Capítulo 3. CHILE

 

En febrero de 1931, se me dio la oportunidad extraordinaria de conocer la República de Chile. Desde el Ministerio de Asuntos Sociales recibí una orden a mitad de enero, donde se me pedía que tan pronto como me fuera posible viajara a la ciudad de Antofagasta, en el norte de Chile. El motivo del viaje era la repatriación de cientos de inmigrantes desempleados. Del contenido del telegrama surgía que dos compañías inglesas de vapores, que mantenían el vínculo entre puertos europeos y chilenos, se negaban a los pedidos de los cónsules honorarios en Santiago y Antofagasta, de otorgar transporte gratuito a nuestros repatriados de acuerdo a las obligaciones asumidas en los contratos de 1923. El Ministerio consideraba que yo, provisto de la copia oficial del contrato, que tenía conmigo, lograría convencer a las agencias locales de vapores, de que cumplieran con sus obligaciones.

Para viajar a Chile debería tener la visa de entrada a ese país y para el regreso, la visa de re-ingreso a la Argentina. Cuando emigré desde mi patria, ingresé a Uruguay con un pasaporte de emigrante, conocido por su cubierta roja. Con el pasaporte y la orden de viaje del Ministerio fui a lo del Dr. Dragutinović, consejero de la Legación y Cónsul General ad interim, pidiéndoles que me tramite oficialmente dichas visas. Al ver mi pasaporte, el Dr. Dragutinović se excusó diciendo que con el mismo no podía obtener las visas oficiales que me correspondían de acuerdo al cargo que tenía. Le pedí que me expidiera un pasaporte oficial para un viaje de negocios a Chile y de regreso, por única vez, a lo que también se negó con la excusa de que supuestamente necesitaba un permiso especial de mi Ministerio.

De la postura de Dragutinović tuve la impresión que de algún modo quería impedir mi viaje a Chile. No me quedaba otra que enviar un telegrama al Ministro, informándole de la dificultad acontecida. Después de pocos días el Consulado recibió la orden de emitir un pasaporte diplomático a mi nombre para un viaje por única vez (Passavant) y conseguir la visa correspondiente. A fin de enero obtuve el pasaporte[1] con la visa y a principios de febrero viajé a Chile.

Al llegar a Santiago, capital de Chile, primero entré en contacto con el cónsul honorario de Yugoslavia. Era el Profesor Francisco Eterović, hijo de padres originarios de la isla de Brač, que conocía perfectamente el idioma croata. Si no me equivoco, nació en Chile, pero su padre lo envió a Split para que asista a la escuela secundaria, después de lo cual regresó a Chile. Y no sólo tenía dominio de la lengua croata, sino que después de una breve conversación con él, felizmente pude establecer que coincidimos completamente en nuestros puntos de vista políticos. El Prof. Francisco Eterović era partidario de la liberación de Croacia del yugo serbio.

El Prof. Francisco Eterović conocía el problema que surgió en relación a la repatriación de un gran número de inmigrantes, quienes en la zona de Antofagasta e Iquique habían perdido sus puestos de trabajo. Provistos de la copia del contrato que había traído, fuimos juntos a las agencias navieras y después de una discusión prolongada, logramos resolver favorablemente el tema del embarque y transporte. Así que en Antofagasta me esperaba la parte más pequeña del trabajo: reunirme con los que retornaban y con el Cónsul honorario local, el Dr. Jozo Lisičić, de Split, y organizar el orden de embarque de acuerdo a las condiciones materiales de los individuos.

Fui a Antofagasta en barco desde Valparaíso, el principal puerto chileno. En Valparaíso tuve que esperar dos días para embarcar, así que aproveché la oportunidad para recorrer esta interesante ciudad, construida en buena parte sobre las colinas que se elevan alrededor de la pequeña área plana pegada al mar, que se utilizó para la construcción de las instalaciones del puerto.

Aproveché mi estadía para visitar y conocer a Paško Baburica, famoso empresario chileno.

