminadora de todas las tradiciones arraigadas, de todas las vinculaciones espirituales con el mundo occidental, imponiendo no solamente nuevas instituciones, opuestas al espíritu croata, sino una nueva mentalidad. Esta presión pudo concretarse en forma violenta a causa de las siniestras circunstancias que forzaron a los croatas, en virtud de los tratados de paz de 1919, a vivir en el Estado plurinacional yugoeslavo, heterogéneo v antagónico en cuanto a cultura, política y credo religioso, bajo la hegemonía de la Servia balcánica, país éste donde incluso actualmente predominan las tradiciones e influencias bizantinas y rusas. En ese sentido, Yugoeslavia, en la cual Servia ejerce dominación sobre la mayoría no servia, es análoga a Rusia, que no solamente domina a tantos pueblos de la Unión Soviética, sino a numerosos países satélites, entre ellos antiguas naciones que son parte integral del mundo occidental. De este modo Yugoeslavia aparece como la Unión Soviética "en pequeño", incluso después del conflicto entre Belgrado y Moscú, cuando se creó el término del "comunismo nacional".

 

Existen, además, otros motivos que hacen oportuna esta publicación en el ámbito de la lengua de Cervantes. Existen antiguos y vivos vínculos entre Croacia y el mundo hispánico, que deben ser mantenidos y estrechados aún más.

 

Todavía a principios del siglo XVI, en un momento crítico de la historia europea y de la propia, Croacia jugó un papel activo en la constelación política, cuya fuerza principal era España. En aquella época, el poderío militar del reino húngaro-croata quedó destruido y con él la última resistencia a la penetración osmanlí, cuya meta era conquistar Roma y llegar al Rin. Los países occidentales concertaron una amplia colaboración con fines defensivos, muy similar a la existente hoy. Se concretó en aquel entonces una firme comunidad defensiva entre los países danubianos bajo la égida de la casa de Austria y con apoyo del imperio español. Los croatas eligieron en 1527 como su rey a Fernando I, hermano de Carlos V, "en cuyo imperio no se ponía el sol", siendo así uno de los primeros fundadores de la comunidad que con razón fue denominada "Pequeña Europa". Los croatas permanecieron fieles a esa comunidad durante cuatro siglos, hasta el término de la primera guerra mundial, cuando se operó la "balcanización" de la cuenca danubiana, dando pábulo a la aventura nacional-socialista y luego a la dominación soviética.

 

Además, existen otras relaciones más expresivas e íntimas entre Croacia y el mundo hispano. Los croatas son genuinamente un pueblo marítimo, participando ya en la temprana Edad Media en las batallas marítimas contra los sarracenos; tomaron parte también en la hazaña del descubrimiento del Nuevo Mundo y especialmente en su construcción. Ya en el siglo XVI hallamos en el suelo americano a grupos de croatas, que no llegan como conquistadores sino como pobladores. Como país, que actualmente supera siete millones de habitantes, el aporte de los croatas al adelanto de las Américas fue relativamente muy alto, totalizando dos millones de inmigrantes, aproximadamente, de los cuales varios centenares de miles se hallan radicados en las repúblicas sudamericanas, mayormente como agricultores y hábiles marineros, que entre otras cosas fundaron la flota mercante argentina (los hermanos Mihanovic). Los croatas, debido a su civilización occidental y la religión católica, se compenetran y asimilan sin dificultad con la población de la América latina. Hasta los tiempos más recientes constituyen el contingente inmigratorio principal del territorio de la Yugoeslavia de hoy. Aunque llegaron con los pasaportes austríaco o yugoeslavo y en sus documentos no figura su nacionalidad croata, no por ello dejaron de ser descendientes croatas. En cuanto al intercambio comercial entre Yugoeslavia y las repúblicas sudamericanas, los productos de Croacia ocupan el primerísimo lugar.

 

Finalizada la segunda guerra mundial, se produce la triste migración masiva de los países europeos, caídos bajo la férula comunista. La ola de los refugiados croatas era muy alta. La expatriación forzosa aún continúa, aunque erizada de peligros. Los croatas se hallaban entre los primeros refugiados de la posguerra y pasaron por trances muy difíciles hasta que los países del Nuevo Mundo, en gesto magnánime, no les abrieron sus puertas, en primer lugar la Argentina, Venezuela, Estados Unidos, Canadá, Brasil y Chile. Trátase de millares de refugiados, de combatientes duchos y fraguados en la lucha anticomunista, que por eso saben apreciar el valor de las instituciones del mundo libre y sus esfuerzos por el progreso, la dignidad humana y nacional.

 

Por eso, los editores y colaboradores de "Studia Croatica", cuyo primer número coincide con el año del refugiado y con el sesquicentenario de la Revolución de Mayo en la Argentina, abrazan con igual amor a su vieja y a la nueva patria y se proponen informar e ilustrar con veracidad y rigor científico a la opinión pública hispana, sobre la situación prevaleciente en la efervescente frontera oriental de nuestra sociedad occidental, en esa tierra caliente donde en 1914 en Sarajevo, capital de las provincias croatas Bosnia y Herzegovina, fue disparado el primer tiro de la primera guerra mundial, por los terroristas servios que atentaron contra la vida del heredero del trono austro-húngaro y dieron motivo inmediato a la guerra fratricida (1914-18), que todavía no puede considerarse terminada hasta tanto no reine una verdadera paz, cuando todos los pueblos y todos los hombres tengan asegurada la vida en libertad, dignidad y justicia.