Paško Baburica[2] era nativo de la isla de Koločep, distrito de Dubrovnik. Él había llegado joven a Chile y alcanzó un gran éxito en diversas ramas de la actividad económica, entre otras cosas, la utilización industrial del mineral de salitre.

En ese tiempo Baburica tenía 55 años de edad (nacido en 1875). Era soltero y dedicaba toda su vida a trabajar. De él se decía que de las 24 horas del día trabajaba 18 y dormía 6, resolviendo durante las horas de sueño los problemas que le preocupaban. A pesar de que era un hombre muy ocupado, inmediatamente me recibió y, sorprendentemente, se quedó conversando largamente conmigo. Durante el tiempo que duró la conversación movía su cuerpo, especialmente sus manos, por lo que se veía que era un hombre de acción constante. A pesar de eso, hablaba en voz baja. Cuando se dio cuenta de que yo era croata, pasó a la política e inesperadamente comenzó a hablar de forma más abierta. Empezó por el asesinato en la Asamblea Nacional de Belgrado. Estaba horrorizado y criticó a Belgrado y a su gobierno. Durante la conversación, me dijo que desde los círculos oficiales de Belgrado lo querían persuadir para que llevara a Yugoslavia su gran fortuna. Le ofrecían una variedad de concesiones, pero pretendían que depositara una gran coima en bancos extranjeros. Me dijo que estaba tan disgustado con todo eso, que no quería hablar más del tema. De hecho, Baburica permaneció en Chile hasta su muerte. Durante su vida ayudó a muchas organizaciones benéficas croatas, pero donó su riqueza al país donde la había ganado[3].

Me despedí del señor Paško Baburica bajo la impresión de que estaba decepcionado de Yugoslavia. Baburica fue uno de los croatas que sacrificaron grandes sumas de dinero para financiar al "Comité Yugoslavo" de Trumbić. ¿Cuál era la naturaleza de su decepción; era sólo de carácter personal, o en el fondo tenía también un sentimiento de responsabilidad nacional, al igual que su amigo el Dr. Ante Trumbić? No lo sé.

Lo que vale la pena mencionar es que Paško Baburica, en colaboración con Frane Petrinović sentó las bases de la “defensa nacional yugoslava” sudamericana, que durante la Primera Guerra Mundial impuso a los croatas en América del Sur una dirección pro-yugoslava y contribuyó a la liquidación de todo lo que hasta entonces se llamaba croata[4].

Además de ejercer la función de presidente de la "Defensa Nacional Yugoslava", cuyo centro estaba en Valparaíso, la ciudad donde residía, Paško Baburica fue cooptado como miembro del "Comité Yugoslavo". Su nombre se encuentra entre los veinte firmantes de la declaración de la Comisión del 18 de diciembre 1918, publicada en París, para protestar contra la intención de Carlos I de Habsburgo durante su coronación como emperador y rey, comprometiéndose a la reorganización política y administrativa de la Monarquía.

En esa declaración se decía que era necesario quitar a la dinastía de los Habsburgo todos aquellos países en los que vivía (ese) "pueblo unido por la sangre y de triple nombre serbio-croata-esloveno, y a su vez unido con el Reino de Serbia bajo la gloriosa dinastía Karadjordjević. Esta es la única manera de satisfacer los deseos de nuestro pueblo y que a Europa sudoriental, sobre todo en lo que respecta al Adriático y a los Balcanes, se le garantice una paz duradera"[5].

Cuando tuve la oportunidad de conocer en 1931 al señor Paško Baburica, habían pasado doce años desde la creación del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, que en ese momento ya había sido rebautizado como Yugoslavia. Ya durante ese tiempo habían aparecido grandes grietas en ese Estado que se había construido, dicho suavemente, en base a una imaginación enferma y la falta de responsabilidad. Baburica era ante todo un hombre de negocios, pero estaba dotado con una rara claridad, y era capaz de juzgar el error, de la que él también fue víctima. No es de extrañar, entonces, que ante un joven como era yo entonces, no ocultara su decepción por aquello que él mismo había ayudado a construir con abundantes contribuciones monetarias.

Al llegar a Antofagasta, me alojé en el hotel "London", propiedad de mi primo Ivan Razmilić. Ivan y mi madre eran primos hermanos: él era hijo de Ivan -Ante-, y ella era hija de Katarina, casada con Omerović. Aunque eran parientes míos, Ivan, su esposa y dos hijas, yo no los había conocido hasta entonces. El hecho de sentir que me encontraba en un medio amigable hizo más agradable mi estadía en esa ciudad, en la que en todo momento oía hablar croata en el suave dialecto de Brač. Ivan me mostró las tumbas donde descansaban mi abuelo y un tío.

Después de un día de descanso, mi primera preocupación era resolver la cuestión de embarcar a los repatriados, que eran unos trescientos. Croatas desempleados había más, pero muchos no podían decidirse a volver. A pesar de que la gente sabía que la economía chilena dependía principalmente de las exportaciones de productos mineros, como el cobre y el salitre, y que sus ventas en el mercado internacional estaban detenidas completamente como consecuencia de la crisis económica mundial, la gente todavía tenía la esperanza de que llegarían tiempos mejores. Gracias a la colaboración del Dr. Lisičić, resolvimos la cuestión del orden de embarque. Él, además, había recibido del Ministerio de Acción Social una suma de dinero para repartir y ayudar a los tenían que esperar más para embarcar. Realizada esta tarea, tuve la oportunidad de permanecer en Antofagasta por algún tiempo y de regresar luego tranquilo a Buenos Aires.

Para mi alegría, me enteré de que en Antofagasta estaba también mi amigo Ante Jakšić, llamado Antuka, con quien compartí mucho durante la infancia y juventud cuando yo iba en el verano a Supetar, a lo de la abuela Katarina o a lo del tío Ivan. De él aprendí muchos detalles acerca de la situación que reinaba entre nuestros compatriotas en Antofagasta. En términos generales, las condiciones estaban envenenadas. Un poco como consecuencia del desempleo y de la pobreza, y otro poco por envidia y por un sinnúmero de otras razones personales, todo era pelea entre ellos. Junto a unos pocos camaradas en Supetar, Antuka ya desde su infancia, era nacionalista croata. Se quejó que no había nadie en Antofagasta, con quien intercambiar una palabra amigable. Administraba el negocio de su padre y durante el día nunca salía de la casa, para no escuchar las burlas de sus compatriotas de Brač de orientación yugoslava y comunista. Sólo cuando caía la noche, salía a dar un corto paseo por la ciudad. Se alegró mucho con mi corta visita.

En el área del norte de Chile, donde me encontraba circunstancialmente, los inmigrantes croatas habían comenzado a llegar en gran número en 1868. En vísperas de la Primera Guerra Mundial su número llegó a veinte mil. Después de la Guerra, la mayoría de ellos abandonó la zona y se mudó a otras regiones del país. Durante mi estadía en Antofagasta, regresó a su país en forma gratuita un número relativamente bajo, pero importante como señal de la crisis económica.

El crecimiento y la disminución del número y de la economía del grupo nacional croata en el norte de Chile se relacionaba directamente con el crecimiento y la disminución de la producción del salitre, el único producto de esa región desértica. Las ventas, y por lo tanto la producción del salitre experimentaron dos colapsos, uno después de la Primera Guerra Mundial (1918), y el segundo por la crisis económica mundial (1929-1931). A través de más de 60 años de presencia en la región, los inmigrantes croatas, en su mayoría de las islas de Brač y Hvar, fueron los protagonistas del crecimiento económico de la región y víctimas de su caída. Preparando la partida de un grupo de croatas desempleados desde Antofagasta a su patria, también yo fui testigo presencial del cierre de una época. No es de extrañar, entonces, que el desarrollo, de cuyo final participé como testigo sin importancia, me emocionara y me llevara a echar un vistazo más de cerca, incluyendo su juego histórico previo entre los países de Chile y Bolivia. Sobre esto he aquí una revisión[6].