 

Tan pronto ocuparon los comunistas a Croacia, empezaron una acción exterminadora de todas las tradiciones arraigadas, de todas las vinculaciones espirituales con el mundo occidental, imponiendo no solamente nuevas instituciones, opuestas al espíritu croata, sino una nueva mentalidad. Esta presión pudo concretarse en forma violenta a causa de las siniestras circunstancias que forzaron a los croatas, en virtud de los tratados de paz de 1919, a vivir en el Estado plurinacional yugoeslavo, heterogéneo y antagónico en cuanto a cultura, política y credo religioso, bajo la hegemonía de la Servia balcánica, país éste donde incluso actualmente predominan las tradiciones e influencias bizantinas y rusas. En ese sentido, Yugoeslavia, en la cual Servia ejerce dominación sobre la mayoría no servia, es análoga a Rusia, que no solamente domina a tantos pueblos de la Unión Soviética, sino a numerosos países satélites, entre ellos antiguas naciones que son parte integral del mundo occidental. De este modo Yugoeslavia aparece como la Unión Soviética "en pequeño", incluso después del conflicto entre Belgrado y Moscú, cuando se creó el término del "comunismo nacional".

 

Existen, además, otros motivos que hacen oportuna esta publicación en el ámbito de la lengua de Cervantes. Existen antiguos y vivos vínculos entre Croacia y el mundo hispánico, que deben ser mantenidos y estrechados aún más.

 

Todavía a principios del siglo XVI, en un momento crítico de la historia europea y de la propia, Croacia jugó un papel activo en la constelación política, cuya fuerza principal era España. En aquella época, el poderío militar del reino húngaro-croata quedó destruido y con él la última resistencia a la penetración osmanlí, cuya meta era conquistar Roma y llegar al Rin. Los países occidentales concertaron una amplia colaboración con fines defensivos, muy similar a la existente hoy. Se concretó en aquel entonces una firme comunidad defensiva entre los países danubianos bajo la égida de la casa de Austria y con apoyo del imperio español. Los croatas eligieron en 1527 como su rey a Fernando I, hermano de Carlos V, "en cuyo imperio no se ponía el sol", siendo así uno de los primeros fundadores de la comunidad que con razón fue denominada "Pequeña Europa". Los croatas permanecieron fieles a esa comunidad durante cuatro siglos, hasta el término de la primera guerra mundial, cuando se operó la "balcanización" de la cuenca danubiana, dando pábulo a la aventura nacional-socialista y luego a la dominación soviética.

 

Además, existen otras relaciones más expresivas e íntimas entre Croacia y el mundo hispano. Los croatas son genuinamente un pueblo marítimo, participando ya en la temprana Edad Media en las batallas marítimas contra los sarracenos; tomaron parte también en la hazaña del descubrimiento del Nuevo Mundo y especialmente en su construcción. Ya en el siglo XVI hallamos en el suelo americano a grupos de croatas, que no llegan como conquistadores sino como pobladores. Como país, que actualmente supera siete millones de habitantes, el aporte de los croatas al adelanto de las Américas fue relativamente muy alto, totalizando dos millones de inmigrantes, aproximadamente, de los cuales varios centenares de miles se hallan radicados en las repúblicas sudamericanas, mayormente como agricultores y hábiles marineros, que entre otras cosas fundaron la flota mercante argentina (los hermanos Mihanovic). Los croatas, debido a su civilización occidental y la religión católica, se compenetran y asimilan sin dificultad con la población de la América latina. Hasta los tiempos más recientes constituyen el contingente inmigratorio principal del territorio de la Yugoeslavia de hoy. Aunque llegaron con los pasaportes austríaco o yugoeslavo y en sus documentos no figura su nacionalidad croata, no por ello dejaron de ser descendientes croatas. En cuanto al intercambio comercial entre Yugoeslavia y las repúblicas sudamericanas, los productos de Croacia ocupan el primerísimo lugar.

 

Finalizada la segunda guerra mundial, se produce la triste migración masiva de los países europeos, caídos bajo la férula comunista. La ola de los refugiados croatas era muy alta. La expatriación forzosa aún continúa, aunque erizada de peligros. Los croatas se hallaban entre los primeros refugiados de la posguerra y pasaron por trances muy difíciles hasta que los países del Nuevo Mundo, en gesto magnánime, no les abrieron sus puertas, en primer lugar la Argentina, Venezuela, Estados Unidos, Canadá, Brasil y Chile. Trátase de millares de refugiados, de combatientes duchos y fraguados en la lucha anticomunista, que por eso saben apreciar el valor de las instituciones del mundo libre y sus esfuerzos por el progreso, la dignidad humana y nacional.

 

Por eso, los editores y colaboradores de "Studia Croatica", cuyo primer número coincide con el año del refugiado y con el sesquicentenario de la Revolución de Mayo en la Argentina, abrazan con igual amor a su vieja y a la nueva patria y se proponen informar e ilustrar con veracidad y rigor científico a la opinión pública hispana, sobre la situación prevaleciente en la efervescente frontera oriental de nuestra sociedad occidental, en esa tierra caliente donde en 1914 en Sarajevo, capital de las provincias croatas Bosnia y Herzegovina, fue disparado, el primer tiro de la primera guerra mundial, por los terroristas servios que atentaron contra la vida del heredero del trono austro- húngaro y dieron motivo inmediato a la guerra fratricida (1914-18), que todavía no puede considerarse terminada hasta tanto no reine una verdadera paz, cuando todos los pueblos y todos los hombres tengan asegurada la vida en libertad, dignidad y justicia.