Antofagasta, capital de la provincia chilena del mismo nombre, contaba en ese entonces con cerca de 40 mil habitantes. Situada en una amplia bahía del Pacífico, servía desde el siglo pasado como puerto de embarque del salitre y otros productos minerales menos importantes del adyacente desierto de Atacama. La República de Chile había tomado posesión en forma violenta de ese puerto, otrora boliviano, hecho ocurrido en 1879. Debido a eso, hubo una guerra de cuatro años entre Chile, de un lado, y los aliados ocasionales Bolivia y Perú, del otro. La guerra terminó con la victoria de Chile, que anexó la provincia boliviana de Antofagasta y el Tarapacá peruano.

La disputa territorial entre Chile y Bolivia es muy antigua y hasta la fecha no ha sido resuelta. Hay que buscar la razón de eso en la lejana división administrativa de las posesiones coloniales españolas en América. Durante el tiempo de la América española, ésta fue gradualmente dividida en cuatro Virreinatos administrativos y cuatro Capitanías Generales. Desde 1543, Bolivia y Chile pertenecían al Virreinato del Perú, que se estableció ese año. En 1776 se estableció un nuevo Virreinato bajo el nombre de Virreinato del Río de la Plata, con centro en Buenos Aires. Comprendía las posesiones españolas al sur de Bolivia, por lo tanto, incluía a Chile. Dos años más tarde Chile se convirtió, debido a la distancia que lo separaba de Buenos Aires, en Capitanía General con las autoridades correspondientes.

Las colonias americanas reconocieron el dominio de España hasta 1810. Entonces el rey de España, Fernando VII, se rindió ante Napoleón Bonaparte, quien lo destronó y en su lugar nombró a su hermano José. Después de eso, la reputación del rey cayó y comenzaron a rebelarse contra los dominios españoles.

La primera rebelión se produjo en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. La misma no estaba dirigida contra España como "madre patria", sino contra el representante del rey depuesto. Más tarde se convirtió en guerra libertadora que se extendió por toda la América española y condujo a la independencia de las partes constitutivas: los virreinatos y las capitanías.

Los límites entre las áreas administrativas coloniales españolas de América, y por lo tanto entre los nuevos Estados, no estaban especificados exactamente. Debido a esto, después de la liberación, entre ellos hubo numerosas guerras, incluyendo ésta entre Chile y los aliados Bolivia y Perú.

Esta guerra es conocida históricamente bajo tres nombres: Guerra del Pacífico, porque tuvo lugar en la región del Pacífico; Guerra del salitre (entre Chile y Bolivia) y como la Guerra por el guano (entre Chile y Perú).

[La sal mineral, conocida como salitre, es un compuesto de sodio y ácido nítrico. Sus yacimientos naturales, aplicables a la transformación industrial, se encuentran en la parte norte de Chile. Una vez limpio de impurezas, lo que se realiza mediante el lavado del mineral con agua, el salitre tiene múltiples usos. Sirve como fertilizante para el agro, para la producción de pólvora y nitroglicerina y para la obtención de vidrio.

El guano es excremento de aves marinas, apilado durante siglos en los acantilados de la costa peruana donde casi nunca llueve. Es el producto de la digestión de las aves que se alimentan de peces marinos. Rico en fósforo, el fertilizante guano es un abono extraordinario.]

Las disputas fronterizas entre la Chile y Bolivia comenzaron treinta años antes de la llegada de los croatas a esa área, mientras que la Guerra del Pacífico encontró a los inmigrantes croatas que ya estaban en Antofagasta e Iquique. La disputa había comenzado en 1842, cuando el entonces Presidente de la República de Chile, el general Manuel Bulnes, corrió la frontera de su país muy al norte, hasta los 23 grados de latitud. Los nuevos límites abarcaban toda la zona del desierto de Atacama, en el que, en la parte norte, en el interior de la localidad boliviana de Antofagasta, había ricos yacimientos. Después de años de negociaciones y conflictos fronterizos menores, se llegó en 1874 a un acuerdo, por el que el gobierno boliviano aceptó el grado 24 de latitud como frontera entre los dos países, de modo que Antofagasta y los depósitos de salitre quedaban en posesión boliviana. Pero un año antes de eso, sintiendo la fuerte presión militar de Chile, Bolivia y Perú firmaron una alianza defensiva secreta, por la que las fuerzas conjuntas se defenderían de posibles reclamos chilenos ulteriores.

Independientemente de esto, el gobierno boliviano otorgó al mismo tiempo a una empresa minera de capital británico, registrada en la República de Chile, una concesión a 25 años para la explotación del salitre en su territorio. Dos años más tarde, Bolivia introdujo un impuesto a la exportación de 10 centavos de dólar por cada 100 kg de salitre, gravamen que en el contrato de concesión no estaba previsto. Debido a eso, la empresa minera inició procedimientos judiciales administrativos ante las autoridades bolivianas, y cuando perdió la última apelación en 1879, intervino el gobierno chileno ocupando el puerto de Antofagasta y así entró en guerra con Bolivia y Perú.

La guerra duró cuatro años y medio y terminó con la victoria de las armas chilenas. Con Perú se firmó la paz en 1883, y una tregua con Bolivia en 1884. De esta forma Chile recibió la provincia boliviana de Antofagasta y el Tarapacá peruano. Por el tratado de Paz de 1904, Chile recibió formalmente la posesión de la parte boliviana de la provincia de Antofagasta y Bolivia perdió su única salida al mar. Pero hasta nuestros días Bolivia no considera que esta diferencia haya sido resuelta y está tratando de obtener su salida al Pacífico a través de la mediación de instituciones internacionales.

En esta zona políticamente caliente de América del Sur, los primeros inmigrantes croatas vivían, trabajaban e iban adquiriendo plantas vinculadas con la preparación de salitre. Ya en 1890 algunos habían empezado a participar directamente en la utilización de los yacimientos de mineral para obtener el salitre. Pero la mayor parte de esta actividad minera comenzaría diez años más tarde, cuando Paško Baburica, asociado con otras empresas croatas, empezó a comprar muchos sitios existentes.

En vísperas de la Primera Guerra Mundial, Paško Baburica, Frano Petrinović, Petar Marinković, Pavo Mitrović, Ivan Sargo Bonačić y otros croatas de Dalmacia poseían más de la mitad de toda la producción de salitre. Individualmente, y más aún en su conjunto, representaban una potencia financiera de primera clase.

Sería injusto decir que los croatas de América del Sur, además de las razones económicas, no tenían también otros incentivos al adoptar su posición política durante la Primera Guerra Mundial. Pero a pesar de todo sigue siendo un hecho que la "Defensa Nacional Yugoslava" fue creada para defender la riqueza adquirida en los campos de salitre chileno, y junto con los dos principales responsables: el "Comité Yugoslavo" y el "Consejo Nacional de los Serbios, Croatas y Eslovenos", tuvo su parte de culpa por la difícil situación en la que cayó Croacia en 1918, y en la que hoy en día todavía se encuentra la nación croata.

Sin embargo, también en el caso del salitre chileno se repite el dicho de siempre: "En este mundo lo único permanente es el cambio".

La producción y venta de salitre había experimentado a través del tiempo dos graves crisis. Una de ellas ocurrió después del final de la Primera Guerra Mundial, cuando los alemanes aparecieron en el mercado mundial con un compuesto obtenido artificialmente con sodio y ácido nítrico.

Por la presión del bloqueo durante la guerra y aislados de los mercados del salitre chileno, materia prima imprescindible para la guerra, la industria química alemana logró obtener el nitrógeno a partir del aire, y luego el ácido nítrico, para combinar el mismo con el sodio, obtenido de la sal de cocina, y así producir un sustituto del salitre chileno.

Después de que la guerra terminara, el nitrato de sodio sintético desplazó, especialmente en el uso industrial, al salitre chileno, a raíz de lo cual la producción de este último se redujo de manera significativa.

Otro duro golpe que recibió la producción de salitre fue durante la crisis económica mundial de los años 1928-1929, cuando Baburica y Petrinović decidieron vender sus yacimientos. El comprador de sus yacimientos de salitre con todas las instalaciones fue la gran empresa británica Guggenheim.

Durante mi estadía en Antofagasta, he oído a varias personas sostener el mismo argumento, según el cual la empresa de gestión de Guggenheim a finales de 1930 llevó a cabo numerosos despidos de empleados, sobre todo los de ascendencia croata. La comunicación de despido era acompañada en el caso de los croatas de un insulto: "Afuera, perros yugoeslavos".

Según los mismos dichos, el motivo del despido y de tal proceder era que los administradores de la compañía Guggenheim se sintieron engañados, después de un año de utilizar los yacimientos de salitre transferidos. Por eso, cuando tuvieron que despedir personal, comenzaron por los connacionales de los antiguos propietarios. El fraude habría consistido en el hecho de que el precio de compra de los yacimientos se determinó sobre la base de datos estadísticos respecto de la abundancia de mineral procesado, que fueron presentados a Guggenheim por la administración de los antiguos propietarios, y que al parecer, estos datos no se correspondían con la verdad.

La primera parte de la afirmación, sobre el despido de forma ofensiva de los empleados, fue sin duda cierto, mientras que la otra parte, respecto de los datos estadísticos, podría ser cuestionable, aunque oí mencionar el nombre del funcionario administrativo jerárquico, de quien se decía que preparó hábilmente estadísticas falsas con el propósito de obtener un mejor precio de venta de los yacimientos.

En estas cosas delicadas no puedo ser juez. Reproduzco aquello que escuché de personas para cuya repatriación había ido a Chile.

En Antofagasta me interesé por el destino de las numerosas sociedades que se establecieron y operaron bajo el nombre de croatas. La mayoría de ellas ya habían desaparecido y las que quedaban, actuaban en ese momento bajo el nombre de yugoslavas. La Primera Guerra Mundial apagó en Chile el nombre croata.

Durante mi estancia en Chile hablé con gente de ascendencia croata. Tal vez había más, pero yo encontré sólo tres personas que confesaban su sentir croata: el Prof. Frane Eterović, Antuka Jakšić y la señora María Vodanović, esposa de uno de los primos de mi madre. Los dos primeros eran hijos de croatas de la isla de Brač, y la señora María, nativa de la Croacia que había estado bajo administración del Ban.

Después de casi un mes de visita, sin duda interesante, pero al mismo tiempo triste, me fui de Chile y regresé a Buenos Aires.

 

 



[1] Este documento jugó un papel importante más adelante en mi vida. Antes de que el 6 enero de 1947, me embarcara en Génova con documentos a nombre de otra persona, recibí de mi esposa en Austria un maletín con documentos personales, incluyendo el pasaporte antes mencionado. A pesar del peligro, lo llevé conmigo en el barco y lo escondí en la cabina. Al llegar a Buenos Aires, a través del Ing. Kolusi, y sobre la base de ese documento, obtuve de la Policía argentina una Cédula de Identidad con mi nombre real. El Ing. Kolusi me entregó la cédula el día de mi cumpleaños, el 25 de marzo, en la cena que me había preparado en su casa.

[2] Su nombre era escrito oficialmente en la ortografía austro-italiana, Baburizza.

[3] Para mayor información sobre la inmigración croata a Chile hasta la Primera Guerra Mundial, en especial sobre Paško Baburica y Frane Petrinović, véase el trabajo: Ivo Borić, Emigración croata a Chile, Studia Croatica, Revista trimestral, Buenos Aires, Diciembre 1978, Vol. 70-71, págs. 141-157.

[4] Podemos marcar el desarrollo de la dirección pro-yugoslava de los croatas de Sudamérica en tiempo de la Primera Guerra Mundial mediante fechas decisivas:

- El incentivo para esta orientación (yugoslava) fue dado por la creación del "Comité Yugoslavo" en París, el 30 de abril de 1915, presidido por el Dr. Ante Trumbić (1).

- Ya el 2 de mayo de 1915 se había creado en Antofagasta, Chile (centro de procesamiento de mineral de salitre, en manos de empresarios croatas), la primera sociedad política croata de orientación yugoslava bajo el nombre de "Jadran". Durante el mismo mes, basada en Valparaíso (sede financiera de los grandes empresarios croatas) también se creó una sociedad de nombre "Velebit" (2).

- En junio de 1915, los croatas sudamericanos de orientación política yugoslava se organizaron en la "Defensa Nacional Yugoslava" (3).

- El 1 de agosto de 1915, por iniciativa del "Jadran -Adriático", se celebró en Antofagasta una reunión de los representantes de los croatas sudamericanos de orientación yugoslava. Se aprobó una resolución, por la que se rompían todos los lazos y vínculos estatales con la monarquía austro-húngara. Se apoyó el programa: unificación de las provincias serbio-croata-eslovenas de Austria-Hungría con Serbia y Montenegro. Se declaró la ilimitada confianza hacia el "Comité Yugoslavo''(4).

- El 25 de enero de1916, tuvo lugar la "Asamblea" en Antofagasta. La misma principalmente confirmó las conclusiones del 1 de agosto. Al mismo tiempo se envió un telegrama de saludo al rey Pedro Karadjordjević en nombre de los "yugoslavos de países no liberados, que viven en las repúblicas de Chile, Argentina, Bolivia, Perú y Uruguay". Reunidos en Asamblea en Antofagasta, los yugoslavos –decía el telegrama- rompían todos los lazos con Austro-Hungría y unían su destino con el de Serbia para todos los tiempos y para todas las ocasiones, saludaban con entusiasmo al rey y a su gobierno, y ponían a disposición sus posesiones y su vidas". Firmaba el telegrama Juraj –Jorge– Jordan, presidente de la Asamblea (5).

FUENTES:

(1) Respecto de la creación del Comité Yugoslavo, ver: P.O. Ostović, La Verdad acerca de Yugoslavia, Roy Publishers, Nueva York, 1952, p. 60.

(2) Holjevac, op. cit. p. 209 y 211 (Figura).

(3) Šišić, op. cit. p. 41, nota. Ivo Borić, periodista croata, quien vivió mucho tiempo en Chile, escribió (en el artículo citado, p 150), que esa organización fue creada con el asesoramiento de una respetada personalidad aliada, quien había recomendado a Frane Petrinović que los croatas de Chile establecieran una sociedad y que políticamente se unieran al "Comité yugoslavo", ya que de esa forma se salvarían de que los súbditos austro-húngaros fueran incluidos en la "lista negra" de los aliados, lo que podría ser un amenaza para todo tipo de negocio durante la guerra y los arruinaría económicamente. La misma versión fue escuchada en Chile también por el autor de estas líneas, considerando que Petrinović tenía una de sus oficinas en Londres.

(4) Šišić op. cit. 41. doc. 25.

(5) Misma fuente, págs. 48-49, doc. 33 y 34.

[5] Op. cit., documento número 49, pág. 82 y ss.

[6] Fuentes usadas:

Cantú — Blasco Garzón, op. cit., Tomo X, especialmente pág. 410-448.

Borić, Ivo, artículo citado.

La Razón, Buenos Aires, periódico vespertino, 10 de febrero de 1979, El Centenario de la Guerra del Pacífico, pág. 8.